Rafael Hernandez V Carlos Mendez
Rafael Hernandez V Carlos Mendez
Rafael Hernandez V Carlos Mendez
V.
Demandado
SENTENCIA
Tenemos ante nuestra consideración una Demanda, presentada por el Hon. Rafael Hernández
Puerto Rico, contra el Hon. Carlos Méndez Núñez (Hon. Carlos Méndez), en su capacidad oficial como
Puerto Rico, 32 LPRA Ap. V, R. 54. En síntesis, el Demandante acude ante el Tribunal para compeler al
Hon. Carlos Méndez a cumplir con su deber ministerial de comenzar el procedimiento de transición
según lo establece la Orden Administrativa Número 2016-02 (OA-2016-02) y que se mantuvo vigente por
la Orden Administrativa Número 2017-001 (OA-2017-001). Según estos, la OA-2016-02 establece el deber
elección hasta el 31 de diciembre del año electoral. A pesar de lo anterior, el Hon. Carlos Méndez se ha
negado a cumplir con lo que establece la Orden Administrativa, por lo que se solicita que se expida una
El 7 de diciembre de 2020, el Hon. Carlos Méndez presentó una Moción mostrando causa y de
desestimación. En su escrito, estos arguyen que el demandante no tiene legitimación activa para presentar
la presente demanda puesto que el Código Electoral no aplica al puesto de Presidente de la Cámara de
Representantes y la elección de tal posición se rige por la votación de los representantes electos. Además,
estos entienden que el Tribunal no tiene jurisdicción para obligar el cumplimiento con la regla, ya que se
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trata de una norma interna adoptada según la capacidad que le cedió la Constitución a la rama legislativa,
lo que haría de esta controversia una cuestión política. Finamente, estos entienden que no existe un deber
ministerial para imponerle al actual Presidente de la Cámara de Representantes comenzar una transición.
desestimación. En esta, estos arguyen que los términos establecidos en la OA-2016-02 son claros y obligan
estos entienden que aquellas funciones meramente ministeriales, que no involucran el ejercicio de
discreción del legislador, y que forman parte del aspecto mecánico del proceso legislativo, están sujetas al
recurso de mandamus y que el Demandado no ha demostrado cómo se afecta el ejercicio de discreción del
El 7 de diciembre de 2020, se celebró una vista argumentativa en la cual ambas partes tuvieron la
Evaluadas las mociones de ambas partes, los anejos incluidos y las argumentaciones orales, este
Tribunal se encuentra en posición de resolver. En consecuencia, este Tribunal formula las siguientes:
Distrito 112, portavoz de la Delegación del Partido Popular Democrático (en lo sucesivo “PPD”), y
ha sido electo por una mayoría de los candidatos electos por su partido como Presidente Entrante
2. El demandado Carlos Méndez Núñez es Representante por el Distrito 363, al cual fue reelecto el
Representantes de Puerto Rico, puesto al cual fue electo por una mayoría de los representantes
afiliados al PNP.
dilucidaron, entre otros cargos, los 40 escaños por distrito y los 11 cargos por acumulación que
4. Contabilizados los resultados de la noche del evento, el PPD obtuvo 26 escaños, seguido del PNP
que obtuvo unos 21 escaños5, el Partido Movimiento Victoria Ciudadana (en lo sucesivo “PMVC”)
1 Para efectos de la resolución de la moción de desestimación, los siguientes hechos se toman como ciertos.
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Partido Proyecto Dignidad (en lo sucesivo “PD”) eligieron un representante cada uno.
