07 Florencio Sanchez Dubatti Capítulo La Introducción Del Drama Moderno
07 Florencio Sanchez Dubatti Capítulo La Introducción Del Drama Moderno
07 Florencio Sanchez Dubatti Capítulo La Introducción Del Drama Moderno
al servicio de la exposicin de una tesis que articula una predicacin sobre el mundo
social. Otra poca comienza hacia 1770 en toda Europa y, consecuentemente, el papel
del teatro se ve sometido a revisin, la jerarqua de las artes comienza experimentar un
profundo cuestionamiento. Tal como sostiene Robert Abirached (La crisis del personaje
en el teatro moderno, 1978), Lessing y Diderot modifican el alcance y el sentido de
varios trminos clave del dispositivo de la mmesis y su legado es revolucionario.
Empieza a concebirse el personaje como un reflejo de los hombres tal como actan en la
vida pblica, a la vez como tipos y como individuos. El teatro aspira a convertirse en un
espejo donde se invita al espectador a reconocer a su semejante y a s mismo en una
nueva naturaleza (Lessing, Dramaturgia de Hamburgo). La mmesis sirve ahora para
excitar el inters del espectador halagando su complacencia y para confirmar el juicio
favorable que tiene de la ideologa y la moral de su grupo social, o para producir en
estas los cambios necesarios. Al entrar en la era burguesa, el teatro querr cada vez ms
disimular su naturaleza teatral, reivindicada por la mmesis aristotlica. En nombre del
inters y de la ilusin escnica, el teatro burgus adquiere una dimensin de utilidad:
servir para refrendar o cuestionar -como mtodo superador- los valores de la burguesa.
Surge as el drama moderno en su fecundo modelo mimtico-discursivo-expositivo que
trabaja con una nueva base epistemolgica (es decir, una nueva manera de concebir las
relaciones entre el teatro y el mundo) articulada en tres aspectos principales: a) el
mundo real existe y puede ser mensurado, conocido y definido en su materialidad; b) el
teatro tiene la capacidad de construir una imagen de ese mundo poniendo en
contigidad los mundos poticos con el rgimen de experiencia de lo real; c) el teatro
tiene la capacidad de incidir en el orden de lo real, modificndolo recursivamente.
Algunos de los principales procedimientos de esta potica del drama moderno,
presentes en buena parte del teatro de Snchez, son:
a. una estructura narrativa progresiva y tradicional en su diseo -principio, medio y
fin-, con necesaria gradacin de conflictos, alternancia de secuencias con accin
y sin accin, encuentro personal, oposicin de caracteres en los personajes,
causalidad explcita o implcita inteligible (explicitable), cronotopo realista
(funcionamiento de los ejes espacio-tiempo como en el campo del rgimen de lo
real).
b. en el orden referencial se establece la ilusin de contigidad entre el mundo
representado y el mundo social, se trabaja con un personaje referencial de
identificacin social, acuerdo metonmico entre el personaje y el espacio que
habita, se diseminan personajes-delegados (encargados de explicitar las
condiciones de recepcin de los textos, su mensaje o tesis), los
acontecimientos tematizan lo normal y lo posible, el personaje posee entidad
psicolgica (lgica psquica y social de comportamientos, motivacin, memoria,
pasado, pertenencia social y cultural, nocin de individuo de bordes definibles,
diferencia).
c. en el orden lingstico la lengua teatral de los personajes busca asimilar su
convencin a la lengua natural, se crea una red simblica, isotopa o leit-motiv
que objetivan la tesis del texto, se recurre a la redundancia pedaggica a travs
de un alto caudal lingstico de los personajes que evidencia una gran confianza
en la capacidad de expresin y creacin de sentido de la palabra.
d. en el orden semntico, el texto articula una tesis que implica predicaciones sobre
el mundo y su rgimen de experiencia.
