REDES O PAREDES - Sibilia

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¿REDES O PAREDES?

 LA ESCUELA EN TIEMPOS DE DISPERSION - PAULA SIBILIA 

 ¿Para qué sirve una escuela? 


La pregunta acerca de si la escuela se ha vuelto obsoleta se intentará responder en este
artículo desde una perspectiva muy distante de los rituales escolares que es el campo de los
medios de comunicación. También se intentará desplegar una mirada antropológica y
genealógica sobre el problema planteado, con el fin de detectar tendencias propias de
nuestra era, que juega con la ventaja de que, aunque no pueda responder certeramente el
interrogante planteado al menos permite cuestionar el presente. 
Este ensayo no apunta solo a la escuela ni al peculiar entorno sociocultural, económico y
político que la vio nacer y desarrollarse; el estudio tiende a concentrarse en el contexto
actual que sin duda ha cambiado bastante respecto a aquellos tiempos cada vez más
remotos. Con esta premisa de fondo, el análisis tiene en la mira un componente vital de esa
maquinaria cuyo modelaje constituyo su principal objetivo: los cuerpos y las subjetividades
para los cuales esa institución fue creada, en el momento de su invención y durante su
gradual solidificación.  
La naturaleza humana no es inmutable, las subjetividades se construyen en las prácticas
cotidianas de cada cultura y los cuerpos también se esculpen en esos intercambios. Es por
eso que este texto apunta a acompañar los itinerarios que compusieron esa trama hasta
llegar a su configuración más actual, deteniéndose en los modos de ser y estar en el mundo,
actuales, que se relacionan con la escuela de modo conflictivo. 
Una primera pregunta podría ser: ¿Qué tipo de cuerpos y subjetividades produjo la escuela
tradicional en su apogeo? (segunda mitad del siglo XIX y buena parte del XX). Otra pregunta
podría ser: ¿Por qué y para que nuestra sociedad occidental, capitalista, moderna e
industrial, se propuso en esa época generar ese tipo particular de seres humanos? De allí
podemos transportar las mismas preguntas a la actualidad, y dar un paso más y
cuestionarnos que tipos de cuerpos y subjetividades querríamos forjar hoy pensando
también en el futuro, reflexionando también en el por qué y para qué. Y como cierre la
pregunta final que inspiro la redacción de este texto: ¿Qué tipo de escuela necesitaríamos
para lograr ese objetivo? 

CAP 1: El colegio como tecnología de época  


Partimos de la premisa de que la escuela está en crisis. Si bien los factores que llevaron a
esta situación son numerosos y complejos, recurrimos a la genealogía de la escuela como
una vía para intentar comprender los motivos de ese malestar. Podemos pensar a la escuela
como una tecnología, es decir, como un dispositivo, herramienta destinada a producir algo.
Y verificamos además que este aparataje, sus componentes y sus modos de funcionamiento
se están volviendo incompatibles con los cuerpos y las subjetividades de los chicos de hoy,
del siglo XXI. Más allá de las particularidades individuales de cada estudiante y de las
instituciones, de las diferencias socioeconómicas y geopolíticas de los contextos, es difícil
negar esa incompatibilidad. 
Hay una divergencia de época, algo que parece constituir una marca generacional, un
desacople que se viene gestando a lo largo del siglo XX. El fenómeno que se observa hoy
en día tiene que ver con el encaje casi perfecto entre esos mismos cuerpos y subjetividades
de la actualidad y un nuevo tipo de maquinaria muy distinta y casi opuesta a la maquinaria
escolar. Se trata de los aparatos móviles de comunicación e información: celulares,
notebooks con internet. A partir de la evidencia de ese choque se han originado tentativas
de fusionar ambos universos: el escolar y el mediático.  
El fenómeno de la discrepancia ente los colegios y los chicos de hoy no es enigmático, sino
que cuenta con explicaciones históricas y antropológicas. Esas justificaciones comprenden
factores económicos, políticos, cambios sociales, culturales y morales que fueron
desencadenándose en las últimas décadas. ¿De qué transformaciones se trata? Están lejos
de sintetizarse aludiendo exclusivamente a los avances técnicos. Tras haberse iniciado a
partir de los años 60, la germinación de esos procesos ha demorado bastante tiempo, pero
sus frutos triunfan hoy sin lugar a dudas. Y aunque sea evidente que la causa de un
movimiento histórico tan complejo no se limita a los dispositivos tecnológicos de reciente
popularización, su confluencia con esta crisis que ya estaba decantando ha motivado que la
grieta sea cada vez más evidente. Tenemos entonces por un lado a la escuela con todo su
clasicismo y por el otro la presencia de estos modos de ser contemporáneos. 
