Tratamiento Psicológico Del Abuso Sexual Infantil Meta-Análisis de Su Eficacia Diferencial
Tratamiento Psicológico Del Abuso Sexual Infantil Meta-Análisis de Su Eficacia Diferencial
Tratamiento Psicológico Del Abuso Sexual Infantil Meta-Análisis de Su Eficacia Diferencial
1.1 INTRODUCCION.
No cabe duda de que, de todas las víctimas de delitos violentos, los menores que
han sufrido abusos sexuales en su infancia son los más inocentes y desprotegidos.
A pesar de que el abuso sexual infantil es una realidad social por todos conocida,
resulta difícil alcanzar una definición unánime. No obstante, parece existir
consenso al considerar el abuso sexual infantil como un acto delictivo que requiere
dos condiciones: (1) una relación de desigualdad de poder, edad o madurez entre
el agresor y la víctima, y (2) la utilización de la víctima como objeto sexual
(Echeburúa y Guerricaechevarría, 2000).
Desde la perspectiva del agresor, el abuso sexual puede ser cometido por familiares
(padres, padrastros, hermanos mayores, tíos, primos, etc.) o por personas
relacionadas con la víctima (profesores, entrenadores, monitores, vecinos, etc.). En
ambos casos no suelen darse conductas violentas asociadas. Otro tipo de
agresores son los desconocidos, donde el abuso suele ser ocasional y estar ligado
a conductas violentas o amenazas de ellas, al menos en un 10-15% de los casos.
Las diferencias de criterio entre los autores respecto de los tratamientos más
efectivos pueden deberse, al menos en parte, a la heterogeneidad de la
sintomatología exhibida por los menores que han sufrido abuso sexual, que va
desde numerosas manifestaciones de problemas de conducta hasta la ausencia
casi total de síntomas clínicos. Es posible que las diferentes sintomatologías
condicionen los tratamientos más efectivos en cada caso, tal y como indicaba
Furniss (1991), apoyando el uso simultáneo de distintas formas de terapia, ya que
cada una cumple funciones distintas que representan diferentes aspectos del
proceso global y contribuyen a los objetivos generales de la intervención.
2 METODO
Para que un estudio pudiera ser incluido en el meta-análisis tenía que cumplir con
los siguientes criterios de selección: (a) el estudio tenía que ser una investigación
empírica en la que un grupo de niños o adolescentes que han sufrido abuso sexual
reciben algún tratamiento psicológico; (b) la edad de los sujetos tenía que ser de 18
Para examinar las variables que pueden afectar a los resultados de eficacia de los
tratamientos del abuso sexual infantil, los estudios seleccionados se sometieron a
un proceso de codificación y registro de variables potencialmente moderadoras.
Para llevar a cabo estos análisis ponderamos cada tamaño del efecto por su
precisión, la cual está en función del tamaño muestral y de la varianza del índice d.
De esa forma, aplicamos modelos de efectos aleatorios para estimar el efecto medio
global y modelos de efectos mixtos para examinar el infl ujo de variables
moderadoras. Para las variables moderadoras cualitativas aplicamos ANOVAs y
para las continuas aplicamos modelos de regresión. En ambos casos, obtenemos
un estadístico que evalúa el infl ujo de dicha variable moderadora (Q y Q B R para
3 RESULTADOS
y Watters, 1989; Trowell et al., 2002, grupos A y B). De los cuatro grupos que
aplicaron exclusivamente modelos humanistas, uno de ellos consistió en la terapia
de auto-realización de Maslow (Bagley y LaChance, 2000, grupo A), mientras que
los otros tres grupos se basaron en la terapia centrada en el cliente de Rogers
(Cohen y Mannarino, 1996, grupo B; Cohen et al., 2004, grupo B; Cohen et al., 2005,
grupo B).
Dada la gran variabilidad observada en los menores que han sufrido abuso sexual
en cuanto a la manifestación de sus síntomas, calculamos estimaciones del efecto
por separado para las conductas propias de abuso sexual, ansiedad, depresión,
autoestima, problemas de conducta y de adaptación general y otras variables.
