EL PRINCIPE 15, 16, 17, 18 y 19
EL PRINCIPE 15, 16, 17, 18 y 19
EL PRINCIPE 15, 16, 17, 18 y 19
-Nos resta ahora ver cmo debe conducirse un prncipe con sus
gobernados y amigos.
Es, pues, necesario que un prncipe que desea mantenerse,
aprenda a poder no ser bueno, y a servirse o no servirse de esta
facultad, segn que las circunstancias lo exijan Dejando, pues, a
un lado las cosas imaginarias de las que son verdaderas.
es necesario que el prncipe sea bastante prudente para evitar
la infamia de los vicios que le haran perder su principado
Pero no tema incurrir en la infamia ajena a ciertos vicios si no
puede fcilmente sin ellos conservar su Estado; porque si se
pesa bien todo, hay una cierta cosa que parecer ser una
virtud, por ejemplo, la bondad, clemencia, y que si la observas,
formar tu ruina, mientras que otra cierta cosa que parecer un
vicio formar tu seguridad y bienestar si la practicas.
EL PRINCIPE Maquiavelo
CAPITULO: 15, 16. 17, 18 Y 19
Captulo 15 De las cosas por las que los hombres, y especialmente
los prncipes, son alabados o censurados
Nos resta ahora ver cmo debe conducirse un prncipe con sus gobernados
y amigos. Muchos escribieron ya sobre esta materia; y al tratarla yo mismo
despus de ellos, no incurrir en el cargo de presuncin, supuesto que no
hablar ms que con arreglo a lo que sobre esto dijeron ellos386. Siendo mi
fin escribir una cosa til para quien la comprende, he tenido por ms
conducente seguir la verdad real de la materia387 que los desvaros de la
imaginacin en lo relativo a ella388; porque muchos imaginaron repblicas
y principados que no se vieron ni existieron nunca389. Hay tanta distancia
entre saber cmo viven los hombres y saber cmo deberan vivir ellos, que
el que, para gobernarlos, abandona el estudio de lo que se hace, para
estudiar lo que sera ms conveniente hacerse aprende ms bien lo que
debe obrar su ruina que lo que debe preservarle de ella; supuesto que un
prncipe que en todo quiere hacer profesin de ser bueno, cuando en el
hecho est rodeado de gentes que no lo son 390, no puede menos de
caminar hacia su ruina. Es, pues, necesario que un prncipe que desea
mantenerse, aprenda a poder no ser bueno, y a servirse o no servirse de
esta facultad, segn que las circunstancias lo exijan Dejando, pues, a un
lado las cosas imaginarias de las que son verdaderas, digo que cuantos
hombres hacen hablar de s, y especialmente los prncipes, porque estn
colocados en mayor altura que los dems, se distinguen con alguna de
aquellas prendas patentes, de las que ms atraen la censura y otras la
alabanza. El uno es mirado como liberal, el otro como miserable en lo que
me sirve de una expresin toscana en vez de emplear la palabra avaro;
porque en nuestra lengua un avaro es tambin el que tira a enriquecerse
con rapias, y llamamos miserable a aquel nicamente que se abstiene de
hacer uso de lo que l posee. Y para continuar mi enumeracin aado: ste
pasa por dar con gusto, aquel por ser rapaz; el uno se reputa como cruel, el
otro tiene la fama de ser compasivo; ste pasa por carecer de fe, aqul por
ser fiel en sus promesas; el uno por afeminado y pusilnime, el otro por
valeroso y feroz; tal por humano, cul por soberbio; uno por lascivo, otro por
casto; ste por franco, aqul por artificioso; el uno por duro, el otro por
dulce y flexible; ste por grave, aqul por ligero; uno por religioso, otro por
incrdulo, etc.392 . No habra cosa ms loable que un prncipe que estuviera
dotado de cuantas buenas prendas393 he entremezclado con las malas que
les son opuestas; cada uno convendr en ello, lo s. Pero como uno no
puede tenerlas todas, y ni aun ponerlas perfectamente en prctica, porque
la condicin humana no lo permite, es necesario que el prncipe sea
bastante prudente para evitar la infamia de los vicios que le haran perder
su principado; y aun para preservarse, si lo puede, de los que no se lo
haran perder394. Si, no obstante esto, no se abstuviera de los ltimos,
estara obligado a menos reserva abandonndose a ellos395. Pero no tema
incurrir en la infamia ajena a ciertos vicios si no puede fcilmente sin ellos
conservar su Estado; porque si se pesa bien todo, hay una cierta cosa que
parecer ser una virtud, por ejemplo, la bondad, clemencia, y que si la
observas, formar tu ruina, mientras que otra cierta cosa que parecer un
vicio formar tu seguridad y bienestar si la practicas.