Estamos aludiendo a una transición entre ciertos modos de ser y estar en el mundo, que sin
dudas eran más compatibles con el colegio tradicional y las tecnologías adscriptas al linaje
escolar, y estas subjetividades que florecen actualmente, que se muestran disconformes con
estas herramientas mientras se ensamblan con otros artefactos. Bajo esta perspectiva la
escuela es una tecnología de época. El régimen escolar fue inventado en el seno de una
cultura bien definida, en una confluencia espacio temporal concreta. Fue ideada con el fin de
responder a un conjunto de demandas específicas del proyecto histórico que la diseño y se
ocupó de ponerla en práctica: la modernidad. 
Philippe Aries afirma que recién al principio de los tiempos modernos las escuelas se
convirtieron en un medio de aislar cada vez más a los niños durante un periodo de
formación moral e intelectual, de adiestrarlos mediante una disciplina más autoritaria y de
ese modo, separarlos de la sociedad de los adultos. Entre las exigencias históricas a las
cuales buscaba responder la escuela figuran los desmesurados compromisos de la sociedad
moderna, que se pensó a si misma igualitaria, fraterna y democrática. Por consiguiente
asumió la responsabilidad de educar a todos sus ciudadanos para que estuvieran a la altura
de ese proyecto, desplegando los recursos de cada estado nacional. Para ello fue necesario
llevar a cabo un conjunto de aprendizajes útiles y prácticos que fueron desplazando a una
multitud de dogmas y mitos sin aval científico, todo lo que no servía por haber perdido el
sustrato cultural que le daba sentido. Además debían instruirse a los hombres del futuro con
las normas y valores de la moral laica burguesa. 
El objetivo prioritario de la educación era la disciplina. Una vez lograda esa primera meta, se
debían cultivar a los hombres para que estos pudieran desarrollar determinadas habilidades.
La instrucción y la enseñanza solo podría lograrse con un previo trabajo civilizador de la
mano de la disciplina (Kant: la disciplina es la acción por la que se borra en el hombre la
animalidad). En tercer lugar era necesario propagar la civilidad, para que el hombre
adquiriera buenas maneras, amabilidad y prudencia; y en el cuarto lugar se debía atender a
la moralización. En síntesis la pedagogía tendría como meta principal el desarrollo de la
humanidad. Ese ejercicio de la racionalidad transmitido por la educación formal era
normalizador: se enseñaba a pensar y actuar del modo considerado correcto para los
parámetros de la época. La escuela se une entonces en su tarea a la severidad paterna y el
control familiar. 
La educación formal constituyo un importante brazo armado de la ilustración: además de
liberar al soberano de las tinieblas de la ignorancia, terminó siendo un fuerte movimiento de
uniformización cultural, capaz de descalificar bajo su hegemonía racionalista todas las
manifestaciones consideradas inferiores. 
La democracia representativa exigía que los ciudadanos delegasen su poder a aquellos que
manejaran directamente los recursos del estado y tomaran decisiones políticas. Es por eso
que fue necesario educar al soberano forjando su conciencia nacional mediante los relatos
referidos a un pasado común a todos para construir una identidad ligada a la idea de pueblo.
(Mediante actos escolares, himnos, banderas, abanderados y escoltas) 
Conceptos interesantes: “discípulo” (en relación a disciplina) cuyo origen remite a “decir a
los infantes”: explicarles lo que está bien y lo que está mal. “Alumno”, su etimología revela la
falta de luz y la necesidad de ser iluminado 
El papel del estado constituyo el suelo firme capaz de dar sentido y garantizar el buen
funcionamiento de las instituciones en torno a las cuales se organizó la sociedad moderna:
familia, escuela, fábrica, ejército y prisión. El estado encarnaba la solidez de lo instituido que
era al mismo tiempo, instituyente, y propicio un tipo de subjetividad denominada estatal o
pedagógica. El estado delegaba en sus dispositivos institucionales la producción y
reproducción de su soporte subjetivo: el ciudadano; la fuente y el efecto del ppio
democrático que postulaba la igualdad ante la ley. Dicho individuo se apoyaba en la familia y
la escuela, engendradoras de los ciudadanos del mañana como un modo particular de ser y
estar en el mundo. 