5. El 11 de noviembre de 2020, los legisladores electos bajo la insignia del PPD seleccionaron al aquí
7. A tenor con lo antes expuesto, mediante carta del 23 de noviembre de 2020, el demandante le
8. El 24 de noviembre de 2020, el Presidente Saliente, cursó una carta mediante la cual expuso que:
A. Moción de desestimación
De entrada, es preciso señalar que la Regla 10.2 de Procedimiento Civil, 32 LPRA Ap. V, R. 10.2,
permite que un demandado en una demanda, reconvención, demanda contra coparte o demanda contra
tercero, presente una moción de desestimación contra las alegaciones en su contra. La referida regla
prescribe:
El Tribunal Supremo de Puerto Rico ha expresado en diversas ocasiones que, ante una moción de
desestimación, las alegaciones hechas en la demanda hay que interpretarlas conjuntamente, liberalmente
y de la manera más favorable posible para la parte demandante. Rivera v. Jaume, 157 DPR 562, 584 (2002);
Montañez v. Hosp. Metropolitano, 157 DPR 96 (2002); Sánchez v. Autoridad de los Puertos, 153 DPR 559 (2001).
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Por otra parte, es norma reiterada que “la demanda no deberá ser desestimada a menos que se
desprenda con toda certeza que el demandante no tiene derecho a remedio alguno bajo cualquier estado
de hechos que puedan ser probado en apoyo de su reclamación”. Pressure Vessels P.R. v. Empire Gas P.R., 137
DPR 497, 505 (1994). Debemos considerar “si a la luz de la situación más favorable al demandante, y
resolviendo toda duda a favor de este, la demanda es suficiente para constituir una reclamación válida”.
El Tribunal Supremo expresó que, para disponer de una moción de desestimación, el Tribunal está
obligado “a dar por ciertas y buenas todas las alegaciones fácticas de la demanda presentada”. Autoridad de
Tierras v. Moreno & Ruiz Dev. Corp., 174 DPR 409, 429 (2008). “[Esta] doctrina se aplica solamente a los
hechos bien alegados y expresados de manera clara y concluyente, que de su faz no den margen a dudas”.
First Federal Savings v. Asoc. de Condómines, 114 DPR 426, 431-432(1983). El tribunal dará por admitidos todos
los hechos propiamente alegados en la demanda, así como todas aquellas inferencias razonables que
surjan de los mismos. Montañez v. Hosp. Metropolitano, supra; Rivera v. Otero de Jové, 99 DPR 189, 195 (1970).
De igual manera, “[e]l tribunal debe conceder el beneficio de cuanta inferencia sea posible hacer de los
hechos bien alegados en la demanda”. Montañez v. Hosp. Metropolitano, supra. Sin embargo, dichas admisiones
perjuicio de cualquier controversia material que surja de la evidencia presentada en los procedimientos
Colón v. Lotería, 167 DPR 625, 649 (2006). “La desestimación procederá solo si es evidente de las alegaciones
de la demanda, que alguna de las defensas afirmativas prosperará”. Trans-Oceanic Life Ins. v. Oracle Corp., 184
DPR 689, 701 (2012). Al evaluar la defensa de si la demanda deja de exponer una reclamación que justifique
establece una reclamación plausible que justifique que el demandante tiene derecho a un remedio, guiado
en su análisis por la experiencia y el sentido común”. Trinidad Hernández v. E.L.A., 188 DPR 828, 848 (2013).
Según la doctrina sentada por el Tribunal Supremo de los Estados Unidos en los casos Bell Atlantic
Corp. v. Twombly, 550 US 544 (2007) y Ashcroft v. Iqbal, 129 S.Ct 1937 (2009), el derecho del demandado a
recibir una notificación adecuada de las alegaciones en su contra está enraizado en el debido proceso de
ley, por lo que es necesario establecer el estándar a utilizar ante una moción de desestimación bajo la
defensa de que ésta ha dejado de exponer una reclamación que justifique la concesión de un remedio.
