La Geomorfologia y Su Aplicacion en Los Estudios Del Medio fisico-FIN
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La Geomorfologia y Su Aplicacion en Los Estudios Del Medio fisico-FIN
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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
FACULTAD DE CIENCIAS GEOLÓGICAS
DEPARTAMENTO DE GEODINAMICA
Tesis Doctoral
Enero 1997
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9Lur4
FAdUtT~ CC GEULOQICAS
Director:
Al finalizar este trabajo, quiero manifestar mi agradecimiento a las numerosas personas que han
hecho posible su realización.
En primer lugar a Javier de Pedraza, director de la tesis, por múltiples razones; entre ellas:
permitirme acceder a un campo de estudios que siempre me motivaron; por su dedicación, sabiendo
que somos muchos quienes la requerimos; por poner de su parte cuanto fue necesario en los
momentos precisos (‘integridad física’ incluida); y por una formación más amplia que la
estrictamente científica, relativa sobre todo a una determinada forma de interpretar la realidad.
La labor de Miguel Ángel Sanz, Rosa M~ Carrasco y Andrés Díez, ha sido imprescindible para
la consecución del trabajo y por ello les estoy enormemente agradecido; espero que los resultados
se correspondan con su gran esfuerzo. M~ Ángeles Barroso (Nines) ofreció su tiempo y
conocimientos; y Aurora Martín las necesarias lecturas del texto final (aportó además, junto a
Miguel Ángel, otro integrante al equipo: María). La ayuda de Paquita, Salomón, y nuestros
compafieros de Departamento ha sido también inestimable.
A Miguel Angel Moreno, Javier Oria, Ana Teresa López, Nacho Rico, Giuliano Cannata, Javier
Montalvo, Luis Polo, Emilio Blanco, Manuel Marcos y Valentín Gómez, la cesión amable de datos
y documentos de gran interés.
Una mención muy entrañable quiero hacer a Pilar Garcinuño, por haber tenido entre sus
preocupaciones prioritarias este trabajo. Por extensión, a toda esa familia.
El agradecimiento más señalado es para cuatro personas. Mis padres, Pepe y Angelines, hicieron
—simplemente— todo. Mi gran hermano Ángel demostró, entre sus muchas cualidades, una
enorme paciencia conmigo. Finalmente, Pilar ha tenido el papel más destacado desde hace ya
varios años; en ellos me aguantó de una forma que dice todo a su favor, y merece por tanto el
reconocimiento más especial.
ÍNDICE
Planteamiento . 1
5.1. Justificación 97
5.2. Fundamento 99
5.2.1. Categorías geomorfológicas o del relieve 99
5.2.2. Problemática ambiental y ámbitos territoriales de actuación 101
5.3. Propuesta para la clasificación del territorio a partir de unidades del relieve 105
5.3.1. Regiones físico-geológicas 106
5.3.2. Regiones geomorfológicas 111
5.3.3. Dominios del relieve 111
5.3.4. Elementos del relieve 113
5.4. Contribución para definir unidades integradas del medio físico 115
5.4.1. Regiones físico-geológicas: bases para establecer regiones naturales 116
5.4.2. Regiones geomorfológicas: bases para establecer regiones fisiográficas 117
5.4.3. Dominios del relieve: bases para establecer comarcas fisiográficas 120
5.4.4. Elementos del relieve: análisis sectoriales 121
5.4.4.1. Pautas para la evaluación con técnicas paramétricas 127
5.5. Clasificación del relieve y ordenación del territorio 128
6. El territorio 137
Referencias 289
Casi todos los especialistas en temas ambientales, coinciden en señalar la importancia que
tienen los datos aportados por la Geomorfología al elaborar estudios del medio físico.
Sin embargo, cuando se analizan en detalle esos estudios encontramos que ese papel es poco
menos que simbólico o, caso también frecuente, se utilizan datos morfográficos para organizar
las unidades territoriales sin que aparezcan otros contenidos que podrían dar más entidad al
conjunto de los trabajos.
Por supuesto, la Geomorfología es una herramienta cartográfica de gran utilidad pero, y sobre
todo, puede considerarse “una ciencia que sintetiza todos los aspectos abióticos de la superficie
terrestre”, aportando información relevante acerca de la estructura y funcionamiento de los
ecosistemas.
Ese objetivo general posibilita además otros paniculares, como son: analizar las posibles
aportaciones de la Geomorfología a los trabajos sobre restauración ecológica y del paisaje, y
la evaluación de impactos ambientales, en los cuales esta disciplina ha participado en escasa
medida hasta el momento; y ensayar una propuesta metodológica que integre los datos
geomorfológicos en un sistema de clasificación del relieve, apto para los estudios territoriales.
20) llevar a cabo una revisión metodológica sobre estudios integrados y de planificación
territorial (capitulo 2)
El segundo apartado (Parte II) es un trabajo de validación; es decir, para comprobar las
excelencias y limitaciones de la propuesta metodológica elaborada a partir del desarrollo
teórico. Para ello se aplica dicha propuesta a un sector problema, o zona piloto, seleccionada
en función de su adecuación al fin perseguido. Esta etapa permitirá obtener conclusiones acerca
de nuestra hipótesis de trabajo.
Respecto a este último objetivo, es necesario precisar que los métodos de planificación y
ordenación territorial presentan serias limitaciones para su ‘homologación experimental’;
realmente sólo es posible medir la consistencia o inconsistencia de una determinada propuesta
según resuelva o no los problemas planteados.
Planteamiento 3
Procedinn’ento a desarrollar
HIPÓTESIS DE PARTIDA
La Geomorfología no presenta un tratamiento adecuado
en los estudios del medio físico y planificación territorial
-j
L OBJETIVO
Clarificar el papel de la Geomorfología en los estudios
del medio físico y planificación territorial
j
Parte II
VALIDACIÓN
2 DEsARROLLO PROPUESTA
.;W~TEÓRICo%:::
ETODOLÓGICA
E Elección
zona piloto
(sector problema)
1
Aplicación
del método
¿resuelve
Si
deficiencias?
No
E metodologías
tipo
1
L PARTICIPACIÓN DE LA GEOMORFOLOGÍA
EN LOS ESTUDIOS DEL MEDIO Físico
Y PLANIFICACIÓN TERRrrORIAL
Parte 1
DESARROLLO TEÓRICO
1. EL MEDIO FÍSICO Y LA ACTIVIDAD HUMANA
La necesidad que existe de imponer algún tipo de limitación u ordenamiento a las actividades
humanas en la Tierra, ha sido ampliamente tratada en la literatura (científica y de divulgación)
en los últimos veinticinco años. Los temas que abordan esa problemática surgida de las
relaciones entre el hombre y el medio ocupan un primer plano en la sociedad, y se refieren
habitualmente como ‘ambientales’, ‘ecológicos’, o ‘del medio ambiente’. Sin embargo, esto
no quiere decir que su tratamiento esté acorde a su popularidad. Ramos (1993), refiriéndose
a este panicular, señala:
En este contexto inundado de referencias a lo ‘ambiental’, y como paso previo a todo análisis,
es preciso discutir acerca del verdadero significado de los calificados como ‘problemas
ecológicos’, lo cual permitirá caracterizar más adecuadamente los objetivos particulares de
nuestro trabajo.
También es necesario conocer cuáles son las técnicas o herramientas de que disponemos para
hacer frente a la degradación del medio. Las señaladas en la literatura especializada son: la
‘planificación integrada’, reconocida por los expertos como el instrumento preventivo más
adecuado para afrontar la degradaciónterritorial, aunque apenas tenga hoy posibilidades de ser
aplicada; los procedimientos de ‘evaluación de impactos ambientales’, que gozan de gran
popularidad; y la ‘restauración ecológica o del paisaje’, campo que comienza a emerger con
fuerza sin duda alentado por la demanda social de espacios con un cierto grado de naturalidad
y favorecido por una menor presión agrosilvopastoril sobre amplios territorios.
Existe práctica unanimidad al reconocer que fue Marsh (1864) el primer autor ‘moderno’ que
más claramente se hizo eco de la acción degradante del hombre sobre el medio. Sin embargo
no sería hasta la segunda mitad del siglo XX cuando estos temas alcanzasen su generalización,
es decir, su extensión al conjunto de la sociedad.
8 La Geomorfología en los estudios del medio fisico y plan~cación territorial
En esos círculos, lo que en realidad se discutía era la filosofía del crecimiento ilimitado o
neomalthusianismo. Fue una renovación de las ideas del economista británico Malthus, que en
su Essay on Population (1798) ya defendía la necesidad de controlar la natalidad; su tesis era
que la población crecía en una progresión claramente geométrica y los recursos lo hacían en
progresión aritmética.
1
MEDIO FÍSICO USOS DEL SUELO
2
SOCIEDAD
Figura 1.1. Interrelaciones entre el medio físico y la sociedad, a través & los usos (en Ilewitr y Wambeke,
1982).
capítulo 1. El mediofisico y la actividad humana 9
Como hemos señalado, en esta discusión fue clave la polémica acerca del posible agotamiento
de ciertos recursos naturales. La filosofía según la cual el uso de éstos no debería exceder su
capacidad de renovación o, en su defecto, la capacidad para encontrar otros nuevos, es lo que
muy recientemente ha pasado a denominarse ‘desarrollo sostenible’ o ‘sustentable’ (sustainable
developmnent); es decir, desarrollo que alcanza las necesidades del presente sin comprometer
las posibilidades de las generaciones futuras. Dicho término fue acuñado después de la
publicación en 1987 del libro Our Common Future (Brundtland, 1988), auspiciado por la
Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo.
El punto de referencia más próximo en este sentido ha sido la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Rfo de Janeiro el año 1992. Con
respecto a las ideas del Club de Roma, merece la pena destacar la preocupación en torno a la
degradación de recursos que hasta entonces se habían considerado renovables e inagotables:
el suelo y el agua.
Gómez Orea (1988) señala que, además del posible agotamiento de los recursos, a este estado
de opinión generalizado ha contribuido también el desplazamiento del concepto de ‘calidad de
vida’, incluso de ‘desarrollo’, desde lo cuantitativo y monetario hacia lo cualitativo e
intangible. En definitiva, la demanda de Naturaleza como sinónimo de calidad y bienestar
(Aguiló a aL, 1992).
A este respecto, Ramos et aL (1979) citan una significativa reflexión hecha por el Duque de
Edimburgo en el prólogo de la obra Latid use atid landscape planning (Lovejoy, 1973):
TMJ)e una forma u otra hay que hacer lo posible para que más de 3.000 millones de
personas1 puedan vivir, trabajar, comer, viajar, intercambiar bienes y servicios y
disfrutar del ocio en una superficie limitada de terreno. Si todo esto se deja al azar
o a una solución orgánica, seproducirla el caos. La única alternativa posible es una
planjficación adecuada de los usos del suelo” (Lovejoy, 1973; en Ramos et al.,
1979:14).
Los grandes problemas del la Tierra, para Fyfe (1993) están relacionados con el imparable
crecimiento de la población, el mantenimiento de las actuales tecnologías contaminantes, y la
inestabilidad social derivada de las diferencias entre paises ricos y pobres. Ante el hecho de
que la población mundial pueda llegar a alcanzar 10.000 millones a principios del siglo XXI
—salvo catástrofe—, Fyfe (op. cit.) plantea la siguiente cuestión: dado nuestro estado actual
de conocimientos y desarrollo social ¿cuántas personas pueden vivir de forma digna en el
Planeta?
Como vemos, todas estas reflexiones son claramente antropocéntricas (egoístas, como decía
el eslogan de un conocido grupo conservacionista), pero son a la postre las que resultan más
sinceras. Parece pues que la conservación de la Naturaleza es una cuestión que afecta sobre
todo a la especie humana. Porque al contrario de lo que se sostiene con frecuencia, tal y como
nosotros las interpretamos las restricciones ambientales no van dirigidas a limitar la calidad de
vida del hombre, sino a mantenerla y mejorarla. Como resume Puig i Baguer (1995), la
Conservación procura atender los intereses de la Humanidad a largo plazo y en ella están
incluidos valores como la ética o la solidaridad, y la viabilidad de las generaciones futuras.
En definitiva, si según este tipo de razonamientos se estima que es necesaria una racionalidad
en la actuación humana sobre el territorio, deben ser aceptados los principios ecológicos en
tanto estudio de las relaciones de los seres vivos entre si y con su medio y, por tanto, la
filosofía restrictiva para determinadas actuaciones humanas debe ser asumida. Por oposición,
si no se asume este razonamiento los estudios ecológicos no tienen sentido.
En caso de optar por la racionalidad, es decir, por la compatibilización del uso de los recursos
con su permanencia, sería necesario (Pedraza et al., 1989): conocer el funcionamiento de los
sistemas naturales (método científico); y disponer de métodos de confrontación y evaluación
entre usos y recursos (estudios del medio físico).
Siguiendo con el mismo argumento, parece procedente de nuevo transcribir unas reflexiones
hechas por el profesor A. Ramos en su discurso de presentación en la Real Academia de
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales:
Se entiende por ‘estudios del medio físico’ un conjunto de procedimientos que analizan y
evalúan las características del territorio, con el objetivo de emitir un diagnóstico encaminado
a conseguir el uso más racional del mismo.
En este tipo de trabajos interesan sobre todo las relaciones de interconexión entre los elementos
del medio (el enfoque ecológico), para lo cual se requieren análisis sistémicos y
multidisciplinares; son estudios que en el pasado se conocían como ‘integrados’ (integrated
surveys, land surveys), aunque estaban dirigidos hacia el aprovechamiento de los recursos.
Para tratar de caracterizar adecuadamente cómo se estructuran los denominados ‘estudios del
medio físico’, recurrimos a una conocida obra relativa a este panicular (Aguiló et al., 1992).
Según dicho manual, estos trabajos pueden estar dirigidos a:
- Conocer las características del medio y valorar sus recursos naturales, al objeto de ordenar
las posibles actividades estableciendo restricciones o prioridades; de este modo, el uso a
implantar será el más adecuado a las características del medio y permitirá la máxima
12 La Geomorfología en los estudios del medio Asico y planjficación territorial
-Conocer las características del medio con el fin de evaluar la posible incidencia ambiental del
desarrollo de planes, programas y proyectos (estudios de evaluación de impactos ambientales).
- Evaluación de los posibles riesgos ambientales. Zonificación de áreas con peligro para las
actividades antrópicas.
- Conocer las características del medio en un lugar concreto, con el fin de buscar la mejora
de sus condiciones (estudios de restauración de áreas degradadas) o el mejor aprovechamiento
de sus recursos (estudios dirigidos a conocer la capacidad del medio para el desarrollo de una
actividad concreta).
Siguiendo las indicaciones del trabajo referido (Aguiló et al., op. cit.), en general los estudios
del medio físico se llevan a cabo en los siguientes supuestos: el medio posee valores
merecedores de especial protección; se encuentra degradado y es necesaria su recuperación;
aporta información relevante para el desarrollo de actividades; o puede sufrir modificaciones
derivadas del desarrollo de actividades. Y las etapas de que suelen constar son: definición de
objetivos; recopilación de la información existente; análisis de la realidad físico-biológica del
medio (inventario); almacenamiento de la información (normalmente en SIG); fase de
evaluación o tratamiento de la información; y elaboración de resultados o síntesis final. Los
estudios del medio físico constituyen pues normalmente procedimientos de análisis,
clasificación y evaluación del conjunto territorial.
Para la mayor parte de los autores que se han ocupado de la problemática ambiental, los
métodos y técnicas que analizan dichos problemas utilizando el método científico, pueden
abordarse según dos niveles: preventivo o planificador, y correctivo o restaurador.
El nivel correctivo persigue corregir problemas derivados de un uso del territorio. Las medidas
correctoras suelen clasificarse a dos niveles: uno de contenido más territorial, que se ha
denominado ‘restauración ecológicay paisajística’; otro de acciones especificas y normalmente
relacionadas con la contaminación, aplicando soluciones tecnológicas (ingeniería ambiental,
ecotecnologias, etc.). Las medidas correctoras también son asumidas en el nivel preventivo,
al plantear alternativas minimizadoras de posibles efectos ‘no deseados
capítulo 1. El medio Jtsico y l~ actividad humana 13
A panir de la revolución industrial, pero sobre todo de la segunda mitad del siglo XX, las
actividades pasaron a regirse por lo que posteriormente se llamó ‘planificación sectorial’,
‘económica’, o ‘sociocconómica’, donde lo único que primaba era la optimización de factores
técnicos, sociales y económicos (González Alonso et al., 1991).
Aunque con un matiz inicial muy académico, se llega entonces a desarrollar una ‘planificación
integrada’ en la cual tienen cabida los criterios ecológicos junto a los socioeconómicos.
Algunos autores (Aguiló et al., 1987; González Alonso et aL, 1991) han sugerido a este
respecto que seria mejor hablar de “enfoque o aproximación integrada’ o sistémica, ya que es
menos ambicioso que planificación integrada, definición que aparece como una empresa
realmente difícil por todos los aspectos que trata.
Para llegar a ese fin, es necesario organizar la información referida al medio físico de forma
que sirva a los propósitos del planeamiento. Esto se consigue a través de la planificación física,
también denominada planificación física con base ecológica:
territoriales con expresión espacial. Con base ecológica,porque el material que utiliza
lleva consigo toda la problemática de sistemas organizados a través de relaciones
bióricas y abióticas. “ (Ramos et al., 1979: 14).
En definitiva, se trata de introducir o aplicar los conocimientos aportados por las ciencias
naturales en la toma de decisiones sobre aspectos que inciden en el territorio. Más que una
técnica, la planificación integrada podría definirse como una filosofía que, para complementar
la planificación basada únicamente en aspectos socioeconómicos, necesita de la incorporación
paralela de los factores del medio físico (Tarlet, 1977; Carpenter, 1980).
La variedad terminológica en torno a estos trabajos ha llegado a ser muy amplia: planificación
territorial, física, ecológica, integrada, ambiental, etc. McHarg (1969) y Tarlet (op. cit.)
prefieren denominarlo ‘planificación ecológica’, entendida como el método que permite la
integración racional de los elementos del medio físico en los planes de gestión del territorio.
Otros autores hablan de ‘planificación ambiental’ (environmental planning) que seria
equivalente a planificación ecológica, en tanto “planificación que reconoce al medio ambiente
como un sistema fisico y biológico a considerar en la consecuencia de sus objetivos” (Aguiló
et al., 1987: 734); este término no goza sin embargo de gran reconocimiento, dada la
confusión que introduce el adjetivo ‘ambiental’. Finalmente, algunos lo refieren simplemente
como ‘planificación física’ o ‘territorial’.
Un punto de vista interesante a este respecto es el de Puig i Baguer (1995) según el cual, la
planificación física haría referencia a un estado inicial de la planificación territorial primando
más la capacidad o aptitud del territorio para acoger las actividades (opportunities); es lo que
otros han denominado ‘usos vocacionales’. La consideración en la toma de decisiones de las
posibles consecuencias que las actividades podrían generar en el territorio (consrraints), es
decir, la introducción de la evaluación de impactos ambientales a nivel de planificación
definiendo fragilidades o vulnerabilidades, da paso a una nueva etapa denominada entonces
planificación integrada o ecológica. En esta línea se sitúan también las definiciones dadas por
la Guía para la elaboración de estudios del medio fisico.
y planificación integrada:
“planificación en la que tienen cabida los criterios ambientales. Sufin está en informar
al gestor de los condicionantes ambientales del territorio que determinan las mejores
opciones para la localización de las actuaciones humanas. “ (Aguiló et al., ibidem).
capaulo 1. El medio Jtsico y la actividad humana 15
Puig i Baguer (op. cit.) trata sobre la planificación del paisaje (landscape planning) y la define
como:
El origen formal de la planificación ecológica se sitúa en los Estados Unidos entre mediados
y finales de la década de 1960. Tras algunos precedentes significativos, los referentes para este
planteamiento lo constituyen el aniculo de Lewis (1964) «Quality corridors for Wisconsin» y,
sobre todo, la publicación en 1969 de la obra Design wirh Nature de lan L. McHarg. Este
último, arquitecto paisajista de origen escocés y profesor por aquel entonces de la Universidad
de Pensilvania, subraya en su obra la necesidad de que la información del medio físico se
equipare a la social o económica y tenga igual poder ante las decisiones; en definitiva: la
16 La Geomorfología en los estudios del medio físico y planfficación territorial
Por la repercusión que ha llegado a alcanzar en los años posteriores, la obra de McHarg sienta
las bases de los estudios integrados modernos y se puede considerar como el inicio de la
planificación territorial con fundamentos ecológicos. Aún más, la misma NEPA, ya referida
como ley pionera a nivel mundial sobre cuestiones ambientales y origen de los procedimientos
de evaluación de impactos ambientales, utiliza en buena medida los postulados de Design with
Nature (McHarg, 1992).
La rigidez que se atribuye a la planificación, quizás por haberla relacionado con la política de
‘control estatal’ aplicada en el antiguo ‘bloque socialista’, no responde a la realidad funcional.
En todo caso es preciso considerar que este proceso debe tener un carácter indicativo y
necesita ser revisado con el tiempo; también, que no debería ofrecer soluciones únicas, y
tendría que ser flexible. Por último, no puede estar basada únicamente en limitaciones, sino
ofertar también posibilidades de uso.
Según lo visto hasta ahora, el fin que persigue la planificación física es informar al gestor de
cuáles son las mejores opciones para localizar las actuaciones humanas, y cuáles las
limitaciones del territorio. Para la elección de esas opciones, la planificación física se guía por
un principio fundamental:
‘Toda actuación debería situarse allí donde se maximice la capacidad o aptitud del
territorio para acogerla y, a la vez, se minimice el impacto negativo o efecto adverso
de la actuación sobre el medio ambiente.” (Aguiló et aL, 1987: 735).
Siguiendo los procedimientos más estandarizados (McHarg, 1969; Tarlet, 1977; Gómez Orea,
1978; Ramos et al., 1979), un proceso de planificación integrada puede resumirse en las
siguientes fases (figura 1.2):
(con su cartografía); esta fase busca recoger la información existente, y por tanto se aplica más
fácilmente en aquellas zonas mejor conocidas desde un punto de vista científico. Normalmente
se trata de recopilar las canografias disponibles, procediendo a completarlas o cotejarlas. Las
variables más comúnmente consideradas en los inventarios de medio físico y planificación
(Martin de Agar, 1984; Aguiló a al., 1992), son: clima, geología-litología, hidrología
superficial y subterránea, geomorfología, suelos, vegetación, fauna, usos del suelo y paisaje;
también se consideran algunos recursos culturales y científico-culturales.
AREA DE ESTUDIO
VÍA VÍA
ECOLÓGICA SOCIOECONÓMICA
Figura 1.2. Esquema tipo de plamflcodón integrada o ecológica, basado en el método original de
McHarg (1969); también reproducido en Tarta (1971).
18 Lo Geomorfología en los estudios del medio físico y plon~ficación territorial
- La siguiente fase consiste en la síntesis general de actividades (oferta del medio), para definir
las unidades de actuación. La superposición para obtener la síntesis puede ser manual o
automática; en el primer caso es aconsejable realizar síntesis parciales (McHarg, 1969), en el
segundo suele hacerse mediante un SIG ya que ofrece grandes posibilidades aunque ha de ser
supervisado.
Los criterios para llegar a las decisiones finales no están establecidos: una estrategia
conservacionista daría prioridad a un modelo de mínimo impacto; uno desarrollista a la
máxima capacidad, con independencia de los efectos que produzca.
Ésta seria la metodología de planificación ecológica ‘tipo’; sin embargo también hay
procedimientos que, nacidos con objetivos de desarrollo regional y aprovechamiento de
recursos, se reconvirtieron con el fin de utilizarlos para planificación territorial. En estos
últimos se realiza inicialmente una clasificación territorial o cartografía de unidades
homogéneas, cada una de las cuales incluye la información relativa al conjunto de factores del
medio físico; las evaluaciones se hacen entonces directamente a partir de las unidades
territoriales homogéneas.
en la Cana Europea de Ordenación del Territorio, donde se define como la expresión espacial
de la política económica, social, cultural y ecológica de toda sociedad. Y más en detalle:
una disciplina científica, una técnica administrativa y una política concebida como
un enfoque interdisciplinario y global cuyo objetivo es un desarrollo equilibrado de las
regiones y la organización fisica del espacio según un concepto rector. (en Aguiló
eta¿!., 1987: 673).
En caso de entenderse como una disciplina científica, seria entonces equiparable a planificación
territorial. Sin embargo y en lo esencial, parece aceptado que consiste en la puesta en práctica
de las determinaciones de la planificación (Pedraza, 1981). Cendrero (1989a) también es de
esta opinión, y distingue: etapa de diseño (planificación); establecimiento de normativas
(ordenación); e implantación y seguimiento (gestión). Gómez Orea (1994) considera que la
ordenación territorial incluye el análisis, la planificación, y la gestión territorial (puesta en
práctica del plan). En síntesis, la ordenación territorial se basa en la planificación territorial,
y se formula a través de normativas.
Para una gran parte de los especialistas en estas cuestiones, la ordenación territorial, a panir
de una planificación integrada, constituye la fórmula más adecuada para la resolución de los
problemas que se vienen denominado ambientales o ecológicos. Para otros sin embargo (Parra,
1992), ni siquiera estos enfoques representan una solución ya que constantemente van a
remolque de las demandas sociales, y son siempre éstas las que condicionan la oferta del medio
físico. Por otro lado, la única garantía de su eficacia seria su planteamiento en un contexto
global (internacional). La ya citada Carta Europea de Ordenación del Territorio, aprobada por
el Consejo de Europa el 20 de mayo de 1983, asume la capacidad de la UE en esta materia
y reconoce como un ámbito de aplicación el espacio europeo. Precisamente la importancia de
este documento estriba en que introduce la ordenación territorial en un contexto internacional
(Enériz, 1991). El contenido de dicha Carta incluye objetivos que, por su mera formulación,
no pueden seguir considerándose como utopias: conservación del medio ambiente, calidad de
vida, cultura, bienestar social, etc., todo ello en armonía con el desarrollo económico. Pero
como venimos señalando, el principal problema radica en que su enfoque sigue siendo limitado
(se reduce al ámbito de la Unión Europea) y no global (Europa dentro del Planeta).
establece la planificación ecológica. Sin embargo, tal y como señalan Hewitt y Wambeke
(1982), parece obvio que el científico no debe rechazar la legitimidad del proceso político;
pero, para estar equiparados, tampoco éste debiera escudarse en supuestas razones técnicas
para llevar a cabo opciones de otra índole. En todo caso, parece que el problema no está
circunscrito a que la decisión final sea política, sino al hecho de que el político sólo base sus
decisiones en directrices económicas, y no considere al mismo nivel los criterios ecológicos
o territoriales.
La ordenación territorial es, pues, un verdadero ‘proceso social’ que intenta compatibilizar la
dinámica socioeconómica con el mantenimiento de los sistemas y recursos naturales. La
posibilidad de alcanzar tal estado a un nivel global es lo que, según ya se vio, ha pasado a
conocerse como ‘desarrollo sostenible’ o ‘sustentable’.
Sin intención de caer en el desánimo, es justo reconocer que todo este desarrollo teórico
contrasta con una realidad poco halagúeña. Y es que, aún después de que la planificación
integrada lleve desarrollándose en todo el mundo más de 25 años, la mayor pane de la
planificación territorial actual la realizan urbanistas, es decir, especialistas en un sólo sector
de los implicados en el territorio.
En el plano metodológico, Ramirez-Diaz et al. (1994) reconocen que son mínimas las
diferencias entre los estudios de planificación territorial con bases ecológicas de finales de los
sesenta y los actuales; puntualizan que, si acaso, ha habido una mejora técnica propiciada por
los medios informáticos (especialmente por el desarrollo de los SIG). Así el esquema de
McHarg permanece como hilo conductor en los actuales métodos de planificación ecológica,
y en muchos casos se sigue íntegramente. También Pedraza (1987) se hace eco de esta escasa
progresión metodológica, si bien señala que está muy por encima de la gestión realizada por
las distintas administraciones. Y es que si metodológicamente no se ha avanzado demasiado,
la gestión lo ha hecho en proporciones ínfimas: la gestión territorial, al menos en nuestro país,
sigue ajena a cualquier consideración ecológica.