Resulta valioso volver sobre Nuestros hijos, drama naturalista en el que Snchez
se acerca a los grandes modelos dramticos contemporneos, especialmente al gran
referente de la modernizacin europea: Henrik Ibsen. He aqu una discusin que debe
ser retomada y sobre la que an se ha dicho poco. Para Juan Pablo Echage Snchez era
un Ibsencito criollo (El Pas, 7 de octubre de 1905) en cambio para Edmundo
Guibourg Snchez slo se vio afectado por una pizca del sarampin de la ibsenitis,
moda patolgica de una enfermedad epidmica (prlogo a la edicin de Canillita, Los
muertos, Nuestros hijos, Eudeba, 1966, p. 12). Nuestros hijos, obra prcticamente
olvidada y que merece ser recuperada, es tal vez uno de los exponentes ms ntidos de la
deuda de Snchez con Ibsen. Estrenada en el Teatro Nacional el 2 de mayo de 1907 por
la compaa de Jernimo Podest, fue traducida al italiano por Alberto Scarzella y
representada al ao siguiente en Montevideo, en el Teatro Urquiza, por la Compaa de
Gemma Caimmi. En Nuestros hijos Snchez construye un personaje progresista, el
Seor Daz, que se va cargando simblicamente a partir de sus acciones, su palabra y las
palabras de los otros personajes, capaz de enfrentar el statu quo social y familiar al
servicio de su evangelio de la maternidad. Preocupado por el lugar de la sexualidad
femenina, la reproduccin y la maternidad en el rgimen de sociabilidad
contemporneo, as como por el destino de nuestros hijos naturales, Daz se dedica a
recortar crnicas policiales y estudiar casos de criminologa vinculados con el
nacimiento de hijos no reconocidos, suicidios de madres solteras, infanticidios,
delincuencia infantojuvenil. Tambin lee revistas cientficas internacionales y libros
especializados, y encarna el papel del observador social del naturalismo. Su objetivo
es escribir una Enciclopedia del dolor humano. Snchez cumple con la ilusin de
cientificismo caracterstica del naturalismo: la pieza se pone al servicio de la
ilustracin de leyes cientficas de observacin social, a la manera del teatro
experimental o teatro laboratorio impulsado por Zola. Personaje desenmascarador,
opone a las leyes consuetudinarias de honor y vergenza social un nuevo concepto
de verdad que disea un nuevo modelo utpico, acusado por la Seora Daz de
anarquista y que restituye al naturalismo rioplatense sus vnculos con el pensamiento
de izquierda. [Daz] no est loco, ni enfermo, ni manitico. Es un buen hombre que se
siente harto de nosotros, de tanta hipocresa, de tanta simulacin, de tanta maldad. De
toda la miseria moral de nuestra vida, explica Mecha, personaje-delegado de Snchez.
Hay en Nuestros hijos huellas de El hijo natural de Alejandro Dumas hijo, Pap
Lebonnard de J. Aicard, Les affaires sont les affaires de O. Mirbeau, El honor de H.
Sudermann, El padre de August Strindberg, Juan Gabriel Borckman, El pato salvaje y
Las columnas de la sociedad de Ibsen.
Barranca abajo, En familia y Los muertos, las tres llevadas a escena por los
Hermanos Podest en el Teatro Apolo de Buenos Aires en 1905, marcan la
consolidacin del drama moderno en el Ro de la Plata. Para que ello sucediera, fue
indispensable la ingerencia en el medio teatral de Buenos Aires y Montevideo de los
nuevos modelos europeos, especialmente los provenientes de Francia, Espaa, Italia,
Alemania y Noruega, a los que Snchez fue muy sensible y receptivo. La polmica en
torno al naturalismo se inicia en la Argentina hacia 1880, pero en lo relativo a la
escritura novelstica1. Slo hacia 1900 los nuevos dramaturgos europeos son
relativamente bien conocidos en el Ro de la Plata: Henrik Ibsen, Giuseppe Giacosa,
Silvio Giacometti, Girolamo Rovetta, Roberto Bracco, Emile Zola, Paul Hervieu,
Eugne Brieux, Henri Becque, Octave Mirbeau, Emile Augier, Gerhart Hauptmann,
Hermann Sudermann, Enrique Gaspar, Benito Prez Galds, Joaqun Dicenta, ngel
Guimer, entre otros.
Como referimos antes, Juan Pablo Echage llamaba a Snchez Ibsencito criollo
(El Pas, 7 de octubre de 1905); sin embargo, Edmundo Guibourg relativizaba esa
afirmacin con la imagen de la pizca del sarampin de la ibsenitis, moda patolgica
de una enfermedad epidmica ya mencionada7. Aclar adems:
Si [Snchez] fue ibseniano, lo fue en modo leve,
zafndose del rigor pintoresco del costumbrismo, en intento
universalizador que con harta justificacin le enrostran, por
frustrado, quienes analizan el alcance persuasivo de
pretenciosos mensajes morales y sociales, tal el de Nuestros
hijos o el de Los derechos de la salud, ms vale proclives, sin
embargo, al sentimentalismo de Sudermann.
(idem, p. 8)
Aicard, Brieux, Rovetta o Sudermann. Basta confrontar los textos de Snchez con los de
Ibsen para ratificar esta afirmacin.
