Michelena Mariela - Mujeres Malqueridas
Michelena Mariela - Mujeres Malqueridas
Michelena Mariela - Mujeres Malqueridas
A mi mam.
Agradecimientos
1
Malqueridas
A lo largo del ltimo siglo son muchos y muy valiosos los territorios que la
mujer ha conquistado. El voto, la independencia econmica y decidir cmo,
cundo, dnde y con quin tendr sus hijos, son logros indiscutibles. Sin embargo,
en medio de los aplausos por tantas victorias, llevamos algn tiempo escuchando
las quejas de mujeres independientes y emancipadas, que sufren por un mal amor.
Hace no tantos aos su lamento encajaba perfectamente en el listado interminable
de maltrato y postergacin social del que la mujer ha sido vctima. Su
padecimiento por amor era una queja ms, o casi podra decirse que una queja
menos, porque entre tanta reivindicacin fundamental, una lgrima, una espera,
un nudo en la garganta o un insomnio, parecan detalles insignificantes. Tomando
en cuenta las condiciones de menoscabo que ha sufrido durante siglos la mujer,
interrogarse por su felicidad en el amor hubiera sido como si, ante un nio que
empuja una carreta de carbn en una mina de Gales, nos hubiramos preocupado
por el estado de sus uas o de sus dientes.
Hoy, que otros problemas ms acuciantes estn resueltos, las voces de las
mujeres que sufren por amor se escuchan con ms intensidad. Sus lamentos
chirran en un mundo que muchas dan por conquistado. Todos conocemos a ms
de una mujer que se queja de que la quieren mal. El eco de su pena se escucha en
los lugares de trabajo, en el gimnasio, en las animadsimas comidas entre amigas y
en las series de televisin. Dicen que es un tema femenino de actualidad. Por
supuesto que conozco y frecuento todos esos foros, pero en este libro voy a hablar
desde mi experiencia como psicoanalista.
Malqueridas
que l la ignora. Incapaz de tomar ninguna iniciativa, slo atina a soar con su
amor. Es as como Ofelia se pasa las horas perdidas, entregada a preguntarse otra
cosa. Ofelia se vuelve loca de amor y se rinde sin moderacin a su locura. Ha
perdido la razn porque Hamlet no la quiere. Rodeada de flores, dedica los ltimos
das de su vida a deshojar margaritas y a preguntarles me quiere? o no me
quiere?. Ofelia est dispuesta a morir y muere, se quita la vida por amor.
Ofelia encarna el extremo de la pasividad femenina.
La queja de Ofelia es la queja que ms se escucha en boca de una mujer,
quien, ms tarde o ms temprano se preguntar: Me quiere?, no me quiere?,
cunto me quiere?, cmo me quiere?, me querr siempre?, qu tengo
que hacer para que me quiera ms?.
Estas preguntas: Me quiere?, no me quiere?, no suelen ser el mejor
camino para despejar dudas respecto a una relacin maltrecha. No es suficiente con
que la respuesta sea S! Me quiere!. Tambin los maltratadores quieren
muchsimo a sus vctimas, tanto, que no soportan estar sin ellas y verlas vivir lejos
de su control Las quieren, s, pero las quieren mal, las quieren con un amor
monstruoso, con un amor enfermo. Las quieren tanto que prefieren verlas muertas
antes que en brazos de otro, por ejemplo. As que me quiere?, no me quiere? son
preguntas que arrojan respuestas engaosas. Para empezar, la respuesta est en
manos de la otra persona y siempre es preferible plantear preguntas que pueda
responderse cada quien, por ejemplo: Una relacin as, me compensa o no me
compensa?, Es esto lo que yo quiero para mi vida?, Estoy dispuesta a
perdonarle otra infidelidad?, Cuntos aos ms puedo esperar hasta que se
decida?, Tengo que creer en sus palabras o en sus actos, en sus promesas o en
los hechos?.
Slo mujeres?
El ciclo de la repeticin
No espere un GPS
2
Amor de madre
F. Nietzsche
En este captulo nos vamos a centrar en uno de los rasgos universales que
explicara por qu una mujer tiene esa curiosa disposicin al sacrificio y a la
entrega y cmo esa inclinacin est directamente ligada a la maternidad.
Desde el punto de vista de la lgica evolutiva, la mujer est hecha de la
mejor manera que se puede ser para asegurar la supervivencia de la especie; est
superdotada para constituirse en rgano de crianza. Alguien tiene que cuidar de la
cra, alguien tiene que postergar sus propias necesidades en nombre de las
necesidades del beb, y ese papel suele desempearlo la mujer, que es la que
siempre est presente en el momento del parto. Slo ella puede parir al nio, slo
ella puede amamantarlo. Este rasgo tiene implicaciones extraordinarias para la
historia de la humanidad y, sin embargo, llevado a un extremo, veremos que puede
tener implicaciones patolgicas para la propia mujer cuando ejerce esta cualidad
fuera del contexto evolutivo y maternal para el que est prevista. Un hombre no es
lo mismo que un nio, aunque muchos hombres se empeen en reclamar su
equivalencia.
En mi vida hay muchas cosas que me interesan y a las que podra dar
prioridad sin ningn esfuerzo porque son cosas que me gustan. Mi trabajo en el
laboratorio me apasiona, la fotografa, mis cursos de cocina, mis amigas. La verdad
es que no me faltan aficiones, pero en cuanto aparece El Hombre, es como si todo
pasara a un segundo plano. El Hombre pasa por encima de todo, incluso por
encima de m misma. Despus me agobio, claro. Pero soy as, mi vida gira en torno
a tener una persona y a colocarla en el centro de todo. Quizs tenga que ver con el
deseo de tener una pareja para formar una familia y tener hijos. Para m es muy
importante tener hijos y me angustia pensar que no lo pueda conseguir.
y los primeros meses del beb. No hay mayor entrega que compartir el propio
cuerpo. Durante las primeras semanas de vida del beb, no queda ms remedio
que prolongar esa situacin de entrega incondicional que hubo durante la
gestacin. El beb est completamente indefenso y su dependencia es absoluta.
Para asegurar la supervivencia a un ser tan frgil, se precisa de una entrega de la
misma magnitud: la entrega tiene que ser extrema. Es necesario que la madre se
olvide de s misma y de sus propias necesidades durante un periodo de tiempo.
En mi libro Un ao para toda la vida, dedicado al primer ao de vida del nio,
compar la disposicin que tiene la madre para entregarse al beb con el
enamoramiento. Deca entonces que la mam consigue enamorarse locamente de
su beb, olvidarse de s misma y de sus propias necesidades, para atenderlo
incondicionalmente. Se trata de esa capacidad que Winnicott (pediatra y
psicoanalista ingls) denomin preocupacin maternal primaria. Si su beb llora,
la madre se olvida de comer y no le importa pasar la noche en blanco y que el beb
la ensucie y que le chille y que la vuelva a ensuciar. Ella lo mira embelesada, l
gime, l sigue sin dormir, ella lo mira, l sonre y, no hay duda, se trata del ser
ms maravilloso de la tierra!
Hoy, recurro a la preocupacin maternal primaria para explicar el
enamoramiento. Si entonces dije que la mam de un beb recin nacido se
comporta como una mujer enamorada, hoy dir que una mujer enamorada se
comporta como si fuera la mam de un beb recin nacido.
Hay mujeres, demasiadas mujeres, dispuestas a ejercitar el msculo de la
entrega incondicional que tienen preparado para un beb con el primer mequetrefe
que pase por su puerta. Nadie, excepto el beb, necesita de una entrega tan radical.
Un hombre que llama por telfono no es un beb que llora porque tiene hambre. Y,
sin embargo, muchas mujeres son incapaces de dejar pasar por alto una llamada
telefnica y responden con la misma solicitud con la que responderan al beb que
reclama de su madre el alimento desde la cuna.
El mejor filete para el nio, yo puedo esperar, el pobre todava es muy
pequeo, yo por mis hijos soy capaz de cualquier cosa son frases que
escuchamos constantemente sin sorprendernos. La madre siempre est all. De
alguna manera es lo que se suele esperar de una madre ms o menos normal y
corriente. Independientemente de la exigencia radical del beb recin nacido, la
maternidad predispone a la mujer a estar preparada para postergarse. No digo que
est instintivamente obligada a hacerlo, digo que la predispone.
Un hombre no es un beb
Juan no necesita hacer mritos para que yo lo quiera. l, de entrada, slo por
ser l o por ser chico ya tiene todos los mritos ganados, porque se los he dado
yo. Y por supuesto que todos los mritos que le doy a l me los quito yo, as que
mientras a l lo veo cada vez ms maravilloso, yo me siento cada vez ms sosa
Si lo pienso mejor, me doy cuenta de que hay una gran parte de mi relacin
con Juan, en la que Juan no pinta nada.
Irene haba descubierto algo fundamental. Resulta que ella estaba locamente
enamorada de Juan, pero no saba muy bien de qu Juan. Como ella misma dice, el
Juan verdadero, el de carne y hueso, el que se levanta cada maana de mal humor,
no pinta nada en el amor inmenso que ella le profesa. Y en eso consiste la
incondicionalidad. A simple vista parece que un amor as tiene muchas ventajas
para el que recibe ese regalo, pero si lo miramos ms de cerca, es una especie de
fraude. Crear y amar a un dios es ms sencillo que conocer, y ver si queremos y
aceptamos a un hombre normal y corriente, tal cual es.
Hay una frase popular que describe muy bien esta situacin: No te quiero por
lo que t eres, sino por lo que soy yo cuando estoy contigo. Parece que Irene hubiera
creado la frase. Ella no quiere a Juan por lo que l es, Irene se inventa a un Juan
extraordinario de quien ella es la artfice, la duea de ese dios que ha elaborado a
su medida. Esto la convierte en alguien de suma importancia. Cuando est con
Juan, dice Irene que se siente muy disminuida, pero, en el fondo, estar al lado de
Juan la hace sentirse muy importante, indispensable. Su sentimiento de
disminucin junto a su Juan es el precio que paga por entrar en el club de las
dueas de un dios.
Omnipotente o indefenso?
La frase acuada por Freud His majesty the baby contiene de una forma
magistral esa pattica contradiccin en la que incurre un beb recin nacido, segn
la cual, a pesar de ser el ser ms indefenso y ms frgil de la tierra, exige pleitesa y
se comporta como si fuera un dios. Cuando se trata de un beb, esta combinacin
incompatible y explosiva puede resultar hasta simptica, enternecedora. Sin
embargo, cuando hablamos de un hombre hecho y derecho ya no hace ninguna
gracia. Y si pensamos en ese beb con barba, satisfecho, no se nos debe olvidar que
transformar a un hombre en un beb tiene una doble consecuencia: se le trata como
a un rey, pero, a la vez, se le considera un intil, un pobre ser incapaz de sobrevivir
sin los cuidados oportunos, sin la grandeza de un amor como el que esa mujer est
dispuesta a darle. Soy tu esclava s, pero, sobre todo, soy tu duea. Nadie va a quererte
como yo te quiero. El servilismo da paso a la condescendencia y de la
condescendencia a la dominacin no hay ms que un paso, porque entre un amo y
un esclavo no siempre est claro quin depende de quin.
Y no hay que perder de vista que un hombre dispuesto a encarnar un
equvoco semejante espera de la mujer que le ha elegido el amor incondicional de
una madre perfecta que no existe y que nadie ha tenido jams. Una mujer que se
preste a bailar un baile tan extravagante acepta el encargo encantada de poder
creerse esa mujer completa, omnipotente, en cuyas manos est el destino de un ser
tan diminuto y a la vez tan inmenso. Algunas mujeres parecen decir, bajando un
poco la mirada, Hgase en m segn tu palabra, en el fondo, complacidas de ser la
elegida. La honra de sierva consiste en sentirse, como la Virgen Mara, la duea de
un ser indefenso que en el fondo es ese dios que ella misma ha creado.
3
La eleccin
C. Michelena
La ratita presumida
Todas las buenas historias de amor, empiezan con un rase una vez.
Pero esta vez, rase no era un lejano reino, ni una hermosa princesa, ni un rey
muy poderoso. Esta vez, rase era una pobre ratita que decide emprender un
casting para elegir a un compaero.
Recuerdan el cuento de La ratita presumida? Una ratita muy aseada y
vanidosa barra la puerta de su casa y encontr una moneda. Como cualquier
chica, pas mucho tiempo cavilando hasta decidir en qu gastarse su dinero, hasta
que tuvo una idea: buscara novio! Y acto seguido corri a comprarse un enorme
lazo para adornar su rabito y resultar ms atractiva al sexo opuesto. El lazo en el
rabo dio el resultado previsto y empezaron a desfilar por su puerta todo tipo de
pretendientes para proponerle amor eterno y matrimonio. El gallo y el len, el lobo
y el cerdo, todos queran casarse con ella, pero ninguno pareca colmar las
aspiraciones de esta ratita coqueta y presumida. De modo que esperara hasta que
apareciera el candidato idneo, ella barrera la puerta de su casa, luciendo mientras
tanto el brillo del lazo de su rabo.
Finalmente, una noche, ese candidato llam a su puerta. Esbelto, de formas
sinuosas, de pelaje atractivo, haca gala de una elegancia natural para desplazarse.
Sus ojos eran rasgados, su mirada penetrante y su verbo prodigioso. l era, sin
duda, el chico de sus sueos. Ni ms ni menos que el gato!
A estas alturas del cuento ya hemos tomado cario a la ratita, y cuando la
vemos dispuesta a cometer el peor error de su vida tenemos ganas de gritarle:
No, ratita, con el gato no! Csate con cualquiera, menos con el gato!. Y es que en
el manual de instrucciones bsicas de la vida de las ratitas, lo primero que pone es:
Mucho cuidado con los gatos!, y en la primera pgina del manual de los gatos
dice: Cuando sientas hambre, come ratitas.
La historia sigue, implacable, como el destino. No hay nada que hacer. La
ratita ha perdido por completo su olfato animal y se casa con el gato. Una vez
La agenda oculta
es mucho ms importante para ella que sus deseos de mujer adulta, algo que la ha
marcado y que son sus deseos de nia pequea. Sin saberlo, La sacrifica una vida
de mujer y madre de familia para poder demostrar que ella es muy mayor y
puede solita. A quines tendra que demostrrselo? Con toda seguridad a los
miembros de su familia, pero de una familia imaginaria que La tiene en su cabeza,
una familia con una supuesta madre envidiosa de su hijita pequea, deseosa de
verla fracasar y hacer el ridculo en sus intentos por hacerse mayor y con un
supuesto hermano mayor desdeoso y despreciativo de los intentos que su
hermanita hace por agradarle y captar su inters. Una familia imaginaria con la que
La convive slo en su cabeza, pues a sus verdaderos padres, o sus verdaderos
hermanos, nada les hara ms felices que verla frgil, normal, casada y atribulada
con tres nios.
Graciela, por su parte, dice que quiere una pareja estable, est convencida
de que slo quiere una pareja estable y es la primera sorprendida cuando descubre
que una y otra vez sus intentos de formar pareja fracasan y el resultado nada tiene
que ver con sus deseos conscientes. Lo que ocurre es que, sin que ella misma se
entere, hay otros deseos secretos, que ella no controla y que son los que marcan el
camino a seguir. En su caso, descubrimos un resentimiento ancestral contra un
padre que se fue repentinamente de casa con otra mujer cuando ella slo tena siete
aos. Un resentimiento que la obliga a decir: En los hombres no se puede confiar,
en el momento ms inesperado te dejan tirada. Y, en efecto, cada uno de esos
hombres con los que ella entablaba relaciones vena a demostrar su mxima: En
los hombres no se puede confiar. De hecho, pareca que los elega a conciencia
para que cumplieran con el secreto guin que ella les tenan asignado, y cada uno
la dej tirada cuando ms enamorada estaba, tal y como haba hecho su padre
cuando ella tena siete aos. Graciela sufra, s, pero con su vida demostraba su
tesis: En los hombres no se puede confiar. Si Graciela eligiera otro tipo de
hombre, cualquier otro, en vez de un gato, probablemente podra lograr una
pareja estable, pero entonces su teora quedara hecha pedazos.
Otro texto que explicara la repeticin interminable de Graciela podra ser:
Esta vez voy a conseguir que el tarambana de pap no se vaya y se quede
conmigo. Para lo cual es imprescindible que se busque a un tarambana tan
tarambana como fue pap y que lo someta a la prueba del algodn una y otra vez,
aunque una y otra vez ella salga perdiendo. Alguna vez lo conseguir!, es el
espritu secreto que la gua.
Volviendo al caso de la ratita, es como si, en el fondo, lo ms importante para
ella no fuera casarse y ser feliz, sino demostrar que ella era una ratita diferente,
fuerte y especial. En ese caso, aceptar a cualquier otro pretendiente no le habra
permitido exhibir sus superpoderes.
Slo el gato cumpla los requisitos necesarios para llevar a cabo ese plan
secreto, a saber, mostrarle al mundo que, ni ella era una ratita cualquiera, ni su gato
era un gato ms.
Si vemos a la ratita desde esta otra perspectiva de quien necesita poner sobre
el tapete su singularidad, comprendemos que el casting fue impecable y que eligi
al mejor de los pretendientes posibles. Eligi al nico de ellos que le permitira
poner de manifiesto su extraordinario valor y su capacidad de sacrificio. A la ratita,
la podemos imaginar diciendo:
No te preocupes gato, que yo voy a ayudarte. Conmigo las cosas sern
diferentes. Te voy a ensear a confiar en las ratas, y a quererlas. Yo estar siempre
aqu. Te voy a querer tanto y tan bien, que a m no podrs hacerme dao Ya
vers! Y si me haces dao, yo podr soportarlo y esperar, porque yo s que, en el
fondo, t eres un gato extraordinario. No ser hoy, no ser maana, tendr
paciencia porque s que algn da me amars tanto que no desears devorarme.
Todos pensbamos que la ratita era presumida porque le encantaba verse
guapa y gustar. Todos pensbamos que era presumida porque su casa era la ms
limpia del condado y el lazo de su rabito el ms reluciente. Ahora conocemos el
alcance de la presuncin de la ratita. La ratita presume de ser muy superior a las
ratas mortales. Presume de ser nica, la nica ratita en la historia de su especie
capaz de enamorar a un gato y doblegarlo.
Todos hemos escuchado a alguna mujer decir cosas en el mismo sentido de
la ratita: A mi lado dejars de beber, o de drogarte. A mi lado aprenders a ser fiel.