Otras legislaciones que abordan cuestiones sobre planificación del medio físico, aunque a nivel
sectorial, son la Ley de Agricultura de Montaña (25/1982, de 30 de junio) o la Ley de Aguas
de 1985 (29/1985, de 2 de agosto).
Así pues, si bien las normativas en nuestro país son más que suficientes, su incidencia efectiva
resulta nula o muy baja; todo ello se ha traducido en un crecimiento desordenado de los
núcleos urbanos —en ocasiones ocupando áreas de alto valor natural y productivo—, una
proliferación de la obra pública (hidráulicas y de comunicación) utilizada como coartada para
otro tipo de intereses, una nula ordenación del sector minero y, en general, una degradación
territorial y paisajística más acusadade la que cabria esperar, dado que en realidad la densidad
de ocupación es mucho menor que en otros paises de nuestro entorno.
El término ‘impacto’ (en su etimología, choque, huella, señal, efecto; RAE, 1992), referido
a las modificaciones que introduce o puede introducir la actividad humana en el territorio, ha
sido adoptado del inglés environmental impact. Para Ramos (1989), sin embargo, esta adopción
no es muy afortunada ya que “hubiera bastado” referirlo como ‘efecto’.
La ETA ha adquirido mayor relevancia a la hora de tratar los impactos sectoriales, derivados
de proyectos concretos. Este procedimiento tiene su origen en el año 1969, cuando se
promulga en EEUU la NEPA (National Environniental Policy Act) obligando a realizar
evaluaciones de impacto ambiental para determinados planes y proyectos. La repercusión de
este precedente fue la incorporación progresiva de legislaciones especificas sobre este particular
en múltiples paises; una normativa de esta naturaleza es introducida por ejemplo en Francia
en 1976 (ver Tarlet, 1977).
Tal cual se están desarrollando mayoritariamente en la actualidad, las ETA están sufriendo
importantes criticas por parte de especialistas en tanto suponen una visión parcial, y con
Capítulo 1. El mediofísico y la actividad humana 23
Siguiendo con este razonamiento, las ETA serian claramente eficientes aplicadas a planes,
programas y políticas (evaluaciones estratégicas), fase en la que pueden cumplir una función
similar a la planificación integrada. Resulta curioso comprobar cómo una de las ideas
originales de la NEPA era precisamente aplicar lo que hoy se demanda con insistencia: integrar
los procedimientos de ETA a nivel de planificación y evaluar planes, programas y políticas.
Por otro lado, los distintos reglamentos que desarrollan las legislaciones sobre ETA no incluyen
actividades susceptibles de generar lo que se han denominado ‘cambios ambientales
acumulativos’ o cumulative environmental changes (Spaling y Smit, 1993), cuyo efecto final
es siempre mucho mayor que el de determinadas actividades sectoriales; ese proceso ha sido
referido como “la tiranía de las pequeñas decisiones’ (Spaling y Smit, op. cit.).
Yendo aún más lejos, González Alonso (en Puig i Baguer, 1995) propugna lo ideal: todas las
actuaciones en el territorio deberían estar inspiradas en el respeto hacia el medio, y sostiene
que los procesos de ETA podrían desaparecer en el momento que los proyectos (y los planes
y las políticas) incorporasen debidamente la consideración del medio ambiente como uno de
los pilares de la decisión de actuaciones.
Como conclusión, nos limitamos a señalar algo en lo que ya han insistido los especialistas: la
eficiencia de las ETA sólo será posible en tanto consideren alternativas, y en tanto su
incorporación al proceso se realice en las fases iniciales.
Los trabajos para atajar los efectos degradantes sobre el medio han experimentado un gran
desarrollo en los últimos años, sobre todo asociados al campo de la evaluación de impactos
mediante las denominadas ‘medidas correctoras’. Dejando a un lado las de carácter
socioeconómico, es habitual distinguir entre las relativas a la contaminación (ecotecnologias,
ingeniería ambiental o ecológica, filtros, depuradoras, etc.) y aquéllas otras encaminadas a
restauración ecológica o paisajística del medio, entendidas estas últimas en un sentido territorial
más amplio.
Ramos (1986) define este segundo grupo como un conjunto de operaciones destinadas a
restaurar, recuperar, etc., un paisaje, un medio, degradado, alterado, dañado, contaminado o
devastado. Utilizada en este contexto y según el Diccionario de la Naturaleza, sería:
24 La Geomorfología en los estudios del mediofísico y planificación territorial
La aplicación al medio natural del término ‘restauración’ lleva aparejada una importante
imprecisión terminológica: recuperación, rehabilitación, restitución, revegetación, reparación,
etc. Para determinados autores (Vadillo, 1989; Porta et al., 1994) lo más correcto seria hablar
de ‘rehabilitación’, ya que restauración significa “volver a poner una cosa en su estado inicial”,
mientras rehabilitar es “hacer a una cosa hábil, apta, útil o capaz para algo determinado”;
siendo este último el objetivo que normalmente resulta más factible (el ejemplo más claro lo
constituye la minería). En lengua inglesa, por lo general utilizan reclamarion cuando implica
habilitar el espacio para un nuevo uso, rehabilitation lo reservan para una restauración de tipo
más visual-paisajística, y restoration cuando el terreno se devuelve a su condición inicial
(Bradshaw y Chadwick, 1980).
También es necesario matizar entre restauración ecológica y paisajística: en el primer caso las
medidas están encaminadas a la recuperación del medio; en el segundo deben tener una
repercusión visual, lo que ha llevado en ocasiones a otorgar más peso a las actuaciones de
carácter ‘estético’ en detrimento de las ecológicas.
Son actuaciones que en nuestro país están reguladas por la legislación de evaluaciónde impacto
ambiental, y por normativas especificas como el Real Decreto 2994/1982, de 15 de octubre,
sobre restauración del espacio natural afectado por actividades mineras. Una recopilación de
dicha legislación puede seguirse en López Jimeno et al. (1989), y Bascones y Gallego (1993).
Dentro de lo que hemos denominado ‘estudios del medio físico’, los referidos al análisis y
evaluación del paisaje son sin duda los que mayor desarrollo han experimentado en los últimos
anos. Por esa razón, aun cuando en realidad formen pane de los procesos de planificación,
evaluación de impactos, o restauración, se incluyen aquí de forma independiente.
Capítulo 1. El mediofísico y la actividad humana 25
Sin riesgo a exagerar, se puede decir que los valores estéticos constituyen actualmente la
cualidad más importante entre todas las presentes en un territorio (Caríson, 1977; en Aguiló
e¡ al., 1992).
En general, estos aspectos territoriales han sido referidos con la raíz land en las lenguas de
origen anglosajón y pays en las latinas (Bolós, 1975). La práctica totalidad de los estudios
sobre la evolución del término en las lenguas románicas, señalan que deriva de los vocablos
latinos pagas (pueblo, aldea) y pagensis (campestre, el que vive en el campo); de éstos pasa
al francés pays (territorio rural), y de aquí apaysage (francés),paisaje (castellano), paesaggio
(italiano), o paisatge (catalán) (González Bernáldez, 1987; Rougerie y Beroutchachvili, 1991;
Bolós, 1992). Según González Bernáldez (op. cit.), la palabra ‘país’ aparece en la literatura
castellana en 1597, y ‘paisaje’ en 1708.
El término lana’, del que deriva landschaft (alemán), ya en la Edad Media hacia referencia a
una región de dimensiones medias donde se desarrollaba la vida de pequeños grupos humanos.
También de latid derivaron landskip y lana’schap en Holanda, landskap (Suecia) y el más
universal landscape en lengua inglesa (González Bernáldez, 1981; Rougerie y Beroutchachvili,
1991).
Tras esos significados eminentemente geopoliticos, en el siglo XVII destaca la apreciación del
territorio desde un punto de vista artístico o pictórico; el origen del cambio es situado en la
escuela flamenca de paisajismo (González Bernáldez, 1987).
A finales del siglo XIX y principios del XX hay un notable cambio en los enfoques sobre el
paisaje: se inicia una corriente analítica que lo ‘desglosa’ en sus componentes, y para ello
tiende a utilizar una visión sistémica. Este proceso nace en Alemania y posteriormente pasa
a la Unión Soviética y Francia, dando lugar a lo que se ha denominado Ciencia del Paisaje.
26 Lo Geomorfología en los estudios del mediofísico y planificación territorial
A pesar de la evolución experimentada en los últimos cien años por esa Ciencia del Paisaje,
la raigambre de las consideraciones perceptivas, estéticas, o visuales, sigue siendo
predominante. Tal es así que tanto en francés como en castellano se refleja mayoritariamente
ese significado, aludiéndolo como: “porción del territorio visto desde un sitio en su sentido
artístico”, “extensión de terreno que forma un conjunto anistico”, o “imagen o cuadro que
representa una escena natural (río, bosque, montaña, etc.)”. En lengua inglesa mantienen estas
definiciones, si bien con un sentido más espacial: “porción de territorio perceptible desde un
lugar determinado”.
Con estos precedentes, a partir de la segunda mitad de este siglo el vocablo paisaje, también
sus equivalentes paysage y landscape, va a referirse dominantemente en un sentido estético-
visual que, la verdad, casi nunca perdió2. Tal y como señalan Rougerie y Beroutchachvili
(1991), actualmente más que un cambio se produce una ‘socialización’ del término: a partir
de las décadas de los años 1960 y 1970 comienza a utilizarse de forma indiscriminada muy
ligado a la cultura del ocio, la publicidad, y al espectacular desarrollo de los medios
audiovisuales. Es preciso anotar que, paralelamente a esas consideraciones, en determinados
ámbitos científicos (geográficos sobre todo) sigue teniendo una acepción próxima a ‘territorio’,
‘geosistema’ o ‘ecosistema’.
Esos enfoques básicos del paisaje, ya señalados por Passarge en 1931, los ha sintetizado
adecuadamente González Bernáldez (1981):
- Como sinónimo de imagen; asociado a las propiedades visuales y perceptivas del territorio.
La primera de las acepciones señaladas es la defendida por González Bernáldez: “es patente
la necesidad de no confundir el concepto de ‘paisaje’ con otras ideas como las de sistemas o
complejos ambientales para los que ya existe una terminología adecuada” (González
Bernáldez, op. cd.: 2).
En la misma línea anterior se sitúa una de las definiciones de paisaje más conocidas en
castellano; se trata de la elaborada por el propio González Bernáldez y colaboradores:
“percepción plurisensorial de un sistema de relaciones ecológicas “, o “parte perceptible de un
sistema de relaciones subyacentes » (Diaz Pineda et al., 1973: 2). Así pues, para estos ecólogos
es posible distinguir entre: un ‘fenosistema’, o conjunto de componentes del medio perceptibles
en una imagen; y un ‘criptosistema’, o complejo de interrelaciones difícilmente observables
y que proporcionan la información adicional para el entendimiento del sistema territorial
2 Por ejemplo, en la lengua inglesa landscape estuvo siempre más ligado a los aspectos visuales, y ¡and a los territoriales.
capitulo 1. El medio fisico y la actividad humana 27
En cuanto a la segunda acepción del término a que hacíamos referencia siguiendo a González
Bernáldez (op. ci:.), no se diferenciaría demasiado del significado de territorio, geosistema o
ecosistema, es decir, como un conjunto de elementos físicos, biológicos y antrópicos que
interactúan en el espacio (Tricart y Kilian, 1979).
Tratando de aproximarnos a una síntesis, parece existir unanimidad en que para conceptuar el
paisaje es necesaria una doble presencia: el territorio (espacio, medio físico, porción de
terreno, escena) y el observador o perceptor del mismo (González Bernáldez, 1987; Escribano
eral., 1991). Incluso un autor como Hernández-Pacheco (1934b), que propugnó el estudio de
este elemento complejo “no considerándolefundamentalmente en el aspecto estético sino el de
las ciencias de la “ (Hernández-Pacheco, op. cit.: 6), fue incapaz de eludir las
valoraciones escénicas. Refiriéndose a este trabajo, González Bernáldez (1981) señaló que las
consideraciones estéticas y emocionales están omnipresentes en las páginas del discurso del
eminente geólogo, tanto como para poner en duda la factibilidad de sus propósitos.
Para González Bernáldez (op. cit.) precisamente ese carácter de articulación entre los aspectos
de las ciencias de la Naturaleza y la abstracción, por una pane, y la sensibilidad, las
emociones y la estética por otra, confieren gran interés al tema del paisaje. Para este autor es
sobre todo ‘información’ susceptible de ser ‘interpretada’, lo cual puede ser de enorme interés
en la gestión del territorio. Siguiendo este razonamiento, para Pedraza (1986) lo que realmente
distingue al paisaje del resto de elementos del medio físico es su carácter ‘puente’ entre lo
reflexivo y lo intuitivo, lo perceptivo y lo analítico, lo popular y lo técnico, lo sentimental y
lo cognoscitivo, y en definitiva, entre lo natural y lo social.
28 La Geomorfología en los estudios del medio físico y planjflcacisJn territorial
Su estudio incide en la funcionalidad, o fisiología del territorio. En este sentido es una ciencia
reivindicada por los geógrafos; una de sus expresiones más comunes señala el paisaje como
“el objeto de análisis de la ciencia geográfica”. Estudian más su estructura que la
representación, y es una aportación eminentemente europea, concretamente de la antigua Unión
Soviética, Alemania y Francia (Rougerie y Beroutchachvili, 1991). En España, han seguido
esta línea geógrafos como Martínez de Pisón y colaboradores, o M. de Bolós y colaboradores.
a) Perceptivo: interesa la valoración del paisaje según las reacciones que produce en quien
lo observa
b) Técnico: el paisaje como escena es evaluado con independencia del individuo perceptor,
lo cual normalmente requiere su análisis en componentes y categorías estéticas.
- El enfoque perceptivo
Ha dado lugar a los estudios centrados en las respuestas de los individuos ante el paisaje
(interesa conocer cómo se valora éste). Atiende de forma especial a los mecanismos de la
percepción.
Gilmartín (op. cl.) ha definido este grupo como ‘enfoque psicológico’, el cual centra su
atención en los sentimientos y respuestas que provoca el paisaje en el individuo. Según dicho
planteamiento, el paisaje es una creación de la percepción y hay tantos paisajes como
A esta materia dedican buena parte de sus contenidos todo un odmero de revistas especializadas: Landscape and
lirban Planning, Landscape ,4rchitecture, Landscape Research, o Journol of Environmensal Mona gemen:. Nombres como
Lyneh, Zube, Steinitz, Kaplan, Appleton, Ulricb, Lowenthal, Daniel o Litton, entre muchos otros, figuran como verdaderos
impulsores de estos estudios.
Capítulo 1. El medio físico y la actividad humana 29
En estos casos se busca determinar qué paisajes son más apetecidos y por qué; se refiere pues
a las actitudes, valoraciones, y preferencias de las personas frente al paisaje. Son trabajos cuya
finalidad puede ser doble (Gilmartin, op. cl.): de carácter aplicado, utilizables en estudios de
planificación y gestión territorial (toma de decisiones); y de investigación básica, buscan
comprender los procesos psicológicos de la percepción.
Buen ejemplo de esa línea perceptiva son las aportaciones de Zube a al. (1982), Kaplan
(1985), o Kaplan y Kaplan (1989). En nuestro país son bien conocidos los trabajos sobre
preferencia ambiental de la escuela del profesor González Bernáldez, los cuales han gozado
además de un cierto reconocimiento internacional (Maciá, 1980; Ruiz y Bernáldez, 1983;
Bernáldez e: al., 1987); también los de J.A.. Corraliza y colaboradores, desde el ámbito de la
Psicología Social (Gilmartin, op. cl.).
- El enfoque técnico
En este caso el paisaje también es evaluado como ‘escena’, pero por profesionales o
especialistas (expertos). Aunque en último término se llegue a unidades globalizadas, el
procedimiento más usual para desarrollar este enfoque es el estudio de sus elementos o
componentes; constituyen los denominados ‘análisis sobre paisaje’, en tanto se basan en “la
separación de las partes de un todo para llegar a conocer sus principios o naturaleza”.
Reconociendo la importancia de la componente subjetiva-perceptiva, estas técnicas tratan de
abordar el paisaje de la manera más objetiva posible, pero siempre considerando sus
características o atributos visuales (conjunto perceptible o fenosistema): elementos y
componentes (relieve, vegetación, agua, elementos antrópicos), cualidades o propiedades
estéticas, o características visuales (color, contraste, forma), cuencas visuales, calidad y
fragilidad visual, etc.
De esta tipología son, por ejemplo, la valoraciones estéticas que realizaran Linton (1968) o
Leopold (1969). También los numerosos trabajos elaborados en la Cátedra de Planificación y
Proyectos de la ETSIM de Madrid (Aguiló et al., 1987; Escribano et al., 1991; Aguiló e: al.,
1992); según estas referencias, el paisaje tiende a analizarse en los siguientes términos:
1. Componentes. Se estructuran en: (a) formas del terreno o relieve; (b) agua (superficial); (c)
vegetación; y (d) elementos anificiales (antrópicos), como usos del suelo, infraestructuras y
construcciones. E. Hernández-Pacheco ya había aproximado ese análisis, que visto desde una
perspectiva actual es sumamente elocuente; para este autor (Hernández-Pacheco, 1934b:38),
los componentes del paisaje son:
30 La Geomorfología en los estudios del medio físico y planificación territorial
Fundamentales.~
-El roquedo (rocas graníticas y eruptivas, calizas, areniscas, etc.)
-Lo vegetación (formaciones de bosque, formaciones de matorral, formaciones herbáceas)
Complementarios:
-Estado del cielo: nubosidad
-El agua (el mar, los lagos, las aguas corrientes, el agua sólida)
Accesorios:
-Los animales (silvestres, los ganados)
-El hombre en su aspecto etnográfico
-Los cultivos «picos del país
-Las construcciones
A lo anterior sólo cabe precisar que algunos de los componentes accesorios, hoy merecerían
una consideración como fundamentales.
5. Calidad visual. Buscan evaluar el grado de excelencia o mérito de un paisaje para no ser
alterado o destruido. Normalmente se basan en componentes o categorías estéticas, con
frecuencia en base a criterios de preferencia ‘universales’: las vistas desde puntos elevados,
los contrastes cromáticos, la armonía en los colores, la variedad fisiográfica (contraste de
relieve), la presencia de agua y vegetación, los ambientes costeros, los bosques abiertos, la
presencia de elementos históricos, etc. En base a estos criterios se han elaborado diferentes
modelos de calidad de paisaje, caso del aplicado por Linton (op. cl.) en Escocia, que asumen
una cierta parcialidad: lo que se ha denominado ‘subjetividad aceptada o asumida’.
Se trata de una aproximación a mitad de camino entre los enfoques perceptivo y técnico, y
busca establecer las relaciones entre las características físicas del medio y las respuestas de la
percepción (Aguiló a aL, 1992; Puig i Baguer, 1995; Gilmartln, 1995); atiende por tanto a
las opiniones del público y a la de expertos y planificadores. Los trabajos más conocidos en
este enfoque se deben a T.C. Daniel y colaboradores (Daniel y Vinning, 1983; Brown y
Daniel, 1991).
Ligado a este tema que nos ocupa está el concepto de ‘paisajismo’ o ‘diseño paisajístico’,
definido como “el arte y la técnica de modelar el paisaje de los espacios habitados o alterados
por el hombre” (Aguiló et aL, 1987: 691). Las profesiones asociadas a estos objetivos
(arquitecto paisajista, ingeniero, etc.) buscan el mejor uso de los componentes del medio: roca,
suelo, agua, vegetación y edificios e infraestructuras. Normalmente el diseño ha estado
relacionado con el paisaje a escala reducida (jardinería y urbanismo); pero también tiene su
ámbito de aplicación asociado a las obras públicas o a la restauración de espacios degradados.
De nuevo aquí se refleja la disparidad de criterios entre los enfoques más subjetivos y
objetivos. Para los evaluadores de la percepción, el diseño tendría que basarse en las
preferencias de la población y no en el criterio de los ‘expertos’; en el polo opuesto a esta
opción, que algunos han denominado ‘subjetivismo radical’ (ver Aguiló a al., 1987), aparece
la de quienes defienden que los ‘expertos’ pueden ofrecer soluciones más correctas.
La figura 1.3 es una propuesta para estructurar la disparidad de enfoques existentes respecto
a los estudios que se refieren como ‘de paisaje’, incluyendo ejemplos españoles.
ESTUDIOS SOBREPAISAJE
Para acometer esa problemática ambiental surgen los denominados ‘estudios del medio físico’,
conjunto de trabajos encaminados a conocer las características del territorio al objeto de:
buscar un mejor aprovechamiento de los recursos naturales; ordenar los posibles usos buscando
maximizar las capacidades del medio para acogerías y minimizar los impactos que pudieran
infringirle (planificación integrada); evaluar los posibles costes ambientales del desarrollo de
políticas, planes, programas y proyectos (evaluación de impactos ambientales); y afrontar la
restauración de áreas degradadas (restauración ecológica y del paisaje).
La principal conclusión derivada de los estudios del medio físico, aconseja establecer
limitaciones a las actividades humanas, e introducir criterios de racionalidad. En definitiva,
localizar esas actividades teniendo en cuenta las características del medio y considerando los
criterios ‘territoriales’ al mismo nivel que los económicos o sociales; ése es el objetivo de la
planificación territorial con bases ecológicas, o integrada.
Todo ese potencial preventivo presenta actualmente una eficacia limitada, en tanto son informes
que se incorporan a proyectos en las fases finales del proceso de toma de decisiones; en
cualquier caso, y de momento, son los ‘estudios del medio físico’ con mayor repercusión social
dada su obligatoriedad en muchos supuestos.
Los análisis sobre paisaje, cuyo incremento en los últimos años ha sido espectacular, pueden
considerarse un caso panicular de estudios del medio físico. Basan su metodología en la
síntesis de las distintas características del medio (geóticas, bióticas y sociales), y en la
percepción de las mismas por el hombre.
Es un procedimiento común al conjunto de los estudios del medio físico el empleo de sistemas
de valoración propios, con jerarquías otorgadas por conocimientos asociados a diversas
ciencias. En este contexto, resta profundizar en los procedimientos de confrontación entre las
valoraciones ecológicas y las socioeconómicas.
34 La Geomorfología en los estudios del medio ftsico y plan~/icacidn territorial
El enfoque que actualmente requíeren los estudios del medio físico y la planificación integrada
o ecológica, ya estaba presente a finales del siglo XIX en trabajos llevados a cabo con
objetivos muy distintos: académicos, investigación, desarrollo regional, militares, o ingeniería
civil (land surveys, integrated surveys, terrain analysis, rerrain evaluation).
Frente a los trabajos actuales, más preocupados por la conservación, los precedentes citados
estaban dirigidos sobre todo hacia el aprovechamiento de los recursos. Por tanto, son
razonables las dudas sobre su utilidad metodológica en esta nueva etapa. Sin embargo autores
como Moss (1975) defienden aquéllos métodos, y afirman que la estructura de muchos de esos
esquemas es aplicable a cualquier parte del mundo independientemente de su grado de
desarrollo y finalidad. De hecho, como veremos, los aspectos metodológicos no han variado
demasiado con el tiempo sino que se han adaptado a los fines de la planificación territorial y
la conservación.
Por otro lado, clasificar’ es el proceso de ordenar elementos en grupos o clases, mediante sus
propiedades comunes. Digamos, antes de nada, que el hecho de clasificar es inherente al
comportamiento humano y a su forma de entender y organizar todo lo que le rodea. En el caso
de la superficie terrestre, dos han sido las principales formas de organización: unas, conocidas
como regionalizaciones naturales, se basan en los componentes físicos (clima, roquedo, relieve,
36 La Geomorfología en los estudios del medioJisico y plan~lcación territorial
En la literatura inglesa, utilizan para este panicular evaluation (Stewan, 1968; Leopold et aL,
1971; Beaven, 1976; FAO, 1976; Rutter, 1977; Zonneveld, 1979; Moss, 1980; Mitchell,
1991) y assessment (Linton, 1968; Rodiek, 1978; Grant, 1982). De una forma sintética,
diríamos que assessment es una ponderación más cualitativa y equivale a la ‘valoración’,
Capítulo 2. Fundamento y metodología de los estudios integrados 37
mientras que evaluation se refiere a una ponderación más cuantitativa y equivale a una
‘evaluación’. Conceptualmente estos términos podrían traducirse: “estimar la cualidad de algo”,
próximo a ‘estimación’, el primero; “proceso por el que se fija un valor a una cosa”, próximo
a ‘tasar’, el segundo (Grant y Finlayson, 1978; Finlayson y Buckland, 1987).
Los precedentes de la concepción sistémica del territorio, con frecuencia aludido como
‘paisaje’, pueden situarse en Alemania con A. von Humboldt (1769-1859) y su obra Kosmos
(1845-1862). Este geógrafo ya puso de manifiesto la importancia de la interrelación entre los
diferentes elementos que integran la Naturaleza, haciendo referencia a su funcionamiento
similar al de un organismo vivo.
Con posterioridad a Humboldt destacan sus discípulos Ritter y Von Richthofen, pero serian
5. Passarge y C. Trolí quienes sentaran las bases para los análisis modernos del paisaje desde
una óptica territorial y sistémica: al primero se atribuyen los fundamentos de la Ciencia del
Paisaje (Landschaftskunde); al segundo la incorporación a la misma de los postulados
ecológicos, introduciendo la Ecología del Paisaje (Landschaftsokologie) y la Geoecologla (ver
Rougerie y Beroutchachvili, 1991). Estos trabajos sitúan en Alemania una de las escuelas de
clasificación y evaluación territorial más importantes de toda Europa, relacionadas siempre con
la disciplina geográfica.
A partir de las aportaciones llevadas a cabo a finales del siglo XIX por el eminente edafólogo
ruso Dokuchaev (1883) y retomando los precedentes alemanes, nacería en la hoy extinta Unión
Soviética otra potente escuela sobre clasificación y evaluación territorial. Berg (1931), con su
38 La Geomorfología en los estudios del medio fisico y plan(Acación territorial
De la Geografía Física soviética y alemana derivan también los trabajos integrados en Francia;
dos de sus figuras más destacadas, G. Bertrand y J. Tricart, tendrán a su vez una influencia
muy directa en la Geografía de nuestro país.
Los pasos más recientes en estas escuelas giran en torno a la continuación y renovación de la
disciplina denominada Ecología del Paisaje (ver Zonneveld, 1979; Forman y Godron, 1986).
En el ámbito anglosajón, los estudios sobre clasificación y evaluación territorial han estado
ligados sobre todo a los profesionales en Ciencias de la Tierra. El origen de lo que se ha dado
en llamar clasificaciones territoriales, o regionalizaciones, tiene su inicio en Estados Unidos.
A finales del siglo XIX y principios del XX, un importante número de geógrafos físicos y
geomorfólogos de ese país (Powell, 1895; Powell et al., 1896; Davis, 1899a; Bowman, 1911;
Joerg, 1914; Fenneman, 1916, 1928), desarrollan sistemas de subdivisión del territorio en
grandes unidades homogéneas, denominadas ‘divisiones fisiográficas’. Con posterioridad, esos
trabajos fueron prácticamente abandonados en EEUU y únicamente destacan en estos temas
autores como Veatch (1933, 1937) y, muy posteriormente, Hunt (1967).
Pero donde realmente consolidaron las ideas de los autores anglosajones es en la escuela
australiana de la CSIRO (Commonwealth Scient¿t¡c ami Industrial Research Organization) y
fueron principalmente las aportaciones de Bourne (1931) y de los primeros fisiógrafos
americanos las que dieron lugar a su nacimiento. Es así como dentro de la CSIRO nacía en
la década de 1940 la que a la postre seria la metodología de clasificación y evaluación
territorial más universal: los latid £ystem (Christian, 1958; Christian y Stewart, 1968)~.
El trabajo original en el que se definen los land ayszem es: Christian, C.5. and Stewart, GA. (1946). Nonh Australia
Regional Survey, ¡946, Katherine-Darwin Region. General Report on Land Clasaification and Development of Land
Industries, CSIRO, Melbourne. La metodologíay descripción fue ampliada y divulgada en las publicaciones: Christian, c.s.
capítulo 2. Fundamento y metodología de los estudios integrados 39
Con el inicio del movimiento ‘ambientalista’ que tiene lugar entre mediados y finales de los
años 1960 en el mundo occidental, los estudios fisiográficos comienzan a retomarse como base
para el planeamiento territorial. Precisamente y como ya se ha indicado, el enfoque integrado
o ecológico que demandan estos planteamiento~ estaba presente ya en trabajos llevados a cabo
con otros fines.