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En Ashcroft v. Iqbal, supra, el Tribunal Supremo Federal aclaró que para determinar si las alegaciones
de una demanda son factibles y no meramente especulativas, los tribunales deben hacer un análisis
contextual de las mismas mediante un proceso de dos pasos. El primer paso comprende el aceptar como
ciertas las alegaciones fácticas de la demanda, excepto aquellas alegaciones concluyentes, conclusiones
de derecho y los hechos alegados de forma generalizada que reciten de forma trillada los elementos de la
causa de acción. El segundo paso comprende el determinar si, a base de las alegaciones bien formuladas
en la demanda, el demandante ha establecido que tiene una reclamación factible que amerite la concesión
de un remedio.
En esta segunda etapa del análisis, el tribunal debe tomar en cuenta el contexto específico de las
una reclamación válida, o si, por el contrario, la causa de acción debe ser desestimada. De determinarse
que no cumple con el estándar de factibilidad antes mencionado, el tribunal debe desestimar la demanda
y no permitir que una demanda insuficiente proceda bajo el pretexto de que con el descubrimiento de
De igual forma, un pleito podrá ser desestimado “únicamente cuando de los hechos alegados no
pueda concederse remedio alguno a favor del demandante”. Torres, Torres v. Torres et al., 179 DPR 481, 502
(2010), citando a R. Hernández Colón, Derecho Procesal Civil, 4ta ed., San Juan, Ed. LexisNexis, 2007, pág.
231. Así pues, conforme a las disposiciones de la Regla 10.2 de Procedimiento Civil, supra, y la
jurisprudencia desarrollada sobre la misma, es forzoso concluir que para que una parte demandada
prevalezca en su moción de desestimación, ésta tiene que demostrar que, aunque el tribunal favorezca
totalmente la reclamación del demandante, no puede concederse remedio alguno a favor del demandante.
Consejo de Titulares v. Gómez Estremera et al., 184 DPR 407, 423 (2012); Torres, Torres v. Torres et al., supra.
B. Mandamus
El Artículo 649 del Código de Enjuiciamiento Civil, 32 LPRA sec. 3421, define el recurso de
ha descrito como un recurso discrecional y altamente privilegiado. AMPR v. Srio. Educación, E.L.A., 178
DPR 253, 263 (2010). Su expedición depende inexorablemente del carácter del acto que se pretende
compeler. Acevedo Vilá v. Aponte Hernández, 168 DPR 443, 454 (2006). El mandamus solo debe proceder
cuando se exige “el cumplimiento con un deber impuesto por la ley; es decir, de un deber calificado de
‘ministerial’ y que, como tal, no admite discreción en su ejercicio, sino que es mandatorio e imperativo”.
Los tribunales han interpretado que un deber se considera ministerial cuando la ley lo prescribe y
define con tal precisión y certeza que no admite el ejercicio de la discreción o juicio. AMPR v. Srio. Educación,
E.L.A., supra, pág. 264. Por lo tanto, “[s]i el deber surge o no claramente de las disposiciones aplicables,
es cuestión sujeta a interpretación judicial que no depende de un juicio a priori fundado exclusivamente
en la letra del estatuto”. Hernández Agosto v. Romero Barceló, 112 DPR 407, 418 (1982). Este deber ministerial
debe emanar de algún empleo, cargo o función pública, por lo que procede contra cualquier funcionario
de la rama ejecutiva, cualquier agencia, junta o tribunal inferior del sistema judicial. AMPR v. Srio. Educación,
E.L.A., supra, pág. 265. En cuanto al análisis sobre el deber ministerial, el Tribunal Supremo, en Hernández
resuelva que hay un deber legal de actuar, es, por supuesto, una
propuesta perfectamente obvia a la cual nada se le añade al
describirse el deber como “claro”. Puede, no obstante, tomarse como
que significa que si la norma de derecho aplicable es controvertible
(en la opinión del juez), entonces el tribunal no hará una
determinación independiente de la ley en la cual basar el auto contra
el funcionario.... Jaffe, L., Control of Administrative Action, Little
Brown & Co., 1965, pág. 183.