A mi lado tu carcter agrio ser dulce. Yo voy a despertar al ser maravilloso que
hay en ti. Cuando descubras lo mucho y lo bien que yo te quiero, perders el miedo
al compromiso y dejars de dudar... y un da, algn da querrs estar por
siempre conmigo y entonces seremos muy felices.
Hamlet y para los hombres en general? El caso es que en su lucha por ser el ms
hombre y tener lo que hay que tener para demostrarlo, haban olvidado por
completo cul era el premio. En el juego de la carrera llegaron empatados, y en el
juego de la vida tambin, Marta no eligi a ninguno de los dos.
Y perdieron los tres. Suceda que Marta, aunque coqueteaba con ambos,
segua tercamente enamorada de un tercero, un cierto italiano llamado Gino, que
olvidaba llamarla, que perda el avin si algn fin de semana vena a verla a
Madrid, que la obligaba a cancelar sus viajes con dos das de antelacin por algn
imprevisto, que dudaba cada tanto de su amor por ella y que la mantena
perennemente en vilo. Con aspecto de maldito y seductor, Gino insista en dejar
claro que l no quera compromisos prematuros. Y ella estaba dispuesta a esperar
por l todo lo que hiciera falta. Al principio, Marta se refugiaba en la idea de que a
ella tampoco le convena una relacin cerrada, comprometida, agobiante, porque
ella era muy joven, porque su carrera era muy importante para ella, porque
porque Pero, con el tiempo, empez a sufrir ms con este acuerdo, que a
disfrutar de l.
Han pasado aos de esta historia. S que Toms remont el tropiezo con
mucha dignidad y hoy est junto a una mujer atractiva y divertida que borr a
Marta de su pensamiento. Del destino de Mauricio nada s. Y Marta?, nuestra
herona, tan altiva, tan fascinante, tan capaz de poner a competir a dos hombres
estupendos por su amor. Qu fue de aquella que tuvo la suerte de elegir entre
varios? Marta sigue en su tnica habitual: despierta pasiones que desprecia y sigue
enamorada de Gino, su gato particular, esperando por l, sujeta a sus olvidos, a
sus dudas, a sus plazos. Marta todava suspira a distancia por el nico de sus
pretendientes que, sin lugar a dudas, se la puede comer cruda.
De Marta no se puede decir que sea una mujer simple o ingenua. De Marta,
como de la ratita, slo podemos decir que es presumida y que elige desde una
lgica que se nos escapa, desde una lgica que va ms all de ese principio que
suponemos que rige todas nuestras acciones y que consiste en buscar el placer y
huir del sufrimiento. El placer que Marta busca en su eleccin no es el placer
corriente y ms o menos inmediato de querer y sentirse querida, de amar a un
hombre y ser feliz con l. El placer que ella busca parece que es ms complicado.
Lo que Marta intenta es domear a Gino, transformarlo. Si se hubiera decantado
por Mauricio, por Toms,
o por cualquier otro de los hombres que tuvo a su alrededor, su ambicin
habra considerado su felicidad simplona, sin gracia, sin mrito. De todos los
amores que la vida ha puesto a sus pies, a Marta slo le interesa alcanzar el ms
difcil, el que supone un reto para ella. La presuncin, la vanidad de Marta, la
empuja ciegamente a optar por un gato: Gino. A Marta no la conoc directamente,
de manera que el contenido de su agenda oculta se me escapa, pero estoy segura
de que algo habr en su historia que explique esta especie de obstinacin en
permanecer con Gino. Su terquedad, a pesar de toda evidencia, me haca recordar
el viejo chiste de la rana y el escorpin.
La rana y el escorpin
gato, suele ser un gato y ms tarde o ms temprano comer lo que han comido
siempre los gatos, a saber, ratones y ratitas presumidas est en su naturaleza y no
lo pueden evitar
A quin elegir?
Estoy curada de Juan!, me pas una cosa muy curiosa, creo que por primera
vez he visto al Juan de verdad. Est igual que siempre: malencarado, pesimista y
amargado, lo que pasa es que ahora puedo verlo. Antes, cuando estbamos juntos,
siempre pensaba que lo malo era temporal y que su verdadera esencia, lo de
verdad, estaba por llegar. Estaba segura de que l, en el fondo, era fantstico.
Cmo no iba a serlo? Lo bueno llegara slo haca falta que yo hiciera tal o cual
cosa que yo lo quisiera cada vez mejor y que esperara. Cmo me habr
inventado todo eso? Anoche lo vi como mis amigas dicen que lo han visto
siempre Un pobre hombre enfadado con el mundo, resentido y adems pedante,
que cree que la vida est en deuda con l. Debe ser que es as, no? Cuanto ms lo
pienso ms cuenta me doy de que la imagen que yo tena de Juan tena muy poco
que ver con el verdadero Juan.
4
Creacin de un dios
Marguerite Yourcenar
uno est locamente enamorado del otro, y al otro se le supone tambin locamente
enamorado del uno, el hipnotismo es mutuo y la entrega sin condiciones del
manojo de llaves se opera en forma de intercambio.
Pero lo siento, el enamoramiento enloquecido del principio pasa. S, ya s
que es una pena, pero es que tenemos que volver a comer, y a dormir y regresar al
trabajo. Varias cosas pueden pasar entonces. Una forma de evitar el encuentro con
la realidad es mantener la relacin dentro de los lmites de lo imposible, la
clandestinidad o la distancia son buenos aliados en estas circunstancias.
Cuando Mara y Andrs se conocieron ya estaban casados con otras
personas. Desde que se vieron la primera vez se enamoraron con un flechazo
desesperado, sus respectivas relaciones haban cado ya en el tedio y no fue difcil
reencontrar la ilusin en la mirada enamorada que ese nuevo desconocido les
brindaba. Son amantes desde hace cuatro aos. Se gustan, saben excitarse el uno al
otro slo con la voz; se miman, se entienden, se adoran. Tanto es as que hace poco
tomaron la decisin de separarse de sus respectivas parejas para estar juntos. Los
primeros meses, a pesar de las dificultades de cada separacin y del dolor que
causaron a su alrededor, la felicidad reinaba entre ellos. La pasin era su plato
preferido. Pasaron juntos un verano inolvidable La vuelta al cole fue ms dura.
Poco a poco, para su sorpresa, cayeron en la cuenta de que no se conocan. Los
tropiezos que haban padecido durante esos cuatro aos siempre fueron achacados
a las dificultades propias de los amantes. La aventura de descubrirse en la vida
cotidiana no fue tan emocionante como los encuentros furtivos en la
clandestinidad. As que, antes de un ao, Andrs tena otra amante y Mara haba
regresado junto a su marido.
Otra posibilidad es que el amor desenfrenado del principio no soporte la
desilusin que impone la realidad y pasemos del amor al odio. Del eres el mejor
al extremo del eres el peor. Recuerdo una amiga del colegio que tena una gran
facilidad para seducir. Todos sus novios eran perfectos durante unos dos o tres
meses, hasta que se convertan en seres abominables, malcriados o aburridos.
Tengo entendido que sigue buscando al hombre perfecto.
Tambin estn aquellos que son capaces de hacer el duelo por el ser
idealizado de los comienzos, por su dios y quedarse con un simple ser humano,
un compaero o compaera suficientemente bueno. Ese momento marca el inicio
de la construccin de una relacin ms slida que ha sobrevivido al desenfreno
maravilloso de los primeros tiempos y ha sobrevivido tambin al final de ese
desenfreno.
Que el enamoramiento es un antdoto muy eficaz contra los rigores de la
vida cotidiana es algo en lo que todos estamos de acuerdo. Pero instalarnos a vivir
en el parque de atracciones tiene su precio, as que, la mayora de los mortales
normalitos, nos conformamos con ir al cine o soar. Todos, tengamos pareja o no,
soamos, fantaseamos con enamorarnos locamente otra vez y volver a creer en lo
que hasta ayer nadie crea, y descubrir el nico amor por primera vez en la historia
de la humanidad, inventarlo, ilusionarnos y desempolvar los boleros y soar con
bailar y bailar. Y temblar con la palabra de una boca, embriagarnos con el olor de
un cuello y una mano que nos haga parpadear la piel y la piel en fin
Odio tener que escribirlo, pero al final, otra vez, como ocurre con todas las
medicinas, todo es cuestin de dosis, de cantidades, de dficit o excesos, de
indicacin y de posologa para que la (lo)cura del amor no se convierta en
perniciosa. El enamoramiento es exagerado por definicin, es atrevido, nos vuelve
tontos, torpes, vulnerables Hasta dnde esa pasin nos puede avivar sin
devorarnos? Cunto de masoquismo se precisa para no sufrir de ms? Cuarto y
mitad? Una pizca? Dos kilos? Depender s, pero hasta dnde?, a qu precio? En
definitiva, cmo domesticar a la fiera salvaje del amor?
No hay que pensar que tengo la frmula. Ya querra! El amor es como el
gazpacho, al final cada quien tiene su propia receta y ningn gazpacho se parece a
otro. Todos son gazpachos, todos llevan los mismos ingredientes, o casi, pero en
distintas proporciones y mezclados a travs de procedimientos diferentes. Yo no le
pongo pan. Es mejor aliarlo al final. Mitad de tomates normales, mitad de
tomates de pera. Nada de ajo. Hay que dejarlo reposar con hielo. En fin, que
conozco tantos trucos para preparar el gazpacho como cocineras y tantas formas de
amarse como parejas.
Lo cierto es que, por mucho que haya infinitas recetas, algunos gazpachos
son objetivamente malos. Repiten, dan acidez, no saben a nada o saben mal.
Demasiados ajos, cantidades indecentes de vinagre, exceso de pimiento o de
cebolla, una mezcla espesa que hace mucho que dej de ser un gazpacho y se ha
convertido en una bonita mayonesa de tomate, etctera, etctera. Gazpachos, en fin,
que slo satisfacen a una sola cocinera y a un solo comensal. Ese vnculo ser
aceptable exclusivamente entre ellos dos, pero como idea de negocio en hostelera,
sera ruinoso. Hay gazpachos que intoxican y hay amores que matan. Lo
importante es descubrir qu busca esa cocinera en el ejercicio de su pasin? Qu
negocio pretende montar con un amor as? Por qu invierte toda su energa en
defender un gazpacho que a todas luces es desastroso para su salud? Hay casos en
los que suele haber elementos comunes ms o menos identificables. Signos, al
principio imperceptibles, que con el tiempo pueden ser seales de alarma que nos
ponen sobre aviso de que nos encontramos ante el peligro inminente de un amor
retorcido.
Dios
dedicarnos al culto del cuerpo, del trabajo, del dinero, de la amistad, o de aquel
dios que para cada quien ser su nico dios verdadero, aquel que d un sentido
trascendente a su vida.
Si pensamos, con Simone de Bouvoir, que el amor ocupa el centro de la vida
de muchas mujeres y que en esa medida se convierte para ellas en una religin,
entendemos que transforme al objeto de su amor en un dios, con todas las
consecuencias y las peculiaridades que reviste relacionarse con ese dios en vez de
hacerlo con un hombre.
Cuando caemos en la cuenta de lo que supone que una mujer est
enamorada de dios, tal vez nos resulte un poco ms fcil comprender la
disposicin de algunas de ellas a inmolarse por amor. Porque ningn hombre ni
ninguna mujer es lo suficientemente extraordinario como para merecer tanto
sacrificio, tanto sufrimiento y tanta entrega como aquella que observamos en
ciertas relaciones.
Crear un dios
mando a distancia.
El mando a distancia
Junto con el manojo de llaves del que hablamos antes, la enamorada tambin
hace entrega de un mando a distancia a travs del cual nuestro dios puede
controlar a su sierva sin moverse de casa. Si ese dios llama a la interesada, si viene
a verla, si la trata bien, la propia imagen de ella ante s misma quedar ms ntida,
se sentir mejor y ver la vida en colores. En cambio, si su dios desaparece un par
de das, si no llama, si ignora la existencia de la amada, el volumen de su propia
vida disminuye, la vida no se escucha como antes, su imagen empieza a verse
borrosa y puede llegar a desaparecer. Algo le ha cambiado en la cabeza. Del canal
de estar contenta con su vida, pasa en un segundo, con un solo click, al canal del
vaco, ese canal en el que su vida no tiene mucho sentido y todo se ve gris verdoso.
El caso de Mercedes ilustra con gran claridad lo que intento explicar:
Mercedes y Jorge estaban haciendo planes de boda cuando, una tarde, Jorge
le confes a Mercedes que no estaba preparado para dar un paso como se, que lo
senta muchsimo pero que prefera seguir soltero y adems solo. Al principio,
Mercedes pens que era una broma. Aquello no poda ser verdad. Despus de una
larga conversacin, muy dolorosa para ambos, result que era cierto. Jorge se fue y
Mercedes quera morirse. O ni siquiera quera morirse, tambin morir le supona
un esfuerzo que no hubiera sido capaz de enfrentar. Mercedes, simplemente, no
quera estar. No quera estar despierta, ni dormida, ni sentada, ni de pie. No quera
ni comer, ni hablar con las amigas. No quera tumbarse en el sof a ver la
televisin, ni poda ir a trabajar de tanto dolor. Lloraba sin consuelo, sin fin. En sas
estaba Mercedes, muriendo, llorando, cuando Jorge llam para pedir perdn, con
una disposicin inequvoca de reconquistarla y de volver a intentar la relacin. A
Mercedes le volvi la sangre a las venas, renaci. Explic su regreso a la vida de
una manera muy curiosa. Me dijo: Cuando colgu el telfono volv a saborear el
caf con leche. Es que hasta algo tan cotidiano como el caf con leche se me haba
borrado.
La resurreccin de Mercedes por la puerta grande del caf con leche nos
sirve para ilustrar esa disposicin que tienen algunas mujeres para entregarse en
alma y cuerpo a los antojos del amor. Desde los latidos ms intensos del corazn,
hasta los ms mnimos caprichos gastronmicos, todo est a merced de un mando
a distancia que controla otro. La vida de Mercedes iba bien junto a Jorge, de pronto
la vida click, se acaba. De pronto la vida click regresa.
Efecto pausa
Sin embargo, de todos los registros que es capaz de abarcar ese mando a
distancia, me parece que el ms estremecedor es la funcin de pausa, como
cuando estamos viendo una pelcula en DVD y necesitamos atender el telfono o
hacer una excursin por la cocina, en esos casos apretamos el botn de pausa y la
imagen permanece congelada, los actores, muy amables, esperan paralizados a que
regresemos al sof para verles. No importa lo que estuvieran a punto de hacer, da
igual si se estaban besando, si el avin iba a caer en picado o estaba despegando.
All nadie mueve ni un msculo hasta que nosotros volvemos a apretar el botn de
pausa y damos la voz de continuar; entonces s, muy naturales, retoman el beso,
la explosin o el paseo.
Sara es una paciente especialista en dejarse arrastrar por el efecto pausa.
Lleva aos en una relacin intermitente (on & of que es como se califica en ingls,
de una manera muy grfica, a este tipo de relaciones) con Javier, que es un cruce de
play boy seductor con intelectual atormentado a quien casi nadie soporta excepto
Sara. Como en aquella cancin de Jacques Brel, Ne me quitte pas, Sara est un
escaln por debajo de la sombra del perro de Javier. Completamente fascinada con
cualquier cosa que Javier haga o diga, Sara est convencida de que ha descubierto
una joya, piensa que tiene muchsima suerte de que Javier se haya fijado en ella y se
siente tan afortunada, que agradece y disfruta cualquier migaja de compaa que l
le ofrezca.
Sara goza, claro que goza. Sara sufre, claro que sufre, porque con el mismo
entusiasmo con el que Javier la lanza a los cielos, la hace bajar de un golpe a los
infiernos cuando no llama o cuando la deja plantada. Las subidas y las bajadas
bruscas dan vrtigo y Sara ha fijado su residencia en una montaa rusa que se
enciende y se apaga sin avisarle. Cuando Javier desaparece, cuando no la llama, si
no responde el telfono, o ni siquiera responde a sus mensajes, la vida de Sara se
detiene como hace el DVD a la voz de pausa. No es capaz de hacer nada con
naturalidad y lleva un nudo en el estmago que no la deja respirar. Duerme mal,
llora por los rincones y pierde el apetito. Entonces sustituye a Javier por una buena
dosis de ansiolticos para calmar un poco la angustia, pero lo pasa mal. Lo pasa
muy mal. A veces se enfada y jura a sus amigas que sta ser la ltima vez.
Asegura que ella no se merece un trato as, que cuando vuelva a llamarla se va a
enterar etctera, etctera, etctera Hasta que una maana aparece el nombre de
JAVIER brillando en la pantalla de su mvil y se acaban todos los enfados.
se es el momento en el que Javier desactiva el botn de pausa que
mantena a Sara detenida. Sara vuelve a ser exactamente la misma que haba
quedado congelada dos meses, tres das, cuatro horas y siete minutos atrs. Nada
ha ocurrido para ella entre la desaparicin de Javier y su regreso. Sabemos que es
Sara y no un personaje de DVD porque ha bajado un poco de peso, pero en
realidad, para ella, en su vida, no ha pasado ni un segundo entre la ltima escena y
la siguiente. Es como si Sara no tuviera acceso a su propia vida, porque no puede
hacer nada ni para activar ni para desactivar ese botn de pausa. El mando a
distancia est en las manos de Javier. l aprieta un botn y, mientras tanto, puede
continuar con su vida haciendo caso omiso del estado de Sara, como ocurre con el
DVD del saln de su casa (va al bao, atiende el telfono o se prepara un bocadillo;
trabaja, ve ftbol por televisin, se va de copas). Cuando Javier llama de nuevo a
Sara, pone voz de aqu no ha pasado nada y se sorprendera muchsimo si ella se
enfadara o respondiera con una voz ms seca de lo normal.
Si en este libro hubiera alguna recomendacin, alguna insinuacin respecto
al camino a seguir en el trazado de este mapa complicado de la vida y de las
relaciones afectivas, esa recomendacin sera la del camino de la independencia y
de la autonoma, de manera que nunca hay que perder de vista ni el manojo de las
propias llaves ni el propio mando, no hay que dejarlo en manos extraas por
muy maravillosas y bienintencionadas que esas manos nos parezcan.
No obstante, la entrega del manojo de llaves y del mando a distancia no es la
nica, ni la ms esencial. Se puede llegar a entregar algo tan personal, tan
fundamental como los propios deseos.