Ante la nueva situación, muchos métodos se retoman y modifican; es el caso de los empleados
en desarrollo regional, que pasan a utilizarse ahora en planificación territorial con un sentido
más amplio en cuanto a actividades posibles e introduciendo alternativas restrictivas o de
conservación. Como ejemplo puede citarse el método de Hilís (1961), los trabajos del ITC
holandés (Van Zuidani y Van Zuidam, 1979), o las nuevas regionalizaciones fisiográficas de
Godfrey (1977).
El suceso clave en el campo de estos métodos, fue la publicación en 1969 de la obra Design
with Nature de I.L. McHarg (ver epígrafe 1.2.1). Dicha obra puede considerarse la base o
punto de partida para la planificación territorial con fundamentos ecológicos. Aunque dicha
planificación se iniciara sobre todo en los paises anglosajones, también se aplicó en otros
lugares debido sobre todo a discípulos del propio McHarg (Falque et aL, 1974; Tarlet, 1977).
(1952). Regional Land Surveys, i. Aust. Inst. .,4gric. Sci., 18: 140-146; y sobre todo: Christian, C.S. and Stewart, G.A.
(1953). Summary ofgeneral report oB survey of Katherine-Darwin Region, 1946 (C51R0. Australia). Land Research Series,
1. Otro trabajo en el que se desarrolla es: Stewart. G.A. and ¡‘cay, RA. (1953). Survey of Townsville-Bowen Region,
1950 (C5IRO, Australia), Latid Research Series, 2. El volumen más completo sobre la aproximación de los latid system,
lo constituye: Stewart, GA. (cd.) (1968). Land Evaluation. Macmillan, Melbourne.
40 La Geomorfología en los estudios del medio físico y plan~flcación territorial
Además de la obra de McHarg, otros trabajos que han desarrollado modelos y metodologías
ya clásicas de planificación física son: Lewis (1964), Steinitz y Rogers (1968), Steinitz y
Sinton (1969), Steinitz (1970), Johns (1973)
El origen de los estudios fisiográficos en nuestro país está personalizado en las figuras de dos
eminentes geólogos-geógrafos: Juan Dantin Cereceda (1912, 1922, 1942) y Eduardo
Hernández-Pacheco (1934a, 1934b, 1955-1956). Aunque el grueso de su obra fuera la
Edafología, también merece ser destacada la labor realizada en este campo por Emilio Huguet
del Villar (1937). Habida cuenta del desarrollo de estos temas a principios del siglo XX, estos
trabajos pueden considerarse pioneros a escala internacional.
La labor inicial estuvo nucleada en torno a dos centros de investigación principales, los cuales
han contribuido de forma muy destacada al posterior desarrollo de la planificación ecológica
y la formación de profesionales. Nos referimos a la Cátedra de Planificación y Proyectos de
la ETSIM de Madrid, dirigida por A. Ramos; y al Departamento Interuniversitario de Ecología
de las Universidades Autónoma y Complutense de Madrid, con la figura del desaparecido
profesor F. González Bernáldez a su frente, cuyo núcleo de formación se situó en torno al
Grupo de Análisis Ambiental del Departamento de Ecología de la Universidad de Sevilla.
A la hora de abordar los procesos de clasificación y evaluación territorial, dos han sido los
procedimientos más seguidos:
En el primer caso, dado que las unidades del conjunto se diferencian en base a sus propiedades
físicas &erceptibles), los métodos se refieren como ‘fisiográficos’; en el segundo la
clasificación se hace en función de unos atributos o características preseleccionadas y entonces
los métodos generados se denominan ‘paramétricos’.
Diaz de Terán (1985) analiza un grupo de métodos catalogables como mixtos, que combinan
la definición de unidades homogéneas con la elaboración de mapas temáticos.
42 La Geomorfología en los estudios del medio físico y vlan¿tlcación territorial
Varios autores (Mabbutt, 1968; Wright, 1972; Van Zuidani y Van Zuidam, 1979; entre otros),
han dividido los métodos fisiográficos en dos: ‘genéticos’, si el procedimiento de clasificación
es la subdivisión progresiva del territorio a partir de grandes unidades y siempre en base a
factores causales; y ‘paisajísticos’ o ‘fisiográficos’ (s.s.), si la clasificación se realiza por
asociación o combinación progresiva de unidades menores. Sin embargo, Beaven (1976), Ollier
(1977), Grant y Finlayson (1978), Mitchell (1991), entre otros, creen que seria más
conveniente incluir ambos procedimientos bajo la segunda denominación. Nosotros nos
inclinamos por esta última postura, si bien es cierto que para la discusión sobre sus ventajas
e incovenientes puede ser adecuada la separación.
- Ventajas e inconvenientes
La principal ventaja atribuida a los métodos fisiográficos a pequeña escala (genéticos) es que
realizan una separación lógica del territorio, obteniendo unidades que posibilitan una adecuada
construcción jerárquica. Además se trata de clasificaciones con un elevado grado de
universalidad, permitiendo realizar la correlación entre regiones alejadas en base a la existencia
de factores de control similares (Mabbutt, 1968). Este tipo de trabajos tienen un alto valor
didáctico, por lo que son muy útiles con fines académicos y para comprender el territorio a
pequeña escala. Por contra, la dimensión de las unidades no permite su uso de forma
estandarizada a nivel de gestión. Por otro lado presentan una gran complejidad interna, y a
medida que descendemos en la escala jerárquica los criterios de subdivisión se difuminan.
Capítulo 2. Fundamento y metodología de los estudios integrados 43
Compartimentan el territorio en base a sus propiedades físicas más evidentes y, por tanto,
fácilmente perceptibles. Una vez segregadas las unidades básicas, éstas pueden agruparse
progresivamente en otras mayores de forma ascendente (método sintético), aunque ese paso
no está estandarizado. Su nomenclatura alude precisamente al modo de proceder en la
clasificación, pero sobre todo a estar basados en características ‘visuales’ o ‘perceptivas’ del
territorio (fisonomía, aspecto, apariencia). Cuando la ligazón entre los patrones geométricos
y genéticos del relieve es evidente, es frecuente aludir a estos métodos como
‘geomorfológicos’.
Los métodos de clasificación fisiográfica se desarrollan a partir del primer tercio del siglo XX,
dadas las excelentes oportunidades de estudio para la segregación de paisajes que ofrece la
interpretación de pares estereoscópicos de fotografías aéreas; las unidades definidas son
igualmente percibidas en campo o desde el aire. Precisamente es esta técnica de
fotointerpretación la que ha otorgado a la Geomorfología un papel clave en los estudios y
clasificaciones territoriales. Desde hace ya varios años, se han visto complementadas con el
uso de imágenes de satélite.
- Ventajas e inconvenientes
Los métodos fisiográficos han mostrado su utilidad desde la óptica para la que fueron
desarrollados, habiendo sido aplicados con éxito en numerosas y muy diferentes regiones del
Planeta. Por este motivo, gozan de gran difusión en la literatura especializada; buen ejemplo
de ello es el método australiano de la CSIRO (Cbristian, 1958; Christian y Stewart, 1968).
Por contra, se atribuye a este tipo de metodologías ciertas deficiencias derivadas de su carácter
cualitativo. De hecho esta circunstancia llevó a desarrollar métodos que, aun siendo
fisiográficos, eran susceptibles de cuantificación; es el caso del sistema PUCE (Aitchison y
Grant, 1967, 1968).
Finalmente, para algunos autores las unidades obtenidas son excesivamente estáticas, pues no
consideran la dinámica actual ni su evolución (Tricart, 1973). Mitchell (1991) y Godfrey y
Cleaves (1991) salen al paso de esas criticas, señalando que es posible incluir en cada unidad
la información sobre procesos que se estime oportuna.
También aquí la Geomorfología puede aportar información relevante, aunque no tan decisiva
como lo hacia en los métodos fisiográficos. El tipo de variables o parámetros geomorfológicos
que se integran junto a otros del territorio, son: formaciones superficiales, espesor del regolito,
morfología o topografía, relieve interno, posición fisiográfica, altitud, pendientes, orientación,
procesos actuales, etc. Utilidades especificas para las Ciencias de la Tierra en este campo son:
modelos de susceptibilidad a la erosión hídrica o eólica, a los movimientos gravitacionales, a
la contaminación de acuíferos, etc.
Capitulo 2. Fundamento y metodología de los estudios integrados 45
- Ventajas e inconvenientes
Este tipo de métodos son normalmente útiles allí donde los objetivos de la investigación están
claramente relacionados con rasgos reconocibles del territorio, por lo que son muy frecuentes
en ingeniería y ciencias ambientales. Según Mitchell (1991), permiten llegar a conclusiones
que de otra manera serian difíciles de alcanzar. Tienen además la ventaja de ser bastante
‘objetivos’, lo que les ha creado fama de eficaces y ‘convincentes’. Pero lo que más se valora
en esta fotma de trabajar, es la posibilidad de cuantificación y por tanto de poder operar
automáticamente. Otra de sus grandes ventajas es la posibilidad que ofrecen para trabajos
conjuntos entre especialistas temáticos, en verdaderos equipos mulitidisciplinares (Diaz de
Terán, 1985).
En general son más fácilmente aplicables en áreas bien conocidas, puesto que requieren
información previa disponible (publicaciones, cartografías, etc.). De no existir esa información
debe adquirirse mediante trabajos de campo, lo cual encarece en gran medida su ejecución.
Su principal limitación deriva de las dificultades para la adecuada selección de los parámetros
implicados en el proceso de evaluación, o su correcta división en clases; por ejemplo,
clasificación y ponderación pueden hacerse muy difíciles de aplicar allí donde existan cambios
graduales de las propiedades del territorio (Mabbutt, 1968).
Por otro lado, la homogeneización de los diferentes datos para su correcta integración siempre
se ha planteado como un objetivo difícil. Así lo señalaban Christian y Stewart (1968) en una
46 La Geomorfología en los estudios del medio ftsico y plan~ficacián territorial
época en la que primaban los métodos fisiográficos, pero cuya conclusión sigue siendo válida
hoy:
Este problema puede incrementarse notablemente para profesionales o estudiosos con poca
experiencia en la materia de que se trata; en estos casos es frecuente que las unidades finales,
obtenidas mediante superposición, sean muy poco reales e incluyan importantes errores. Todo
ello viene condicionado por las imprecisiones que se van acumulando en cada uno de los mapas
iniciales en cuanto a la obtención de diferentes niveles de generalización, la incorrecta
homogeneización en las escalas, la desigual valoración de los parámetros, y al escaso
razonamiento en el proceso de superposición. Bailey et al. (1985) señalan que los métodos
paramétricos presentan graves problemas en la superposición de los limites.
Determinados autores (Ibáñez et al?, 1987) son muy críticos con las metodologías que siguen
procedimientos paramétricos, incidiendo en los aspectos ya comentados: en la fase de
inventario es preciso homogeneizar datos que en si mismos son muy heterogéneos; existen
importantes lagunas documentales; es necesaria la presencia de una amplia gama de
especíalistas; los métodos automáticos plantean problemas de operatividad a la hora de
extrapolar resultados; los datos se recopilan con un fin establecido, lo que limita su valor para
otros objetivos; las cartografías temáticas dificultan el establecimiento de relaciones o pautas
genéticas. También aquí ha sido criticada la escasa consideración dinámica, en términos de
procesos actuales y tendencias evolutivas, así como la falta de relaciones entre unidades
(Ruxton, 1968; Simpson, 1989).
Como conclusión, podríamos decir que son más adecuados para objetivos específicos y para
profesionales cualificados, y menos para evaluaciones territoriales intrínsecas o de conjunto.
siguen o se basan en el sistema CSIRO (Christian, 1958; Christian y Stewart, 1968), y los
paramétricos en McHarg (1969).
Las primeras metodologías ‘integradas’ fueron fisiográficas, y nacieron con fines académicos
y de investigación; es decir, para conocer las características del medio y explicar las
actividades humanas en relación con él. Posteriormente su aplicación se dirigió a la exploración
de extensas áreas, en su mayoría mal conocidas y deshabitadas, al objeto de un mayor
aprovechamiento de los recursos naturales. En efecto, las metodologías fisiográficas se han
aplicado sobre todo en trabajos de desarrollo regional, normalmente en la prospección de
territorios amplios y con un escaso grado de transformación; para esos objetivos se han
mostrado empíricamente útiles.
Pero el enfoque integrado que requerían los estudios ambientales de la segunda mitad del siglo
XX, hizo que los procedimientos fisiográficos se reconvirtieran ante las nuevas demandas en
planificación territorial. Para este objetivo, las metodologías empleadas son similares a las
llevadas a cabo para desarrollo regional, sólo que ahora las capacidades —en estos trabajos
se valoraban ante todo las aptitudes del territorio— se complementan con fragilidades o
limitaciones; la prioridad ya no es la producción o el desarrollo únicamente, sino que se
concede gran importancia a la conservación. Las cualidades más importantes de estos métodos
fisiográficos son su gran ‘realismo’ territorial, y la posibilidad de clasificar el medio a
diferentes niveles de detalle (jerarquías territoriales).
En definitiva: en los estudios integrados siguiendo procedimientos fisio gráficos’, las unidades
de actuación se delimitan en base a criterios que, mayoritariamente, responden a la evolución
histórico-natural del territorio problema; incluido el hombre y sus actuaciones> como un
‘componente’ más. Por este motivo es más adecuado definir los denominados ‘usos
vocacionales’ siguiendo estos métodos, ya que trabajan con la potencialidad ‘natural’ del
territorio. Además penniten combinarse con técnicas paramétricas puesto que, a partir de un
cieno nivel de detalle asumen que los problemas del espacio donde se localizan y los
parámetros implicados sólo pueden abordarse mediante análisis temáticos integrados. Dados
el tipo, jerarquía, y escala espacial de los conflictos ecológicos actuales, entendemos que los
procedimientosfisiogróficos deben ser revitalizados si se quiere llegar a un desarrollo integral
de la planificación.
3. CLASIFICACIONES Y
EVALUACIONES FISIOGRÁFICAS
En la breve revisión sobre estudios integrados llevada a cabo en el capitulo 2, quedó manifiesto
cómo los denominados procedimientos fisiográficos presentaban una serie de cualidades para
ser utilizados en planificación integrada: la posibilidad de establecer clasificaciones del
territorio a distintos niveles <jerarquías), y la consideración de las unidades como resultado de
una historia natural. En este capitulo realizamos un análisis más detallado de los mismos,
tratando de remarcar sus bases geomorfológicas.
Aun cuando resulte obvio, es preciso señalar que la superficie terrestre constituye un objeto
de interés múltiple y son muchas las ciencias que abordan su estudio. Así han surgido múltiples
métodos para clasificarla, si bien todos ellos pueden resumirse en los siguientes:
- Mixtos. Son un híbrido entredescriptivas y genéticas; parte de los atributos son evidentes
y parte son deducidos, lo cual depende de la escala de aproximación al conjunto
clasificado. Por ejemplo, para el relieve las grandes unidades morfoestructurales son
descriptivas y los elementos de detalle son deducidos.
La Fisiografía se consideró ligada a las Ciencias de la Tierra y así lo señala uno de sus
primeros cultivadores: “La Fisiografla es la ciencia que trata la superficie de la tierra. Es por
tanto una parte esencial de la más extensa ciencia geológica, la cual trata la corteza terrestre
en todos sus aspectos.” (Fenneman, 1916: 22). Desde esta perspectiva, las formas de la
superficie terrestre se explican por su estructura, proceso y estado evolutivo; es decir,
siguiendo la metodología analítica ‘davisiana’. Sin embargo, el sistema de relaciones que liga
Capítulo 3. CIasj/Icaciones y evaluaciones fisiogr4/lco.s 51
a las formas del terreno con los restantes elementos del territorio introduce a la Fisiografía en
el campo de las relaciones globales de la superficie terrestre, es decir geográficas.
Ambos enfoques representan, en cierto modo, el fenotipo y el genotipo (Alíen y Starr, 1982),
o el fenosistema y el criptosistema (González Bernáldez, 1981). En base a esta tesis, Pedraza
et al. (1996a) consideran que las clasificaciones del relieve siguiendo un método fisiográfico
(o clasificaciones fisiográficas) son una síntesis entre la ‘vía geográfica’ y la ‘vía geológica’;
es decir: entre lo estrictamente configuracional y lo estrictamente genético (figura 3. 1)
Cuadro 3.1. D<ferentes complejos territoriales definidos por los clas(fi codonesfisiográficas (el término
‘unidad’ tiene aquí un sentido genérico).
unidad fisiográfica Tiene un significado muy próximo al de ‘unidad territorial’, pero con un
(physiograpic unir) matiz más ‘perceptivo’
geosistema Definido por Sochava (1963) con el objeto de ofrecer una visión más
equilibrada entre el medio físico y el biológico, habida cuenta del sesgo
(géo.sysr¿me) biótico que había tomado el concepto de ‘ecosistema’
unidad geográfica Conjunto territorial que agrupa aspectos de los medios abiótico, biótico,
(geogrophical unir) histórico y socioeconómico
52 La Geomorfología en los estudios del medio físico y planificación territorial
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Figura 3.1. Métodos de clas<flcaciónfisiogrdfica del relieve, según criterios configuracionales y genéticos
(en Pedraza et al.> 1996a).
Las clasificaciones del relieve siguiendo una ‘vía geográfica’, dan prioridad a los aspectos
configuracionales del mismo y delimitan unidades en base a las relaciones de posición entre
todos los elementos o componentes del medio (clima, sustrato, morfología, hidrología, suelos,
vegetación, incluso actividades antrópicas). Las porciones así definidas se denominan
‘regiones’, ‘comarcas’, y más recientemente ‘geosistemas’ o ‘paisajes’. Ejemplos de
clasificaciones geográficas podemos encotrarlos en: Herbertson (1905), Joerg (1914),
Vinogradov a al. (1962), Bertrand (1968), Sochava (1974), o Martínez de Pisón (1977).
Wright (1972) ha criticado los métodos geográficos por entender que no producen
clasificaciones en sentido estricto, ya que las clases que definen suelen considerar patrones
recurrentes de relieve, suelo y vegetación, por lo que constituyen más bien una suma que una
síntesis. Existe por tanto una escasa consideración acerca del ‘individuo taxonómico’, pues en
realidad se diferencian ‘complejos ambientales’, más que elementos fisiográficos o
geomorfológicos (Wright, op. cit.). Otra crítica que se les ha hecho es la utilización de
diferentes elementos del medio como criterio para separar cada nivel jerárquico.
Las clasificaciones del relieve siguiendo la ‘vía geológica’, delimitan unidades mediante la
asociación de formas del terreno según las interrelaciones mutuas entre agentes de la dinámica
terrestre y las configuraciones presentes en el relieve. Ejemplo de ellas podemos encontrar en:
Powell (1895), Fenneman (1916, 1928), Wooldridge (1932), Linton (1951), Godfrey (1977),
Pedraza (1978), Van Zuidam y Van Zuidam (1979), Sayago (1982) o Godfrey y Cleaves
(1991).
Capítulo 3. CIas¡ficaciones y evaluaciones fisiográficas 53
En suma, una clasificación fisiográfica de la superficie terrestre debe basarse tanto en los
aspectos configuracionales como genéticos del relieve. El peso de cada uno de esos atributos
depende de la categoría o nivel jerárquico: en las unidades globales prima lo configuracional,
en las paniculares lo genético; lo primero posibilita las relaciones globales de distribución y
asociación en la superficie terrestre (correlaciones geográficas), lo segundo posibilita relaciones
paniculares a nivel genético-evolutivo (correlaciones histórico-evolutivas o geológicas).
3.2.2. Aplicación
Desde una perspectiva funcional, las clasificaciones fisiográficas tratan de delimitar porciones
homogéneas que se supone van a tener un comportamiento uniforme ante su uso por parte del
hombre (Ramos e: al., 1979; Garzón, 1989).
Constituyen los primeros estudios con carácter integrado, aplicados al desarrollo regional y a
la mejora de los recursos agrícolas y forestales: Bourne (1931), Veatch (1933, 1937), Christian
y Stewart (1968), FAO (1976).
54 La Geomorfología en los estudios del medio ¡frico y planificación territorial
- Ingeniería
La importancia de las condiciones del terreno para la ingeniería ha sido reconocida desde los
origenes de estas técnicas. El método más conocido de los desarrollados específicamente con
fines ingenieriles es el sistema PUCE: Pattern, Unit, Componen:, Evaluation (Aitchison y
Grant, 1967, 1968).
- Objetivos militares
La evaluación de las características del terreno con fines estratégicos también ha sido utilizada
con frecuencia (defensa, geotecnia, movilidad de vehículos, etc.). El sistema más conocido es
el desarrollado por el Oxford-MEXE (Beckett y Webster, 1965; Brink er al., 1966).
Muchos de los sistemas tradicionales aplicados para agricultura, ingeniería, etc., derivaron
recientemente hacia los estudios de planificación territorial. Este es el caso de los trabajos de:
Hilís (1961), Godfrey (1977), Sayago (1982), Grant (1982), Bailey (1983), Bailey et al.
(1985), o Godfrey y Cleaves (1991).
También aquí los estudios tradicionales, antaño orientados a objetivos de desarrollo, se adaptan
ahora a lo que empieza a ser una demanda relevante: los estudios sobre calidad visual o
estética del paisaje. Éste es el caso, por ejemplo, de la metodología PUCE transformada
recientemente para evaluar la calidad del paisaje (Arnot y Grant, 1981).
- Otras aplicaciones
Las clasificaciones fisiográficas, o así denominadas por sus autores, son múltiples; en realidad
casi tantas como escuelas o contextos académicos, por lo cual resulta muy difícil su
estructuración en base a una metodología común. A pesar de lo anterior, aquí presentamos una
agrupación de las mismas (cuadro 3.2), incluidas las españolas, para lo cual se han tenido en
cuenta los siguientes criterios: objetivo, finalidad, procedimiento, escala, objeto de
clasificación, unidad básica, y disciplina científica de donde proceden sus autores. Por otro
lado, también se lleva a cabo un intento de correlación entre las categorías establecidas por
diferentes clasificaciones (tabla 3.1).
Capítulo 3. Clasificaciones y evaluaciones fisiogrófico.s 55
DISCIPLINA Geología
Geografía Física Geografía Ecología
Edafologíaforestal Geomorfología
- Pedraza (1978>
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58 La Geomorfología en los estudios del medio jtsico y planificación territorial
Del conjunto de procedimientos recogidos en el cuadro 3.2, interesan aquí aquéllos más
relacionados con los ámbitos de Ciencias de la Tierra, y que a su vez tengan una propuesta o
estructura en forma de método aplicado a la planificación territorial. Esos procedimientos
presentan dos fases bien definidas: clasificación y evaluación-diagnóstico territorial.
Se trata de la primera transformación que sufriera la metodología CSIRO (Hilís, 1961) para
su aplicación en planeamiento territorial en sentido genérico, de modo que puede considerarse
pionera. En su desarrollo incluye tanto la clasificación del territorio, como la evaluación de
las unidades obtenidas según su potencialidad para usos múltiples, alternativos o combinados,
y bajo diferentes niveles o condiciones de ordenación.
La clasificación establece las siguientes categorías (de mayor a menor rango espacial): ‘zonas’
en base a criterios climáticos; ‘subzonas’ según caracteres geológicos-geomorfológicos; ‘clases
fisiográficas’ introduciendo para ello propiedades edáficas; y ‘tipos totales’ considerando la
vegetación (ver Ramos et al., 1979).
La evaluación considera usos muy condicionados por la labor profesional del autor, dedicado
a la planificación territorial en áreas forestales, así: agricultura, silvicultura, reservas naturales
y recreo.
Para cada unidad menor (tipos o clases fisiográficos) se determina el uso potencial en términos
de ‘capacidad’ (potencial productivo, aunque habitualmente se mide por el grado de ausencia
de limitaciones para el desarrollo de la actividad), ‘adecuación’ (esfuerzo para poner en
práctica el uso) y ‘viabilidad’ (grado de conveniencia en función de los condicionantes
socioeconómicos vigentes). Por último se recomienda un uso determinado que, de ser
compatible con otros, precisará definir las prioridades.
Los estudios llevados a cabo por González Bernáldez et al. (1973), son la base metodológica
para la posterior elaboración del Plan Especial de Protección del Medio Físico de la Provincia
CapItulo 3. ClasIficaciones y evaluacionesfisiográficas 59
de Madrid (Gómez Orea, 1975). El trabajo parte una vez más de la metodología CSIRO, y
realiza un procedimiento de clasificación y evaluación territorial que ha llegado a ser muy
conocido y utilizado en nuestro país (ver también Diaz Pineda el aL, 1973).
Crofts (op. ci:.) parte de un mapa geomorfológico detallado, que contiene la información
habitual de este tipo de documentos (morfográfica, morfogenética, y morfodinámica)
completada mediante datos acerca de la litología y la estructura. La complicación que surge
al intentar mezclar datos genéticos y descriptivos, se resuelve mediante la separación
conveniente de dicha información en dos mapas: uno refleja las propiedades exclusivamente
interpretativas o genético-cronológicas; el otro, aquéllas útiles para su aplicabilidad.
a) A partir del mapa inicial, puede elaborarse otro más claro, que hace hincapié únicamente
en la génesis y evolución del relieve (relaciones proceso-tiempo-espacio).
Así pues, este trabajo confirma la validez del mapa geomorfológico para usos aplicados,
mediante sencillas transformaciones. Trabaja a escalas estandarizadas, y por tanto no presenta
una jerarquía de unidades; por último, la evaluación es tanto intrínseca (valoración) como en
función de los objetivos (evaluación s.s.).
En 1973 Tricart proponía una metodología para el estudio del medio natural enfocado a la
planificación y, en ella la intervención geomorfológica (información morfogenética) se
Capítulo 3’ CIasjficaciones y evaluaciones fisiogrdflco.s 61
consideraba decisiva. Con respecto a otras metodologías, introduce dos aspectos novedosos:
el estudio de las actividades antrópicas y de su influencia en la dinámica natural; y la
elaboración de un diagnóstico según el ‘grado de estabilidad morfodinámica’ a partir del
análisis de los sistemas morfogenéticos y la interferencia antrópica.
En base a las necesidades del ordenamiento ecológico, y siguiendo parcialmente los conceptos
de ‘biostasia’ y ‘rexistasia’ de Erban (1956), Tricart y Kilian (1979) proponen una
clasificación del medio natural en términos de estabilidad. Para estos autores la planificación
y gestión territorial consisten en la sustitución de una dinámica del territorio por otra, y
sostienen por tanto que es clave distinguir el grado de estabilidad de los sistemas. Por ello
diferencian:
- Medios intergrados. Forman un continuo entre los dos anteriores. Se caracterizan por una
interferencia entre la edafogénesis y la morfogénesis sin que domine claramente ninguno de
los dos procesos. Se trata, por tanto, de los medios donde el ordenamiento es más delicado
y decisivo.
El conjunto de documentos propuesto por estos autores incluye la elaboración de: cartografía
y diagnóstico morfoedáficos; cartografía hidromorfológica; mapa de presiones o limitaciones
de uso (edáficos, morfodinámicos o hídricos); mapa de propuestas de ordenamiento.
Este método (Van Zuidam y Van Zuidam, 1979) utiliza la fotointerpretación para la obtención
directa de unidades morfogenéticas con diferente categoría que, de mayor a menor rango, son:
62 La Geomorfología en los estudios del medioJtsico y planificación territorial
De un trabajo de investigación básica para la zona de enlace entre las sierras de Gredos y
Guadarrama, surge un sistema de clasificación del relieve en niveles jerárquicos, aplicable al
conjunto de la Península Ibérica (Pedraza, 1978). Las categorías que incluye son: conjuntos
geológicos, conjuntos geomorfológicos de orden superior, conjuntos geomorfológicos de orden
inferior, unidades geomorfológicas y elementos geomorfológicos; categorías que fueron
precisadas en trabajos posteriores (Centeno, 1987; Pedraza e: al., 1996a), fundamentalmente
en lo referente a los tipos de elementos.
