El Mundo Como Voluntad y Representación

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Universidad Santo Tomás

Facultad de Filosofía y Letras


Licenciatura en Filosofía y Lengua Castellana
Brayan Stiven Rodríguez Yagari
Laura Valentina Chivatá Quintero

EL MUNDO COMO VOLUNTAD Y REPRESENTACIÓN DE ARTHUR


SCHOPENHAUER

Acerca del autor


Arthur Schopenhauer fue un filósofo alemán que vivió entre los siglos XIX y XX. Nació en
Danzing, en 1788. Afirma que la vida no es más que un constante sufrimiento. Su filosofía
bebe de los aportes platónicos y el pensamiento de oriente: los Vedas, el hinduísmo y el
budismo. Schopenhauer, además de pensar acerca del “sentido” de la vida, también ahonda
en temas como la estética, la ética y el arte. Es catalogado como un pensador pesimista.
Inició sus estudios universitarios en 1809 en la facultad de medicina de la Universidad de
Gotinga. Influenciado por Schulze empieza a estudiar filosofía y en 1811 se dirige hacia
Berlín para, durante dos años, estudiar este campo; posteriormente presenta su tesis doctoral
“Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente”. En 1819 se convirtió en profesor
de filosofía de la Universidad de Berlín.
En 1818, Schopenhauer escribe su obra capital “El mundo como voluntad y representación”,
allí busca dar respuesta a todos los enigmas que le atañen respecto al mundo: ¿por qué existe
el mal?, ¿cuál es el sentido de vivir?, ¿acaso somos libres? Otras de sus obras más
representativas son: Los dos problemas fundamentales de la ética, Sobre la voluntad de la
naturaleza, y, Parerga y Paralipómena.
Muere en 1860 en Fráncfort del Meno a causa de insuficiencia respiratoria.

Introducción
Al escribir El mundo como voluntad y representación, Schopenhauer buscaba desarrollar las
ideas que había propuesto en la cuádruple raíz, estas a su vez se habían fundamentado en las
experiencias vividas en su juventud. Sabemos por sus diarios, que este filósofo hizo varios
viajes en los que pudo comprobar la realidad que lo rodeaba; los fenómenos que sucedían en
una ciudad se repetían en otra: esclavitud, miseria, y relatos llenos de sufrimiento.

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Su familia fue bastante disfuncional, cosa que empeoró con la muerte de su padre, por lo que
al llegar a la adultez Schopenhauer decidió separarse por completo de su madre. Su encuentro
con la filosofía supuso cierta salvación para él, quien puso todo su empeño en resolver las
dudas que tenía; sin embargo, sus contemporáneos no lo satisfacen intelectualmente (los
únicos que apreciaría en este aspecto serían Kant y Goethe); tanto así que se declararía
enemigo de Hegel, el filósofo más prestigioso de su época.
Aquí veremos un poco de aquella filosofía que nace de la incomodidad y el desasosiego, pues
tal fue la vida del genio incomprendido, como su filosofía misma.

Los estudios y su problemática con el noúmeno

Schopenhauer fue un crítico impasible de la sociedad de su tiempo, razón por la que se le


atribuyen cargos de misántropo. Fue además, como ya sabrán, seguidor de la cultura oriental,
de la que tomaremos prestada -como lo hizo el Buda de la voluntad- el velo de Maya, para
así poder encaminar nuestro entender por las riberas del pensamiento desarrollado en el
segundo capítulo.
La magnum opus schopenhaueriana inicia con la crítica que hace el autor de las demás
ciencias (estudios) y su forma de hacerse con los conocimientos de la realidad. En efecto,
algunas de las filosofías más preponderantes de todos los tiempos afirman que no hemos
hallado aún el camino hacia el conocer de la esencia de las cosas: Platón (el mito de la
caverna) si nos referimos a la filosofía clásica; tanto en la filosofía medieval, así como en la
moderna los ejemplos abundan, puesto que ambas épocas defendían, en su mayor parte, la
esencia en el concepto de Dios; sin embargo, con la llegada del empirismo la ciencia tomó
un control cada vez mayor en términos de conocimiento; pero no sería hasta la llegada de
Kant que las ciencias lograron asentarse. Es por esta razón que Schopenhauer retoma a Kant
y escribe un apéndice en El mundo como voluntad y representación, en el cual expone lo
que “tomaría” o complementaría de este autor.
Schopenhauer dirá que Kant no supo apreciar lo verdaderamente trascendente, este al haber
puesto a las ciencias como la lógica y la matemática en tal grado de apreciación se quedará

