Agustín Uña Juarez - Guillermo de Ockham
Agustín Uña Juarez - Guillermo de Ockham
Agustín Uña Juarez - Guillermo de Ockham
a) APROXIMACION Y CONTEXTO
pasando por Filón y San Agustín», en La ciudad de Dios, 202 (1989), 173-230.
Anales del Seminario de Historia de la Filosofo. 8, 9-40. Edit. Univ. Comp., Madrid, 1990-91
10 Uña Juárez, Agustín
W. DILTHEY: Teoría de las concepciones del mundo, Madrid, Rey, de Occid., 1974
Se reúnen aquí, como el lector bien sabe, una serie de ensayos del gran pensador que figuran en
el volumen VIII de sus obras completas. Estos intentos, completados aún con material pós-
tumo, recaen sobre la noción defilosofla y su historia y conceptos afines. Y son reveladores en
más un punto, generalmente por distanciamiento con relación a Hegel. En él piensa Dilthey
cuando dice estos reveladores párrafos sobre la historia y su posible periodización concreta:
«Es vano querer buscar leyes en el curso general de la historia. Pero debiera ser igualmente
claro que toda conexión teleológica incluye en sí misma momentos de regularidad (subrayado
mio). El primero de ellos es el crecimiento interno, según el cual se desarrollan la ciencia funda-
mental, la organización de las ciencias, el progreso de la metafísica, la disolución en sí misma y
por último la conciencia histórica acerca de la idea del mundo y la metafísica. El segundo es el
crecimiento simultáneo de las diversas panes de la filosofía. Esto se sigue de que están inclui-
das en la función de esta. El tercero, tas formas regulares en que puede ordenarse la confusión
de las concepciones del mundo según gradaciones continuas, etc.» (p. 137). Estoy muy lejos de
hacer mía toda esa farragosa explicación. Acepto, no obstante, de muy buen grado la idea de
momentos de cierta regularidad en el decurso de la filosofía, reveladores, sin duda, de otros
tantos «usus rationis» o, como el propio Dilthey afirma, de unos «círculos de supuestos»: «Por
consiguiente, un periodo de la filosofía consiste siempre en un círculo determinado de supues-
tos, condicionado históricamente, de posibilidades inherentes a ellos, de problemas en ellos im-
plicados. Toda producción de ese período está determinada por la dialéctica interna que recorre
las posibilidades desde los supuestos» (Ibid., p. 132). Cursiva aun.
‘ Cf. L. BRAUN: Histoire de l’histoire de la philosophie, París, Ophrys 1973, p. 100 ss.
El autor subraya la decisiva importancia que para una adecuada comprensión de la Historia de
la filosofía tuvo este notable pensador: «Heumann représente pour nous le moment oú l’histoire
de la philosophie entreprend de s’interroger sur son propre concept, et de se séparer d’une prati-
que sans conscience» (p. lOO). A partir de él, la historiografía filosófica expeyimentará la radi-
cal exigencia de su propia autolegitimación mediante un esfuerzo para ganar teoréticamente su
mismo concepto, alcanzando con ello su verdadero estatutode «disciplina». En losActaphilo-
sophorum del ilustrado Géttingen, Heumann planteaba en 1715 la exigencia radical de que la
verdadera Historia de la filosofía comenzarapor el excíarecimiento previo del concepto de filo-
sofia. La misma exigencia la plantea en el problema del origen y desarrollo históricos de la filo-
sofia que él entiende como un corpus veritatum. Adelanta ya el concepto romántico de genio.
Pero su aportación máxima es haber adelantadoa Hegel en la exigencia de una historiografía fi-
losófica cuyo origen y evolución sea interior al acontecimiento de la filosofía misma como
evento histórico.
«La notable analogía que puede observarse entre la historia de los principales períodos fi-
losóficos es ella misma un fenómeno filosófico, debido a causas esencialmente filosóficas» (E.
GILSON en: Thephílosophy of Brentano, Washington, 1930, 65).
12 Uña Juárez,Agusttn-
En el artículo de Gilson citado en la nota que aquí precede, esa concepciónde E: Durk-
heim se expone y se somete a crítica. La historia de la filosofía de E. Breatano establece -sus
cuatro etapas sobre la base del interés psicológico (Cf. F. BRENTANO: Die Vier Phasen der
Philosophie und ihr augenblícklícher Stand, Hamburg, Meiner, 1973; reseña de E. Harínian,
en-Ph ilosoph. iahrb. 40(1927), 224-6; véase también Philosophie, 3 (1938); 179-87.>
J. ORTEGA Y GASSET: Origen y epilogo delaj¡losofta, cd. P. Garagorri; Madrid;
Alianza cd., 1981, p. 177: «La historia de la filosofía es una disciplina interna de la filosoflay
no un añadido a-ella o curiosidad suplementaria.» -
- lO Los escritos sobre Kañt, Platón, Nietzsche ensayan púspectivas históricas sobre es~
«irrtumliche Geschichte des Seinden». La resume, una vez más, con particular alusión a lámo-
dernidad cartesiana, en Holzwege yen pasajes muy nítidos-de 14/as heisstDenken?, así,-como
en: las- dos-conferencias de Identitát und Differenz «Desde Platóuí y Aristóteles hasta Nietzs-
che, el fundamento de la unidad de la esencia onto-lógicade la<Metafisica permanece tan oculto
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 13
certifica de nuevo que el efectivo Platón, el que ejerció una auténtica efica-
cia histórica, fue el Platón de las Ideas. Occidente está marcado por la Idea
como principio supremo de inteligibilidad. Por eso, algo decisivamente sig-
nificativo ocurrió en Occidente cuando Guillermo de Ockham cerró el paso
a las Ideas, como acontecimiento de hondura máxima e interior al devenir
filosófico. Consecuentemente, su negación marca época nueva al cambiar la
pauta histórica y transmutar la clave onto-hermenéutica de lectura histórica.
