Actitudes de Discernimiento, Elías Royón

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Jornadas para Superiores/as Mayores y sus Consejos

18 y 19 de abril de 2013

ACTITUDES DE DISCERNIMIENTO EN LA CELEBRACION DE UN CAPÍTULO


P.Elías Royón, sj
19 abril 2013.

Introducción

En un capítulo todo lo que hay que trabajar, dialogar, informar, compartir en el aula, en los
plenarios, en comisiones, conversaciones privadas pueden ser momentos de
discernimiento, o pueden ser simplemente momentos de discusión, de critica, de
manipulación, de sacar la “mía” adelante, o de imponer mis opiniones, o las del grupo,
incluso hacer campañas. Es decir, podemos oír lo que el Espíritu quiere decir a la
congregación, o que se nos escuche a nosotros. Todo depende, en la totalidad o en parte,
de las actitudes personales y también de las actitudes colectivas que tengamos.
No basta que cada uno tenga indiferencia, es necesario que el cuerpo del capítulo esté en
indiferencia, hay indiferencias personales, hay indiferencias grupales; hay apertura o
cerrazón personales y hay apertura o cerrazón del grupo, hay búsqueda personal y
búsqueda colectiva, hay consolación personal y hay consolación colectiva, hay desolación
personal y hay desolación colectiva; y aquí tratamos del discernimiento apostólico en
común, no bastan pues las actitudes personales, hay que disponerse, prepararse para el
ejercicio del capítulo.

1.Discernir, qué es discernir,


Hay que distinguir entre metodología, método, formas de hacer discernimiento, y el
discernimiento propiamente.
Discernimiento: fundamentalmente es un modo de vivir, una actitud fundamental, es un
modo de situarse ante la historia, ante la existencia personal; significa vivir teniendo en
cuenta que Dios está presente en esa historia y dirige esa historia, “en El somos nos
movemos y existimos”. Vamos buscando el querer de Dios sobre mi y sobre nosotros;
es caer en la cuenta de que la vida personal y de la congregación es un proyecto del
Señor, que tenemos que ir realizando y cuyos elementos se nos van dando a conocer,
poco a poco, no de una vez. Se puede identificar esta actitud con el “vivir la vida como
vocación: supone convencimiento de que hay una voluntad de Dios, por lo tanto de que
Dios dirige la historia;que hay una voluntad de Dios para nuestras congregaciones.
Dios sale a nuestro encuentro. San Ambrosio decía a San Agustín, “la verdad sale a tu
encuentro”, la verdad es Jesucristo.

El presupuesto fundamental es, por tanto, que Dios desea comunicarse, quiere hablarnos,
que su voluntad quiere transmitirla y que la podemos conocer. En los autores de la Biblia,
está muy presente la idea de que Dios está constantemente emitiendo señales hacia
nosotros. Por ejemplo: lo precioso del salmo 19: el cielo narra, la noche susurra, el
firmamento pregona, el día trasmite. Y llega la plenitud de los tiempos, el Verbo se hace
Palabra, Dios se hace Palabra, una Palabra humana, podemos hablar con El; Dios es ante
todo comunicación. Por eso, el gran imperativo a Israel es: escucha ¡¡ y el peor reproche
profético, que se ha embotado su corazón, y no escucha la palabra de Dios. Ha caído en el
“síndrome” de Emaús: oímos pero no escuchamos; oímos pero no entendemos. Oímos…
estamos puntualmente informados, pero no entendemos nada, tenemos todos los datos,
pero no sacamos conclusiones, lo interpretamos a nuestra manera.

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2.Presupuestos para discernir en común..

a) Experiencia de fe. Creer que existe una voluntad de Dios para nosotros.
Dios tiene un sueño sobre cada uno de nosotros, sobre cada congregación, un proyecto, la
voluntad y el querer de Dios. Si no creemos esto, no hablemos de discernir. Pensemos que
las empresas también se reúnen para buscar lo que hay que hacer y ponen todos los
medios para no equivocarse. A veces nuestros capítulos, nuestros encuentros comunitarios
se parecen más a reuniones de empresas que van buscando lo que más les conviene.
Nosotros en cambio deberíamos buscar lo que Dios quiere de nosotros.
Se podría definir un capítulo como “Vivir una experiencia compartida de la presencia de Dios
y de su amor por la congregación”. Fe en que hay una presencia de Dios en medio del
capítulo, en medio de nosotros; en que Dios quiere algo de nosotros. Ese algo se manifiesta,
Dios lo manifiesta y lo podemos encontrar, evidentemente a través de mediaciones. Dios no
nos manda una carta con un ángel para ver que quiere del capítulo. Podemos conocerlo a
través de “mediaciones” y esas mediaciones son todos/as los que estamos compartiendo el
capítulo. Esta actitud de fe es indispensable para discernir de verdad; que exista, no lo
demos por supuesto. Hay que hacerlo presente.