Además, para cada una de estas medidas de resultado calculamos índices del
tamaño del efecto separados según el tipo de reporte de los síntomas, distinguiendo
entre autoinformes del menor, valoraciones de los padres o tutores y valoraciones
de los clínicos, así como una valoración promediada de los tres tipos de reporte
para cada medida de resultado. Finalmente, obtuvimos un tamaño del efecto
promedio global de todas las medidas de resultado y de reporte, así como para cada
tipo de reporte. Con todo este despliegue de estimaciones del tamaño del efecto
pretendíamos arrojar luz sobre qué medidas de resultado (o tipos de síntomas) son
En la Tabla 7 se presentan los tamaños del efecto medios obtenidos para las
diferentes medidas de resultado y tipo de reporte, para los grupos de tratamiento y
de control por separado. El tamaño del efecto medio global obtenido promediando
todas las medidas de resultado y tipos de reporte con los 44 grupos que recibieron
algún tratamiento fue d = 0.754 (I.C. al 95%: 0.609 y 0.899), de magnitud alta y
estadísticamente signifi cativo. Es decir, el tratamiento psicológico con menores
que han sufrido abuso sexual logra mejorar los síntomas de abuso en 0.754
unidades típicas del pretest al postest. Dicho con otras palabras, y asumiendo una
distribución normal en las puntuaciones, podemos afi rmar que el tratamiento del
abuso sexual infantil logra que en el postest los síntomas de abuso manifestados
se reduzcan en un 27.34% respecto del pretest. Por el contrario, los 7 grupos de
control alcanzaron un tamaño del efecto medio prácticamente nulo, d = 0.046 (I.C.
al 95%: -0.164 y 0.256) y estadísticamente no signifi cativo. Es decir, los grupos de
control apenas lograron experimentar cambios del pretest al postest en los síntomas
de abuso. La diferencia entre el tamaño del efecto medio de los grupos tratados y
el de los grupos de control nos permite obtener una estimación bastante fi dedigna
de los efectos netos de la terapia, una vez controlados los efectos inespecíficos,
De las diferentes medidas de resultado evaluadas, las que obtuvieron el tamaño del
efecto mayor fueron las que implicaban a otros síntomas diferentes de los incluidos
en las categorías específicas, con un valor d = 0.886 (Z = 5.38, p < .001). En
segundo lugar, los mayores efectos se lograron en las medidas de problemas de
conducta y ajuste general, con un efecto medio d = 0.782 (Z = 9.17, p < .001). En
tercer lugar se situaron las medidas de autoestima, con un efecto medio d = 0.649
(Z = 4.44, p < .001). Les siguieron las medidas propias de abuso sexual, con un
efecto medio d = 0.609 (Z = 6.67, p < .001). Y en última posición se situaron las
medidas de ansiedad (d = 0.529, Z = 7.94, p < .001) y las de depresión (d = 0.419,
Z = 9.48, p < .001).
Respecto de los grupos de control, su reducido número hace difícil generalizar los
resultados obtenidos. Tan sólo alcanzaron una mejora estadísticamente signifi
cativa para ‘otras medidas de resultado’ (d = 0.872, Z = 1.97, p = .049) y para el
efecto medio global de los clínicos (d = 0.451, Z = 2.29, p = .022). Por tanto,
El objetivo principal de este meta-análisis era comparar la efi cacia exhibida por los
diferentes tratamientos psicológicos que, hasta la fecha, se han estudiado para
reducir los síntomas de menores que han sufrido abuso sexual. Como ya se
comentó en una sección anterior (ver Tabla 1), los estudios meta-analizados
aplicaron tratamientos basados en diferentes enfoques y modelos teóricos. En
concreto, hemos incluido tratamientos basados en el modelo cognitivoconductual,
en la terapia de juego, en la terapia de apoyo y en los enfoques psicodinámico y
humanista. Además, en numerosas ocasiones los estudios han combinado varios
enfoques de tratamiento, pero en todos estos casos el modelo cognitivo-conductual
ha tomado parte en ellos.
La Tabla 9 presenta los resultados del ANOVA aplicado sobre la medida global de
los resultados, que alcanzó diferencias signifi cativas entre los tratamientos y con
un alto porcentaje de varianza explicada del 54.5% [Q B (10) = 72.824, p < .001;
2 = 0.545]. Centrando nuestra atención en aquellas categorías de tratamiento que
no mezclaron enfoques teóricos diferentes, los tratamientos basados en el modelo
psicodinámico fueron los que presentaron el efecto medio más alto (d = 2.630, k =
4 grupos), seguidos de la terapia de apoyo (d = 0.686, k = 8 grupos), de los
tratamientos cognitivo-conductuales (d = 0.636, k = 17 grupos) y de los tratamientos
basados en el enfoque humanista (d = 0.472, k = 4 grupos). Estos tipos de
tratamiento alcanzaron un efecto medio estadísticamente signifi cativo (véanse en
la Tabla 9 sus intervalos de confi anza), mientras que la terapia de juego obtuvo un
El elevado tamaño del efecto medio obtenido por los tratamientos psicodinámicos
en comparación con el resto de categorías de tratamiento analizadas merece un
examen más detenido. Los 4 grupos en cuestión obtuvieron índices de cambio
pretest-postest d = 1.033 (MacKay et al., 1987, que aplicaron psicodrama), d = 2.573
(Nelki y Watters, 1989), d = 2.916 y d = 3.417 (Trowell et al., 2002, grupos A y B).
