El Acuerdo - Macarena Moya Solis - PDF Versión 1
El Acuerdo - Macarena Moya Solis - PDF Versión 1
El Acuerdo - Macarena Moya Solis - PDF Versión 1
El Acuerdo
2021
Primera edición de esta colección julio 2021
Diseño de portada Daniel Verdejo C.
ISBN: 978-956-404-320-3
Editado e impreso por D&F
Instagram @maca_escritora
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley bajo
apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta
obra, por cualquier medio o procedimiento ya sea electrónico o mecánico,
sin la autorización previa o por escrito de los titulares de D&F.
El Acuerdo
Por
Macarena Moya S.
Dime por favor dónde pueda caminar sin ver tus huellas,
dónde puedo correr sin recordarte y dónde descansar con mi tristeza.
Dime por favor cuál es el cielo
que no tiene el calor de tu mirada y cuál es el sol que tiene luz tan sólo y
no la sensación de que me llamas.
Dime por favor cuál es el rincón en el que no dejaste tu presencia.
Dime por favor cual es el hueco de mi almohada que no tiene
escondidos tus recuerdos.
Dime por favor cuál es la noche
en que no vendrás para velar mis sueños…
Que no puedo vivir porque te extraño y no puedo morir porque te
quiero.
Gustavo A. Castiñeiras
Macarena Moya Solis
Prólogo
Yorkshire, Inglaterra 1780.
Los sirvientes corrían de un lado a otro, trataban de apagar el fuego que
consumía la entrada y la sala, la casa fue asaltada, el Barón Maximus
Lowell gritaba desesperado por ayuda, uno de los asaltantes había disparado
contra su mujer, dándole muerte inmediata.
La pequeña hija de ambos observaba todo desde lo alto en la escalera, la
cocinera, atendía a la baronesa, tratando de salvarla y así hacer algo para
calmar al pobre y destruido barón, pero ya nada se podía hacer. Estaba
inmersosososo en el dolor, toda la gente que vivía junto a él, sirvientes y
colaboradores trataban de apagar las llamas, que consumían todo lo que
había en el gran salón que alguna vez albergó a grandes invitados y
hermosas celebraciones organizadas por su esposa, la que ahora yacía
muerta entre sus brazos.
Todos corrían de un lado a otro sin siquiera detenerse un momento a ver
si la pequeña quien recién había perdido a su madre estaba bien. Se quedó
sola observando desde lo alto en la escala como su madre abandonaba su
cuerpo y se sumía en un viaje espiritual.
Cuando los hombres irrumpieron en la casa, su madre estaba en la sala
tocando el piano para su esposo, quién escu-9
El Acuerdo
chaba fascinado, cuanto amaba a esa mujer, era lo mejor que le había
pasado en la vida, se lo repetía a todos, vivía cada día porque ella estuviese
a su lado, al verse invadidos, su madre asustada envió a su hija hasta su
habitación en el segundo piso.
La niña se quedó observando, estaba muy asustada, sin embargo,
observó todo lo que ocurrió, el disparo sonó como un trueno dentro de la
cabeza de la pequeña, sus lágrimas rodaron por sus mejillas como un río, no
emitió sonido alguno, su padre mató al que disparó, de un solo golpe contra
la pared, lo tomó con una sola mano desde el cuello y lo estrelló con fuerza
contra esta, los otros dos escaparon no sin antes de robar lo primero que
encontraron en a su paso, incluido el collar de diamantes que su madre tenía
en el cuello.
El Barón no permitió que nadie tocara a su mujer, la alzó en sus brazos
y la llevó hasta su habitación donde la acomodó suavemente sobre la cama,
la pequeña quiso entrar en la habitación, no obstante su padre la miró con
tanta rabia, gritando que lo dejaran solo, la pobre niña fue tomada en brazos
del cochero que la llevó hasta la cocina, las llamas ya habían sido
controladas, el fuego se apagó por completo, la señora Bunting tomó a la
pequeña le dio leche caliente y la acostó, cantándole suaves canciones de
arrullo, aunque no lograba calmar su pena y solo lloraba por la pérdida de
su madre.
Después de unos días agobiantes, donde el Barón no dejaba que nadie
entrara en la habitación ya que, sobre la cama reposaba el cuerpo inerte de
su mujer, su cuñada entró en la habitación había viajado desde muy lejos
para acompañarle, logró convencerlo de que tenían que sepultar a Clarise.
Los días siguiente el Barón parecía no existir, se en-cerraba en su
habitación con una botella de whiskey y no salía hasta que esta quedaba
completamente seca viéndose en la necesidad de reemplazarla, se olvidó de
su pequeña hija, que de una día para otro se vio sin madre y sin padre. La
señora Bunting se hizo cargo de la pequeña, la bañaba, alimentaba, 10
Macarena Moya Solis cuidaba, los trabajadores siguieron todos con sus
deberes, pero poco a poco comenzaron a marcharse al ver a su señor
perdido en el licor. La vida del Barón se detuvo esa noche que le fue
arrebatado el amor de su vida.
Fue pasando el tiempo, la pequeña de nombre Catriona se crio entre
ollas y animales, ayudaba en la cocina o iba al establo para cuidar de los
caballos u ordeñar vacas, aprendió todo lo de la vida de un sirviente y por la
tarde iba hasta la casa un tutor que le enseñaba modales y lo básico que
debía saber una mujer de la época.
No se acercaba a su padre, porque las veces que lo intentó solo recibió
malos tratos, hasta golpes de su parte, decía que verla le recordaba a la
mujer que había perdido y mirarla significaba que ella ya no estaba y eso le
proporcionaba un dolor que ya no quería seguir sintiendo.
Catriona siguió con su vida, cada día convirtiéndose en una niña
autosuficiente, carente de cariño y emociones, no había tiempo para
arrumacos, la señora Bunting se preocupaba de brindarle comida, ropa
limpia, que estudiara, no obstante, no había tiempo para cariño, creció
siendo una niña distante, aunque preocupada de las personas que vivían a su
alrededor.
A su padre solo lo veía por las noches cuando los taberneros lo traían de
regreso a casa absolutamente ebrio. La vida de Catriona no fue un cuento de
hadas, fue difícil, pero ella tenía el temple necesario para salir adelante y
prosperar.
11
Macarena Moya Solis 1
Yorkshire, Inglaterra 1792
Catriona cabalgaba a todo galope por el páramo, su cabello dorado se
mecía al viento, era toda una amazona, la única vez que se le veía sonreír
feliz, era cuando estaba sola y ga-lopaba en su caballo. Después de andar un
buen trecho paró a la orilla del rio, se sentó un momento quitando sus botas
y puso sus pies descalzos en el agua, se sentía fría, aunque era
reconfortante.
Se acostó un momento sobre el césped, el aroma a flores, césped y los
árboles eran maravillosos. Cerró sus ojos para así disfrutar mejor del
momento, pronto sintió ruidos de caballos, se puso de pie y tratando de
poner sus botas, cuando tres hombres se le acercaron.
Los tres lucían muy sucios, con los dientes negros, uno que tenía barba
se acercó. El hombre hizo un movimiento con su cuerpo para acercarse, sin
embargo, Catriona retrocedió, los otros dos rieron, ella no tenía miedo.
Lawrence y William, trabajadores de la casa de su padre, le habían
enseñado a defenderse, sabía muy bien cómo actuar.
13
El Acuerdo
—Si dan un paso más no responderé por lo que les suceda.
Los tres rieron a carcajadas, burlándose de ella, solo era una muchacha,
Catriona tan solo tenía diecisiete años, no obstante, era una joven de gran
carácter y temple.
Dos de ellos la sujetaron fuertemente desde los brazos, el otro se acercó
haciendo mueca de que todo esto él lo disfruta-ría mucho.
Cuando ese sucio hombre tocó el rostro de Catriona con sus manos
negras en mugre, se mostró furiosa, nunca dejaría que un hombre la tocara
sin su consentimiento, le dio un fuerte cabezazo en la nariz que lo dejó
gritando de dolor, además, de una nariz fracturada, los otros la soltaron y
uno quiso golpearla, sin embargo, ella les dio un fuerte patada en los
genitales a uno y dándole un fuerte golpe de puño al otro, trató de subirse al
caballo para escapar de ese lugar, aunque, uno de ellos que se recuperó,
tomándola por los cabellos la lanzó con fuerza al piso, trataba de defenderse
dando de patadas y golpes como podía, sin embargo, no pudo hacer mucho
contra tres hombres, recibió una fuerte bofetada que rompió su labio
inferior.
Uno le subió el vestido y comenzó a tocarla, gritaba que la soltaran, a
pesar de su absoluta negación, no lo hacían, pudo darle otra patada en los
genitales al mismo hombre, que quedó tirado en el piso, lamentándose en el
piso por el golpe recibido.
De pronto, vio como uno de ellos salió volando por el aire cayendo al
agua, recibían golpes de un hombre, un hombre muy bien vestido, un
caballero que la defendía, golpeó al otro y después de esto, arrancaron, la
puso de pie, la cubrió con su abrigo, subiéndola junto a él a su caballo.
—¿Dónde vives muchacha? — preguntó con voz fuerte, pero ella no
respondió. — ¿estás bien? — volvió a preguntar con una voz más suave.
14
Macarena Moya Solis
—Sí…— respondió reaccionando a lo que había sucedido
— yo estaba defendiéndome muy bien sola.
—Claro, lo vi — respondió sonriendo al ver el carácter fuerte de esa
jovencita —vi como los golpeaste, aunque te hacía falta ayuda.
—¡No! ¡Para nada! — refutó.
—Bueno, para la próxima que intenten ultrajarte muchacha no voy a
ayudarte
—No pedí su ayuda, mi lord.
—Bien… ¿dónde vives?
—Puedo irme sola — insistió molesta.
—Después de esto… ¡No! Y no digas una palabra más — la miró con
una expresión adusta, muy serio esperando una respuesta — y bien ¿dónde
vives? ¡Habla!
—Usted dijo que no dijera una palabra más. —respondió molesta.
—Me colmas la paciencia muchacha.
—En Lowell Hall.
Él no dijo nada, tampoco se presentó, solo tomó las riendas de su
caballo y lo condujo hasta su destino, al llegar, la señora Bunting corrió
rápidamente al ver a Catriona que era acompañada por un caballero.
—¡Qué fue lo que hiciste muchacha por el amor de Dios!
—No hizo nada, afue asaltada, aunque la muchacha se defendió muy
bien, casi no necesitó de mi ayuda — aclaró dándole una sonrisa guasona.
—Estoy bien — comentó muy molesta.
—Vamos a la cocina para limpiarte, por Dios ¡qué más es necesario que
te suceda!
—¿Su lord está en casa? Me gustaría presentarme.
—No, él no está — dijo Catriona muy rápidamente.
15
El Acuerdo
—Pero ella, mi lord es…
—Nadie, gracias, mi lord. Ahora estoy en la casa y puede retirarse.
—Eres una muchacha muy impertinente.
—Buenas tardes.
La señora Bunting la llevó hasta la cocina, le preparó un baño para
sacarse el olor de esos hombres que lo tenía pegado en su nariz, le limpió la
sangre del labio y le puso una pomada para que no se inflamara.
El hombre que llegó en su defensa, fue el conde Saxonhurt, quien
recientemente había llegado a la propiedad de su familia a unos cuantos
kilómetros de distancia, era un renegado, su padre había muerto hace muy
poco y él había heredado el título.
Durante muchos años vivió con su abuela en Glasgow, Escocia, casi
desde que tenía doce años, desde cuándo comenzó a ser un problema para
sus padres. Heredó todo el dinero, sin embargo, no los contactos y el roce
social. No era bienvenido en ningún hogar de la sociedad inglesa, era un
hombre de espíritu libre, no tenía entre sus planes el matrimonio, muy
bueno para participar en peleas de box. Cuando entró en su casa, lo
esperaba su mayordomo, un fiel compañero de andanzas, más que nada.
—Mi lord, lo esperaba más temprano.
—Sí, hubo un imprevisto en el camino, unos hombres ataca-ban a una
muchacha joven que trabaja en Lowell Hall.
—¿Cómo era esa muchacha? —preguntó.
—Una rubia, muy linda, de mirada feroz, ¿sabes?, si no fuera porque
solo era una sirvienta — su rostro reflejaba el deseo que sintió por aquella
muchacha — tenía unos ojos de color…
—Verdes, muy intensos. — continuó el hombre.
—Sí… ¿Cómo lo sabes? — preguntó muy intrigado.
—Porque no es una sirvienta, es la hija del Barón Maximus 16
Macarena Moya Solis Lowell.
—¿Por qué luce como una sirvienta?
—Porque ha sido criada por ellos, después de que el Barón perdió a su
esposa en horribles circunstancias, la abandonó y fue criada por los
sirvientes.
—Es por eso que sabe defenderse tan bien.
—Dicen que es toda una rebelde. La pobre perdió a su madre cuando
solo tenía seis años, además vio como fue asesinada.
—Es horrible, me imagino lo que debió de ser para ella siendo tan
pequeña. Bien, ahora que sé que no es la sirvienta.
—No podrá entrar en ese espacio que desea, mi lord.