Dice Lewkowicz que cada institución opera sobre marcas previamente forjadas: la escuela
sobre las marcaciones familiares, la fábrica sobre las marcaciones escolares y la prisión
sobre las molduras hospitalarias. Se piensan a las instituciones como dispositivos que
exigían a los sujetos la tenencia de ciertos rasgos y la ejecución de determinadas
operaciones para permanecer en ellas. Además de producir subjetividad en sus habitantes
en la práctica cotidiana, el dispositivo se consolida en su accionar. 
La pérdida de eficacia en el funcionamiento bien aceitado de los engranajes disciplinarios es
uno de los indicadores de la crisis actual. Este deterioro tiene que ver con el debilitamiento
del estado como megainstitucion capa de dotar a las demás de sentido. Como consecuencia
pierden peso las investiduras que cubrían a figuras clave de autoridad moderna como el
padre y el maestro. De forma que la incompatibilidad entre la escuela como tecnología de
otra época y los chicos de hoy, es un indicio de ese desajuste histórico que vivimos. 

CAP 4: Los incompatibles: otros tipos de cuerpos y subjetividades.


Gilles Deleuze, recurre a la expresión “sociedades de control” para designar al nuevo
monstruo, detecto la gradual implantación de un régimen de vida novedoso, apoyado en las
tecnologías electrónicas y digitales: una organización social basada en el capitalismo mas
dinámico de fines de siglo XX y principios del XXI, regido por el exceso de producción y el
consumo exacerbado, el marketing y la publicidad, los flujos financieros en tiempo real y la
interconexión en redes globales de comunicación.
Otra característica es la entronización de la empresa como una institución modelo, que
impregna a todas las demás, incluso a la escuela, como así también a los cuerpo y
subjetividades. Propaga un culto al desempeño individual, que debería ser cada vez más
destacado y eficaz. Se mide con criterios de costo-beneficio y otros parámetros
exclusivamente mercadológicos, que enfatizan la capacidad de diferenciación de cada
individuo al competir con los demás.
Todo eso implica la necesidad de desarrollar ciertas competencias que la escuela tradicional
no solo parece incapaz de inculcar, sino también seria contraproducente.
En este siglo XXI son otros cuerpos y las subjetividades que se han vuelto necesarios.
Nuevos modos de ser y estar en el mundo que emergen y se desarrollan respondiendo a las
exigencias de la contemporaneidad, al mismo tiempo en que contribuyen a generar y
reforzar dichas características.
Algunas características de las configuraciones corporales y subjetivas ya están a la vista.
Nuestra época convoca a las personalidades para que se exhiban en las pantallas cada vez
mas omnipresentes e interconectadas. Hoy se estimula a la creatividad y el placer, inclusive
en los ambientes laborales. También en los territorios escolares. El circuito laboral
contemporáneo busca características antes combatidas, tales como la originalidad asociada
a cierta espontaneidad inventiva, a la capacidad de cambiar rápidamente. También se
valoriza la libre iniciativa, la motivación, el perfil emprendedor y la vocación proactiva.
Una cultura que enaltece la búsqueda de celebridad y el éxito inmediato, combinando en
ese proyecto la realización personal y la satisfacción instantánea, exaltando valores como la
autoestima, la apariencia juvenil y el goce constante. En suma: bienestar corporal,
emocional, profesional y afectivo, derivados de un ideal de felicidad o de realización
personal que atraviesa todos los ámbitos y no parece encontrar más obstáculos ni diques
capaces de inhibirlo.
Así, entra en colapso aquella subjetividad interiorizada que habitaba el espíritu del “hombre-
maquina”. Es decir, aquel modo de ser trabajosamente configurado en las aulas y los
hogares del par de siglos precedentes.
Se delinea “una subjetividad extremadamente centrada, que rebate la experiencia de
conflicto interno, vaciada en su dimensión privada singular y sumergida en una cultura
cientificista que privilegia la neuroquímica del cerebro en detrimento de creencias, deseos y
afecto”.
Aluden a la sociabilidad liquida o a la cultura somática de nuestro tiempo, que harían surgir
un tiempo de yo más epidérmico y dúctil, capaz de exhibirse en la superficie de la piel y de
las pantallas, edificando su subjetividad en esa exposición interactiva. Se alude también a
personalidades alterdirigidas y no mas introdirigidas, construcciones de uno mismo
orientadas hacia la mirada ajena o “exteriorizadas” en su proyección visual. Se analizan
diversas bioidentidades como desdoblamientos de un tipo de subjetividades que se apuntala
en los rasgos biológicos o en el aspecto físico de cada individuo. Estarían substituyendo el
habito de tejer secretamente la propia identidad alrededor de aquel núcleo etéreo que se
consideraba tan interior como esencial; no solo era “invisible a los ojos” y mas verdadero
que las vanas apariencias, sino que además era refractario al desciframiento técnico porque
estaba lleno de misterios.
