Imágenes - Una Historia Privada Del Arte Alberto Manguel

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 3

Imágenes

Una historia privada del arte

Alberto Manguel

La imagen como relato

El espectador común

Una de las primeras

El autor comienza el texto narrando sus


primeras experiencias con las pinturas, en
especial con el cuadro “Las barcas de pesca”
(1888) de Vincent Van Gogh.

Relaciona la experiencia de lectura de libros


infantiles (Hermanos Grimm) donde las
ilustraciones repetían o explicaban el relato.

Cita a Flaubert, quien se oponía a la idea de emparejar palabras con imágenes. Toda su vida se negó a permitir que su
obra fuera acompañada de ilustraciones, porque sentía que las imágenes pictóricas reducían lo universal a lo
particular.

Cita a Bacon y Bacon a Platón “Platón tenía la idea de que todo conocimiento era solo recuerdo”

Las imágenes, como los relatos, nos brindan información. Aristóteles sugería que eran necesarias para cualquier
proceso de pensamiento.

(…) La existencia transcurre en un continuo despliegue de imágenes captadas por la vista y que los otros sentidos
realzan o atenúan, imágenes cuyo significado (o presunto significado) varía constantemente, con lo que se construye
un lenguaje hecho de imágenes traducidas a palabras y de palabras traducidas a imágenes, a través del cual tratamos
de captar y comprender nuestra propia existencia. Las imágenes que componen nuestro mundo son símbolos, signos,
mensajes y alegorías. (…)

Pero, ¿toda imagen permite una lectura? O, por lo menos, ¿podemos crear una lectura para cada imagen? Y de ser así
¿cada imagen implica algo cifrado por la simple razón de que se nos aparece, a quienes la vemos, como un sistema
cabal de signos y de reglas?

Enumeración de imágenes de distinta índole (…) todo esto nos ofrece o sugiere, o simplemente nos permite una
lectura cuyo único límite son nuestras propias capacidades.

La imagen da origen al relato, que a su turno da origen a la imagen. “El alivio del habla –decía el taciturno filósofo
Soren Kierkegaard (…) está en que me traduce a lo universal”.

TESIS: Formalmente los relatos existen en el tiempo y las imágenes en el espacio. Durante la Edad Media, en un solo
retablo podía representarse toda una secuencia narrativa, incorporando el fluir del tiempo dentro de los límites del
tiempo dentro de los límites de un marco espacial, como en nuestras modernas tiras cómicas, con un mismo personaje
que aparece repetido varias veces en un paisaje unificador a medida que él o ella avanza en la trama narrativa de la
pintura. Con el desarrollo de la perspectiva en el Renacimiento, los cuadros se inmovilizan en un instante único, el del
momento en que la imagen es percibida desde el punto de vista de un espectador determinado. El relato se transmite
por medio de “el simbolismo, las poses dramáticas, las alusiones a la literatura, los títulos”, es decir, mediante otras
fuentes que le hacían saber al espectador lo que ocurría.

A diferencia de las imágenes, las palabras escritas fluyen constantemente más allá del encuadramiento de la página.
(…) Podemos, en la instantaneidad de un pensamiento, traer a las mientes un verso (…) o un resumen (…), pero no los
libros en su totalidad; la existencia de estos reside en la continua corriente de palabras que les da su unidad y que fluyen
de principio a fin de pasta a pasta, durante el tiempo que concedemos a la lectura de esos libros.

Las imágenes, en cambio, se nos presentan a la conciencia de manera instantánea, contenidas por su encuadramiento
–la pared de la caverna o de un museo- dentro de una superficie específica.

Habla sobre su experiencia de dos lecturas (separadas por muchos años) del cuadro de Van Gogh (Las barcas…) del
detalle adicionales: descubre, la palabra “Amistad” en una de ellas y cuenta un poco las instancias de la pintura: de
boceto a cuadro, además relata la experiencia del pintor en ese lugar Saintes Maries-de-la-Mer , lugar visitado por
gitanos que realizaban sus romerías anuales, un poco de la biografía del pintor (incidente de la oreja cercenada y
regalada a una prostituta de un hotel vecino y otras minucias (biográficas, geográficas y cronológicas) que le llegaron
después (de la primera vez en que había visto la obra) y todo esto le sirvió para darle otro valor a la pintura en cuestión.

Vemos un cuadro según lo define su contexto; tal vez sepamos algo del pintor y su mundo, podemos tener una idea de
las influencias que modelaron su visión; si somos conscientes del anacronismo, quizá pondremos esmero en no
interpretar esa visión mediante la nuestra.

Lo que vemos es el cuadro traducido a nuestra propia experiencia.

(…) (La obra de arte) no sólo está determinada por la iconografía mundial, sino también por una amplia gama de
circunstancias privadas y sociales, casuales y forzosas. Para construir nuestro relato nos valemos de ecos de otros
relatos, de la alusión de vernos reflejados, de conocimientos técnicos e históricos, de habladurías, ensueños, prejuicios,
de iluminaciones y de escrúpulos, de la candidez, de la compasión, del ingenio. Ningún relato evocado por una imagen
es definitivo o exclusivo y el grado de corrección varía según las circunstancias que dieron ocasión al relato mismo.

La imagen de una obra de arte existe entre percepciones: entre lo que el pintor ha imaginado y lo que ha puesto en
la tela, entre lo que nosotros podemos nombrar y lo que los coetáneos del pintor podían nombrar, entre lo que
recordamos y lo que aprendemos, entre el vocabulario adquirido y común de una ambiente social y un vocabulario más
profundo de símbolos ancestrales y privados.

(…) Cuando tratamos de leer una pintura, nos puede parecer que ésta se hunde en un abismo de equivocaciones o, si lo
preferimos, en un vasto abismo impersonal de interpretaciones múltiples. El crítico puede rescatar una obra de arte
hasta la reencarnación y un artista puede desechar una obra de arte hasta la destrucción. (cuenta una anécdota de
Renoir de visita con un amigo a Cézanne, este ofrece como papel higiénico una de sus mejores acuarelas , al amigo de
Renoir). (…)

Cada obra de arte se desarrolla atravesando incontables capas de lecturas, y cada lector o lectora tiene que retirar esas
capas para llegar a la obra bajo sus propias condiciones. En esa lectura última (y primera) estamos solos.

También podría gustarte