Algunos interpretan esto como ruptura definitiva y perfecta con su propio
tiempo”. Ruptura similar —se dice— a la verificada por Francisco Petrarca
respecto a la .Bildung medieval 12• El gran poeta lo expresaba bien clara-
que ni siquiera se pregunta por él» (M. HEIDEGGER: Sendas perdidas, Buenos Aires, Lo-
sada, 19692, 163). La investigación actual sobre Heidegger recuerda que se trata de una con-
cepción muy madrugadora de nuestro pensador: «Entre 1930 y 1946 Heidegger ha culminado
uná interpretación de la noción de metafisica y de la historia de la metafisica ligada a ella, que
en realidad clausura una parte de programa de Sery Tiempo. Esa interpretación, sin embargo,
no hace más que reflejar la investigación histórica que desde el principio de los años veinte Hei-
degger ha puesto en marcha. La primera consecuencia de esa investigación, además de Ser y
Tiempo, fue un escrito sobre Platón (no publicado hasta 1942) con el título Teoría de Platón
sobre la verdad, que data del año 1930. En él se explica, por medio de la lectura de un texto
platónico (el mito de la caverna), la reducción del significado de filosofia al de »metafísica» (A.
LEYTE: «Introducción» a M. HEIDEGGER, Identidad y diferencia. Barcelona, Anthropos,
1988, 27).
En una de sus obras, recientemente traducida a nuestra lengua, E. Garin expresa en un
mismo contexto estas ideas: 1) ruptura entre modernidad y medievo (sin atender en ello a los
aspectos de innegable continuidad); 2) la ruptura pasa por la actitud de Ockham ante el pensa-
miento medieval secundada por sus seguidores ockhamistas: «Pero el golpe que asestó al terri-
ble franciscano de Oxford producida una herida mucho más honda. Su critica destruía los pila-
res del pensamiento sistemático tradicional: la concepción de especies fijas, de ejemplares, de
esencias eternas e inmutables en medio de la mutable vida de las existencias...» Alude allí
mismo al complejisimo siglo XIV cuya ruptura con el pasado sólo cabe representarla con la
imagen de un salto, una «neta ruptura» y una «novedad radical»; 3) el fondo de tal ruptura
—exagerada sin duda por Garin— está en el rechazo de las Ideas (E. GARIN: Medievo y re-
nacimiento, trad. Madrid, Taurus, 1981, 29-33).
“ Para comprender el distanciamiento de Petrarca respecto de su propia época —mihi
semper anas ista displicuít, decía él— hay que recordar los logros de investigaciones recientes
como los de P. O. Kristeller donde aparece nítida una contraposición creciente entre la forma-
ción escolástica de la universidad medieval, regida y presidida por el imperio científico de Aris-
tóteles y su dialéctica como acceso obligado al saber y cía vis scientiae. y, de otro lado, la cre-
ciente configuración desde finales del siglo XIII de un «nuevo curso» de humanidades sobre
bases más explícitamente literarias y morales llamado «studia humaniora». La importancia de
Petrarca como afianzamiento critico y constructivo de esta nueva formación es no sólo grande
sino decisiva. Todos los humanistas posteriores habrán de seguirle tanto en sus criticas a la dia-
léctica escolástica de su tiempo como en sus propuestas de una nueva Rildung. hasta llegar a
nuestro J. L. Vives, bien expresivo en cuanto a su crítica de los usos escolásticos de la forma-
ción. Aparte de los conocidos estudios de P. O. Kristeller, son de indicar aquí: E. GARIN: La
revolución cultural del Renacimiento, Barcelona, Ciltica-Grijalbo, 1981, 61-63, 230-5; R.
PFEIFFER: Historia de la filología clásica, vol. 11: de 1300 a 1850, Madrid, Gredos, 1981,
cap. 1: «Prehumanismo en Italia y el comienzo del humanismo: Petrarca y Boccaccio», 17 Ss.;
14 Uña Juárez, Agustín - - . r< .1
1983; 45 É. espec. pl 60.’Coino es sabido, Max Weber retrasaba la llegada del cápitalismo al
espiritu puritano del protestantismo. PdsturaX«clásica» compartida bajo diversos suj,ue~tóspor
W: Sombart en su escrito El capitalismo moderno a partir del final de la Edad Média de
1902, reedcs:, 1921 y 1928. Hoy se discute esa tesis y más bien se adelanta laaparición de las
técnicas capitalistas a la praxis económica delsiglo XIV con todo su-nuevo instrumental téc~
nico encuya renovacióntuvo-mucho que ver el hundimiento de viejas empresas y-su sustitución
por. otras-nuevas,-especialmente tras el terrible fenómeno de la Peste Negra a mediados del si-
glo...Que el Occidente- económico-capitalista surgiera ya en plena Edád Media y,- concreta-
mente en el siglo XIVlo anunciaba yagrosso modo lapostura de H-. Pirenne y-la cdnfirmaba
de modo preciso R. de Roover, el gran especialista en este tema:- Y les>sigue —con rara
unanimidad— toda la investigación reciente que conozco, a partir ya de J. LE 00FF: Merca~
deres y bar querosde la Edad Media, Buenos Aires, -Eudeba; 1982’; espec. los cc. 1 y IV de
tan lúcido escrito; 0. FOURQUIN: Histoire économique de lOccidente médieval, Paris, Co-
lin, 1969, espec, la tercera parte, cc. XI ss., pp. 297 ss. Traducciones recientes a nuestra len-
gua sobre-economíamedieval confirman la-época como cuna de Europa: D. C. NORTH, R. P.
THOMAS: El nacimiento del mundo occidentaL Una nueva historia económica (900-1700),
Madrid, Siglo XXI, 19892; 0. AL HODGETT: Europa medieval, -Madrid; Alianza, 1982’;
N. J. 0.. POUNDS: Historia económica de la Europa medieval, Barcelona-Grijalbo, 1981
Interesan particularmente los últimos capítulos de este libro de Pounds. El IX, «La revolución
comercial», abre-con estos expresivos párrafos: «Una revolución comercial, según las palabras
del malogrado Raymond de Roover, es «un cambio total o drástico en la manera de llevar los
negocios o en la organización de la actividad comercial». Esta revolución, según él, seprodujo
a finales del siglQ XIII y comienzos del XIV. Se caracterizó por un cambio en las actividades
de Ios~mercaderes-que, gradualmente, fueron dejando de desplazarse con sus mercancías y,en
su lugar, las confiaban-a «transportistas corrientes», y realizaban tantospedidos como pagos
mediante correos. Esta revolución vino señalada por el desarrollo de nuevas formas de-compa-
mas; por’la aparición de la letra de cambio, que eliminó la necesidad de mover grandes cantida-
des:de dinero, así corno el mecanismo para liquidarlas o descontarías, y por el creciente uso del
crédito, posibilidad por la letra de cambio. También hicieron su aparición métodosmás elabo,
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 15
rados de tenencia de libros» (p. 468). «Muy acertadamente, De Roover ha notado la marcada
anticipación de las ideas de Adam Smith que aparecieron en los sermones del florentino San
Antonio, en pleno siglo XV» (p. 475). «Hacia el siglo XIV la letra de cambio pasó a ser el
principal vehículo de las transacciones bancarias a distancia. No era un talón puesto que no
podía negociarse. Era un documento por el que se ordenaba al banquero que realizara un pago.
