El Síntoma y El Comenta - Miller
El Síntoma y El Comenta - Miller
El Síntoma y El Comenta - Miller
El síntoma y el cometa
J acques-Alain Miller
¡Algo nuevo! ¡Algo nuevo! ¡Algo nuevo! Lo digo tres veces, como una
llamada, casi como un grito, casi como una orden: nos hace falta algo nue-
vo, necesitamos, queremos, deseamos algo nuevo a toda costa. ¿Por qué he-
mos puesto estas jornadas bajo el signo de las nuevas formas del síntoma?
Parece ser que es porque nos.interesamos en la clínica en tanto que cambia,
en tanto que se vincula siempre -lo ha recordado Jorge Forbes en su po-
nencia- con el estado coñtemporáneo de la cultura, con el momento ac-
tual de lo que se suele llamar «el discurso universal». Recuerdo haber em- ·
pezado, hace ya muchos años, un Encuentro Internacional del Campo
Freudiano con el grito «·¡La clínica cambia!», pero me parece que esta vez
el título de nuestro Encuentro merece una interpretación. Para entender la ·
fórmula «Las nuevas formas del síntoma» propongo dar más énfasis á lo
nuevo, porque este elemento del título quizá nos interesa más que el propio
síntoma.
No podemos disimular que si nos reunimos bajo la fórmula de «Las
nuevas formas del síntoma» es precisamente porque esperamos algo nuevo
en el mismo psicoanálisis. En cierta medida, lo nuevo está presente en lo
que Lacan llamó el pase, pues se ha podido comprobar recientemente en
Buenos Aires y, creo que hoy mismo, en Sao Paulo, la excitación especial
que produce esta novedad. Sí, nosotros también, en el psicoanálisis, espe-
ramos algo nuevo, y digo «también nosotros» porque en este sentido somos
como todos aquellos con quienes compartimos el momento actual del ma-
lestar en la cultura --en la cultura contemporánea, nosotros, psicoanalistas,
nos vemos llevados a desear algo nuevo.
Algo nuevo es la forma que adquiere para nosotros la dimensión de la ).
Otra cosa, la dimensión de lo dicho en otra parte, dimensión imborrable de
14 TRES CONFERENCIAS BRASILEÑAS
Me interesa ver qué pasará en China, porque allí, durante siglos, desde
siempre, lo que se ha valorado es la vejez, la juventud es cuando hay que es-
perar para ser viejo y así ser escuchado por los demás. En China yo sería
demasiado joven para dar un discurso que fuera escuchado. Hay que espe-
rar a los setenta, ochenta o noventa años, porque, por otra parte, parece
que con la valoración de la vejez los viejos viven bastante. Pero ¿qué va a
pasar en China ahora que se abre a nuestros síntomas? Vale la pena obser-
var si los chinos van a ser,alcanzados no solamente por el capitalismo avan-
zado, sino también por los síntomas que lo acompañan. En fin, lo que se
puede ya anticipar es que a medida que los baby boomers, la ~eneración in-
mediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, se va haciendo vie-
ja, que es más o menos ahora, vamos a ver un boom de la vejez, es decir, un
interés acentuado por la vejez y los medios para detenerla. O sea que para
invertir en la industria me parece que hay que ir en esa dirección -yo no
lo hago, pero es un consejo gratuito que les doy.
Los profesionales que ahora manipulan el goce en pro del consumo, es
decir, dirigen nuestro goce hacia esa salida que nos propone la sociedad
hoy, que consiste en comprar y consumir, ellos conocen muy bien y desde
hace mucho tiempo el poder de la palabra nuevo para vender, New. Pense-
mos, por ejemplo, en ese producto eminentemente contemporáneo que es
la información. Da lugar a una enorme industria creciente donde se hacen
algunas de las grandes fortunas de hoy. ¿Qué vende esta industria de la in-
formación? Vende lo nuevo en cuanto nuevo . Vende enunciados sobre lo
nuevo, cuyo valor reside en la rapidez y la frescura de la comunicación. Ra-
dio, televisión, Internet... todo ello implica que lo nuevo permanece n1,1evo
menos y menos tiempo. Así, el goce de la novedad se hace cada vez más in-
sistente, más exigente, en su rivalidad mortífera con lo obsoleto. No sé si._
ustedes saben que háy canales de televisión que suelen reservar un ángulo
de la pantalla para el desfile continuo de las cifras indicadoras de las varia-
ciones en las grandes bolsas del mundo, veinticuatro horas al día. Esa ca-
dena significante, presentificada de esta forma, que sin detenerse va cifran-
do los valores de intercambio de la cultura de hoy, pone de-manifiesto la
pulsión de muerte. Presenta esta operación que no desiste y que dice: lo
nuevo sólo es nuevo en el minuto presente.