—Veremos que sucede…
Esa noche, otra vez unos hombres traían a su padre borracho, no sabía
cuándo tiempo más duraría en esas condiciones, a veces, ya ni comía, su
padre fue un hombre tan apuesto y absolutamente respetado por la sociedad
de Yorkshire, ahora solo era el borracho del pueblo, además, todos les
tenían lástima por la forma que en que todo había sucedido y Catriona
odiaba que sintieran lástima por ella.
Tuvo que entregar otro objeto de valor para costear los vi-cios de su
padre, ya se habían llevado hasta unos cuadros por las deudas que mantenía,
ya sea, con prestamistas, tabernas o apuestas, su vida era un completo caos,
aunque Catriona trataba de vivir lo mejor posible.
Se acercaba un nuevo aniversario de la muerte de su madre, ese era el
único día en el que su padre no bebía, se colocaba su mejor traje y se iba al
cementerio acompañado de Catriona y los empleados.
Ella se colocaba un bello y elegante vestido que su tía le había enviado
desde Londres, se empeñaban por convertirla en una dama, intentando
llevársela del lado de su padre, lugar donde ella no tenía ningún futuro. En
esta ocasión su tía Isa-17
El Acuerdo
bella había viajado para poder estar ese día en la ceremonia, el año
anterior estuvo muy enferma y no pudo asistir.
Isabella era muy parecida a su hermana, la madre de Catriona, y para
Maximus Lowell era muy difícil estar frente a ella, es por eso que viajaba
sola a visitar la tumba de su hermana, y no pasaba por la casa de su cuñado.
Pero esta vez se quedó, debía cerciorarse de todo iba bien con su sobrina.
Cuando lady Isabella llegó esa mañana a Lowell Hall, junto a su marido
el marqués de Rothgar, Catriona corrió a abrazarla, era su tía favorita,
ambas se querían mucho, la llevó a conocer los nuevos potrillos que habían
nacido.
—¿Por qué no te vas conmigo? Querida, este ya no es lugar para ti.
—No puedo dejar a mi padre solo, si yo no estoy a su lado él morirá.
—Él no desea vivir cariño, ya lo ha demostrado con su actitud
destructiva, ven con nosotros, en Londres podrás ir a fiestas, conocer
muchachos de buenas familias.
—No me interesa conocer muchachos, no los necesito.
—Es porque tu padre te ha dado un mal ejemplo de los hombres.
—Solo recuerdo los buenos tiempos, aunque no lo crea, recuerdo
cuando mi madre vivía y mi padre sonreía, se besaban y abrazaban, yo sabía
que se amaban, sin embargo, el amor destruye y no quiero eso en mi vida.
—No es así, el amor no es así, tu padre no supo cómo sobrellevar su
pérdida y eso lo destruyó, no el amor.
—No me iré tía, no puedo…lo siento.
—No puedes seguir viviendo así, querida.
18
Macarena Moya Solis Catriona no deseaba oír más cosas de su tía, tomó
su yegua saliendo a todo galope desde el establo, aunque su tía le pidió que
no lo hiciera.
Isabella entró en la casa, su esposo hablaba con su cuñado.
Le dio una mirada inquisidora, sentía mucha rabia por lo que sucedía
con su sobrina, era una muchacha muy linda, aunque muy mal cuidada,
tenía la apariencia de ser más la hija de la cocinera, que la hija del Barón.
Comenzó a darle un sermón a su cuñado, nombrando en todo lo que
había fallado en la crianza de su sobrina, recrimi-nando hasta la muerte de
su hermana, el Barón solo escuchaba todo con la mirada en el suelo, cuando
Isabella se cansó de hablar dejándolo solo, se fue hasta donde estaba la
tumba de su querida hermana.
Mientras, Catriona continuaba galopando sin detenerse, hasta que su
yegua se asustó con una serpiente, el animal levantó sus patas, relinchando
con fuerza, en este movimiento la lanzó lejos de su lomo. Quedó un
momento mareada sobre el césped, sin poder moverse. De pronto vio la
imagen borrosa de alguien que se acercaba a ella, trató de defenderse,
aunque la persona que se acercó le advirtió que no la lastimaría.
El conde de Saxonhurt volvía a su rescate, la tomó delicadamente en sus
brazos, por dios que era liviana se dijo, parecía una pluma, además su
aroma era dulce, nunca pensó que esa muchacha de apariencia salvaje podía
oler tan maravillosamente, la subió a su carruaje llevándola hasta la casa.
Fue toda una conmoción cuando él entró con ella en brazos, la subieron
hasta la habitación, y la señora Bunting se encargó de revisarle el golpe
producto de la caída del caballo.
—¿Qué sucedió con ella? Se metió en problemas otra vez
— preguntó asustado su padre.
19
El Acuerdo
—Barón, su caballo la lanzó, al parecer algo lo asustó en el camino.
—Dios, te dije Maximus, este no es lugar para ella… que esperas, que
también ella muera.
—¡Suficiente! — exclamó el barón, con los ojos iluminados en rabia —
por favor, acompáñeme − le pidió al conde.
Entraron a la biblioteca, que estaba muy vacía, casi no tenía libros en
los estantes, se notaba que en las paredes faltaban cuadros porque estaban
las marcas aun en ellas, miró un cuadro en la pared de una mujer que se
parecía mucho a Catriona, pero mucho más arreglada, pensó que se trataba
de su madre.
—Le doy las gracias por estar ahí para ayudar a mi pequeña… ¿usted
es?
—Oh, sí, disculpe mi falta de educación, barón, soy el conde de
Saxonhurt.
—Es un placer conocerlo y disculpe esta escena, cada vez que mi
cuñada nos visita sucede lo mismo — se disculpó afli-gido.
—No se preocupe barón, ahora me retiro, iba a una cena y estoy
retrasado.
—Claro, claro…
—Me permite venir mañana, para ver cómo sigue la acci-dentada.
—Por supuesto.
Después de revisarla bien, la señora Bunting solo descubrió unos golpes
que de seguro se pondrían morados al día siguiente en las piernas y el
brazo, además de un gran chichón en la cabeza, así que por precaución
debía quedarse en cama al menos dos días.
Las discusiones continuaron ese día, hasta que el Márquez 20
Macarena Moya Solis de Rothgar le pidió que guardara silencio, era
suficiente de reclamaciones por ese día, se disculpó con el barón y la llevó
hasta su habitación. Ella estaba furiosa por la actitud de su esposo, se
suponía que debía apoyarla, no hacerla callar delante de su cuñado
borracho, solo pedía su soporte.
El marqués era un hombre mayor, aunque muy apuesto y muy afable, no
tenían hijos, por eso estaba de acuerdo en lle-varse a Catriona con ellos y
darle lo mejor. Durante muchos años intentaron sacarla de ahí, pero cada
vez que ellos iban de visita y hablaban de llevarla, Catriona se escondía y
no apare-cía hasta que ellos se habían marchado, era una niña de espíritu
indomable e inquieto, la vida la había vuelto muy desconfiada y falta de
amor, no sabía que era amar, pero si sentía gran cariño por los que estaban
con ella.
Siempre fue sola, no tenía amigos más que los empleados y los caballos.
Todo lo que Isabella encontraba poco apropiado para una señorita.
—Querida, debes calmarte. Así no conseguirás nada, solo asustas a la
muchacha y a ese pobre hombre que ha sufrido demasiado.
—Es un hombre sin voluntad, pudo salir adelante por su hija, sin
embargo, fue más fácil entregarse al alcohol que luchar.
—Yo te apoyo, además, debemos llevarla pronto si lo que quieres es
casarla, sabes que los buenos partidos no estarán solteros por mucho
tiempo.
—Lo sé. Mañana hablaré con ella.
—Sí, aunque, tranquila. No la asustes.
Detrás de la puerta escuchaba Catriona muy asustada, se puso de pie
cuando oyó como su tía y su padre habían discutido, luego se escondió, no
estaba dispuesta a irse o dejar a su padre solo, menos pensaba en casarse,
dijo que nunca lo ha-21
El Acuerdo
ría, el amor solo destruye, su padre amó tanto a su madre que cuando la
perdió no fue capaz de salir a delante, la falta de la persona amada lo
consumió y no estaba disponible para sufrir por amor, nunca, no se casaría,
menos amaría a un hombre.
Lejos de Lowell Hall, el conde de Saxonhurt estaba en una cena, con
toda la alta sociedad de Yorkshire, estaba muy aburrido, sin embargo, debía
conocer a una mujer pronto para casarse sino, perdería todo lo que tenía,
había recibido un ultimátum de su madre, recibiría una fortuna de parte de
su abuelo materno cuando el contrajera matrimonio, lo que menos quería
era atarse a una mujer, no podría pasar su vida solo junto a una sola mujer,
él, que era un asiduo visitante de las golfas de la ciudad, no podría
conformarse solo con una mujer toda su vida, que tipo de vida sería esa,
seguro ninguna que algún hombre que se dignara de ser hombre toleraría.
Estaba junto a tres jovenes hombres que hablaban, solo veía como
movían sus labios, porque no escuchaba una sola palabra de lo que ellos
hablaban, de pronto, un nombre pronunciado por uno de ellos, llamó su
atención, “Catriona Lowell” y puso atención.
Uno de ellos decía que la había visto cabalgar en el páramo, que era
toda una amazona, que lucía hermosa con su cabello dorado al viento,
aunque, era una mujer sin educación y sin rose social, algo que no era
permitido entre ellos, por mucho que les gustara esa mujer, ninguno se
acercaría para hacerla su esposa.
—He oído que cuando Royce Brenett fue a verla para invitarla, ella lo
golpeó con su puño en la cara, le dejó un ojo en tinta — comentó sonriendo
con burla uno de ellos.
—A mí me parece una mujer con un gran espíritu. — intervino el
conde.
—¿La conoce, conde Saxonhurt? — preguntó muy intere-22
Macarena Moya Solis sado Lord Standford mirando con arrogancia,
enarcando una ceja.
—Sí, he estado con ella en dos ocasiones y me parece una mujer con
gran espíritu y mucha fuerza.
—Cualidades que no necesita una mujer, solo deben ser bellas para
nosotros y saber comportarse.
—Ella es una mujer muy bella — insistió Saxonhurt.
—Lo es, ciertamente, sin embargo, su conducta es reprochable
totalmente, además, su padre ha perdido toda la fortuna que tenían y es un
borracho.
—Pero eso no es culpa de ella — infirió con rapidez Saxonhurt.
—La defiende — respondió Standford con ironía — ¿qué sientes por
ella?
—Nada, solo encuentro de muy mal gusto que hables de una mujer que
no está aquí para defenderse, eso no es de caballeros, permiso, señores. —
expresó Saxonhurt dejando ese grupo.
Salió a la terraza un momento, la banalidad de todas las personas
presentes lo abrumaba y no permitiría que ellos le quitaran lo bueno de una
noche.
Vio a una mujer caminar entre los arbustos, se acercó hasta ella, era una
viuda conocida por ser muy liberal. Claro, no le costó nada caer en la labia
de Saxonhurt y lo llevó hasta su cama, donde pasó la noche junto a él, una
noche desbordante de pasión.
Por la mañana, la señora Bunting revisaba el golpe de la cabeza de
Catriona, ella solo quería levantase y poder salir, no obstante, le fue
denegado el permiso, debía permanecer en cama al menos ese día.
23
El Acuerdo
Sintió las nuevas discusiones de su tía y su padre. Estaba muy aburrida
de todo eso, durante esa semana solo habían discutido sin parar. Catriona se
puso ropa, sus botas y salió de la casa, llovía intensamente, pero eso no fue
motivo para detenerla, estaba cansada, no quería escuchar más discusiones,
si lo que su tía quería era casarla, no lo conseguirá, no lo haría nunca.
Llegó hasta el arroyo, se sentó ahí un momento, la lluvia se confundía
con las lágrimas de su rostro. Estaba muy vulnerable, lo sabía, no obstante,
no podía controlar su dolor.
—¡Creo que el destino es que nos encontremos!
—¿Qué hace usted aquí? Esto es propiedad de mi padre.
—Lo sé, es que me gusta mucho este lugar.
—Váyase…— ordenó enérgicamente.
—¿Por qué llora?
—Yo no lloro, es la lluvia.
—La escuché, es llanto, ¿algo le sucedió?, sé que es una muchacha
fuerte, que no llora.
—No me llame muchacha, no me gusta y usted no sabe nada de mí,
¡cómo se atreve a hacer conjeturas sobre mí caracter!
—Está bien. Disculple, no lo haré más. Bien ¿cómo la llamo entonces?
—Mi nombre es Catriona.
—¿Le sucedió algo Catriona? — preguntó con una gran sonrisa en su
rostro.
—No se burle de mí. — lo miró muy molesta.
—Oh, nunca lo haría…
Se disculpó, disimulando muy bien su sonrisa, no es que se burlase de
ella, sino que le parecía extraño que llorara.
24
Macarena Moya Solis
—Es un entrometido, lo que me suceda no es su problema.
—Es mejor que vuelva a casa, cogerá un resfrío si sigue mojándose.
—No me dirá que hacer, nunca, usted no es nadie.
—Está bien, está bien — respondió levantando sus manos en señal de
paz — la dejaré para que siga con su miseria.
—No soy miserable.
—No fue lo que dije.
