Deseo Del Analista
Deseo Del Analista
Deseo Del Analista
Patricia Leyack
La convergencia del amor y el saber que propicia la transferencia se sostiene en una función que Lacan
recortó como su pilar y que denominó "Sujeto supuesto Saber". "Aquel a quien le supongo el saber lo
amo", así lo dice en el Seminario AUN. Siendo este amor necesario para la instalación de la transferencia,
el analista debe, sin embargo, declinar la posición del saber y reconducir el amor hacia el saber del
inconciente. De lo contrario la transferencia puede subrayar su vertiente imaginaria, aquella que hace
que el sujeto se haga amar e induzca al analista a ser amable con él. Esta vertiente es solidaria de la
posición de Ideal que el analista puede verse llevado a ocupar en la transferencia. Si en un polo alguien
encarna la posición de Ideal (leader o hipnotizador en Freud), en el otro polo hay masa, no sujeto.
Posición no sólo antianalítica, sino peligrosa: si el amor es al analista en posición de Ideal más que al
saber que se juega en la transferencia, el saber del inconsciente, la contracara del amor, el odio, puede
fácilmente, hacer su irrupción en la escena del análisis. Y no precisamente en su vertiente más benéfica,
la que propicia la separación simbólica. Estancamientos del análisis, transferencias beligerantes,
interrupciones, son sus figuras más frecuentes.
Dijo también Lacan : "Te amo, pero porque inexplicablemente amo en ti algo más que tú, el objeto a, te
mutilo". Ya Freud había dejado en claro el vínculo intrínseco entre el amor narcisista y el autoerotismo. Lo
integrador del narcisismo asienta sobre lo parcial del autoerotismo. De raigambre freudiana, la frase de
Lacan anuncia el tiempo transferencial en que domina la función "presencia" del analista, en que se
acentúa lo real de la transferencia. El objeto se ha alojado del lado del analista, de la mano de la
transferencia amorosa. El analista tendrá que "jugar" su presencia en las interpretaciones para manejar
este difícil tiempo transferencial .
Por un lado o por el otro entonces, el amor, indispensable en la transferencia, trae sus dificultades que
sólo la preeminencia de la función "deseo del analista" permite abordar. Pensarla como función, limpia el
campo de cualquier confusión con deseos del analista en particular que el concepto pueda evocar.
Función "deseo de(l) analista" (1) que promueve la máxima diferencia entre el lugar del Ideal - en el que
erróneamente se puede ubicar el analista- y el lugar para alojar el objeto de la transferencia. Es la puesta
en acto de esta función lo que lleva al analizante a ocuparse, de otra manera, más allá del fantasma, de la
pulsión. Y es la lectura de la letra del sujeto por parte del analista el andarivel principal por donde
transcurre esta función.
"Mecanismo fundamental de la operación analítica", así nombra Lacan al deseo de(l) analista en "Los
cuatro conceptos". Para cumplir esta función no sólo se requiere que el analista decline el lugar de Ideal
sino que lo haga en el ejercicio de la "docta ignorancia", que esté más atento a la letra del sujeto que a su
saber teórico. La condición de esta función es, entonces, el análisis del analista.
El tránsito de un análisis –lo diría así- es el tránsito del objeto a desde el lugar inicial de verdad del goce
ignorado del síntoma (discurso histérico), hacia el lugar de agente de discurso en que se aloja, si el
analista se ofrece como lugar y no como Ideal (discurso del analista). Si es el analista el que encarna al
hipnotizado. Ofrecer un lugar para que allí reine el semblante de a, es todo lo contrario de ofrecerse
como saber teórico o como Ideal porque en este caso el que queda fuera de lugar es el sujeto.
El saber que no se sabe se soporta en el significante como tal, en el significante localizado, en la letra. Por
eso dice Lacan, en AUN, que el saber está en el Otro, en el orden Simbólico, y es ahí donde converge con
la verdad. Si, agrego y repito, quien sostiene la transferencia se supedita a la letra del sujeto posibilitando
que funcione el discurso analítico, en el cual el saber está en el lugar de la verdad y desde allí interpela al
sujeto.
