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ESTUDIOS AFROLATINOAMERICANOS

segunda población afrodescendiente más numerosa del mundo, des-


pués de Nigeria. Cerca de un millón de africanos llegaron a Cuba du-
rante el siglo XIX y más de dos millones, a Brasil, proceso que ayuda
CAPÍTULO 1 a explicar la profunda influencia que las prácticas culturales de raíces
africanas han ejercido en la formación de la cultura nacional en estos
LOS ESTUDIOS AFROLATINOAMERICANOS, dos países y, desde una perspectiva más amplia, en la región.
Sin embargo, no fue hasta hace poco tiempo que los estudios
UN NUEVO CAMPO sobre los temas raciales, la desigualdad y la estratificación racial en
América Latina han aumentado al punto de generar el tipo de pre-
Alejandro de la Fuente y George Reid Andrews guntas y debates que configuran y sostienen un campo de estudio. En
un texto de 1992, Thomas Skidmore, por entonces el principal aca-
démico de los Estados Unidos especializado en Brasil, observó que
“se podían contar con los dedos de una mano los autores que han
hecho una investigación seria sobre las relaciones raciales con pos-
terioridad a la abolición de la esclavitud”. Skidmore se refería espe-
cíficamente a Brasil, pero su observación bien podía aplicarse a toda
Hispanoamérica. En la región de América Latina, los investigadores
interesados en la población afrodescendiente se centraban casi ex-
clusivamente en el período de la esclavitud, “como si el tema de la
raza dejara de haber tenido relevancia [...] tras el fin de la esclavitud”
Este libro tiene el objetivo de introducir al lector en un campo diná- (Skidmore, 1992: 8).
mico y en expansión como es el de los estudios afrolatinoamericanos. Durante la mayor parte del siglo XX estaba muy instalada la
Definimos este campo, en primer lugar, como el estudio de la pobla- idea de que la raza no era una dimensión importante en las socieda-
ción de ascendencia africana en América Latina y, en segundo lugar, des latinoamericanas. Las ideologías nacionales de inclusión racial,
como el estudio de las sociedades en las que vive dicha población. analizadas en profundidad en el ensayo de Paulina L. Alberto y Jesse
En relación con la primera definición, los investigadores estudian las Hoffnung- Garskof (Capítulo 8), sostenían que las sociedades latinoa-
historias, culturas, estrategias y luchas de los negros en la región. En mericanas habían trascendido sus historias coloniales de desigualdad
cuanto a la segunda, estudian el tema de la raza negra y la raza, en racial impuestas por los estados para convertirse, en los siglos XIX
general, como una categoría de la diferencia, como un motor de estra- y XX, en “democracias raciales” regidas por normas sociales de ar-
tificación y desigualdad, y como una variable clave en los procesos de monía e igualdad racial. Se alegaba que las políticas nacionales de la
formación nacional. región no estaban atravesadas por tensiones y divisiones raciales sino
Existen sólidas razones históricas para explicar ambos enfoques. por conflictos y negociaciones entre diversas clases sociales. Para la
De los 10,7 millones de africanos que llegaron al Nuevo Mundo en mayoría de los observadores de la región, las preguntas centrales del
los barcos esclavistas entre 1500 y 1870, casi dos tercios llegaron a siglo XX eran cómo lograr el desarrollo y crecimiento económico au-
colonias dominadas por España o Portugal (Borucki, Eltis y Wheat, tosostenible y cómo distribuir el poder y los recursos entre las elites,
2015: 440; véase también el Capítulo 2 en este volumen). Fue en estos las clases medias, los trabajadores y los campesinos.
territorios donde la esclavitud se mantuvo por más tiempo en el he- Hoy, en 2017, el panorama ha cambiado sustancialmente. La raza,
misferio occidental, más de 350 años. Ya a principios del siglo XVI co- anteriormente considerada irrelevante, hoy ocupa el centro de los es-
menzaron a llegar africanos a las islas del Caribe y no fue hasta 1886, tudios sobre las sociedades latinoamericanas (véanse, por ejemplo,
cuando fueron emancipados los últimos esclavos de Cuba, que se abo- Wade, 2009, 2010, 2017; Gotkowitz, 2011; Hernández, 2013; Loveman,
lió la esclavitud en estas islas. Dos años después se abolió en Brasil, 2014; Telles y PERLA, 2014). Este ha sido el caso, sobre todo, en re-
último país del continente americano en hacerlo. Hoy es el hogar de la lación con los temas afrolatinoamericanos. Tal como claramente lo

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demuestran los ensayos incluidos en esta publicación, en los últimos Organizaciones y organismos internacionales han reconocido la
treinta años los investigadores han generado una inmensa cantidad importancia y el alcance de estos movimientos y han adoptado pa-
de investigaciones y trabajos sobre un horizonte temporal que abar- sos institucionales concretos para abordar el tema de la justicia racial
ca desde la esclavitud de la época colonial hasta nuestros días. Este en sus actividades. A modo de ejemplo, cabe mencionar la Relatoría
cambio se produjo en parte como respuesta a la toma de conciencia, sobre los Derechos de las Personas Afrodescendientes y contra la
articulada por académicos comprometidos con la agenda poscolonial, Discriminación Racial, creada por la Organización de los Estados
de que la raza es clave en los procesos históricos y contemporáneos Americanos en 2005, y la División de Género y Diversidad, creada por
de la condición colonial (Quijano, 2000; Mignolo, 2005). Igualmente el Banco Interamericano de Desarrollo en 2007, cuya misión es “pro-
importantes, sin embargo, fueron los cambios políticos y sociales que mover la igualdad de género y apoyar el desarrollo con identidad de las
tuvieron lugar en la región. personas afrodescendientes y los pueblos indígenas en Latinoamérica
El campo de los estudios afrolatinoamericanos se ha desarro- y el Caribe” (BID, 2017). El Programa de las Naciones Unidas para el
llado en paralelo –y hasta cierto punto como respuesta– a una ola Desarrollo apoya el proyecto sobre la Población Afrodescendiente de
de movimientos políticos, culturales y sociales racialmente defini- América Latina y monitorea la discriminación racial en la región a
dos que, aprovechando los procesos de democratización registrados través de su Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial
desde los años ochenta, han modificado las ideas de los propios la- (CERD). En 2010, el Departamento de Estado de los Estados Unidos
tinoamericanos sobre su región, su cultura y su historia. Haciendo creó la Unidad de Raza, Etnicidad e Inclusión Social, que coordina la
uso de las investigaciones en ciencias sociales que han documentado diplomacia estadounidense en materia de inclusión social e igualdad
la persistente desigualdad racial a lo largo del tiempo, estos movi- racial en el hemisferio occidental. Tres años más tarde, las Naciones
mientos se han enfrentado al discurso tradicional sobre nación y Unidas aprobaron la Resolución 68/237, que proclama el período
raza que presenta a América Latina como una región de igualdad y 2015-2024 como el Decenio Internacional para los Afrodescendientes.
