Hornos Coloniales

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INVESTIGACIONES HISTORICAS

DE LOS HORNOS COLONIALES


EN HUANCAVELICA
José María Gálvez
Instituto Nacional de Cultura del Perú

INTRODUCCIÓN
El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología CONCYTEC mediante
la Dirección Departamental General de apoyo a la Investigación, dentro de
sus proyectos de Investigación Científica y Tecnológica, para Huancavelica,
apoyó con el financiamiento en la ejecución de un pequeño proyecto sobre
“Investigación de los Hornos Coloniales en Huancavelica”, primera etapa.
Las investigaciones que se realizaron han permitido establecer
lineamientos para la defensa y conservación de los hornos coloniales como
parte de un patrimonio monumental de gran riqueza cultural e histórica.
La información que presentamos es el resultado, más que nada, de
una investigación histórica en el que recurrimos a la información inédita
basándose en documentos de los siglos XVI, XVII y XVIII, del Archivo
Histórico Municipal, y complementamos con la información edita de libros,
revistas, periódicos, etc.
Nuestro agradecimiento al Dr. Luis Guillermo Lumbreras Salcedo, al
Dr. Carlos Lazo García, al Dr. Lorenzo Huertas Vallejos, al Arq. José María
Gálvez Pérez y a todo el equipo técnico que colaboro con este proyecto.

CONSIDERACIONES GENERALES
Ubicación geográfica
La provincia de Huancavelica es la más extensa del Departamento del
mismo nombre de Perú. Su capital es la ciudad de Huancavelica; está situada
a 12°47’06” de Latitud Sur y 74°58’17” de Longitud Oeste, con 3,676 m.s.n.m.;
en la colonia fue conocida como la Villa Rica de Oropesa, asentada en un
pequeño Valle inter-andino rodeado de cuatro grandes cerros.
Los Hornos Coloniales durante los siglos XVI, XVII y XVIII se ubicaron
en el entorno de la ciudad de ésta Villa de Huancavelica, en los barrios de
la Ascensión, San Cristóbal, Santa Ana, y en el entorno de la Ciudad de
Huancavelica, como santa Inés, Seqsechaca y Cabramachay y; de igual
forma se ubicaron en las faldas del cerro de la mina Santa Bárbara, y en
lugares alejados a la ciudad, como en Pueblo Libre, Pampahuasi, Aqo Arma,
Huayllaracra, Matipaca, Titicaja, y otros lugares más alejados. Haciendo un
aproximado de ciento veinticinco hornos de fundición.
40 José María Gálvez

Fundación de la ciudad de Huancavelica


La fundación de Huancavelica obedeció al descubrimiento del azogue,
varita mágica de entonces para la amalgamación de la plata potosina, lo que
hizo factible el origen y desarrollo de un nuevo núcleo urbano.
Antes de la fundación oficial de la Villa Rica de Oropesa, ya existían
algunas chozas que cobijaban los huesos de Don Amador de Cabrera,
“primer descubridor”, y a los españoles que lo acompañaban.
En 1570, Don Francisco de Toledo se interesó por el “nuevo
descubrimiento”, y comisionó a Don Francisco de Angulo para que hiciera
la demarcación de la villa el 4 de agosto de 1571, cuando se determinó los
solares para vivienda de los vecinos. Al día siguiente, se pregonó la fundación
de la villa poniéndole por nombre Villa Rica de Oropesa, en memoria a los
padres de su fundador el Conde de Oropesa.
El Virrey Francisco de Toledo mando fundar el 4 de agosto de 1571 la
Villa de Huancavelica, bajo la denominación de la Villa Rica de Oropesa y
se nombró gobernador al Alcalde Mayor Don Francisco de Angulo, quien
gobernó hasta 1576. Luego fue sucesor García Núñez Vela y Áreas, el cual
cesó en 1593. Los demás solo gobernaron dos o tres años. Huancavelica
fue después cabeza de intendencia del mismo nombre.
En 1874, al crearse las intendencias, Huancavelica fue separado de
Angaraes que pasó a pertenecer a Huamanga. El decreto del 24 de enero
de 1825 incorporó a Huamanga toda circunscripción territorial, pero el
departamento fue restaurado por decreto del 28 de abril de 1839, en el que se
proclamó con tres provincias (Tayacaja, Castrovirreyna y Huancavelica).

Antecedentes históricos de las minas y los hornos


Las minas de Huancavelica fueron descubiertas antes de la llegada
de los españoles. Los nativos, desde épocas muy antiguas, ya conocían
estos yacimientos de donde extraían el cinabrio o sulfuro de mercurio al que
denominaron “ychma” (el pueblo también lo llamaba “Llimpi”), y lo utilizaban
para el pintado de sus cerámicas, así como los guerreros para teñirse los
rostros al igual que los soldados romanos que extraían de las minas de
Almadén en España. Su antigüedad se mide en relación proporcional a las
galerías que habían excavado, un complicado laberinto en el cual era fácil
de extraviarse.
Para obtener el sulfuro de mercurio, machacaban el mineral en “maraes”
o morteros de piedra hasta conseguir un polvillo de color jade o “llimpi”, que
disuelto en el agua, era también empleado por las mujeres como cosmético.
Esta particularidad de uso por los nativos, vista por Enrique Garcés, le sirvió
para encontrar los pequeños criaderos de azogue el año de 1559.
El asombro de parte de los españoles creció al constatar que la apertura
de esos socavones a gran profundidad se había practicado valiéndose
solamente de estacas y de astas de venados.
INVESTIGACIONES HISTÓRICAS DE LOS HORNOS COLONIALES EN HUANCAVELICA 41

Figura 1. Hornos de mercurio de Huancavelica.

Los Incas fundían el metal en unos hornillos portátiles, a manera


de alnafes de barro, no fundían con fuelles ni soplos, con los cañutos de
cobre o al viento natural. Así que a mediados de 1581 se realizaron en
Huancavelica diversos experimentos de unos hornos para fundir minerales
de mercurio, inventados por Enrique Garcés. El 26 de Junio alcanzó una
provisión del virrey Enríquez, en la cual se recomendaba a las autoridades de
Huamanga que prestaran todas las facilidades del caso a fin de que Garcés
pudiera implantar su método. Las manipulaciones deberían ejecutarse en
presencia del Corregidor, oficiales reales y dos o tres mineros antiguos y
expertos. A Garcés se le debe considerar como el precursor de los hornos
de reverberación aplicados al tratamiento del azogue. Ciertamente una
gloria nada desdeñable. Su inversión consistía en introducir determinadas
modificaciones en la disposición de los hornos, construyéndolos de suerte
que, caldeando los laterales, actuaran estos sobre el central por reverberación.
El procedimiento estaba inspirado en el modelo de los hornos de amalgamar
plata en los cuales se aprovecha de la reverberación de los buitrones para
la hornilla superior. Garcés prometió que siguiendo su sistema se ahorraría
mucho combustible (y por consiguiente los peones que lo acarrearan), al
paso que el rendimiento de azogue en caldo se incrementaría.
La secuela de ensayos practicados por Garcés revela su tenacidad,
irreducible ante los persistentes fracasos. A mediados de julio de 1581,
construyó frente a la morada de su antiguo socio Pedro Pinto de Sousa,
42 José María Gálvez

