La Bondad Ontológica de Las Emociones
La Bondad Ontológica de Las Emociones
La Bondad Ontológica de Las Emociones
Tabla de contenidos
Introducción 2
Desarrollo 4
Contra las emociones - Filosofía 4
A favor de las emociones – Psicología. 6
Justificación filosófica. 10
Conclusión 14
Lista de referencias 15
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Introducción
Comenzaremos con el desarrollo del ensayo introduciendo los rasgos generales de la postura
estoica acerca de las pasiones. Según esta escuela filosófica, “las pasiones tienen su origen en
el impulso general primitivo de la naturaleza. Cuando ese impulso inicial en el hombre no es
regulado por la razón, y no está sometido a ella, se hace irracional, se desvía de la rectitud y
desde entonces va contra la misma naturaleza.” (Fraile, 1997, p. 620). Los estoicos
consideraban a la virtud como el único bien a adquirir con el ejercicio, y éste consistía en
vivir conforme con la naturaleza y a la razón. En este caso, la nula intervención de la razón en
el gobierno de las mismas, conduciría al hombre al sufrimiento, ya que al no buscar la virtud,
que está estrechamente vinculada a la felicidad, éste no lograría ajustarse al orden natural del
mundo, no alcanzaría la virtud y, por lo tanto, tampoco la felicidad. Esta escuela definía a las
emociones como “movimientos excesivos de la parte sensitiva contrarios a la naturaleza y a
la razón. Desviaciones de la rectitud que debe imponer la razón. Enfermedades del alma.
Perturbaciones que proceden de representaciones falsas, las cuales originan un juicio erróneo
de la razón”. (Fraile, 1997, p.620). Según ellos, el hombre con su razón debe ignorar esas
falsas representaciones para no perturbar el juicio y obrar correctamente. Es por esto que
consideraban que el ignorante obraba mal. Finalmente, la conclusión a la que arribaron los
estoicos a partir de su excesivo racionalismo consistió en sostener la búsqueda de la
“ataraxia” o imperturbabilidad del alma, extirpando toda pasión para que el sabio estoico
pudiese así lograr la felicidad.
“Las cuatro principales (emociones) que Crisipo subdividía en muchas otras, son: 1)
concupiscencia ciega, consiste en el deseo desordenado de un bien futuro. 2) Temor, que
tiene por objeto el mal futuro. 3) Dolor o tristeza, que se refiere a un mal presente. 4) Placer,
que se refiere a un bien actual. (Fraile, 1997, p.620).
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presentan desde los inicios de la vida, a lo largo de la historia evolutiva se han ido
conformando estos patrones biológicos de supervivencia denominados emociones, que no son
para nada un “lujo desdeñable” sino que son “curiosas adaptaciones que forman parte
esencial de la maquinaria que los organismos usan para regular su supervivencia”. (Damasio,
2000, p.71).
Partiendo de la conclusión brindada por Antonio Damasio, Norberto Levy nos va a hablar en
la introducción general de su libro titulado la sabiduría de las emociones, del carácter de
“señal” que poseen las emociones negativas o que se conocen comúnmente como
conflictivas. Este autor recurre a una analogía para poder explicar la función de las
emociones en el cuerpo y afirma que son como las luces del tablero de mandos de un auto,
que se encienden en el caso de que quede poco combustible o haya subido la temperatura.
Levy afirma que las emociones son útiles detectores de problemas a resolver, y que no
debemos reprimirlas o ignorarlas. Ellas deben aprovecharse correcta y completamente y,
luego, nosotros debemos estar agradecidos por habernos orientado hacia la resolución de un
conflicto interno que, si no se atiende y no se soluciona, las repercusiones que se pueden
llegar a manifestar podrían afectar la salud física y también mental del individuo atentando
contra su supervivencia. Por ejemplo, si no se sintiese miedo ante una situación riesgosa para
nuestra vida, no tomaríamos ningún tipo de medida de prevención o cuidado, poniendo
quizás, nuestra propia vida en peligro. Por otro lado, si tuviésemos un conflicto interno
generado por una emoción considerada “negativa” y decidiésemos ignorarlo o reprimirlo, eso
generaría en nosotros otro conflicto estéril, al no saber cómo aprovechar esa emoción para
aprender de ella. Daniel Goleman brinda información acerca de la importancia biológica de la
amígdala (racimo de estructuras interconectadas ubicadas en el tronco cerebral) ya que ella es
“especialista en asuntos emocionales” (Goleman, 1996, p.54). Esta, a su vez, se ocupa del
aprendizaje y del recuerdo. Según Goleman, “si la amígdala queda separada del resto del
cerebro, el resultado es una notable incapacidad para apreciar el significado emocional de los
acontecimientos, a veces se llama a esta condición “ceguera afectiva”. (Goleman, 1996,
p.54). En conclusión, sin la amígdala, el depósito de la memoria emocional, no hay pasiones,
por ende, una vida sin ella, es una vida despojada de significados personales. Goleman
menciona como ejemplo a un joven que le habían decidido extirpar la amígdala a causa de
detener unos ataques que padecía, pero en consecuencia perdió interés en los demás, prefería
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la soledad a la compañía, no reconocía a sus seres queridos. Incluso, sin amígdala, no hay
tristeza, por ende, no hay derrame de lágrimas. Es por esto que debe producirse un interjuego
entre la amígdala y la neo-corteza cerebral para así se desarrolle correctamente la inteligencia
emocional. En resumidas palabras, Goleman no sostiene, al igual que los estoicos que la
razón debe aplastar y dominar a las pasiones, ni tampoco considera que las pasiones deben
gobernar y la razón no debe interponerse. Él afirma que debe existir un “equilibrio
inteligente” entre razón y pasión, o palabras más coloquiales, entre cabeza y corazón. Estas
“dos mentes” (la emocional y la racional) deben operar en conjunta armonía para guiarnos en
el mundo. Por eso, debe utilizarse la emoción de manera inteligente. De esa manera, quedaría
resuelta la dicotomía o la visión filosófica dualista del hombre (implica la nula vinculación
entre cuerpo y alma), y se podría afirmar al mismo como una unidad entre cuerpo y alma.