La vieja frase de Tus deseos son rdenes para m no refleja con toda justicia la
envergadura de la donacin que algunas mujeres son capaces de realizar. Habra
que modificarla para que diera cuenta del alcance de la incondicionalidad a la que
estn dispuestas. Si a cambio escuchramos: Tus rdenes son mis deseos, la frase
describira de una manera ms fiel la situacin. Tus deseos son rdenes para m
sera como decir: Vale, entiendo que es eso lo que quieres y lo acepto, me guste o
no me guste, estoy dispuesta a complacerte porque te quiero. En esa postura hay
un cierto reconocimiento de la diferencia: No me gusta, no obstante, te complazco,
porque te quiero. El resultado al final ser el mismo? Puede que s. En cualquier
caso se cumplen los deseos del amado? Probablemente. Sin embargo, en este caso
se conserva algo de autonoma y los lmites de la propia persona siguen estando
ah.
La segunda manera de entender la frase: Tus rdenes son mis deseos,
expresa una posicin de rendicin ms tajante. Sera como decir: Me he entregado
a ti, de tal manera, que ya no tengo deseos propios ni criterio de lo que me gusta o
lo que no me gusta. Estoy disponible, y slo espero a que t quieras algo, para yo
convertir tus deseos en mis propios deseos. Entonces los cumplir sin rechistar
porque yo misma querr para m, como si fuera mo, aquello que t quieras. Ni
ms ni menos que lo que el hipnotizado le manifiesta con su actitud de entrega a su
hipnotizador. El otro nos ha devorado por completo. El amor es el amo.
Pero un amor como este amor tiene truco. Aquello que parece el puro amor
amante, generoso y entregado, tiene otra cara: es tambin una manera de llevar al
extremo aquello de amar al otro como a nosotros mismos. Ama la amante al
otro? O se ama a s misma a travs de la grandeza que ella sola ha inventado y que
atribuye al otro? Cul ser la frase que gobierna una agenda secreta de esta
naturaleza? Ella ama su propia creacin. Ama en el otro todo aquello que era suyo
o que ella quera para s y que ahora sirve para adornar a su amo(r). Todo lo que
antes la haca sentir orgullosa de s misma, ahora le pertenece al amado. Ella se
ama a s misma a travs de l.
Pobre dios!
Todos hemos odo hablar de lo poderoso que puede llegar a ser Dios, pero
qu pasara si el mismo Dios descendiera desde sus alturas para pedirnos un
favor? O para rogarnos entre lgrimas perdn? Irene recordaba llorando el da en
que Juan la dej:
protagonismo. El pobre dios est sufriendo mucho ms que ella y llora con ms
fervor y se mesa los cabellos con desconsuelo. El pobre dios no puede, no sabe
vivir lejos de ella, pide perdn, reconoce su error, promete no volver a pecar, no
volver a pegar. Est arrepentido, se siente culpable. Ella, todava con las costillas
rotas y el ojo izquierdo en paradero desconocido, acude a la llamada de ese dios
desvalido y lo perdona. Dios muestra su cara de beb y ella, como buena madre
le perdona. Retira la denuncia y el pobre dios! arrepentido en muy pocos das
vuelve a ser el dios todopoderoso del mes pasado. El beb muestra su cara de dios
despiadado y vuelta a empezar.
A veces el arrepentimiento y la culpa son tales, que el verdugo se suicida.
Cuando leo alguno de estos casos en el peridico siempre me pregunto por el
orden de los factores que, en este caso, altera muchsimo el producto: por qu ese
dios no empez por suicidarse?
Para una mujer malquerida, y en este caso, adems, maltratada, el
espectculo de ver a un dios sumiso, pidiendo perdn, es muy conmovedor, y esas
lgrimas de culpa suelen allanar el camino de regreso a la comisara y ser la llave
con la que tantas mujeres, todava amoratadas por los golpes, retiran sus denuncias
por malos tratos. Me parece que muchas confunden sentirse necesarias con sentirse
queridas. El aspecto beb de ese dios que ella ha creado la necesita, en cambio, el
aspecto omnipotente del mismo ser, la malquiere.
Sin llegar al extremo de las mujeres maltratadas, en el territorio de las
malqueridas merece la pena no perder de vista estos secretos pactos indelebles de
fortaleza y de debilidad, de servidumbre y tirana. En alguna parte de este horror,
la sierva se siente reconfortada de ser la duea de su propio dios, ese pobre dios!
enclenque que no es capaz de sobrevivir sin ella.
5
El pedestal
No es tan fcil. Tengo que reconocer que yo me siento muy bien cuando
tengo a un hombre subido al pedestal. Esa situacin de querer a un hombre, de
cuidarlo, de mimarlo, de admirarlo y de sentirme orgullosa de estar con l, a m me
va. Me siento llena, importante.
Parece que Graciela busca hombres que, de entrada, no parecen muy fciles
ni de querer, ni de admirar, hombres que necesitan tener un pblico, un esclavo,
alguien que los encumbre. Ella, a su vez, se siente llena e importante con la
funcin que cumple junto a estos hombres. A m me recuerda a lo que una pila
consigue hacer con un juguete: darle vida. Pensemos por un momento Entre la
pila y el juguete cul de los dos es dios?
rase una vez una pila solita en el mundo. Estaba muy triste porque no
encontraba un sentido a su vida.
No saba quin era, ni cmo era, ni para qu ni por qu era lo que era.
Entonces se tropez con unos trozos de latn y unos pedazos de plstico de colores
muy vivos, y unos cables y unas cuentas de vidrio. La pilita encontr su lugar en
el mundo! Ahora su vida s tena sentido, ahora saba por qu y para qu estaba en
el mundo. Y ese juguete que ella haba construido y que tanto necesitaba de ella
para respirar, era lo ms importante de su vida, y estaba dispuesta a hacer por l
cualquier cosa, porque l era su razn de SER.
La pilita, por cierto, se llamaba Seorita Frankenstein, creadora, ella sola, de
un ser extraordinario.
Imaginemos a un juguete en su caja, de formas atractivas y colores
llamativos pero inerte, incapaz de lucir sus encantos por s solo. La pila, en
cambio, llena de energa, llega dispuesta a infundirle vida a su juguete, y consigue
que ese montn de plstico se mueva, hable, camine, encienda sus luces y se
comporte como si fuera un coche de Frmula Uno o un payaso. Pero esa misma
pila tan suficiente ante el juguete, es muy poquita cosa sin su amasijo de plstico y
de metal. Sera un cadver intil; lleno de posibilidades, s, pero slo un cadver
hasta que se demuestre lo contrario, hasta que justifique su existencia al unirse con
otro ser al que pueda dar vida.
Ninguno de los dos ni juguete ni pila, ni el dolo de barro y su malquerida
es nada sin el otro, la fusin con el otro es lo que a cada uno le da vida. El
encuentro entre ambos conduce a situaciones muy curiosas, uno de ellos el que
hace de juguete en el juego ser el visible, el llamativo, el hermoso, aqul al que
hay que admirar; se es el que sin duda estar encaramado en el pedestal. El otro
generalmente ella se mantiene oculto en el anonimato. Escondida, se cuida
mucho de disimular su importancia y su valor. Aquello tan trillado de que detrs
de un gran hombre siempre hay una gran mujer, es otra forma de decir lo mismo.
La malquerida, la pila, la mujer en la sombra, necesita tambin de ese lugar para
sobrevivir, aunque a nosotros, desde fuera, nos parezca horrible. No es un lugar
impuesto, es un lugar que ella misma ha elegido aunque no tenga conciencia de
haberlo hecho, porque ese lugar le permite sentirse indispensable y poderosa, y ya
se sabe, para sentirse muy indispensable, hace falta buscarse a uno que est muy,
muy necesitado, a uno muy tmido o muy incompetente, por ejemplo. Esto es
mucho mejor que aquella sensacin de vaco, de inconsistencia, que mostraba la
pilita perdida antes de construir y darle vida a su hombre, a su monstruo, a su
dios.
Algo de esta naturaleza explica que una mujer est dispuesta a pasar una y
otra y otra vez por el mismo suplicio, a pesar de la experiencia de maltrato y de
abandono que haya podido sufrir.
Entre juguete y pila, dios y sierva, dolo y malquerida, se establece un
equilibrio muy peculiar que ya Hegel describi en su conceptualizacin de la
dialctica del amo y del esclavo. En esa relacin de dependencia extrema, no se
convierte el amo en esclavo de su esclavo? Esto me recuerda la pelcula de Joseph
Losey El sirviente, que recrea la situacin se dependencia del amo respecto al criado
de una forma inquietante: un joven aristcrata ingls contrata a un mayordomo a
su servicio. Paulatinamente, el mayordomo se hace cada vez ms indispensable
para el amo, llega a dominar su vida por completo. La trama se complica con
amores, pasiones y desamores hasta que el sirviente consigue mantener postrado al
amo y verlo humillado, literalmente, rendido a sus pies. Quin manda? Quin
necesita ms de quin? Las relaciones de poder dentro de una pareja no son
lineales y mucho menos inequvocas.
Es o no es amor?
En algunos de los libros dedicados al tema del amor y las relaciones, he ledo
cosas como: Eso que sientes no es amor, es dependencia, esto tampoco es amor,
es pasin, no le quieres, tienes un problema de adiccin, eso no se llama amor,
se llama masoquismo. Afirmaciones semejantes siempre me dejan pensando
Es o no es amor? Si no lo es, entonces qu es el amor? Quin lo sabe? Si a ese
sentimiento que nos hechiza y nos descoloca y nos devuelve los colores y nos quita
el aliento, lo despojramos de todos esos atributos, con qu nos quedaramos?
Seguramente con una especie de afecto gris, polticamente correcto, pero soso, muy
soso.
Desde que descubrimos que no estamos solos en el mundo, todas nuestras
relaciones, todas, sean amorosas
o no, sean o no relaciones de pareja, estn teidas de dependencia.
Dependemos de la seora de la limpieza, del que nos vende el peridico el
domingo, del mecnico que nos monta la rueda del coche y de la esteticin que no
tiene hora para atendernos esta misma tarde; y ellos tambin dependen de
nosotros. La sola existencia del vnculo, implica una dependencia recproca. Para
que el intercambio sea posible, una orilla necesita del puente, tanto como la otra. Si
no hay dependencia no hay relacin y por lo tanto no hay amor.
Y la pasin? Me temo que sin pasin no hay amor, habr cario, tolerancia,
conveniencia, resignacin, pero algo en el otro nos tiene que apasionar para
mantener viva una relacin. Parece que cuando hablamos de pasin slo nos
referimos a la sexual, pero no siempre es el cuerpo del otro lo nico que nos
apasiona de l, la pasin carnal es la ms difundida, la que tiene mejor y peor
prensa, la ms saludable, la ms atrevida, pero no es la nica. Nos puede apasionar
del otro su inteligencia, su sabidura, su encanto, su disposicin para querernos,
sus cualidades de buen padre, su sentido del humor, su capacidad de entrega, o su
cuenta corriente, cualquier cosa, pero algo que exceda la costumbre tiene que
permanecer encendido.
Por otra parte, sin un cierto grado de adiccin por el otro, sin una cierta
necesidad respecto a l, no seramos capaces de perdonarnos mutuamente ciertas
cosas. Tenemos que necesitarnos ms all de las convenciones y de la buena
educacin para levantarnos cada maana junto al mismo ser sin salir corriendo. A
la vez, sin una mnima dosis de masoquismo, no podramos olvidarnos un poco de
nuestro propio ombligo, de nuestro exclusivo inters, para mirar al otro, para
aceptarlo en todo el esplendor de su diferencia.
La convivencia, cualquier convivencia, requiere una mnima capacidad de
olvidarse de uno mismo, de poder esperar, de perdonar. Se necesita una dosis
homeoptica de masoquismo para vivir en sociedad y tolerar a ese extrao que
tenemos al lado en el metro, en la cola del cine, en el trabajo y en la cama! De
hecho, las normas de urbanidad y educacin son una manera de sistematizar esa
obligada postergacin del propio narcisismo.
En cierta medida, hay que estar dispuestos a sufrir. Ya nada ser como fue.
No estamos solos, ahora hay otro por quien sentirnos concernidos, otro por quien
velar, otro a quien estar atentos, otro que puede echar a volar y dejarnos sin su
compaa. A nuestras preocupaciones laborales, vendrn a sumarse las suyas, a
nuestra salud, la del consorte. Tambin ese otro aportar su preocupacin por
nosotros, su inters por las cosas importantes de nuestra vida, su atencin, su
complicidad, en definitiva, su amor. Tengo la impresin de que ms o menos en eso
consiste hacer pareja, en hacer equipo.
La pasin desbordada del principio, el efecto hipntico del enamoramiento
inicial cede, y ha de ceder en nombre de la relacin, por culpa de la relacin y a
favor de la relacin. El amor desesperado est destinado a morir o a matar. O
muere en brazos de la cotidianidad,
o mata al usuario de sufrimiento y de zozobra. Cada quien va a reaccionar
de una forma distinta ante este cambio en el carcter de la relacin, ante esta
muerte impuesta por la rutina.
Amar a otro supone dependencia, masoquismo, adiccin, sacrificio y pasin.
Pero, como vimos en el apartado dedicado al enamoramiento, todo ser cuestin
de cantidades, como con el gazpacho. En el exceso est el pecado.
Pecados capitales
7
La sumisin
Irene siempre tiene la ltima palabra, que suele ser: Perdn, lo siento. Te
entiendo. No te preocupes. Vale, est bien. No volver a ocurrir. No
importa, esto no te lo voy a tener en cuenta.
Irene es la mejor amiga de todas las amigas. La que siempre est dispuesta a
hacer favores, a ayudar a los dems, a correr a buscar lo que supone que el otro
necesita, a escuchar las quejas de todo el mundo contra todo el mundo sin echar
lea al fuego. La que consigue reconciliar las situaciones objetivamente
irreconciliables. Irene es un manual de urbanidad con pelo largo. Sabe lo que hay
que decir, cundo hay que decirlo y en qu tono. Lo correcto, lo incorrecto, lo que
corresponde en cada situacin. Lo justo. Irene sabe exactamente cmo hay que
tratar a los dems, pero hasta ahora no ha conseguido que un hombre la trate a ella
como se merece.
Irene llega a la consulta porque est cada vez ms angustiada y no sabe qu
es lo que le pasa. Est incmoda en su vida y no entiende por qu. Le parece que
su relacin con Juan no marcha bien y no puede comprender que no sea una
relacin perfecta, porque ella ha puesto todo de su parte para que lo sea.
La historia que me cuenta es ms o menos sta:
Chico conoce chica, se enamoran locamente y empiezan a salir. Juan es
absorbente y quiere estar con Irene todo el da. Ella est enamorada y quiere estar
con Juan todo el da. Los fines de semana los pasan juntos, solos, en la casa que l
tiene en la sierra. A Juan le descansa mucho ver la televisin, Irene prefiere el cine,
pero no le importa quedarse en casa con tal de estar con Juan. Ahora que pasan los
fines de semana fuera de la ciudad, tienen menos ocasin de quedar con amigos,
Juan no tiene demasiados amigos e Irene no tiene inconveniente en postergar a los
suyos con tal de estar con Juan. Juan prefiere las mujeres con pelo corto y a Irene
no le importa cortrselo. Total, cuando quiera se lo deja crecer otra vez. Irene sola
vestir con ropas ajustadas, provocativas, que a Juan no le hacan mucha gracia. As
que Irene fue cambiando de look. Total, seguramente antes vesta as para buscar
novio, y ahora que ya lo tiene Irene est siempre disponible, nunca tiene otra
cosa ms importante que hacer, ni otras relaciones, ni ganas de otra cosa, ni
opiniones distintas a las de Juan. El reclamo Te quiero toda para m, te quiero slo para
m que Juan le hizo cuando se enamoraron, Irene lo tom al pie de la letra y se ha
ido transformando en una mujer hecha de ese material de costilla que es tan dctil,
y que permite a Juan modelar a Irene a su gusto.
Mientras tanto, Irene ha olvidado lo que le gusta y lo que no. Ya no recuerda
cmo prefiere la carne, si poco hecha o muy pasada. Pero no le importa. Total, ha
llegado a gustarle cualquier cosa de cualquier manera. Ella es as de complaciente.
Con esa filosofa del TOTAL Irene se alej de la familia, de las amigas, del
estudio y sobre todo de s misma, perdi su forma, sus contornos, sus rasgos
parecan borrados Dnde estaba Irene? Se haba quedado hueca, hecha como de
aire, vaca, para que Juan pudiera llenarla a su antojo.
En el tratamiento descubrimos que Irene no era consciente de todos los
cambios sutiles que ella misma haba hecho con la intencin de complacer a Juan.
Desde los comienzos de su historia de amor ya se poda advertir que en la mente
de Irene no estaban muy claros los lmites entre uno y otro. En lo que a Juan
concierne, no se podra hablar de maltrato, ni siquiera de acoso o de presin. Irene
ha ido perdiendo sus contornos sin darse cuenta. Nadie podra decir que Juan haya
exigido nada de Irene. l pide e Irene concede, por qu no iba a volver a pedir?
Irene se ha vuelto de tal modo incondicional para Juan que ya le sale natural. La
sumisin de Irene no es obligada, es congnita y la practica siempre que tiene
ocasin y con cualquiera. En el trabajo, con las amigas y con su familia. Slo que
con Juan le parece que est todava ms justificada.
Juan, por su parte, no es ya que pida, sino que encima protesta porque Irene
lo agobia. La distancia justa, cmoda para los dos, parece imposible de alcanzar. La
excesiva diligencia de Irene le hace sentir a Juan presionado, atado, pero Irene no
puede alejarse ni un poquito, pues esa pequea distancia le hace temer que Juan
pueda borrarla de su vida y olvidarla.
Recuerdo un incidente que ilustra con claridad el tipo de relacin que exista
entre Irene y Juan: Irene comentaba con insistencia que estaba aburrida de los fines
de semana siempre idnticos junto a Juan. Lo haban hablado pero la actitud de
Juan era de lentejas, o lo tomas o lo dejas y nada haba cambiado. En la consulta
veamos la absoluta incapacidad de Irene para realizar cualquier gesto de
autonoma como, por ejemplo, salir a dar una vuelta con una amiga un domingo
por la tarde, en lugar de clavarse tantas horas frente al televisor. Lo cierto es que
corran tiempos difciles para la lrica de la pareja. Por esas fechas, una
compaera de Irene se casaba y las amigas haban organizado una despedida de
soltera que consista en un fin de semana fuera de Madrid. Irene no saba qu
hacer. Juan prefera que no fuera.
Y usted qu quiere? le pregunt.
Yo? No s, yo tengo ganas de ir pero no me atrevo.
