Diezmo

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Diezmo

(Anglosajón, teotha, una décima).

Generalmente se define como "la décima parte de las ganancias que surgen del
producto de la tierra y el ganado, asignado al clero para su sustento o dedicado a
usos religiosos o de caridad". Una definición más radical es "la décima parte de
todos los frutos y ganancias justamente adquiridos, debida a Dios en
reconocimiento de su supremo dominio sobre el hombre, y que se pagará a
los ministros de la Iglesia".

La costumbre de dar los diezmos se remonta a la antigüedad desconocida. Se


menciona en Génesis 14, sin nada que indique que se trataba de algo recién
creado. Al igual que allí se representa a Abraham ofreciendo los diezmos de los
despojos del enemigo al sacerdote real, Melquisedec, así también, en Génesis 28,
se registra que Jacob da al Señor un diezmo de todas sus posesiones. Bajo la ley
mosaicael pago de los diezmos se hizo obligatorio. Se les ordena a los hebreos el
ofrecer a Dios la décima parte de la producción de los campos, de los frutos de los
árboles y el primogénito de bueyes y de ovejas
(Levítico 27,30, Deuteronomio 14,22). En el Deuteronomio no sólo se menciona un
diezmo anual, sino también un diezmo íntegro a pagarse una vez cada tres años.
A pesar de que era a Dios mismo a quien se debía pagar los diezmos, sin
embargo, leemos (Números 18,21) que Él los transfiere a sus ministros sagrados:
“A los hijos de Leví les doy en herencia todos los diezmos de Israel, a cambio de
su servicio: del servicio que prestan en la Tienda del Encuentro.” Al pagar el
diezmo, los hebreos dividían la cosecha anual en diez partes, una de las cuales se
les daba a los levitas después que las primicias habían sido sustraídas, y ellos las
repartían entre los sacerdotes. El resto de la cosecha se dividía en diez nuevas
partes, y el jefe de familia llevaba un segundo diezmo al santuario para servir
como banquete sagrado para su familia y los levitas.

Si el viaje al Templo era inusualmente largo, la ofrenda en especie podía ser


sustituida por dinero. En el diezmo trienal, se hacía una tercera división y una
décima parte era consumida en el hogar por el dueño de casa con su familia, los
levitas, los extranjeros y los pobres. A este año trienial se le llamaba el año de los
diezmos (Deut. 26,12). Como los diezmos eran el principal sustento de los
sacerdotes, más tarde se ordenó que las ofrendas se almacenacen en el Templo
(2 Crón. 31,11). Es de señalar que la costumbre de pagar diezmos sagrados no
era exclusiva de los israelitas, sino común a todos los pueblos antiguos. En Lydia
se ofrecía un diezmo del ganado a los dioses, los árabes le pagaban un diezmo
de incienso al dios Sabis, y los cartagineses le llevaban diezmos a Melkart, el dios
de Tiro. Se dice que la explicación de por qué tantos pueblos diferentes
escogieron la décima parte es (aparte de una revelación primitiva común) debido a
la significación mística del número diez, a saber, que significa totalidad, ya que
contiene todos los números que conforman el sistema numérico, y de hecho todas
las series de números imaginables, por lo que representa todo tipo de bienes, que
es un don de Dios. Por consiguiente, todos los tipos de propiedad eran contadas
en décadas, y al consagrar una de estas partes a Dios, el titular reconocía la
fuente de sus bienes. Sin embargo, el pago de los diezmos era también una
costumbre civil. Eran pagaderos a los reyes hebreos y a los gobernantes
de Babilonia, y se les menciona entre los persas, griegos, romanos y más tarde
los mahometanos.

