GROSSI, Paolo. La Constitución Italiana Como Expressión de Un Tiempo Jurídico Posmoderno

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 22

LA CONSTITUCIN ITALIANA COMO EXPRESIN DE

UN TIEMPO JURDICO POSMODERNO*


THE ITALIAN CONSTITUTION AS AN EXPRESSION OF
A POST-MODERN TIME
Paolo Grossi
Corte Costituzionale de Italia
SUMARIO: I. ACERCA DEL SIGNIFICADO DE LA DIALCTICA
MODERNO/POS-MODERNO APLICABLE
A NUESTRO TIEMPO, Y A
PROPSITO DE CONSTITUCIN EN LA POSMODERNIDAD.- II. SOBRE
LOS CARACTERES DE LA MODERNIDAD JURDICA.- III. SOBRE LOS
CARACTERES DE LA POSMODERNIDAD JURDICA.- IV. LOS
CONSTITUYENTES Y SU LECTURA DE LA SOCIEDAD ITALIANA.- V. EL
ROSTRO NOVECENTESCO DE LA NUEVA CONSTITUCIN. PERSONAS Y
FORMACIONES SOCIALES COMO OBJETO DE ATENCIN DE LA
PRIMERA SUBCOMISIN.- VI. HISTORICIDAD DE LA CONSTITUCIN
REPUBLICANA.- VII. DOS PROTAGONISTAS: EL PUEBLO Y EL
CIUDADANO COMN.- VIII. LA CONSTITUCIN MS ALL DEL ESTADO.IX. LA CONSTITUCIN ITALIANA DE 1948: UN PUENTE ENTRE EL
PRESENTE Y EL FUTURO
Resumen: A travs del anlisis del proceso de elaboracin de la Constitucin
italiana de 1948 se comparan las constituciones posmodernas del siglo XX,
entendidas como un acto de razn consensuado, arraigadas en la sociedad y
en su tiempo histrico, y las Cartas del modernismo jurdico de los siglos
XVIII-XIX, ancladas en la separacin del Estado/Sociedad, negacionistas del
pluralismo social y responsables de la identificacin del Derecho con la ley.
Abstract: Through the analysis of the elaboration process of the 1948 Italian
Constitution, the author compares postmoderm twentieth Century Constitutions,
understood as consensual Act of Reason, rooted in the society and in its
historical time with the legal modernism chartes of 18th and 19th Centuries,
founded in the separation State and Society, deniers of social pluralism and
responsible for the birth of legal absolutism
Palabras clave: Constitucin, derechos, estatalismo/legalismo, sociedad
monoclasista, sociedad pluralista, persona
Key words: Constitution, rights, monoclasista society, pluralist society, person,
stateownership/legalism

Traduccin de Clara lvarez Alonso, Profesora Titular de Historia del Derecho en la


Universidad Autnoma de Madrid.

Historia Constitucional, n. 15, 2014. http://www.historiaconstitucional.com, pgs. 1-22

I. ACERCA DEL SIGNIFICADO DE LA DIALCTICA MODERNO/POSMODERNO APLICABLE A NUESTRO TIEMPO, Y A PROPSITO DE


CONSTITUCIN EN LA POSMODERNIDAD
En muchas ocasiones a lo largo de estos ltimos aos se me ha ocurrido
usar, en relacin con el Novecientos jurdico, el adjetivo pos-moderno1. Y
usarlo siempre con un soterrado doble sentimiento, por lo dems, fuertemente
contradictorio en s mismo ya que expresa, al mismo tiempo, una profunda
inquietud y una firme conviccin. Inquietud, en la medida que ese adjetivo, al
menos en una primera aproximacin, se muestra carente de contenidos
especficos. Y conviccin, por cuanto, a pesar incluso de su innegable
generalidad, posee el valor de mostrar un perfil extraordinariamente relevante
para quien sepa observarlo con una mirada que preste atencin al devenir y al
proceso de transformacin de una experiencia jurdica que se est
abandonando. O lo que es lo mismo, que est dejando atrs un bien definido
territorio histrico - el mundo de ayer (exactamente, la modernidad)- y se
adentra en uno aun no muy preciso, pero que es otro y diferente.
En otras palabras: aplicado al siglo XX jurdico, el adjetivo posmoderno
tiene el valor aadido de puntualizar, con eficacia, que no se trata de una mera
e inmutable continuacin de la modernidad, sino que identifica un tiempo que
va madurando lenta y progresivamente. Un tiempo marcado por nuevos
caracteres los cuales, a su vez, indican las agitaciones existentes en la parte
ms recndita de los propios fundamentos sociopolticos y econmicos.
Desde una tal perspectiva, es asimismo necesario aadir alguna
clarificacin sobre el vocablo Constitucin y su aplicacin, tanto por juristas
como por historiadores (con frecuencia, de manera harto incauta) a pocas
pretritas y hasta muy remotas y, por consiguiente, ahondar en el arriesgado
carcter polismico de este trmino. De hecho, si la Constitucin de la
modernidad aparece como carta de derechos, la Constitucin del novecientos
es, antes que nada, un hito histrico y, por ello, un autntico patrimonio de
idealidad y de experiencias. Es, en efecto, el signo de identidad de una
comunidad en el momento de madurez de su autoconciencia.
II. SOBRE LOS CARACTERES DE LA MODERNIDAD JURDICA
Para el jurista, la modernidad, que alcanza su apogeo en los proyectos y
en las realizaciones de la Revolucin Francesa, posee el carcter de un
decisivo y extremosamente rgido absolutismo jurdico2. Porque fue la clase
1

Concretamente, en la Leccin inaugural del Curso acadmico 2010-11 de la Universidad


de Ferrara: Novecento giuridico: un secolo pos-moderno, ahora en Introduzione al Novecento
giuridico. Roma/Bari, Laterza, 2012. Hay traduccin castellana: El Novecientos jurdico, un siglo
posmoderno. Madrid, Marcial Pons, 2011
2

Para la aclaracin del significado histrico-jurdico de este sintagma, que comenc a


utilizar en 1988 para llamar la atencin sobre la necesidad de llevar a cabo una aproximacin

burguesa la que, cuando finalmente consigui ocupar y desempear los


poderes cntricos, quiso controlar meticulosamente la gnesis del derecho. Lo
que, por cierto, realiz agigantando el Estado en cuanto aparato de poder,
confindole el monopolio oficial de la juridicidad, reduciendo el derecho a un
conjunto de leyes y, tambin, sacrificando y alterando las tpicas complejidad y
pluralidad de la dimensin jurdica, tan caractersticas del completo desarrollo
de la historia europea hasta finales del siglo XVIII.
Obvio decir que, en la visin moderna, la ley est muy lejos de aquella
nocin abierta formulada por Toms de Aquino3. En cuanto manifestacin de la
voluntad de una autoridad suprema, es solamente un mandato, un mandato
escrito en un texto que se presume conocido por todos y al que en
consecuencia- se debe una obediencia indiscutible. Un mandato inflexible,
completamente inflexible en la medida que es totalmente insensible a la
factualidad social y econmica estructural.
Al lcido proyecto jurdico burgus es intrnseca la concepcin de un
derecho querido en lo alto y que desde lo alto cae sobre la sociedad. Una
concepcin esta que en la afirmacin del principio de una rgida legalidad no
slo tiene su complemento, sino tambin una perfecta coraza defensiva frente
a las fuerzas externas. No por acaso, jams ha existido una tan ntida
separacin ni una tan enorme distancia entre el Estado y la Sociedad como
durante la modernidad.
Porque la sociedad se conceba como el reino de la irrelevancia jurdica
a causa de su repugnante magma factual, como una suerte de plataforma
amorfa, profundamente sepultada bajo el aparato estatal, y extraa al mismo
por su imprescindible materialidad. Una materialidad socioeconmica que, a los
ojos del jurista moderno, no se diferenciaba cualitativamente de cualquier
estructura fsico-geogrfica o geolgica.
Se trata de una idea tan fuertemente arraigada que impregna al propio
constitucionalismo durante su primer desarrollo en plena edad moderna4. En la
medida que, en los inicios, era obra de elitistas crculos intelectuales, este
constitucionalismo no consigui descender al plano del ciudadano comn, de
ese quisquis de populo y su existencia cotidiana, y se limit a concretarse en
serenamente crtica a episodios relevantes de la modernidad jurdica, me remito a anteriores
contribuciones compendiosas en las que trato el tema: Ancora sullassolutismo giuridico (ossia:
della ricchezza e della libert dello storico del diritto) (1989) ahora en Assolutismo giuridico e
diritto privato. Milano, Giuffr, 1998
3

