Laurent. El Extranjero Extimo PDF
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Vueltas y entornos
A Acom
A CONTINUACIÓN
Destaquemos el notable éxito de este Foro (1) que nos ha permitido escuchar las
dificultades encontradas por cada uno de los actores que afrontan la dura realidad de lo
que es extraño-extranjero en nuestro mundo. Y esto, más cercano a las distintas
iniciativas y sus consecuencias, a veces divergentes, que cada uno de los actores puede
disparar.
Ciertamente, en el nivel de la razón pura, hay materia como para que el psicoanalista se
sienta autorizado a tratar lo extranjero como una dimensión de la existencia humana que
le es familiar. A diferencia de otras disciplinas psicológicas, el psicoanálisis no considera
al sujeto como un aparato unificado en el cual, la función de unificación estaría en primer
plano. Por el contrario, insiste sobre una aporía. Si, desde Freud, nuestra disciplina
enfatiza la complejidad de los mecanismos de identificación, es porque la identidad es
una quimera, una pasión o una locura. En nuestra práctica, le hemos dado un nombre:
locura narcisista, y hemos descrito el campo de expansión, así como la efectos de verdad
que marcaron la época. Los caracteres narcisistas, las personalidades narcisistas y las
Lacan Cotidiano N° 770 - Selección de artículos Biblioteca de la Escuela de la Orientación Lacaniana
Este síntoma es mucho más que la suma de los malos hábitos a los que pretende
reducirlo la psicología del aprendizaje. Se concentran, en una mixtura de síntoma y
fantasma, todos los caminos hacia el goce que el sujeto ha encontrado en su contingencia.
Sin embargo, cualesquiera que sean estas experiencias, cualquiera sea su dimensión, hay
una punto de reencuentro con lo extranjero que, desde las últimas enseñanzas de Freud,
hacia finales de los años veinte, no deja de atormentar a la comunidad psicoanalítica.
Freud, de hecho, nos advirtió contra lo que le pareció extravagante en el mandamiento
cristiano “ama a tu prójimo como a ti mismo”.
El extranjero es una cosa, pero el límite con el prójimo es otra. Rémi Brague
continúa: “Ahora, todo esto no va de suyo. Tenemos un ejemplo muy claro en
Maimónides:
Los idólatras [litt. los adoradores de estrellas] con quienes no estamos en guerra,
[...] no causamos su muerte. Por el contrario, está prohibido salvarlos si están
amenazados de muerte. Por ejemplo, si vemos que uno de ellos es arrojado al mar,
no se lo saca porque está escrito: ‘No permanecerás con los brazos cruzados
delante de la sangre de tu prójimo (rea ')’ (Levítico, 19, 16). Ahora, este no es ‘tu
prójimo’”.
Lacan comenta muy bien las distancias que Freud toma con respecto al prójimo
por razones que son ciertamente diferentes de las de Maimónides, pero que tienen sin
embargo todo su alcance. Es preciso volver a Freud para situar algo más que la voluntad
de no cargar sobre los hombros de la humanidad un fardo demasiado pesado. Freud
marca una doble retrospectiva: en primer lugar, la maldad que emerge en el prójimo; en
segundo lugar, eso que arde en cada uno de nosotros.