(avaricia) Comenzando por la primera de estas prendas, dir cun til sera
el ser liberal; sin embargo, la liberalidad que te impidiera que te temieran,
te sera perjudicial. Si la ejerces prudentemente como ella debe serlo, de
modo que no lo sepan396, no incurrirs por esto en la infamia del vicio
contrario. Pero como el que quiere conservarse entre los hombres la
reputacin de ser liberal no puede abstenerse de parecer suntuoso,
suceder siempre que un prncipe que quiere tener la gloria de ello
consumir todas sus riquezas en prodigalidades; y al cabo, si quiere
continuar pasando por liberal, estar obligado a gravar extraordinariamente
a sus gobernados, a ser extremadamente fiscal y hacer cuanto es
imaginable para tener dinero. Pues bien, esta conducta comenzar a hacerle
odioso a sus gobernados397; y empobrecindose as ms y ms, perder la
estimacin de cada uno de ellos, de tal modo, que despus de haber
perjudicado a muchas personas para ejercer esta prodigalidad que no ha
favorecido ms que a un cortsimo nmero de stas sentir vivamente la
primera necesidad398, y peligrar al menor riesgo399. Si reconociendo
entonces su falta, quiere mudar de conducta, se atraer repentinamente la
infamia ajena a la avaricia400 . No pudiendo, pues, un prncipe, sin que de
ello le resulte perjuicio, ejercer la virtud de la liberalidad de un modo
notorio, debe, si es prudente, no inquietarse de ser notado de avaricia,
porque con el tiempo le tendrn ms y ms por liberal, cuando vean que por
medio de su parsimonia le bastan sus rentas para defenderse de cualquiera
que le declar la guerra y para hacer empresas sin gravar a sus pueblos401;
por este medio ejerce la liberalidad con todos aquellos a quienes no toma
nada, y cuyo nmero es infinito mientras que no es avaro ms que con
aquellos hombres a quienes no da, y cuyo nmero es poco crecido402 . No
hemos visto en estos tiempos que solamente los que pasaban por avaros
hicieron grandes cosas y que los prdigos quedaron vencidos? El Papa Julio
II, despus de haberse servido de la reputacin de hombre liberal para
llegar al pontificado403, no pens ya despus en conservar este renombre
cuando quiso habilitarse para pelear contra el rey de Francia. Sostuvo
muchas guerras sin imponer un tributo extraordinario, y su larga parsimonia
le suministr cuanto era necesario para los gastos superfluos404. El actual
rey de Espaa (Fernando, rey de Castilla y Aragn), si hubiera sido liberal,
no hubiera hecho tan famosas empresas, ni vencido en tantas ocasiones405
. As, pues, un prncipe que no quiere verse obligado a despojar a sus
gobernados y quiere tener siempre con qu defenderse, no ser pobre y
miserable, ni verse precisado a ser rapaz, debe temer poco el incurrir en la
fama de avaro, supuesto que la avaricia es uno de aquellos vicios que
aseguran su reinado406. Si alguno me objetara que Csar consigui el
extranjeros, por otra parte, no le atacan con gusto, con tal, sin embargo,
que l sea un excelente prncipe y que le veneren sus gobernados. Un
prncipe tiene dos cosas que temer, es a saber: en lo interior de su Estado,
alguna rebelin por parte de sus sbditos; y segundo, por afuera, un ataque
por parte de alguna potencia vecina. Se precaver contra este segundo
temor con buenas armas y, sobre todo, con buenas alianzas, que l
conseguir siempre si l tiene buenas armas487. Pues bien, cuando las
cosas exteriores estn aseguradas, lo estn tambin las interiores, a no ser
que las haya turbado ya una conjuracin488. Pero aun cuando se
manifestara en lo exterior alguna tempestad contra el prncipe que tiene
bien arregladas las cosas interiores, si ha vivido como lo he dicho, con tal
que no le abandonen los suyos489 sostendr toda especie de ataque de
afuera, como ha mostrado que lo hizo Nabis de Esparta. Sin embargo, con
respecto a sus gobernados, aun en el caso de no maquinarse nada por
afuera contra l, podra temer que, en lo interior, se conspirase
ocultamente. Pero puede estar seguro de que no acaecer esto si evita ser
despreciado y aborrecido, y si hace al pueblo contento con su gobierno;
ventaja esencial que hay que lograr, como lo he dicho muy por extenso
antes490 . Uno de los ms poderosos preservativos que el prncipe pueda
tener contra las conjuraciones es, pues, el de no ser aborrecido ni
menospreciado por la universidad de sus gobernados; porque el conspirador
no se alienta ms que con la esperanza de contentar al pueblo haciendo
perecer al prncipe491. Pero cuando l tiene motivos para creer que
ofendera con ello al pueblo, la amplitud necesaria de valor para consumar
su atentado le falta, visto que son infinitas las dificultades que se presentan
a los conjurados492. La experiencia nos ensea que hubo muchas