El cual, en la Summa Theologica (Prima Secundae, q. 90, art. 4), define la lex quaedam
rationis ordinatio ad bonum commune, ab eo qui curam communitatis habet promulgata (una
ordenacin de la razn al bien comn, promulgada por quien tiene el cuidado de la comunidad).
He comentado ampliamente esta elocuente definicin en El orden jurdico medieval. Madrid,
Marcial Pons, 1996
4

Permtaseme enviar al lector a P. Grossi, Il costituzionalismo moderno tra mito e storia,


ahora en Mitologie giuridiche della modernit, 3 edic. Milano Giuffr, 2007. Traduc. esp.
Mitologas jurdicas de la modernidad. Madrid, Trotta, 2003

solemnes declaraciones, ciertamente sublimes por sus elevadsimos


contenidos, pero de una ndole filosfico-poltica puramente abstracta. Que
quede claro: con esto no se quiere minimizar el enorme paso adelante que
tales declaraciones representan, a finales del siglo XVIII, para sustraer al
individuo de las inicuas condiciones estamentales del Antiguo Rgimen5.
Solamente se quiere evitar incurrir en fciles adhesiones a las apologas
inmerecidas como ha ocurrido con demasiada frecuencia- y, por el contrario,
subrayar que, a travs de su deliberada abstraccin, encajan perfectamente en
la oculta estrategia adoptada y seguida por la especfica clase que detentaba
el poder.
Veamos lo que se desprende de una rpida ojeada sobre las mismas.
Aquel razonar sobre modelos de hombre, todos ellos extrados de un ahistrico estado de naturaleza el cual, como es obvio, nunca ha existido- , con
su casi total olvido del pobre mortal de carne y hueso, al que se dejaba slo y
abandonado con las fatigas de su existencia cotidiana, no era ms que una
opcin por la abstraccin. Es decir, una eleccin que, en sustancia, tenda a
conservar la riqueza en manos de quienes la detentaban, tutelando siempre y
por todos los medios al poseyente, o lo que es lo mismo, al nico ciudadano
merecedor de atencin en la civilizacin burguesa. Se trata, pues, de una
actitud que ha condenado al derecho civil moderno a contentarse, por un lado,
con reconocer el acceso a la propiedad garantizado si bien nicamente de
manera potencial- a cualquiera, y por el otro, con declarar la igualdad formal de
las partes del contrato, haciendo, en consecuencia, caso omiso de la
dominante y condicionante posicin real de cada una de esas partes. En
trminos generales, se trata, por tanto, de una galit tan aclamada como
reducida a no ser ms que una mera e improbable- posibilidad de igualdad
fctica.
Es cierto, a este respecto, que las cartas de derechos de los siglos
XVIII y XIX esto es, las formas constitucionales tpicas de la modernidad- son
completamente ajenas a la idea de presentarse ellas mismas como normas
jurdicas, ya que estas ltimas se reservaban exclusivamente al poder y arbitrio
del legislador positivo. De la misma manera que es extrao el objetivo de
hacerse eco del entramado de la sociedad y traducirlo en reglas. En este
sentido, las cartas, como por entonces se recalcaba, siempre se mantuvieron
tenazmente apegadas al canon de la abstraccin y ni se mezclaron con el
ciudadano histricamente concreto, que es el sujeto que vive en un espacio y
un tiempo determinados, ni jams lo admitieron como interlocutor. En el plano
histrico slo actuaba el Estado, autntico demiurgo de la juridicidad. Y as fue
como no slo se llev a cabo la completa identificacin entre lo estatal y lo
jurdico sino que, al propio tiempo, se eliminaba la falsa dualidad Estado y
5

Tal y como me ha atribuido, por un tal Pecora, despus de realizar una lectura partidista e
inexacta del libro citado en la nota 1. Cfr. G. PECORA, Non sono anticaglie i diritti del 1789, en
Corriere della Sera del 25 de marzo de 2012

Derecho, segn la concluyente expresin de Hans Kelsen, el orgulloso (y, por


lo dems, afortunadsimo) apologeta de las certezas jurdicas modernas6.
III. SOBRE LOS CARACTERES DE LA POSMODERNIDAD JURDICA
Antes que el Derecho, existe el Estado. En esta indiscutible verdad
parece condensarse el desarrollo y la consolidacin del orden jurdico burgus
a lo largo del Ochocientos y, asimismo, parece persistir el reduccionismo
jurdico proclamado y consumado por el reduccionismo jacobino.
nicamente desde el punto de vista cronolgico, el Novecientos aparece
como una continuacin sin ms del siglo anterior. Sin embargo, el
reduccionismo individualista, con su artificial contraccin del panorama social y
jurdico a la exclusiva entidad individual (el macro-individuo/Estado y los microindividuos/sujetos particulares), precisamente a causa de esta artificialidad, no
tard en rendir cuentas con aquellas turbulencias sociales y econmicas
desencadenadas por el malestar de los estratos no poseyentes y, tambin, por
la progresiva conciencia colectiva que exista en el interior de los mismos. El
Estado monoclasista, que haba sido forjado en los laboratorios de la gran
Revolucin de 1789, intent, pero no consigui, reprimirlos y fue as como
comenz a debilitarse y apagarse el mayor bien que estaba convencido de
haber conquistado para siempre: una compacidad no afectada por las
perniciosas formaciones sociales.
Pero el Novecientos es un siglo nuevo, que altera rpidamente el viejo
rostro sin arrugas y dinamiza aquella sociedad plana y lisa que pareca haber
sido diseada a propsito para recibir sin oposicin los mandatos procedentes
de lo alto, desde los palacios del poder. Que estas novedades abandonan
plazas y calles esto es, el terreno de la facticidad fragmentada - para emerger
abrumadoras en el plano del orden jurdico, lo ponen de relieve dos
acontecimientos verdaderamente elocuentes. En primer lugar, la voz de Santi
Romano, un inteligente y culto iuspublicista que, en 1909, aprovech la
oportunidad brindada por el acto oficial de una Leccin de inauguracin de un
ao acadmico universitario para demostrar la crisis del Estado moderno, e
identificarla con la paralela explosin de una sociedad anteriormente reprimida,
pero que ahora a duras penas se poda contener7. En segundo, la voluntad del
propio legislador nacional italiano que, con la abolicin en 1913 del carcter
pseudodemocrtico de un ordenamiento electoral basado en el sufragio
censitario, no tuvo ms remedio que admitir finalmente el sufragio universal
masculino.
6

H. KELSEN, Giurisdzione e amministrazione (1929), ahora en C. Geraci (a cura di), Il


primato del Parlamento Milano Giuffr, 1982, p. 124
7

Acerca del discurso de Santi Romano vid la recientey perspicaz aportacin de S.