armonía racial. También han exigido la sanción de leyes y políticas Asimismo, los organismos internacionales han incluido instrumentos
específicas para dar respuesta a los problemas de discriminación y de medición de la desigualdad racial en sus indicadores de desarro-
desigualdad, y tales esfuerzos han dado sus frutos. Tras la reforma llo, lo que ha otorgado mayor visibilidad y respaldo a la agenda de la
constitucional de 1987 en Nicaragua, que reconoció la existencia justicia racial.
de las comunidades minoritarias asentadas en la costa atlántica, Todos estos actores –activistas, funcionarios públicos, represen-
los instrumentos legales que prohíben la discriminación y recono- tantes y empleados de organismos y organizaciones internacionales–
cen el carácter multirracial de las sociedades latinoamericanas han han contribuido al crecimiento y desarrollo de los estudios afrolatinoa-
proliferado. En 1988, la constitución de Brasil prohibió la discrimi- mericanos como disciplina. Sus programas y requisitos han influido
nación y reconoció los derechos sobre sus tierras ancestrales a las a la hora de decidir cómo estudiar a la población afrodescendiente
comunidades formadas por los negros esclavos fugitivos (conocidas en la región. Los ensayos incluidos en este libro ilustran la riqueza y
como “quilombos”). Otros países (por ejemplo, Bolivia, Colombia, variedad de disciplinas involucradas en esta producción académica.
Ecuador, Guatemala, Honduras) han adoptado medidas similares y
hoy día reconocen los derechos colectivos de la población de origen LOS ORÍGENES DE LOS ESTUDIOS AFROLATINOAMERICANOS
africano, mientras que otros (Argentina, Colombia, Cuba, Panamá, Los primeros estudios sobre la historia, el comportamiento y la cul-
Uruguay) explícitamente condenan la discriminación por motivos de tura de los afrodescendientes en América Latina guardaban estrecha
raza (véanse los Capítulos 5, 7 y 13). Los activistas también pusieron relación con la voluminosa literatura científica que, en la segunda mi-
la mira en los censos nacionales y exigieron la inclusión de cate- tad del siglo XIX, buscaba demostrar y documentar los fundamentos
gorías etnoraciales para contrarrestar la tradicional invisibilidad de biológicos de la inferioridad de la llamada raza negra. Las medicio-
estos grupos. Mientras que en los años ochenta solo Cuba y Brasil nes antropométricas que alimentaban una variedad de índices de es-
recabaron información sobre los afrodescendientes, en la década ac- tratificación humana, sumadas a las teorías evolutivas y la creencia
tual ya hay registros de afrodescendientes en 17 de los 19 países que darwinista social de que la historia humana se reducía básicamente a
conforman la región (Loveman, 2014). una inevitable competencia entre los grupos raciales, algunos de los

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cuales estaban destinados a desaparecer y vivir bajo el yugo del más Pablo Sojo en Venezuela– reconocían el papel desempeñado por los
apto, todo esto convirtió a América Latina en un área de interés es- africanos y sus descendientes en la creación de nuevas culturas, so-
pecial para los estudios científicos sobre el tema racial. El alto grado ciedades e identidades nacionales con características claramente la-
de mezcla o mestizaje que había en la región era visto como un claro tinoamericanas. Esas culturas y sociedades no eran ni africanas ni
indicador de degeneración racial y decadencia social, un punto enfa- europeas en términos de forma o contenido; eran, en cambio, una
tizado por los pioneros del racismo científico Arthur de Gobineau y mezcla de elementos africanos, europeos y amerindios a lo largo de si-
Louis Agassiz que visitaron (por separado) Brasil en la década de los glos de mestizaje cultural y racial que había arrojado como resultado
sesenta del siglo XIX (Skidmore, 1974). algo completamente nuevo para la experiencia histórica del mundo:
En un esfuerzo por entender mejor esa degeneración y decaden- un “nuevo mundo en los trópicos”, según la frase de Freyre, o una
cia, un grupo reducido de investigadores y escritores latinoamericanos nueva “raza cósmica”, para usar el lenguaje de Vasconcelos.
–por ejemplo, Raimundo Nina Rodrigues (1900) en Brasil, Fernando La disposición de los partidarios de la democracia racial a reco-
Ortiz (1906, 1916) e Israel Castellanos (1916) en Cuba– llevaron ade- nocer la contribución de los negros a la vida nacional abrió la puerta a
lante investigaciones sobre lo que consideraban “patologías” de los una notable expansión de las investigaciones en temas afrolatinoame-
negros, para lo cual recabaron información sobre la vida religiosa, ricanos. Esto es esencialmente lo que ocurrió en Brasil, donde Freyre
la criminalidad y la estructura familiar de los afrolatinoamericanos. (1933, 1936), Arthur Ramos (1937, 1940) y Edison Carneiro (1936,
Gran parte de la información recopilada por estos escritores aún es 1937) –por mencionar solo a las figuras más destacadas– encabeza-
de utilidad para los investigadores de hoy, pero las actitudes raciales ron una serie de estudios sobre la historia y la cultura afrobrasileñas
representadas en sus trabajos, ampliamente difundidas entre las élites en las plantaciones de la región nordestina. Algunos de sus hallazgos
de la región, dejaron a los negros poco margen de acción para que fueron presentados en dos Congresos Afrobrasileños que tuvieron lu-
pudieran participar en la vida nacional. gar en los años treinta (Congresso Afro-Brasileiro de 1937 y 1940),
Esto coincidía bien con las estructuras sociopolíticas oligárqui- lo que a su vez fue un incentivo para nuevos estudios y para que un
cas que prevalecían por entonces en la mayor parte del territorio de pequeño grupo de académicos comenzara a trabajar en temas racia-
América Latina; de hecho, el racismo científico era la columna verte- les en el estado de Sao Paulo en la década de los cuarenta (Nogueira,
bral de los argumentos de las élites, que planteaban que las masas ra- 1942; Bicudo, 1947; Bastide y Fernandes, 1953). En Cuba, la Sociedad
cialmente mezcladas eran incapaces de desempeñar un papel respon- de Folklore Cubano y la Sociedad de Estudios Afrocubanos, ambas
sable en la vida nacional (Figueras, 1907; Ingenieros, 1913; Valenilla, fundadas por Fernando Ortiz durante las décadas de los veinte y los
Lanz, 1919; Oliveira Viana, 1922). Sin embargo, durante las décadas treinta, respectivamente, realizaron investigaciones sobre la contri-
de los diez y los veinte, los movimientos de los trabajadores y los mo- bución de los negros a la cultura cubana y la identidad nacional,
vimientos reformistas de clase media comenzaron a exigir mayor pro- gran parte publicada en Estudios Afrocubanos, la revista dirigida
tagonismo en la vida política nacional; al mismo tiempo, crecían las por Ortiz. Se crearon instituciones similares en Venezuela (Servicio
presiones nacionalistas que buscaban la construcción de una nueva de Investigaciones Folklóricas, constituida en 1946), Colombia (el
identidad nacional, ya no basada en ideas y modelos importados de Instituto Etnológico Nacional, 1943) y Brasil (la Comissão Nacional
Europa, sino en las experiencias pasadas y presentes de los latinoa- de Folclore, 1947). En otros países, las investigaciones pioneras fue-
mericanos como pueblo. Estos desarrollos políticos generaron el con- ron llevadas adelante por investigadores individuales, como es el caso
texto necesario para que se llevara adelante una profunda revisión de Gonzalo Aguirre Beltrán (1946, 1958) en México, Aquiles Escalante
del pensamiento racial en la región, lo que dio origen al concepto de (1964) en Colombia, Armando Fortune (Maloney, 1994) en Panamá, e
“democracia racial” (véase el Capítulo 8). Mientras que los racistas Ildefonso Pereda Valdés (De Carvalho Neto, 1955) en Uruguay.
