La fe y la razón han estado unidas históricamente, pero en la Edad Media surgieron corrientes que las consideraron incompatibles. El autor argumenta que la fe y la razón se necesitan mutuamente: la razón nos impulsa a buscar respuestas sobre el origen del mundo y nuestra existencia que la fe puede proveer, y la fe impulsa a la razón a seguir indagando para comprender mejor la realidad. Ambas son manifestaciones naturales del ser humano que nos permiten alcanzar una comprensión más profunda de la verdad.
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La fe y la razón han estado unidas históricamente, pero en la Edad Media surgieron corrientes que las consideraron incompatibles. El autor argumenta que la fe y la razón se necesitan mutuamente: la razón nos impulsa a buscar respuestas sobre el origen del mundo y nuestra existencia que la fe puede proveer, y la fe impulsa a la razón a seguir indagando para comprender mejor la realidad. Ambas son manifestaciones naturales del ser humano que nos permiten alcanzar una comprensión más profunda de la verdad.
La fe y la razón han estado unidas históricamente, pero en la Edad Media surgieron corrientes que las consideraron incompatibles. El autor argumenta que la fe y la razón se necesitan mutuamente: la razón nos impulsa a buscar respuestas sobre el origen del mundo y nuestra existencia que la fe puede proveer, y la fe impulsa a la razón a seguir indagando para comprender mejor la realidad. Ambas son manifestaciones naturales del ser humano que nos permiten alcanzar una comprensión más profunda de la verdad.
La fe y la razón han estado unidas históricamente, pero en la Edad Media surgieron corrientes que las consideraron incompatibles. El autor argumenta que la fe y la razón se necesitan mutuamente: la razón nos impulsa a buscar respuestas sobre el origen del mundo y nuestra existencia que la fe puede proveer, y la fe impulsa a la razón a seguir indagando para comprender mejor la realidad. Ambas son manifestaciones naturales del ser humano que nos permiten alcanzar una comprensión más profunda de la verdad.
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Instituto de Teología para Religiosos Abache, Carlos
Relación Fe y Razón C.I. 26.666.710
Prof. Rafael Montenegro
El nudo entre la fe y la razón
Desde el ocaso de la edad media, surgió una corriente de pensamiento que se empeñaría en arrancar de cuajo la fe y distanciarla de la razón humana, hasta volverlas incompatibles. Esta pretensión es totalmente distinta a la mantenida durante la edad media, donde con gran empeño se intentó unirlas, concibiéndolas como luces que iluminan una misma realidad. Deseo profundizar en ambas concepciones y fundamentar mi postura, considero que ambas están unidas por un nudo, la incógnita nos centra pues, es ese nudo ¿Qué liga la fe y la razón? Veo en la razón la capacidad humana de discernir la verdad, de buscar las respuestas más elevadas a cuestiones existenciales y así alcanzar la plenitud. Dicha capacidad nos ha hecho progresar enormemente, comprendemos mejor nuestro cuerpo, su funcionamiento; comprendemos mejor el ambiente, formulamos las leyes que la rigen. Pero nuestro afán racional no parece poder asir el conjunto de la realidad, debido a que limitamos la razón a una concepción positivista, de resultados exactos, invariables; y de fórmulas universales que expliquen los fenómenos de la realidad. Simplemente nos hallamos en callejones sin salida al limitar la razón, la propia naturaleza lo demuestra al comportarse de manera irracional ante los científicos. Por ejemplo, la física que describe Newton para estudiar el movimiento de los cuerpos resulta a todas luces válida, pero cuando se sale de la gravitación terrestre la teoría falla, es donde entra la física de Einstein. Esto viene a demostrar que un mismo fenómeno como el movimiento no puede reducirse a una fórmula universal sin conducir al error. Además, la razón nos llevó a concebir conceptos elevados como la virtud, el amor, la felicidad, ejemplos del nacimiento de la filosofía, para esto los filósofos como Platón plantearon sistemas que iban más allá de lo tangible, más allá de la realidad dispuesta a nuestros sentidos. Desde este aspecto me resulta notorio que la razón nos impulsa hacia la fe cuando intentamos penetrar hacia la verdad, hacia las respuestas para dar sentido a la vida humana. Considero que la razón nos condujo a pensar en el origen del mundo y nuestro propio origen, y la fe nos impulsó a darle respuestas en base a las herramientas de nuestra razón. Lo cual mantuvo vivo nuestro deseo de conocer el origen, y nos llevaba a seguir perfeccionando nuestras herramientas para llegar a respuestas satisfactorias. Con lo anterior deseo resaltar, lo que según mi parecer viene a ser ese nudo que ata ambas ideas. Nuestra fe impulsa la razón a conocer más, y nuestra razón impulsa a nuestra fe a madurar. Así pues, la fe y la razón nos llevaron a comprender la realidad, empezamos a intentar comprenderla mediante métodos y observaciones. Vemos el nacimiento de las ciencias al encontrarse estos dos ríos, en un primer momento el nacimiento de la filosofía que intenta comprender el conjunto de la realidad y aspectos de la misma. Posteriormente surgirían otras ciencias poseedoras de un método, por ende, de un sistema, igual que la filosofía, pero pretenderían alcanzar verdades absolutas sobre lo que rige nuestra realidad y eso impulsará significativos avances, pero conducirían inevitablemente a callejones sin salida en más de un caso. Y aquí es donde se ve una fractura en el paso de la filosofía y las ciencias particulares, estas hacen de su enfoque solo aspectos específicos de la realidad, mientras que la filosofía siempre que aborda algo lo hace en un conjunto. Actualmente, en promedio, las personas asociarían con verdad un método científico de tipo hipotético deductivo, e incluso considerarían por menos la filosofía, desclasificándola como ciencia. Esto por considerarla poco útil por no parecer una manifestación de la razón humana. Lo mismo se hará con la fe, muchos le atacarán, otros la esgrimirán como la única fuente de verdad. Pero existen aquellos, que consideran a la fe y la razón, como escribiría Juan Pablo II, las dos alas que nos llevan a alcanzar la verdad. En conclusión, muchos han sido los empeños a través de la historia de separar totalmente la fe y la razón, pero deseo resaltar una vez más que ambas necesitan estar unidas, por cuanto responder a manifestaciones naturales del ser humano, y ambas acaban impulsándose mutuamente a una realización en plenitud y un conocimiento más profundo de la realidad. La fe nos permitió elevar nuestro pensamiento a lo transracional, y así impulsó nuestra propia razón a escudriñar los misterios que nos acosan desde hace milenios.