Dos puntuaciones trae Lacan, en el mismo Seminario, concernientes a la articulación del odio y el saber:
una en relación a leer un texto, no a comprenderlo, sino a hacer un trabajo de lectura del mismo. Para lo
cual es necesario, dice, de-suponer el saber, vertiente del odio, que es condición de la lectura que conduce
a la verdad.
La otra puntuación que toma Lacan para situar el lugar del odio en relación al saber del inconsciente, es
la vertiente que aporta la religión. Jehová eligió a su pueblo. Los judíos, sin embargo, pusieron en juego el
odio, traicionando a Dios. "Era la única manera de salirse del paso", dice Lacan. Si obedecer la demanda
es alienarse, identificándose con el lugar de objeto que el Otro nos prepara, traicionarla es traicionar la
demanda, la demanda del Otro. Es hacer operante la castración (2).
El odio debe tomar su lugar en el análisis, debe ser escuchado y analizado. De lo contrario: en vez de
operar como motor, la transferencia opera como resistencia.
Amor y odio están articulados, entonces, de diferente manera al saber del inconciente.
Odioamoramiento: zona de nuestra experiencia, lo llamó Lacan.
En el segundo análisis del Hombre de los Lobos, con Ruth MacBrunswick, el odio hace su aparición
poniendo a prueba el "deseo de(l) analista".
El objeto mirada era pregnante en este caso. El sujeto gozaba con una posición pasiva en la que él ¨se
hacia mirar¨ como muy íntimo de Freud, por un lado, o como ‘’caso de psicoanálisis’’ por otro. Algunas
intervenciones de la analista en lo Real afectaron esta posición y le produjeron enojo con Freud, con
quien la transferencia no había terminado de caer. Enojo que, por otra parte, no se había podido jugar en
el análisis anterior, entre otras cosas por el atrapamiento transferencial que implicaba la actitud
afectuosa y hasta paternalista que el sujeto había captado en Freud y que se consolidaba en la famosa
colecta anual. Lo propiciatorio de este enojo trajo, como resultado, sueños en donde la figura paterna de
Freud quedaba cuestionada.
Pero la adherencia incuestionable de la analista a la palabra freudiana hacía obstáculo a la escucha de esa
letra del sujeto. Letra que decía, sin embargo, claramente que el sujeto ya no apreciaba la palabra de
Freud, que ya no queria comprar ‘’su musica vieja’’. En su lugar la analista interpretaba la castración en su
dimensión imaginaria, apelaba a simbolismos. No se apartaba de su saber teórico desoyendo al sujeto.
En MOMENT DE CONCLURE Lacan ubica al analista como retor, neologismo que arma equivocando
retórica y rectificación. El analista retorifica. Retoma con esto aquella función del analista que había
ubicado como primera a la altura de LA DIRECCIÓN DE LA CURA..: la rectificación subjetiva, rectificación
de la relación del sujeto con lo Real, función que en los términos de aquel Escrito, daba paso a la
transferencia para luego poder operar con la interpretación. Si bien esta es una operatoria imprescindible
para la instalación de la transferencia, es a lo largo de todo un análisis que el sujeto rectifica sus
relaciones con lo Real. Es por la palabra que se deshace lo que fue hecho por la palabra, apunta Lacan.
Reencontramos allí la retórica en el sentido en que un análisis es siempre una práctica por la palabra. Más
allá de algunas intervenciones, según el caso por caso, en lo Real, que puedan ser sin palabras pero no
quedan excluidas del orden simbólico del lenguaje (cortar una sesión sería el ejemplo princeps).
¿Sabe el analista de qué modo operar?, se pregunta Lacan en MOMENT DE CONCLURE. No se trata de
un saber, se trata más bien de sostenerse en un deseo, el "deseo de(l) analista". "Se trata -prosigue Lacan
en el mismo Seminario-, de que el analista pueda darse cuenta de la pendiente de las palabras para su
analizante. Lo que incuestionablemente ignora". No es un saber entonces, lo que responde por la
operatoria analítica. Aunque - digo - no es sin saber. El acento está puesto en la función "deseo de(l)
analista". Es desde allí que el analista opera para propiciar el deseo. Y es esta función la que vaciló en Ruth
MacBrunswick por sostener a Freud y su teoría en un lugar ideal.