“Encontramos los comentarios de Freud que son muy precisos, y que colocan un
emotivo acento sobre lo que puede ser amado. Él revela cómo hay que amar al hijo de un
amigo, porque si este amigo es privado de su hijo, el sufrimiento será intolerable. Toda la
concepción aristotélica de los bienes está viva en este hombre verdaderamente hombre,
que nos dice las cosas más sensibles y sensatas sobre lo que vale la pena que
compartamos con él, ese bien que es nuestro amor. [...] cada vez que Freud se detiene,
horrorizado por la consecuencia del mandamiento del amor al prójimo, lo que surge, es la
presencia de esta maldad que vive en el prójimo. Pero a su vez ella también vive en mí
mismo. ¿Y hay entonces algo más próximo que este corazón propio que no es otro que mi
goce al cual no me atrevo a acercarme? Porque desde el momento en que me acerco –es
allí donde aparece el sentido de El malestar en la cultura– surge esta agresividad
insondable ante la cual retrocedo”.(5)
La economía puede apelar al egoísmo banal de lo útil para evitar esta zona del
más allá: “Mi egoísmo se satisface muy bien con un cierto altruismo, con aquel que se
sitúa a nivel de lo útil, y este es precisamente el pretexto por el cual evito abordar el
problema del mal que deseo y que le deseo a mi prójimo. Así es como reparto mi vida,
acuñando mi tiempo en una zona dólar, rublo u otra [...] donde mantengo a todos por
igual, a nivel de la poca realidad de mi existencia. [...] Lo que yo deseo es el bien de los
otros, a condición de que sea a imagen del mío”.(6) Y Lacan agrega: “El goce del prójimo,
su goce nocivo, su goce maligno, es eso lo que se presenta como el verdadero problema
para mi amor”.
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Jacques-Alain Miller señala: “En el odio del Otro, es claro que hay algo más que
agresión. Hay una constante de esta agresividad que merece el nombre de odio, y que
apunta a lo real en el Otro [...]. Es incluso la forma más general que podemos darle a este
racismo moderno en tanto lo verificamos: es el odio del modo particular del cual el Otro
goza”.(7)
Saber esto, conocer las aporías de amor y de goce en el vecindario del prójimo no
nos condena ni al cinismo, ni a la inmovilidad, ni a la constatación de la presencia
irreductible del odio o de la maldad. Estos impasses nos llevan a tener en cuenta algo
similar a lo que el Papa, en su recordatorio de la necesaria acogida del prójimo, ha
extendido por el también necesario llamado a la prudencia:
“Siento un deber de gratitud hacia Italia y Grecia porque han abierto sus corazones
a los inmigrantes ‘y’ acoger es un mandamiento de Dios”. “Pero el gobierno,
continúa, debe lidiar con este problema con la virtud propia del gobernante: la
prudencia. ¿Qué significa? Primo: ¿Cuántos lugares hay aquí? Secundo: no solo
debemos recibirlos, también debemos integrarlos. Tertio, es un problema
humanitario. La humanidad toma conciencia de estos campamentos, dentro de los
cuales ellos viven en el desierto.”(8)
La prudencia a la que llama el Papa, que habla del inconsciente colectivo a nivel de
las formas de goce, también está acompañada por un llamado al deber de los
gobernantes.
De una manera similar pero diferente, los psicoanalistas tenemos que aprender de
las formas en que las contradicciones entre los principios de la razón pura se resuelven
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en acto; nosotros también tenemos que asimilar aquello que, emanando de la razón
práctica, puede atenuar el imperativo de la recepción absoluta, en el caso por caso y
según las dificultades encontradas, antes, durante y después de la migración, de sujetos
tomados en las distintas temporalidades de las rutas del exilio.
La ironía de Putin
por Luc Garcia
En Rusia, hoy en día, Vladimir Putin no tiene tal vez la necesidad de rellenar las
urnas para ganar las elecciones. Los oponentes, globalmente, no existen o están
amordazados. Se fabrican fantoches y los Kremlinólogos de ayer, que admiraban los
ascensos vertiginosos y los descensos al purgatorio, observan las mínimas variaciones de
algunos candidatos del mismo partido que se han presentado, para intentar deducir la
nueva sociología política de un país que se atraviesa de punta a punta en siete horas de
avión. Pero ¿la cuestión no sería más bien discursiva?
El veneno
Esta elección se llevó a cabo en torno a un pequeño drama bien candente y hecho a
medida: el envenenamiento de Sergei Skripal, un ex-agente ruso que había dedicado su
vida a informar a los británicos sobre sus colegas rusos. Transferido al Reino Unido en
2006 en el marco de un intercambio de agentes secretos (cada uno volviendo al país para
el cual había trabajado), ahí recibió a su hija, envenenada como él –algunos llegan a
preguntarse si el veneno no estaba en las pequeñas baratijas que ella traía de Moscú
como recuerdo del país lejano.