Pedraza y Garzón (1978) describen las bases de su aplicabilidad al simplificar y reducir las
categorías a tres: ‘conjuntos geológicos’, como unidades básicas para definir grandes regiones
naturales; ‘dominios del relieve’, validos a nivel comarcal; y ‘elementos del relieve’, útiles
para las escalas local y de proyectos. Pedraza (1982) incide de nuevo en la aplicabilidad de
esas unidades: propone la ‘unidad geomorfológica’ para la planificación básica de usos y los
‘conjuntos geomorfológicos de orden inferior’ como base para la definición de unidades
fisiográficas.
fueron los ‘elementos geomorfológicos’ (elementos del relieve, facetas morfológicas), definidos
a escalas entre 1:25.000 y 1:10,000. En otros casos (Lafuente el al., 1981), es la ‘unidad
geomorfológica’ (dominios del relieve) la base para la propuesta de clasificación. En el Mapa
Fisiográfico de Madrid (Pedraza cí al., 1986), se definen ‘unidades fisiográficas’ a escala
1:200.000 a partir de las ‘unidades geomorfológicas’ de Pedraza (1978), o los ‘dominios del
relieve’ de Pedraza y Garzón (1978).
Como síntesis, se trata de un método jerarquizado que permite llevar a cabo una clasificación
territorial progresiva desde un punto de vista espacial y geográfico, apto por tanto para trabajos
científicos; su utilidad directa en planificación es aceptable para escalas pequeñas y medias,
pero escasa en ámbitos locales y de gestión; presenta por tanto su mayor debilidad en la
definición de categorías menores, y en su transformación como unidades básicas de actuación-
gestión.
Los ‘sistemas territoriales’ de la CSIRO (Christian, 1958; Christian y Stewart, 1953, 1968)
aplicados al desarrollo regional de extensas áreas del territorio australiano, prácticamente
virgenes hasta entonces, han tenido que adaptarse a nuevas demandas: planificación territorial,
planificación urbana y conservación. La interpretación de las cualidades y procesos del medio,
ahora está enfocada no sólo a un aprovechamiento de los recursos, sino también a comprender
la degradación o estabilidad del territorio.
Con estos propósitos se han ampliado las cartografías hacia escalas más detalladas (Laut e: al.,
1977; Christian, 1982); incluso han variado las metodologías aproximándose a la analítica o
paramétrica, ya que el tratamiento informático ha permitido agilizar los trabajos y aumentar
la capacidad de almacenamiento de la información. Otra variante del método, ha sido la
incorporación de imágenes Landsat a la clasificación (Laut e: al., 1977; en Christian, 1982).
La información de los originales Iand system se chequea, y las unidades se redefinen en base
a las imágenes de satélite.
unidades en cada nivel incluye geomorfología, clima, vegetación, usos del suelo, agua
subterránea, agua superficial, suelo y características culturales.
El Sistema PUCE (Partern, Unit, Conhponent, Element) surge inicialmente para trabajos de
ingeniería civil dentro de la propia CSIRO (Aitchison y Grant, 1967; ref. 1968). A partir de
finales de la década de 1970 se polariza su aplicación a la planificación territorial en sentido
amplio (regional, urbana). Así lo reflejan múltiples trabajos: Grant y Finlayson (1978), Arnot
y Grant (1981), Grant (1982), y Finlayson y Buckland (1987).
Tiene como precedente fundamental la metodología CSIRO así como la adaptación realizada
por González Bernáldez e: aL (1973), y ha sido perfeccionada a partir de numerosos trabajos
del propio equipo (Cendrero, 1975; Cendrero e: aL, 1976; Diaz de Terán, 1985; Cendrero e:
aL, 1986); se basa además en los ensayos de Cartografía Geocientifica del Potencial del Medio
Natural de Lúttig (ver Liittig, 1980) y en los desarrollos del Bureau of EConomic Geology of
tite Univershy of Texas.
Como el resto de las metodologías, bien directamente bien a partir de información temática,
procede a jerarquizar el territorio en diferentes categorías de ‘unidades morfodinámicas’:
‘ambientes’, ‘sistemas’, ‘unidades’ y ‘elementos’. Dichas unidades se describen según una serie
de ‘variables características’, que son propiedades o parámetros intrínsecos del terreno
directamente observables o medibles (por fotointerpretación, campo, etc.). Ejemplo de
variables características son: litología, pendiente, profundidad del nivel freático, textura de los
suelos, etc.
66 La Geomorfología en los estudios del inedia físico y platilficación territorial
Desde el punto de vista de la consideración de las aportaciones desde las Ciencias de la Tierra
a estos trabajos, el proceso de valoración-evaluación es más completo que el de otros
procedimientos de planificación ecológica, en tanto diferencia claramente valoraciones
intrínsecas y evaluaciones ad hoc. No produce en cambio una clasificación jerárquica en
sentido estricto, en tanto los criterios para definir las unidades son variables en naturaleza,
rango y categoría.
Se trata de una actualización de los trabajos que realizara Fenneman (1916, 1928) siguiendo
las metodologías de regionalizaciones fisiográficas, desarrolladas en EEUU a finales del siglo
XIX y principios del XX (Salisbury, 1907). Esta actualización tiene unos objetivos de
planificación territorial y se realizó en dos etapas; la primera corresponde al trabajo de
Godfrey (1977), y la segunda al de Godfrey y Cleaves (1991).
La clasificación de Godfrey (1977) define una verdadera jerarquía, que mantiene relaciones
genéticas entre sus tipos y categorías: ‘provincias’, ‘secciones’, ‘subsecciones’, ‘tipos
territoriales’ y ‘elementos topográficos’. Los pasos a seguir son los siguientes: definir el área
de estudio y los objetivos que se desean alcanzar; determinar el orden de unidad fisiográfica
más adecuado a las necesidades del planeamiento problema; delimitar las unidades fisiográficas
en base a su homogeneidad litológica, estructural y de historia geomorfológica (clasifi&ción);
describir las unidades con trabajo adicional (de campo, por ejemplo); y realizar un proceso
evaluatorio de dichas unidades, estableciendo mapas interpretativos (capacidades y limitaciones
para el objetivo propuesto).
Capítulo 3. ClasWcaciones y evaluaciones fisiográficas 67
Son varios los aspectos destacados de la propuesta de Godfrey y Cleaves (op. cit), en especial
lo completo de la jerarquización territorial. Sin embargo, para fines aplicados llega a ser
excesivo el número de categorías. Es interesante también el tratamiento que hace de los
aspectos dinámicos; así, para conocer estados y tendencias de equilibrio del territorio
(evolución previsible) ante la interferencia con las actuaciones humanas, se presta especial
atención a los procesos geomorfológicos que actúan y han actuado a lo largo de la historia
geológica de la reglón considerada.
3.5. SÍNTESIS
En cualquier caso puede decirse que las clasificaciones fisiográficas presentan un tratamiento
adecuado a través del análisis fractal (Mandelbrot, 1983): la homogeneidad fisiográfica es una
cuestión estocástica, un constructo estadístico (Guzzetti y Reichenbach, 1994). Admitiendo esa
tesis, la herramienta fundamental de trabajo son los modelos digitales del terreno (DTM o
DEM) y su nivel de detalle aquél que permita realizar descripciones o clasificaciones a
diferentes escalas. Outcalt e: aL (1994), por ejemplo, han comparado las tradicionales
‘provincias fisiográficas’ de Fenneman (1916, 1928) con ‘regiones morfométricas’ obtenidas
a partir de MDT, encontrando una correlación elevada entre ambas,
En el caso de las clasificaciones desarrolladas con fines aplicados, lo más normal es que las
categorías se hayan supeditado o condicionado a los objetivos. Dada la preponderancia de esos
fines aplicados, a partir del segundo tercio del siglo XX las clasificaciones metodológicas
pasaron a un segundo plano y, en consecuencia, las consideraciones acerca de la unidad
taxonómica en Ciencias de la Tierra.
68 La Geomorfología en ¡os estudios del medio físico y planificación territorial
Wright (1972) ha escrito acerca de este particular y señala que los trabajos de Wooldridge
(1932) y Linton (1951) son de los pocos que consideran esa cuestión. Basados en las ideas de
Davis (1899b), esos autores definieron unas unidades con homogeneidad morfológica y
genética intrínseca (material, forma, edad y origen).
Por lo que respecta a las evaluaciones para planificación territorial, éstas se han realizado a
dos niveles: unas dando prioridad a las cualidades intrínsecas del medio, otras siguiendo el
esquema tradicional que priorizan dichas cualidades en función de unos fines predeterminados
(evaluaciones ad hoc).
Las primeras normalmente utilizan una serie de criterios ‘objetivos’; es el caso de los
establecidos por González Bernáldez a aL (1973) para los sistemas bióticos: integridad,
diversidad, complejidad, naturalidad, rareza, etc. Esas valoraciones se sirven con frecuencia
de una serie de parámetros, denominados ‘indicadores’, definidos como variables escogidas
por su aptitud para describir un aspecto concreto del medio (Ramos et aL, 1987). Los más
conocidos proceden del campo de las Ciencias Biológicas (organismos que se utilizan para
poner de manifiesto diferentes propiedades del territorio). Pero también recientemente se han
definido en el campo de las Ciencias de la Tierra unos ‘geoindicadores’ de cambios
ambientales recientes en los sistemas terrestres (Berger y lams, 1996): fluctuaciones glaciares,
erosión del suelo, variaciones en canales fluviales, calidad del agua, etc.
Sin embargo, en planificación territorial han sido más comunes las evaluaciones en función de
unos usos o actividades potenciales o efectivas: modelosde aptitud-capacidad, y vulnerabilidad-
impacto.
Determinados autores (Ruxton, 1968; Tricart y Kilian, 1979; Godfrey y Cleaves, 1991) han
insistido en un aspecto apenas considerado en planificación territorial y estudios del medio
físico: el valor que tienen como indicador de ‘estados de equilibrio’ las tendencias evolutivas
de los sistemas geomorfológicos. Las evaluaciones en estos términos, precisan entonces de
clasificaciones genéticas y dinámicas, y no sólo configuracionales.
Esa evaluación de los sistemas geomorfológicos, puede tener gran importancia en la gestión
territorial en tanto la superficie terrestre es el resultado de una evolución histórica (procesos
pasados) y presenta unas tendencias futuras’ (procesos actuales).
En definitiva, una clagficaciónfisiogróflca debe asumir las ventajas y limitaciones que implica
considerar la superficie terrestre como un ente dinámico: posee una configuración actual, pero
también una historia y una tendencia futura. Por ello, su procedimiento ha de basarse en la
‘síntesis’ de los aspectos geográficos y geológicos. Dado el carácter de la Geomorfología,
ciencia puente entre las anteriores, se presenta como el campo de conocimientos ideal para
abordar este tipo de clo4ficaciones.
4. LA GEOMORFOLOGÍA EN LOS
ESTUDIOS INTEGRADOS Y DEL MEDIO FÍSICO
Geología Ambiental es la traducción del término Environmental Geology que introdujo Hackett
(1967), si bien fue la obra de Flawn (1970) quien lo popularizó. Para este segundo, la
70 La Geomorfología en los estudios del mediofísico y planfficación territorial
Geología Ambiental es una rama de la Ecología que trata de las relaciones entre el hombre y
su hábitat geológico.
Según la obra colectiva Geología y Medio Ambiente, esta disciplina es un “conjunto de campos
de aplicación de la Geología, desarrollados como continuación y/o aplicación de los ya
tradicionales y cuyo objetivo es corregir los problemas derivados del uso del territorio.
(Pedraza, 1981: 34); otra definición procedente de nuestro ámbito científico es: “aplicación
práctica de principios y conocimientos geológicos para la prevención, atenuación o resolución
de problemas ambientales, especialmente cuando son originadospor las actividades humanas.
(Aguiló et aL, 1987: 470). Según Coates (1981) la Geología Ambiental es la disciplina que
relaciona las Ciencias Geológicas con las actividades humanas; en realidad esta definición es
un tanto ambigua, pues incluye por ejemplo a la Geología Económica que en muchos casos
poco tiene de ‘ambiental’.
En base a la consideración de varios autores (Pedraza, 1989a; Aguiló et al., 1992), podemos
decir que la Geología enfoca la problemática ambiental desde las siguientes perspectivas:
- Condiciones geotécnicas del terreno, en función de: capacidad portante, pendientes, procesos
y drenaje. Entran en el campo de la Ingeniería Geológica, Geología Urbana y Geotecnia.
- Soporte del desarrollo edáfico y biológico, por lo cual presenta una amplia relación con los
estudios agronómicos y forestales.
Todos estos aspectos ‘ambientales’ de la Geología, aparecen tratados bajo lo que se denominan
‘análisis geoambientales’ o ‘cartografías geocientificas’ (ver Cendrero, 1990; Centeno a aL,
1994). Los parámetros contemplados son descritos por medio de fichas (ver figura 4.1) que
representan aquellos aspectos geológicos del territorio útiles en el campo de las ciencias
72 La Geomorfología en los estudios del medio físico y planfficación territorial
ambientales. Estas presentan la información integrada e interpretada como para ser utilizable
por no especialistas, sobre todo por aquéllos relacionados con la planificación territorial.
Este tipo de cartografías pueden considerarse derivadas de otras que elaboraban mapas
prospectivos para el aprovechamiento de recursos. La situación actual hizo que evolucionaran
hacia fines de planificación y ordenación territorial (Luttig, 1980).
En España, los mapas geocientificos comienzan a realizarse en los primeros años de la década
de 1980, con la cartografía del medio natural de la provincia de Almería (Abad et al., 1982),
y posteriormente de Valencia (Cendrero et al., 1986) y Madrid (Ayala et aL, 1988b).
Si tenemos en cuenta el tipo de información que aporta la Geología al campo de las Ciencias
Ambientales, en su gran mayoría deriva de las “configuraciones y procesos actuales” y tiene
un contenido sintético. Por ello, al referir Geología se hace en tanto ésta representa todos los
conocimientos englobados en otros ámbitos culturales como Ciencias de la Tierra y, dentro de
éstos, sus implicaciones más recientes y superficiales. No es extraño, por tanto, que sea la
Geomorfología quien más se haya ocupado de estos temas.
A medida que la utilización y transformación del medio natural fue creciendo, la aplicación
de técnicas y conocimientos geomorfológicos ha ido desplazándose hacia la prevención y
corrección de efectos derivados: primero de la interacción entre procesos naturales y
actividades humanas (riesgos naturales); más tarde de las acciones antrópicas sobre el medio
(preventivas y correctoras de impactos ambientales). Al mismo tiempo que sucedía lo anterior,
en el sector de aprovechamiento de recursos se fueron imponiendo medidas de carácter
preventivo y corrector. Es así como se llegó a definir una Geomorfología Ambiental, es decir,
aplicada a los problemas que plantea el uso del territorio. Dicha Geomorfología tuvo sus
inicios en los paises industrializados, donde ha habido una mayor —y con frecuencia
desorganizada— transformación territorial.
Desde nuestro punto de vista, la Geomorfología Aplicada debe intensificar su actuación sobre
este gran bloque: la resolución de los problemas derivados de las actuaciones humanas en el
territorio a través de la planificación, la EIA y la restauración, contemplando la inclusión de
los riesgos naturales dentro de la planificación.
al hombre (riesgos naturales); análisis de los problemas que el hombre plantea al perturbar y
degradar el sistema tierra-agua (impactos ambientales); la utilización humana de los agentes
geomorfológicos y sus productos (recursos); y la aplicación en general de la Geomorfología
en la clasificación, planificación y administración del medio (Coates, 1972-1974).
En una línea más ‘moderna’, Panizza (1988) agrupa las aplicaciones de la Geomorfología a los
problemas ambientales, reconociendo ya los dos estudios del medio físico más estandarizados
en nuestro ámbito científico y social: la ‘planificación territorial’, como proceso que integra
los distintos aspectos sectoriales de prospectiva del medio físico, riesgos, o evaluaciones; y la
‘evaluación de impactos ambientales’. A nuestro juicio esta propuesta es acertada y hace
hincapié en dos lineas que desarrollaremos más tarde,
LA GEOMORFOLOGÍA EN Los
ESTUDIOS DEL MEDIO FíSICO O AMBIENTALES
(GEOMORFOLOGÍA AMBIENTAL)
GESTIÓN TERRITORIAL:
4
- Estudio del área potencialmente afectada - Medidas preventivas (aportaciones
- Predicción temporal á 1. planificación territorial y evaluación
- Predicción de la magnitud del evento de impactos sobre la gea)
Medidas correctoras (restauración)
Figura 4.2. Panidpación geomorfológica en los estudios del medio físico o ambientales.
76 La Geomorfología en los estudios del medio físico y planificación territorial
En relación con la repercusión de las afecciones humanas sobre el medio, comienza a resurgir
dentro de la ciencia geomorfológica una temática que en su momento tuvo cierta notoriedad:
aquélla que considera a la especie humana como un ‘agente geomorfológico’ cuya eficacia es
comparable a la de otros procesos naturales (Hooke, 1994>.
En efecto, las acciones antrópicas sobre el relieve generan modelados y depósitos específicos,
producidos directamente por minería, obras públicas, etc.; a su vez, introducen modificaciones
en la tendencia natural del resto de los procesos: el caso mejor conocido es la distorsión del
balance natural erosivo-sedimentario, inducido entre otros por la deforestación o la alteración
de la dinámica hidrológica en general. Dichos estudios —abordables con los mismos esquemas
que otros procesos geomorfológicos— pueden englobarse en lo que, aún sin formalizar,
algunos llaman Geomorfología Antrópica. Sherlock (1922) introduce en la literatura esta
consideración, que sin embargo ha tenido escasa repercusión a nivel de la ciencia
geomorfológica exceptuando casos muy concretos (Alexandrowicz, 1983; Nir, 1983). No deja
de ser paradójico que siendo en la actualidad el hombre un agente geomorfológico muy activo
en la modificación del relieve terrestre (Hooke, op. cit), este tema sea abordado normalmente
por profesionales ajenos a la disciplina geomorfológica (ecólogos, ingenieros, etc.).
Como señala Garzón (1978, 1980) en una síntesis al respecto, que en lo esencial seguiremos
aquí, la aplicabilidad del mapa geomorfológico detallado siempre estuvo sujeta a discusión. Los
detractores de este documento para objetivos utilitarios advierten de su complejidad: la mayor
parte de esas cartografías sólo tienen sentido para los geomorfólogos, aseguran Cooke y
Doornkamp (1978); o bien, su complicado resultado constrasta en ocasiones con la sencillez
del territorio estudiado desde una óptica puramente fisiográfica (Savigear, 1965). Wright
(1972) cita a este respecto a Kellog (1940), quien criticaba el hecho de que bajo cientos de
símbolos no se escondan en el fondo más que un ‘puñado’ de terrenos muy similares.
Sin embargo, si bien los mapas geomorfológicos no son aplicables directamente, si otorgan
bases genéticas para una clasificación de la superficie terrestre (fisiográfica) que puede tener
su aplicabilidad. Además del procedimiento de Crofts (1974), ya descrito, varios trabajos más
han señalado su utilidad en planificación territorial.
Esa circunstancia era reconocida, por ejemplo, en los primeros manuales de cartografía
geomorfológica genética (ver Demek, 1972); según los mismos, el fin último de estos mapas
era proporcionar un adecuado conocimiento del medio al objeto de facilitar un uso más
racional del mismo.
La base de estas propuestas está en el elevado cúmulo de información sobre el territorio que
contienen estos mapas. Los aspectos más destacados son las formaciones superficiales y la
CapItulo 4. La Geomorfología en los estudios integrados y del medio físico 77
En cualquier caso, debemos tener presente que la aplicabilidad tampoco es el objetivo último
del mapa geomorfológico: no está especialmente adaptado a las necesidades de la ordenación
territorial pero, dotado de un objetivo especifico, puede constituir una primera etapa en las
investigaciones aplicadas (Tricart y Kilian, 1979). Realmente supone una fase inicial en el
análisis territorial, a la que puede seguir un objetivo especifico en caso necesario; en este
razonamiento se basaba por ejemplo la propuesta de Crofts (1974) ya analizada.
En esa misma línea argumental, Cooke y Doornkamp (1978) afirman que el mapa
geomorfológico debe tener su principal aportación en los estados iniciales de la investigación,
lo cual permitirá adquirir la información necesaria sobre el contexto geomorfológico de la
región que se está investigando. Según esa premisa, los autores citados ponen varios ejemplos
de mapas geomorfológicos de carácter aplicado (special purpose map) realizados a partir de
otros detallados (general geomorphological map). Para explicar la benevolencia de dicha
transformación, señalan que muchas propiedades de carácter aplicado (p.e. edáficas) cambian
allí donde existen limites litológicos y morfológicos.
Wright (1972) cita también en este sentido los mapas producidos por el Centro Nacional de
Investigaciones Geomorfológicas de Bélgica (Macar et al?, 1961; Gullentops, 1963), los cuales
han combinado con éxito los factores interpretativos con los aplicados o descriptivos.
- Geomorfología y clima
Las condiciones macrocliniáticas de una región aparecen modificadas en buena medida por el
relieve. Parámetros tales como: temperatura (enfriamiento adiabático) y precipitación (lluvias
78 La Geomorfología en los estudios del medio físico y planj/icación territorial
Al mismo tiempo, muchos procesos geomorfológicos están asociados al clima en tanto les
regula la dinámica externa del Planeta; tal es así, que frecuentemente se alude a sistemas de
procesos climáticos, zonas morfogenéticas, etc. Sin llegar al extremo que se ha pretendido a
veces, identificando la morfogénesis con las zonas climáticas, si es cierto que hay una
asociación entre ambos. Por tanto, partiendo del análisis del relieve (alteraciones; formas
relictas; formas en proceso de degradación; variaciones en la dinámica de los agentes externos,
especialmente los glaciares y fluviales) es posible conocer gran número de datos sobre la
evolución climática.
- Geomorfología e hidrología
- Geomorfología y suelos
En la relación entre geomorfología y suelos reside gran parte del ‘papel ecológico’ al que nos
venimos refiriendo; este tema ha sido objeto de una amplísima literatura (Verstappen, 1987;
Gallardo et al., 1988; Mitchell, 1991; Pedraza et al., 1996a). Tal relación es fácilmente
comprensible si tenemos en cuenta que los atributos que sintetiza la información
geomorfológica (litología, relieve, procesos, y en el caso de las formaciones superficiales el
tiempo desde que el suelo comienza a evolucionar), constituyen parámetros genéticos
CapItulo 4. La Geomorfología en los estudios integrados y del medio físico 79
- Geomorfología y vegetación
y macroescala, el relieve era el factor que mejor se correlacionaba con los patrones de suelo
y vegetación, si bien en un trabajo previo (Bailey, 1983) había demostrado que a pequeña
escala era el clima quien reflejaba la distribución biológica; ello explica el hecho de que a
escalas medias y grandes, cambios litológicos o morfológicos nítidos se correspondan
frecuentemente con cambios bruscos en el tipo de vegetación, y cambios graduales se reflejen
en idéntico comportamiento de las formaciones vegetales.
El uso potencial o intervención que el hombre puede hacer del territorio se sitúa en función
de los factores antes señalados, al menos en lo que se refiere a un uso ‘primario’. Así sucedió
tradicionalmente, cuando su relativa escasa capacidad para transformar el territorio llevaba a
las comunidades humanas a una ‘adaptación forzosa’ a los sistemas naturales, y a establecer
sus actividades y asentamientos en función de las características del medio. Desde una
perspectiva histórica, parece innecesario explicar cómo las vegas más fértiles determinaron las
primeras grandes civilizaciones, los valles y collados las vías de comunicación, los relieves
aislados lugares sagrados y fortificaciones, etc. Hoy esa relación tiende a ser menos nítida, en
tanto la capacidad técnica posibilita actuar con cierta ‘independencia’ de las condiciones del
medio.
Los estudios sobre riesgos naturales intentan cualificar los procesos que los producen, delimitar
su zona de actuación, y evaluar su incidencia en la actividad social y económica (ver Pedraza
et al., 1996a). Más en detalle, tratan de acotar el funcionamiento del proceso; es decir, las
leyes físicas que lo gobiernan y sus variables características (predicción en términos de
localización, frecuencia y magnitud), el área potencialmente afectada, y la incidencia sobre las
actividades humanas. La integración de estos tres parámetros permite definir escalas de riesgo,
y concretar medidas preventivas y correctoras. Desde la Geomorfología es posible estudiar
sobre todo la predicción espacial (área potencialmente afectada) y, en casos, la temporal y de
magnitud (Ayala er al?, 1988a).
CapItulo 4. La Geomorfología en los estudios integrados y del medio físico $1
-El relieve’ como factor ecológico. Por su naturaleza de factor genético de primer orden, el
relieve condiciona el desarrollo de otros elementos y cualidades del medio. De esta manera y
a través de los estudios fisiográficos, la Geomorfología puede ser clave para llegar a entender
las interrelaciones existentes entre los elementos y procesos del medio natural, su uso
potencial, o la naturaleza de su degradación. Así, por la posibilidad de actuar como síntesis
y condicionante de toda una serie de propiedades del territorio (a saber: hidrología, suelos,
vegetación, usos, paisaje), el análisis del relieve puede proporcionar la base o armazón sobre
la que realizar estudios integrados o del medio físico (Wright, 1972).
La acepción castellana de relieve no equivale exactamente a su homónima anglosajona landform, expresión más
relacionada con nuestro objetivo. Relieve tiene un significado próximo a forma, morfología o configuración; landform tiene
en cambio un contenido más amplio, equivalente al que aquí queremos expresar: configuración física de la superficie
terrestre, que refleja una estructura geológica, una litología, y los procesos que han modelado esa litoestructura (Godfrey
y Cleaves, 1991).
82 La Geomorfología en los estudios del mediofísico y plan~flcación territorial
El desarrollo de cada uno de estos aspectos parciales, permite concretar más la aportación
geomorfológica a cada una de las fases de que consta la planificación territorial (integrada o
ecológica>. Es preciso recordar, que el conjunto de la información debe de ser significativa y
clara, es decir, fácilmente utilizable por otros especialistas.
A este nivel interesan aquellos parámetros que pueden considerarse significativos para
caracterizar el territorio, sus recursos, dinámica, comportamiento, etc. En este sentido, el
clima y el binomio geología-morfología han sido considerados tradicionalmente factores
genéticos de primer orden, al reconocérseles su papel ‘condicionante’ de otros elementos y
procesos según los esquemas genético-evolutivos naturales. La mayor influencia de uno u otro
depende normalmente de la escala. Dantin Cereceda (1912), pionero junto a E. Hernández-
Pacheco de los estudios fisiográficos en nuestro país, señalaba al respecto:
Y más tarde:
Christian (1958) subraya esta circunstancia: la génesis del sustrato litológico y su posterior
evolución morfológica, determina en buena medida el desarrollo del resto de los componentes
del paisaje (figura 4.3); más concretamente:
Otro autor que se hace eco de esta interrelación secuencial es Simpson (1988), quien afirma
que se debe considerar la ‘causalidad’ y la escala de actuación de los procesos naturales para
hacernos un mejor esquema de la realidad. Así, continúa, los procesos que actúan a más baja
velocidad (p.ej., geológicos) ejercen un gran control e influencia sobre los que tienen lugar
84 La Geomorfología en los estudios del medio físico y plon~ficación territorial
más rápidamente (p.ej., sucesión vegetal), pero la influencia contraria es siempre mucho
menor.
“El conocimiento de las formas del relieve tiene panicular importancia a la hora de
realizar un estudio del medio fisico. Es importante en sí misma y en la inventariación
de otros elementos y procesos con los que guarda estrecha relación y a los que, a
veces, condiciona en gran manera. Por ejemplo, la climatología de amplias áreas
puede verse modificada localmente por la configuración del terreno; guarda estrecha
relación con la edafogénesis; algunas de sus componentes básicas, como altitud,
exposición o pendiente, sonfactores limitanres para la vegetación, etc. (Aguiló et al?,
“
1992: 51).
Este objetivo se consigue a través de las regionalizaciones, las cuales tienen un carácter
eminentemente espacial, pues en definitiva tratan de organizar un territorio con una expresión
cartográfica:
1981: 51).