Más adelante, en AMPR v. Sec. de Educación, 178 DPR (2010), el Tribunal Supremo expresó lo
siguiente:
Por otro lado, hemos resuelto que este deber ministerial, aunque
inmanente al auto de mandamus, no tiene que ser necesariamente expreso,
pues tal supuesto reduciría la función exclusiva de este Tribunal de
interpretar la Constitución y las leyes. Si el deber surge o no claramente de
las disposiciones aplicables es una cuestión sujeta a interpretación judicial
que no depende de un juicio a priori fundado exclusivamente en la letra del
estatuto. Tal determinación tiene que surgir del examen y análisis de todos
los elementos útiles a la función interpretativa; del examen paciente y
riguroso que parte de la letra de la ley y de la evaluación de todos los
elementos de juicio disponibles, para así descubrir el verdadero significado
y propósito de la disposición legal. Por tal razón, la determinación final
dependerá de la interpretación que del estatuto orgánico de la agencia
hagan los tribunales, sobre el grado de discreción conferido por la Asamblea
Legislativa.
Además, el deber ministerial que exige el recurso de mandamus debe
emanar de un empleo, cargo o función pública, por lo que el recurso procede
contra todos los funcionarios del ejecutivo, desde el más alto hasta el último
en la escala jerárquica. Este recurso puede aplicarse, no sólo a funcionarios
públicos, sino a cualquier agencia, junta o tribunal inferior de nuestro
sistema judicial, siempre que éstos estén obligados a ejecutar un acto por
mandato de ley.
Por tal razón, aquella persona que se vea afectada por el
incumplimiento del deber podrá solicitar el recurso. Sin embargo, en
cuestiones de interés público el reconocimiento de legitimación activa es
sumamente liberal. Así, reconocimos que “cuando la cuestión envuelta es de
interés público y el mandamus tiene por objeto conseguir la ejecución de un
deber público, el pueblo es considerado como la parte especialmente
interesada y el demandante no necesita probar que tiene interés especial en
el resultado del caso. Basta demostrar que es un ciudadano y como tal está
interesado en la ejecución y protección del derecho público.
Ahora bien, para que proceda un recurso de mandamus, la parte peticionaria debe cumplir con
varios requisitos: incluir en su petición el acto que requiere que lleve a cabo el peticionado; la fuente legal
que le impone la obligación de actuar al peticionado; y, demostrar que hizo un requerimiento previo y este
no fue debidamente atendido por el demandado. AMPR v. Srio. Educación, supra, pág. 267; Noriega v.
Hernández Colón, 135 DPR 406, 448-449 (1994). Así pues, la jurisprudencia requiere que el peticionario le
haya requerido al demandado que cumpla con su deber ministerial. D. Rivé Rivera, Recursos Extraordinarios,
2da ed., San Juan, Ed. Universidad Interamericana de Puerto Rico, 1996, pág. 125. Por tanto, el peticionario
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hecho de que este se negó u omitió cumplir con tal deber. Rivé Rivera, op. cit., pág. 125. Finalmente, el
Tribunal Supremo ha expresado que el mandamus solo procede cuando no existe otro mecanismo en ley
para conseguir dicho remedio. Báez Galib y otros v. C.E.E., 152 DPR 382 (2000).
El tribunal, al atender un recurso de mandamus, debe estar convencido de que expedir el auto
cumple con su propósito y con la utilidad social e individual como un recurso altamente privilegiado. Díaz
Saldaña v. Acevedo Vilá, 168 DPR 359, 367 (2006). Esto, ya que este recurso se considera altamente
privilegiado. Íd. A su vez, la Regla 54 de Procedimiento Civil, 32 LPRA Ap. V, R. 54, dispone que “el
tribunal podrá ordenar perentoriamente la concesión del remedio; de otro modo ordenará que se presente
una contestación y tan pronto sea conveniente, celebrará una vista, recibiendo prueba, si es necesario, y
C. Separación de poderes
de separación de poderes representa la expresión jurídica de la teoría de gobierno que pretende evitar la
tiranía- la concentración indebida del poder en una misma fuente- mediante la distribución tripartita del
poder estatal. Misión Industrial v. Junta de Planificación, 146 DPR 64 (1998). En Puerto Rico, la separación de
poderes está expresamente consagrada en la Sección 2 del Artículo I de la Constitución del Gobierno de
americana. Colón Cortés v. Pesquera, 150 DPR 724 (2000). Además, la Constitución Federal le garantiza a los
Estados un sistema de gobierno republicano. Art. IV Sec. 4, Const. EE. UU., LPRA, Tomo 1.