científicos habían rechazado la idea de la contribución de la población Estas primeras iniciativas tendían a centrarse en la religión, la
negra a la vida nacional o habían considerado que su contribución danza, la lingüística y otras expresiones culturales de los negros o en
había sido prácticamente negativa, los escritores e intelectuales vin- los estudios comunitarios. En general, dejaron a un lado los temas re-
culados a las nuevas ideologías de inclusión racial –Gilberto Freyre lativos a la desigualdad o discriminación racial, en gran medida acep-
en Brasil, Fernando Ortiz en Cuba, José Vasconcelos en México, Juan tando el argumento de que la experiencia histórica de la mezcla racial

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y cultural en América Latina había eliminado el racismo y el prejuicio que seguía indiferente a los temas relacionados con la población afro-
y había engendrado sociedades que ofrecían igualdad de oportunida- descendiente. A pesar del innegable progreso que se había alcanzado
des para todos. Sin embargo, se alzaron algunas voces discordantes, desde la década de los treinta en los estudios sobre historia y cultura
sobre todo en los periódicos de la comunidad negra de la región, que de la población negra, la producción académica que circulaba en los
observaban una marcada disparidad entre las ideologías semioficia- años setenta todavía era insignificante comparada con los estudios
les sobre la igualdad racial y la realidad empírica de discriminación, de historia y cultura de los negros en los Estados Unidos, o con los
prejuicio y pobreza de los negros (de la Fuente, 2001; Andrews, 2010; estudios sobre las poblaciones amerindias en América Latina. No obs-
Geler, 2010; Guridy, 2010; Alberto, 2011; véase también el Capítulo tante, en los últimos cuarenta años, la situación ha cambiado sus-
6 en este volumen). En los años treinta y cuarenta, a esas voces que tancialmente, tal como lo demuestran los ensayos incluidos en esta
se expresaban en la prensa de la comunidad negra se sumaron las de publicación.
militantes comunistas de Brasil, Cuba, Venezuela y otros países, para ¿A qué se debe esta explosión de trabajos sobre Afrolatinoamérica?
quienes el antirracismo era una premisa central de sus programas par- Una razón, sin dudas, es el crecimiento general de la educación supe-
tidistas y, en los años cuarenta y cincuenta, un puñado de intelectua- rior en América Latina. A partir de 1960, Brasil, Colombia, México,
les y académicos que cada vez más se preguntaban si las sociedades Venezuela y otros países comenzaron a invertir cuantiosas sumas para
latinoamericanas eran, en verdad, democracias raciales. La mayoría expandir sus sistemas universitarios; esta decisión amplió necesaria-
de estos críticos eran afrodescendientes: en Brasil, Edison Carneiro, mente las capacidades de estos países para llevar adelante investiga-
Clóvis Moura (1959, 1977), Abdias do Nascimento (1968; Quilombo, ciones (Balán, 2013). Pero después de años de relativa indiferencia
2003) y Alberto Guerreiro Ramos (1957); en Cuba, Gustavo Urrutia, hacia los temas afrolatinoamericanos, ¿qué llevó a los investigadores
Alberto Arredondo (1939), Juan René Betancourt (1945, 1954, 1959), a empezar a considerar la historia y la cultura de los negros como un
Serafín Portuondo Linares (1950) y Walterio Carbonell (1961); y en área de estudio?
Colombia, Aquiles Escalante (1964) y Manuel Zapata Olivella (1967). Este cambio tuvo lugar, en parte, por el afianzamiento de las re-
En Brasil, algunos críticos de la democracia racial eran blancos, des académicas y el diálogo universitario entre América Latina y los
sobre todo en Sao Paulo, donde el sociólogo francés Roger Bastide ha- Estados Unidos, sobre todo, en torno de temas como la esclavitud y
bía alentado a sus estudiantes Florestan Fernandes, Oracy Nogueira la raza. En respuesta al auge de los movimientos de derechos civiles
y otros a estudiar las relaciones raciales en Brasil y donde Fernandes, y del Black Power, los académicos en los Estados Unidos prestaron
a su vez, había capacitado a sus estudiantes, Fernando Henrique cada vez más atención a los temas raciales, lo que dio lugar a la
Cardoso y Octávio Ianni, para que hicieran lo mismo. Estos intelec- producción de obras clásicas que aún hoy son de lectura obligatoria
tuales blancos gozaron de mayor legitimidad y recibieron más aten- (Woodward, 1955; Stampp, 1956; Davis, 1966, 1975; Franklin, 1967;
ción pública y académica que sus colegas negros. Los negros críticos Wilson, 1978). Al analizar el pasado y el presente racial de su país,
de la democracia racial ocupaban lugares marginales en la vida aca- muchos académicos estadounidenses comenzaron a preguntarse de
démica e intelectual, tanto por su raza como por su cuestionamiento a qué manera la experiencia de la esclavitud o del período posterior
uno de los componentes esenciales de la identidad nacional. También a la emancipación o las relaciones raciales de hoy en los Estados
era más fácil desestimar sus trabajos por considerar que eran perso- Unidos era comparable a experiencias similares en Brasil, Cuba y
nas insatisfechas, inadaptadas y sesgadas por el interés personal. En el Caribe británico. Al mismo tiempo, los historiadores estadouni-
cambio, los blancos que criticaban el concepto de democracia racial denses jóvenes cuyos estudios se especializaban en América Latina
no estaban aparentemente motivados por intereses personales y los lidiaban con el otro extremo de la comparación: ¿de qué manera las
brasileños blancos ya mencionados, lejos de ser social o profesional- experiencias raciales de América Latina eran comparables a las de
mente marginales, pertenecían a la institución de educación superior los Estados Unidos? Algunos iniciaron investigaciones para compa-
más prestigiosa del país, la Universidad de Sao Paulo. rar ambas regiones (Tannenbaum, 1946; Elkins, 1959; Harris, 1964;
Sin embargo, aunque los blancos que criticaban la democracia Klein, 1967; Degler, 1971; Hoetink, 1973); la mayoría, aunque esta-
racial recibían más atención que los negros, ningún grupo logró tener ban motivados por el afán comparativo, se centraron en América