El analista lee las letras de la repetición, las letras de la fijación, las letras de la respuesta fantasmática a la
demanda del Otro. Y lee, también, las letras del deseo que pulsan por ser reconocidas: el deseo es su
interpretación, nos recuerda Lacan.
El retor opera por sugestión. El retor sugiere no impone, pero esa sugestión no está sostenida en lo
verdadero o lo falso de su intervención. Si de un saber se trata en el supuesto saber de la transferencia es
de un supuesto saber "leer de otro modo", lire Autrement, que equivoca, en francés, con el Otro miente.
Saber leer a favor del sujeto, haciendo caer los sentidos del Otro en lo que se dice.
Cuando Freud decía "atención libremente flotante" del lado del analista apuntaba a sacarle el comando al
proceso secundario en la escucha y por lo tanto en la intervención. ¿O no fue Freud el que escuchó
"wägen dem pferd"? ¿O no fue Freud el que leyó: "tantos florines, tantas ratas"?
Es en este sentido que entiendo a la atención libremente flotante como la invitación a que el analista se
deje tomar, se deje trabajar tanto por lo que escuchó de la posición fantasmática como de los trazos del
sujeto, para que su intervención abreve allí. Esto es, a mi entender, lo que sensibiliza la escucha analítica
para que pueda resolverse en una lectura, en los pliegues del texto, de la letra del sujeto. Apuntar al
sujeto, esa es nuestra ética, tanto en la clínica de las neurosis como en sus diferentes variantes. (3)
El odio puede ser propiciatorio en un análisis cuando promueve trabajo del inconsciente que se da a leer.
Pero si quien sostiene la transferencia no va un paso más allá de Freud (Ruth Mac Brunswick), lo que en la
letra insta a ser leído no lo es, lo separador del odio pierde eficacia.
Esto es lo mismo que decir que la función "deseo de(l) analista" debe estar funcionando y promoviendo
todo el tiempo la interrogación de aquellos puntos de identificación con el ideal que obturan, del lado del
analista, la puesta en práctica de su saber en el lugar de la verdad.
Ruth Mac Brunswick escuchaba al sujeto pero fundamentalmente escuchaba a Freud. Es por sostener a
Freud y su teoría del complejo paterno como clave del caso, lo que deja al Hombre de los Lobos fijado en
el cuadro freudiano.
Javier Aramburu Javier Aramburu delimita en este texto el concepto deseo del analista, a partir del
psicoanalista, AME y
presidente (1999) de la Seminario 11. Establece una serie de oposiciones y definiciones iluminantes, partiendo
Escuela de la Orientación de la diferencia entre el deseo histérico y el deseo del analista, recorriendo la diferencia
Lacaniana, miembro de la entre el Nombre del padre y el Ideal, para ubicar al deseo del analista como un deseo
AMP . Autor del "El Deseo más allá del padre. Ubica tambien la diferencia entre el rasgo unario, que escapa al
del analista". (fallecido en principio del placer, con el Ideal, que es el rasgo unario incorporado al campo del placer
abril del 2000).
Ampliar imagen Finalmente, recorre la relación entre la transferencia y la pulsión, para ubicar la
presencia del analista como el suplemento necesario al sujeto supuesto saber,
suplemento que implica al objeto a. Esto le permite ubicar cómo el deseo del analista, a
partir de vincular la demanda transferencial con la pulsión, permite constituir un amor
ligado a la pulsión, un amor sin límites.
"El rasgo unario, en la medida en que el sujeto se aferra a él, está en el campo del
deseo. En el entrecruzamiento por el cual el significante unario llega a funcionar aquí
en el campo del Lust, es decir en el campo de la identificación primaria narcisista, está
el mecanismo esencial de la incidencia del ideal del yo".