b) La búsqueda de la voluntad de Dios se hace desde el Espíritu del Resucitado, y no desde


nuestros espíritus que significa: inteligencia, estrategias, sabiduría, experiencia, claro que
todo esto vale; pero a veces las estrategias que estamos usando son “grupos contra
grupos”. Buscamos el Espíritu de Dios porque creemos que Dios quiere algo de nosotros y
está presente su Espíritu.

c) Buscamos desde la escucha de todas/ de todos, oír la experiencia espiritual de todos y de


todas, lo que Dios quiere de nosotros/as se manifiesta a través de la escucha pronta, de lo
que el Espíritu le dice a cada uno de los que estamos en el capítulo, y atención, no solo
escuchar a los más fuertes, a los más intelectuales, a los que saben manipular, a los que
están mejor formados, a los más sabios, a los que son más líderes, a los que tienen
prestigio, …sino que esa voluntad se manifiesta desde la escucha de todos,

d) la búsqueda desde la comunión, que no se rompa la unión de corazones.


Eso significa en la práctica que los fuertes se hagan débiles y los débiles fuertes, que no
hablen, que no se expresen solo los fuertes, porque en el fondo tienen capacidad de
manipular. Hay que crear un ambiente espiritual de tal modo que podamos escuchar
también a los débiles.

e) se intenta ser operativo, llegar a decisiones, a elegir, es decir responder a la llamada

3. Actitudes que se exigen en el proceso de discernimiento.

a) Docilidad al Espíritu: es lo contrario de las actitudes iluminadas, que no buscan, que


no aprenden, que no escuchan a Dios ni a los demás, porque ya se lo saben todo;
entran al capítulo, y ya saben lo que hay que hacer, decidir, que línea hay que
tomar, por donde tiene que ir y, cómo veremos después, a quién hay que elegir. Eso
es todo lo contrario de la docilidad al Espíritu, pero atención aquí es donde existe
uno de los mayores engaños.
b) Sorpresa
En este tiempo en la Iglesia estamos teniendo la experiencia de la sorpresa de Dios.
A ver si nos vamos enterarando, a ver si vamos abriendo los ojos a la sorpresa de
Dios: la renuncia de Benedicto XVI, y la elección del Papa Francisco; pidamos al
Espíritu que escuchemos ese mensaje de Dios a su Iglesia ¡ que sorpresa!
Frente al atado y bien atado. El Espíritu viene no sabemos de dónde viene ni a dónde
nos puede llevar. Todo lo hace nuevo…mis caminos no son vuestros caminos…
c) Apertura a la sorpresa