Otro ejemplo: ninguna industria ha acelerado tanto la pro.ducción de
lo nuevo y la producción correlativa de lo obsoleto como la industria in-
formática, que marca el rumbo a todo el mercado universal. Apenas se
compra el ultimo ordenador, ya queda superado por un modelo de nueva
generación. Apenas aparece en el mercado el último microprocesador de
PRIMERA CONFERENCIA: EL SÍNTOMA Y EL COMETA 17
al: que no tiene naga ~\le.t.c.oD el sentido. No importan los nombres que
se le d~n, ai~~~~;a- ~o le importan los anhelos que suscita, hasta provocar
el suicidio, no le importan los cantos que se le diri~en, las cifras que calcu-
lan su trayectoria y su retorno. Sigue su camino en el cielo completamente
indiferente al discurso.
¿Qué pasaría con el psicoanálisis si el síntoma fuera así, si el síntoma
fuera como el cometa? ¿Qué pasaría si el síntoma fuera indiferente al dis-
curso, si fuera de la misma naturaleza que los cuerpos llamados celestes?.,.Es
deci~:J9-~~ pa_s~!.Í!l .,s(e_l _sín!o_~~ p_e.r.t~1!t:f_i~! aJ~.-~_i~e1;~L~~- ~:Jo real?
Aunque él no conoció el cometa Hale-Bopp, ésta fue la última pregÜntacte
Lacan sobre lo que descubrió Freud, y situar el síntoma en 16 real supone
una apuesta. Lo que descubrió Freud en la histeria, precisamente, es que el
síntoma no es un cometa. En la medida en que responde cuando se le lla-
ma, cuando se le habla, y dice algo, es un mensaje que se puede leer, tiene
un Sinn, una significación.
La aparición de cometas en la historia humana siempre fue considera-
da como un síntoma freudiano, mucho antes de Freud y hasta la edad de la
ciencia. Siempre se consideró como un signo llegado desde el fondo de lo
desconocido, un signo dirigi'10 a la humanidad que anunciaba algo nuevo,
ya sea el nacimiento de un gran hombre o la proximidad, la ínminenda de
peligros, amenazas, catástrofes. Es decir, hasta que llegó el dominio de la
ciencia, siempre se interpretaba a los cometas, pero no se interpretaban los
síntomas;'como ahora los com~tas y los síntomas freudianos, eran mudos.
Con Freud, y con la edad de la ciencia, se dejó de interpret'ar' a: los co-
metas -aunque algunos sectarios siguen haciéndolo es un fenómeno mar-
ginal- para interpretar los síntomas. Y lo admirable, con la histeria, es que
al interpretar el síntoma, éste desaparecía. Eso fue en la época del optimis - ·
mo freudiano: cuando se le hablaba bien al síntoma, cuando. eii leído fo,
rrectament~ y se le comunicaba su lectura, se desvanecía. El segundo tiem-
po fue el siguiente: Freud percibió que no desaparecíay qut:_y9Jvía como
un cometa, aunque con un ciclo más corto_.Es lo que se llama reacción te-
rapéutica negativa.G>n.dsíntoma .obsé;i;o, Freud vio claramente que el
fundamento mismo del síntoma era la repetición, la repetición compulsiva,
la Wiederholungszwan,g. · . ., . .. · .. . ,..
