Teoria Del Apego de John Bowlby

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El estilo de apego desarrollado por una persona en su infancia influye de manera

significativa en los procesos de elección de pareja así como en la calidad de las


relaciones afectivas que establecerá en la edad adulta. Del mismo modo, los estilos
de apego están profundamente relacionados con la satisfacción conyugal.
Ya John Bowlby estableció y demostró que los niños necesitan una relación
cercana y continuada con un cuidador primario para poder desarrollarse
emocionalmente. Y situó la construcción del vínculo de apego como el proceso
mediante el cual la persona desarrolla y adquiere las capacidades y competencias
emocionales necesarias para relacionarse sana y maduramente en las relaciones
afectivas significativas.
Bowlby explicó que todas estas capacidades emocionales que vamos a
poner en juego en las relaciones interpersonales afectivas, especialmente en las
relaciones de pareja, desde la capacidad de identificar y diferenciar las emociones
como la capacidad de regularlas hasta la más compleja de todas; la empatía, se
desarrollan y aprenden, no nacemos con ellas. Y se adquieren precisamente en la
relación interpersonal con nuestras figuras de cuidado, se adquieren en el proceso
mediante el cual se construye el vínculo de apego con estas figuras de apego. Sin
estas capacidades la posibilidad de establecer relaciones afectivas sanas,
equilibradas y satisfactorias se verá seriamente mermada.
Empecemos por el principio, volviendo al bebé que siente una intensa
activación neurovegetativa, por ejemplo, al llevar varias horas sin comer. ¿Cómo
podrá calmarse? ¿Cómo es posible que lo que no puede hacer a los dos meses de
vida, que es dejar de llorar ante las palabras de su madre, sí pueda hacerlo un año
después y pueda entonces calmarse simplemente porque oye a su madre decir,
“ahora voy” “ahora vamos a comer”. Todo esto puede ser aprendido porque la
figura principal de cuidado del bebé desde el principio de su vida se ha relacionado
con él centrándose en detectar sus necesidades físicas y emocionales y en
calmarlas. De este modo, la figura de apego capta las señales que el bebé emite
con sus cambios de estado (hambre, frío, sed, aburrimiento, miedo) y si esta figura
es competente detectará estos cambios en cada momento, los entenderá y
responderá adecuadamente regulando física y emocionalmente al bebé. Esta
figura de cuidado (normalmente madre o padre) reestablecerá el equilibrio
fisiológico y emocional del bebé. Si el bebé ha pasado reiteradamente por estas
experiencias cuando vuelva a perder el equilibrio, por una necesidad sin cubrir,
por ejemplo hambre, volverá a emitir sus conductas primarias de expresión
emocional (llorar, agitarse) y más adelante irá a buscar la proximidad física con
el cuidador, con la confianza de ser calmado y recuperar el equilibrio. Más
adelante en el desarrollo, el niño ante un estado de malestar por una necesidad sin
cubrir podrá soportar el malestar y tranquilizarse con sólo que la madre o el padre
le digan “ahora voy”, podrá calmarse con la palabra. Y más adelante el adulto
podrá calmarse pensando en que cuando pasen unas horas podrá encontrarse con
un familiar, con un amigo o con su pareja, la mera anticipación de que ese
momento va a llegar puede calmarlo. Porque su cerebro ha aprendido que puede
ser calmado y que esa sensación es permanente.