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es decir,no tengamos todo atado y bien atado, hay capítulos que empiezan atados
y bien atados. Apertura a la sorpresa de Dios a través de nuestros hermanos/as.
Aquí está siempre el problema: abrirse a una palabra de Dios que tiene rostro
humano, nombres y apellidos…historia, defectos…
d) Disponibilidad, pureza de intención, apertura de Espíritu.
Es un gran don del Espíritu. San Ignacio pide que “Dios me ponga en indiferencia”,
un don que tenemos que suplicar no solamente para cada uno en particular, sino
para el cuerpo del capítulo; este debe quedarse en indiferencia en su totalidad. Un
capítulo no es la suma de individuos, tiene un “plus” y es que está atravesado por el
Espíritu. En el fondo la disponibilidad o indiferencia es el reconocer que en el centro
de nuestra vida hay un único absoluto que es Dios. Todo lo demás es relativo.
“Salud o enfermedad”, “vida larga o vida corta”: son cosas importantes por supuesto
y no nos da igual, pero ante todo lo que Dios quiera; el centro es Dios.
Esto relativamente es fácil, cuando tocan cosas personales, en la vida espiritual, o
cuando nos envían en obediencia, gracias a Dios respondemos con más o menos
dificultad. El problema es cuando quien tiene que ponerse en indiferencia es el
grupo, la congregación, el capítulo. Cuando se tratan temas apostólicos o en este
caso temas del capítulo que comprometen a la Congregación. Cuando el contenido
no es una misión que me han encomendado; yo quiero ofrecerme al Señor para ir a
este sitio o a otro, sino cuando el contenido es ¿Qué tenemos que hacer? ¿A quien
quiere Dios que elijamos como general, provincial, consejeras? eso ya es mucho
más difícil. Sin embargo en un capítulo esto se da repetidamente .¿Qué quiere Dios
de este cuerpo apostólico en este momento de la historia?. No hace 25 años, ni
siquiera en el capítulo anterior, sino ahora, pues las cosas cambian muy
rápidamente.
e) tener muy presente el mundo,
En el discernimiento apostólico debe estar presente la realidad en que vivimos, y en
la que Dios se nos manifiesta; a la que Dios y la Iglesia nos envía en este momento.
Tendremos que preguntamos: ¿Qué quiere Dios de nosotros en este capítulo, en este
momento de la historia, en este momento concreto, en esta Iglesia concreta? Será
distinto si somos un cuerpo universal o no, tenemos más presencia en unos países
que en otros, hay que tenerlo claro. Por ejemplo no se entendería ningún capítulo en
este momento que no se hablase de la Nueva Evangelización, que no se hablase de
la increencia, que no se hablase de la crisis económica y moral.
A veces nuestros discernimientos apostólicos en común, no son eficaces porque la
realidad no está presente o porque la falseamos o no queremos afrontarla como es.

f) Sentido de Pertenencia,
Pertenencia a la Congregación de cada uno de los miembros del capítulo.
Pertenencia no jurídica, si no la tuviera no estaría allí; se trata de una pertenencia
afectiva, esto es, que la congregación me importa, que la congregación me duele,
me da gozo y gozo con ella, me siento dentro, no me encuentro en los márgenes,
donde todo es crítica desde fuera. Esto es muy importante para un examen personal:
¿Cómo estoy yo en relación al cuerpo apostólico al que pertenezco? Eso tiene un
añadido importante para todos los que están en el capítulo: no estáis allí en nombre
propio; os han elegido o bien tenéis un cargo o una misión en el cuerpo de la
congregación y se tiene derecho a asistir. Nadie va al capítulo porque “ser ella, o él”,
por tanto alguien que no se sienta implicado o con sentido de pertenencia en ese
cuerpo, bueno… tendría, tal vez, que preguntarse si debe ir; si le importa como algo
muy fundamental, porque va para eso y va porque unas hermanas la han elegido.

g) El Carisma peculiar dentro de la Iglesia; evidentemente si se quiere discernir


una misión para el cuerpo apostólico, hay que tener en cuenta el carisma de la
Congregación y si encaja o no en su misión carismática; una Congregación con un
carisma muy universal puede tratar de todo, pero si no es así, sino que tiene una

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misión muy concreta como característica de su carisma, puede llegar un momento
en el que tendría que decir que esto no forma parte de nuestro carisma, y no
podemos hacerlo. Cada congregación significa una presencia en la Iglesia de un
don que el Espíritu ha dado, pero para que vaya en esa dirección y realice esa
misión.

4. Discierno yo, pero con mis circunstancias.

Todas estas son actitudes que se exigen en el proceso de discernimiento. Pero tengamos en
cuenta que en un capítulo discierno “yo” pero, podríamos decir, “con mis circunstancias”.
Hasta ahora he hablado generalmente de un grupo, del capítulo como tal, teniendo en
cuenta por tanto, unas actitudes necesarias y exigibles al grupo. Ahora me voy a fijar en el
nivel personal. Y la pregunta sería ¿Cómo estoy yo que formo parte de este capítulo, porque
me han elegido o porque tengo derecho a tomar parte en el mismo?.
Seguro que muchas de vosotras y vosotros tenéis la experiencia, o por lo menos, lo
habéis oído a algunos directores de ejercicios que, a veces, no se sacan los frutos en una
tanda de ejercicios de 8 o 10 días, porque falta disposición, porque no nos disponemos bien.
Ahora bien, el núcleo importante de esa “disposición”, es saber, reconocer cómo estoy yo en
este momento.