Cassese. Tre maestri del diritto pubblico. Napoli, Editoriale Scientifica, 2012, p. 33ss

Con ello, nos estamos adentrando en ese tiempo posmoderno (a da de


hoy en absoluto concluido8) que es el Novecientos. Un tiempo cuyo desarrollo
se puede concentrar en esta dinmica expresin: siempre ms sociedad,
siempre menos Estado. Ahora, el Estado es ya pluriclasista, surcado por
profundas vetas de pluralismo social y jurdico.
Y es, precisamente, en un clima histrico como este donde el nuevo
constitucionalismo asimilando rasgos contundentemente posmodernos- se
caracteriza por una esencial discontinuidad con respecto a las viejas cartas de
derechos. En realidad, entr en una fase radicalmente nueva de su evolucin,
al sacar partido de aquel acontecimiento trgico pero trastornador y
transformador que fue la Primera Guerra Mundial. Ese es, en efecto, el clima
donde naci el primer experimento en Weimar y donde asimismo se encuadra,
cuando los tiempos ya estaban maduros, la Constitucin italiana de 1948.
Si en 1919 la Constitucin de Weimar, con su sustancial novedad, pudo
salir a la luz en un terreno histrico reducido a escombros tras el
derrumbamiento de un rgimen institucional el imperio de los Hohenzollern- y
de la tragedia de un intil estrago blico y, por consiguiente, consigui situarse
en una lnea de discontinuidad con el pasado9, otro tanto ocurri, y de una
manera bastante ms clara, con la carta italiana. De hecho, en Italia, cuando
en 1946 los Padres constituyentes pusieron en marcha su trabajo, no slo
tenan tras de s la cada de un rgimen institucional y una tragedia blica an
ms monstruosa que la denominada Gran Guerra. Tenan tambin, con toda
su abrumadora pesadez, los veinte aos de un rgimen dictatorial que, en
1922, haba interrumpido casi en su nacimiento la fragilsima vida de una
democracia parlamentaria (pues, en sustancia, as poda calificarse a partir de
1913).
Entre nosotros, el surco de la discontinuidad con el pasado fue total. En
realidad, se comenz haciendo una tabula rasa. Los Padres constituyentes, ya
fuera porque regresaban de un exilio forzoso, ya porque hubiesen sobrellevado
una penosa y hostigada existencia en el pas durante dos dcadas, quisieron
redactar una carta ntimamente esto es, en sus races ms profundasantifascista. Una carta que reconociera al ciudadano las libertades que le
8

La tesis un siglo largo aplicada al XX, segn la cual se extiende mucho ms de sus
lmites cronolgicos, se opone a la de quienes lo han calificado como siglo breve y es, de
hecho, el hilo conductor de la Leccin inaugural del curso universitario ferrars mencionado en
la nota 1
9

En 1946, el insigne constitucionalista Costantino Mortati, competente miembro de la


Asamblea Constituyente y uno de los ms activos redactores de la Constitucin de 1948,
escriba a propsito del texto constitucional germnico, cuya traduccin ofreca al lector italiano:
es la primera vez en la Historia que una Constitucin contempla con tanta amplitud una esfera
tan extensa de relaciones sociales y puede decirse que, en lo que a este asunto concierne, la
de Weimar es un hito histrico por cuanto significa la superacin de las Constituciones
decimonnicas. C. Mortati, Introduzione alla Costituzione di Weimar, ahora en, del mismo,
Raccolta di scritti, vol IV, Problemi di poltica costituzionale. Milano, Giuffr, 1972, p. 325

haba hurtado el fascismo y las mismas de las que, sustancialmente, ni siquiera


haba podido disfrutar antes de 1922. No obstante, no es nicamente de esta
doble formidable circunstancia histrica de donde deriva la fuerte impronta de
novedad: deriv, sobre todo, de una carga vital que, conjuntamente con el
rechazo del pasado reciente, se encarnaba en una proyeccin constructiva que
llevaba aparejadas esperanzas de futuro.
IV. LOS CONSTITUYENTES Y SU LECTURA DE LA SOCIEDAD ITALIANA
Si las Constituciones de la modernidad son un dilogo entre
constituyentes y detentadores de los poderes pblicos, y se sitan en un plano
colocado por encima de la existencia cotidiana del ciudadano comn, las
manifestaciones posmodernas, en la medida que, desde Weimar en adelante,
son un reflejo de su propio tiempo, redescubren la sociedad pluriforme con
toda su vivacidad. En consecuencia, descubren, asimismo, en ella una
juridicidad que ya no se retraa dentro de la opresiva coraza de la legalidad. A
este respecto, se puede decir que, gracias al nuevo constitucionalismo, se llev
a cabo una slida recuperacin del derecho en sus ms genuinas expresiones
sociales, por consiguiente, traspasando los filtros distorsionadores de una
ideologa clasista como era la burguesa.
Ese es, en efecto, el rasgo esencial que sobresale tras una primera y
serena lectura que, todava hoy, puede hacerse de los principios
fundamentales de la Constitucin italiana y de la primera parte, dedicada a
los derechos y deberes de los ciudadanos. Es decir, de los cincuenta y cuatro
artculos que contienen un mensaje altamente liberador y representan la
nervatura de toda la carta, que ha permanecido intacta a pesar de las muchas
dcadas transcurridas desde su entrada en vigor en enero de 1948.
Se trata, ciertamente, de algo sorprendente, ya que nadie duda del
hecho de que toda Constitucin, lejos de ser la revelacin de una deidad
benvola, es la observacin, diagnosis, valoracin realizada por hombres. La
singularidad del itinerario constitucional italiano tiene, desde luego, una
motivacin precisa en la propia particularidad de su momento gentico. Como
es sobradamente conocido, en la segunda mitad de 1946 la Asamblea
Constituyente encomend a una Comisin de 75 personajes la importantsima
tarea de redactar un proyecto. Dentro de dicha Asamblea, la primera
Subcomisin (integrada por dieciocho miembros) tuvo que enfrentarse a la
solucin de la cuestin ms difcil: la relativa a los derechos y deberes de los
ciudadanos. Pero para una mejor comprensin de este proceso, me parece
que puede resultar til que nos detengamos brevemente en prestar una
sumaria atencin a los protagonistas de aquellos acontecimientos, a las
relaciones que establecieron entre s, al entendimiento que reinaba entre ellos.
Evocar, aunque sea fugazmente, la muy meditada gestacin de este ncleo
fundador de nuestra Carta, nos permite respirar un poco de aquel aire puro,
7

bueno incluso para nosotros, acostumbrados hoy a la inane contemplacin de


demasiadas contiendas, demasiadas miserias, demasiadas infidelidades al
bien comn.
La fuerza espiritual de aquellos hombres naca del sufrimiento soportado
bajo el taln opresivo de la dictadura y de los desastres generados por la
guerra. Probados como estaban por sus pasadas angustias y an por los
ultrajes infligidos por las aberraciones del poder desptico, no es difcil ni
tendencioso imaginarlos completamente dispuestos a mantener una unidad
sustancial, determinados a elaborar algo que perdurara un largo periodo de
tiempo y, por consiguiente, preparados para sentar
sobre un terreno
consistente los slidos cimientos de un novsimo edificio.
Representaban ideologas muy diferentes, respondan a perfiles (y no,
por cierto, de escasa importancia) contrapuestos, por lo que podra pensarse
que todo poda acabar en contiendas vulgares o en igualmente vulgares
transacciones. Como es sabido, hubo observadores coetneos, incluso de
renombre (pienso en Piero Calamandrei y en Arturo Carlo Jemolo) que vieron
en muchos puntos del texto definitivo el fruto de no precisamente loables
compromisos. En lo que a mi respecta, no querra en modo alguno dedicarme a
hacer ahora apologas que, dichas por un historiador, resultaran realmente
insoportables. Pero es un hecho que la lectura de las prolijas actas de su
trabajo cotidiano lectura que en un tiempo recomendaba a mis alumnos y hoy
aconsejo a mis lectores- no permite llegar a conclusiones pesimistas. Ms bien
todo lo contrario: indican con toda claridad la pasin civil, denotan sabidura
poltica y transmiten un acusadsimo sentido de responsabilidad.
En efecto: comunistas y socialistas, catlicos y liberales, todos estaban
dispuestos a leer en el entramado de la sociedad italiana y, haciendo a un lado
el propio alcance ideolgico que poda ser motivo de separacin, buscaron un
terreno de convergencia. Eran, exactamente, personajes en busca de una
verdad que pudieran compartir. Esta comprobacin me ha llevado a calificar a
nuestra Carta como un autntico acto de razn10; expresin sta con la que
intento subrayar la preponderancia de una actitud verdaderamente cognoscitiva
situada por encima de rencores ideolgicos y de humores incontrolados. Y
dado que de estos trabajos preparatorios surgi, con cada vez ms fuerza, el
tpico rostro de una Constitucin que reflejaba un tiempo jurdico posmoderno,
creo conveniente que nos detengamos un momento para centrar mejor el
objeto de este artculo.