una incidencia inmediata en el mainstream académico de la región, Latina y, en general, en la experiencia de la esclavitud. El resultado

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fue el surgimiento de trabajos académicos durante los años setenta MOVILIZACIONES DE LA POBLACIÓN NEGRA Y PRODUCCIÓN DE
que, aunque poco numerosos en relación con la cantidad de trabajos CONOCIMIENTO
publicados en los Estados Unidos, representaban un marcado au- Del 5 al 7 de diciembre de 2000, más de 1.700 activistas y represen-
mento en la atención que la academia empezaba a prestarle al tema tantes gubernamentales de todo el continente americano se reunie-
afrolatinoamericano (por ejemplo, Knight, 1970; Hall, 1971; Conrad, ron en Santiago de Chile para asistir a la Conferencia Regional de las
1972; Bowser, 1974; Skidmore, 1974; Toplin, 1974; Whitten, 1974; Américas en anticipación a la Conferencia Mundial contra el Racismo,
Dean, 1976; Rout, 1976). la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de
Estos primeros estudios comparativos se basaban en el supuesto Intolerancia que habría de tener lugar en Durban, Sudáfrica, un año
de que las relaciones raciales en América Latina eran más armo- más tarde. Sin duda, este fue un hito histórico. Por una parte, la masi-
niosas que en Estados Unidos y que tal diferencia era producto de va participación de activistas y líderes comunitarios reflejaba cuánto
una historia diferente en términos de raza y esclavitud. Académicos había avanzado en América Latina el movimiento por los derechos
como Frank Tannenbaum y Stanley Elkins habían asimilado total- civiles desde la caída de la mayoría de los regímenes autoritarios que
mente los argumentos de la democracia racial esgrimidos por los habían ocupado el poder en las décadas de los setenta y los ochenta
intelectuales latinoamericanos en las décadas de los veinte y los (Andrews, 2004, 2016; Yashar, 2005; Hernández, 2013). Por otra parte,
treinta. Estudiaban el caso de América Latina, pero lo hacían para este evento marcó el reconocimiento público por parte de las autori-
comprender y encontrar soluciones a los problemas raciales en dades de gobierno de que el racismo es un problema importante en
Estados Unidos. La misma creencia impulsó algunos de los primeros la región, que exige políticas serias como respuesta. Tal como se pro-
estudios sobre desigualdad racial en América Latina, patrocinados nunciaron los asistentes a la Conferencia en su declaración de cierre:
por la UNESCO en los años cincuenta. En un mundo asediado por “La negación de la existencia de discriminación y racismo, tanto a
los conflictos raciales, estos estudios buscaban entender las razones nivel del Estado y de la sociedad, contribuye directa e indirectamen-
por las que Brasil había logrado una democracia racial exitosa. A lo te a perpetuar las prácticas de racismo, la discriminación racial, la
largo de este proceso, hicieron dos aportes fundamentales para la xenofobia y las formas conexas de la intolerancia”. El racismo y la
disciplina. En primer lugar, subrayaron la necesidad de estudiar las discriminación fueron caracterizados como productos históricos de
relaciones raciales contemporáneas (no solo durante el período de la la “conquista, colonialismo, esclavitud y otra formas de servidumbre”
esclavitud) en la región. En segundo lugar, sus hallazgos generaron pero, aprovechando saberes producidos por la academia en cuanto
un sano escepticismo respecto de algunas de las premisas centrales a los motivadores contemporáneos de la estratificación racial, la de-
de la democracia racial. claración expuso que los efectos de estos procesos aún persistían y
Este escepticismo marcó el trabajo de una nueva generación de “son” –nótese el tiempo verbal en presente– “fuente de discriminación
académicos latinoamericanos, algunos de los cuales habían estudia- sistémica que continúa afectando a vastos sectores de la población”
do en universidades estadounidenses. En los años sesenta, setenta y (Asamblea General la ONU, 2001).
ochenta, estos investigadores hicieron su propia lectura del pasado y Para combatir los efectos del racismo, la discriminación y la
del presente afrolatinoamericano (Fernandes, 1965; Viotti da Costa, injusticia racial en la región, la Conferencia aprobó un ambicioso
1966; De Carvalho Neto, 1971; Moreno Fraginals, 1978; Do Valle “Programa de Acción” (Asamblea General de la ONU, 2001), que tuvo
Silva, 1978; Hasenbalg, 1979; Colmenares, 1979; Deive, 1980; Nistal- profundas implicaciones para el campo de los estudios afrolatinoa-
Moret, 1984; De Friedemann y Arocha, 1986; Reis, 1986; Machado, mericanos, dado que varias de sus medidas se relacionaban con la
1987). En sus trabajos, no solo mostraban los vínculos forjados con producción y difusión del conocimiento sobre los afrodescendientes
sus contrapartes de Estados Unidos, sino también con los movimien- en la región. El programa “insta” a los Estados a recopilar y publicar
tos políticos negros que se gestaron en varios países de la región en datos estadísticos desglosados por raza. Esta información serviría de
las décadas de los setenta y los ochenta. Estos movimientos, discu- base para los planes de inclusión y acceso a los servicios sociales bá-
tidos extensamente en el Capítulo 7, ejercieron mucha influencia no sicos y oportunidades económicas, incluidas las políticas de acción
solo en las políticas, sino también en la vida intelectual y académica afirmativa. Algunos de los puntos del programa abordaban el tema
de la región. de la educación en términos bastante concretos. Los representantes

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coincidieron en la necesidad de crear planes educativos y de investiga- 2000 en Santiago, para evaluar la implementación del Programa de
ción sobre las contribuciones de África a la historia y a la civilización, Acción, sus logros y sus fracasos. Pero parte de la agenda también
y de difundir información para contrarrestar los mitos y estereotipos consistía en analizar el impacto del movimiento en el campo de los es-