—Sí, fue lo que dijo, que me dejará para seguir con mi miseria… ¿eso
en que me convierte?
—¿Es una muchacha insoportable?— inquirió
—Y a usted en un hombre entrometido ¡Váyase de mi propiedad!
—Claro, ya me voy, me gustó saber que si es una mujer con
sentimientos.
—Lárguese, ahora.
Catriona se quedó un momento ahí, sentada bajo la lluvia, estaba
cansada de la vida que llevaba con su padre, debía cuidarlo de sus
borracheras diariamente, solo estos días en que estaba la tía Isabella él no se
emborrachaba, pero igualmente bebía mucho, quizás ya era tiempo de
cambiar su vida, quizás ya había sido suficiente de rebeldía.
Regresó a casa empapada, todos la buscaban, al entrar en la biblioteca
su tía se acercó preocupada por ella, puso una manta sobre sus hombros,
reclamando que pescaría una pulmonía.
Su padre no la miraba, solo miraba un punto fijo en el suelo, quizás
albergaba la esperanza de que ella se fuera e hiciera su vida lejos y no lo
que tenía reservado ese lugar para su futuro.
Quiso hablar, pero su padre la interrumpió, dio rodeos por 25
El Acuerdo
unos minutos sobre la vida que él llevaba y lo que había hecho con la
vida de su hija, Catriona solo miraba asustada, ya sabía que era lo que
venía, su padre miró a su cuñada con mucha rabia y dolor, su tía sonreía
feliz, seguro que ella estaba al tanto de lo que su padre diría.
Cuando su padre calló, seguro porque ya no se atrevía a decirle a su hija
lo que con gran pesar había resuelto. Su tía continuó hablando.
—Tu padre ha decido que te vayas con nosotros — confesó.
La marquesa sostenía una gran sonrisa, sin percatarse que lo que decía
eran como cuchillos que se clavaban en el pecho de su sobrina. Catriona
miró a su padre que mantenía la cabeza gacha, controló su rabia y su pena,
entendió que su padre sí deseaba desentenderse de ella y si él lo quería, no
seguiría un día más en la casa. Los miró controlando su llanto lleno de
impotencia.
—¿Cuándo nos vamos? — preguntó con indiferencia.
Su tía sonrió satisfecha y victoriosa, mirando a su esposo muy
complacida.
—Mañana querida, a primera hora — respondió el marqués.
Catriona sonrió asintiendo, luego subió hasta su habitación para
cambiarse de ropa.
Al entrar cerró la puerta de un gran golpe colocándole ce-rrojo para
luego lanzarse sobre la cama a llorar como nunca había llorado antes en su
vida, ni cuando cayó por las escaleras y quebró su brazo en tres partes,
nunca lloró, ahora no entendía porque le dolía tanto.
Después de que pudo calmar su dolorido corazón, salió de su
habitación, entró en el cuarto que su madre había ocupado para sus tejidos y
costuras, todo estaba tal cual ella lo dejó, observó todo, se sentó en su silla
y se quedó un buen momento 26
Macarena Moya Solis ahí sin moverse. Cuando notó que ya estaba
oscuro abandonó el cuarto y fue hasta el propio, su tía estaba ahí con la
señora Bunting, revisando sus cosas.
—¿Qué haces tía?, ¿qué haces con mis cosas?
—Reviso lo que llevarás… pero veo que lo mejor será com-prarte un
guardarropa nuevo, no tienes nada que sea digno de mostrar. Dejarás esto
aquí, te irás con el vestido que te traje…
¿no tienes joyas?
—No, no me gustan.
—Bueno, en casa te daré unas que eran de tu madre cuando joven, las
usarás tú. Se verán lindas en tu cuello y orejas.
—Lo que usted diga, tía.
—Ahora mi niña baja a cenar y luego a dormir, para que descanses,
mañana viajaremos al alba.
—Está bien.
La señora Bunting miraba con pena a su pobre muchacha, la extrañaría,
ella prácticamente la había criado, habían compartido mucho juntas, era una
muchachita rebelde, sin embargo, llena de vida y lo más importande, de
buen corazón, sería saca-da de su hábitat de paz para ser llevada a una
jungla de víboras y leones hambrientos.
Esa noche, Catriona no lograba conciliar el sueño, se levantó y se acostó
al lado de la señora Bunting, al igual como lo hacía de pequeña y tenía
miedo por las tormentas, la cobijó bajo su brazo, con ella encontró el
consuelo y amor que necesitaba, siempre se comportó como una madre para
ella, y lo agradecía.
Hizo de su vida algo más tolerable, durmió tranquila toda la noche,
esperando su partida.
Por la mañana puso el vestido que su tía había pedido, arregló el cabello
como ella lo pidió, se despidió de su padre solo 27
El Acuerdo
de la mano, en cambio, de la señora Bunting fue con un abrazo largo y
cariñoso. Subió al carruaje y partió su camino a un futuro que no quería,
una vida que no era para ella.
28
Macarena Moya Solis 2
El viaje fue largo y agotador hasta Londres, Catriona pensó que nunca
llegarían, así que cuando lo hicieron fue directo a la habitación que su tía
dispuso para ella durmiendo, todo el resto del día y la noche.
Cuando logró despertar, observó la habitación, la noche en que llegó
estaba tan cansada que no tuvo momento de observarla, era muy lujosa y
sobre todo hermosa, las paredes eran doradas, con un gran candelabro
colgando al centro del techo, lámparas en porcelana y dorado, muebles muy
finos, su cama parecía de princesa, toda la ornamentación era perfectamente
elegante.
Un escritorio con papelería con bordes dorados, una pluma y tintero, no
sabía qué hacer, de pronto entró en la habitación una mujer, muy joven
seguro que tenía su misma edad, le sonrió con cariño.
—Buenas tardes, mi lady, pensé que no despertaría jamás, el marqués
ordenó que le dejáramos dormir.
Catriona la miraba moverse de un lado a otro, tomó el edre-dón de la
cama y lo sacudió tirando todo para atrás.
—La marquesa la espera, para conversar y tomar el té.
29
El Acuerdo
—¿Qué día es? — preguntó tímidamente.
—Es martes, mi lady — respondió con una linda sonrisa.
—Tengo hambre, ¿puedo comer algo antes de bajar?
—Claro, pediré que le traigan una merienda, ya vuelvo.
Después de comer todo lo que su doncella trajo, se arregló para bajar al
salón a hablar con su tía, cuando entró encontró un montón de mujeres que
la miraban detenidamente.
—Aquí estás al fin, luces radiante querida, vamos, pasa te presentaré.
—Tía, pensé que estaría solo usted.
—Vamos, no seas tímida… todas son personas maravillosas… vamos
ven.
Le presentó un montón de mujeres, primas, amigas, todas coincidían
que era igual a su madre. Le hablaban todas juntas, estaba harta de escuchar
chismes, solo quería poder escapar de ahí lo antes posible, en un momento
la puerta se abrió, su tío había llegado, pasó para saludar a las damas
presentes, se puso muy contento al ver a su sobrina siendo parte de la
tertulia.
Ella se puso de pie acercándose a su lado, se disculpó con las mujeres y
cuando su tío se despidió de ellas se retiró junto a él. El marqués no podía
parar de reír al escuchar el martirio que fue para Catriona compartir con
todas esas gallinas clue-cas, como las llamó.
La acompañó hasta el jardín, para que tomara un poco de aire, tenía
mucho que hacer así que la dejó sola. Catriona caminó un momento y se
encontró con un joven, que cepillaba los caballos.
—Buenas tardes…— saludó con una gran sonrisa, el joven le dio una
reverencia.
—Necesita algo, mi lady.
30
Macarena Moya Solis
—Me llamo Catriona, no mi lady ¿cómo te llamas?
—Soy James Richmond, mi padre es el mayordomo del marqués.
—Soy su sobrina.
—Usted es a la que iban a buscar, la marquesa estaba muy emocionada
por esto.
—Ya lo creo, en mi casa yo cuidaba mis caballos, tenía cuatro y una
yegua blanca, que era mi favorita… aunque una vez me tiró cuando se
encontró con una serpiente
—¿Usted cuidaba de los caballos? ¿Por qué?
—Porque me gustaba hacerlo, era mi trabajo todos los días.
—¿No es usted es la hija de un barón? — interrogó sin entender.
—Lo soy, sin embargo, eso no impide que haga ciertas cosas.
—Es extraño — comentó pareciendo algo confundido, ella
definitivamente no era como las demás mujeres de sociedad.
—¿Qué haces además de cuidar los caballos, James?
—Estudié, el marqués me costeó mis estudios de leyes, trabajo para él.
—Al parecer, mi tío si es muy bueno.
—Sí, lo es. Un gran hombre.
—¿Se molestará si ocupo un caballo?
—Claro que no, esto es suyo también, pero debe ir a cambiarse.
—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo este vestido?, es muy apretado sí, pero
es bonito.
—Debe usar uno de montar.
31
El Acuerdo
—¿De montar? Nunca ocupé uno, no lo necesito.
Al terminar de hablar, subió al caballo con sus piernas abiertas, una a
cada lado, James quedó impresionado con esa jovencita que estaba frente a
él, de cabellos dorados y sus ojos verdes intensos, manejó el caballo con
una naturalidad, se preocupó por ella y tomó uno de los caballos y la siguió.
Después de andar con ella un momento por los corrales, le parecía más
hermosa a cada instante, una mujer prohibida para él, claro estaba, luego al
llegar, bajó primero y se apresuró para ayudarla a bajar, pero ella lo hizo
sola, de un solo salto.
—Muchas gracias por tu compañía, James… espero que nos volvamos a
ver.
—No fue nada y espero lo mismo.
—Adiós.
Mientras ella trataba de acostumbrarse a su nueva vida, el conde de
Saxonhurt, estaba impaciente, a pesar de sus esfuerzos, no lograba
encontrarse en el camino con la rebelde muchacha. Así que, se decidió y fue
hasta la casa del Barón Lowell para preguntar por ella, cuando la señora
Bunting le contó que se había marchado con sus tíos, los marqueses de
Rothgar, fue muy decepcionante para él no encontrarla, le habría gustado
mucho discutir con ella.
Ahora sentía mucha atracción por esa muchacha, como la llamaba, así
que empacó todo y fue hasta la casa de su madre en Londres, muy cerca de
la del marqués de Rothgar. Ahora estaba en su cabeza esa mujer y no la
dejaría escapar así tan fácil.
***
Su tía estaba muy emocionada con la llegada de su sobrina a la casa, pronto
darían una fiesta para presentarla en la sociedad, ella no entendía nada de lo
que su tía hacía, solo quería 32
Los días pasaban muy lentos, extrañaba su casa, todos los problemas
que su padre le daba, la señora Bunting, los caballos, todo le hacía falta. Se
sentía como un ser de otro mundo viviendo con sus tíos.
Debía pasar las tardes junto a su tía y sus amigas en el salón del té,
donde las mujeres solo hablaban estupideces para su entender, solo
llamaron su atención cuando escuchó un nombre que le fue familiar.
—Supe que llegó a Londres el conde de Saxonhurt, ya lo vieron pasear
por ese barrio decadente.
34
Macarena Moya Solis
—Pero vive en Yorkshire — habló Catriona llamando la atención de su
tía y sus amigas.
—¿Lo conoces mi niña? — preguntó intrigada una de las amigas de su
tía.
—Sí, lo vi un par de veces, me ayudó cuando estuve en dificultades, una
vez por el camino, ¿lo recuerda tía? Eso ocurrió cuando usted estuvo allá,
cuando caí del caballo.
—Claro, fue ahí que lo conociste, es que con el problema de tu padre no
lo recordaba.
—Sí…él. — respondió nerviosa.
—Me dijo Loretta, que sabía por una amiga que estuvo con él, que es un
semental.
—No hables esas cosas Louisa, no seas indecente. — ordenó unas de la
mujeres.
—Pero si es verdad, tiene un gran cuerpo, dicen que sus amantes no
quieren dejarlo.
—Ya basta, no hablen de eso delante de Catriona. — que solo ponía
cara de asco con todo lo que ellas decían.
—Me pareció un hombre vulgar cuando lo vi.— aseveró Catriona,
restándole importancia.
—Pero es atractivo. — comentó una de ellas.
***
El gran día había llegado, la doncella que estaba a su cargo la peinó, nunca
pensó que su cabello se podía ver así, sentía vergüenza de aparecer con ese
vestido en el salón. Tenía un escote muy pronunciado en su pechos, que
sobresalían casi completos por este, ajustado en la cintura, con el polizón
que levantaba su cola, el vestido en color lavanda era maravilloso, 35
El Acuerdo
con bordados en la parte delantera en color negro que parecían rosas,
sus hombros al descubierto, la manga en punta de corte tres cuartos, sentía
que no podía respirar con lo apretado del corsé.
El lugar estaba atiborrado de personas, veía desde su ventana el desfile
de carruajes en la entrada. Su tía envió por ella.
Pero sentía miedo de aparecer delante de todos. Bajó y se fue por detrás
hasta que pudo salir al jardín trasero, respiraba profundo, sentía que le daba
vueltas el estómago.