Los bebés nacen con un sistema de apego para responder a la necesidad


universal y primaria de los seres humanos de formar vínculos afectivos intensos,
estables y duraderos. Siendo la necesidad de establecer este vínculo y de poder
contar, por tanto, con la cercanía de otro ser humano (percibido como preferido,
más capaz, competente y protector) en los momentos de peligro y/o en los que se
experimenta miedo o angustia una necesidad mucho más básica y prioritaria que
incluso la necesidad de alimentación.
Bowlby afirmó que esta necesidad de establecer vínculos significativos es
innata en el ser humano y que no se adquiere durante el desarrollo ni como un
derivado de otras necesidades sino que es una necesidad constitutiva del ser
humano y por tanto requiere de una satisfacción primaria. Por tanto de la adecuada
satisfacción de esta necesidad depende el correcto desarrollo del recién nacido, de
los niños y el poder alcanzar una estructura psíquica adulta sana.
En palabras de Bowlby, la manera en la que, de manera predominante, las
figuras de apego satisfacen o no satisfacen las necesidades del bebé, le
proporcionan seguridad, afecto, atención y cuidados, así como la manera en la que
se relacionan con él y reaccionan ante sus necesidades conducen al desarrollo de
estilos de apego que cuentan con una alta perdurabilidad a lo largo de la vida.
Mary Ainsworth hizo una profunda investigación relacionada con las
teorías de Bowlby sobre los estilos de apego, que puso claramente de manifiesto
cómo existen diferentes formas de comportamiento afectivo en los bebés con sus
figuras de apego, cuando se activa el sistema de apego. Y, de este modo, aisló los
diferentes estilos de apego. Y se evidenció como las diferentes formas de cuidado
a los bebés, por parte de sus figuras de apego, generaban estos diferentes estilos
de apego.
Los bebés “seguros” se volvían constantemente para comprobar que su
madre seguía allí mientras ellos exploraban la habitación desconocida. La
saludaban con placer cuando regresaba después de haberse ausentado, tendiendo
los brazos y amoldándose a su cuerpo. Estos niños se distinguían de los otros por
la frecuencia con que buscaban compartir sus emociones con su madre y por la
facilidad con que ésta los consolaba y tranquilizaba cuando estaban afligidos.
Los bebés que se encuadraban en la categoría de inseguros evitativos daban
una sensación de independencia. Exploraban el nuevo ambiente sin usar a su
madre como una base. Su ausencia, por otra parte, parecía no afectarlos. Cuando
ella regresaba, la evitaban. Pareciera como si esos niños mostraran la actitud de
“no te necesito para nada, puedo hacerlo yo solo”.
Y por último Ainsworth encontró una tercera categoría de bebés que
introdujo en la categoría de inseguros ansioso-ambivalentes. Estos niños tendían
a aferrarse a su madre y se resistían a explorar la habitación por si solos. Cuando
se iba la madre se excitaban mucho y a menudo lloraban desconsoladamente. A
su regreso por una parte estos niños buscaban entrar en contacto con ella pero al
mismo tiempo arqueaban enojados el cuerpo hacia atrás y se resistían a ser
tranquilizados.

Los estilos de apego que encontramos en los niños están producidos por
cómo son tratados por sus figuras de protección.

Estilo de Apego seguro


Las figuras de apego experimentan una preocupación sincera por el cuidado
de su bebé, y son capaces de expresar de manera perceptible por su bebé esta
preocupación. Las figuras de apego no sólo sienten esta preocupación sincera sino
que además son capaces de reconocer las necesidades de su bebé con bastante
precisión y las satisfacen sin ser invasivos y sin ser demasiado despreocupados.
Además estas figuras están disponibles para el bebé, son receptivos a los
estados del mismo y responden ante él de manera cálida y afectuosa. Son capaces
de reconocer que si bien ellos son responsables del cuidado del bebé, el bebe tiene
su propia alteridad, es decir no es un apéndice de ellos ni una elongación de su
psiquismo.
Los niños cuidados al amparo de este tipo de figuras de apego mostrarán un
interés y disfrute en la exploración, experimentarán mal estar y disgusto ante las
separaciones de sus figuras de apego, pero irán desarrollando capacidades para
regular el malestar y encontrar consuelo de forma autónoma.
Estos niños se irán convirtiendo en adultos que se sienten seguros y bien en
las relaciones interpersonales, incluidas las de máxima intimidad, que podrán
identificar quién y qué le hace daño para alejarse, y quién y qué le genera bienestar
para acercase. Además serán personas que se sentirán queridas y por tanto seguras
para poder dedicarse a aprender, descubrir, en lugar de tener que dedicarse a
buscar ser queridas para poder contar con seguridad.

Estilo de Apego inseguro - evitativo:


Las figuras de apego son rígidas e inflexibles. Muestran conductas de
rechazo y /o también hostilidad ante la expresión del bebé de sus necesidades no
cubiertas o ante los requerimientos del bebé, o simplemente ante las
manifestaciones afectivas-emocionales propias del bebé. Suelen mostrar cierta
aversión al contacto, o lo exigen, limitan a los momentos que ellos consideran que
el bebé tiene que tener estas conductas hacia ellos. En el resto de momento las
extinguen. Muestran un fuerte abandono de las necesidades afectivas del bebé que
pueden ser consideradas por ellos excesivas, derivadas de la debilidad del niño o
del capricho de este, o demandas excesivas y abusivas por parte del niño, como si
este se quisiera “aprovechar de ellos”.
Puesto que han aprendido bien que en la intimidad o si expresan ante ellas
sus necesidades serán rechazados y por tanto no tendrán ningún tipo de seguridad
de esta manera. Han aprendido que pueden evitar este rechazo y al menos sentir
cierta seguridad (la que genera contar con la figura de apego, lejos pero al menos
sin rechazarles) si no expresan sus necesidades, si incluso no se acercan a ellas, si
hacen todo lo posible para no acceder a ellas. De esta manera, inhibiendo la
expresión de sus necesidades, maximizan la cercanía de sus figuras de apego y
minimizan el rechazo.

