Introducción Epistemología Ensayo Actividad 4

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 7

Ensayo sobre el empirismo, el racionalismo y el idealismo

trascendental de Kant

“Más que posturas contradictorias, avances en el desarrollo del


Conocimiento humano”

José Wilmar Sánchez Duque1

¿Conocemos directa y experiencialmente los objetos y fenómenos existentes en la


realidad o los conocemos y comprendemos por medio de nuestra percepción y
reflexión mental?

Una de las características constantes en la criatura humana es su deseo de


conocer, comprender y dominar todo cuanto le rodea, para ello desde sus primeros
pasos como ser pensante en el planeta, ha ido dejando rastro de esta inquietud
natural de conocer, poseer y trascender.

Y esta facultad de razonar, si bien la hallamos fundamentalmente en un órgano


llamado cerebro, no por ello se podría concluir ingenuamente que todo el
conocimiento lo podemos dejar reducido a un producto que emerge de la acción y
sinergias neuronales de éste órgano existente también en los primates y cuyas
diferencias estriban en un mayor tamaño y una mayor organización de las redes
neuronales en los humanos (Rosales, Juárez, & Barros, 2018), en el acto de
conocer no solo actúa lo orgánico, allí también podría decirse de cierto modo hay
una acción del espíritu, de la mente humana, de aquello que supera incluso lo

1Licenciado en Pedagogía Reeducativa por la Universidad Católica Luis Amigó Medellín - 1996, Especialista en Gestión
Educativa por la Universidad Católica Luis Amigó Medellín - 2016, Magister en Neuropsicología por la Universidad de San
Buenaventura 2005 y Doctor en Psicología con Orientación en neurociencia cognitiva de la Universidad de Maimónides,
Buenos Aires – Argentina 2012. Estudiante programa de Derecho Polítecnico Gran Colombiano, Medellín - 2019
meramente biológico y que aunque aceptemos que descendemos de primates, es
lo que nos hace genuinamente humanos, lo que nos permite pensar,
interrelacionarnos, preguntarnos por el sentido de las cosas, de la existencia, de la
vida, de la muerte; ser humanos no es simplemente evolución del órgano llamado
cerebro durante cientos de miles de años, hay en la esencia misma del “animal
humano” algo que lo hace persona, y es la forma no solo como se relaciona e
interactúa con el medio, con los otros, sino la forma como trasciende lo meramente
sensible y conoce incluso cosas que no existen en la naturaleza o están lejos de la
experiencia que se aprehende por los sentidos.

Si bien esta facultad de pensar es lo que nos separa de los simios, no se puede
desconocer que la misma ha ido evolucionando con el paso de los siglos, pasando
de interpretaciones míticas y religiosas sobre el conocimiento del mundo y de sí
mismo, a un conocimiento con sólidas bases científicas de la misma realidad.

Basta imaginarnos al hombre primitivo en sus primeros pasos sobre el planeta,


cuántas preguntas, cuántas inquietudes suscitarían en él todos los elementos que
le rodeaban, una mirada al firmamento y comenzar a preguntarse por todos esos
elementos que se mutan y relevan durante el día y durante la noche, sus
interrogantes por la existencia de los elementos naturales, de los animales, de sí
mismo, y ante esta interacción, sin lugar a dudas cada vez más se iba enriqueciendo
su pensamiento y cada vez surgían nuevas preguntas que exigían respuestas.

Dentro de este proceso de evolución y desarrollo, el lenguaje fue cobrando un papel


protagónico, y éste entendido someramente, como la capacidad de interactuar con
el otro, con el entorno, de hacer visible y audible lo que simplemente habitaba en su
cabeza, conforme lo plantea Cajiao (1997): “la riqueza del entorno físico y cultural,
constituye el principal elemento estimulador del conocimiento, en cuanto procura la
experiencia a partir de la cual se desencadenan los procesos cognoscitivos” (Cajiao,
1997) y es esta interacción con el otro, con el entorno o la simple autoreflexión la
que le va ir permitiendo conocer y comprender, apropiarse y dominar cada vez más
el mundo sensible e irse adentrando en el mundo de los pensamientos, de las ideas,
de las realidades inmanentes que superan la realidad tangible. O en los términos de
Lorenz (1975), citado por el mismo Cajiao, el hombre está dotado de un poder
inquisitivo que le permite construir conocimiento a partir de la exploración del mundo
objetivo que lo rodea, así como de la autoexploración. (Lorenz, 1975)

Esta interacción del hombre con todo cuanto le rodea, así como la propia
autorreflexión, no se queda encerrado en el interior del sujeto a través del
conocimiento adquirido, de las percepciones e interpretaciones que ha hecho de la
realidad, pues ello sería condenar el conocimiento adquirido por aprendizaje
experiencial a la desaparición con cada sujeto que muere, el hombre junto con la
necesidad de conocer ha ido desarrollando también la necesidad de comunicar, de
hacer público el conocimiento adquirido, por ello podemos afirmar que el desarrollo
del conocimiento científico ha ido unido al desarrollo del lenguaje en el ser humano,
y a través de este lenguaje el hombre mismo puede acceder a través de
interpretaciones y reinterpretaciones sucesivas a nuevos conocimientos científicos,
sino cómo entender el basto mundo del conocimiento acumulado desde la
antigüedad hasta nuestros días, y cómo aún hoy tratamos de comprender el modo
como los hombres primitivos cuando aún habitaban en las cavernas o de las épocas
sumerias, sirias, griega, romana, bizantina comprendieron el mundo y nos lo
mostraron a través de sus reflexiones, pensamientos y obras.