Y su creciente uso durante la baja Edad Media incrementó enormemente el volumen de las
transacciones bancarias» (p. 477). Interesa también la obra recientemente traducida, de varios
autores, titulada Estudios sobre el nacimiento y desarrollo del capitalismo. Madrid, Ayuso,
1978. Unos párrafos de 0. 5. Landes confirman los ya consignados: «Este periodo de transi-
ción que va aproximadamente del siglo X al XIX fue de experimentación e innovaciones. En
cuanto a la industria, el avance más espectacular fue, quizá, la aplicación de la potencia hidráu-
lica a los martillos bataneros para tratar la lana y a la fragua, debido a que la sustitución de las
fuentes de energía animal por otras naturales es la condición para una moderna tecnología in-
dustrial. En cuanto al comercio, un grupo de cambios fundamentales en la organización de la
empresa y de las técnicas de cambió constituyó lo que un erudito (R. de Roover) describió
como la “Revolución Comercial” ... Se inventaron nuevos instrumentos comerciales y se resu-
citaron los antiguos. El más importante fue la letra de cambio... La expansión que comenzó al-
rededor del final del milenio continuó, con pequeñas interrupciones, hasta principios del siglo
XIV...» (Pp. 11-12, 13).
16 En las proximidades del siglo XIV aparece ya claramente una manifiesta laicización del
tiempo, entendido hasta ahora como distensión de lo sacro (recuérdese, a este efecto, que la ac-
ción en la conocida novela de U. Eco se desarrolla según las horas canónicas para indicar el
marco sacral de la temporalidad medieval). Pero desde el siglo XIV el mercader y otros facto-
res introducen nuevos elementos secularizantes, al considerar el tiempo como oportunidad de
negocio y de ganancia, etc. Sobre este notable tema, cf? J. LE GOFF: Tiempo, trabajo y cul-
tura.... cil., especialmente los capítulos titulados: «Tiempo de la Iglesia y tiempo del mercader
en la Edad Media» (pp. 45 ss.) y «Tiempo del trabajo en la “crisis” del siglo XIV: del tiempo
medieval al tiempo moderno» (pp. 63 ss.).
“ O. DE LAGARDE: La naisance de l’esprit laíque au déclin du moyen age, vol. 1:
Bilan du XIIIe siécle, Louvain-París, 19562, vol. II: Secteur social de la scolastique, 19582,
vol. III: Le Defensorpacis, 1970, vol. IV: Guillaume d’Ochham: Défense de l’Empire, 1962,
vol. V: Guillaume d’Ockham: Critique des structures ecclésiales, 1963.
~ Desde el ángulo de la Ilustración y de Hegel, considera el tema H. 3. Krúger descu-
briendo en el siglo XIV una nueva conciencia científica «que ya no se basaba en la unidad de
razón y revelación» sino que formula una emancipación del pensamiento respecto de la tutoría
teológica» (U. 1. KRIJJGER: Teología e Ilustración. Investigación sobre su mediación en el
joven Hegel, Buenos Aires, Alfa, 1976, 15. El propio A. Dempf insiste en este importante
punto —que deja también abierta la perspectiva de la modernidad teológica— y observa la rup-
tura con el medievo «en la extricta separación metodológica entre la filosofía y teología en Gui-
llermo de Ockham y los nominalistas» (A. DEMPF: La metafisica de la Edad Media..., ca..
227). Con lo cual, agrega él mismo, fundamentaron la moderna filosofía autónoma. A los clási-
cos estudios sobre la teología en el siglo XIV hay que añadir uno más reciente que logra tres
cualidades difíciles de reunir: informado, ocurrente, sensato. Me refiero a A. MILANO: «La
questione epistemologica della teologia tra il medioevo e l’etñ moderna», en Asprenas, 23
16 - Uña Juárez, Agustín
(-1976), 3l9~60: variación del concepto de cientificidad y variación del pensamiento sobre Dios
y lo diviho, es la correlación que aquí se establece a partir del siglo XIV y, particularmente,
desde el ockl’xan,ismo. -
< Como panorama, cf. DE ORELLANA Y UNZUE: Partidos políticos en el primer re-
nacimiento (1300-1450). Madrid, -Fundac.Univ. 1976; también: S~ MONTERO DIAZ: Las
ideas político-sociales de-Guillermo de Ockham..., Madrid 1949; PILOT: CommunitWpoli-
tica,e communitá religiosa nelpensiero di Guglielmo di Ockham, Bologna, Pátron cd., 1977,
con bibiiogr. - ;, - - - - - -
-o Como todos saben, tres fueron los movimientos-tipo que amenazaron seriamente el Or-
den político del siglo:XIV, si bien no fueron revueltas sociales al modo como las entiende nues-
tro tiempo>Me refiero a losCiompien Italia, a la Jacquerie en Francia y a Wat Tyler en-Inglá-
religiosos como fue el caso delosHussitas alrededor de Juan Huss. El conocimiento actual del
tema es-bastante amplio y exacto por los estudios recientes sobre el mismo, nuevo precedente
5135: Los movimientos y luchas sociales en la baja Edad Media, Madrid, CSIC., 1949;EI tu-
multo de los Ciompi <crónicas y memorias], Buenos Aires, Centro ed. América latina, 1967;
MACEK: La revolución husita. -Madrid, Siglo XXI, 19’75;ID., ¿Herejia o revolución? -El
Jacquesy Ciompi. Las revoluciones populares en Europa en los siglos XIVy XV, Madrid,-Si-
época, condensados en la horrible figura de «Salvatore». Sin entrar aquí en la mistica y su nota-
ble floración por este tiempo, -la investigación general es amplia: 1. HUIZIiNGA: El otoño de
la Edad Media. Estudios sobre las formas de la vida y del espíritu durante los siglos XJVy
XV en Frqncia y en los Países Bajos, Madrid, Rey. Occ., 1973<; G. LEFF:Heresy.in the late
middle ages, vols. 1-II, Manchester 1967; C. TRINKAUS, A E. OBERMAN (edirs.): Tite
pursu it- of holiness en tite late rniddle ages and tite Reanaissace. Leiden, Brilí, 1974; F.