De este modo estos niños se convertirán en adultos que restringen o inhiben


el deseo de reconocer sus estados emocionales, mucho más si estos son negativos,
que por tanto, inhibirán el poder reconocer su angustia, miedo o malestar y el
buscar apoyo ante estos estados
Estilo de Apego inseguro – ansioso ambivalente.
Las figuras de apego en este caso no son tanto hostiles como insensibles.
Pero en otras ocasiones (cuando la figura de apego se encuentra feliz, animada,
tranquila, o siente la apetencia de relacionarse con el niño) se muestra sensible,
afectuosa y competente reconociendo la necesidad exacta de su bebé y
satisfaciéndola de manera afectiva y cálida. Sin embargo, estos estados de la figura
de apego, que oscilan entre insensible-sensible no dependen de las conductas del
bebé, dependen de cuestiones relacionadas con la figura de apego, que el bebé no
puede conocer y por tanto prever.
El bebé tiene a un cuidador inconsistente e inconstante que a veces lo hace
bien y otras veces le ignora. Otras veces le demuestra que le molesta pero en otras
ocasiones, sin poder prever estas ocasiones, es cercano y sensible. Esta
ambivalencia, esta inconsistencia, genera una fuerte angustia en los niños, lo que
deriva en una profunda hipersensibilidad, así como una exagerada manifestación
de las conductas de apego que están activadas casi constantemente. Estos niños
están tan atrapados por su angustia de obtener la cercanía del otro, tienen tan
activado el sistema de apego que se ven mermados en su capacidad y deseo de
exploración.
En ocasiones a estas figuras, si no se encuentran disponibles para las
necesidades del niño, se les han podido pasar desapercibidas las necesidades,
incluso físicas del bebé, durante periodos amplios de tiempo. Pero lo que más
destaca es una falta de disponibilidad psicológica.
Estos niños se convertirán en adultos que, queriendo estar con sus personas
queridas, a ratos experimentarán que éstas les molestan, pudiendo sentir una rabia
muy fuerte producida por una percepción desmedida de abandono ante conductas
de separación normal. Tendrán una hipersensibilidad ante las emociones negativas
y expresiones intensificadas de angustia.
Estos son los estilos de apego que se aislaron en las investigaciones de Mary
Ainsworth, sin embargo se encontró que había otro bloque de niños que no
encajaba en la tipología de Ainsworth. Esto llevó a que más adelante Main y
Solomon (1986) crearan una nueva categoría; el apego desorganizado. La
validación empírica de esta categoría se ha ido consolidando a lo largo de las
posteriores investigaciones. Los niños clasificables en el estilo de apego
desorganizado mostraban fundamentalmente conductas de acercamiento
contradictorias (por ejemplo se acercaban a la figura de apego pero mirando hacia
otro lado), mostraban confusión o aprensión en respuesta al acercamiento de la
figura de apego y un afecto cambiante o deprimido.

