Ingres y Los Pintores Catalogo
Ingres y Los Pintores Catalogo
Ingres y Los Pintores Catalogo
Un «amor monstruoso»:
I n g r e s y l o s m a e s t r o s a n t i g u o s e s pa ñ o l e s
¡Oh, ese complaciente y monstruoso amor, que tú mismo has percibido, de amar con
la misma pasión a Murillo y Velázquez y a Rafael! Eso prueba que nunca les ha sido
dada una inteligencia suprema para juzgar la belleza, y que, al crearlos, la naturaleza
les negó un sentido, embrutecido más aún por su ignorancia, de la que mucho se
resienten los artistas en general.1
71
en Roma, 1818,
óleo sobre lienzo, 55 x 46 cm
Montauban, Musée Ingres, MI 50.545
al resto de los artistas de la historia de la pintura. Un símil única», pues «el estudio serio debe ser dirigido por la razón y
musical, que toma como ejemplo a un limitado intérprete al con sensibilidad para distinguir lo verdadero de lo falso, dónde
que Ingres acababa de conocer, le sirvió para remachar esa solo se llega aprendiendo a ser exclusivo»4. Como ha notado
opinión sobre la pintura española: «Mientras toca un cuarteto Paul Guinard5, cuando Ingres se expresaba así, aún no se había
de Crammer [J. B. Cramer], Spor [Sporh] y Ramberg [B. Rom- abierto en París la llamada Galerie Espagnole del Louvre6, y
berg], nuestros Velázquez en música, lo hace muy bien, pero en hasta entonces la idea que este pudo formarse de la tradición
cuanto interpreta a Haydn, a Mozart o a Beethoven, le odio»3. española era, por falta de ejemplos, bastante pobre7. No obstan-
Rafael había sido el primero en captar las proporciones ideales te, es muy dudoso que un mayor conocimiento de esa pintura
y universales de la naturaleza, cuya correcta imitación estaba le hubiera hecho cambiar la esencia de su opinión, dada la
solo al alcance de las personas de superior entendimiento. No radicalidad de la doctrina que la animaba.
es que los pintores y compositores considerados menores ca- Sin embargo, en su realidad cotidiana, el maestro hizo sitio
recieran de todo valor a los ojos de Ingres, sino que correspon- a la pintura barroca española. Un vistazo al interior de su estu-
dían a una vocación limitada a un ámbito cultural restringido dio romano de la Via Gregoriana, inmortalizado por sus discí-
en el tiempo y en el espacio, y alejado de la única verdad esté- pulo Jean Alaux (1786-1864) (fig. 40) en 1818, revela que en la
tica que representaban los modelos atemporales y universales primera estancia, donde su esposa Madeleine se dispone a es-
del maestro de Urbino; eran artistas que, por su posición jerár- cuchar la música del violín del pintor, se aprecia, colgado en la
quica, no merecían ser imitados para aquellos que buscaran la pared tras una puerta, el «velázquez»8 que Ingres se preció de
«buena educación por la frecuentación continua de la belleza poseer y con el que es evidente que trataba de seducir a quienes
73
75
Fig. 46 Jean-Auguste-Dominique
77
Cuadro encargado, pero solo abocetado. El duque de Alba, tras Aunque el contacto de Ingres con el duque de Alba durante los
hacerse con los Países Bajos del Príncipe de Orange sin librar primeros años romanos de su carrera podría considerarse de
batalla, realizó a comienzos de enero de 1569 su entrada triun- relieve en la trayectoria del artista, lo cierto es que las obras que
fal en Bruselas [...], y el Papa, eufórico, no creyó que fuera realizó para el noble no tuvieron ninguna repercusión en la
excesivo, pues quería mostrar a este horrible hombre su reco- historia de la pintura española ni se vieron en España hasta
nocimiento particular por los servicios prestados a la religión bien entrado el siglo xx. No sucede lo mismo con la relación de
