Agustín Uña Juarez - Guillermo de Ockham

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Guillermo de Ockham rechaza las Ideas.

El giro filosófico de la modernidad y Platón


UÑA JuÁREz, AGUSTÍN
Universidad Complutense de Madrid

a) APROXIMACION Y CONTEXTO

Hubo un preciso momento en la especulación de Occidente en el que las


Ideas platónicas fueron expresamente negadas y excluidas. Cabe decir que,
agotada su virtualidad explicativa, dejan de ser el referente máximo y último
de inteligibilidad. Eso ocurre, justamente, en el renombrado siglo XIV. Más
aún, Guillermo de Ockham, responsable de tal operación, asumió la desco-
munal tarea de tener que sustituir por vez primera a Platón creando una
nueva «visión del todo» dilemáticamente alternativa a las Ideas, por apela-
ción a un nuevo referente de inteligibilidad total. Pues bien. Pese a quiebro
tan profundo y giro tan pronunciado en el devenir del pensamiento, la bisto-
riografia filosófica apenas si ha reparado en tan gigantesca mutación. Por
eso, quisiera proponer aquí algunas observaciones que vengo madurando en
sucesivas cursos de Doctorado en la Universidad Complutense de Madrid y
en algún ensayo previo’. Y, si el lector lo permite en este lugar, la evocación
de cómo llegué a este punto podría indirectamente aclarar la cuestión. Reali-
zada mi tesis doctoral sobre el pensamiento del siglo XIV, en las proximida-
des más críticas al ockhamismo —las del gran oponente de Ockbam, Walter
Burley— dediqué horas de intensa reflexión a la cultura de ese olvidado si-
glo para indagar en ella la raíz de tan profundo cambio. Y hube de retroce-
der al propio Platón, con quien, antes que con nadie, dialoga y discute Ock-

Véase mi estudio A. UÑA JUAREZ: «Hermenéutica de las Ideas. De Platón a Ockham

pasando por Filón y San Agustín», en La ciudad de Dios, 202 (1989), 173-230.

Anales del Seminario de Historia de la Filosofo. 8, 9-40. Edit. Univ. Comp., Madrid, 1990-91
10 Uña Juárez, Agustín

ham. Intenté, primero, trazar el cuadro general, el impresionante balance de


un tiempo nuevo y una época radicalmente innovada, en un momento de
tan manifiesta aceleracián histórica. Se hizo visible cómo el cuadro general
de vigencias teóricas y prácticas —que enmarcan la inserción del hombre en
su «mundo» y dan sentido a su vida para saber a qué atenerse— experimen-
tan un proceso de revisión y sustituéiángéneralizadas, de donde surgirá la
llamada «edad nueva» o edad «modórna». Y, en segundo término, me preo-
cupó averiguar si tan vasta mutación tenía algún sentido filosófico en su
raíz, algún secreto profundo y poco visible, hasta ahora no suficientemente
atendido. Se abría, así, el campo de una apasionante investigación histórico-
filosófica. Dos dimensiones vinieron lentamente a convergir en tal empeño:
1) ¡a insuficiente reflexión sobre elfenómeno Ockham por parte de la histo-
riografía filosófica; 2) la deficiente fundamentación de una auténticapeno-
dización de esta última en lo que a un medievo (y modernidad) filosóficos se
refiere. Descubrí que, en su verdadero fondo, la interpretación de ambos
puntos pasa obligadamente por la peripecia histórica de las Ideas de Platón.
Detengámonos brevemente en el último.
Hablar de períodos en la historialde lafilosofia es para no pocos estu-
diosos asunto secundario y mera curiosidad de apéndice, a modo de «ultí-
logo~>, paras historiadoresrvanos. Otros lo creen imposible En el extremo ~.

contrario, Hegel ye en ello una exigencia ideal tan indeclinable en el paso de


la Ide~ como rigurosamente determinable. Son los «momentos» necesarios
del despliegue del Espíritu autoconsciente en el meditan de la historia pen-
sante Lo decisivo es que, para el gran pensador de Stuttgart, se trata de
~.

2 Cf. E. AUERBACH: Lenguajéliterdhoypúblico en la baja latinidad y en la edad Me-

dia, trad. Barcelona, Seix Barral, 1969, 25. Y


2 No haypara Hegel historia exterior al devenit.de la Idea. La suya es siempre una historia
ideal. Punto capital es la inflexión de la humanidad en el advenimiento de Grecia como porta-
dor y portavoz de la Idea: «El mundo griego desarrolló el pensamiento hasta llegar a la Idea; el
inundo cristiano-germanismo, por el contrário, conéibe e¡ pensamiento como Espíritu. Idea y
Espíritu son, por fanto, los criterios diferénciaJes» (G. WI F. HEGEL: Lecciones de historia
de lafilosofla. vol,!, México, F. C; E., 1973, 97). Lo entiende como «dos épocas de la histo-
ría de la filosofia>,. Lo de menos aquí son las iñcdngruencias que todos.suelen ver en Hegel al
aplicar ese esquema al devenir histórico concreto y. establecer, por ejemplo, que el medievo ha
de se? pasado por alto, por parte de la autócoficieñciahistoriográflca en devenir del Espíritu,
calzando unas buenas «b¿ta~ de sieté légúas». Tiás esaúíaVé omisión,’eFcristiano-germanisrno
de Hegel eséfectis?amente y enconcfeto IJM=,dernidadluteranade Europa que en el propio
Hegelde Berlin (o época del.Espíritu) culmina como madurez histórica del Espíritu y nMpwpa
de su autosaberse. Pero esa selecciónde épocas, esa periodización desde la Idea, que omite sin
razón válida quince siglos de ejercicio de la teoría y reflexión, parece, cuando menos, arbitraria.
Y, en consecuencia, la periodización hegeliana tiene el indudable mérito de ser interior al deve-
nir de la filosofía misma e interna al despliegue de la teoría. Pero resulta inadecuada en su apli-
caciónó hermenéutica concreta>Porel contrario, láetudi¿ión gei~hiana del siglo XIX redescu-
brió a Alemania, el «áetinaño-cristianismo< como lo que en verdad fue: .un’pro¿eso de
maduración medievaL Hoy. de hecho, se entiende todo el medievo como la «maduración de
Európa» (5. MonteroDíaz). . . ¼.
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. LI giro filosófico... 11

momentos perfectamente determinables y necesarios de la Idea en retomo


recuperador de identidad devenida. Más modesto será W. Dilthey cuando
cree únicamente posible establecer ciertas etapas de «regularidad históri-
ca» En todo caso, si la historiografía filosófica ha de ser filosofia ella
~.

misma —como exigía ya en 1715 Chr. A. Heuman5 y lo reitera K. Jaspers


en nuestros días— la designación de períodos filosóficos deberá basarse en
el devenir interior de la filosofía misma y no por relación a cualquier refe-
rente exterior6. Una periodización de la filosofia, exterior a la filosofía
misma, al estilo de la historia sociológica de un E.Durkheim, es interesante
en sociología pero no pasa de mera curiosidad instructiva para el verdadero

W. DILTHEY: Teoría de las concepciones del mundo, Madrid, Rey, de Occid., 1974
Se reúnen aquí, como el lector bien sabe, una serie de ensayos del gran pensador que figuran en
el volumen VIII de sus obras completas. Estos intentos, completados aún con material pós-
tumo, recaen sobre la noción defilosofla y su historia y conceptos afines. Y son reveladores en
más un punto, generalmente por distanciamiento con relación a Hegel. En él piensa Dilthey
cuando dice estos reveladores párrafos sobre la historia y su posible periodización concreta:
«Es vano querer buscar leyes en el curso general de la historia. Pero debiera ser igualmente
claro que toda conexión teleológica incluye en sí misma momentos de regularidad (subrayado
mio). El primero de ellos es el crecimiento interno, según el cual se desarrollan la ciencia funda-
mental, la organización de las ciencias, el progreso de la metafísica, la disolución en sí misma y
por último la conciencia histórica acerca de la idea del mundo y la metafísica. El segundo es el
crecimiento simultáneo de las diversas panes de la filosofía. Esto se sigue de que están inclui-
das en la función de esta. El tercero, tas formas regulares en que puede ordenarse la confusión
de las concepciones del mundo según gradaciones continuas, etc.» (p. 137). Estoy muy lejos de
hacer mía toda esa farragosa explicación. Acepto, no obstante, de muy buen grado la idea de
momentos de cierta regularidad en el decurso de la filosofía, reveladores, sin duda, de otros
tantos «usus rationis» o, como el propio Dilthey afirma, de unos «círculos de supuestos»: «Por
consiguiente, un periodo de la filosofía consiste siempre en un círculo determinado de supues-
tos, condicionado históricamente, de posibilidades inherentes a ellos, de problemas en ellos im-
plicados. Toda producción de ese período está determinada por la dialéctica interna que recorre
las posibilidades desde los supuestos» (Ibid., p. 132). Cursiva aun.
‘ Cf. L. BRAUN: Histoire de l’histoire de la philosophie, París, Ophrys 1973, p. 100 ss.
El autor subraya la decisiva importancia que para una adecuada comprensión de la Historia de
la filosofía tuvo este notable pensador: «Heumann représente pour nous le moment oú l’histoire
de la philosophie entreprend de s’interroger sur son propre concept, et de se séparer d’une prati-
que sans conscience» (p. lOO). A partir de él, la historiografía filosófica expeyimentará la radi-
cal exigencia de su propia autolegitimación mediante un esfuerzo para ganar teoréticamente su
mismo concepto, alcanzando con ello su verdadero estatutode «disciplina». En losActaphilo-
sophorum del ilustrado Géttingen, Heumann planteaba en 1715 la exigencia radical de que la
verdadera Historia de la filosofía comenzarapor el excíarecimiento previo del concepto de filo-
sofia. La misma exigencia la plantea en el problema del origen y desarrollo históricos de la filo-
sofia que él entiende como un corpus veritatum. Adelanta ya el concepto romántico de genio.
Pero su aportación máxima es haber adelantadoa Hegel en la exigencia de una historiografía fi-
losófica cuyo origen y evolución sea interior al acontecimiento de la filosofía misma como
evento histórico.
«La notable analogía que puede observarse entre la historia de los principales períodos fi-
losóficos es ella misma un fenómeno filosófico, debido a causas esencialmente filosóficas» (E.
GILSON en: Thephílosophy of Brentano, Washington, 1930, 65).
12 Uña Juárez,Agusttn-

historiador de la filosofía’. Por el contrario, como exigía Ortega y Gasset, la


historia de la filosofía es algo interior a la filosoflamisma, despliegue de:su
mismidad8. En la línea de una historiografla filosofantéasí, se hallaéin duda
la última gran mirada al devenit conjunto del Occidente pensante, con ver-
dadero sentido unitario. Me refiero, obviamente, a M. Heidegger en quien la
Destruktion juega un decisivo papel para una auténtica Fundamentalonto-
logie acogedora, al fin, de la «silente palabrañ del Ser. La historiografla hei~
deggeriana es lectura metafisica, onto-lógica de la historia, onto-hermenéuti-
ca del pensar del Ser. Considera la desviación de la razón dominante basada
en la Idea (o ousía), el ente ocultador del Ser9. Una desviación histórica que
inicia Platón en Occidente, culmina Nietzsche y tiene su giro mayor en la
razón subjetivista de Descartes y Kant. La modernidad ratifica y confinna,
así, el «olvido de: la diferencia» proponiendo una -historización (historie) de
espaldas al destino (Geschick) asignado y enviado (geschickQ, clave de la
«verdadera historia» (Geschichte). Pata nuestro caso, algo decisivo se
afinna aquí: la interpretación historiogróficaprofunda nos devuelve y con:
duce a Platón I0~ Y, frente, a la «escuela de-Tubinga», antes descrita, nos

En el artículo de Gilson citado en la nota que aquí precede, esa concepciónde E: Durk-
heim se expone y se somete a crítica. La historia de la filosofía de E. Breatano establece -sus
cuatro etapas sobre la base del interés psicológico (Cf. F. BRENTANO: Die Vier Phasen der
Philosophie und ihr augenblícklícher Stand, Hamburg, Meiner, 1973; reseña de E. Harínian,
en-Ph ilosoph. iahrb. 40(1927), 224-6; véase también Philosophie, 3 (1938); 179-87.>
J. ORTEGA Y GASSET: Origen y epilogo delaj¡losofta, cd. P. Garagorri; Madrid;
Alianza cd., 1981, p. 177: «La historia de la filosofía es una disciplina interna de la filosoflay
no un añadido a-ella o curiosidad suplementaria.» -

Heidegger Éaexpresado en repetidas ocasiénes esta’su concepción, bien conocida de to


dos. Pero la hace más expliáita en los escritos del llamado«segúndo Heidegger», y cón particu
lar nitidez en la Carta sobre el humanismo: «Laijietafísica representa; ciertamente, al enteen
su ser, y piensa asi el ser del eflte. Pero no piénsa la diferencia entre loá dos [remite aquí el prbz
pio Heidegger aLa esencia del fundamento, de l929;a Kant-y el problema & la metafisica,
del mismo año; a Sery tíem~o, de 1927]. -La metafísica no pregunta por la?verdad del ser...
Esta pregúna no sólo no la ha hecho ahora la Metafísica. Esta pregunta es-inaccesible ala MeL
tafisiáa en cuanto Metafísica. El ser espera aún hacerse él mismo pensable- al hombre» (M
HEIDEGGER: Carta sobre el humanismo, trad: Madrid; Taurus, 1966, 18). En sucélebre
conferencia en Francia —la primera salida desgués dé la guerra, fueta de Alemania— con el-ti-
tulo Was íst das - die Philosophie? resume esa historia de desviación metafísica y recuerda el
concepto central de-Destruktion, ya indicado anunciadorhmnente en’Sein und -Zeit,- cap:6?
«Destruktiontedeutet nicht zerstñren, sondern Abbanen. Destruktion- heisst: unser ohr bit-
nén,freimachen fúr das; was sich -uns in der Uberlieferung als 5cm des Seinden zuspricht...»
(M. HEIDEGGER: Was ist das - die Philosophie, Pfullingen,-Neske, l963~, 33-34). Eviden:
temente, se trata de una nocióñ típica ya del «segundo Heidegger» y su peculiarcompromiso de
lenguaje-Ser. - . - - - ‘ -

- lO Los escritos sobre Kañt, Platón, Nietzsche ensayan púspectivas históricas sobre es~