Surge aquí un choque: son justamente esos niños y adolescentes, que nacieron o crecieron
en el nuevo medio ambiente, quienes deben someterse todos los días al contacto mas o
menos violento con los envejecidos rigores escolares.
Si la atmosfera en la cual estamos inmersos ha cambiado tanto, cabría retomar aquí la
pregunta central: ¿para que necesitamos, ahora, a las escuelas? O mejor ¿Qué quisiéramos
que ese artefacto hiciera con los cuerpos y las subjetividades que todos los días transitan
por sus dominios cada vez más enrejados?
Deleuze: esas instituciones están condenadas, su ciclo viral ha concluido y ahora esas
instituciones han perdido su sentido histórico, solo se trata de administrar su agonía y de
ocupar a la gente hasta la instalación de las nuevas fuerzas que están golpeando a la
puerta.
En el caso de concordar con semejante veredicto, cabria sospechar que la escuela sufre de
modo particularmente intenso esa angustia que implica aguardar su propio certificado de
defunción.
En definitiva, la educación primaria tenía por misión “la mejora moral, intelectual y física” de
las poblaciones nacionales. Kant “hay que atender a la moralización”, de modo que no
bastaba con aprender a ser hábil para todos los fines: además el alumno adquiriría un
criterio con arreglo al cual solo escoja los buenos. La escuela debía enraizar en los espíritus
infantiles los parámetros necesarios para evaluar siempre lo correcto y lo incorrecto,
asimilando las normas que rigen los comportamientos, así como la idea de que hay un lugar
y un momento adecuado para cada tipo de acción. Así se esperaba que en la edad adulta,
cada individuo fuera capaz de auto-gobernarse, pasa a ser juez de si mismo. En la sociedad
disciplinaria estaba muy claro que era correcto y que no lo era, por eso también resultaba
mucho mas fácil enseñarlo y castigar sus desvíos.
Richard Sennett: si el siglo XVIII se vio marcado por un individualismo de cuño racional y
universal, bajo el ideal de igualdad que hermanaba a tan digna especie, el siglo XIX anhelo
la singularidad individual e intento construirla en el espacio privado de la intimidad, mientras
en el ámbito publico regían los rigores impersonales de la norma.
No por casualidad, ese tipo de individuo termino inventando el psicoanálisis para convertirse
en el objeto de esa terapia: se trata de una personalidad que sufría por tener que reprimir
sus deseos prohibidos en nombre de la ley vigente en la sociedad, representada por la
figura autoritaria del padre, el profesor, del Estado.
De algún modo, mientras se deshacen de los sufrimientos y deleites de esa configuración
“interiorizada”, tanto las subjetividades como los cuerpos contemporáneos se vuelven
transparentes, decodificables y quizás hasta reprogramable. En esa metamorfosis, no solo
se debilita la oposición entre los espacios públicos y privados, sino que también pierde
fuerza la idea de que valdría la pena reprimir los propios deseos en nombre de algún valor
trascendente. La búsqueda de la felicidad individual asume un nuevo significado en el
periodo de la posguerra.
Así, como fruto de las transformaciones consumadas en la segunda mitad del siglo XX, se
habría desvanecido la idea de que se debe sacrificar la satisfacción personal en nombre de
algo mas elevado e incontestable. No se trata de que ya no se apuesta a la familia o al
trabajo, o a la religión, pero todas esas instancias se han convertido en opciones
individuales – y no necesariamente dadas a priori, sino adaptables y definibles a gusto de
cada uno- en vez de construir certezas establecidas con calidez universal, de cuño
obligatorio para rodos bajo el peso de la norma. ¿quizás algo semejante podría decirse con
respecto a la escuela? De hecho, la uniformización de la educación formal en su molde
tradicional empieza a cuestionarse, aunque mas no sea en busca de dispositivos mas
“eficaces” para aquellos que tienen la posibilidad de elegir, abriendo la experimentación
hacia alternativas que habrían sido impensables algún tiempo atrás.
El modelo subjetivo descripto rápidamente como típico de los siglos XIX y XX tendía a sufrir
por la opresión de su libertad, por estar encerrado o aprisionado – incluso dentro del aula- y,
por tal motivo, buscaba liberarse rompiendo muros o saltando cercas. Ya no parece ser esto
ultimo lo que ocurre en las escuelas actuales.

