Espacialidad Incaica
Espacialidad Incaica
Espacialidad Incaica
SIMPOSIO 26
TAWANTINSUYU 2010
Coordinadores
J. Roberto Bárcena
INCIHUSA-CONICET
FFyL-UNCuyo
Christian Vitry
UNSalta
Evaluadores
ÍNDICE
TARAPACÁ VIEJO: HISTORIA OCUPACIONAL DE UN CENTRO
INCAICO EN LOS VALLES OCCIDENTALES DEL NORTE DE CHILE
Mauricio Uribe Rodríguez y Simón Urbina Araya ..................................................................................... 1321
CAPÍTULO 26 - SIMPOSIO 26
Introducción
El estudio de los procesos expansivos y estrategias de dominación incaica ha estado marcado por un claro énfasis
economicista que han dado prioridad a las propuestas sobre uso y tráfico de bienes materiales dentro de redes de
complementariedad, intereses en recursos particulares a las zonas de implementación del Tawantinsuyu y
aplicación de estrategias de tributo a partir de mano de obra productiva. En particular, para los Andes del Sur, un
motor principal para explicar la conquista han sido los intereses en la explotación de recursos mineros (González
1980; Llagostera 1976; Raffino 1981). Es así como la interpretación de la lógica de la ocupación, así como de las
instalaciones incaicas asociadas, se ha orientado según esa premisa logísticas y economicista, acuñando
conceptos como centros administrativos y pucaras que funcionan como elementos centrales en la articulación de
este proceso a partir de constituirse en engranajes productivos y defensivos de esta imposición territorial y
productiva.
En este trabajo proponemos una hipótesis alternativa. Sostenemos que la colonización Inca en general, y los
centros e infraestructura instalados para ocupar una región en particular, no respondieron pura y exclusivamente
a necesidades económicas y/o logísticas, sino que estuvieron fuertemente centrados en la construcción de un
nuevo paisaje cultural fundado en la simbología incaica (van de Gutche 1999). Este paisaje de colonización
apuntó a establecer una reescritura de los espacios anexados al Estado, como a construir y articular una nueva
ritualidad en los territorios ocupados. Fue a través de la lógica de esta ritualidad, basada en una espacialidad y
materialidad estratégicamente diseñada, que el Tawantinsuyu estableció y produjo nuevas experiencias
espaciales y corporales que transformaron los procesos del habitar de las comunidades locales y que articularon
directamente con la producción de estos nuevos paisajes, historias y procesos de incorporación de estos
territorios al Tawantinsuyu (Acuto 2005; Troncoso 2004). En pocas palabras, sostenemos que la naturaleza de la
conquista Inca en estas regiones tuvo un marcado carácter simbólico/ritual. Esto no es de extrañar si tenemos en
cuenta que a lo largo de la historia varios procesos coloniales estuvieron centrados en la conquista ritual y
tuvieron como eje la lucha por el poder simbólico y la imposición de representaciones (Hall 2000; Said 1978,
1983).
Con esta hipótesis como eje, comenzamos a desarrollar en el año 2007 un proyecto binacional, colaborativo y
comparativo, evaluando nuestras ideas a través de dos casos de estudio independientes: la cuenca superior del
valle de Aconcagua, Chile central, y el valle Calchaquí Norte en el Noroeste Argentino. La comparación de estos
dos casos es altamente significativa, pues el posible reconocimiento de constantes y patrones en ambos espacios,
según esta mirada, implicaría la existencia de una estrategia por parte del estado orientada según estos principios.
El estudio de estos sitios nos ha permitido descartar ciertas ideas sobre su posible funcionalidad. La evidencia
arquitectónica y aquella proveniente de nuestras excavaciones descartan la idea de sitios defensivos o
habitacionales. Sumado a esto, el énfasis arquitectónico en el lugar no se orientó a la producción de espacios
funcionales administrativos y burocráticos, más aún cuando ellos posiblemente fueron utilizados de manera
intermitente. En base a los resultados de nuestros estudios consideramos que estos emplazamientos fueron
*
Departamento de Investigaciones Prehistóricas y Arqueológicas, Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas
CONICET
A través de esta organización, cada uno de estos sitios, sea tanto a partir de la obra arquitectónica, sea por medio
de las formas cerámicas, sea a través de las orientaciones astronómicas de sus estructuras, materializaban en el
espacio elementos propios a la ritualidad incaica, constituyéndose en lugares que inscribían el paisaje local con
esta nueva simbología y donde se ejecutaban nuevas secuencias rituales que se insertaban en un nuevo contexto
espacio-material: sitios con arquitectura.