Esa palabra me llam la atencin. No se atreve? Uno no se atreve a hacer
algo peligroso, o algo que est prohibido, pero un fin de semana a unos cuantos
kilmetros de su casa con unas amigas? Era tan arriesgado? En qu consista la
osada?
A qu le tiene tanto miedo? pregunt.
Se qued unos minutos en silencio, pensando, empez a llorar y finalmente
dijo:
A pasrmelo bien. Tengo miedo a pasrmelo bien y a poder prescindir de
Juan y a que Juan pueda prescindir de m. Tengo miedo a darme cuenta de que
estoy mejor sin l que con l.
El caso es que Juan tampoco estaba feliz con esa situacin. Paradjicamente,
mientras ms eficiente era ella en cumplir con la entrega absoluta que Juan pareca
pedirle, a Juan, esa Irene, atenta y diligente le resultaba cada vez ms sosa, ms
cargante y menos atractiva. Ella, por su parte, aunque no se senta capaz de hacer
ninguna otra cosa, tampoco se senta atractiva para s misma. No se gustaba. A
Irene se le haba perdido Irene y no tena idea de dnde poda ir a buscarla. Ya no
recordaba dnde se haba dejado olvidada la ltima vez que se vio. Por si fuera
poco, con el correr del tratamiento descubri que hacer feliz a Juan, no aseguraba
su propia felicidad, y que encima, a pesar de tanto sacrificio, su actitud distaba
mucho de hacer feliz a Juan.
Esta frase de Irene, que parece retrica, un mero juego de palabras, fue todo
un logro para ella. Despus de haber estado tanto tiempo perdida, iba por buen
camino. Se haba recuperado y ahora contaba consigo misma! Que al final es lo
nico con lo que todos contamos a ciencia cierta.
malquerida debera preguntarse, por ejemplo, desde cundo no hace aquello que
sola gustarle hacer antes de conocer a su Juan? Seguro que recuerda las tres
ltimas ocasiones en las que dej de hacer algo para complacerle. Recuerda las
tres ltimas veces en las que l dej de hacer algo que le gustara para complacerla a
ella? Alguna vez es capaz de hacer planes por su cuenta, con sus amigas o con sus
compaeros de trabajo? Se atrevera a hacer algo inofensivo con lo que su Juan
no estuviera de acuerdo?
De nuevo, y a riesgo de parecer tozuda, insisto: no tenemos otra cosa que lo
que somos. Poco o mucho, sea lo que sea, eso es lo nico con lo que de verdad
contamos. Bien es verdad que ese concete a ti mismo es una labor que puede
llevar aos. Irene se haba perdido a s misma de tal forma que para ella fue toda
una aventura reencontrarse. Ahora, una vez que sabe quin es, conservarse a s
misma, es su siguiente labor.
8
La intermitencia
Ahora s, ahora no
Parece que yo siempre voy a estar ah, que no importa lo que l haga. Nada
ser suficientemente doloroso como para hacerme dejarle. Porque cada vez que le
dejo, regreso. Nunca voy a apartarme de su lado. Y si me aparto, volver.
Javier haba desaparecido muchas veces, sin avisar. Otras veces lo haba
dejado ella definitivamente porque no estaba dispuesta a tolerar ciertas cosas. Daba
igual la razn que tuviera el uno para marcharse o la otra para enfadarse, ms
tarde o ms temprano Sara llamaba, l responda y por el camino agitado y
luminoso de la reconciliacin, ambos regresaban a compartir su trocito de infierno
junto al otro.
A la maana siguiente de una de sus mltiples reconciliaciones, Sara me
cont:
Creo que nunca haba echado un polvo como se. Vali la pena todo. La
ruptura, esos dos meses horribles en los que crea que me iba a morir, la
humillacin de haber sido yo quien llamara despus de haber jurado que no quera
saber nada de l. Todo lo que me ha hecho sufrir se me olvid cuando lo vi. Estoy
en una nube. Esto es lo ms maravilloso que me ha pasado. Yo soy de las que
prefiere la pasin a la costumbre. Javier me hace sufrir, pero es que los otros me
hacan morir de aburrimiento. A partir de ahora cualquier cosa que pase entre
nosotros no me importa, est justificada. Despus de la noche que pasamos juntos,
me puedo morir maana, que ya he vivido el mejor momento de mi vida.
El viejo refrn que dice: No se pueden pedir peras al olmo, Sara lo haba
convertido en algo as como Ya s que es mejor no pedir peras al olmo pero y si
yo?. As, transformaba la miseria de la impotencia humana en una vaga
promesa llena de posibilidades. El problema es que el olmo no es el responsable de que
le pidan peras.
Durante su tratamiento, Sara comprendi que le estaba pidiendo peras a un
olmo y descubri tambin que eso es un mal negocio. Lo nico que se asegura es la
insatisfaccin y una queja que de ningn modo puede obtener arreglo: Hay que
ver, este olmo tan desconsiderado que no me quiere dar peras, a pesar de que llevo
aos pidindole peras con muchsimo amor!. O la promesa estril: Como me
llamo Sara que este olmo va a dar peras. No ser hoy, no ser maana, pero yo
puedo conseguirlo!.
Sara comprendi que poda recurrir a sus amigas buscando consejos, leer un
libro que le enseara el camino de la felicidad, o continuar con la terapia, pero
todas estas alternativas tenan algo en comn: slo podran servirle a ella. Javier
seguira siendo Javier y Sara slo poda decidir si aquella relacin le compensaba o
no le compensaba.
En sas estaba Sara cuando volvieron a romper y por primera vez decidi no
hacer nada. No iba a llamar, ni a provocar un encuentro, ni a mandar un mensaje.
Tena curiosidad por saber qu pasaba si ella no mova pieza. Si Javier la llamaba,
le respondera, pero esta vez ella no dara el primer paso. Slo iba a esperar, y as
fue: esper. Y esper y esper y esper Javier se evapor, se desvaneci como si
hubiera sido un espejismo. Sara no volvi a saber nada de l
Hasta que cay en la cuenta de que ese silencio era lo nico que le quedaba
de Javier, atraves una poca muy dolorosa, la ms dolorosa de todas las pocas.
Sufri lo indecible. Entendi, desde ese sufrimiento, por qu todas las otras veces
ella haba dado el paso de llamar y volver. Entendi que su miedo a que l no
La montaa rusa
9
La adiccin
Andrea y Marcos
Le iba a decir que tengo miedo de volver a caer, pero es que ya he cado. No,
peor que eso, es que sigo exactamente igual. Quiero que me entienda, no es que
recuerde con mucha claridad lo que pas hace aos y por eso s cmo me senta.
No, es que han pasado doce aos y hoy siento exactamente lo mismo que senta
entonces. No necesito hacer memoria, lo estoy viviendo. Tengo miedo. Me llama, y
me escribe mensajes y estoy pendiente del correo y del mvil como si fueran mi
bombona de oxgeno y cuando no me llama me pongo enferma. Igual que siempre.
No ha pasado ni un da.
Desde el primer caf, Andrea vive atada al telfono mvil. Lo mira fijamente
a los ojos, lo pone cabeza abajo y lo zarandea para que escupa ese mensaje de
Marcos que el aparatito tiene escondido en algn rincn de su memoria El
mensaje llega. (Segn Andrea, la literatura universal se est perdiendo millones de
cartas de amor de una belleza sublime!?). No lo s, lo cierto es que ella espera el
riiinggg de los mensajes de Marcos con la misma zozobra con la que cualquier
enamorada del siglo XIX esperaba al cartero y adems est convencida de que
transcurre la misma eternidad que transcurra en el siglo XIX entre el sms que ella
enva y el que recibe.
La clandestinidad
Lo tengo controlado
Pero esta vez ella estaba a salvo. Ha pasado tanto tiempo, que nada ser
como antes, Ahora ser diferente, porque yo tengo una vida, un marido y unos
hijos que antes no tena, En estos aos he madurado mucho y ya tengo superado
lo de Marcos. Estas frases le sirvieron de coartada para engaarse y poder ver a
Marcos. El problema es que Andrea responde al primer sorbo de Marcos como
hacen los alcohlicos sobrios ante una sola gota de alcohol: se embriaga.
Y es que el mal amor es como el buen whisky: engaa. En cuanto el primer
trago calma el sndrome de abstinencia y dejan de temblar las manos, cesa la
sudoracin y los escalofros del mono abandonan el cuerpo, sobreviene la certeza
inocente de que esto se puede dejar en cualquier momento. Lo tengo
controlado, Un da de stos, cualquier da de stos, en cuanto me lo proponga, lo
puedo dejar. Y tantas otras promesas insostenibles
Con esa conviccin vivi Andrea los primeros meses del reencuentro. Y aqu
estaba ahora, derrotada, consciente de sus propias limitaciones, sentada en mi
consulta, como quien va a una clnica de desintoxicacin para desengancharse de
las anfetaminas. Poda haber empezado su entrevista conmigo proclamando: Me
llamo Andrea, y soy adicta a Marcos. Andrea vena a buscar ayuda para volver a
ser la duea de su vida.
Empezamos un tratamiento de dos sesiones semanales. Al principio, Andrea
slo hablaba de Marcos. Volvieron a verse, reanudaron la relacin y aunque
hablaban de separarse de sus respectivas parejas, lo cierto es que ninguno de los
dos haca ningn movimiento concreto para conseguirlo.
Lo dejaron una vez ms y pude presenciar en directo el proceso de
reconciliacin. Los mensajes de Marcos seguan una trayectoria definida: despus
de alguna semana de silencio l enva un mensaje. Cualquiera. Es el mensaje exacto
que Andrea est esperando para vivir. Ella responde. Un poco seca, pero responde.
Entonces l la llama. Andrea deja sonar el telfono, pero al final responde. Seca,
pero responde. Marcos le cuenta lo mucho que la ha echado de menos. Andrea le
cree. Seca, pero le cree. Despus de lo ltimo que le hizo pasar, ella tena claro,
clarsimo, que nunca ms le iba a volver a ver. Pero l insiste y ella, seca, muy seca,
se resiste. Con pocas palabras Marcos la convence de que slo van a encontrarse
una vez ms para hablar de lo que ha pasado y Andrea piensa acudir a la cita
porque est indignada y tiene muchas cosas que reclamarle y muchos puntos que
poner sobre las es. Enfadada, sin fe, distante y seca, muy seca, Andrea acude a la
cita. En cuanto huele a Marcos se humedece, lo ama y est dispuesta a creer
cualquier promesa El juego entre ellos se reanuda en la casilla que dice Volvamos
a intentarlo.
Mientras Andrea se enganchaba y se desenganchaba de Marcos, como era de
esperar, la relacin con Pablo, su marido, iba cada vez peor. Sin saber qu pasaba,
Pablo notaba a Andrea ausente, ida, como en su mundo. Hablaron del problema
varias veces, pero la situacin no mejoraba y Pablo no estaba interesado en
mantener una relacin as. Propuso separarse. Andrea lo pas muy mal en esa
poca. La presencia de Pablo en su vida era una constante que ella daba por
sentada y la idea de verse lejos de l le horroriz. En ese momento supo cunto lo
quera.
El tratamiento avanzaba y poco a poco empez a emerger otra Andrea en la
consulta, una mujer que tena una vida ms all de Marcos y de Pablo: apareci la
madre de Juan y de Toms, la profesional sagaz, la amiga, la hermana menor de
una familia de cuatro hermanas, la nia que rivalizaba con sus hermanas mayores
y con su madre por la atencin del nico hombre de la casa: pap. Apareci una
mujer que disfrutaba con la cocina y preparaba autnticos manjares para su familia
y sus amigos, y una amante del cine. El caso es que mientras haba ms cantidad de
Andrea ocupando el escenario, quedaba menos espacio disponible para adorar a
Marcos y empez a verlo con cierta distancia, casi, casi, como a un hombre normal.
Marcos haba dejado de ser dios. Por otra parte, la actitud distante de Pablo hizo
que Andrea lo viera de otra manera. Empez a valorar su presencia y a disfrutar de
lo que l s le daba.
Puedo asegurar que durante el tratamiento yo no tom partido por ninguno
de los dos, cmo iba a hacerlo? Quin podra saber qu era lo mejor para
Andrea? Mi objetivo no era mostrarle cul era el hombre que ms le convena, cul
le ofreca ms prestaciones como si de un coche o de una lavadora se tratara.
Tampoco me corresponda adoptar una postura moral del estilo: El adulterio est
muy feo. Lo importante era entender qu le pasaba a Andrea, dnde estaba ella
en todo este enredo? Mi nica funcin era ayudarla a crecer, de manera que
pudiera decidir y elegir libremente lo que ella quisiera, y todo esto desde su vida
de mujer adulta y no desde la nia que permanentemente estaba impelida a
competir con otras hermanitas por el trofeo de un pap que siempre estaba con
alguna otra (como Marcos, que tambin la postergaba por otras, su mujer, sus
dos hijas). Andrea, que era la menor de cuatro hermanas y que siempre se haba
sentido perdida en medio del harem de chicas que rodeaba a su padre, haba
conseguido dar la vuelta a la tortilla de su situacin infantil y ahora, en vez de ser
una nia ms, era la nica mujer en medio de este harem compuesto por un
montn de hombres que la reclamaban: Pablo, Marcos, sus hijos Juan y Toms, su
jefe
La terapia haba tenido distintos efectos en Andrea. La relacin con Marcos
termin. Ella reconoci sus propios lmites y decidi no volver a verle. Su carrera
empezaba a tener un ritmo de ascenso progresivo y ahora tena ms trabajo. La
relacin con sus hijos, que cada vez exigan ms de ella, era mucho mejor. A la vez,
intentaba remontar la crisis que atravesaba su relacin con Pablo, aunque ese
aspecto de su vida no estaba del todo definido. Alguna vez lo estara?
Andrea no vino a mi consulta para elegir entre dos hombres, sino para
hacerse duea de s misma. Quera llevar las riendas de su vida y elegir el rumbo
que iba a seguir, con tanta libertad como su condicin de ser humano se lo
permitiera. Andrea recuper su propio mando. La autonoma que rescat no slo
le sirvi en el terreno afectivo respecto a Marcos, sino que tambin la hizo ms
independiente y ms segura de s misma en la arena laboral, lo que no tard en dar
sus frutos.
Cuando una mujer se aferra inexplicablemente a una relacin que la hace
infeliz, que no la satisface o que no tiene ningn futuro, cabe pensar en un pecado
de adiccin. Ella ha perdido el control y se ve controlada por una necesidad que la
supera y ante la cual no tiene voluntad. El pecado consiste en apostar una y otra
vez, como los jugadores, con la certeza ciega de que esta vez voy a ganar, con
un poco ms de paciencia, si lo intento. Se apuesta por una promesa, y no por
una realidad. Las promesas suelen tener formas muy parecidas: Esta vez todo va a
cambiar, estaremos juntos, no volver a ser infiel, no volver a tratarte mal.
La penitencia que este pecado trae consigo es la humillacin y el sufrimiento; la
incapacidad misma de gobernar la propia vida.
No al primer caf!
10
La impostura
Isabel
Cuando digo que los hombres nos malquieren, me refiero tambin a esos
amores malentendidos, mal dirigidos, aquellos casos en los que parece que quieren
mucho a una mujer estupenda que tienen en su cabeza, pero que poco o nada tiene
que ver con esa mujer de carne y hueso que tienen delante.
Hace muchos aos tuve una paciente a la que llamaremos Isabel. Estaba
casada y trabajaba como intrprete en congresos mdicos. Cuando lleg a mi
consulta sufra una depresin posparto, acababa de tener a su primera hija pero se
senta incapaz de atenderla, tena la certeza de que, hiciera lo que hiciera, se iba a
equivocar. Estaba casada con Enrique, un hombre bastante mayor que ella, con
quien se llevaba bien. Isabel se senta querida y cuidada por su marido, aunque
acusaba una cierta sensacin de incomodidad que no poda identificar.
Deca que sola sentirse en falta junto a l. No s, me siento torpe,
insegura, tengo miedo de hacer las cosas mal. Enrique, mayor y con ms
experiencia, se comportaba como un adorable Pigmalin que disfrutaba
educando a Isabel. Por ejemplo, antes de salir con sus amigos, familiares o
El fake
Isabel no slo haba estudiado en un colegio bilinge, sino que haba llevado
siempre una vida bilinge. Su profesin de traductora, no era una eleccin casual,
se las haba arreglado para poder vivir simultneamente en dos mundos; el del
ingls y el del espaol, el de los ricos y el de los pobres, el de los jvenes
despistados y el de los adultos responsables padres de familia. Dominaba todos
los cdigos y pasaba de un registro a otro sin apenas notarlo. Haba aprendido a
compensar las diferencias en uno y otro bando. Pareca estar igualmente integrada
en cada uno de los mundos que habitaba, a pesar de no pertenecer por completo a
ninguno. Pagaba un precio alto: sentir que su vida era un puro artificio, un fake, que
el ms mnimo descuido poda ponerla en evidencia y que tena que cuidar cada
detalle porque el engao poda quedar al descubierto en el momento ms
inesperado, y alguien, cualquier maana, cualquier domingo en misa, poda
delatarla y quitarle el disfraz.
Comprendimos que su sensacin de inadecuacin no haba surgido con la
maternidad, ni siquiera haba empezado con Enrique. Bien es verdad que nuestra
Isabel haba encontrado en Enrique al hombre perfecto, capaz de encarnar a ese
personaje que ella necesitaba para representar una y otra vez su historia infantil
con su cara y su cruz. En el pecado de soar con ganar a todas las dems y ser
proclamada princesa!, llevaba la penitencia de sentirse siempre disfrazada, y vivir
bajo el temor constante de que en cualquier momento sonaran las doce
campanadas y alguien viniera a arrancarle el disfraz y a devolverla a sus cenizas.
El descubrimiento del fake dio mucho juego. El tratamiento de Isabel result
sin duda exitoso y fue emocionante verla surgir de las cenizas de su papel de
Cenicienta para enfundarse en sus propios zapatos, en los trajes a medida
propios de una mujer inteligente e ingeniosa. Su marido estuvo muy desconcertado
con los cambios, no entenda tanta desenvoltura y lleg a pensar que Isabel
mantena otra relacin. Atravesaron una crisis de pareja importante que los llev a
plantearse la separacin. Consiguieron remontar el bache. Enrique sigue
intentando hacer de Pigmalin (ya se sabe, est en su naturaleza), pero Isabel ya
As que, con muchsima pena y una buena dosis de alivio, Cristina lo dej. De su
poca con el fotgrafo le quedaron un recuerdo incmodo, un buen amigo y
unas fotos preciosas!