conjuraciones, y que pocas tuvieron buen xito; porque no pudiendo ser
solo el que conspira, no puede asociarse ms que a los que cree
descontentos493. Pero, por esto mismo que l ha descubierto su designio a
uno de ellos494, le ha dado materia para contentarse por s mismo,
supuesto que revelando al prncipe la trama que se le ha confiado, puede
esperar ste todas especies de ventajas. Viendo, por una parte, segura la
ganancia495 , y por otra no hallndola ms que dudosa y llena de peligros
496, sera menester que l fuera, para el MAQUIAVELO, Nicols, El prncipe
41 que le ha iniciado en la conspiracin, un amigo como se ven pocos, o
bien un enemigo enteramente irreconciliable del prncipe, si tuviera la
palabra que dio. Para reducir la cuestin a pocos trminos, digo que del lado
del conspirador no hay ms que miedo, celos y sospecha de una pena que
le atemoriza; mientras que del lado del prncipe hay, para protegerle, la
majestad de su soberana, las leyes, la defensa de los amigos y del
Estado497; de modo que si a todos estos preservativos se aade la
benevolencia del pueblo, es imposible que ninguno sea bastante temerario
para conspirar498. Si todo conspirador, antes de la ejecucin de su trama,
est posedo comnmente del temor de salir mal, lo est mucho ms en
este caso: porque debe temer tambin, aun cuando l triunfara, el tener por
enemigo al pueblo499, porque no le quedara refugio ninguno entonces.
Podramos citar sobre este particular una infinidad de ejemplos500; pero me
cio a uno solo, cuya memoria nos transmitieron nuestros padres. Siendo
prncipe de Bolonia mosn Anbal Bentivoglio, abuelo de don Anbal de hoy
da, fue asesinado por los Cannuchis (e), a continuacin de una conjuracin;
y estando todava en mantillas su hijo nico, mosn Juan, no poda vengarle;
prncipes tiene cuerpo ninguno de ejrcito que, por medio de una dilatada
mansin en las provincias se haya amalgamado en algn modo con la
autoridad que los gobierna, y administraciones suyas557 , como lo haban
hecho los ejrcitos del Imperio romano. Si, convena entonces
necesariamente contentar a los soldados ms que al pueblo, era porque los
soldados podan ms que el pueblo. Ahora es ms necesario para todos
nuestros prncipes, excepto, sin embargo, para el Turco y el Soldn, el
contentar al pueblo que a los soldados, a causa de que hoy da los pueblos
pueden ms que los soldados558. Excepto al Turco, porque tiene siempre
alrededor de s doce mil infantes y quince mil caballos de que dependen la
seguridad y fuerza de su reinado559. Es menester, por cierto
absolutamente, que este soberano, que no hace caso ninguno del pueblo,
mantenga sus guardias en la inclinacin de su persona560. Sucede lo
mismo con el reinado del Soldn, que est todo entero en poder de los
soldados; conviene tambin que l conserve su amistad, supuesto que no
guarda miramientos con el pueblo . Debe notarse que este estado del
Soldn es diferente de todos los dems principados, y que se asemeja al del
Pontificado cristiano, que no puede llamarse principado hereditario, ni
nuevo562. No se hacen herederos de la soberana los hijos del prncipe
difunto, sino el particular al que eligen hombres que tienen la facultad de
hacer esta eleccin563. Hallndose sancionado este orden por su
antigedad, el principado del Soldn o Papa no puede llamarse nuevo, y no
presenta a uno ni otro ninguna de aquellas dificultades que existen en las
nuevas soberanas. Aunque es all nuevo el prncipe, las constituciones de
semejante estado son antiguas, y combinadas de modo que le reciban en l
como si fuera poseedor suyo por derecho hereditario . Volviendo a mi
materia, digo que cualquiera que reflexione sobre lo que dejo expuesto,
ver que el odio o menosprecio fueron la causa de la ruina de los
emperadores que he mencionado. Sabr tambin por qu habiendo obrado
de un modo una parte de ellos, y de un modo contrario otra, solo uno,
siguiendo esta o aquella va, tuvo un dichoso fin, mientras que los dems no
hallaron all ms que un desastrado fin. Se comprender porque Pertinax y
Alejandro quisieron imitar a Marco, no solamente en balde, sino tambin con
perjuicio suyo, en atencin a que l ltimo reinaba por derecho hereditario y
que los dos primeros no eran ms que prncipes nuevos565. Aquella
pretensin que Caracalla, Cmodo y Maximino tuvieron de imitar a Severo,
les fue igualmente adversa, porque no estaban adornados del suficiente
valor para seguir en todo sus huellas. As, pues, un prncipe nuevo en un
principado nuevo no puede sin peligro imitar las acciones de Marco, y no le
es indispensable imitar las de Severo566. Debe tomar de ste cuantos
procederes le son necesarios para fundar bien su Estado, y de Marco lo que
hubo, en su conducta, de conveniente y glorioso para conservar un Estado
ya fundado y asegurado.