«irrtumliche Geschichte des Seinden». La resume, una vez más, con particular alusión a lámo-
dernidad cartesiana, en Holzwege yen pasajes muy nítidos-de 14/as heisstDenken?, así,-como
en: las- dos-conferencias de Identitát und Differenz «Desde Platóuí y Aristóteles hasta Nietzs-
che, el fundamento de la unidad de la esencia onto-lógicade la<Metafisica permanece tan oculto
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 13

certifica de nuevo que el efectivo Platón, el que ejerció una auténtica efica-
cia histórica, fue el Platón de las Ideas. Occidente está marcado por la Idea
como principio supremo de inteligibilidad. Por eso, algo decisivamente sig-
nificativo ocurrió en Occidente cuando Guillermo de Ockham cerró el paso
a las Ideas, como acontecimiento de hondura máxima e interior al devenir
filosófico. Consecuentemente, su negación marca época nueva al cambiar la
pauta histórica y transmutar la clave onto-hermenéutica de lectura histórica.
Algunos interpretan esto como ruptura definitiva y perfecta con su propio
tiempo”. Ruptura similar —se dice— a la verificada por Francisco Petrarca
respecto a la .Bildung medieval 12• El gran poeta lo expresaba bien clara-

que ni siquiera se pregunta por él» (M. HEIDEGGER: Sendas perdidas, Buenos Aires, Lo-
sada, 19692, 163). La investigación actual sobre Heidegger recuerda que se trata de una con-
cepción muy madrugadora de nuestro pensador: «Entre 1930 y 1946 Heidegger ha culminado
uná interpretación de la noción de metafisica y de la historia de la metafisica ligada a ella, que
en realidad clausura una parte de programa de Sery Tiempo. Esa interpretación, sin embargo,
no hace más que reflejar la investigación histórica que desde el principio de los años veinte Hei-
degger ha puesto en marcha. La primera consecuencia de esa investigación, además de Ser y
Tiempo, fue un escrito sobre Platón (no publicado hasta 1942) con el título Teoría de Platón
sobre la verdad, que data del año 1930. En él se explica, por medio de la lectura de un texto
platónico (el mito de la caverna), la reducción del significado de filosofia al de »metafísica» (A.
LEYTE: «Introducción» a M. HEIDEGGER, Identidad y diferencia. Barcelona, Anthropos,
1988, 27).
En una de sus obras, recientemente traducida a nuestra lengua, E. Garin expresa en un
mismo contexto estas ideas: 1) ruptura entre modernidad y medievo (sin atender en ello a los
aspectos de innegable continuidad); 2) la ruptura pasa por la actitud de Ockham ante el pensa-
miento medieval secundada por sus seguidores ockhamistas: «Pero el golpe que asestó al terri-
ble franciscano de Oxford producida una herida mucho más honda. Su critica destruía los pila-
res del pensamiento sistemático tradicional: la concepción de especies fijas, de ejemplares, de
esencias eternas e inmutables en medio de la mutable vida de las existencias...» Alude allí
mismo al complejisimo siglo XIV cuya ruptura con el pasado sólo cabe representarla con la
imagen de un salto, una «neta ruptura» y una «novedad radical»; 3) el fondo de tal ruptura
—exagerada sin duda por Garin— está en el rechazo de las Ideas (E. GARIN: Medievo y re-
nacimiento, trad. Madrid, Taurus, 1981, 29-33).
“ Para comprender el distanciamiento de Petrarca respecto de su propia época —mihi

semper anas ista displicuít, decía él— hay que recordar los logros de investigaciones recientes
como los de P. O. Kristeller donde aparece nítida una contraposición creciente entre la forma-
ción escolástica de la universidad medieval, regida y presidida por el imperio científico de Aris-
tóteles y su dialéctica como acceso obligado al saber y cía vis scientiae. y, de otro lado, la cre-
ciente configuración desde finales del siglo XIII de un «nuevo curso» de humanidades sobre
bases más explícitamente literarias y morales llamado «studia humaniora». La importancia de
Petrarca como afianzamiento critico y constructivo de esta nueva formación es no sólo grande
sino decisiva. Todos los humanistas posteriores habrán de seguirle tanto en sus criticas a la dia-
léctica escolástica de su tiempo como en sus propuestas de una nueva Rildung. hasta llegar a
nuestro J. L. Vives, bien expresivo en cuanto a su crítica de los usos escolásticos de la forma-
ción. Aparte de los conocidos estudios de P. O. Kristeller, son de indicar aquí: E. GARIN: La
revolución cultural del Renacimiento, Barcelona, Ciltica-Grijalbo, 1981, 61-63, 230-5; R.
PFEIFFER: Historia de la filología clásica, vol. 11: de 1300 a 1850, Madrid, Gredos, 1981,
cap. 1: «Prehumanismo en Italia y el comienzo del humanismo: Petrarca y Boccaccio», 17 Ss.;
14 Uña Juárez, Agustín - - . r< .1

mente alidistanciarse- de.sus<rnísmos=días:.«mihisemper aetas ista,displi:-


cuit».:De modQtal, que aOckham,y.a su siglo entero le quedada ya sólo el-
talante, exterior de sus- propios días,tpues, «el~éspíritu yla filosofía Interior
del~siglo XIV-son:yá modernos~:únicamenteel-atuendotes -todavía medie:
val»¿-?.X<esto- no¿sólo. por-su apertura a dimensiones nuevasdel saber:y~a;la
metodología-experimental, al -ámbito dei-fenómeno y~la~cantidad,Ytan repeti~
damente:señalada-por:la inv.estigación4el siglo XX: -P.DuhemcG. Sarton,
A. Maier, J.- A.:Weisheipl34..~ Nitampoco por el advenimiento definitivo y
tecnicaménte capitalista.y burgué~ -del nuevo mercader!5. Nisiquieráporel
- - --y’:-’ -. . - - , -

0. GONZALEZ: Dialéctica escolástica y lógica humanística, Salamanca, Ed. Univ. 1987,


espec. cc. IV y V,109 ss.; V.,MUNOZ DELGADO:<
5La criticade los-humanistas a la ciencia y.
lógica de la escolástica tardía», en Actas-del Simposio de Santiago de Compostela. 311X-2/XI
de 1985, Santiago de Cornpostela,Ed. Univ. 1988, 34 1-56, artículo tan documentado y lúcido
como todos 5 SuyOs. .- , .. . , . - - ,,... -

14 A. DEMPF: La-Metafisica de la Edad Media, Madrid, Gredos, 1957, 24. -


- . Un compendio actualizado puede hallarse en la importante obra de F. -BOITIN: La
sc¡enza degli occamistí.. Lascienza tardo-medievale delle origini del paradigma nominalista
alíafrivoluzio,~escientifica; Rimini;Maggioli ed., 1982. , - §

1:5. J. LE 00FF: Tiempo. - trabajo -y cultura en el Occidente medieval, Madrid, Taurlis;

1983; 45 É. espec. pl 60.’Coino es sabido, Max Weber retrasaba la llegada del cápitalismo al
espiritu puritano del protestantismo. PdsturaX«clásica» compartida bajo diversos suj,ue~tóspor
W: Sombart en su escrito El capitalismo moderno a partir del final de la Edad Média de
1902, reedcs:, 1921 y 1928. Hoy se discute esa tesis y más bien se adelanta laaparición de las
técnicas capitalistas a la praxis económica delsiglo XIV con todo su-nuevo instrumental téc~
nico encuya renovacióntuvo-mucho que ver el hundimiento de viejas empresas y-su sustitución
por. otras-nuevas,-especialmente tras el terrible fenómeno de la Peste Negra a mediados del si-
glo...Que el Occidente- económico-capitalista surgiera ya en plena Edád Media y,- concreta-
mente en el siglo XIVlo anunciaba yagrosso modo lapostura de H-. Pirenne y-la cdnfirmaba
de modo preciso R. de Roover, el gran especialista en este tema:- Y les>sigue —con rara
unanimidad— toda la investigación reciente que conozco, a partir ya de J. LE 00FF: Merca~
deres y bar querosde la Edad Media, Buenos Aires, -Eudeba; 1982’; espec. los cc. 1 y IV de
tan lúcido escrito; 0. FOURQUIN: Histoire économique de lOccidente médieval, Paris, Co-
lin, 1969, espec, la tercera parte, cc. XI ss., pp. 297 ss. Traducciones recientes a nuestra len-
gua sobre-economíamedieval confirman la-época como cuna de Europa: D. C. NORTH, R. P.
THOMAS: El nacimiento del mundo occidentaL Una nueva historia económica (900-1700),
Madrid, Siglo XXI, 19892; 0. AL HODGETT: Europa medieval, -Madrid; Alianza, 1982’;
N. J. 0.. POUNDS: Historia económica de la Europa medieval, Barcelona-Grijalbo, 1981
Interesan particularmente los últimos capítulos de este libro de Pounds. El IX, «La revolución
comercial», abre-con estos expresivos párrafos: «Una revolución comercial, según las palabras
del malogrado Raymond de Roover, es «un cambio total o drástico en la manera de llevar los
negocios o en la organización de la actividad comercial». Esta revolución, según él, seprodujo
a finales del siglQ XIII y comienzos del XIV. Se caracterizó por un cambio en las actividades
de Ios~mercaderes-que, gradualmente, fueron dejando de desplazarse con sus mercancías y,en
su lugar, las confiaban-a «transportistas corrientes», y realizaban tantospedidos como pagos
mediante correos. Esta revolución vino señalada por el desarrollo de nuevas formas de-compa-
mas; por’la aparición de la letra de cambio, que eliminó la necesidad de mover grandes cantida-
des:de dinero, así corno el mecanismo para liquidarlas o descontarías, y por el creciente uso del
crédito, posibilidad por la letra de cambio. También hicieron su aparición métodosmás elabo,
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 15

cambio en el sentido general de la vivencia del tiempot6 Ni por el incre-


mento generalizado del «espíritu laico» en que, con exceso de moderniza-
ción, insiste G. Lagarde j~. Ni tampoco por algo tan decisivo para el pensa-
miento como la separación y divorcio que, gradualmente, a partir de J. D.
I8
Escoto, se efectúa entre razón y revelación, teología y saber filosófico

rados de tenencia de libros» (p. 468). «Muy acertadamente, De Roover ha notado la marcada
anticipación de las ideas de Adam Smith que aparecieron en los sermones del florentino San
Antonio, en pleno siglo XV» (p. 475). «Hacia el siglo XIV la letra de cambio pasó a ser el
principal vehículo de las transacciones bancarias a distancia. No era un talón puesto que no
podía negociarse. Era un documento por el que se ordenaba al banquero que realizara un pago.
Y su creciente uso durante la baja Edad Media incrementó enormemente el volumen de las
transacciones bancarias» (p. 477). Interesa también la obra recientemente traducida, de varios
autores, titulada Estudios sobre el nacimiento y desarrollo del capitalismo. Madrid, Ayuso,
1978. Unos párrafos de 0. 5. Landes confirman los ya consignados: «Este periodo de transi-
ción que va aproximadamente del siglo X al XIX fue de experimentación e innovaciones. En
cuanto a la industria, el avance más espectacular fue, quizá, la aplicación de la potencia hidráu-
lica a los martillos bataneros para tratar la lana y a la fragua, debido a que la sustitución de las
fuentes de energía animal por otras naturales es la condición para una moderna tecnología in-
dustrial. En cuanto al comercio, un grupo de cambios fundamentales en la organización de la
empresa y de las técnicas de cambió constituyó lo que un erudito (R. de Roover) describió
como la “Revolución Comercial” ... Se inventaron nuevos instrumentos comerciales y se resu-
citaron los antiguos. El más importante fue la letra de cambio... La expansión que comenzó al-
rededor del final del milenio continuó, con pequeñas interrupciones, hasta principios del siglo
XIV...» (Pp. 11-12, 13).
16 En las proximidades del siglo XIV aparece ya claramente una manifiesta laicización del

tiempo, entendido hasta ahora como distensión de lo sacro (recuérdese, a este efecto, que la ac-
ción en la conocida novela de U. Eco se desarrolla según las horas canónicas para indicar el
marco sacral de la temporalidad medieval). Pero desde el siglo XIV el mercader y otros facto-
res introducen nuevos elementos secularizantes, al considerar el tiempo como oportunidad de
negocio y de ganancia, etc. Sobre este notable tema, cf? J. LE GOFF: Tiempo, trabajo y cul-
tura.... cil., especialmente los capítulos titulados: «Tiempo de la Iglesia y tiempo del mercader
en la Edad Media» (pp. 45 ss.) y «Tiempo del trabajo en la “crisis” del siglo XIV: del tiempo
medieval al tiempo moderno» (pp. 63 ss.).
“ O. DE LAGARDE: La naisance de l’esprit laíque au déclin du moyen age, vol. 1:
Bilan du XIIIe siécle, Louvain-París, 19562, vol. II: Secteur social de la scolastique, 19582,
vol. III: Le Defensorpacis, 1970, vol. IV: Guillaume d’Ochham: Défense de l’Empire, 1962,
vol. V: Guillaume d’Ockham: Critique des structures ecclésiales, 1963.
~ Desde el ángulo de la Ilustración y de Hegel, considera el tema H. 3. Krúger descu-
briendo en el siglo XIV una nueva conciencia científica «que ya no se basaba en la unidad de
razón y revelación» sino que formula una emancipación del pensamiento respecto de la tutoría
teológica» (U. 1. KRIJJGER: Teología e Ilustración. Investigación sobre su mediación en el
joven Hegel, Buenos Aires, Alfa, 1976, 15. El propio A. Dempf insiste en este importante
punto —que deja también abierta la perspectiva de la modernidad teológica— y observa la rup-
tura con el medievo «en la extricta separación metodológica entre la filosofía y teología en Gui-
llermo de Ockham y los nominalistas» (A. DEMPF: La metafisica de la Edad Media..., ca..
227). Con lo cual, agrega él mismo, fundamentaron la moderna filosofía autónoma. A los clási-
cos estudios sobre la teología en el siglo XIV hay que añadir uno más reciente que logra tres
cualidades difíciles de reunir: informado, ocurrente, sensato. Me refiero a A. MILANO: «La
questione epistemologica della teologia tra il medioevo e l’etñ moderna», en Asprenas, 23
16 - Uña Juárez, Agustín

‘fampóco por- lá reivindicación’ de un poder secular autónomo en una reno-


vada -vida política-y en sus nueyos¿planteamientos-teóricos k2; Menos aún-:~r
el intéñso- auge-dé-movimientos sociales; poblacionales o demográficos ~ue
golpearon con particular fuerza por aquellos días 20• Ni por una patente reno-
váción’ en la espiritualidád y sus- degeneraciones, de lo—que tan magistral -

cuadro traza la popular novela de U. Eco21. Tampoco por la aparición de


los particularismos nacionales a expensas del viejo Imperio cuyas estructu-
ras comIenzan a derrumbarsefl. Ni por el declive del prestigio -papal- en

(-1976), 3l9~60: variación del concepto de cientificidad y variación del pensamiento sobre Dios
y lo diviho, es la correlación que aquí se establece a partir del siglo XIV y, particularmente,
desde el ockl’xan,ismo. -
< Como panorama, cf. DE ORELLANA Y UNZUE: Partidos políticos en el primer re-
nacimiento (1300-1450). Madrid, -Fundac.Univ. 1976; también: S~ MONTERO DIAZ: Las
ideas político-sociales de-Guillermo de Ockham..., Madrid 1949; PILOT: CommunitWpoli-
tica,e communitá religiosa nelpensiero di Guglielmo di Ockham, Bologna, Pátron cd., 1977,
con bibiiogr. - ;, - - - - - -

-o Como todos saben, tres fueron los movimientos-tipo que amenazaron seriamente el Or-

den político del siglo:XIV, si bien no fueron revueltas sociales al modo como las entiende nues-

tro tiempo>Me refiero a losCiompien Italia, a la Jacquerie en Francia y a Wat Tyler en-Inglá-

terra. Hubo tambiéñ insurrecciones menores, y otras vinculadas estrechamente a movitnieñtos

religiosos como fue el caso delosHussitas alrededor de Juan Huss. El conocimiento actual del

tema es-bastante amplio y exacto por los estudios recientes sobre el mismo, nuevo precedente

de una modernidad en-iíxinterrumpido intento de reforma política. Véans¿ M. J. ARAGONE-

5135: Los movimientos y luchas sociales en la baja Edad Media, Madrid, CSIC., 1949;EI tu-

multo de los Ciompi <crónicas y memorias], Buenos Aires, Centro ed. América latina, 1967;

G. FOURQUIN: Los movimientos-populares en la Edad Media, Madrid, Castellote, 1973; 1.

MACEK: La revolución husita. -Madrid, Siglo XXI, 19’75;ID., ¿Herejia o revolución? -El

movimiento-husita; Madrid, Ciencia Nueva, 1967; M. -MOLLAT, M. WOLFF: Uñas azules,

Jacquesy Ciompi. Las revoluciones populares en Europa en los siglos XIVy XV, Madrid,-Si-

go XXI, 1976; R. HILTON: Siervos liberados. Los movimientos campesinos medievales y el

-levantamiento-inglés-de 1381; Madrid, Siglo XXI, 19822 (orig. 1973). - -

- - 21 La novelase hace eco de una amplia gama de movimientos de la «espiritualidad»de la

época, condensados en la horrible figura de «Salvatore». Sin entrar aquí en la mistica y su nota-

ble floración por este tiempo, -la investigación general es amplia: 1. HUIZIiNGA: El otoño de

la Edad Media. Estudios sobre las formas de la vida y del espíritu durante los siglos XJVy

XV en Frqncia y en los Países Bajos, Madrid, Rey. Occ., 1973<; G. LEFF:Heresy.in the late

middle ages, vols. 1-II, Manchester 1967; C. TRINKAUS, A E. OBERMAN (edirs.): Tite

pursu it- of holiness en tite late rniddle ages and tite Reanaissace. Leiden, Brilí, 1974; F.