RAPE: La Iglesia y It, vida religiosa en,Occidente afines de la Edad Media, Barcelona, La-
bor, 1973; obra clave: M. LAMBERT: Medieval heresy. Popular movementsfrom Bogomil to
Hus, Ed. Arnold pubí:, 1977, recientemente traducida en Taurus, Madrid. Delos estudios apa-
922 Sobela decadencia dela idea deImperio y su sustitución creciente por un mapa europeo
-dualismo,cf. B. GUENEE: Occidente durante los siglos XIVy XV. Los estados, Barcelona,
Labor, 1973. Sólo Dante,-amigo personal-del emperador Enrique VII, permanecerá fiel al viejo
Guillermo de Ockha,n rechaza las Ideas. El giro filosófico... 17
ideal del Imperio, como metamorfosis de la «civitas Dei”, en su célebre escrito De monarchia
cuyo texto puede hallarse en Obras completas de Dante Alighieri. Madrid, Católica-BAC.,
l980~, 694-742, cf. J. LLAMBIAS DE AZEBEDO: «La filosofía política en Dante», en
Stromata, (1941), 49-68; A. TRUYOL Y SERiRA: Historia de lafilosofia del derecho y del
estado, vol. 1, Madrid, Alianza cd., 19786, 356 ss. 365 ss. El descrédito moderno del papado
como instancia de unidad política tuvo su inicio en el siglo XIV tras su enfrentamiento con el
rey francés Felipe IV el Hermoso, su lucha con el emperador alemán, Luis IV de Baviera, la re-
sidencia en Aviñón que arrancó severas criticas de nuestro gravísimo Pero López de Ayala y
las más célebres de Petrarca Cf. P. AMARGIER: «Pétrarque et la polémique contre la curie»,
en la obra en colaboración Franciscains dOc. Les Spirituels ca. 1280-1324, Toulouse 1975,
355-70; tras la intervención en el debate franciscano. Cf. DAMIATA: Guglielmo d’Ockham:
povertá e potere, vol. 1: llproblema della povertá evangelica efrancescana nel secolo XIII e
XI 1< Origini del pensiere político di G. dockham, vol. II: II pote re come servizio. Dalpnc¡-
patus dominativus al princ¡ipatus ministrativus, Firenze, Ed. Studi Francesc., 1978-1979
(obra básica); tras las acusaciones de herejía a Juan XXII y, muy en particular, tras el escan-
daloso «cisma de Occidente». Cf? V. A. ALVAREZ PALENZUELA: El Cisma de Occi-
dente. Madrid, Rialp, 1982, con bibliogr. Para el cambio suyacente en las concepciones políti-
cas, cf. E. GILSON: Las metamorfosis de la ciudad de Dios, Madrid, Rialp, 1965. Otro
hecho disgregador del mapa medieval como comunidad imperial universal fue la celebérrima
guerra de los Cien Aáos al acentuar las particularidades nacionales de Francia e Inglaterra, cf
Ph. CONTAMINE: La Guerre de CentAns, París, PUF., 1977; ID., La guerra en la Edad
Media, Barcelona, Labor, 1984. A las concepciones democráticas de Marsilio de Padua me re-
fiero en nota siguiente.
23 La concepción del papado como poder monárquico y absoluto «tam in spiritualibus
quam in temporalibus» era severamente criticada por Marsilio de Padua, significando prácti-
camente su postura al pasarse al bando del emperador Luis IV en lucha con el papado. Amigo
de todos los máximos inconformistas de sus días, publicó en 1324 una obra clave en la evolu-
ción de las ideas políticas, su celebérrimo Defensor pacis que afrontaba de hecho dos cuestio-
nes decisivas: origen del poder temporal, naturaleza de la comunidad eclesial. Podemos redu-
cir a tres las grandes conclusiones significativas de la obra, además de rechazar seca y
firmemente la naturaleza jerárquica del poder eclesial y la infalibilidad papal (que atribuia
sólo a la Biblia): 1) negación a la Iglesia de todo poder en lo temporal, en lo cual queda más
bien sometida al poder absoluto del estado, continuando así el «galicanismo» incipiente de otro
célebre personaje de la época, Juan Quidort de Paris, partidario de Felipe IV de Francia frente
a Bonifacio VIII, y acentuando con ello la autonomía perdida del poder temporal. A la Iglesia
le quedaría el poder ministrativus, la administración pastoral; 2) principio de soberanía popu-
lar o principio democrático, según el cual no sólo laicos y eclesiásticos se sitúan en idéntico
plano, sino que además el poder reside en e1 pueblo pudiendo atribuirselo a sus representantes
sin contar con eí Papa, como de hecho proclamará públicamente la «Bula de Oro» en 1356: los
príncipes electores designarán la personadel emperador sin intervención papal; 3) comunidad
eclesial: está sobre el papado, pues ella detenta en la Iglesia la suprema autoridad. La obra
revolucionaria, de un liberalismo acendrado, de Marsilio, acaba de ser tersamente traducida
por Luis Martínez Gómez en Tecnos, Madrid 1989.