En realidad todo nuestro razonamiento gira en torno a la amplitud que del concepto ‘unidad
geomorfológica’ (landform) tiene la literatura norteamericana: configuración física de la
Capítulo 4. La Geomorfología en los estudios integrados y del medio JisiCo 85
superficie terrestre que refleja la estructura geológica y los procesos que han modelado dicha
estructura (Hunt, 1967). Más concretamente, el criterio primario para delimitar unidades
territoriales es su configuración espacial, es decir, la ‘forma’:
TMLa demanda de divisiones fisiogrdficas ha sido enonne entre los geógrafos y otros
profesionales cuyo trabajo se basa en estas distinciones; sin embargo, determinar qué
son esas unidades, definirlas y delimitarías, debe ser en su mayor parte un trabajo
geológico. “ (Fenneman, 1916: 25).
En un trabajo pionero sobre estudios integrados, Veatch (1937) apuntaba que es demasiado
complejo aglutinar todos los elementos del medio en una unidad, pero que quizá unos pocos
factores o elementos de ésta pueden llegar a ser representativos de aquélla en toda su extensión
y, por tanto, muy adecuados para los objetivos de la clasificación y el planeamiento.
Linton (1951) puso de manifiesto cómo la mayor parte de los intentos de regionalización o
compartimentación territorial se han basado en parámetros geomorfológicos. Para este autor,
incluso muchos de los que dicen utilizar el clima en el fondo también hacen uso del relieve;
tal suceso es fácilmente comprensible si tenemos en cuenta las dificultades que ofrece el clima
para ser cartografiado. Esta circunstancia es evidente, por ejemplo, en el intento de
regionalización hecho para la Península Ibérica por Unstead (1926), en principio ‘integrado’
pero en la práctica fisiográfico-geomorfológico.
También la escuela soviética de la Ciencia del Paisaje (Solntsev, 1962) considera que el
territorio tiene una base geológico-morfológica indudable, pues allí donde cambia la estructura
geomorfológica, varía la estructura del paisaje: “(a a.) hemos advertido que las bases geológico-
morfológicas son el factor princz~a1 para la segregación de paisajes, por lo que un sistema
genético de cías(ficación del mismo deberla basarse en ellos. ‘~ (Solntsev, O~a cit.: 14).
Sostiene por tanto esta escuela, que una clasificación del territorio deberla regirse por sus
factores más estables y critican el hecho de que a veces se hayan basado en elementos mucho
más frágiles o susceptibles al cambio, como es el caso de la vegetación. Estos mismos autores,
al igual que hacía Simpson (1988), ordenan los elementos del medio según su estabilidad o
resistencia al cambio (litosfera, atmósfera, agua, suelos, vegetación y fauna), y afirman que
86 La Geomorfología en los estudios del ,nedioftsico y plan¡litación territorial
el cambio en uno de ellos influirá de manera notable en los posteriores, pero poco en los
anteriores.
Sin embargo, la situación no es tan sencilla como se describe previamente, ya que existen
patrones territoriales difíciles de explicar a la luz de los datos actuales. Para Ruxton (1968)
esta circunstancia se debe a la existencia de un cierto grado de desequilibrio o ‘desorden’ en
el territorio; ello hace muy difícil que los patrones de interdependencia y correlación entre los
elementos del medio sean absolutamente claros; por ejemplo, perfiles de alteración,
paleosuelos, vegetación relicta, etc., no son explicables sino es por la existencia de relaciones
heredadas de eventos histórico-naturales.
En definitiva, como ha quedado expuesto, puede aceptarse que los criterios para la
clasificación territorial siguiendo procedimientos sintéticos deben ser aquéllos que condicionen
la evolución subsecuente del resto de elementos del medio (factores genéticos). Para la práctica
totalidad de los autores que han tratado esta temática, a pequeña escala (grandes unidades) el
clima es el mejor indicador de los rasgos territoriales (sic); sin embargo, a media y gran
escala, que son las utilizadas en planificación territorial, los criterios geológico-geomorfológico
son determinantes.
Los procesos de evaluación territorial buscan obtener tanto las capacidades, aptitudes o
potencialidades, como las limitaciones, fragilidades o vulnerabilidades que presenta el medio
para acoger actividades humanas. Como veremos, con frecuencia estas cualidades se elaboran
a partir del inventario (mapas temáticos), aunque también pueden ser evaluadas directamente
las unidades sintéticas obtenidas en la clasificación territorial.
Por lo común, las evaluaciones han estado siempre guiadas por un objetivo (ad hoc). Es por
ello que se han llevado a cabo tradicionalmente en contextos demasiado ‘estáticos’: capacidad
agrícola; vulnerabilidad a la contaminación de acuíferos; etc.
Tricart (1973), por ejemplo, ha atribuido a los estudios de planificación territorial y evaluación
de impactos una escasa consideración de las cuestiones dinámicas, a pesar de que el
funcionamiento de los sistemas terrestres superficiales sea esencialmente dinámico, y se base
Capitulo 4. La Geomorfología en los estudios inzegrados y del medio físico 87
sobre todo en los procesos morfogenéticos. Éstos interfieren con los demás componentes del
sistema natural, fundamentalmente los edáficos. Bajo estas premisas, los procesos
geomorfológicos que actúan en un territorio (activos), permiten caracterizar el medio en
función de su grado de estabilidad, información que debe ser esencial en el ordenamiento
territorial.
Ruxton (1968) señala que los estudios para planeamiento y desarrollo no debieran consistir en
hacer cada vez mejores inventarios y clasificaciones, sino que habría que estudiar en detalle
los procesos que han intervenido e intervienen en el territorio, así como su interrelación, para
conocer sus verdaderas capacidades o aptitudes y predecir los efectos que tendrán las
actividades humanas que se implanten en el mismo. Como idea fundamental, este autor insiste
en la necesidad de reconocer el grado de desequilibrio de un territorio con respecto a su
tendencia natural, para insertar mejor en él las actividades humanas.
También según Godfrey y Cleaves (op. cit.), la respuesta al cambio en los sistemas abiertos
se estudia bajo la óptica de cuatro principios: Le Chatelier, o tendencia a la autorregulación,
como variación en el sistema ante un cambio externo tendente a minimizar la modificación;
la constancia de los patrones geomórficos; el análisis espacial como sustituto del análisis
temporal (principio o hipótesis ergódica); y los conceptos o estados de metaestabilidad y
umbral geomórfico. Por tanto la intervención geomorfológica en los procesos de evaluación
territorial no es directa, sino que se basa en ‘indicadores’ de estabilidad, dinámica, etc., y en
definitiva en la caracterización del medio en el que se actúa para insertar las actividades de un
modo más racional en él. Según esta discusión, los estudios geomorfológicos también debieran
intensificar su aportación en el campo de la evaluación territorial.
88 La Geomorfologia en los estudios del medio físico y plan~ficaci¿n territorial
Dentro de la planificación integrada, los estudios sobre riesgos naturales constituyen una
limitación de uso y se incorporan junto a los de capacidades y vulnerabilidades, incluso en
fases posteriores. En realidad, los mapas de riesgos son cartografías de segunda o tercera
generación que proceden ya de una evaluación territorial a partir de factores o elementos
primarios.
Cabe realizar una última precisión al respecto: es necesario profundizar más en los
procedimientos para integrar los análisis de riesgos en la planificación (escalas más adecuadas
de realización, figuras legislativas apropiadas, etc.), y no sólo incidir en el desarrollo de
metodologías para su caracterización como se ha hecho hasta el momento.
El campo donde más se han desarrollado estos planteamientos sistémicos ha sido el de las
obras hidráulicas y su influencia sobre los sistemas fluviales. De hecho, los primeros estudios
de EIA (Whitman et al?, 1971) estuvieron relacionados con estos aspectos.
Un aspecto que cobra especial interés son los posibles riesgos inducidos por la actividad objeto
de EIA, los cuales constituyen un apartado especifico en los métodos o procedimientos de
estimación general, suponiendo una limitación al uso del territorio (ver Leopold et al?, 1971).
Otro aspecto a contemplar es la pérdida de recursos culturales, para lo cual puede ser
pertinente la realización de un mapa de lugares o puntos geomorfológicos singulares (figura
4.4). Sin embargo, la consideración exclusiva de riesgos y recursos geomorfológicos como
únicos aspectos de esta disciplina a tratar en la evaluación de impactos, sigue siendo una visión
limitada; por ejemplo las clasificaciones del relieve son de nuevo muy útiles, al definir
unidades territoriales homogéneas sobre las que es posible contabilizar ‘impactos totales’.
Un autor que trata la EIA desde una óptica específicamente geomorfológica es Wolfert (1995),
quien llega a definir incluso el concepto de ‘evaluacion de impactos geomorfológicos’
(geomorphological impact assessment). A nuestro juicio, en dicho trabajo se asumen dos
aspectos fundamentales: la consideración —al igual que otros estudios del medio físico que
venimos tratando— de la EIA en un contexto pluridisciplinar, según el cual cada especialista
evaluaría el impacto relativo a su objeto de conocimiento; y la introducción de criterios
objetivos para la valoración los diferentes aspectos (parámetros, variables) geomorfológicos,
previamente a considerar la influencia de la actividad (cuadro 4.1).
Cuadro 4.1. Algunas variables geomorfológicas con relevancia para la evaluación de impactos sobre el
relieve (según Wolfert. 1995).
representatividad g~do por el que las formas proporcionan información acerca de procesos
geomorfológicos; mayor representitividad, mayor valor
capacidad para ofrecer información no disponible en cualquier sitio; mayor
rareza
rareza, mayor valor.
MEDIO FíSICO ¡
Procesos actuales
Recursos
científico - culturales
PROYECTO
Morfologías - paisajes
singulares
Mapa de recursos
geomorfológicos
OTROS
IMPACros _ EIA
Figura 4.4. Esquema conceptual sobre el papel & la Geomorfología en la evaluación de impactos
ambientales (a partir de Panizza, 1988).
A pesar de lo dicho y salvo casos aislados (Panizza, 1988; Wolfert, 1995), la consideración
de la ETA ha recibido muy poca atención en la literatura geomorfológica. Una vez más han
sido otros profesionales ajenos a esta ciencia, quienes han defendido su utilidad (ver por
ejemplo: Díaz Segovia y Ramos, 1991; González Alonso a al?, 1991; Aguiló et al., 1992).
En estos casos la aportación es destacada, ya que muchas afecciones son sobre el relieve. Aquí
los criterios geomorfológicos pueden servir para realizar un ‘diseño’ adecuado, tanto de las
explotaciones como de su restauración, acorde con la morfología y los procesos del entorno
en el que se ubican; también para conocer la capacidad de regeneración de un terreno
determinado, o su reversibilidad ante una posible degradación. Normalmente están muy ligados
a la posibilidad de desarrollar suelo, y su objetivo final es el establecimiento de un sustrato
edáfico y una cobertera vegetal capaces de evolucionar de forma natural. En realidad, se trata
de favorecer los procesos de edafogénesis frente a la morfogénesis. En estos casos es posible
hablar de verdaderas ‘restauraciones geomorfológicas’ (ver capitulo 8).
En general, las posibilidades de restauración del terreno pasan por conocer los ‘umbrales de
degradación’ o la ‘resiliencia’ de los sistemas afectados.
En principio cabe decir, que los análisis procedentes del campo geomorfológico enfocados al
estudio del paisaje también han sido escasos; aun cuando sea comúnmente reconocido que el
relieve constituye uno de sus componentes fundamentales y que los procesos geomorfológicos
son uno de sus principales formadores.
A la hora de abordar las relaciones entre el paisaje y la Geomorfología, es preciso tomar como
referencia el análisis realizado en el epígrafe 1.2.4. Según el mismo, las principales
aportaciones pueden situarse en la denominada Ecología del Paisaje (fisiología o criptosistema),
y los estudios fisiográficos (fisonomía o fenosistema).
En cuanto al primer grupo, son varios los autores que consideran la ‘dinámica natural’ del
paisaje como esencialmente geomorfológica (Forman y Godron, 1986; Ibáñez, 1986). Esta
visión queda bien resumida en la siguiente tesis: ‘Y...) el relieve constituye el ‘esqueleto’ del
92 La Geomorfología en los estudios del medio físico y pbn~ficación territorial
paisaje natural yfactor condicionante de la dinámica y evolución del mismo” (Sayago, 1982:
169). Y en otro punto: “a cualquier escala o nivel de percepción, el relieve constituye un
factor esencial de la dinámica ambiental, por lo que su caracterización constituye el
fundamento de toda cías(ficación del paisaje natural” (Sayago, op. cit.: 172). La identidad del
paisaje en términos histórico-evolutivos fue precisamente la línea defendida por Hernández-
Pacheco (1934b):
“esfrecuente que cuando se trata de los paisajes de un país, el estudio sea puramente
descriptivo, sin entrar en el análisis de la razón de ser del tipo de paisaje, ni menos
determinar las causas naturales que le producen. En cambio, sejuzga, por lo común,
del paisaje por la impresión estética que produce en el que le observa y describe,
obteniéndose, frecuentemente, deducciones de índole y carácter totalmente ajenas al
paisaje en si” (Hernández-Pacheco, 1934b: 6)
Respecto al segundo grupo, las aportaciones de los estudios fisiográficos se han considerado
tradicionalmente a dos niveles (Pedraza, 1986; Wolfert, 1995). El primero trata de paisajes
cuya fisonomía primaria está dominada o determinada por los componentes geomorfológicos;
aquí se interpreta el todo (paisaje) por una de sus panes (el relieve); es el caso de los
denominados ‘paisajes o relieves litológicos’ (volcánicos, graníticos o cársticos; ver Pedraza
etal?, 1996a), como Las Cañadas del Teide (volcánico), La Pedriza de Manzanares (granítico),
o las Hoces del río Duratón (fluviocárstico), por señalar alguno de los que se sitúan en nuestro
entorno. En ellos, la gea llega a ser el elemento predominante y los aspectos geomorfológicos
constituyen el principal elemento visual o perceptivo, por encima incluso de la vegetación.
Otro tanto sucede, en general, en paisajes áridos o desérticos.
Para Wolfert (op. ci:.) estos casos constituyen la situación más normal en que las Ciencias de
la Tierra se ha ocupado de este tema: únicamente en tanto el relieve puede conformar paisajes
singulares, o dignos de protección. También señala el hecho de que sean poco comunes las
metodologías integrales para evaluar las cualidades paisajísticas del conjunto del relieve.
Tal razonamiento lleva al segundo nivel referido: la contribución del relieve a la configuración
general del territorio. Este enfoque conduce a la Fisiografía y los análisis estructurados del
territorio (clasificaciones territoriales), que desde luego no han sido escasos. Los métodos
fisiográficos permiten diferenciar y clasificar el territorio por su apariencia (fotografía aérea,
imagen de satélite), lo cual posibilita establecer unidades de paisaje como base para su
valoración o evaluación. Un ejemplo de cartografía de paisajes que utiliza criterios
geomorfológicos y fisiográficos se debe a Bañón a al. (1992), que considera: ‘dominio
geomorfológico’, ‘posición fisiográfica’ y ‘fuerza del relieve’, junto con ‘vegetación y usos’,
para definir unidades de paisaje intrínseco.
en ellos juega un papel especial el relieve: The Assesment of Scenery as a Natural Resource,
de D.L. Linton (1968), y Landscape Esthe¡ics, del omnipresente L.B. Leopold (1969).
Otro autor que incide en este particular es Brush (1981), quien encuentra que existe una
relación muy directa entre las preferencias de paisajes y el relieve: los paisajes montañosos,
con mayor relieve interno o accidentado, son más preferidos (Brush, op. cit.).
Digamos finalmente que los ‘análisis de paisaje’ otorgan un papel preponderante al relieve de
forma casi general. Citaremos como ejemplo el trabajo de Blanco (1979), que diferencia unas
unidades de partida, y las define por su fisiografía, complejidad topográfica (anfractuosidad),
desnivel, carácter, incidencia visual, y accesibilidad natural.
Todo lo anterior nos lleva a concluir que los estudios sobre paisaje pueden ser uno de los
campos a desarrollar en trabajos e investigaciones futuras. Bien en relación con las
clasificaciones fisiográficas y evolución o historia del paisaje (vertiente ecológica del paisaje,
o Ecología del Paisaje), bien asociados a aspectos puramente analíticos o configuracionajes
(estudio de elementos y componentes, cuencas visuales, fragilidad y calidad visual,
anfractuosidad, etc.). Las clasificaciones fisiográficas pueden ser utilizadas a su vez para
elaborar modelos de calidad o fragilidad, o servir como base para reducir la subjetividad en
la evaluación de las preferencias (Arnot y Grant, 1981); ver cuadro 4.2.
Cuadro 4.2. Participación geomorfológica en los estudios sobre paisaje (ver figura 1.3; pdg. 32).
APORTACIÓN
ESTUDIO OBJETIVO UTILIDAD GEOMORFOLÓGICA
FisiografXa determinación de - académica, desarrollo - clasificaciones del relieve
del ~sisten,apaiSaje”
Características análisis de las - planificación y gestión - análisis de las propiedades
terreno
el paisaje
Cuencas visuales y estudios de - planificación y gestión - estudios morfogrífícos y
puntos
Modelos de calidad determinación de lo, - planificación y gestión - bases objetivas para la
o susceptibilidad a la
degradación
Modelos de evaluar la percepción - académica (evaluar los - clasificación ‘objetiva’ de
territorial
94 La Geomorfología en los estudios del medio ftsico y planj/icación territorial
La consideración según la cual los estudios del medio físico se basan en el conocimiento del
territorio sobre el que se actúa, hace que las Ciencias de la Tierra constituyan un conjunto de
conocimientos idóneo para valorar los ‘pros’ y contras’ de la implantación o continuidad de
las diferentes actividades humanas en el territorio (gestión territorial). En este sentido, es
preciso señalar que los estudios ambientales adolecen con cierta frecuencia de perspectivas
histórico-naturales.
Sin embargo, desde nuestro punto de vista esta ciencia debe intensificar su aportación a los
trabajos encargados de resolver los problemas derivados de las actuaciones humanas en el
territorio (planificación, EIA y restauración); todo ello, por varias razones.
En primer lugar, porque la influencia que el hombre ejerce sobre el medio en amplias regiones
(entre ellas la Península Ibérica) es mayor que la recíproca. En segundo lugar porque estos
estudios están regulados por normativas especificas y su campo de aplicación es entonces
amplio; así sucede con el planeamiento urbanístico (regulado por la Ley sobre Régimen del
Suelo y Ordenación Urbana, R.D.L. 1/1992 de 26 de junio), la conservación de espacios
naturales (Ley 4/1989, de 27 de marzo, de Conservación de los Espacios Naturales y de la
Flora y Fauna silvestres), la Evaluación de Impacto Ambiental (R.D. 1131/1988 de 30 de
septiembre), o la Restauración del Espacio Natural afectado por actividades mineras (R.D.
2994/1982 de 15 de octubre).
Otro aspecto a destacar es que muchos riesgos asociados a la dinámica exógena en la cuenca
mediterránea en general, y en la Península Ibérica en particular, están relacionados con —o
al menos amplificados por— las actividades antrópicas; es decir, son en buena parte ‘riesgos
naturales inducidos’. De todo ello se deduce que la correcta gestión de los usos reducida la
incidencia de estos procesos, y su tratamiento más idóneo está entonces dentro de la
planificación territorial.
Por último, aun cuando esté reconocido por todos los especialistas en estos temas que las
características geomorfológicas juegan un papel decisivo en el paisaje, la participación de esa
ciencia en dichos estudios ha sido escasa.
El conjunto de esas aplicaciones, incluidos los riesgos, tienen su tratamiento más adecuado
dentro de la plan <fi cación integrada; ésta precisa de sistemasde análisis cuyo punto de partida
son clasificaciones que se apoyan en unidades territoriales homogéneas siendo su rasgo más
evidente la fisonomía del terreno. Teniendo en cuenta que la Geomorfología se ocupa de este
terna y lo completa con criterios dinámicos y evolutivos, las cIas¡fi caciones del relieve son la
aportación sintética que hace esta ciencia a los estudios de planificación integrada.
5. CONTRIBUCIÓN DE LA GEOMORFOLOGÍA A LA
CLASIFICACION-EVALUACIÓN DEL TERRITORIO:
PROPUESTA METODOLOGICA
5.1. ,JUSTIFICACIÓN
Analizada la problemática que deben de resolver dichos estudios (capitulo 1) y los métodos en
que se basan (capitulo 2), podemos concluir la importancia de los contenidos geomorfológicos
en este campo; así lo ponen también de manifiesto la mayoría de los autores que han trabajado
en el tema.
Partiendo de esas tesis, nosotros proponemos aquí una clasificación que trata de enfocar este
problema; para ello, se basa en los siguientes axiomas:
- Muchos de estos problemas son debidos a razones metodológicas: buena parte de esas
clasificaciones nacieron con fines aplicados y por ello dan prioridad a los aspectos
funcionales sobre los conceptuales. En consecuencia, la estructuración del relieve (niveles
jerárquicos) queda determinada a priori por la utilidad de la clasificación, cuando
realmente deberla seguirse el procedimiento contrario: estructurar el relieve de acuerdo con
sus características intrínsecas (clasificaciones metodológicas y conceptuales) y realizar a
posteriori las oportunas acomodaciones para su aplicación.
- Una clasificación aplicada debe de tener en cuenta, prioritariamente, los problemas que
trata de resolver y, en consecuencia, adecuar su estructura a los mismos.
De acuerdo con estas premisas podemos concluir que: las aportaciones de la Geomorfología
a los estudios integrados deben realizarse mediante la clasificación sintética del relieve, es
decir, unificando lo configuracional y genético; dentro de lo posible y aunque de momento
resulte difícil, deberán tender a un mínimo acuerdo taxonómico mediante la jerarquización
oportuna; al tratarse de una clasificación para fines aplicados, esa jerarquización habrá de
adecuarse a los objetivos propuestos, es decir, partir de un trabajo metodológico y
reestructurarlo según indique la problemática existente.
La propuesta que aquí hacemos trata de ser congruente, dentro de lo posible, con las tesis
anteriores, es decir: define los niveles jerárquicos según los condicionantes intrínsecos que
marca el relieve, considera el ámbito de aplicación según las repercusiones territoriales
derivadas de la problemática ambiental y, en consecuencia, establece las correlaciones
correspondientes.
Capitulo 5. Propuesta metodológica 99
5.2. FUNDAMENTO
Dado que el objetivo de nuestra propuesta pretende estructurar de algún modo la participación
geomorfológica en estudios integrados, este epígrafe trata de correlacionar unas ‘categorías
geomorfológicas’ con niveles en que tienen incidencia los problemas territoriales o ambientales.
Ese planteamiento enlaza con la filosofía básica de la planificación integrada: llegar a una
relación adecuada entre las dinámicas del medio natural y del medio social (figura 5.1).
Figura S.l. Fases a seguir en el desarrollo de una clas~ficadón del relieve con objetivos de planificación
integrada.
Oxfo,d.MFYE
RecAen ~ Welnter <1965) elemeus facer sysresn región provínce división
Brinte — al. (1966)
subsection
Godfrey (1977) ropographic ¡anti sype ¡ami rype seden prov¡nce
elemesir
st,,”?
1) El estableclmlento de escalas aproximativasparo cada nivelpresenla dtficuhades. en tanta re ¡asta de clasIficaciones realizadas paro dmbtlas geográficos muy distiMos.
Por ejemplo, las unidades definidas paro Estados UnIdos o Avalaslia tienen una exíenstón mucho mayar que las canogrofiodas en Europa con ¡os ¡sIsmos edíertos.
- Segunda. Es el referente a escala espacial y puede definirse como: porción del relieve
terrestre que mantiene tal unidad fisonómica o configuracional como para ser un indicador
fisiográfico-orográfico; o también, conjunto de caracteres sintéticos que permiten establecer
relaciones de distribución (o geográficas) entre todos los componentes de la superficie
terrestre. Normalmente se han citado como ‘regiones morfoestructurales’, ‘provincias
fisiográficas’, ‘grandes unidades orográficas’, etc.
Capítulo 5. Propuesta metodológica 101
Los problemas derivados del uso del territorio se manifiestan a unas determinadas escalas; y
son esos ámbitos los que precisan intervenciones adecuadas.
De Pablo e: al. (1984; en Diaz Pineda y Nicolás, 1987) distinguen una gradación en el
tratamiento de la información ambiental (figura 5.2). Para nuestros objetivos y en consonancia
con lo dicho anteriormente, interesa destacar de este esquema el diferente grado de abstracción
que requiere ¡a información ambiental según la escala territorial: las locales precisan
identificación y descripción de problemas; las regionales, simulación de la dinámica en grandes
unidades naturales (equivalentes a unidades fisiográficas); y el ámbito estatal, políticasglobales
en función de las características naturales del territorio.
TIPO DE
ACCCIÓN
AGREGACIÓN
DE LA
INFORMACIÓN
ÁMBITO
PREFERENTE
DE ACTUACIÓN
Figura 5.2. La información ambiental considerada tajo distintos perspectivas y ámbitos de actuación
(según De Pablo et al., 1984; en Díaz Pineda y Nicolás, 1987).
4ios del medio Asico y planÉficacián territorial
102 La Geomorfología en los es¡u
Con independencia de las normativas legales que los ejecuten y de las figuras concretas que
los regulen, la literatura recoge de forma más o menos estandarizada unos “ámbitos
territoriales de actuación o planificación”, cada uno de los cuales tiene unos fines diferentes
y requiere distinto detalle y proftlndidad en los análisis. Po# ejempo, Bartkowski (1979; en
Aguiló er aL, 1992) distingue: global, nacional, regional y local, correlacionando cada uno de
ellos con el nivel de detalle y carácter de la información requeridos (figura 5.3). Asimismo
Liittig (1987) señala una serie de niveles de planificación (internacional-nacional, regional,
local-detallado y proyectos) y los equipara con las escalas más comunes de mapificación (figura
5.4); cada uno de ellos tiene una problemática y metodología propias. También Cendrero
(1989a) ha incidido en este razonamiento, señalando: ‘nivel macro’, en el cual se utilizan datos
generales y se requieren programas y políticas ambientales; ‘nivel meso’ o regional, en el que
cabe establecer capacidades y limitaciones para distintas actividades; y ‘nivel micro’, local o
de proyectos (minería, urbanización, etc.), que requiere estudios y análisis específicos.
ESCALA
Figura 5.3. Relaciones entre escalas de los mapas, cantidad de información y nivel de la planificación.
Según Bartkowski (1978; en Aguiló el al., 1992).
o
(-3
1
a,
sowo ¡ P¡ii¡lltgmO,
u ¡o
¡ ¡ ¡
¡ ¡ ¡
¡ ¡
NIVEL DE PL«NINCACIÓN
Figura .5.4. Relación entre niveles de planeamiento y escalas de los mapas (según Lúttig, 1987; en
Cendrero, 1989b).
Capítulo 5. Propuesta metodologica 103
La Carta Europea de Ordenación del Territorio (ver Aguiló e: aL, 1987; Enériz, 1991)
reconoce también el necesario principio de jerarquización en la planificación territorial, que
vincula las decisiones de los niveles inferiores a las superiores. Dichos niveles y sus funciones
son:
Así pues, y a pesar de las dificultades para su concreción, es posible jerarquizar los problemas
ambientales según su incidencia territorial. Independientemente de las figuras y normativas
administrativas que tratan de minimizar esos problemas, deberá establecerse una escala de los
mismos a partir de parámetros cualitativos y cuantitativos: evolución histórica, repartición
geográfica, intensidad, tipo, etc. Una tentativa de ello es la que presentamos a continuación:
- Problemas globales
Día a día se está demostrando que los denominados ‘problemas globales’ no son una mera
formulación teórica, sino realidades concretas: lluvia ácida, erosión-desertización, posible
calentamiento global inducido, por no entrar en cuestiones más opinables —pero obvias—
como el desequilibrio Norte-Sur, etc. Todos ellos son temas que exigen un enfoque pluriestatal
o internacional, tratando de evitar efectos inducidos por ‘terceros’; es decir, repercusiones
sobre un territorio de las actividades generadas por sociedades extrañas al mismo.
Hasta cierto punto ese tipo de ‘costes’ deberían estar normalizados mediante enfoques
territoriales que pueda evaluar la escala supraestatal. Se trata en estos casos de eliminar el
‘factor frontera’ y ajustarse a planteamientos que gestionen el territorio teniendo en cuenta sus
características naturales.