A partir de la reescritura arquitectónica y visual del valle en tiempos incaicos se conforma un nuevo sistema
fenomenológico que articula el paisaje local y que se reproduce en nuevas experiencias espaciales para las
sociedades campesinas del Aconcagua. Es así como, a partir de la colonización Inca, los procesos del habitar en
el valle comenzaron a estar mediatizados por la monumentalidad y visibilidad/visibilización de estos grandes
conjuntos arquitectónicos que cubrían una amplia cantidad de áreas del valle, haciendo presente visualmente al
Tawantinsuyu en todas las prácticas acaecidas en el lugar y estableciendo, a su vez, asimetrías verticales
desconocidas anteriormente en la zona.
Antes que entender esta situación como producto derivado de la ocupación Inca en la región, la consideramos un
elemento central de la colonización del Tawantinsuyu sobre Aconcagua, la cual estaba fuertemente orientada a la
teatralización espacial de la vida social. Esto queda claramente expuesto en dos aspectos:
1) La aplicación de estrategias de inclusión/exclusión de los sujetos desde las prácticas rituales. Mientras estos
sitios son extremadamente visibles desde amplios espacios del valle, los contextos de CACM y las evidencias
superficiales reconocidas en Cerro Mauco sugieren posiblemente un acceso restringido al sitio, con una baja
cantidad de participantes y derivado todo ello en escasa cultura material en los sitios. En ellos, por tanto, se
establece un juego de inclusión ritual por la presencia espacial del sitio, pero exclusión espacial por el no
compartir los espacios de la acción.
Posiblemente una excepción en este contexto sea Cerro La Cruz, donde los contextos estudiados indican no sólo
una alta presencia de alfarería y cultura material, sino también una inclusión de elementos locales. Esto nos
relaciona con el segundo punto o aspecto.
2) La conformación y direccionalidad de las experiencias espaciales al interior de los sitios. Cada uno de estos
sitios en estudio estableció una organización espacial interna dirigida a promover ciertas experiencias espaciales
a partir de la articulación cuerpos/espacios/arquitectura. Para el caso de CACM (Figura 2), éstas descansan en
una organización de linealidad y circulación intrasitio con la producción de puntos neurálgicos donde se
establecen pausas y prácticas que implican una mayor cantidad de material cultural, en particular aríbalos.
Sumado a esto, al interior de estos espacios, los accesos enmarcan campos visuales relacionados con el solsticio.
Para Cerro Mauco, los estudios están en proceso, pero indican una situación al parecer similar para CACM.
Figura 2
En contraposición, CLC establecía claras asimetrías visuales y de segregación espacial a partir del
establecimiento de una plaza intramuros y un patio delimitado que posibilitaban una alta agregación de gente y
donde se daba una alta variabilidad y frecuencia de cultura material (Figura 3). Sin embargo, traspasado estos
espacios, fueron ubicadas plataformas y dos estructuras pequeñas que no sólo impedían la agregación social, sino
que mantenían relaciones de intervisibilidad e intersonoridad con los espacios públicos. Nuevamente estas
estructuras coinciden con los solsticios, y en particular una de ellas se conecta con el cerro Aconcagua, principal
waka de la región. Esta teatralidad, a diferencia de las anteriores, establecía asimetrías visuales, de altura y
experienciales a partir de una exclusión en determinados sectores del sitio, actuando según el primer principio
delineado anteriormente, y a través de ello, reproduciendo el sistema inclusión/exclusión.
De esta manera, una nueva espacialidad y manera de habitar se estableció a un nivel intersitios como intrasitio,
siendo el productor/producto de esto la arquitectura incaica.
cotidiana y doméstica, tal como era la naturaleza de los poblados conglomerados locales, sino que se trataban de
paisajes de movimiento, peregrinaje y pausa para el ritual.
