Hornos Coloniales
Hornos Coloniales
Hornos Coloniales
INTRODUCCIÓN
El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología CONCYTEC mediante
la Dirección Departamental General de apoyo a la Investigación, dentro de
sus proyectos de Investigación Científica y Tecnológica, para Huancavelica,
apoyó con el financiamiento en la ejecución de un pequeño proyecto sobre
“Investigación de los Hornos Coloniales en Huancavelica”, primera etapa.
Las investigaciones que se realizaron han permitido establecer
lineamientos para la defensa y conservación de los hornos coloniales como
parte de un patrimonio monumental de gran riqueza cultural e histórica.
La información que presentamos es el resultado, más que nada, de
una investigación histórica en el que recurrimos a la información inédita
basándose en documentos de los siglos XVI, XVII y XVIII, del Archivo
Histórico Municipal, y complementamos con la información edita de libros,
revistas, periódicos, etc.
Nuestro agradecimiento al Dr. Luis Guillermo Lumbreras Salcedo, al
Dr. Carlos Lazo García, al Dr. Lorenzo Huertas Vallejos, al Arq. José María
Gálvez Pérez y a todo el equipo técnico que colaboro con este proyecto.
CONSIDERACIONES GENERALES
Ubicación geográfica
La provincia de Huancavelica es la más extensa del Departamento del
mismo nombre de Perú. Su capital es la ciudad de Huancavelica; está situada
a 12°47’06” de Latitud Sur y 74°58’17” de Longitud Oeste, con 3,676 m.s.n.m.;
en la colonia fue conocida como la Villa Rica de Oropesa, asentada en un
pequeño Valle inter-andino rodeado de cuatro grandes cerros.
Los Hornos Coloniales durante los siglos XVI, XVII y XVIII se ubicaron
en el entorno de la ciudad de ésta Villa de Huancavelica, en los barrios de
la Ascensión, San Cristóbal, Santa Ana, y en el entorno de la Ciudad de
Huancavelica, como santa Inés, Seqsechaca y Cabramachay y; de igual
forma se ubicaron en las faldas del cerro de la mina Santa Bárbara, y en
lugares alejados a la ciudad, como en Pueblo Libre, Pampahuasi, Aqo Arma,
Huayllaracra, Matipaca, Titicaja, y otros lugares más alejados. Haciendo un
aproximado de ciento veinticinco hornos de fundición.
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una cúpula u horno redondo, análogo a los de manga utilizados para tratar
los metales argentíferos, adhiriendo a los dos los hornos largos o buitrones
que ya entonces se empleaba en Huancavelica. En la parte superior de
estos tres hornos instaló 79 orzas llenas de cinabrio, empotrando 42 en los
hornos largos y 37 en el redondo. Así mismo inserto sobre “viches” otras
41 ollas, cuya hechura era ideada por él, asentando el receptáculo sobre el
suelo del horno central.
Aplicó fuego generado por ichu, solamente por las bocas de los dos
hornos largos. Después del período de cochura acostumbrado, se abrieron
las tinajas. Se comprobó que se había fundido el azogue en todas las
superiores del horno redondo.
El procedimiento seguido para tratar el mercurio en Huancavelica era
muy rudimentario pese a la innovación patrocinada por Garcés. Más al
correr de los años, se demostró que urgía perfeccionar el sistema primitivo,
tal como veremos en el punto siguiente.
1. Guillermo Lohmann Villena, Las Minas De Huancavelica en los Siglos XVI, XVII y XVIII. Eit Sevilla,
1949, pp. 21-22.
2. Archivo Histórico de la Municipalidad Provincial de Huancavelica. Expediente colonial, S. XVII,
Leg N° 2.
48 José María Gálvez
Los hornos que se han usado, son los llamados de Aludeles, por la forma
de los tubos cortos, de arcilla cocida, que servían a la segunda operación,
embotándolos, uno a continuación de otro. Fueron ideados por el médico
de Huancavelica, López Saavedra Barba, el año 1633; sistema que fue
introducido después en las minas de Almadén (España en 1646 por José
A. Bustamante, donde recibió algunas modificaciones, donde acá observó
sus caracteres primeros, disminuyendo, además, en tamaño y capacidad),
el otro tipo de horno es, horno bajo de cuba, de trabajo intermitente, forma
casi cilíndrica y calentamiento por debajo. La carga de mineral se ponía
en unas parrillas de arcos de barro, a través de los cuales, pasaban las
llamas del combustible, paja o taquia (guano de carnero), y penetraban en
los intersticios de aquella, teniendo una capacidad de 22 a 24 quintales del
cinabrio; tiene 1.85 m. de alto interior, entre la parrilla y la boca superior de
carga, y 1.20 de diámetro en su parte media, la que va angostando hasta
tener 0.50 en aquella. El hogar que queda de bajo de la parrilla, tiene 0.90
de alto por 1.10 m. de diámetro, la descarga de cada horneada se hacía
por una puerta lateral, a nivel de la parrilla. Los gases salían por 4 tubos de
arcilla (albecas) de 0.12 m. de diámetro, colocados a 0.30 m. de bajo de
la boca. Estos conductos se conectaban con 4 tubos horizontales puestos
sobre el suelo, a nivel de la boca, de 5 m. de largo cada uno, formados de
dichos aludeles conectados unos con otros y cerrándose las junturas con
barro; los que constituían los condensadores de mercurio, con enfriamiento
del aire atmosférico. El tamo de cada uno de estos aludeles es de 0.40 m.