18 - Uña Juárez, Agustín
centuria, no es vano decir que el siglo XIV inaugura la Bildung del huma-
msmo-moderno,- aspecto redescubierto hoy cuando se trata de indagar las
-
dra, 198r, cf. pp.33-43. Como conclusión, afirma: «Por tanto, podemos decir, por último,
que, para la concepción medieval, la obra de arte no nace mediante una adaptación, unacuerdo
entre eí hombre y la naturaleza, como expresó el pensamiento del siglo XIX, sino mediante la
proyección de una imagen interior en la materia —una imagen interior que, aunque en realidad
no pueda ser denominada con el concepto de “Idea’, convertido ya en término teológico, si
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 21
puede ser comparada con el contenido de éste; también Dante, queriendo evitar intencionada-
mente la palabra “Idea”, resumió esta visión medieval del arte en una única y lapidaria frase:
“El arte se encuentra en tres fases: en el espíritu del artista, en el instrumento y en la materia
que, a través del arte recibe sus formas”» (p. 42, donde alude a Dante, De Monarchia, II, 2).
~ «Et ideo genus non est commune pluribus per identitatem in cis et cum eis, sed per
quamdam communitatem signi, quomodo idem signum est commune ad pIura significata» (Gui-
llelmus DE OCKHAM: Expositio in librum PorphyriiDepraedicabilibus, ca- 5, ed. en Opera
philosophica et theologica, Opera philosophica, vol. II, St. Bonaventure, N. Y., 1978, p. 22.
El mundo subjetivo da la base a esa «communitas ggni». Ese mundo subjetivo, filosóficamente
válido, lo componen dos elementos: «intentiones in anima» y «verba» convencionales (mien-
tras que las primeras establecen una relación biunívoca natural). En todo caso, es bien claro
que la filosofia verifica un giro decisivo, fundamental retrocediendo a la interioridad anímica
frente a la inteligibilidad participada por las cosas mismas, como era el caso bajo el esquema
platónico. Al igual que en Descartes, el discurso filosófico válido apela a la «interioridad
pura», secularizada, es decir, sin iluminación superior, si bien, al fin, haya que recurrir a ella
como idea innata, presente de suyo y por sí al espíritu. Pero es otro préstamo más (de emergen-
cia) que Descartes solicita del pensamiento antiguo aunque lo rechace.
“ Como L. Braun muestra —y a cualquiera es dado ver— Descartes propugna o supone
una historia sin verdad, una verdad sin historia, hasta hacerse discurso intemporal de la «ratio»
que hilvana su filosofía. Muy al contrario, por ejemplo de la racionalidad hegeliana, cuya pleni-
tud recoge la suma de todos los «presentes» o hacerse presencia de la verdad; o de la razón
aristotélica que atraviesa, teleológicamente conducida, todo el acontecer de la cultura griega,
desde los teólogos que procedieron PVOLXCL=, los primeros filósofos y estos filosofaban ahora
Xoyixds hasta llegar a la presente filosofia, la suya propia. La duda cartesiana opera, así pues,
la función práctica de una auténtica «Destruktion», pues la razón precavida y difidente excluye
todo pasado como condición para el alumbramiento de la verdad. Ortega y Gasset ha insistido
en este aspecto destructivo de la razón cautelosa que en la razón crítica kantiana exige alzarse
sobre la ruina absoluta y efectiva de toda construcción filosófica previa. En consecuencia, la
verdad cartesiana exige tener comienzo absoluto, ser creación radical. La investigación actual
muestra que ese sueñó cartesiano es mero ensueño e ilusión. Para la pretensión cartesiana cf? L.
BRAUN: Histoire de Ihistoire..., cit, 59 Ss. También G. LEFÉBVRE: El nacimiento de la
historiografia moderna, Barcelona, cd. M. Roca, 1974, 97 ss.
22 , - - Uña ‘Juárez, Agustín
presidido por la Idea, por otro más bien sígnico y subjetual, rebajado de
esencias, incrementado en experiencia, abierto al fenómeno, a lo cuantita-
tivo, lo metodológico y lo formal, y radicalmente fundamentado en la-deci-
sión voluntarista de un supremo querer. -
42 «,,, Multum est necessaria scientia de significatione vocum et ordine earum in signifi-
cando» (Gulielrnus DE OCKHAM: Expositio in libn¿m praedicamentorum Aflstotelis, cap.
-10 cd. Opera philos.. vol. II, 229).---Y la razón es, dice él, porque la ciencia no se adquiere ade-
cuadamente sin una doctrina acerca de las palabras.
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 25
~ El texto de Ockham es terminante y claro: decidir cómo son en sí los conceptos y qué e-
zistencia real tengan compete a la metafisica. He aquí sus mismas palabras: «Verumtamen qua-
ha sunt ista fabricata, scilicet conceptus et intentiones cuiusmodi sunt syllogismi, propositiones
ternlini et huiusnxodi, an sdiicet sint realiter et subiective in anima existentes, an alio modo,
non ad logicam sed ad metaphysicani pertinet» (Gulielmus DE OCKHAM: Expositionis in Ii-
bros anis logicaeprooemiun, ed. Opera philos., vol. fl, ‘7). Más adelante, lo repite de nuevo:
«Quamvis praedictae quaestiones et consimiles non ad logicum sed ad metaphysicum sin perti-
nentes...» (Gulielmus DE OCKHAM: Expositio in librum Pophyrii De praedicabilibus, ed.
Opera Milos.. vol II, 10).
“ Correlativamente, la teoría de las Ideas o formas era también mucho más que fundamen-
tación del pensamiento: era ontología, decisión sobre el ser, dictamen radical de realidad, teoría
total del ente, explicativa de su naturaleza propia y de un principio radical propio» (A. C. PE-
GIS: «El dilema del ser y de la unidad», en R. E. BRENNAN: Ensayos sobre el tomismo.
Madrid, Morata, 1963, 220).