católica (10 000 víctimas inocentes inmoladas en el cadalso) amistad que Ingres mantuvo con Federico de Madrazo70, uno
[...]. Me vi forzado a pintar un cuadro así por la necesidad. Dios de los artistas españoles más determinantes de esa centuria,
ha querido que quedara solo abocetado [...]. Así, para purificar pues fue responsable directo de la introducción de su eco en
eso que nunca fue sagrado, pinté un grupo de ángeles en la la plástica española. El pintor español gozó de una excepcional
bóveda de la basílica, portando el santo viático.64 formación cosmopolita, que se tradujo en el reconocimiento a
su pintura en la Europa de su tiempo, pero su atención al arte
Ingres transformó la inicial composición horizontal en vertical, francés del siglo xix, y en particular a Ingres, se ha tratado con
manteniendo las proporciones del cuadro conservado en el cierta desproporción. Para muchos historiadores Federico fue
Palacio de Liria —por lo que ha de suponerse que formaba un seguidor más de Ingres, privado de personalidad propia, un
una pareja con él—, y resituó la figura del duque desde el pintor «tan sin etiqueta nacional que su arte podría haber sido
primer término hasta el fondo de la composición. La idea pri- acogido por cualquier bandera»71. Sin embargo, la influencia
mitiva, que seguramente presentó a Carlos Miguel, se conoce de la pintura francesa en Madrazo fue mucho más compleja, y
gracias a una acuarela conservada en el Getty Museum de Ma- no se limitó solo al maestro, cuya relación con el artista español
libú. En ella, el Gran Duque, en primer término, alza el esto- debe ser revisada y ajustada a su dimensión real.
que pontificio como si blandiera una espada, en ademán de Hijo dilecto de José de Madrazo, Federico nació en Roma
prestar juramento, alimentando aún más el halo irredento del cuando su padre compartía trabajos con Ingres. Desde muy
personaje65. La pintura definitiva, que pasaría a ser propiedad, joven asumió un papel destacado en la pintura española, y
muchos años después, del pintor impresionista Edgar Degas cuando en 1833 viajó a París, con solo dieciocho años, gozaba
(1834-1917), muestra por el contrario al aristócrata al fondo, sen- ya de una cierta reputación en el ámbito profesional, gracias a
tado bajo un dosel bermellón, y al cardenal Antoine Perrenot su talento y a sus trabajos para la Corona, pero sobre todo por
de Granvela en el primer término, con los dones papales66. el buen hacer de su padre en la corte. «Deseoso de emanci-
El encargo se debería haber completado con, al menos, un par el ingenio de su hijo de toda influencia opresora [...] de
tercer lienzo que, de nuevo, hubiera aludido a la fidelidad de ampliar el campo de sus conocimientos y de ponerle a la vista
toda la vasta estirpe de Carlos Miguel a los reyes de España, a muchos modelos entre los que elegir»72, fue José quien le
aspecto que sin duda convenía a un personaje tan ambiguo preparó cuidadosamente un viaje de estudios a París, con la
políticamente como él. La escena a representar era Bernardo ayuda del barón Taylor, Isidore-Justin-Severin (1789-1879)73, y
de Cabrera restaura en el trono al rey Martín de Aragón, argumen- de Joseph Balze, que había sido en Roma vecino y amigo de la
to que venía a justificar sus derechos sobre el condado de familia. La primera estancia de Federico en París, en 1833, que
Módica —en contra del conde—, incorporado solo un poco duró medio año, conformó el gusto juvenil del pintor, por el
antes al reino borbónico de las Dos Sicilias67. No se ha identi- arte francés más cosmopolita, tal y como revela su diario de
ficado, sin embargo, ningún material artístico con este asunto entonces74, que permite además comprobar su contacto direc-