RAPE: La Iglesia y It, vida religiosa en,Occidente afines de la Edad Media, Barcelona, La-

bor, 1973; obra clave: M. LAMBERT: Medieval heresy. Popular movementsfrom Bogomil to

Hus, Ed. Arnold pubí:, 1977, recientemente traducida en Taurus, Madrid. Delos estudios apa-

recidos-entre nosotros sobre la novela de U. Eco, me ceñiré a indicar únicamente los de F: G.

MATARPANZ: Esufrancisc., 88(1987), 47-47; Studium, 27 (1987), 235-57; Pial. Gracia,

34(1987), 255-70;-Rev.Est Polít., n. época, n. 56(1978), 137-58. También: R. GIOVAN-

NOLI (edr.): Ensayos sobre E/nombre de la rosa, Barcelona, Lumen, 1987.

922 Sobela decadencia dela idea deImperio y su sustitución creciente por un mapa europeo

de particularismospolíticos, los que darán el protágonismo a la Europamoderna y su indivi-

-dualismo,cf. B. GUENEE: Occidente durante los siglos XIVy XV. Los estados, Barcelona,

Labor, 1973. Sólo Dante,-amigo personal-del emperador Enrique VII, permanecerá fiel al viejo
Guillermo de Ockha,n rechaza las Ideas. El giro filosófico... 17

Aviñón, tras su enfrentamiento con Felipe IV el Hermoso, de Francia, y con


el emperador Luis IV, tras las discusiones franciscanas sobre la pobreza y la
debilidad en la cuestión templaría..., acompañado todo ello por el incre-
mento simultáneo de las ideas democráticas que acabarán por revolucionar
la futura Europa en la edad moderna y contemporánea23. En fin, omi-
tiendo otros aspectos más en la renovada efigie cultural de esta olvidada

ideal del Imperio, como metamorfosis de la «civitas Dei”, en su célebre escrito De monarchia
cuyo texto puede hallarse en Obras completas de Dante Alighieri. Madrid, Católica-BAC.,
l980~, 694-742, cf. J. LLAMBIAS DE AZEBEDO: «La filosofía política en Dante», en
Stromata, (1941), 49-68; A. TRUYOL Y SERiRA: Historia de lafilosofia del derecho y del
estado, vol. 1, Madrid, Alianza cd., 19786, 356 ss. 365 ss. El descrédito moderno del papado
como instancia de unidad política tuvo su inicio en el siglo XIV tras su enfrentamiento con el
rey francés Felipe IV el Hermoso, su lucha con el emperador alemán, Luis IV de Baviera, la re-
sidencia en Aviñón que arrancó severas criticas de nuestro gravísimo Pero López de Ayala y
las más célebres de Petrarca Cf. P. AMARGIER: «Pétrarque et la polémique contre la curie»,
en la obra en colaboración Franciscains dOc. Les Spirituels ca. 1280-1324, Toulouse 1975,
355-70; tras la intervención en el debate franciscano. Cf. DAMIATA: Guglielmo d’Ockham:
povertá e potere, vol. 1: llproblema della povertá evangelica efrancescana nel secolo XIII e
XI 1< Origini del pensiere político di G. dockham, vol. II: II pote re come servizio. Dalpnc¡-
patus dominativus al princ¡ipatus ministrativus, Firenze, Ed. Studi Francesc., 1978-1979
(obra básica); tras las acusaciones de herejía a Juan XXII y, muy en particular, tras el escan-
daloso «cisma de Occidente». Cf? V. A. ALVAREZ PALENZUELA: El Cisma de Occi-
dente. Madrid, Rialp, 1982, con bibliogr. Para el cambio suyacente en las concepciones políti-
cas, cf. E. GILSON: Las metamorfosis de la ciudad de Dios, Madrid, Rialp, 1965. Otro
hecho disgregador del mapa medieval como comunidad imperial universal fue la celebérrima
guerra de los Cien Aáos al acentuar las particularidades nacionales de Francia e Inglaterra, cf
Ph. CONTAMINE: La Guerre de CentAns, París, PUF., 1977; ID., La guerra en la Edad
Media, Barcelona, Labor, 1984. A las concepciones democráticas de Marsilio de Padua me re-
fiero en nota siguiente.
23 La concepción del papado como poder monárquico y absoluto «tam in spiritualibus
quam in temporalibus» era severamente criticada por Marsilio de Padua, significando prácti-
camente su postura al pasarse al bando del emperador Luis IV en lucha con el papado. Amigo
de todos los máximos inconformistas de sus días, publicó en 1324 una obra clave en la evolu-
ción de las ideas políticas, su celebérrimo Defensor pacis que afrontaba de hecho dos cuestio-
nes decisivas: origen del poder temporal, naturaleza de la comunidad eclesial. Podemos redu-
cir a tres las grandes conclusiones significativas de la obra, además de rechazar seca y
firmemente la naturaleza jerárquica del poder eclesial y la infalibilidad papal (que atribuia
sólo a la Biblia): 1) negación a la Iglesia de todo poder en lo temporal, en lo cual queda más
bien sometida al poder absoluto del estado, continuando así el «galicanismo» incipiente de otro
célebre personaje de la época, Juan Quidort de Paris, partidario de Felipe IV de Francia frente
a Bonifacio VIII, y acentuando con ello la autonomía perdida del poder temporal. A la Iglesia
le quedaría el poder ministrativus, la administración pastoral; 2) principio de soberanía popu-
lar o principio democrático, según el cual no sólo laicos y eclesiásticos se sitúan en idéntico
plano, sino que además el poder reside en e1 pueblo pudiendo atribuirselo a sus representantes
sin contar con eí Papa, como de hecho proclamará públicamente la «Bula de Oro» en 1356: los
príncipes electores designarán la personadel emperador sin intervención papal; 3) comunidad
eclesial: está sobre el papado, pues ella detenta en la Iglesia la suprema autoridad. La obra
revolucionaria, de un liberalismo acendrado, de Marsilio, acaba de ser tersamente traducida
por Luis Martínez Gómez en Tecnos, Madrid 1989.
18 - Uña Juárez, Agustín

centuria, no es vano decir que el siglo XIV inaugura la Bildung del huma-
msmo-moderno,- aspecto redescubierto hoy cuando se trata de indagar las
-

raíces medievales del-Renacimiento24. Cae así la vieja y tanjante contraposi-


ción entre Renacimiento italiano y medievo, trazada por J. Burckhardt en
los comienzos de una investigación decimonónica todavía por culminar25.
De tal modo que- seda. exagerado hablar de una primera--interpretación no
cristiana de la historia por Petrarca, primer contrapunto —se dice— a la
agustiniana visión del acontecer histórico entendido como tempora chr¡s-
tiancz 26
Con ser importante todo este cuadro cultural innovado, lo decisivo es to-

- 24 Hoy se ve en el medievo el momento fundacional del humanismo moderno o se descubre


allí sus verdaderas raíces históricas, en lugar de la vieja y falsa contraposición, un mito creado
por los propios humanistas modernos con intención de subrayar su originalidad. Cf? W. ULL—
MANN: Medieval foundations of Renaissance Humanism. Ithaca, Cornelí Univ. Press,
1977; P. O. KRISTELLER: El pensamiento renacentista y sus fuentes, México, ECE., 1982,
espec. cap. VI: «La filosofía renacentista y la tradición medieval» (Pp. 150-86). Por lo demás,
hoy se suele anticipar el comienzo del Renacimiento humanista moderno. Así W. K. Ferguson
habla del periodo 1300-1 600. El caso más significativo ese1 de las «auto-rectificaciones» que
P. O. Kristeller ha introducido en sus escritos retrotrayendo gradualmente la fecha de ese co-
mienzo: 1) primero habló del periodo -1350-1600; 2) luego corrigió: 1300 ó 1350-1600; 3) fi-
nalmente, estableció 1280-1600. Las fechas nos las propone en corrección bien consciente.
25 He aquí un texto-resumeñ de la postura de J. Burchhardt que incluye palabras suyas:
«Entre Edad Media y Renacimiento existe una violenta antítesis. En Italia, la antítesis co-
mienza-a acentuarse desdeel siglo XIII, y sobre todo desde mediados del XIV. En el resto de
Europa se acusa, sobre todo, en la segunda mitad del siglo XV y comienzos del XVI. El hom-
bre medieval, sumido en un mundo teológico, vivía impersonalmente. Le faltaba individualidad
y visión realista del mundo. Desconocía la antigúedad clásica. Sólo vagos vislumbres ocasiona-
les le-permitían conocer los grandes modelos antiguos. El Renacimiento es —desde Italia— la
gran mutación espiritual que revela al hombre su propia intimidad, el valor de la personalidad
humana, la naturaleza y la antigúedad. Tal es la-aportación del espíritu renaciente: individua-
lismo, actitud empírica, valoración del mundo real, humanismo. “La conciencia, con sus dos
caras, la que rniraal mundo y la que mira al interior del hombre,hallábase en la Edad Media
como recubierta por un velo, viviendo un sueño... Y el velo estaba tejido de fe, torpeza infantil e
ilusión: vistos a través-de él, el mundo y la Historia adquirían maravillosos colores, mas el
hombre no se reconocía sino como raza, pueblo, partido, corporación, familia. Esto es: en una
forma u otra de lo universal. Es en Italia donde el viento levanta por primera vez este velo. El
estado y las cosas todas de este mundo comienzan a ser materias de examen objetivo, comien-
zan, igualmente a ser tratadas de manera objetiva. Mas, a la vez, y en toda su pujanza, surge lo
subjetivo, el hombre se.transforma en individuo espiritual, reconociéndose como tal. Es el
mismo fenómeno que en otro tiempo había acontecido al griego frente a los bárbaros...”
Tales son las palabras de Burckhardt, que resumen muy significativamente el sentido de su
teoría. Renacimiento y Medioevo quedan rigurosamente contrapuestos. Renacimiento, es de-
cir, individualidad, consideración objetiva del mundo. Medioevo, es decir, impersonalidad, des-
valoración del mundo.» (5. MONTERO DIAZ: Introducción al estudio de la Edad Media,
Murcia, Liniv., 1948, 232-3).
~ Cf. E. KEVANE: «Philosophyof history and the Lord of history>, en Doctor Comm.,
-30(1917), 219-49; 378-409. Según este (equivocado) autor, Petrarca centraría su historia no
ya en Xto., -sino en los clásicos. Y sería, por eso mismo, un contrapunto a la visión de San
Agustín.
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 19

davia hallar su raíz, la transformación filosófica que lo acompaña y en-


vuelve. Cuando hablamos de «espontaneidad del espíritu» y del auge de la
subjetividad, como marcas de modernidad, hay que preguntarse con toda se-
riedad si una renovación así llegó a Europa por sorpresa o tuvo un largo pro-
ceso de preparación. Desde hace algunas décadas, se viene reparando ya en
que elfinal del medievo y el arranque de la modernidad han de leerse en
clave hondamentefilosófica —como cambio del principio radical de inteli-
gibilidad— y desde un momento preciso: el siglo XIV Refiriéndose a él,
dice nuevamente A. Dempf: «... las concepciones decisivas de la moderna
metafísica arrancan ya de esa fecha» 27, Y agrega que, en cualquier caso, la
modernidad filosófica ha de ser retrotraída al siglo XIV, paralelamente a
como P. O. Kristeller y E. Garin lo vienen afirmando del humanismo en ge-
neral 28• A tomar definitivamente en serio este gran descubrimiento del siglo
XX tres impedimentos mayores obstan aún: 1) las interpretaciones vigentes
sobre la módernidad y el Renacimiento; 2) la que podríamos llamar «pre-
vención cartesiana»; 3) la deficiente consideración de Guillenno de Ock-
ham por parte de la historiografia. Dos palabras sobre cada uno de estos tres
puntos.
Los ensayos de comprensión frente al fenómeno unitario del Renaci-
-miento y la modernidad en general pululan desde la pasada centuria a la ac-
tual «post-modernidad». No me detendré ni analizaré todas las perspectivas
de interpretación proyectadas sobre la modernidad con valor de otras tantas
claves: el nuevo ciclo humanista de la formación, acontecimientos marcan-
tes de la historia general, el «retorno» del hombre y su dignitas, la nueva
cienci3 con sus nuevos «paradigmas» y métodos, la burguesía liberal, la pro-
testa religiosa, el subjetivismo cartesiano y su voluntad de razón-dominio, y
hasta la expansión geográfica ampliadora del «mundo», etc. 29~ Lo impotante
aquí es señalar que todas esas interpretaciones recurren, en definitiva, a algo
derivado o exterior en general a la filosofla. No ofrecen base adecuada de
periodización. Sólo la «clave platónica» que aquí se propone es adecuada
para marcar época filosófica. Es decir, la que toma como referente histó-
rico el devenirde las Ideas como raíz última de toda teoría, de aquella par-
ticular visión del todo que desde Platón se entendió como filosofia. Por eso,
están en lo cierto A. Dempf y E. Gilson cuando aluden de pasada a este
punto>0. Pero ni ellos ni otros investigadores se detienen aquí, pese a que es

27 A. DEMPF: La metafisica..., cit., 23.


~ «Subjetivismo, vitalismo y mecanicismo son, junto al correspondiente positivismo e
idealismo del Renacimiento político, las posturas principales de comienzos de la Edad Mo-
derna y deben ser tenidos en cuenta para el siglo XIV como los grandes adversarios del rea-
lismo occidental» (A. DEMPF: La metafisica.... cit. 26).
“ Cf? A PRANDI (Edr.): Interpretazioni del Rinascimento, Bologna, II Mulino, 1971.
30 A. DEMPF: La ,netaftsica..., cit., 277; E. GILSON: Lafilosofia en la Edad Media...,
Madrid, Gredos, 19762, 600.
20 - - - - - Uña Juárez, -Agustín- -

bien-patente- que una metafísica realista, fundada por Platón, se -sustituye


por-otra metafísica-subjetivista,- en Ockham, al haber rechazado expressis
verbis. las-Ideas. -El.predominio del sujeto, que en la pertinacia subjetivista
actual lleva a K. Otto y a tantos más al grito- de consigna «bock to -Kant!>?,
tuvo., su -primera cuna en -el-- desplazamiento ockhamista del, ser al sujeto
como- reino de$la- significación. De tal modo que si nos preguntáramos
-

cuándo Irfilosofladejó-de-ser teoría-de la Idea, habríamos de responder que


a partir-de- Ockham.3No porque después de-él-desapareciera la memoria de
Platón--sino porque desde, laiopción filosófica ockhamista la filosofía habría
de ser-ya otra’cosa, -sobre todo por buscar el principio radical de. inteligibili,
dad, lo-que vuelva al mundo-pensable, en el dominio de. signos-y significar
dos, es~decir~ en el- ámbito del sujeto; En continuidad bien consciente con
San Agustín, el medieval —incluido el propio 31. Tomas
Por deA
ellasquino— creepo-
el ente finito no
sible el-pensamiento en:cuanto
queda--definitivamente, aaojado,que
a lahay Ideas
mera finitud opaca -de su- individual
particularidad. ‘Al contrario, participa de una communitas rei al participar
de la Idea;El ejemplarismo platónico hace del-mundo finito trasunto imita-
tivo de la verdadera realidad resplandeciente y modélica, fundamento del
optiniismo,estético-medieval32. El conocido y venerable estudio de E. Pa-
nofsky muestra el-alcance medieval que, para la concepción estática, tuvo la
transmutación de.las Ideas por San Agustín haciendo de ellas «casi -una ló-
gica-del pensamiento divino» y —agrego yo— una especie de «código cos-
mológico» para -producir ordenada-y bellamente el mundo. Insiste Panofsky
en el carácter marcadamente teológico de tal concepción lo que lleva a este
intérprete a exagerar la teonómía de la estética-medieval. Pero, en cualquier
caso, el mundo brilla para los medievales hermosamente iluminado por la
Idea de. Platón y su transformación por Agustín33. -- -