104 La Geomorfología en los estudios del medio fisico y plan fficación territorial
En realidad y aun cuando se hable de problemas globales, lo cierto es que sus repercusiones
tienen lugar a niveles de tipo ‘regional a pequeña escala~ (grandes territorios) o zonal: erosión-
desertización en la franja del Sahel, deforestación en la cuenca del Amazonas, posible
anegamiento de zonas costeras por subida del nivel del mar, problemas de contaminación
atmosférica, desequilibrios hídricos, etc.
A esta escala es importante considerar dos cuestiones: una es la dimensión histórica de los
problemas (factor acumulativo); otra la dimensión tecnológica (factor cuantitativo).
Respecto a la primera, muchas modificaciones del territorio son inicialmente ‘poco incisivas’
y diseminadas; sin embargo, la persistencia de las mismas a lo largo de los tiempos históricos
multiplica su repercusión con efectos destacables. Buen ejemplo de ello es la cultura
mediterránea y las transformaciones asociadas: deforestación, salinización de suelos, pérdida
de biodiversidad, etc.
- Problemas regionales
En un nivel intermedio se sitúan toda una serie de problemas que, sin llegar a tener una
repercusión global clara, traspasan el ámbito meramente local. En realidad, muchos de ellos
no son más que un estado ‘incipiente’ de algo que puede llegar a ser global si no se controla
adecuadamente; o también, la materialización concreta y peculiar de algo global en una porción
de territorio. La dificultad para acordar cuál es realmente el ámbito territorial que comprende
una región, no permite precisar más respecto a este tema. Ciertamente, un ‘problema regional’
es aquél que traspasa el ámbito local y se manifiesta a lo largo de un espacio heterogéneo, por
lo cual es frecuente subdividir este nivel en dos: regional y comarcal.
- Problemas locales
La ventaja principal de este método es que unifica los aspectos configuracionales o geográficos
con los genéticos o geológicos, en tanto se asume que los primeros deben su fisonomía a los
segundos. Estas ideas parten de Davis (1899b) y fueron estructuradas luego por Fenneman
(1916, 1928); posteriormente son utilizadas por Wooldridge (1932), Linton (1951) o Wright
(1972), Godfrey (1977), Godfrey y Cleaves (1991), entre otros.
Para su utilización con fines aplicados, es necesario insistir de nuevo en el ‘amplio’ sentido
que se otorga a la unidad geomorfológica en la literatura norteamericana: parámetro complejo,
que aglutina litología, estructura, forma y procesos (pasados y actuales); es decir, el resultado
de la actuación de unos procesos geomorfológicos sobre un sustrato geológico a lo largo de
la historia de la Tierra. Estas unidades presentan unas características genéticas y
configuracionales homogéneas, donde quedan contenidos los parámetros ‘aplicables’ de la gea.
Esta filosofía de trabajo, enlaza con la de las primeras clasificaciones fisiográficas realizadas
en la Península Ibérica por Dantin Cereceda (1912, 1922, 1942) y Hernández-Pacheco (1934a,
1955-1956). Se tratarla así de actualizar esas bases y clasificaciones con objetivos de
planificación ecológica.
Con esta base de partida y teniendo en cuenta las conclusiones reflejadas en los apartados
previos (5.1 y 5.2), consideramos que una clasificación que pretenda definir unidades
territoriales debe de cumplir los siguientes requisitos:
- Basarse en atributos evidentes de la superficie terrestre, los cuales pueden cumplir una
función similar a los horizontes, propiedades y caracteres de diagnóstico de las
clasificaciones edáficas más comunes (USDA, 1975; FAO, 1991). La naturaleza de esas
propiedades es distinta para cada nivel, y los criterios que mejor discriminan en cada uno
son los ya reflejados al analizar los fundamentos (ver epígrafe 5.2.1).
- Tener una base configuracional y genética que permita las correlaciones globales y
paniculares entre los diferentes niveles de la escala; pero al mismo tiempo ser flexible en
106 La Geomorfología en los estudios del medio fisico y plan ftlcación territorial
Las características de cada uno de los niveles taxonómicos y los criterios para su clasificación,
son los siguientes:
Equivalen a las major divisions de Fenneman (1916, 1928) y Godfrey y Cleaves (1991), y a
los ‘conjuntos geológicos’ de Pedraza (1978)
Dichas unidades están controladas por la tectónica de placas, y constituyen ‘ciclos geológicos’
responsables de: las grandes estructuras corticales (cadenas montañosas); su arrasamiento
(escudos); acumulación de materiales en depresiones (cuencas sedimentarias); y formación de
productos geológicos que tomarán parte en los nuevos ciclos evolutivos. En definitiva, el
criterio para clasificar regiones físico-geológicas lo otorga la historia geológica (tabla 5.3)
Capitulo 5. Propuesta metodológica 109
Se toma como punto de referencia las grandes orogenias entendidas éstas en un sentido global,
es decir (Pedraza, 1978): implican unos rasgos previos (etapas de litogénesis sedimentaria),
establecen otros característicos (etapas de tectogénesis y petrogénesis endógena), y condicionan
la evolución posterior (etapa de morfogénesis).
El orden de permanencia de estas unidades oscila entre las decenas y centenas de millones de
años, y su estudio más adecuado se lleva a cabo en términos de grandes ciclos (cydic time).
Las regiones geomorfológicas son resultado o expresión de la dialéctica entre las dinámicas
geológica y climática a lo largo de la historia natural de una región (interacción dinámica entre
procesos endógenos y exógenos); la configuración resultante depende del predominio de una
u otra dinámica. Esos factores genéticos del relieve (geológicos y climáticos) han actuado
asociados durante periodos de tiempo amplios (centenas de miles de años a unidades de
millones) y el resultado final deriva de la preponderancia de alguno de ellos.
Por tanto se consideran a este nivel unidades con un patrón de relieve (morfoestructuras,
orografías o fisiografías), derivado de una evolución geomorfológica común (tabla 5.4).
MACRORRELIEVE (OROGRAFÍA) M
elevaciones orográficas e
depresiones, fosas, corredores y valles d
llanuras, planicies, plataformas
y usos antrópicos), es decir: relaciones de distribución entre los elementos que configuran la
superficie terrestre (correlaciones geográficas).
Estos razonamientos destacan los aspectos evolutivos del terreno, es decir su historia
geomorfológica; pero esa historia condiciona a su vez sus características configuracionales. Los
dominios del relieve son pues asociaciones de formas y procesos ligados por relaciones
genéticas y espaciales.
Para nombrar los dominios se seguirá un procedimiento binómico: uno de los términos hace
referencia al proceso dominante dentro del sistema morfogenético, el segundo a la geometría
‘congruentes que sirve para identificar la unidad obtenida de la agrupación de elementos. El
orden de los términos en principio no es importante, si bien se estima más procedente que
primero figure la configuración. Por ejemplo: superficie de erosión, artesas fluviales, sistema
de terrazas fluviales, valles glaciares, crestas de plegamiento, berrocales graníticos, laderas de
fracturación, etc.
Capítulo 5. Propuesta metodológica 113
Tabla 5.5. Ejemplo de nomenclatura para la categoría de dominios del relieve <2)). 2Ypologíos según
Pedraza et al. (1996a).
FACTOR
GEOMORFOLÓGICO TIPO GENÉTICO
frío (periglaciar y glaciar) cf
templado (fluvial) ct
intertropical cálido-húmedo (meteorización) ci
climgtico ca
(procesos) o intertropical cálido-seco (arroyada)
intertropical árido (eólico) ce
marítimo (litoral) cl
polig¿nico op
geológico de plegamiento ep
(estructural) e de fracturación cf
(litológico) 1 volcánico lv
granítico Ig
cárstico 1k
otros (arcilloso> la
otros (conglomerático) ic
Coinciden grosso ¡nodo con las ‘áreas’ y ‘zonas’ de Godfrey y Cleaves (1991), con los
‘elementos geomorfológicos’ de Pedraza (1978) y con los ‘elementos del relieve’ de Pedraza
y Garzón (1978), del cual toma el nombre. También aparecen en la literatura como ‘facetas
del relieve’ o ‘elementos topográficos’.
Se trata de las ‘unidades básicas del relieve’ definidas en base a contrastes geométricos
elementales (cambios, rupturas, etc., de la pendiente); se consideran también como tales, los
agentes de la dinámica terrestre y sus relaciones. Son por tanto la base para establecer el
sistema de relaciones intrínsecas, tanto geométricas como genéticas, del relieve terrestre. Pero
incluso a este nivel de gran uniformidad geomorfológica, existe una cierta heterogeneidad: por
ejemplo, los microrrelieves o pedregosidades que definen los edafólogos; todo ello viene de
nuevo a incidir en la problemática para acordar clasificaciones estandarizadas en Ciencias de
la Tierra.
Aún cuando los elementos del relieve estén definidos por su geometría, son en buena medida
morfogenéticos pues, en última instancia, deben su configuración a un proceso geomorfológico
unitario. En investigación sirven para determinar las acciones dinámicas y, según éstas, definir
114 La Geomorfología en los estudios del medio fisico y plan jilcación territorial
Dadas esas circunstancias, seria conveniente establecer una metodología que separase lo
estrictamente morfográfico de lo genético, ya que las acciones dinámicas pasadas no están
presentes en el territorio y, por tanto, no son relevantes para muchos fines (por ejemplo,
trabajos aplicados). Usando una expresión simple, podríamos decir que: todas las morfografias
cartografiadas en un análisis geomorfológico están presentes en el territorio y, sin embargo,
no ocurre así con todos los procesos descritos. Un intento de clasificar los elementos teniendo
en cuenta esta alternativa, aparece en la tabla 5.6.
decantación (sedimentación) da
caídas (erosión-denudación) ce
caídas (sedinentación-acumulacidn) ca
deslizamiento (erosión-denudación) de
deslizamiento (aedisnentación.acttmulación) da
flujo-reptación (erosión-denudación) re
flujo—reptación (sedimentación-acumulación) rs
inflltración-carstificación (erosión> Ice
resnodelación antrópica ar
Capítulo 5. Propuesta inetodológica 115
Los elementos del relieve son analizables de forma más adecuada en términos de régimen
permanente (steady state), y su escala temporal oscila en el orden de miles de años.
- Procedimiento
Para obtener los elementos del relieve el procedimiento más estandarizado es elaborar un mapa
morfométrico, incluyendo los agentes de la dinámica actual que tienen expresión morfológica
como un rasgo más. Dicho mapa puede realizarse siguiendo procedimientos manuales o
automáticos; en el primer caso hay que hacer un análisis del mapa topográfico, en el segundo
un tratamiento de modelos digitales del terreno. Una vez realizada esa labor deberá asignarse
a cada elemento su génesis, para ello se utilizan dos procedimientos: la asociación
morfometria-acciones dinámicas actuales, siguiendo un método de correlación; y la asociación
morfometría-acciones dinámicas pasadas, siguiendo un método de deducción.
Como resumen de todo lo señalado hasta aquí, la figura 5.6. sintetiza las relaciones y
procedimientos de la propuesta de clasificación.
Regiones fisico-geológica
o —~- ~
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.~ Regiones geomorfológicas 1 ~ - u
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Dominios del relieve ~ u
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Cuadro 5.2. Correlación entre niveles de incidencia de los problemas ambientales y unidades
geo,norfológicas.
INCmENCIA DE LOS PROBLEMAS UNIDAD
Para Gentilli (1968), una de las regionalizaciones más próximas a este particular fue la
realizada por Herbertson: ‘En la determinación de regiones naturales, el clima y la
configuración deben ser considerados conjuntamente. (Herbertson, 1905: 309). Sin embargo
ese objetivo fue más bien una intención, pues su mapa de las ‘grandes regiones naturales de
la Tierra’ es en realidad un atlas bioclimático. También la clasificación de Joerg (1914)
pretendía este carácter integral a pequeña escala (ver cuadro 4.2), pero de nuevo llegó a
idénticos resultados que la anterior.
La Geografía lleva ocupándose de estos temas desde hace más de un siglo y poco es lo que
puede precisarse al respecto, salvo que es un término complejo por definición (ver por ejemplo
Dumolard, 1975) y, como ya se ha señalado, los problemas fundamentales derivan de su
contenido, escala y límites (Sanz Herraiz, 1980>.
En cuanto al contenido, todos coinciden al señalar que debe basarse en el papel que juegan los
elementos físicos para la ordenación del espacio; sin embargo, en la práctica la integración de
Capítalo 5. Propuesta metodológica 117
los mismos ha sido difícil. Por ello, la región suele considerarse un concepto más teórico que
práctico y eminentemente descriptivo. Respecto a la escala tampoco existe acuerdo y parece
que es independiente del orden de magnitud, si bien precisa una extensión mínima (del orden
de la decena de miles de kilómetros cuadrados o superior). A pesar de todas esas
imprecisiones, entendemos que el término ‘región’ mantiene su valor como referente
descriptivo de ‘gran espacio de la superficie terrestre’ dotado de una cierta característica
peculiar. Al elevar esa categoría en base a su contenido, es necesario añadir un calificativo,
así: región geográfica, región climática, región geológica, etc. De todos ellos, el que mejor
refleja la globalidad de los grandes espacios integrados a escala planetaria es el de ‘región
natural’.
Las determinaciones para una planificación integrada a escala global, tendrían que apoyarse
precisamente en la gestión de esas regiones naturales; para ello seria necesario determinar esas
unidades desde una perspectiva total del medio físico, y no exclusivamente bioclimática como
se ha hecho hasta el momento.
A escala de cada una de las franjas o zonas climáticas, se reconoce unánimemente que es la
configuración del relieve quien mejor representa las características del territorio (ver epígrafe
4.2.3.2). Las regiones geomorfológicas aproximan por tanto a la definición de lo que
llamaremos ‘regiones fisiográficas’, entendidas éstas como la unidad integrada a este nivel.
Al contrario que en el caso anterior, el procedimiento para definir estas unidades no consiste
tanto en una ‘superposición’ de atributos físicos y bióticos, sino en el reconocimiento de unas
pautas territoriales asociadas al relieve. Debe tenerse en cuenta que la región geomorfológica
se elabora mediante una síntesis entre lo configuracional y genético (entre lo geográfico y
geológico), por lo cual es relativamente fácil establecer dentro de ella relaciones de
distribución y asociación de los elementos de la superficie terrestre: ése es el fundamento de
la Fisiografía.
Es necesario destacar cómo estas unidades fisiográficas tienen ya una impronta antrópica
significativa, lo cual es lógico puesto que asumen la actividad humana como un factor genético
más del medio físico. A pesar de ello, porciones territoriales equivalentes en cierto modo a
éstas fueron denominadas ‘regiones naturales’ por los primeros fisiógrafos españoles (Dantin
Cereceda, 1912, 1922, 1942; E. Hernández-Pacheco, 1934a, 1955-1956).
118 La Geomorfología en los estudios del medio fisico y planificación territorial
Dantín Cereceda (1912) consideró que esas ‘regiones naturales peninsulares’ eran función
primordialmente de las características geológicas y del relieve, y de la relación de ambos con
la hidrografía; partiendo de todos esos factores —continúa—, se distribuyen los restantes
elementos del medio. Para este autor, pues, las regiones naturales están integradas por: el
relieve (sustrato y forma), el clima, la vegetación (y la agricultura), la fauna, y el hombre;
pero este último sólo en tanto se relaciona con el medio y “en las modalidades de acomodo o
de reacción contra él”. E. Hernández-Pacheco (1934a) entendió las regiones naturales con un
significado fisiográfico-geológico “equivalentes a las provincias en el orden político-
administrativo’, definidas por el “relieve, clima, vegetación y características agropecuarias”
(figura 5.7).
Unstead (1926) también trató de definir unidades integradas a esta escala para el conjunto de
la Península Ibérica, llamándolas ‘regiones geográficas’ y basándose tanto en factores
biogeológicos como humanos. Sin embargo, como puede observarse en la figura 5.8, su
resultado final es una clasificación eminentemente físico-natural, con una importante base
geomorfológica (fisiográfica); es convergente por tanto con las clasificaciones anteriores.
Figura 5.8. Regiones geográficas de la Península Ibérica (según Unstead, 1926): 1, Macizo Galaico; 2,
Cuenca del Sil; 3, Montes Cantábricos; 4, Montes Vascos; 5, Montes Pirenaicos; 6, Costa Portuguesa;
7, Meseta Norte del Duero, 8, Meseta Sur del Duero; 9, Cuenca de Castilla la Vieja, 10, Sierras
Centrales; 11, Meseta del Tajo-Guadiana; 12. Cuenca de Costilla La Nueva; 13, Costa Catalana; 14,
Costa Valenciana; 15, Costa Murciana; 16, Costa Malagueña; 17, Cordillera Andaluza: (a) interna, (b)
externa; 18, Depresión Andaluza; 19, 7?erras Altas Ibéricas; 20, Meseta Valenciana; 21, Montes
Catalanes, 22, Depresión del Ebro.
120 La Geomorfología en los estudios del medio fisico y plan jflcación territorial
Frente a las categorías anteriores, eminentemente sintéticas y que cumplían sobre todo una
función de ‘correlación’ o situación al objeto de establecer planes y políticas ambientales, ésta
corresponde al nivel básico de trabajo en planificación territorial (comparación de alternativas
de usos) y requiere métodos multi o pluridisciplinares. Ello está en consonancia con el
procedimiento para definir los dominios, claramente sectorial (ver epígrafe 5.3.3).
Al igual que ocurre con el término región, el de comarca tiene un contenido dudoso y en la
práctica es eminentemente descriptivo. Simplemente se aplica a una porción del territorio que
trasciende lo local, pero no permite realizar correlaciones generales dado el peso que adquiere
cada uno de los elementos particulares que la componen. A este nivel el factor antrópico es
determinante, no sólo como un ‘agente más de la dinámica natural’ (cualificación prioritaria
que se le otorga al establecer las regiones fisiográficas) sino también como agente social
(responsable de una organización político-administrativa del territorio).
Hasta tal punto puede llegar la influencia del hombre a este nivel, que la comarca se ha
definido sobre todo en función de la organización social. Más concretamente:
Las comarcas fisiográficas constituyen el nivel más apropiado para evaluar el nivel de
autorregulación-antropización del medio; es decir, su desviación del sistema potencial y la
existencia de usos inadecuados.
regulada por políticas nacionales o estatales. Entendemos estos ámbitos, nacional o estatal,
en el sentido que lo hicieran los geógrafos clásicos, es decir: ente cultural histórico-geográfico
o ‘país’, que podría aproximarse a lo que en el Estado Español actual son, grosso modo, buena
parte de las Comunidades Autónomas.
En un contexto más concreto que el anterior tiene lugar la ejecución del planeamiento o, en
sentido más general, el desarrollo de los distintos usos y actividades humanas en el territorio
(nivel de gestión, proyectos). A estas escalas por tanto, los estudios del medio físico atienden
a problemas concretos: evaluación de impactos localizados, restauración de espacios
degradados, etc.
Se trabaja en detalle y los datos que se manejan son ya muy específicos; la información debe
estar medida y caracterizada con rigor, y normalmente se obtiene ¿ti situ con técnicas que no
admiten errores (Aguiló et al., 1992). Los métodos de trabajo más habituales son los
paramétricos y el tratamiento de la información se lleva a cabo a través de Sistemas de
Información Geográfica (STO), en tanto deben resolverse problemas relacionados con
parámetros muy concretos.
Un diagnóstico dinámico-evolutivo de los elementos del relieve (cuál es la historia del territorio
y hacia dónde evoluciona) puede constituir un documento muy valioso para la gestión
territorial, ya que aporta datos para establecer las actividades antrópicas o llevar a cabo las
restauraciones. Esta valoración geomorfológica debe hacerse en términos de grado de
naturalidad, transformación, degradación, estabilidad, etc. Es esencial reconocer el equilibrio
del territorio, y su tendencia, para determinar la ‘resiliencia’ de los sistemas. Se trata así de
caracterizar el grado de ‘distorsión’ o desequilibrio de cada unidad en relación con su
evolución natural (modelo evolutivo teórico) y bajo influencia antrópica (evolución actual).
122 La Geomorfología en los estudios del medio físico y plan Wcación territorial
En síntesis: los elementos del relieve se sitúan en un nivel ejecutivo o de gestión sectorial, y
las valoraciones de contenido más estrictamente geonzorfológico son: potencialidad ed4tlca,
riesgos asociados a los procesos exógenos, evaluación de los grados de equilibrio en el relieve
utilizando ‘geoindicadores’ y en relación con las alteraciones de origen antrópico,
restauraciones de terrenos, y estudios sobre paisaje.
El análisis de la actividad antrópica como ‘nuevo agente geomorfológico’, tiene por objetivo
conocer la incidencia real de las acciones humanas en el funcionamiento de los sistemas
naturales; equivale por tanto a una ‘evaluación de impactos’, sólo que contemplada desde una
óptica histórico-natural.
Aquí interesan tanto las acciones indirectas (efectos geomorfológicos inducidos) como las
directas (modificaciones del relieve original). En el primer caso, tiene lugar una aceleración
o deceleración de los procesos geomorfológicos, alterando su evolución natural; en el segundo,
las acciones implican remodelación del terreno y una verdadera movilización de materiales.
Capítulo 5. Propuesta metodológica 123
PROCESOS POTENCIALES
Dinámica natural
Modelo evolutivo teórico Grado
TERRITORIO -PAISAJE POTENCIAL de ajuste TERRITORIO - PAISAJE ACTUAL
Planificación integrada,
ordenación y gestión tenitorial
(dinÁmica dirigida>
9 t
Aplicable en amplias zonas
del territorio (mediofísico) Aplicable en espacios urbanos
4
Ordenación, conservación Ordenación urbana
y restauración terntonal conservación del patrimonio
espacios verdes
4
RENATURALIZACIÓN ARTIFICIALIZACIÓN
4
Sistemas naturalizados’ Sistemas tecnológicos
a) Modelo evolutivo
tendente al natural
b) Modelo evolutivo
no natural, pero protector (*)
1
Figura 5.9. Esquema conceptual sobre la interpretación (diagnóstico) de la calidad del medio a partir
de estudios histórico-naturales (participación de las valoraciones geo¡norfológicas), y sobre su
incorporación a los procesos de plaraficación. ordenación y gestión territorial. (*) Las condiciones
naturales pueden ser de rexistasia y de dominancia de riesgos naturales; sin embargo, el modelo puede
dirigirse hacia la biostasia o a la prevención y miinnzadón de riesgos, por considerarse másfa vorabíes.
124 La Geomorfología en los estudios del medio ftsico y planificación territorial
- Acciones indirectas
Se trata de los fenómenos geomorfológicos espontáneos (arroyada, caídas, etc.), pero que han
sido desencadenados, atenuados, o acelerados, por una actuación humana; su estudio puede
realizarse pues bajo los mismos parámetros que los naturales. El ejemplo más claro lo
constituye la variación del balance hídrico, con la consiguiente alteración de la tendencia
natural erosión-sedimentación por prácticas asociadas a la deforestación en sus diferentes
modalidades (pastoreo, cultivos, etc.). También pueden considerarse a este nivel, muchos
fenómenos gravitacionales desencadenados o favorecidos por acciones antrópicas directas; los
casos más frecuentes derivan de la removilización de terrenos en obras públicas y minería.
A escala global y como tendencia aún no definida, aparece todo un grupo de procesos que
están siendo afectados por el posible “cambio en la tendencia evolutiva del clima’. Como es
bien conocido, aún deberá discriminarse a este nivel entre lo que es ‘tendencia natural’ y
‘tendencia inducida’. De cualquier manera, y desde la última pulsación glaciar entre mediados
del siglo XV y principios del XIX (Pequeña Edad Glaciar, o del Hielo), se detectan una serie
de fenómenos asociados a las modificaciones en la circulación atmosférica, por ejemplo:
cambios en los balances meteorización-erosión a escala global y con efectos regionales;
elevación progresiva del nivel del mar, retroceso de los glaciares, desertización y aumento de
la acción erosiva por arroyada, etc.
- Potencialidad edáfica
Los factores genéticos en este caso son: litología (roca madre), morfología (procesos de
intemperización y removilización, forma y pendiente del terreno) y formaciones superficiales
a partir de las cuales ha empezado a evolucionar el suelo.
Como ya se señaló, existen dos aproximaciones al paisaje desde esta disciplina científica: según
se trate de un entorno configurado dominantemente por componentes geomorfológícos (paisajes
geomorfológicos), o no (geomorfología del paisaje). En el primer caso se trata de hacer una
valoración intrínseca, en el segundo de contribuir al análisis global del paisaje.
Junto a las cualidades intrínsecas de estos lugares, deben considerarse otras extrínsecas como
son: proximidad a zonas pobladas, asociación con otros elementos notables de la superficie
terrestre (masas forestales, fauna, patrimonio histórico, etc.), ámbito espacial, etc. Este último
se refiere a la dimensión del ‘paraje’ y suele ser considerado para separar figuras y niveles de
protección que, en lo esencial, aquí son ‘parques’ y ‘paisajes’ (grandes espacios) y
‘monumentos naturales’ (lugares puntuales).
El establecimiento de criterios para catalogar estos lugares, siempre ha sido difícil. Así por
ejemplo la Ley 4/89 y las respectivas legislaciones autonómicas, tienden a seleccionar lo que
podríamos denominar ‘morfologíasestandarizadas’: cañones, gargantas, cascadas, formaciones
cársticas, graníticas, volcánicas, etc., sobre las cuales existe un reconocimiento acordado
acerca de sus cualidades estéticas o visuales. Seria pertiente, sin embargo, profundizar en
criterios objetivos de valoración, de modo que puedan ser contrastados en un proceso de ‘toma
de decisiones’; de momento, lo más acertado seria utilizar criterios ‘objetivos’ o ‘técnicos’,
muy próximos a los empleados en la valoración de las cualidades del medio natural: integridad,
diversidad, complejidad, naturalidad, singularidad, representatividad, escasez, fragilidad, etc.
126 La Geomorfología en los estudios del medio físico y plan fficación territorial
Entendido el paisaje como un ‘todo’ sintético, su estudio y evaluación debe realizarse siguiendo
los métodos ya descritos en el apartado 1.2.4; todo ello, con independencia de que haya o no
ciertos componentes que introducen rasgos peculiares, dominantes, singulares, etc., en el
mismo. En este caso, se hace necesario profundizar en las relaciones con otros profesionales
encargados de evaluar las preferencias (psicólogos, sociólogos, ecólogos, etc.), y utilizar la
información obtenida por éstos en sus procesos de evaluación. Recíprocamente, las
clasificaciones fisiográficas pueden reducir la subjetividad de los procesos de evaluación de la
percepción.
Un ejemplo del primer caso seria la correlación entre los relieves accidentados (complejidad
orográfica, o con gran relieve interno) y los paisajes más preferidos estéticamente. E.
Hernández-Pacheco (1934b) ya había señalado una valoración positiva hacia los paisajes
‘agrestes’: TMlasfonnas agrias y agudas en crestería, con los detalles de agujas y picachos”
(Hernández-Pacheco, op. cit.: 12); “El valle cerrado, la garganta, el congosto y la hoz, es lo
típico del paisajefluvial español:paisaje rudo, agreste y fuerte, pero de suprema belleza (...)“
(Hernández-Pacheco, op. cit. :30). Esa relación ha sido puesta de manifiesto con posterioridad
por numerosos autores: Linton (1968), Leopold (1969), Arnot y Grant (1981), Zube et al.
(1982), Brush (1991), Escribano et al. etc.
(1991),
Como hemos señalado, la explicación de esas relaciones compete más a otras ciencias, como
la Psicología, la Ecología o la Sociología, y nosotros nos limitamos únicamente a señalar la
tendencia. Siguiendo con el mismo ejemplo, Kaplan y Kaplan (1989) y Gilmartin (1995)
relacionan la atracción hacia los relieves accidentados con las variables ‘misterio’ y
‘complejidad’ que introducen, y con las necesidades exploratorias de la especie humana.
- Restauraciones de terrenos
Se trata de trabajos a escalas grandes (espacios muy reducidos) que requieren la realización
de píanos topográficos, y análisis muy específicos sobre: litología del sustrato, pendientes,
suelos, procesos actuales, vegetación, etc. El planteamiento en estos casos debería incluir
valoraciones del tipo siguiente: ¿Cuál es el grado de equilibrio del sistema? ¿Cuál será su
evolución futura sin intervención protectora? ¿Qué habrá que hacer para que evolucione en las
direcciones consideradas como más favorables? (González Bernáldez, 1981).