una cúpula u horno redondo, análogo a los de manga utilizados para tratar
los metales argentíferos, adhiriendo a los dos los hornos largos o buitrones
que ya entonces se empleaba en Huancavelica. En la parte superior de
estos tres hornos instaló 79 orzas llenas de cinabrio, empotrando 42 en los
hornos largos y 37 en el redondo. Así mismo inserto sobre “viches” otras
41 ollas, cuya hechura era ideada por él, asentando el receptáculo sobre el
suelo del horno central.
Aplicó fuego generado por ichu, solamente por las bocas de los dos
hornos largos. Después del período de cochura acostumbrado, se abrieron
las tinajas. Se comprobó que se había fundido el azogue en todas las
superiores del horno redondo.
El procedimiento seguido para tratar el mercurio en Huancavelica era
muy rudimentario pese a la innovación patrocinada por Garcés. Más al
correr de los años, se demostró que urgía perfeccionar el sistema primitivo,
tal como veremos en el punto siguiente.

Historia del mercurio en Huancavelica


Tomando como referencia la ciudad de Huancavelica, puede decirse
que el terreno favorecido por la mineralización del mercurio abarca una faja
alargada de 25 a 30 Km., hacia el Sur y otro tanto hasta el Norte de ella,
con un ancho máximo de 5 Km., en su medio; zona que es formada, en su
mayor parte, por las rocas sedimentarias: areniscas, calizas, coloreados,
pizarras y arcillas limitadas en ambos costados por rocas eruptivas más o
menos antiguas. El centro de enriquecimiento o el foco de mineralización de
esta extensa zona es, sin duda, el cerro de Santa Bárbara, que se levanta
sobre el costado Sur de esta ciudad; el que está formado de dichas rocas
sedimentarias. La arenisca, caliza y arcilla predominan en su centro; siendo
aquella la mejor mineralizada y afectando la forma de un gran farallón
que se destaca en ambos lados del poblado. Al oeste de éste paquete y
formando las quebradas de Santa Bárbara y Sacsamarca, se presentan
rocas porfídicas de color rojizo y grisáceo, y masa compacta; así como
andesitas, traquitas, lavas y basaltos; encontrándose un dique de pórfido
descompuesto y aspecto verdoso entre la gran masa de arcillas estériles
que forman los derrumbes del socavón Belén. Estas rocas eruptivas de
aparición posterior a las sedimentarias, son seguramente las que trajeron
la materia útil, en forma de corrientes gaseosas e hidrotermales que las
mineralizaron, impregnando la masa de las más porosas y permeables como
la arenisca y formando venas, nidos y láminas de cinabrio en las fisuras,
cavidades y planos de juntura de las rocas compactas, como las pizarras
y calizas; correspondiendo a la clasificación de yacimientos irregulares por
impregnación a los stockwerks. Las mismas rocas eruptivas tienen también
parte mineralizada en su masa, en formas de venas de cinabrio. El mercurio
se encuentra en estos yacimientos al estado de sulfuro, constituyendo la
INVESTIGACIONES HISTÓRICAS DE LOS HORNOS COLONIALES EN HUANCAVELICA 43

especie llamada cinabrio, de un color rojo violáceo y un peso específico de


8.1. Cuando está puro contiene 82.2 % del metal y 13.8 % de azufre; pero
rara vez y en muy pequeñas cantidades se le encuentra en este estado;
generalmente el cinabrio se presenta mezclado con fuerte proporción de
materias bituminosas, especialmente en la roca arenisca, formando manchas
oscuras; así como acompañado de realgar (sulfuro de arsénico), que ofrece
un color rojo vivo, y de los sulfuros de hierro (piritas) y a veces de zinc y plomo.
También se encuentra al estado metálico o nativo en las capas arcillosas y
arenosas del terreno de acarreo que forman el subsuelo de la ciudad.
El cinabrio de éste lugar era ya conocido por los aborígenes, que lo
usaban como pintura, llamada llimpi, para colorearse la piel, costumbre muy
común entre ellos; y para la extracción del llimpi, estos colocaban tubos
de barros cocidos en varias filas sobre un canal que servía de hornilla,
calentándolos con paja, después de tapar el mineral dentro herméticamente
con otros tubos iguales, en los que se condensaba el azogue también
llamado ponti, en forma de escorias. Indudablemente esto era lo que hacían,
pero no para obtener azogue, sino para sublimar el cinabrio impuro y tener
una pintura buena, pues tapando bien el vaso donde ponían el mineral y
calentándolo fuera del contacto del aire, no había oxidación del sulfuro del
mercurio, sino sólo sublimación de él, obteniéndose la pintura tan estimada,
conocida ahora con el nombre de bermellón. Los indígenas extraían, sin
duda, el mineral, atacando las rocas menos duras, como la arenisca, por
medio de herramientas hechas de piedras más duras, como las eruptivas,
las rocas calcáreas y conglomerados las desgastaban en los sitios que
contenían cinabrio, friccionándolas, con morteros alargados.
Es sabido que en la cumbre del cerro Santa Bárbara, en el sitio en que
termina el crestón de arenisca, fue donde se descubrió la existencia del
cinabrio, con relativa abundancia. Fue allí donde los españoles iniciaron sus
trabajos para irradiarlos en su seno, en forma de grandes y desordenadas
excavaciones. Ese punto fue sellado, para eterna memoria, con un arco de
piedra labrada cuya elevada cornisa está ornamentada con tres escudos de
España, esculpidos en piedra, arco o puerta que se le llamaba de Carlos III o
también el Brocal, sirviendo de punto de referencia para la cuadratura de las
minas. Este punto está a 780 mts., sobre el plan bajo de la ciudad y a 4,506
m.s.n.m., (156 m. más alta que la de Cerro de Pasco). Según la autorizada
obra de Don Mariano de Rivero, publicada el año 1857, se atribuye el
descubrimiento industrial del cinabrio de Huancavelica al Portugués llamado
Enrique Garcés, en el año 1566, siendo Gobernador del Perú Presidente de
la Audiencia, Licenciado López García de Castro, que lo vio en poder de un
indio. El 1 de setiembre de 1570 un individuo llamado Amador de Cabrera
poseía ya la mina de Santa Bárbara, ubicada seguramente en la cumbre del
cerro, punto donde se ostentaba el mineral precioso; y por entonces se la
vendió al Rey de España en 250000 Ducados. La ciudad de Huancavelica
fue fundada el 4 de agosto de 1571 por Francisco de Angulo, con el Título
44 José María Gálvez