Pero, siguiendo con Cenicienta, a cuntas de nosotras, de pequeas, no nos
gust el disfraz? Quin no bail un da, tambalendose, en los zapatos altos de
mam? Quin no jug a maquillarse como ella y a envolverse en sus collares?
Quin no quiso ser la ms lista, la ms guapa o la ms rica de la clase? Quin no
so con acostarse como Cenicienta y despertarse Princesa? Entonces jugbamos a
ser otras, distintas, mayores, mejores En fin, simplemente jugbamos, que es la
manera ms sana y ms natural de fingir, de impostar, de soar despiertas. Y
ahora, ya mayores, mujeres hechas y derechas, cuntas de nosotras no soamos,
todava, con que alguien venga a descubrirnos y a revelar la verdadera maravilla
que se oculta tras una apariencia ordinaria? Y a la vez, quin no ha sentido alguna
vez el temor de que suenen las doce campanadas y se rompa el hechizo?
El sndrome de Cenicienta
Las hermanastras
Ingrid
algo de msica. Todo lo dems est vedado, porque segn l son gilipolleces.
Ingrid se aburre terriblemente con los amigos de Eduardo, pero se aguanta para no
desentonar, adems, sus propios amigos estn prohibidos porque a Eduardo le
parece que sus compaeros de facultad siempre estn hablando tonteras y son
unos pijos. Hace mucho que Ingrid no va al cine a pesar de que le encanta y as
sucesivamente
Es evidente que los mundos de Eduardo y de Ingrid son muy distintos, pero
eso no sera un problema, porque ambos podran enriquecerse con la diferencia. El
problema es que esas diferencias, que Ingrid siente que los separan, ella las
resuelve amputando aspectos importantes de s misma: sus estudios, sus intereses,
sus inquietudes. Que no se sepa que ella es lista, que nadie note que a ella le
interesa la literatura, que nadie vaya a pensar que ella es una de esas pijas que
estudia y que disfruta con su profesin. Si quiere mantenerse al mismo nivel de
Eduardo y no desentonar, tendr que recortarse el taln para entrar en el zapatito.
La historia de Ingrid y Eduardo termin. l dej a Ingrid por otra, por otra
que nadie se habra atrevido a comparar con Ingrid. Una ms simple, menos
guapa, ms rstica y menos fascinante que Ingrid. Una, cuyo pie encajaba con
naturalidad y sin que nada le sobrara en el nico zapatito de cristal que Eduardo
poda ofrecerle a una mujer.
Mientras que el hombre Pigmalin piensa que su Cenicienta es una mujer a
la que l puede transformar en princesa y dedica un gran esfuerzo e inters en esa
transformacin, la Mujer-Hermanastra tiene peor concepto de su pareja. Ella piensa
que su pobre Eduardo es un ser incapaz de cambiar y que es ella la que
generosamente tiene que renunciar a sus propios logros para adaptarse, por eso se
mutila los talones y se hace la coja para acoplarse a l. La de Ingrid y Eduardo es
una pareja compuesta por una Sper Cenicienta! y un Pobre dios!
Por mucho que un hombre nos prometa que junto a l nunca ms
tendremos que ir andando, ms vale contar con nuestras extremidades al
completo para poder pisar firme y caminar con nuestros propios pies. En la vida no
tenemos que restarnos nada, todo lo que sea sumar y multiplicar est muy bien.
Para dividir, para restar, ya est la realidad, no hace falta que nosotras mismas nos
quitemos mritos.
Ya s que en las zapateras este tema es mucho ms fcil de tratar que en la
vida, pero por qu una mujer no se prueba unos cuantos hasta encontrar uno de
Los hombres
11
La infidelidad
Los tringulos
Qu quiere el hombre?
No te puedo comprender,
corazn loco.
No te puedo comprender
ni ellas tampoco.
Yo no me puedo explicar
cmo las puedes amar
tan tranquilamente.
Yo no puedo comprender
cmo se pueden querer
dos mujeres a la vez
y no estar loco.
Merezco una explicacin
porque es imposible
seguir con las dos.
Aqu va mi explicacin,
a m me llaman sin razn
corazn loco.
UNA es el amor sagrado,
compaera de mi vida,
esposa y madre a la vez.
Y LA OTRA es el amor prohibido,
complemento de mis ansias
y al que no renunciar.
Y ahora ya puedes saber
cmo se pueden querer
dos mujeres a la vez
y no estar loco.
Parece que ese hombre que lo quiere todo, no lo quiere de cualquier forma,
sino por partes. Por partes que, adems, mientras ms alejadas y disociadas se
encuentren entre s, mucho mejor.
Segn el bolero la una, de la cancin y de la vida, es la esposa y representa
literalmente a la madre, que es sagrada, es decir, intocable, aqulla cuya
profanacin supondra un sacrilegio. A sta la imaginamos como una buena
esposa y compaera abnegada y desprendida.
La otra, en cambio, tiene, para empezar, el atractivo de ser lo prohibido, un
atributo que suele funcionar como un imn. Parece que esa otra es la encargada
de calmar el apetito sexual del interesado.
Me temo que Freud no conoci el bolero, pero no se habra escandalizado
con la letra, ya que en 1910 observ que a veces el hombre elige como pareja a una
mujer que le inspira respeto, pero que no le excita sexualmente y, en cambio, slo
es potente sexualmente con otras mujeres, las prohibidas, a las que no ama y con
frecuencia no es capaz de respetar.
De acuerdo con este razonamiento, si el hombre del bolero, por un milagro,
se encontrara a una mujer completa, no tardara en fragmentarla y en desactivar en
ella algunos de sus atributos y convertirla en esa media mujer que l necesita que
ella sea. Si la convierte en esposa y madre la tendra confinada al silencio del
cuerpo. La venerara con esa adoracin que se profesa a las divinidades, a mam
ni tocarla, pero no podra permitirse el lujo de desearla, y de este modo
conseguira desterrar en ella a la amante. Si la colocara en el papel de amante, la
deseara con impaciencia pero no podra respetarla. Si llegara a respetar a la
amante y a ponerla en el lugar de la esposa (si se casara con ella, por ejemplo),
dejara de desearla como amante y volvera a empezar la cacera hasta encontrar a
otra
Marina y Boris
Madre o amante
que se prefiere muerta que impura, una madre que le sigue persiguiendo porque
las imgenes mentales no desaparecen con unas cuantas pualadas.
Eva y Lillith
Sin embargo, antes, mucho antes que las brujas y las madrastras de los
cuentos infantiles, hubo una madre universal: Eva. Todos sabemos que Eva fue la
primera mujer y que naci mansamente de una costilla de Adn. Fue la esposa de
Adn, madre de Can y de Abel y a travs de ellos madre de toda la humanidad.
Una nica mujer reina en el Paraso, redonda, completa, sin dobleces. No? Pues
no. Ni siquiera Eva se salva de tener una Otra que la complete. Eva tiene tambin
su cara oculta, y la cara oculta de Eva, su lado oscuro, se llama Lillith.
Segn la mitologa hebrea, antes de Eva fue creada Lillith, a imagen y
semejanza de Dios, igual que Adn. No provena de su costilla, sino que era su
igual. Segn alguna versin del mito, Lillith abandon a Adn. Segn otras, fue
repudiada por l. En ambos casos su pecado consisti en querer disfrutar del sexo
tanto como Adn y a su manera. Otros le atribuyen la osada de haber pronunciado
el nombre de Dios. El caso es que Lillith era una mujer libre que haca las cosas a su
manera y por ser libre fue exiliada al mar Rojo, regin que abunda en demonios
lascivos y nunca ms pudo ser ni esposa, ni ama de casa. Segn la Biblia de los
cabalistas, Lillith desempea dos papeles: estrangular a los nios ajenos y seducir a
los hombres que suean mientras duermen solos. Segn Isaas, vive acompaada
por stiros en las ruinas del desierto. Dicen de ella que, para intentar saciar su
insaciable sexualidad, acostumbraba a salir por las noches en busca del semen
desperdiciado por los hombres que duermen solos para fertilizarse y crear
demonios. Lillith es la diosa vehemente y multiorgsmica del erotismo femenino.
Con su sexualidad desbordada, esta mujer tan atractiva como peligrosa comparte
cartel con sirenas y amazonas, las figuras femeninas de la mitologa que estn entre
las que gozan de una representacin ms inquietante.
Casi nadie parece haber odo hablar de Lillith, y es que la familia mtica, la
originaria, funciona como todas las familias tradicionales. A la amante no hay que
nombrarla. Todos saben que la amante existe porque la huelen, porque la intuyen,
pero lo cierto es que nadie habla de ella, la Otra est borrada. Lilith no ha sido
una excepcin. Tambin a Lillith la han borrado de la historia de la familia
humana. Su frivolidad fue castigada con dos exilios, primero con el exilio fsico al
mar Rojo, ltimo rincn de la tierra donde fue expulsada, condenada a vivir
rodeada de seres infernales y luego, por si acaso, fue condenada al peor de los
exilios, al exilio simblico del silencio. En la historia oficial, en la Biblia, como en
las mejores familias, apenas se menciona el personaje de Lillith, slo el profeta
Isaas reconoce su existencia (34, 14).
Desde el principio de los tiempos, los dos aspectos de lo femenino estn
drsticamente separados, de un lado Eva, la buena, la abnegada, honesta, madre de
toda la humanidad, ama de su casa, esposa fiel. Del otro lado, muy apartada, en las
profundidades del mar Rojo, est Lillith, la mujer apasionada, la amante insaciable
devorada por la lujuria, la mala, la madrastra traidora y peligrosa. Dos aspectos de
una misma mujer separados en las Sagradas Escrituras y en la mente del hombre y
la mujer.
Y el comn de las mujeres? Somos Eva o Lillith? Madres o amantes?
Tenemos que elegir? La disyuntiva de la mujer es muy compleja. Eva y Lillith son
dos aspectos de s misma. Tendremos que desterrar a Lillith al silencio para ser
una Eva respetable? O nos veremos obligadas a renunciar a Eva para poder
disfrutar de Lillith? En todo caso, lo que parece cierto es que la sombra de una
Otra planea continuamente sobre la feminidad, y la mujer, en su bsqueda,
tendr que vrselas con esa dualidad.
Qu quiere la mujer?
Qu quiere una mujer? Es una pregunta que se han hecho a travs de los
siglos muchos hombres, entre ellos Freud, que la expres formalmente en uno de
sus textos sobre la sexualidad femenina. Todos pretenden responderla, como si
alguien pudiera llegar a saber con exactitud qu es lo que quiere una mujer.
As como dije que el hombre lo quiere todo, la mujer siempre quiere otra
cosa. Me explico: imaginemos a una mujer comprando ropa. Se prueba todo y,
cuando digo todo, quiero decir TODO, hasta que, finalmente, muy finalmente,
elige algo. Problema resuelto! Al fin! Pues no, porque cuando llega a su casa y se
lo prueba, se da cuenta de que eso que eligi no termina de convencerla. Ella, en el
fondo, lo que quera era otra cosa. As que al da siguiente tiene que regresar a la
tienda para cambiar eso que acaba de comprar y que hasta ayer le haca ilusin
tener y que hoy ya no le gusta nada.
No en vano, popularmente, se juega mucho con la caricatura de la tpica
mujer que mira con desaliento un armario abundante y que repite esa frase que
entonamos todas las mujeres de la tierra y que seguramente invent Eva (o habr
sido Lillith?):
Y es que, de todas las hojas de parra del Paraso, no hay nada que ella se
quiera poner hoy Hoy, justamente hoy, ella quera ponerse otra cosa.
El ejemplo ms claro que se me ocurre es el de mi amiga Vanessa. Cuando va
a comprar algo, suele llevarse dos de cada, uno de cada color Para elegir con
calma, dice ella.
La Una y la Otra
Rebeca
La pelcula Rebeca funciona como una metfora perfecta para entender mejor
este tema tan complicado de la Otra. Rebeca es una pelcula de Hitchcock basada
en una novela homnima de Daphne du Maurier, en la que una joven y tmida
dama de compaa conoce a un acaudalado viudo cuya bella esposa, Rebeca, acaba
de morir. La nueva pareja se casa y se traslada a vivir a Manderley, la mansin del
viudo.
Cuando la joven llega a ocupar su sitio en el nuevo hogar, descubre que no
hay espacio para ella porque la casa est plagada de recuerdos de Rebeca, la esposa
difunta. En cada rincn algo evoca a la muerta. Pero no slo los objetos la tienen
presente, tambin los familiares y amigos del marido la recuerdan y la comparan
continuamente con la nueva mujer. En las comparaciones, Re beca siempre gana.
La nueva, en cambio, est convencida de que nunca podr ocupar el lugar que dej
vacante aquella mujer extraordinaria que desde el ms all parece respirarle en la
nuca. La nueva se siente tan insignificante, tan poca cosa, que le resulta imposible
competir con esa muerta perfecta. Su marido nunca podr quererla como quiso a
Rebeca. Lo curioso es que no es el marido quien ms la recuerda, l apenas
menciona a Rebeca y no parece que la eche mucho de menos. Quien se ocupa de
rendirle culto y de mantener viva su memoria es una siniestra ama de llaves. Una
oscura mujer solterona, amargada, reseca, que ha convertido a Rebeca, en su
Otra, hasta el punto de enloquecer de veneracin por ella.
Habrn notado que cuando me refiero a la nueva mujer, a la chica, a la
nueva no le pongo nombre. No es capricho, ni es descuido, es que no s cmo se
llama. Nadie lo sabe, a quin le importa? A lo largo de toda la pelcula nadie la
menciona. Esa pobre mujer, la malquerida, la segundona, la pobre Cenicienta,
siempre dispuesta a prestar su pie para pasar alguna prueba no tiene nombre, no
tiene identidad, no existe ms que como alguien que pretende usurpar el lugar de
la fabulosa Rebeca. Durante las dos horas de pelcula vemos a la chica entrar y
salir, subir y bajar y, sin embargo, nadie le pregunta su nombre, nadie la nombra, ni
echa de menos saber cmo se llama, porque a pesar de ser ella la que est viva,
Esta Rebeca conjuga su poder sobre cada mujer en todos los tiempos
verbales. La pelcula est dedicada a la que podemos denominar la Rebeca en
pasado. La protagonista de la historia vive bajo la estela que dej una mujer que se
fue. Carmen Posadas dedica su libro El sndrome de Rebeca a esta Rebeca pasada, a
las heridas que deja un viejo amor. En la realidad, podemos estar hablando de la ex
novia, la ex mujer, la ex amante, cualquier mujer que haya ocupado ese lugar
antes que ella.
Esta Rebeca tiene un poder y una fuerza asombrosos sobre su vctima. All
donde hubo otra mujer quedan los pliegues que dej su cuerpo entre las sbanas,
queda su aliento y quedan sus olores. Se puede tropezar con su cepillo de dientes
olvidado en el cuarto de bao, o con una nota de su puo y letra que diga algo tan
intrascendente y tan personal como: Cario, no te olvides de llevar esta ropa a la
lavandera. Desde su ausencia, esa Rebeca en pasado parece justificar la
curiosidad y el inters que despierta. Como ella fue primero (como la madre), ella
personifica la medida de lo que significa ser una mujer. Me quieres ms que a
ella?, Eres ms feliz conmigo que con ella?, Cul de las dos te gusta ms?
son el tipo de frases que despierta con ms frecuencia la Rebeca en pasado.
La Rebeca que conjuga su poder en presente es la rival propiamente dicha, el
enemigo a batir. Es la Otra oficial con la que la mujer tendr que competir en
vivo y en directo. Segn el tringulo que tenemos sobre la mesa, esta Rebeca ser la
mujer del amante, o la amante del marido. Esta Otra suele ser de carne y hueso.
Curiosamente, su condicin de ser tangible, en vez de hacerla ms peligrosa, la
convierte en un contrincante ms accesible, con virtudes y defectos, alguien con
quien se pueden medir fuerzas, alguien a quien incluso sera posible vencer. Es
verdad que hay mujeres que en su tesn por querer otra cosa siempre se
empean en conseguir lo que tiene la de al lado, y slo se fijan en hombres que
estn acompaados de alguna Rebeca para ganrselos a ella.
La Rebeca que conjuga su poder en futuro tiene, en cambio, una fuerza y una
Teresa
Tal vez la relacin que mantuvo Teresa con Andrs fue una forma segura de
cumplir esa broma de la adolescencia que consista en vivir con su mejor amiga.
Teresa cumpla un sueo del que ella misma no era consciente. Eso s, lo haca a
travs de un tercero y sin tener que poner en juego su identidad sexual. El sueo
secreto de Teresa es un sueo que tienen todas las nias del mundo y que se llama:
quiero casarme con mam, porque mam es el primer objeto de amor tanto para las
nias como para los nios. Ms adelante, cuando pap entra en escena, ese primer
sueo toma otra forma y pasa a llamarse: ahora quiero parecerme a mam para poder
enamorar a pap. Es el momento en el que la nia empieza a taconear con los
zapatos de su madre y se decora entera con su lpiz de labios.
A Teresa no le bastaba con querer ser como su amiga. Para eso habra
bastado con copiarle el perfume o cortarse el pelo como ella. Teresa quera ser su
amiga, ocupar su lugar, y necesit hacerlo de una forma concreta, usurpando su
cama.
12
Los celos
Pablo
padre) y ahora resulta que, por si fuera poco, Pablo est obligado a compartir a
sa con dos intrusos a los que tiene que cuidar y llamar hermanitos.
El padecimiento de Pablo es tan horrible, que a sus nueve aos prefiere
morir antes que soportar el dolor que est sufriendo.
Si en el relato de Pablo cambiramos madre por mujer y nueve aos
por cuarenta y cinco, estaramos ante un hombre celoso, que probablemente
maltratara a su pareja, torturndola a gritos con sus sospechas y sus reproches.
Con cierta frecuencia recibo a padres desesperados que consultan porque
tienen un hijo que sufre del mal de celos por culpa de la llegada de un hermano
menor. A los padres, generalmente, les cuesta entender el porqu de esas
reacciones tan desmedidas y dicen sorprendidos: Slo por la llegada de un
hermanito!, como si fuera poca cosa.
El caso de Pablo era extremo. Sus ataques de ira no slo perturbaban sus
relaciones familiares sino su vida escolar. Su sufrimiento era de tal intensidad, que
a sus nueve aos no se senta capaz de soportarlo y prefera morir. Pablo tard
algn tiempo en enterrar el hacha de guerra, en sepultar sus celos y en aceptar su
lugar en la vida: ese lugar un poco triste que todos compartimos y que consiste en
ser uno ms.