de largo, 0.30 m. de diámetro, en las partes más anchas, 0.20 m. en un
extremo y 0.10 en el otro (...) el mineral se cargaba en el horno, después de
cada operación que duraba 24 horas, es decir cada día se hacía una hor-
neada, en el mejor de los casos. Se enfriaba primero el horno, mojando sus
costados con un hisopo cargado de lechada de barro; en seguida entraban
a acomodar, a mano clasificando los trozos según su tamaño. El mineral
estaba 6 horas a fuego directo y otras 6 horas con el calor acumulado, pues
se cerraba la puerta del hogar durante ese tiempo. Al prenderse el horno
se dejaban abiertos dos huecos en su boca superior, para poder calentar
la carga y establecer el tiempo, pues de lo contrario el horno se ahogaba,
5. Raquel Delgado de Castro, El Despertar de Huancavelica, p. 23. AGMPH, Exp. Col. S. XVIII.
Leg. 42. A. G. Gastelumendi, Huancavelica como Región Productora de Mercurio, tomo II de los
anales, Lima 1920, pp. 54-56.
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Los hornos de Cuba pueden ser de los siguientes tipos: 1ro. Intermitentes o
de marcha discontínua, que casi ya no se usa, 2do. De Cuba propiamente
dichos y discontinuos, de los cuales el mineral está en contacto inmediato
con el combustible carbonizado, cargándoseles sucesivamente por la parte
alta, ambos mezclados o por capas súper puestas y saliendo por de bajo,
ya tratado. Este sistema es el mejor de todos para mineral en trozos, es
decir, en roca, y siempre que éste sea de masa porosa, como la arenisca,
que es su ganga más general; si es que se tiene combustible carbonizado
como carbón de leña o coke, a precio conveniente, porque no dan muchos
humos ni hidrocarburos, tan perjudiciales, resultado una atmósfera con poco
stupp y ténue, por lo tanto, más apropiada para la condensación subsigui-
ente del mercurio. El rendimiento es mayor. Se aprovecha más el calor del
combustible y se hace más económico, pues su consumo es señalado en
un 0.5 % sobre el peso de la carga. En estos hornos puede tratarse mineral
también en polvo, aglomerándolo en briquetas, o mineral menudo en cierta
proporción. 3ro. Hornos de Cuba continuos, para combustibles gaseosos o de
llama larga y mineral en trozos de roca porosa, en los cuales el combustible
que puede ser hulla, carbón vituminoso, o leña, es quemado en una parrilla
lateral al horno, y la flama es obligada, por el tiraje, a penetrar y subir entre
los intersticios del mineral. La Cuba o laboratorio de éstos hornos es libre,
ocupados sólo por aquel, en forma de columna vertical que desciende poco
a poco, conforme avance su sulfuración. El gasto del combustible se apre-
cia en 12 % aproximadamente. En este sistema se puede mezclar algo de
mineral menudo proveniente del chanqueo, siempre que su proporción no
sea muy fuerte. 4to. Hornos de Cuba continuos, para combustible de llama
larga y para mineral menudo y fino, es decir para granzas y tierras; llama-
das también de cascada, son aquellos en los cuales la cuba o laboratorio
del horno, que puede ser vertical u oblicuo y de sección más reducida que
en los precedentes, está provisto de una serie de tabiques o de canales,
con cierto grado de declive y por los que el mineral, cargado por la parte
superior, baja en virtud de su propio peso, poniéndose en buen contacto
con la llama oxidante que sube en sentido contrario. Estos hornos son los
convenientes, cuando el cinabrio se presenta en rocas de textura compacta,
como la caliza y pizarra, siendo por lo tanto necesario triturarlas al estado
de menudo, (0 m. 01 más o menos de diámetro), para que el tostado sea
completo. También cuando la roca es de naturaleza friable, con ciertos
esquistos. La mano de obra y el consumo de combustible son mucho más
reducidos que en los reverberos; el tostado es más perfecto y menos ab-
undantes los productos gaseoso.9
9. Ibidem, p. 63.
52 José María Gálvez
La mano de obra
En los inicios del funcionamiento de los hornos de fundición de azogue
durante la Colonia en Huancavelica, los responsables fueron los mismos
mineros españoles, especialistas en dar el tratamiento al cinabrio, para
posteriormente preparar cuadros de expertos de estos lugares, generalmente
fundición de Azogue, entre otras cosas se pudo hallar: abecas, librillos, za-
pateras, arquillos, correa, topos de medir azogue, cargas de paja, palillos de
amarrar azogue, capachos de cuero, picos, lampas, cuñas, balanza grande,
grilletes, romana, campanilla, cajones de topear metales.14
Los Mineros de la Villa de Huancavelica, para el funcionamiento de sus
hornos, necesariamente tenían que contar con albañiles, para la construcción
de los mismos, cuyo pago promedio de oficiales y jornaleros, se aprecia en
la siguiente cita histórica:
21. Ibidem.
22. Lohmann, Op. cit, p 131.
23. Ibidem.