- “ La base platónica en-el pensamiento tomista es tan obvia como lo es ya en el propio


Aristóteles. Actualmente,ensayos de C. Fabro insisten particularmente en ello. Pero hay toda
una-línea de investigación en tomo a este decisivo punto ¿Es cierto que en la base misma del
pensamiento tomista hay una profunda opción de tipo platónico? Es así, ciertamente, y no po-
dna serde otro módo. para la discusióncf. C. RICCATI: «La imagen de Platón crí Tomás de
Aquin¿» en Reii~ d. filos. (Méx.), 19 (1986), 481-500 y sig. números de la misma revista.
32 El optimismo del rn¿di¿vo tenía un gran ápoyo aquí como muestra el éspecialista en eí
tema, E. DE BRUYNE: Estudios de estética medieval. vols. 1-111, Madrid, Gredos, 1958. A
ese optimismo en concreto dedica un capítulo de su obra-compendio, recientemente reeditada
en traducción a nuestra lengua: La estética de la Edad Media, Mádrid, Paraninfo, 1987, cap.
V: «El optimismo estético»(pp. 133-1.40).
“ -E. PANOFSKY: Idea. Contribución a la historia de la teoría del arte. Madrid, Cáte-

dra, 198r, cf. pp.33-43. Como conclusión, afirma: «Por tanto, podemos decir, por último,
que, para la concepción medieval, la obra de arte no nace mediante una adaptación, unacuerdo
entre eí hombre y la naturaleza, como expresó el pensamiento del siglo XIX, sino mediante la
proyección de una imagen interior en la materia —una imagen interior que, aunque en realidad
no pueda ser denominada con el concepto de “Idea’, convertido ya en término teológico, si
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 21

Si el medieval filosofa partiendo de la Idea y por referencia a ella, para


Ockham hay filosofla bajo el supuesto de que no hay Ideas. Y, en conse-
cuencia, afronta el reto de sustituirlas y permutar la communitas reí por una
communitas signí, de la que él mismo expresamente habla La apelación ~.

a la subjetividad es clara y queda abierta para Descartes como nueva op-


ción. Pero cabe denominar «prevención cartesiana» la actitud que consiste
en dar crédito a pie juntillas a cuanto Descartes dice o supone sobre el pa-
sado de la filosofia, o mejor, sobre un pasado sin filosofia, una historia no
portadora de verdad e incompatible con ella35. Lo que le lleva a exigir un
comienzo absoluto de la verdad en la meditación solipsista, autónoma y
ahistórica de su propio «discurso». Esto es lo que Descartes dice o supone:
la negación de todo pasado filosófico y todo acontecer histórico de la verdad
que no sea el de su propio pensar. Y esto mismo es lo que ciertos intérpretes
dan sin más por cierto cuando excluyen de hecho toda génesis histórica del
cartesianismo. Tal había sido igualmente el supuesto de 3. Burckhardt

puede ser comparada con el contenido de éste; también Dante, queriendo evitar intencionada-
mente la palabra “Idea”, resumió esta visión medieval del arte en una única y lapidaria frase:
“El arte se encuentra en tres fases: en el espíritu del artista, en el instrumento y en la materia
que, a través del arte recibe sus formas”» (p. 42, donde alude a Dante, De Monarchia, II, 2).
~ «Et ideo genus non est commune pluribus per identitatem in cis et cum eis, sed per
quamdam communitatem signi, quomodo idem signum est commune ad pIura significata» (Gui-
llelmus DE OCKHAM: Expositio in librum PorphyriiDepraedicabilibus, ca- 5, ed. en Opera
philosophica et theologica, Opera philosophica, vol. II, St. Bonaventure, N. Y., 1978, p. 22.
El mundo subjetivo da la base a esa «communitas ggni». Ese mundo subjetivo, filosóficamente
válido, lo componen dos elementos: «intentiones in anima» y «verba» convencionales (mien-
tras que las primeras establecen una relación biunívoca natural). En todo caso, es bien claro
que la filosofia verifica un giro decisivo, fundamental retrocediendo a la interioridad anímica
frente a la inteligibilidad participada por las cosas mismas, como era el caso bajo el esquema
platónico. Al igual que en Descartes, el discurso filosófico válido apela a la «interioridad
pura», secularizada, es decir, sin iluminación superior, si bien, al fin, haya que recurrir a ella
como idea innata, presente de suyo y por sí al espíritu. Pero es otro préstamo más (de emergen-
cia) que Descartes solicita del pensamiento antiguo aunque lo rechace.
“ Como L. Braun muestra —y a cualquiera es dado ver— Descartes propugna o supone
una historia sin verdad, una verdad sin historia, hasta hacerse discurso intemporal de la «ratio»
que hilvana su filosofía. Muy al contrario, por ejemplo de la racionalidad hegeliana, cuya pleni-
tud recoge la suma de todos los «presentes» o hacerse presencia de la verdad; o de la razón
aristotélica que atraviesa, teleológicamente conducida, todo el acontecer de la cultura griega,
desde los teólogos que procedieron PVOLXCL=, los primeros filósofos y estos filosofaban ahora
Xoyixds hasta llegar a la presente filosofia, la suya propia. La duda cartesiana opera, así pues,
la función práctica de una auténtica «Destruktion», pues la razón precavida y difidente excluye
todo pasado como condición para el alumbramiento de la verdad. Ortega y Gasset ha insistido
en este aspecto destructivo de la razón cautelosa que en la razón crítica kantiana exige alzarse
sobre la ruina absoluta y efectiva de toda construcción filosófica previa. En consecuencia, la
verdad cartesiana exige tener comienzo absoluto, ser creación radical. La investigación actual
muestra que ese sueñó cartesiano es mero ensueño e ilusión. Para la pretensión cartesiana cf? L.
BRAUN: Histoire de Ihistoire..., cit, 59 Ss. También G. LEFÉBVRE: El nacimiento de la
historiografia moderna, Barcelona, cd. M. Roca, 1974, 97 ss.
22 , - - Uña ‘Juárez, Agustín

cuando -subraya en exceso la&riginalidad.histórica del Renacimiento. -Con-


cepción-hoy superada3%Y, sin embargo, algunos continúan-aplicándola aún-
en filosofía..Suponen, por eso-mismo,quela modernidad -filosófica habría
surgido,ex abrupto-y por-sorpresa, a modo de generación espontánea como
fruto únicamente de-sí misma -y en.una ruptura perfecta con todo pasado, sin
distinguir adecuadamente entre lo que los modernos dicen de lo que-en ver
7.
dad hacen en su reflexión. De ahí.que todo intento de hacer comprensible Ja
vertiente medieval de Descartes, los cauces del medievo par los que entra:y.
discurre su filosofla, sean- considerados poco menos que atentatorios contra
la onginatidad filosófica de la modernidad-y Descartes. Frente a la ingenua
visión y la mirada corta de estos intérpretes —para quienes la exégesis hei-
deggeriana confiere sin más. certificado de originalidad absoluta .a:Descai
tes— sigue siendo urgente indagar lo que realmente ocurrió a lo largo de la
«génesis medieval» -de- su sistema. Un primer 37. intento en-esta- dirección
Investigaciones; lo.
posteriores
constituyeaún
muestran el que
célebre~
- escrito-de
también E. Gilson tuvo «raíces históricas» cuando
el cartesianismo -

apelaba a una interioridad subjetivista, autónoma, como espacio adecuado


del acontecimiento de la verdad. El pensamiento cartesiano —como- cual-
quier, otro, y- contra lo que el propio Descartes pueda decir o suponer— si-
gue el- cauce general del pensamiento occidental que, inaugurado en Grecia,
continúá transfigurado a lo largo del medievo, consideradóho9 como época
de la testación de Europa. Y no pareée que Gilson agotará el tema ni llegara
al fondo mismo de la cuéstión~8. Pero la «prevención cartesiana»-frente.a
toda visión continuista y genética-de la modernidad- pensante, la pretensión
de hacer de- ella un comienzo absoluto, está fuera de circulacióñ ciéntífida

- ~< Ni la conciencia de originalidad subrayada por parte de los humanistas ni el ánguloin-~


terpretativo de Burckhardt están enlo cierto pues <... ni veía el lado modémodelhombre bajo-
medieval, ni veía el lado medieval del hombi’e rnodemo»,(S.MONTERODIAZ:Introduc-
clon..., cit., 230). Se reconoce
- - - - su impulso pero se niega su acierto: «Todo ello [eesa nueva
conciencia de comienzo absolutol originó que los humanistas poseyesen la ~onciencia de una
nueva edad. Póse$’eron en grado máxin4o la irnj,residn deque eíiell& nacía un mundo radical-
mente o~ue~to al pas~do inmediato. t4quella su vocacion de iniciadores te, - sin duda, una
fuente ubéi-rima d~ energía> dinainismo. Pero en &den a l¿inteipr~tación de 1~ Historía, cons-
tituía mí gr¿ve erroi d¿óptid? Ellos no rompián con el pasado. Por el contraríó’, ¿<el pasado qué
r’epudiabánrhadurábaén su ~ropia inquietud y su energía polémica» (Ibid., 231). «...l~Eur~opa
batallado9aduráñte el i,iotoño de la Édad Media” anuncia-y ‘pt~iára. la época moderna. D¿sd~
muchos puntos de3ista~l Renaciinientoés hijo de estaséxperiencias anteíi¿reL peró las sil-
pera, las amplía, las im~ulsa decididaimente, hacia adelante» (G. LEFEBVRE: El ácici-
miento...,
37 . dñ~ 51). -- -
-
- - - , - - -

E. GILSON: Etudes Sur le Míe de la pensén médiévale dans laformation da systézne


cartésien, Paris, Vtin, 1930. - - - - -
39”
3. DALBIEZ:«Les-sources acolastiques de la théorie cartésienne - de
-
l’étre- objectif? A
propos du “Descartes” de M. Gilson>,, en Reí’. d’hist. d. l.philos., 3 (1929); 464-72. Señala
proveniencia escotista. - - -
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 23

entre avísados. Pues la transformación del hombre y del Yo en sujeto, ha-


zaña teorética de la modernidad que Heidegger enfatiza en Descartes, es ya
un cauce previamente abierto, par el que su pensamiento opta y discurre39.
Ese cauce novedoso del pensamiento, ese nuevo «usus rationis», lo inau-
gura G. de Ockham. El afrontó por vez primera estas dos opciones del ejer-
cicio de la teoría: 1) o bien el fundamento de inteligibilidad está donde Pla-
tón lo puso, en las Ideas, 2) o bien ese fundamento es el sujeto. Y al optar
decididamente por el mundo sígnico del sujeto como el verdadero portador
de inteligibilidad, abre la vía cartesiana y la razón de la modernidad. Esto es
claro.
Pero un tercer impedimento frente. a una visión historiográfica así lo
constituyen también las diversas interpretaciones del ockhamismo. Los pun-
tos de vista se han multiplicado en la segunda mitad del presente siglo~. Y,
sin embargo, la raíz decisiva del pensamiento de Ockham viene quedando
oculta o pasa, a menudo, inadvertida. Pues si el medievo representa en toda
su extensión la pervivencia platónico- agustiniana de las Ideas, Ockham en-
cama la rebelión frente a ellas, su rechazo y el intento primero de sustitu-
ción de las mismas. Por lo cual, el secreto último de la constitución radical
del mundo está para él no ya en la Idea sino en una Voluntad. Y la primera
creencia decisiva en Ockham no es en el Dios de las Ideas generales sino en
el Dios omnipotente. La modernidad ratifica y sanciona esta visión volunta-
rista que somete lo réal al espacio humano de la voluntad «instrumental» y
dominadora. Cuando Heidegger y otros advierten sobre este importante as-
pecto, olvidan indicar que esta perspectiva de «modernidad» era ya exi-
gencia metafisica a partir de Ockham Todo el empeño teórico del britá-
~

~> La irrupción de la subjetividad sigue viéndose como rasgo específico de la modernidad


clásico-cartesiana. En virtud de ella no sólo es el sujeto espacio propio del acontecer de la ver-
dad; es también criterio decisorio de existencia y de realidad: «no existe realmente, no es
realmente sino aquello que “puesto” por y para la subjetividad auto-consciente, dueña de sí y
de todo...» (F. GUIBAL: «Martín Heidegger, pensador del mundo moderno», en Rey, filos.
(Méx.), ¡9(1986), 457-73, cit., 465). Convertido el sujeto en centro y medida de toda objetivi-
dad, el mundo queda enteramente disponible, «manipulable según los caprichos y la arbitrarie-
dad del hombre» (Ibid.) Tras Descartes, nos hallaremos en una civilización de la cantidad al
arbitrio de la voluntad de poder. Por eso Heidegger ve en Descartes al gran portavoz moderno,
anunciador de la voluntad de poder, concepto éste que se actúa dentro de su tradición bajo la
pluma y en la palabra de Nietzsche. El error de Heidegger y de quienes le siguen es no haber
extendido la mirada antes de Descartes: el mundo de la voluntad se encendió tras el apagón de
la Idea. Y ese cauce de voluntad y voluntarismo lo abrió radicalmente Ockham. Descartes ca-
mina por el cauce que le dejó abierto el británico. No es Descartes comienzo absoluto!
~ Las interpretaciones del pensamiento de Ockham a mediados de nuestro siglo son pre-
sentadas en unos conocidos estudios de R. M. TORELLO: en Pensamiento, 9 (1953), ¡99-
228; 11(1955>, ¡71-88; 259-83.
41 Una excepción la constituye, en cierto modo, Marx Horkheimer. En su célebre crítica de
la razón instrumental, 1) muestra el contraste entre razón objetiva. de ascendencia y caracterís-
24 - - - Uña Juárez. Agustín -

nico se cifra en él imperativo de tener que sustituir la visión de un mundo


-

presidido por la Idea, por otro más bien sígnico y subjetual, rebajado de
esencias, incrementado en experiencia, abierto al fenómeno, a lo cuantita-
tivo, lo metodológico y lo formal, y radicalmente fundamentado en la-deci-
sión voluntarista de un supremo querer. -

b) EL RECHAZO OCKHAMISTA DE LAS IDEAS


Una interpretación adecuada del pensamiento de Ockham requiere con-
siderar aquellas opciones básicas que determinan su visión acerca de lo real.
Las demás operaciones, derivadas y secundarias, dependerán de las prime-
ras. Pues-bien; tres parecen ser las actitudes radicales que condicionan y de-
terminan la divergencia del británico de la tradición filosófica previa: 1) el
rebajamiento del universal; 2) la individualización absoluta del ser, 3) el re-
chazo de las Ideas platónicas. Los tres aspectos tienen una indudable y es-
trecha correlación entre sí. Pero casi nadie (nadie, en realidad) ha reparado
en la -dependencia-de los dos primeros puntos respecto del tercero. -