Pues bien, esto es importantísimo también para un capítulo. Lo normal es que pensemos
que en esta persona, esta religiosa/o, miembro del capítulo, lo importante para el capítulo
es que se trata de alguien inteligente, de buen carácter, que tiene una gran experiencia, que
conoce el Derecho Canónico, las Constituciones de la congregación, la espiritualidad…
Evidentemente, todo eso es verdad y es muy útil, pero ¿él o ella cómo está?. Esto tiene
mucho influjo en un capítulo y es importante considerarlo. Tendríamos muy claro que si a un
capítulo va un religioso o una religiosa, que está pasando un momento de debilidad, de
depresión psicológica, su participación no será lo mismo que si no lo estuviera; su situación
no es indiferente. Lo que diga, lo que vote, sus intervenciones no pueden no estar
condicionadas por la enfermedad, por su situación; ésta influye desde el primero al último
día.

La situación de debilidad puede ser humana, sicológica, religiosa, espiritual,


comunitaria, apostólica…; puede estar cansada o descansada, con un nivel bajo o alto,
puede estar pesimista, optimista, entusiasta, o muy desanimada; con relación a su
congregación, puede estar a punto de estar amargado o amargada o entusiasta con el
trabajo apostólico que está haciendo, puede sentirse feliz o con ganas de dejarlo todo.
Somos una unidad y todo esto va a influir.
Claro que no puede ya cambiar la situación en que se encuentra, pero, cuidado¡¡, no
pido que cambie; seamos realistas; lo que yo trato de decir es que lo sepa, que tome
consciencia de ello y que lo acepte. Porque si lo acepta las cosas pueden cambiar; cuando
va a votar, a hablar, a exponer un parecer o un juicio etc…cuidado¡¡¡ tiene que decirse: yo
estoy así y tengo que ver hasta donde mi situación va a influir en mi respuesta…

Por lo tanto, hace falta abrirse a la sinceridad de Dios y decirse cuál es la situación
de mi corazón. Fijaos, muy brevemente. Recordemos el pasaje de los discípulos de Emaús:
Unos discípulos que aman a Jesús, que se han ilusionado con Jesús, que dejaron todo, la
familia, los barcos, las redes, que le siguieron, que permanecieron en el tiempo, le
escucharon, vieron sus milagros, escucharon sus enseñanzas… pero en este momento
están en una situación concreta, están tristes, desolados, sin comprender, en oscuridad,
hasta alejados de la comunidad, se han ido... Tienen una información espléndida: han oído
a Pedro, a Juan, a la Magdalena y lo que saben se lo cuentan a Jesús, cuando se hace
compañero de camino; lo saben pero la interpretación que dan a estos datos está
totalmente influenciada, condicionada, por ese golpe que han recibido, “nosotros
esperábamos”.

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Esto puede pasar, y de hecho pasa; yo voy a un capítulo con mi mochila, con mis
circunstancias, por lo tanto es importantísimo esta especie de examen delante de Dios.
¿Cuáles son mis sentimientos?, ¿mis sentimientos con relación a qué? Mis sentimientos con
relación a este capítulo, que espero de él; con relación al Instituto, con relación a la Iglesia, a
la Congregación, a la Vida Religiosa; mucho más si el capítulo tiene que tratar de unión de
provincias ¿qué espero yo? Cuáles son mis sentimientos mis expectativas en relación a esos
bloques importantes de temas a tratar, a esas decisiones importantes que vamos a tener
que tomar. Estas respuestas, este análisis de tu situación, te harán más libre, con más
capacidad de respuestas objetivas; quizás no puedas recuperar una situación de
normalidad, pero el conocerla te hará estar atenta a tus intervenciones a lo que apoyes, a lo
que te opongas porque todas tus acciones saben de esa situación: Esta actitud de
sinceridad, delante de Dios es una situación previa a todo discernimiento común, yo diría
que casi es una exigencia implícita de los demás que componen ese capítulo, que
disciernen contigo porque de lo contrario estamos en situaciones muy distintas. Conviene
que estamos todos en libertad. No te pueden exigir, que estés en otra situación pero sí que
la conozcas, la aceptes en su realidad y seas consciente de que eso va a influir. Por lo tanto
discierno yo pero con una mochila atrás que necesita conocerse y aceptarse con sinceridad
delante de Dios.