Esta teoría psicológica, refleja y explica perfectamente la unidad sustancial del hombre
defendida por filósofos tales como Aristóteles y su fiel seguidor Santo Tomás de Aquino.
A continuación presentaremos la postura filosófica de dichos filósofos que coincide, justifica
y amplía lo dicho por la teoría psicológica desarrollada.
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Justificación filosófica
Si bien Aristóteles a lo largo de su obra no hace demasiado hincapié en las emociones, sí hace
algunos comentarios que nos son útiles para comenzar a analizar el punto de vista filosófico
acerca de ellas. En el segundo libro de la Ética a Nicómaco, utiliza la palabra “páthos” (que
significa “lo que se padece”) para referirse a todo lo que experimenta el alma, de manera muy
general. Él distingue tres clases de perturbaciones: “estados anímicos, capacidades y
comportamientos” (Aristóteles, 1105b, 19-21). Dentro de los nombrados estados anímicos,
incluye lo que hoy estudiamos como emociones. “Al hablar de estados anímicos, me refiero a
los impulsos que se sienten: ira, miedo, osadía, envidia, alegría, amor, odio, ansia, celos,
compasión y, en general, a lo que le sigue excitación o pesar” (Aristóteles, págs. 1105b, 20-
25).
Hemos dicho anteriormente que el hombre necesita de las emociones para poder reaccionar
ante el mundo, afirmado desde una postura biológica y psicológica. Pues bien, la explicación
filosófica que respalda y justifica esa conclusión científica es la que afirma que el alma (que
es quien padece las emociones) se encuentra sustancialmente unida al cuerpo (quien actúa
frente a la realidad).
Santo Tomás de Aquino, en la prima pars de la suma teológica, cuestiones 75 y 76, aclara
que la unión de alma y cuerpo, una unión de tipo espiritual, es constitutiva de absolutamente
todos los seres vivientes.
Es importante e interesante la reflexión que realiza Santo Tomás en la prima secundae de la
Suma (q.22) acerca del término “padecer”, ampliando el de Aristóteles, ya que se puede
padecer de tres modos distintos: cuando se utiliza el término como sinónimo de “recibir”,
aunque esto no sería un padecimiento sino más bien perfeccionamiento; también cuando se
habla del recibimiento de una cosa con pérdida de otra y esto se puede dar de dos maneras
distintas: en un caso se puede perder lo que no es conveniente y en otro se puede recibir lo
que no es conveniente. En conclusión, la pasión se da en el alma de los tres modos y la afecta
de manera accidental. Finalmente, en las respuestas a las objeciones, Santo Tomás afirma que
si bien el padecer como pérdida y transmutación se halle solo en los compuestos de materia y
forma, aunque el alma no sea materia, tiene algo de potencialidad según la cual la lleva a
padecer en ese sentido.
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En dicha cuestión de la Suma, Tomás también destaca que las pasiones son padecidas en el
alma, pero que no solo se dan en el apetito intelectivo (alma), sino que también ocurren en el
sensitivo (cuerpo). Aunque resalta que la razón de las emociones se haya más propiamente en
el apetito sensitivo que en el intelectivo dado que (citando a Damasceno en el libro 11) “La
pasión es un movimiento de la potencia apetitiva sensible en la imaginación del bien o del
mal”. (Aquino, I-II, q. 22).
No obstante, si las pasiones se dan tanto en el alma como en el cuerpo, sería en vano y
perjudicial querer aplacarlas o eliminarlas ya que, siguiendo la línea de la postura psicológica
mencionada, se provocarían daños en ambos al no permitirnos manifestar lo que se muestra
como necesario de sentir o demostrar.
Como dijimos anteriormente, el padecimiento se da sólo en compuestos de materia y forma,
es decir, cuerpo y alma. Aristóteles plantea entonces su famosa teoría “hilemórfica” en la cual
afirma que no puede existir en el mundo físico materia alguna (en este caso el cuerpo) que no
se encuentre unida a alguna forma (alma).