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en el simple fenómeno, puesto que tanto la aritmética como la geometría y demás ciencias
no nos llevan a la cosa en sí; al contrario, se quedan midiendo y apreciando las cualidades
fenoménicas de las cosas: se visten y recubren al mundo con el velo de Maya; lo hunden en
representaciones. “La fuerza misma que se manifiesta, la esencia interior de los fenómenos
que aparecen según esas leyes, será eternamente un misterio para esta [y cualquier] ciencia”
(Schopenhauer, 1819: 130).
Aquellas bestias de laboratorio creen que por llevar una bata limpia; unas gafas transparentes
y un kit de investigación, están listos para desentrañar los secretos del mundo; pero, están
haciendo las cosas de forma errónea. Schopenhauer dirá que no se llega a la cosa en sí, a la
esencia, o el noúmeno (los tres conceptos son correlatos de los mismo) complejizando los
hechos que se nos presentan. Newton podrá medir la distancia entre planetas, pero no por
ello llegará a saber la razón de los movimientos celestiales. Para llegar a conocer el noúmeno,
lo que se requiere se encuentra en los actos más simples que nos rodean: la caída de una hoja,
el ronroneo de un gato, un suspiro o la luz del sol golpeando fuerte a la vista. Es allí donde
verdaderamente se “manifiesta” el fundamento del mundo: voluntad.
Ahora bien, antes de hablar de voluntad desentrañemos un par de conceptos problemáticos.
El fenómeno propuesto por Kant es la representación schopenhaueriana, ¿qué implica esto?,
que Schopenhauer ha debido basar su concepto de representación en el fenómeno, cosa que
podemos apreciar fácilmente si nos dirigimos a la cuádruple raíz; en este texto muestra las
cuatro formas en las que los seres humanos se recrean las representaciones: lógica, empírica,
trascendental y de la metalógica.
Ahora bien, una vez entendida la representación, podemos avanzar al campo de la voluntad.
Esta última no es más que el as bajo la manga de Schopenhauer con el que busca jugarse el
noúmeno, es lo que hay detrás del Velo Maya, de lo ilusorio en aquello que nos
representamos. La principal característica de la voluntad, es que es una sola “no como un
concepto es uno, sino como algo a lo que le es extraña la condición de la posibilidad de la
pluralidad, que es principium individuationis” (Schopenhauer, 1819: 130); sin embargo, se
nos presenta a través de actos objetivos e individualizados. Por otro lado, cabe aclarar que
voluntad, se refiere también a querer, un querer, lamentablemente, sin finalidad. El querer,

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explica el filósofo pesimista, es ciego; solo desea mantener cierto dynamos en la naturaleza,
a este último los definiremos como vivir, por ende la voluntad será voluntad de vivir y vivirá
en cada ser de la naturaleza. Aquel lobo que devora salvajemente a un ciervo desata su
voluntad de sobrevivencia, y, si tuviera un tanto de entendimiento y conocimiento, se placería
con ese acto volitivo; aun así, el ciervo posee también una voluntad, este se retuerce mientras
la sangre efluye desde su interior. No sabe que está a punto de morir; sin embargo, desde lo
más profundo de su ser, la voluntad entiende que debe continuar con su escape. He aquí la
esencia demoniaca que rige el mundo.