Dado que muchas restauraciones deben recomponer la morfología del terreno, interesa tomar
como punto de partida el mapa geomorfológico y estudiar la dinámica actual en términos de
‘tendencias evolutivas’ a escala regional. Un ejemplo de esta metodología se presenta en la
segunda parte de la Memoria (ver capitulo 8).
Capítulo 5. Propuesta metodológica 127
- A partir de este tipo dc valoraciones intrínsecas son posibles dos vías: bien llevar a cabo
mapas de orientaciones y limitaciones al uso; bien pasar a la fase de evaluación más
estandarizada de planificación ecológica (ver figura 1.2, pág. 17), es decir, realizando mapas
de capacidad-impacto para determinadas actividades (agrícola, forestal, urbanización,
conservación, etc.), y con posterioridad a éstos elaborar mapas prescriptivos, de
recomendaciones y limitaciones, y de compatibilidades entre distintos usos.
128 La Geomorfología en los estudios del medio físico y plan fficación territorial
La tabla 5.7 recoge propiedades intrínsecas relacionadas con las variables geomorfológicas,
y la tabla 5.8 muestra algunos ejemplos de utilización de esas variables en la elaboración de
modelos de valoración intrínseca.
Tabla 5. & Ejemplos de valoraciones intrínsecas (modelos), a partir de parátnetros relacionados con la
geomorfología.
presencia de masas de agin compacidad relieve textus del regolito eatnictiia eddflca litologla
exposición-orienlacidt,
abundancia de morfometrta (pendiente>
afloramientos rocosos —e
verincido cromátiun
del tipo litológico
altitud @robabilldad de
presentar eubieetaa niveles)
Desde el punto de vista conceptual, y dado que sus objetivos finales no están bien clarificados,
unos entienden la ordenación del territorio como algo próximo al Urbanismo. Sin embargo
otros lo hacen equivalente a disciplinas cercanas a la Geografía Humana y Económica.
Finalmente, otros consideran que se trata de un proceso ‘social’ de gestión del territorio a
partir de una planificación integrada, es decir, la puesta en práctica y seguimiento de las
directrices emanadas de la planificación. Desde el punto de vista funcional, es difícil coordinar
toda la normativa que incide en el territorio. La propia Ley del Suelo, en principio urbanística,
Capítulo 5. Propuesta ínetodolc5gica 129
al calificar suelo en su nivel más detallado (municipios) tiene que asumir muchas normas
elaboradas en otras leyes: de Aguas, Espacios Protegidos, Agricultura de Montaña, etc.
Descendiendo a un nivel ‘posibilista’, hay que considerar las distintas figuras de la LS92 y las
normativas establecidas por las diferentes Comunidades Autónomas, como el marco más
adecuado para la integración de las políticas sectoriales. En este sentido globalizador, los
grandes planes sectoriales de ámbito nacional (Plan Director de Infraestructuras, PDT: Plan
Hidrológico Nacional, PHN), no serian sino elementos parciales de un Plan Nacional de
Ordenación (Castelao e: aL, 1995). Esta discusión estará presente a lo largo de todo el
desarrollo expositivo, y a todos los niveles de planificación. En cualquier caso, en un ejercicio
teórico como el que aquí se aborda, es posible otorgar a la LS92 ese carácter globalizador; es
decir: la normativa legal llamada a asumir los planteamientos de la ‘planificación territorial con
base ecológica’ o ‘planificación integrada’. Otro problema no menos importante que el anterior
se asocia con la dificultad para establecer equivalencias precisas entre unidades del relieve, o
integradas, y ámbitos geopoliticos-figuras de planeamiento. Ello se debe a que ambos atienden
a dos evoluciones diferentes: historia natural, la primera; historia social, la segunda.
A pesar de esta problemática para la correlación, entendemos que debe hacerse un intento de
aproximación entre los espacios territoriales ‘naturales’ y las normativas elaboradas para su
gestión. Esa correlación podría ser como aparece en el cuadro 5.3, que sintetiza toda la
propuesta metodológica que se ha venido describiendo en este capitulo 5.
130 La Geomorfología en los estudios del medio finco y plan f/Icación territorial
Cuadro 5.3. Propuesta para la utilización de categorías geomorfológicas con objetivos de planificación
territorial.
morfogéssesis
GÉNESIS histocia geológica historia geomorfológica mnrfogénesis compleja elemental
- llanura - ladera
- corredor - acantilado
ESCALA DE
REPRESENTACIÓN < I.5CO3flE ~ l:5.~.~) ~ I:2fMItL~ ~ l:5O.~
- familia (USDA,
CORRESPONDENCIA CON - orden/suborden - gnipo/gran grupo - subgrupo (USDA, 1975) 1975)
CATEGORÍAS EDÁFICAS (USDA, 1975) (USDA, 1975) - grupo <FAO. 1991) - unidad <FAO. 1991)
CORRESPONDENCIA CON
CATEGORÍAS - re~ón - provtnca/sector - distuito - tesela (Rivas
BIOGEOCRAFICAS (TSkhtajasi, 1986) (Talchlajasi. 19Ió) (Rivas Martínez se aL. 1957> Martínez es al. - 1917j
IJN1DADES INTEGRADAS rqió.s natural región fisiogrínca eeunarn flslogrífles unidad anihiesital
OTROS COMPLEJOS (majar nonos! rqicnj (Das,tfn Cereceda. 1922) - comarca natural . estación
1934a)
ÁMBITO DE
PLANEAMIENTO - gJofral - regional - comarcal - local
ADMINISTRATIVO
Coordinación - N de Ordenación
INSTRUMENTOS
PLANEAMIENTODE -Terrtorio
Carta Europea
Ordenación ~ de Terrtorlslea
- Directrices
Coo.-dinaeión tle
ele - Normas UrbanLt¡~
Comarcales - Nonas.,
S,tMisrin
Mtirtlclpalta
Tras una prospectiva exploratoria, es necesario destacar la escasa relevancia que presentan en la
región los riesgos naturales, siendo por el contrario la degradación del paisaje y la pérdida de
naturalidad el problema más generalizado. En efecto, el entorno referido sufre actualmente
importantes modificaciones debidas o asociadas a la implantación de nuevas actividades,
esencialmente urbanísticas, industriales y de infraestructuras; éstas tienden a sustituir a las
agrosilvopastoriles, responsables de la transformación histórica de la región.
El origen de esas transformaciones puede considerarse reciente dado que, tras el despoblamiento
generalizado del medio rural en la década de 1960, no tuvo lugar una reorganización inmediata
como sucedió en otras regiones donde se instalaron usos alternativos, básicamente de tipo industrial
o servicios.
134 Ámbito de aplicación
Debido a lo anterior, es en la última década cuando se han producido importantes alteraciones del
paisaje, sobre todo a través de dos vías principales de comunicación: el eje Madrid-La Coruña (N-
VI, A-VI) en su enlace con Segovia a partir de la carretera N-603; y la Nacional 1 en su conexión
con Segovia por la N-l 10.
Es así cómo el modelo de transformación de un espacio rural en otro de carácter urbano acaecido
ya en gran parte de la vertiente meridional de la Sierra, corre el peligro de extenderse a este sector.
De hecho, el corredor que forman estos piedemontes constituye el áreade toda la región castellano-
leonesa con mayor presión urbanística (JCL, 1996). Por otro lado, este tipo de procesos quedan
multiplicados dadas las perspectivas existentes para este entorno: desdoblamiento de la N-603,
mejora de la N-l 10, proyecto de TAV del noroeste.
En este hilo argumental, conviene no perder de vista que este conjunto de actividades asociadas a
lo ‘urbano’ está superponiéndose a otras ‘rurales’ o tradicionales que, frente a las primeras,
siempre se han evaluado poco menos que ‘inofensivas’ para el equilibrio natural del territorio. Es
preciso tener en cuenta que las segundas —es decir, las transformaciones asociadas a la actividad
rural— no fueron siempre tan armoniosas; es más, por su duración —y a veces intensidad— han
tenido un importante reflejo en la modificación del paisaje. De manera sintética, podemos decir que
las consecuencias de este conjunto de actividades han sido: un proceso generalizado de degradación
de la cubierta vegetal y edáfica, y la modificación del relieve original por canterado y minería.
Debido a la problemática descrita, han sido varias las propuestas recientes de ordenación territorial
para este espacio (Normas Subsidiarias con ámbito Provincial, Directrices de Ordenación
Territorial, Red de Espacios Naturales) si bien ninguna de ellas ha consolidado en acciones
precisas.
Junto a lo anterior destacan las características del relieve, con gran variedad de configuraciones
morfológicas. Ello es debido a que este espacio participa de las tres grandes regiones geológicas
peninsulares, lo cual condiciona una historia evolutiva compleja y, en consecuencia, múltiples
sucesiones y asociaciones de formas.
Ámbito territorial de aplicación: vertiente septentrional de las sierras de Guadarrama, Somosierra y ,4yllón.
6. EL TERRITORIO
La región objeto de estudio forma parte del Sistema Central: montaña que destaca en la Meseta por
sus ambientes diferenciados (González Bernáldez, 1992), y constituye un verdadero “oasis
ecológico” en el centro peninsular (Pedraza, 1992).
En su mayor parte, este territorio queda incluido en el denominado Macizo Hespérico; en realidad
corresponde a los ‘restos peninsulares’ de la gran cordillera hercínica europea, y por tanto le
caracterizan unos materiales antiguos (paleozoicos, a veces proterozoicos) de naturaleza ígnea y
metamórfica en diferentes grados de transformación (la ‘Iberia silícea’ de Hernández-Pacheco,
1955-56). Según la composición de esos materiales y la estructura tectónica ‘residual’ de aquella
orogenia, se han definido una serie de unidades geoestructurales; la región estudiada, queda
incluida en la zona Asturoccidental-Leonesa y Galaico-Castellana de Lotze (1945), o Centro-Ibérica
de Julivert et al. (1972).
En sus bordes oriental y septentrional, el macizo antiguo se pone en contacto con materiales de
cobertera, fundamentalmente mesozoicos, y recubrimientos recientes cenozoicos. Los primeros
representan una ‘penetración’ hacia esta región geológica de la alpina peninsular (la ‘Iberia
calcárea’ de Hernández-Pacheco, op. cit.); los segundos forman parte de las cuencas sedimentarias,
que se generaron durante la reactivación alpina de estas montañas (la ‘Iberia arcillosa’ de
Hernández-Pacheco, op. cit.).
Asípues, desde el punto de vista geológico estamos en el contexto de un macizo antiguo (hercinico)
quefue reactivado durante la orogenia alpina; en sus bordes sepone en contacto con terrenos más
modernos. pertenecientes a las coberteras alpinas y recubrimientos postalpinos.
6.1.1. El relieve
En primer lugar, no existe un trabajo sistemático que abarque este sector y son escasos los ensayos
de síntesis para objetivos aplicados; en cambio, hay gran heterogeneidad, dispersión, y
solapamiento de trabajos básicos sobre geomorfología regional.
El único estudio con carácter sistemático, lo constituyen los mapas geomorfológicos a escala
1:100.000 incluidos en la cartografía geológica del proyecto MAGNA; sin embargo se limitan al
sector occidental, en el cual también se ha realizado una tesis doctoral sobre geomorfología
(Fernández García, 1988a). Por tanto, únicamente ese sector presenta un nivel de información
adecuado a nuestros objetivos.
De esta forma, nos vimos obligados a llevar a cabo un estudio de investigación geomorfológica
para el sector oriental. Una vez realizado, se procedió a unificar la información con la del sector
occidental y posteriormente se sintetizó toda ella para clasificar el relieve.
Dado que en dicho análisis se describe detalladamente el relieve, aquí nos limitaremos a hacer un
breve planteamiento sobre las características del mismo.
En sus líneas esenciales, estos relieves deben su configuración a los acontecimientos geológicos
ocurridos durante la orogenia alpina: las principales fracturas del zócalo proterozoico-paleozoico
originadas por la tectónica frágil tardihercinica, fueron reactivadas durante esa orogenia; el
conjunto quedó desnivelado en bloques, obligando a las coberteras sedimentarias mesozoicas
suprayacentes —y en menor medida a las cenozoicas— a adaptarse a las deformaciones mediante
pliegues y fallas.
Por la rigidez de los materiales del zócalo, esa reactivación dio como resultado una morfoestructura
característica denominada block mauntain; es decir, alineaciones seriadas de horsts y grabens
limitados por fracturas, que corresponde grosso modo a lo que antiguamente era referido como
montañas estructuradas en ‘estilo germánico’.
los siguientes elementos: dos escalones sucesivos en la base (rampas superior e inferior), otro
intermedio (parameras) y, por último, una planicie de cumbres (cimas).
En lo esencial, esta evolución está secuenciada por una herencia antigua que elabora la gran
penillanura que forma cimas y parameras, y otra reciente responsable del modelado de las rampas
en un ambiente de sabana durante el terciario. Estas planicies constituyen el punto de partida para
la organización del relieve a nivel regional y, por ello, son las unidades básicas para la correlación
entre todos los sectores del Sistema Central. Sin embargo, a otro nivel más detallado aparecen
ciertas diferencias controladas por la morfoestructura y morfolitologia; en base a ello, se ha
propuesto distinguir tres sectores (ver Pedraza, 1994a): uno central, que agrupa las sierras de
Guadarrama y Gredos, eminentemente granítico y metamórfico de alto grado de transformación,
con el relieve estructurado en horsts y grabens; dos de borde, oriental (Somosierra-Ayllón) y
occidental (sierras de Gata y Peña de Francia), caracterizados por rocas metamórficas de bajo grado
de transformación, con el relieve estructurado según las alineaciones de plegamiento antiguo
remodeladas diferencialmente por la erosión (relieves apalachianos).
Sobre esa morfoestructura general, han actuado una serie de procesos degradando morfologías
previas y sobreimponiendo la suya propia. En general se trata de los fenómenos ocurridos durante
la evolución cuaternaria, caracterizada por acciones fluviales, glaciares, periglaciares, y en menor
medida gravitacionales.
Restos de morfologías antiguas más o menos degradadas y las nuevas propias de los procesos
actuales y recientes (Cuaternario), constituyen los elementos base de toda cartografía e
interpretación morfogenética que, a posteriori, se integrarán para definir las unidades a distinta
escala. Dadas estas circunstancias, el grueso de la información que queda reflejada en el anexo
corresponde a los elementos, pues han sido la base para la clasificación del relieve en las categorías
de detalle.
Como referimos en la introducción a esta Parte 11, las transformaciones efectuadas por el hombre
en este territorio derivan, primordialmente de actividades relacionadas con los sectores primarios
tradicionales (agrosilvopastoriles). La progresiva extinción de esas actividades (abandono casi total
de tierras marginales y disminución de la cabaña ganadera extensiva) parece irreversible en el
contexto sociopolitico dominante, y supone un punto de inflexión histórico en la tendencia iniciada
en la Alta Edad Media. Todo ello permite por primera vez en muchos siglos, acometer un proceso
generalizado de ‘renaturalización’ del medio (rural).
Sucede sin embargo, que la ‘fácil disponibilidad’ de territorio está dando lugar a su ocupación
desordenada por actividades industriales y urbanas. Este proceso, aunque generalizable a otros
espacios de la Península Ibérica, toma aquí rasgos especiales debido al modelo de referencia en que
se apoya: la vertiente meridional de la Sierra de Guadarrama y Madrid. Desde determinados
ámbitos locales se promueve imitar dicho modelo en la vertiente septentrional.
140 La Geomorfología en los estudios del medio jisico y planWcación territorial
Así las cosas, la transformación actual más importante en esta vertiente del Sistema Central se
encuentra asociada a los procesos de urbanización. Dicho proceso es enormemente complejo, y
hasta ahora siempre lo han regulado los criterios económicos frente a los territoriales. No es
extraño, por tanto, que sobre un paisaje de fuerte impronta agrosilvopastoril, se estén imponiendo
hoy urbanizaciones e infraestructuras (autovía San Rafael-Segovia, trazado del TAV hacia el
noroeste peninsular), a la vez que cobra interés el sector de las rocas industriales con numerosas
actividades extractivas en el entorno de la Sierra.
Aunque el antecedente más inmediato de la configuración actual del territorio rural de esta zona
puede situarse en las transformaciones acaecidas desde la Alta Edad Media, lo cierto es que las
modificaciones de origen antrópico tienen raíces más antiguas, casi ancestrales.
Haciendo una revisión en orden cronológico, comenzamos por señalar que la incidencia real de la
intervención humana en este sector durante el Paleolítico es difícil de conocer, si bien parece que
fue escasa; se cita la presencia de actividad antrópica en las proximidades de la Sierra (Cueva de
la Griega, Pedraza) en base a restos datados en unos 20.000 años (Barrio et al., 1987), es decir,
Paleolítico Superior.
Según Zamora (1989), las primeras transformaciones territoriales dignas de mención —al igual que
en otros ámbitos geográficos próximos— se remontan al periodo Neolítico. De esa época datan las
primeras deforestaciones asociadas, sobre todo, al inicio de asentamientos humanos permanentes
que desarrollan la agricultura, y domestican el ganado; en cualquier caso y en relación con otras
regiones ibéricas, parece que tales sucesos aquí no fueron importantes, debido a la existencia de
una menor densidad de población. Y menos aún en las proximidades de la Sierra, donde
únicamente las zonas cársticas conservan restos arqueológicos atribuibles a este periodo (Cueva de
Los Enebralejos, en Prádena; Cueva de La Vaquera, en Torreiglesias).
Durante las edades del Bronce y del Hierro tiene lugar un crecimiento demográfico, y se
intensifican las actividades antes referidas. La aparición en estas épocas de poblados en zonas altas
(pequeños ‘castros’), como los del Cerro de la Sota (Torreiglesias), Segovia, Pedraza, o Ayllón,
fácilmente defendibles, llevó aparejada la tala de vegetación en las zonas inmediatas a dichas
defensas, así como una considerable modificación del entorno más próximo (Zamora, op. cit.).
También se vieron afectados en mayor medida los espacios más fértiles, como las vegas, asociados
a una economía basada en la existencia ya de numerosos rebaños de bóvidos y ovicápridos, como
demuestran los restos arqueológicos encontrados en la cueva de la Solana de la Angostura en
Arevalillo de Cega (Moreno Sanz, 1989).
Capitulo 6. El territorio 141
A partir de la Edad de Bronce la incidencia sobre el paisaje comienza a ser notoria, siempre
asociada a un aumento demográfico y a una diversificación de los tipos de asentamientos y
actividades. Las primeras roturaciones importantes para explotaciones agrícolas situadas en torno
a las villas, datan de época romana (Zamora, op. cit3. Existen restos de villas rústicas de edad
romana en Madrona, Segovia, Pedraza, Valseca, Ventosilla y Tejadilla, Requijada, y Orejana
(Barrio et al., op. cit.).
Todos los datos apuntan a que los visigodos no introdujeron grandes cambios en los usos del suelo
instalados por el mundo romano, siguiendo una organización similar en cuanto a explotaciones
agrarias se refiere y aprovechando incluso sus asentamientos.
Las luchas entre musulmanes y cristianos debieron generar también la desaparición de importantes
masas arboladas, bien mediante estrategias de tierra quemada, bien por su uso ganadero; así, el
carácter ‘montaraz’ de estas tierras con abundantes zonas de pastos y bosques, fue siempre muy
favorable al uso pecuario, actividad que contaba con la ventaja de adaptarse perfectamente —por
su movilidad— a un espacio con carácter de ‘frontera’ (Allué et al., 1995).
Sin embargo, el momento histórico del que data la deforestación masiva de superficies en el
piedemonte septentrional de las sierras de Guadarrama y Somosierra-Ayllón, llega con la
Repoblación, en la Alta Edad Media. Conforme se fundaban o reorganizaban pueblos con el avance
cristiano hacia el sur peninsular, los núcleos ya instalados vieron aumentar de modo considerable
el número de habitantes; por ello fue necesario extender los cultivos a expensas de pastizales y
bosques.
Esas transformaciones tuvieron mayor incidencia en los sectores del piedemonte, quedando las
‘sierras’, o espacios orográficamente más elevados, aún en un estado prácticamente ‘natural’. Así
por ejemplo, la Sierra fue para esta época un espacio utilizado mayoritariamente para la caza.
Enríquez de Salamanca (1981) se hace eco de varios pasajes dei Libro de la Montería de Alfonso
XI, en el que se citan expresamente lugares como la ‘Garganta de Ruy Velazquez’ (cabecera del
rfo Moros), la ‘Acebeda de Riofrio’, ‘Valsavin’ (Valsain), o ‘La Mata de Pirón’, los cuales son
descritos como espacios donde abundan el oso, el jabalí, el corzo y el lobo. Precisamente esa
abundancia de caza condicionó la elección de los montes de Valsain como cazadero por los
primeros reyes de Castilla.
Tenemos pues que las primeras transformaciones territoriales importantes tienen lugar en el periodo
de la Edad Media, con una explotación articulada en torno a las Comunidades de Villa (o Ciudad)
y Tierra, estructuras cuya influencia aún hoy es perceptible. Las villas que mayor peso tuvieron
sobre las tierras de la Sierra fueron: Segovia (ciudad), Pedraza y Sepúlveda en el sector central;
y Riaza, Fresno y Ayllón en el sector más oriental. Pero además, la influencia real de las
comunidades segovianas sobre el conjunto montañoso fue importante a partir de este periodo, cuyo
territorio histórico penetraba ampliamente en la vertiente meridional (sexmos de Lozoya,
Manzanares y Casarrubios).
142 La Geomorfología en los estudios del medio Jisico y plan j/icación territorial
Superado el problema de lucha con los árabes, comenzó una enconada disputa entre agricultores
y ganaderos, como es lógico, a expensas de los espacios arbolados; en las comarcas serranas ese
pulso se decantó, sobre todo, a favor de los segundos. En efecto, si existe una actividad cuyo
crecimiento debió ser espectacular en el medievo fue la ganadería. Esta circunstancia se vio
favorecida por las características del medio físico (sustrato y clima), de vocación claramente
silvopastoril. La ganadería ovina experimentó en este periodo un gran incremento; los propietarios
de los grandes rebaños culminaron su potencial con la creación del ‘Honrado Concejo de la Mesta’
en 1273, cuya trayectoria histórica se prolongó hasta principios del siglo XIX.
El incremento de la caballa ganadera hizo que la extensión de zonas pastoreadas fuera notable
(Barrio et al., 1987): primero con una trashumancia entre la Sierra y la Meseta; posteriormente
con una trashumancia larga, pasando a la vertiente meridional de la Sierra. De este modo las
vertientes septentrionales de Guadarrama y Somosierra-Ayllón quedaron convertidas en “la más
importante encrucijada de la trashumancia castellana” (Barrio et al., op. cit.), situada en el centro
de una red de comunicación de vías pecuarias que conectaban los pastos veraniegos al norte del
Sistema Central con los invernales del sur, en Extremadura y Andalucía. Son numerosos los restos
que quedan hoy de esa superestructura ganadera; en especial la red de comunicaciones mediante
vías pecuarias, de la que es un magnifico ejemplo la ‘Cañada de la Vera de la Sierra’ (Soriana
Occidental), así como varios ‘ranchos’ o ‘esquileos
Esta actividad, responsable del esplendor económico de Segovia durante varios siglos, tuvo una
incidencia no menos importante en la cubierta vegetal y edáfica de todo el piedemonteserrano (foto
6.1). Se hace muy difícil cuantificar las repercusiones reales de ese sobrepastoreo, pero
seguramente fue mucho más importante de lo que imaginamos. Probablemente tenga este origen,
por ejemplo, el aspecto ‘desnudo’ que ofrecen muchas laderas serranas actuales ej., pico de La
(p.
Durante todo este periodo medieval los bosques fueron quedando progresivamente confinados a
espacios comunales sobre los que, por otra parte, empezaron a pesar duras ordenanzas para castigar
las cortas excesivas o sin autorización (Allué et al., 1995).
Ya en la Edad Moderna el incremento de los cultivos afectó a amplios sectores del piedemonte, y
estuvo de nuevo motivado por un aumento demográfico generalizado. De este modo, mediante
roturación, se fueron incorporando al cultivo tierras cada vez más marginales y de peor calidad.
El efecto de esas actividades agrícolas sobre la cubierta vegetal tampoco es fácil de valorar, pero
todo permite suponer que el incremento de la superficie roturada se produjo en detrimento del área
ocupada por encinares y quejigares, sobre todo en las campiñas.
provocó una escasez de pastos, haciendo disminuir la cabaña ganadera (Barrio et al., op. cit.).
Capítulo 6. El territorio 143
Al elaborarse el Catastro del Marqués de La Ensenada a mediados del siglo XVIII (ver Allué et
al., op. cit.), los usos del suelo eran ya muy similares a los actuales, condicionados sin duda en
gran parte por el medio físico: los relieves de campiña próximos a la Sierra se dedicaban
mayoritariamente al cultivo de cereales, mientras que éstos eran más escasos en las comarcas
situadas sobre los terrenos del piedemonte, donde abundaban los pastos y el terreno improductivo.
Por la repercusión que posteriormente tendrfa para su mantenimiento, es necesario destacar aquí
un hecho significativo que ocurre en este momento histórico: nos referimos a la incorporación a
la Corona, en 1761, de los Montes y Matas de Pinares y Robledales de Balsain, Pirón y Riofrio
—pertenecientes hasta entonces a la Junta de Nobles Linajes de la ciudad de Segovia—.
Es necesario destacar para este periodo, cómo la Sierra y su piedemonte aún conservaban
importantes masas forestales. Lainez (1964), describe una Real Ordenanza promulgada en 1774 por
la que se declara vedada y acotada “para real recreación y entretenimiento” la caza y la pesca en
el-citado real bosque de Balsain, compuesto entonces por masas que se extendían desde el Puerto
de Navacerrada hasta Navas de San Antonio, Marugán, Sangarcia, Afle, Ahusin, Cantimpalos,
Pinillos, Peñarrubias, Torreiglesias, Carrascal, La Cuesta, Santiuste, Torre Val y Navafria. De este
trabajo parece deducirse que, aunque con carácter discontinuo, las masas forestales ocupaban
entonces una extensión considerable en el entorno de la Sierra, al menos en el área de influencia
de estos ‘reales bosques’.
Otro aprovechamiento ancestral con especial incidencia en esta época, el carboneo, parece ser
responsable de los paisajes adehesados del robledal situado al pie de la Sierra, denominados
popularmente ‘matas’; entre las descritas desde antiguo como tales, es posible citar las actuales de
Riaza, Valsain, La Saúca y Pirón.
La invasión francesa de 1808, llevó pareja la puesta en práctica de las ideas económicas liberales
imperantes en la Europa de aquéllos momentos. Una de ellas, los conocidos procesos de
desamortización, debieron provocar importantes modificaciones en el paisaje vegetal de este sector
de la Submeseta Norte. Significativo fue, por ejemplo, el proceso desamortizador de los bienes de
la Iglesia, realizado al amparo de la Ley Mendizabal de 1837, que afectó en la provincia de
Segovia a importantes propiedades eclesiásticas. Sin embargo, la actividad desamortizadora más
intensa se desarrolló tras la entrada en vigor de la Ley Madoz de 1855, destinada a facilitar la
enajenación de terrenos comunales del Estado, la Iglesia y el Ejército, entre otros. Se trataba así
de privatizar, en definitiva, todas las tierras susceptibles de ser cultivadas.
De nuevo según Allué et al. (op. cit.), las repercusiones de la Ley Madoz en lo que a roturación
de terrenos forestales se refiere no han sido establecidas todavía con exactitud. Se sabe que
desaparecieron sobre todo encinares y en menor medida sabinares. Estos últimos fueron siempre
menos solicitados por los particulares, por estar ubicados sobre suelos poco aptos para el cultivo
agrícola; los encinares, localizados en suelos potencialmente cultivables, fueron los más afectados.
Así pues, la extensión de las tierras de cultivo a lo largo de todo el siglo XIX fue importante, y
debida a: los procesos de desamortización, la supresión de los privilegios de la Mesta, y un notable
144 La Geomorfología en los estudios del medio fisico y planificación territorial
crecimiento demográfico (Barrio et al., op. cit.). Tras una crisis generalizada del sector agrícola
a finales del siglo XIX, en las tres primeras décadas del siglo XX se produce una recuperación que
va unida a las mejoras técnicas.
