Religion 1 Taller 3 Periodo
Religion 1 Taller 3 Periodo
Religion 1 Taller 3 Periodo
TEMA:
LA DIGNIDAD
PROFESOR:
ANDRES ACHURY GALLEGO
ESTUDIANTE:
MALLY NICOL UNI MUELAS
GRADO:
NOVENO UNO
PIENDAMO- CAUCA
AGOSTO - 2020
Evolución de la idea de la dignidad humana
I. La reflexión filosófica ha acompañado al hombre a lo largo de su existencia, puesto que es
el único ser que se cuestiona sobre sí mismo y sobre el mundo que lo rodea. La historia
de la filosofía, nos dice Nicol, se desarrolló en tres temas centrales: primero, la
metafísica, después la epistemología y, finalmente, la antropología. Esto se debe a que
primero se preguntó el hombre sobre el ser, luego sobre la forma en que se obtenía el
conocimiento sobre ese ser y posteriormente sobre el ser que conoce al ser, es decir el
hombre mismo.
II. De la comprensión que se tenga de la naturaleza humana deriva el trato que debe dársele
a todo ser que posea dicha naturaleza, a lo que denominamos “dignidad”. Vocablo que
deriva del latín dignitas, que a su vez deriva de dignus, cuyo sentido implica una posición
de prestigio o decoro, “que merece” y que corresponde en su sentido griego a axios o
digno, valioso, apreciado, precioso, merecedor.
III. La dignidad es ser tratado como lo que se es. La pregunta entonces, ya no solamente para
poder comprender lo que somos en un sentido metafísico, sino para poder dar un trato
digno al ser humano, en un sentido ético, es ¿cuál es la naturaleza o physis ontológica
del hombre? ¿Qué es el hombre? Así, sabiendo lo que el hombre es podremos tratarle
como tal, como merece, es decir tratarlo dignamente. La respuesta a esta interrogante
puede ser muy variada, dependiendo de la concepción desde la que se formule, del
ámbito cultural e incluso de las creencias personales de cada individuo.
IV. El hombre tiene una naturaleza distinta de la de los demás seres: capaz de
autogobernarse y además posee la cualidad de poder comprenderse a sí mismo como un
ser individual y, a la vez, como parte de una sociedad en la que interactúa con sus
semejantes. Aunque se identifica con sus iguales no se comporta de manera idéntica a
ellos, puesto que no solamente tiene un ser, sino que puede tener modos de ser, como
les llama Nicol.
V. La noción de dignidad humana es uno de los conceptos que en el ámbito del derecho y la
filosofía presentan mayores problemas para su esclarecimiento y definición, en gran
medida porque depende de la concepción filosófica en la cual se fundamente la
argumentación; por ello tal vez la conceptualización de la dignidad más utilizada en la
actualidad tiene un carácter meramente instrumental, en la que se hace referencia a la
dignidad como el trato o respeto debido a las personas por su sola condición de seres
humanos, pero sin entrar a señalar las razones o por qué se le debe ese trato, con lo que
se deja a otros ámbitos de reflexión el indagar sobre la naturaleza humana o las
características de lo humano que sustentan la dignidad.
VI. Incluso, una práctica actual en las reflexiones tanto en el campo de los derechos humanos
como en la bioética, con la finalidad de obviar o evadir el problema de las distintas
perspectivas, consiste no en definir ni conceptualizar la dignidad, sino que dándola por
supuesta se tratan de identificar las conductas que la lesionan o dañan, lo que algunos
identifican como conceptualización de la dignidad por su contrario.
VII. Desde nuestro punto de vista, una perspectiva de la dignidad así, sin una determinación
clara, sin vocación de valor absoluto o al menos definido es sumamente peligrosa, pues
deja al concepto vacío de contenido y difícilmente defendible o sostenible ante los
posibles ataques, e incluso hace sumamente difícil la construcción de un marco
institucional para tutelarla; además de que permite el uso del concepto dignidad de
manera ambigua, para argumentar en defensa, por ejemplo, tanto de la legalización
como de la prohibición de determinadas situaciones que son objeto de profundo debate
social, como la eutanasia o el aborto, por lo que consideramos que sólo con un concepto
claro y preciso de dignidad es posible construir los medios para su defensa y desarrollo
en la convivencia social, pues en un aspecto tan relevante no basta confiar en el sentido
común o la intuición.
