ABAD IBAÃ EZ J. A. - Iniciacion A La Liturgia de La Iglesia - Palabra 1997 OCR

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LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACION CRISTIANA

- EL BAUTISMO
El bautismo es la puerta de entrada del edificio sacramental. A través de él la adhesión
suscitada por el anuncio del evangelio se sella sacramentalmente en la confesión de la fe, en
la conversión que lleva a abandonar al hombre viejo y a vivir en la vida nueva de los hijos de
Dios.
"El bautismo es el sacramento a través del cual la Iglesia, incorporándose nuevos miembros, asegura
y amplía incesantemente su existencia. Pero él es mucho más que una mera ceremonia de
aceptación, aunque sea también esto. En cuanto constituye un rito de entrada en el pueblo de Dios, el
bautismo es un elemento salvífico. Según las palabras de Jesús relatadas en Mt 28,19s, la predicación
precede al bautismo y, a la vez, interpreta la existencia del bautizado y llama a su constante
realización. Consecuentemente, el bautismo ha de ser interpretado en relación con toda la misión
eclesiástica. Pero, en medio de todo, él reviste un sentido y una operación singularmente propios. La
predicación tiende al bautismo o a la realización de la existencia bautismal. Y viceversa, la recepción
del bautismo es la respuesta creyente a la predicación y la base de la realización cristiana de la
existencia. Quien recibe el bautismo da forma real a su intención de ser recibido como miembro de la
Iglesia. Y la Iglesia, al administrar el bautismo, actualiza la disposición a recibir en su comunidad al
bautizado. Si la Iglesia constituye la constante presencia oculta del Señor glorificado con su poderío
salvífico, del Señor que obra en el Espíritu Santo, en consecuencia, el bautismo es aquel acto en el
que Cristo realiza aquí y ahora su acción salvífica de un modo fundamental".1
Esta acción sacramental de la Iglesia se concretiza en el rito bautismal, que tiene como
partes fundamentales las siguientes:
Esquema del rito bautismal:
 Recepción en la Iglesia, cuerpo místico de Cristo: ingreso en la comunidad cristiana;
 Celebración de la palabra: evangelización y catequesis;
 Oración de los fieles: el pueblo de Dios ora por el bautizado;
Letanías: petición de auxilio a aquellos que nos han precedido en la fe común como modelos.
Exorcismo: superación de la lejanía de Dios causada por el pecado.
 Bautismo con agua:
- bendición del agua: principio vital de regeneración;
- renuncia al pecado y profesión de fe;
- baño de purificación en el agua: morir para renacer.
 Unción con el Crisma: manifestación del Espíritu en el bautizado:
- la nueva vestidura: revestirse de Cristo...
- La luz: el cristiano es iluminado por la luz de Cristo;
 Acción de gracias de la Iglesia por el nuevo hijo de Dios: Padrenuestro.

LA DOCTRINA DE LA ESCRITURA SOBRE EL BAUTISMO.

Existen cuatro pasajes fundamentales en el Nuevo Testamento para comprender la


importancia del bautismo en la predicación de Jesús:

1
Michael Schmaus, El credo de la Iglesia Católica, ed. Rialp, Madrid, 1970, I, 376.
2
1) La misma predicación de Jesús supone como antecedente el rito bautismal:

"Juan, el bautizante, predicaba un bautismo de penitencia para la remisión de los pecados... Y acudían
todos, haciéndose bautizar por él mientras confesaban sus pecados" (Mc 1,1-5).

2) La predicación de los apóstoles supone conocido lo sucedido en Judea:

"Habiendo principiado en Galilea, después del bautismo que Juan había predicado, en relación con
Jesús de Nazaret" (Act 10,37).

3) Jesús mismo establece la necesidad de un bautismo como condición para entrar en el


Reino de los cielos:

"Pues sí, te aseguro que si uno no nace de nuevo, no podrá gozar del Reino de Dios... A menos que
uno nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios" (Jn 3, 1-8).

4) Resucitado y dotado de todo poder, encomienda a la Iglesia la misión de bautizar a todos los
que crean en él:

"Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo" (Mt 28,19).

"Haced penitencia y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para la
remisión de vuestros pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Act 2,37s).

Estos textos representan la paulatina comprensión de la realidad bautismal dentro de la


comunidad primitiva, un proceso homogéneo de comprensión en torno a las palabras del
Señor.

El vocabulario bautismal:

en el uso profano:

 = sumergir, colorear,

 = sumergir, hundir, irse a pique.

En el uso del NT:

bapto: sólo se usa en el sentido de sumergir o mojar; así Jn 13,26.


3
baptizoo: únicamente se usa en sentido cultual = bautizar con agua; en este sentido Mc 1,9s;
Mt 3,16.

La misma realidad la encontramos en los datos del bautismo realizado por Juan: se trata de un
baño de inmersión que tiene un sentido purificador y regenerador.

Ya en el Antiguo Testamento se conoce una purificación ritual por medio de un baño. En


Qumrâm tenemos el más alto grado de desarrollo de esta actitud cultual.

Incluso en el siglo primero antes de Cristo había ya en la sinagoga un bautismo para los
prosélitos a través del cual se conseguía la admisión en la sinagoga: el convertido bajaba, en
presencia de dos testigos, al lugar donde estaba el agua, ahí se sumergía en ella y se
levantaba como miembro de la comunidad.

"A pesar de esta notable diferencia y a pesar de que todo el proceso se orientaba hacia una
purificación levítica externa, el bautismo de los prosélitos, que implicaba el propósito de cambiar de
vida y en virtud del cual el prosélito venía a ser como un recién nacido, resulta de gran interés para
llegar a un entendimiento de la praxis bautismal joánica. En cualquier hipótesis, es claro que no ha
debido ser nada desconocido el uso de un baño de inmersión como rito introductorio en la vida de una
comunidad religiosa, o como gesto previo a la adopción de una vida más sublime. En este baño se
verifica, en definitiva, un impulso irresistible del hombre a expresarse simbólicamente, impulso que
encontramos con frecuencia en los cultos antiguos. Cuando, en algunos cultos, ese impulso inherente
a todo hombre que le lleva a sentirse liberado de cualquier tipo de mancha o culpa, trata de
canalizarse y concretarse en una ceremonia religiosa, lo lógico es que ésta consista en una
purificación a base de agua, tal vez incluso en un baño de agua o en un bautismo de agua. No parece,
sin embargo, que esto haya de implicar alguna dependencia causal". 1

"Si bien Mateo deriva el bautismo cristiano de un mandato explícito de Jesucristo, sin embargo, cabe
considerar el encargo bautismal situándolo en un gran contexto histórico-religioso o, por lo menos, en
una perspectiva bíblica. En la antigüedad, los lavatorios sagrados estaban muy difundidos dentro del
campo extrabíblico. Pero el bautismo usual en el cristianismo, según su sentido más íntimo, es tan
diferente de los bautismos extracristianos, que en su núcleo no puede deducirse de ellos. La
purificación anhelada en estos últimos era mayormente entendida como un hecho mágico-naturalista.
Por lo que se refiere al ámbito bíblico, mucho antes de Cristo hallamos lavados cultuales. En algunas
sectas, por ejemplo en la de los esenios, esos lavados eran precisamente una parte del culto. Pero es
sumamente problemático si entre esas formas y el pensamiento bautismal de Jesús existe alguna
relación. En lo referente a la comunidad de Qumrâm, no puede probarse que existiera en ella un
bautismo de iniciación. Sin duda, tampoco el bautismo judío de los prosélitos, el cual constituye un
acto de aceptación en la comunidad judía, ejerció ningún influjo en el cristianismo, ya que es incluso
dudoso si existía en el tiempo del nacimiento de la primitiva comunidad cristiana. En cambio,
podemos ver preconizado el bautismo cristiano en el bautismo de Juan. El tenía un significado
mesiánico, era signo y realización de la penitencia y de la conversión (Mc 1,4-11; 11,27-33; Jn 1,19-33;
3,23-29; 10,40; Act 1,5; 11,16; 13,24; 18,25; 19,4). Se proponía crear un pueblo renovado para el
Mesías venidero". 2

Los ritos de iniciación en las religiones no cristianas:

El agua:

1
Burkhard Neunheuser, Bautismo y confirmación, Historia de los dogmas, BAC, Madrid, 1974, 3-4.
2
M. Schmaus, El credo de la Iglesia, 377-378.
4

a un nivel fenomenológico aparece como:

indispensable para el nacimiento y la conservación de toda vida;

elemento de limpieza y purificación;

capaz de destruir y arrasar todo lo creado (diluvio);

el rito de purificación:

es el paso de un estado menos bueno, o malo, a otro de santidad y pureza cultual;

es la posibilidad de un contacto con lo puro, lo santo, lo limpio.

La purificación implica siempre un elemento doloroso que viene unido a la dimensión de


pecado (purificaciones rituales, jurídicas, externas, etc.).

El simbolismo acuático:

el agua es el origen de toda vida;

es purificadora y regeneradora universal;

a través del agua se expresa el anhelo de la vida, incluso después de la muerte.

"Las aguas simbolizan la suma universal de las virtualidades: son fons et origo, el depósito de todas
las posibilidades de existencia; preceden a toda forma y soportan toda la creación. Una de las
imágenes ejemplares de la creación es la de la Isla que aparece de repente en medio de las olas. Por
el contrario, la inmersión simboliza la regresión a lo preformal, la reintegración al modo indiferenciado
de la preexistencia. La inmersión repite el gesto cosmogónico de la manifestación formal; la inmersión
equivale a una disolución de las formas. Por ello, el simbolismo de las aguas implica tanto la muerte
como el renacer. El contacto con el agua implica siempre una regeneración: no sólo porque la
disolución va seguida de un nuevo nacimiento, sino también porque la inmersión fertiliza y multiplica
el potencial de vida. A nivel antropológico, corresponde a la cosmogonía acuática las hidrogonías: las
creencias según las cuales el género humano ha nacido de las aguas. Al diluvio o a la submersión
periódica de los continentes (mitos del tipo «Atlántida») corresponde, a nivel humano, la segunda
muerte del hombre o la muerte iniciática por el bautismo. Pero, tanto en el plano cosmológico como
en el antropológico, la inmersión en las aguas equivale, no a una extinción definitiva, sino a una
reintegración pasajera en lo indistinto, seguida de una nueva creación, de una nueva vida o de un
hombre nuevo, según se trate de un momento cósmico, biológico o soteriológico. Desde el punto de
vista de la estructura, el diluvio es comparable al bautismo, y la liberación funeraria a las lustraciones
de los recién nacidos o a los baños rituales primaverales que proporcionan salud y fertilidad.
Cualquiera que sea el contexto religioso en que se les encuentre, las Aguas conservan
invariablemente su función: desintegran, anulan las formas, lavan los pecados, son a la vez
purificadoras y regeneradoras. Su destino es el de preceder a la creación y reabsorberla, incapaces
5
como son de rebasar su propio modo de ser, es decir, de manifestarse en formas. Las Aguas no
pueden trascender la condición de lo virtual, de los gérmenes y las latencias. Todo lo que es forma se
manifiesta por encima de las Aguas, separándose de ellas. Un rasgo es aquí esencial: la sacralidad de
las Aguas y la estructura de las cosmogonías y de los apocalipsis acuáticos no podrían revelarse
íntegramente más que a través del simbolismo acuático, que representa el único sistema capaz de
articular todas las revelaciones particulares de las innumerables hierofanías. Esta ley es, por lo
demás, la de todo simbolismo: es el contexto simbólico lo que valoriza las diversas significaciones de
las hierofanías. Las Aguas de la Muerte, por ejemplo, no revelan su profundo sentido más que en la
medida en que se conoce la estructura del simbolismo acuático". 3

El rito de iniciación en las culturas primitivas:

¿Qué se pretende con este rito?

 Se busca una transformación a través de una muerte y una resurrección rituales y


simbólicas. Se busca una nueva consagración, un nuevo orden, una nueva orientación en la
vida, una inserción comunitaria.

 Todos los pueblos a nivel religioso le han dado un valor ritual a esta iniciación. Ese valor se
debe a que Dios o los dioses han decretado la realización o han efectuado ellos mismos ese
rito por primera vez. Y de aquí le viene su fuerza al rito, por haber sido instituido por la
divinidad.

 A nivel humano, estos ritos responden a la necesidad de pertenencia del hombre, expresada
en el rito: el hombre necesita una capacitación, una purificación en su actuar. Es una
conciencia de la propia inseguridad y debilidad.

Tipos de iniciación:

 iniciaciones que agregan a la comunidad: iniciación ritual;

 iniciaciones que especializan dentro de la comunidad: sacerdote, rey, profeta, etc.;

 iniciaciones que segregan de la comunidad: se trata de la iniciación realizada dentro de un


grupo determinado, una secta o una sociedad secreta, que apartan de la comunidad y
constituyen un grupo autónomo dentro de ella.

Elementos rituales de la iniciación:

espacio y tiempo:

se requiere la designación y la preparación de un lugar y un tiempo que sean aptos;

3
Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano, ed. 112-114.
6
ese lugar del rito de iniciación es el centro del mundo y estará, por tanto, unido a la plenitud
de lo sacro;

en ese lugar preciso y en ese tiempo determinado se dan todas las intervenciones de la
divinidad;

ese tiempo ritual se une al tiempo primordial en el que Dios o los dioses realizan la salvación.

Memorial:

todo el mito se condensa en ese momento para hacer partícipe de él al iniciado.

Separación de la madre:

el iniciado es arrancado de la seguridad y la irresponsabilidad personal y arrojado a lo


desconocido, llevando consigo la experiencia de la muerte.
Al iniciado se le segrega de la comunidad y se le instruye en la historia mítica del pueblo.
Después de esto se le hace objeto de una serie de pruebas de iniciación.
Estos elementos implican un sacrificio, una entrega a la divinidad que lo acepta y lo devuelve a
una nueva vida como miembro pleno de la comunidad.

"La iniciación comporta generalmente una triple revelación: la de lo sagrado, la de la muerte y la de la


sexualidad. El niño ignora todas estas experiencias, el iniciado las conoce, las asume y las integra en
su nueva personalidad. Añadamos que el neófito muere a su vida infantil, profana, no regenerada,
para renacer a una nueva existencia, santificada, renace igualmente a un modo de ser que hace
posible el conocimiento, la ciencia. El iniciado no es sólo un recién nacido o un resucitado; es un
hombre que sabe, que conoce los misterios, que ha tenido revelaciones de orden metafísico. Durante
su aprendizaje en la espesura, aprende los secretos sagrados: los mitos que conciernen a los dioses y
al origen del mundo, los verdaderos nombres de los dioses, la función y el origen de los instrumentos
rituales utilizados en las ceremonias de iniciación. La iniciación equivale a madurez espiritual, y en
toda la historia religiosa de la humanidad encontramos siempre este tema: el iniciado, el que ha
conocido los misterios, es el que sabe. La ceremonia comienza por la separación del neófito de su
familia y una retirada a la espesura. Hay ya en ello un simbolismo de la muerte: el bosque, la jungla,
las tinieblas, simbolizan el más allá, los infiernos. En ciertos lugares se cree que un tigre viene y se
lleva a lomos a los candidatos a la jungla: la fiera encarna al antepasado mítico, al maestro de la
iniciación, que conduce a los adolescentes a los infiernos. En otras partes se cree que al neófito se lo
traga un monstruo: en el vientre del monstruo reina la noche cósmica, es el mundo embrionario de la
existencia, tanto en el plano cósmico como en el de la vida humana. En más de una región existe en
la espesura una cabaña iniciadora. Allí los jóvenes candidatos soportan parte de sus pruebas y se les
instruye en las tradiciones secretas de la tribu. Por tanto, la cabaña iniciática simboliza el vientre
materno. La muerte del neófito significa una regresión al estado embrionario, más esto no debe
entenderse únicamente en el sentido de la fisiología humana, sino también en una acepción
cosmológica: el estado fetal equivale a una regresión provisional al modo virtual, precósmico, de ser.
Otro rituales ponen en evidencia el simbolismo de la muerte iniciática. En ciertos pueblos se entierra a
los candidatos o se les acuesta en tumbas recién cavadas. O bien se les recubre con ramajes y
permanecen inmóviles como muertos o se les frota con un polvo blanco para darles la apariencia de
espectros. Los neófitos imitan, por lo demás, el comportamiento de los espectros: no se valen de los
dedos para comer, sino que toman el alimento directamente con los dientes, como se cree que hacen
las almas de los muertos. En los escenarios iniciáticos, el simbolismo del nacimiento linda casi
siempre con el de la muerte. En los contextos iniciáticos la muerte significa la superación de la
condición profana, no santificada, la condición del hombre natural, ignorante de lo sagrado, ciego del
7
espíritu. El misterio de la iniciación va descubriendo poco a poco al neófito las verdaderas
dimensiones de la existencia; al introducirle en lo sagrado, la iniciación le obliga a asumir la
responsabilidad de hombre. Retengamos este hecho, que es importante: el acceso a la espiritualidad
se traduce, para las sociedades arcaicas, en un simbolismo de muerte y un nuevo nacimiento".4

SIMBOLICA BAUTISMAL EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.