El cuerpo como representación y la identificación de la voluntad

Aquí la expresión a tener en cuenta es que el cuerpo es voluntad objetivada. Schopenhauer,


fiel a su apuesta por la simplicidad, enlaza su querida y magna voluntad (cosa en sí, aquella
fuerza interior que lo estimula y motiva, algo que el ser humano no entiende por completo
por pertenecer a una dimensión desconocida) con la representación más común a todos
nosotros: nuestro cuerpo, cosa amiga o enemiga según las circunstancias, bien conocido por
el propio tacto y las miradas perversas del espejo.
Vemos aquí, que para Schopenhauer la voluntad puede ser fenoménica en tanto que se nos
manifiesta en la realidad representada, sin, por supuesto, perder su carácter (the chaotic one),
es decir; al objetivarse lo hace a la manera de un vello que sale de alguna parte de nuestro
cuerpo (si, al cerrar lo ojos, pasan los dedos por su brazo, comprobarán lo que se quiere decir)
del cual solo podemos comprobar la parte que sobresale de la piel (dimensión fenoménica),
sin llegar a tocar el folículo piloso (dimensión nouménica).
Cuando se objetiva en el cuerpo, la voluntad puede tomar distintas formas (dientes-impulso
de comer, órganos genitales-fuerza sexual, las manos o pies-impulso en cuanto a
movimiento) como fenómeno.
El autor describe entonces cómo el cuerpo se convierte en una especie de cárcel para la
voluntad, este conteniendo lo que la voluntad es, dado mediante la intuición: “Todo
verdadero acto de su voluntad es al mismo tiempo e indefectiblemente también un

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movimiento de su cuerpo: él no puede querer realmente ese acto sin percibir al mismo tiempo
que este aparece como movimiento del cuerpo.” (Schopenhauer, 1819, 133)
Resalta que los actos que se planean a futuro son simplemente productos de la razón, pero
aquí no interviene la voluntad pues no ha sido objetivada para saber que este hecho ha sido
de verdadera voluntad; en otras palabras la voluntad, que no entiende de horas, ayeres y
mañanas, no puede encontrarse más que en el presente, que es cuando podemos comprobar
su objetivación. Principio del materialismo berkeliano negado por Kant: esse est percipi (ser
es ser percibido).
Luego, el filósofo especifica que hay actos “involuntarios” de los que la voluntad no se ocupa
porque no le provoca conflicto alguno, estos son los que realizan los sentidos tales como:
ver, oler, escuchar, sentir. Aunque estos pueden producir lo que es contrario a la voluntad; es
decir, dolor (sensación desagradable) o placer (sensación agradable) no provienen de allí
porque estos simplemente se perciben desde la intuición. A pesar de ello, hay maneras en las
que la voluntad puede tornarse afectada gracias a que una voluntad excesiva puede causar un
dolor o un placer que vuelva enfermizo al hombre. Para objetivarlo, por ejemplo: los vicios
tales como la pornografía, este termina siendo dolor, pues cuando hay ausencia de ello solo
se sufre más por conseguirlo que cuando no se ve.
La realización de todo acto humano y en particular de los voluntarios está condicionada por
los motivos, esto es, por la conciencia que tiene el sujeto de un objeto, de tal manera que su
manifestación desencadena una respuesta. Allí reside la base del problema que quiere
examinar Schopenhauer en este espacio, a saber: ¿existe una relación de necesidad entre la
presencia del estímulo y la reacción de la conciencia? O si por el contrario, la voluntad libre
se puede abstener de reaccionar ante el objeto que la afecta o motiva. Schopenhauer acentúa
el carácter de la disyuntiva, es decir, el motivo es eficaz o no, pero no existe vía media según
la cual un sujeto primero puede ceder levemente a una afección y luego, en otras ocasiones
donde la afección es de mayor magnitud, ser indiferente ante esta. Frente a esto Schopenhauer
afirma que la afección se da o no, con independencia de la magnitud del estímulo. Así, si
alguien no se deja sobornar por 20 mil, pero le queda sembrada la duda, el problema está en