Entonces, primero dice, ¿el rasgo unario, es un objeto del campo del placer? No. El idea
del yo es el entrecruzamiento de este rasgo que no es del principio del placer con algo
que viene del principio del placer. Este es el Ideal. Es otra manera de situar el rasgo
unario más allá del Ideal, en el campo de estos significantes: significante del Otro
tachado, pulsión, deseo del analista. Los ubicamos efectivamente -tal como creo que se
pueden ubicar- en un campo más allá del Ideal, del narcisismo, del principio del placer.
El deseo del analista no es un deseo histérico. No se sostiene en el Ideal, es decir, en el
narcisismo, en el principio del placer. Si no, no se entendería cuando Lacan dice que el
El deseo del analista no deseo del analista es aquel deseo que a diferencia de la transferencia, que lleva a separar
es un deseo histérico. No la demanda de la pulsión, es el que vuelve a traer la pulsión a la demanda.
se sostiene en el Ideal, es
decir, en el narcisismo, Resulta interesante porque acá tenemos una demanda que puede articularse tanto al idea
en el principio del como a la pulsión. Está diciendo casi lo mismo que ha dicho del rasgo unario. Se
placer. Si no, no se pregunta cómo algo que efectivamente se puede ligar al Ideal, al campo del placer,
entendería cuando Lacan puede ser soporte del deseo más allá de este, de esta relación con el Ideal.
dice que el deseo del Ahora tenemos una demanda que puede vincularse a la pulsión y además puede
analista es aquel deseo separarse de su relación con la pulsión, aislarse de ella y ser tomada por el Ideal.
que a diferencia de la Entonces, hace la diferencia entre la transferencia, que separa la demanda de la pulsión,
transferencia, que lleva a la aísla de la pulsión y vira esta demanda al Ideal y el deseo del analista que nuevamente
separar la demanda de la empuja a esta demanda a separarse del Ideal y a juntarse con la pulsión.
pulsión, es el que vuelve
a traer la pulsión a la El deseo del analista está del lado de la pulsión, porque sin deseo del analista no hay
demanda. vinculación de la demanda con la pulsión. Desde luego que esta demanda que tiene este
doble valor, pareciera poder tanto representar una demanda narcisista, identificatoria, y
una demanda que tiene además la posibilidad de ligarse a una pulsión, a la pulsión que l
lleva más allá de las identificaciones especulares, narcisistas.
Y quizás esto podría servir para pensar alguna vinculación de una forma de amor que en
tanto está ligado a la demanda, esa demanda ligada a la pulsión, y no al Ideal, hace
El deseo del analista está pensar en un amor que fuera más allá del amor al Ideal. Un amor que tendría alguna
del lado de la pulsión, relación con la pulsión misma. No sería el mismo amor, desde luego.
porque sin deseo del
analista no hay Pero hay algo más inquietante todavía en esta cuestión que me parece muy difícil de
vinculación de la articular. Lacan, necesita vincular la transferencia al deseo del analista y no le alcanza
demanda con la pulsión. con referirla al amor, al Ideal. No hay que olvidar que en verdad una de las discusiones
que centra este desarrollo de la transferencia sobre todo en "Los cuatro conceptos", es
refutar la idea de que la transferencia es meramente una ilusión narcisista sostenida en e
Ideal. ¿Para qué incluir la transferencia en relación con el deseo del analista que se
Esto podría servir para postula más allá del Ideal, si no es para darle a la transferencia algún estatuto diferente a
pensar alguna de la mera ilusión?
vinculación de una
forma de amor que en Algo que tiene que ver con el descubrimiento de lo que él llama también la presencia de
tanto está ligado a la analista, que es el deseo del analista en su presencia.
demanda, esa demanda
ligada a la pulsión, y no Ahora abordaré la cuestión del objeto.
al Ideal, hace pensar en
La presencia del analista prefiero llamarla deseo del analista, porque el término
un amor que fuera más
presencia, viene a romper con la idea de que la transferencia es una mera ilusión. Y el
allá del amor al Ideal.
