Tema 11.
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Tema 11.
LOS PRONOMBRES
DEMOSTRATIVOS Y EL ARTÍCULO
DEMOSTRATIVOS Y ARTÍCULOS
El artículo definido español proviene del demostrativo latino de tercera persona; por
ello resulta convenientemente atender conjuntamente ambas categorías gramaticales.
Por su parte, el denominado artículo indefinido tiene un origen diferente, el numeral.
Los demostrativos.
Los demostrativos latinos poseían, al igual que los restantes pronombres y adjetivos,
una declinación completa que reflejaba el caso, número y género de su referente. No
obstante, las distinciones casuales se confundieron o perdieron; en cambio, las formas
neutras, desaparecidas en la mayor parte de los restantes adjetivos y pronombres (por
falta de referentes neutros, una vez que los sustantivos de este género se
reclasificaron como masculinos o femeninos), han mantenido su presencia en los
demostrativos, que cuentan con un neutro diferenciado para remitir a ideas y
proporciones no reductibles a un único sustantivo.
El latín se servía de las mismas formas cuando el demostrativo funcionaba como
adjetivo o como pronombre. En la variedad clásica, HIC, ISTE, e ILLE constituían un
sistema de tres deícticos, en el que cada demostrativo estaba relacionado con una de
las personas gramaticales. HIC se aplicaba a referentes cercanos o vinculados de
alguna forma con el hablante, ISTE a los que estaban próximos o se relacionaban con la
persona a quien se habla, mientras ILLE se utilizaba en el caso de referentes que no
estaban cercanos ni se asociaban al hablante ni al oyente. El español ha heredado este
sistema intacto, aunque os demostrativos españoles (este, ese, aquel) no descienden
de las formas latinas correspondientes (excepto en parte, en el caso de aquel), por
cuanto los demostrativos latinos (y ciertas formas emparentadas con ellos) sufrieron
una serie de cambios de función que esquematizamos en:
Orígenes de los demostrativos y pronombres emparentados.
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lengua latina; hay pruebas de que, antes de su desaparición, se convirtió en
competidor de IS, desempeñando junto a él un papel fundamentalmente
anafórico (es decir, funcionaba sobre todo como antecedente de un relativo: SI
QUI… ‘el que’…, etc.), del que ambos, IS e HIC, fueron desplazados por ILLE.
2
En cuanto a la evolución fonética de ISTE, IPSE y *ACCU ILLE, tan sólo precisan
comentario las formas masculinas singulares, pues, de acuerdo con lo que hemos
observado en el caso de sustantivos y adjetivos, habría que esperar que el nominativo
IPSE, acusativo ISTUM y dativo/ablativo ISTO hubiesen confluido en *esto, mientras
que *esto y *aquello hubieran sido los lógicos resultados de los demostrativos de 2º y
3º persona; la aparición de este, ese, aquel tal vez se deba a la necesidad de distinguir
las formas masculinas singulares de las neutras esto, esto, aquello (<ISTUD, IPSUM,
*ACCU ILLUD). Los masculinos singulares pierden a menudo, en español, medieval,
su /e/ final (est, es).
Aunque en rigor sólo se precisaba el prefijo distintivo *ACCU en la 3º persona, en el
español de la Edad Media y del Siglo de Oro se aplica con frecuencia a los restantes
demostrativos, de manera que est(e), y es(se) alternaban con aquest(e) y aques(se), si
bien las variantes expandidas fueron abandonadas a partir de esa época.
Los artículos.
En un principio, el latín carecía tanto de artículo definido como indefinido (y en su
forma clásica continuó desprovisto de ellos). Ahora bien, tanto en Oriente como en la
propia Roma era frecuente el bilingüismo entre este idioma y el griego; quizás por ello,
quienes hablaban latín sintieron la necesidad de recurrir a determinantes similares a
los existentes en la lengua helena, para lo cual adaptaron algunas partículas latinas
preexistentes.