Para comprender la riqueza bautismal de la que es portadora, la Iglesia primitiva volvió la


mirada a aquellos acontecimientos del Antiguo Testamento capaces de iluminar el sentido
bautismal.

La luz de Pentecostés iluminó su experiencia pascual, dando la comprensión y el sentido de


los acontecimientos posteriores. Este será también el camino de nuestra propia comprensión.

Iluminado por la experiencia de Pentecostés, todo el AT se incorpora a la predicación


apostólica. Los textos del NT estarán, así, tejidos de la rica experiencia de las acciones
salvíficas de Dios que, en su carácter de promesa, iban a alcanzar su cumplimiento definitivo
en las acciones y en la persona de Cristo.

El marco de referencia del bautismo, a la luz del AT, se ilumina en un triple aspecto:

antes de Cristo:

la figura, el acontecimiento preparatorio, la promesa;

en la vida de Cristo:

las acciones que recuerdan y contienen una plenitud insospechada. Lo antiguo y lo nuevo...

en la parusía:

el cumplimento definitivo de las promesas de Dios. La realidad que ahora sólo vemos en
sombras. La plenitud total de la salvación dada por Dios.

Aplicando lo anterior:

el éxodo:

es un salir real de Egipto con rumbo a la Tierra prometida.

Es el regreso de los desterrados en Babilonia rumbo a Palestina.

4
Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano, 158-161.
8
Es la vida cristiana como continuo éxodo hacia Dios, que culminará en la bienaventuranza.

Jn 6,25-65:

se trata del discurso eucarístico donde se aplica el mismo tipo de reflexión:

el maná es figura de la eucaristía (sal 78,24), pero también es figura de la encarnación y del
ministerio público de Jesús, y es don que viene del Espíritu; así, el pan se usa en cuatro
sentidos: materia de la multiplicación material, figura del maná, Cristo encarnado y la
eucaristía (cada paso ilumina al anterior y se enriquece con él).

La misma realidad simbólica la encontramos en el relato de la serpiente levantada en lo alto y


en la que san Juan ve la figura de la crucifixión como evento salvífico de Cristo.

LA CREACION:

es el primer acto salvífico de Dios, el comienzo de la historia de la salvación:

a) el punto de partida del AT no es el relato de la creación, sino el "tú serás mi pueblo" (Ex
19,5; Jer 31,22). La Palabra hace, de un no-pueblo, el pueblo de Dios.
La creación, así, será vista como el comienzo de las gesta Dei para Israel, y su final será una
nueva creación que prolonga y supera a la antigua: Dios como creador y como salvador (Is
43,18s; 48,6; 65,17). La creación es vista como el primer paso de la historia de la salvación; la
creación pertenece a la alianza (Is 51,9).

b) La creación es también la luz que manifiesta la gloria de Yahvé. Considerada como luz, se
contrapone a la dimensión tiniebla; guía al hombre, lo protege de los peligros y lo salva (Sal
18,29; 43,4; 21,1). Prometida para el día escatológico (Is 9,1; 42,7; 49,9), se convertirá en el Sol
de Justicia.
En el NT se da esta luz prometida: Cristo mismo (Jn 1,4). Cuando el ciego de nacimiento se
lava, recibe la luz (figura bautismal).

Esta relación aparece siempre en un contexto de catequesis bautismal:

el Dios que ha hecho la luz... (Col 1,12s);

nos hace partícipes de la luz (Ef 5,8-13);

porque Cristo es la luz que nos ilumina...

y nos da la promesa de una iluminación eterna (Heb 6,4s).


9

c) El agua: Dios es el señor del agua y de la vida, puede fecundar la tierra y destruirla con el
diluvio; con ella Dios purifica y renueva.

Este simbolismo se aplica también al agua escatológica anunciada por los profetas (Is 12,3;
55,1; Jer 2,13, Ez 47,1-12, etc.), al que se une el simbolismo salvífico del agua que Dios da a su
pueblo durante la marcha por el desierto.

Después, en el NT, se hablará del agua y del Espíritu: un Espíritu que se posa sobre el agua
desde el primer día de la creación: Dios derrama su Espíritu como el agua; se nace por el agua
y el Espíritu; del costado de Cristo brota sangre y agua, etc.

d) El paraíso pertenece a la simbólica de la creación. Los momentos paradisíacos de Israel


fueron, al mismo tiempo, sus momentos de pecado. Aquí aparece una clara referencia al río de
la vida, que se continúa en el Apocalipsis (Ap 22); al hombre en amistad con Dios (que es el
estar en el paraíso) y al Reino. El paraíso aparece así como tentación y aspiración al mismo
tiempo.

EL DILUVIO:

es la destrucción y la salvación por el agua, un nuevo comienzo debido al designio salvífico de


Dios. Pero, al mismo tiempo, es preanuncio de un nuevo diluvio, en el cual vivimos y podemos
alcanzar la salvación. El diluvio aparece como una prueba, un castigo, una crisis y, al mismo
tiempo, como salvación para un resto fiel. Es figura del nuevo diluvio que destruirá el reino del
mal y del pecado. Noé, por consiguiente, aparece como la figura destinataria de la alianza y
representante de un resto fiel.

Pedro hace uso de este simbolismo del diluvio para explicar el bautismo (1 Pe 3,20). Jesús
hace referencia al diluvio al predecir su venida escatológica. En la segunda carta de Pedro
(2,5) hay una referencia implícita al diluvio como camino de salvación, que será muy
comentada por la patrística.

ABRAHAM, LA PROMESA, LA FE Y EL PACTO:

se le considera siempre el padre de todos los creyentes (Rom 4,16). Implica la fe en el Dios
creador que resucita a los muertos y llama a ser a lo que no es, de donde surge la idea de una
muerte y una resurrección (Rom 4,23; Heb 11,17).
Pablo, en su primer esquema bautismal (Gal 3,26-4,7) señala cómo, por Abraham, los no hijos
de Abraham pueden ser herederos en Cristo y, por eso, también los gentiles son herederos de
la promesa: el que ha resucitado con Cristo, constituye un sólo hombre con él: Cristo se une al
cristiano y el cristiano se hace uno con Cristo (1 Cor 6,17; 2 Cor 5,14; Gal 2,20).

El bautismo aparece también como una circuncisión (Rom 2,29), como el sello de la alianza y,
así, como el signo de la fe cristiana.

MOISES: EXODO Y ALIANZA:


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en su persona es figura de Cristo como guía y salvador (Act 7,25-35). La nube luminosa y el
paso del mar Rojo aclaran el sentido del bautismo: un paso de iniciación (1 Cor 10,1s; Ex
13,21). Dios pone una nube como protección, como guía y como medio de iluminación (Sal
104,39). La roa que mana agua en el desierto es figura de Cristo (1 Cor 10,4). Además, el éxodo
se complementa siempre con la dimensión del peregrinar hacia Dios.

La alianza, bajo la simbología de los esponsales, es conmemorada en Ef 5,25, en un contexto


bautismal. Ya en Oseas (2,14s), en Jeremías (2,1-3) y sobre todo en Ex 16,9, la alianza aparece
como un pacto, como un lavar y como una unción. En el NT, la muerte que sella la verdadera
alianza, produce sangre y agua. De este modo, la alianza aparece como el ingreso del pueblo a
la tierra de Dios, como el ingreso al nuevo pueblo por medio del bautismo.

JOSUE Y EL PASO DEL JORDAN:

aparece como un nuevo bautismo para el pueblo al entrar en la tierra prometida. Dios, por
medio de Josué, guía a su pueblo, a través del agua, hacia la salvación. Por eso se describe
con las categorías del paso del mar Rojo: Jos 1,11-4,18, y a él se refieren Act 7,45 y Heb 4,8.
Cruzar el Jordán y bautismo en el Jordán aparecen como simbolismos de entrar en la Tierra
Prometida y entrar en el Reino.

EL BAUTISMO EN EL NUEVO TESTAMENTO

El bautismo de Juan:

a la actividad bautismal de Juan le dió mucha importancia la Iglesia apostólica. Basta el hecho
notable de que los cuatro evangelistas mencionan expresamente la actividad bautismal del
Bautista: la misión de Juan es la de dar testimonio, por medio de un bautismo de penitencia y
conversión, de la inminencia de la llegada del Reino de Dios.

"A la aparición en público de Jesús precedió inmediatamente la actividad de Juan el Bautista,


el cual tenía conciencia de haber sido enviado en la última hora antes del inminente juicio de
Dios (Mt 3,10 y par), para exhortar a la penitencia (3,8 par) y para bautizar a los penitentes. A
pesar de las propuestas más diversas que se han hecho para dar una explicación, todavía no
se ha hallado una solución satisfactoria que explique la derivación histórico-religiosa del
bautismo de Juan. Lo más obvio es pensar en influencias esenias. Por lo pronto, así nos lo
sugiere ya la cercanía que hay entre el lugar del bautismo y Qumrâm...
A la cercanía geográfica se añade el que los esenios, lo mismo que el Bautista, llamaban a
penitencia, y que su retirada al desierto se apoyaba en el mismo pasaje bíblico que el Bautista
menciona como fundamento para su actividad en la estepa de Judea: Is 40,3. Ahora bien, el
hecho de que el bautismo de Juan se recibiera una sola vez y la generosidad con que era
ofrecido, no permiten que lo derivemos de las constantes lustraciones a que se sometían los
de Qumrâm. Lejos de eso, para responder a la pregunta de qué es lo que movió a Bautista a
practicar su bautismo, tenemos que tomar como punto de partida una doctrina judía que
podemos seguir hasta el comienzo del siglo I d.C. y que nos enseña que Israel había sido
preparado -en el Sinaí- por un baño de inmersión para recibir la salvación (cfr 1 Cor 10,1s).
Puesto que, según los esquemas fijos del pensamiento apocalíptico, la generación del desierto
era considerada como el tipo de comunidad escatológica de la salvación, la doctrina acerca
del baño de inmersión en el Sinaí encerraba en sí la expectación de que Israel, en el tiempo
del fin, volviera a prepararse para la salvación por medio de un baño de inmersión. El Bautista
11
debió considerar como misión suya el llevar a cabo esta purificación del pueblo de Dios en la
hora escatológica...
El llamamiento lanzado por el Bautista para la conversión y el bautismo salvador condujo a un
gran movimiento de penitencia y despertar. De todas partes afluyó gente al lugar del bautismo
en el desierto valle del Jordán. En perfecta consonancia, los cuatro evangelios y los Hechos de
los Apóstoles refieren que Jesús fue a recibir el bautismo. En favor de la credibilidad de esta
noticia habla el doble escándalo que, según prueban las fuentes de la Iglesia primitiva, esta
noticia suscitó" 1.

De este modo, la actividad bautismal de Juan enfatiza, en la aurora misma de la salvación, la


vocación del pueblo de Israel: se trata de preparar la venida del Reino. "La voz del que clama"
hace referencia a que el pueblo será traído por Dios del desierto: el tercer éxodo se ha
iniciado. Dios da el don de su salvación y Cristo aparece como el camino y el conductor de
este éxodo salvífico; un don y una tarea a cumplir por el pueblo y, después, por la Iglesia.

Aspectos del bautismo de Juan:

 la purificación de una parte por el todo: se echa agua al cuerpo para que la persona quede
limpia;

 lo que es un acto fugaz (sumergirse en el río), queda marcado en el sujeto, que pasa de no
pueblo a pueblo; se trata de un acto creador;

 esta iniciación externa no busca otra cosa que un diálogo con Dios en "justicia y derecho",
es decir, una verdadera realización de la alianza;

 y se da, así, una iniciación de pertenencia a un grupo: aquellos que esperan y se disponen a
recibir la salvación que Dios anuncia a su pueblo: la cumbre espiritual del antiguo Israel.

EL BAUTISMO EN LA TRADICIÓN EVANGÉLICA:

1) El bautismo de Jesús en el Jordán:

"El bautismo de Jesús se nos narra en una quíntuple tradición. En primer lugar, Mc 1,9-11, y de
él dependen Mt 3,13-17. En segundo lugar se nos cuenta en una tradición afín, pero que -con
alta probabilidad- es literariamente independiente: Lc 3,21s. En tercer lugar, como descripción
hecha por el Bautista: Jn 1,32-34. En cuarto lugar, en un relato secundario, pero independiente,
que se encuentra en "el evangelio compuesto en lengua hebrea, que leen los nazarenos". Con
esta descripción tienen puntos de contacto, en quinto lugar, dos pasajes de los testamentos
de los Doce Patriarcas, que con toda probabilidad utilizan tradiciones judeocristianas acerca
de Jesús. El primer pasaje aparece en Test Leví 18,6s. En él se describe con las siguientes
palabras la vocación del sumo sacerdote mesiánico:

1
J. Jeremías, Teología del Nuevo Testamento, ed. Sígueme, Salamanca, 60-63.
12
Los cielos se abrirán, y del templo vendrá sobre él santificación, con la voz del Padre como voz
de Abraham sobre Isaac. Y la gloria del Altísimo se pronunciará sobre él, y el espíritu de
entendimiento y santificación descansará sobre él en el agua.

El testamento de Judá habla de manera parecida (24,2s) acerca del Mesías:


Y los cielos se abrirán sobre él para derramar el espíritu, la bendición del Padre santo. Y él
mismo derramará sobre vosotros el espíritu de gracia. Y vosotros seréis para él hijos en la
verdad".

Todos los textos coinciden en narrar dos cosas: el descenso del Espíritu y una proclamación
asociada a él" 2.

Ante todo, no debemos olvidar que el relato del bautismo, la teofanía que le sigue y las
tentaciones en el desierto, forman una unidad literaria en los evangelios y, por tanto, el
contenido teológico debe entenderse en todo ese contexto. Por otra parte, como demuestra la
cita de J. Jeremías, hay todo un trasfondo escriturístico en esa narración.

Toda la perícopa forma una unidad literaria en la que se da una catequesis bautismal. Se busca
comprender, con ayuda de esos relatos, qué significa el bautismo. Y por eso se une
directamente con el tema de la unción de Cristo con el Espíritu, a partir de la cual queda
constituido como Cabeza del nuevo pueblo mesiánico.

Aunque tradicionalmente se ha entendido esta perícopa como un simple ejemplo en el cual


Jesús, al someterse al bautismo, consagra el agua y revela el rito, la exégesis moderna nos
dice que se trata de una instrucción al neófito para que entienda qué significan el bautismo y
la confirmación. No hay que olvidar que los evangelios son catequesis: narran los hechos, pero
explican el significado salvífico contenido en esos hechos.

De este modo:

 el bautismo aparece en el trasfondo del AT: se trata de una continuación y una superación.
En el Jordán, Juan el Bautista es el nuevo Elías que congrega al pueblo en torno a su Dios; se
da una teofanía de filiación, lo mismo que se había dado en el desierto, lo mismo que unas
tentaciones que ponen a prueba la fidelidad del hijo, como antaño, en el desierto, se había
puesto a prueba la fidelidad de Israel.

 Es el primer acontecimiento de salvación que se realiza en la persona de Cristo, el


comienzo de los tiempos mesiánicos, de la misma manera que el paso del Jordán, encabezado
por Josué, había comenzado la realización de la promesa de la tierra. Aquí inicia Jesús la
proclamación del Reino, para entrar en el cual hay que nacer del agua y del Espíritu.

 Es el comienzo del nuevo Israel: el paso del mar Rojo y el desierto fueron los signos
constitutivos del antiguo Israel, que fracasó en las tentaciones del desierto. El nuevo Israel,
con su Cabeza, pasa también por el agua y el desierto. Las tentaciones se encuentran en el
contexto de las tentaciones del pueblo en el desierto y tienen como trasfondo el relato del
Deuteronomio, sobre todo Dt 6-8, de donde se toman las respuestas. Es la pretensión de Israel

2
J. Jeremías, Teología del NT, 66-68.
13
de que Dios lo salvara a su modo, y es también la idolatría entendida como un servir al mundo
y a sus potencias.
Así, en las tentaciones se marcan tres momentos: desconfianza, perversión de lo religioso,
ruptura de la alianza por la idolatría (el pueblo pasa a ser no pueblo). Cristo, como cabeza del
nuevo Israel, vence ahí donde el antiguo había fracasado. Así, por la tipología de las
tentaciones, Cristo señala a lo que se ha comprometido el iniciado y, con su ejemplo, le señala
el camino que habrá de recorrer si quiere permanecer fiel al bautismo que ha recibido.