Pero sucede que no hay uno sino varios Ibsen. Entre Las columnas de la
sociedad (con el antecedente de La liga de la juventud) y El pato salvaje, Ibsen
desarrolla un realismo explcito, comprensible sin esfuerzo gracias a la redundancia
pedaggica, y eminentemente ligado a la lucha del individuo contra las fuerzas sociales
de su contexto. En este perodo se conocen y analizan, de una manera transparente, las
razones por las que luchan los protagonistas, cul es su motor y quines constituyen sus
oponentes. Pero a partir de La casa de Rosmer el realismo ibseniano profundiza una
lgica implcita, mucho ms enigmtica, difcilmente racionalizable en trminos
sociales y eminentemente psicolgica. Las motivaciones ya no son prioritariamente
sociales sino que tematizan el impacto de lo real (en un sentido ms amplio que el
estrictamente social) en la singularidad psicolgica, de ribetes extraos, de los
protagonistas.
Segn estos matices puede hablarse de tres poticas fundamentales en la produccin
ibseniana, que incluiran dos formas sucesivas de practicar el realismo:
a. una potica romntica: Catilina (1850), El tmulo del guerrero (1850), La noche
de San Juan (1853), La castellana de Ostraat (1855), La fiesta de Solhaug
(1856), Olaf Liliekrans (1857), Los guerreros de Helgoland (1858), La comedia
del amor (1862), Los pretendientes a la corona o Madera de reyes (1863),
Brand (1866), Peer Gynt (1867) y Emperador y Galileo (1873);
b. una potica realista social, que registra la problemtica de la lucha del
individuo contra las imposiciones del medio. Incluye precursoramente La liga de
los jvenes (1869) y se cimenta con Las columnas de la sociedad (1877), Casa
de muecas (1879), Espectros (1881), Un enemigo del pueblo (1883) y El pato
salvaje (1884).
c. una potica realista de introspeccin psicolgica, que despliega la
problemtica de la lucha del individuo con ciertos dominios borrosos,
enigmticos, de su conciencia, ya no contra principios del funcionamiento
social, y en la que se acenta el componente transrealista (Guerrero Zamora),
que permite establecer conexiones con el simbolismo (Oliva y Torres Monreal,
1990). Abarca Rosmersholm (1886), La dama del mar (1888), Hedda Gabler
(1890), El constructor Solness (1892), El nio Eyolf (1894), Juan Gabriel
Borkman (1896) y Cuando despertemos los muertos (1899).
Postulamos, entonces, una evolucin dentro del realismo: del que propone modelos
de funcionamiento social, a partir del contraste con el comportamiento individual; al
realismo de introspeccin, que se interna por territorios menos conocidos y previsibles
de la conciencia, de dominios ms desdelimitados.
Basta confrontar Casa de muecas y Rosmersholm para advertir -en la dimensin
que nos interesa- la diferencia entre ambas poticas realistas. Casa de muecas9 se
estructura sobre las iniciativas de un sujeto individualista (Nora), que sale de su
inaccin para enfrentar a la sociedad (su principal oponente) en busca de la verdad, del
desenmascaramiento y, en consecuencia, del cambio social. Este sujeto padece, es
vctima de dichas condiciones de vida social, por eso trata de modificarlas. Guan sus
iniciativas una visin de mundo individual que se recorta, se diferencia de la doxa
comn. Los conflictos de Nora estn ligados a su voluntad de colaborar con su marido
Helmer, pero choca contra las limitaciones que impone la sociedad al desempeo de la
mujer. Ella exigir finalmente, para su regreso a la casa (final abierto), ciertas
condiciones de igualdad, respeto y participacin que permitan construir un verdadero
matrimonio (p. 1200). Por lo tanto, el destinatario de sus acciones es una entidad
colectiva mayor a su individualidad, es la sociedad misma. En poca de su estreno, este
desenlace fue escandaloso10, al punto que algunas actrices se negaron a representarlo o
lo modificaron.
En Rosmersholm las motivaciones de la conciencia se tornan ms difciles de
comprender, se opacan y oscurecen. Implican un nivel de secreto profundo, que acaba
resolvindose en una confesin desgarradora, situacin narrativa de revelacin de la
verdad oculta. En consecuencia, la realidad de los seres humanos ya no resulta
aprehensible o mensurable en trminos precisos: la conciencia se transforma en un
campo enigmtico, no previsible, dotado de una lgica ms hermtica. Juan Rosmer se
lo dice a Rebeca West: T, t misma y tu conducta sois para m un enigma insoluble
(p. 1456). Como correlato objetivo de esta concepcin aparecen en Rosmersholm dos
alterados mentales: Beata y Ulrico Brendel. ste, en su ltima y simblica aparicin en
el Acto IV, afirma: Siento nostalgia de la inmensa nada (p. 1459). En el imperio de la
introspeccin y la autoindagacin, los personajes sufren procesos espirituales
relevantes, autnticas conversiones o transformaciones, que ellos mismos se encargan
de examinar minuciosamente y definir. Padecen obsesiones e ideas fijas, soportan
remordimientos y el peso de una culpa que no logran olvidar, sufren visiones
recurrentes de los mismos hechos u objetos torturantes. Por otra parte, los personajes
descubren en sus almas impulsos que no pueden dominar y que incluso rechazan,
fuerzas interiores que escapan a sus planes racionales. Rebeca se haba propuesto una
meta al servicio de su ideal:
No exista nada que me hiciese retroceder. Pero entonces
vino el comienzo de lo que relaj mi voluntad, de lo que me
ha vuelto tan miserablemente cobarde por el resto de mi vida
[...] me asalt un deseo salvaje e indomable [...] de ti.