Caminaba de un lado a otro, aunque no lograba tranquili-zarse. Sintió
voces y entró tan rápidamente al salón que no vio a su tía, chocando con
ella, sin embargo, no le dijo nada, se quedó pasmada mirándola con los ojos
entumecidos en lágrimas, se las limpió y la besó en la mejilla, tomándola
del brazo la llevó al salón.
La presentó con las grandes personalidades que había en el salón, ella
estaba muy nerviosa, casi no podía pronunciar palabras. Solo quería
arrancar de ese lugar, la presentó con un hombre, de voz suave y mirada
tierna, quien la invitó a bailar, ella accedió, todos los observaban, bailaba
maravillosamente.
Isabella no podía dejar de ver a su hermana cuando la veía danzar de esa
manera. Tenía la misma gracia. Catriona no supo con cuantos jóvenes tuvo
que bailar hasta que pudo escapar un momento y salió hasta la terraza.
Apoyándose sobre el baran-dal y respiró profundo. Estaba cansada.
—Si me hubiesen dicho que es la misma muchacha que se defendió el
otro día con tanto ahínco de unos criminales y no lo hubiese visto, no lo
creo.
—¡Rayos! Me asustó ¿qué hace usted aquí?
—Debo decirle muchacha, que te vez resplandeciente, espero que todo
este aparataje no haya hecho desaparecer a la otra, 36
Macarena Moya Solis la rebelde — le dijo acercándose un poco a su
lado, su tono de voz era muy sugestivo.
—He escuchado cosas de usted, no muy buenas.
—¿Sí? — preguntó frunciendo el ceño — ¿qué dicen?
—Cosas, en realidad no me interesa lo que las mujeres de aquí digan, en
realidad me tienen aburrida.
—Me imagino.
—¿Hace cuánto llegó a Londres? Pensé que vivía en Yorkshire.
—Días después de usted, la fui a visitar a su casa, pero me informaron
que ya no estaba ahí, tengo una casa cerca de su padre. Sin embargo, aquí
me gusta más. La bohemia, la vida.
—¿Supo algo de mi padre?— preguntó interesada.
—No, en realidad nada — se acercó a ella mirándola fijamente a los
ojos — este escote, no cree que le falta algo a su vestido, deja mucho para
ver.
—Yo les dije que era mucho, pero ellas no me escucharon
— trató de subir el vestido, aunque no lograba acomodarlo más.
—Es un escote atrevido y vulgar — comentó aguantando su risa.
—No me dejaron colocar un chal, nunca me vestí así antes.
—Ja, ja, ja, ja no me haga caso, solo bromeo, ojalá usara esto todos los
días, tiene una muy buena y hermosa personalidad. — relató bajando su
mirada a los provocativos pechos de Catriona.
—Usted es un frívolo, superficial y grosero.
—Lo añadiré a mi currículo.
—Permiso, me voy.
37
El Acuerdo
Girando para salir, miró asombrada al salón, veía al joven que bailó con
ella dos veces y la pisó ocho, ya no quería topar-se más con él.
—¿No se iba? — preguntó con tono burlón.
—Baile conmigo, no quiero que ese hombre de allá me vea y me invite
a bailar, me ha pisado mucho ya.
—Yo no bailo, nunca. —aseveró ceñudo.
—Hágalo por mí — lo miró con suplica, ya no aguantaba otro pisotón
de aquel joven — por favor.
—No bailo. — insistió categóricamente.
—Le quedaré en deuda, lo prometo ¿o es que no sabe bailar?
—Dije que no bailo, no que no sé.
—Entonces, demuéstrelo.
Retándolo con la mirada, se quedó de pie frente a él, esperando su
respuesta y que la salvara de bailar otra vez con esos jóvenes que ya no
soportaba.
Se acercó hasta ella, mirándola fijamente a los ojos.
—¿Me desafía? — preguntó mirándola atentamente.
—Demuestre que sabe — sonrió con picardía.
La tomó de la mano y la llevó hasta el salón, todos los observaban todos
sabían que él no bailaba, nunca sacó a una mujer a bailar, para él era una
absoluta pérdida de tiempo, si se puede hacer otra cosa, es lo que
acostumbraba a decir, puso su mano por la cintura y tomó su otra mano, los
músicos comenzaron a tocar, su tía estaba horrorizada, no quería que su
sobrina se mezclara con ese hombre horroroso, que le destruiría su
reputación, no entendía que hacia el conde en su salón , ya que no estaba
entre los invitados.
Parecían flotar en el piso, ambos demostraban una com-38
Macarena Moya Solis plicidad al bailar única, no podían dejar de
mirarse a los ojos, Catriona no entendía que le sucedía, los hombres no le
inte-resaban, menos una relación, ahora solo quería volver al lado de su
padre y evitar todo esto que sucedía, las fiestas, bailes, cenas y tés, estaba
cansada de tanta banalidad, solo quería escapar, no obstante, ahora no podía
sacar de tu mente al conde, con su cabello oscuro y ojos color azul, su nariz
recta varonil, un mentón fuerte, unos labios rojos carnosos, no entendía
porque lo miraba.
El conde no entendía porque esta mujer frente a él, le parecía tan
maravillosa, era única, debía reconocerlo, no se parecía a ninguna de todas
esas arpías superficiales que conocía, ella era distinta, sus ojos eran
cristalinos, no ocultaban nada, era decidida, fuerte, de un carácter único en
una mujer con su carácter era algo muy difícil de encontrar, no sabía porque
se sintió tan atraído a ella, le parecía tan hermosa, sus ojos verdes intensos,
esos labios carmesí, la suavidad de su piel, todo era perfecto, sobre todo
esos cabellos dorados que caían sobre su rostro.
Los músicos terminaron, las parejas aplaudieron y ellos seguían
estrechados uno al otro observándose. De pronto sintió las miradas sobre
ella, se sintió absurda y salió rápidamente del salón. Todos murmuraban, el
conde fue tras ella. Pero Catriona entró en su habitación y no volvió a salir.
Por la mañana, sintió las cortinas abrirse en su habitación, su doncella
Marie, las corrió, traía el desayuno para ella. Después de comer, bañarse y
colocar la ropa apropiada bajó, su tío ya había salido, su tía estaba dando
instrucciones a la ama de llaves para la cena, estaban todos revolucionados
por los invitados.
—Oh, veo que ya despertaste dormilona, que bien.
—¿Todo está bien? — preguntó desconcertada.
39
El Acuerdo
—Sí, claro. Tenemos invitados a cenar, veo que anoche dejaste a
muchos jóvenes interesados en ti, hablaron con tu tío para pedir permiso de
visitarte, uno vendrá hoy a cenar.
—Pero, no quiero conocer a nadie, estoy feliz así.
—Querida, pronto cumplirás dieciocho años estás en la edad perfecta, tu
madre tenía dieciséis cuando se casó con tu padre.
—Lo sé, debe entender tía, que no soy mi madre, soy otra mujer y no
quiero casarme, nunca.
—Sin embargo, deberás hacerlo, lo hablamos con tu padre y accedió, así
que ahora debes escoger o lo haremos por ti.
—Quiero volver a casa — pidió molesta— Mi padre no me obligaría.
—Hija mía, el pidió que te buscásemos un marido digno, que se haga
cargo de ti, que te cuide, que te dé todo lo que él nunca te ha dado o podrá
darte. Necesitas de un hombre que se encargue de ti, no puedes estar sola
toda tu vida.
—No quiero, no lo haré, además no necesito que un hombre se haga
cargo de mí, puedo cuidarme sola, perfectamente.
—Mira, no decidiremos por ti, ¿te parece? — suspiró algo molesta — tú
podrás escoger a tu marido, es un trato.
—No quiero nada — aseveró con voz solloza.
—Si lo escogemos nosotros puede ser que no te agrade, o que vivas
muy lejos de nosotros.
—Entre más lejos mejor — reclamó en voz baja.
—El pretendiente de hoy es un joven guapo, te agradará.
Se sentía atrapada en una jaula dorada, no podía hacer nada que no
fuera observado, no quería pasar el resto de su vida en una misma situación,
estaba sintiéndose ahogada, no podía respirar en esa casa, de que servía
tanta opulencia, tanta como-40
Macarena Moya Solis didad, si era una prisionera.
En el momento de más desesperación, llegó a su salvación, James, traía
documentos importantes para su tío. Entonces salió con él, no se le permitía
salir sola, no era bien visto, no podía cabalgar a cualquier hora, todo debía
ser bajo un escueto horario.
James se convirtió en una gran compañía, un buen amigo, caminaron
por las calles de Londres, la llevó a un bello mercado. Conversando con él
pudo despejar su mente. Lo acompañó para llevar documentos a una
oficina, pasaron por una calle donde vio al conde de Saxonhurt entrar en
una taberna, le llamó la atención y se acercó al lugar mientras James
entregaba sus documentos, dijo que tardaría un poco, ella mintió diciendo
que lo esperaría en el mercado.
Entró en un lugar oscuro con mujeres con vestidos muy escotados y
vulgarmente arregladas, lo vio sentado en una mesa jugando a las cartas con
otros tres hombres.
Una mujer la tomó del brazo en tono de se burla dijo que estaba fuera de
lugar, que no era es lugar de una mujer como ella que se fuera a su casa a
esperar a su esposo que pronto se lo enviarían. Catriona la miró y le pidió
que le soltara el brazo.
Lo que la mujer no tomó muy bien.
—Este no es tu lugar, mojigata, espantarás a los clientes.
Catriona sonrió y la miró para responder.
—Si no los espantas tú, con esa horrorosa cara no lo haré yo, no te
preocupes.
Todo esto era observado ya por el conde que le asombró mucho ver a
Catriona en ese lugar, suponiendo lo que sucedería, apostó con los hombres
quien ganaba, claro, él apostó todo a la joven que ya conocía, la tabernera
quiso golpearla, sin embar-41
El Acuerdo
go, era una experta en defensa, fue entrenada desde pequeña, esquivó el
golpe y le dio un puñetazo que la tiró al suelo y esta, ya no se puso de pie.
—Caballeros me deben, gané — comentó sonriendo por su apuesta.
—¿Cómo sabías que esa mujer ganaría, Saxonhurt? — dijo uno de los
hombres que perdió la apuesta.
—Porque soy hábil. — respondió tomando el dinero, levantándose
rápidamente de la mesa, para salir de ese lugar, no sin antes acercarse a
Catriona.
—Conde… así que aquí se esconde… ¡Ey! no me toque.
— reclamó cuando la tomó del brazo para sacarla de ese lugar.
—¿Qué hace usted aquí? Este no es un lugar para una dama, venga, la
sacaré de aquí.
Sin soltarla del brazo, la condujo fuera del pestilente lugar, llevándola
hasta un salón de té, todos los observaban delibe-radamente, siempre que el
conde estaba acompañado por una señorita, les llamaba la atención.
—¿Por qué todos nos observan?
—Porque soy muy apuesto ¿qué pensó? ¿Qué es por usted?
—Sí, claro…— le respondió con sarcasmo, un estilo muy habitual en
ella.
—Es porque soy conocido como un mujeriego y usted una bella dama
de familia, que está a punto de ser pervertida por mí.—sonrió.
—Usted no me pervertirá — aseveró mirándolo fijamente.
—¿Cómo está tan segura?
—Porque no se lo permitiría, lo golpearía primero.
—Sí lo sé, me gustaría sentir su mano sobre mí.
42
Macarena Moya Solis
—Usted es un poco extraño. — su mirada ceñuda, le pareció de lo
mejor en ella.
—Sí, lo sé, pero le agrado.
—¿Por qué el acento?
—Porque viví desde los ocho años en Escocia, después estaba entre
viajes, el acento se quedó, además atrae a las mujeres.
—Aquí estaba, la busqué por todas partes, ya pensaba que decirle al
marqués. — pronunció James a llegar.
—¿Usted quién es? — preguntó molesto de ser interrumpido Saxonhurt.
—Él es James, es un amigo —sonrió al mirarlo.
—¿Ya tiene amigos? Pensé que era más del tipo solitaria.
—Buen día, conde — hizo una reverencia para saludarlo.
—¿Nos vamos, lady Catriona?
—Claro, buenas tardes.
Se quedó sentado, sin poder sacar de su mente a esa mujer algo salvaje
y ahora un tanto domada. Le parecía un buen reto, muchas que se negaron
antes, no obstante, cayeron después, y ella le parecía un buen desafío.
Volvió a la taberna para jun-tarse con una de las golfas que había pagado,
eran su modo de escape.
Catriona paseaba de un lado a otro por la habitación, parecía un león
enjaulado, estaba harta de vivir la vida impuesta por su tía, estaba cansada.
Además, tendría que poner su mejor cara para el visitante que vendría a
cenar.
La velada completa fue una tortura, el hombre hablaba de cosas que ella
no sabía, por más que le explicó de qué modo fue criada, él parecía no
escuchar nada más que sus propias palabras. Su tío notó la molestia,
advirtió que a ella no le gustaba 43
El Acuerdo
ese joven, incluso en varias ocasiones su tía tuvo que pegarle un
puntapié para que despertara, lo que a su tío le causó mucha gracia.
Cuando al fin pudo ir hasta su habitación a dormir, se sintió aliviada de
no tener que seguir sufriendo esa tortura. Durante la semana tuvo que
soportar tres pretendientes, ninguno de su agrado, aunque dos de ellos eran
muy apuestos, no obstante, no tenía deseos de compartir su libertad con
ningún hombre.