que permita suponer que Ingres se planteara siquiera la repre- to con Ingres, quien le dedicó muchas atenciones75. A él, que
sentación del episodio68. se presentó por intermediación de José, el 22 de julio de ese
79
ciones estéticas más enfrentadas en la Roma de 1840 define (fig. 11) es una «cosa hermosísima. Todos los días me paro cerca de
bien el espíritu del arte de Madrazo, que no solo aglutinó con una hora, por lo menos, mirándola. Es una pintura sumamente
naturalidad una compleja amalgama de influencias estilísticas, agradable, muy natural y sin ninguna afectación. Estoy seguro de
sino que, con un talento heredado del padre, supo relacionar- que a usted le gustaría muchísimo. Parece un cuadro del tiempo
se socialmente incluso con ideologías teóricamente opuestas. de Rafael»109. Efectivamente, es una pintura que debió impresio-
Así, no sorprende que cuando Federico planeó la frustrada nar mucho a Federico, pues alude a ella a menudo en su corres-
restauración de la iglesia de San Jerónimo el Real de Madrid pondencia con familiares y amigos. Consiguió que Ingres le re-
quisiera contar, además de con los artistas españoles que le mitiera una estampa de dicha obra110, y volvía a visitarla cada vez
eran más fieles, con intervenciones de Overbeck y de Ingres104. que viajaba a París, incluso siendo ya un anciano, llegando a afir-
El peso del depurado idealismo de Ingres se hizo presente en mar que se trataba de «la obra maestra de la pintura francesa
varios aspectos de la obra de Madrazo. Sus composiciones narra- moderna». En 1886 la vio de nuevo, ya con setenta y un años, en
tivas de inspiración literaria establecen bien el límite de esa afi- compañía de su nieto, el también pintor Federico Carlos de Ma-
nidad. El sueño del artista (Madrid, colección de la Comunidad de drazo (1875-1934), y todavía escribió de ella con emoción en su
Madrid)105, que alude a la inspiración divina, ofrece en realidad diario111. Federico resolvió emular la composición de Ingres a
una reinterpretación de un dibujo de Ingres titulado La inmorta- gran escala incluyendo entre las glorias del Parnaso a los genios
lidad del alma, grabado por Jean-Claude-Auguste Fauchery para españoles que el maestro no había tomado en consideración. Los
ilustrar una obra poética del barón de Norvins106. También está dibujos preparatorios muestran un primer tanteo en formato ova-
presente la idealidad ingresca en El sueño de Antropos (Madrid, lado, donde las glorias universales de la Música, la Literatura y la
Museo del Prado)107, cuyo argumento platónico, así como su for- Pintura se aglutinan, en un monte Parnaso entre nubes, alrededor
mato, están estrechamente relacionados con la obra anterior, aun- de Dante112. En un segundo esbozo, un Virgilio dirigiéndose a su
que esta refleja de manera más directa la trasmisión esencial de escogido aforo protagoniza la composición113. Finalmente, deter-
su doctrina a Madrazo. Sin embargo, la composición que mejor minado por su deseo de seguir los pasos de Ingres, situó a Ho-
permite valorar el peso y las limitaciones del idealismo del maes- mero presidiendo la asamblea de glorias eternas, en un intere-
tro en el español es Homero en el Parnaso, obra de gran formato sante dibujo, en el que se identifica a todos y cada uno de los
que Madrazo nunca llegó a concluir, pero de la que han quedado acompañantes del poeta griego114. Como es lógico, entre las glo-
suficientes trabajos preparatorios como para comprender su tras- rias había una nutrida concurrencia de pintores y literatos a los
cendencia108 (fig. 47). Federico escribió a su padre durante su se- que artista español más admiraba, como Leonardo, Rafael, Pous-
