El Rol Del Agente Educativo, El Desarrollo de Competencias, y La Educación en La Primera Infancia
El Rol Del Agente Educativo, El Desarrollo de Competencias, y La Educación en La Primera Infancia
El Rol Del Agente Educativo, El Desarrollo de Competencias, y La Educación en La Primera Infancia
Es integral, en ella pueden identificarse por lo menos tres dimensiones del nuevo
concepto sobre los niños, las niñas y su desarrollo; su socialización ellos
diferentes ámbitos en que participan la familia, la comunidad y los agentes
educativos; y su cuidado y protección, que exige la acción articulada de sectores
especializados para su atención.
Para conocer y aprender sobre los niños y las niñas, los agentes educativos
cuentan con una herramienta muy valiosa: la observación. A pesar de referirnos
a una herramienta natural usada por todos, hay una gran diferencia entre mirar y
observar. Mientras mirar se refiere a captar con la vista lo que tenemos a nuestro
alrededor, observar implica mirar con un propósito y formular preguntas que
ayuden a su cumplimiento.
Una tarea del agente educativo es prestar atención a gestos, miradas, risas y
llantos, movimientos del cuerpo y de las manos, manipulaciones, exploraciones,
palabras y frases; en fin, observar su comportamiento general.
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competencias. Es así como se hace primordial la observación tanto de las
acciones cotidianas como de los progresos que se lleven a cabo
permanentemente.
Los niños y las niñas tienen capacidades que les permiten ir desarrollando
competencias, ponerlas en práctica y encontrar situaciones que los reten. Por
tanto, el papel del agente educativo es primero reconocer las capacidades y,
desde la cotidianidad, acompañarlos activamente en el descubrimiento y
desarrollo de sus competencias, a través de acciones intencionadas, significativas
y pertinentes.
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Reconocimiento de quién es el niño o la niña
El agente educativo tiene el reto de acompañar, guiar y orientar a los niños y las
niñas promoviendo, a través de sus acciones, un cambio cultural que abandone
modelos tradicionales de educación donde el aprendizaje se entendía como una
acumulación de conocimientos y la enseñanza, como la instrucción para
memorizar o repetir ciertas cosas que se le debían dar al niño.
Se entiende por estrategias educativas las formas de trabajo que tienen una
clara intencionalidad de movilizar recursos de los niños (emocionales, sociales,
afectivos, cognitivos) para promover el desarrollo de sus competencias.
Las preguntas del agente educativo cumplen un doble propósito. Por una parte,
facilitan su rol como observador ya que le permiten percibir comportamientos,
actividades, hechos o situaciones de la vida de los niños en diferentes contextos,
sin entrar a valorarlos. Por otra, le ayudan a caracterizar aquello que los niños y
las niñas son capaces de hacer y a generar mejores ambientes de aprendizaje y
socialización propiciando condiciones que los impulsen hacia niveles cada vez
más avanzados de sus competencias.
Es absolutamente necesario que los agentes educativos dialoguen con los niños y
las niñas de manera informal, que hablen sobre sus vidas, sus gustos, sus
tristezas y alegrías, en fin, sobre su cotidianidad. Es en estos espacios donde, a
través de la pregunta, el agente educativo hace posible la movilización de recursos
en los niños permitiéndoles indagar, argumentar, relacionar, problematizar,
categorizar, ponerse en el lugar de otros, expresar sentimientos y tomar
decisiones.
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el agente educativo pueda evidenciar en ellos sus competencias y progresos, y
después establecer las acciones pedagógicas que impulsen su desarrollo.
Partiendo de la cotidianidad
Esto significa que el agente educativo debe privilegiar los ambientes cotidianos
que favorecen en los niños y las niñas el despliegue de sus capacidades y debe
evitar aquellos ambientes que les sean artificiales, ajenos y poco significativos.
A menudo se recurre a un “activismo” con los niños y las niñas, esto es, la
programación de actividades a priori con unos objetivos preestablecidos por los
agentes educativos, que los pequeños deben cumplir. En muchas ocasiones estas
actividades no parten ni responden a sus necesidades, características o intereses.
Para evitar esta situación, el agente educativo puede conducir las acciones de dos
formas: la primera, permitiendo que el niño proponga qué quiere hacer y la
segunda, que sea el agente quien sugiera la actividad.
En la primera, el agente educativo establece las condiciones para que los niños
propongan y desarrollen una actividad. Aunque esta puede carecer de sentido
para el agente educativo, resulta importante, porque tiene la oportunidad de
conocer los intereses, inquietudes y saberes previos. Entonces al agente
educativo le corresponde, animarlos para que alcancen el propósito planteado y,
enriquecer la actividad proponiendo nuevos desafíos.
En la segunda, el agente educativo propone una actividad que anime a los niños y
a las niñas para que la lleven a cabo a su manera, observando sus desarrollos y
saberes. El agente educativo no se detiene allí, intencionalmente la hace más
compleja empleando recursos que surgen de las actuaciones de los niños. Es en
esa medida que ellos adquieren más recursos, mayores alcances y mejores
desempeños; es decir, desarrollan sus competencias.
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Rechazar las soluciones predeterminadas y únicas, valorando el proceso
para alcanzar una meta y no el resultado final.
Estimular el interés en los niños y las niñas de modo que se apropien y
comprendan lo que la situación les exige.
Permitir la construcción de diferentes rutas para llegar a una solución.
Fomentar la interacción para que aporten sus opiniones desde diferentes
perspectivas para encontrar soluciones.
Lo más importante es que esta estrategia permite al agente educativo observar las
actuaciones del niño y de la niña frente a una situación de resolución de
problemas, donde se les exige usar diferentes capacidades que les permitan ir
desarrollando sus competencias.