 Se trata también del comienzo de la nueva humanidad, un nuevo posarse del Espíritu sobre
el agua, lo mismo que el primer día de la creación. De esta forma, en la teología de Lucas, Dios
recrea de nuevo a la humanidad en el momento del bautismo de Cristo y por eso, para dar
relieve a esta idea, intercala una genealogía en medio de la narración: hijo de Adán, hijo de
Dios.

 El bautismo de Jesús es también el comienzo de la edad mesiánica anunciada por los


profetas: Dios, por medio de la teofanía, señala al futuro Mesías y salvador (Is 42,1), y lo señala
ya presente en medio (cfr Mt 3,17); para el cristiano el bautismo es el comienzo de la
participación en los dones mesiánicos (salvación-liberación) y de la unión vital con Cristo: la
filiación.

 ¿Por qué recibe Jesús un bautismo de conversión y de perdón de los pecados? Aquí hay que
suponer todo el contexto y la obediencia del Hijo a su Padre. Jesús es el siervo que carga
sobre sí los pecados del pueblo. Por la personalidad corporativa, Jesús es el portador de los
pecados del pueblo; es el representante, ante Dios, del pueblo que necesita ser liberado y se
solidariza con el pueblo en sus necesidades y tentaciones. Jesús, portador del Espíritu, pone
las bases de nuestro bautismo; su bautismo y las tentaciones, sacramentalizan su
identificación con nosotros, a fin de que nosotros, por medio del sacramento, nos
identifiquemos con él.

2) El coloquio con Nicodemo:

se trata también de una catequesis bautismal que señala el lugar del bautismo en la economía
de la salvación.
El núcleo de la catequesis se encuentra en el v.5 donde, a la respuesta de Jesús a Nicodemo,
se le dan tres interpretaciones:

agua y Espíritu: = bautismo, fe práctica y virtudes;

agua + Espíritu: = el agua a la que da su fuerza o sentido el Espíritu;

agua, Espíritu: = no basta el agua (la dimensión bautismal), sino que es menester añadirle la
actitud cristiana, la presencia del Espíritu en la vida del bautizado. Y esta es la respuesta de
Jesús, como se ve por la estructura de la perícopa.

Estructura de Jn 2,23-3,21:
14
Introducción: 2,23-3,2:

toda la narración se basa en un esquema dialéctico: lo que sabemos y lo que no sabemos, lo


que conocemos y lo que no conocemos. Se plantea el problema de la fe en Jesús: ¿qué tipo de
fe pide Jesús?

La fe se inicia por una actitud parcial e incompleta: externamente los judíos han creído por los
signos que ha hecho Jesús, pero él conoce lo que hay en el corazón del hombre.

Tres discursos van a iluminar el sentido de la fe pedida por Jesús:

1er discurso: la revelación del don del Espíritu:


se afirma la necesidad absoluta de nacer de nuevo para poder entrar en el Reino de los cielos.

2do. discurso: se describe la actitud salvífica del Hijo:


el bautismo es un don que viene de lo alto y que nos produce un efecto: renacer en el Espíritu.

3er discurso: es la revelación de la actitud salvífica del Padre,


una reflexión teológica de san Juan.

El Hijo es el mediador que atestigua y la fuente de la salvación al ser levantado en alto (su
muerte en la cruz). De aquí brota la salvación que debe ser aceptada precisamente por medio
de la fe (en contraste con la débil fe inicial de los judíos que habían creído al ver signos, pero
no el verdadero signo). La razón última de la salvación es el designio amoroso del Padre. Así se
relacionan fe, bautismo y comunión trinitaria.

En resumen, se trata de una típica inclusión que se esquematizaría de la siguiente manera:

2,23-3,2:
fe imperfecta de los judíos: creen por los signos;

3,3-10:
necesidad de nacer en el Espíritu para entrar en el Reino de los cielos;

3,11-21:
la fe consiste en recibir el testimonio de Jesús: tener fe verdadera en el nombre del Hijo de
Dios, por el signo verdadero que él es.

3) El diálogo con la samaritana:

es un texto muy relacionado con el bautismo por las interpretaciones que le dieron los Padres
al explicar el sentido del bautismo. También este texto está enmarcado en el contexto del AT,
15
sobre todo al comprender la alianza en sentido nupcial. Pablo lo explicita cuando usa el
matrimonio como figura de la unión de Cristo con la Iglesia.

En el diálogo con la samaritana, los pozos de agua se entienden bajo la imagen rabínica de los
pozos de la sabiduría de la Ley. Jesús es el dador del agua viva (el Espíritu), que es el don por
excelencia de Dios, opuesto al don de la Ley.

4) La fiesta de los tabernáculos:

en el contexto de la fiesta de los tabernáculos, san Juan hace otra reflexión teológica sobre el
sentido de la salvación. "Ríos de agua viva manarán de su seno " (Jn 7,37). Dentro del marco de
la acción de gracias, en el que se pide el agua necesaria para la cosecha y, al mismo tiempo,
el agua escatológica de la salvación, el agua es entendida como un memorial de los beneficios
y de los dones mesiánicos. Fuentes de agua viva saldrán del Mesías, lo mismo que salió agua
de la roca golpeada en el desierto. De este modo, el agua que Cristo promete aparece no sólo
como el agua escatológica sino, sobre todo, como el don del Espíritu. Por eso hay que poner
este texto en conexión con la sangre y el agua que manarán de su costado en el momento de
la muerte en la cruz.

5) El ciego de nacimiento:

se trata de una perícopa donde se pone de relieve el sentido de la fe como adhesión y


reconocimiento de la divinidad de Jesús; se trata, en el contexto de todo el evangelio, de
explicar lo que supone la fe en la vida del hombre. Jesús aparece, no sólo como la luz del
mundo que ilumina a todo hombre que cree en él, sino también como el creador del hombre; de
ahí el mandato de lavarse en la piscina del " enviado", el hacer barro con saliva y el sábado
como el día de la curación. Jesús aparece como el dador de la luz por medio del agua. Esta
figura la entenderán los Padres en un contexto bautismal.

La promulgación oficial del bautismo: Mt 28,18s:

se trata del texto que toda la tradición ha entendido siempre como la promulgación oficial del
bautismo por parte de Jesús. A pesar de lo anterior, hay que ver a fondo cuál es el mensaje
que el evangelista pretende trasmitir a la comunidad creyente.

 el bautismo aparece como una concretización de la amplitud del poder de Cristo, de quien
proviene toda actividad salvífica;

 toda predicación del evangelio lleva en sí misma una dimensión sacramental que queda
incompleta si no es sellada por el bautismo;

 este pasaje no implica necesariamente la fórmula trinitaria bautismal, sino la relación de


vida con la Trinidad que se produce por medio del bautismo;

 la fórmula en imperativo indica que del ser en Cristo se seguirá el vivir en Cristo, y por eso
se subraya la presencia continua de Cristo en medio de los suyos.
16
Sin embargo, la crítica liberal ha rechazado siempre este pasaje como un mandato expreso de
Cristo, por las siguientes razones:

 es el único testimonio trinitario explícito que hallamos en los evangelios y el único


expresamente formulado en el sentido del dogma de Nicea;

 Pablo, testigo privilegiado de la Iglesia primitiva, no es enviado a bautizar, sino a anunciar


el evangelio. Resultaría inexplicable que no conociera el mandato del Señor.

 Si en este texto se da la promulgación del bautismo, no se explican las disputas entre los
apóstoles sobre la cuestión de bautizar o no a los gentiles, lo que va contra la universalidad
del mandato dado por Jesús.

 Jesús tuvo conciencia de ser enviado sólo a la casa de Israel.

Todas estas objeciones se desvanecen si se toma en cuenta que este texto es un resumen
teológico del evangelio de Mateo y el proceso de comprensión soteriológica de la Iglesia
apostólica.

EL BAUTISMO EN LA TEOLOGÍA PAULINA:

El pensamiento teológico del apóstol sobre el bautismo es de una riqueza sorprendente en su


variedad. Las siguientes son algunas ideas principales:

a) El bautismo, baño de purificación:

1 Cor 6,11:

Pablo exhorta a la vida santa tomando como argumento la justificación y la santificación que
se han recibido en el nombre del Señor Jesús y en el Espíritu. Claramente señala el bautismo
como un ser lavado, ser purificado.

Por consiguiente:

el bautismo es una purificación real,


que se da por el poder del Señor Jesús,
uniéndose el bautismo como rito al poder de Cristo en el Espíritu y dando como resultado una
vivencia trinitaria.

Ef 5,26:
17
se señala el amor de Cristo como la fuente de su entrega por la Iglesia a la que ha santificado
y purificado por el baño del agua, en la virtud de su palabra, para que sea limpia y sin mancha.

El bautismo aparece aquí:

la fuente de la que brota el bautismo es la pasión de Cristo;


en su muerte, Jesús ha bautizado a la Iglesia entera.

"La esencia de la acción bautismal, de la que informa Act de un modo tan elemental, se
documenta ampliamente en las cartas apostólicas, sobre todo en las de Pablo y en la 1 Pe y 1
Jn. Es el «loutron tou ídatos en Pneumati», el bautismo de agua en la Palabra (Ef 5,26),
mediante el cual (dativo instrumental) Cristo, que amó a la Iglesia y se sacrificó por ella, la
purifica para santificarla y hacerla comparecer delante de sí llena de gloria (Ef 5,25-27). Se
pone aquí de manifiesto una estrecha relación entre tres miembros: primero, el ágape de
Cristo y la ofrenda de su vida por la Iglesia a fin de santificarla; después, el bautismo de agua,
mediante el cual ella debe purificarse en concreto y, por último, como finalidad, presentarla
santa. El bautismo, con su acción purificadora actual, se sitúa entre la obra salvadora
originaria y su último cumplimiento al final de los tiempos. Es digno de observar que como
sujeto del bautismo se menciona a la Iglesia, lo que indica la virtualidad fundamental y
comunitaria del bautismo, como se desprende también de Ef 4,4-5 y, especialmente, de 1 Cor
12,13: todos nosotros hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para componer un solo
cuerpo. El único bautismo (Ef 4,5) como fundamento concreto y la única fe en el único Señor y
en el único Dios Padre se corresponden con la única esperanza de nuestra vocación; por todo
ello somos incorporados a la unidad de un cuerpo y de un Espíritu" 3.

b) El bautismo como baño de regeneración:

Tit 3,5:

"El nos salvó... según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación en
el Espíritu ".

El bautismo aparece aquí como un don gratuito de Dios.


Por el baño de regeneración se es una nueva creatura.
En el Espíritu, que ha sido derramado en abundancia, unido a ese baño.
Por medio de Jesucristo, nuestro salvador.
Como un don gratuito, en dimensión trinitaria, que nos da la esperanza cristiana.

2 Cor 5,17 y Gal 6,15:

"El que está en Cristo es una nueva creación ",

"No cuenta la circuncisión o incircuncisión, sino la creación nueva".

3
Burkhard Neunheuser, Bautismo y confirmación, 9-10.
18
No se trata de una renovación jurídica, sino de una nueva creación que transforma todo el ser
del hombre.
Se recalca fuertemente la insistencia paulina de vivir lo que se es por el bautismo.

Ef 2,15:

"Anulando en su carne la ley, para crear en sí, de los dos, un solo hombre nuevo ".

Se recalca fuertemente la dimensión comunitaria creada por el bautismo.

c) El bautismo como pertenencia a Cristo:


aquí usa Pablo la fórmula bautismo " eis to onoma", con la que quiere indicar la pertenencia a
aquel de quien es el nombre. La preposición eis se orienta siempre hacia algo o hacia alguien.
Todos los textos paulinos indican siempre esta dimensión de pertenencia a Cristo creada,
precisamente, a partir del bautismo.

De aquí, en la patrística, Tertuliano se apoyará para aplicar al bautismo el significado del


"sacramentum" romano.

1 Cor 1,13-15:

"¿Está dividido Cristo?, ¿acaso fue Pablo crucificado por vosotros?, ¿habéis sido bautizados
en el nombre de Pablo?".

La muerte de Cristo Pablo la ve siempre como el evento salvífico definitivo, por el cual se crea
la pertenencia con aquel que murió por todos y cuya muerte se hace nuestra en el bautismo.

d) El bautismo como acción de revestirse de Cristo:

Gal 3,27:

"Todos los bautizados os habéis revestido de Cristo Jesús ".

El Espíritu es la promesa hecha a Abraham; así, hay una unión íntima entre la fe, el bautismo y
el Espíritu; es el don de la filiación dado por Dios mediante el envío del Espíritu y que sella la
alianza nueva y definitiva.

Ser revestido de Cristo es sinónimo de toda esta realidad salvífica.

e) El bautismo como evento de salvación:


19
la muerte de Cristo y su resurrección es el evento de salvación por excelencia. El bautismo
nos inserta dentro de esta historia de salvación.

Rom 6,1-11:

"Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo seguir viviendo en él? Cuanto fuimos bautizados en
Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte ".

Pablo inserta aquí elementos que ha recibido de la tradición.

Nuestro bautismo es el evento salvífico en el que nos unimos a la muerte de Cristo.


Cristo ofrece al hombre la plenitud de la gracia, pero el hombre debe responder a ella
mediante el compromiso bautismal.
Vivimos muertos al pecado porque hemos sido bautizados en la muerte de Cristo; en un
momento dado fuimos conformados a su muerte y en un momento dado lo seremos a su
resurrección. El bautismo crea un estado: muerte y vida simultáneas.

"Es cierto que el Apóstol en Rom 6 habla del bautismo casualmente, dentro de un campo más
amplio de carácter ético-teológico; sin embargo, este tema es tan central en ese capítulo (6,1-
14) que el pasaje puede considerarse, con todo derecho, el lugar clásico de la teología paulina
sobre el bautismo. Recientemente han sido sobre todo los especialistas conocedores de la
historia de las religiones quienes han resaltado la importancia de este lugar mediante
minuciosas investigaciones. Aunque no exista ciertamente unanimidad en todos los puntos,
nuestra breve exposición puede conectar bien con dichos trabajos.
El objeto inmediato de las explicaciones del Apóstol es hacer constar que la vida moral de los
cristianos exige la ruptura con el pecado; para probarlo remite al hecho fundamental del
bautismo, que de este modo se caracteriza como el prototipo según el cual debe conformarse
la vida cristiana. Pablo, además, supone totalmente conocido, también para sus lectores
romanos, el hecho de que el bautismo de Cristo es un bautismo en la muerte de Cristo (6,3). El
kerigma apostólico, por tanto, aún fuera del ámbito misional de Pablo, ha debido trasmitir ese
dato como legado natural de la fe. En realidad, esta proposición no es otra cosa que la
consecuencia de concebir la muerte de Cristo como un hecho salvador, según vemos ya en la
predicación de Cristo tal como la concebían los sinópticos (cfr Mt 20,28 y Lc 22,20) y fruto del
significado fundamental que hay que atribuir al bautismo en virtud del encargo del Señor en Mt
28,19 y de acuerdo con Hechos y con la teología paulina arriba expuesta. Pero no es tan sólo
una conclusión apostólica, sino palabra divina revelada por ser palabra apostólica y estar
atestiguada en la Escritura.
En concreto y expuesta brevemente, ésta parece ser la concatenación de ideas en Rom 6,4-14:
hemos sido sepultados con Cristo mediante el bautismo, que simboliza la muerte. Síguese de
aquí en una ampliación del paralelismo, ahora también con Cristo resucitado, que hemos de
caminar en una vida nueva. La proposición causal de 6,5 da la razón de ello: lo mismo que
hemos sido injertados vitalmente con el " omoioma", e.d. con la representación de su muerte
(para hacernos a nosotros mismos partícipes de esta muerte por medio de esta
representación que es el bautismo de inmersión en el agua), así también tendremos parte en
su resurrección. Los versículos que siguen (6-9) subrayan esta realidad básica, empleando
giros nuevos. El hombre viejo fue crucificado con Cristo, destruyendo así el cuerpo del pecado,
y la servidumbre del pecado quedó eliminada. En virtud de la configuración con Cristo, la vida
va creciendo en él, la participación en la liberación de la muerte y en su señorío sobre ella. En
6,10s se saca la conclusión: primero, en orden a Cristo, está ya muerto al pecado de una vez
para siempre y vive para Dios; después, en orden a los bautizados: están muertos al pecado
pero viven para Dios en Cristo Jesús. Los versículos 12-14 hacen la aplicación de todo lo dicho
20
a los objetivos éticos de estas explicaciones: el pecado, por tanto, no puede seguir
dominándonos, antes bien hay que presentarse como seres llamados de la muerte a la vida, al
servicio de la justicia para Dios; no bajo la ley, sino bajo la gracia 4.