poderes protege la libertad del ciudadano frente a una peligrosa acumulación de poder en una rama de
gobierno. Además, se ha resuelto que una Rama de gobierno no puede usurpar o apropiarse de facultades
de otra Rama sin ocasionar daño. La seguridad de las instituciones depende en gran medida de la estricta
La división de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial que establece nuestra Constitución no
significa la independencia absoluta entre éstos. Hernandez Agosto v. López Nieves, 114 DPR 602, 619 (1983).
Lo que se persigue es un equilibrio dinámico entre poderes coordinados y de igual rango y evitar, así, que
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alguno de éstos amplíe su autoridad a expensas de otro. Nogueras v. Hernández Colón I, 127 DPR 405, 412
(1991); Hernández Agosto v. Romero Barceló, 112 DPR 407, 427-428 (1982). Respecto a la interacción que debe
existir entre las tres ramas del gobierno para alcanzar el propósito que persigue la separación de poderes,
La relación entre los poderes del Gobierno debe ser una dinámica y
armoniosa. Su éxito depende de que cada una acepte y respete la autoridad
de las otras y entienda la interrelación de sus funciones. Su perdurabilidad
requiere que cuando haya un conflicto sobre el alcance de los poderes
constitucionales de cualquiera de ellas, los tribunales intervengan con
prudencia y deferencia para aclarar los contornos de la Constitución y
facilitar la resolución de las diferencias.
Más que una regla técnica de derecho, el principio de separación de poderes es una doctrina
política. A esta visión responde el pronunciamiento del Tribunal Supremo de Estados Unidos a los efectos
de que una rama del gobierno no puede usurpar o apropiarse de facultades de otra rama, sin ocasionar
En nuestro sistema de gobierno, y por virtud de lo dispuesto en el Art. IV, Sec. 1 de nuestra
Constitución, “[e]l Poder Ejecutivo se ejercerá por un Gobernador, quien será elegido por voto directo en
cada elección general”. Las Secciones 1 y 4 del Artículo IV de nuestra Constitución establecen que el Poder
Ejecutivo se ejerce por el Gobernador y asigna a éste, entre otros deberes, funciones y atribuciones: el
cumplir y hacer cumplir las leyes y nombrar según se disponga por esta Constitución o por ley, a todos
Por otra parte, en el poder legislativo recae la capacidad de crear, enmendar y derogar las leyes que
regulan nuestro sistema de gobierno. Art. III, Sec. 1, Const. ELA, LPRA, Tomo I. Nuestra Constitución no
describe, contrario a las otras ramas de gobierno, las facultades y el alcance del poder delegado a la Rama
Legislativa, sino que este se desprende del poder inherente para hacer efectiva sus funciones, del proceso
para aprobar legislación según descrito y de aquellas otras que emanan de diversas disposiciones
constitucionales. Por otro lado, la Sección 16 del Artículo III de la Constitución de Puerto Rico concede a
ejecutivos y definir sus funciones. Art. III, Sec. 16, Const. E.L.A., L.P.R.A., Tomo I. Así, la legislatura delega
sus poderes a la agencia administrativa, ya sea a través de la ley orgánica de la agencia o a través de leyes
especiales. J.P. v. Frente Unido I, 165 DPR445, 469 (2005). La Asamblea Legislativa, en el ejercicio de su
poder de legislar y crear agencias administrativas puede delegar poderes cuasi legislativos, incluyendo la
facultad de aprobar reglamentos, establecer penalidades y realizar investigaciones, así como poderes cuasi
SENTENCIA SJ2020CV06509 10