(p. 1455)
(Un enemigo del pueblo), el respeto por la alegra de vivir de la Seora Alving
(Espectros). Las races del pensamiento de Ibsen han sido rastreadas en el pesimismo y
el anarquismo por el grado de su rebelda (Brustein12). En el caso de la mayor
radicalidad del teatro de Snchez (Daz, en Nuestros hijos), se trata de una suerte de
reformismo que no logra desmentir la hiptesis de David Vias (1963) respecto de la
complementariedad del teatro de Snchez con el pensamiento liberal progresista13.
Rebeldas como la de Julio en M'hijo el dotor pronto son neutralizadas. Por otra parte, al
sujeto individualista y militante ibseniano, Snchez opone sus personajes fracasados,
debido a su inters por el modelo del melodrama, una potica absolutamente ausente en
el realismo ibseniano. El autor de El pato salvaje no cree en el hroe-vctima perseguido
por el villano, esquema de oposicin propio del maniquesmo melodramtico, sino en el
hroe culpable, cuyas acciones son pura responsabilidad del personaje en tanto
individuo. Ibsen destaca esa capacidad de libertad para la autoafirmacin, una suerte de
proto-existencialismo.
Desde el punto de vista formal, considerada en su conjunto, la produccin teatral
ibseniana del realismo social se relaciona con la nocin de relativismo o polifona:
diferentes piezas sostienen hiptesis independientes, no necesariamente confluyentes, o
abiertamente opuestas, como en el caso de Las columnas de la sociedad (que exalta la
verdad como fundamento social) y El pato salvaje (que expone la teora de la mentira
vital o mentira necesaria para vivir). En una entrevista realizada por R. H. Sherard
(The Humanitarian, enero de 1897)14, Ibsen se atribuye la posibilidad de no escribir
exclusivamente sobre sus creencias para poder dar cabida a las mltiples formas del
comportamiento de la realidad:
Yo no soy partidario de nada. No sugiero remedio
alguno. Mis obras no son doctrinarias. Describen la vida tal y
como yo la veo [...] No pretenden indicar cmo podra
introducirse un estado de cosas ms feliz. No soy un maestro.
Soy un pintor, un retratista.
(p. 174)
puestas en escena durante dos dcadas parecen demostrar lo contrario. Sin embargo,
acaso pueda leerse la observacin de Battistessa como un indicador vlido de la escasa o
nula circulacin del teatro de Sudermann a fines de la dcada del veinte. El listado de
estrenos en vida de Snchez es el siguiente:
Tal como esta lista deja ver, el teatro de Sudermann goz de una considerable
fortuna en Buenos Aires, especialmente a travs de dos de sus obras: Magda y El honor.
Suele ser un lugar comn citar a Sudermann en los estudios sobre Florencio
Snchez, no as en la bibliografa crtica correspondiente a otros dramaturgos argentinos
de la misma poca. Como citamos antes, Edmundo Guibourg observ acertadamente
que en la obra de Snchez puede hallarse ms del sentimentalismo del autor de
Magda que del poderoso magisterio de Ibsen. Luis Ordaz retoma la crtica del estreno
de En familia en 1905 y recuerda que su autor, Enrique Frexas, vio en dicha pieza una
versin ms oscura y pesimista de El honor22.
Arturo Berenguer Carisomo, al estudiar los efectos del teatro europeo en el Ro de la
Plata, destaca la importancia de El honor e insiste sobre su vnculo con En familia: El
honor de Sudermann proporcion a Snchez casi toda la estructura de su pieza23.
ngela Blanco Amores de Pagella establece relaciones entre Los derechos de la salud
de Snchez y la novela El deseo de Sudermann, aspecto antes sealado por Ruth
Richardson en su Florencio Snchez and the Argentine Theatre24. El trabajo que
mayores aportes entraa al respecto es la monografa ya citada de Dora Corti. Segn
esta investigadora, Snchez conoca el teatro de Sudermann sobre todo por las
sombras y desencantadas escenas de L'honneur y Magda (p. 209). Retoma palabras de
Alberto Zum Felde (de su libro Proceso intelectual del Uruguay) para destacar como
principales modelos del teatro de Snchez a Ibsen, Sudermann, Gorki y Bracco (p. 319).