CAP 5: El derrumbe del sueño letrado: desazón, deserción y zapping.


También habría que considerar que la escuela se instauro bajo la egida de la “cultura
letrada” como un horizonte de realización, tanto en lo que respecta a cada Estado Nacional
como a la civilización occidental de un modo general. La sociedad contemporánea esta
fascinada por los seductores influjos de las imágenes. Se encuentra fuertemente marcada
por los medios de comunicación audiovisuales. Y, más recientemente, esa producción y
circulación de imágenes se ha multiplicado exponencialmente gracias a la irrupción triunfal
de las redes informáticas.
Esos procesos implicaron una profunda transformación de los lenguajes, que afecto a los
modos de expresión y comunicación en todos los ámbitos, inclusive en campos tan vitales
como la construcción de uno mismo, las relaciones con los demás y la formulación del
mundo.
Cristina Corea, para quien “la comunicación ha dejado de existir”, precisamente, en plena
era de la información, “no importa si es la comunicación verbal, mediática o mediatizada. Lo
que se agoto es el paradigma mediante el cual pensamos, durante casi un siglo, los
fenómenos de significación y la producción de subjetividad”.
Se desmorona la utopía comunicacional que ilumino el sueño ilustrado sustentando al
proyecto moderno; cabria ahora inventar pequeños lazos precarios, pero quizás potentes,
meramente situacionistas o válidos para cada ocasión.
Por eso no sorprende que el aula se haya convertido en algo aburrido y que la obligación de
frecuentarla implique una suerte de calvario cotidiano para los niños contemporáneos. La
apatía y el escaso entusiasmo serian sintomáticos de esa falta de sentido, evidenciada
también por las altísimas tasas de deserción escolar.
Cuando el niño deja de ser un alumno y se convierte, antes que nada en un usuario de los
medios de comunicación y un consumidor mas activo que muchos adultos, se constata una
obviedad: la lógica del mercado se ha generalizado. En esas circunstancias, a la escuela
parece no quedarle mas remedio que entrar en el juego como lo único que podría ser: un
producto entre muchísimos otros, que debe competir para capturar la atención de sus
potenciales clientes si desea conquistar adeptos y subsistir. Pero corre en desventaja
porque se trata de una mercadería poco atrayente, destinada a un cliente disperso. La triple
alianza entre medios de comunicación, tecnología y consumo suele competir con fuertes
chances para conquistar la atención y las gracias del alumnado del siglo XXI.
Aunque los datos sigan indicando que la educación todavía implica una ventaja diferencial
en términos económicos para quien opta por ella, esa apuesta a largo plazo no parece
tentadora para buena parte de sus potenciales “consumidores”. Considerando la pésima
relación costo-beneficio que, para muchos, implicaría tener que someterse durante varios
años a los soporíferos rituales de la vida estudiantil hasta lograr formarse y obtener el
codiciado diploma que les podría rendir ciertos dividendos adicionales.
Buenos aires en el año 2010 anunciaron reformas en el sistema nacional tras admitir que “la
educación secundaria es un fracaso” porque los jóvenes ya no la consideran “una
herramienta de progreso”. Entre los datos divulgados en esa ocasión, se informó que la
deserción escolar puede llegar al 50% y que el índice de alumnos que repiten el año durante
el primer tramo de la enseñanza secundaria en los colegios estatales llega al 21%, mientras
que en los privados es del 10%. Los adolescentes actuales tienen más posibilidades que los
niños de elegir libremente lo que desean y actuar en consecuencia, optando por abandonar
los estudios si fuera el caso, algo que no habría sido una opción pensable algún tiempo
atrás.
Una de las premisas que anida en las bases del proyecto moderno y, por consiguiente,
también de la educación formal, sostiene que la civilización es algo a ser conquistado para
realizar plenamente la humanidad, tanto en el plano individual como en el colectivo. Y la
alfabetización seria un importante baluarte en esa epopeya. “pero sin estado con capacidad
de instituir a la escuela, la familia, la universidad o el trabajo como dispositivos
estructurantes de una subjetividad genérica”, advierte Cristina Corea, “el carácter universal
de la humanidad se ve seriamente cuestionado”.