26 - Uña Juárez, Agustín -
¿1-
-, ‘Y Gulielmuá DE OCKHAM: Expositio in librum Porphyrii, cap. 2,, art. II ‘cd. Opera
phUoi4 vol.-II, 4StiEn ¿seimismo-contexto Ockham nos dice algo importantepara él:qué es el
individuo: «Nam individuum ést-illud qu&d consistit ex diversispropietatibus qune omnes simul
sumptae non possunt in aliquo alio reperiri» (ibid., cap. 2 art. 15; cd. cit: 11,51).-. -- - -
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 27
res praeter res absolutas». De esta gravísima opción metafísica fue también
consciente Ockham. Y, por si no lo fuera, sus contemporáneos le advirtieron
ya de sus consecuencias: la exclusión efectiva de la metafísica del campo
científico, ya que es ciencia preocupada de suyo por nuestra idea de lo que
hay de más universal en lo real: la idea de realidad misma, e. d., el ser. Así
suena la réplica de W. Burley en su comentario al Ars vetus:
«Si nada es sustancia, sino la sustancia singular, se sigue que no existe
ciencia alguna de la sustancia. Y así se destruiría la metafisica que trata de
las sustanc¡as insensibles 1= suprasensibles] y de las sustancias eternas.
De igual modo, se destruiría la ciencia de los entes naturales que trata de
las Sustancias móviles, ya que no existiría ninguna otra ciencia, a no ser la
de los conceptos del alma”<6.
Vengamos ya al tercer punto. el que aquí más nos importa, dentro de la
historia significativa del platonismo: el rechazo de las Ideas. Esto explica
de raíz todo lo precedente y exige toda una metafisica transmutada desde su
base. Pues si, realmente, no hay Ideas universales participadas por los sin-
guIares, el singular queda reducido a su mera singularidad. No habría nada
universal y sólo cabría un universo particular con otra nueva concepción del
saber, del conocimiento y de la ciencia.
Pero, ¿de qué modos y en qué términos rechazó Ockham a Platón y sus
Ideas? De doble modo: implícita y explícitamente, es decir, en un texto
donde expresamente afronta el tema. Me refiero aquí a esta expresión más
clara y contundente y explícita de la que no intentaré presentar una herme-
néutica plena y propia. Me ceñiré sólo a observaciones imprescindibles de
tres tipos: textuales, históricas, doctrinales.
i) Observaciones textuales
46 Si ergo nihil sit substantia nisi substantia singularis, sequitur quod nulla est scientia de
bus LXXXIII q. 46) in ihrer inhaltlichen Bedeutung» en Philos. Jahrb. d. Górres Gesellsch.,
43 (1930), 297-307 Mittelalterliches Geistesleben. Ed. II, Manchen, Hueber, -1936, 35-61;
L. M. DE RIJK: «Qunestio de ¡deis. Sorne notes on an irnportant chapter of-platonism», en
Kephalaion. Studies in greekphilosophy... offered to C. .1 De VogeL cd, -1. Mansfeld-L. NI. de
Rijk, Van Gorcum, Assen, 1975, 204-13.
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 29
bien- estudiados hasta. los siglos XIII y XIV, especialmente par- -M~ Grab-
mann; R G]orieux y por mí iÉi~nió52? Se \‘tiliza el juego de autoridades ya
conocidoen-la época.- Alanode Lille decía que’lds-autores tienen, cual esta-
tuas,-lanariz de cera, versátil en todas las direcciones. Y-así- parece saberlo
Ockham. También parece estar al corriente del-consejode suconnacioñal
Rogerio Bacon: corregir una autoridad apelando a otra para no ser acusados
de impiedad... Es sabido que en ~ Sentencias Ockham es parco en men-
ciones derecíente~
-t
autores coetaneos
-. llegan comó Tomás
eráel uso éntré i~edie~falési
Escoto~ EnSusel mencio-
nes mas a- Sánto- ~ ~j: D. presente -
- - - - - — - - .-t , —
u) Observaciones históricas -. - - - - - - - , - - - - -
- ‘~- Véase compendio y amplia bibliografia sobretodo ello eñ mis-cicritos: A. UNA JUA-
dos54. Algunos de ellos son ya antiguos. Otros son más recientes~>. Pero
ninguno ni la suma de todos ellos bastan para trazar adecuadamente la his-
toria medieval de las Ideas en toda su magnitud de detalle ni en toda su rele-
vancia teórica. Por otro lado, la amplitud del presente estudio sólo me per-
mite seleccionar algunas indicaciones que presento con valor de ensayo
provisional.
Las Ideas entran en la Edad Media por multitud de conductos, algunos
aún no bien estudiados, tanto en la línea de la tradición platónica como en la
K., Historiches Wórterbuch der Philosophie, ad IV: 1-1<, Darmstadt, Wissensch, Buchge-
sellsch., 1980, cols. 55 Ss. También se trata la historia completa del término en la Edad Media
como ya indiqué, pero cada parte mínima se encomienda a un diverso autor. Con lo cual se au-
tomiza el tema y se pierde el hilo conductor del mismo.
‘~ Algunas de las monografías antiguas conservan aún su valor. He aquí una enumeracion
que no pterende se exhaustiva y ni siquiera ordenada: J. PALUS: Henri de Gand. Essai sur les
tendances de sa rnétaphysique, Paris, Vrin, 1938; H. RUSSMANN: «Zur ldeenlehre der
Hochscholastik, unter besonderer Berúcksichtigung des Heinrich von Gent; Gofifried von Fon-
taines und Jlcob von Viterbo”, en Freib, theol. Stud., 48(1938); J. GOMEZ CAFFARENA:
Ser participado y ser subsistente en la metafisica de Enrique de Gante, Roma, Univ. Grego-
riana, 1958; P. Garin:La théoriedel’Idéesuivantl’écolethomiste, París 1932 (detestable): P.
5. VALLARO: «La dottrmna tomistica sulle idee e sulla loro origine», enAngelicum, 2(1945),
116-49; R. TAYLOR «Was Abelaid an exemplarist?», en Theology, 31(1935), 207-13; E.
L. LYNCH: «¡‘he doctrine of divine Ideas and Illumination in Robert Grosseteste», en Med.
Stud.. 3(1941), 161-13; PANOFSKY: Idea... cit.: J. M. BISSEN:L’exemplarismedivin se-
Ion saint Ronaventure. Paris, Vm, ¡929; E. GILSON: La filosofia de San Buenaventura,
Buenos Aires, Desclée, 1948, cap. IV: «Las Ideas y la ciencia divina>’ (Pp. 146-63).