de Villa Rica de Oropesa, siendo Virrey Don Francisco de Toledo. Desde


entonces dicho virrey consideró las minas como pertenecientes a la Corona;
las que principiaron a explotarse bajo la vigilancia de superintendentes
o gobernadores enviados especialmente desde España; pero por los
desórdenes y pérdida de la mala administración, fueron dadas al Gremio
de Mineros con la obligación de entregar todo el azogue que produjesen a
precio convenido, habilitándoles con sumas crecidas; sistema que fracasó,
resultando dicho gremio deudor incobrable, por lo que el año 1785 fue
enviado Don José Gálvez como Superintendente General del Ramo de Minas
en el Perú. Así continuó cambiándose un gran número de administradores
y con estos los métodos de trabajo de las minas, y como el fin de todos
era sacar en su periodo mayor cantidad de azogue, las convirtieron en un
laberinto desordenado y desastroso de excavaciones, sin cuidarse del futuro
de la mina. En 1795 fue enviado el Ingeniero Pedro Subiela quién levantó un
plano subterráneo y al dar cuenta de su cometido se manifiesta en términos
tales, que revelan el caos en que estaba al interior de este cerro. En el
Museo Nacional de Historia del Perú existe un plano de tamaño grande, sin
letras ni números, que probablemente fue levantado por dicho ingeniero y
donde se ven delineadas las labores con diversidad de orientaciones y de
niveles, que expresan dicho laberinto. La misma potencia grande, de 30 a
50 m. del estrato de arenisca mineralizada los incitó hacer bovedones muy
grandes sin cuidarse de su estabilidad. Las consecuencias de semejante
laboreo vinieron enseguida, pues se sucedieron terribles derrumbes como
el que ocurrió en 1786, bajo la administración de Francisco Marroquín,
propagándose hasta la superficie, en la que se produjo un gran hundimiento
que lleva su nombre; los desplomes de Santo Domingo de Cochapata que
sepultaron a más de 100 operarios y muchísimos más que convirtieron el
interior de este cerro en un hacinamiento macabro de desmontes, mineral
y restos humanos. La explotación de aquella época así como la posterior,
se ha hecho por capachos o a la espalda. La explotación colonial terminó
el año 1820 con motivo de los movimientos de la Emancipación.
Como labor minera de importancia de hizo el Socavón de Nuestra
Señora de Belén, a partir del flanco S.O. del cerro, cerca del pueblecito de
Santa Bárbara. Su objetivo principal fue el de ventilar los trabajos, porque
los operarios se morían por falta de aire. Otro socavón proyectado por
Antonio Ulloa en 1763, fue el Pochcocc, apenas comenzado, en la base
del cerro, sobre el farallón de arenisca, en un estrato intercalada de pizarra
a inmediaciones de la ciudad. Respecto a la profundidad que han llegado
los trabajos interiores no hay cifras exactas. En 1790 algunos mineros
aseguraban al Barón Nordenflicht que se había bajado 500 varas o sea
417.50 m. hasta llegar el socavón Belén, lo que concuerda con su nivel que
no es sino de 160 m; agregaban que profundizaron 300 varas por debajo
de él. Otros creen que se bajaron algo más de 400 m. pero no se sabe sí
verticalmente o siguiendo el desarrollo de las labores.
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Con la Emancipación del país continuaron los trabajos mineros en este


asiento, hasta el año 1836 en que Don Demetrio Olavegoya, formó una
compañía que no duró sino tres años, habiendo producido más o menos,
1,200 quintales anuales. A esta siguieron dos compañías: Mineralógica y
Huancavelicana, que no hicieron casi nada. Enseguida, el año 1846, las
minas fueron arrendadas por el gobierno a Don Luís Flores, por el término de
10 años y la merced conductiva de 1000 pesos anuales; quien en compañía
de Robles y el Coronel Salaverry, estuvieron explotándola durante tres años,
con algún mejor éxito que las anteriores sociedades. Posteriormente, se trató
de formar nuevas empresas que lo llegaron a su objetivo. Después fueron
denunciadas, sucesivamente las principales minas por varios mineros y
por los Doctores P. P. Arana y Augusto Benavides, quedando finalmente en
manos de éste último y de la pequeña compañía que formó, la que siguió
una vida lánguida por varios años, produciendo muy pequeñas cantidades
de azogue; hasta que a fines de 1915, vendió sus aisladas pertenencias
a la nueva empresa del señor Eulogio E. Fernandini. Resulto el señor
Fernandini a traer acá su gran impulso industrial, se hicieron los estudios
correspondientes y pidió a Estados Unidos de Norteamérica la máquina
necesaria. Desde el 1 de agosto de 1916 puso en ejecución su proyecto,
siguiendo un plan cuádruplo: 1ro hacer instalaciones de fuerza eléctrica para
las perforadoras de un socavón, movimiento de talleres, alumbrado, etc.,
2do penetrar a las labores profundas antiguas, rehabilitando el derrumbado
socavón Belén; 3ro extraer mineral de los bovedones altos accesibles, con
el fin de ir produciendo azogue, lo más pronto posible, mientras se prepara
la basta explotación, que tendrá por base el nuevo socavón; 4to estudiar y
ejecutar una pequeña planta de hornos y cámaras convenientes para el
tratamiento del cinabrio.

LOS HORNOS COLONIALES


Exploraciones arqueológicas
El peruano antiguo, desempeñándose inicialmente de cateador, se
convirtió gradualmente en hábil minero y metalurgista, ingeniando métodos
de extracción de especies minerales y menos metalíferas e inventando
procedimientos metalúrgicos para la manufacturación de metales, que le
permitieron movilizar volúmenes muy apreciables para su época.
En los períodos líticos de la Sierra Central se utilizaron de preferencia
rocas ígneas (granodioritas, porfidos, basaltos y andesita) para la manufactura
de batanes, martillos y otros artefactos mayores. En la confección de puntas de
proyectil, cuchillos, raspadores y artefactos menores, se usaron de preferencia
el cuarzo, silix, riolita y la obsidiana. Dentro de las especies metálicas, aparte
del oro, la plata, el cubre y el plomo, el mercurio fue el mineral que existía en
muchos sitios del área andina. En la Sierra Central son notables los de Yauli,
Huarochiri, Huancavelica, Chuschi (Ayacucho) y Ayaviri.
46 José María Gálvez