raciales. El programa solicitaba a los Estados incluir el estudio del ra- tudios afrolatinoamericanos, con el propósito de plantear nuevas inte-
cismo en los programas universitarios y organizar cursos sobre racis- rrogantes y agendas de investigación. Así como intentamos evaluar los
mo y discriminación destinados “a fiscales, agentes del orden público, resultados del encuentro en Santiago, también buscamos evaluar la
miembros del poder judicial y demás empleados públicos”. También trayectoria de este campo de estudio que, no por casualidad, ha madu-
se prestó atención a la prensa y los medios de comunicación, a su pa- rado en paralelo a la consolidación y expansión del movimiento afro-
pel en la difusión de información e imágenes y a la necesidad de “ase- descendiente. El campo ha crecido lo suficiente como para sostener
gurar la presencia justa y equilibrada de afrodescendientes” en ellos. publicaciones periódicas especializadas como Estudos Afro-Asiáticos,
Una de las principales contribuciones de la Conferencia de Afro-Hispanic Review, Revista Áfro-Asia, América Negra (publicada
Santiago fue que sancionó y normalizó la categoría de los “afrodes- en Colombia de 1991 a 1998) y Latin American and Caribbean Ethnic
cendientes” como un grupo con implicancias jurídicas, culturales y Studies; impulsar la publicación de varios manuales (Andrews, 2004;
éticas en el campo del derecho internacional y los derechos humanos Wade, 2010; Gates, 2011); mantener centros de investigación especia-
(Laó-Montes, 2009; Campos García, 2015). También ayudó a consoli- lizados como el Afro-Latin American Research Institute (ALARI), de la
dar y visibilizar una red transnacional de activistas por los derechos Universidad de Harvard, y nutrir la serie de libros Afro-Latin America
raciales capaz de ejercer presión sobre los gobiernos nacionales para publicados por Cambridge University Press. Precisamente porque este
que adoptasen políticas específicas contra el racismo y la discrimina- campo de estudio ha crecido tanto, no solo en relación con la temática
ción. Como parte de estos esfuerzos, los activistas no solo contaban sino con sus enfoques disciplinarios, sentimos la necesidad de evaluar
con el conocimiento producido por los académicos, como sucedió el estado actual del mismo, sus logros recientes y sus posibles rumbos
especialmente en Brasil durante los años ochenta y noventa (Htun, futuros. Ese es el propósito de los capítulos incluidos en este libro.
2004), sino que también producían, sistematizaban y difundían cono-
cimientos nuevos y significativos sobre sus comunidades. Al plantear LOS CAPÍTULOS
demandas en el área de la salud, la educación, el derecho ambiental, la Al pensar en cómo habríamos de organizar el libro, nos planteamos
capacitación laboral, la violencia de género, la erradicación de la po- una serie de preguntas. ¿Qué temas son fundamentales de incluir? ¿Y
breza y la brutalidad policial, entre otras, se veían obligados a recabar cómo presentar esos temas: como revisiones bibliográficas que dieran
y generar información valiosa sobre los afrodescendientes, sus cultu- cuenta de la evolución de un campo o subcampo (¿cómo los investiga-
ras y sus condiciones de vida en toda la región. Más aún, el movimien- dores han pensado y escrito, por ejemplo, acerca de las religiones afro-
to en sí se había convertido en objeto de estudio, lo que dio lugar a latinoamericanas a lo largo del tiempo?), como narrativas históricas
numerosos trabajos sobre las movilizaciones de afrodescendientes en basadas en una síntesis de la literatura del pasado y del presente (por
la América Latina contemporánea (Escobar, 2008; de la Fuente, 2012; ejemplo, ¿cómo han ido evolucionando y desarrollándose en el tiempo
Martínez, 2012; Pisano, 2012; Rahier, 2012; Pereira, 2013; Valero y las expresiones religiosas de los afrolatinoamericanos?), o como una
Campos García, 2015; Paschel, 2016). combinación de los dos criterios? Mientras tanto, ¿qué decir sobre
Este libro constituye un ejemplo más del impacto que los activis- los desafíos de lograr una cobertura regional y cronológica completa?
tas del movimiento afrodescendiente han tenido en el campo de los Todos estos temas tienen una larga trayectoria histórica y la mayoría
estudios afrolatinoamericanos. Hemos concebido y dado forma a este está presente de uno u otro modo en todos o casi todos los países de
libro en diálogo con académicos y activistas. Estos intercambios tuvie- la región. ¿Cómo condensar eficazmente 500 años de experiencias que
ron lugar durante dos encuentros históricos auspiciados por el Afro- involucraron a todo el continente en artículos relativamente breves?
Latin American Research Institute de la Universidad de Harvard, en En relación con ambos frentes –la forma de presentar el tema y la
colaboración con la Universidad de Cartagena, en 2015 y 2016. Ambos cobertura temporal y geográfica–, resolvimos finalmente que los auto-
eventos convocaron a figuras prominentes del movimiento afrodes- res se sintieran libres de decidir cuál era la mejor manera de presentar
cendiente, muchas de las cuales habían asistido al encuentro del año el tema que habrían de abordar. En cuanto a la forma de presentar el

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tema, la mayoría optó por una combinación de revisión bibliográfi- Ferreira y Tatiana Seijas se remontan a los múltiples roles de los afri-
ca y narrativa histórica. En cuanto a la cobertura geográfica, el libro canos en el comercio atlántico de esclavos, entre los cuales un rol no
terminó mostrando primordialmente el caso de Brasil, seguido en se- menor fue el de introducir las concepciones africanas del mundo en
gundo y tercer lugar por Cuba y Colombia, respectivamente. Este es- las sociedades coloniales de América. Karl Offen, en el Capítulo 13, se
pecial énfasis en estos países es reflejo del tamaño de las poblaciones centra en el conocimiento medioambiental que los africanos trajeron
afrodescendientes en dichos países –en Brasil vive el 70 por ciento consigo, y cómo ellos y sus descendientes aplicaron ese saber primero
de los afrodescendientes de América Latina (Telles y PERLA, 2014: para entender y luego para modificar los paisajes de su nuevo hogar.