Para casos de celos infantiles ms cotidianos, por los que con frecuencia me
consultan, he encontrado una manera infalible de ayudar a los padres a ponerse
irremediablemente en el lugar de su hijo y comprender el derecho que tiene el
pequeo a estar celoso.
La unidad perdida
Lo normal sera que cualquier adulto que escuchara este relato se tapara los
odos horrorizado y no me dejara continuar: No me lo recuerde, que es lo peor
que me ha pasado en la vida!. Eso tendra que decir y, sin embargo, lo que
cualquiera dir es: No, no lo recuerdo. Yo Pablo? Nunca! Yo no. No debi ser tan
grave, porque no lo recuerdo. Y no mentira, claro que no lo recuerda!
Es que los celos infantiles son tan dolorosos y estn tan mal domesticados
que, para no querer morirse como Pablo, para poder seguir viviendo a pesar de
ellos, para no seguir los pasos de Can, para aprender a leer y escribir, para
abandonar la pataleta por la cartilla y las pasiones desenfrenadas por la tabla de
multiplicar, es necesario enterrarlos, mantenerlos bajo llave y comportarse como si
nunca hubieran existido. Desde entonces, slo se tiene acceso a los celos desde la
experiencia adulta actual.
Y el celoso se cree muy maduro
El caso es que esos celos, aqullos, los primeros, los que nos dejaron
marcados para siempre, los olvidamos. As de simple, los borramos de nuestra
mente. Sin embargo, por mucho que los borremos, no desaparecen del todo.
Duermen sepultados en el ltimo rincn del inconsciente, en ese desvn al que han
ido a parar los deseos y las pasiones inconfesables, el miedo, los amores y los odios
en su estado ms puro. All descansan escondidos, dormidos, pero no muertos, nos
acechan desde su guarida y nos basta con escuchar el rumor de los ronquidos del
dragn de ojos verdes como bautiz Shakespeare a los celos para hacernos
temblar y sufrir como si fuera el primer da.
La experiencia actual lo nico que hace es despertar al monstruo infantil, y
estos celos nuevos cobran la forma exacta de los celos de antao y los ojos verdes
del dragn se quedan ciegos por el dolor, el dragn est loco de celos Lo que
estaba sepultado en el inconsciente resucita con la misma intensidad de ayer y
atrapa a su vctima sin previo aviso.
Gracias a ese olvido tan bien ejecutado, casi perfecto, nos cuesta tanto
comprender los celos de los nios y la sexualidad infantil y necesitamos acudir a la
informacin ms reciente que tenemos a mano como si fuera la nica, como si
fuera nueva y no estuviera teida por el pasado.
Los celos son sentimientos normales que cumplen ms de una funcin en la
vida afectiva del sujeto. Para empezar, aparecen como esa seal de alarma que nos
obliga al reconocimiento del tercero, pero el tercero no es slo ese que nos arranca
a la madre nos la quita, sino tambin ese que nos arranca de la madre
nos salva de su dominio es decir, el tercero nos permite escapar de la relacin
asfixiante con la madre. La salida de esta situacin de exclusividad tambin tiene
sus ventajas: el nio adquiere su pasaporte de autonoma una promesa costosa
pero necesaria.
El celoso vive entre la espada del amado y la pared del rival. En la mente del
celoso siempre hay tres. Dos que se pegan y uno que mira a los que se estn
pegando En algunos casos los dos que se pegan son el amado y el rival, y se
pegan en el sentido de juntarse, de acercarse entre s. Entonces, el celoso est
condenado a mirar, es el excluido que observa cmo los otros dos se aman.
O bien hay dos el celoso y el rival que se pegan en el sentido de luchar
entre s, en cuyo caso el celoso cobra un papel protagonista y su mximo inters
est concentrado en pegarse con el rival, en luchar contra l, en medirse con l.
En este caso el que mira es el amado. El trofeo por el que los dos rivales se estn
peleando, supuestamente el ms importante de los tres, se convierte en el tercero
excluido. Recordemos el caso de Marta, Mauricio y Toms. Cuando ellos dos
competan entre s por conseguir a Marta, estaban tan concentrados en su
contienda, que solan olvidarse de Marta Tambin hay mujeres celosas que estn
ms pendientes de la Otra, de su Rebeca particular, que de su amado.
Todo Can tiene su Abel, toda Desdmona su Otelo, todo Jasn su Medea y
viceversa. Hay dos maneras en las que una persona se puede ver obligada a
convivir con los celos: con los que siente o con los que despierta. No recomiendo
ninguna de las dos, cualquiera de ellas puede ser un infierno.
La primera modalidad consiste en sentir celos, ser el excluido. Es el caso de
la mujer que est con un hombre que hace su vida y que la expone a contemplar
sus aventuras. En una situacin como sa se mezclan sentimientos contradictorios
de dolor; de angustia por la prdida; de odio o admiracin por el rival, con
reproches a s misma por no haber podido conservar el objeto de amor. Los
sentimientos de culpa y de desvalorizacin vienen a sumarse a la prdida. A veces
la mujer se siente engaada en una doble vertiente, no slo por la infidelidad de la
que ha sido objeto, sino por el engao de fondo: por no haber previsto que podan
engaarla.
El miedo
La pasin y el miedo
De la dependencia a la autonoma
13
Las amigas
No conozco a ninguna mujer que pueda sobrellevar ella sola los quebrantos
de un mal amor. A quin recurrir? Cmo resguardarse? Ante quin plantar el
pliego de reclamaciones? Las opciones son mltiples. Sin embargo, me parece que
las tres alternativas ms solicitadas, las que suelen tenerse ms a mano, las
constituyen las amigas, los terapeutas y los orculos.
Las amigas son orejas perpetuas capaces de soportar el alelamiento de los
comienzos felices, las venidas, las peleas y los reencuentros. Soportan los
desplantes: Si, ya s que habamos quedado, pero es que hoy me ha llamado. No
te importa, no? T me entiendes. Y s, la mayora de las amigas s que entiende, y
a pesar del plantn siguen ah, paos de lgrimas que nos sujetarn cuando
seamos nosotras las olvidadas, las malqueridas.
En el otro extremo est el terapeuta, que no aparecer en escena ms que en
caso de necesidad y a peticin de la interesada. Ya veremos que el terapeuta
cumple una funcin especfica, diferente a la de las amigas. El terapeuta empieza
donde las amigas ya no pueden llegar.
Y entre las amigas y el terapeuta se echa mano de todo lo dems. He
designado con el trmino orculo a todos aquellos recursos a los que se acude en
busca de respuestas en momentos de angustia o de incertidumbre. En el epgrafe
Las amigas
comentarme sus preocupaciones con sus hijos o para contarme algn sueo. Ahora
es ella la que me recomienda qu leer y sigue supervisando milimtricamente el
estado de mis cejas.
Tengo otra amiga, ms reciente, con quien no me atrevera a competir en el
terreno intelectual. Se trata de una colega brillante que conoce la obra de Freud casi
como si la hubiera escrito ella misma. La librera de su consulta est a mi
disposicin como estuvo en su momento el armario de Miss Venezuela. En este
caso, yo soy la frvola que sugiere modas y recomienda los colores ms adecuados.
Con una y con otra cuento y ambas cuentan conmigo a ciegas para los
desconsuelos y las dichas; y lo mejor: con una y con otra me ro a carcajadas!
La amistad entre dos mujeres depender de la capacidad que cada una de
ellas tenga para no quedar sepultada por la envidia. En la amistad, la envidia y la
competencia se subliman; no es necesario apropiarse o robar los atributos de
una amiga porque se tienen a libre disposicin, en la misma medida en la que ellas
cuentan con los nuestros. La envidia se desactiva porque todo lo suyo es nuestro y
todo lo nuestro es suyo, porque ella soy yo y yo soy ella, porque sus triunfos son
mis xitos y sus fracasos mis derrotas. Las amigas nos complementan y estn ah
para utilizarse mutuamenteen el mejor y en el peor de los sentidos. Las amigas
han de funcionar como funciona el osito de peluche de un nio y han de usarse
unas a otras de la misma manera. Segn el momento el pequeo no puede respirar
si no tiene muy cerca al osito, al instante siguiente lo abandona tirado en un rincn
porque se siente muy mayor, y sbitamente lo va a buscar y lo recupera con
desesperacin cuando ha tenido un hermanito y se siente desplazado.
Sin duda es una suerte tener amigas y es un arte cultivarlas.
No recuerdo a qu famosa le escuch contar el secreto de su xito para tener
amigas. No pareca muy complicado, pero llevarlo a la prctica requiere de una
cierta habilidad. Su secreto consista en saber pedirle a cada amiga, slo lo que cada
amiga puede dar. A la amiga que es capaz de quedarse contigo hasta las tres de la
maana porque sufres mucho, no le pidas que responda a tus mensajes
diariamente. La que est al tanto de tu vida y te llama todas las semanas nunca te
prestara veinte euros. De la que est dispuesta a prestarte la suma que necesites no
esperes que recuerde tu cumpleaos y as. Lo cierto es que con frecuencia
incumplimos esta mxima tan mnima y a todas las suponemos preparadas para
todas las faenas de amiga, de ah los problemas, los desencuentros y los
resentimientos entre amigas.
Amigas testigos
En lo que a los amores de cada una se refiere, las amigas cumplen un ciclo
ms o menos previsible. Al principio son el pblico objetivo, ellas aplauden el
prodigio y la suerte que tuvo la elegida de haber topado con ese ser sobrenatural.
Las amigas asisten a la retransmisin en directo de cada movimiento: los
comienzos, la incertidumbre, la emocin de cada encuentro. Hoy la ha mirado!.
Llamar o no llamar? Es como si todas juntas respondieran al telfono
cuando l llama, como si todas se acicalaran y asistieran juntas al primer
encuentro Y al da despus de ese encuentro, y a la espera, y al otro da. Hasta
que llega un momento en el que ya las amigas no caben todas juntas en la escena y
se quedan solas haciendo un corro, ilusionadas y sin ella, porque la elegida ya no
las necesita. Cuando ella est con l, las amigas sobran, y es as como tiene que ser.
Las amigas podran hacer un grfico del estado preciso en el que se
encuentra la relacin de una determinada mujer en cada momento. Si las cosas van
bien con el chico, ellas estn de ms y no existen. Cuando la relacin empieza a ir
mal, ellas son las primeras en enterarse. Escuchan las desdichas e inmediatamente,
las muy ingenuas, se ponen en contra del malo y de parte de su amiga. Entonces
la amiga se ofende porque no la entienden. No entienden que su queja no pretende
poner en tela de juicio las bondades de su dios.
Las amigas deberan haber comprendido que la protagonista ha sido la
elegida para recibir una revelacin divina y por eso hay que pagar un cierto precio,
nada ms. Ella es la nica que sabe quin es el verdadero-dios-verdadero. Ella sabe
que se hace llamar Antonio o Hugo para despistar, pero ella, que le conoce
profundamente, ella, que le ha visto por dentro, ella, que ha tenido la suerte de
pasar alguna noche junto a l ella sabe que es dios!
Las amigas padecen, disfrutan, se ocupan con los avatares, las idas, las
venidas, las peleas definitivas y las violentas reconciliaciones. Cuando l la deja,
ella va a buscar a sus amigas. Cuando l regresa son las amigas las abandonadas.
Para merecer el ttulo de amiga, hay que estar all, como si no se tuviera otra
cosa que hacer que esperar por el parte de la climatologa emocional de la amiga:
borrascas, sol radiante, marejadas, nubosidad variable y el tsunami! Despus del
tsunami las amigas son especialmente necesarias para encontrar uno por uno los
pedazos de ella, que quedaron esparcidos por la orilla, y han de guardarlos con
cario hasta que puedan reconstruirla. Las amigas restauran, remiendan con hilos
de su piel, con los hilos que sobraron de la ltima vez que otra amiga las
recompuso a ellas. Las amigas zurcen los pedacitos, llevan de la mano, dan de
comer y ensean otra vez a caminar. Las amigas prometen un futuro mejor, ese que
segn ellas su amiga se merece. Y as una vez y otra vez, a pesar de que, cuando la
convalecencia parece encaminada, toda la filigrana se va al traste. Con una sola
llamada de telfono, con slo escuchar la voz de Adn, la artesana emocional que
la amiga ha bordado se desbarata.
Y hay que saber moverse en ese nuevo escenario! Porque despus de la
reconciliacin, las amigas son testigos incmodos. Las agujas de remendar y el hilo
de zurcir todava caliente entre las manos de la amiga, recuerdan a la enamorada el
dolor de ayer y ella slo quiere saber de la dicha de hoy. Ella slo pide ser feliz
junto a ese hombre extraordinario que la quiere tanto y que tanto la hizo sufrir sin
querer. Lo que pasa es que sus amigas no lo conocen como ella y por eso no lo
entienden. En momentos como stos las amigas se transforman en el enemigo de la
felicidad de la pareja. Hay que evitarlas, mantenerlas alejadas para que no
estropeen la imagen idlica de esa supuesta unin feliz.
Esto es as en todas las relaciones, con los buenos y los malos amores, con las
amigas a las que sus parejas quieren bien y con las malqueridas. Pero cuando las
cosas no van bien, las amigas se convierten en el mensajero inoportuno, portador
de un mensaje que no se quiere escuchar.
La malquerida desaparece, se evapora, se avergenza de haber cado por
ensima vez. Le da pudor incluso con las amigas ms cercanas y se encierra en su
bnquer de dolor, porque ella es la nica que sabe que la felicidad verdadera estar
por llegar. Oculta a las amigas las buenas nuevas, la llamada que esta maana le
hizo dios directamente a su telfono mvil, y el encuentro apasionado,
desesperado, que tuvieron anoche. No hay duda: es dios! Y as, hasta la prxima
Regresar, desgraciadamente ms tarde o ms temprano, la amiga regresar
Una vez conoc a una Eva, cualquier Eva, que cuando supo que yo estaba
escribiendo este libro me cont su historia. Se haba entregado sin reservas a los
quebrantos de un mal amor. Su Adn era del tipo pecador intermitente, de estos
que van y vuelven. De los que despus de una noche deliciosa de diversin y de
pasin, en vez de decir: Maana nos vemos, dice: No me llames, que ya te llamo
yo. Y por supuesto que no llama, y no llama, y no llama. Y no responde a las
llamadas que Eva jur no hacer y que Eva hizo. Y parece que se lo ha tragado la
tierra hasta que una tarde, dos meses despus o dos aos, llama otra vez como
si nada.
Sometida a ese rgimen de pasiones e imprevistos, de abandonos y
reencuentros, Eva haba empezado a perder peso y dorma mal. Adn, en vez de
darle un hijo, la haba dejado preada de angustia y Eva estaba obligada a convivir
con un nudo en el estmago que creca como si fuera un monstruo en su interior;
un demonio peludo con uas y dientes, que la morda y la araaba por dentro. Eva
no poda vivir con Adn y no saba vivir sin l.
Cuando la conoc, Adn era pasado en la vida de Eva. Fue entonces cuando
ella misma se enter de lo que sus amigas haban hecho aos atrs. Eva tena
muchas amigas de distintos mbitos, pero haba dos de esas amistades que forjan
sus cadenas en el patio del colegio. De esas con las que se comparte con la misma
naturalidad los lpices de colores, la merienda, el primer beso y la primera regla.
Digamos que las amigas de esta supuesta Eva se llamaban Marta y Mara.
Marta y Mara, tan amigas de Eva, no llegaron a conocer a Adn porque l
no quera compromisos. El caso es que en una de las tantas recadas de Eva, una de
esas veces en las que el sufrimiento la haba llevado a urgencias presa de una crisis
de ansiedad, sus amigas se constituyeron en Comando Antiangustia de Eva, en
Amigas sin Fronteras, dispuestas a todo con tal de salvar a su Eva de las garras de
ese Adn.
Una de ellas busc y busc hasta dar con el lugar de trabajo de Adn y lo
llam. Concert una cita con l como si fuera por una cuestin laboral, y all que se
fueron Marta y Mara a hablar de hombre a hombre con el malhechor para
ponerle unos cuantos puntos sobre unas cuantas es y prohibirle terminantemente
que volviera a torturar a su Eva. Ni qu decir que Adn fue un encanto con las dos,
ni qu decir que desactiv el comando con una promesa firme de no seguir
perjudicando a Eva, ni qu decir que jur guardar esa visita en el ms absoluto
secreto, ni qu decir que desaloj el despacho en quince minutos y que sigui en su
tnica habitual, haciendo lo que le vena en gana.
Entiendo que invadir el despacho de un Adn, incluso de ese Adn, es ir
demasiado lejos, pero, una amiga puede ir demasiado lejos? Lo que es verdad
es que las amigas estn all para ir demasiado lejos y meterse hasta la cocina. Y
nunca mejor dicho, porque hay cocinas clidas, inventadas para las confidencias
entre mujeres. Las amigas opinan, aconsejan Estn en su obligacin. Para eso son
amigas. Una salvedad. Hay que saber meterse hasta la cocina y saber detenerse en
el umbral del cuarto de bao. Hay intimidades que ni siquiera la mejor amiga debe
violar, hay sinceridades que no alivian, que slo duelen.
Si la amiga tiene las puertas abiertas, el terapeuta, en cambio, espera.
Escucha con la misma atencin el desastre, la cada y la recuperacin. El
reencuentro y la despedida. Y es que el terapeuta est escuchando otra cosa, otra
historia, no la historia oficial sino la otra, la secreta, la historia original, la infantil, el
origen de todas las historias.
Amigas termmetro
14
Los orculos
La lectura de cartas
Victoria
por fin, un seis de diamantes eligi a una J de trboles! Victoria sonri, me mir
con los ojos entornados, casi en blanco, suspir y confirm:
Ves? Una nia de seis aos con un chico de once!
Se levant dando saltitos y gritando:
Yo lo saba! David, va a ser mi novio! David es mi novio! David es mi
novio!
Victoria tiene slo seis aos y ya apunta maneras. No me parece que esta
lectura de cartas sea muy distinta que aqulla por la que pagan tantas mujeres a
una bruja. El azar lleva a un rey junto a una reina, un arcano mayor junto a otro,
y la suerte est echada: el destino est escrito y as como gracias al juego de
hacer parejas Victoria y David ya son novios, una mujer descubre, por el azar
de una carta que se desliza en el momento justo, que ella ser eternamente feliz
junto a su rey de corazones.