amor que despierta la transferencia, en el punto en que no se liga al Ideal, es
Un amor que tendría
verdaderamente un amor que está sostenido en la presencia del analista.
alguna relación con la
pulsión misma. Ahí tenemos una transferencia que, en tanto no es ilusión, no es simplemente la
demanda narcisista de completud, pone en juego algo del orden de la causa. Si la
transferencia fuera nada más algo ilusorio que está simplemente puesto al servicio del
engaño amoroso a nivel del narcisismo, no tendríamos por qué postularla como aquel
elemento del dispositivo que efectivamente vincula al deseo del analista y su presencia.
El amor de transferencia no es entonces, como él dice, algo ilusorio, es verdadero, pero
en el sentido que para él tiene la verdad, es decir, es una mentira. Es cierto que es
mentira, pero no es ilusión, porque son dos cosas diferentes. La ilusión tiene que ver con
el narcisismo y con el ideal; la mentira tiene que ver con el Otro, con el lugar del Otro.
La verdad no se juega a nivel del ideal.
El amor que despierta la
transferencia, en el punto Entonces es una mentira que llama al lugar en que en el Otro está la verdad del sujeto.
en que no se liga al
Ideal, es verdaderamente Se trata de la relación al Otro, como lugar de la verdad para el sujeto, el Otro como luga
un amor que está de los significantes, el Otro simbólico que sostiene efectivamente la transferencia. De
sostenido en la presencia este modo ya no la hace una ilusión, porque si el analista tiene valor de presencia es
del analista. porque mantiene alguna relación con ese lugar de verdad.
Si bien no se reduce a ser ese lugar de verdad, si tiene aún verdad el amor de la
transferencia, lo tiene porque ese lugar, esa presencia como objeto, tiene alguna relación
con ese lugar del Otro como Otro simbólico. Esto es verdaderamente el problema que
me gustaría articular. Para eso vamos a recorrer la cuestión de la presencia.
El amor de transferencia
no es entonces, como él Insisto que esta presencia no se justifica sin la referencia al Otro de la verdad, es decir, a
dice, algo ilusorio, es Otro simbólico, al Otro que para el sujeto va a hacer referencia fundante.
verdadero, pero en el Ustedes conocen el bocadito de "Los cuatro conceptos..." donde se indica la cuestión de
sentido que para él tiene la presencia del analista en el restaurant chino. Es allí donde dice que la transferencia, en
la verdad, es decir, es tanto busca al Otro como lugar de la verdad, encuentra algo más, que es la presencia del
una mentira. Es cierto analista.
que es mentira, pero no
es ilusión, porque son Uno va al restaurant chino y está todo en chino. Entonces se le pregunta a la china: ¿Qué
dos cosas diferentes. La dice esto? Ella le contesta, pero como mi deseo es el deseo del Otro, efectivamente, yo
ilusión tiene que ver con no puedo saber qué deseo si la china no me dice. Le pregunto: ¿qué me recomienda? La
el narcisismo y con el china recomienda: Coma pollito con nueces. A uno se le despierta el apetito por el
ideal; la mentira tiene pollito con nueces.
que ver con el Otro, con
Claro que acá uno puede decir, aquí todavía estamos en el orden de sostener el deseo del
el lugar del Otro. La
Otro a partir de cierto Ideal. Pero no se termina ahí la cosa, porque sin embargo, eso
verdad no se juega a
también tiene verosimilitud, en el sentido de que el deseo es el deseo del Otro y el Otro
nivel del ideal.
es la verdad del sujeto, porque está ligado al Ideal Pero hay algo que ya lo trasciende, a
Entonces es una mentira la cuestión del Ideal, que ofrece cierta apertura al Otro como lugar de la verdad.
que llama al lugar en que
Sin embargo acá no terminan las cosas, ahora queremos pellizcarle la teta a la china. Y
en el Otro está la verdad
entonces Lacan concluye que el analista no solamente tiene que ser Tiresias, el ciego qu
del sujeto.
adivina "su deseo es de pollo con champignon", sino que además debe tener tetas. Debe
tenerlas y debe ofrecerse además como ese objeto que queda como resto de ese pollo co
champignon. Ese resto de insatisfacción que el pollo con champignon, deseo del Otro,
en el nivel histérico, ha dejado insatisfecho. Esa es la presencia del analista.