La época de la posguerra civil estuvo marcada por la penuria y la crisis generalizada. Tanto es así
que, por ejemplo, las producciones de cereales no llegaron a alcanzar de nuevo los valores de 1935
hasta el año 1955, momento en el que se cifra la máxima extensión de terrenos cultivados de las
últimas décadas (Barrio et al., op. cit.); esta circunstancia queda manifiesta en el seguimiento
realizado para el área de estudio a través de fotografías aéreas del año 1946, donde es posible
observar amplias superficies del piedemonte cultivadas.
Aunque con origen antiguo, de esta época datan también importantes repoblaciones forestales en
la vertiente septentrional del Sistema Central. Las llevadas a cabo después de la Guerra Civil,
fueron realizadas por el Patrimonio Forestal del Estado, más tarde el ICONA, sobre terrenos
adquiridos por el Estado en las laderas norte de Guadarrama y Somosierra, en altitudes
comprendidas entre los 1.200 y 1.900 metros; las especies más utilizadas fueron el pino silvestre
y, en mucha menor medida, el pino laricio y el pino negral (Allué et al., op. cit.).
La práctica de estas actividades transformó notablemente el paisaje, cubriendo buena parte de las
antiguas laderas serranas. Las repoblaciones de pino silvestre en la sierra segoviana han estado
sujetas a diferentes interpretaciones. Para unos, han configurado masas de gran calidad, al haberse
implantado en lugares bien adaptados a sus características ecológicas y haber respetado buena parte
de los piornales y pastizales de altitud, tan importantes para la ganadería; para otros, no todas las
repoblaciones parecen haber sido tan benefactoras. En cualquier caso, las masas de pino silvestre
constituyen posiblemente la imagen con que más se identifica esta vertiente del Guadarrama.
Las actividades extractivas fueron importantes desde antiguo en toda la zona, especialmente
aquéllas que explotaban los materiales sedimentarios cretácicos (arenas silíceas y arcillas
refractarias) cuya extensión en el piedemonte septentrional de la Sierra de Guadarrama es amplia.
Las primeras referencias históricas bien documentadas datan de 1451, fecha en que el rey Enrique
IV prohíbe la extracción de arenas en las proximidades de la muralla de la ciudad de Segovia
debido a los problemas de derrumbamiento que ocasionaban a ésta (ver Diez Herrero y Martin
Duque, 1993a). Pero un hecho parece condicionar sobremanera la explotación de arenas silíceas
y arcillas refractarias en las proximidades de Segovia: la creación de la Real Fábrica de Vidrios
y Cristales de La Granja, en 1770. Bowles (1775) ya habla de la importancia de tal actividad en
este entorno condicionada por la real fábrica, y Areitio y Quiroga (1874) señalan además la
utilización de los materiales caolinicos y silíceos para la manufactura de porcelanas en la ‘fábrica
de loza’ La Segoviana.
Capítulo 6. El territorio 145
Prueba de la antiguedad de las actividades mineras es que los autores citados, junto a Cortázar
(1891) o Calderón (1897), señalan la existencia de estas explotaciones “desde tiempos
inmemoriales”, indicando su localización en La Lastrilla, Bernuy de Porreros, Hontoria, Espirdo,
La Higuera y en la propia ciudad de Segovia. Cortázar (op. cit.) hace notar la gran importancia
industrial que habrían de tener estos materiales cretácicos —como en realidad ha sido y está
siendo—.
En torno a la década de 1950 tiene lugar un nuevo auge de estas actividades, aún para proporcionar
arenas con destino a la fábrica de vidrio de la Granja pero ya con un mercado mucho más amplio.
El método de explotación mas común empleado en esta época son las ‘galerías’ o ‘cuevas’,
excavadas directamente en los materiales, y pequeños frentes muy superficiales en la ladera a modo
de pequeñas ‘calicatas’.
Tales aprovechamientos históricos han dado lugar a una serie de canteras abandonadas, cuyos restos
son visibles casi de forma continua en prácticamente todos los frentes de cuesta de la zona,
especialmente en el entorno de la ciudad de Segovia (laderas de El Terminillo; foto 6.2) y en los
núcleos rurales cercanos (Hontoria, La Lastrilla, Espirdo, La Higuera).
Cortázar (op. cit.) también destaca la relevancia de las canteras de calizas y dolomías para
construcción o la obtención de ca]; de nuevo se localizan en el entorno de la ciudad de Segovia
(valle de Tejadilla, Altos de La Piedad, Zamarramala, La Lastrilla, valle de Matamujeres), donde
el número de edificios históricos es grande, y en Bernuy de Porreros, La Higuera, Caballar, o
Vegas de Matute. Por otro lado y como lo demuestran numerosas edificaciones religiosas
construidas con esas rocas, la cantería de calizas y dolomías debió ser importante en el área de
influencia de la Comunidad de Villa y Tierra de Pedraza en el periodo medieval.
Otro uso principal de la ‘cantería’ practicada en los escarpes de frentes de cuesta sobre materiales
cretácicos, fue la reparación de caminos y la construcción de ‘cercados’ (Moreno Sanz, 1989).
También existió desde antiguo una cantería en materiales de la Sierra, como muestran la infinidad
de edificios construidos con ‘granitos’ (Acueducto y palacios renacentistas de Segovia) o la
arquitectura popular en pizarra o cuarcita (Becerril, El Muyo, Alquité).
La minería metálica ha dejado vestigios dispersos por toda la Sierra; destacan los restos de las
minas romanas en Otero de Herreros, arroyo Zancado (Vegas de Matute), y las proximidades de
Riaza; la primera, del siglo 1 d.C., con “un gran depósito de escorias ferruginosas”, así como
excavaciones rellenas de escombros y cimientos que parecen indicar la existencia de fundiciones
y otros edificios anexos (Cortázar, 1891). Más recientemente, las explotaciones quedan restringidas
a pequeñas minas y calicatas que explotaban filones de cuarzo con mineralizaciones hidrotermales
aprovechando la demanda de wolframio en el periodo de la II Guerra Mundial. Su incidencia
ambiental se limita a pequeñas escombreras de estériles, que salpican las laderas de la Sierra en
localidades como El Espinar, Otero de Herreros, Rades del Puerto, Bernuy de Porreros, etc. Este
espectro se completa con explotaciones puntuales de yacimientos cupríferos, mineralizaciones de
piritas, arsenicales, óxidos, etc., incluso indicios de oro y plata en el entorno de Riaza.
146 La Geomorfología en los estudios del medio físico y planficación territorial
El hecho fundamental que determina la articulación de los núcleos rurales en este territorio es,
como ya apuntamos, el proceso de repoblación castellana y de él derivan ciertos topónimos ligados
a repobladores (Sanchopedro, Martin Muñoz de Ayllón, Santibáfiez de Ayllón). Así, salvo algunas
poblaciones más antiguas creadas con fines defensivos (Segovia, Pedraza, Sepúlveda, Ayllón), la
mayor parte proceden de la organización de este territorio en Comunidades de Villa y Tierra (a
partir del siglo XI); en ellas, la Villa era el centro administrativo y su Tierra estaba formada por
un conjunto de poblaciones adyacentes. Esas poblaciones menores se habrían establecido en muchos
casos por una especialización funcional, en virtud de las características del medio físico: pastos,
bosques, puertos de montaña, etc., pero casi siempre conjugando estos recursos con una relativa
—y segura— proximidad a cursos de agua. Y he aquí que el origen de la mayor parte de los
topónimos sea precisamente de tipo fisiográfico: Val de San Pedro, Sotosalbos, Collado Hermoso,
La Salceda, Guijasalbas, El Arenal, Navafria, La Matilla, Matabuena, Matamala, Sonsoto, Riofrio,
Valsain, La Cuesta, Huerta, Prádena, Valleruela, La Lastrilla, etc.
Esta distribución del poblamiento, de origen medieval, apenas se vio modificada posteriormente
por la construcción de los palacios reales de Valsain, La Granja o Riofrio; en estos casos, los
lugares escogidos, primero por los Austrias y luego por los Borbones, estaban siempre relacionados
con la caza y el descanso estival (CENEAM, 1993). Una discusión frecuente e interesante, se
suscita en torno al ‘impacto’ que debieron provocar dichas construcciones sobre su entorno y las
valoraciones que de ello se hace en la actualidad.
Y no seria ya hasta finales del siglo XIX y principios del XX, cuando otro factor condicionará la
creación de nuevos núcleos urbanos en estas comarcas: la construcción del ferrocarril Villalba-
Segovia a finales del siglo pasado, hecho que dio origen a los núcleos de la Estación de El Espinar
y Gudillos.
Varios autores (Sanz Herraiz, 1992; Sintes a al., 1994; entre otros), han tratado el llamado
“descubrimiento del Guadarrama”, efectuado a finales del siglo XIX y principios del XX por una
serie de científicos e intelectuales. A partir de ese momento la Sierra comenzaría a percibirse como
un espacio capaz de otorgar más beneficios que inconvenientes —como hasta ese momento había
sucedido—.
Uno de esos beneficios era, y es sin duda, el clima estival. Breñosa y Castellarnau (1884)
comparan los climas de Madrid y San Ildefonso, y señalan que este factor es uno de los que más
habrían influido en la elección del Real Sitio como lugar de veraneo:
“Tan notables d<ferencias explican la venida periódica de una elegante colonia madrilefla
que, huyendo del aquel abrasadory caliginoso estío, busca grato solaz y benigno temple
en el fresco y embalsamado valle de Valsain.” (Breñosa y Castellarnau, 1884: 27).
Se produjo así la instalación de las primeras colonias burguesas de veraneantes en los pueblos de
la vertiente septentrional de la Sierra, hecho que repercutió en el crecimiento de poblaciones como
San Rafael, El Espinar o San Ildefonso.
Capítulo 6. El territorio 147
Por lo que respecta a las primeras infraestructuras, el resto más antiguo de una ‘obra pública’ en
el dominio estricto de la Sierra lo constituye la calzada romana que atravesaba por el Puerto de la
Fuenfria, de la cual aún quedan panes visibles. Dicha calzada fue durante mucho tiempo el único
paso pavimentado de la Sierra.
Con posterioridad, irían estableciéndose caminos por los corredores más favorables para atravesar
estas montañas; los pasos naturales fueron Somosierra, Guadarrama, Navafria, Malagosto, la
Quesera, Navacerrada, etc. Por ellos cruzaron las principales vías pecuarias de la submeseta norte
a la submeseta sur, y más tarde condicionaron las principales infraestructuras viarias (carretera y
ferrocarril).
Quizás una de las primeras ‘obras hidráulicas’ de la Sierra fueron los azudes para captación de
aguas. En esta vertiente septentrional, han sido muy frecuentes para la conducción de agua a los
pueblos del piedemonte mediante las denominadas ‘caceras’; destacan entre ellas las de los ríos
Viejo, Pirón, y Cambrones. Restos de estos ‘azudes’ se conservan hoy casi íntegros —aún con las
diferentes reparaciones que han tenido—; un magnifico ejemplo lo constituye el sistema de
conducción del Pirón (ver Sintes et al., 1994). Pero sin duda la ‘cacera’ más famosa en esta
vertiente es la que tiene su origen en el río de la Acebeda y da lugar al acueducto romano de
Segovia. Este dato parece indicar que el resto de canales, existentes con seguridad antes del siglo
XV, pudieran tener un origen romano. Obra también destacada fue la construcción de El Mar de
la Granja, para abastecer el sistema de fuentes en los jardines del Palacio.
En relación con la transformación histórica del paisaje en la vertiente norte de la Sierra, quedan
aún por explicar aspectos como el origen del material de construcción del Acueducto de Segovia;
siempre y cuando éste procediera de aquí, lo cual es puesto en duda por los historiadores locales
(J.A.Ruiz Hernando, com. pers.).
Englobamos bajo este epígrafe aquellas modificaciones territoriales cuyo origen se encuentra
asociado a la crisis de las actividades rurales, y a su sustitución por otras de carácter ‘urbano’ o
‘industrial’, siempre relacionadas con la función, más o menos dependiente, de espacio de turismo
y ocio de la gran urbe madrileña (ver Marinero, 1992).
Al igual que en otras zonas del país, la crisis generalizada del sector rural tiene lugar aquí en la
década de ¡os años sesenta. En este periodo se produce un fuerte proceso de despoblamiento del
medio rural y portanto de abandono de campos de cultivo y zonas de pasto. Estamos hablando así
de un punto de inflexión desde el proceso histórico de Repoblación, que se había iniciado en la Alta
Edad Media.
148 La Geomorfología en los estudios del medio físico y plan~flcación territorial
La regulación o abandono del pastoreo en los montes públicos, y la sustitución en el uso de madera
por combustibles fósiles, han permitido una evidente recuperación de la cubierta vegetal y edáfica
en amplias superficies. Son muchos los espacios que de este modo han ido poco a poco poblándose
de matas, matorrales y monte bajo.
En resumen, los hechos que marcan esta época son la disminución experimentada por la cabaña
ganadera extensiva y el abandono de cultivos en tierras marginales, los cuales han dado lugar a las
modificaciones paisajísticas más notables de este siglo —exceptuando las de carácter urbanístico
que trataremos más adelante—. Nos referimos al importante avance experimentado por las masas
forestales de forma natural, caso muy notorio por ejemplo en las comarcas de Prádena y Pedraza
donde son especialmente destacables las amplias superficies de sabinar joven en progresión y
ocupando antiguas zonas de cultivo o pastoreo intensivo. Este proceso de recuperación es bien
evidente de nuevo a partir del seguimiento de fotografías aéreas de los años 1946, 1956, 1912 y
1985.
No es fácil hacer predicciones acerca del sentido en que se va a producir la evolución de la cubierta
vegetal en un futuro para este sector serrano, pero está claro que la tendencia al abandono de
prácticas agrarias continuará siendo determinante, y que favorecerá su recuperación. Sin embargo,
parece que este proceso entrará irremediablemente en conflicto con la urbanización.
Asimismo, es pronto para determinar cómo afectará a la repoblación efectiva de terrenos ahora
despoblados y en qué medida motivarán cambios en el paisaje las recién aprobadas ayudas para la
reforestación de tierras agrícolas con fondos de la Unión Europea, y otras medidas similares que
aparezcan en el futuro. En cualquier caso, el modo en que se efectúen dichas acciones será
decisivo.
Junto a esta evolución generalizada de recuperación de la vegetación natural, han aparecido dos
procesos menos positivos: la repoblación forestal mediante terrazas, aun después que este método
haya sido puesto en entredicho debido a la degradación que ejerce en la cubierta edáfica; técnicas
de explotación y gestión forestal inadecuadas, como las cortas a ‘matarrasa’; y la construcción de
modernas naves ganaderas para explotaciones intensivas, fundamentalmente de porcino y vacuno,
altamente impactantes en el paisaje de la Sierra.
En relación con la evolución actual de este sector industrial en nuestro país, en este espacio la
minería metálica puede considerarse desaparecida, mientras que han experimentando un gran auge
las rocas industriales. La explotación de arenas silíceas y arcillas refractarias —de gran importancia
histórica— puede considerarse el sector que más ha crecido. Con el proceso de mecanización e
industrialización general, la extracción de estos materiales mediante galerías ha dado paso a una
minería a cielo abierto ayudada por potente maquinaria. En general se trata de excavaciones ‘de
ladera’, que horadan los ‘frentes de cuestas’ mediante banqueo sucesivo (foto 6.3).
Capítulo 6. El territorio ¡49
Restos abandonados de este tipo de minería a cielo abierto, llevadas a cabo con maquinaria
moderna, se encuentran en Vegas de Matute, Hontoria, Segovia, La Lastrilla, Bernuy de Porreros,
Valseca, Espirdo, La Higuera y Matabuena. Mientras tanto, existen otras activas en Arcones,
Orejana, Valleruela de Sepúlveda, Espirdo, La Higuera y Valseca, como más significativas.
En conjunto, la ordenación del sector minero es escasa existiendo numerosas explotaciones ilegales.
Por otro lado, los planes de restauración previstos por la ley desde el año 1982 no se cumplen en
prácticamente ningún caso.
Esta demanda de espacio ‘no urbano’ porparte de ¡a gran urbe madrileña, se vio pronto reforzada
por la oferta surgida en la propia vertiente norte del Guadarrama, que podríamos calificar de
amplia (Hita, 1995).
Así pues, lo que en realidad condiciona esta oferta es la proximidad a Madrid y los recursos
naturales y culturales del Guadarrama septentrional que actúan como reclamo: gastronomía,
patrimonio histórico-artístico, deportes al aire libre, artesanía, paisaje, entre otros.
Ese conjunto de estas actividades ligadas al ocio y turismo, determina una serie de modificaciones
territoriales asociadas que podemos agrupar en: urbanización e infraestructuras, entre las cuales
existe además una relación de reciprocidad. En resumen, la urbanización constituye la actividad
(real y potencial), que en mayor medida está transformando esta vertiente del Sistema Central.
150 La Geomorfología en tos estudios del medio frico y planificación territorial
En cualquier caso, como señala Valenzuela (1992) para la vertiente meridional, el modelo
‘urbanización’ se halla en verdad liquidado y también aquí tiene escasa incidencia actualmente.
Así, condicionado por la ‘mala fama’ de las urbanizaciones entre un creciente sector de la opinion
pública y por los numerosos problemas que han ocasionado a sus usuarios, se está imponiendo una
nueva tipología de transformación de cara más amable. Se trata de la oferta de “complejos
turísticos de calidad” que, bajo la patente de “proyectos de interés social”, son los grandes
beneficiarios de subvenciones públicas.
En general todos estos procesos tienen su vía de penetración fundamental a partir de los ejes
formados por la autopista A-E y la carretera N-603. Pero también comienzan a desarrollarse a
través de la N-I y la carretera N-l 10 en dirección a Segovia; se está creando así una presión a
modo de ‘pinza’, que se extiende a su vez a la Sierra de Ayllón.
Finalmente y en consonancia con lo que también refleja Valenzuela (1992) para la vertiente
madrileña, se aprecia una tendencia al crecimiento de viviendas unifaniiliares permanentes, bien
de profesionales libres (Brieva, Hasardilla, Torrecaballeros), bien de gente que se desplaza
diariamente a trabajar en Madrid o Segovia; todo ello se verá favorecido por ¡a mejora en las
comunicaciones, en especial el inmediato desdoblamiento de la carretera N-603.
Por lo que respecta a las infraestructuras, los principales ejes viarios que atraviesan la vertiente
septentrional de la Sierra de Guadarrama actualmente son: las carreteras N-VI (puerto de
Guadarrama) y autopista A-E (túneles de Guadarrama); la autovía N-I (puerto de Somosierra; foto
6.6),y la N-601 (puerto de Navacerrada); asimismo, siguiendo un trazado al pie de las elevaciones
montañosas y más o menos paralelo a sus alineaciones, aparecen las carreteras N-1 10 Soria-
Plasencia, desde Segovia hasta Riaza, y la N-603 desde San Rafael a Segovia.
Las perspectivas más inmediatas en este sentido, están marcadas por dos hechos: el proyecto de
comunicación entre Madrid y el noroeste peninsular mediante tren de alta velocidad, y el
desdoblamiento y conversión en autovía de la carretera N-603 San Rafael-Segovia.
El problema en este caso no será sólo la influencia de la propia autovía, sino las transformaciones
urbanísticas que llevará asociadas, como: urbanizaciones, estaciones de servicio, o las grandes
superficies comerciales. En definitiva y con gran probabilidad, este corredor de transporte se
constituirá en un eje de colonización urbana.
Con anterioridad a las transformaciones territoriales más recientes a que nos hemos referido, las
funciones de abastecimiento de agua potable a las poblaciones del piedemonte norte habían
precisado hasta ahora de tres embalses: Puente Alta en el río Frío, Las Tabladillas en la cabecera
del río Moros, y el embalse de río Peces. Sin embargo, el crecimiento de la ciudad de Segovia y
de la segunda residencia en núcleos como Torrecaballeros o Riaza, han hecho necesaria la creación
de otros tres: Pontón Alto en el Eresma —que viene a sustituir al proyectado en el pinar de Valsain
a mediados de la década de 1970—; Torrecaballeros en la cabecera del río Pirón; y Riaza en la
cabecera del río Riaza. Es necesario señalar además la existencia de otro pequeño embalse en el
río Moros, construido con una finalidad de ocio para la urbanización de Los Ángeles de San
Rafael.
Capítulo 6. El territorio ¡55
Aunque casi siempre a remolque de las transformaciones urbanísticas, en los últimos años se han
puesto en marcha varias iniciativas de regulación territorial, bien en el marco general de la Ley del
Suelo (L592), bien a través de normativas especificas sobre protección de espacios naturales.
La desordenada situación urbanística del sector estudiado se ha visto favorecida por la inexistencia
de unas directrices de ordenación a nivel supramunicipal, ya que a escalas locales los intereses
creados dificultan la planificación.
Sin embargo, han sido varios los intentos en este sentido. En el año 1991 la Diputación Provincial
de Segovia elabora un borrador de Normas Subsidiarias de Planeamiento Municipal con Ámbito
Provincial de Segovia, cuyo objeto era ejercer de ‘marco director’ en aquellos municipios en los
que no existía planeamiento. Dicho documento fue desechado, al parecer por su baja calidad
técnica. En su lugar es elaborado otro texto (DPS, 1994), esta vez con un enfoque más adecuado,
pero cuyo principal problema es que aún se encuentra sin aprobar.
La actuación más reciente, y que al menos en teoría tendrá una influencia decisiva sobre toda la
normativa referida en tanto servirá de marco global, es la elaboración de una Hipótesis de Modelo
Territorial (Directrices de Ordenación Territorial) para Castilla y León (JCL, 1996). Pero de nuevo
su gestación está siendo demasiado lenta.
En base a datos elaborados por Oria et al. (1991), y Alonso Teixidor (1994), la situación del
planeamiento urbanístico para todo este sector es la siguiente. Cuentan con Planes Generales de
Ordenación Urbana únicamente Pedraza (1955), Segovia (1984), y San Ildefonso (1981); en el caso
de Pedraza, la aprobación tan temprana se debió a su declaración como conjunto histórico-artístico
en 1951. Según Oria et al. (1991), en el año 1990, los municipios que contaban con normas
subsidiarias de planeamiento en este sector eran: Ayllón (1978), Duruelo (1992), El Espinar
(1982), Ituero y Lama (1980), La Losa (1976), Navas de Riofrio (1976), Otero de Herreros
(1983), Palazuelos de Eresma (1980), Prádena (1986), Riaza (1976), Vegas de Matute (1981), y
156 La Geomorfología en tos estudios del mediofrico y plan~/icación territorial
Villacastin (1981). Posteriormente a esa fecha se han aprobado Normas Subsidiarias en Trescasas,
Torrecaballeros, Espirdo, Collado Hermoso, y Santo Tomé del Puerto. En el resto de los
municipios, bien cuentan con Proyecto de Delimitación de Suelo Urbano: Brieva (1992),
Matabuena (1992), Basardilla (1991), Sotosalbos (1990), Aldealuenga de Pedraza (1990), La
Matilla (1978); bien con Planes Parciales: CasIa (1911) o Cerezo de Abajo (1986); o simplemente
no tienen normativa alguna.
Sin embargo, es preciso poner en duda si el planeamiento urbanístico ejercido sin unas directrices
a nivel comarcal o regional, tal y como se efectúa en la actualidad, lleva aparejado una ordenación
o más bien una legalización de situaciones anómalas. Así, existen casos de núcleos que con una
simple delimitación de suelo urbano (D.S.U.) han mantenido su carácter tradicional, y sólo con la
aprobación de normas subsidiarias han comenzado a generar una expansión poco ordenada. Ello
se debe a la permisividad de los propios municipios, que utilizan la normativa como un instrumento
para satisfacer todo tipo de demandas.
En este sentido, es necesario destacar la nula consideración del medio natural en la elaboración de
las distintas figuras de planeamiento urbanístico a nivel municipal. Según hemos podido constatar,
con demasiada frecuencia se equivocan datos en las descripciones del medio físico al ser ‘copiadas’
de unos municipios a otros; caso, por ejemplo de las Normas Subsidiarias de Navas de San Antonio
y Espirdo. Todo ello lleva, por ejemplo, a clasificar como suelos urbanizables lugares cuyas
condiciones constructivas son deficientes. Se aparta de esta generalidad San Ildefonso, que en 1981
elaboró un Plan General que en su día —y aún hoy— puede considerarse uno de los escasos
trabajos de planificación ecológica aplicado a un municipio; en 1982, a partir del Plan General, se
redactó un Plan Especial de Protección del Medio Físico, que sin embargo no llegó a aprobarse.
También Segovia cuenta con un Plan General ‘restrictivo’, aunque en este caso con una
problemática más ligada al Patrimonio Histórico; y con uno de los escasos trabajos desarrollados
en toda la provincia de Segovia que asume los postulados de la planificación integrada (Yoldi,
1990).
Sin duda, este hecho y las subsiguientes ordenanzas reguladoras promulgadas para el mismo, han
posibilitado que se preservara hasta hoy una de las masas forestales más significativas de todo el
país, como es pinar de Valsain. La actitud conservacionista que siempre existió hacia este espacio
queda refleja en la posición de destacados ingenieros de la realeza, como Joaquín Maria de
Capítulo 6. El territorio 157
Casterllarnau (Casado, 1995), o la iniciativa que muchos años despúes, en septiembre de 1976,
protagonizaron un numeroso grupo de científicos españoles en defensa del paraje de El Vado de
la Reina o Boca del Asno, ante el proyecto de construcción en dicho lugar de una presa para
abastecimiento de agua a Segovia.
Pero hemos de centrar los antecedentes directos para la conservación de estos espacios en el año
1923, cuando se solicitó la declaración de la Sierra de Guadarrama como Parque Nacional (ver
Gómez-Limón et al., 1994).
Dicha solicitud venia a culminar una larga tradición de movimientos en defensa este espacio,
atribuible a un destacado grupo de intelectuales (naturalistas, literatos, etc.) conocidos bajo
diferentes agrupaciones y denominaciones (regeneracionistas, guadarramistas). La figura más
destacada de estos movimientos en torno al Guadarrama fue Francisco Giner de los Ríos, por cuya
iniciativa se constituyó en 1886 la Sociedad de Amigos del Guadarrama. Es procedente señalar
también la presencia de E. Hernández-Pacheco al frente de estas iniciativas conservacionistas,
miembro de la Junta Central de Parques Nacionales.
Pero seria en 1930 cuando tiene lugar la primera declaración oficial de espacios protegidos en
vertiente septentrional del Guadarrama —y en la Sierra en general—. Se trata del reconocimiento
como Sitio Natural de Interés Nacional de ‘El Pinar de la Acebeda’, junto con tres espacios más
en ¡a vertiente meridional.
Así, desde la declaración de sitio natural de interés nacional de ‘El Pinar de la Acebeda’ en 1930
hasta la fecha, en la vertiente septentrional únicamente se procede a la protección de determinados
hábitats: la declaración mediante el Real Decreto 2866/74, de un nuevo Sitio Natural de Interés
Nacional (el Hayedo de Riofrio de Riaza), y dos Zonas de Especial Protección para las Aves
(ZEPA), El Pinar de Valsain y El Espinar, a través de las directivas 79/409 CEE y 91/ 244 CEE.
Con excepción de estos casos, el resto de las propuestas corresponden únicamente al campo de las
iniciativas, pues ninguna de ellas ha llegado a cristalizar. Éstas se desarrollan sobre todo en la
década de 1990 a cargo del gobierno autonómico. El punto de partida es un ambicioso plan de
protección que se inicia con la selección de 49 espacios de alto valor natural, al objeto de formar
una Red de Espacios Naturales de Castilla y León (REN) incluida como anexo en el Anteproyecto
de la Ley Autonómica de Espacios Naturales.
La última iniciativa de ordenación para esta zona surge en 1994 con la elaboración de un Plan
Especial de la Sierra de Guadarrama (Alonso Teixidor, op. cit.); dicho plan intentaba paliar la no
calificación de ‘paisaje protegido’ ya referida; pero, de nuevo, quedó paralizado.
Cuadro 6.1. Resumen general sobre actividades antrópi cas y efectos sobre el mediofisico para el ámbito
de estudio.
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FACULTAtI C( flEOLOGICAS
BICI QILCA
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