Semejante a Romanos, Col 2,12ss destaca la resurrección que supone el acontecimiento


bautismal, que alcanza su mayor fuerza en Ef 2,5ss. Al ser bautizado, el cristiano se hace
partícipe del acontecimiento histórico-salvífico de la cruz y la resurrección de Cristo.

f) El bautismo como el don del Espíritu

Textos: Act 1,5; 2,38; Tit 3,5; 1 Cor 12,13.

Por el bautismo se recibe el Espíritu Santo. Por eso se habla del sello y la unción del Espíritu, y
esto es lo que da al bautismo su carácter irrevocable y eficaz.

La venida del Espíritu Santo en Pentecostés y el don del Espíritu en el bautizado es la


seguridad de que la era mesiánica ha comenzado ya. El Espíritu derramado en plenitud trae el
perdón de los pecados y crea corazones nuevos. Así se cumple el anuncio del Bautista.

Los textos neotestamentarios insisten siempre en la unidad de la entrega a Cristo y el don del
Espíritu. Las expresiones "ser en Cristo" y "ser en el Espíritu" son intercambiables. El Señor
Jesús, elevado al cielo, obra por medio de su Espíritu, recibido del Padre (Act 2,32). Es el
Espíritu el que une a Cristo con el cristiano, el que inspira la invocación filial (Gal 4,6; Rom
8,15) y quien vivifica la vida del cristiano haciéndolo participar de la vida de Dios (1 Cor 15,45;
2 Cor 3,6; Jn 6,63).

Por la acción del Espíritu, el cristiano adquiere el conocimiento de Dios (1 Cor 2,11) y
configura su vida según el modo de pensar de Cristo.

TEOLOGIA DEL BAUTISMO CRISTIANO SEGUN EL NT

a) Teología de los bautismos judíos:

la eficacia de los baños y abluciones se situaba en el plano de la purificación levítico-cultual.


Eran expresiones de la ley de santidad y segregación del pueblo de Dios. estas abluciones
buscaban recuperar el estado de santidad perdido por la transgresión de la ley. No se conocía
en el AT un bautismo como el cristiano con su carácter irrepetible y eficaz.

Yahvé mismo llevará a cabo una ablución purificadora al llegar el día de la salvación. Así se
llegará a la renovación total de Israel.

b) Sentido y eficacia del bautismo de Juan:

4
Burkhard Neunheuser, Bautismo y confirmación, 11.
21
la eficacia de su bautismo hay que entenderla como un rito que prepara para la inmediata
aparición del Mesías. Sólo el que viene detrás de él traerá la purificación escatológica y la
renovación por el Espíritu anunciada por los profetas.

c) Teología del bautismo en el NT:

el NT no ofrece una reflexión directa sobre el bautismo. Se habla de él en un marco más


amplio, kerigmático y parenético. Pero el bautismo es siempre la expresión sacramental de la
metanoia.

En general:

en el libro de los Hechos se habla con frecuencia de la recepción del bautismo como parte de
un plan general donde se busca mostrar cómo la naciente Iglesia es el resultado de la acción
divina. Las cartas paulinas lo mencionan en un contexto de exhortación cristiana, hablando de
las exigencias y el compromiso que supone la vida bautismal. En lo que se refiere a los
enunciados sobre el bautismo, se ponen de relieve los siguientes aspectos:

sobre el efecto:

se habla del perdón de los pecados (Act 2,38); lavar los pecados (Act 22,16); purificación (Ef
5,26); aspersión del corazón (Heb 10,22); liberación de la muerte como consecuencia del
pecado (Rom 6).

Los aspectos positivos aparecen como: don del Espíritu, nacimiento de lo alto, santificación y
justificación (1 Cor, Rom 6, Tit 3,5). Pablo insiste mucho en la relación que tiene como la
muerte y resurrección de Jesús. Por el bautismo, el cristiano queda revestido de Cristo. El
bautizado es incorporado a la comunidad de Cristo: la Iglesia.

El bautismo es el inicio de la existencia cristiana, inicio de una nueva vida cuya meta es la
configuración cristológica. Por este nuevo nacimiento (Jn 3) el bautizado se transforma en una
creatura nueva (2 Cor 5,17), recibe la filiación (Rom 8,29), queda sellado por el Espíritu (2 Cor
1,22), se convierte en heredero (Ef 1,14) para llevar una vida conforme a lo que es.

Un análisis a fondo de los textos muestra en ellos dos momentos destacados:

 Dios, "en estos días", ha cumplido las promesas hechas a Israel. Así, todo hombre puede
participar en la salvación mediante el bautismo.

 Esta salvación y este bautismo están unidos a la muerte y a la resurrección de Jesús.

En el lenguaje bíblico de la conversión, esto se puede resumir así:

el Padre, al intervenir en la muerte y resurrección de su Hijo, ha llevado a cabo una


transformación total. Dios ha realizado lo que era imposible al hombre: la conversión radical,
22
esbozada ya por los profetas, la vuelta a Yahvé por medio de la filiación que el Hijo concede en
su Espíritu. Esta acción salvífica de Jesús se cumple, a partir del acontecimiento de Cristo, en
cada hombre y en todo el pueblo de Dios, por medio del bautismo.

EL BAUTISMO EN LA TRADICION PATRISTICA

LA REFLEXIÓN BAUTISMAL EN EL SIGLO II:

no se continua con el proceso de reflexión del NT, pero se conservan sus datos y se insiste
mucho en el aspecto vital del bautismo.

La Didaché:

escrito al final de la época apostólica, en el cap. 7º señala claramente la catequesis y el ayuno


como preparación al bautismo, usa el nombre de "inmersión" para designarlo y se establece la
fórmula trinitaria como fórmula bautismal. Este bautismo se confiere con el poder del Señor
Jesús.

San Justino:

señala claramente una preparación para el bautismo, que debe consistir en la profesión de fe,
la promesa de una vida recta, la oración, el ayuno y la petición del perdón de los pecados.

El bautismo es una consagración a Dios.

Los bautizados son conducidos al agua y por el mismo modo de regeneración con el que
nosotros fuimos también regenerados, son regenerados ellos; toman en el agua el baño en el
nombre de Dios Padre y soberano del universo, y de nuestro salvador Jesucristo, y el del
Espíritu Santo. Este baño se llama iluminación porque el espíritu de los que aprenden el
contenido de la fe se ilumina. El bautizado, consagrado a Dios, asociado a los hermanos en la
comunidad del beso de la paz, de oración y de la celebración eucarística, tiene acceso al
Reino de Dios y en adelante tiene que esforzarse en conocer la verdad, proceder con buenas
obras, observar los mandamientos de Dios (Apologia prima).

San Hipólito:

en su Traditio Apostolica nos trasmite las determinaciones litúrgicas y disciplinarias del


bautismo de su tiempo:

Al tiempo del canto del gallo, se ha de orar primero sobre el agua y debe ser, si es posible,
agua que corra a la fuente bautismal o que se la haga correr hasta allá, y así debe ser si no hay
falta de agua; más, si hubiera falta de agua, entonces han de verter agua en la fuente. Han de
23
quitarse sus vestidos y bautizarse desnudos. Primero bautizarán a los niños pequeños y si
pueden hablar por sí solos, lo harán. Pero, si no pueden, responderán por ellos sus padres o
uno de sus parientes. Después de esto se bautizará a los varones adultos. Y después todas las
mujeres se soltarán sus cabellos, y les estará prohibido llevar sus adornos y su oro; y nadie
descenderá al agua si lleva consigo cualquier cosa extraña.
El diácono lo entregará al obispo, o también al presbítero que está junto al agua bautismal. El
diácono puede descender con él al agua. Cuando ha salido, sea ungido por el presbítero con el
óleo consagrado, mientras éste dice: "Yo te unjo con el óleo santo en nombre de Jesucristo".
Entonces cada cual se secará, se vestirá y después entrará en la Iglesia. El obispo, empero,
les imponga las manos y diga en tono de invocación: "Señor Dios, que los has hecho dignos de
merecer el perdón de los pecados mediante el baño de regeneración del Espíritu Santo, envía
sobre ellos tu gracia para que te sirvan según su voluntad, pues a tí, Padre, e Hijo, y Espíritu
Santo es el honor en la santa Iglesia ahora y por las eternidades de eternidades. Amén".
Después derrama el óleo sagrado de su mano sobre la cabeza de ellos y dice: "Yo te unjo con
el óleo santo en el Señor, Padre omnipotente y en Jesucristo y en el Espíritu Santo". Y sellando
su frente le da el beso de paz y le dice: "el Señor esté contigo".

El Pastor de Hermas:

Vuestra vida se salvó del agua y por el agua permanecerá salvada. Está fundamentada sobre la
palabra del Nombre omnipotente y glorioso. Sólo hay una penitencia, aquella en que bajamos
al agua y recibimos el perdón de nuestros pecados pasados, con el deber de no pecar más,
sino de mantenernos en pureza. Tuvieron que subir por el agua a fin de descansar, pues no les
era posible entrar de otro modo en el Reino de Dios si no deponían la mortalidad de su vida
anterior. Así pues, aquellos que habían muerto recibieron el sello del Hijo de Dios y entraron en
el Reino de Dios. Porque antes de llevar el hombre el sello del Hijo de Dios está destinado a la
muerte, mas, ahora que recibe el sello, depone la mortalidad recobrando la vida. Ahora bien, el
sello es el agua a la que bajan los hombres muertos y de la que salen vivos. Así pues, también
a ellos les fue predicado este sello; ellos lo recibieron para entrar así en el Reino de Dios
(Parábola 9).

Clemente de Alejandría:

es el puente entre dos épocas: con él se cierra el siglo II y entramos a la problemática


bautismal del siglo III. Aporta ya una teología muy desarrollada sobre el bautismo. Señala
como el bautismo de Cristo es el tipo de nuestro bautismo: la gracia se confiere, no por los
méritos del que recibe el bautismo, sino por el Espíritu Santo. Fiel a su idea de la gnosis
cristiana, Clemente define el bautismo con las siguientes palabras:

Por el bautismo somos iluminados, por la iluminación somos admitidos a la condición de hijos,
por la admisión en la condición de hijos somos perfeccionados, por la perfección somos
hechos inmortales.

Clemente establece una estrecha relación entre el bautismo y el Logos, señalando claramente
los bienes espirituales que se reciben en el bautismo, destacando su aspecto iluminador y
vivificante. Este bautismo, entendido en el sentido amplio de la incorporación al Logos y al
Pneuma, es la base de la vida cristiana.

Orígenes:
24
combate la concepción mágica de los misterios paganos, la adaptación naturalista de la gracia
que hacían los gnósticos y el mero ritualismo externo bautismal. Por eso surge la catequesis
como manera de evitar estos peligros, catequesis que debe poner de relieve la conexión
existente entre tres aspectos: el tipo contenido en la Escritura, el misterio existente en el tipo
y la realización sacramental por parte de Cristo. De este modo, el bautismo es un salir, a
imagen del éxodo (tipo), en la vida de cada bautizado que deja el pecado y se acerca a Dios
(misterio). En Cristo, por el bautismo, el hombre pasa de la muerte a la vida, realiza su éxodo
(sacramento).

De cara al pecado, el bautismo es renuncia, conversión, penitencia. El pecado se borra cuando


uno ha renunciado a él. Esto lo simboliza el diluvio, la salida de Egipto, el paso del Jordán. En
Jesús, el misterio y el símbolo son una misma cosa. El bautismo es la muerte del pecado y su
sepultura. De este modo la muerte del catecúmeno, su renuncia al pecado, se realiza
sacramentalmente por medio del bautismo. Este bautismo se aplica también a los niños.

Los párvulos son bautizados para el perdón de los pecados. ¿De qué pecados? ¿O en qué
período de su vida han pecado? ¿O qué otra razón puede haber existido para el bautismo de
los párvulos si no es la de aquel pasaje que dice: "nadie está limpio de inmundicia, ni siquiera
el que lleva un día sobre la tierra"? Así pues, ya que por el sacramento del bautismo se elimina
la suciedad existente desde el nacimiento, por eso los párvulos también se bautizan.

Orígenes es el primero en relacionar bautismo de agua y bautismo del Espíritu:

Hay que saber que de la misma manera que las maravillosas acciones curativas del Salvador
eran signo de la curación, por la palabra de Dios, de toda enfermedad y debilidad, cuyo valor
salvífico no era de carácter menor por ser de carácter corporal, ya que excitaban a la fe a sus
beneficiarios, así el baño de regeneración por el agua es símbolo de la purificación del alma,
que se lava de la suciedad y maldad y es en sí no menos principio y fuente de carismas divinos
para quien se presenta a la acción salvadora divina que proviene de invocar a la Trinidad
augusta.

De este modo, la doctrina bautismal de Orígenes la podemos resumir así:

 existe un paralelismo entre la humanidad de Cristo y el sacramento, ya que ambos son


fuente de salvación;

 el signo material tiene un efecto en el orden espiritual;

 el efecto se debe a la acción salvífica de Dios que actúa en el signo material;

 la eficacia del bautismo está sujeta a la colaboración del bautizado;

 los efectos del bautismo son: la resurrección con Cristo, la liberación de la tiranía de
Satanás y la recepción del Espíritu, prenda de la resurrección perfecta.

De este modo, al principiar el siglo III tenemos ya establecida una doctrina común sobre el
bautismo, considerado como un rito de iniciación, que se integra por el bautismo en sentido
25
estricto (baño con agua), las palabras de invocación y la imposición de manos por el obispo,
seguida de la unción (¿confirmación?). Toda esta doctrina común alcanza su síntesis
especulativa en la obra de Tertuliano.

Tertuliano:

nos presenta el primer tratado dogmático sobre el bautismo. Quiere, ante todo, ofrecer un
conocimiento más profundo de lo que se ha recibido de la tradición.

El bautismo cristiano contrasta fuertemente con los ritos paganos porque comunica lo que
aquellos no pueden dar: la vida eterna. Señala cómo el bautismo de agua no confiere
propiamente al Espíritu Santo, sino que dispone al bautizado para su recepción:

Antes bien, purificados en el agua, somos dispuestos por un ángel para recibir el Espíritu
Santo.

Esta unción, que sigue al baño, corresponde a la unción sacerdotal veterotestamentaria y a la


de Cristo. De este modo, para Tertuliano, el rito bautismal es una unidad compuesta de varias
partes: el baño de agua, la unción, la imposición de manos, que dan como resultado el perdón
de los pecados, otorga la vida eterna, la paz con Dios y obliga a una vida nueva en la que no
existe el pecado. Es desde esta comprensión del bautismo como hay que entender
posteriormente su paso al montanismo.

En contraste con Juan el Bautista, el bautismo cristiano tiene un origen divino, supone como
exigencia la fe y es una acción de Cristo por medio de sus ministros. Este bautismo no debe
administrarse a la ligera y establece la conclusión de que el bautismo de los niños no tiene
sentido teológico, aunque es una práctica que viene de los apóstoles.

Estos han de hacerse cristianos hasta que puedan conocer a Cristo. ¿Qué urge en la edad
inocente el perdón de los pecados?

De acuerdo con esto, hay base suficiente para suponer que Tertuliano no conoció la idea de un
pecado original o de una mancha hereditaria en los niños que se borre por el bautismo.
También, la idea de demorar el bautismo hasta la edad adulta se inspira en su idea de la
seriedad del compromiso bautismal que no debe tomarse a la ligera, aspecto que llevaría a
conclusiones extremas en su etapa montanista.

En su libro De baptismo expone los principios generales del rito bautismal, en oposición a los
misterios paganos. Destaca la dignidad del agua desde el primer día de la creación, explica la
acción del ángel del bautismo y la del Espíritu Santo. La segunda parte la dedica a la
diferencia entre el bautismo de Juan y el bautismo cristiano; Cristo como el ministro del
bautismo; la necesidad y unidad del bautismo y el bautismo de sangre.
La tercera parte trata sobre la costumbre de administrar y recibir el bautismo, sobre todo el
bautismo de los niños. La fe es el elemento determinante para la eficacia del bautismo.