Ellos volvieron a visitarla, para compartir más tiempo, dos presentaron
sus deseos de visitarla a diario para acceder a una relación. Pero, Catriona
se negó rotundamente, así que su tía le dio un ultimátum o decidía con
quien se casaría o la elección la tomaría ella.
Habló con su doncella, ese día pasó por su cabeza una idea
descabellada, le pidió que le consiguiera una dirección, debía ver a alguien
que quizás le ayudaría. No era algo que le agradaba hacer, sin embargo, lo
veía como la única solución a su nefasto futuro.
Se colocó un vestido muy lindo, de color crema con flores rosadas, este
tenía un escote mucho más recatado, puso su chal sobre los hombros y su
sombrilla. Dejando su dorado cabello suelto, salió escondida de la casa.
Llegó a una mansión hermosa, la atendió un mayordomo con cara de
funeral, ella se presentó formalmente como le enseñó su tía, y pidió hablar
con el conde de Saxonhurt. El mayordomo la hizo pasar hasta una sala muy
bien decorada, con grandes cuadros familiares. Debió esperar mucho,
porque el conde aun dormía. Él no lo podía creer cuando le mencionaron
quien lo buscaba.
Cuando esperaba mirando unos cuadros de personas en la sala se acercó
una mujer, de seguro debía ser su madre, la miraba enjuiciándola, de
apariencia huraña. Sintió un poco de 44
Macarena Moya Solis miedo cuando la vio. Se presentó como Lady
Saxonhurt, condesa viuda.
Se sentó frente a Catriona. Le parecía muy mal que una mujer visitara a
un hombre, además sin anunciar antes su visita sola, sin su padre o una
persona que fuera responsable por ella. Le explicó que lo conocía desde
Yorkshire. Ella asombrada abrió los ojos, y sin pelos en la lengua preguntó
si estaba embarazada de él, si buscaba dinero. Lo que la ofendió
enormemente, iba a decirle unas cuantas cosas, cuando el conde apareció.
Para salvar a su madre de recibir unas cuantas insolencias.
—Lady Lowell, que grata sorpresa, ¿qué la trae por acá?
—Conde, buen día — hizo una reverencia para saludarlo.
—Madre, por favor, nos permites un poco de privacidad.
—No traigas tus mujerzuelas a la casa.
—¡Qué se ha imaginado! — exclamó muy molesta — no soy una
mujerzuela, señora, usted…— pero, otra vez el conde salvó a su madre de
recibir unos cuantos improperios, que de seguro Catriona no se lamentaría
en decir.
—Madre, por favor, no la conoce, no sabe quién es, no tiene derecho a
hablar de ella de esa manera. Ahora, déjenos.
La mujer salió muy molesta por ser tratada de esa manera por su propio
hijo, el conde cerró las puertas de la sala, y le pidió a Catriona que se
sentara. Pero ella estaba muy nerviosa para poder hacerlo, caminó por la
sala, le preguntó por las personas de los cuadros. Él pacientemente le
contestó todas sus preguntas.
Lo miraba sin poder articular las palabras, el conde ya estaba
impaciente, lo notaba en sus ojos. De pronto no pudo y tuvo que decir todo
de una vez.
—Sé, por lo que he escuchado, que su abuelo le dio un plazo para
encontrar esposa, así usted recibirá su herencia, que sé le 45
El Acuerdo
hace falta.
—¿Qué es lo que trama? ¿Quiere casarse conmigo? — preguntó
sonriendo por lo absurdo de su idea.
—Sí — respondió mirándolo fijamente.
—¡Perdón! — soltó impresionado la palabra, para luego dar carcajada
— No pensé que fuera de las mujeres que les interesa el dinero.
—Y no me interesa, para nada, ni las joyas, nada, no obstante, estoy en
un gran problema, si no respondo esta semana a mis tíos que ya decidí con
quien de los pretendientes que llevaron me quiero casar, ellos decidirán por
mí, no quiero casarme, no quiero tener que estar a disposición de un
hombre, no puedo, me gusta mi libertad, quiero mi vida anterior.
—¿Qué tengo que ver yo en todo esto?
—Usted se casa conmigo, recibe su herencia y sigue con su vida como
hasta ahora, yo no exigiré nada, no demandaré por nada, ni amor, ni
atención, nada.
—¿Usted que gana? — preguntó incrédulo de todo lo que oía.
—Nos vamos a vivir a su casa en Yorkshire, para estar cerca de mi casa,
de mi padre, poder retomar la vida que tenía hasta que mi tía intervino.
—¿Qué gano yo? Esto es un negocio por lo que veo, ¿no mi lady?
—Claro que lo es, llegaremos a un acuerdo.
—Y bien, ¿qué gano? Mi herencia es mi derecho puedo obtenerla
casándome con cualquier mujer, ¿qué me ofrece?
—La propiedad de mi padre, por ser mujer no puedo recibirla, pero
usted sí, será el dueño de Lowell Hall, es una muy buena propiedad, usted
dijo que le gustaba, además, no me 46
Macarena Moya Solis involucraré en su vida, podrá hacer lo que desee
con sus amantes, no haré problema por eso, usted es hombre y entiendo sus
deseos y no… yo no seré un obstáculo para usted.
—¿Y que si yo quiero algo más? — dio unos pasos para acercarse más a
ella.
—No tengo dinero para ofrecerle, no tengo nada más.
—No me refiero a dinero, es usted una mujer muy hermosa, no sé si se
lo han dicho sus pretendientes, muy bella, que si quiero su compañía por las
noches.
—No la tendrá, usted podrá seguir con su vida, sé que siente gran
debilidad por las mujerzuelas, podrá seguir con su siste-ma de vida.
—¿Sistema de vida? — Hizo una mueca incómoda con su boca, algo no
le gustaba de todo esto, y eso era no poder tenerla.
—Será libre, yo no lo limitaré, conde.
—Sloan, mi nombre es Sloan, Sloan Blackwood no me gusta que me
llamen conde, eso me da una responsabilidad y no la quiero.
—Le daré tiempo para que lo piense, pero solo hasta mañana, no puedo
más.
—¿Qué harás si digo que no?
—Me marcharé, no sé dónde aún, sin embargo, no viviré con mis tíos,
no puedo dejar que manejen así mi vida.
—No soy un hombre que los padres o tíos quieran para sus hijas, a pesar
del título, no les agrado.
—Ellos dijeron, que él que yo escogiera lo aceptarían.
—Sabe, solo diré que sí, porque me atrae todo esto que dices, yo no
creo en el amor, usted tampoco al parecer. Quiero ver que resulta de todo
esto, podremos ser amigos.
47
El Acuerdo
—Gracias.
48
Macarena Moya Solis 3
El día que el conde de Saxonhurt fue hasta la casa del marqués de
Rothgar, su tía no podía creerlo, pidió la mano de su sobrina, ella aceptó y
su tía se negaba, aunque el acuerdo era que escogería a quien ella quisiera.
Catriona se puso al lado de Sloan, tomándolo de la mano, sosteniendolo con
fuerza, necesitaba inconscientemente que él la apoyara, necesitaba salvar su
vida de un destino trágico.
Esto lo notó el conde, que la tomó del brazo con cariño y habló de que
nunca le faltaría nada y que su preocupación principal sería hacerla feliz. Su
tío quedó satisfecho, le pareció sincero. Aceptaron su proposición y fijaron
la fecha.
Antes de despedirse, Sloan la miró a los ojos fijamente, lo que la puso
muy nerviosa, besó su mano, le guiñó un ojo de manera cómplice, dejando
la casa. Su tía no le habló por una semana, lo que fue bueno para Catriona,
que no tuvo que escuchar sus sermones por su nefasta decisión. La modista
volvió a ir a la casa todos los días para confeccionar su ajuar de novia, al
menos tendría un gran vestido y una buena celebración. La madre de Sloan
estaba furiosa, aunque no su abuelo, le pareció una buena elección y al
casarse le transferiría a su cuenta todo 49
El Acuerdo
lo que le había prometido.
El día de la boda llegó muy rápido, su padre viajó desde Yorkshire, le
tomó tres días estar sobrio. Pero no entraría con ella a la iglesia, ese
privilegio lo tendría su tío, eso ya había sido estipulado por su tía, sin
informárselo a Catriona. El vestido la hacía lucir maravillosa, seda de color
perla la adornaba, con un faldón hermosamente decorado con tela dorada, el
faldón tenía más de veinte capas de tela, lo que le daba ese aspecto
vaporoso, su tía lo mandó hacer especialmente para ella, debía lucir como
una princesa, lo repetía a diario, también tenía un lindo escote discreto muy
elegante. Su tío, antes de subir al carruaje que la llevaría a su futuro esposo,
la miró fijamente con gran cariño, la besó en la frente, con los ojos
humedecidos.
—Espero que tu decisión te lleve a la felicidad, te queremos mucho.
Ella sonrió con pesar y se abrazó con fuerza de aquel hombre que al
parecer entendía lo que estaba haciendo. Subieron al coche que los llevaría
hasta la iglesia. Su padre, a pesar de que su cuñada le advirtió que no
entraría con Catriona a la iglesia, él expresó que nunca lo hubiese hecho, en
cuanto su hija se lo pidió declinó de caminar con ella al altar, aludiendo a
que no merecía ese honor, así que su tío la condujo hasta el altar, como ya
había sido acordado, donde la esperaba su futuro esposo que sonreía, no de
felicidad, sino por la estupidez que cometía.
Catriona nunca esperó que ese día llegara, pretendía vivir una vida libre
por siempre. El sacerdote celebró la ceremonia, dijo muchas cosas, de las
cuales escuchó solo la mitad, cuando dijo las palabras «puede besar a la
novia», sintió sus piernas temblar. Cuando Sloan sacó el velo que cubría su
rostro quedó impresionado ¡Cómo lucía bella!, deseaba darle un beso
poderoso, tomar su boca y consumirla, sin embargo, solo posó sus labios
sobre los de ella, en un delicado beso y todo quedó listo.
50
Macarena Moya Solis La celebración tuvo lugar en la casa del Marqués
una celebración de la cual se hablaría por mucho tiempo, por el novio y por
lo maravilloso del todo lo que se ofreció. Todo perfectamente elegido por su
tía.
Sloan conversaba con unos amigos en el salón cundo se percató que no
veía a su nueva esposa hace ya mucho, comenzó la búsqueda de Catriona.
No la veía por ningún lugar. Cuando entró abruptamente en la biblioteca la
sorprendió junto a James, quien acariciaba el rostro de su ahora esposa con
delicadeza y ella sostenía su otra mano. Sloan conocía todas las artima-ñas
usadas por los hombres, para que las mujeres sucumbieran ante la tentación
y esta le pareció una de ellas.
Catriona no supo cómo llegó tan rápido hasta ellos, tomó solo con una
de sus manos por el cuello a James y lo golpeó contra la pared, sus pies no
tocaban el suelo, Catriona le orde-naba que lo dejará, lo empujó para que lo
soltara, la miró con rabia sin soltar a James que no podía respirar bien,
entonces la interrogó.
—¡Qué es lo que hace escondida aquí con este hombre!
—Déjelo, esto no es parte de nuestro acuerdo, quedó dicho que…
—Claro, que yo seguiría con mi vida, pero usted me res-petará.
—¡Déjelo! Es mi amigo.
—¿Amigo? No sea absurda — respondió soltándolo, James tocia
tratando de respirar.
—Usted vendrá conmigo.
—No, este es un matrimonio de mentira, nada más, no tengo
obligaciones con usted, ese fue nuestro acuerdo.
—Claro, haga lo que quiera, pero no comprometa mi repu-51
El Acuerdo
tación, no quiero ser el cornudo de Yorkshire.
—¿James, estás bien? — preguntó acercándose a su amigo que aun
respiraba con dificultad.
—Sí, no te preocupes, Catriona.
—Ella es Lady Catriona para ti, o condesa, quedó claro.
—Basta ya de esto, conde, es suficiente.
—Tú me acompañas ahora — ordenó con todo enérgico, pero con voz
baja.
La tomó del brazo y la sacó de la biblioteca, la llevó para que todos los
vieran bailar juntos, ella estaba muy enojada y no podía disimularlo.
—Será mejor que sonrías, tu pediste este matrimonio de mentira como
lo llamaste — comentó con su mandíbula apre-tada por la rabia. Ella hizo lo
que le pidió, continuando con la falsa celebración.
Cuando dejaron la fiesta, se dirigieron hasta la mansión de los
Blackwood, la madre por estar completamente en des-acuerdo con la boda
no estaba en el lugar, había viajado hasta su casa de campo, así que estaban
solos, al entrar estaba solo una doncella esperando por ellos, Sloan fue
directo a la biblioteca a beber.
Catriona subió junto a la mujer que le indicó cuál era su alcoba, al entrar
le pidió que le ayudara a desatar su vestido y el corsé, no podía más con
todo esto ajustado a su cuerpo, luego le pidió a la mujer que la dejara sola,
estaba cansada y solo quería dormir. Seguro que Sloan se había ido a su
habitación, el acuerdo era tácito.