10

P. Grossi, La legalit costituzionale nella storia della legalit moderna e pos-moderna, en


Lo Stato costituzionale. La dimensione nazionale e la prospettiva internazionale. Scritti in onore
di Enzo Cheli. Bologna, Il Mulino, 2010, p. 45.

V. EL ROSTRO NOVECENTESCO DE LA NUEVA CONSTITUCIN.


PERSONAS Y FORMACIONES SOCIALES COMO OBJETO DE
ATENCIN DE LA PRIMERA SUBCOMISIN
La primera orientacin de los trabajos aparece en la extensa Ponencia
de Giorgio La Pira sobre los principios relativos a las relaciones civiles, cuyo
contenido fue aceptado por la Subcomisin como base de la discusin.
La opcin por la que se inclinaba la Ponencia, y que fue totalmente
respaldada, se colocaba en una posicin de discontinuidad en relacin con el
pasado reciente, pero tambin con el ms lejano. De hecho, rechazaba tanto el
estatalismo fascista que negaba los derechos de los ciudadanos11 como la
visin individualista de los derechos que haba defendido la modernidad
burguesa, al tiempo que dispensaba una adecuada proteccin y tutela a los as
llamados derechos sociales. Es decir, los derechos al trabajo, al descanso, a
la seguridad social, a la educacin, tal y como se especificaba en la sumaria
ejemplificacin consignada en una de las primeras intervenciones de Palmiro
Togliatti12. Fue, en todo caso, una ampliacin compartida por todos.
De todos modos, este resuelto expurgo de los esqueletos ms molestos
del pasado tena tres significados de enorme importancia. Eran los siguientes:
eliminar motivos de probables lesiones, facilitar el camino para alcanzar
soluciones unitarias o ampliamente compartidas y, por ltimo, intentar construir
un nuevo orden con una decisiva proyeccin de futuro.
La prueba de toque de todos estos excelentes propsitos la aporta el
subsiguiente contenido de la propia Ponencia de La Pira. Una Ponencia de
altsimo valor proyectivo en la que, asimismo, se diseaba con extremado
cuidado la silueta de los mismsimos pilares sostenedores del ordenamiento
jurdico de la neonata Repblica; esto es, las relaciones persona/Estado,
formaciones sociales /Estado. Y lo haca afirmando que el Estado debe
construirse teniendo presente a la persona y no viceversa ya que existen
derechos naturales del hombre, la existencia del hombre es anterior a la del
Estado, el hombre es un fin y no un medio.
La Pira se preocup asimismo de precisar que esta anterioridad del
hombre no tena nada en comn con la figura del individuo meta-histrico del
11

En uno de los primeros debates (exactamente en la Sesin del 9 de septiembre de 1946),


explicando con nitidez las razones de su postura, La Pira abundaba en las siguientes
precisiones: una declaracin de derechos del hombre debe ser admitida, sobre todo, ()
como oposicin (cursiva ma) al Estado fascista y a su afirmacin de derechos reflejos y, por
consiguiente, a la teora segn la cual el Estado es la fuente exclusva del derecho que niega y
viola los propios fundamentos de los derechos del hombre.
12

En la primera sesin de la primera Subcomisin, que tuvo lugar el 26 de julio de 1946,


Togliatti se mantuvo firme e irrebatible en su posicin sobre los derechos enunciados en las
cartas del siglo XVIII porque cuando se trata de sancionar los derechos del ciudadano (),
no podemos ceirnos a estos: es necesario avanzar e ir mucho ms all de estos principios ya
que stos no incluyen el derecho al trabajo, al reposo, a los seguros sociales, a la educacin.

irreal y fantasmagrico estado de naturaleza invocado por el iusnaturalismo del


siglo XVII que, con posterioridad, se trasplant a las cartas de derechos del
XVIII. La Pira se refera a la persona; es decir, a una criatura relacional, a un
sujeto socializado bien insertado en la Historia. En una Historia que no conoce
las abstracciones de un inexistente paraso terrenal, sino que est recorrida
por las relaciones de cada persona con las dems, de todos con todos, dentro
de las mltiples formaciones sociales.
El paisaje montono se vuelve complejo y se articula renunciando a la
simplicidad que presentaban los artificiales panoramas del viejo individualismo
burgus. De hecho, al lado de los individuos se sita ahora toda una serie de
comunidades intermedias, tan preciosas por su funcin integradora del sujeto
particular como por la de estimular su desarrollo en la sociedad, y todas ellas
anteriores a la cristalizacin estatal. Por consiguiente, debe quedar claro que el
hombre al que se refiere La Pira es un sujeto histricamente social, tan
concreto como concretas e histricamente sociales son las distintas
comunidades intermedias. No son, pues, ni abstracciones ni creaciones
artificiales de impronta ideolgica: son el resultado de una lectura atenta de la
sociedad y sus documentadas vicisitudes histricas. Tales comunidades
existen en el cuerpo social, lo articulan y lo sostienen. Por tanto, debemos
tenerlas en consideracin y liberarnos finalmente de esa lectura reductiva de la
sociedad, ciertamente caracterstica de la Ilustracin jurdica pero violadora de
su naturaleza ms ntima.
Para La Pira, una vez alejado el forzado e ideolgico reduccionismo
moderno, el paisaje jurdico poda reasumir su complejidad real, sus confines
histricos reales. Con inusitada fuerza y claridad, expone en su Ponencia: Es,
precisamente, esta diferente concepcin pluralista un pluralismo econmico,
jurdico, poltico- la que corresponde a la estructura orgnica del cuerpo social.
Porque la realidad de este cuerpo social no est conformada nicamente por
personas particulares: las personas se agrupan naturalmente en muchos
organismos, los cuales son elementos esenciales y, por esto mismo, no pueden
excluirse del cuerpo social. La comunidad familiar, la religiosa, la profesional
son otros elementos constitutivos de la sociedad existen en el cuerpo social y
lo articulan y lo definen-.
La discusin que sigui a esta exposicin, sostenida a lo largo de
muchas sesiones, fue, desde luego, rica y profunda. De hecho, merece una
atencin mucho ms honda y extensa de la que podemos dedicarle en estas
lneas. Por ahora, sin embargo, nos limitaremos a sealar nicamente
determinados aspectos de algunas intervenciones especialmente relevantes.
As, en la del 9 de septiembre de 1947, el jurista Dossetti ratific lo anterior con
la siguiente expresin (que cautiv a dos aguerridos interlocutores, el
comunista Togliatti y el socialista Basso): este concepto fundamental de la
anterioridad de la persona, de su visin integral y de la integracin de la misma
en un pluralismo social que debera ser aceptado por las corrientes
10