Corti encuentra, adems, relaciones temticas entre M'hijo el dotor y El hogar, entre La
pobre gente y El honor (p. 223 y 227). Como Luis Ordaz, cita la crtica de Frexas de
1905 pero se encarga de deslindar, brevemente, algunas diferencias entre En familia y
El honor (p. 240).
De todas las afirmaciones de la crtica, la de mayor sustento es la que vincula En
familia y El honor. Analicemos detalladamente esta relacin. Dos rasgos comunes a
ambas obras dan fundamento al estudio comparatista: las dos comparten una misma
potica teatral (emplean los mismos procedimientos del realismo social); ambas cuentan
historias parecidas. En la pieza de Sudermann25 Roberto Heineke regresa de las Indias,
donde ha permanecido por mucho tiempo, para reencontrarse con su familia. Los
Heineke son gente humilde y viven en el patio interior del palacete de los Muling, con
quienes mantienen una relacin laboral de servidumbre. Roberto siente por los Muling
una admiracin incondicional: gracias a ellos se ha educado y ha prosperado en el
extranjero al frente de una de las empresas de los Muling. Sin embargo, la vuelta lo
convertir en testigo de la degradacin de su familia y de la crueldad de sus protectores.
El hijo de su patrn, Carlos, ha seducido -con el beneplcito de los padres de Roberto- a
su hermana Alma. Ante esta situacin, Roberto desafa a Carlos; pero un amigo que lo
ha acompaado en su viaje, el Conde Trast, lo incita a alejarse nuevamente de su
familia. Para enmendar la falta de Carlos, el Sr. Muling entrega a los Heineke una
enorme suma de dinero, que los padres de Alma aceptan sin demora. Ante la ceguera de
sus padres frente a la prdida del honor social, Roberto devuelve a Muling dicha suma y
abandona a su familia y a sus antiguos protectores execrndolos. Regresa a las Indias
pero acompaado por Leonor, la hermosa hija de los Muling, diferente a sus padres.
En En familia Damin regresa a su hogar porteo acompaado de su mujer Delfina
porque en la Provincia de Santa Cruz unos infortunados negocios le han hecho perder
sus bienes. Encuentra a su familia hundida en la miseria y el oprobio, y se propone
regenerarla. Con el permiso de Jorge, su padre, toma las riendas de la familia pero sus
esperanzas se frustran rpidamente: su padre traicionar su confianza y, para salvar su
reputacin, Damin deber denunciarlo a la polica como a un ladrn. Aunque
desarrollado con obvias diferencias, hay un motivo comn en ambas obras: el personaje
rectificador que fracasa, cuya gnesis puede hallarse sin duda en Gregorio Werle, el
villano idealista de El pato salvaje de Henrik Ibsen, autor que gener poderosa
influencia en el teatro de Sudermann. Tanto Roberto Heineke como Damin regresan al
seno familiar despus de una larga etapa de alejamiento y descubren que se han vuelto
extraos para los suyos. Roberto expresa a Trast:
Me avergenzo de mi condicin. Los mos no me aman.
Por mi parte, a su lado siento escalofros... Me atormentan
insensatas sospechas... Hasta me parece que ya no respeto a
mi madre [...] Cre regresar al hogar de mis padres y me
encuentro en un mundo desconocido, en el que apenas me
atrevo a respirar.
hasta el fin (Acto IV, Escena I, p. 38). En En familia, Delfina llama a Damin
ingenuo y Quijote. Este sujeto que regresa, intenta regenerar las costumbres y
fracasa es comn a las dos obras; tiene en ambas el mismo sistema de valores como
motor de sus iniciativas: es el honor, como mandato social, el que lo destina a llevar
adelante sus acciones. En la pieza de Sudermann, esta problemtica tiene un desarrollo
complejo y rico. Sudermann retoma el procedimiento ibseniano de la red simblica y
vuelve una y otra vez sobre el tema y las imgenes del honor. En familia, en cambio,
otorga menos espacio a la reflexin filosfica sobre el tema. Pero en los dos casos el
honor es bsicamente el mismo: cada individuo o grupo social debe cumplir su papel
con decoro, es decir, en acuerdo a su rango y real lugar social, en su medio
correspondiente.