“ Entre los escritos más recientes, haré referencia í algunos sin especial orden ni preten-
sión de ser exhaustivo: J. EBERLE: Die Schópfung la ihren Ursachen. Untersuchung zuns Be-
griffder Idee in den lar. Werken MeisterEckharts, Dissert. Kóln 1912; GIUSTINTANI: «Le
Idee in Dio secondo Giacomo da Viterbo... cit: O. WANKE: Die Kritik Wilhelms von Aln-
wick and der Ideen-Lehre des Johannes Duns Scotus, Dissert, Bonn 1965; W. HOERES:
«Wesen und Dasein bei Heinrich von Gent und Duns Scotus”, en Franziskan. Studien, 47
(1965), 121-86; K. GIOCARINIS: «Eustratius of Nicea’s defense of the doctrine of Ideas»,
en Francisc. Srud., 24(19649,159-204; L. B. GEIGER «Les Idées divines dans l’oeuvre de
5. Thomas’>, en A. MAURER (edr.): St Thomas Aquinas 12 74-1974 Commemorative Stu-
dies, vol II, Toronto 1974, 175-209; A. MAURER: «Henry of Harclay’s questions on the di-
vine Ideas», en Med. Stud., 23(1961), donde edita una questio; pero L. M. de Rijk adviene
que todas esas cuestiones pertenecen más bien al escolástico británico de comienzos del s.
XIV, Tomás Wilton; J. QUIiNN: Tlw historicalconstitution of St. Bonaventure’sphilosophy,
Toronto 1973, 492-7; 506-9; H. URS VON BALTHASAR:Lagloire ería cmix, vol. II, Pa-
ris 1968, donde se refiere al ejemplarisnio de San Buenaventura; M. OROMI: «Filosofia ejem-
plarista de San Buenaventura”, introducción general a Obras de San Buenaventura..., vol. III,
Madrid, Católica-Bac., l972~, 3-136, un tanto sobrado de palabras y vanos entusiasmos; E.
BETTONI: «La realtñ delle Idee platoniche secondd l’autore della Summa philosophiae», en
P. WILPERT (Hrsgr.): Die Metaphysik im Minelalter... (Miscelí. Mcd. Bd. II.) Berlín, W. de
Gruyter. 1963, 309-14; P. ROQUES: «Genése 1.1-3 chez Jean Scot Erigéne», enlnrerpréta-
non des premiers versets de la Genése, Paris 1973-212; J. 1. SARANVANA: «Las Ideas en
Escoto Erígena», en Actas del Y Congr. de Filos. Med., vol. II, Madrid, cd. Nac., 1979,
1207-20. En total, poca cosa con relación a la magnitud del tema....
32 Uña Juárez, Agustín
versión plotiniana del mundo inteligible. Cabe señalar, entre otros transmi-
sores, a Calcidio y su traducción latina del Timeo, Varrón, Séneca, Macro-
bio, Apuleyo, Boecio, Prisciano, -Marciano Capella, al Pseudo-Dionisio,
San Isidro... Pero la gran fuente es, sin duda, San Agustín. La 46 de sus
De diversis quaesrionibuspctoginta tribus trataba precisamente De ¡deis 56
Y dejaba ya claros ciertos puntos capitales. En particular dos: 1) que el
mundo- se torna inteligible par las Ideas, afirmación par la que, en definitiva,
Agustín.prefiere a Platón sobre el resto de los filósofos, y hasta el final de su
vida lo ensalzará bajo este mismo punto de vista51; 2) que sólo bajo ciertas
condiciones el supuesto platónico de las Ideas se torna aceptable para el cre-
yente cristiano. Dicho grosso modo, son viables a la creencia, en la vieja 11-
nea de la recóndticéión? filoniana, en cuanto pensamientos modélicos del
Dios único con=¿cI¿ador 1-adical d e todo~cuanto hay, eternas e inconmuta-
- - - -
36 Hay una r¿ciénte edición critica dc su texto, por A. Mutienibecher en Corpus christia-
norum, serlat. 44A, Tú~hulti, Brepols, 1975. Sigo este esmerado texto en la reciente traduc,
ción que ofrezco eh mi ~tudiá supra, nota ji. 99, pp. 117-9, donde intento la máxima fidelidad
el original con lá máxima precisión posible de lenguaje. - -
- «~‘ Al final ya de sus días, haciendo balance doctrinal sereno en sus Retractationes, todavía
mantiene Agustín la llamá del si~uiente elogio a Platón: «Nec Plato quidem in hoc loco erravit,
quia esse mundum inteiligibilem dixit... Munduni quippe ille intelligibilem nuncupavit ipsam ra,
tionem se¡npiternam atque incomsnutabiiem, qua fecit Deus mundum. Quam qui esse negat,se-
quitur ut dicat irrationabilií~r Deum feciste quod fecit aut cum faceret, aut antequam-faceret, si
apud eum ratiofaciendi non erat. Si-vero erat, sicut erat, ipsam videtur Plato vocasse intelligibi
7
1cm mundum. Nec tanien isto nomine uteremur, si iam satis essemus litteris eccíesiasticis cnt-
diti»(Rerract. 1, 3, 4). En definitiva, ensalza la cosa misma aunque corrija el nombre.
AUGUSTINUS: De civ. Dei, Vfl, 28. Como es sabido, desconocemos el escrito origi-
nal de Varrón, excepto por la amplia descripción que aquí ofrece Agustín.
Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico... 33
“ Cf. SARANYANA,J. 1.: «Las Ideas...» oit., 1211. Cf.Dedivisionenaturae, 11,21 PL.
122, 561B-562A.
~ «Permítasenos hacer notar de nuevo que los teólogos del siglo XLII aceptan unánime-
mente de los árabes la tesis no aristotélica del universale ante rem: que, con igual unanimidad,
colocan este universal trasdental en las Ideas divinas; y que, finalmente (y este es el punto en
que insistimos), la Idea para ellos no es distinta de la sustancia misma de Dios, inteligible su-
premo y omnímodo. Desde San Agustin hasta Santo Tomás, pasando por Juan Escoto, San
Anselmo, Guillermo de Alvemia, Alejandro de Hales, Roberto Grosseteste y muchos otros,
domina (continuamenterefinada y perfeccionada) idéntica doctrina en lo que respecta al funda-
mento de las esencias. La multiplicidad de las mismas pertenece a ellas solas y su fundamento
común está en la unidad de Dios y de su mundo: vistas desde el lado de Dios, las Ideas se iden-
tifican con una sola realidad, que no es otra cosa que la esencia divina,, (Citando a J. Paulas en
la obra antes mencionada, cf. A. C. PEGIS: «Dilema del ser...», cit., 215).