A la opinión pública británica no le gustó mucho esta maniobra, que terminó con la
indisposición del padre y de su hija sobre un banco de una plaza muy british en la cual
fueron encontrados inconscientes. Se ha podido constatar que la dosis de veneno, el
novichok (un agente neurotóxico), era suficiente para contaminar también a los
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miembros del cuerpo médico que llegaron a socorrer al espía retirado y a su hija. Algunos
días más tarde, Teresa May expulsa a los diplomáticos rusos de suelo británico. Moscú
responde de la misma manera. A pocas horas de la elección presidencial, Putin,
cuidadosamente, no hace nada, dejando subir la tensión como se debe. Una vez elegido,
monta una escena de la que tiene el secreto, y muy sonriente frente a las cámaras
anuncia: Rusia no tiene nada que ver con eso; por otra parte, su Rusia no dispone más de
armas químicas. ¿Es para creer que el envenenamiento del agente secreto revela las
bombas almacenadas en los depósitos infinitos de la vasta Siberia? (1)
La salida de Teresa May se pretende una maniobra hábil por la cual aquella que abre la
boca primero hace creer que ella es la primera en presentar un acto. Ella le ofreció de
hecho a Putin un plato que él no habría dejado pasar por nada del mundo. Es posible
incluso que la receta haya sido preparada por el rush previo a las elecciones, ciertos
“detrás-de-la-cocina” son inspiradores de toda clase de cosas. El acto primero,
evidentemente, es el de envenenar.
Por el contrario, la novedad estriba en esto: Putin comienza las frases, pero no las
termina. Él hace cargo así a cada uno de encontrarse suspendido. Se podría acusar de
mala fe, pero algo lo hace resonar más radical aún: sin fe en absoluto.
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Primero, notaremos con Jacques-Alain Miller, que “el delirio es universal por el hecho de
que los hombres hablan, y que hay para ellos lenguaje. He allí el ABC desde donde
comenzar de nuevo: el lenguaje tiene, como tal, efecto de negativización”. (2) He aquí el
primer tiempo putiniano. Él se expresa sobre el caso. Toma el micrófono. Hace incluso
emisiones de televisión para explicarse sobre las manifestaciones de sus oponentes de
los cuales dice, por otra parte, que los comprende perfectamente, en un tono amable –
que si ustedes quieren, incluso en él, no siempre cae bien, es la vida, es la historia, es así.
Ese primer tiempo es a menudo interpretado como la firma de un coraje civil, en el tono
del propietario fálico bien plantado a quien pocas cosas lo desestabilizan. Él barre el
miedo como el verbo barre la cosa.
Pero Putin no se queda allí. Él dice que no tiene nada que ver, que su país no está
involucrado, que se trata de una maniobra de los enemigos de Rusia… Ese segundo
tiempo putiniano mata dos pájaros de un tiro. Combina una dialéctica claramente
victimista con la imposibilidad de cualquier continuación: esta imposibilidad se distingue
de la negativización primera.
Es, por otra parte, lo que da su carácter espectacular a las entrevistas de Oliver
Stone en el curso de las cuales el príncipe ruso se muestra todo vestido de músculos:
Stone se pretende provocador, se hace el vocero de las críticas, y Putin lo deja
suspendido, scotché (knockeado). No queda más que hablar de banalidades –porqué el
presidente ruso gusta jugar hockey en invierno, golf en la primavera, los caballos en
verano, etc.(3)
Se escribe, entonces, el momento más importante de ese tiempo, J.-A. Miller lo hace
notar: “En la frase interrumpida el significante no representa el menos del mundo lo
real… [lo real] ahí hace irrupción, es decir que una parte de lo simbólico deviene real”.(4)
Stone, un muchacho fuerte, parece listo a recibir una paliza y se presenta bajo una forma
ya sea divertida, ya sea depresiva, porque la suerte está echada; él viene de recibir una
sin siquiera haberse quitado el saco. Le queda estar estupefacto, divertido, infantilizado.
En síntesis, errante.
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El título original, Tours et entours, tiene varias resonancias: Rodeos y entornos o Giros y
cercos o Elecciones y reelecciones [N. de la T.].