Los yacimientos de mercurio de mayor importancia han sido los de la


región de Huancavelica trabajos desde los días del incanato y tal vez antes.
El mercurio nativo ocurre en pequeñas gotas tanto en la roca original como
en las arenas de los riachuelos vecinos, pero el cinabrio constituía la mina
principal de explotación. Tenía gran demanda como colorante y cosmético.
Existen restos arqueológicos que demuestran que el cinabrio se sublimaba
en dispositivos tubulares adecuados para lograr un producto puro.
En las investigaciones arqueológicas realizadas en Huari (Ayacucho)
se encontraron canales tubulares en las cámaras funerarias y calotas
craneanas, pintadas con ese elemento. También cabe suponer que en etapas
posteriores se utilizó como tributo. Debe notarse que los Huaris, Chancas
e Incas utilizaron el cinabrio para sus ritos, funerarios y también para la
estética, especialmente de las mujeres.
Con la llegada de los españoles a estas latitudes y ante al existencia de vetas
de oro y plata, desarrollaron toda una estructura minera para su explotación. En
Huancavelica, prosiguieron con la explotación del cinabrio, elemento base para
extraer el mercurio, a su vez, ser utilizado en el proceso de amalgamación de
oro y plata en los diferentes asientos mineros del virreynato.
Para obtener el mercurio, el mineral del cinabrio era procesado en los hornos
de fundición, los cuales han sido objetos de investigación arqueológica como los
de Aqo Arma (Santa Rosa), Qoripaccha, Seqsechaca y Quichcahuayqo. Para
los especialistas en fundición, los hornos explorados, generalmente son de tipo
Jabeca, común en los inicios de la minería en el centro del país, especialmente
en esta zona, donde se desarrollo toda una industria en la transformación del
cinabrio en mercurio, elemento base para el procesamiento del oro y la plata. A
través de los pozos de cateos realizados en los hornos ubicados en la periferia
de la ciudad se ha podido deslindar y/o descubrir importantes datos en cuanto
a su función y momento de utilización.
Los hornos ubicados en Aqo Arma, Seqsechaca y Quichcahuayqo son los
primeros hornos coloniales construidos, por tener las características abovedadas
y cerrados casi herméticamente, fueron utilizados para procesar el mineral del
cinabrio (mineral bruto) y, así obtener el mercurio, estos hornos con el correr del
tiempo fueron abandonados y, otros
reutilizados como es el caso del horno
de Aqo Arma que fue adecuado para
molino de mineral y/o grano. Mientras
que el horno de Qoripaccha, por ser
más grande y tener una chimenea
muy bien construida, corresponde
a las épocas colonial y virreynal, en
su primer momento se fundieron el
azogue y posteriormente lo reutilizaron
para fundir el oro y la plata. Figura 2. Boca de horno. Huancavelica.
INVESTIGACIONES HISTÓRICAS DE LOS HORNOS COLONIALES EN HUANCAVELICA 47

Investigaciones históricas de los hornos coloniales. Los hornos de


fundición de azogue durante la colonia en Huancavelica
La industria minera para la producción del azogue durante la Colonia en
Huancavelica se dio inicio a partir de 1571, para lo cual se requería saber
el tratamiento y operación para la extracción del azogue, y hacer uso de
hornos de fundición para la quema del mineral nativo cinabrio.

Estando el Virrey Francisco de Toledo en la ciudad del Cusco se presentó


a él Pedro Fernández Velasco quien se ofreció el medio de beneficiar la
plata por medio del azogue. Toledo hizo traer de Potosí el metal y presenció
la operación que se verificó cumplida y felizmente en su propia casa con
precauciones, testigos y formalidades el año 1571. Toledo, lleno de ambi-
ción al saber que en Huancavelica existían minerales de azogue, compró
a Don Amador de Cabrera en 250 mil Ducados la mina de Santa Bárbara,
vinculándolo en la Corona Real la propiedad de esta mina y el expendio del
azogue. Cabrera arrepentido se fue a Madrid donde inició pleito, pidiendo
primero el doble de lo recibido y, después, un millón, sin haber podido conse-
guir ninguna de sus peticiones”...” inmediatamente comenzaron las labores,
siendo Veedor Don Pedro de los Ríos, nombrado por el Virrey Toledo. Miguel
Arias de Ugarte nombrado por la Audiencia Gobernador de Huancavelica
en 1607 hizo preparar de una manera admirable el mineral, perforando el
cerro y colocando lumbreras en lo cual gastó más de 6,000 pesos. Gobernó
después Arriola Valverde y se extrajeron 19,993 quintales.1

Los hornos de fundición de azogue en la Villa de Huancavelica, desde


el Siglo XVI, hasta el Siglo XVIII, fueron construidos de manera rústica, y
habiéndose tomado la muestra de los hornos de Almadén en España. Los
arqueólogos investigadores trabajaron en los restos existentes en el Barrio
de San Cristóbal, a la altura del lugar Puyhuan, donde se mantiene un horno
denominado “Qoripaccha”, construcción rústica con la base de ladrillos
elaborados en Huaylacucho, corroborándose así que “el 1 de setiembre de
1650, Don Matheo de Olibera maestro albañíl y Don Gabriel de Santiago
maestro albañíl, realizan contrato con la Caja Real de Huancavelica, a cargo
de Gregorio Florindez, para la elaboración de 30 mil ladrillos, por el precio
de 2400 pesos, para la construcción de nuevos hornos, para la fundición del
cinabrio y la extracción del azogue”.2 De igual manera se utilizaron piedras
de granito o similares, para la construcción de las paredes y la chimenea
del horno, unidas con argamasa (cal y arena). Además se utilizaron piedras
volcánicas llamadas cancania o calcáreas.

1. Guillermo Lohmann Villena, Las Minas De Huancavelica en los Siglos XVI, XVII y XVIII. Eit Sevilla,
1949, pp. 21-22.
2. Archivo Histórico de la Municipalidad Provincial de Huancavelica. Expediente colonial, S. XVII,
Leg N° 2.
48 José María Gálvez

Sistema de funcionamiento, fundición del cinabrio y tipos de hornos


La técnica usada para la fundición o quema del cinabrio para la
obtención del azogue fue sencilla: “los hornos utilizados en Huancavelica a
la sazón, eran de un sistema primitivo, ya en desuso en Almadén, y tenían
una capacidad de 30 a 40 ollas por término medio”.3 Para el quemado del
cinabrio se usaron en los inicios el “quinual” existente en las riberas del
río Ichu, así como del río Disparate, talado indiscriminadamente hasta su
total desaparición: “pocas décadas después de iniciada la explotación del
mercurio el único árbol del área, el quinual, había desaparecido en el torno
inmediato de la mina, al utilizarlo los pampas como leña para la fundición en
los hornos y el sustituto que se le buscó fue el ichu, se hallaba en camino de
seguir el mismo fin, ya en 1586 era necesario alejarse 8 ó más kilómetros
para conseguirlo”.4 Posteriormente dicho combustible fue remplazado por
el ichu.