Cristina C. destaca que no seria correcto asumir que los chicos “no hacen nada” cuando
ejercen ese tipo de prácticas (copian y pegan en trabajos prácticos). Es cierto que no
realizan un esfuerzo de comprensión y expresión que implique procedimientos como la
interpretación, el razonamiento o la deducción, pero en cambio usan la lectura y la escritura
como “herramientas técnicas al servicio de la navegación y la conexión”, efectuando
activamente tareas como buscar, editar, conectarse a los sitios e intercambiar materiales o
dudas con otros interesados. De modo que esos alumnos leen y escriben, sí, pero no
efectúan esas tareas como solía hacerse antes: no solo en lo que respecta a la calidad y
cantidad de otras premisas y apuntan a objetivos bastantes distintos.
A veces, ante una mala nota obtenida en un examen, los alumnos intentan explicarle al
profesor lo que realmente han querido expresar. Ese tipo de actitudes también revela el
cambio de estatuto de la lectoescritura, ya que el autor del texto no logra distanciarse de la
palabra plasmada en el papel, intercediendo con el cuerpo y el habla para apuntalar el
sentido de lo que se intentó asentar por escrito.
En la experiencia de lectura de muchos estudiantes contemporáneos se nota una dificultad
para identificar y reproducir el sentido de lo que se lee, lo cual también sugiere que esa
acción ya no se realiza utilizando las herramientas tradicionales de la lectoescritura
moderna. La atención del alumnado en una sesión expositiva no solo es frágil y fluctuante,
sino que suele durar unos pocos minutos y requiere una seducción constante derivada de
las tácticas del espectáculo.
¿Qué significa todo esto, como interpretarlo y darle sentido? Si se las observa en su
conjunto y con una perspectiva genealógica, estas nuevas practicas pueden considerarse
indicios de una mutación; por eso, al pensar estos problemas en términos de un mero déficit
debido al deterioro de ciertas habilidades, se los está analizando a la luz del dispositivo
escolar, como una tradición a las expectativas docentes e institucionales que se ven
crecientemente defraudadas. Desde ese ángulo bastante limitado y bloquea, así, la
posibilidad de visualizar algunas pistas importantes sobre lo que esta ocurriendo. Regresa
aquí la hipótesis inicial de este ensayo: quizás sea incompatible con ese aparataje, por
carecer de las marcas previas que las instituciones por las que paso anteriormente deberían
haberle impreso para que pudiera funcionar con eficacia según esa lógica. Pero no se trata
de meras faltas o deterioros, ya que estos chicos ostentan otros rasgos y capacidades,
configurados mas en contacto activo con los medios de comunicación y el mercado que con
los dispositivos disciplinarios, muchos de los cuales pueden ser bastantes útiles para
desempeñarse en la contemporaneidad. Son expertos en opinar, hacer zapping y leer
imágenes, aunque ese tipo de destrezas no les sirvan para habitar la situación escolar o
universitaria.
Marc Prensky, eso los convierte en “nativos digitales” y los diferencia de los “inmigrantes
digitales” que serian sus padres y profesores, de cuyo acento y de cuyas dificultades de
adaptación al nuevo medio ambiente los nativos suelen mofarse. Lo que se constata por
ahora son poco mas que lugares comunes: están acostumbrados a recibir información
realmente rápido, les gusta el procesamiento paralelo y la multitarea; prefieren sus graficos
antes que el texto; priorizan el acceso al azar como acurre en el hipertexto; funcionan mejor
cuando están conectados en red; les gusta la gratificación instantánea y los premios o
reconocimientos frecuentes. Por todos esos motivos, porque están habituados a la velocidad
de internet y han estado conectados la mayor parte de sus vidas, resulta que tienen poca
paciencia para conferencias, para lo lógica paso a paso y para el tipo de instrucción basada
en evaluaciones sobre lo que se ha relatado en clase.
En síntesis, diríase que, en comparación con las subjetividades ciudadanas o pedagógicas
moldeadas en el entorno disciplinario, solidariamente constituidas, la subjetividad
informacional o mediática es inestable y precaria, y eso también en ambos sentidos. Los
dispositivos estatales requieren y generan instrumentos como la memoria, la conciencia y el
saber, mientras que el entorno contemporáneo tiende a expeler avalanchas de información,
imágenes y opiniones. Las subjetividades capaces de lidiar con cada uno de esos conjuntos
de operaciones son diferentes, y por eso también varían las instituciones por las cuales
circulan unas y otras.