26)– y también, lo que no es casual, del estado y desarrollo de los Brodwyn Fischer, Keila Grinberg y Hebe Mattos adoptan una perspec-
estudios afrolatinoamericanos en esos países. En un esfuerzo por ase- tiva similar en el Capítulo 5 para referirse a los paisajes jurídicos que
gurar una cobertura adecuada de toda Hispanoamérica, convocamos los africanos esclavizados encontraron en el Nuevo Mundo y cómo
a participar a investigadores que han trabajado este tema centrándo- los africanos y sus descendientes aprendieron a conocer esos paisajes
se en Argentina, América Central, la República Dominicana, México, para luego, a través de lobbys pacíficos y acciones legales, transfor-
Uruguay y Venezuela. Uno de nuestros anhelos en relación con el libro marlos gradualmente. Lara Putnam analiza las decisiones de los afro-
es que al poner la literatura brasileña en diálogo con sus contrapartes descendientes sobre cómo y cuándo trasladarse de un lugar a otro y si
de la América hispana se generen interrogantes que lleven a nuevas convenía hacerlo, así como la evolución de las corrientes migratorias
investigaciones a ambos lados de este intercambio, lo que daría lugar y las experiencias que tales decisiones trajeron consigo en el Capítulo
a un mayor desarrollo y enriquecimiento del campo. 14. George Reid Andrews presenta el amplio rango de estrategias que
Cada capítulo de este libro, de principio a fin, se centra en las los afrodescendientes usaron para ascender en la sociedad colonial y
voces, acciones, estrategias y decisiones de los africanos y sus descen- en las sociedades de la post-independencia.
dientes. En respuesta directa a las primeras generaciones de académi- Todos los capítulos intentan abordar las inmensas dificultades
cos, los trabajos recientes en el campo de los estudios afrolatinoame- metodológicas de investigar el pasado y el presente de los afrolatinoa-
ricanos privilegian el concepto de agencia negra. Los exponentes del mericanos. Por ejemplo, para recuperar las ideas y las voces de los
racismo científico habían visto a los negros como víctimas desafortu- pensadores políticos negros, Guridy y Hooker van más allá de los cá-
nadas de su inferioridad genética, y los defensores de la democracia nones tradicionales del pensamiento político de la región para incluir
racial no escaparon del todo a ese legado del racismo científico, por lo periódicos, poesías y letras de canciones de negros. En el Capítulo 10,
que suponían que los negros y mulatos progresarían en las sociedades de la Fuente advierte que la mayor parte de la producción artística
latinoamericanas solo en la medida en que pudieran blanquearse, ya sobre la cual escribe ya no existe y la mayoría de sus creadores hoy
fuese genética o culturalmente. Los escritores de orientación marxis- han sido olvidados. Las reconstrucciones académicas del pasado y del
ta de las décadas del cincuenta y sesenta (por ej., Fernandes, 1965; presente de casi todos los subcampos tratados en estos capítulos aún
Viotti da Costa, 1966; Rama, 1967; Moreno Fraginals, 1978) recha- están en desarrollo y, en algunos casos, son solo incipientes.
zaban en forma contundente todo indicio de racismo, pero veían a El libro comienza con una sección de capítulos sobre las desigual-
Afrolatinoamérica y a sus habitantes demasiado a merced de las nece- dades profundamente arraigadas que han modelado el desarrollo en
sidades y los “imperativos” del desarrollo capitalista. el tiempo de las sociedades afrolatinoamericanas. Ferreira y Seijas
El foco en la agencia o iniciativa negra queda evidenciado en el presentan el punto de partida de tales desigualdades: el comercio at-
capítulo escrito por Frank Guridy y Juliet Hooker sobre los pensa- lántico de esclavos, en el Capítulo 2. Al tomar nota acerca de cómo
dores políticos negros (Capítulo 6); en el de Doris Sommer sobre los comenzaron las investigaciones académicas sobre este comercio en
escritores negros (Capítulo 9); en el ensayo de Tianna Paschel sobre las décadas de los cincuenta y los sesenta con preguntas que eran
los movimientos políticos de los negros (Capítulo 7); en el ensayo de básicamente cuantitativas (¿a cuántas personas involucró?, ¿de qué
Alejandro de la Fuente sobre artistas visuales negros (Capítulo 10); partes de África llegaban?, ¿a qué parte de América arribaban?), plan-
y en el de Karl Offen (Capítulo 13) sobre las geografías culturales de tean cómo las investigaciones recientes han buscado complementar
los asentamientos negros en el Nuevo Mundo. Pero los restantes ca- las interpretaciones cuantitativas con abordajes tomados de la his-
pítulos también adoptan este enfoque. En el Capítulo 2, Roquinaldo toria social, cultural y atlántica. Estos abordajes son más proclives a

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centrarse en las experiencias vividas por quienes fueron víctimas del de la región: el proceso de independencia y construcción de la nación
comercio de esclavos y en la repercusión recíproca que esto tuvo para en el siglo XIX, el auge del populismo y los movimientos políticos de
los vínculos de largo plazo entre África y América. masas del siglo XX y el cambio multicultural que se registra entre fines
Los ensayos de Andrews (Capítulo 3) y Peter Wade (Capítulo 4) del siglo XX y principios de los años 2000 (Capítulo 7).
también comienzan tratando el tema de la esclavitud y luego avanzan Una de las demandas centrales de la generación más reciente
para dar cuenta de la incidencia histórica y a largo plazo que tuvie- (posterior a 1980) de movimientos y pensadores negros ha sido que las
ron las instituciones coloniales y sus prácticas. Andrews explora las sociedades latinoamericanas revisen la idea de que todas ellas eran,
intersecciones entre la desigualdad racial, de clase y de género en la para usar el término brasileño, “democracias raciales”. En el Capítulo
región a lo largo de los últimos 500 años. Wade, por su parte, toma 8, Alberto y Hoffnung-Garskof rastrean cuidadosamente los orígenes
como punto de partida las ideologías y regulaciones coloniales que del término y del concepto e identifican las variantes nacionales de
rigieron la vida de los pueblos indígenas y oriundos de África. Si bien Puerto Rico, República Dominicana y otros países de la América his-
esas prácticas asignaban a los africanos y a los pueblos indígenas lu- pana. En este proceso, dejan registro del vivo intercambio de ideas
gares diferentes en la jerarquía racial de las colonias, ello no impidió sobre inclusión y exclusión racial que continúa hasta el presente.
que hubiese frecuentes contactos e interacciones interraciales y que, La tercera sección de capítulos analiza el pensamiento y la acción
en la mayor parte del territorio afrolatinoamericano, se registrara una de los afrodescendientes en diversos campos culturales: la literatu-
inmensa población afroindígena. Hoy día, los indígenas y los negros ra (Capítulo 9), las artes visuales (Capítulo 10), la música (Capítulo
continúan interactuando, lo que contribuye a delinear los contornos 11), la religión (Capítulo 12) y las geografías culturales (Capítulo 13).