“Lo que en Tertuliano se encuentra expuesto de una manera coherente y lo que confirman y
completan las expresiones más fragmentarias de los textos aducidos es, en suma, lo
siguiente: tenemos ante nosotros una acción litúrgica única a la que como conjunto se le
26
aplican determinadas expresiones, en las cuales es fácil reconocer lo que Hechos de los
Apóstoles ha distinguido como baño bautismal e imposición de manos, y lo que la teología
posterior distinguirá más claramente como bautismo y confirmación. Cuando Tertuliano
declara que el bautismo no otorga el Espíritu Santo, o se sitúa contra toda la restante
tradición, que afirma la comunicación del Espíritu ya en virtud del baño bautismal, o expresa,
en forma exagerada, algo que se ha insinuado por otros, esto es, que el bautismo y la
imposición de manos son estadios complementarios de la comunicación del Espíritu. En todo
caso, él puede distinguir en forma totalmente espontánea, el bautismo en sentido más
estricto, como preparación al Espíritu, de la imposición de manos que atrae al Espíritu Santo.
¡Testimonio de gran importancia en el desarrollo histórico del dogma! Sin embargo, también en
Tertuliano queda a salvo la unidad de toda la acción, que opera el perdón de los pecados, la
unción sacerdotal, la venida del Espíritu Santo; en una palabra, la vida eterna. En la primera
línea destaca el perdón de los pecados. El bautismo es el cumplimiento de la actitud penitente
exigida al bautizado. La irrepetibilidad del bautismo y la necesidad de una actitud
continuamente de penitencia son instancias decisivas en el gradual desarrollo de una
penitencia propiamente tal después del bautismo. También el bautismo proporciona el don del
Espíritu Santo. Tertuliano mismo no lo da a entender muy claro, pero sí destaca en él con
claridad la importancia de la imposición de manos para la decisiva comunicación del Espíritu.
La celebración del bautismo bajo la forma de un baño de agua con la invocación de los
nombres divinos queda también a salvo. Lentamente se va imponiendo la idea de que, en
virtud de estos nombres divinos se comunica al agua misma una santidad que le infunde un
poder misterioso que contrasta totalmente con la sencilla acción sensible exterior. Además
está el otro tema de que la virtualidad del bautismo se deriva de la pasión y resurrección del
Señor. No se explica más en concreto cómo sucede esto, de la misma manera que, en general,
este tema paulino quedó muy en segundo plano en la teología bautismal del siglo II” 1.

LA GRAN CONTROVERSIA BAUTISMAL DEL SIGLO III:

Tiene como origen, no un problema de teología bautismal, sino un problema de praxis


penitencial. Domina todo el siglo III.

Durante la persecución de Decio (250), los cristianos de Africa habían apostatado en masa,
fuese sacrificando a los ídolos, fuese comprando el billete que lo certificaba, aunque no lo
hubiesen hecho en realidad. Pasada la persecución, estos apóstatas (lapsi) pidieron la
penitencia y la readmisión a la eucaristía. Los confesores (mártires que habían sobrevivido), y
que tenían un lugar muy influyente en la comunidad eclesial, la dieron a varios lapsi, lo que
ocasionó un conflicto entre los fieles reconciliados y los obispos que no querían aceptar esa
reconciliación. Roma habló señalando condiciones penitenciales para otorgar esa
reconciliación, pero los grupos rigoristas existentes en la Iglesia, sobre todo en Cartago, no
quisieron aceptar esa decisión.

En realidad, la crisis de los lapsi no fue sino el catalizador de muchas otras causas unidas: las
distintas praxis bautismales, las sectas heréticas, la necesidad de profundizar en la teología
bautismal, la validez del bautismo y su eficacia fueron las causas que motivaron esta crisis.

¿Cómo proceder con los apóstatas arrepentidos?

¿Era válido el bautismo recibido en las sectas?

1
Burkhard Neunheuser, Bautismo y confirmación, 38-39.
27

¿Había que rebautizar a los conversos?

En el fondo, se trata del choque de dos escuelas teológicas con su respectiva praxis.

a) La escuela africana:

representada por Tertuliano, sobre todo. Repetía el bautismo porque consideraba inválido el
administrado por los herejes.

b) La escuela romano-alejandrina:

el bautismo se recibía una sola vez, aunque fuese administrado por los herejes.

Aquí entra la aportación de Cipriano de Cartago.

Es el gran defensor de la praxis africana, incluso contra la opinión del papa Esteban.

Cipriano cree firmemente que el bautismo no se puede repetir. Si está en favor de la práctica
de rebautizar a los que lo han sido en la herejía, es por su posición eclesiológica.

El bautismo de los herejes no es un verdadero bautismo, sino un simulacro. Entre los herejes
no se da la Iglesia, ya que ésta es una y no se puede dividir; por tanto, el Espíritu Santo no se
da en las Iglesias heréticas. Por eso su bautismo no confiere el don del Espíritu ni la remisión
de los pecados y por eso es necesario volver a bautizarlos o, mejor dicho, bautizarlos
verdaderamente por primera vez.

Frente a la posición de Cipriano se encuentra la praxis romano-alejandrina que no repite el


bautismo.

El papa Esteban ordena que no se repita el bautismo a los que vienen de la herejía:

cum ipsi haeretici propriae alterutrum ad se venientes non baptizent, sed communicent
tantum.

Y esta decisión desencadena un choque fortísimo con san Cipriano, pero termina por
imponerse la posición de Roma y el reconocimiento total de que el bautismo no puede
reiterarse.

“Para ambas partes era claro que no puede hablarse de una verdadera repetición del bautismo.
El problema era cuáles eran las condiciones para una administración válida del bautismo.
Cipriano opina que el bautismo válido es incompatible con la herejía. Examinando el problema
más de cerca, había que aclarar cuál es el factor decisivo para la eficacia bautismal: el estado
de gracia (es decir, fe ortodoxa, santidad y plenitud de espíritu) del ministro humano o la
28
acción de Dios. Roma defendió enérgicamente que no es la santidad personal del ministro lo
que asegura la validez (y por lo tanto, la eficacia) del bautismo, sino sólo el poder de Dios, que
obra cuando se invoca su nombre. Aún quedó abierta la problemática en algunos extremos,
concretamente en relación con la plena comprensión de la eficacia del bautismo y sus
diferentes momentos, que no tenían por qué ser simultáneos. Así quedó sin aclarar la
simultaneidad (o simultaneidad no incondicional) de bautismo y perdón de los pecados. A
través de la concepción romana-alejandrina que entonces se impuso, se salvó la eficacia
sacramental objetiva, es decir, no ligada al estado de gracia personal (santidad y plenitud de
espíritu) del ministro. Prevaleció el principio de que no hay que preguntar quién ha bautizado,
ya que el bautismo sólo ha podido alcanzar la gracia por la invocación de la Trinidad” 2.

De este modo se llega a una doctrina común en esta primera parte de las controversias
bautismales: el misterio de la iniciación cristiana se integra con el baño bautismal en nombre
de la Trinidad y la unción crismal o imposición de manos para la comunicación definitiva del
Espíritu. Este misterio único, que en realidad es una doble acción, sólo puede administrarse
una sola vez. Lo reciben tanto los niños como los adultos y es el perdón de los pecados y el
renacer que fundamenta la vida cristiana.

LA TEOLOGIA BAUTISMAL EN EL SIGLO IV.

El siglo IV marca una nueva etapa en la vida de la Iglesia. Termina la etapa de la clandestinidad
debida a las persecuciones y la Iglesia se organiza públicamente; surgen las basílicas y con
ellas, el rito sacramental y la liturgia evolucionan hacia la solemnidad. Pero también es el
inicio de una debilitación de la conciencia bautismal: los bautizados afluyen en masa a la
Iglesia, las conversiones son más sociológicas que personales. Frente a esta crisis bautismal
surge el rigorismo de los donatistas.

Optato de Mileve:

es el precursor de la teología agustiniana. Frente a las ideas donatistas, insiste en que la


santidad de la Iglesia es distinta de la santidad de sus ministros, porque la santidad de la
Iglesia es la santidad de sus sacramentos. Y éstos tienen la santidad por sí mismos, no por la
de sus ministros.

En el bautismo concurren tres factores:

la Trinidad, el ministro y el sujeto que lo recibe.

Presupuesta la ortodoxia, Dios da la gracia, sea el ministro un santo o un pecador. Por eso, el
bautismo es irrepetible.
En el bautismo dado fuera de la Iglesia pueden darse dos casos: el bautismo de los herejes y
el de los cismáticos. Sólo el bautismo de los cismáticos es válido, ya que los herejes han
falseado el símbolo. Para Optato, el error de los donatistas, que se han separado de la unidad
de la verdadera Iglesia y repiten el bautismo, no es un error que afecte a la fe sino a la praxis.

San Agustín:

2
R. Schulte, El bautismo en la historia de los dogmas, en Mysterium Salutis, V, ed. Cristiandad, Madrid 1984, 149.
29

a él le tocará resolver los problemas de la teología bautismal de su época, en la que dejará una
profunda huella. Su doctrina bautismal la desarrolla en controversia con los donatistas y los
pelagianos.

Para Agustín, sacramentum, en sentido amplio, significa toda la realidad perceptible


sensiblemente, cuyo sentido no se agota en su ser aparente, sino que más allá de ese sentido
material apunta a una realidad espiritual. El bautismo y la eucaristía ocupan el lugar más
destacado entre los sacramentos, pues son esencialmente signos de las cosas visibles en los
que se veneran las realidades invisibles. La fuerza del sacramento está, pues, en la
significación de lo que acontece mediante la palabra (el verbum agustiniano).

Por eso, Agustín conoce una doble ejecución válida del sacramento: una cuya virtud salvadora
es obstaculizada por motivos ajenos al sacramento en cuanto tal, y otra en la que éste tiene
toda su fuerza salvífica.

Así surge el concepto del carácter sacramental: si toda la tradición ha hablado de que el
bautismo es un sello, se sigue que en el bautismo hay una consagración, una pertenencia, lo
mismo que el sello acuñado en la moneda o la marca del rebaño indican la pertenencia a un
dueño. En el bautismo se da una consagración, un carácter, por el que el neófito queda
incorporado a Cristo y que ya no puede perder. El autor y el propietario del bautismo es Cristo,
por tanto, Cristo es el que administra el bautismo. Y todo bautismo, si se administra
convenientemente, pertenece a Cristo y a su Iglesia.

Ahora bien, como ocurre con cualquier cosa de valor, que puede ser robada a su dueño y
seguir conservando su valor, también el bautismo puede ser robado a su dueño (Cristo y la
Iglesia) sin que por ello pierda su valor. El derecho exclusivo de posesión de la Iglesia se
mantiene a salvo, pero el sello persiste válido también dentro del bautismo administrado fuera
de la Iglesia. Entre los herejes se bautiza con el bautismo de la Iglesia, "que en todas partes
es santo por sí mismo y, en virtud de ello, no ha de considerarse propiedad de quienes se
separan, sino de la comunidad de la que se segregan".

Junto con esta distinción en el sacramento, Agustín considera un segundo aspecto: las
disposiciones. Unida a la forma sacramenti, está la forma iustitiae. Para que el sacramento sea
saludable, hay que tener la disposición de recibirlo: la actitud de conversión y la orientación
moral del hombre hacia su salvación. De aquí el pensamiento agustiniano evolucionará hasta
la comprensión de la universalidad de la redención de Cristo y se planteará el problema del
bautismo de los niños, provocado por la controversia pelagiana.

“En su primera etapa teológica, la falta de fe personal en el bautismo de los niños le creaba
especial dificultad. Entonces recurrió al expediente de considerar como sustitutiva la fe de los
padres o de los padrinos. La situación se esclarece ya un tanto, para Agustín, en su
controversia con los donatistas. En este momento, sacramentum y conversio son igualmente
necesarios para la justificación del hombre. Si falta uno de estos dos componentes, supone un
acto gratuito de Dios, valiendo como ejemplo, para un caso el buen ladrón, y para el otro, el
niño menor de edad que muere tras el bautismo. Sin embargo, Agustín no continuó opinando
que, en caso normal, la plena justificación no acontece hasta que el sacramentum fidei se une
con la voluntas fidei en la conversión. En su carta 98, del año 408, coinciden ya siempre el rito
sacramental y la justificación en el bautismo de los niños. El renacimiento bautismal ya no se
atribuye a la profesión de fe de los padres, sino que tiene lugar en virtud de la infusión del
Espíritu Santo que vive en los santos de la Iglesia.
30
La profesión de fe de parte de los padrinos tiene importancia para el sacramentum, pero
ningún valor sustitutivo en relación al effectus fidei. Por los signos sacramentales, los niños
tienen, en cierto sentido, la fe, a la que posteriormente han de acomodarse desde un punto de
vista ético y subjetivo. En caso de muerte, los infantes, per ipsum sacramentum commendante
Ecclesiae caritate, se ven libres de condenación. El sacramento ya no es la previa condición
para la realización plena de la conversión, sino que la conversión es la condición previa en
todo hombre con uso de razón, para que sea fructífero el espíritu de amorosa unidad eclesial
anejo al sacramento” 3.

Agustín frente a Pelagio:

Pelagio reacciona, lo mismo que los donatistas, contra lo que le parece una total indiferencia y
deformación de la doctrina cristiana. Para recalcar la necesidad del compromiso cristiano,
llega a minimizar la acción de Dios en el hombre y a hacer depender la salvación solamente de
lo que el hombre, con su esfuerzo, pueda lograr. De aquí se desprenden, como consecuencia
lógica, sus ideas acerca del pecado original. El hombre no lleva en sí nada que le impida la
salvación. El pecado de Adán no ha destruido las fuerzas del hombre para alcanzar la
salvación, ha sido simplemente un mal ejemplo que el hombre, con su libertad, puede seguir o
no. Cristo nos da un buen ejemplo que debemos libremente imitar. De aquí que el bautismo de
los niños no tenga sentido, ya que, por una parte, no hay en ellos nada que perdonar, y por otra,
no se encuentran en situación de hacer actos que les merezcan la salvación.

Agustín había reflexionado bastante sobre el problema del bautismo de los niños. Para él, la
dificultad decisiva estaba en la falta de conversión en el bautismo de los niños. Entonces
recurrió a la fe de los padres o padrinos. En la controversia antidonatista establece que tanto
el sacramento como la conversión son necesarios para la justificación. Si falta uno de esos
elementos, Dios interviene gratuitamente para suplirlo.

En su libro "De peccatorum meritis et de parvulorum baptismo", escrito contra Pelagio, Agustín
fundamenta el bautismo de los niños en la universalidad de la redención de Cristo debida al
pecado original. Los niños que mueran sin bautismo, estarán en estado de condenación, todo
lo suave que se quiera, aunque sin la redención de Cristo. A quienes niegan la existencia del
pecado original, Agustín contrapone la práctica del bautismo de los niños en la Iglesia desde
los tiempos apostólicos, que sólo tiene sentido si en los niños hay un pecado que borrar.

Durante su lucha contra Pelagio, san Agustín dió más importancia a la forma del sacramento
que a la conversión expresada en ella, y por eso llegó a considerar el bautismo como un
presupuesto de la gracia. De aquí arrancará muchos siglos más tarde el pensamiento de
Lutero.

En lo que se refiere al don del Espíritu, Agustín señala que es imprescindible la imposición de
manos, pero no le da aún una importancia decisiva a la confirmación como sacramento
autónomo del bautismo.

“Volviendo la mirada hacia la praxis bautismal aquí reseñada y hacia la doctrina sobre el
bautismo en Agustín y sus predecesores y completándola con los testimonios de otros
teólogos de este período, hemos de constatar, ante todo, que lo que una época posterior ha
practicado como dos sacramentos claramente distintos, esto es, bautismo y confirmación,
forma entonces una estructura unitaria de ceremonias sagradas, un único rito de iniciación,

3
Burkhard Neunheuser, Bautismo y confirmación, 53-54.
31
llamado baptisma en el sentido más amplio del término. El trasmite la comunión con Cristo,
con su muerte y resurrección y con ello, la regeneración.
Uno de los más importantes progresos en la teología bautismal de este período fue la
eliminación del problema del ministro del bautismo y la profundización en la idea de un
bautismo recibido válidamente, con lo que se había dado el primer paso para la ulterior
doctrina del carácter sacramental. El sacramento de la confirmación se ha equiparado, sin
duda, a la imposición de manos descrita en Act 8; pero su eficacia aún no se ha delimitado
claramente de los efectos positivos del bautismo. Tampoco habría de madurar hasta época
posterior el conocimiento de que la imposición de manos como segundo rito de la iniciación
cristiana participa de la irrepetibilidad del bautismo” 4.