Abrió la cama para poder dormir cuando sintió la puerta que conectaba
con la otra habitación, se asustó, se quedó de pie al lado de la cama, de
pronto vio que se abrió la puerta, 52
Macarena Moya Solis solo estaba con la delgada enagua que cubría su
cuerpo. Sloan la observaba detenidamente, Catriona sintió vergüenza,
estaba con su torso desnudo, no podía dejar de observarlo, sintió que sus
mejillas se calentaron, ardían, seguro por la vergüenza que sentía, bajó la
mirada, él caminó hasta ella.
Se puso frente a frente, haciendo un recorrido con sus ojos de todo el
cuerpo que se traslucía a través de la enagua. Se odiaba por sentir todo ese
deseo por esa muchacha que tenía enfrente, ¡Dios cuanto la deseaba! Solo el
autocontrol lo mantuvo tranquilo frente a ella, sabía que había un acuerdo,
pero comenzaba a pensar que faltaría a él.
—Tenemos un acuerdo — aseveró con voz temblorosa
—Lo sé, solo vine a ver si estaba bien.
—Lo estoy, gracias.
—Dormiré aquí esta noche.
—¡No! Recuerde que usted en su habitación y yo en la mía.
— respondió dando media vuelta.
—Mírame ¡mírame! — la asió de los hombros para que se volteara a
mirarlo.
—¡Qué…! — lo observó con furia.
—No te haré nada, no te tocaré, quédate tranquila, el acuerdo se
mantiene, sin embargo, un día me lo pedirás, lo sé, de-searás que yo esté en
ti.
—Nunca, creo que malentendió todo lo que hablamos —
expresó molesta — este es un matrimonio sin amor, y no lo habrá.
—Pero los matrimonios sin amor también comparten la cama. —
aseveró Sloane
—Este no — respondió con gran decisión.
53
El Acuerdo
—Estas muy segura de tus palabras, pero lo pedirás.
—No lo haré — expresó muy segura.
Se alejó de su lado mirándola detenidamente, le parecía tan bella, la luz
de vela dejaba traslucir su delgada enagua marcando los contornos de su
figura. Una figura casi perfecta, retrocedió y salió por la puerta que
conectaba a su habitación.
Catriona respiró aliviada, sintió miedo de que no respetara su acuerdo y
exigiera sus derechos como hombre, nunca había estado sola en una
habitación con un hombre en esas condiciones, sintió temor, no sabía qué
era lo que se debía hacer, y no quería saberlo, solo escuchó una vez a unas
muchachas hablar y una decía que sintió un dolor horrible y que no le gustó
para nada. No quería pasar por una experiencia de esas. El acuerdo era
claro, él seguía con su vida y ella podía regresar a su antiguo hogar.
Por la mañana la despertaron los gritos de Sloan llamando a una
persona. «¡Franklin!» gritaba y gritaba, ella se puso de pie rápidamente,
pensó que algo había sucedido, puso su bata y bajó la escala fue hasta
donde esta Sloan. Quien la miró muy molesto, le pidió que se vistiera,
porque no era apropiado para una mujer casada andar por la casa con ese
tipo de ropa.
Catriona lo observó seriamente y se dio cuenta de que tenía un ojo en
tinta con un pequeño corte.
—¿Qué sucedió? ¿Qué le pasó…? ¿Por qué tiene ese ojo así?
—No es su problema.
—Deje de ser tan obstinado y siéntese ahí.
Ordenó con voz enérgica, empujándolo del brazo lo sentó y fue hasta la
cocina por un paño para limpiar la herida y agua hervida, además, la
cocinera le dio una pomada que tenía en su habitación. Se sentó frente a él.
—¿Cómo sucedió esto?
54
Macarena Moya Solis
—Anoche, salí un momento y tuve problemas.
—Lo lamento, no se mueva.
—Ay, tenga cuidado.
—Es un corte superficial, sanará solo… deje colocar esto por el
contorno, le ayudará a borrar el golpe.
—Gracias.
—Señor, está todo listo — dijo un hombre mayor que entró en la sala.
—Gracias, Franklin. Ella es Lady Catriona.
—Un placer conocerla al fin, mi lady.
—Gracias, ¿usted acompaña al conde?
—Sí.
—No me llame conde, se lo dije, hasta él me dice Sloan.
—Claro.
—Ahora vístase nos vamos, regresamos hoy a Yorkshire.
—Pero… — estaba confundida.
—¿No era lo que quería? — inquirió dándole una fría mirada.
—Sí, gracias.
—Entonces, vaya y prepárese, pasaremos por la casa de su tía, por sus
otras pertenencias.
—Está bien.
Cuando pasaron por la casa de su tía, ella quedó muy molesta porque
partirían tan pronto, aunque, no tuvo más que aceptar.
Solo lamentaba que no estuviera en su casa para el cumpleaños de
Catriona, lo que sorprendió a Sloan que no sabía nada, sin embargo, se
mantuvo sin expresión en su rostro todo el tiempo que estuvieron ahí, las
doncellas prepararon el equipaje y los 55
El Acuerdo
sirvientes guardaron todo.
Su tía le dio su regalo anticipado, eran dos cajas, una grande como de
vestido y otra pequeña, lo agradeció y subieron al carruaje que los
aguardaba para volver a enfrentar ahora una vida como matrimonio, llena
de grandes sorpresas.
Cuando el carruaje partió, Sloane le preguntó cuándo estaba de
cumpleaños.
—En dos semanas más — respondió mirando por la ventana.
—¿Qué edad tienes? — preguntó muy serio.
—Diecisiete.
Sloan abrió los ojos impresionado, sabía que era joven pero no pensó
que tanto.
—Eres una chiquilla solamente — aseveró impresionado.
Catriona solo miró por la ventana y no respondió.
El viaje de regreso le pareció más largo que, cuando vino la primera
vez, no obstante, gracias a la compañía de Franklin fue muy ameno, era un
hombre de muchas historias, conocía de muchos temas, así que, todo fue
más placentero y relajado, gracias a él.
Cuando se detuvieron en una posada para pasar la noche, solo quedaban
dos habitaciones, Franklin sonreía con mucha picardía, aunque para
Catriona no le vio la gracia, estaba muy nerviosa.
Le abrió la puerta, los esperaba una gran cama y un sofá, ella sonrió,
cuando vio este gran armatoste en la habitación se sintió a salvo. Sloan se
tiró directo en la cama.
Franklin les pidió la cena en la habitación, ambos cenaron en completo
silencio, hasta que Catriona no pudo más y se lar-gó a reír, no sabía porque
lo hacía, quizás por la situación en la 56
Macarena Moya Solis que estaban, él solo trataba de mantener su
compostura, y ella solo trataba de pasar la noche a salvo.
Sloan solo la miró extrañado, sin entender el porqué de su risa. Luego
ella se puso de pie, sentenciando lo que sucedería aquella noche.
—La cama es mía, usted dormirá en el sofá.
Sloan bebió de su copa de vino rápidamente y luego se sirvió otra y la
bebió igualmente. Catriona entró en el baño para cambiarse y luego al salir,
vio que él estaba acostado en la cama, le pidió que se cambiara, no obstante,
él no estaba de acuerdo.
—Estoy desnudo, así duermo, ¿me levanto así? Tendrá que pasarme
mantas de su cama, y pasará frío.
Ella cerró los ojos en absoluto desapruebo. Sin embargo, no quedaba
otra opción, no quería pasar frío y esa noche hacía un frío que dolían los
huesos. Puso cojines en medio de la cama para separarlos, él solo sonreía
por todo lo que ella hacía, para él sería muy fácil sacar todo y tomar
posesión de su esposa, aunque, no lo haría.
Se acostó y apagó la vela de la mesita de noche.
—Buenas noches. — dijo acomodándose.
Solo se relajó cuando escuchó que él dormía profundamente. Por la
mañana, despertó cuando él salía de la sala de baño solo con su pantalón
puesto y su pecho descubierto. Dejando lucir un fuerte torso, con unos
brazos grandes y hombros prominentes y muy fuertes, ella se tapó con las
sábanas a lo que el reaccionó sonriendo.
Luego de que ella se preparó, emprendieron su viaje, aún quedaba
mucho por recorrer.
Al llegar por la mañana hasta la casa, Catriona cambió 57
El Acuerdo
su ropa, se puso uno de los vestidos que acostumbraba a usar cuando
vivía con su padre, soltó su cabello, tomó uno de los caballos y salió a todo
galope hasta su casa.
La señora Bunting que estaba en la entrada sacando unas flores para
colocar en uno de los salones, casi se desmayó cuando la vio. Catriona
corrió a sus brazos, estaba feliz de verla, la mujer la apretó contra sus
enormes senos, cobijándola contra su pecho. Cuando se separó de ella vio
en los ojos de su pequeña mucha tristeza, la abrazó otra vez y entraron en la
casa, su padre no estaba, hace dos días que había salido y no había vuelto.
Le sirvió un gran desayuno en la cocina y conversaron de todo lo que
ella vivió mientras estuvo todo ese tiempo en Londres. La señora Bunting
no podía creer todo lo que ella le contaba, menos cuando le dijo que era una
mujer casada y que su esposo era el conde de Saxonhurt, todo lo que
relataba parecía sacado de una novela, de esas que leyó en la casa de su tía,
sin embargo, era su vida ahora, y le explicó que no debía preocuparse por
ella, todo estaba bien y que gracias a que el conde aceptó el acuerdo, había
podido volver para estar junto a ellos, su verdadera familia.
Pasó todo el día con ella, recorriendo su casa, viendo el cuadro de su
madre sentada en la salita de las costuras, yendo al arroyo para sentir el
aroma. Ahora se sentía viva otra vez y completa.
Cuando regresó a su nueva casa ya tarde, estaba oscuro, ella conocía los
caminos perfectamente así que no temía andar a oscuras. Entró y Franklin la
miró asombrado, como si hubiese visto un fantasma.
—Pensé que se quedaría con su padre — comentó preocupado.
—No, no llevaba nada para pasar la noche allá, decidí vol-58
Macarena Moya Solis ver.
—El señor… no está disponible — aseveró algo nervioso.
—No, no lo quiero a él, solo iré a dormir.
Subía la escala para el dormitorio cuando se devolvió, dirigiéndose
hasta la biblioteca, se le había antojado leer un momento antes de dormir,
Franklin no alcanzó a detenerla y ella abrió las puertas viendo una imagen
que no podría sacar de su cabeza con facilidad, cerró rápidamente las
puertas, sin decir una sola palabra, corrió hasta su habitación, lo que vio la
asustó y la dejó sintiendo algo muy extraño dentro de ella.
La imagen de la mujer sentada en la mesa con sus vestidos arriba y sus
piernas entrelazadas en las caderas de Sloan, él se movía con violencia
atrayéndola a él. Lo que más la impactó fue la cara de furia que él tenía.
¿Era así quizás como una mujer y un hombre compartían sus cuerpos? Si
era de esa forma tan vulgar, ella no lo haría nunca. Sabía que ese era el
acuerdo, pero no quería entrar en casa y sentir miedo de abrir una puerta y
encontrar a su esposo con alguna mujerzuela.
Trabó la puerta y se acostó, momento después, sintió que intentaron
entrar en el cuarto, aunque no forzaron la puerta, después de mucho rodar
por la cama, por fin pudo conciliar el sueño.
Temprano despertó, sentía vergüenza de mirar a Sloan, aunque después
razonó en que él debía tener vergüenza, ella no había hecho nada. Se
levantó, se dio un baño, se puso un vestido de los que su tía le había
regalado, se sentía más cómoda con esa ropa ahora, quería dejar de ser una
muchacha salvaje, algo inconsciente en ella, pensaba en atraer a su esposo a
su lado y evitar que trajera mujerzuelas a casa, dejó su cabello suelto, y
bajó, en el comedor estaba la mesa puesta para una persona, apareció el
mayordomo que ordenó que se le sirviera de inmediato.
59
El Acuerdo
Otro hombre le acomodó la silla y ella desayunó sola, pensando en todo
lo que había ocurrido la noche anterior, aun se sentía incómoda, y verlo así
con otra mujer, le resultó muy molesto, después de un momento apareció
Franklin en el comedor.
—Buen día, mi lady, ¿descansó bien?
—Sí, Franklin, gracias.
—Dispondrá de las cosas para hoy.
—¿Quién lo hacía antes?
—Yo.
—No me interpondré en sus labores, no pienso quitarle su lugar.
—No es un problema, usted es la dama de la casa, es necesario que
usted indique todo ahora. Para que los empleados crean que esto es de
verdad.
—Claro ¿Cómo se llama la cocinera?
—Señora Welters.
—Hablaré con ella entonces.
—Mi lord salió temprano, no sé si regresará temprano, no lo mencionó,
mi lady.
—No se preocupe, yo iré a casa de mi padre, necesito saber si ya
regresó.
—¿No estaba ayer, mi lady?
—No, dijo la señora Bunting que hace más de dos días que no regresa.
—Lo lamento, espero que no haya sucedido algo malo.
—No, antes sucedió también, se embriagaba y regresaba a los días
después.
60
Macarena Moya Solis Tomó un caballo y partió hasta la casa de su
padre, él no había regresado, revisó todo lo que tenía en su escritorio, y
tenía muchas deudas, incluso la casa estaba en prenda, seguro si no pagaba
la perdería. Estaba muy preocupada, fue hasta la ciudad para hablar con el
hombre que estaba pactada la deuda, necesitaba saber que sucedía.