progresistas que tienen representacin en esta sede, puede ser confirmado con
el consenso de todos. Pero, asimismo, aadi y repiti, con una reiteracin
altamente significativa por lo dems: Estos principios fundamentales, que
muestran la fisonoma sinttica del nuevo Estado y de las relaciones de los
ciudadanos con el Estado, necesitan el acuerdo unnime y el consenso de
todos. En esa misma sesin, no se hizo esperar la respuesta de Togliati: l
tomaba nota de que las expresiones del Diputado Dossetti presentaban y
ofrecan un amplio campo de entendimiento.
Y el acuerdo se consum. Afloraron las concordancias y afinidades,
sobre todo cuando se trataron asuntos tan delicados como los que afectaban a
la nocin de libertad, la funcin del trabajo13, la situacin de la familia14.
Elocuente en extremo es a este respecto el debate sobre el tema de la libertad.
Desde luego, quisieron situarla en el mismo centro de la norma fundamental
que se estaba elaborando, eliminando sin ningn gnero de dudas las
limitaciones fascistas; pero, a la vez, no se quiso construir una libertad
negativa, abstracta, solipsista, teida de individualismo y no identificable con el
libre arbitrio de un individuo aislado de su contexto social. En lugar de esto, se
habl de libertad finalista en armona con las exigencias de la solidaridad
social; esto es, de una libertad que implica responsabilidad y que es
fundamento de responsabilidad. Era, pues, una nocin que supona una
novedad en relacin con el viejo modelo individualista, con la que los
Constituyentes estaban entusiasmados.
Incluso cuando, en un determinado momento, Lelio Basso quiz el ms
irrebatible en lo que a las propias convicciones respecta- aludi a intento
transaccional15, no se alter aquel ambiente de entendimiento, no se
produjeron altercados y componendas, lo que pone de manifiesto hasta que
punto reinaba la plena consciencia de la importancia de la propia tarea y de las
expectativas depositadas para la construccin de la casa comn. Giuseppe
Dossetti, uno de los protagonistas ms lcidos y perspicaces y, tambin, de los
ms cualificados de cuantos all se encontraban, resumi muy bien estos
esfuerzos cuando, en la sesin del 10 de septiembre, a la conclusin de
abundantes intercambios dialcticos, expuso que se conserva viva la
esperanza de encontrar una frmula comn que otorgue un sentido sustancial
a la visin unitaria que debe tener la nueva Constitucin italiana.
13

Vid la sesin del 4 de octubre de 1946, en la que, justamente al tratar el delicadsimo


tema del trabajo y su funcin, se llev a cabo el pleno acuerdo entre Togliatti. Dossetti y Moro.
14

Vid la sesin del 5 de noviembre, donde se consigna el acuerdo entre el comunista


Togliatti y el democristiano Corsanego a travs de la formulacin conjunta de un borrador de
artculo. Resulta, a este respecto, altamente elocuente la siguiente declaracin de Togliatti
cuando en la sesin del 7 de noviembre, al tratar el tema de la familia y su unidad, expuso:
deseara que sobre la cuestin sometida a discusin, que es desde luego una de las ms
importantes, no se produjera una ruptura entre los miembros de la Subcomisin.
15

En la sesin del 24 de septiembre de 1946

11

VI. HISTORICIDAD DE LA CONSTITUCIN REPUBLICANA


En resumen: eran verdaderamente muy diferentes, pero les una un
objetivo comn. Y era un camino difcil no exento de accidentes, pero vuelto
ms accesible por el hecho de que los Padres constituyentes, aquellos
intelectuales y hombres de buena voluntad, juristas y no juristas16, compartan
lo que aparece como el signo de identidad y es el proyecto fundamental del
Novecientos jurdico: la demolicin de la muralla china que se erigi entre
sociedad y derecho durante la modernidad y el redescubrimiento de la
autntica naturaleza de este ltimo como ordenamiento de la sociedad. De esta
manera, se recuperaba aquella onticidad que el estadismo moderno haba
empobrecido por una parte y, por la otra, alterado en profundidad.
Precisamente de ah surga la actitud de no atrincherarse dentro de los muros
de las ideologas particulares, persuadidos como estaban de que, hacer lo
contrario, los condenara y llevara a la esterilidad. Y de ah tambin la
predisposicin a leer en el entramado de la sociedad, seguros como estaban
de que, hacindolo as, elegiran un terreno consistente sobre el que erigir el
edificio que estaban construyendo.
Desde luego, es una actitud que se evidencia en los juristas de
inspiracin catlica. Para La Pira, la teora del pluralismo jurdico que l mismo
defenda conduce a un tipo de Estado que responde tanto a las exigencias
sociales de nuestro tiempo como a la estructura orgnica del cuerpo social.17 Y
si patrocinaba la incorporacin de la persona jurdica a la Constitucin, lo hizo
en razn de que el ente social es una realidad diferente de la realidad
individual18, hecho este que nicamente los lentes deformadores de los
ilustrados se negaron a ver que era lo que verdaderamente exista en el seno
de la sociedad. Y de igual modo, si Giuseppe Dossetti presenta la familia como
un ordenamiento jurdico primario, lo hace como reaccin a la pretensin del
viejo absolutismo jurdico de imponer a la familia su propia disciplina, incluso
en sus aspectos ms ntimos y esenciales, los cuales, adems, estn
ineludiblemente vinculados a las mismas fuentes del ser y a las razones

16

La intervencin de los juristas fue determinante en el seno de la Primera Subcomisin.


Limitndonos a los especficamente mencionados en esta conferencia, estn Carmelo Caristia,
Giuseppe Dossetti, Giorgio La Pira y Aldo Moro, como profesores universitarios de Derecho;
Lelio Basso, Camillo Cosanego, Francesco De Vita, Roberto Lucifero, eran abogados. Y el
mismo Togliatti era doctor por la Universidad de Turn donde haba defendido ante Einaudi una
tesis de derecho financiero.
17

Sesin del 9 de septiembre de 1945

18

Id. del 24 de septiembre de 1946

12

fundamentales de la vida humana19, siguiendo un razonamiento que encontr


el inmediato respaldo terico de Aldo Moro20.
Es obvio que los Padres constituyentes se interesaban por la sociedad
italiana que les rodeaba. Se interesaban por aquella formacin histrica que
haba sabido liberarse de las hipotecas de un pasado asfixiante y que estaba
determinando y materializando en su interior principios idneos para
gobernarse egregiamente en el futuro. Por estas razones, el texto
constitucional, que iba adquiriendo forma pausadamente, ya no consistir en
una serie de persuasivas y etreas proposiciones filosficas al margen de la
Historia. Nacido en y de un especfico contexto histrico, tiene el valor de la
historicidad. Es una caracterstica patentizada en expresiones como se
adeca verdaderamente a las exigencias histricas21 , la Constitucin debe
tener un significado histrico y una funcin histrica particular22, que entonces
se pronunciaron. Resulta, en este extremo, altamente significativo que fuera
precisamente el democristiano Caristia quien llamara la atencin de la
Comisin sobre el concepto expuesto por el Diputado Togliatti de que se est
haciendo una Constitucin que debe conectarse con el momento histrico
actual23.
Y, ciertamente, el texto constitucional, gracias a los anlisis y las
reflexiones de los constituyentes, es un fiel espejo de su tiempo histrico,
impregnado como est de la totalidad de sus caracteres bsicos. Porque, al
contrario de las cartas de derechos y sus modelos abstractos, el canon
metodolgico que domina en esta Constitucin lo conforma una visin
pragmtica que rinde cuentas permanentemente con sujetos y acontecimientos
histricamente concretos. As se desprende del hecho de que el comunista
Togliati, oponindose a los maximalismos de alguno de sus camaradas de
partido, se refiriera a la historicidad de la norma fundamental cuando trat el
tema de la propiedad privada24, o del enfoque que Giorgio La Pira dio al
problema de las relaciones Estado-Iglesia Catlica25.