De ahí que el movimiento del corazón tenga su principio en el alma en cuanto esta es forma
de un tal cuerpo y, en particular, del corazón. (Alby, 2009, págs. 6-7) Cuando se encuentra la
materia, en este caso el tejido cardíaco, sin la forma presente, únicamente tenemos un
músculo. En cambio cuando la forma, (el alma) se une a la materia, ya hay un hombre
constituido. Con esto se refiere a que el hombre no era hombre, antes de que el cuerpo se
viera informado por el alma.
Ha de aclararse que el alma no radica en el corazón, pues se encuentra en toda y cada una de
las partes del cuerpo. Pero aún así, el cuero será el responsable del inicio, permanencia y fin
de la unidad sustancial, siendo informado por el alma e iniciado con ello el movimiento que
de acabar, acabará con la unidad sustancia llamada hombre. (Villagra, s.f)
Entonces, al ser la unión entre cuerpo y alma lo que hace al hombre un hombre, también lo
hace hombre el hecho de sentir emociones y querer expresarlas dentro de límites
proporcionados por la razón.
He aquí entonces la necesidad de hablar de la primera virtud cardinal: la prudencia. El
filósofo Josef Pieper en su libro “las virtudes fundamentales” afirma que “el prudente
contempla, por una parte, la realidad objetiva de las cosas, y por otra el “querer” y el
“hacer”; pero en primer lugar, la realidad, y en virtud y a causa de este conocimiento de la
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realidad, determina lo que debe y no debe hacer.” (Pieper, 2010, p13). Según él, la prudencia
es la “capacidad de ver objetivamente las realidades (…) y hacerlas normativas para el
obrar.”(Pieper, 2010, p 15).
Por ende, las pasiones repercuten con mayor fuerza en el apetito sensitivo que en el
intelectivo lo cual no significa que las emociones no deban ser manifestadas. Deben ser
reguladas por la virtud de la prudencia mediante la contemplación de la realidad, que llevaría
a una moderación y encauce de las mismas para ser sentidas en su justa medida, e incluso
para ser aprovechadas de manera positiva
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Conclusión
Podemos afirmar que existe una relación entre la filosofía y la psicología. Ambas ciencias
comparten un espacio, trabajan en común sobre la realidad, se retroalimentan y
complementan aunque difieran en su objeto formal ya que la psicología no hubiese alcanzado
la verdad por sí sola sin considerar la finalidad de las cosas, el aporte conceptual y el
respaldo de profundidad de pensamiento de la misma filosofía. Por otra parte, la filosofía no
se actualizaría con los años sin su participación en el campo de investigación de las demás
ciencias, no poseería posibilidad de aplicación y demostración de sus teorías ya que las
ciencias no ilustrarían ningún pensamiento que surja dentro de ella. Es por eso, que
consideramos importante la finalidad de nuestro trabajo porque implica un logro dentro del
ámbito científico al vincular dos disciplinas diferentes pero que, al mismo tiempo, se
enriquecen mutuamente. Consideramos que esto fue reflejado a lo largo de la investigación
mediante la temática de la bondad ontológica de las emociones ya que, luego de presentar una
postura filosófica antigua que apoyaba la ataraxia, reflejamos, en primer lugar, como la
psicología no está de acuerdo con ella expresando argumentos verdaderos, coherentes y
científicos. Luego, presentamos posturas filosóficas que brindaron luz y claridad en la
justificación de la explicación psicológica sobre el tema. De ese modo, logramos reflejar la
clara relación y vinculación existente entre la ciencia sapiencial, filosofía y la ciencia
particular psicología.
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Lista de referencias
Alby, J.C. (2009). Scribd. Recuperado el 18 de 02 de 2018, de Scribd:
https://es.scribd.com/document/213992178/Juan-Carlos-ALBY-La-medicina-
medieval-y-la-filosofia-tomista-del-cuerpo
Damasio , A (2000), Emoción y sentimiento. En Damasio, A (Eds.) Sentir lo que sucede,
cuerpo y emoción en la fábrica de la conciencia (pp 51-99), Chile: Andrés Bello.
De Aquino, S.T (1990) Prima pars, cuestión 75, sobre el hombre compuesto de alma y
cuerpo y sobre la esencia del alma. En De Aquino, S.T (Eds.) Suma Teológica (pp
671-681), Madrid: Biblioteca de autores cristianos.
De Aquino, ST (1990) Prima secundae, cuestión 22, Tratado de las pasiones del alma. En De
Aquino ST (Eds.) Suma Teológica (pp 223-224), Madrid: Biblioteca de autores
cristianos.
Fraile, G (1997). Historia de la Filosofía, España: Biblioteca de autores cristianos.
Goleman, D (1995). La inteligencia emocional, Buenos Aires: Javier Vergara.
Levy, N (2006) La sabiduría de las emociones, Barcelona: Debolsillo.
Pieper, J (2010) Las Virtudes Fundamentales, Madrid: Ediciones RIALP.
Villagra, G. (s.f.). Academia. Recuperado el 18 de 02 de 2018, de Academia:
https://www.academia.edu/12097265/De_Motus_Cordis._Una_Mirada_Sobre_el_Cor
az%C3%B3n_en_Santo_Tom%C3%A1s_de_Aquino