Cuando llegó, le informaron que era un hombre de lo más bajo, que se
aprovechaba en los juegos de azar de los borrachos, era un prestamista de
mala muerte. Estaba en una taberna bebiendo, miró si estaba su padre, sin
embargo, no lo encontró.
—Este no es lugar para una dama, ¿qué quiere aquí? — preguntó un
hombre de bigote largo y cabellera blanca, sostenía un puro entre sus labios.
—Busco a un hombre que se llama Bishop.
—Ese soy yo ¿qué quieres lindura?
—Mi padre firmó esto con usted, quiero saber qué es lo que sucede.
—Eres la hija de Lowell, ese borracho está muy endeudado conmigo,
me debe y si no paga pronto lo hará con su casa.
—Pero… él no pudo dejar en prenda nuestra casa.
—Lo hizo niña, lo hizo, ahora vete, si no tienes lo que me adeuda, la
casa será mía dentro de un mes.
—¿Dónde está mi padre?
—No lo hemos visto hace más de cuatro días.
—¿Qué hace aquí, Catriona? — le interrogó una voz familiar.
—Conde… yo… yo… — titubeó nerviosa.
—Al parecer le gusta visitar tabernas…— aseveró sonriendo de modo
burlesco. Al recordar el episodio anterior en 61
El Acuerdo
Londres.
—¡No! Busco a mi padre, no ha aparecido hace varios días
— respondió con su mentón tiritando tratando de aguantar sus lágrimas.
—Este no es un buen lugar para estar, vamos, salga de aquí
— comentó tratando de tomarla de la mano.
—¡No!… No me toque. — quitó su mano con rabia, recordando el
episodio de la noche anterior.
—Está bien — expresó recordando porque ella estaba así.
Caminó por las calles de Yorkshire, un momento sin saber dónde ir.
Hasta que vio la consulta del médico amigo de su padre, todo esto seguido
de muy cerca por Sloan. Cuando golpeó la puerta, un hombre gordo de
cabeza calva la recibió y la abrazó con fuerza. Entró en la casa, su padre
estaba ahí, convaleciente, lo habían atacado y tenía una herida de cuchillo
en su estómago.
Estaba muy mal, la herida estaba infectada, además tenía fiebre muy
alta, solo debían esperar, ya no había nada más que hacer. Él sonrió a ver a
su hija de vuelta, le pidió perdón por enviarla con su tía, sin embargo, le
aclaró que fue lo mejor para ella.
Se quedó a su lado tomándo con cariño su mano, llorando
desconsoladamente. Parecía una pequeña abandonada. La sensación de
soledad estaba presente en ella y no lograba despo-jarse de ese sentimiento.
De pronto sintió una mano sobre su hombro, cuando volteó vio que Sloan
estaba detrás de ella, trató de limpiar sus lágrimas, no deseaba verse
vulnerable, nunca se mostraba débil delante de alguien, nunca.
Sloan se presentó ante el padre de Catriona como su esposo, él sonrió y
dijo que estaba feliz de que él lo fuera, le pidió por favor no permitiera que
a su hija le hicieran daño o le faltara 62
Macarena Moya Solis algo, se disculpó por ser un mal padre y que
rogaba que él fuera un buen esposo para ella.
El médico le pidió que salieran un momento para que el descansara.
Catriona se acercó hasta una ventana de la sala y lloraba sin hacer ruidos,
Sloan se conmovió de sobremanera por ella, no se imaginó que llorara, al
parecer era de un carácter muy fuerte, nada la afectaba. No obstante, ahora
parecía una niña pequeña completamente indefensa.
Se acercó hasta su lado, trató de abrazarla, pero ella se resistió,
alejándose fue hasta el otro lado de la sala, Sloan se sentía impotente, no
sabía qué hacer. El médico amigo del padre le contó que sucedía, la deuda
que tenía y todo, después de hablar con él, Sloan la dejó sola en la consulta.
Catriona no se movió más del lado de su padre, se quedó en la casa del
doctor, no dormía, solo cuidaba a su padre, se consiguió hierbas para
ayudarlo a sanar, puso emplastes de hierbas que sanarían esa herida, no lo
dejó solo ningún momento. No se alimentaba bien por cuidarlo, hasta que la
fiebre cedió y la infección también.
Después de estar segura que él estaba bien, volvió a casa con su padre,
lo dejó con la señora Bunting y regresó a la suya, cuando Franklin la vio le
sonrió y se alegró mucho de verla otra vez, informado ya de lo que sucedía,
preguntó por su padre, a lo que ella le respondió con un hilo de voz que
estaba bien y recuperándose en casa.
No alcanzó a decir más, cuando se desfalleció ante Franklin, quien
alcanzó a tomarla antes de que callera al suelo producto de un desmayo,
ordenó a la doncella que lo acompañara hasta la habitación y preparara la
cama para dejarla ahí.
—Se desmayó producto de la fatiga, señor.— aseveró la doncella.
63
El Acuerdo
—Déjela dormir, oscurezca la habitación.
—Sí, señor.
Estaba tan cansada que durmió toda esa tarde, la noche y el día
siguiente cuando despertó vio que Sloan dormía sentado en una poltrona al
lado de su cama, ella trató de no hacer ruido, no moverse, sin embargo, él
despertó.
—¡Está bien! ¿Necesita algo? — su voz sonaba muy preocupada.
—No ¿Qué hace aquí?
—Estaba preocupado, dijo Franklin que sufrió un desmayo, si no es
porque él estaba cerca, cae al suelo.
—Solo estaba cansada.
—El doctor vino, dijo que es la fatigada, por todos los días que ha
dedicado a los cuidados de su padre, no se ha alimenta-do bien, es por eso
la fatiga. Mandé por la señora Bunting ella está en la cocina preparando lo
que le gusta, la cuidará.
—Gracias.
—Yo voy a salir, pero si desea que me quede.
—No, no hay problema, dije que no importunaría su vida, haga lo que
necesite. Yo estoy bien — aseveró, aunque por dentro sintió deseos de
pedirle que se quedara junto a ella.
—Bueno, entonces, nos vemos. Adiós.
La señora Bunting le trajo un delicioso caldo, acompañado de una
deliciosa gallina con espárragos al vapor y patatas, un rico postre también.
Se quedó mirándola, lucía tan pálida y demacrada, después de comer cayó
rendida a dormir otra vez.
El conde estaba en la taberna, como era habitual, las mujeres se le
acercaron, pero no se fue con ninguna, solo se quedó bebiendo whiskey
pensando en lo que ocurría, todo lo que 64
Macarena Moya Solis pasaba en su cabeza, no podía dejar de pensar en
Catriona, no entendía porque, tenían un acuerdo, sin embargo, ya no parecía
tan a gusto con este, aunque el miedo lo envolvía, hace mucho que no sentía
eso, años atrás amó a una mujer que lo destruyó, se prometió nunca más
entregar amor, las mujeres no merecían ser amadas.
A la mañana siguiente Catriona se levantó, lucía un poco enferma, pero
se sentía bien. Fue a visitar a su padre, vio que de la casa salía Sloan, desde
lejos observó que subió a su carruaje, alejándose de ahí. Pensó que quizás lo
visitaba por su estado, no le prestó mayor importancia.
Entró en la casa, su padre estaba sentado en la biblioteca, tenía unos
papeles en sus manos, sonreía feliz, en cuanto la vio los guardó en el cajón.
La abrazó con fuerza, besándola en la frente, ese día era su cumpleaños, su
padre le entregó un regalo, era la diadema de su madre, no pensó que aún la
tenía, era una maravilla de plata con diamantes.
Además de un collar de esmeralda con unos pendientes en juego, sonrió
de emoción, recordó la última vez que los vio en su madre.
—Felicidades hija, espero que seas muy feliz.
—Gracias, padre, es un regalo hermoso.
—¿Mi niña ya llegó?— preguntó la mujer asomando su cuerpo en la
biblioteca — Mira que hice para ti.
La señora Bunting le entregó un regalo, una hermosa camisola que ella
misma hizo, con bordados de flores que pasó varias noches bordando con
gran dedicación. Se quedó con ellos toda la tarde, la señora Bunting hizo
pastel para celebrar.
Hace mucho qur no compartía así con su padre y estaba feliz, fue una
tarde maravillosa como hace mucho que no la tenía.
Estar en la casa de su padre junto a él y la señora Bunting, fue 65
El Acuerdo
para Catriona lo mejor que pudo sucederle, era como siempre deseo
vivir.
Cuando regresó hasta la casa del conde, ahora su casa, entró corriendo
hasta su habitación, se dispuso a guardar las joyas y la camisola que la
señora Bunting le había regalado. Sintió ruido detrás de su puerta, luego al
parecer se decidieron y golpearon. Se acercó y se apoyó en la puerta, sabía
que estaba detrás de esta el hombre que estaba despertando en ella
sensaciones que nunca tuvo antes y eso la ponía nerviosa, respirando
profundo, luego abrió.
—Sloan ¿Sucede algo? — preguntó con marcado desinterés,
obviamente fingido.
—No ¿Puedo pasar? Solo un momento.
—Claro, disculpe.
—Esta noche estamos invitados a una cena, en casa de un amigo de mi
padre, son solo algunas personas, ¿le gustaría ir conmigo?
—¿Desea usted que vaya? No quiero importunarlo si es que tiene planes
ya, puede decir que estoy indispuesta y así…
—Yo deseo la compañía de mi esposa esta noche, si es que no es
problema para usted, no faltarás a tu acuerdo si tan solo me acompañas.
—Claro, está bien, lo acompaño.
Feliz de contar con la compañía de su esposa esa noche, la dejó para que
se prepara, el barón McGregor fue amigo de su padre desde pequeños,
quien también sufrió mucho con su muerte. El barón se convirtió en su gran
apoyo. Al acercarse la hora de la cita esperaba al pie de la escala, se sentía
como un jovencito y eso le agradó, hace mucho que no sentía ese
nerviosismo al esperar por una mujer.
Quedó asombrado al verla, no podía creer lo hermosa que 66
Macarena Moya Solis ella lucía, eso que llevaba una capa que cubría
sus hombros, pero podía ver que lucía un vestido color malva, ajustado que
dejaba notar cada curva de su cuerpo. Llevaba su cabello ele-gantemente
tomado, su maquillaje era suave, pero se notaba, toda una condesa pensó,
no podía dejar de observarla, solo deseaba poder dejar de lado ese acuerdo
que ella puso y tomarla entre sus brazos.
—Luce como una princesa.
—¿Cree que es mucho? ¿Me cambio?
—No es capaz de aceptar un cumplido, mi querida Lady Saxonhurt.
—Lo siento, yo…
—Ese collar es muy lindo.
—Me lo dio mi padre hoy.
—Mencionó que su cumpleaños era pronto, pero no que día.
—Hoy, mi cumpleaños es hoy.
—Lo lamento yo no lo sabía… yo…
—No se lamente, no es su obligación saberlo, no está en el acuerdo. —
respondió muy indiferente.
—Es por eso que su padre le obsequió esto, es un hermoso regalo. Pensé
que no le gustaban las joyas, recuerdo que me lo contó.
—Perteneció a mi madre, eso por que es importante para mí.
—Claro, por supuesto, lo entiendo.
Subieron al carruaje, ella miraba un punto fijo por la ventana, aunque
todo estaba muy oscuro, Sloan no podía dejar de mirarla, lucía radiante,
atrás había quedado esa muchacha rebelde que cabalgada a pelo y que se
defendía a golpes de los asaltantes. No podía quitar la sonrisa de su rostro.
67
El Acuerdo
Al llegar había una larga fila para entrar, las cenas del Barón McGregor
eran muy concurridas. Claro que el solo invitaba a la alta sociedad de
Yorkshire.
Cuando por fin lograron llegar a la recepción, el barón estaba muy feliz
de contar con su presencia, él fue muy gentil, Sloan le presentó a Catriona
como su esposa, cada vez que sus labios pronunciaban esa palabra, sentía
escalofríos, sonaba como un dulce canto en sus oídos.
La esposa del barón, fue muy cortes también. Aunque, la alegría del
anfitrión no fue eterna, se excusó de requerir la presencia en privado del
conde.
Lady McGregor tomó del brazo a Catriona y la colocó a su lado para
que le ayudara a recibir los invitados, lo que era un gran honor, un
mayordomo tomó su capa dejando al descubierto un gran encanto en
Catriona, todos los hombres que entraban al salón no podían dejar de
observarla, ni por su belleza tampoco por ese escote maravilloso que a
todos cautivaba.
Después de recibir a todos, la condujo con ella para presentar a otras
personas, se excusó de tener que hacerla pasar por el mal rato de conocer un
montón de mujeres insoportables, no la mayoría, pero si muchas, sin
embargo con su compañía sería mucho más grato.
Comenzó un gran desfile de mujeres que solo querían asesi-narla con la
vista, otra más amables, hombres que no quitaban la vista de su escote,
otros más recatados.
En un momento, se vio buscando por el salón a Sloan, ya hace mucho
que no lo veía, y el barón estaba cerca con dos hombres conversando. De
pronto miró a través de la ventana y lo vio, caminaba por la terraza, pensó
en ir con él, se disculpa-ría en ese momento para salir, cuando vio que se le
acercó una mujer, una muy hermosa, de cabellos rojos.