19

Id. del 30 de octubre de 1946

20

la familia posee una esfera propia para ordenarse autnomamente frente al Estado, el
cual, cuando interviene a este respecto, se encuentra ante una realidad (cursiva ma) que ni
puede minusvalorar ni alterar. Sesin de 6 de noviembre de 1946
21

Dossetti en la sesin de 9 de septiembre de 1946

22

Moro, en la sesin de 10 de septiembre de 1946

23

Carmelo Caristia, en la sesin del 16 de octubre de 1946

24

Vid., sobre todo, las declaraciones que realiz en la sesin del 16 de octubre de 1946

25

Sesin del 21 de noviembre de 1946. La Pira pretenda que se observara el fenmeno de


la Iglesia Catlica respetando toda su consistencia histrica y arraigo en la sociedad italiana:
la lente ilustrada es disociadora para la que la religin es un hecho privado, un hecho interior
de la conciencia, la cual, en cuanto tal, carece de relevancia constitucional para la sociedad y,
en consecuencia, para el Estado. La lente anti-ilustrada, por el contrario, se centra en la
concretud histrica, hasta el punto de que casi podra definirse como un abierto materialismo

13

En conclusin: el siglo que redescubra la factualidad del derecho26


encontraba en las sesiones de la Primera Subcomisin aunque se puede
perfectamente ampliar este juicio a las conclusiones de toda la Asamblea
Constituyente- verificaciones diligentes. Detengmonos en una cuyo significado
es particularmente singular. El mircoles 11 de septiembre de 1946, justamente
a la conclusin de una dura discusin sobre la igualdad, el socialista Basso y el
democristiano La Pira presentaron conjuntamente (y he aqu otra de esas
convergencias a las que he aludido con anterioridad) una proposicin para la
redaccin del artculo 2 que rezaba: Es deber de la sociedad y del Estado
eliminar los obstculos de orden socioeconmico que, limitando la libertad y la
igualdad de hecho (cursiva ma) de los individuos, impiden alcanzar la plena
dignidad de la persona humana. Quien conozca, siquiera mnimamente, el
vigente texto constitucional, no slo reconoce en esta propuesta el segundo
apartado del artculo 3, sino tambin la tendencia a superar la insatisfactoria
igualdad de las viejas cartas burguesas mediante la introduccin de una
igualdad ms satisfactoria porque, precisamente, se tenan en cuenta las
condiciones fcticas y reales de los sujetos agentes.
Pero las Actas de las sesiones nos transmiten algo ms. Porque una vez
pronunciada la proposicin Basso/La Pira, el miembro de la Subcomisin
Francesco De Vita electo por la lista del Partido Republicano Italianoseguramente contrariado por aquella exuberante irrupcin de la factualidad,
formul una inmediata contrapropuesta, segn la cual en lugar de la frase de
hecho se debera decir de derecho. Y fue de nuevo Togliatti que, a diferencia
de este diputado, s comprenda y valoraba el significado preciso de la palabra por la revolucin que supona respecto a las viejas tendencias de abstraer las
situaciones concretas-, quien se encarg de rebatirlo con el contundente
argumento de que es justamente el trmino de hecho lo que otorga una
nueva impronta a la ley27.
As pues, el Novecientos jurdico se asentaba en el palacio de la
Asamblea Constituyente de Roma.
VII. DOS PROTAGONISTAS: EL PUEBLO Y EL CIUDADANO COMN
En este proyecto, en el que se materializaba un amplio e innovador plan
poltico-jurdico, se inserta, asimismo, armnicamente la idea/perno, recogida
en el artculo primero, de que la soberana pertenece al pueblo.
histrico. Es obvio que La Pira busca ante todo el apoyo de socialistas y comunistas, de ah su
estratgica referencia al materialismo histrico; pero es asimismo obvio que intenta leer el
tejido social italiano tal y como se presentaba ante sus ojos.
26

El Novecientos jurdico, como siglo que redescubre la factualidad del derecho, es el leit
motiv de la Leccin ferraresa, incluida en El Novecientos jurdico, cit nota 1
27

Sesin del 11 de septiembre de 1946

14

Ciertamente, nuestra carta de 1948 no es ni la primera ni la nica que


se refiere al pueblo como titular de la soberana. Ya en los inicios del
constitucionalismo moderno, el People de las Cartas estadounidenses de
finales del siglo XVIII, comenzando por el good People de Virginia (1776), no
era solamente el destinatario de la Happiness, sino tambin el titular de all
political Power (Carolina del Norte, 1776). Y, de la misma manera, es en el
peuple franais de las Cartas de este pas, en las que se proclaman en
prsence de ltre suprme las declaraciones de derechos, donde la
souverainet reside essentiellement (Constitucin de 1795). En ambos casos,
sin embargo, se trata de meras afirmaciones que se mantienen en el rango
incuestionablemente altsimo, pero en la misma medida inane- de nobles
aclamaciones, carentes, por consiguiente, de un contenido concreto. En ellas,
en efecto, el pueblo no es ms que una referencia plenamente abstracta, un
modelo rimbombante carente de valor efectivo.
Las Constituciones del siglo XX, en cuanto manifestaciones de un
Estado pluriclasista como la alemana de 1919 y, todava en mayor medida, la
italiana de 1948- responden, por el contrario, a una configuracin
profundamente diferente. As, al menos, lo ponen de manifiesto las propias
articulaciones de proyectos constitucionales que superan con diferencia el
carcter de simples declaraciones, de ser simples catlogos de derechos, o de
catecismos, denominacin esta con las que inmisericordemente las tild, ms
de cien aos atrs, Santi Romano28.
En lo que a la italiana se refiere, lo demuestran en especial los
principios fundamentales y la primera parte. All donde el pueblo se
individualiza en su concretud histrica y, ms que en su improbable Happiness,
se contempla en su existencia cotidiana cuando se alude extensa y
detalladamente a la dimensin factual de esta existencia: la religin, el trabajo,
la salud, la escuela, la cultura, el medioambiente, la economa. Es decir, a
todas aquellas situaciones donde el protagonista no es una entidad abstracta
(aunque dialogue con una entidad divina), sino padres e hijos, maestros y
estudiantes, propietarios y desposedos, empresarios y trabajadores, sanos y
enfermos.
Los artculos de nuestra Carta, no abandonan, inmediatamente despus
de las declaraciones expresadas en el primero articulo, al pueblo italiano a la
soledad abstracta de un modelo. Bien al contrario, lo sumergen en la carnalidad
de la existencia y, reconocindole una sustancialidad propia, le dotan de
contenidos histricamente concretos. Sus integrantes hombres y mujeres- son
criaturas de carne y hueso, contemplados en las interrelaciones de sus vidas
diarias, marcadas por los ideales pero tambin por intereses y necesidades,
28

Con una expresa referencia a las cartas del primer constitucionalismo. Cfr. Santi
Romano, Le prime carte costituzionali (1907), ahora en, del mismo, Scritti minori, vol I, Diritto
costituzionale. Milano, Giuffr, 1950, p. 267

15

con demasiada frecuencia difciles de satisfacer. Ellos son, en efecto, los


protagonistas de los principios fundamentales y de la primera parte. Gracias
a estos y a los principios y reglas que los observan de cerca- el pueblo
soberano abandona la anmala imagen de ser un mero smbolo para asumir,
dentro de la efectividad del sistema constitucional, la forma de una criatura
histrica.
Uno de los rasgos ms vigorosamente innovadores de la Constitucin
italiana respecto a las cartas del primer constitucionalismo es la de
presentarse y proponerse ella misma no como un simple concierto regulador de
los poderes estatales, sino, ante todo y esencialmente, como una suerte de
breviario jurdico para el ciudadano corriente. Es, incuestionablemente, la
norma fundamental, pero est asimismo proyectada para responder a la
organizacin de la cotidianidad en la que est inserto el ciudadano con el fin de
ordenarla de la manera ms acabada.
Porque es a este ciudadano al que se dirige la Constitucin y con el que
quiere dialogar. As lo decidieron, unnimemente y sin disonancias, los
Constituyentes. Desde el liberal Roberto Lucifero al exigir que la Constitucin
sea un verdadero instrumento de convivencia, hasta el comunista Togliatti
quien, reprobando un exceso de ideologa en la Ponencia de La Pira, insista
en el obligatorio deber de todos de hacer una Constitucin que pueda ser
comprendida por el profesor de derecho y, al mismo tiempo, por el pastor
sardo, el obrero, el empleado domstico y el ama de casa29.
VIII. LA CONSTITUCIN MS ALL DEL ESTADO
Se puede comprobar fcilmente, que, en esta lcida y nueva visin
constitucional, la sociedad no es en absoluto una plataforma imprecisa y
amorfa, merecedora de ser relegada al limbo de los fenmenos jurdicamente
irrelevantes. Muy al contrario, como en su da escribi con agudeza un
perspicaz iuspublicista italiano cuando realizaba una interpretacin carente de
pre-juicios sobre el tiempo en que se redact, la Constitucin representa el
paso de una sociedad que no haba sido pensada jurdicamente a una
sociedad jurdicamente constituida30.
El Novecientos jurdico irrumpa sacudiendo y resquebrajando los
mismsimos fundamentos de un orden jurdico que la modernidad,
apuntalndolos sobre la fuerte roca de hbiles mitologas, haba credo que era
invulnerable al inexorable transcurrir del tiempo. Ahora, sin embargo, se
cuestionaba el protagonismo del Estado y la Ley, alrededor de los cuales los
29