Por eso los usuarios de esos medios encarnan una subjetividad que no se constituye
leyendo, como solía ocurrir con los niños-alumnos de algunas décadas atrás, sino en la
interface entre esos distintos soportes. Ese nuevo tipo de lectura transmediatica implica la
necesidad de idear estrategias para habilitar el flujo de informaciones, tratando al mismo
tiempo de vincularse con otros para cohesionar la experiencia. En cambio, estudiar con un
libro de modo tradicional para dar un examen, por ejemplo, requiere el despliegue de
tácticas bastantes distintas relacionadas con la memoria y la atención, así como usos
específicos del espacio y del tiempo. Hay que detenerse y posicionarse físicamente de un
modo que permita hacer anotaciones, evitando otros estímulos perceptivos para poder
concentrarse y memorizar, en intimidad con la propia conciencia como quien escucha una
voz interior o dialoga con uno mismo.
Lejos de ser disfuncional o contraproducente, la desatención es una actitud adecuada para
ejercer tales prácticas, de modo que la desconcentración sería un efecto lógico de ese
contrato. Sin embargo, entran en pugna con el dispositivo escolar, y en ese cortocircuito
surgen nuevas patologías como el déficit de atención e hiperactividad conocido por las
siglas ADD O ADHD. Y eso ocurre por un motivo: porque en vez de haber sido moldeada
en los entornos disciplinarios que solían ser hegemónicos hasta algún tiempo atrás, su
subjetividad se ha constituido en la experiencia cotidiana mucho mas mediática y mercantil
de la contemporaneidad.
Corea, C “en un entorno desfondado, donde el saber, la evaluación y la autoridad están
destituidos no por mala fe de nadie, sino sencillamente por agotamiento practico de sus
potencias instituyentes, los docentes también nos hemos desfondado” y agrega que, sin
embargo, tenemos algo inédito que no deberíamos desperdiciar “la chance de constituirnos
en algunas situaciones en un vínculo real, no instituido ni representado por las instituciones,
de pensamiento con los chicos.”
CAP 13: Aulas informatizadas y conectadas ¿muros para qué?
La escuela tenia que ponerse en orbita y lo impostergable ya esta sucediendo. Se ha
lanzado, en esa tentativa de actualización, otra estrategia que contempla los proyectos
inicialmente conocidos como “una computadora por alumno”. Se han implementado
recientemente en varias regiones o en países enteros de América Latina, como pionero
Uruguay y luego Argentina. Iniciativas como esas parten de la evidente constatación de un
desfasaje, que constituye la medula de este libro y puede resumirse: mientras los alumnos
de hoy viven fusionados a diversos dispositivos electrónicos y digitales, la escuela sigue
tercamente arraigada a sus métodos y lenguajes análogos, lo cual quizás explique por que
no se entienden del todo bien y las cosas ya no funcionan como se esperaría. Tanto la
institución educativa en general como el desprestigiado papel del maestro en particular
deberían adaptarse a los tiempos de Internet, celulares y computadoras. Por eso equipar a
los colegios y a sus habitantes con tecnología parece ser el primer para para intentar salvar
tal brecha.
El aparataje técnico se considera un mero instrumento a ser incorporado a las practicas
escolares, como si fuera una herramienta neutra capaz de actualizarlas, remediando de ese
modo la proclamada crisis de la escuela moderna. Pero seria ingenuo creer que
solucionaran por si solas los complicados problemas. Cargan consigo toda una serie de
valores y modos de uso que están implícitos, por mas que siempre exista cierto grado de
flexibilidad, agenciamiento, experimentación y apropiación por parte de sus usuarios, pero
eso no significa que no posean su propia materialidad y su impronta bastante característica.
El primer paso implica una victoria referida a los procesos que suelen nombrarse como
“inclusión digital” o “alfabetización informática”, por permitir el acceso y la familiarización de
todos los alumnos y docentes. El proyecto implementado en 2011 por el ministerio de
educación argentino “conectar igualdad” no restringía el uso de los aparatos al ámbito
escolar y posibilitaban que éstos sean llevados a los hogares. Valia la pena los riesgos en
virtud de sus méritos, sobre todo en países en los cuales las diferencias socioeconómicas
son tan graves y el acceso a ese tipo de artefactos está lejos de ser igualitario o garantizado
por los libres juegos del mercado.
Se deberá enfrentar a algunos desafíos:
 Los problemas que surgirán con los inevitables hurtos y el consecuente trafico ilegal de
las maquinas.
 Los altos costos de manutención de todo el sistema y la dificultad de implementar
soluciones técnicas eficaces.
 La continuidad del proyecto.
 Hasta qué punto la tecnología se integrará a un proyecto pedagógico realmente
innovador, capaz de reconcentrar la atención del alumnado en el aprendizaje que seguirá
ocurriendo prioritariamente entre las paredes del aula.