LA PRAXIS BAUTISMAL EN ORIENTE DURANTE LOS SIGLOS IV-V:

Durante mucho tiempo se mantiene la praxis africana, apoyándose en el canon 19 del concilio
de Nicea. Pero este concilio expresamente había rechazado la posición de Cipriano (canon 8º),
ya que este asunto se consideraba, no dogmático, sino disciplinar. En el caso de los herejes,
las Iglesias orientales mantienen la posición de Cipriano, rechazando la validez de su bautismo
y esta es la posición de Atanasio y Basilio. Poco a poco, la conformidad con la regla trinitaria
establecida en Nicea es la norma para reconocer o no la validez del bautismo. Puesto que
muchos teólogos de la Iglesia oriental consideraban inválido, o al menos dudoso, el bautismo
de los antitrinitarios, permitieron la repetición del bautismo para seguridad del sacramento. En
Oriente aún no se había advertido que la fe en la Trinidad puede estar asegurada simplemente
por la administración del bautismo en el sentido en que lo practica la Iglesia. En este camino,
la Iglesia latina había llegado a una mayor profundidad.

Cirilo de Jerusalem:

en él alcanza su desarrollo pleno la teología oriental sobre el bautismo, sobre todo en las
"Catequesis mistagógicas", ya sean obra suya o inspirada por él.

“Circulan bajo el nombre de Cirilo 24 catequesis. De ellas la primera, "Protocatequesis", es


una exposición introductoria sobre la excelencia e importancia de la gracia bautismal. Siguen
18 catequesis que, en esencia, son una explicación continuada del símbolo bautismal de la
Iglesia de Jerusalem. Con estas 19 catequesis, Cirilo ha preparado a sus aspirantes al
bautismo durante la cuaresma del año 348. Tras la recepción del bautismo, sin embargo, los
neófitos debían ser introducidos más profundamente en los misterios sacramentales, que
tenían que permanecer cerrados a los no bautizados. Este es el cometido de las cinco
catequesis siguientes que, por ello, se llaman mistagógicas“ 5.

La preparación al bautismo duraba cuarenta días, en los cuales el candidato confesaba sus
pecados, recibía los exorcismos y asistía a las catequesis. Colocados en el bautisterio, hacían
la profesión de fe, se desnudaban y entraban al agua.

El núcleo del rito era el baño en una triple inmersión con la confesión de los nombres de las
Personas divinas. Inmersión y salida del agua significan muerte y resurrección. Igual que
Cristo ha permanecido tres días y tres noches en la sepultura, así los bautizados, por la
inmersión, han muerto y vuelto a nacer. Aquí aparece la idea ciriliana de mimesis simbólica de

4
Burkhard Neunheuser, Bautismo y confirmación, 57-58.
5
Burkhard Neunheuser, Bautismo y confirmación, 60.
32
la pasión y muerte de Cristo sobre la base de una interpretación peculiar de Rom 6,5: el
bautismo es un sacramento que consiste esencialmente en la mimesis de la pasión, muerte y
resurrección de Jesús y de ahí extrae su fuerza salvífica.

“Estos motivos capitales de la teología oriental del bautismo, -el bautismo en la muerte de
Jesucristo conforme a Rom 6 y el poder santificador del agua- se encuentran en muchos
Padres y escritores bajo otros términos y expresiones, sobre todo con el uso frecuente de la
idea de mimesis. El milagro de que una materia tan simple como el agua tenga virtualidad para
producir la gracia da ocasión a frecuentes y múltiples consideraciones teológicas. Siempre se
subraya el aspecto auténticamente sacramental... Resumiendo, puede decirse sobre este
período y su concepción del bautismo lo siguiente: el bautismo es el don fundamental y el
signo de la obra redentora de Cristo, especialmente de su muerte y su resurrección, que un día
acontecieron en Cristo y ahora se hacen realidad visiblemente en nosotros; es, además, de
modo eminente, obra del Espíritu Santo que, con su aliento, da plenitud operativa al elemento
sensible del agua” 6.

LA TEOLOGÍA BAUTISMAL AL FINAL DE LA EPOCA PATRISTICA:

En general, aunque sean distintas familias litúrgicas, las Iglesias más importantes de Oriente y
Occidente muestran una similitud fundamental: hay una cuidadosa instrucción de los
catecúmenos previa al bautismo, una consagración del agua, del óleo o del crisma y, como
acción central, un baño de agua. Las oraciones que acompañan al rito expresan que el
bautismo se entiende como una acción del Espíritu divino, que realiza un nuevo nacimiento.
Los efectos del bautismo se fundamentan en el hecho de que el bautismo es una inserción en
la muerte de Cristo y una participación en su sepultura y su resurrección.

En esta época el baño del bautismo, la unción crismal y la imposición de manos, junto con la
consignatio (confirmatio), aunque se distinguen, se realizan en una acción litúrgica conjunta
que permite acceder a la eucaristía.

Los Padres de estos siglos no son creadores de una enseñanza propia, sino compiladores de lo
recibido de la tradición.

La teología del Pseudo Dionisio:

es de una gran importancia para la historia del dogma por la influencia que ejerció en la
teología del Occidente latino.

Plegarias, preguntas, confesión de culpas, exhortación, imposición de manos y signación con


la señal de la cruz introducen al neófito. Desnudo, renuncia a Satanás y se promete a Cristo.
Luego de la imposición de manos es ungido con óleo en todo el cuerpo. En la fuente del
bautismo el agua se consagra y se sumerge en ella tres veces al bautizado, invocando a las
tres divinas Personas. Después de ser vestido, es signado y sellado con el bálsamo
consagrado y queda capacitado para tomar parte en la eucaristía.

Gregorio Magno:

6
R. Schulte, El bautismo en la historia de los dogmas, 152.
33

es el exponente de la teología occidental en este período, aunque su exposición bautismal es,


sobre todo, de tipo pastoral.

El bautismo cristiano ha sido precedido por otros bautismos, pero ninguno de ellos tenía el
poder de quitar los pecados. Por eso, el bautismo es absolutamente necesario para la
salvación. Por eso ordena que el bautismo se le de a los niños, aunque no sea en forma
solemne, en caso de peligro de muerte.

En el caso del bautismo de los herejes, sigue la praxis latina. Los herejes que se bautizaron en
nombre de la Trinidad, son recibidos de nuevo en la Iglesia mediante la unción o la imposición
de las manos. Sólo los que han cambiado el símbolo son rebautizados de nuevo. En caso de
duda, ha de repetirse el bautismo. La fecha para el bautismo es la fiesta de la Pascua, pero, si
no es posible la espera, se realiza una preparación de cuarenta días penitenciales y de
abstinencia, y el bautismo se lleva a cabo el domingo o un día de fiesta.

Para Gregorio, la confirmación es una acción distinta del bautismo, se trata de un valor propio.
La enumera cuando dispone que, en caso de duda sobre la validez de un bautismo, una
confirmación y la consagración de una iglesia, los fieles sean bautizados y confirmados, y las
iglesias sean consagradas canónicamente. Los ministros de la confirmación son los obispos,
pero también los presbíteros pueden, en caso de necesidad, ungir con el crisma en la frente.

EL BAUTISMO EN LA REFORMA LUTERANA Y EN EL CONCILIO DE TRENTO

La teología bautismal protestante depende estrechamente de la eclesiología, la idea de


pecado, la redención de Cristo y, sobre todo, el concepto de justificación. De este modo, estas
ideas afectan toda la concepción sacramental. Cualquier modificación en uno de estos
elementos implica una consecuencia sacramental.

No hay que olvidar, tampoco, que se trata de ideas verdaderas en sí mismas, pero
exclusivizadas de tal manera, que terminan por deformar la verdad. También hay que
considerar que, al menos en sus orígenes, estas ideas son una reacción frente a una
catequesis y una pastoral exageradas, y aún parcialmente falsas en la época de la Reforma.

Martín Lutero:

reacciona contra el cosismo instrumental heredado de la decadencia escolástica y el olvido


de la dimensión personal de los sacramentos, como resultado de una ausencia casi general de
catequesis y predicación. La insistencia de Lutero por la Escritura es también resultado de
una enorme ausencia de la palabra de Dios en la vida religiosa de su tiempo. Esto lo lleva a la
negación del signo sacramental y a una inteligencia no católica de los sacramentos.

Para Lutero, el sacramento no es un signum fidei, sino un testimonio eficaz de la voluntad de


Dios que no tiene nada que ver con la realidad comunicada, haciendo así que el sacramento no
obre ex opere operato, sino por el poder de Dios.
34

Aunque Lutero no quería negar el carácter sacramental del bautismo y buscaba mantenerlo a
toda costa, su posición doctrinal lo lleva a negar el concepto católico de sacramento. Los
sacramentos sólo sirven si son creídos, y si tienen valor se debe únicamente a que la palabra
de Dios es salvífica y así, en última instancia, el único sacramento es la palabra de Dios.

En el Catecismo Menor afirma:

El bautismo es el agua tomada por mandamiento de Dios y unida a la palabra de Dios. Obra el
perdón de los pecados. El agua en realidad no hace nada, sino la palabra de Dios que está con
y en la palabra, y la fe, que se fía de esta palabra de Dios en el agua. El bautismo significa que
el antiguo Adán en nosotros tiene que ser sofocado por nuestro diario arrepentimiento y
penitencia; y de nuevo diariamente ha de brotar y resucitar un hombre nuevo.

Este bautismo no elimina el pecado original, ya que el pecado permanece en el bautizado, sólo
que ya no se le imputa por estar colocado bajo el señorío del evangelio y de la gracia. Estas
incongruencias en la teología bautismal de Lutero lo llevan a sostener, incluso, el bautismo de
los niños, que en su base doctrinal y de acuerdo con su doctrina de la justificación no tiene
ningún sentido.

Zuinglio:

para él, el bautismo es simplemente un acto humano y no hay mayor diferencia entre el
bautismo de Cristo y el de Juan Bautista. Sirve únicamente como un signo externo de
pertenencia a la Iglesia. De este modo, el sacramento es un testigo subjetivo (para mí) de la fe,
pero no es un signo a través del cual Dios se manifieste, ya que lo hace sólo por su palabra y
por la iluminación del Espíritu concedida a sus fieles.

Juan Calvino:

el bautismo es nuestro testimonio ante Cristo, nuestra respuesta, pero no es causa ni


instrumento de la gracia, es simplemente un signo que Dios usa para confirmar su presencia
en nosotros.

Le da importancia al bautismo de los niños, pero lo considera simplemente un medio por el


que se incorporan al pueblo de Dios y no ve objeción teológica, ya que los niños pueden tener
una fe secreta. Del mismo modo que, por medio de la circuncisión, los niños de la antigua
alianza se incorporaban al pueblo de Dios, así sucede en la nueva alianza.

“La Reforma supuso un importante impulso para una nueva reflexión teológica sobre el
sacramento del bautismo. La postura de los reformadores sobre la esencia y eficiencia del
bautismo dependía de sus respectivos proyectos teológicos. Se comprende así que, frente a
una teología tradicional de los sacramentos, y especialmente del bautismo, que se había
hecho bastante unilateral, los reformadores pusiesen de relieve determinados aspectos,
aunque evitando, tanto en sus nuevas concepciones como en las matizaciones a que
sometieron la doctrina tradicional, caer en exageraciones. Mencionaremos especialmente la
35
doctrina sacramental que, remitiéndose a Agustín, define el sacramento como palabra visible,
acentuando unilateralmente la palabra (en el sentido de promesa). De acuerdo con el concepto
de justificación de los reformadores, ésta consiste en una aproximación creyente a la justicia
divina. Se otorga, por tanto, un nuevo significado a la fe en la promesa de Dios. De este modo
se hacen problemáticas algunas concepciones del bautismo y, sobre todo, determinadas
prácticas como el bautismo de los lactantes. De hecho, los reformadores adoptan diversas
posturas que van desde la de Lutero, hasta la de los entusiastas. Por lo general, se trata de
posturas en abierta contradicción con la doctrina y la praxis católica tradicionales sobre el
bautismo” 7.

La teología bautismal del concilio de Trento:

a los Padres conciliares se les entregó una lista con las afirmaciones básicas de la doctrina
sostenida por los reformadores en el caso del bautismo.

 En la Iglesia romana no hay un verdadero bautismo, sino un rito diabólico.

 El auténtico bautismo es la penitencia.

 El bautismo de agua, como mero signo externo, no confiere la justificación.

 El bautismo de Cristo y el de Juan tienen el mismo valor.

 El bautismo de los niños debe omitirse o, bien, si se da, hay que rebautizar al llegar a la
edad adulta.

Junto con estas tesis, había otras que eran consecuencia lógica de las afirmaciones
anteriores. El concilio de Trento consideró que todas estas posiciones eran contrarias a la
Escritura y a la tradición de la Iglesia y por eso había que condenarlas. El concilio no quiso dar
una teología bautismal exhaustiva, sino aclarar los puntos impugnados por los reformadores.

“El concilio de Trento definió algunos enunciados dogmáticos encaminados a defender la


enseñanza tradicional de la Iglesia sobre el bautismo, frente a la concepción y las exigencias
de los reformadores. Sobre todo, los catorce cánones sobre el sacramento del bautismo
representan, de modo indirecto, una defensa de la doctrina tradicional sobre este sacramento.
El concilio no propuso, ni lo pretendía, una teología del bautismo "adaptada a los tiempos",
como hubiera sido necesario” 8.

Las afirmaciones del concilio se reducen a 14 tesis referentes a la eficacia, el ministro, el


sujeto y el rito del bautismo.

Eficacia:

 El bautismo es un sacramento de la nueva alianza (DS: 1601).


7
R. Schulte, El bautismo en la historia de los dogmas, 156.
8
R. Schulte, El bautismo en la historia de los dogmas, 157.
36

 El bautismo perdona y borra el pecado original en los niños y en los adultos (DS: 1513-1515).

 El bautismo perdona todos los pecados actuales (DS: 1515).

 El bautismo perdona todas las penas debidas al pecado (DS: 1542).

 El bautismo confiere la justificación, no sólo externa, sino interior (DS: 1520-1523).

 El bautismo imprime un carácter indeleble (DS: 1609).

 El bautismo introduce al bautizado en la Iglesia (DS: 1671).

 El bautismo confiere el derecho condicional a la recompensa del cielo (DS: 1515).

 El bautismo de Cristo supera al bautismo de Juan (DS: 1614).

Ministro y sujeto:

 El hereje bautiza válidamente si pronuncia la verdadera fórmula y tiene la intención de


hacer lo que hace la Iglesia (DS: 1617).

 El bautismo no es un sacramento libre, sino que es necesario para la salvación (DS: 1618).

 Todos aquellos que no han recibido el bautismo, incluyendo a los niños, pueden recibirlo
válida y lícitamente (DS: 1626-1627). De aquí se desprende la necesidad de bautizar a los
niños.

Rito sacramental:

 El agua verdadera y natural es indispensable para la validez del sacramento (DS: 1615).

“Los Padres conciliares fijaron 14 cánones sobre el sacramento del bautismo. Estos
representan, de manera indirecta, una defensa de la antigua doctrina tradicional sobre el
bautismo, reducida a aquellos frentes contra los que se dirigía el ataque de los innovadores.
Salvaguardan la primacía de la eficacia del bautismo cristiano frente al bautismo de Juan
(canon 1º), prohiben una reducción del sacramento a un simple signo de fe en la gracia
bautismal, atribuyen la validez del proceso sacramental al opus operatum de Dios y le
procuran de este modo una cierta independencia de la fe personal del individuo; también con
ello se justifica el bautismo de los niños y se descarta la reiteración del bautismo (c. 13),
defienden la necesidad del agua efectivamente material para el bautismo frente a una
comprensión meramente metafórica del bautismo (c. 2). Con tal de que al administrarse el
bautismo exista la intentio faciendi quod facit Ecclesia, el sacramento es siempre válido (c. 4)
37
y no puede repetirse; la razón de ello es la existencia del carácter sacramental, una señal
espiritual e indeleble (c. 9 in genere ). Que con esto no se habla de una santificación mecánica
o mágica, sino que se pide una conducta ética adecuada, lo hace ver el canon 6º de
sacramentis in genere, cuando se habla del non ponentibus obicem. El bautismo es necesario
para alcanzar la salvación; su recepción no se deja en modo alguno al juicio del individuo (c.
5); la gracia bautismal puede volver a perderse por pecados graves (c. 6). Se ve que estos
cánones no son otra cosa que el marco en el que se coloca la doctrina patrística y escolástica
sobre el bautismo” 9.