Ockham afrontó osadamente el rechazo del platonismo- con todas sus


consecuencias: teniendo que proponer una gnoseoontología radicalmente
nueva sustituyendo a la platónica. En esa nueva visión -reconoce Ockhain
que importa42.
mucho elaborar toda una nueva ciencia acerca del signo y de la
significación -Pero en cuestión tan urgente -y grave la -decisión capital no

ticas platónico-aristotélicas, y la concepción subjetivista de la razón, propia de la modernidad:


«Grandes sistemas filosóficos, tales como los de Platón y Aristóteles, la escolástica y el idea-
lismo alemán [?Jse basaron sobre una teoría objetiva de la razón... En el foco central de la teo-
ría de la razón objetiva no se situaba la corresponencia entre conducta y meta, sino las nocio-
nes :.. que trataban de la idea delbien supremo, del problema del designio humano y de la
manera c¿mo -ralizar las metas supremas. Hay una diferencia fundamental entre esta teoría,
conforme a la cual la razón es un principio inherente a la realidad, y la enseñanza que nos dice
que es una capacidad subjetiva del intelecto...» (M. HORKHEIMER Crítica de la razón ins-
trumental, Buenos Aires, Sur, 19732, 16-17); 2) alude expresamente a las Ideas de Platón:
«En el platonismo, la doctrina pitagórica de los números que procedía de la mitología astral fue
transformada en la doctrina de las ideasque inteata definírel contenido más alto del pensar
como una objetividad absoluta, aun cuando ésta, si bien unida a ese contenido, se sitúa en úl-
tima instancia más allá de la facultad de pensar...» (p. 19); 3) habla de una «enfermedad mo-
denia de la razón» surgida del afán de dominio del hombre hasta subyugar al otro hombre: «Si
quisiéramos hablar de una enfermedad que se apodera de la razón... La enfermedad de la razón
tiene sus raíces en su origen, en el deseo del hombre de dominar la naturaleza... La subyugación
de la naturaleza producirá como consecuencia la subyugación del hombre y viceversa» (PP.
184-5); 4) se le oculta en ello la presencia y la mención de Ockham. -

42 «,,, Multum est necessaria scientia de significatione vocum et ordine earum in signifi-
cando» (Gulielrnus DE OCKHAM: Expositio in libn¿m praedicamentorum Aflstotelis, cap.
-10 cd. Opera philos.. vol. II, 229).---Y la razón es, dice él, porque la ciencia no se adquiere ade-
cuadamente sin una doctrina acerca de las palabras.
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 25

compete a la mera gramática o a la simple lógica. Al contrario, igual que


Platón tuvo perfecta conciencia de su decisión metafisica al apelar a un nivel
de realidad ultraempírica, también Ockham cree que decidir sobre la urdi-
dumbre profunda, íntima del ser y del conocimiento compete únicamente
al metafisico Por donde queda claro cuán deficientemente entienden a
~.

Ockham quienes sólo aciertan a ver en él a un mero reformador de la gramá-


tica o de la lógica44. Ahora bien, la decisión más grave tomada por el Ock-
ham teórico y metafísico fue sin duda la de rechazar las Ideas platónicas.
Pero es, justamente, el aspecto menos conocido de su radical transmutación
metafísica. Pues de los dos primeros puntos todo el mundo cree, confia sa-
ber ad suJJYcientiam: Ockham depotencia (entmñchtigt) el universal. Y esto
tanto en el orden del conocimiento como en el de la realidad misma. No
hay, pues, universal esencia o comunidad real compartida, participada,
sólo hay universalidad representada (contrapone: in essendo-in repraesen-
tando). Advirtiendo, eso si, que esta universalidad representativa nada es
separada de los individuos particulares representados. El conocimiento se
agota así en los particulares significados desde los que ese conocimiento se
alza y a los que se refiere. El universal no está en modo alguno en las cosas,
por relación a las cuales no dice jamás identidad sino mera designación,
los significa. El universal «non est realiter in individuo» porque aquí «esse-
in accipitur pro praedica rl». Y la diferencia, por ejemplo, «non est aliquid
intrinsecum it ti quod differt». Los predicamentos ni significan ni declaran
otra cosa que los singulares. La razón es bien sencilla: tanto el género como
la especie no son sino «Quaedam intentio in anima ve! conceptus». El oden
predicamental queda reducido al subjetual: a lo meramente nocional, inten-
cional, conceptual, nominal y aun «vocal», sígnico, en definitiva. Lo que
Aristóteles pretende decir en su «lógica», es decirlo que los escolásticos lla-
maban su «intentio», es, par tanto «determinar» sobre palabras. Y, en con-
secuencia, sus diez predicamentos son sólo «voces et intentiones». Ante los
ataques de sus adversarios —léase a W. Burley entre todos— Ockhani in-

~ El texto de Ockham es terminante y claro: decidir cómo son en sí los conceptos y qué e-
zistencia real tengan compete a la metafisica. He aquí sus mismas palabras: «Verumtamen qua-
ha sunt ista fabricata, scilicet conceptus et intentiones cuiusmodi sunt syllogismi, propositiones
ternlini et huiusnxodi, an sdiicet sint realiter et subiective in anima existentes, an alio modo,
non ad logicam sed ad metaphysicani pertinet» (Gulielmus DE OCKHAM: Expositionis in Ii-
bros anis logicaeprooemiun, ed. Opera philos., vol. fl, ‘7). Más adelante, lo repite de nuevo:
«Quamvis praedictae quaestiones et consimiles non ad logicum sed ad metaphysicum sin perti-
nentes...» (Gulielmus DE OCKHAM: Expositio in librum Pophyrii De praedicabilibus, ed.
Opera Milos.. vol II, 10).
“ Correlativamente, la teoría de las Ideas o formas era también mucho más que fundamen-
tación del pensamiento: era ontología, decisión sobre el ser, dictamen radical de realidad, teoría
total del ente, explicativa de su naturaleza propia y de un principio radical propio» (A. C. PE-
GIS: «El dilema del ser y de la unidad», en R. E. BRENNAN: Ensayos sobre el tomismo.
Madrid, Morata, 1963, 220).
26 - Uña Juárez, Agustín -

siste particularmente en el predicamento de la sustancia. --Para él es claro


-

que toda sustancia —primera o segunda— es mera «intento animae» o


«vox»~y «quodsubstantia quaecumque imaginabilis est vere singularis et
individua». Por-tanto, lo Universal no es realidad integrante de la esencia de
cosa .alguna. Todos los universales «non ±untde essentia earum, sed tan-
tum -significantessentias earum». A veces, adviene Ockhani el esge-in-se
toma par el mero sign(ficad. La expresión «sibiacere in allquo»~no indica
estar- en otro sinó simplemente formar parte como «subiectum» -de una pro~
posición-por orden-al predicado: lo. que el Filósofo pretende decir, afirma
Ockhám, no -es que géneros’ y- especies sean panes esenciales dé las sustan-
cias sino que son signos-:que importan.y designan, significan sustáncias. En
définitiva,- todo pensar: y-todo decir (y todo ser)-se reÉuelven en individuos
singulares. Pretenderlo- contrario es -manifiesto error, como Ockham dice re’
petidamente en su Comentado a lasSentencias, -en su Exposición del Isa-
goge de Po>flrio, etc.:-Es, pues; bien claro el rebajamiento y la depotencia:
ción (Entamñchtigung)lde.lo universal que para todó pénsamiento posterior
a-Platón -—Kant incluidor- e-ra referente bbligado de -conocimiento perfecto
o -cíentifico. Cada cosa -era: cognoscible- por -launiversalidad de- ~u-forma;
- -

presente y encamada en su e~encia. -Más-aún la ciencia era vista como cono-


cimiento obvio, del vín&ulo entre’ el-Individuo y--lo Universal. El artéfacto ló-
gico de tal: mostración-deductivalo inventófrAristóteles con el nombré de si-
logismó.- De tal-modo que-en-su mentalidad deductivista toda ‘tienda viene á
ser o bien--un silogismoiínplícito ó’bien-un silogismo al revét-Pero con Ock-
hamesá misma universalidad referénte,dél saber queda depotenciada en to-
dos los~ sentidos:- conocer,- decir, ser. Y se agota en los individuos,- o mejor;
en~los- significant¿s -de un-mundoradicalmente individuo9.:-r - -

Tocamos así-él segundo punto capital qUe séñalábamos en’la transmu-


--

tación de Ockhanr l&ihdividualización absóluta del ser. Va~ implícita en


cuanto-precedev nada de- cuánto hayde real: &e -puede -decir -queexista- como
de algún modo universal~ bien én’cuánto todo -o bien en cuanto parte: Dicho
de otra manera, el orden real queda reducido a estricta individualidad y par-
ticularidad. Su comentario al primer libro de las Sentencias dice taxativa-
mente que ninguna cosaes-tiniversál «nec completive nec inchoative nec in
actiñiéc ¡ti potentia»jEstá’¿pción radical por
~os~ la convic clon enstiana deJa ornnipdúnóia - el singulár
- de- Dios laenatribuyen
Ockliam algu-
(Ph.
Boehner). Lo cierto es que se~trata de una opción radicalmente determinante
de su pensamiento. En efectó, n hay «hombre», dice él, flierade los hom-
btes particúlares.Y así;«déihte~ztione Philó~opht~~tponere quodnulla-est

¿1-

-, ‘Y Gulielmuá DE OCKHAM: Expositio in librum Porphyrii, cap. 2,, art. II ‘cd. Opera
phUoi4 vol.-II, 4StiEn ¿seimismo-contexto Ockham nos dice algo importantepara él:qué es el
individuo: «Nam individuum ést-illud qu&d consistit ex diversispropietatibus qune omnes simul
sumptae non possunt in aliquo alio reperiri» (ibid., cap. 2 art. 15; cd. cit: 11,51).-. -- - -
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 27

res praeter res absolutas». De esta gravísima opción metafísica fue también
consciente Ockham. Y, por si no lo fuera, sus contemporáneos le advirtieron
ya de sus consecuencias: la exclusión efectiva de la metafísica del campo
científico, ya que es ciencia preocupada de suyo por nuestra idea de lo que
hay de más universal en lo real: la idea de realidad misma, e. d., el ser. Así
suena la réplica de W. Burley en su comentario al Ars vetus:
«Si nada es sustancia, sino la sustancia singular, se sigue que no existe
ciencia alguna de la sustancia. Y así se destruiría la metafisica que trata de
las sustanc¡as insensibles 1= suprasensibles] y de las sustancias eternas.
De igual modo, se destruiría la ciencia de los entes naturales que trata de
las Sustancias móviles, ya que no existiría ninguna otra ciencia, a no ser la
de los conceptos del alma”<6.
Vengamos ya al tercer punto. el que aquí más nos importa, dentro de la
historia significativa del platonismo: el rechazo de las Ideas. Esto explica
de raíz todo lo precedente y exige toda una metafisica transmutada desde su
base. Pues si, realmente, no hay Ideas universales participadas por los sin-
guIares, el singular queda reducido a su mera singularidad. No habría nada
universal y sólo cabría un universo particular con otra nueva concepción del
saber, del conocimiento y de la ciencia.
Pero, ¿de qué modos y en qué términos rechazó Ockham a Platón y sus
Ideas? De doble modo: implícita y explícitamente, es decir, en un texto
donde expresamente afronta el tema. Me refiero aquí a esta expresión más
clara y contundente y explícita de la que no intentaré presentar una herme-
néutica plena y propia. Me ceñiré sólo a observaciones imprescindibles de
tres tipos: textuales, históricas, doctrinales.

i) Observaciones textuales

Resulta bien extraño —insistiré luego en ello— que la historia medieval


de las Ideas esté aún por hacer47. Pues así es. Y, en consecuencia, me per-
mito aportar aquí indicaciones más bien generales, fruto de mi indagación

46 Si ergo nihil sit substantia nisi substantia singularis, sequitur quod nulla est scientia de

substantia, et sic destrueretur metaphysica quae est de substantiis insensibilibus et de substan-


tus aetemis. ítem, destrueretur scientia naturalis qune est de substantiis mobilibus, quia nulla
asset scientia nisi de conceptibus in anima» (GUALTERUS BURLAEUS: Expositio super
artem veterem, Venetiis 1947, fol. l9vb).
~‘ Tanto más extraño es cuando se llevan ya décadas de investigación sobre el platonismo
medieval del que traza un reciente balance R. IMBACH: «Chronique de philosophie: Le (néo-)
platonisme médiéval, Proclus latin et l’école domiicaine allemande», en Rey. d. théoi et d.
philos., 110(1978), 427-48. Sólo existe sobre la Ideas en el medievo un precioso estudio de
M. Grabmann y otro deL. M. de Rijk (citados ambos en nota que aquí sigue). Existe también
un buen articulo de diccionario filosófico (que cito en nota mfra, n. 102). Para mis cursos de
Doctorado trato de reunir materiales textuales de primera mano con la ayuda de mis alumnos.
28 Uña Juárez,. Agustín - --

personal. El medieval estuvo ampliamente, hondamente- preocupado par la


célebre «quaestio de -Ideis», de tal modo que pocos escritores habrá¡i omi-
-

tido tratarla. El investigador actual ha de ser, pues, perspicaz y precavido:


puede hallarse con ese problema en los «géneros literarios» más dispares.
Corno ejemplos más conspicuos, cabe citar: 1) los comentados bíblicos de
todo tipo, en particular el Génesis, en el A. T., y elevangelio de Juan, en el
N. T., pues allí se trata de la producción universal y radical y de la media-
ción del- Lógos. Y ya desdé Filón de Alejandría era tradición ‘agitar el tema
de las Ideas con ese motivé y eñ ese contexto. 2) Otrostipos de escritos son
los comentarios a Aristóteles. a pártir del siglo XIII, y en-éspécial,.los de la
Etica, Física y Metafisica sin excluir ninguno de lós restantes tratados del
Estagirita. Al lado de ~llos figura el propio. Timeo platonico, vanas veces
comentado en el medievo, o escritores como Boecio, el P&eudo-Dionisio,
por no -mencionar ya a Plotino y- a San Agustin. 3) Otrogénero literario en
que se encuadran- múltiples indagaciones es el de las «Quaestiones»,- tanto
las «disputatae» como las «de quolibet». Santo Tomás, por ejemplo, trató
las Ideas en ambas ocasiones; y de fonna bien sólida y profunda porcierta~
4) Las Summae; tanto- las de teología (desde el siglo XII) y- de filosofia
(desde-cíXIII) eran otro momento de tratamiento seguro. 5) También se
agitan cuestiones sobre las Ideas o el mundo intéligible en escritos de estrúc-
tura personal e independiente de la escolaridad, como-es el caso-bieñ in-
signe de San -Anselmo (¿casión monacal> y de San Buenaventura, quien
aborda la cuestión en unas conferencias universitarias (Collationes). Peró
hay un género casi- absolutamente obligado para que todo estudiante medie-
val pase por esá cuestióñ y redacte públicamente su parecer, ya desde elsi-
gio XII hasta bien entrada la edad moderna: 6) el comentario a las -Senten-
cias de Pedro Lombardo. Siguiendo todas estas obras el mismo orden de
verdades comentadas, corresponde siempre al libro 1, distinción 35 (ó 36) cl
tratamiento prácticamente obligado de la «quaestio’de Ideis>k Se podría
confeccionar un fichero de posturas en tan decisivo tema.—y es,justamente,
lo que en mis cursos de doctorado vengo -realizando con mis alumnos., En
-
—— — 1 — — —

ainteríores sondéos. sobre todas estas expresiones ¡iterarías Ockham <había


pasadd inadvertido. Así le ocurrió a M. Orabmann y a algunos más Y,sin ~

embargo, el gran pensador británico afronta el tema, lejos de la rutina impe-


rante; con él maximo vigor del gran filósofo. Me refiero; pUes,- a su’Cornen-
t~rio al libré [de las Sentencias, distin¿ión 35 del libro 1. Se ttata de>la
«Ordinatio», es decir, de ajue¡la parte del texto rnismd que el propio autor