El minero Rodrigo Torres de Navarra, español, descubrió la planta llamada


ichu, que crece en cantidades en las pampas de Huancavelica, y que es
un excelente combustible con el cual se alimentaba para proceder a la
extracción del azogue (...) esa gramínea era de Icho (stipa ichu); ninguna
otra materia combustible, ni aún la leña entonces utilizada era tan adecu-
ada a los fines que perseguía Torres de Navarra, puesto que esa especie
de espasto, abundante en azufre exaltados y mucho nitro, producía mayor
número de calorías que otras sustancias, acrecentando por consiguiente
el rendimiento de los hornos de fundición (...) en vez de largos recorridos
como el icho brotaba en las cercanías de Huancavelica, cada peón podía
acarrear diariamente hasta la boca del horno 4 ó 5 gavillas, de 2 m. de
rueda y 1.20 m. de altura (...) para prevenir tal contingencia, expidió el
Virrey Toledo unas “Ordenanzas” especiales para la preservación del icho,
en vista del valor que tenía para abaratar la producción. Se encargó a Luís
de Toledo Pimentel, el Alcalde Mayor de Minas Francisco de Angulo y el
Alguacil Juan de Soto, vigilar la aplicación de esas prescripciones destina-
das a resguardar cepas de ichu, evitando toda destrucción innecesaria o
dolosa (...) en 1589 el Virrey Conde del Villar hubo de librar una provisión
reglamentando el corte del ichu, a fin de impedir su total extinción (...) para
la obtención del ichu era necesario hacer uso por los indígenas, de hoces
para segar este combustible tan importante; en sus inicios fueron extraídos y
exterminados de esta misma Villa, posteriormente se tuvo que recurrir a los
Alcaldes del partidos de Angaraes, para la conducción del ichu en pearas
de paja para los asientos de fundición de Santa Bárbara, la Ascensión, San
Cristóbal y Santa Inés, siendo comisionados Don Francisco Muñoz y Don
Gabriel Riberos, este combustible era acopiado de las Alcaldías de Acoria,
Acobambilla, Vilcabamba, Conaica, Moya, Cuenca, Lircay, Huachocolpa,
Hatunhuayllay, Anchonga, Santos y Paucará respectivamente, siendo

3. Lohmann, Op. cit.


4. Carlos Contreras, La Ciudad del Mercurio, Huancavelica 1570-1700, p. 20.
INVESTIGACIONES HISTÓRICAS DE LOS HORNOS COLONIALES EN HUANCAVELICA 49

Superintendente de esta Real Mina de azogue Don Fernando Marquéz de


la Palata (1786) (...) El tratamiento para el mineral del mercurio que se ha
seguido en Huancavelica, desde el comienzo hasta los últimos tiempos,
no había recibido ninguna modificación, siendo siempre el mismo, bajo el
principio de un tostado oxidante y una condensación muy imperfecta de los
gases desprendidos.5

En el proceso de fundición, durante la Colonia en Huancavelica,


existieron variedades o tipos de hornos, con un sistema de funcionamiento
de tecnología aún primitiva:

Los hornos que se han usado, son los llamados de Aludeles, por la forma
de los tubos cortos, de arcilla cocida, que servían a la segunda operación,
embotándolos, uno a continuación de otro. Fueron ideados por el médico
de Huancavelica, López Saavedra Barba, el año 1633; sistema que fue
introducido después en las minas de Almadén (España en 1646 por José
A. Bustamante, donde recibió algunas modificaciones, donde acá observó
sus caracteres primeros, disminuyendo, además, en tamaño y capacidad),
el otro tipo de horno es, horno bajo de cuba, de trabajo intermitente, forma
casi cilíndrica y calentamiento por debajo. La carga de mineral se ponía
en unas parrillas de arcos de barro, a través de los cuales, pasaban las
llamas del combustible, paja o taquia (guano de carnero), y penetraban en
los intersticios de aquella, teniendo una capacidad de 22 a 24 quintales del
cinabrio; tiene 1.85 m. de alto interior, entre la parrilla y la boca superior de
carga, y 1.20 de diámetro en su parte media, la que va angostando hasta
tener 0.50 en aquella. El hogar que queda de bajo de la parrilla, tiene 0.90
de alto por 1.10 m. de diámetro, la descarga de cada horneada se hacía
por una puerta lateral, a nivel de la parrilla. Los gases salían por 4 tubos de
arcilla (albecas) de 0.12 m. de diámetro, colocados a 0.30 m. de bajo de
la boca. Estos conductos se conectaban con 4 tubos horizontales puestos
sobre el suelo, a nivel de la boca, de 5 m. de largo cada uno, formados de
dichos aludeles conectados unos con otros y cerrándose las junturas con
barro; los que constituían los condensadores de mercurio, con enfriamiento
del aire atmosférico. El tamo de cada uno de estos aludeles es de 0.40 m.
de largo, 0.30 m. de diámetro, en las partes más anchas, 0.20 m. en un
extremo y 0.10 en el otro (...) el mineral se cargaba en el horno, después de
cada operación que duraba 24 horas, es decir cada día se hacía una hor-
neada, en el mejor de los casos. Se enfriaba primero el horno, mojando sus
costados con un hisopo cargado de lechada de barro; en seguida entraban
a acomodar, a mano clasificando los trozos según su tamaño. El mineral
estaba 6 horas a fuego directo y otras 6 horas con el calor acumulado, pues
se cerraba la puerta del hogar durante ese tiempo. Al prenderse el horno
se dejaban abiertos dos huecos en su boca superior, para poder calentar
la carga y establecer el tiempo, pues de lo contrario el horno se ahogaba,

5. Raquel Delgado de Castro, El Despertar de Huancavelica, p. 23. AGMPH, Exp. Col. S. XVIII.
Leg. 42. A. G. Gastelumendi, Huancavelica como Región Productora de Mercurio, tomo II de los
anales, Lima 1920, pp. 54-56.
50 José María Gálvez

no funcionaba hasta que comenzaba a salir el azogue, lo que conocían por


medio de un pedacito de barro, el que se cubría de una capa blanquizca
de metal; entonces cerraban dichas aberturas y hacían circular los humos
por los tubos de aludeles. Terminada la operación los desarmaban para
recoger el azogue condensado en sus paredes interiores. Como se com-
prende, éste método, tan sencillo, tenía que ser muy deficiente, pues las
pérdidas de mercurio eran demasiados grandes, desde que se prendía el
horno hasta el fin. Es decir se perdía más del 60 % del mercurio contenido
en el mineral.6