DOCTRINAS PROTESTANTES ACTUALES SOBRE EL BAUTISMO

Karl Barth:

se trata de realizar una renovación de la teología tradicional protestante en la que se acerca


mucho a las posiciones de Calvino. El bautismo es una notificación, un signo noético. El
sacramento es algo que se añade a la palabra e indica lo que sucede por la palabra. De este
modo, el bautismo no es otra cosa que una figura, un sello que se convierte en el símbolo de
nuestra salvación. El poder que actúa en el bautismo no es otro que la palabra de Cristo, obra
libre suya y, por tanto, el bautismo no es la causa sino el conocimiento de nuestra salvación.
De ahí se sigue el que el bautismo de los niños no tenga ningún sentido, que sea un
pseudobautismo o una apostasía del cristianismo apostólico, ya que es necesario un bautismo
donde el bautizado sea responsable de su decisión, precisamente por el carácter
exclusivamente cognoscitivo del poder sacramental.

M. Barth:

el bautismo cristiano no es un sacramento ni confiere el perdón de los pecados, ni trasmite el


don del Espíritu; se trata, simplemente, de una obra humana de fe, obediencia y oración, que
prepara y espera la obra divina de la purificación y de la santificación, pero no la produce de
ninguna manera. El bautismo es sólo profesión de fe; se realiza porque Dios lo ha mandado y
hay que obedecerle. Todo el proceso de la salvación está en el conocimiento de la fe por
medio de la palabra y no en las realidades sensibles.

Oscar Cullmann:

reacciona contra la posición de Karl Barth, a la que califica de apriorista y de no tomar en


cuenta los datos de la Escritura y la tradición de la Iglesia primitiva. Señala como fundamento
del bautismo la muerte y resurrección de Cristo, siguiendo la doctrina paulina del bautismo.
Este es necesario para la incorporación al cuerpo de Cristo y no es una mera notificación de la
salvación.

Antes del bautismo, la fe es simplemente un signo que habla de la seriedad de aquel que
quiera recibir el bautismo; en el acto del bautismo es necesaria la fe de la Iglesia; la fe en
plenitud es dada con el bautismo. Así resulta un énfasis pasivo en el que recibe el bautismo y,
por consiguiente, una minimización de la misma fe.

9
Burkhard Neunheuser, Bautismo y confirmación, 97-98.
38

Los luteranos alemanes:

reaccionan también contra la doctrina de Barth. El bautismo tiene una eficacia propia que es
Cristo. Incorpora a la Iglesia, realiza un nuevo nacimiento, perdona los pecados, confiere la
justificación y configura con Cristo. El bautismo de los niños es posible porque no hay nada
contra él en el NT, es algo necesario y conforme con la doctrina del pecado original y la
práctica de la Iglesia primitiva.

Paul Tillich:

su doctrina bautismal se basa en lo que él llama "principio protestante y sustancia católica".


El aspecto protestante es una reacción contra la distorsión que los católicos han hecho de los
sacramentos, convirtiéndolos en actos no personales de técnica mágica. La sustancia católica
es la necesidad del signo que lleva en sí mismo su contenido. De este modo admite que el
bautismo es simplemente un acto de fe siempre válido porque todos los que lo reciben tienen
la fe, pero concibe la fe simplemente como una aceptación por parte del hombre de su ser
creatural, lo que le da entonces una impronta gnóstica a su teología bautismal.

EL BAUTISMO EN LA TEOLOGIA DEL VATICANO II

Enriquece notablemente la doctrina, tanto del bautismo como de la confirmación. Se


presentan estos sacramentos en una perspectiva cristológica y eclesial, pues se trata de
acciones de Cristo, que está presente en la celebración de los sacramentos.

Praesens adest virtute sua in sacramentis, ita ut cum aliquis baptizat, Christus ipse baptizet
(S.C. 7).

Cristo comunica su vida de un modo misterioso, pero real, a sus fieles en el acontecimiento
sacramental:

In corpore illo (mystico) vita Christi in credentes diffunditur, qui Christo passo atque
glorificato, per sacramenta arcano ac reali modo uniuntur (L.G. 7).

Por medio de los sacramentos se construye la comunidad eclesial:

Indoles sacra et organice extructa communitatis sacerdotalis et per sacramenta et per


virtutes ad actum deducitur (L.G. 11).

El bautismo es participación e incorporación a la muerte de Cristo y a su resurrección:


39
per baptismum enim Christo conformamur: etenim in uno Spiritu omnes nos in unum corpus
baptizati sumus (1 Cor 12,13). Quo sacro ritu consociatio cum morte et resurrectione Christi
repraesentatur et efficitur (L.G. 7).

Es incorporación a la Iglesia:

fideles per baptismum in Ecclesia incorporati (L.G. 11).

Creándose entre ellos un lazo sacramental:

baptismus igitur vinculum unitatis sacramentale constituit vigens inter omnes qui per illum
regenerati sunt (U.R. 22).

Haciendo de los hombres, hijos de Dios y constituyéndolos en pueblo de Dios:

novi societatis humanae cives, qui per Spiritus Sancti gratiam ad populum Dei saeculorum
decursu perpetuandum, baptismo in filios Dei constituuntur (L.G. 11).

Y siendo la base del sacerdocio común de los fieles:

illis enim, quos (Christus Iesus) vitae et missionis suae intime coniungit, etiam sui muneris
sacerdotalis partem tribuit ad cultum spiritualem exercendum (L.G. 11.34).

ELEMENTOS PARA UNA ESPIRITUALIDAD BAUTISMAL

a) El bautismo es el sacramento de la fe:

el bautismo presupone la fe en aquel que va a recibirlo, la confirma sacramentalmente y la


aumenta para el testimonio.

Toda la actuación cristiana no es otra cosa que un testimonio y una consecuencia de la


consagración bautismal.

El bautismo es un compromiso de fe, un acto sacramental que exige la respuesta de una vida
de fe a través de los actos de la vida cristiana.

Es incorporación a Cristo y a su Iglesia, proporcionando derechos y deberes, por medio de los


cuales se coopera a edificar la Iglesia.
40
Es, como lo llama la Iglesia patrística, un misterio de iluminación en el que se recibe una
nueva visión del mundo y de las cosas; iluminado, el bautizado se convierte en luz para los
demás por medio de su testimonio.

b) El bautismo es una muerte y resurrección en Cristo:

como muerte y resurrección, implica una actitud de constante conversión a Dios y a los
hermanos a lo largo de toda la vida del bautizado.

Relativiza el valor de las cosas en relación a Dios a quien pone como fundamento absoluto de
toda su vida bautismal.

c) El bautismo es el don del Espíritu:

obra del Espíritu es la constante configuración con Cristo, la semejanza del hijo en el Hijo.

Toda la espiritualidad bautismal se expresa en esta tarea de configuración y semejanza con


Cristo que el Espíritu realiza en y con nosotros.

d) El bautismo es el sacramento de la esperanza:

por medio del bautismo recibimos la salvación como prenda y promesa de la salvación
definitiva si nos mantenemos en la actitud bautismal.

Pastoral bautismal:

 con los ya bautizados: buscar caminos que expresen en su vida esta realidad bautismal.

El rito sacramental no es el único camino de encuentro con Dios; otro camino es el hombre
que testifica su fe.

 No hay que olvidar o minimizar la relación que existe entre sacramento y evangelización,
que es uno de los aspectos que más conviene subrayar en la actual acción pastoral: el
sacramento nos convierte en sacramento para los demás.

LA PROBLEMATICA DEL BAUTISMO DE LOS NIÑOS


41
a) Presupuestos:

 el problema pastoral del bautismo de los niños (a nivel dogmático no presenta ningún
problema) debe ser estudiado en el marco de la eclesiología, los sacramentos, la gracia, la fe y
la revelación, etc.

 No debe olvidarse que durante más de 13 siglos no se presentó ningún problema en esta
cuestión y esto es tanto más notable cuanto que en la época primitiva se tenía en tal valor el
bautismo, que sus consecuencias se aceptaban de manera absoluta y se tomaba como un
compromiso fundamental y fundamentante.

 La Iglesia primitiva nunca objetó la validez del bautismo de los niños, a pesar de la
importancia del compromiso bautismal que exigía.

 El concilio de Trento definió la validez del bautismo de los niños como parte del depósito de
la fe.

 El verdadero problema se presenta en el campo pastoral: ¿qué condiciones hay que exigir
para el bautismo de los niños?

En la mayor parte de los teólogos protestantes actuales se reconoce la validez del bautismo
de los niños, pero no se recomienda pastoralmente.

b) el problema pastoral:

la práctica pastoral común en nuestros días es el bautismo de niños, pero esto nos lleva a una
gran cantidad de bautizados que después no viven ni cultual ni moralmente el bautismo
recibido; en vistas a esta situación: ¿tiene sentido la práctica masiva del bautismo?, ¿qué
condiciones habría que exigir a los padres y padrinos?, ¿hay que cambiar la práctica
bautismal?, ¿la práctica pastoral actual no pone un exagerado énfasis en la cantidad y no en la
calidad?

Aquí hay que tener en cuenta la evolución histórica del bautismo; en la Iglesia primitiva,
mediante el catecumenado, el bautismo era diferido, incluso por largo tiempo. Por eso, algunos
pastoralistas se preguntan: ¿no habrá llegado el momento de resucitar el catecumenado?
También hay que tener en cuenta que la elevada mortalidad infantil en otros tiempos y el
agudo sentido del pecado original llevaron a la práctica universal del bautismo de los niños.

Ante este problema pastoral se proponen, en general, tres soluciones:

 continuar la práctica actual, pro bono fidelium,

 conferir el bautismo por etapas y realizar una catequesis en los padres y padrinos del
bautizando. Esta es la posición de P. Anciaux:
42
El bautismo de los niños encuentra su sentido cuando se cumplen ciertas condiciones unidas
a las características propias de este acontecimiento sacramental. El niño pequeño no es
capaz de pedir por sí mismo la fe y el bautismo. Por tanto, este sacramento no puede ser para
él la consagración de su conversión ni de su compromiso bautismal.
Sin embargo, el bautismo de los niños no está desprovisto de significación. La iniciación del
niño por medio del bautismo adquiere su pleno sentido y realidad por mediación de la Iglesia.
La tradición lo expresa así: el niño es bautizado en la fe de la Iglesia. Esta mediación de la
Iglesia no tiene hoy sentido más que si los padres pueden y quieren asumir su responsabilidad
en relación al niño. La familia es, en efecto, para el niño, la primera encarnación y la primera
célula vida de la Iglesia. Por eso la mediación de la familia como primera comunidad de fe es
necesaria para que el bautismo de los niños posea todo su sentido y realidad.
En la comprensión del sentido del bautismo de los niños es necesario reconocer el sentido del
acontecimiento humano, que recapitula y consagra el sacramento. El bautismo de niños
consagra sacramentalmente un acontecimiento familiar en la vida de la familia, tanto para los
padres como para el hijo.

Para los padres, la espera y el nacimiento de un hijo constituye un acontecimiento capital. Es


uno de los momentos en los que el hombre es impulsado de manera especial a profundizar en
el sentido de su existencia. Esta profundización lo invita a renovar su ofrenda a los demás,
cónyuge e hijo, por medio de una estrecha comunión. La pareja es, pues, interpelada e invitada
a asumir más conscientemente su responsabilidad como familia.

Esta significación particular del nacimiento en la familia es el punto de partida completamente


normal de un diálogo con los padres que han venido a solicitar el bautismo para celebrar este
acontecimiento. Este punto de partida permite reconocer y promover en la fe la significación
real del bautismo de niños como acontecimiento sacramental.

“Para que el bautismo de niños pueda revestir su verdadera significación de acontecimiento


sacramental son necesarias ciertas condiciones particulares, relacionadas con la situación
propia del niño. El bautismo de niños es un acontecimiento sacramental en cuanto que es un
signo eficaz de la Iglesia. En la situación actual (cambio de condiciones sociales, mundo
pluralista, etc.) esta mediación de la Iglesia supone más que nunca el compromiso personal de
los padres. Ellos son los primeros miembros y los primeros testigos de la fe de la Iglesia en la
que el niño es iniciado. Por consiguiente, la preparación adecuada de los padres constituye
una condición fundamental y necesaria para el bautismo de niños.

Hay que distinguir muy bien entre la petición del bautismo de un niño, la inscripción del niño
como candidato y la aceptación definitiva como tal. Para esto se invitará a los padres que
esperan un hijo, con la necesaria discreción pero firmemente, a tomar contacto lo más pronto
posible con el párroco o con el sacerdote encargado. Esta visita tiene el fin de presentar la
ocasión de un primer intercambio con los padres sobre el sentido del nacimiento y el
bautismo. Según el desarrollo de esta primera entrevista y de acuerdo con las disposiciones y
la situación de los padres, el sacerdote podrá examinar con ellos las posibilidades de una
preparación adecuada y conveniente. Les expondrá el sentido de esta preparación a la luz de
la significación del nacimiento de su hijo, de su responsabilidad como pareja y del sentido
propio del bautismo como acontecimiento sacramental.
Si los padres están dispuestos a participar en la preparación con la seriedad necesaria y el
sentido de sus responsabilidades, el sacerdote inscribirá al niño para su bautismo. La fecha de
la celebración final podrá finalmente ser fijada desde el momento en que se den garantías
suficientes de una verdadera preparación de los padres. Así pues, a todos los padres se les
propondrá como condición normal y necesaria para el bautismo de su hijo, una preparación
adecuada. Los fieles más fervorosos y mejor formados serán los primeros urgidos en este
43
sentido. Su ejemplo estimulará y ofrecerá la posibilidad de establecer progresivamente una
preparación auténtica para todos” 10.

 La tercera opción es esperar para el bautismo el tiempo que sea necesario para que el niño
realice una verdadera decisión personal (esto supone el no bautizar a los niños como práctica
pastoral común).

Cualquiera que sea la solución que se adopte ante este problema pastoral, no hay que olvidar
las precisiones que hace M. Schmaus:

“En el trasfondo de los análisis agustinianos y medievales (sobre el bautismo de los niños)
está el pensamiento de la objetividad del plan salvífico de Dios, así como el de la vinculación
humana a lo verdadero y lo bueno. El hombre está implicado en un acto de perdición que
precede a toda decisión personal. Este se halla en obra desde el principio de la historia
humana. En la historia de salvación que Dios produce y que culmina en Jesucristo, el niño es
igualmente aceptado en el bautismo, sin que él pueda ni deba decidirse para ello. En el
bautismo, Jesucristo toma posesión del hombre para conducirlo al camino de la salvación y al
futuro absoluto. Esto significa: Dios reclama al niño, para que así llegue a él y, con ello, a su
propia mismidad y a la unión fraterna con los hombres. El bautismo es un primer paso en este
camino. Sólo se podría alzar una objeción eficaz contra esto si el bautismo fuera entendido
solamente como un auxilio para alcanzar la salvación individual y no como una obligación de
adoptar determinados comportamientos. Pero semejante interpretación sería una coartación
contraria al sentido del bautismo. Más bien, el bautismo lanza hacia el futuro absoluto y hacia
la universalidad humana. En su recepción se pone de manifiesto que el sujeto queda
encuadrado en una gran marcha evolutiva y en una amplia comunidad y, por cierto, no sólo en
un sentido histórico-natural, sino también bajo una dimensión escatológico-salvífica. Por lo
demás, esa acentuación del elemento objetivo no excluye lo subjetivo. Pues el bautismo, o
mejor dicho, el Dios que en el bautismo aprehende al hombre para su salvación, exige
compromisos que el bautizado deberá realizar mediante una decisión libre, conforme vaya
creciendo en madurez. La obligación ahí insinuada pone límites a la arbitrariedad humana,
pero no a la libertad rectamente entendida. Pues ésta no se realiza mediante el capricho, sino
actualizando lo adecuado a la esencia humana, actualizando lo humano. Y esto no puede
realizarse sin entrega a Dios, pues todo lo humano constituye una autorrepresentación
creadora de Dios. En cuanto, en Jesús, de tal manera se unió el mismo Dios al hombre que él
existe en forma humana, la realización de lo humano, que se alimenta y configura a base de lo
divino, no es otra cosa que el seguimiento de Jesucristo. Precisamente hacia ahí tiende el
bautismo. Y, por tanto, éste posibilita la verdadera libertad. El bautismo desata en el hombre
aquellas fuerzas que sirven a la verdadera libertad y reprime aquellos poderes que se oponen
a la realización de la auténtica libertad. Así pues, cuando se bautiza a los niños a los que nos
estamos refiriendo, ya antes de que la razón despierte en ellos se les capacita para el recto
uso de la libertad. Aunque estas reflexiones descubren la justificación y la necesidad del
bautismo de niños, sin embargo, sólo son eficaces sobre la base de determinados
presupuestos. El personalismo extremo no puede aceptarlas. Sólo tienen fuerza para una
visión del mundo donde se conjuguen en una síntesis la objetividad y la subjetividad, la
comunidad y la persona, lo colectivo y lo personal” 11.