48 M. GRABMANN:- «Des heiligen Augustinus quaestio de ¿deis (De diversis quaestioni-

bus LXXXIII q. 46) in ihrer inhaltlichen Bedeutung» en Philos. Jahrb. d. Górres Gesellsch.,
43 (1930), 297-307 Mittelalterliches Geistesleben. Ed. II, Manchen, Hueber, -1936, 35-61;
L. M. DE RIJK: «Qunestio de ¡deis. Sorne notes on an irnportant chapter of-platonism», en
Kephalaion. Studies in greekphilosophy... offered to C. .1 De VogeL cd, -1. Mansfeld-L. NI. de
Rijk, Van Gorcum, Assen, 1975, 204-13.
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 29

preparó para su publicación. A esta seguridad del texto original en su redac-


ción se añade el haber sido ya incluido en la edición crítica en curso de las
obras completas de Ockhan49. Me permito añadir aún una ulterior «seguri-
dad». Una traducción de esmerada fidelidad literal ha sido realizada por mi
mismo y recientemente publicada50. He de insistir en que los medievales se
encontraban obligadamente con esta cuestión al comentar las Sentencias
debiendo comprometerse con tan decisivo tema:
«Los maestros universitarios medievales, al comentar el clásico libro
de las Sentencias de Pedro Lombardo, se hallaban inevitablemente ante el
deber de retomar la cuestión, y habían de arreglar cuentas con las afirma-
ciones platónicas y agustinianas, bien reproduciéndolas casi íntegramente,
o bien fundiéndolas con las adquisiciones del aristotelismo mediatizado por
¡os árabes, o bien intentando otras opciones culturales en línea con las he-
rencias filosóficas del pasado...»51.
De este modo, el marco textual determina la metodología misma de su
tratamiento: o bien per modum quaestionis o bien ad modum comment¡.
Oclcham sigue aquí el más usual: el primero, aunque pegado estrechamente
al texto original. La marca de la disputatio se halla, pues, plenamente aquí.
El desarrollo del tema pasaba casi siempre por una confrontación dialéctica
de opiniones que había que considerar y sopesar, ya que, en definitiva, se
trataba siempre de una cuestión (quaestio) en la que el transcurso del
tiempa había labrado ya varios lados y perfiles. La estructura disputatoria se
plasma aquí en tres artículos. El primero trata de definir la Idea pero esa de-
f’mición se aplaza para más tarde. El segundo artículo discute la necesidad
de afirmar las Ideas. El artículo más extenso y fundamental es el teróero
donde se contiene la doctrina propia de Ockham de forma dialéctica, es de-
cir, en una tupida y férrea red de «responsiones» a dificultades y pasturas
anteriormente propuestas sobre el tema y en un bien marcado tono polémico
que le llevó a enfrentarse nada menos que con un intocable: Platón. Pero ese
era el modo en que la hermenéutica textual se entendía por entonces: el

Gulielmus DE OCKHAM: Scriptum in librum prin¡um Sententiarum. Ordinario, d.


35. q. 5, cd. G. 1. Etzkom ctE. E. KclIcy, en Opera philosoplúca et theologica-Opera theolo-
gica, vol. IV), Saint Bonaventure, N.Y., 1979, 479-507. Cuando me refiero al texto latino o lo
cito en el texto, o aludo a esta paginación. Recuerdo que en el texto ockhaniista de las Senten-
cias sólo el libro 1 es una «ordinario». Los libros II-TV son «reportado», como en la introduc-
ción de la aludida edición se indica.
50 Cf. A. UÑA JUAREZ: «Hermenéutica de la Ideas. De Platón a Ockham pasando por
Filón y San Agustin», enLa ciudad de Dios. 202 (1989), 216-30. En ese mismo escrito mio
traduzco y comento también con amplitud y detalle el escrito de San Agustin De Ideis. Intento
reunir y de algún modo comentar los textos relativos a las Ideas entre el Fedón platónico y el
texto de Ockham en un amplio proyecto de reconstrucción textual y hermenéutico.
“ p: GIUSTINIANI: «II problema delle Idee in Dio secondo Giacomo da Viterbo», en
Anal Agustin. 42(1979), 285-42, cit. p. 286.
30 Uña-Juátez, Agustín - -

texto o la -cuestión propuestá~ el léma discutido,- habíañ de -someterse a una


«expositio» y-«deélaratio» :según su lirtera, sensus, sententia asuntos ya -

bien- estudiados hasta. los siglos XIII y XIV, especialmente par- -M~ Grab-
mann; R G]orieux y por mí iÉi~nió52? Se \‘tiliza el juego de autoridades ya
conocidoen-la época.- Alanode Lille decía que’lds-autores tienen, cual esta-
tuas,-lanariz de cera, versátil en todas las direcciones. Y-así- parece saberlo
Ockham. También parece estar al corriente del-consejode suconnacioñal
Rogerio Bacon: corregir una autoridad apelando a otra para no ser acusados
de impiedad... Es sabido que en ~ Sentencias Ockham es parco en men-
ciones derecíente~
-t
autores coetaneos
-. llegan comó Tomás
eráel uso éntré i~edie~falési
Escoto~ EnSusel mencio-
nes mas a- Sánto- ~ ~j: D. presente -

caso únicamente alude,de rnodó ji directo, con la expresión «algunos» a En-


rique de Gante,, el-gran agustinista de la última
1parte-del siglo XIII-, a quien
sigue y crítica el propio Escoto. Se ‘¡imita a -nombrarzexpresamnente a las
grandes autoridades del tema: Platón, Aristóteles, San Agustín, Séneca,con
los juegos ya indicado Hoy éstá prácti¿ñinenté próbúdo 4úé el texto’ que
coñsideráin& ló escribió -Ockhám-entr¿ 1317-1319 es decir, en una edad
juvenil que rond~ba losÚ~inta áñ¿~<mómento’ésp¿¿iaméñte frubtífero enla
prbduóbión-teorética del i¿itor, antes d&que cá 1324fikfa convocado ajui:
cid déctrinal en Atiñón. Preséindié’nd¿ de ótr&~déEallé~ :rñinúaosoj relati-
vos alte*toVPaso-c6n rapidez 1 otré’ ~Unto - - - .h--.r - - ¼ - •

- - - - - — - - .-t , —

u) Observaciones históricas -. - - - - - - - , - - - - -

Se trata de saber cómo se hallabael tema.de -lasIdeas.cuando Ockharñ


serencontró. cón él; Puesbien por~extraño -que -pueda parecet,> el-terreño’ sé
halla aún sin explorar-a excepción-de los-dos artículos-ya citados, unode M.
Grabrnann--y -otro -de L. M~ de- Rijk. A, ellos hay que-añadir el tratamiento
dado por los diccionarios y—enciclopediasde¡filosofla-cuya-generalidádísólo
3. -Existen-- algunos-intentós-monográficos aisla-
en uncaso hace excepciáne

- ‘~- Véase compendio y amplia bibliografia sobretodo ello eñ mis-cicritos: A. UNA JUA-

REZ: La-filosofla del-siglo;XIV.~Contexso cultural-de Walter Burlek~ -El Escorial, -Edes.,


1978, espec. pp. -1 32 y ss., ytanibi¿n enÁ. UÑA JUAREZ: Aristótels en el siglo XIViLa téc-
nico comentarística de -Walter Bur¡ey al Corpus Aristotelicum (Bibí. <‘La- ciudad de Dios», II:
Cuadernos, estudios y textos, 2); El Escoriál, Edes., 1978, espec. PP. 24-ss.
“ Un ejemplo de tratamiento por vía de selección y escarceo lo ofteceh A.-CARLINI yO:
CAPONE BRAGA: «Idea’>; alt? en-Enciclopedia Filosófica, ~V
0íIII, Firenzene, sansone,
¡9672, cols. 676 ss. tratamiento que abarcd desde Platón hásta el-siglo XX incluido Omito~
naturalmente, referirme al viejo estudio de C: Heyder (Frankfurt a: M. 1874). Más próximo es
O. CAPONE BRAGA: 1! mondo delle idee: iproblemifondamentali del platonismo nella
storia della filosofia; Milano, Marzoratti, 19542. Lo mejor que conozco como tratamiento ge-’
neral del tema en el medievo, si bien un tanto perdido en el detalle y falto de visión global y ca-
rente de valoración teorética de cuanto anaiiza, es-ej art. <‘Idee» én RJTTER, J. ORUNDER,
-Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosóflco~. 31

dos54. Algunos de ellos son ya antiguos. Otros son más recientes~>. Pero
ninguno ni la suma de todos ellos bastan para trazar adecuadamente la his-
toria medieval de las Ideas en toda su magnitud de detalle ni en toda su rele-
vancia teórica. Por otro lado, la amplitud del presente estudio sólo me per-
mite seleccionar algunas indicaciones que presento con valor de ensayo
provisional.
Las Ideas entran en la Edad Media por multitud de conductos, algunos
aún no bien estudiados, tanto en la línea de la tradición platónica como en la

K., Historiches Wórterbuch der Philosophie, ad IV: 1-1<, Darmstadt, Wissensch, Buchge-
sellsch., 1980, cols. 55 Ss. También se trata la historia completa del término en la Edad Media
como ya indiqué, pero cada parte mínima se encomienda a un diverso autor. Con lo cual se au-
tomiza el tema y se pierde el hilo conductor del mismo.
‘~ Algunas de las monografías antiguas conservan aún su valor. He aquí una enumeracion
que no pterende se exhaustiva y ni siquiera ordenada: J. PALUS: Henri de Gand. Essai sur les
tendances de sa rnétaphysique, Paris, Vrin, 1938; H. RUSSMANN: «Zur ldeenlehre der
Hochscholastik, unter besonderer Berúcksichtigung des Heinrich von Gent; Gofifried von Fon-
taines und Jlcob von Viterbo”, en Freib, theol. Stud., 48(1938); J. GOMEZ CAFFARENA:
Ser participado y ser subsistente en la metafisica de Enrique de Gante, Roma, Univ. Grego-
riana, 1958; P. Garin:La théoriedel’Idéesuivantl’écolethomiste, París 1932 (detestable): P.
5. VALLARO: «La dottrmna tomistica sulle idee e sulla loro origine», enAngelicum, 2(1945),
116-49; R. TAYLOR «Was Abelaid an exemplarist?», en Theology, 31(1935), 207-13; E.
L. LYNCH: «¡‘he doctrine of divine Ideas and Illumination in Robert Grosseteste», en Med.
Stud.. 3(1941), 161-13; PANOFSKY: Idea... cit.: J. M. BISSEN:L’exemplarismedivin se-
Ion saint Ronaventure. Paris, Vm, ¡929; E. GILSON: La filosofia de San Buenaventura,
Buenos Aires, Desclée, 1948, cap. IV: «Las Ideas y la ciencia divina>’ (Pp. 146-63).
“ Entre los escritos más recientes, haré referencia í algunos sin especial orden ni preten-
sión de ser exhaustivo: J. EBERLE: Die Schópfung la ihren Ursachen. Untersuchung zuns Be-
griffder Idee in den lar. Werken MeisterEckharts, Dissert. Kóln 1912; GIUSTINTANI: «Le
Idee in Dio secondo Giacomo da Viterbo... cit: O. WANKE: Die Kritik Wilhelms von Aln-
wick and der Ideen-Lehre des Johannes Duns Scotus, Dissert, Bonn 1965; W. HOERES:
«Wesen und Dasein bei Heinrich von Gent und Duns Scotus”, en Franziskan. Studien, 47
(1965), 121-86; K. GIOCARINIS: «Eustratius of Nicea’s defense of the doctrine of Ideas»,
en Francisc. Srud., 24(19649,159-204; L. B. GEIGER «Les Idées divines dans l’oeuvre de
5. Thomas’>, en A. MAURER (edr.): St Thomas Aquinas 12 74-1974 Commemorative Stu-
dies, vol II, Toronto 1974, 175-209; A. MAURER: «Henry of Harclay’s questions on the di-
vine Ideas», en Med. Stud., 23(1961), donde edita una questio; pero L. M. de Rijk adviene
que todas esas cuestiones pertenecen más bien al escolástico británico de comienzos del s.
XIV, Tomás Wilton; J. QUIiNN: Tlw historicalconstitution of St. Bonaventure’sphilosophy,
Toronto 1973, 492-7; 506-9; H. URS VON BALTHASAR:Lagloire ería cmix, vol. II, Pa-
ris 1968, donde se refiere al ejemplarisnio de San Buenaventura; M. OROMI: «Filosofia ejem-
plarista de San Buenaventura”, introducción general a Obras de San Buenaventura..., vol. III,
Madrid, Católica-Bac., l972~, 3-136, un tanto sobrado de palabras y vanos entusiasmos; E.
BETTONI: «La realtñ delle Idee platoniche secondd l’autore della Summa philosophiae», en
P. WILPERT (Hrsgr.): Die Metaphysik im Minelalter... (Miscelí. Mcd. Bd. II.) Berlín, W. de
Gruyter. 1963, 309-14; P. ROQUES: «Genése 1.1-3 chez Jean Scot Erigéne», enlnrerpréta-
non des premiers versets de la Genése, Paris 1973-212; J. 1. SARANVANA: «Las Ideas en
Escoto Erígena», en Actas del Y Congr. de Filos. Med., vol. II, Madrid, cd. Nac., 1979,
1207-20. En total, poca cosa con relación a la magnitud del tema....
32 Uña Juárez, Agustín

versión plotiniana del mundo inteligible. Cabe señalar, entre otros transmi-
sores, a Calcidio y su traducción latina del Timeo, Varrón, Séneca, Macro-
bio, Apuleyo, Boecio, Prisciano, -Marciano Capella, al Pseudo-Dionisio,
San Isidro... Pero la gran fuente es, sin duda, San Agustín. La 46 de sus
De diversis quaesrionibuspctoginta tribus trataba precisamente De ¡deis 56
Y dejaba ya claros ciertos puntos capitales. En particular dos: 1) que el
mundo- se torna inteligible par las Ideas, afirmación par la que, en definitiva,
Agustín.prefiere a Platón sobre el resto de los filósofos, y hasta el final de su
vida lo ensalzará bajo este mismo punto de vista51; 2) que sólo bajo ciertas
condiciones el supuesto platónico de las Ideas se torna aceptable para el cre-
yente cristiano. Dicho grosso modo, son viables a la creencia, en la vieja 11-
nea de la recóndticéión? filoniana, en cuanto pensamientos modélicos del
Dios único con=¿cI¿ador 1-adical d e todo~cuanto hay, eternas e inconmuta-
- - - -

bles como su Verbo, áun siendQ paradigmas para todo lo mutable. En su


brevedad como escrito, aquella cuestión agustiniana encerraba toda una vi-
-

sión metafísica de la jealidad entendida como un cosmos perfecto de exis-


tencias y destinos regido& *r la racionalidad de una primeta razón fundá-
dora y gobernadora de todó lo actual y todo lo posible Dificil será bailar
—quizá imposible— tratamiento -alguno medieval de las Ideas que no recu-
rra explícitamente a esta-celebérrima cuestión agustiniana. Hasta el propio
Ockham la respeta- e in%ca para, en definitiva, rechazar su doctrmnaafir-
mando lo conttario pero p?etextando un seguimiento perfectb. Ejemplarismo
y participación de todo en lásIde~s.erañ los -dos conceptos implícitos clave.
Hasta el siglo XJV todo medieval (con excepciones bien contadas)-entendia
el mundo como «exemplatus’>, trasunto producido según paradigmas supre-
mas que Agustín, en expresión tomada de Varrón, llamó «exempla rerum»
o diseños inteliglble&de7 un -Dios creador58.
A partir-de Agústin -la refl~xiónsobre ]as Ideas fije adquiriendo, lógica
mente; matices nuevos. Se sometía a examen aspectos-diversos de las mis-