Y no me refiero solo al lenguaje codificado en los idiomas o dialectos, “desde el


inicio de la humanidad las imágenes también han formado parte importante en el
traspaso de información, conocimientos y creencias al ser una herramienta que
muchas veces parece no tener un idioma puntual, aunque no podemos olvidar que
sus interpretaciones han de estar influenciadas por la cultura y época donde se
desarrollen” (Guerra, 2017)

Así pues, podría afirmarse que la forma como el hombre se ha ido adaptando a su
medio social y natural, ha permitido a su vez desde ésta interacción con el mundo
exterior un desarrollo progresivo del conocimiento y esto gracias, tanto a la
experiencia con el mundo real como a la reflexión interna que el mismo hombre
realiza sobre el mundo y sobre el conocimiento.

Ha sido una evolución grandiosa que ha impactado su forma de pensar y ha incidido


en su forma de elaborar conocimiento, parte de la experiencia sensible con los
objetos externos y ante la imposibilidad de introducir dichos objetos materiales en
su razón, por un proceso de percepción, reflexión e interpretación se forma ideas,
aprehende intelectualmente los objetos, los conoce, los manipula y desarrolla así
avances significativos del mismo conocimiento.

Ningún avance en el conocimiento científico parte de la nada, siempre se requiere


de conocimientos previos, gracias a ello hemos ido pasando de interpretaciones y
conocimientos fundados en la magia, el mito, la religión, a conocimiento científico,
con sólidas bases interpretativas y argumentativas, y muchos de ellos con la
capacidad de replicarse en contextos similares y controlados, pero también un
conocimiento social -no reducible a experimentos o interpretado meramente desde
ciencias básicas de corte cuantitativo-, comprensible solamente por vía de ciencias
sociales y esto desde métodos cualitativos.

Explicar cómo se produce el conocimiento científico, debe tener como antecedente


la postura epistemológica desde la cual se sienta y fundamenta quien dice conocer
y quiere dar a conocer, así para un empírico todo tendrá que ser sometido al análisis
de la experiencia, para un racionalista el conocimiento termina siendo producto de
la razón y para un idealista el conocimiento terminará siendo fruto de las ideas, pues
lo que el hombre aprehende él son meramente representaciones subjetivas (Ruíz,
2005).

Aunque para Kant, no existe duda alguna de que todo nuestro conocimiento
comienza con la experiencia, sin embargo, establece un análisis de la relación entre
lo que recibimos por medio de los sentidos y lo que aportamos nosotros como
estructura de ese material. Pues, como lo afirma el mismo Kant en su texto Critica
de la Razón Pura:
¿por dónde iba a despertarse la facultad de conocer, para su ejercicio,
como no fuera por medio de objetos que hieren nuestros sentidos y ora
provocan por sí mismos representaciones, ora ponen en movimiento nuestra
capacidad intelectual para compararlos, enlazarlos, o separarlos y elaborar
así, con la materia bruta de las impresiones sensibles, un conocimiento de
los objetos llamado experiencia? Según el tiempo, pues, ningún conocimiento
precede en nosotros a la experiencia y todo conocimiento comienza con ella.

Mas si bien todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, no por


eso origínase todo él en la experiencia. Pues bien podría ser que nuestro
conocimiento de experiencia fuera compuesto de lo que recibimos por medio
de impresiones y de lo que nuestra propia facultad de conocer (con ocasión
tan sólo de las impresiones sensibles) proporciona por sí misma, sin que
distingamos este añadido de aquella materia fundamental hasta que un largo
ejercicio nos ha hecho atentos a ello y hábiles en separar ambas cosas (Kant,
1781)

Es decir, en el acto de conocer los individuos tenemos ya una organización mental


de nuestras capacidades de comprensión, que son alimentadas por lo que recibimos
de los datos de los sentidos, pero éstos tienen que configurarse de acuerdo con las
condiciones de nuestra forma de conocer, pero se hace siempre necesario ir más
allá, no todo el conocimiento es fruto de los sentidos, pues existen conocimientos
cuya construcción no necesariamente han pasado por la experiencia, sino que son
fruto de le reflexión y la introspección humana.

Por ello, lo que propone Kant, como una síntesis y un intento de conciliación entre
las dos corrientes dominantes a lo largo de la filosofía moderna: el empirismo de
Locke y Hume, y el racionalismo o innatismo de Descartes y Leibniz, terminan
siendo a mi juicio un complemento y que daría respuesta final a lo plateado en la
pregunta de este ensayo:
¿Conocemos directa y experiencialmente los objetos y fenómenos existentes
en la realidad o los conocemos y comprendemos por medio de nuestra
percepción y reflexión mental?
Bibliografía

Cajiao, R. F. (1997). El desarrollo del lenguaje y la construcción del conocimiento.


Revista Colombiana de Psicología, 180.

Guerra, G. J. (2017). Más que “dibujitos”, la importancia de la comunicación visual.


Cuadernos de neuropsicología, 10-12.

Kant, I. (1781). Crítica de la razón pura. Königsberg.

Lorenz, K. (1975). La Otra Cara del Espejo. Ed. Planeta.

Rosales, R. M., Juárez, V. C., & Barros, N. P. (2018). Evolución y genómica del
cerebro humano. Neurología, 254-265.

Ruíz, R. (2005). Historia y evolución del pensamiento científico. México.

También podría gustarte