En resumen, dadas las actuales condiciones en que se halla lamentablemente la pastoral de la


Iglesia, el bautismo de niños debería ser regulado por las conferencias episcopales, pero, al
menos:

 hay que aumentar decisivamente la catequesis en todos los niveles;


10
P. Anciaux, Pastoral de los sacramentos, 84-94.
11
M. Schmaus, El credo de la Iglesia, 408-409.
44

 Es indispensable el crear comunidades que visibilicen verdaderamente a la comunidad


eclesial;

 hay que tener ciertas cautelas mínimas en la motivación y en la futura educación cristiana
del bautizado;

 hay que procurar tener ciertas reuniones mínimas con los padres del bautizado;

 no hay que titubear en diferir el bautismo cuando no se dan las condiciones mínimas para
que ese bautismo no se convierta en un antitestimonio.

LA DOCTRINA DE LA IGLESIA SOBRE EL BAUTISMO

El bautismo y la incorporación a la Iglesia:

el bautismo, como el sacramento de la conversión en la nueva alianza, implica la incorporación


al pueblo de Dios y al cuerpo de Cristo.

Los textos del NT dan a entender claramente que por el bautismo no sólo se recibe el perdón
de los pecados, la filiación divina y el don del Espíritu, sino también la incorporación a la
comunidad de Cristo. No hay testimonios del NT que permitan suponer una incorporación a
Cristo al margen del bautismo, o que un bautizado pueda estar al margen de la comunidad
cristiana.

“Según la primitiva persuasión creyente del cristianismo, el bautismo es la recepción en la


comunidad de la salvación (Act 2,41). No hay otro camino para ser miembro de la comunidad
de la salvación. El hombre queda constituido en cristiano por el bautismo. En consecuencia, la
expresión "cristianos anónimos", si se toma en un sentido literal, es contraria a la Escritura.
Aunque un no bautizado logre adoptar la misma actitud que el bautismo posibilita e impone al
cristiano, esto no significa todavía que dicho hombre quede constituido sin más en cristiano.
Teniendo ante los ojos el cristianismo bíblico, debemos decir que no hay ningún cristianismo
sacramental” 12.

Ahora bien, ¿qué significa esta incorporación a la Iglesia?

El designio salvífico de Dios es rescatar a la humanidad y santificarla. Que los hombres


participen de una vida que, en sí, pertenece sólo a Dios y que él, como un don, realiza en una
comunión de Creador y creatura. Dios Padre trajo, por su Palabra, en el Espíritu, la conversión
que significa la salvación.

Este acontecimiento universal es la metanoia radical necesaria para colocar a la humanidad


en la salvación de Dios, acontecimiento anunciado por los profetas y cumplido en su Hijo
Jesús.

12
M. Schmaus, El credo de la Iglesia, 382.
45
“Lo esencial consiste en que, según el NT, dentro del misterio de la salvación, este
acontecimiento de metanoia radical (es decir, el acontecimiento fundamental de la cruz y la
resurrección) es, a la vez, en el tiempo intermedio, la realidad viva de la comunidad de los
cristianos, y tiene que seguir realizándose de nuevo como acontecimiento en los
acontecimientos. Porque los cristianos saben perfectamente que, por ejemplo, en esa acción
suya que llaman bautismo sucede exactamente eso, y están convencidos de que así realizan el
plan divino. Para comprender bien este extremo, tenemos que tener presente lo que el NT nos
enseña sobre el bautismo, su esencia y su eficacia; es necesario saber quién es propiamente
la parte activa y con qué plenitud de poder obra. Con este hecho hay que compaginar que la
comunidad tuvo desde el principio conciencia de haber recibido la misión de hacer
precisamente eso, es decir, de bautizar; así lo hizo y experimentó sus efectos. Dicho
brevemente: si, conforme a Rom 6, el bautismo consiste en morir con Jesucristo, ser sepultado
y resucitar con él, entonces el mandato de bautizar quiere decir: haced que por vuestra
acción, el bautizado muera y resucite con Cristo; realizad en él lo que Dios mismo hizo en el
acontecimiento de Cristo y hace ahora en el acto del bautismo. Se puede decir también: sin
vuestra acción, el bautizado no puede salvarse muriendo y resucitando con Jesucristo, como
exige el plan de Dios” 13.

Esta acción salvadora de Dios tiene que hacerse acontecimiento en cada individuo concreto. A
través de la palabra y del sacramento se lleva a cabo la salvación de los hombres, posibilitada
en el acontecimiento redentor de Cristo. Y esta es la misión y el tiempo de la Iglesia.

Pero, ¿quién es la Iglesia?

“Iglesia son los hombres congregados como comunidad de Dios, en los que personalmente ya
se ha hecho efectiva esa obra fundamental de metanoia. Iglesia son aquellos de los que puede
decirse no sólo que Jesucristo ha muerto y resucitado por ellos, sino también que han muerto
y resucitado con él... los que ya han recibido personalmente la bendición y han sido
transferidos al Señor y a su Reino. Iglesia es, pues, la comunidad en la que, además del
acontecimiento redentor "por los muchos", realizado en la cruz y en la resurrección, se da algo
más: un plus de realización personal, por iniciativa de Dios, quien junto al acontecimiento
salvífico "bajo Poncio Pilato" exige el aoristo de un acontecimiento histórico: esos hombres
han sido bautizados, es decir, han muerto y resucitado personalmente con Cristo en un
acontecimiento concreto" 14.

Así, la Iglesia es la comunidad de los bautizados, es decir, la comunidad de aquellos en los que
se ha realizado la metanoia de Dios cumplida en el acontecimiento redentor de su Hijo y
realizada en cada uno de los que han muerto y resucitado con él por el bautismo.

Y es esta Iglesia la que tiene la misión de bautizar. Como bautizada, a su vez ella debe
bautizar. Mediante ella se lleva a cabo, por el bautismo y las demás acciones (la palabra, los
sacramentos, la diaconía y la alabanza) el proceso divino de la conversión.

La incorporación a la Iglesia significa, pues, la realización divina y eclesial de la metanoia. Es a


partir de esta realidad como hay que comprender la necesidad de renacer por el agua y el
Espíritu para entrar en el Reino de Dios. La metanoia divina sólo se realiza por el camino que
Dios ha dispuesto. Ahí tiene su razón de ser la vinculación de la comunidad de la nueva alianza
al bautismo, así como la vinculación del que ingresa en esa comunidad con la fe en Dios Padre,
Hijo y Espíritu Santo. No basta la sola vida de fe, si no incluye el vivir desde el bautismo, ya
que sólo el bautismo hace posible el vivir resucitados con Cristo.

13
R. Schulte, El bautismo como sacramento de conversión, Myst-Sal. V, 159.
14
R. Schulte, El bautismo como sacramento de conversión, 162.
46

“Esto quiere decir que el bautismo, aún conteniendo en sí sacramental y activamente el


misterio pleno y único de salvación, sólo representa el comienzo. El bautismo, como
incorporación a la Iglesia, es el inicio de la existencia en cuanto metanoia cristiana; ésta tiene
que desplegarse a lo largo de toda la vida en forma múltiple y dinámica. Es verdad que, en
definitiva la comunidad sólo puede realizar la conversión cristiana en la medida en que el
individuo, en virtud de la gracia que se le concede, la realiza juntamente con los otros
miembros de la comunidad“ 15.

Este retorno a Dios que se concede en el bautismo, alcanza su plenitud en la eucaristía, signo
y actualización de la gran metanoia de Jesucristo en su carne. La Iglesia sabe que debe su
existencia a la cruz de Jesucristo y se esfuerza por vivir proclamando eucarísticamente la
muerte del Señor hasta que vuelva. Todas las formas sacramentales y extrasacramentales de
la conversión encuentran en la eucaristía su culminación temporal, como espléndido
cumplimiento de la vuelta al Padre y, a la vez, como prenda de la plenitud de vida, definitiva y
escatológica, en la existencia compartida de Dios con su creatura.

La problemática bautismal:

En torno a la sacramentalidad del bautismo:

el concepto cristiano de sacramento es de origen tardío y hasta hoy no tiene un sentido


homogéneo. Es a partir del bautismo y de la eucaristía como hay que definir el sacramento y
no al revés.

Toda reflexión teológica sobre la sacramentalidad del bautismo debe partir de Jesucristo
como misterio de Dios y de la Iglesia como misterio de Cristo.

Ahora bien, si existe una Iglesia unida a Jesucristo y en relación con él, habrá que considerar
al bautismo, en tanto realidad viva de esa Iglesia, el carácter de misterio.

El verdadero problema estará en una recta comprensión de la acción de Dios y de la acción


humana que concurren en el sacramento.

“En la medida en que el hombre como creatura posee una vida propia al lado de Dios y es
capaz de actuar en sí mismo, en los demás y en el mundo, en esa misma medida es autónomo,
es decir, está capacitado para una acción propia, sin perjuicio de la absoluta e irrenunciable
soberanía de Dios sobre todo ser. Porque el concepto de creatura a que nos estamos refiriendo
no niega la divinidad de Dios, sino que precisa las condiciones y la manera como el ser, la vida
y el obrar libres, propios de la creatura, son siempre e inexorablemente un don (libre y, por
tanto, no natural de Dios). En la acción inicial de Dios, a saber, la acción creadora (que crea y
conserva) y en la acción salvífica de la encarnación y la misión del Espíritu hay que hablar de
un obrar absoluto exclusivo de Dios. Pretender que en estos actos intervenga el hombre o
cualquier otra creatura, es oponerse al concepto revelado de Dios. Una vez presupuestos estos
actos absolutos de Dios, es propio del misterio divino crear seres que existen y obran, incluso
obran en colaboración con él” 16.

15
R. Schulte, El bautismo como sacramento de conversión, 165.
16
R. Schulte, El bautismo como sacramento de conversión, 167-168.
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Para que exista sacramento en sentido cristiano, se necesita la unión del rito (agua y palabra),
la intervención de la Iglesia y la acción propia de Dios.

Y también con relación a la fe necesaria para el bautismo hay que distinguir: la fe de Dios, es
decir, la confianza depositada por el Padre en el pecador que se deja convertir, hasta el
extremo de hacerlo hijo suyo; en segundo lugar, la fe de Jesucristo, que ejercitó en su vida,
sobre todo en la cruz y resurrección; tercero, la fe de la Iglesia que se expresa en la
predicación de la palabra y simbólicamente en el acto sacramental y, finalmente, la fe del
bautizado, que confiesa al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

SOBRE LOS NIÑOS MUERTOS SIN EL BAUTISMO

DIMENSIÓN CRISTOLÓGICO-ANTROPOLÓGICA:

Todo ser humano, por el hecho mismo de la voluntad creadora de Dios, ha sido creado por y
para Cristo, y tiene, por lo mismo, una ordenación al encuentro salvífico con Dios en la
comunión de la vida trinitaria, como hijo en el Hijo.

El pecado original no anula esta vocación dada por Dios; hace imposible la respuesta de la
opción fundamental por Dios. Por eso es necesaria la redención de Cristo que, eliminando las
consecuencias del pecado original, hace posible la respuesta personal a Dios como donación
dialogal en el acto de fe.

Lo anterior se aplica teológicamente al adulto, que es el sujeto de las afirmaciones


doctrinales. En el caso de los niños, se aplica tanto cuanto. Pero sin olvidar que el niño es
persona y por tanto, imagen y semejanza de Dios, creado para la comunión de vida con Dios.

El bautismo es la celebración sacramental de la opción a Dios como entrega, obediencia y


sumisión amorosa. Pero, sobre todo, es el medio por el cual la persona se incorpora a Cristo,
participa de su vida y recibe la filiación adoptiva que el Espíritu interioriza en él para hacerlo
partícipe de la vida trinitaria. El perdón del pecado original, uno de los efectos del bautismo,
no es el efecto principal, aunque en la práctica de la vida cristiana se haya entendido así. La
configuración con Cristo y la recepción de la filiación adoptiva, que conlleva la divinización, es
lo más relevante y destacado del bautismo. Por eso los niños deben recibirlo, ya que están
orientados y destinados a esta cristificación sin la cual no se alcanza la plenitud humana para
la que se ha sido creado por Dios.

El niño que muere sin el bautismo está sujeto a la voluntad salvífica de Dios. No puede
hablarse, y la tradición teológica jamás ha hablado, de una condenación. Así surge la doctrina
del limbo como un modo de explicar la no condenación del niño muerto sin el bautismo. Pero
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esta doctrina tiene que colocarse en el nexus mysteriorum. Ya que el niño, como persona, es
sujeto de esta vocación salvífica y cristológica, aún como niño tiene que tener la capacidad de
optar personalmente por Dios. Esto es lo que parecen enseñar los textos del Magisterio
señalados. La salvación y la condenación pasan siempre por la respuesta personal. Y esto
debe suceder también en el caso del niño que, aunque niño, es persona.

DECLARACIONES DEL MAGISTERIO:

Por lo que respecta al Concilio de Cartago (418), debe ser leído en la perspectiva histórica. El
concilio quiere rechazar la opinión de Pelagio sobre la inutilidad del bautismo de los niños, ya
que no tienen el pecado original. El concilio rechaza esa opinión y subraya la necesidad del
niño de ser redimido por Cristo y considera al pecado original, según la opinión dominante,
como sujeto al poder del demonio. Pero de ninguna manera lo entiende como posesión
diabólica.

Los concilios II de Lyon y Florencia, hablan del bautismo en función del adulto, reo de pecados
personales y, por tanto, sujeto a la condenación sin el bautismo, debido a su situación
personal de pecado.

Sobre la declaración del papa Pío VI, hay que colocarla en el contexto del rechazo de las
afirmaciones del sínodo de Pistoya. Claramente se señala que no hay condenación en sentido
estricto en los niños muertos sin el bautismo (“son castigadas con pena de daño, sin la pena
de fuego”).

Observaciones pastorales:

Es necesario revisar profundamente la praxis bautismal de los niños, ya que en ella se dan con
frecuencia dos errores:

1. Considerar el bautismo como un rito de iniciación, como algo que es necesario


para que el niño esté bien en la sociedad, no tenga ningún daño, o para evitarle peligros. Hay
casos en que se considera el bautismo como remedio de males digestivos o psicológicos del
niño. Esta actitud ronda la superstición.

2. Considerar el bautismo sólo en la perspectiva demoníaca del pecado original. Se


bautiza al niño para que se “le quiten los cuernitos”, asumiendo así una dependencia del
demonio o un influjo del demonio en él. Esto es contrario a la tradición de la Iglesia. El niño
tiene el pecado original, pero no tiene posesión diabólica.

Los aspectos más importantes del bautismo: la relación con Cristo, la filiación, la vida de la
gracia, la pertenencia eclesial, verdadero motivo para realizar el bautismo del niño, casi no son
tomados en cuenta, ni en la predicación, ni en la comprensión popular del bautismo. Esta es
una gravísima carencia que debe ser corregida con celeridad en la praxis bautismal habitual.
Todo esto ha propiciado un “abaratamiento” del bautismo, que no considera el compromiso
bautismal ni la seriedad del seguimiento evangélico de Cristo en la vida cristiana.

De ordinario, se bautiza teniendo en cuenta la “cantidad”, no la calidad. Así, se cae en un mera


sacramentalismo donde no hay conciencia de compromiso de vida, de pertenencia a la Iglesia
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y de seguimiento evangélico. Y como no existen apenas requisitos para conceder el bautismo
de niños (¿dónde queda el compromiso educador de los padres, si ellos mismos no practican
la fe?), se celebra un gran número de bautismos, pero sin consecuencias eclesiales.

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