judiciales, para adjudicar disputas y controversias particulares entre ciudadanos privados y compañías de
Finalmente, sabido es que la Rama Judicial tiene el poder de determinar si las otras ramas del
Gobierno observaron las limitaciones constitucionales y si los actos de una de éstas exceden sus poderes
delegados. Córdova Iturregui v. Cámara Representantes, 171 DPR 789, 801 (2007) citando a Silva v. Hernández
Agosto, 118 DPR 25 (1986). Es precisamente la función de la Rama Judicial el interpretar la legislación
aprobada por la Rama Legislativa. San Gerónimo Caribe Project v. Registradora de la Propiedad, 189 DPR 840, 867
(2013). Después de todo, la Rama Ejecutiva no puede convertirse en el juez constitucional de sus propios
poderes. “Es a los tribunales a quienes les toca interpretar las leyes y la Constitución”. (Énfasis
nuestro). Santa Aponte v. Sec. del Senado, 105 DPR 750, 760 (1977).
Es axioma básico de nuestro ordenamiento jurídico que, para poder vindicarse válidamente una
controversia ante el foro judicial, es necesario que la misma cumpla con los requisitos mínimos de
justiciabilidad, según establecidos en nuestro derecho constitucional. Ante la ausencia de tales requisitos,
un reclamante se ve impedido de solicitar el auxilio de los tribunales, pues su reclamo carece de los méritos
exigidos. Los tribunales de justicia requieren la existencia de un caso o controversia real para el ejercicio
valido de su poder judicial. Esta limitación al Poder Judicial se da dentro del contexto de nuestro sistema
adversativo de derecho, el cual establece que los tribunales sólo pueden decidir cuestiones presentadas
en un contexto de naturaleza adversativa y de que la Rama Judicial no debe intervenir en áreas sometidas
al criterio de otras Ramas de Gobierno. Así, ha sido firmemente establecido en nuestro ordenamiento
jurídico que un asunto no es justiciable cuando: (1) se trata de resolver una cuestión política; (2) una de
las partes no tiene capacidad jurídica para promover un pleito (legitimación activa o standing); (3) un
pleito ya comenzado se torna académico; (4) las partes desean obtener una opinión consultiva; y (5) se
promueve un pleito que no está maduro. Noriega v. Hernández, 135 DPR 406 (1994).
Es doctrina reiterada de nuestro estado de Derecho que, “los tribunales existen únicamente para
resolver controversias genuinas surgidas entre partes opuestas que tienen interés real en obtener un
remedio que haya de afectar sus relaciones jurídicas”. E.L.A. v. Aguayo, 80 DPR 552, 558 (1958).
Específicamente, la controversia debe ser: (1) definida y concreta que afecte las relaciones jurídicas entre
las partes que tienen un interés jurídico antagónico; (2) real y substancial que permita un remedio
específico mediante una sentencia de carácter concluyente; y (3) propia para una determinación judicial
SENTENCIA SJ2020CV06509 11
A la luz de lo anterior, como asunto primordial un tribunal debe cuestionarse si el caso plantea
una controversia justiciable. El propósito de esta limitación judicial es salvaguardar la función de la Rama
Judicial, evitando convertirla en un mero ente que emita determinaciones que a todas luces carecerían de
mérito alguno. A su vez, esta doctrina pretende la protección de nuestro sistema constitucional.
Ciertamente ello dicta de la controversia concreta y definida que exige nuestro ordenamiento,
ausente un daño real, inmediato y preciso, no abstracto o hipotético. P.P.D. v. Gobernador I, 139 DPR 643
(1995); Hernández Torres v. Hernández Colón, 131 DPR 593 (1992); Hernández Agosto v. Romero Barceló, 112 DPR
407 (1982).