5. Discierno “con otros/as”

Estamos hablando de discernimiento en común; es importante estar atentos a las actitudes


que exige el discernimiento en este aspecto; vamos a hablar mucho en plenarios, en
grupos, en comisiones. Pero también tenemos que escuchar.

¿Cuál es mi actitud de escucha? ¿Oigo, me informo o escucho? y cómo se sabe si de verdad


escuchamos: hemos afirmado que Dios se nos manifiesta a través de unas mediaciones;
hemos hablado de una condición discernimiento de que creemos que el Señor se manifiesta
a través de mediaciones, precisamente se manifiesta a través de las personas que
participan en el Capítulo. Esto quiere decir que estoy dispuesta/o a cambiar de opinión
cuando escuche a los demás en una cuestión concreta. ¿Escucho para dejarme interpelar,
creo de verdad que el Señor me habla desde este o aquella?

Esto no significa que yo no tenga un criterio personal sobre los asuntos, que no he hecho
un esfuerzo para reflexionar y tener un pensamiento propio. Significa que soy consciente de
que estamos en un proceso de discernimiento en común, y que me abro a la escucha del
Señor, que estoy de verdad buscando la voluntad de Dios y que yo no tengo toda la verdad,
sino que la compartimos entre todos.
La actitud de no cambiar, de que ya se lo que hay que hacer, donde tenemos que ir, …esta
actitud supone que de hecho no escucho; vamos a decirlo con toda claridad: eso significa
que no quiero de verdad lo que Dios quiere, que no me abro a la voluntad de Dios.
Muy brevemente os presente algunas formas que tenemos de escuchar:

a) Escucha blindada
Escucho a una hermana o hermano, y enseguida sonriendo por dentro me digo, yo ya sabía
lo que iba a decir, yo ya sé lo que hay debajo, la conozco demasiado bien.

b) Escucha Ideológica o Dialéctica


No ha acabado de hablar y ya se me han ocurrido 30 respuestas; no las digo porque no he
pedido la palabra; escucho tus argumentos para poder rebatirlos. Ya sé las respuestas
para cada cosa que dice, sé qué hay que responder.

c) Escucha mucho más sutil: la escucha del maestro al discípulo, en todos los capítulos
hay maestros y maestras; los pobres las pobre, los/as jóvenes que acaban de

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llegar, que no han asistido nunca a ningún capítulo, que buena persona, tiene
buena voluntad pero le falta btodavía experiencia…En el discernimiento nadie es
maestro, nadie es discípulo el Espíritu es el único maestro, todos somos discípulos.

d) La escucha necesaria, es una escucha vulnerable: estoy dispuesto a que aquello que
escuche cambie mis pre-comprensiones, mis prejuicios … No se trata de que no
tenga mis propios pensamientos, ideas, reflexiones, pareceres, tengo obligación de
tenerlos, pero estoy en un proceso de discernimiento en común para encontrar no lo
que yo quiero, sino lo que quiere el Señor. Por lo tanto necesitamos una actitud para
reconocer en todos la capacidad de conocer la verdad.

6. Discernir los procesos interiores en la elección de personas.

Otro aspecto que tiene sus peculiaridades, es la lección de personas en


discernimiento.
Es normal que la elección de un general, de un provincial o de un gobierno, tenga lugar en
un ambiente de discernimiento; en el Capítulo se llega el momento de la elección, donde
hay que elegir a unas personas. Sabemos por experiencia que elegir personas requiere una
especial atención, unos cuidados especiales; y también que puede haber más facilidad
para contagiarnos y contaminarnos con afectos que no son ordenados, que no son rectos,
que no van dirigidos al fin que Dios quiere; y con frecuencia esto ya viene de atrás, de los
procesos preparatorios del Capítulo en el que tiene que haber elecciones.

No podemos olvidar que estamos contaminados por el ambiente que estamos


viviendo: de la política, de lo social, donde las elecciones de las personas son siempre un
conjunto de intenciones partidistas, de intereses de poder, grupos de presión, estamos
acostumbrados a verlo y esto se nos va metiendo, aunque parezca que no. Nosotros qué
vamos buscando con sinceridad cuando vamos a elegir a un general, a un consejo… ¿qué
pretendemos?, es necesario aquí un esfuerzo espiritual por disponernos y situarnos en
libertad interior, en indiferencia, o por lo menos conocer cuáles son mis afectos
desordenados, ¿dónde está trabajando el mal espíritu? Y por otra parte darme cuenta que
esto es difícil y lo que ello exige.