El analista además de ser el adivino del deseo, donde la interpretación es el deseo del
Otro, -le recomiendo tal cosa, y ahí se constituye el deseo-, debe tener tetas. Debe
soportar también el objeto, esa forma de presencia que la transferencia en un momento
llama, porque este es el camino mismo de la transferencia. Voy a que me traduzcan el
menú, que además me digan cuál es mi deseo y en ese camino encuentro que hay una
causa que está más allá de este deseo.
Esta es una forma de presencia del analista: el tener tetas. Este tener tetas está
presentificando algo del orden de un objeto que, sin embargo, no ha dejado aún de ser un
objeto de placer, un objeto ligado con el principio del placer, pero que apunta a algo más
allá de esto.
Es la manera en que podemos leer esas dos frases de la última parte, del último capítulo
de "Los Cuatro Conceptos", cuándo dice: "Te amo, pero inexplicablemente",
inexplicablemente para el sujeto.
En ese amarte que no ha salido de esta relación al Ideal, de pronto, inexplicablemente
amo en ti, y ahí sigue usando la palabra amo. Amo en ti, pero no a ti, sí en ti, no es lo
mismo a ti que en ti, se entiende. "Porque inexplicablemente amo en ti algo más que tu,
el objeto a minúscula; te mutilo".
Y la otra frase, que correspondería a la neurosis obsesiva, es: "Pero ese don de mi
persona, oh! Misterio, se trueca inexplicablemente, en regalo una mierda". Ese don
inexplicablemente, se convierte en una mierda.
Estos dos objetos, esta mierda en que se ha convertido el don y el pedazo que te quiero
mutilar, esto traspasa la barrera del narcisismo, el velo de estos objetos. Ponen en juego
la presencia del analista de otra forma.
Veamos ahora, un ejemplo que toma Lacan cuando está tratando este mismo problema
en el Seminario de La angustia. Allí toma tres autores: Szasz, Margaret Little y Lucy
Tower.
Tomemos el ejemplo que trae de unas historias de pacientes que cuenta Lucy Tower, -en
las páginas 80 y 86, de las clases del 20 y del 26 de marzo-.
Resulta muy interesante porque estos ejemplos los va a dar para ver cómo analistas no
lacanianos han puesto en juego la cuestión de la presencia del analista y el objeto, y
cómo lo han resuelto. Toma el ejemplo de Lucy Tower porque, le va a dar una precisa
caracterización de una relación muy particular, que es la relación del deseo del analista
con el Don Juan.
Eso que nosotros tratamos de pensar por el lado de lo que llamamos el semblante de
objeto, hacer semblante de objeto.
Esta mujer tenía dos pacientes que los caracteriza como neurosis de angustia. Lacan no
cuestiona esta caracterización que ella hace. Dice Tower: "En cuanto a estos dos
hombres, yo estaba perfectamente al tanto delo que pasaba con sus mujeres y
especialmente que eran demasiados sometidos, demasiado hostiles, y en un sentido,
demasiado devotos; y que las dos mujeres se hallaban frustradas por esa falta de una
manera suficiente de afirmarse como hombres en forma no inhibida".
A ella le parecía que tenían una cierta forma de presencia masculina un tanto inhibida y
que esto dejaba insatisfechas a las mujeres de estos dos pacientes. Ella tenía sus ideas
sobre la masculinidad...
En otras palabras, ellos no simulaban lo suficiente para estas mujeres. Tower, dice que
protegía un poquito demasiado a la mujer del primero, y al segundo, un poquito
demasiado a él. A decir verdad, por el primero sentía cierto rechazo, y entonces entendía
que tenía que proteger más a la mujer. Parece ser que le atraía el segundo porque el
primero tenía algunos problemas psicosexuales no demasiado seductores, y esto parece
que a ella no le despertaba nada.