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que allí hubo efectivamente una afección, pues si el interesado sube su oferta, por ejemplo a
50 mil, puede lograr su propósito
Continuando, se hace claramente la propuesta de la verdad filosófica en Schopenhauer, en
donde especifica que el cuerpo en cuanto a representación intuitiva u objetivación de la
voluntad, fenómeno no es lo mismo que la voluntad que es lo que impulsa a ese cuerpo. Pues
como individuos se es consciente de que no hablamos de lo mismo al decir fenómeno-
noúmeno schopenhaueriano, se es consciente de que son dos distinciones objetivadas en una
unidad que además nos ofrece por sí misma información acerca de nuestra voluntad, pero no
una ajena a nosotros. La voluntad no distingue generalidades, sino lo que quiere como acto
particular en unas características de espacio-tiempo presentes.
La identidad de la voluntad la realiza un solo individuo real que es aquel que es consciente
de que a su cuerpo (representación) lo impulsa la voluntad y que considera a todo lo demás
como fantasmal o simples fenómenos, esto resulta siendo un argumento escéptico del que el
autor califica en sí mismo. Entonces: “...si nuestro conocimiento, siempre ligado a la
individualidad y justamente por ello limitado, implica necesariamente que cada uno de
nosotros pueda ser solo uno, pero que, por el contrario, sea capaz de conocer todo lo
demás…” (Schopenhauer, 1819: 138).
La consciencia de la voluntad permite reconocer que esta no solo es esencia del cuerpo
humano, también conforma al reino animal, vegetal, mineral; claramente destacando al único
que sabe que posee un impulso ciego, el hombre. Ejemplo: el brote de una flor, el magnetismo
entre metales. Esto es lo que los vedas llamarían el Brahma una especie de conexión
necesaria entre todo en cuanto a noúmeno, diferenciándose solo como fenómeno.
Adicionalmente, el filósofo hace la clara diferenciación entre los conceptos de fuerza y
voluntad. Fuerza no puede equivaler a voluntad porque este término explica fenómenos, y
desde los fenómenos no se puede conocer la cosa en sí, desde lo conocido no puede explicarse
lo desconocido; en cambio, voluntad parece ser un concepto “puro” que este y únicamente
esta cuenta con las características para la explicación nouménica.

Relación entre mundo como voluntad y mundo como representación

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Ya que la voluntad carece de fundamento y por ende, “es libre”, se suele creer (en la noción
de unidad cuerpo-cosa en sí) que entonces el fenómeno también es libre en cuanto a acción
y no lo es debido a que este está sometido bajo el principio de razón*. Por ejemplo: la acción
de que crezcan los dientes es una representación de la que el niño no sabe, pero que sucederá
(a menos que ocurra algo que altere su flujo natural de crecimiento), entonces esto no es libre
pues ya estaba de alguna forma determinado y de alguna forma refleja la voluntad totalmente
independiente (como ser) de las facultades de la razón.
Para entender cómo todo está regido por la voluntad, el autor realiza la diferenciación entre
varios grados de manifestación de la misma: causa, estímulo y motivación. En la causa, la
reacción puede ser de igual proporción que la misma, mientras que en el estímulo no hay
ninguna reacción adecuada a su acción; por ejemplo: el crecimiento del vello. Otro ejemplo
donde se diferencian y relacionan claramente entre los términos estímulo y motivo, es el
siguiente: “ La contracción de las pupilas cuando aumenta la luz se produce por estímulo,
pero ya se convierte en un movimiento por motivo, dado que ocurre porque la luz demasiado
fuerte afectaría dolorosamente a la retina y para evitarlo contraemos la pupila.”
(Schopenhauer, 1819: 151), y un ejemplo aún más discutible es el de la respiración como
estímulo y motivo.

Mientras que para el caso de los minerales, por ejemplo, parece tener una voluntad
predeterminada, para los seres humanos esta puede regirse por caracteres distintos debido a
la individualidad y el motivo de cada uno.

Schopenhauer entonces retoma a Kant diciendo que para conocer los fenómenos poseemos
las condiciones de pluralidad por coexistencia y sucesión (espacio-tiempo) y el cambio y la
duración (causalidad), pero que no son condiciones para conocer la cosa en sí y que solo
puede ser conocido debido a que puede objetivarse, puede ser representación. Luego, hace
una crítica a aquellos científicos que se han encargado de manera absurda de brindar
explicaciones desde las meras condiciones de posibilidad de conocimiento además de la
representación, la cosa en sí.