36 Hay una r¿ciénte edición critica dc su texto, por A. Mutienibecher en Corpus christia-

norum, serlat. 44A, Tú~hulti, Brepols, 1975. Sigo este esmerado texto en la reciente traduc,
ción que ofrezco eh mi ~tudiá supra, nota ji. 99, pp. 117-9, donde intento la máxima fidelidad
el original con lá máxima precisión posible de lenguaje. - -

- «~‘ Al final ya de sus días, haciendo balance doctrinal sereno en sus Retractationes, todavía

mantiene Agustín la llamá del si~uiente elogio a Platón: «Nec Plato quidem in hoc loco erravit,
quia esse mundum inteiligibilem dixit... Munduni quippe ille intelligibilem nuncupavit ipsam ra,
tionem se¡npiternam atque incomsnutabiiem, qua fecit Deus mundum. Quam qui esse negat,se-
quitur ut dicat irrationabilií~r Deum feciste quod fecit aut cum faceret, aut antequam-faceret, si
apud eum ratiofaciendi non erat. Si-vero erat, sicut erat, ipsam videtur Plato vocasse intelligibi
7
1cm mundum. Nec tanien isto nomine uteremur, si iam satis essemus litteris eccíesiasticis cnt-
diti»(Rerract. 1, 3, 4). En definitiva, ensalza la cosa misma aunque corrija el nombre.
AUGUSTINUS: De civ. Dei, Vfl, 28. Como es sabido, desconocemos el escrito origi-
nal de Varrón, excepto por la amplia descripción que aquí ofrece Agustín.
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 33

mas al compás —a veces lento— del avance y complejidad crecientes del


pensamiento medieval. Tracemos aquí una elemental reseña de esos matices
medievales y de su proceso ascendente en el tiempo, aunque lo propongo
sólo por vía de ejemplo, lo único hay factible.
Con Juan Escoto Erígena, en el siglo IX, se plantea de algún modo
cómo las Ideas son a la vez algo creado (y-que-crea) y, no obstante, algo
coeterno con el Hijo al que pertenecen como Lógos Desde el siglo XI la
~.

cuestión de las Ideas se halla implicada en la disputa mayor de la época: la


realidad de los «universales». Se acepta crecientemente la noción, no aristo-
télica, del universal «ante rem» que vendría a coincidir con el status de las
Ideas in mente Dei, nondum in rebus o Idea-diseño productor del mundo60.
Pedro Abelardo, por ejemplo, se encuentra con Platón y sus Ideas por esta
vta de la discusión de los universales. A partir de los siglos XII y siguientes,
las Ideas entraban normal y obligadamente en la vida académica y en los
grandes escritos y discusiones científicas de la época. Algunas reflexiones
recaen sobre la identidad o no de las Ideas platónicas y las agustinianas. Tal
es el caso del pensador español Ferrer Catalán cuyos textos al respecto
editó M. Grabmann y que me propongo ofrecer traducidos no tardando61. El
debate más frecuente —a menudo ya mero tópico rutinario— era el que po-
dríamos denominar onto-teológico cuestionando la compatibilidad entre
esencia única e Ideas múltiples en Dios, entre esencia una y realidad natural
variable y múltiple, etc. Este punto se puede hallar invariablemente tratado
par Alejandro de Hales, Santo Tomás, San Buenaventura, Escoto... Como
portavoz en este punto cabe señalar nuevamente a otro pensador español del
siglo XIV, seguidor de Escoto, y de quien se publicó recientemente una ma-
gistral edición de su comentario a las Sentencias. Me refiero a Pedro de
Atarrabia o de Navarra62. La célebre discusión medieval sobre la esencia y

“ Cf. SARANYANA,J. 1.: «Las Ideas...» oit., 1211. Cf.Dedivisionenaturae, 11,21 PL.
122, 561B-562A.
~ «Permítasenos hacer notar de nuevo que los teólogos del siglo XLII aceptan unánime-
mente de los árabes la tesis no aristotélica del universale ante rem: que, con igual unanimidad,
colocan este universal trasdental en las Ideas divinas; y que, finalmente (y este es el punto en
que insistimos), la Idea para ellos no es distinta de la sustancia misma de Dios, inteligible su-
premo y omnímodo. Desde San Agustin hasta Santo Tomás, pasando por Juan Escoto, San
Anselmo, Guillermo de Alvemia, Alejandro de Hales, Roberto Grosseteste y muchos otros,
domina (continuamenterefinada y perfeccionada) idéntica doctrina en lo que respecta al funda-
mento de las esencias. La multiplicidad de las mismas pertenece a ellas solas y su fundamento
común está en la unidad de Dios y de su mundo: vistas desde el lado de Dios, las Ideas se iden-
tifican con una sola realidad, que no es otra cosa que la esencia divina,, (Citando a J. Paulas en
la obra antes mencionada, cf. A. C. PEGIS: «Dilema del ser...», cit., 215).
~ M. GRABMANN: «Quaestiones tres Fratris Ferrari Catalani, O. P., doctrinam s. Au-
gustini illustrantes ex codice Parisiensi editae», en Estudis Franciscans, 42 (1930), 382-390.
62 Petri DE ATARRABIA SIVE DE NAVARRA: In primum Sententiarum scriptum...
critice eddidit P. Sagaes Azcona, Madrid, CSIC., 1974, vol. II, 814 ss.).
34 - Uña Juárez, Agustín -

la existencia intrpdujo,tarnbién otro matiz- discutido, en~nuestro tema: ten


que, senti4o las Ideas son formas ejemplares de la entidad. finita? Enel siglo
XI~63.Wiclef responderá que ejemplifican el esse,reale essenpae et existen-
tiñe Éuiri4ue de Gante sostuvo que el ser esencial y, mediante>ia volición
divina, elser de existenciat. Para J. D..Escoto, enel intelécto divino tienen
esse cogn¡tum -res• utpo&sibiles. Esto equivaie~segÚn él a unesse dirninutum
o esse secundurn~quid6 Pero el-gran problema que sirve de contexto habi-
..

tual
1ala suestión concreta-~delas Ideases el,de la selentia De4ad-extra,~es
decir, eñordena lo creatio. Así ocurre-sobte todoen-las $umasyen los ca-
mentarios a- lasSentencias.
66. Puede6hacer
usión, de pero
colateral, paradigma en estecaso
de interés, el trata--
era, la compara-.
miento
cion tomista
entre Otray disc
Aristóteles Platón, que harámás ruido -en pleno Renacimiento;
italiano pero que atrayiesa todo el, medievo desde- el célebre proyecto boe-
ciano en torño a las filosofías -de Platón y de Aristóleles. Los-aristotélicos’
-

subrayaián diferencias entre am~s y se acogena las críticas formuladas por.


elEstagirita para mostrarlo. Los platónicos o;agustinistas repruebana Aris-
toteles~poryso’mismo.,Ejemplode esto-último son las ~«recriminaciones»-de
San Buenaventura a Aristótelespar, haber rechazado ~—segúnél.suponia~
las Ideas platónicas6~Una cosa es clara para todo el mundo medieval: no
existen1deas~ e sentido crudamente platónico de una--realidad autónoma
fuera de la mente-de Dios. El rechazo paradigmático en este-sentido lo;ex-
presa Tomás deAquino68. - - - -- ¼-¶ -- - - -

En fin omitamos, aquíotros detalies.y preguntémonos: ¿existe alguna it-


nea evolutiva
1~ue~ enmarque la cuestión1 -hasta la llegada-de. Ockham? Sí,-
aunque aquí se propone sólo como indicación o’rientativa abierta. Dejan o -

aparte detalles menores, hay que notar tres o cuatro2hitos fundamentales:,


1) San Agustín-representa a quienes sostienen que las Ideas-son idénticasa
la mente de Dios creador; 2) Santo Tomás ejemplifica aquí a quienes pensa-
han que las Ideas se identifican con la esencia de Dios no absolute sino re-

~‘ Cf. R. KALIVODA: «Joannes Wyclifs Metaphysik des extremen Realismus und ihre
Bedeuiúnk imEndsiadiúMder rnitt¿lalt¿rlichén Philosophie”, eh fíe Metaióhi~ík im Mittelal-
ter..., hrsg. y. p. Wi$ért, Berlín,w: de GruytérVerla4, 196 o? p~. 720 ss. -
~<¿<ex perfectióiie dÑina provenit quod a ‘ratione ideali in fleo tluit in esse essentiae,
primo es~eAtia creabráe et secujido mediante dispdsitioi~¿ diviñaé Volúnt~tis ‘a esse existen-
tiá~»(Enriqús GANDÁVENSISi - - -

cit., 216). - - -- Quodiibei IX, 2, cit - j,or A. d PÉGIS: ~VEldilema...»,


9 A. MAURER: <~Ens diminutum: A note on lis origin asid rneaning», en Med. Stud.,12 -
6<-Cf. Thomas-AQUINAS:
(19=0112l6-22.~TambiénJ. $umma theologiae,
ÉÁFFARENA: 1, qq. 14-19.cit, 1495. 39.
Ser participado.?, - --

67 Cf. BONAVENTURA: Quaestiones disputataede scientia Christi, enObras comple-

tas de San Buenaventura -vol_II Madrid, Católica-BAC. 19572, 117 ss. -


~ Cf. ThomasAQUINAS: Quaestiodisputata de anima, arta.. 1-2, ed. Taurinensis, vol.
LI, Taurini-Romae, Marietti, -1947, 366 ss. «Universalia enim-non habent esse inrerum natura
ut universalia sunt, sed solum secundum quod suntindividuata» (art. 1, ad 2urn, p. 3-70).
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 35

lative, es decir, en cuanto es conocida como diversa y creacionalmente imi-


table ad extra. Básicamente, fue la concepción más extendida, la misma que
combatirá Ockham aludiendo directamente a Enrique de Gante; 3) hay tam-
bién una tendencia creciente a identíficarlas con las creaturas mismas en
cuanto creables, «creandas» o creadas. La expresión plena de esta postura
será ya la de Ockbam. Al suprimir su carácter modélico-universaly atribu-
yéndoles estatuto de estricta singularidad han dejado automáticamente de
ser platónicas. Y si Platón entendió por las Ideas de Dios algo distinto,
Ocldiam lo juzga equivocado en ello por no ser agustiniano y, en definitiva,
par no ser ockhamista. Pero en este esquema tendencial amplio que acaba-
mos de diseñar hay una especie de 4) etapa de recuperación autonómica de
las Ideas respecto de Dios, en que se les atribuirá un cierto ser propio, una
entidad suya peculiar. Se reivindica, así pues, en ellas cierta realidad en sí
misma aun viéndolas idénticas a la esencia divina. Se habla por ello de una
cierta realidad intermedia(ria), como es el caso en E. de Gante. O de un
«esse diminutum», según vimos ya en J. D. Escoto. Esa recuperación de
autonomía entitativa de las Ideas parece crecer a lo largo del siglo XIV se-
gún indica L. M. de Rijk. De cuanto hoy se sabe de entre lo mucho descono-
cido de esa olvidada época, se subraya: a) la idea es la propia ratio o cuali-
dad de cada creatura, imagen objetiva que se espeja en la naturaleza divina
como algo distinto en ella. Su realidad es intencional y consecutiva respecto
de la entidad de Dios. Tal sería supuestamente la postura del español Pedro
Tomás69; b) la Idea tiene no sólo esse objetivo o intencional sino también
real: «aliquod esse iii seformaliter in actu”. Es por ello realmente distinta
de Dios70; c) la Idea es entendida como conocimiento activo de Dios, que
está en Dios formalmente y se distingue de la cosa misma que no está en
Dios formalmente sino sólo «obiective». Así, opinaría un notable precursor
de Ockham, Santiago de Ascoli7t. Lo importante en esta tendencia o pro-
ceso sería, según hoy se advierte, la distancia que paulatinamente se intro-
duce entre la realidad, singular, y la universalidad de los conceptos. En
Ockham ese hiato se convertirá en abismo. Su operación, vista desde aquí,
fue más bien sencilla: rechazar las Ideas platónicas en cuanto a su valor um-
versal. Y se queda únicamente con la representación objetiva de cada cosa
singular, el esse obiectivum representado en el conocimiento que Dios posee
de cada cosa singular —creable o creada— en una especie de «tercer
mundo» a lo K. R. Popper, como indica el propio L. M. de Rijk. Esa reprae-
sentatio obiectiva para un Santiago de Ascoli indzfferenterconvenit a lo sin-
guIar o a lo universal. Ockham se queda únicamente con lo singular, como
veremos a continuación.

69 Cf. L. M. DE RIJK: «Quaestio de Ideis... ,>, cit., 209.


‘~ Cf. L. M. DE RIJK: «Quaestio de Ideis... »,cit, ibid.
“ Cf. L. M. DE RIJK: «Quaestio de Ideis...», cii., 213.
36 Uña Juárez, Agustín

iii) Observaciones doctrinales

¿Cómo procede Ockham en esta importante discusión y a qué conclusio-


nes-llega, en quétérminos se expresa? La-marcha de su razonamiento parece
clata:Todo su esfuerzoteorético se centra en alcanzar una-~noéión deIdea
de caractérísticas tales que lepermita suavemente desprendetse del ejempla-
nsmo platónico y —ed définitivá— también del agustiniano. Comienza den-
tro de- tan cóntextó bibn préciso y marcado del libro Ide lás Sentencias que
comenta¿y de- las cuestiones-de la distinción correspondiente, la númeró 35.
Tras- considefar- al DiosvUni-Trino de forma- absoluta, pasa a- considerarlo
relative, es decir, como principio creador de los demás entés. Desde la- dis-
tincióñ n.0 30 reseña aspectos varios de la relación entre Dios y lo diverso
de-Sí; es-decirla creatura:-Con algunos incisos menores,la-distinción ato 32
se préguntacómo surgé en~Dios-la sabiduría. La scientia Dei en general-es
el tema que- se comenta -en la distinción que aquí nos impot~.Y dentro de
ella, -la cuestión 5.&indaga sobre el conocimiento divino de toda otra reali-
dad~ Entrá aquí:e¡ próblema del «medium» de ese conocimeinto. Por-eso
nuestra célebre cuestión -se pregunta «Si Dios conoce lo diverso de-SI me-
diante Ideas diversas de Sí mismo». La respuesta será que basta con cjúe
-conozca singularmente cada cosa ya creada o que haya decrear. En conse-
cuencia: desaparecen para Ockham las-Ideas en su estatutcrde intermedia-
rio entre Dios y lo diverso de Sí mismo, sea ese intermediario idéntico a Su
esencia o sea otrá realidad cualquiera, dentro de Dios o fuerá -de Dios~ De
modo tal que; la-reláción se establezca en el conocimiento divino directa-
-

mente-éitre «uñum» y «simile unum» prevaleciendo lolndividuo-singulat:


«una-domus(cognita) exemplar alterius domus-(factae)» o,- atás exácta-
mente:«ipsa domus essetexemplar sui ipsius»72. Al ¿omienzo-de la cues-
tión Ockhaih se enfrenta’ reiteradamente a la tesis de -E. de,Oante73. Este

72 Cito eí texto &iginal, p. 49Ó, indicado en nota supra, n. 98. En lo sucesivo$ estas citas

de l~ p~ihacióA~fikiáal lás inchyo e~ el text¿ para no multi~iicai injiecesarianiente lasnotas.