Algunas notas teológicas y espirituales.


Buscar y encontrar lo que Dios se ha elegido.
En los Ejercicios San Ignacio dedica varios documentos a la elección, le da mucha
importancia, presenta la materia con mucho cuidado y no solamente atiende los aspectos
formales, que también los trata, y desea que se asegure una elección según la voluntad de
Dios, porque finalmente este debe ser el objetivo de toda elección, “buscar y encontrar lo
que Dios quiere que hagamos”; y en este momento es buscar a una o varias personas que
Dios se ha elegido; ésta es la clave teológica y espiritual de la elección.

Vemos en el A.T Y N.T. que Dios se ha elegido a sus Profetas, sus Patriarcas, los conductores
del Pueblo de Israel. Eso tan bonito de Amós: “Yo no soy Profeta ni hijo de Profeta, Yavé me
ha elegido”. El Señor es quien elige a los discípulos, el Señor es quien elige a hombres y
mujeres para darles impulsos carismáticos, nuestros fundadores y fundadoras. A veces lo
vemos con claridad, y decimos es imposible que este hombre o mujer hayan llegado a
hacer lo que han hecho; son elegidos de Dios, Dios elige a los que quiere; elige a los que
nos guiarán en los próximos años, los que llevarán a la práctica las decisiones del Capítulo,
los que tendrán la misión de aunar esfuerzos, crear comunión, etc.
Por lo tanto Dios es el protagonista, el Espíritu es el protagonista. Y si nos dejamos nos
desconcierta. Nosotros somos mediaciones, pero mediaciones que podemos abortar el
querer de Dios. San Ignacio en los Ejercicios tiene una frase muy profunda “No van derechos
a Dios sino que quieren que Dios venga derecho a ellos”, cosa muy sutil pero ahí es donde
trabaja el mal espíritu. Por lo tanto Dios es el que pone en nuestro corazón lo que El desea

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que elijamos, pero es necesaria la actitud de libertad, para poder encontrarlo, descubrirlo. El
corazón puede estar atrapado y engañado, tenemos que ir buscando lo que va a favorecer
el bien de la Congregación, lo que va a favorecer lo que este cuerpo vaya adelante. San
Ignacio en las elecciones dice que pidamos que Dios Nuestro Señor “quiera mover mi
voluntad y poner en mi alma lo que yo debo hacer”. Se trata de tomar muy en serio eso de
buscar, tomar muy en serio mi responsabilidad de disponerme para que pueda de verdad
encontrar.

Evidentemente que esto no tiene que ver nada con la elección de un presidente de un
partido político, el hacer lista de los partidos, …pero atención, se nos puede pegar algo de
sus métodos.

Mediaciones humanas y espirituales


Buscar unas personas para una misión evidentemente; por tanto hay caer en la cuenta de
que hay unas mediaciones humanas, estamos a niveles humanos, pero a una profundidad
espiritual, manejando los medios humanos. Hay pues, que caer en la cuenta, reflexiona lo
que es gobernar en la Vida Religiosa, ¿qué necesidades tiene la congregación en este
momento concreto?, ¿qué cualidades se requieren en esa persona para responder a esos
desafíos?

Actitudes Interiores
Tomar conciencia de que puedo estar engañando, los malos espíritus se nos meten y están
actuando sutilmente; siempre me creo libre, pero en el fondo puedo estar influenciado por
otro, por otros.
Me creo libre, pero puede haber en mí prejuicios, son de varias clases: Ideológicos ,
históricos (Cómo voy a votar a este provincial a esta provincial con lo que me ha hecho)
Culturales (aquellos países todavía no están preparados no tiene buena formación…)
Me creo libre, pero quiero que la congregación vaya en la dirección que yo y mi grupo
pensamos, no lo que Dios quiere; confundo el bien universal de la congregación con mis
ideas, gestos y propósitos.

Verificar mi elección previa.


Cuando llega el momento de la elección hay dos situaciones posibles:

1. ya he decido a quien voy a votar.