VIII. En su desarrollo histórico la idea de dignidad humana ha hecho referencia a distintos
aspectos de la condición humana o ha sido entendida desde distintas perspectivas o
dimensiones. Francisco García Moreno, por ejemplo, identifica lo que él llama cuatro
dimensiones de la dignidad: a) político-social; b) religiosa o teológica; c) ontológica y d)
ética, personal y social en el sentido de la autonomía, que corresponde de alguna
manera a su evolución o desarrollo a lo largo de la historia, como exponemos a
continuación.
1. La dignidad en la Antigüedad
IX. En una primera etapa, en la Antigüedad griega y posteriormente en Roma, la concepción
de la dignidad se basó originariamente en el aprecio y el reconocimiento social hacia el
individuo, en la posición social que se ocupaba, como señala Antonio Pelè:
X. En efecto, tanto en la Antigüedad, la Edad-Media, el Renacimiento, etcétera el valor del
individuo derivaba de su filiación, origen, posición social, u otros cargos políticos. En
resumen, los individuos nacían con dignidades distintas y desiguales. El individuo podía
sentir e identificar su valor y excelencia por la pertenencia a una élite con la cual
compartía los rasgos sociales, políticos y económicos.
XI. Esa idea de dignidad no tenía más fundamento que la pertenencia a un determinado
grupo social, o el desempeño de determinadas funciones en la vida pública. Sin embargo,
es importante señalar que en este caso la dignidad exigía al individuo una forma de
comportamiento acorde con ese aprecio y reconocimiento social, como lo expone Jörg
Luther:
XII. En la tradición filosófica estoica de Cicerón, se califica con la dignidad la posición que en
público se atribuye a una persona honesta que se preocupa por su propia cultura, por el
honor y la discreción: “dignitas est alicuius honesta et cultu et honore et verecundia
digna auctoritas”. Ciertas formas de vida, “diffluere luxuria et delicate ac molliter vivere”
son incompatibles con la dignidad que forma parte de una naturaleza humana en la que
participa la razón. Esta concepción puede haber impregnado también el uso de
“dignitas” en el derecho romano, en un primer momento como signo del rango de una
persona presupuesto por o derivado de un oficio público que la misma desempeña, y
más tarde como signo de un estado social elevado.
XIII. Esta concepción de la dignidad no fundada en la condición humana, sino en la condición
social, tiene como supuesta la idea de superioridad y rechaza por principio la igualdad,
que sólo mucho después vendrá a unirse a la idea de dignidad. Por eso es perfectamente
justificable la esclavitud, o la convicción del ciudadano griego o romano como ser
superior, pero como señalamos esa superioridad y dignidad exigía un comportamiento
acorde con esa dignidad, como expresaba Plauto: “Las personas dignas caminan de
manera distinta a como lo hacen los esclavos”.
XIV. Esta conceptualización de la dignidad, hoy día claramente superada, subsiste sin embargo
en lo que podríamos llamar “la dignidad posicional”, es decir, un reconocimiento o
estatus que se suma a la dignidad que compartimos todos los individuos y que se
traduce en un reconocimiento social, en un respeto, por la posición que se ocupa
socialmente, y que exige un trato determinado por parte de los demás miembros de la
sociedad, lo mismo que un comportamiento individual, al menos público, acorde con ese
reconocimiento. Así, si bien brindamos un trato respetuoso a los gobernantes, exigimos
también que ellos se comporten de una determinada manera, acorde con la moral social
vigente.
2. Dignidad con fundamento religioso
XV. Ya desde las filosofías griega y romana la dignidad hace referencia también a un
reconocimiento de lo divino en los individuos, por eso la exigencia de un
comportamiento virtuoso, que busca la perfección propia de lo divino. Sin embargo,
aunque la idea de la creación del hombre por Dios es un rasgo común a todas las
religiones monoteístas, fue con la aparición del cristianismo que la dignidad cobró una
nueva dimensión, fundada en el vínculo con la divinidad. La dignidad para el cristiano se
fundamenta en que es creado por Dios: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de
Dios lo creó”.
XVI. Para los cristianos, la dignidad tiene su fundamento en su filiación divina, a la que se suma
la redención de todo el género humano por Cristo, el mismo Dios hecho hombre, y con
esto la dignidad se une con el principio de igualdad, pues la creación y la redención
alcanzan a todos. Pero de nuevo se trata de una dignidad que le viene al hombre de
fuera, que no tiene su fundamento en la propia condición humana.