Convicciones como stas permiten a los humanos evadir unos ms, otros
menos, el yugo de la realidad. Qu importa si un hombre nos ignora, como
ignora David que Victoria existe? La verdad se esconde entre esas cartulinas de
colores frgiles y gastadas por el peso del destino. Las cartas tienen la razn: el rey
de corazones ser nuestro.
Gustavo
A Gustavo, con tres aos, le encanta mirar cuentos y, como todava no sabe
dibujar, me pide que le dibuje en hojas sueltas ciertos personajes que para l son
fundamentales: Chico y Chica (ms conocidos en todo el mundo como Hansel y
Gretel), Pap (padre de la Sirenita), la Sirenita, la mam de la Bella Durmiente, la
MadrastraBruja de Blancanieves, el cocodrilo de Peter Pan, la Cenicienta con
tacones, diversos Prncipes y as sucesivamente. Una vez dibujados, Gustavo
recorta el trozo de papel donde aparece el dibujo y pasa a ordenar en distintos
montones a esos personajes tan significativos de su mundo interno. En un montn
coloca a las brujas y al cocodrilo. Y en otro a todos los dems, esta vez la
clasificacin consiste en buenos y malos. Despus los ordena por chicos y
chicas, independientemente de que sean buenos o malos y luego por quequeos o
mayores. As, el universo de Gustavo est en sus manos y l lo puede organizar a
su antojo. Por ahora todo se divide siempre en dos grupos, que no necesariamente
ocupan las mismas categoras: buenos y malos; chicos y chicas; o grandes y
pequeos. A veces esconde a los mayores o castiga a los malos y los encierra.
Observando este juego me pareci que Gustavo haba inventado las cartas
del tarot sin saberlo y que se echa las cartas a s mismo a su manera, con esas
representaciones mentales que aparecen en esos pequeos pedazos de papel y que
son una suerte de Arcanos Mayores, figuras que estructuran el psiquismo y le
permiten a un nio de tres aos sentir que l puede controlar su destino.
A travs de este juego, Gustavo ha puesto orden en su cabeza y algo de su
caos interno ha quedado hbilmente organizado merced a ese juego de cartas tan
simple y a la vez tan universal.
Con el juego de Gustavo quiero ilustrar que los personajes significativos de
la humanidad, sus grandes preocupaciones: buenos y malos (que representan al
amor y al odio), grandes y pequeos (que representan la diferencia entre
generaciones), chicos y chicas (que representan la diferencia entre los sexos)
encuentran una va de representatividad a travs de esas figuras mticas que toman
cuerpo y aspecto humano en las cartas que el nio crea y utiliza para jugar. Estas
cartas no son un invento casual de Gustavo, sino la consecuencia lgica de una
necesidad.
Aunque yo est convencida de que fue Gustavo, a sus tres aos, quien
invent las cartas del tarot, dicen los libros que su historia se remonta al ao 1000
antes de Cristo, cuando los chinos lean su fortuna por medio de dados de papel.
En el 1000 despus de Cristo, los rabes de El Cairo jugaban con naipes pintados a
mano muy parecidos a una serie del siglo XIV conservada hoy en Estambul y que
se supone dictada directamente por Toth, el dios egipcio encargado de las medidas
del tiempo y de predecir el futuro. A finales de ese mismo siglo surge en Italia el
juego del tarot, compuesto por una baraja similar a la espaola, con veintids
figuras simblicas denominadas Arcanos Mayores. Un ejemplar de esa poca se
conserva en la Biblioteca Nacional de Pars. Con el tiempo, los naipes dejan de ser
de uso exclusivo de los reyes y la nobleza. La fabricacin de papel y ciertos medios
tcnicos permiten su divulgacin. Los nobles encargan las barajas a artistas y
doradores, mientras que el pueblo se conforma con cartas realizadas por medio de
la xilografa, la clase media juega con naipes grabados, y as se han ido
popularizando, hasta llegar a las manos de Victoria.
Desde las culturas ms antiguas, el hombre busca una forma de explicar y
controlar eso tan enigmtico que se llama el porvenir y cuyo paradigma est
representado por el misterio de la muerte.
Probablemente el primer orculo que calm la incertidumbre de una mujer
enamorada fue la margarita a la que Eva interrog, comprimindole el tallo y
sometindola al tercer grado: Adn me quiere? o no me quiere?, me quiere? o
no me quiere? Me quiere!!!. Adn David es mi novio y adems s me
quiere!!.
El pensamiento mgico
Conocen algn libro que no sea de autoayuda? Todos los son. Todos los
libros nos ayudan con algo en cierto momento de la vida. Desde la cartilla que nos
autoayuda a aprender la maravilla de leer y escribir; pasando por los cuentos de
hadas que guardan en su interior nuestros ogros y nuestras brujas; las novelas
rusas del siglo XIX; o la poesa que nos presta palabras para amores o sufrimientos
innombrables; hasta llegar a los ensayos que nos inundan de preguntas En fin,
que despus del pan, el libro es el mejor invento de la humanidad.
Pero vamos a hablar de lo que todos conocemos como el clsico libro de
autoayuda. Si tuviera que caricaturizar cul es el elemento comn que, a bote
pronto, me ha parecido encontrar en las pginas de muchos libros de autoayuda,
vendra a ser algo as como: Ser feliz es algo muy sencillo, slo tienes que seguir
unos cuantos pasos que yo me s y que pongo a tu entera disposicin. Piensa en
positivo, cambia el color de la moqueta y arranca los espejos de tu habitacin. O:
Controla tus emociones, toma una dieta sana y busca el justo medio. O su
variante: No te estreses, encuentra el equilibrio entre la vida personal y la vida
laboral, hblale a tu hijo como si le quisieras. Y, por supuesto: S t mismo, cete
a un presupuesto y no gastes ms de lo que ganas. Ni qu decir de: Proyecta tu
energa interior, cuerpo sano mente sana (o era al revs?). Sin olvidar: No le
llames o no dudes en llamarle, y sobre todo, no tomes ninguna decisin hasta que
Saturno no haya salido de tu casa IV.*
As de fcil. De manera que, si no eres feliz, que sepas que adems eres
tonto, porque con poner un poco de tu parte esto de la felicidad est al alcance de
cualquiera. Pero no, claro que no somos tontos, porque hemos comprado y adems
ledo el libro que conoce el secreto de la felicidad. Ahora, pondremos en prctica
sus consejos y todo ser diferente. Manos a la obra! Cambiamos el color de la
moqueta, aprendemos a ser profundamente espontneos, apartamos de nuestra
mente cualquier pensamiento sospechoso y bajamos de peso. Slo falta esperar a
que llegue la felicidad. Pero no llega.
Tambin el libro de autoayuda funciona en el lector como las cartas del tarot
o como comprar la lotera: su sola promesa de felicidad es suficiente para
alimentarle. En el fondo no se le pide ms. Todos queremos ganar a la lotera, pero
las muchsimas veces que hemos apostado a un nmero equivocado no nos
persuaden para que dejemos de comprarla. Claro que comprar lotera es un paso
fundamental si uno quiere ganarla.
El libro de autoayuda acompaa al lector cuando estaba dispuesto a gritar:
Mi reino por un consuelo!. En la cama, en el metro, en los momentos en los que
ms solo y ms perdido se siente, ah est el libro al alcance de la mano.
El libro de autoayuda tiene otra cualidad y es que es un espejo
caleidoscpico. Por muy variado que sea el pblico objetivo al que el libro va
dirigido, cualquiera se puede sentir descrito en alguno de sus prrafos. Esto
tambin acompaa mucho. Permite pensar algo as como: Quien quiera que haya
escrito este libro est hablando de m, de mi marido, de mis nios, de mi jefe, de mi
compaera de despacho De mi ambicin, de mi pasin o de mis dudas. Hay
alguien en el mundo que piensa en m y que sabe cmo me siento y cmo soy.
Ese reflejo tiene adems otra cualidad y es que, en ese espejo, la imagen del
lector aparece rodeada de otras muchas personas con el mismo perfil. El lector no
est solo. En ciertas circunstancias, a veces es suficiente con saber que a otras
personas les pasa lo mismo, que no somos ni los primeros ni los nicos, que no
somos bichos raros.
El libro de autoayuda presta al lector la ilusin de que el desenlace favorable
de sus problemas no slo es posible sino que podra ser, adems, ms o menos
inmediato. Y, lo que es mejor, est en sus propias manos. Infunde la creencia de
que se puede ser dueo del propio destino.
15
Los terapeutas
Ahora que sabemos lo importantes que son las amigas para muchas mujeres
en cuanto a sus relaciones de pareja y la utilidad que para otras tantas supone
contar con los distintos tipos de orculos, nos toca preguntarnos: y los
terapeutas?, qu utilidad tienen?, cundo y por qu consulta una persona a un
terapeuta?
Cuando una persona busca ayuda profesional suele ser porque ya ha echado
mano de las amigas, del horscopo y de unos cuantos libros de autoayuda y aun
as sigue sufriendo. Porque ni las amigas, ni las cartas del tarot, ni los consejos de
los libros han logrado que deje de sufrir. Y en el caso del tipo de terapia con la que
yo trabajo (soy psicoanalista), suele ocurrir que el paciente acude cuando tambin
ha visitado a un psiquiatra y tampoco la medicacin, que ha aliviado sus sntomas,
le ofrece cambios ni mejoras en determinados aspectos de su vida. Sin embargo,
veremos que quienes se ponen en terapia, con frecuencia, vienen buscando adems
una mezcla de amigo eficiente, consejero infalible y medicacin tranquilizadora.
Lo cierto es que el terapeuta ha de hacer su trabajo sin invadir el terreno de
las amigas y sin ofrecer esas promesas reveladoras propias de los orculos. Cada
cual ha de ejercer su labor dentro del mbito de sus funciones. Doble racin de
pimienta no suple la sal, ni al contrario.
Perdonas o consientes?
una palabra por otra, sino que cambia una cierta posicin ante la vida por otra muy
diferente. Si en vez de pensar que perdona, Irene descubre que consiente, para
empezar, deja de ser slo vctima de una situacin ante la que no tiene nada que
hacer, para pasar a sentirse cmplice de esa misma situacin que deplora. As, deja
de ser objeto pasivo para ocupar el lugar de un sujeto activo. Irene descubre que en
la pelcula de su propia vida, ella no es un extra que pasaba por all por
casualidad, sino la actriz principal. Es verdad que el guin lo han escrito las
circunstancias de su historia infantil y las caractersticas de su historia actual, pero
ella slo podr participar en el libreto una vez que caiga en la cuenta de que Juan
no es su madre, de que esa historia ya pas y de que las cosas pueden ser de otra
manera.
Aunque aparentemente ella es una vctima pasiva que est siendo
malquerida, lo cierto es que cuando Irene reconoce que lo que ella hace es
consentir una y otra vez, lo que est diciendo es algo parecido a: Yo no quiero
ser una carga para ti, y estoy dispuesta a hacer lo que haga falta para no resultarte
pesada. A m no me duele nada de lo que t hagas porque me lo merezco y yo
puedo soportarlo todo. Entonces Irene descubre que su capita de supermujer no
la convierte en todopoderosa, sino en una niita con Sndrome de Estocolmo que
quiere complacer a su madre para tenerla contenta a cualquier precio.
Cuando Irene descubre todo esto, el halo de luz en torno a su cabeza se
esfuma, las alitas desaparecen de su espalda e Irene desciende aquellos centmetros
de divinidad, de sufrida dignidad, que la haban elevado a las alturas de su
incmoda nube y vuelve a ser humana, tal vez ms humana que nunca. Perder ese
lugar en el firmamento es duro, no tiene gracia. Por suerte, este cambio tambin
tiene ventajas. Ahora Irene sabe que ella podr hacer otra cosa, algo distinto a
perdonar pasivamente. Es probable que si rompe la cadena de consentimientos,
rompa tambin la compulsin de perdonar ya no dar ocasin a la ofensa y al
maltrato continuados.
La prxima vez, en vez de consentir en silencio, o perdonar
magnnimamente, podr decir con claridad: Esto no me gusta y no estoy
dispuesta a tolerarlo. Para esto es preciso que sepa que el cielo, o el amor del otro,
no se ganan a travs del sacrificio y que sentirse capaz de sufrir muchsimo, ms
que los dems, es una forma muy triste de quedar rebajado, por encima del otro y
de obligarle a que la quieran.
con el tiempo habr una madre particular y no las madres, un padre peculiar y
no los padres, unos hermanos y un lugar preciso en la constelacin familiar. No
es lo mismo ser hijo nico, ser el hermano mayor, ocupar el tercer lugar o ser el
ms pequeo de una familia numerosa. Incluso personas que ocupan un mismo
lugar en la familia tienen formas distintas de encarar su situacin familiar. El hijo
menor de una familia numerosa, por ejemplo, puede ser el mimado por todos, o el
que siente que lleg a destiempo, o puede que tenga la sensacin de ser el que
sobra, o que le parezca que tiene que demostrar que l vale tanto como los
hermanos mayores, o puede tener la impresin de que est destinado a salvar a la
pareja de los padres No hay una manera unvoca de ocupar un lugar. Vamos a
descubrir las claves de la biografa del paciente con el mismo asombro y la misma
perplejidad que el interesado. Sus sueos, sus recuerdos, sus lapsus, son algunos
de los instrumentos que aporta el paciente a la investigacin y que nos sirven de
gua en este viaje. Nos dejamos llevar donde el discurso ms espontneo del
paciente nos conduzca. En ocasiones, por ejemplo, dice ms un olvido que un
recuerdo preciso.
Esa historia infantil de la que tanto hemos hablado no aparece en forma de
cuento con planteamiento, nudo y desenlace. Esa historia va apareciendo de a
pocos, como piezas sueltas de un rompecabezas que hay que armar con paciencia
hasta descubrir si este azul corresponde al cielo o al mar, si se trata de un paisaje,
de una reproduccin de Van Gogh o de un retrato. Pieza a pieza, sesin a sesin,
vamos del presente al pasado, del pasado al presente, hasta llegar a ese ncleo
encendido que mantiene unido un tiempo y otro tiempo a travs de la repeticin.
Es una investigacin nica, fascinante, irrepetible, tanto para el paciente como para
el psicoanalista.
Como vimos en el caso de Irene, no es un problema de contenidos, sino de
que el paciente pueda llegar a la posicin de descubrir, y que descubra por s
mismo cules son los rasgos de su historia que se repiten. Cuando Irene llega a la
conclusin de que ella no perdona como pensaba sino que consiente que el
otro la invada como haca su madre, Irene se apropia de su propia realidad
segn sus palabras; de una realidad nica que en nada se parece a lo que le
ocurre a muchsimas otras mujeres que pasan por una historia de amor similar. Las
plantillas universales tienen una vida corta, el molde de cada quien sin embargo
tiene un camino largo por recorrer, pero es un camino seguro, singular y
apasionante.
Un terapeuta tampoco debe emprender el viaje con las manos vacas. En su
Un alivio inmediato
Ante las bondades del alivio inmediato que el orculo garantiza, parece que
el terapeuta tiene poco que ofrecer. El analista, para empezar, en vez de leer el
futuro, lee el pasado. Al destino no lo busca en el porvenir sino en lo que ya
ocurri y se fue, o tal vez no se ha ido? Lo cierto es que el paciente tambin espera
por parte del terapeuta una imposicin de manos, unas palabras milagrosas, una
pocin que le arranque el sufrimiento en un abrir y cerrar de ojos, un sana, sana
que aparte de l ese cliz
Psicoanalista o mago?
El divn o la vela?
Pero la verdad es que hubiera preferido que esto hubiera sido tan fcil como
encender una vela.
El psicoanlisis
Dicen las malas lenguas que el psicoanlisis, la tcnica con la que yo trabajo,
no est de moda, que ha caducado. Mi experiencia cotidiana me cuenta otra cosa.
Cada vez conozco a ms gente que necesita de un espacio propio en el que poder
hablar de s mismo sin prisas y en profundidad. Personas que necesitan escucharse.
Cada vez hay ms personas entusiasmadas con el proyecto de adentrarse
minuciosamente en su pasado para poder cambiar su futuro. Cada vez hay ms
personas que buscan algo ms que la efmera eficacia de lo inmediato. A veces
resulta lento, largo, caro y doloroso, pero el psicoanlisis es apasionante y sus
logros son firmes y duraderos.
Confieso que yo tambin sueo con curas milagrosas. Reconozco la utilidad
de otros enfoques, de otras tcnicas que eliminan el sufrimiento inmediato, pero
que no son capaces de liberar a la persona de determinadas maneras de pensar, de
querer y de relacionarse.
La experiencia me ha demostrado que el psiquismo humano no funciona de
cualquier manera, que la magia se evapora como espuma, mientras que el ncleo
duro y ciego del inconsciente sigue haciendo de las suyas. El inconsciente es el
nico lugar en el que el camino ms corto entre dos puntos no es la lnea recta de
las buenas intenciones, sino las espirales de los sueos, de los traspis del lenguaje,
de la infancia, de las historias personales
16
La cada de un dios
Michael Khlmeier
que cuando se enquistan hacen ms dao que bien. Pero ni siquiera estos males
duran cien aos, y en algn punto de la historia, ms tarde que pronto, algo de ese
encumbramiento cae. Es el momento en el que la realidad se impone en toda su
desnudez y los rostros se miran tal cual son. En las situaciones normales siempre
hay algo que cae con el paso del tiempo, cae la idealizacin de los primeros
momentos dando paso a un amor ms realista. En este caso hablamos de una cada
ms aparatosa.
A ese momento de desilusin vamos a llamarle cada porque son varias las
cosas que caen y que dejan de ser como fueron. Cae el velo que no permita ver
con claridad, cae el dolo del pedestal y, adems, durante el duelo por la
separacin, se tiene la horrible sensacin de estar cayendo vertiginosamente por un
agujero sin final. No se trata de cualquier cada, parece que a ella, a la mujer, le
quitaran sbitamente el taburete en el que ha estado de puntillas, sobre un solo pie,
sujetando a duras penas el pedestal. Ella cae estrepitosamente, de bruces, y como
consecuencia l tambin cae, s, pero incluso en la cada l se hace mucho menos
dao porque cae en blando sobre el cuerpo desvencijado que ella ha puesto a modo
de alfombra sobre el suelo.
Las rupturas son siempre traumticas y dolorosas, aunque sean elegidas,
aunque sepamos que son inevitables. Las separaciones en una pareja casi nunca se
producen con un corte limpio como el de un bistur que aparta con nitidez un
pedazo de otro pedazo. Las parejas estn pegadas con chicle y cuando a duras
penas consiguen despegarse por un lado, ya estn rpidamente pegadas por otro y
cuando estn dispuestas a perder una hilacha de piel con tal de liberar del yugo a
ese otro lado, ya hay otra parte de su cuerpo, o de su fantasa, adherida al otro con
el mismo vigor del anterior. De manera que todas estas despedidas toman su
tiempo.