Pero este sujeto comn est inserto en un contexto diferente en cada obra. En El
honor los oponentes a la iniciativa de Roberto Heineke no son solamente los integrantes
de su familia sino tambin la mayora de los miembros de la familia Muling. Entre los
Heineke y los Muling se ha establecido una relacin perversa de complementariedad y
mutuo amparo, ambas partes son causantes del fracaso de Roberto. A pesar de ello, en el
desenlace Roberto rescata con un gesto pietista a los suyos (porque a pesar de que son
muy pobres e ignorantes los quiero con toda mi alma, Acto IV, Escena IX, p. 46), en
concesin a la mentalidad del drama social de defensa del proletariado; y acusa a los
ricos patrones de ladrones de su hogar, de su amor al prjimo, de su fe en Dios, de su
paz y de su honor. En suma, Roberto Heineke no se enfrenta a un pequeo ncleo
humano sino a una representacin de todos los estamentos sociales, de la comunidad en
su conjunto. Esto hace que el destinatario de sus acciones no sea su familia sino una
nueva patria, un nuevo hogar (Acto IV, Escena X, p. 46) que haga real un modelo
social ms perfecto. En En familia el ncleo de oposicin es el endogrupo. Los
integrantes de la familia de Damin estn en una situacin de aislamiento, se han
distanciado del entorno social por su desprestigio, son mal vistos en el barrio por andar
pechando y estafando a las relaciones (Acto I, Escena III). El estado de este grupo es,
a diferencia del de El honor, de indigencia e inestabilidad. En la pieza de Sudermann, la
prdida del honor permite un equilibrio con los poderosos y es fuente de dinero, de
bienestar material; en En familia el desconcepto y la desvergenza los distancian
del medio social. De all que en la obra de Snchez no se disee un modelo de utopa
social tan ambicioso como el de El honor. El destinatario de las acciones de Damin es
su familia, hundida por sus prcticas viciosas y por su desapego al trabajo. De esta
manera el significado resultante de las dos piezas es divergente.
Otra diferencia importante entre ambas obras radica en los ayudantes de Roberto y
de Damin. En El honor, al Conde Trast se suma Leonor, la hija buena de los Muling.
Esto da al cierre del texto un carcter alegrico: la unin armnica de un representante
del orden social alto con otro del orden social bajo. Sudermann suea con una posible
integracin de los diferentes niveles sociales. Tal vez este desenlace haya inspirado a
Florencio Snchez el de sus dramas M'hijo el dotor y La gringa, en los que se busca una
equilibrada unin de polos sociales diferentes. Sin embargo, en En familia no es as.
Damin tiene como ayudantes a su mujer Delfina y a su pasiva madre, Mercedes. En un
grado de actividad mucho menor, tambin colabora con l Eduardo al pintar
descarnadamente la personalidad de su padre y sus hermanos. A pesar de las buenas
advertencias de Delfina y Mercedes, estos personajes no logran concretar ningn hecho
favorable para Damin. Con semejantes ayudantes su fracaso es rotundo y su final
mucho ms doloroso: tal como observ Frexas en 1905, en En familia est la visin
que de la vida acusa El honor de Sudermann pero ennegrecida y amargada como por
torrentes de hiel26.
Esto determina cambios en la justicia potica: El honor es un drama en el que las
interdicciones sufridas por el hroe son finalmente compensadas por la ratificacin de
sus ideas y la futuridad de sus proyectos, en suma, un final positivo. En En familia
asistimos, por el contrario, a la consumacin de una tragedia: la buena voluntad y las
ideas nobles de Damin no sern premiadas sino que cargar sobre s el dolor de la
traicin paterna y la obligacin de denunciar a su padre como ladrn. El desenlace es
casi tan incontrovertible como una muerte.
Snchez conoca El honor de Sudermann, acaso a travs de lecturas o de su
experiencia como espectador. Retoma su intertexto pero no en forma epigonal: la pieza
de Sudermann es para Snchez un estmulo, la propuesta de un conjunto de
procedimientos como punto de partida para la construccin de otros mundos ficcionales,
con otros fines. El caso permite reflexionar sobre los problemas que el comparatismo
enfrenta cuando un gran autor, de fuerte creatividad, retoma elementos de otro texto
para su propia produccin. Las huellas de ese modelo inicial son sujetas por el creador a
reelaboraciones y cambios que las modifican y distancian de su fuente, en servicio de
una nueva intencionalidad. Snchez parte de la construccin sudermanniana del
personaje rectificador fracasado; pero vara su insercin, sus valores, sus oponentes y
colaboradores, su sistema de premios y castigos, su relacin con el endogrupo familiar y
el exogrupo social.
En cuanto a la relacin entre Magda (El hogar) y M'hijo el dotor, es ms oblicua y
opaca. Comparten tambin una misma potica teatral pero los vnculos intertextuales
son menores. En Magda27 Sudermann construye un sujeto cuestionador de la
mentalidad paterna, de las viejas tradiciones (Acto II, Escena VIII, p. 49). Se trata de
Magda Schwarz, personaje que propone una visin de la realidad discrepante respecto
de la doxa que rige las conductas sociales y familiares de su entorno. Magda representa
las ideas modernas (Acto I, Escena V, p. 20), en relacin con las nuevas discusiones
cientficas e intelectuales del positivismo: el atavismo, la lucha por la existencia y los
derechos individuales (ibidem). El punto de vista de Sudermann rescata la actitud y los
valores encarnados por Magda y rechaza a su oponente, el coronel retirado Leopoldo
Schwarz, padre de Magda, sntesis del pensamiento de la sociedad conservadora. Segn
la perspectiva reaccionaria de aquel los tiempos y las ideas modernas destruyen la paz
del hogar, incitan a los hijos a la rebelin, siembran la desconfianza entre los cnyuges
y acaban por arruinarlo todo (Acto I, Escena V, p. 21).
