Qué Es Un Microrrelato
Qué Es Un Microrrelato
Qué Es Un Microrrelato
Los orígenes de este género literario están en la cultura popular, el folklore o las leyendas. Son
historias que se han ido transmitiendo de boca en boca y que llegan a la literatura con forma y
estilo propios.
Apenas una línea, no más de unos párrafos, una página como límite. El microcuento como
género literario se ensambla entre la brevedad del cuento y la rotundidad del aforismo. Lo que lo
diferencia de sus hermanos mayores (el cuento y el relato) es que toca un único hecho narrativo
muy visual, que va más allá de la anécdota. No explica un suceso, sino que sintetiza y sugiere un
acontecimiento a partir de éste. El microrrelato es por tanto un relato de muy pocas líneas que,
por la brevedad y precisión en su vocabulario, crea la intensidad suficiente para turbar al lector.
Una de las características básicas del microrrelato es la utilización de unos mecanismos de
construcción que contemplen romper las expectativas del lector, llevándolo a seguir buscando el
sentido, y no sólo esto, sino además otorgar el sentido al completar los significados que apenas
se esbozan o se insinúan apoyados en otro de los mecanismos propios de su construcción, "el
doble sentido", es decir, la posibilidad de que lo dicho signifique no sólo lo literal e incluso
algunas veces en absoluto lo literal, sino otra cosa que el lector debe encontrar para completar la
narración, siendo de este modo lector y autor al mismo tiempo.
Algunos ejemplos
La oveja negra
Augusto Monterroso
En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el
rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo
sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para
que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la
escultura.
Un sueño
Jorge Luis Borges
En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la
única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma de círculo) hay una mesa de
maderas y un banco.
En esa celda circular, un hombre que se parece a mi escribe en caracteres que no comprendo
un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre
que en otra celda circular…El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros
escriben
El pozo
Luis Mateo Díez
Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias familiares
que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después mi
hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse.
En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior. "Este es un mundo
como otro cualquiera", decía el mensaje.
Hablaba y hablaba...
Max Aub
Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo
soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar.
Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa,
lo mismo le daba.
¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy
capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más
allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le
reventaron las palabras por dentro.
La mano
Ramón Gómez de la Serna
El doctor Alejo murió asesinado. Indudablemente murió estrangulado.
Nadie había entrado en la casa, indudablemente nadie, y aunque el doctor dormía con el balcón
abierto, por higiene, era tan alto su piso que no era de suponer que por allí hubiese entrado el
asesino.
La policía no encontraba la pista de aquel crimen, y ya iba a abandonar el asunto, cuando la
esposa y la criada del muerto acudieron despavoridas a la Jefatura. Saltando de lo alto de un
armario había caído sobre la mesa, las había mirado, las había visto, y después había huido por
la habitación, una mano solitaria y viva como una araña. Allí la habían dejado encerrada con
llave en el cuarto.
Llena de terror, acudió la policía y el juez. Era su deber. Trabajo les costó cazar la mano, pero la
cazaron y todos le agarraron un dedo, porque era vigorosa corno si en ella radicase junta toda la
fuerza de un hombre fuerte.
¿Qué hacer con ella? ¿Qué luz iba a arrojar sobre el suceso? ¿Cómo sentenciarla? ¿De quién
era aquella mano?
Después de una larga pausa, al juez se le ocurrió darle la pluma para que declarase por escrito.
La mano entonces escribió: «Soy la mano de Ramiro Ruiz, asesinado vilmente por el doctor en el
hospital y destrozado con ensañamiento en la sala de disección. He hecho justicia».
Hay novelas que aun sin ser largas no logran comenzar de verdad hasta la página 50 o la 60. A
algunas vidas les sucede lo mismo. Por eso no me he matado antes, señor juez.
La muerte en Samarra
Gabriel García Márquez (Adaptación)
La manzana
Ana María Shua
La flecha disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está a
punto de caer sobre la cabeza de Newton. Eva toma una mitad y le ofrece la otra a su consorte
para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la ley de gravedad.
El emperador de la China
Marco Denevi
Cuando el emperador Wu Ti murió en su vasto lecho, en lo más profundo del palacio imperial,
nadie se dio cuenta. Todos estaban demasiado ocupados en obedecer sus órdenes. El único
que lo supo fue Wang Mang, el primer ministro, hombre ambicioso que aspiraba al trono. No dijo
nada y ocultó el cadáver. Transcurrió un año de increíble prosperidad para el imperio. Hasta que,
por fin, Wang Mang mostró al pueblo el esqueleto pelado, del difunto emperador. ¿Veis? -dijo -
Durante un año un muerto se sentó en el trono. Y quien realmente gobernó fui yo. Merezco ser el
emperador.
El pueblo, complacido, lo sentó en el trono y luego lo mató, para que fuese tan perfecto como su
predecesor y la prosperidad del imperio continuase.
Calidad y cantidad
Alejandro Jodorowsky
No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más
larga
Amenazas
William Ospina
-Te devoraré -dijo la pantera.
-Peor para ti -dijo la espada.
(Sin título)
Gabriel Jiménez Eman
Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.