de los actuales movimientos multiculturales y las políticas públicas de Mientras se exploran todos estos temas en los capítulos, se intenta
los países de la región. responder algunos interrogantes conceptuales, empezando por qué
Centrados específicamente en Brasil, Brodwyn Fischer, Keila queremos decir cuando hablamos de artefactos culturales afrolatinoa-
Grinberg y Hebe Mattos (Capítulo 5) examinan las estructuras jurí- mericanos. ¿Nos referimos a las obras producidas por los afrodescen-
dicas a través de las cuales se impuso y se mantuvo la desigualdad dientes, a las obras sobre temáticas afrodescendientes, a las obras que
durante el período colonial, seguida del “silencio sobre la cuestión incorporan elementos culturales africanos o de base africana, o a algo
racial” del período posterior a la esclavitud, en el que la ley brasi- completamente distinto? Sommer responde a esta pregunta centrán-
leña (y la de los países hispanoamericanos) omitió prácticamente dose en las estrategias literarias formales y, en particular, en el uso
toda referencia al tema racial y toda pretensión formal de mantener por parte de los autores negros de una “constante […] duplicación de
la desigualdad racial. Las autoras plantean que ese “silencio sobre la códigos, sistemas, creencias, significados, lenguajes, personajes”. de
cuestión racial” hizo poco por revertir las desigualdades heredadas de la Fuente adopta una definición en tres partes que incluye las obras
la época colonial y, de alguna manera, operó para profundizarlas. El producidas por artistas afrodescendientes, las obras que incluyen (o
capítulo cierra con una revisión de las políticas recientes (posteriores dicen incluir) elementos culturales de base africana y obras que, de
a 1985) que buscan combatir la desigualdad racial. alguna manera, hablan de raza y negritud. Stephan Palmié y Paul
La segunda sección de capítulos se ocupa de la esfera política. En Christopher Johnson se ocupan, en el Capítulo 12, de la segunda parte
el Capítulo 6, Guridy y Hooker analizan el amplio espectro del pensa- de esa definición cuando analizan las creencias y prácticas religiosas
miento político afrolatinoamericano durante el período comprendido que se dice vienen de África. Exploran el contenido y el significado de
entre los siglos XIX y XX y muestran la multiplicidad de voces y la rique- tales supuestos y cómo han evolucionado en el tiempo para generar, a
za intelectual de los debates entre aquellos pensadores. Especialmente partir del año 2000, una “superforma” religiosa transnacional que se
valiosa resulta la discusión en ese capítulo sobre las feministas negras nutre de elementos de toda la región y de África. También analizan a
y, tal como ya se señaló, sus esfuerzos por recuperar las ideas que se qué nos referimos cuando hablamos de “religión”, diferenciándola de
expresaban en otros ámbitos por fuera de los escritos canónicos sobre las creencias y prácticas espirituales.
política. El capítulo escrito por Paschel sobre los movimientos políticos La religión también aparece en el capítulo sobre música escrito
negros también pone mucho el foco en el feminismo negro y en la par- por Robin Moore (Capítulo 11) y en el ensayo de Offen sobre geo-
ticipación de los afrodescendientes en momentos claves de la historia grafías culturales africanas y afrolatinoamericanas (Capítulo 13). La

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música estaba íntimamente ligada a la observancia religiosa africana, de conocimiento –género y patriarcado, emancipación de esclavos, la
y el origen de muchas formas musicales de los siglos XIX y XX –la resistencia de los cimarrones y esclavos, el auge de los regímenes jurí-
rumba cubana, la samba brasileña, el candombe uruguayo– se remon- dicos de derechos humanos en relación con la negritud– que podrían
ta a la música ritual africana. Cuando esas formas fueron comercia- haberse incluido en nuevos capítulos. Estos temas aparecen en los
lizadas y “nacionalizadas” (Moore, 1997) a principios del siglo XX y capítulos del libro, pero admitimos que podría haber otras formas de
se convirtieron en símbolos centrales de la identidad nacional, ¿de organizar el tratamiento de las temáticas de este campo.
qué manera cambió su relación con la negritud y las tradiciones de Muchos de los capítulos son cronológicamente ambiciosos y
origen africano en las que se basaban? Offen examina los significa- abarcan el período colonial y el de la construcción nacional. Al adop-
dos espirituales que los africanos y sus descendientes extrajeron de tar ese horizonte temporal, indagan en el impacto que la esclavitud
los paisajes del Mundo Nuevo y el saber científico que aplicaron a tuvo a largo plazo sobre las sociedades posteriores a la emancipación.
esos paisajes. Estos dos tipos de saberes fueron fundamentales para Este es uno de los interrogantes que han guiado las investigaciones en
la supervivencia de los esclavos en las plantaciones y para la creación este campo desde los estudios comparativos de mediados del siglo XX,
de los quilombos independientes y las comunidades de negros libres que sugerían que las diferencias en las relaciones raciales modernas
en los campos. Todavía continúan alimentando los debates sobre las debían atribuirse a la evolución de diferentes sistemas de esclavitud.
comunidades rurales negras y sus reclamos en materia de derechos En las décadas de los setenta y los ochenta, los académicos critica-
culturales y derechos sobre la tierra. ban lo que percibían como narrativas teleológicas que conectaban los
Con el objeto de reflejar una importante tendencia que se viene distintos sistemas de esclavitud y las relaciones raciales posteriores a
registrando recientemente en los círculos académicos de las ciencias la emancipación. Por ejemplo, Carl Degler (1971: 92) llegó a la con-
sociales y humanas, hay un último conjunto de capítulos que se ocupan clusión de que la esclavitud no configuró las relaciones raciales de
del rol de las conexiones y los espacios transnacionales en la vida afro- un modo “fundamental”. En su estudio comparativo de los regímenes
latinoamericana. Putnam explora, desde el comercio atlántico de escla- racistas en Estados Unidos y Sudáfrica, John Cell (1982: xii) planteó
vos hasta el presente, las diferentes corrientes migratorias que se dieron una formulación similar, bajo el argumento de que la esclavitud tuvo
dentro de América Latina y desde América Latina a otros destinos de “relativamente poco que ver” con las dinámicas raciales ulteriores.
América del Norte y Europa (Capítulo 14). En línea con el énfasis del Anthony Marx (1998: 8-9) también sostuvo que los sistemas de escla-
libro en la agencia, Putnam plantea cómo, cuándo y por qué numerosos vitud “no explican directamente” el orden racial posterior. Ninguno de
individuos, familias y comunidades enteras tomaron decisiones estra- estos autores negó que hubiese cierta relación entre la esclavitud y las
tégicas para abandonar determinados lugares y mudarse a otros, lo que relaciones raciales posteriores a la emancipación, pero no ahondaron
produjo una serie de desplazamientos que configuró en forma indeleble en la naturaleza ni en la posible importancia de tales relaciones.