La función primordial del articulo indefinido es hacer referencia a un elemento (cosa o
persona) que no está presente ante quienes participan en el diálogo y, por tanto,
resulta desconocido para el (los) oyente(s); ej.: ‘Érase una vez un rey…’. Ya que la
singularidad (por no decir la unicidad) del individuo es importante en tal situación
comunicativa, no puede sorprender que el latín vulgar se haya valido del numeral
UNUS (uno) para desempeñar esta función de reciente adquisición.
El masculino UNUS pierde su vocal final (>un), mientras que el femenino la conserva:
UNA> una; no obstante, en el español medieval la /a/ final se eliminaba cuando la
palabra siguiente empezaba con una vocal (un escoba, un onda) y no únicamente ante
la /á/ tónica inicial de palabra, como sucede hoy en día. Los plurales unos, -as no son
estrictamente artículos, y es preferible considerarlos junto con otros cuantificadores.
El artículo definido tiene como función fundamental el hacer referencia a un elemento
o elementos (cosas o personas) no presentes ante los participantes en el diálogo pero
cuya existencia es consabido el (los) oyente(s); ej. ‘Érase una vez un rey. El rey tenía
tres hijas’. Resulta comprensible que en estas circunstancias del discurso los hablantes
de latín empleasen como artículo definido un adjetivo enfático o que compartía los
rasgos de énfasis/identidad (IPSE REX ‘el rey en persona’); o un demostrativo
apropiado para aludir a un individuo ausente (ILLE REX ‘ese rey’); con esta función se
utilizó IPSE en algunas zonas del mundo latino, pero en la mayor parte se prefirió ILLE.
3
La pérdida de tonicidad que experimentó ILLE cuando se usaba como artículo al igual
que sucedía en los casos en que se empleaba como pronombre personal átono, originó
la reducción de –LL- a /l/ (en vez de a / /). Sin embargo, en el período medieval y en
los comienzos de la época moderna, la ocasional grafía ell del artículo singular, tanto
en su forma masculina como femenina (cuando la palabra a la que determinaba
empezaba por vocal), nos sugiere que el cambio –LL- > / / sí se produjo en el
artículo: al principio quizás sólo cuando –LL- iba inmediatamente seguida de vocal
tónica (ell omne, ell alma), pero más tarde también ante átona (ell ermano, ell
ermana).
En español preliterario, el artículo definido era todavía bisílabo (ela<ILLA, elos<ILLOS,
elas<ILLAS, si bien la forma masculina singular no se documenta con claridad en esta
etapa), pero la falta de acento permitió la elisión de la vocal inicial de los plurales (>los,
las). Por su parte, la atonicidad de las formas de singular condujo a la pérdida de una u
otra vocal (y, en algunos dialectos, a la eliminación de ambas ante otra vocal
siguiente); así, el masculino *elo>el (y, en español medieval e inicios del español
moderno, a veces ell ante vocal, condiciones en las que los dialectos norteños del
castellano permiten hay la simplificación en /l/. En cuanto al femenino, en la Edad
Media el preliterario ela se redujo a la (cuando la palabra síguete empezaba con una
consonante) o a el (cuando comenzaba por vocal); esta última variante compite con el
ocasional ell. Tal distribución de formas femeninas continúa hasta el siglo XVI,
momento en que ell se pierde y el se sustituye por la, excepto ante /á/u tónica (el
arpa, el hambre).
Como otras lenguas románicas medievales, el castellano vio extenderse el uso del
artículo definido a más y más grupos de sustantivos, a partir de las circunstancias
arriba descritas. Normalmente, los que se utilizan con valor genérico (en el singular) o
colectivamente (en el plural) no lo llevan en la época medieval (miseria de omne,
cristianos e moros), como tampoco los abstractos (vedar compra); igualmente se
encontraba ausente con frecuencia de frases preposicionales en las que hoy figura (en
campo, en mano), así como junto a nombres de ríos (cruzar Arlanzón). En todos estos
casos (y en algunos otros), el artículo definido se fue estableciendo sólo
paulatinamente, proceso que se completó a partir de los comienzos del Siglo de Oro.