Este es el trastorno más grave del apego. Estos niños se colapsan, todo lo
que viven es tan caótico (tan traumático) y tan doloroso que no pueden organizarse
para responder de una manera regular. Este estilo se genera en ambientes
familiares con padres o cuidadores que han ejercido estilos de relaciones
parentales altamente patológicas como consecuencia de haber sufrido
experiencias severamente traumáticas, o pérdidas múltiples no elaboradas. Estos
bebés tienen experiencias desconcertantes, temibles e impredecibles, tienen
vivencias de terror, de impotencia y falta absoluta de control sobre lo que pasa.
Los padres son severamente insensibles y terriblemente violentos. El resultado
final es una vivencia de angustia, miedo y desesperanza. La figura de apego se
convierte entonces en una paradoja vital, imposible de resolver. Tarde o temprano
el niño responderá con rechazo, hostilidad o intrusión, y no habrá nada que pueda
hacer para disminuir su ansiedad, ganar cercanía afectiva para comprender lo que
le pasa o para sentirse seguro y protegido.
Cuando el niño experimenta el malestar de no tener una necesidad cubierta
y en lugar de experimentar la transformación de este malestar en bienestar por la
atención recibida de su figura de apego siente un malestar mayor por la inadecuada
actuación de la figura de apego registrará todo este malestar, este dolor, esta
angustia o este miedo en su memoria. Como estas vivencias generan sensaciones,
experiencias, conjuntos de emociones todo esto queda registrado en un formato
sensorial, no queda registrada una verbalización de lo sucedido (que además el
niño no puede hacer), ni una mentalización objetiva de lo sucedido. Quedan en la
memoria traumática, en la memoria sensorial, de manera implícita, recogidos
todos estos tipos de sufrimiento, que se activarán posteriormente en situaciones
futuras produciendo que la persona esté mediatizada por este sufrimiento antiguo.
Estas memorias, una vez se activen, producen que las experiencias
tempranas y traumáticas de dolor, pérdida y abuso acumuladas en la memoria
generen expectativas negativas del presente y dejen poco espacio para disfrutar de
experiencias positivas y gratificantes.
Main siguió otra de las máximas de Bowlby, aquella que defendía que estos
diferentes tipos de conductas de apego que emiten los niños para lograr la
proximidad de las figuras de apego en momentos de temor, ansiedad o estrés (que
permiten establecer estilos diferenciados) surgen a partir de representaciones
mentales internalizadas, a las que Bowlby denominó modelo de trabajo interno o
mapas representacionales de las relaciones. Y teorizó que las diferencias
individuales en el funcionamiento del sistema de apego están inextricablemente
asociadas a los modelos internos de trabajo del yo y el otro. Bowlby se separó
con esto de la teorización psicoanalítica vigente en ese momento y defendió que
estas relaciones objetales representadas derivan de la interacción del niño con
personas reales no van surgiendo a medida que se desarrolla la mente infantil.
La principal característica humana, que nos diferencia del resto de seres
vivos, es que nuestras crías nacen con una absoluta vulnerabilidad y una profunda
dependencia de aquellas personas sobre las que recae su cuidado. Esta
dependencia radica en estas dos cuestiones:
- necesitamos de otro ser humano para sobrevivir, necesitamos otro ser
humano que nos alimente, que nos hidrate, que nos estimule, que nos
duerma para que podamos descansar, que nos alivie del dolor, que
nos aparte del frío, del calor, de los peligros…
- nuestro cerebro necesita de la estimulación de otro ser humano adulto
para terminar de desarrollar todas las estructuras que le permitan
contar con las capacidades adultas al final de su desarrollo.