las sociedades de la región. El capítulo que cierra el libro, escrito por Los investigadores que abordan este problema han advertido
Jennifer A. Jones, se centra específicamente en la migración afrolati- recientemente sobre la necesidad de prestar mucha atención a las
noamericana a los Estados Unidos y en el reciente surgimiento de un expectativas y los objetivos contradictorios que alimentan los pro-
nuevo subtema de interés académico: los estudios afrolatinos (Capítulo cesos de emancipación en todas partes. Rebecca Scott puso el énfa-
15). Reflejando los desafíos que esta migración supone para entender sis en la imprevisibilidad de estos procesos en su histórico estudio
la cuestión racial en este país y en América Latina, Jones insta a com- comparado entre Louisiana y Cuba, y alegó que es poco probable
prometernos en un mayor desarrollo de los estudios afrolatinos como que pueda encontrarse alguna “explicación general simple” que dé
un campo capaz de mediar entre el estudio de la diáspora africana, los cuenta de los diferentes resultados sobre cómo las sociedades escla-
estudios afroamericanos y los estudios afrolatinoamericanos. vistas han evolucionado después de la emancipación. “Ni las estruc-
turas ni las luchas podrían determinar enteramente el resultado”,
TEMAS FUTUROS advierte; de allí la necesidad de estudiar de qué modo los conflictos
Nuestro libro pone de manifiesto la complejidad y la riqueza de este sobre derechos, posicionamientos y recursos produjeron diferentes
campo de estudio en expansión, pero de ninguna manera pretende ago- resultados en cada caso (Scott, 2005: 263, 264). Pero estos conflic-
tarlo. Hay numerosos temas que han generado un importante corpus tos estaban enmarcados en prácticas, entendimientos y expectativas

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Alejandro de la Fuente y George Reid Andrews ESTUDIOS AFROLATINOAMERICANOS

preexistentes, de modo que sigue siendo necesario investigarlos bajo teórico, reconociendo a la vez sus diferencias históricas”. Tal como lo
el régimen de la esclavitud para establecer su posible continuidad detalla en su capítulo del libro, se han escrito trabajos importantes so-
y cambio. Andrews (2004: 8) propone un posible camino de análi- bre las relaciones afroindígenas en los últimos años, lo que incluye es-
sis hacia el futuro cuando señala patrones que podrían ser objeto tudios sobre comunidades de origen mixto, africano e indígena, como
de investigaciones específicas: “formas de comportamiento surgidas los garífunas de América Central. Pero tomar seriamente la posición de
durante la esclavitud [...] demostraron ser inesperadamente dura- Wade (1997: 35) sobre “el diferente lugar que ocupaban los negros e in-
deras y perdurables y siguieron modelando el curso de la historia dígenas en el espacio político e imaginado de la nación” significa estar
afrolatinoamericana [...] en los siglos XIX y XX”. frente a historias contrastantes de inclusión y ciudadanía que ameritan
Entre esos comportamientos que demostraron ser marcadamente más atención. Es bien sabida la desigualdad en el lugar en la escala
resilientes se encuentran las prácticas culturales de base africana. Hay social que ocupaban en tiempos de la colonia los denominados “indios”
una literatura cada vez más prolífica sobre la reproducción y longevi- y “negros”. ¿Hasta qué punto estas configuraciones crearon platafor-
dad de la cultura africana en las sociedades coloniales, motivada en los mas diferentes de construcción de ciudadanía y sentido de pertenencia
largos debates sobre la “creolización” (Mintz y Price, 1992; Thornton, tras la independencia (Larson, 2004; Sanders, 2004; Gotkowitz, 2011)?
1998; Sweet, 2003; Bennett, 2003, 2009). Tal como se plantea en varios ¿Por qué las ideologías de mestizaje y armonía racial se dieron en al-
capítulos del libro, algunas de estas prácticas culturales son conside- gunos países, pero no en otros? Los académicos interesados en estas
radas componentes fundacionales de la identidad nacional en el siglo ideologías se beneficiarían de cruzar la tradicional línea divisoria en-
XX, aunque no siempre es claro por qué se eligieron algunas y otras tre pueblos originarios y afrodescendientes. Más aún, como menciona
no. Los procesos de nacionalización cultural estuvieron invariable- Andrews en su discusión sobre la desigualdad, las tasas de pobreza de
mente mediados por esfuerzos de estilización, apropiación y filtración los indígenas de la región son en general más altas que las de los afro-
para que las culturas populares fueran descifrables y aceptables para descendientes (con excepción de Uruguay). ¿Por qué? Para usar la ex-
las clases medias. ¿Debemos interpretar esto fundamentalmente como presión de Florencia Mallon (2011: 281), pueden encontrarse “vestigios
una expresión de la resiliencia y creatividad de los afrolatinoamerica- coloniales” en las historia de los pueblos originarios y afrodescendien-
nos o como estrategias exitosas de cooptación por parte de la élite para tes, pero al parecer operan de diferente manera.
despojar a los afrodescendientes de su cultura? ¿Cuáles son las impli- Estas preguntas y agendas no solo tienen que ver con reconstruir
cancias sociales y políticas de transformar símbolos y artefactos de la el pasado. El campo de los estudios afrolatinoamericanos está pro-
diáspora africana en símbolos nacionales? ¿Estos procesos llevan a la fundamente implicado en las luchas actuales por la justicia racial y su
mercantilización y despolitización de tales símbolos (Hanchard, 1994), existencia es inseparable de los esfuerzos de movilización del pasado.
o crean oportunidades para la acción política, el empoderamiento y la Es indispensable llegar a entender de manera más profunda estas his-
formación de la comunidad, por no hablar del sustento, la visibilidad y torias de raza, cultura, nación y movilización para vislumbrar futuros
la movilidad social de quienes los usan (Abreu, 2015; Hertzman, 2013; de igualdad, respeto, coexistencia y pertenencia.
Putnam, 2013; Alberto, 2011; Moore, 1997)? Estos debates no son es-
trictamente académicos, ya que los activistas muchas veces han evalua- BIBLIOGRAFÍA
do la efectividad de los espacios culturales para presentar sus reclamos Abreu, C. D. 2015 Rhythms of Race: Cuban Musicians and the Making
de justicia racial. Por ejemplo, en los países donde los debates abiertos of Latino New York City and Miami, 1940-1960 (Chapel Hill:
sobre racismo y discriminación no son oficialmente aceptados, como University of North Carolina Press).
en Cuba o en Brasil durante la dictadura, el arte pasó a ser una platafor- Aguirre Beltrán, G. 1946 La población negra de México (México:
ma desde donde discutir temas de justicia racial (Fernandes, 2006; de la Fondo de Cultura Económica).
Fuente, 2008, 2010, 2013, 2017; Alberto, 2011; Gaiter, 2015). Aguirre Beltrán, G. 1958 Cuijla: Esbozo etnográfico de un pueblo
El impacto a largo plazo de los procesos coloniales también apunta negro (México: Fondo de Cultura Económica).
a otra importante área de investigación: la comparación con las pobla- Alberto, P. L. 2011 Terms of Inclusion: Black Intellectuals in
ciones indígenas. Años atrás, Peter Wade (1997: 39) planteó la necesi- Twentieth-Century Brazil (Chapel Hill: University of North
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