2. Tengo mi nombre, pero estoy abierta/o.
En la primera situación ¿Qué es lo que tendría que hacer? Debería someter mi decisión a un
proceso de purificación; me puede ayudar responder a estas u otras preguntas parecidas.
 ¿Cómo he llegado a tener este o estos nombres?
 ¿Qué proceso he tenido?
 ¿Con qué criterios he llegado a esta conclusión?
 ¿Por dónde he empezado: por los nombres o por los criterios?
 ¿He hablado con otras hermanas/os sobre estos nombres? Pero todos
ellos/as, piensan como tú o te has atrevido a hablar con otros que no
piensan como tú?
 ¿Qué criterio has manejado, que actitudes has ido formulado?
 ¿Qué ideas defienden?
 ¿Qué buscabas al hablar, que me confirmaran el nombre que yo tenía, o
estaba abierta a acoger otros?
 ¿A qué grupos pertenecen estos nombres?
 ¿Qué contenido ha habido en esas conversaciones?
 ¿Te has sentido presionada interiormente y exteriormente?
 ¿Estoy buscando lo mejor para la Congregación?
 ¿Por qué he rechazado otros nombres?

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 ¿Has comparado unos con otros?
 ¿Has visto que este o aquel llevará mejor el proyecto que sale del capítulo,
que encaja mejor en este momento?
 ¿Mantendrá lo que a mí me gusta que exista, o cambiará a otro modo de
hacer las cosas?

CONCLUSION

A) ¿Dónde situar nuestros capítulos?


Podemos estar en Babilonia o en Jerusalén
Nuestros proyectos, capítulos se pueden discutir en Babilonia y se pueden dialogar en
Jerusalén.
En Babilonia hablamos desde fuera. Es el lugar al que no pertenecemos, desde el exilio,
desde la cautividad, donde no hay comunión, donde hay conservadores y progresistas,
donde hay los del norte y los del sur, no somos iguales, donde hay mayores y jóvenes, hay
dos “nosotros”, donde las diferencias son excluyentes.
En Jerusalén estamos en casa, nos congrega el Señor, que nos ha convocado
que nos dio la ciudad, la conversación es convergente, se dialoga, hay un nosotros, sean del
norte o del sur…Un solo corazón y una sola alma.
Podemos discutir en Babilonia. Podemos dialogar en comunión en Jerusalén.

B) Dos estilos, dos modos de situarse en un Capítulo


Dos actitudes de fondo: en la cátedra o en un lugar humilde y sencillo
Dos estilos: hablar defendiendo posturas, defendiendo mi propia verdad, sin la más mínima
duda, un estilo prepotente, estoy investido de la verdad.
O un estilo sencillo y humilde, que propone, escucha, comparte.
Un grupo en el que todos hablan desde la cátedra difícilmente logrará la paz y será
totalmente estéril.

C) Dos Actitudes
Oración humilde y confiada
Para no ser engañados, porque sabemos que podemos ser engañados por el mal espíritu
y por eso pedimos luz, una luz que no viene de nosotros, para conocer los engaños
luminosos, las falsas luces; y pedimos la gracia para defendernos de esas falsas luces, de
esos engaños luminosos y saber desenmascararlos en nosotros y en el grupo.

Actitud del que se cree lúcido


Convencido de que nuestras posturas o soluciones son las verdaderas y eficaces. No vamos
a ser engañados, sabemos muy bien que ésta es la verdad. Ni siquiera ponerse la
posibilidad de ser engañado.

D) Dos referencias.
Referencia al Señor Jesús
En todo discernimiento no puede faltar la referencia explícita al Señor, ese proceso
apasionado de identificarse con Cristo que es lo esencial de nuestra vida consagrada. Tiene
que estar presente la voluntad del Padre que siempre se manifiesta en Jesús.

Referencia al mundo.
Una congregación apostólica no puede discernir sin una mirada al mundo, si el mundo no
nos afecta, no es posible discernir lo que Dios quiere de nosotros. El mundo es un factor
determinante para saber qué quiere Dios sobre esta Congregación. Para conocer su
voluntad sobre nosotros.

NB. Este texto ha sido transcrito de una grabación; no se han recogido las notas y demás
referencias bibliógraficas. Por tanto no se puede publicar.

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