gunda estancia en París que La apoteosis de Homero de Ingres sin, Tiziano o Van Dyck entre los pintores, una selección de artis-
81
83
85
en su estudio, h. 1865,
óleo sobre lienzo, 48 x 37,5 cm
Bilbao, Museo de Bellas Artes, 69/108
87
Francisco Torras Armengol (1832-1878), en su Martirio de los la generación realista cuya formación ideológica no dependió
santos Servando y Germán (Madrid, Museo del Prado, P-5632)) del pintor de corte discrepó de esa cumplida veneración por
se apropia del Martirio de san Sinforiano de Ingres (fig. 117). La el maestro francés. Entre ellos resulta notorio el criterio de
obra tuvo escasa fortuna crítica161, pero, a pesar de ello, recibió Mariano Fortuny (1838-1874), cuya opinión crítica dejó escrita
un reconocimiento oficial del jurado, debido seguramente al en una carta fechada el año de su muerte, a cuenta de haber
empleo del prestigioso modelo, del que no solo copió la com- visto en una exposición en París varias obras de Ingres:
posición, sino del que traspasó literalmente algunas de sus
figuras. Como ya conoces algo, no te hablaré del color y efecto sa-
Frente a ese trato respetuoso que mantuvieron los discípu- biendo ya que no lo tienen; la composición y el dibujo [son]
los directos de Madrazo, al menos en sus años más juveniles, de un frío y un convencional que no comprendo cómo puede
artistas más jóvenes, que convivieron con ellas como con otras
valiosas piezas de la pintura antigua. En ese sentido, es revelador
que la Academia de San Fernando aceptara del diplomático y
amateur José Curtoys de Anduaga una deliciosa copia en minia- Pic a s s o y M o n s i e u r I n g r e s , a m o r i n d e c e n t e
tura de El manantial de Ingres (fig. 54), ejecutada por su hermano
Joaquín (h. 1815-h. 1895) —aunque por la calidad de su acabado Poco después de publicar El inmoralista, el escritor André
se considerara hasta ahora obra de Manuel Arbós164—, junto a Gide, escribió una crónica sobre el Salón de 1905, en el que se
otra copia del mismo Joaquín de un cuadro de Murillo, pues había expuesto El baño turco de Ingres (cat. 67) junto a una
ambas eran ya modelos claramente aceptados y con el mismo pequeña selección de dibujos del artista. Le pareció muy no-
reconocimiento histórico. De hecho, tanto era así que en los años table la escandalosa reacción de algunos jóvenes pintores que,
ochenta Federico intentó sin éxito adquirir de la viuda de Ingres insatisfechos por el corto alcance de las propuestas de actua-
el gran cartón de La apoteosis de Homero, que hoy pertenece al lidad, reivindicaron la validez del viejo maestro francés:
Louvre, para incorporarlo a las colecciones del Museo del Prado,
atendiendo a una oferta que esta hizo a su amigo español165. Algunos que no habían sabido encontrar, de sala en sala, más
También debido a esa consideración histórica ha de justificarse que motivos para ponerse cada vez de peor humor, pudieron
la incorporación a la colección de autógrafos de Joaquín Sorolla refugiarse en la «sala Ingres» , descansar contemplando el Baño
(1863-1923), de una carta de Ingres referente al encargo de su turco, admirar en la colección de detallados dibujos prepara-
Jesús entre los doctores (cat. 61), al que Sorolla, uno de los artistas torios de esta obra su paciente trabajo y atemperarse de tanto
mejor considerados de su generación, apreciaría particularmen- fervor. ¿Qué error o qué paradoja de amor indecente llevaba a
te como dibujante166, signo inequívoco de la elevada considera- estos jóvenes pintores desvergonzados a reclamar para sí, pre-
ción académica que Ingres había alcanzado en España. cisamente, un maestro como este?167
89
Louvre»174, y los motivos ingrescos, de hecho, ocupan pinturas visto también en 1905. Pero la influencia estelar de Ingres se