Como Sudermann, Snchez focaliza el enfrentamiento de dos mentalidades, una
tradicional y otra renovadora, en los personajes de Olegario y Julio, padre e hijo. Pero
Snchez no da al sujeto cuestionador la grandeza que Sudermann otorga a Magda y
parece dar la razn a don Olegario, ms all de lo argumentado -a nuestro juicio en
forma errnea- por Mariano G. Bosch28.
Magda se ha alejado del hogar paterno para realizar su vocacin: estudiar canto y
teatro. Durante doce aos ha sufrido duras pruebas: ha tenido un hijo, soltera; ha debido
sobrevivir asumiendo las labores ms bajas. Sin embargo, Magda ha triunfado y en su
positivo balance defiende una moral individualista (de indudable raz ibseniana): He
permanecido fiel a m misma, explica al Pastor Hefterding (Acto III, Escena VI, p. 67).
noventa del siglo XIX y de hecho, como explica Arnold Hauser, el naturalismo se inici
como un movimiento del proletariado artstico42. Los tejedores escenifica el
proletariado y cuestiona los comportamientos de la burguesa. Para ello recurre a un
diseo maniquesta del sistema de los personajes en el que los tejedores constituyen
figuras positivas y reivindicables y los dirigentes y los burgueses son despreciados y
satirizados. Sin embargo, esta obra no se limita a la estricta polarizacin del posterior
realismo socialista, ya que ubica dentro del proletariado algunas figuras negativas. Un
ejemplo muy interesante es el caso del viejo Hilse, quien, a pesar de su miseria como
tejedor, acepta la pobreza en nombre de la religin y se niega a participar de la revuelta
de sus compaeros. El viejo Hilse dice a los tejedores que lo invitan a participar: ... yo
y vosotros no tenemos nada en comn (Los tejedores, p. 93). Pero hacia el final del
drama, el viejo Hilse, por justicia potica, muere vctima de una bala perdida.
La gringa de Snchez no tiene nada que ver con el drama social. Su problema no es
el de la lucha de clases sino otro: ilustrar, casi alegricamente, un proceso social
coetneo, el de cmo la identidad nacional se reformula a partir de la insercin de la
Argentina moderna en la divisin internacional del trabajo y a partir del predominio
econmico del inmigrante sobre el viejo criollo. Snchez, que escribi otros dramas
sociales (La pobre gente, El desalojo), no eligi para La gringa el mundo del drama
social. Snchez dise un drama de ideas en el que todo concurre a la demostracin
redundante de una tesis precisa: que la identidad del futuro nacional radica en la
integracin de criollos y gringos y que sta es resultado de un conjunto de cambios
histricos necesarios. Snchez desecha absolutamente la estructura del maniquesmo de
Los tejedores: Cantalicio (el viejo criollo desplazado por la historia) padece a causa de
su incapacidad para adaptarse a los nuevos tiempos, no es vctima de la injusticia social
sino responsable de su situacin. Los gringos dan sobradas muestras de buenas aptitudes
morales y laborales y el mayor capitalista, el ingls Mister Dapless, es definido como
una buena persona; si te toma cario, vas a ir muy lejos con l (La gringa). En su
pieza Snchez no da cabida ni al pietismo proletario ni a la execracin burguesa.
Debe tenerse en cuenta que, adems de un drama social, Los tejedores es un drama
histrico (J. Probst)43, que remite a la revuelta popular de los tejedores en 1844. Para su
recreacin, Hauptmann cumple con una exigencia fundamental del naturalismo: la
documentacin exhaustiva.
a. en la dedicatoria del drama, el autor evoca como fuente de inspiracin de su obra
los relatos paternos: Tus narraciones acerca de mi abuelo, que en sus aos
mozos fue un pobre tejedor, sentado detrs del telar como aquellos que aqu
describo, han sido el germen de mi poema (Los tejedores, p. 9).
b. otra fuente de informacin para Hauptmann fue su viaje a Silesia. En abril de
1891, visit las localidades de Peterswaldau y Langenbielau, para ver con sus
propios ojos el teatro del levantamiento de los tejedores. Hasta tuvo la
oportunidad de hablar con testigos oculares de aquellos sucesos. Tambin viaj
a las aldeas de los tejedores en el Eulengebirge. En la primavera de 1891
comenz a escribir Los tejedores en dialecto silesio. Luego el autor redact una
nueva versin ya que el dialecto era comprendido solamente por un grupo
reducido de alemanes.