Por estos dos motivos, para vencer esta enorme vulnerabilidad y


dependencia evolutivamente se desarrolla el sistema de apego. El sistema de
apego es un sistema motivacional y conductual de carácter biológico que orienta
al niño a establecer una relación afectiva, estrecha, estable y significativa (el
vínculo de apego) con la que asegurarse la cercanía de la persona o personas con
las que ha construido el vínculo, especialmente en los momentos de miedo,
angustia o estrés.
El construir esta relación es una necesidad básica y prioritaria para los
niños, puesto que de construirla eficazmente depende su supervivencia y por tanto
su seguridad y su sensación de seguridad. En los primeros momentos de la vida
los niños empezarán a emitir sus conductas de apego (llorar, gritar, sonreír, tocar,
buscar la mirada de la figura de apego, mantener la mirada) y estas serán
respondidas por las figuras de apego (en función del estilo de la figura de apego
así serán respondidas de un modo u otro). Los niños irán ajustando la emisión de
estas conductas de forma que consigan mayor eficacia en la cercanía de sus figuras
de apego, para con esto obtener su seguridad. En esta interacción, en este proceso
de apego, los niños empezarán a construir sistemas representacionales de sí
mismos, de los otros y de la forma de obtener la cercanía de estos otros (figuras
de apego).
Estas representaciones que suponen los modelos internos de trabajo, como
ha demostrado la investigación sobre el apego, se mantienen relativamente
estables en el tiempo, llegando a definir también los estilos de apego en los
adultos. Encontrándose una fuerte correlación entre estos estilos de apego en la
infancia y los estilos de apego adulto.
Por tanto, cuando un niño o una niña no ha tenido la posibilidad de establecer
un apego primario de calidad en el curso de su primer año o en el máximo de los
dos primeros años de vida, puede presentar a menudo, déficits en su desarrollo, en
especial en el ámbito de sus comportamientos sociales y en el desarrollo de su
aprendizaje. Estos déficits pueden alterar la capacidad de vincularse de forma
empática con los demás, así como obtener buenos resultados en los procesos de
aprendizaje.
Nuestros pacientes desplegarán inconscientemente su atención de forma
que se refuerza y justifica lo que está escrito en sus modelos internos de trabajo,
éstos empujan para percibir la realidad según ellos y para interactuar en la realidad
interpersonal según ellos.
Precisamente esos modelos que desde fuera podríamos pensar desajustados,
fueron los que consiguieron dar seguridad al niño, y los que le facilitaron adaptarse
a un contexto relacional insano, inadecuado e injusto. Y una vez ya desarrollados,
una vez puestos en juego millones de veces es difícil renunciar a ellos porque
fueron precisamente las reglas que le permitieron la supervivencia al niño. Y de
ahí, que posteriormente el adulto (que no haya mentalizado sobre todo este
proceso) repita y repita sus representaciones, aunque ahora no definan su realidad,
y sus conductas aunque ahora no le lleven a buen puerto (por ejemplo le pueden
llevar a perder a una pareja que le quiera y que sea emocionalmente muy
beneficiosa).
Son muchos los autores que han defendido que el amor de pareja puede
conceptualizarse como un proceso de apego; es decir son vínculos afectivos
duraderos caracterizados por complejas dinámicas emocionales.
Si bien en la infancia el apego es el vínculo que establece el niño con la
figura de quien depende su seguridad, su protección y por ende su vida y en la
edad adulta esto no es del todo así, puesto que el adulto ya puede depositar en sí
mismo su seguridad y su autoprotección, la relación de pareja guarda muchos
paralelismos con la relación de apego. Una vez que el niño ya es adulto y abandona
la protección familiar cuenta con las capacidades para cuidar plenamente de sí
mismo, pero esto no se puede hacer completamente por uno mismo (por muy
autónoma que sea la persona) a lo largo de toda la vida y en todos los momentos
de la vida. Y si estamos en un proyecto de pareja, la persona sobre la que va a
recaer nuestro cuidado prioritariamente es nuestra pareja. Por tanto, aquí de nuevo
se producen escenarios análogos a los vividos en el proceso de apego en la
infancia.
Bartholomew propone que el modelo de funcionamiento del sí mismo
(positivo, negativo) puede combinarse con el modelo de funcionamiento del otro
para definir cuatro modelos de apego adulto:
• Seguro, que aúna una idea positiva de sí mismo y de los demás,
evidenciando,
• por tanto, baja ansiedad y evitación ante los contactos interpersonales de
mayor intimidad;
• Desentendido o evitativo, con una idea positiva de sí mismo y negativa de
los demás y, por lo tanto, manifiesta baja ansiedad y alta evitación;
• Preocupado, con una idea negativa de sí y positiva de los demás,
acompañada de alta ansiedad y baja evitación; y
• Temeroso, con una idea negativa tanto de sí como de los otros, asociada a
alta ansiedad y alta evitación.
Hallazgos de la investigación:
Las personas con mayor seguridad en el apego: Hazan y
Shaver (1987):
- describían sus experiencias como más felices, amistosas y de
confianza.
- Experimentaban el amor como un estado que puede tener
altibajos, pero que en general se mantiene constante.
- Tendían a tener relación de más largo plazo.
• Feeney y Noller (2001) encontraron que las personas con mayor
seguridad en el apego informaron de mayores niveles de satisfacción,
confianza y menores niveles de expectativas insatisfechas respecto
de sus parejas.
• Collins & Feeney (2004) describen que para las personas con estilos
seguros la pareja es vivenciada como más respetuosa, confiable y
cuidadosa y están más atentos a las claves positivas de la relación.
Kirkpatrick y Hazan (1994) han mostrado que las personas con
estilos de apego seguro tienen relaciones con mejor comunicación,
proporcionan mayor apoyo a sus parejas y resuelven de manera más
constructiva sus conflictos. Y Pietromonaco, Greenwood y Barrett,
(2004) indican que las personas con estilo de apego seguro controlan
sus sentimientos negativos de un modo relativamente constructivo
reconociendo sus ansiedad y buscando apoyo o consuelo en su
pareja.
Se trata de niños cuyos padres los han hecho sentir todo el tiempo queridos
y aceptados dentro del sistema familiar, mediante la demostración del cariño, la
empatía y la disponibilidad. Niños que cuyos padres han sabido regular sus
emociones mediante el afecto y el estar con ellos de manera incondicional. Por lo
que los adultos que crecieron con este tipo de apego durante la infancia, son
personas a las que vincularse con sus parejas les resulta sencillo y agradable, se
permiten depender de su pareja emocionalmente así como que ésta también lo
haga con ellas. Saben disfrutar de las relaciones íntimas, sin preocuparse que
pueda suceder después, ya sea de que su pareja los pueda dejar o que les pidan un
compromiso mayor. También saben expresar sus necesidades, deseos y
sentimientos a la otra persona sin problemas
Síntomas del estilo de apego seguro
 Aceptar depender emocionalmente de la pareja y que la pareja dependa de
ellos.
 Sentirse contento por el bienestar de la pareja
 Les gusta pasar tiempo con su pareja pero también saben darle su espacio
 Se sienten seguros del amor que sienten por su pareja y del que su pareja
siente por ellos
 No viven con la preocupación de que su pareja vaya a dejarles a pesar de
que saben que son cosas que a todos les pueden pasar
 Aceptan cuando la pareja no desea continuar con la relación a pesar del
dolor natural que esto pueda causarles
 Saben disfrutar de la intimidad y cercanía en una relación de pareja