As lo explicaron tanto Lucifero como Togliatti en la sesin del 9 de septiembre de 1946

30

G. Berti, Interpretazione costituzionale Lezioni di diritto pubblico (4 edic.). Padova,


Cedam, 2001, p. 34

16

juristas modernos haban bordado finsimos encajes mitolgicos. Y aunque es


verdad que, desde al menos cuarenta aos antes, haban existido personas como, entre otros, Santi Romano- que ya haban hablado de crisis31 e
invitaban a cambiar el ngulo de visin del derecho32, tambin lo es que se
trataba siempre de estudiosos y de hiptesis tericas que, por lo dems, no
influyeron decisivamente sobre una doctrina italiana fuertemente aferrada al
estatalismo y legalismo.
En 1948, todo lo nuevo se condensaba en un texto constitucional que
tena la pretensin de llegar mucho ms all que el sustancialmente inocuo
Estatuto del rey saboyano Carlos Alberto. Un texto, por otra parte, donde no
slo se hablaba de Estado sino tambin y mucho- de Repblica, segn una
nocin que era mucho ms que un mero sinnimo. De hecho,
los
Constituyentes la usaron como un mecanismo dialctico, en la medida que
serva para situar al lado del Estado/aparato una figura de gran amplitud; una
figura capaz de dar cabida a toda la complejidad del ordenamiento
jurdico/poltico. Y a todo esto debe aadirse el debilitamiento y decaimiento
del principio de separacin de poderes, considerado una verdad dogmtica y
defendido como la ltima y ms excelsa meta de una civilizacin jurdica. Un
principio, en fin, cuya naturaleza sustancial pona en cuestin la introduccin de
un monstruo, que oscilaba entre lo poltico y lo jurisdiccional, denominado Corte
Costituzionale.
Desde luego, no faltaron rechazos y lamentaciones. Como los de
Vittorio Emanuele Orlando, fundador en la Italia finisecular de una reflexin
iuspublicista verdaderamente cientfica y que, como miembro de la Asamblea
Constituyente, dej constancia de su participacin a travs de frecuentes y
vehementes intervenciones en las que mostraba su disenso. En 1951, cuando
la Constitucin ya haba sido aprobada y promulgada, este jurista, aludiendo
expresamente a la futura influencia de las sentencias de la todava no en
funcionamiento Corte Constituzionale, profetizaba en tono melanclico los lo
stato di disagio di tutto lordinamento giuridico ogni volta che un organo sovrano
come il Parlamento venisse a trovarsi dal lato del torto dichiarato
giurisdizionalmente33.
Tambin hubo quien reprob directamente toda la estructura
constitucional a causa, precisamente, de su planta novecentesca. Contra ella,
en efecto, se alz desabrida la voz del prestigioso iuspublicista Oreste
31

Exactamente crisis del estado moderno, a la que se refiri en la Leccin inaugural de la


Universidad de Pisa cit. Nota 7
32

En un ensayo de teora general publicado en 1918 (Lordinamento giuridico, traduc. esp..


El ordenamiento jurdico. Madrid, 1964), Sant Romano ya adverta que el derecho, antes que
norma o mandato, es ordenamiento, subrayando implcitamente que la gnesis del derecho se
produca abajo, en la sociedad.
33

V. E. Orlando, Studio intorno alla forma di governo vigente in Italia secondo la


Costituzione del 1948, en Rivista Trimestrale di Diritto pubblico, a. 1951, p. 43

17

Ranelletti, un convencido estalista y legalista. En 1947, nada ms conocerse el


proyecto de Constitucin presentado por la Comisin de los 75 a la Asamblea,
se apresur a escribir en la Revista jurdica italiana de mayor difusin una
inapelable valoracin negativa en los siguientes trminos: una Constitucin
debe ser la ley de organizacin fundamental del Estado, por consiguiente,
debe contener, pero limitndose a ellas, las normas supremas que regulan el
ordenamiento legislativo, gubernativo y judicial del Estado. Esto es, de los
rganos constitucionales relativos a los mismos, estableciendo su constitucin,
poderes y sus relaciones recprocas. El corolario, en consecuencia, no era
otro que las materias distintas de las que acaban de describirse deben ser
competencia de la legislacin ordinaria porque legiferando sobre esas
materias, entrando en detalles, la Asamblea Constituyente usurpa sus
funciones34. Dejando al margen la vulgaridad de estilo, Ranelletti no avanzaba
ni siquiera un paso del viejo modelo introducido en los siglos XVII y XVIII; es
decir, de la consideracin de la Constitucin como carta reguladora de los
poderes estatales. Para este jurista, la vida del ciudadano deba permanecer en
manos del todopoderoso legislador ordinario; por consiguiente, una
Constitucin que se refiriese a l o tratase sobre l y, adems, se presentase
como un clarificador breviario jurdico, era totalmente inaceptable35.
Ante una tal posicin qu podemos decir? Las mitologas jurdicas de la
modernidad son sirenas que continan hechizando con el tentador sonido de
su persuasivo mensaje. La ceguera ante los nuevos signos de un tiempo
igualmente nuevo es en Ranelletti y, desafortunadamente, tambin en muchos
otros juristas italianos- total. Como con agudeza sealaba un audaz historiador
del derecho la suya es ya una voz del pasado completamente incapaz de
sintonizar con los nuevos valores constitucionales36.
IX. LA CONSTITUCIN ITALIANA DE 1948: UN PUENTE ENTRE EL
PRESENTE Y EL FUTURO
Cargado de buenas razones, un autor ha escrito que la Constitucin no
cay en la tentacin de disear una sociedad ideal37. Ni sus actores ni su
34

O. Ranellletti, Note sul progetto di Costituzione presentato dalla Commissione dei


Settantacinque allAsemblea costituente, en Il Foro Italiano, LXX (1947), IV, ahora en, del
mismo, Scritti giuridici scelti, I, Lo Stato. Napoli, Jovene, 1992, p. 549
35

Como es fcilmente comprensible, la Corte Costituzionale fue objeto de una particular


incomprensin, la cual, como ya se indica en el texto, pareca a Ranelletti un monstrum. De
hecho, al finalizar uno de sus escritos, se refiere a la misma con la siguiente pregunta,
elocuente por dems: por qu no se reconoce como Corte Costituzionale la Corte di
Cassazione actuando conjuntamente sus secciones?. Ibi., p. 552
36

B. Sordi, Un giurista ottocentesco, en O. Ranelletti, Scritti giuridici scelti I- Lo Stato, p.

XVII
37

M. Luciani, Unit nazionale e struttura econmica. La prospettiva della Costituzione


republicana, en del mismo, Diritto e societ, 2011, P. 699.