Desde hace algún tiempo hemos comenzado a estudiar los asentamientos relacionados con los Nevados de
Cachi. Es bien conocida la importancia que los cerros, especialmente las altas montañas de cumbres nevadas,
han tenido en la cosmología andina en general, y de los Andes del Sur en particular (Bastien 1978; Martínez
1983; Reinhard 1985). Estos rasgos topográficos han sido identificados como entidades tutelares, Apus y
pacarinas o lugar de origen de las ancestros fundadores de las comunidades. Investigaciones previas han
demostrado que los Incas se apropiaron del área de los Nevados de Cachi, construyendo en la cumbre del cerro
Melendez (a 6150 metros) una plataforma, posiblemente el punto culmine de una capacocha. Sin embargo, este
lugar, en una de las máximas alturas de la región, no fue una localidad aislada sino que estuvo conectada con una
red de caminos y postas que marcaban el tiempo de otras instancias del ritual. Uno de estos lugares es el sitio El
Apunao, a casi 5000 metros de altura. El sitio se encuentra en un circo glaciar y cuenta con 6 recintos en hilera,
de clara arquitectura Inca, y una plataforma de piedra con una canaleta y un receptáculo para libaciones, asociada
con un manantial (Figura 4). Por medio de libaciones en los ushnus se articulaba y se establecía la comunicación
entre la parte superior o Hanan Pacha, proveedora de agua de lluvia, el Kay Pacha, o mundo terrenal, y el Uku
Pacha, o mundo subterráneo (Pino Matos 2004). En el Imperio Inca, había ritos agrícolas que utilizaban el ushnu
como medio material y simbólico a través del cual los dioses que controlaban el agua la traían desde el mundo de
arriba, se corporizaban en la parte media y fecundaban la tierra o Pachamama. Al momento estamos tratando de
determinar si fue un sitio articulado con la capacocha: una parada para descanso y rituales previos a la llegada y
sacrificio final en la cumbre del Melendez o un sitio relacionado con otro tipo de actividades rituales. En este
sentido hay que señalar que se ha encontrado un petroglifo que representa un calendario lunar y que el sitio se
encuentra en el origen del río Las Trancas, el cual riega la principal área de tierras agrícolas de la región. Es
posible, entonces, que esté relacionado con el ciclo agrícola y con el control ritual del agua. Al momento estamos
observando que los inkas tuvieron dos estrategias diferentes en su ocupación en los nevados de Cachi: por un
lado establecieron en la cima del Meléndez una plataforma posiblemente relacionada con una capacoha y, por
otro, en el Apunao instalaron un centro cultico basado en el agua como fuente creadora de toda la vida.
El caso de La Paya/Guitián también nos muestra el interés de los Incas por controlar el movimiento y las vistas de
quienes participaban de su esfera. La comparación del modo como la circulación estaba diseñada en el poblado local y
en el espacio Inca muestra claramente este aspecto de la dominación. La circulación dentro de La Paya tenía lugar de
dos maneras: 1) Por senderos principales elevados por
encima del nivel de los recintos. 2) Por los muros más
anchos. Ambos construían una amplia red de
circulación que permitía el acceso a prácticamente
todos los rincones del asentamiento. Al circular por esta
red de senderos sobreelevados, y teniendo en cuenta
que el 92% del espacio construido en estos sitios
conglomerados perteneció a grandes patios sin techo,
loci de la gran mayoría de las actividades que se
realizaban en estos asentamientos, entonces podemos
suponer que existió una gran accesibilidad visual que
permitió, al circular, conocer qué sucedía en la
comunidad propia. En Guitián encontramos un patrón
muy diferente (Figura 5). Los visitantes externos
habrían tenido un acceso indirecto a través de 3 puertas
bien delimitadas y estrechas. Los senderos que llevaban
hacia la plaza no eran sobreelevados, sino que
pasaban entre los edificios. En este caso el cuerpo era Figura 4
envuelto y constreñido por altos muros que bloqueaban la vista hacia los costados. En Guitián, la circulación era
canalizada hacia la plaza entre paredes que evitaban la percepción visual, pero no la auditiva, de lo que estaba
sucediendo en la plaza hasta que la persona se encontraba a punto de ingresar al espacio público, momento en que el
panorama se abría y se obtenía una suerte de fotografía instantánea del evento al que se estaba concurriendo. El acceso
al espacio público para los representantes del Tawantinsuyu fue a partir de entradas directas desde sus residencias.
Figura 5
Conclusiones
De esta manera, en vez de optar por aplicar mecánicamente el modelo de la minería y de la producción de
excedentes, tal como ha sido por muchos años el caso de los estudios Incas en Chile central y el NOA, hemos
propuesto una nueva hipótesis que discutimos desde los datos espaciales para estas dos regiones, para luego
evaluar su efectividad. En caso alguno con esto indicamos que intereses económicos y/o de minería no hayan
sido significativos para la expansión incaica, sino que más bien, reconocemos su presencia, pero creemos que
ellos no son el leif motiv de la expansión, sino más bien una consecuencia de ésta y de una serie de otros
procesos sociales que se desencadenaron en estos territorios por la llegada de los Incas. En esa línea, avanzamos
en propuestas entregadas anteriormente por los autores de este trabajo, a la vez que en hipótesis que en los
últimos años han dado mayor primacía a los aspectos simbólicos en la política incaica, aunque manteniéndolos
siempre relegados a un segundo lugar de importancia.
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