Esta mujer no era demasiado histérica. Por eso es que a lo mejor pudo Lacan pensar en
la posición de Don Juan que ella asumía. Sin embargo no era porque ella lo asumiera,
sino porque Lacan encontró acá -me parece- una clave para entender esta cuestión del
deseo del analista en relación a la posición del Don Juan. Además va a tomar esto para
decir que Don Juan es en principio, una fantasía femenina.
Entonces, ella protegía un poquito demasiado a la mujer del primero y el desarrollo lo v
a realizar sobre este primer paciente.
Relata que ella tiene un sueño -la analista-. ¿Qué ocurre en ese sueño? El sueño consiste
en que dicha mujer, la del primer paciente, le aparece a Tower bien dispuesta a
encontrarse con ella, en una buena disposición de ánimo, en una actitud cooperativa
respecto del análisis de su marido. Entonces, deduce que en realidad la mujer no podía
estar tan disconforme de este marido si en el sueño a ella se le aparecía como
colaboradora del análisis. Deduce que en verdad quizás esta mujer veía bien el análisis y
la posición que tenía el marido en relación a ella, por lo tanto ahí se manifestaba
colaboradora. Esto le hace cambiar su punto de vista respecto de este paciente, que hasta
este momento ella subestimaba en su valor deseante.
No le parecía que este hombre tuviera un deseo muy decidido. Pero este sueño le hace
pensar que en verdad este hombre, en tanto satisfacía a su mujer, quizás tenía
efectivamente un deseo algo decidido. No era un deseo impotente.
No era exactamente el padre de Dora, ese que había que sostener en su impotencia.
Porque en el deseo de la histérica se trata de sostener al padre, pero sostenerlo
precisamente en tanto el padre como Ideal.
Sostenido en el Ideal es un deseo un poco venido a menos, sería impotente además. Pero
no porque sea impotente, sino porque su deseo está un poco caído. Y este es el drama de
la histérica: tomar a un padre con un deseo ya desfalleciente, y tratar de sostenerlo todo
el tiempo. Ella lo hacía por procuración, porque quien parecía saber bien cómo se
cumplía esa función de mantener el deseo del padre levantado era la señora K.
Este deseo histérico de sostener, es correlativo casualmente del Ideal que aparece en el
punto del desfallecimiento del deseo. En Freud está claro, él lo dice quizás de otra
manera: el Ideal reprime la pulsión.
El padre se convierte en Ideal en el momento en que desfallece su deseo. Ahí es
levantado al Ideal. Entonces, el Ideal es una trampa porque lo que mantiene es un vacío
de deseo. Por eso, el Ideal de la histérica, dice Lacan, puede ser Cristo. Este es el Ideal,
algo muerto, algo caído en relación al deseo.
Obviamente, el deseo del analista no puede equivalerse a este deseo, de sostener este
padre como Ideal desfalleciente. Entonces cuando Tower tiene este sueño no sabemos
qué le dijo o no al paciente, pero lo importante es que ella cambia su posición en
relación al deseo de ese paciente. A partir de ese momento toma su deseo en serio. Ya no
tiene esa especie de desprecio por ese hombre desfalleciente con un deseo un poco
caído. Eso trae sus consecuencias.
Puesta Lucy Tower en esta rectificación de su posición de analista en relación al deseo
de este sujeto, lo que pensaría Lucy Tower traducido por Lacan sería, "el muchachito se
toma en serio, es posible entonces ocuparse de él" porque efectivamente él tiene un
deseo decidido respecto de su posición.
Este es el drama de la A partir de ese momento, todo se desarrolla en medio de una tormenta de movimientos
histérica: tomar a un depresivos y rabias desnudas, "como si a mí, la analista, el paciente me pusiera a prueba
padre con un deseo ya en cada uno de mis más pequeños pedacitos."
desfalleciente, y tratar de
sostenerlo todo el Bien, ahora hay que tener tetas. Ahí aparece algo del orden de la presencia, de esas tetas
tiempo. del restaurant chino.