· La referencia a!• histeriay_la)referencia a la new:oos.ó~y_,_invitan,
pues, a dos teorizaciones distintas del síntoma. La referencia a la ltisteña
invita a poner el síntoma en el registro de lo simbólico, a decir q1.1e equiva~
le a un meqsaje enviado por un Otro d~conocido. La referencia a la neu-
rosis obsesiva, por el contrario, invita a poner el síntoma en el registro de
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l: (S O_R)
/ (j O a) ...+ s(A)
PRIMERA CONFERENCIA: EL SÍNTOMA Y EL COMETA 23
El estado actual de la cultura no tiene nada que ver con el estado vic-
toriano. Si debiéramos caracterizarla con un adjetivo, no podríamos ir a
buscarlo a Inglaterra. Nadie duda qu_~ se debería buscar en los Estados
Unidos. Hablaríamos de un estado tlintoniano de la cultura. Parece ri-
dículo, porque no es de ningun;'iñ-~;~í~bolo tan fuerte como el de
la reina Victoria, y no parece que guste ser llamado dintoniano como les
gustaba a los contemporáneos de la reina Victoria decir de ellos mismos
.que eran victorianos. E!.!:1!~rr..1~ ~L~!~~!º..CJ~~-1~p.o_t~ ..e-~~ a~i(!Ei~?- !!º .~s U!;>:~,
mala traducción de la decadencia actual del significante amo. Dicho de otra
manera, el vector 'de·t:n::ultura apuñta en la dirección siguiente: par:~ ~?~!tri .. ..
ya no se necesita la represión social del decir. La voluntad contemporánea
de 'goce pasa:caaávez más, por Ia°~cepta~ión so~ial de decir, casi por la exi-
gencia social de decir. La idea de que «si algo va mal, hay que hablarlo»
forma parte del sentido común, y hoy día existe la creencia popular de que
si uno no habla de lo que no va, enferma. El decir-todo, el imp1,1l§q ¡d c,lecir-
I;¡
todo inspira hoy todas las producciones d.e cúltura. El último best-seller .
norteamericano es el relato que hace una hija de s~ seducción por parte de
su padre. Es una novelista conocida que acabó contando cómo la sedujo su
I'
padre. Por otra parte; el decir-todo es considerado en sí mismo como un I
tratamiento, en general: cuándo algo no va, hay que hablarlo. Ésta es la res-
puesta univers¡µ.
. Así, la decadencia del significante amo, de los ideales, nos remite, para
conocer lo bÚeno y lo malo, para saber qué hacer con las producciones ins-
) p~radas por_la .ciencia,. a los_ll~mados comités d~ e.'u·ca, ·q.ue. ~studiamos .este
ano con Ene Laurent en Pans, dando un sentido generalizado a esta ex-
presión . .gp la cultura de ho.Y,.Y-ª .oa.tenem.os..WJ..Otrn con mayúscula en el
lugar\de la -~~ctád:·I;-J~mocracia generalizada signit1ca"qi1~-supuesto'.
sufeto d~ ·saber no está sino donde nosotros estamos. El Otro somos noso- (( '
tros, en nuestra patética ignorancia de lo que hay que hacer. Ahora empie-
za el reino del debate, del deb.ate sobre lo que hay, tlel comité. Díganme y
les diré, y ya veremos.
No se puede ignorar el papel que ha tenido el psicoanálisis en esta
transmutación de la cultura: el psicoanálisis confluyó con la Constitución
de los Estados Unidos y sus enmiendas para instalar como eje de la cultura
actual el derecho yel empuje al decir-todo. Las obras del marqués de Sade,
aún prohibidas por la justicia francesa en los años cincuenta, ya se publican
ahora en «La Pléiade», la más prestigiosa colección francesa de obras maes-
tras. Así .P.,q~s. ...Js.11&~.9;~E~.Sfo?...ll9~§Qw¡\~e..)l..~ ¡¡,1.¡¡(~j.,~~!.,,r.!1;
b~1?.8..$9Llo. Ya se dibuja una cultura basada en una d~mocracia del goce
. .
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