La jurisdicción es el poder o autoridad que ostenta un tribunal para decidir casos o controversias.
SLG Solá-Moreno v. Bengoa Becerra, 182 DPR 675, 682 (2011). Véase, además, González v. Mayagüez Resort &
Casino, 176 DPR 848, 854 (2009). La falta de jurisdicción de un tribunal incide directamente sobre el poder
mismo para adjudicar una controversia. Souffront v. AAA, 164 DPR 663, 674 (2005). En innumerables
ocasiones, el Tribunal Supremo ha advertido que los tribunales deben ser celosos guardianes de su
jurisdicción y que no tienen discreción para asumir jurisdicción, allí donde no la tienen. Peerless Oil v. Hnos.
Torres Pérez, 186 DPR 239, 250 (2012); SLG Szendrey-Ramos v. F. Castillo, 169 DPR 873, 882 (2007). Esto
responde a que “las cuestiones relativas a la jurisdicción de un tribunal son privilegiadas y como tal deben
doctrina de autolimitación judicial que, en ciertas circunstancias, aconseja la no intervención del tribunal
con asuntos estrictamente políticos. En efecto, la doctrina de cuestión política plantea, en esencia, que
hay asuntos que no son susceptibles de adjudicación o determinación judicial, porque su resolución
corresponde a las ramas políticas del gobierno y la intervención judicial conllevaría una intromisión
indebida en los asuntos delegados a dichas ramas. Noriega Rodríguez v. Hernández Colón, 135 DPR 406, 422
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(1994). Así, cuando aplica la doctrina de cuestión política, se considera que el caso no será justiciable y
Los criterios que guían la determinación de si aplica la doctrina de cuestión política son:
Se ha explicado que existen tres vertientes de la doctrina de cuestión política, a saber: 1) la que
requiere que los tribunales no asuman jurisdicción sobre un asunto, porque este ha sido asignado
textualmente por la Constitución a otra rama del Gobierno; 2) aquella según la cual los tribunales deben
administrarse por los tribunales, o bien por la presencia de otros factores análogos; y 3) la que aconseja la
abstención judicial por consideraciones derivadas de la prudencia. Noriega Rodríguez v. Hernández Colón,
Tenemos ante nuestra consideración una moción de desestimación presentada en la cual se arguye
que el demandante no tiene legitimación activa para presentar la presente demanda puesto que el Código
se rige por la votación de los representantes electos. Además, estos entienden que el Tribunal no tiene
jurisdicción para obligar el cumplimiento con la regla, ya que se trata de una norma interna adoptada
según la capacidad que le cedió la Constitución a la rama legislativa, lo que haría de esta controversia una
cuestión política. Finalmente, estos entienden que no existe un deber ministerial para imponerle al actual
Por su parte, el Demandante arguye que los términos establecidos en la OA-2016-02 son claros y
política, estos entienden que aquellas funciones meramente ministeriales, que no involucran el ejercicio
de discreción del legislador, y que forman parte del aspecto mecánico del proceso legislativo, están sujetas
SENTENCIA SJ2020CV06509 13
En primer lugar, debemos mencionar que, al resolver una moción de desestimación, las alegaciones
posible para la parte demandante. Antes de entrar a los méritos de la procedencia del mandamus, debemos
En cuanto a la legitimación activa del Hon. Rafael Hernández, el demandado argumentó que el
Código Político requiere que los miembros electos deberán presentar los certificados de elección y prestar
juramento de su cargo para entonces hacer la elección de sus oficiales. Según este, hace falta un certificado
final de la elección y no los certificados parciales que se han presentado. En cuanto al asunto de la
necesidad de una certificación final, el Tribunal Supremo se expresó recientemente en el caso Romero Lugo
v. Cruz Soto, 2020 TSPR 143, 205 DPR __. En ese caso, el Alcalde Entrante, certificado preliminarmente por