cruciales en ese período. Para el complejo retrato que hizo en revela nítida e intencionadamente en las Señoritas de Avignon,
1906, de Gertrude Stein (fig. 55), Picasso incorporó una cita re- de 1907 (Nueva York, Museum of Modern Art), así como en
conocible del retrato de Louis-François Bertin (cat. 54), estable- otros desnudos femeninos de ese entorno cronológico, que
ciendo una profética equivalencia intelectual entre ambos; en demuestran que Picasso había interiorizado plenamente las
otra de las obras más notables de 1906 que fue propiedad pre- referencias formales del maestro, incorporándolas a su propio
cisamente de Stein, Mujer con abanico (Washington, National espectro creativo y superponiéndolas con otras175. En realidad,
Gallery), interpeló magistralmente a la gélida figura principal esta influencia puede rastrearse de manera casi ininterrumpi-
de Tu Marcellus eris (cat. 21), cuyo dibujo preparatorio había da durante toda su trayectoria, más como «una serie de obras,
91
1 Fondo Gilibert, archivo particular; citamos a partir de Ternois 2011, p. 354. Véase 7 Véase el texto clásico de Lipschutz 1972. Sobre la fortuna de la escuela es-
además, una anotación más extensa de esa carta en Ternois y Ternois 2005, n.º pañola en la Europa del siglo xix, véase el trabajo imprescindible de Gar-
16, p. 214. El fragmento completo al que se refiere este texto había sido retocado cía Felguera 1991, pp. 43-144, donde se describe extensamente la difusión
y publicado antes así: «Le grand point est d’être dirigé par la raison pour distinguer de la fama de estos maestros en Francia. En particular, sobre la de Murillo
le vrai d’avec le faux, ce à quoi on ne peut arriver qu’en apprenant à devenir exclu- en el país vecino, véase también García Felguera 1989, pp. 95-127, y sobre
sif, et cela s’apprend par la fréquentation continuelle du seul beau. Ô! Le plaisant et la de Velázquez, los trabajos de Geneviève Lacambre y Gary Tinterow en
monstrueux amour d’aimer de la même passion Murillo et Raphael!» («La cuestión París-Nueva York 2002-3, con una amplia bibliografía; una nueva puesta al
fundamental es que es la guía de razón la que permite diferenciar lo verdadero día sobre Velázquez la recoge en particular Gerard Powell 2015, pp. 81-89;
de lo falso, asunto que no se logra si no es aprendiendo a ser exclusivo, y esto se una nueva reflexión sobre los aspectos de su incidencia en el mercado
aprende frecuentando continuadamente la belleza única. Oh, el complaciente y parisino se recoge en Coletes Laspra 2013, pp. 431-45.
mostruoso amor de amar con la misma pasión a Murillo y a Rafael»); Delaborde 8 Vigne 2007, n.º 73, pp. 110-12.
1870, p. 115. Después, esta anotación fue dada a conocer, como inédita, por Boyer
9 Registrado como de atribución discutible por Sullivan 1989, p. 225. Véase
d’Agen 1909, p. 97.
también Viguier 1993, n.º 23, pp. 35-36. Las anécdotas sobre su adquisición
2 Allard y Chaudonneret 2006, pp. 36 y ss. Un resumen de sus opiniones fueron recogidas por Angrand 1966, pp. 7-14. Del cuadro se conoce además
artísticas en español puede leerse en Marchán Fiz 1968, pp. 93-109. una copia conservada en The Gallery of Fine Arts de Columbus (Ohio),
3 Ternois 2011, p. 355. según Ternois 1966, pp. 13-14.
4 Véase Ternois 2011, p. 354. 10 Madrid, Archivo Histórico del Museo del Prado (en adelante AHMP), Fon-
5 Guinard 1969, pp. 61-72. do Madrazo, AP4/122, carta de Federico de Madrazo a su padre, 17 de agosto
6 Véase el texto clásico de Baticle y Marinas 1981 y una revisión más reciente de 1839, publicada en Madrazo 1994, t. I, n.º 99, p. 252.
de su contexto en Luxenberg 2008. 11 Ampliamente tratado ya por Guinard 1969.
93
95