La fundición del cinabrio se hacía de acuerdo a los tipos de hornos,


es decir se quemaba el cinabrio en pequeños trozos el mineral y otros en
polvillos, los mismos que eran triturados en los maraes:

Para obtener el bermellón, machacaban el mineral valiéndose de unos


rudimentarios conachos llamados por los españoles “maraes”, y por los
indígenas “marán” o “maray”. Estos morteros de mineral de que se hallaron
modelos en las cercanías de los arroyos donde lavaban el producto de la
trituración, consistían de dos piedras: una inferior de 1 m. de diámetro y
algo cóncava, de roca dura, y otra superior, un rodado grande de granito,
de 50 cm. Aproximadamente más o menos esférico al cual se imprimía
un movimiento rotativo. La muela era lo que propiamente se denominaba
“maran”, al paso que la voladora recibía el nombre de “urcun”. El resultado
de esta operación era un polvillo muy sutil, de color calde, utilizado como
estimadísimo afeite (...) en el idioma de la nobleza inka, el polvillo se deno-
minaba “ ychma”; el pueblo lo llamaba Llimpi (...) hay un testimonio de que
también se utilizaba disuelto en ungüento con el cual se embalsamaban
los cadáveres de los ingas.7
Por otro lado el tratamiento era azas rudimentario, esta que algunos años
después merced a los ahincados esfuerzos de los mineros, se introdujeron
notables mejoras en el modelo de los hornos de jabeca, redundaron, como
es de suponer, en un aumento de rendimiento unitario. Las vasijas en que
se calcinaba el mineral cinábrico, consistían en dos recipientes: una inferior,
redondo, y el que se encajaba sobre éste, que era más angosto por la parte
de la boca superior. El envase inferior se introducía en la tierra, el superior se
llenaba de cinabrio pulverizado y se obturaba la abertura de arriba con ceni-
za. Luego se acoplaba ambos receptáculos, recubriéndose cuidadosamente
las juntas, hecho un cerco de piedra, se extendía una tangada de la materia
combustible, cuidando de que no tocara los crisoles, para no resquebrajarlos.
Al practicarse la cochura, el azogue evaporado se condensaba en la vasija
superior, de la cual se extraía para conservarla en botijas vidriadas o en
valdeses, llamado en la lengua de los nativos, maytos.8

6. Lohmann, Op. cit, pp. 12-13.


7. Ibidem, pp. 50-51.
8. Gastelumendi, Op. cit, pp. 60-61.
INVESTIGACIONES HISTÓRICAS DE LOS HORNOS COLONIALES EN HUANCAVELICA 51

La metalurgia del mercurio comprende dos operaciones principales,


que son: la desulfuración del mineral en hornos y la condensación de sus
vapores en cavidades de enfriamiento. La primera operación se efectúa
en tres clases de hornos, según la naturaleza del mineral y la especia del
combustible que se disponga, así como del costo de éste; y son: Hornos de
Cuba, Hornos de Reverbero y Hornos de Retorta.

Los hornos de Cuba pueden ser de los siguientes tipos: 1ro. Intermitentes o
de marcha discontínua, que casi ya no se usa, 2do. De Cuba propiamente
dichos y discontinuos, de los cuales el mineral está en contacto inmediato
con el combustible carbonizado, cargándoseles sucesivamente por la parte
alta, ambos mezclados o por capas súper puestas y saliendo por de bajo,
ya tratado. Este sistema es el mejor de todos para mineral en trozos, es
decir, en roca, y siempre que éste sea de masa porosa, como la arenisca,
que es su ganga más general; si es que se tiene combustible carbonizado
como carbón de leña o coke, a precio conveniente, porque no dan muchos
humos ni hidrocarburos, tan perjudiciales, resultado una atmósfera con poco
stupp y ténue, por lo tanto, más apropiada para la condensación subsigui-
ente del mercurio. El rendimiento es mayor. Se aprovecha más el calor del
combustible y se hace más económico, pues su consumo es señalado en
un 0.5 % sobre el peso de la carga. En estos hornos puede tratarse mineral
también en polvo, aglomerándolo en briquetas, o mineral menudo en cierta
proporción. 3ro. Hornos de Cuba continuos, para combustibles gaseosos o de
llama larga y mineral en trozos de roca porosa, en los cuales el combustible
que puede ser hulla, carbón vituminoso, o leña, es quemado en una parrilla
lateral al horno, y la flama es obligada, por el tiraje, a penetrar y subir entre
los intersticios del mineral. La Cuba o laboratorio de éstos hornos es libre,
ocupados sólo por aquel, en forma de columna vertical que desciende poco
a poco, conforme avance su sulfuración. El gasto del combustible se apre-
cia en 12 % aproximadamente. En este sistema se puede mezclar algo de
mineral menudo proveniente del chanqueo, siempre que su proporción no
sea muy fuerte. 4to. Hornos de Cuba continuos, para combustible de llama
larga y para mineral menudo y fino, es decir para granzas y tierras; llama-
das también de cascada, son aquellos en los cuales la cuba o laboratorio
del horno, que puede ser vertical u oblicuo y de sección más reducida que
en los precedentes, está provisto de una serie de tabiques o de canales,
con cierto grado de declive y por los que el mineral, cargado por la parte
superior, baja en virtud de su propio peso, poniéndose en buen contacto
con la llama oxidante que sube en sentido contrario. Estos hornos son los
convenientes, cuando el cinabrio se presenta en rocas de textura compacta,
como la caliza y pizarra, siendo por lo tanto necesario triturarlas al estado
de menudo, (0 m. 01 más o menos de diámetro), para que el tostado sea
completo. También cuando la roca es de naturaleza friable, con ciertos
esquistos. La mano de obra y el consumo de combustible son mucho más
reducidos que en los reverberos; el tostado es más perfecto y menos ab-
undantes los productos gaseoso.9

