2020 DCB Unidad 4
2020 DCB Unidad 4
2020 DCB Unidad 4
0. Introducción
En esta Unidad vamos a estudiar algunos de los elementos que contribuyen a
que con mucha frecuencia el “problema del delito” sea la delincuencia común. Se trata
de dos mitos que permean nuestras percepciones y nuestra comprensión del delito y los
delincuentes.
Por un lado, el mito del criminal tipo, que nos induce a pensar que hay diferen-
cias esenciales -del tipo que sea- entre los delincuentes y los no delincuentes y que,
como tal, no es más que una falacia.
Por otro lado, el mito del ciudadano respetuoso con la ley, que guía nuestras
creencias hacia la idea de que la mayoría de los ciudadanos somos respetuosos con la
ley -incluida la ley penal-, de forma que la delincuencia es, en el fondo, el problema de
unos pocos.
De esta forma se va poniendo claramente de manifiesto que el problema esen-
cial no es otro que el de los criterios para incriminar conductas, esto es, qué debe ser
considerado delito en una sociedad, cómo y por qué.
Como lecturas obligatorias se han seleccionado las siguientes:
1. Ramos, L. M. (2011): La construcción visual del delincuente: estigmas y estereo-
tipos. En IX Jornadas de Sociología. Buenos Aires: Facultad de Ciencias Sociales.
Universidad de Buenos Aires.
En su estudio la autora vincula la utilización de la fotografía y la creación de un
estereotipo concreto, el del delincuente, de la mano tanto de la criminología
positivista como de la actuación de la policía.
Partiendo de la fuerte vinculación entre imágenes y conocimiento visual del
mundo, que hace inquebrantable la identificación entre el delincuente y su es-
tereotipo, la autora pretende dar elementos que ayuden a desnaturalizar y, en
el fondo, a romper esa vinculación.
2. Fernández Abad, C. (2017): ¿Necesitan ser los delincuentes de cuello blanco
resocializados? Una aproximación crítica a las limitaciones del término “reso-
cialización” a partir de la experiencia española. En Configuracoes 20.
El autor, tras exponer las que se consideran principales características de los
comportamientos que pueden comprenderse como delitos de cuello blanco y
reflejar la importancia de la preocupación por la corrupción y el fraude en la
sociedad española actual, analiza si los delincuentes de cuello blanco tienen las
mismas probabilidades de ingresar en prisión que los sujetos asociados a la de-
lincuencia común. Considera que no es así y que la relación entre delincuencia
Delincuencia de cuello blanco
Unidad 4
Steven Box (1983: 12-15) señaló que nuestras percepciones del delito están
“mitificadas” en el sentido de que nuestra socialización nos lleva a contemplar del delito,
básicamente, desde la perspectiva del Estado. En esta definición legal, se destacan los
delitos de los pobres, que se convierten en el núcleo de la persecución del sistema de
justicia criminal, mientras que los delitos de los poderosos se ocultan u oscurecen. Por
tanto, pensar sobre el delito de cuello blanco en estos términos exige que desmitifique-
mos nuestras percepciones de esta visión oficial del delito.
En esta Unidad vamos a destacar ciertos mitos sobre el delito y los delincuentes
que sirven de basen a la visión tradicional del “problema del delito”, de forma que los
daños que producen los delitos se dividen entre aquellos que originan los pobres y aque-
llos que derivan de los ricos o poderosos. Ya se ha visto en la Unidad anterior que existen
daños originados por los privilegiados y, como se señala generalmente por la doctrina,
son, como poco, comparables a los que producen las clases inferiores de la sociedad.
El soporte ideológico del pensamiento convencional sobre el problema del de-
lito se apoya en dos mitos ampliamente compartidos: el mito del criminal tipo, que nos
sensibiliza sobre la clase de personas que son delincuentes y su lugar en la sociedad, y
el mito del ciudadano respetuoso con la ley, que nos asegura a los demás que somos
sustancialmente distintos de las personas que encajan en ese criminal tipo.
Ambos mitos importan para la delincuencia de cuello blanco, en cuanto los de-
lincuentes de cuello blanco pertenecen a los ciudadanos respetuosos con la de la ley.
demostrar que los delitos de cuello blanco son delitos “reales” y dañosos, como los de-
litos comunes.
En su clásico estudio sobre los delitos de las corporaciones estudió las infrac-
ciones a la ley de las 70 mayores corporaciones de EE.UU. desde 1900 a 1944. Cada
corporación tenía, al menos, una decisión contra ella, con una media de 14 por cada
una.
Sutherland demostró que existía actividad ilegal fuera del marco del inquirir
sociològico del momento, pero no convenció a muchos de sus contemporáneos de que
el delito de cuello blanco era delito “real” (de ahí su polémica con Tappan a mediados
de los años 40). El delito, según Tappan, involucra una violación de la ley penal que es
tratada por las cortes criminales y que recibe una pena. La gran mayoría de infracciones
corporativas a que se refería Sutherland no reunían estos criterios (es más, se dijo -Co-
leman, 1989- que la gran mayoría de los casos no reforzaban la tesis de Sutherland, pues
se trataba de infracciones no violentas, de las que habitualmente se ocupan las agencias
reguladoras)-.
A mediados de los 70 otros autores replicaron el estudio de Sutherland -solo
para un período de 2 años, pero para un mayor número de empresas- y encontraron
que la mayoría de estas corporaciones (el 62.9%) tenía acciones reguladoras emprendi-
das contra ellas.
Puede decirse, por tanto, que estas investigaciones pusieron de manifiesto la
falta de legalidad entre los ciudadanos fieles a la ley, pero no mostraron que esas infrac-
ciones corporativas fuesen, en modo alguno, comparables al daño producido por el de-
lito común, pese a lo expuesto previamente en la Unidad 3.
Debe quedar claro en este momento que hay un área sustancial de daño fuera
del marco de nuestros mitos del criminal tipo. Algunos de estos daños no delictivos es-
tán contemplados como infracciones de otros sectores del ordenamiento jurídico (civil,
mercantil, administrativo, etc.); otros incluso legitimados (tabaco o alcohol). El dualismo
tradicional de delincuentes y ciudadanos fieles a la ley ha funcionado para alertarnos de
los peligros que suponen el crimen común y los marginados económicos. Al mismo
tiempo, ha ocultado los peligros, incluso las muertes y lesiones evitables, que provienen
del segmento de la sociedad “fiel al derecho”, especialmente de los delitos de los ricos
y poderosos y de los de las grandes corporaciones. Desmitificar los delitos de los pode-
rosos nos sensibiliza respecto a este punto ciego colectivo fomentado por nuestros mi-
tos tradicionales sobre el delito.
El debate, por tanto, radica en qué, cómo y por qué una conducta debe ser
considerada delictiva en una sociedad -teoría de la incriminación-, cuestión de la nos
ocuparemos más extensamente en Unidades posteriores.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
Box, S. (1983): Power, Crime and Mistification. London: Tavistock.
Coleman, J. (1989). The Criminal Elite: The sociology of White Collar Crime. St. Martin’s Press.
Poveda, T. G. (1994). Rethinking White-Collar Crimen. Westport: Praeger.
Schur, E. (1969): Our Criminal Society: The Social and Legal Sources of Crime in America.