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Principio de individuación (principium individuationis)


Ya que las condiciones para conocer espacio-tiempo sirven para conocer los fenómenos, y
en tanto que para Kant lo noúmenico era lo que no se podía conocer, pero para Schopenhauer
finalmente sí puede conocerse pero no comparte las condiciones de conocimiento del espacio
y tiempo, entonces la cosa en sí no reparte la posibilidad de pluralidad y es una en cuanto a
que no se le puede concebir multiplicidad. Este es básicamente el principio de
individuación:
“Pues tiempo y espacio son únicamente aquello en virtud de lo cual lo que es igual y uno
según la esencia y el concepto aparece como diverso, con pluralidad simultánea o sucesiva;
ellos son, en consecuencia, el principium indiviuationis” (Schopenhauer, 1819: 147)
Para finalizar el apartado, Schopenhauer realiza algunas observaciones como que la causa es
igual a una causa ocasional, esto es que el estado de cierto objeto (sea fuerza universal, o
algunas acciones de animales u hombres) seguirá siendo esencialmente el mismo a pesar de
que los factores externos hagan que sus propiedades (por un momento, ocasionalmente) sean
diferentes. Destaca que estos factores internos no definen el carácter del hombre, sino
simplemente hacen parte de cómo el suceso se presenta.
Advierte que aunque los niveles de objetivación cumplan con ciertas certezas, quienes se
encargan de estudiar las profundidades de estos campos tendrían que seguir proporcionando
informaciones investigativas, ya que esto no afectaría en nada, por ejemplo, el cumplimiento
de la ley natural o ley de causa (el compartir de la materia). Entonces la etiología no dejaría
de estudiar los fenómenos que le competen respecto de las fuerzas universales, ni tampoco
se repelería con la filosofía que proporcionaría un argumento donde complementaría la
explicación de ciertos fenómenos. Por esto mismo, las representaciones no pueden reducirse
a las ideas.

Niveles de objetivación de la voluntad


La voluntad no tiene proporciones, ni tamaños, pues es el mismo Brahma al que ya nos hemos
referido. Pero sí se objetiva con más fuerza en unos seres que en otros, la gradación de la

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objetivación, o llamado por Schopenhauer en un principio: niveles de la objetivación de la


voluntad; aquí es cuando la pluralidad es posible únicamente porque se está hablando del
mundo fenoménico, del que la voluntad no hace parte en cuanto a esencia.
En últimas los niveles de la objetivación de la voluntad corresponden para Schopenhauer a
la idea en el sentido estrictamente platónico: “-los niveles de objetivación- están ahí como
inalcanzables (a excepción del genio) imágenes-modelos de estos o como formas eternas de
las cosas, sin ingresar ellos mismos en el tiempo y en el espacio, médium de los individuos,
sino permaneciendo fijos, no sometidos a ningún cambio, siempre siendo nunca
devenidos…” (Schopenhauer, 1819; 166)

NIVELES DE
OBJETIVACIÓN DE LA
VOLUNTAD O IDEAS

inferior superior

LAS FUERZAS MÁS INDIVIDUALIDAD


UNIVERSALES DE
NATURALEZA

-Todo lo relacionado con efectos físicos y -Hace referencia a la gran diversidad


químicos, por ejemplo: la gravedad. de caracteres individuales (lo que le
compone fisionómica como
- Son en sí fenómenos inmediatos de la psicológicamente exaltando el
voluntad. Poseen condiciones previas de cerebro humano).
causa-efecto.
- Su voluntad se ve objetivada por
- Relación con el tiempo-espacio, por tanto motivos que se hallan en su
que son fenómenos. conocimiento, no por causa o ley
natural, diferenciándolo de los
- Se cumple la ley natural.
animales o plantas.
-Tienen fundamento en sí mismos, por
-Todo lo fenómeno es más evidente.
ejemplo: los mecanicistas hablan de la
fuerza, pero está representada en concreto
no como en lo que sea ella misma.