18

paisaje pertenecen al limbo de una irrealidad musestica sino a la historia, a la


carnalidad de la historia. Esta es la idea central de este artculo, y sobre ella he
querido insistir cuando me he referido, al hablar de la Carta republicana, a la
concretud e historicidad de un instrumento creado para la convivencia de los
hombres de un tiempo cierto y un cierto lugar.
De ser as, la legtima duda que puede surgir entre los lectores,
concierne a la posible caducidad del texto que con tanta conviccin redactaron
nuestros constituyentes. Las incisivas preguntas que, a este respecto, se
plantean son las siguientes: dada su intensa historicidad, la Constitucin
redactada por los Padres puede todava hablar a los hombres de hoy?
Sesenta y cinco aos despus de haber sido proyectada y definida puede
todava ordenar de manera apropiada una sociedad?
Cuidado con la perniciosa creencia acerca de que el texto constitucional
del 48 goza del privilegio de inmunidad en lo referente a las dos primeras
partes, exactamente all donde se fijan los principios ordenadores de una
sociedad autnticamente democrtica. Ciertamente se trata de un texto que,
como es obvio, no puede sustraerse al necesario anlisis de verificacin en lo
que atae a la transformacin operada en la sociedad italiana. Sin embargo,
resulta fcil comprobar que cuando se celebr, hace apenas cinco aos, su
sexagsimo aniversario, se puso de manifiesto que el texto, en esencia,
conservaba intacta toda su carga de vitalidad. Por esta razn, me voy a permitir
aadir algunas consideraciones que estimo apropiadas para concluir nuestro
discurso.
En los ltimos aos se fue imponiendo entre los miembros de comunidad
cientfica la firme conviccin de que la legalidad constitucional destaca por un
carcter que la diferencia profundamente de la legalidad ordinaria. De hecho,
incluso hoy en da, la ley conserva aquella marca que se le otorg durante la
modernidad y que, en los comienzos de la misma a finales del siglo XVI,
expres magistralmente aquel sagaz observador de la sociedad circundante
que fue Michel de Montaigne. Para este ensayista, en efecto, les Lois se
maintiennent en credit, non par ce quelles sont justes, mais par ce quelles sont
lois. Cest le fondement mystique de leurs authorit; elles nent ont point
dautre. Qui bien leur sert. Elles sont souvent faictes par des sots38 (Las leyes
se mantienen vigentes no porque son justas, sino porque son leyes. Este es el
mstico fundamento de su autoridad. No precisan otro. A menudo son hechas
por mentecatos). Desde todos los puntos de vista, es una valoracin
inmisericorde, pero verdadera. Una apreciacin que identificaba la ley con un
gesto de poder, un mandato, un mandato que haba que obedecer con
independencia de su contenido. Era, ni ms ni menos, la consideracin de la
ley como una suerte de recipiente vacio al que incluso se poda llenar con los
contenidos ms aberrantes (Es suficiente, a este respecto, recordar las
38

Michel de Montaigne, Essais, livre III, chap. XIII

19

execrables leyes racistas italianas de 1938: son, en si mismas, la vergonzosa


demostracin de la objetividad de tales afirmaciones).
La Constitucin, sin embargo, es justamente lo opuesto a un recipiente
vaco. Como he repetido hasta la saciedad, es, por el contrario, una lectura
atenta y expresin de la sociedad. En lo que a Italia respecta, es la lectura de
una sociedad regenerada despus de la deposicin de la monarqua saboyana
y de la dictadura. Pero tambin de una ms aeja planta liberal burguesa que
sobrenadaba en la superficie; una sociedad que, precisamente porque se haba
regenerado ntimamente, se proyectaba hacia un futuro a la vez prximo y
lejano.
Es, adems, una lectura que no se detiene en capturar, en el entramado
de esta sociedad, la muchedumbre de hechos episdicos y transitorios, sino
que intenta localizar los grandes hechos constituyentes de un nuevo orden. O
lo que es lo mismo, esos hechos que no slo conforman la autntica sustancia
carnal de un momento histrico sino que, adems, llegan (pues no pueden
dejar de hacerlo) hasta las mismas races de la sociedad; es decir, hasta all
donde residen y arraigan los valores39.
Exactamente por esta dimensin radical que poseen, los valores estn
destinados a perdurar. En su calidad de criaturas histricas tambin distan de
ser una realidad absolutamente esttica, aunque es cierto que su movimiento
es extremadamente lento, tanto que recuerda el deslizamiento imperceptible
que se esconde tras la aparente inmovilidad de los glaciares de la naturaleza
fsica. Por consiguiente, incluso los valores poseen una dinmica propia, pero
esta, sin embargo, necesita amplios periodos de tiempo para desarrollarse: su
espacio temporal es la larga duracin.
Por esta razn, los valores tienden a no mezclarse con el carcter
tajante de un mandato es decir, con una manifestacin de poder-, sino que
encuentran su expansin natural en los principios. Principios que no necesitan
un texto para enunciarse porque pueden circular sin manifestaciones expresas
en los intentos de comprensin de un orden jurdico complejo que, por
comodidad, una Asamblea Constituyente resumi en 139 artculos. La
Constitucin, precisamente por haber recogido en su seno una pluralidad de
valores que ha transformado en principios de derecho, precisamente por
presentarse como un conjunto de principios manifestados y no manifiestos,
desarrolla una continua funcin dinmica. Con toda justicia se subraya la

39

Debe subrayarse especialmente la esencia del valor que subyace en las normas
deducibles del texto constitucional. M. Luciani, Dottrina del moto delle Contituzioni e vicende
della Costituzione republicana, en Rivista telemtica dellAssociazione italiana dei
costituzionalisti, 1, 2013, p. 2

20

fuerza generativa de sus principios, de los cuales siempre es posible obtener


nuevas formas para la regulacin de la vida en sociedad40.
En esto, exactamente, consiste el precioso recurso que, de forma
continuada, ha fertilizado la historia de nuestra Repblica desde 1948 hasta
hoy mismo. Al lado de los valores constitucionales consignados en los
diferentes artculos del texto emergan, poco a poco, cuando las cambiantes
situaciones lo exigan, valores no expresos pero que estaban latentes gracias a
la fuerza expansiva del propio dinamismo de la Constitucin. No en vano, esta
aparece, en su letra impresa, como la cumbre emergida de un muchsimo ms
extenso continente sumergido.
Es, asimismo, gracias a ese autntico pulmn de nuestro orden jurdico
que es la Corte Costituzionale, en su calidad de rgano perceptor y estimulador
de toda esa carga expansiva que es la tutela constitucional, en especial en los
asuntos relativos a los derechos fundamentales, como han aparecido nuevos
derechos que no estaban especficamente sancionados pero que, por su
misma naturaleza, son completamente deducibles del texto constitucional.
Paso a paso, se han ido reconociendo gradualmente los derechos a la
intimidad, a la identidad personal y sexual, a la vivienda, al medio ambiente, a
la informacin y dems. Trabajando sobre el texto del 48, estimulada por el
devenir econmico-social, la Corte no slo continu la lectura cognoscitiva de
los Constituyentes sino que la oxigen y la enriqueci y, como ha escrito el
ilustre juez constitucional Cesare Ruperto, se sito ella misma ms en la
posicin de rgano de la comunidad que del Estado41.
La lectura de la sociedad vincul de modo inescindible la Constitucin
republicana al periodo transcurrido entre 1945 y 1948, a esa etapa histrica
extraordinariamente fecunda porque se corresponda con el momento de
reencontrar la conciencia de los valores capaces de crear los robustos
fundamentos de una comunidad poltica, de elecciones valientes, de
esperanzas constructivas. Sin embargo, precisamente porque esos valores se
transformaban en la levadura de principios en el interior mismo de la propia
dimensin constitucional de la Repblica, esa dimensin se transformaba para
dejar de ser nicamente un instrumento para disciplinar su tiempo y convertirse
en un puente lanzado hacia un futuro sin lmites.
A da de hoy, nosotros, que somos las personas de aquel futuro, nos
sentimos orgullosos de poder comprobar su plena actualidad. Cabe la
posibilidad de que, dentro de un tiempo y por circunstancias que es imposible
40

G. SILVESTRI, Stato di diritto e principio di legalit costituzionale, en Ars interpretandiAnnuario di ermeneutica giuridica, XVI (2011), pp 100-101
41

C. Ruperto, La Costituzione in mezzo a noi. Milano, Giuffr, 2005, p. 11. Tal calificacin la
asume asimismo Achille De Nitto, director del volumen, confirmando as en su profunda e
inteligentsima Introduccin que La Corte es () un rgano de la Repblica, de su entera
comunidad, p. XV.

21

prever, sea necesaria su modificacin. Pero ahora, en el ao 2013, todava


sentimos y hacemos nuestros aquellos principios. An ms, creemos que son
los idneos para ordenar adecuadamente el difcil momento que estamos
viviendo.

Enviado el (Submission Date): 15/11/2013


Aceptado el (Acceptance Date): 17/12/2013

22

También podría gustarte