XVII. Ahora bien, aquí comenzamos a encontrar ya algunos atributos de la dignidad que se
conservarán hasta nuestros días, como el hecho de que la dignidad no se pierde, ni
depende de las características personales, de la manera de conducirse en las relaciones
sociales o del aprecio que tengamos en la sociedad, sino que por su filiación divina los
seres humanos son dignos, sea cual sea su condición social, y esa dignidad no se pierde o
deteriora a lo largo de la vida, pues no depende del propio ser humano.
XVIII. También se consolida en esta etapa la idea del ser humano como el ser más digno y
excelso de todos los existentes. Sólo a los seres humanos creó Dios a su imagen y
semejanza, sólo a los seres humanos Dios redimió y sólo con ellos tiene una relación
paterno filial, y el resto de los seres creados lo fueron precisamente para el beneficio del
hombre, que es en este sentido el rey de la creación. Pero aún desde la perspectiva
religiosa, el libre albedrío, la libertad y la autonomía son un presupuesto antropológico
de la dignidad, pues es con sus decisiones y elecciones en ejercicio de su libertad que el
ser humano puede alcanzar el bien, acercarse a Dios y cumplir con el plan previsto para
cada uno, con su fin divino alcanzando la perfección.
XIX. Y esa conceptualización de la superioridad de la vida humana sobre los demás seres es
posteriormente recogida incluso en ambientes seculares, como lo expresó en su
momento Francisco Tomás y Valiente, distinguido jurista español, que fue magistrado y
presidente del Tribunal Constitucional y fue asesinado por ETA en su oficina como
profesor en la Universidad Autónoma de Madrid: “…no hay nada en la creación más
importante que el hombre, que todo hombre, que cualquier hombre”.
XX. Pero esta concepción de una dignidad de origen divino no es exclusiva de la doctrina
cristiana o católica, pues en la teología de otras religiones también se desprende de la
liga entre el hombre y su Dios un sustento a una idea de dignidad, como sucede con el
pueblo judío, que se considera un pueblo elegido directamente por Dios, lo que lo
dignifica y enaltece frente a otros pueblos. Y algo similar ocurre en todas las religiones,
incluso en las orientales, como nos señala Masiá:
XXI. El fundamento de la dignidad en el budismo Mahayana es la presencia por igual en todas
las personas de lo que se llama en sánscrito buddhagostra y en japonés bushô: la
naturaleza búdica en el interior de cada persona; lo mejor de nosotros en nuestro
interior, que coincide con lo divino en cada persona, cuyo desarrollo no es la negación
del yo, sino su expansión; lo que decía el poeta griego Píndaro: “hazte el que eres”; lo
que dicen los budistas japoneses de la escuela de Shingon: “Hacerse buda o iluminado ya
en este mundo y en este cuerpo es percatarse de que ya lo somos”
3. La dignidad propiamente humana
XXII. Tal vez el paso más trascendente en el desarrollo de la idea de la dignidad humana se dio
en el Medioevo, cuando ya se plantea la dignidad humana basada en lo que el ser
humano es, en sus atributos y características, en su ontología. A partir de este momento
el ser humano es digno por sí mismo, con independencia del aprecio, reconocimiento o
valoración social, o de su vínculo con la divinidad. Lo humano, la naturaleza humana es
concebida con una dignidad y un valor intrínsecos.
XXIII. Sin embargo, los primeros pasos para esta concepción de la dignidad del hombre en el
mundo occidental se dieron en la filosofía griega con los sofistas, con Sócrates, Platón y,
por supuesto, Aristóteles, que plantearon la existencia de la naturaleza y la ley natural.
Ideas que fueron recogidas después por Cicerón, quien claramente fundamenta la
dignidad en la naturaleza humana, a la que entiende como lo divino en lo humano, lo
que también le da un carácter de superioridad.
XXIV. En el siglo XV Pico De la Mirandola inició una tradición en la concepción de la dignidad
humana que sería después seguida y enriquecida por muchos al escribir su Discurso
sobre la dignidad del hombre, en el cual habla de la naturaleza especial y distinta del ser
humano como creación divina. Para él, el ser humano es distinto a los demás seres vivos
en tanto que éstos se encuentran determinados biológicamente en su totalidad,
mientras aquél, si bien en gran medida también está determinado por la naturaleza,
tiene capacidad de actuar de manera autónoma y de guiar su futuro y tomar decisiones.