Resulta un tanto paradójico que los efectos más altos los hayan obtenido estudios
que son bastante antiguos (a excepción del trabajo de Trowell et al., 2002, los otros
dos tienen unos 20 años de antigüedad) y aplicando un modelo de tratamiento que
no es el actualmente predominante en este campo. Un examen más detallado de
estos estudios nos permite plantear las siguientes matizaciones. En primer lugar,
los tres índices d más altos (el de Nelki y Watters, 1989 y los dos de Trowell et al.,
2002) no sólo incluyeron algún tratamiento psicodinámico, sino también un
componente de educación, por lo que el efecto medio para esta categoría puede
haber sido sobreestimado al incluir componentes educativos, los cuales son
habituales en otros enfoques como, por ejemplo, en los tratamientos cognitivo-
conductuales. En segundo lugar, los dos tamaños del efecto más altos (d = 2.916 y
d = 3.417; Trowell et al., 2002, grupos A y B) se obtuvieron a partir de valoraciones
de los clínicos y no mediante autoinformes ni evaluaciones de los padres. Como ya
En la Tabla 11 se presentan los resultados del ANOVA aplicado sobre los 40 grupos
que aportaron medidas sobre problemas de conducta y ajuste general. En este
caso, los diferentes tratamientos aplicados presentaron efectos medios signifi
cativamente diferentes entre si, con un porcentaje de varianza explicada
google.commuy alto, del 50.4% [Q B (8) = 57.224, p < .001; 2 = 0.504]. Los
tratamientos más efectivos fueron los basados en el modelo psicodinámico (d =
2.545, k = 3 grupos), la terapia de apoyo (d = 0.845, k = 7 grupos) y las técnicas
cognitivoconductuales (d = 0.598, k = 15 grupos). Todos los tratamientos
combinados obtuvieron efectos medios altos, destacando la combinación
cognitivoconductual con terapia de apoyo (d = 1.980, k = 1 grupo).
4 DISCUSION Y CONCLUSIONES
Globalmente, el tamaño del efecto medio obtenido para todos los grupos de
tratamiento y promediando todas las medidas de resultado fue d = 0.754,
estadísticamente significativo, de magnitud alta y clínicamente relevante. Por tanto,
nuestro primer resultado es afirmar que el tratamiento psicológico del abuso sexual
infantil es efectivo. Nuestra estimación global de la eficacia es muy similar al efecto
medio (d = 0.79) obtenido en el meta-análisis de Reeker et al. (1997) y al de Hetzel-
Riggin et al. (2007; d = 0.74). Incluso es también es muy similar al obtenido por
Skowron y Reinemann (2005) con el subconjunto de estudios sobre abuso sexual,
a pesar de haber utilizado un índice del tamaño del efecto diferente, d = 0.69.
En tercer lugar, observamos una clara diferencia en las estimaciones del efecto
obtenidas por las evaluaciones de los clínicos en comparación con las de los padres
y los autoinformes de los menores. De forma sistemática para todas las medidas de
resultado, las valoraciones de los clínicos sobre las mejoras exhibidas por los
menores fueron muy superiores a las realizadas por los propios menores o por sus
padres o tutores. Este resultado coincide con el obtenido por Reeker et al. (1997).
En las medidas propias de abuso sexual, los tratamientos más efectivos fueron los
basados en el enfoque psicodinámico, seguidos por la terapia de juego y el enfoque
cognitivo-conductual, estos dos últimos solos o combinados con terapia de apoyo.
En las medidas sobre problemas de conducta y ajuste general destacan los
tratamientos basados en el enfoque psicodinámico seguidos de la terapia de apoyo
y del tratamiento cognitivo-conductual, estos dos últimos solos o combinados entre
si. Con las demás medidas de resultado no se obtuvieron claras diferencias entre
los tratamientos aplicados.
Los programas de tratamiento deben estar preparados para el grupo de edad a los
que van dirigidos. Las intervenciones deben, en la medida de lo posible, tener apoyo
teórico, empírico y clínico para ser apoyadas y recomendada su utilización. El
programa CBT específico de abuso es considerado como el único programa que
cumple los criterios para considerarse con apoyo empírico, por lo que debiera ser
uno de los protocolos más utilizados por los profesionales, ya que es el que ofrece
las mayores garantías para tratar con éxito el problema del abuso sexual infantil y
adolescente. Este programa ya está protocolizado y es considerado en las guías de
tratamiento para el abuso sexual como muy bien establecido y eficaz (Saunders et
al., 2004). Ha sido utilizado en grupo, en familia e individualmente en distintos
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