la CEE, le solicitó a la Alcaldesa de San Juan que comenzara el proceso de transición según lo requerido
en la ley. La Alcaldesa Saliente le arguyó que la certificación preliminar fue emitida de manera ilegal. El
Tribunal Supremo determinó que “la Certificación de resultados preliminares que se emitió es válida y
que la CEE no actuó de forma ilegal o ultra vires al emitirla”. Íd., pág. 27. Al discutir el Código Municipal,
Por lo tanto, el Tribunal Supremo entendió que al Código Municipal requerir el comienzo de la
transición en una fecha específica, no era necesario que ocurriera el Escrutinio General para comenzar el
proceso de transición. Por lo tanto, no nos convence el argumento presentado por la parte Demandada
ninguna ley ni disposición legal que requiera que se lleve a cabo un proceso de transición para los
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miembros de la Cámara de Representantes. Esto a diferencia de los Alcaldes, los cuales están atados a lo
El Demandante alega que la OA-2016-02 del 15 de septiembre de 2016 obliga a todos los
estos, a pesar de que tal orden administrativa se aprobó por la anterior Asamblea Legislativa, el Hon.
Carlos Méndez aprobó la OA-2017-01, la cual continuó la vigencia de la OA-2016-02 al disponer que las
órdenes administrativas existentes a ese momento quedarían derogadas en la medida que se aprobase otra
Para entender el alcance de la OA-2016-02, debemos acudir al texto de esta orden. El artículo 3 de
Visto lo anterior, entendemos que esta Orden Administrativa perdió su vigencia tan pronto
Asamblea Legislativa. Este era el propósito y alcance primordial de tal orden administrativa. La OA-2017-
01 es clara que solo se mantienen en vigor aquellas ordenes que estaban vigentes. 2 La OA-2016-02 no tiene
vigencia perpetua, sino que tiene una razón de ser específica, la cual culminó.
Aunque entendemos que, para la sana administración del ejercicio de gobernanza, un proceso de
transición es esencial, los tribunales no tenemos la capacidad para obligar a otro de los poderes
constitucionales a llevar a cabo un acto de administración que la Constitución delega a esa otra rama. Es
harto conocido que tal actuación sería una violación del principio fundamental de separación de poderes.
Este Tribunal solo tiene el poder de obligar a la rama que se encuentra en incumplimiento con la
Constitución o alguna disposición legal, como lo hizo el Tribunal Supremo en el caso de Romero Lugo v.
Para mantener una continuidad en los procesos administrativos el Presidente de la Cámara de Representantes promulga este
Orden Administrativa a los fines de mantener vigentes los reglamentos, procedimientos, las órdenes administrativas, cartas
circulares y normas que al 31 de diciembre de 2016, estuviesen en vigor y que regían los asuntos administrativos de la Cámara
de Representantes de Puerto Rico, sus departamentos, divisiones y oficinas administrativas en la Decimoséptima Asamblea
Legislativa. Lo anterior estará vigente hasta que otra cosa se disponga, aclarando que dichos reglamentos serán revisados y
atemperados a la nueva política pública que implante el Presidente de la Cámara.
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En este caso, al no existir una disposición legal que obligue a los miembros salientes de la Cámara
de Representantes a llevar a cabo un proceso de transición, este Tribunal no debe convertirse en legislador
y obligar a llevar a cabo un procedimiento interno de otra rama de gobierno, por más que se entienda que
es un procedimiento necesario.
Por todo lo anterior, entendemos que la OA-2016-02 perdió su vigencia tan pronto concluyó el
establece la misma orden. Por lo tanto, al no existir disposición legal vigente que obligue al Hon. Carlos
Méndez Núñez a llevar a cabo el proceso de transición, procede que se desestime la presente demanda.
V. Sentencia
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