XXV. De alguna manera puede afirmarse que aquello que hace digno al hombre, en la
perspectiva de Pico De la Mirandola, es precisamente esa indeterminación, que implica
la capacidad —autonomía— para alcanzar sus propios fines mediante el ejercicio de sus
capacidades, al adoptar determinaciones sobre su propia actuación.
XXVI. De acuerdo con lo que dice Pico De la Mirandola, el hombre privado de la capacidad de
autogobernarse no puede entenderse a sí mismo como un ser humano. El hombre es
capaz de identificar, de acuerdo con su proyecto personal y su papel en la vida social,
aquellas cosas que son importantes para él, aquellas cosas sin las cuales no podría lograr
lo que se ha propuesto. La autonomía del ser humano es lo que lo diferencia de los
demás seres vivos y, por consiguiente, lo que muchos autores han entendido como la
base de su dignidad, que depende de su condición humana.
XXVII. Para una importante corriente de pensamiento la dignidad se sustenta en las capacidades
racionales y volitivas de los seres humanos, concretadas en la idea de autonomía y de
libertad, como señaló Pico De la Mirándola. Autonomía que expresa la capacidad de
autodefinirse y autoconstruirse de las personas, al realizar cotidianamente procesos de
elección en relación con los fines y planes personales. Autonomía que es en esencia
libertad.
XXVIII. Otra opción en la misma línea de pensamiento es basar la dignidad en la capacidad de la
racionalidad humana, en la capacidad de entenderse a sí mismo y al entorno para
adaptarse a él. De hecho, hay una identificación de las facultades racionales del hombre
como su nota o cualidad esencial y distintiva. En esta línea se desarrollan ideas en las
que el hombre es considerado como el ser más digno entre todos los existentes. El
hombre es concebido como un ser superior sobre los demás en tanto que es el único
dotado de razón.
XXIX. Consideramos que la idea principal de la argumentación en torno de la dignidad no debe
centrarse en la atribución de una dignidad superior a los seres humanos, sino en
reconocer la necesidad de tratar a cada uno de los seres como lo que son, sin necesidad
de aludir a una mayor o menor dignidad, pues lo verdaderamente importante para el
hombre es ser tratado como lo que es, de acuerdo con sus atributos y características.
Igualmente habrá que tratar a los demás seres vivos de acuerdo con sus características y
atributos, así podríamos hablar de una dignidad no sólo humana sino también de los
demás seres vivos. Todo lo vivo merece así respeto en tanto que en ello hay vida, y el
trato que habrá de recibir por parte de los seres humanos debe ser acorde con su
dignidad, constituyendo ese trato debido un deber moral.
XXX. No podemos omitir, sin embargo, nuestro rechazo a las concepciones naturalistas o
animalistas, que en aras de buscar un respeto y protección a los animales postulan una
equiparación entre los seres humanos y los demás seres vivos, donde el humano sólo se
diferencia del resto de los seres vivos por el grado de complejidad alcanzado por la
evolución. Posiciones que además se han visto revitalizadas en los últimos tiempos
desde el descubrimiento de la doble hélice del ácido desoxirribonucleico (ADN) y la
revaloración de las teorías evolucionistas, entendiendo al humano simplemente como un
animal más, en todo caso superior en algunas cualidades, producto de la evolución y
cuyas diferencias con los animales no son sino consecuencia de un determinado
desarrollo biológico.
XXXI. Esta perspectiva creemos no sólo termina degradando y empobreciendo la condición de lo
humano, sino que, como afirma Erich Kahler: … niega cualquier diferencia esencial entre
el hombre y el animal en su aspecto mecánico, no tiene en cuenta para nada hechos
fundamentales que no podría explicar de manera satisfactoria. Ignora los valores que se
desarrollaron en la antigüedad y la cristiandad, el dominio de sí, el dominio de los deseos
e impulsos, el amor, la caridad y la filantropía. No tienen en cuenta los logros de la
contemplación humana, de los esfuerzos del hombre por reflejar al mundo y así mismo
en el arte y en la especulación filosófica, para formarse y recrearse mediante la fuerza de
su intelecto.