Continúa: "si un instante de desatención hacía que cada uno de esos pedacitos no sonara
verdadero, que uno de ellos resultara imitación, yo tenía la sensación de que mi paciente
se iría todo entero en pedazos él."
Allí, él está hablando de algo del orden del semblante, pero el semblante no es algo de
imitación, o que se finge teatralmente, sino que el paciente autentifica por así decir la
verdad de eso, de ese objeto que está en juego. Es en relación a este objeto que produce
esta transferencia, amorosa o de odio -como quieran- que además va más allá de este
El padre se convierte en
objeto.
Ideal en el momento en
que desfallece su deseo. Lacan explica esto en la clase siguiente, la del 26 de marzo, página 86. Retoma la
Ahí es levantado al cuestión diciendo que la posición del analista en relación al deseo del paciente es a parti
Ideal. Entonces, el Ideal de este sueño, otra; el deseo del paciente, es verdaderamente devuelto a su lugar. Lo que
es una trampa porque lo ella encuentra entonces, es el desencadenamiento en el paciente de lo que ella expresa, a
que mantiene es un vacío saber: "A partir de ese momento me encuentro bajo una presión que quiere decir que soy
de deseo. escudriñada. Si por un sólo instante llegara a parecer que no estoy en condiciones de
responder a aquello sobre lo cual en cierto modo soy puesta a prueba, pedacito por
pedacito, es mi paciente quien va a irse en mil pedazos".
Por lo tanto, habiendo buscado ella el deseo del hombre, lo que encuentra como
respuesta no es la búsqueda de su propio deseo, el de ella, sino el "a", del objeto, del
verdadero objeto, aquello de que se trata en el deseo que no es el del Otro sin tachar, que
es ese resto, el "a", el verdadero objeto.
"Pero qué pasa con este efecto que produce con posterioridad Lucy Tower. ¿Qué pasa
después que vuelve de las vacaciones? Al fin de cuentas, ella sabe muy bien que él
puede seguir buscando pues nunca fue cuestión de que encontrara. De eso se trata,
precisamente, que él advierta que no tiene nada que encontrar".
No hay nada que encontrar porque lo que para el hombre, para el deseo masculino, en
todo caso, es el objeto de la búsqueda, sólo le concierne, por así decir, a él. Ese es el
objeto. Lo que busca es por así decir, lo que le falta a ella: .
De esto es que él tiene que hacer el duelo. Lo digo porque el texto de Lucy Tower
articula muy bien que lo que han hecho juntos es el trabajo de duelo. Lucy Tower ha
separado de "a". Ahora ella se ha instalado en el , en su falta en ser, se ha instalado
en su ser de falta. Ella, la analista, ha perdido ese objeto, ha hecho de esa pérdida del
objeto su falta. Ahora puede decir entonces que busque.
De lo que se trata es que él haga el duelo de ese objeto que está buscando, para que
encuentre también este lugar, el de su castración, su auténtico ser. "Cuando él haya
hecho su duelo de encontrar en ese partenaire su propia falta, , la castración
primaria fundamental del hombre, tal como se la señalé a nivel de la raíz biológica,
cuando esto ocurra, él habrá cumplido con su castración".
Dice, "Para la mujer", y de aquí él va a deducir que para la mujer, efectivamente es más
fácil posicionarse en ese lugar de falta, en ese lugar de Don Juan, "para la mujer no es
ningún esfuerzo, digamos que hasta cierto punto no corre ningún riesgo en buscar lo
que tiene que ver con el deseo del hombre".
Atravesamiento
entendido ahora sí acá
como una superficie que
se atraviesa a sí misma,
simplemente porque eso
es el ocho interior. Esto
es el atravesamiento del
fantasma, una superficie
que se atraviesa a sí
misma.
Texto establecido por Silvia Salman
El atravesamiento del
fantasma sería atravesar
este punto de la
transferencia objeto.
Sería alcanzar la línea
del deseo a diferencia de
la línea de la demanda.
arrib