9. Ibidem, p. 63.
52 José María Gálvez

Los hornos de reverbero, se usan casi exclusivamente cuando la materia


prima que se va a tratar está en polvo o es susceptible de aglomerarse dentro
del horno , y cuando el combustible, de llama larga, es barata; porque su
consumo es fuerte, relativamente a los demás hornos y se le aprovecha mal,
puesto que el principio de los reverberos es el calentamiento de la carga por
reflexión del calor, sobre todo, en las capas bajas del mineral. La producción
de humos, hidrocarburos y stupp que tiene que pasar íntegramente por la
cámaras de condensación, es muy grande, y por lo tanto menor la extracción
del mercurio arrastrado por ellos. La mano de obra es también de mayor costo
(...) la tercera clase de hornos es la de los de Retorta o de Vaso Cerrado,
en los cuales el mineral no está en contacto ni con el combustible ni con
el aire. La desulfuración del cinabrio se efectúa industrialmente por medio
de la cal viva, en mezcla íntima con aquel y probablemente pueden usarse
también los óxidos naturales de fierro, que forman un mineral que muchas
veces abunda cerca de los yacimientos de mercurio, como pasa en éste
lugar, donde hay grandes masas compactas de peróxido de fierro próximas
al sitio donde se va establecer la usina definitiva. No es apropiado sino para
mineral rico, al estado de polvo y en cantidad limitada así como para los
stupp y demás productos secundarios del producto. Es fuerte el consumo
del combustible, con mal aprovechamiento de su calor, puesto que actuando
sólo por conductibilidad de las paredes de la retorta y del mismo mineral,
que a su vez es mal conductor. Tiene que ser de dimensiones reducidas,
no excediendo de 0.50 m. de diámetro.10
La segunda operación, ósea la condensación de azogue vaporizado, en
mezcla íntima con todos los productos de los hornos, se efectúa en aparatos
de enfriamiento de tipos muy variados, basados en la absorción del calor de
tales productos, muchos de los cuales son llevados más debajo de su con-
densación, mientras que parte de los globulillos de mercurio se mantienen
en suspensión a las temperaturas más bajas, dificultando su separación.
El enfriamiento es hecho por la atmósfera o por el agua.11

Con relación a los tipos de hornos, de todo lo anteriormente citado,


llegamos a la conclusión que los hornos de fundición de azogue más usados
durante la Colonia en Huancavelica, fueron los de Alúdeles y los de Jabecas,
por la existencia de la gran cantidad de combustible como fue el ichu y la
taquia, más no así de leña, escasa desde los inicios de funcionamiento de
estos hornos por las talas indiscriminadas en la Villa de Huancavelica.

La mano de obra
En los inicios del funcionamiento de los hornos de fundición de azogue
durante la Colonia en Huancavelica, los responsables fueron los mismos
mineros españoles, especialistas en dar el tratamiento al cinabrio, para
posteriormente preparar cuadros de expertos de estos lugares, generalmente

10. AGMPH, Exp. Col. S. XVIII. Leg. 4.


11. AGMPH, Exp. Col. S. XVIII. Leg. 32.
INVESTIGACIONES HISTÓRICAS DE LOS HORNOS COLONIALES EN HUANCAVELICA 53

eran en número de tres, quienes cumplían las labores de funcionamiento,


fundición y extracción; es decir uno de ellos se encargaba de atizar el fuego
en el horno propiamente dicho, otro de apoyo para abastecer el combustible
y otro para el control del cocimiento del cinabrio. La mano de obra para el
laboreo del azogue eran de más de 12 horas de trabajo; es decir de sol
a sol más una hora de la noche. Por otro lado debemos mencionar que el
clero también hacía partícipe de los indígenas en los trabajos de fundición,
corroborándose con la siguiente referencia: “los indios de la Parroquia de
San Sebastián apoyan trabajando echando paja en las minas de fundición
de azogue en la Villa de Huancavelica”.12
El abastecimiento del combustible ichu fue constante durante la Colonia
en la Villa de Huancavelica, para el laboreo por los especialistas en fundición,
de tal manera que este recurso natural fue de vital importancia para el
funcionamiento de los hornos. Del abastecimiento se ocuparon los indios,
tanto del Partido de Angaraes, como de la misma Provincia de Huancavelica,
corroborándose con el expediente histórico encontrado en la Municipalidad
Provincial de Huancavelica:

Se registra un expediente de 1786, referido al abastecimiento de pearas


de paja semanalmente que se ha de echarse en los asientos de fundición
de azogue de la Real Mina de esta Villa de Huancavelica (12 de agosto de
1786), por parte de los indios que fue realmente su abastecimiento, causando
con ellos trastornos en la producción, siendo tan fácil su provisión por parte
de los naturales, verificación hecha por el Intendente Gobernador, Político
y Militar, Alcalde del Crimen de la Real Audiencia de Lima de su Real Mina
de Azogues Don Fernando Marqués de la Palata. Abastecimiento que de-
bía hacerse semanalmente, por la facilidad del pago de tributos por parte
de los naturales, de las comunidades y doctrinas del Partido de Angaraes:
Anchonga, Chontacancha, Ocopa, Julcani, Parco, Pampas, de San Cristóbal,
de la Ascensión, del Partido de Acobamba (Paucará) : Huachhuamachay,
Sunturhuasi, Sacramachay, de la Estancia de Pachaclla, Yanahacha, Car-
huac, Chichucancha, Pantachi, Chopca, Guayanay, Anta, Casacancha,
Tunancancha, entre otros.13

Para el buen funcionamiento de los hornos, los especialistas hacían


uso de herramientas específicas:

1791, se aprecia un inventario de herramientas en los asientos de fundición


y Quilca de Huancavelica, consistentes en: combillos, barretas, azadones,
picaderas, cucharas, badilejos, urguneros; inventario hecho por Don Ma-
nuel de Castilla, Coronel de los Reales Ejercicios, Intendente, Gobernador,
Político y Militar de esta Villa, con la visita e inspección en los asientos de

12. AGMPH, Exp. Col. S. XVIII. Leg. 6.


13. AGMPH, Exp. Col. S. XVIII. Leg. 18.
54 José María Gálvez

fundición de Azogue, entre otras cosas se pudo hallar: abecas, librillos, za-
pateras, arquillos, correa, topos de medir azogue, cargas de paja, palillos de
amarrar azogue, capachos de cuero, picos, lampas, cuñas, balanza grande,
grilletes, romana, campanilla, cajones de topear metales.14

Los Mineros de la Villa de Huancavelica, para el funcionamiento de sus
hornos, necesariamente tenían que contar con albañiles, para la construcción
de los mismos, cuyo pago promedio de oficiales y jornaleros, se aprecia en
la siguiente cita histórica:

1800- 1801, se registra la existencia de hornos de la Compañía formada


por Don Agustín Retamoso y Don Antonio Palomino, en la Estancia de
Matipacana de esta Villa de Huancavelica; donde a la vez se registra los
gastos causados en la fábrica (construcción), de un horno durante los meses
de septiembre y octubre de 1800 en la indicada Estancia, siendo el pago
promedio a los oficiales (albañil) de 6 reales semanales y a los jornaleros
de 3 reales respectivamente.15

Seguidamente llegamos a establecer que los mineros de esta Villa de


Huancavelica, para producir mayor cantidad de azogue tuvieron que hacer
gastos extraordinarios, tanto en la captación de especialistas para la quema
del cinabrio, así como en el alquiler o arrendamiento de hornos:

Existe una razón de 1791 donde se aprecia en el caudal gastado referido al


arrendamiento de hornos para fundir, cuyo gasto fue durante dicho año, la
suma de 1425 pesos ensayados, registrado por el Real Contador General
de Azogues de Huancavelica, Don Juan Gregorio Eizaguirre.
1797, se registra la existencia de un documento, de la compra de dos
hornos por el asentista Don José Fernández Villalobos, Sub Teniente de la
Milicia de Angaraes y Gremio de las Reales Minas de Huancavelica, en el
lugar denominado el Brocal, junto a la Real Mina (Santa Bárbara). Posteri-
ormente estos hornos fueron arrendados a Don Julián Paco Huamán, con
quien contrajo litigio sobre pago de arrendamiento.16

Finalmente entendemos que durante la Colonia en Huancavelica,


existían gran cantidad de mineros, consecuentemente existió gran cantidad
de hornos de fundición, sobre pasando el centenar, que funcionaban
simultáneamente en esta Villa de Huancavelica, así como fuera de ella,
como veremos a continuación.

14. AGMPH, Exp. Col. S. XVIII. Leg. 24.


15. AGMPH, Exp. Col. S. XVIII. Leg. 23.
16. AGMPH, Exp. Col. S. XVIII. Leg. 42.
INVESTIGACIONES HISTÓRICAS DE LOS HORNOS COLONIALES EN HUANCAVELICA 55

La ubicación de los hornos


Durante los siglos XVI, XVII y XVIII existieron gran cantidad de
hornos, especialmente en las faldas del famoso cerro de Santa Bárbara,
de igual forma se ubicaron hornos en la misma ciudad de esta Villa de
Huancavelica, así como en los Barrios de la Ascensión, San Cristóbal y
Santa Ana, (Chuncahorno); asimismo en la misma mina Real de Azogue
de Santa Bárbara y Brocal, y el lado contiguo de Chaclatacana, así como
en el entorno de la ciudad de Huancavelica, como Santa Inés, Seqsechaca,
Cabramachay, e incluso en lugares lejanos de Huancavelica, como Pueblo
Libre, Pampahuasi, Santa Rosa, Huayllaracra, Matipacana, Titicaja, y
otros lugares mucho más alejados: existe un expediente de 1791 sobre los
experimentos hechos, en el horno que construyó Don Pedro de Tagle en la
Pertenencia de la Ascensión, de esta Villa de Huancavelica.17 Un expediente
del 29 de octubre de 1800 relata como Doña Teodora Villanueva, Don
Mariano y Manuel Palomino, madre e hijos dedicados a catear, descubrieron
polvillos de azogue en el paraje de Challhuapuquio Anexo a las Haciendas
de Matipacana tres leguas distantes de esta Villa, solicitando la construcción
de fábrica de hornos para la fundición de azogue, habiendo autorizado las
autoridades Reales de la Villa por no existir perjuicios en terceros, firmado
por Don Nuñez Gobernador Intendente de esta Villa.18 Asimismo, “se registra
un expediente del 3 de marzo de 1804 en Huancavelica, la existencia de
hornos de fundición de azogue de propiedad del Licenciado Don Manuel
Ruíz del Valle Presbítero y dueño del asiento de Pampahuasi colindante
con sus Capellanías de Huayllaracra, en cuyo lugar también existe un horno
consentido por el asentista en mención, otro horno con la calidad de que
los indios tributarios de Huayllaracra fundiesen en el y tuviesen alivio entre
todos para la ayuda de sus tributos, pues en el mismo lugar se sacaban
polvillos y paja; estos lugares están distantes a una legua de la Villa de
Huancavelica (demanda interpuesta por el indio Tiburcio Sánchez para el
uso de un horno en el asiento de Pampahuasi, ante el Párroco de Santa Ana
de la Villa de Huancavelica).19 Del mismo modo existe otro expediente, “de
1655, donde Juan Pareja de Alaráz, residente en la Villa y administrador de
indios, solicita un horno que por derecho le corresponde, para dedicarse a
la fundición en el cerro denominado “Titicaja”, de esta Villa de Huancavelica,
y poseer un asiento en dicho lugar y que dicho horno lo construyó con su
dinero y apoyo de sus indios”.20 Y finalmente para corroborar la ubicación
de hornos coloniales, en el archivo histórico se aprecia el documento
del 28 de setiembre de 1641 donde los mineros hermanos: Ana, María y

17. AGMPH, Exp. Col. S. XVII. Leg. 21.


18. AGMPH, Exp. Col. S. XVII. Leg. 21.
19. Contreras, Op. cit, p. 44.
20. CAGMPH, Exp. Col. S. XVII. Leg. 9.
56 José María Gálvez

Antonio Perales de esta Villa de Huancavelica, propietarios de esta mina de


Chaclatacana, en visita a los hornos que hicieron de jabecas, con presencia
del Veedor, Don Rodrigo de Mendoza, solicitaron ante las autoridades Reales
(Alcalde Mayor de Minas), a fin de no pagar el 2 % al buscón de las minas
de Chaclatacana.21
De esta manera afirmamos la existencia de hornos dentro y fuera de la
ciudad de Huancavelica, aunque hoy en día sólo quedan algunas fuentes
documentales, por el crecimiento demográfico y urbanístico dentro de la
misma colonia, la vida republicana y en la actualidad.

En las Parroquias situadas en la periferia de la población, como San Cristó-


bal y San Sebastián, chacras de cultivo donde antaño funcionaron molinos
u hornos de fundición para el mercurio, fueron adquiridos por españoles,
mestizos e incluso por algún “común de indios”, para edificar viviendas (...)
Existe un expediente donde en la Parroquia de San Cristóbal, Martín de
Aristíval, compró en 1656 un solar junto al río, donde antes funcionaba un
horno. En 1658 ya existían casas en toda esta ribera.22

Los hornos de fundición en la Villa de Huancavelica fueron


indudablemente más de un centenar, toda vez que los grandes empresarios
mineros como Sotomayor y otros, hacían funcionar simultáneamente más
de 60 hornos, con lo que se demuestra que Huancavelica estaba rodeada
sin duda de grandes cantidades de hornos de fundición de azogue: “había
industriales, como los grandes empresarios Sotomayor, Torres de Navarra,
el repetido Contreras y algunos otros, que tenían en sus asientos más de
60 hornos funcionando alternativamente”.23 Estos hornos de fundición han
ido desapareciendo como manifestamos anteriormente, por el crecimiento
poblacional y consecuentemente urbanístico; lo cual nos hace entender que
Huancavelica, durante la colonia, soportó un sistema de explotación minera
jamás visto en la historia.

21. Ibidem.
22. Lohmann, Op. cit, p 131.
23. Ibidem.

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