XXXII. Pero al reducir lo humano a lo biológico, se niega también la posibilidad de
comportamiento moral y de la responsabilidad que deriva precisamente de esas
capacidades que caracterizan al ser humano. Responsabilidad que se basa o fundamenta
en el poder que tenemos sobre las cosas y del valor de intrínseco de aquello sobre lo que
tenemos poder, como ha señalado Hans Jonas.
XXXIII. Una concepción como a la que nos referíamos antes en relación con la dignidad, en la que
el ser humano es considerado a priori superior, se fortaleció con base en ideas religiosas,
donde el hombre es el rey de la creación, superior a todo lo creado en tanto fue creado,
desde la perspectiva de la mayoría de las religiones y no sólo de la doctrina católica, a
imagen y semejanza de Dios mismo, que incluso se encarna en un ser humano para
redimir a todos los seres humanos, además de que la misma divinidad se expresa en lo
humano, como plan de vida y fin último.
XXXIV. Otra perspectiva en relación con la dignidad es la que la fundamenta en la naturaleza
moral del ser humano, en su capacidad para conocer el bien, distinguirlo del mal y optar
por él, como lo señala Kant, quien a la racionalidad agrega la voluntad con la cual se
construye esa capacidad o naturaleza moral de los seres humanos, dando fundamento a
la concepción de la dignidad personal más influyente en la filosofía jurídica, política y
moral.
XXXV. De la misma manera se funda la dignidad desde una perspectiva ontológica, señalando
que la persona humana es el único ser cuyos fines son inmanentes a su propia
naturaleza, es el único ser que es sui iuris, dueño de sí mismo, de su propio ser, con la
consecuencia de que el ser humano sólo puede ser tratado como fin y nunca como
medio; siempre será sujeto, nunca objeto y por tanto no puede ser valorado por medio
de un precio; las cosas tienen precio mientras los seres humanos tienen dignidad. Esta es
la dignidad moderna que desarrolla Kant ampliamente en la Fundamentación de la
metafísica de las costumbres.
XXXVI. En su obra más reciente Ronald Dworkin nos ofrece una concepción de la dignidad que
surge del apareamiento de dos principios: el auto respeto y la autenticidad; lo que nos
lleva a una dignidad humana como producto del propio actuar.
XXXVII. Como desarrollo de la modernidad y la posmodernidad la dignidad asumió una dimensión
más amplia al pasar a ser entendida no como un hecho sino como un deber de respeto,
con especial importancia social a partir de que se asume como deber de la autoridad del
Estado el respetar la dignidad y éste se consigna en normas jurídicas del más alto nivel,
como son los textos constitucionales. La primera Constitución que consagró la obligación
del Estado de respetar la dignidad humana fue la Constitución de Irlanda de 1937, que
afirmó expresamente en su artículo 1o.: “La dignidad del hombre es intocable.
Respetarla y protegerla es obligación de todo poder estatal”.
XXXVIII. A partir de ese momento paulatinamente las distintas constituciones del mundo, en
especial de los países europeos, han venido incorporando la dignidad humana en sus
diversos aspectos en sus articulados. Especial interés tiene el artículo 10.1 de la
Constitución Española de 1978, que establece que la dignidad, junto con los derechos
humanos que le son inherentes son el fundamento del orden jurídico y de la paz social.
EL TEXTO ANTERIOR SERVIRÁ COMO BASE DEL TRABAJO ACADÉMICO DEL TERCER
PERIODO…
Si nuestro lema es tener dignidad humana hay que decirle no al aborto y a todas
las formas posibles de violencia que dañe a una persona física, moral o
psicológicamente. No debemos criticar a las personas ni por si raza, sexualidad,
atracción sexual o discapacidades, todos somos personas y todos tenesmos el
derecho de la dignidad.
5) Analiza el: cómo la violencia en nuestro país viola la dignidad humana
RESPUESTA:
o Una situación donde se viola la dignidad humana puede ser en
situaciones de sobre explotación. Ya que llega al punto de parecer
una esclavitud por la humillación que se te puede llegar a dar.
la violencia atenta contra la dignidad humana es debido a que la
violencia atenta en contra de la integridad tanto física como
psicológica de la persona que la recibe violando de ese modo sus
derechos humanos.