c. tambin operaron como fuentes de documentacin diversos estudios consultados
por Hauptmann. Florecimiento y decadencia de la industria del hilo en Silesia,
de Alfred Zimmermann, aparecido en 1885, le provey un acervo esencial de
Segn Castagnino46 fue con Juan Moreira que se afianz definitivamente el perfil
del teatro nacional, ya que en su continuada escenificacin logr combinar un texto de
autor nacional, con problemtica autctona, actores y pblico rioplatenses. Dio origen,
adems, con el curso del tiempo, a una abundante produccin de reflexin a cargo de
crticos, cronistas y estudiosos locales. Capitaneados por uno de los hermanos -Jos
Pepe (1858-1937)-, los Podest iniciaron sus prcticas escnicas en el campo
especfico del circo (clown, acrobacia, destreza fsica, trapecio, ejercicios ecuestres...)
pero a partir del estreno de Juan Moreira (cuya versin en mimodrama data de 1884)
fueron intensificando progresivamente una actividad de puesta en escena del incipiente
repertorio nacional. Ya instalados definitivamente en sala, a partir de 1901, y divididos
en dos o tres compaas (encabezadas respectivamente por Jos, Pablo y Jernimo),
estrenaron obras de Martn Coronado, Nicols Granada, Roberto J. Payr, Florencio
Snchez, Enrique Buttaro, Pedro E. Pico, Julio Snchez Gardel, Carlos Schaefer Gallo y
muchos otros autores que regularizaron su produccin a partir de la inquieta demanda
de esta familia de actores criollos. La historia de los Podest fue contada por Jos, a la
vez detallada y parcialmente (en tanto centraliza y privilegia su propia trayectoria), en
su volumen de memorias Medio siglo de farndula (1930)47. La historiografa ha
seguido fielmente los testimonios de dichas pginas; sin embargo, hoy se trabaja con la
rectificacin de algunos datos (Gonzlez Urtiaga, Klein, Seibel)48.
Desde los primeros trabajos de los Podest hasta las dcadas iniciales del siglo XX
se verifica, entonces, un proceso de pasaje de lo para-teatral (lo circense) a lo puramente
teatral (el rgimen esttico y administrativo del teatro de sala). Esta evolucin permite
distinguir al menos tres momentos principales en la historia de las producciones de los
Podest: la dcada que va de los orgenes de la compaa al estreno de la versin
mimada de Juan Moreira (1873-1884), marcada casi excluyentemente por la rutina
circense tradicional, lo parateatral; los aos que van del mimodrama Juan Moreira a la
separacin de las compaas de Jernimo y Pepe y la instalacin de este ltimo en el
Apolo (1884-1901) ms la incorporacin de Ezequiel Soria como director artstico; la
definitiva intensificacin del trabajo en sala hasta la disolucin de las compaas.
Florencio Snchez toma contacto con ellos en esta ltima etapa del teatro Apolo. Es
necesario aclarar, sin embargo, que en este ltimo perodo los Podest incluyeron
tambin algunas presentaciones teatrales circenses (por ejemplo, las exitosas funciones
de homenaje en 1925 que Jos Podest evoca en sus memorias).
Los comienzos (1873-1884): En la familia Podest quien tom la iniciativa de
adentrarse en el mundo circense fue Jos Pepe Podest (segn lo evoca en sus
memorias). Seducido por las actividades de los circos que conoci en Montevideo, Jos
comenz -an nio- a practicar destrezas gimnsticas con un grupo de amigos. En 1873,
a los quince aos, instal un primer circo improvisado con aquel grupo de compaeros.
En 1874, en un local especialmente obtenido para ello, cre la cooperativa de artistas
circenses no profesionales Juventud Unida. Paralelamente, a los adelantos de Jos en
el campo circense iban desarrollando sus destrezas sus hermanos Juan y Antonio, a los
que ms tarde se sumaran Pablo y Jernimo.
En 1875 Jos firm su primer contrato para una gira con la compaa de Flix
Hnault. En 1877 trabaj por primera vez en la compaa de Pablo Raffetto, junto con
sus hermanos Juan y Antonio y Alejandro Scotti, quien sera su socio y cuado. Hacia
fines de los aos setenta las relaciones con los teatristas circenses de la poca se
ampliaron y los Podest integraron una compaa con ngel Rosso y el payaso cubano
Jos Camilo Rodrguez, entre otros. Alquilaron el Circo 18 de Julio, en pleno centro de
Montevideo, donde trabajaron exitosamente dos aos. Se sum en esta experiencia
____________________________________
Si se advierte algn tipo de error, o desea realizar alguna sugerencia le solicitamos visite
el siguiente enlace. www.biblioteca.org.ar/comentario