 El desafío que los aparatos de conviertan en un nuevo y poderoso agente de dispersión
o de fuga del confinamiento que, de modo mas evidente, parece haber perdido su
sentido.

En el contexto actual, dice Cristina Corea, “cualquier conexión produce efectos dispersivos.
Sin principio de autoridad ni código establecido, toda conexión con el flujo, toda intervención,
produce una multiplicidad dispersa de efectos”. Por eso hay dos operaciones que es
necesario efectuar y que en los viejos tiempos institucionales estaban aseguradas: “producir
condiciones de recepción y operar sobre los efectos dispersivos”. “Conviene distinguir entre
el simple actualizador que se conecta y navega sin operar” y aquel que dispone de alguna
estrategia o realiza alguna operación tendiente a darle sentido al flujo, porque son dos tipos
de conexión diferentes: dos modos distintos de lidiar con la información o de habitarla.
Cabria sugerir, por lo tanto, que la escuela informatizada del siglo XXI tendría que ser un
espacio capaz de enseñar esto último.
Corea, C “Cuando los chicos chatean no se cuentan cosas, sino que están en contacto, no
se detienen a pensar que les dice el otro, sino que van mandando lo que sale. Por eso en el
chateo no habría comunicación ni dialogo sino contacto o interacción, eso que solemos
denominar conexión”. Por ese motivo a veces los chicos siguen asistiendo a clases, aun
cuando el confinamiento haya perdido su sentido, habría en ese gesto otros motivos como el
mero hecho de “estar juntos”, compartiendo esa mínima cohesión. “si la subjetividad no está
constituida, si es superflua, tener un lugar a donde ir, llegar a un lugar, es algo frente a la
incertidumbre total” aunque lo que efectivamente suceda en el aula no responda a la
expectativa escolar o universitaria.
Cristina Corea, a partir de su propia experiencia en un seminario de posgrado impartido en
ambas modalidades (presencial y virtual) que ella misma coordino, constato que “lo
presencial estaba sobrevalorado respecto a lo virtual” aunque su hipótesis inicial era “que la
presencia, el hecho de compartir un espacio y un tiempo instituidos, le otorgaba a la
situación pedagógica un espesor, una envergadura y unas cualidades que lo virtual no
tenía”. Sin embargo, contrariamente a ese prejuicio, “la modalidad virtual permite un sostén
del vínculo pedagógico que hoy la modalidad presencial no tiene”.
Claudia Paganucci resalta que aprender en casa exige disciplina y persistencia. Muchas
veces el alumno de educación a distancia es mas dedicado que el de la educación
convencional.

CAP 14: ¿Resistir al confinamiento o sobrevivir a la red?


El confinamiento es una característica esencial de aquel régimen que estamos
abandonando, porque sus dispositivos ya no funcionan y todo su aparataje ha dejado de ser
útil. Ahora uno de los mecanismos mas eficaces para sujetarnos no es el encierro sino algo
que esta muy asociado a la conexión permanente y voluntaria: la deuda, tanto en el sentido
literal como metafórico. Los sujetos contemporáneos no se encuentran mas confinados sino
“endeudados”, como bien detecto Deleuze, porque en la sociedad de control nunca se
termina nada. Por eso abunda la sensación de que el tiempo es siempre insuficiente y se
escurre demasiado rápido, que todo es urgente y veloz, que estamos atrasados y con varias
deudas simultaneas encarnadas en cosas pendientes que jamás se podrán consumar.
Porque hay una cantidad infinita de opciones posibles y una supuesta libertad de opción en
todos los planos, siempre calcada en los moldes del mercado; y, además, se cree que en
esa vorágine de múltiples posibilidades nadie debería perderse nada. El problema es que, al
“sufrir por superfluidez”, nada se decanta y, en consecuencia, terminamos perdiéndolo todo.
“es demoledora la sensación que tenemos de que las cohesiones son contingentes o
precarias, los proyectos no duran demasiado y hay que volver empezar” constata Cristina
Corea.
Ocurre que la lógica de la sociedad de control en que vivimos funciona a corto plazo y es de
rotación rápida como explicaba Deleuze, pero al mismo tiempo es continua e ilimitada. No
son solo las paredes de la escuela las que se derrumban hoy, sino también de otras
instituciones panópticas como la cárcel y el hospital público. En algunos casos, ese
hundimiento llega a ocurrir literalmente (vidrios y ladrillos que estallan con violencia) pero en
su mayoría esta sucediendo al menos metafóricamente, con la subrepticia infiltración de los
muros gracias a las redes inalámbricas de comunicación, facturación y monitoreo.

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