El ejémjlo constanteal qué recurr¿ Ockham y todos los dutores que conozco está invariablé-
mente-tómado del dominio técnico: elartifrx y el artificiatum. En este dominio se detecta-me-
jor el papekquejuega ¡a intentio y la idea al operar. Y ya dentro del arte o técnica se recuae
siempre, como Deus opWex, al caso dela fabricaúo domús, es decir al Dios arqui~cto y su idea
creadora. Nos indicá-E. R Curtius la constancia del tema literario en el medie4odel Dios idea-
tor niundi al modo del árquitecto (E: A. CURTIUS: Literatura europea y-edad media latiná,
vol. II, arad. México, FCE:;-1955, 759). Y E. Panofsky observa al respecto: «Para el pensa-
miento medieval era; por tanto,.indiscutible que el artista conformaba su obra, sino según-una
Idea metafísica en el verdadero sentido de la palabra, sí según una representación interiort
“Quasi-Idea” preexistente a la propia obra; pero —y es precisamente por esto jor lo que la Es-
colástica cuando establece una comparación en la que interviene el arte, toma preferentemente
la arquitectura—...» (E. PANOFSKY: Idea..., cit,, 39). El autor cita textos tomistas con el
ejemplo de la ars aedificatoria, domus aedíficator... (cf. ibid.).
~ Los únicos dos estudios que- conozco traten directamente de esté asénto son: A MAU-
RER: «The role of divine Ideas in the theology of William of Ockham>, en Studies honoring
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El girofilosófico... 37

nombre representa para él a la tradición medieval entera, según la cual la


Idea es la esencia divina. Enfrentándose a él —es decir, al neo-agustinismo
de finales del siglo XIII— Ockham rechaza la postura más representativa
del medievo en este tema.
El artículo tercero intenta alcanzar una noción general de Idea: ¿qué es
la Idea? Ockham da una respuesta lo suficientemente ambigua como para
poder recibir las bendiciones de San Agustín añadiendo también la proba-
ción de Séneca como autoridad de refuerzo. Recurre, en efecto, a la autori-
dad del Hiponense para «fundamentar» cada una de las tres partes en que
divide esa «descriptio» porque, propiamente, según él, la Idea carece de de-
finición propiamente tal. Esa descripción dice así:
«Idea est aliquid [ singulare, añado yoj cognitum a principio effec-
tivo intellectuali ad quod ipsum activum aspiciens potest aliquid in esse
reali producere» (p. 486).
«Idea es algo [‘ algo singularj conocido por un principio activo intelec-
tivo, mirando a lo cual, puede ese mismo principio activo producir algo en
el ser real».

El propio Ockham explica cada una de las tres partes en que divide su
«descripción». Pero, en defrnitiva, ¿de qué se dice o a qué se aplica? No a la
esencia divina sino más bién a la creatura. Ni tampoco al conocimiento
acerca de la creatura sino a la creatura misma. Ningún respecto, ninguna re-
lación de Dios puede llamarse Idea. Y así, ninguna relación de El mismo
puede ser tenida por ej?mplar de la creatura. El pensador británico pone en
juego toda su grandiosa máquina argumentativa para cerrar el resquicio o
rendija por donde podrían infiltrarse de nuevo las Ideas: serian aquello di-
verso de Dios y de las creaturas mismas por lo que Dios conocería a éstas.
La respuesta de Ockham es que bastan las creaturas mismas para que Dios
conozca las creaturas. En consecuencia, «ipsae Ideae sunt ¡psaemet res a
Deo producibiles» (p. 493). Y estas son siempre «res singulares» (p. 497).
De modo tajante, Ockham cierra todos los caminos «... Ideae nec movent
intellectum divinum, nec sunt intellectus ipse, nec obiectum medium inter
Deum et alia a se cognita» (p. 494) ¿Y qué hacer con el ejemplar del mundo
y de las cosas? La ejemplaridad de la Idea —viene a decir Ockham— la
cumple suficientemente cada creatura, la creatura misma. Cada cosa es
ejemplar de sí misma! Aquí Ockham se entrega a razonamientos (PP. 503-4)
que rozan peligrosamente los «britannica sophismata». Nuevo pro-
blema: si las Ideas son las cosas singulares, ¿cómo pueden estar en Dios?

IgnatiusBradyFriarMinor(Francisc. Inst. Pubí.), St. Bonaventure, N.Y., 1976, 357-77; H.


R. KLOKER «Ockham and dic divine Ideas», enModern Schoolman, 57(1979/1980), 348-
60. Aunque esclarecen eí tema, el lector puede tranquilamente prescindir de ambos. Carecen de
visión histórica y se pierden en el detalle.
38 - - Uña Juárez; Agustín

Respuesta sencilladÉOckhám~nó-en su realidad sustancial-o sustántiva (su-


biective) sino éntiu- ré$tesentáción intencional ó inté~i¿ióh-objétiva /obieé-
tive), soñYóbjét&de cosió-cimiento y vólúntád- eú cuáiitófactae~i’élfaétibiles,
-

crearae vel creandae. Ockbam se entrega a distingos-escólásticos4rente á la


objeción de-que las cósassiñguláresnaceny pere’cen mieñtrtsqúe -las-Ideas
son intómmutñbileset- aeternae. -Elló no le impidéiteáfirmai, sisás allá de
todo eqúívocb~dél len~Úaje con-ienCe,~qué-Idea es cada cosa-cómo, justa-
meñte cada cása es Fa idéa del~ arqúitetto.?E insiste hástaél:finaltén la ~singu-
laridad dé la IdeapuéÉ singdlar es tódólo factible: «dicdquodIdeae-ptae-
cise suñt singuiciriu,ñ quia ptaecise singularia sunt factibilia» (pi-SOS).
Por tanto, «sunt res particularésw (p; -506): Se sigue dé- todo ello que$ste
Dios de Ockham al prpducir. el mundo, y en cuanto productor, no tiene
Ideas unÑet~áié~, ~ ~eFes4iseha D¡4&ildecis
7Cosas: ha dé modificarse par
este otro: ‘Diok-&¿s~z singuldr~ Idéa ~¿r4ué 4sib4¡pduMrnetpatticulare est
Idea» (p.505).:-Basta cos~ que mire a eso para, producir eso mismo: visión
singular y realidad’ singular (p. 506). AI-thial Ockharn- nos conflesa, con
mayor sinceridad, lo que realmente ha hecho en toda esta cuestión: propia-
mente no son necesarias Ideas. Es decir, las ha suprimido como tales, que-
dan éxé¡uid~¿ ¡ellas4ué’hañ sostesiid6 él ra?zohhmiÉnt&filosófic& -

de dos milenios! Las-deja súpriiñidáston e~táskálabra~- por rpas - - -

Et ideo-Deus nóhindiget Ideis ad hocquod agat; nec ipsae Ideae requl-


- - - - runturpropie loquendo, ad hoc quod Deus agat, sed>tantum réquiritur cog-
- - nitio-ipsarum Ideánirn quae2est ipse Deus-omni modo~> (p. 506»
-
- «Y, por tanto, Dios no nece~... Ideas para obrar,rn, propiamente ha-
- - bla~do7se requieren las Ideas mismas pará que Dios opere, smo que sere-
‘quiere sólo el conocuniento de las Ide~á x~ismás las~uáles son Dioífflismo
en cuál~uier caso.»
- - Ya~?e~iaú&éD¿ló conírári ño ~éda ág~titeracional si no ¿onociera
- - aquello 4ue opera» (ibid4 - --

Pregunta cruLial: ¿suprime Ockham4.enOtros


- verdad las, Ideas?
se,atienen Algunospare-
-a -la lectura más -

cen- dudarcuanto
~obviade de lo evidente
acabamos-e indubitabl&
4de- examinar y -sostienen -que-~Qc~am 75.rechaza
En~mi
con vigor&todot4~o de>Tdeas
particularopinión-esta tanto platónicas
ú¡tima-esja como
interpretación a~ustinianas Ockhañi
obvia-de-cuanto
dice>Para- Platón una-Idea,como quiera-que se la interprete —y las inter-

- 14 En su estudioA. Maurefexpresa aún ciertas dudas; ami módodt0er injñstificadas(Cf.


A. MAURER: «The role...», cit, 372).
‘~ M. de Gandillac muestra ya en Escoto una postura muy parecida a la ochamista, ten-
dente a identificar las Ideas con las cosas producidas mismas sin otro intermediario. En cuanto
a Ockhaiii esferminante:-«:.. su visión del mundo-supone un pluraliimo de individuos que ek-
cluye todo «realisñió»-del orden-o de-látelación;-dé la inherencia-o-deja participación» (A.
-FOREST; M.DE GANILLAC y Fr-VAN STEENBERGHEN:-El pensamiento medieval,
vol. XIV de la Historia de la Iglesia de Fliche-Martín, trad. Valencia, Edicep., t974, 510).
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 39

pretaciones sobreabundan—, era un paradigma universal participado en el


ser y que permite pensar. Filón y San Agustín añaden a esto únicamente
la tópica o su «sede» propia: la mente de Dios creador y la intermediación
instrumental (6 p-yavov) del Lógos. Pues bien, Ockham niega esto explícita-
mente, como acabamos de ver, afirmando que «propiamente no son necesa-
rias Ideas» generales, paradigmáticas universales. Las ideas son exclusiva-
mente de los singulares: «Ideae suntpraecise singulañum». Aquí ocurre un
indisimulado enfado de Ockham con Platón al objetársele al británico que
para el gran heleno las Ideas son exclusivamente de los universales y no de
los singulares. Ockham responde con tanta firmeza como claridad: «Sed iii
hoc erravit, si hoc posuit» (p. 505). Y agrega que en esto no le sigue San
Agustín. Lo cual no es cierto. Con ello, elimina las Ideas de ambos. Pero la
verdad es que aunque no ocurrieran en tan fiero texto expresiones tan con-
tundentes como inusuales, la operación de Ockham lleva implícito un claro
rechazo de las Ideas en su doble formulación platónica y agustiniana. Por-
que si alguien reduce las Ideas al status de lo singular; si las rebaja a una
mera y singular «noticia agendorum», puro designio práctico -puntual, sin
alcanzar la teoría de un saber teorético, paradigmático y mimético, privadas
de universalidad, que genera la posible semejanza y participación de lo tem-
poral en lo eterno, está negando las Ideas de Platón y de San Agustín. Y eso
es, justamente, lo que hizo Ockham.
* * -*

Concluyamos este recorrido por las Ideas con una reflexión a modo de
síntesis final, superadora del imprescindible detalle historiográfico erudito.
Acabamos de asistir al entierro ockhamista de las Ideas y esto da qué pen-
sar. Antes que nada, obliga a recordar la contradictoria suerte de Platón en
el contradictorio siglo XIV. Por un lado, esa época marca un momento de
gran retorno y actualidad del Ateniense. En la mente humanista de Pe-
trarca, viene a decir R. Pfeiffer, todos los caminos conducen a Platón76. Y
cabe añadir que Platón vuelve a la historia viva en el humanismo de Petrar-
ca77. Por otro lado, la crítica ockhamista cierra una época de plurisecular vi-
gencia platónica desde el fondo mismo del pensamiento de Occidente, al re-
chazar sus Ideas y optar por una alternativa que haga viable otra senda de la
filosofía ¿Qué significa todo esto? Esa fue nuestra pregunta a lo largo del
presente «ejercicio de reflexión». Ordenemos ahora nuestras ideas para
concluir:
76 R. PFEIFFER: Historia de la filología clásica, vol. II: De ¡300 a 1850, trad. Madrid,
Gredos, 1981, 35. Sobre al platonismo agustinista de Petrarca, cf. P. P. GEROSA: (imane-
simo cristiano del Petrarca. Influenza agostiniana. Attinenze medievalL Torno, Bottega d’E-
rasmo, 1966, espec. cap. XIII, pp. 246-77. Véase también estudio de L. de Vendittis en Med.
romanzo, 5 (1978). 320-46.
“ Cf. R. MARCEL: «Le platonisme de Pétrarque á Léon l’Hébreu’>, en Actes du Congr.
de l’,4ssoc. O. liudé de ¡953, París 1954, 293-3 19.
40 - Uña Juárez, Agustín

-1. M. Heidegger, en el corazón mismo de nuestra época, pasó un do-


bleaviso alverdadero historiadorde la filosofía: a) si es cierto que la filoso-
ifa acontece por períodos homogéneos en el pensar, en ese caso estos vienen
determinados por acontecimientos internos a la-filosofía misma y no por he-
chos externos a ellacual la entrada de los turcos en-Constantinopla-o las ha-
zañas de Napoleón; Napoleón no es un hecho filosófico para que la división-
en períodos de-la filosofía haya4e:tenerlo en cuenta; b) bajo este punto de
vista, el historiador de la filosofía regresará a Platón para hacer del plato-
nismo clave de: hermenéutica histórico-filosófica. Pues la andadura del pla-
tonismo determina ciertos momentos de «regularidad histórica» en la refle-
xión como unidades dotadas ,de homogeneidad, capaces de legitimar una
auténtica periodización histórica de la filosofia.
2. EntrdelFedónde Platón y el Comentado a las Sentencias de Ock-
lianá se suceden ac¿ntecimientos de relevanóia para el acontecer de la refle-
xión filósóficá com~réndidos todos ellos entre la afirmación de las Ideas y -

la flegación o exclusióñ de las mismas. La homogeneidad histórica de esté


périodo se legitiiha en su base por el recurso a un mismo principio de inteli-
gibilidad- y ior la consiguiente regularidad de un mismo «usus rationis», a
partir de udos ~imilaies supuestos, cómo en otro contexto señalaba W.
Dilthey.
3. Mirando retrospectivamente, Ockham, al considerar equivocado a
Platón, cuestiona dos milenios de ejercicio de reflexión regidos por un
mi~mo principio radicál’de ihteligibilidad o fundamento de razón en el que
ocurren tres hijos meñores que sustentan, de algún modo; cl pensamiento
medieVal: Filón, Plótino, San Agdstíit-
4. Mirando prospectivamente, es claro que Ockham es mucho más
-

que un crítico radical de la filosoiXa. Abre un nuevo horizonte al pensa-


miento cuando sustituye la communitas rei par la communitas signi. Este
nuevo-horizonte4e lareflexión a-pocas mentes es dado abririo. Y, en el caso
concreto de Ockham, se trataba del hombre mismo en cuanto sujeto porta-
dor de signo en su pensar (signo natural, decía el británico) y en su decir
(signo -convencional). Apelar al hombre y al hombre, subjetual y sígnico
para poderfilosofares la gran marca de modernidad del siglo de Ockham. -

Ni la verdad;acontece ya ni elser se da como participación de las Ideas-sino


tomando como referente al hombre interior y su mundo sígnico. Dicho en
breve: desde Guillermo de Ockham la filosofía hubo ya de ser otra cosa aun-
que tardara aún dos siglos en reencontar el mismo camino en Descartes...
5. Toda la renovación cultural operada en el siglo XIV halla en la crí-
tica,y sustitución ockhamista de las Ideas su verdadera significáción y toda
la hondura de su profundidad filosófica.

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