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La lucha entre orgánicos e inorgánicos


Posteriormente, el filósofo describe lo que pasaría si entre fuerzas universales originarias
chocan o entran en conflicto al ser dos ideas distintas, estas dos conformarían una idea más
elevada. “De la lucha de fenómenos inferiores surge el superior, que los traga a todos, pero
realizando también la aspiración de todos en un grado superior.” (Schopenhauer, 1819: 183).
Esta constante lucha entre ideas (necesariamente opuestas) provoca un sufrimiento cíclico.
Por ejemplo: la energía que es repuesta con el sueño volverá porque el sueño superpone a la
energía. Entonces una fuerza natural somete a la otra, como consecuencia de ese conflicto
entre ellas. Luego está el conflicto entre especies que pertenecen a la individualidad; el
devoración entre especies donde la más fuerte o ágil se alimenta de una que no le haya ganado
el conflicto y así sucesivamente hasta llegar al ser humano, la idea más completa, la que
somete a las demás, esto justificado bajo la voluntad de vivir. Aunque hay cierta armonía que
genera la subsistencia, cuya extensión es general, que permite que lo orgánico (especies) y
lo inorgánico (fuerzas universales) puedan convivir entre sí.
Ahora bien, en las fuerzas universales la voluntad se presenta como un empuje ciego, un
impulso que solo surge. En el reino vegetal la voluntad es dada como estímulos y en el reino
animal mediante estímulos que no se pueden evadir y también son motivados. Finalizando
este apartado, Schopenhauer concluye que el proceso para que se lleve a cabo con las
facultades de la razón a conocer el mundo, tiene su origen primario en la voluntad.
Entonces, siendo el hombre la idea más cercana a la objetivación de la voluntad, esto se debe
a varios elementos: la necesidad externa que es la que “justifica” al hombre a acceder de
grados mayores a menores a la realidad. Por eso el hombre parece insaciable, de allí que entre
en un proceso cíclico del que solo obtiene sufrimiento. La finalidad, de la cual existen dos:
la interna; aquella que tiende a la conservación del organismo individual y de su especie. Y
la externa que una relación de las naturalezas (orgánicas e inorgánicas) para la conservación
de la especie orgánica.
Schopenhauer finaliza reafirmando la tesis de que la voluntad es solo una que se encuentra
en todo en cuanto a fenómeno que no se puede conocer con las condiciones de espacio-
tiempo como las representaciones.

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“Todas las partes de la naturaleza se ajustan entre sí porque es una voluntad lo que en todas
ellas aparece, pero la sucesión temporal le es enteramente ajena y únicamente adecuada
objetivación, las ideas” (Schopenhauer, 1819, 199).
Conclusión
La filosofía propuesta por este monstruo implica la aceptación de un mundo caótico al que
venimos sin finalidad alguna. Esa voluntad que se consume a sí misma, que es ciega e
indomable en su totalidad, no puede ser ya ignorada. Ahora bien, las lecturas que de esta
podemos hacer, resultan variables (estética, ética, etiológica, etc.), por ello las respuestas a
las preguntas que resulten no han de ser menos variables. ¿Cómo podemos actuar frente a la
voluntad?, pregunta de carácter ético-moral. Cabe la posibilidad de sondear en el campo
epistemológico y preguntarnos, ¿si el egoísmo teorético con tal facilidad en el error? y
finalmente, si el fenómeno se conoce a partir de las condiciones a priori, es decir; el
principium individuationis, ¿cómo podemos conocer la cosa en sí en su totalidad?

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Referencia bibliográfica:
Schopenhauer, A. “Primera consideración: la objetivación de la voluntad” en El
mundo como voluntad y representación. Madrid: Gredos, p. 127-204.

Moreno, L. “Arthur Schopenhauer, el filósofo pesimista” en El mundo como voluntad


y representación. Madrid: Gredos, p. XI-CXXVII.

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