Hablaremos de cada y no del final de la relacin, porque aunque parezca
que son lo mismo, son situaciones distintas. Como casi todas las cosas que ataen
al amor, tambin la cada parece arbitraria y caprichosa y se manifiesta con sus
propios ritmos y su propia temporalidad. Esto significa que la cada no tiene que
coincidir necesariamente con el final de la relacin; puede presagiar el fin y dar
paso a la ruptura; o puede producirse muchos meses despus de que la relacin
haya terminado. Una mujer abandonada por su pareja puede seguir sufriendo y
adorando a su dios en secreto durante meses, incluso aos, despus de que la
relacin ya est acabada, con el nico fin de no enfrentar esa cada que suele ser tan
dolorosa. Y lo cierto es que hasta que no se produzca esa cada, no habr espacio
estaciones suponen una clasificacin arbitraria y sobre todo incompleta, pero son lo
suficientemente grficas como para que casi cualquier mujer pueda identificarse
con estos momentos que se repiten con tanta frecuencia y que suelen ser los
responsables de que ella siga atada a una relacin destructiva y sin futuro.
Es que yo lo quiero
Ahora bien, cuando hay una que se est cayendo a trompicones por unas
escaleras y otro que est mirando impasible desde arriba, y se empean en repetir
el numerito, eso no es un baile, eso es un amor loco. Cuando l suele decirle: Vete
t bailando un tango que ahora vuelvo y la deja sola haciendo piruetas en la pista
mientras l se va a la barra a tomarse una copa con otra, eso no es un baile, eso es
un amor loco. Si ella se queda toda la noche sentada, rechazando otras invitaciones
porque est esperando a que la saque a bailar ese que est bailando apretado con la
rubia, quedarse sentada no es bailar, eso es un amor loco. Si se empea en hacer
sublimes pasos de vals en torno a uno que slo est interesado en bailar rap, eso
tampoco es un baile, eso es un amor loco. Si alguien la saca a bailar una y otra vez,
y una y otra vez l se da la vuelta y la deja dispuesta, sola y sin saber qu hacer en
medio de la pista porque se distrajo y se fue detrs de la primera que pas por ah,
eso no es un baile, eso es un amor loco. Si cada paso es una zancadilla y siempre es
ella la que termina con la frente marchita pegada al suelo, eso tampoco es un
baile, eso es un amor loco. Si hace horas que ella est con una copa aguada y
caliente entre las manos y se le acerca el encargado de la sala de baile para avisarle
que ya cerraron hace dos horas y ella insiste en esperar porque est segura de que
l regresar, eso tampoco es un baile, eso es un amor loco. Si l le propone un salto
mortal y le dice confa en m y en el ltimo momento aparta los brazos y ella
termina en el hospital, eso, definitivamente, no es un baile, eso es un amor loco.
Se trata de no perder el juicio de realidad y de reconocer el contexto. Un
baile, una pareja, es una cosa de dos, de dos que puede ser que equivoquen el paso,
que pierdan el ritmo, y lo retomen, que se tropiecen, que se den pisotones
alternativamente, que se caigan por turnos, que se caigan a la vez y se vuelvan a
levantar, pero de dos que se ocupan el uno del otro y que estn de acuerdo en que
estn haciendo algo juntos.
Un amor delirante, un amor loco, es el que est convencido de que puede
vencer en todas las batallas, como si fuera Napolen. Y ya sabemos cul es el
porvenir que les espera a quienes se creen Napolen: los pobres terminan
encerrados en un psiquitrico, narcotizados o con una camisa de fuerza. Igual
destino merecera un amor capaz de llevar a su dueo al abismo. Si un amor se
comporta como un loco, habra que tratarlo como tal, encerrarlo bajo llave y
protegerlo de los desmanes que pueda cometer contra s mismo. La locura no es
bella. Un amor de esa naturaleza parece fascinante, pero es pattico y sobre todo
peligroso. Cuando escuchamos pero es que yo lo quiero a una mujer que sufre
los embates de un mal amor, nos la imaginamos amoratada, malquerida, pero con
la cabeza muy en alto y una mano escondida en el pecho como Napolen
La margarita
Es mi inversin
y entre unas y otras cosas llega un da en el que tienen una pelea monumental y
una reconciliacin con fuegos artificiales que les lleva a estrechar ms los lazos, en
ese momento descubren que lo que ellos necesitan es un compromiso ms
profundo y deciden casarse. Nada cambia. Tal vez si tuvieran un hijo tal vez
entonces si tuvieran otro Y as van, cada vez ms enredados en una telaraa
que les impide desatar los nudos equivocados que ellos mismos tejieron.
Suele suceder que la persona implicada en relaciones retorcidas no es capaz
de reconocer su mala inversin. Si alguien le contara su propia historia cambiando
los nombres de los protagonistas, seguramente se llevara las manos a la cabeza y
vera muy claramente el desastre; incluso sera capaz de proporcionar algn
consejo muy pertinente, pero ese mismo consejo ella no lo tendra en cuenta
porque, segn ella, se no es su caso, porque segn ella, su amor es un amor
especial.
El sentimiento de culpa
muchsimo esfuerzo, Sara sac bien las cuentas y eligi conformarse con sumar a
su dolor toda la rabia de no poder poner a Javier en su lugar.
No llamar y punto!
destejidos, haca algo ms placentero para ella, siempre a cambio de. Lo cierto
es que por muchas alternativas que encontrara, ninguna la consolaba.
Pero el tiempo fue transcurriendo y Sara, heroica, admirable, consigui no
llamar y punto. Gracias al paso del tiempo, aliado insustituible, Sara se levant
una maana y descubri que llevaba dos o tres das sin pensar en Javier entonces
volvi a recordarlo con dolor, ininterrumpidamente, hasta que otra noche, sin darse
cuenta, se escuch rer a carcajadas entre amigos, sin Javier, sin su sombra. Su
carcajada se convirti en una sonrisa satisfecha de estar orgullosa de s misma. As,
volva a echarlo de menos por oleadas. Un poco ms por las noches, pero siempre
un poco menos cada vez. Hasta que pudo sacarlo no slo de su vida sino de su
pensamiento. La ltima vez que habl con ella, haba vuelto a rerse a carcajadas, y
esta vez de un chiste ms que tonto de un compaero de despacho que segn ella
le haca gracia.
Orden de alejamiento
Y continu:
El diablo o el demonio?
Todos contamos con una cierta manera de dirigirnos a nosotros mismos, con
una voz que resuena en nuestro interior como si fuera la voz de un juez. A veces
ese juez se comporta como un fiscal implacable que slo sabe acusar y reprochar.
Otras, toma la forma de un viejo amigo carioso y protector que nos defiende de
nosotros mismos y nos ayuda a poner las cosas en su sitio, y, en casos extremos,
parece que el juez est de vacaciones indefinidas y no hay ley.
Cuando nos referimos a una mujer que intenta desesperadamente
desprenderse de una relacin, y que con la misma intensidad desea mantener
aunque slo sea un hilo con el otro, es difcil saber qu juez habla cuando algo por
dentro le dice: No respondas el telfono, No le llames ms, o por el contrario la
anima: Atiende, a lo mejor le pasa algo, Llmale, total, la vida es muy corta.
Cuando Sara pona todo su empeo en su poltica de no llamar y punto a
Javier, me contaba en las sesiones lo mucho que le costaba decidir qu era lo que
realmente era bueno para ella y qu era lo que le haca dao. Un da intentaba
explicarme la lucha que se libraba en su interior y tuvo un lapsus muy revelador:
Siento que me pasa como en los dibujos animados, por un lado tengo un
diablo que me dice una cosa y por el otro lado tengo un demonio que me dice otra.
Un diablo y un demonio? repet, consciente de que Sara no se haba
dado cuenta de lo que acababa de decir.
No, no! Quise decir un ngel y un demonio!
El lapsus de Sara, como todos los lapsus, estaba cargado de razn. Para ella
se trataba de un diablo y de un demonio, de dos malos, a cual de los dos peor
A veces el juez diablo prohbe con la intencin de proteger, sera el juez
interior que dicta la orden de alejamiento y dice: No le llames ms, recuerda lo
ltimo que te dijo, no te mereces que te traten as, no respondas a su mensaje
como si no hubiera pasado nada, lleva seis meses desaparecido sin ninguna
explicacin. Lo que pasa es que esta alternativa de no llamar, de no atender,
parece triste, es aburrida, no complace a los deseos ms inmediatos de la
interesada, que correra al telfono. Visto as, este diablo parece un juez soso y
antiptico que no la quiere ver disfrutar del amor verdadero sino castigarla en un
rincn solitario.
En cambio, el otro juez, el demonio, es mucho ms comprensivo y
complaciente con ella y levanta la orden de alejamiento y le dice: Llmale otra vez,
total, qu ms da otra llamada, otro encuentro, si te apetece, no te prives,
tampoco lo que te hizo fue para tanto seguro que te hizo dao sin darse cuenta,
no seas egosta, piensa en l, a lo mejor le est pasando algo.
Ambas alternativas hacen sufrir por distintas razones. A quin atender?
Cul de los dos ser peor? No parece que haya una salida clara, porque lo que a
ella le conviene est por un lado y lo que en realidad desea est muy alejado y
mirando en direccin contraria, aunque sepa que es una alternativa que le hara
muchsimo dao. Como dijo Lola: Cmo podra una ley proteger a una mujer de
sus propios deseos, cmo podra protegerla de s misma?.
17
La habitacin del duelo
Marguerite Yourcenar
La esperanza
Cuando alguien muere, sea por la causa que fuere, hay un ritual de
despedida, hay un funeral, una incineracin, un entierro y en el dolor de ese
entierro se cierra un ciclo y se empieza un duelo. Quedan la pena y la impotencia
ante una prdida que es siempre prematura. Pero el tiempo pasa y esa herida
abierta, en algn momento, se empieza a convertir en cicatriz.
Cuando, en vez de un muerto y un entierro, hay alguien que se ha perdido y
a quien se da por desaparecido, la esperanza de encontrarle con vida sigue viva y,
en la imaginacin del familiar, la vida de esa persona depende de su fe, de su
confianza en que siga vivo en algn lugar de la tierra. Por eso la familia no puede
permitirse el lujo ni de dejar de pensar en l, ni de llorarlo. La esperanza sigue all,
gangrenada, enfermando a quien la porta, impidiendo que el duelo haga su
trabajo, que es un trabajo ingrato pero sanador.
Algo muy similar ocurre con el final de algunas parejas. A pesar de ser
relaciones en las que nada queda por intentar ni nada por recuperar, hay mujeres
que se resisten a abandonar la esperanza de una posible reconciliacin. No son
capaces de situar la relacin en el territorio de las relaciones muertas, a las que hay
que enterrar, de las que hay que despedirse para siempre, por las que hay que
guardar luto y llorar a gritos y a sollozos; sino que la mantienen en una ambigua
situacin de relacin desaparecida, que en el momento ms inesperado habr de
reaparecer, por la que merece la pena esperar lo imposible y por la que se sigue
esperando en silencio durante aos con muchsima paciencia y mucha fe. Quienes
estn infectadas por el virus de la esperanza, toman cualquier signo, por equvoco
que sea, como una confirmacin del cumplimiento de sus expectativas.
Por supuesto que la esperanza no slo es perniciosa. Ante el final de una
relacin, es necesario concederle una mnima esperanza al corazn para que pueda
seguir con vida. En un primer momento slo se puede sobrevivir al dolor de una
ruptura gracias a la ilusin, aunque sea muy lejana, de que en el futuro las cosas
sern como tienen que ser: El prncipe regresar para quedarse y volveremos a
Ellas hablan
Los recuerdos
de tanto usarlos? O ser preferible ignorarlos y esperar a que el tiempo los destia
y les quite su sabor y su olor por la falta de uso? En fin, la pregunta vendra a ser
algo as como: los recuerdos, retrasan el duelo o lo favorecen? Recordar, es vivir?,
o es morir?
Recordar es inevitable y olvidar, ser capaz de olvidar al final de ese tnel, es
una bendicin. Con la memoria no se puede jugar, ms bien es ella la que juega con
nosotros y nos esconde cosas o nos impone sus recuerdos cuando, como y donde le
parece. La memoria es traicionera y suele aprovecharse de nuestros descuidos para
colarse en los detalles ms insignificantes, lo mismo ante un semforo a plena luz
del da, que en medio de una conversacin intrascendente. Creo que pelearse con la
memoria es una guerra intil, perdida de antemano. Es mejor dejarse llevar y
utilizar los recuerdos para olvidar.
Tnel o pozo?
Llevo ms de tres meses sin depilarme, para qu?, para quin? Cuando me
ducho, mi cuerpo me parece intil. De qu me sirve ese cuerpo que l no va a
volver a tocar? Me da igual engordar, total, cuidarme para qu?, para quin?
Recuperacin
Le parecer una tontera, pero me alegro de haber pasado por todo esto. Al
final, venir aqu no slo me ha servido para superar lo de Andrs, sino que ahora
me valoro ms, me importo ms a m misma, me conozco mejor. Soy diferente, o
por lo menos ahora s cmo soy.
Las peores crisis que se atraviesan en la vida suelen tener ese efecto posterior
de crecimiento. Tengo una amiga que insiste en decir que ella no quiere seguir
creciendo, dice que ella ya est muy mayor para aprender ms cosas de la vida,
y siempre se pregunta por qu la vida no dictar cursos por correspondencia, con
los que se pueda aprender lo mismo, pero sin sufrir tanto. Tiene razn mi amiga, es
un agobio que el crecimiento est casi siempre ligado al sufrimiento, pero parece
que no hay alternativa.
Es cierto que una cierta experiencia de sufrimiento es inevitable en el
proceso de aprendizaje, esto no tiene nada que ver con justificar determinados
comportamientos violentos o de maltrato que generan sufrimiento como una forma
de pedagoga. Hay tropiezos que, en s mismos, no tienen nada que ensear. Pasar
por una situacin de maltrato no sirve ni favorece a una persona en ningn
sentido. No sirve para madurar ni para aprender, sino para complicar y dificultar
cualquier proceso de maduracin o aprendizaje, ya sea natural ya sea a travs de
una terapia. Mi paciente que se alegraba de haber venido a tratamiento no se
alegraba de haber pasado por la situacin de menosprecio que haba vivido junto a
su pareja, sino de haber podido salir de esa situacin, de conocerse mejor y ser ms
duea de s misma.
En todo caso, despus de un tiempo, tal vez de mucho tiempo, se puede
llegar a descubrir con alivio que ha sido una suerte haber podido desprenderse de
una relacin que sobre todo haca sufrir. El duelo deja paso al alivio, el alivio deja
paso a una especie de nostalgia serena respecto al pasado y sta a una vida llena de
Cada vez disfruto ms con mis amigas. Me doy cuenta de que ya no las
llamo slo para llorar mis penas, sino tambin para nada en especial. Tengo mucha
suerte porque son divertidas y me ro mucho con ellas. La verdad es que son un
encanto.
Miedo al siguiente
Veo las cosas de otra manera, me doy cuenta de lo mucho que he cambiado.
Hoy me parecera una locura embarcarme otra vez en una relacin como sa. Me
parece que ya estoy curada de Ivn, y de cualquier otro Ivn que se me acerque.
Ver las cosas de otra manera supone colocarse en una posicin diferente,
abandonar el lugar de madre-sierva que se haba ocupado hasta el momento y
apostar por otro tipo de relacin. Sanar las heridas que deja un amor retorcido es
imprescindible para pensar en otra aventura amorosa, pero no es suficiente con
curarse de un cierto Ivn, es preciso estar vacunada contra cualquier otro Ivn
que pueda presentarse en el camino. La verdadera curacin no atae slo al
pasado sino que tiene que demostrarse en el futuro.
sta es una duda inevitable con la que conviven muchas mujeres despus de
haberse recuperado del mal trago de una relacin desastrosa. Hay una herida que
todava reacciona con dolor al ms mnimo roce. La desconfianza toma el mando y
la mujer no se atreve a confiar ni en otro hombre ni en s misma. Yo, como
terapeuta, puedo saber que no todos los hombres son iguales y que ella tampoco es
la misma que empez el tratamiento aos atrs. Ella, en alguna parte, tambin lo
sabe, sin embargo el susto no se disipa con facilidad. Su deseo de formar una
pareja y una familia tendr que luchar contra esa duda hasta vencerla.
En efecto, cuando se ven los toros desde la barrera, es muy fcil asegurar:
A m nunca me pasara nada parecido!, yo no soy de sas!, yo sabra
hacerme respetar, o yo no me dejara engaar de esa manera.
Sin embargo, es muy diferente estar enamorada hasta los tutanos e
implicada en una relacin apasionada y destructiva de esas que prometen una
felicidad que nunca llega. A nadie, en su sano juicio, se le ocurrira apostar, en fro,
por una relacin como las que hemos descrito en estas pginas. Nadie, en su sano
juicio, elegira conscientemente algo as para s misma, sin embargo, todo cambia
cuando se impone la pasin, entonces el juicio de realidad se nubla y se empieza a
ver todo borroso. Se cometen todo tipo de pecados a diestra y siniestra y sin
saberlo. Se invierte a ciegas en una relacin que slo aporta sufrimiento y no es
fcil encontrar el camino de vuelta. Para cuando la interesada quiere darse cuenta
ya no es cosa de dar un paso atrs y punto. Ya es tarde, est comprometida, est
atrapada. Y quin le hubiera dicho! a cualquiera de ellas que estara alguna vez
enamorada de un hombre que la quera tan mal; quin le hubiera dicho a esa mujer
Aquella que se quera mal a s misma, que se quera torcido por exceso,
aquella que se crea capaz de todas las proezas, hoy sale de la contienda derrotada.
Algn hombre podr enamorarse de una mujer frgil y sin capita, de una mujer
normal y no de la supermujer que ella haba sido hasta el momento? Algn
hombre aceptar el compromiso de igual a igual? Ella podr comprometerse de
igual a igual, o seguir necesitando llevar la batuta de la esclavitud?
Despedida
Bibliografa
Nota
* No pienso mencionar las cosas que una mujer debera hacer en ayunas para
estar en forma, porque una vez lo intent y tena que levantarme cada maana dos
horas antes para completar la lista y empezar a tiempo mi jornada laboral.