~ M. GRABMANN: «Quaestiones tres Fratris Ferrari Catalani, O. P., doctrinam s. Au-
gustini illustrantes ex codice Parisiensi editae», en Estudis Franciscans, 42 (1930), 382-390.
62 Petri DE ATARRABIA SIVE DE NAVARRA: In primum Sententiarum scriptum...
critice eddidit P. Sagaes Azcona, Madrid, CSIC., 1974, vol. II, 814 ss.).
34 - Uña Juárez, Agustín -
tual
1ala suestión concreta-~delas Ideases el,de la selentia De4ad-extra,~es
decir, eñordena lo creatio. Así ocurre-sobte todoen-las $umasyen los ca-
mentarios a- lasSentencias.
66. Puede6hacer
usión, de pero
colateral, paradigma en estecaso
de interés, el trata--
era, la compara-.
miento
cion tomista
entre Otray disc
Aristóteles Platón, que harámás ruido -en pleno Renacimiento;
italiano pero que atrayiesa todo el, medievo desde- el célebre proyecto boe-
ciano en torño a las filosofías -de Platón y de Aristóleles. Los-aristotélicos’
-
~‘ Cf. R. KALIVODA: «Joannes Wyclifs Metaphysik des extremen Realismus und ihre
Bedeuiúnk imEndsiadiúMder rnitt¿lalt¿rlichén Philosophie”, eh fíe Metaióhi~ík im Mittelal-
ter..., hrsg. y. p. Wi$ért, Berlín,w: de GruytérVerla4, 196 o? p~. 720 ss. -
~<¿<ex perfectióiie dÑina provenit quod a ‘ratione ideali in fleo tluit in esse essentiae,
primo es~eAtia creabráe et secujido mediante dispdsitioi~¿ diviñaé Volúnt~tis ‘a esse existen-
tiá~»(Enriqús GANDÁVENSISi - - -
72 Cito eí texto &iginal, p. 49Ó, indicado en nota supra, n. 98. En lo sucesivo$ estas citas
El propio Ockham explica cada una de las tres partes en que divide su
«descripción». Pero, en defrnitiva, ¿de qué se dice o a qué se aplica? No a la
esencia divina sino más bién a la creatura. Ni tampoco al conocimiento
acerca de la creatura sino a la creatura misma. Ningún respecto, ninguna re-
lación de Dios puede llamarse Idea. Y así, ninguna relación de El mismo
puede ser tenida por ej?mplar de la creatura. El pensador británico pone en
juego toda su grandiosa máquina argumentativa para cerrar el resquicio o
rendija por donde podrían infiltrarse de nuevo las Ideas: serian aquello di-
verso de Dios y de las creaturas mismas por lo que Dios conocería a éstas.
La respuesta de Ockham es que bastan las creaturas mismas para que Dios
conozca las creaturas. En consecuencia, «ipsae Ideae sunt ¡psaemet res a
Deo producibiles» (p. 493). Y estas son siempre «res singulares» (p. 497).
De modo tajante, Ockham cierra todos los caminos «... Ideae nec movent
intellectum divinum, nec sunt intellectus ipse, nec obiectum medium inter
Deum et alia a se cognita» (p. 494) ¿Y qué hacer con el ejemplar del mundo
y de las cosas? La ejemplaridad de la Idea —viene a decir Ockham— la
cumple suficientemente cada creatura, la creatura misma. Cada cosa es
ejemplar de sí misma! Aquí Ockham se entrega a razonamientos (PP. 503-4)
que rozan peligrosamente los «britannica sophismata». Nuevo pro-
blema: si las Ideas son las cosas singulares, ¿cómo pueden estar en Dios?
cen- dudarcuanto
~obviade de lo evidente
acabamos-e indubitabl&
4de- examinar y -sostienen -que-~Qc~am 75.rechaza
En~mi
con vigor&todot4~o de>Tdeas
particularopinión-esta tanto platónicas
ú¡tima-esja como
interpretación a~ustinianas Ockhañi
obvia-de-cuanto
dice>Para- Platón una-Idea,como quiera-que se la interprete —y las inter-
Concluyamos este recorrido por las Ideas con una reflexión a modo de
síntesis final, superadora del imprescindible detalle historiográfico erudito.
Acabamos de asistir al entierro ockhamista de las Ideas y esto da qué pen-
sar. Antes que nada, obliga a recordar la contradictoria suerte de Platón en
el contradictorio siglo XIV. Por un lado, esa época marca un momento de
gran retorno y actualidad del Ateniense. En la mente humanista de Pe-
trarca, viene a decir R. Pfeiffer, todos los caminos conducen a Platón76. Y
cabe añadir que Platón vuelve a la historia viva en el humanismo de Petrar-
ca77. Por otro lado, la crítica ockhamista cierra una época de plurisecular vi-
gencia platónica desde el fondo mismo del pensamiento de Occidente, al re-
chazar sus Ideas y optar por una alternativa que haga viable otra senda de la
filosofía ¿Qué significa todo esto? Esa fue nuestra pregunta a lo largo del
presente «ejercicio de reflexión». Ordenemos ahora nuestras ideas para
concluir:
76 R. PFEIFFER: Historia de la filología clásica, vol. II: De ¡300 a 1850, trad. Madrid,
Gredos, 1981, 35. Sobre al platonismo agustinista de Petrarca, cf. P. P. GEROSA: (imane-
simo cristiano del Petrarca. Influenza agostiniana. Attinenze medievalL Torno, Bottega d’E-
rasmo, 1966, espec. cap. XIII, pp. 246-77. Véase también estudio de L. de Vendittis en Med.
romanzo, 5 (1978). 320-46.
“ Cf. R. MARCEL: «Le platonisme de Pétrarque á Léon l’Hébreu’>, en Actes du Congr.
de l’,4ssoc. O. liudé de ¡953, París 1954, 293-3 19.
40 - Uña Juárez, Agustín