hay remedio ninguno que oponerles709. Con arreglo a esto podran juzgar
que es en balde fatigarse mucho en semejantes ocasiones, y que conviene
dejarse gobernar entonces por la suerte. Esta opinin no est acreditada en
nuestro tiempo, a causa de las grandes mudanzas que, fuera de toda
conjetura humana, se vieron y se ven cada da710. Reflexionndolo yo
mismo, de cuando en cuando, me inclin en cierto modo hacia esta opinin;
sin embargo, no estando anonadado nuestro libre albedro, juzgo que puede
ser verdad que la fortuna sea el rbitro de la mitad de nuestras acciones;
pero tambin que es cierto que ella nos deja gobernar la otra, o a lo menos
siempre algunas partes711. La comparo con un ro fatal que, cuando se
embravece712, inunda las llanuras, echa a tierra los rboles y edificios,
quita el terreno de un paraje para llevarle a otro. Cada uno huye a la vista
de l, todos ceden a su furia sin poder resistirle. Y, sin embargo, por ms
formidable que sea su naturaleza, no por ello sucede menos que los
hombres, cuando estn serenos los temporales, pueden tomar precauciones
contra semejante ro, haciendo diques y explanadas713; de modo que
cuando l crece de nuevo est forzado a correr por un canal, o que a lo
menos su fogosidad no sea tan licenciosa ni perjudicial714 . Sucede lo
mismo con respecto a la fortuna715: no ostenta ella su dominio ms que
cuando encuentra un alma y virtud preparadas716; porque cuando las
encuentra tales, vuelve su violencia hacia la parte en que sabe que no hay
diques ni otras defensas capaces de mantenerla. Si consideramos la Italia,
que es el teatro de estas revoluciones y el receptculo que les da impulso,
veremos que es una campia sin diques ni otra defensa ninguna. Si hubiera
estado preservada con la conducente virtud717, como lo estn la Alemania,
Espaa y Francia, la inundacin de las tropas extranjeras que ella sufri no
hubiera ocasionado las grandes mudanzas que experiment718, o ni aun
hubiera venido719. Baste esta reflexin para lo concerniente a la necesidad
de oponerse a la fortuna en general720 . Restringindome ms a varios
casos particulares, digo que se ve a un cierto prncipe que prosperaba ayer
caer hoy, sin que se le haya visto de modo ninguno mudar de genio ni
propiedades721. Esto dimana, en mi creencia, de las causas que he
explicado antes con harta extensin, cuando he dicho que el prncipe que no
se apoya ms que en la fortuna, cae segn que ella vara722. Creo tambin
que es dichoso aquel cuyo modo de proceder se halla en armona con la
calidad de las circunstancias, y que no puede menos de ser desgraciado
aquel cuya conducta est en discordancia con los tiempos723. Se ve, en
efecto, que los hombres, en las acciones que los conducen al fin que cada
uno de ellos se propone, proceden diversamente: el uno con circunspeccin,
el otro con impetuosidad; ste con violencia, aqul con maa; el uno con
paciencia, y el otro con una contraria disposicin; y cada uno, sin embargo,
por estos medios diversos puede conseguirlo 724. Se ve tambin que de dos
hombres moderados el uno logra su fin y el otro no; que, por otra parte,
otros dos, uno de los cuales es violento y el otro moderado, tienen
igualmente acierto con dos expedientes diferentes, anlogos a la diversidad
de su respectivo genio. Lo cual no dimana de otra cosa ms que de la
calidad de los tiempos que concuerdan o no con su modo de obrar725. De
ello resulta lo que he dicho; es, a saber, que obrando diversamente dos
hombres, logran un mismo efecto, y que, otros dos que obran del mismo
modo, el uno consigue su fin y el otro no lo logra. De esto depende tambin
la variacin de su felicidad; porque si, para el que se conduce con