En la Iglesia Cristiana, como los que servían al altar debían vivir del altar


(1 Cor. 9,13), necesariamente había que hacer provisión de algún tipo para los
ministros sagrados. En un principio esta fue suministrada por las ofrendas
espontáneas de los fieles. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, según la
Iglesia se extendió y surgieron diversas instituciones, se
hizo necesario dictar leyes que asegurasen el sustento adecuado y permanente
del clero. El pago de los diezmos se adoptó a partir del Antiguo Testamento, y
los primeros escritores hablan de ella como una ordenanza divina y una
obligación de conciencia. La primera legislación positiva sobre el tema parece
estar contenida en la carta de los obispos reunidos en Tours en 567 y en
los cánones del Concilio de Mâcon en 585. En el transcurso del tiempo, nos
encontramos que en todos los países de la cristiandad las disposiciones
eclesiásticas habían hecho obligatorio el pago del diezmo. La Iglesia veía este
pago como "de la Ley Divina, ya que los diezmos no fueron instituidos por
el hombre sino por el Señor mismo" (C. 14, X de Decim. III, 30).

En cuanto al poder civil, los emperadores romanos cristianos les concedieron a las
iglesias el derecho de retener una parte de la producción de ciertas tierras, pero la
primera instancia de la aplicación del pago de los diezmos eclesiásticos en
el derecho civil se encuentra en los capitulares de Carlomagno, a finales del siglo
VIII. El derecho inglés muy pronto reconoció el diezmo, como en el reinado de
Athelstan, Edgar y Canuto antes de la conquista normanda. Sin embargo, en el
derecho positivo inglés propiamente dicho la primera mención de los diezmos se
encuentra en el Estatuto de Westminster de 1285. Los diezmos son de tres tipos:
predial, o el procedente de los cultivos anuales; mixto, o el que surge de las cosas
que se nutren de la tierra, como el ganado vacuno, leche, queso, lana; y personal
o el resultado de la industria o la ocupación. A los diezmos prediales se les
llamaba generalmente diezmos grandes, y a los diezmos mixtos y personales,
diezmos pequeños. Las substancias naturales que no tienen aumento anual no
están sujetas al diezmo, ni lo están los animales salvajes. Cuando la propiedad es
heredada o donada, no está sujeta a la ley de los diezmos, pero su crecimiento
natural sí lo está. Hay muchos exentos del pago de diezmos: empresas
espirituales, los propietarios de terrenos baldíos, los que han adquirido
la prescripción legal, o si han obtenido una renuncia legal, o si han recibido
un privilegio del Papa.

Al principio, el diezmo se pagaba al obispo, pero más tarde el derecho pasó,


mediante el derecho común, a los párrocos, donde pronto se presentaron abusos. Los
eclesiásticos concedieron a los príncipes y nobles el derecho a recibir los diezmos,
incluso hereditariamente, a cambio de protección o servicios eminentes, y esta especie
de apropiación se hizo tan intolerable que el Tercer Concilio de
Letrán (1179) decretó que no se permitía ninguna enajenación de diezmos a laicos sin
el consentimiento del Papa. En la época de Papa Gregorio VIII se instituyó el llamado
diezmo saladino, el cual debían pagar todos los que no participaran personalmente en
la cruzada para recuperar Tierra Santa.

En la actualidad, en la mayoría de países donde todavía existe algún tipo de


diezmo, como en Inglaterra(para la Iglesia Establecida), en Austria y Alemania, el
pago se ha convertido en un cargo de alquiler. En los países de habla inglesa en
general, en lo que se refiere a los católicos, el clero no recibe diezmos. Como
consecuencia, hubo que adoptar otros medios para el sustento del clero y
mantener las instituciones eclesiásticas (ver Sostenimiento de la Iglesia), y para
sustituir a otros pagos equivalentes en lugar de los diezmos. Soglia (Institut,
Canon, II, 12) dice: "La ley de los diezmos no puede ser derogada por la
prescripción o la costumbre, si los ministros de la Iglesia no tienen provisiones
adecuadas y suficientes de otras fuentes; porque entonces la ley natural y divina,
que no puede ser abrogada ni anticuada, ordena que se pague el diezmo". En
algunas partes de Canadá el derecho civil todavía reconoce el diezmo, y el
Cuarto Concilio de Quebec (1868) declaró que su pago es obligatorio en
conciencia para los fieles.

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