- Las personas con apego inseguro extraído de Collins y Feeny (2000):


• Tienden a desplegar menos conductas de cuidado hacia el otro y a
tener expectativas más negativas respecto del apoyo de la pareja, lo
que redundaría en una menor satisfacción.
• Collins y Feeney, (2004), la ansiedad y la evitación del apego están
asociadas a la percepción de la pareja como menos capaz de brindar
apoyo y a evaluaciones más negativas respecto del involucramiento,
intimidad, compromiso y amor del otro.
-

- Las personas con apego inseguro ambivalente (mayor ansiedad en el


apego):
• Eran más propensas a experimentar celos, obsesión o atracción
sexual extrema.
• Feeney y Noller (2001) encontraron que las personas con alta
ansiedad en las relaciones de pareja informaban de más preocupación
obsesiva y dependencia emocional del otro.
Son niños que trataban siempre de mantenerse cerca de su figura de apego,
que son muy dependientes de ella y que sienten mucha ansiedad cuando esta se
separa de ellos e incluso antes de que lo hagan. Se trata de madres o padres que
actuaban de manera incoherente con sus hijos, provocando generar dependencia
hacia ellos y veían únicamente por su propia conveniencia sin pensar en lo que
era mejor realmente para sus hijos. Los adultos que han crecido con este tipo de
apego suelen ser personas bastante temerosas e inseguras en cuanto a sus
relaciones amorosas, tienen un miedo constante a que puedan ser abandonas y
tratan de generar un vínculo muy estrecho con sus parejas para que esto no suceda.
Todo esto provoca que en muchas ocasiones la pareja o los pretendientes que
tengan se alejen de ellos. Este tipo de personas son sumamente dependientes.
Síntomas del estilo de apego ansioso/ambivalente
 Basan su felicidad casi exclusivamente en la relación de pareja
 Tienen un miedo constante a ser abandonados
 Se sienten inseguros sino están cerca de la pareja
 Gran parte de su energía emocional y sus pensamientos del día a día están
basados en la relación de pareja
 Intentan interpretar todo el tiempo lo que dice o hace la pareja
 Frecuentemente sienten que la pareja no los ama tanto como ellos lo
desean por lo que suelen ser muy exigentes con ella en cuanto a que tanto
les demuestran su amor

- Las personas con alta evitación:


• Describían sus relaciones caracterizadas por el temor a la cercanía y
por frecuentes altibajos emocionales.
• Feeney y Noller (2001) encontraron que las personas evitativas en el
apego eran más propensas a decir que nunca se habían enamorado, a
no comprometerse y a tener bajos ideales en el amor. Eran más
propensas a experimentar celos, obsesión o atracción sexual extrema.
• Cohen y Eagle (2005) encontraron que las personas con alta ansiedad
o evitación del apego reportaron menor consenso, cohesión y
expresión emocional y ajuste global en sus relaciones.
Niños cuyos padres se han comportado con ellos de manera distante e incluso fría,
tardaban en satisfacer sus necesidades y entre ellos y el niño había poco contacto
afectivo. Es decir, el niño era ignorado en muchas ocasiones y se le dejaba en
segundo término, cumplir con sus necesidades no era algo importante para los
padres y esto se lo demostraban constantemente por medio de sus actos. Tampoco
le expresaban cariño o afecto ya que seguramente tampoco lo recibieron de parte
de sus padres. Estos niños cuando son adultos se sienten incómodos e incluso
molestos cuando su pareja comienza a buscar una mayor cercanía e intimidad. Les
cuesta mucho confiar totalmente en su pareja, dejarse llevar y depender
emocionalmente de ella así como también demostrarle afecto y cariño
Síntomas del estilo de apego evitativo
 Se muestran distantes e incluso fríos con la pareja
 Les genera ansiedad e incomodidad que la pareja busque un mayor nivel de
intimidad y compromiso
 Evitan depender emocionalmente de la pareja
 Les cuesta expresar sus sentimientos y emociones
 Se prestan mucho a tener relaciones a distancia
 Le dan mucho valor a la independencia y autonomía personal
 Superan con facilidad los rechazos ya que no le dan mucha importancia a
las relaciones sentimentales
 La pareja no suele ser su prioridad
- Las personas con apego desorganizado, desapegado: son las que
presentan los niveles más bajos de satisfacción. Dado que la estrategia que
ponen en juego ante las situaciones que les generan malestar en las
interacciones íntimas es la desactivación de las necesidades de apego. El
negar las necesidades emocionales y la evitación de la intimidad generarán
un terreno menos propicio para obtener gratificación en sus relaciones de
pareja. Además su tendencia a la evasión en situaciones de necesidad (en
lugar de buscar apoyo) no dan la oportunidad a que la pareja se constituya
una fuente efectiva de contención emocional, lo cual dificulta que se sientan
satisfechas en sus relaciones.
Los adultos que han crecido con este estilo de apego suelen tener relaciones
bastantes dramáticas y problemáticas con muchos altibajos. Por un lado tienen
temor a que puedan ser abandonados pero por otro les cuesta tener demasiada
intimidad. Personas que pueden hacerse muy dependientes de sus parejas cuando
se sienten rechazadas y sentirse asfixiadas cuando la pareja es la que busca más
cercanía. Muchas veces pareciera que no existe una conexión entre lo que hacen
y lo que sienten.
Síntomas del estilo de apego desorganizado/desorientado
 Pueden amar y odiar a su pareja al mismo tiempo
 Sus relaciones tienden a ser muy conflictivas y dramáticas
 Pareciera que lo que hacen y lo que sienten no está en sintonía
 Son propensos a desarrollar un trastorno límite de la personalidad o uno
histriónico
 Con su actitud suelen confundir a su pareja en cuanto a lo que sienten
 Les puede causar mucho temor ser abandonados y pueden sentirse
dependientes de la pareja sobre todo si esta los rechaza y cuando la pareja
muestra dependencia emocional hacia ellos suelen sentirse asfixiados e
incómodos
Y por último, queremos exponer cómo últimas conclusiones un breve análisis de
lo que podemos esperar en las díadas de apego según toda la información expuesta
en esta revisión teórica.

- Si encontramos una pareja compuesta por miembros con estilos de apego


seguro; será esperable encontrar un efecto benéfico y potenciador de la
relación puesto que ambos experimentan comodidad con la cercanía y con
dependencia (sin llegar a esperar modos extremos de la misma). Ambos
miembros presentarán un bajo temor al abandono y al rechazo.
- Si encontramos parejas compuestas por miembros con ambos estilos de
apego inseguros; la combinación más negativa se produce cuando un
miembro tiene un estilo de apego evitativo y el otro un estilo de apego
ansioso ambivalente, ya que el hecho de tender a tomar distancia emocional
de los desapegados y su dificultad para comprometerse inseguriza más aún
al ambivalente. Y la tendencia del ansioso ambivalente a pedir compromiso
e involucramiento emocional con una excesiva demanda a momentos pero
al mismo tiempo con temor a mostrarse en sus aspectos más íntimos y
vulnerables inseguriza al evitativo y por ende para ambos hace que la
relación sea vivenciada como menos gratificante.

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