68
Macarena Moya Solis Ella lo tomó por el brazo, sin embargo, él de
inmediato lo quitó en un movimiento muy brusco, la observaba con rabia,
era un sentimiento potente, su mirada demostraba reproche, desilusión.
Él ponía las manos en su cabeza y negaba, la mujer trató de besarlo,
pero él se alejó. Catriona se asustó, sintió miedo, quizás él amaba a esa
mujer y estaba atrapado por su culpa, se sentía responsable, aunque sintió
miedo de perderlo, no enten-dia porque ya la odiaba, sabía que esto era un
trato, pero no podía dejar de sentir un agradado al estar a su lado, era todo
en él, muy diferente a los hombres que conoció donde su tía, Sloan era
fuerte, muy alto, sus ojos eran de un dulce color azul. Su estómago
comenzó a revolverse, no podía dejar de sentir miedo, pidió permiso y fue
hasta una habitación para estar sola, su cabeza le daba vueltas, luego de
calmarse salió un momento.
Sloan ya no estaba fuera, sintió sus piernas desfallecer, no lograba
comprender porque sentía ganas de llorar, últimamente solo sentía deseos
de hacerlo, hasta se parecía a las mujeres tontas que siempre detestó, sintió
el ventanal abrirse, volteó pensando que era Sloan, pero no, era otro
hombre.
—¿Qué hace aquí tan sola? — habló un hombre joven.
—Solo tomo aire, adentro hace calor.
—Usted es Lady Saxonhurt ¿verdad?
—Sí… ¿ Y usted? — preguntó mirándolo con recelo.
—Jaread McGregor, sobrino del barón.
—Mucho gusto —saludó con una reverencia.
—Creo que nadie le hizo justica a su belleza lady Saxonhurt, es usted
muy hermosa, ¿por qué nunca antes la vi?
—Mi padre es el barón Lowell, y él nunca le gustó que yo fuera a
reuniones sociales.
69
El Acuerdo
—Claro, entiendo. Pronto servirán la cena, aún tocan los músicos,
bailaría conmigo.
—Yo no sé, mi esposo…
—Él no está, vamos no le molestará, él me conoce.
Tomándola de la mano entró con ella casi arrastras, la música comenzó,
cruzó su brazo por la cintura de Catriona y la estrechó a su cuerpo.
Sosteniendo su mano le guiñó un ojo, parecían flotar sobre la pista de baile,
Lady McGregor, observaba a su sobrino bailar, buscaba al conde, pero no lo
veía por ningún lugar, el primer baile debía ser con su esposo, de pronto lo
divisó en un rincón hablando con su marido.
Sloan levantó la vista encontrándose con la pareja, todos los observaban
danzar, McGregor bajaba su vista cada vez que podía para disfrutar del
bello espectáculo que daba su escote.
Cuando la música terminó, se acercó hasta ellos para reclamar el
derecho de estar con su mujer, McGregor hizo una reverencia y se despidió
de un beso en mano de Catriona.
—Se supone que el primer baile lo debe hacer con su esposo.
—Claro, si mi esposo hubiese estado presente, lo hubiese hecho.
—Es que todos sus vestidos tienen ese escote tan pronunciado.
—No recuerdo que le molestara la vez anterior.
—Esa vez no era nada mío, ahora es mi esposa.
—Solo de papel, no olvide, esto es solo un acuerdo.
—Basta con esto, Catriona.
—Lo vi, lo vi con la mujer en la terraza.
—¿Qué?… ¿qué… cosa? — parecía aturdido por sus palabras.
70
Macarena Moya Solis
—Si quería encontrarse con ella, mejor me hubieses dejado en casa,
para que hacerme arreglar y venir a pasar humillacio-nes, así como no desea
sentirse humillado por mi yo tampoco deseo sentirme humillada por usted.
—No… yo… no — titubeaba nervioso.
—Lo siento, no deseo seguir bailando.
Dejó la pista y caminó sin dirección, solo deseaba alejarse de él, aunque
fue seguida por su esposo, entró en una pequeña sala que había, seguro de
lectura. Quiso cerrar la puerta, pero Sloan no lo permitió. Ella caminaba de
un lado a otro, sentía que sus ojos estallarían en lágrimas, se sentía
humillada.
—Lamento esto, pero no es lo que…
—Mire — lo interrumpió — no es necesario explicar nada, usted solo se
casó conmigo para recibir su herencia y yo porque necesitaba escapar de
Londres, tenemos un acuerdo, no obstante, así como usted no quiere ser
humillado en público, como dijo en nuestra boda, yo tampoco lo quiero, he
tenido que escuchar el murmullo de esas malditas mujeres toda la noche, no
quiero esto.
—No escuches a estas hurracas, son todas unas chismosas.
—Siga con su vida, viva su vida tranquilo, no me involucre, no me haga
participar de su vida, no quiero, este no era el trato.
—Lo lamento, sin embargo, no quise que esto sucediera yo no sabía que
ella estaría aquí.
—Quiero ir a casa, por favor.
—No, no se vaya ahora, no, por favor.
—Lamento que tenga que seguir solo su velada, pero su esposa de
mentira no quiere seguir en esto, no me siento bien.
—No la dejaré sola, me quedaré a su lado, lo lamento. Por favor, no se
vaya.
71
El Acuerdo
—Sé que quiere seguir aparentando que tiene un matrimonio y todo,
pero…
—No lo hago por aparentar, solo quiero que se quedes, es tan difícil de
entender eso, que deseo pasar una velada junto a mi esposa.
—No, este no es mi lugar, no me molestará que se siente con la
pelirroja, si es lo que desea, no obstante, no puedo quedarme, no pertenezco
a este lugar, no era parte del acuerdo.
—Por favor…— la miró fijamente a los ojos casi suplicando por su
compañía.
Catriona se quedó con él, terminó cediendo, en la cena no podían
sentarse juntos por protocolo, pero Lady McGregor notó que algo sucedía
entre ellos así que los sentó uno frente al otro, pero al lado de ella se sentó
Jaread, que a cada oportunidad le sonreía a Sloan con desprecio. Pero Sloan
se mantuvo con calma, con los ojos solo posados en su mujer, que aún
dejaba ver en sus ojos la pena que la envolvía.
Al terminar, todos pasaron al salón, unos bebían brandy y otros
conversaban, Catriona fue hasta la biblioteca y se sentó un momento, tomó
un libro de la estantería, una novela de romance, la puerta se abrió de
pronto, viendo que solo era Lady McGregor quien entraba se quedó
sentada. Al verla en ese lugar y sola, la baronesa le preguntó si estaba bien,
Catriona fingió tener un dolor de cabeza, ella le ofreció, si deseaba que se
llevara el libro, para que lo leyera con calma, además, le prestaría otro que
tenía en su habitación. En ese momento fue a buscarlo para ella. Mientras
ella se sentó un momento para ojear el libro cuando sintió una mano en su
hombro.
—Sloan, lo lamento yo…— susurró con dulzura.
—Siento desilusionarla, mi lady.
—¿Qué hace aquí? — preguntó muy impresionada por el hombre que la
tocaba.
72
Macarena Moya Solis
—Me pareció un derroche terrible verla aquí sola…— respondió Jared
McGregor.
—Permiso, mi esposo debe estar buscándome.
—No, no lo hace, lo vi con Sussane hace poco rato en la terraza, otra
vez.
—¿Cómo?… Permiso, por favor.
La acorraló contra la biblioteca y trató de besarla, no sabe porque no
podía defenderse, sentía que su cuerpo no le respon-día, él afirmó sus
manos y besaba su cuello, le pidió que la dejara, que la soltara, no obstante,
no lo hizo, sentía miedo, nunca antes había sentido miedo y este la paralizó
por completo.
Solo vio que Sloan lo tomó por el hombro dándole vuelta y brindándole
un gran golpe de puño que lo lanzó al piso. Lady McGregor estaba en la
habitación también, se acercó hasta Catriona tomándo su mano para sacarla
del lugar donde los hombres peleaban, alertado por su mujer, entró
rápidamente el barón y un mayordomo que los separaron.
Sloan estaba furioso, le advirtió que nunca más osara colocar sus manos
sobre su mujer. Y este solo le recriminaba que él la había dejado sola toda
la noche por perseguir a Sussane, Catriona agachó su cabeza abochornada
por lo sucedido, salió rápidamente del lugar, no retiró su capa, solo caminó
de ahí lo más rápido que pudo.
Casi corría, no podía dejar de botar lágrimas y se sentía estúpida, el
carruaje de Sloan se detuvo a su lado, pidió que subiera, pero ella continuó
caminando, él descendió de este colocándole la capa sobre los hombros, sin
embargo, no se detuvo, esto lo hizo perder la paciencia, Sloan perdió toda la
calma y asiéndola de la cintura la subió al carruaje.
Ninguno de los dos habló en el trayecto, al llegar a la casa ella subió la
escalera y se encerró en la habitación, Sloan gol-73
El Acuerdo
peó la puerta con fuerza, sin embargo, ella no abrió, aunque eso no lo
detuvo, continuó insistiendo.
Entonces luego de dar vueltas de allá para acá por el pasillo, no se
contuvo más, de una sola patada abrió la puerta, con gran fuerza, tanta que
esta se golpeó contra la pared dos veces antes de detenerse.
—¿Qué hacía con ese hombre?
—Yo estaba con Lady McGregor, ella fue por un libro para mí y ese
hombre desagradable entró.
—Le permitió que la tocara, era uno solo, yo la vi luchar contra tres —
aseveró mirándola muy molesto.
—Aunque parezca increíble no pude moverme, sentí miedo…
—¿Por qué le gustó? ¿Es eso? Lo vi en sus ojos.
—Déjeme sola.
—Responda — ordenó con voz enérgica pero baja.
—¿Qué es lo que quiere de mí? No le he dicho nada porque toda la
noche se encontró con esa mujer y se atreve a reclamar-me por algo que fue
contra mi voluntad.
—Yo no me junté con nadie.
—Le vi, todos lo vieron, en vez de estar a mi lado iba tras ella.
—No es verdad, maldito McGregor nunca dejará de hacerlo.
—Basta, déjeme, ahora no quiero estar junto a usted.
—No debió permitir que la tocara de esa manera, ni yo lo he hecho. —
comentó con rabia.
—No tiene derecho sobre mí, lo sabe, ahora que sé que tiene esa mujer
no permitiré que me siga amedrentando.
74
Macarena Moya Solis
—Soy su esposo — comentó con gran decisión.
—Para mí no es nada — respondió con crueldad.
Sloan la miró irritado, solo sentía un deseo enorme por esa mujer que
despertaba sus más oscuras pasiones, siempre contuvo la calma frente a
todo, a todas las situaciones con mujeres, pero desde que estaba cerca de
ella, se sentía como un macho cabrío en celo, no podía controlarse. Se
acercó hasta ella mirándola directo a los labios.
—Dijo que solo lo haría si lo pedía. — susurró Catriona con miedo,
estaban muy cerca uno del otro.
—Sí, lo dije — respondió con voz baja y sediento de su cuerpo.
—No lo he pedido y no lo haré, ahora retírese.
Frunció su ceño, estaba muy molesto, solo deseaba poseerla, sentir el
sabor de su cuerpo, la dulzura de sus labios, dándole una mirada feroz, dejó
la habitación para luego salir de la casa, Catriona sabía que iría tras esa
mujer que persiguió toda la noche, y se sentía mal, sin embargo, no daría su
brazo a torcer, él se había casado con ella porque necesitaba una herencia y
ella porque quería escapar, no obstante, se buscó una prisión aún más
terrible de la que tenía antes.
75
Macarena Moya Solis 4
Durante tres semanas no se vieron ni un día, ella temprano iba donde su
padre que enfermó repentinamente, estaba a su lado todo el día y la noche.
En ocasiones iba hasta la casa de Sloan y se quedaba a dormir allá, solo
cuando estaba muy cansada y necesitaba toda la noche para descansar.
A veces, lo sentía llegar borracho, otras con mujeres. Sin embargo, no
se vieron. Ella temprano se iba y cuando él iba al cuarto, ella ya no estaba.
Lady McGregor la visitó una tarde, aunque, no tocaron el tema de su
matrimonio, solo fue visita de cortesía, además, la dejó invitada a su casa
para una reunión de mujeres.
Una noche, su padre ya cansado de verla sufrir, dijo que era momento
de hablar, con debilidad palmoteó la cama, para que se sentara junto a él, le
hizo ver con sus palabras, que tenía un buen esposo, para él fue difícil, sin
embargo, le contó lo que hizo con las deudas, le contó que Sloan pagó todas
sus deudas y que recuperó la casa, por este hecho, para su padre, era un
gran hombre, que nunca nadie habría hecho algo así por él.
Catriona no quiso decirle que ella había ofrecido la casa para cuándo él
ya no existiera, y si la perdía, no tendría nada.
Prefirió que creyera que su hija era feliz y que su matrimonio era el
mejor. Su padre pasó la tarde junto a ella, dándole todo su amor y su
atención, quizás, solo despidiéndose.
77
El Acuerdo
Fue un día sábado, de madrugada que su padre no despertó, Catriona
tomó su mano con cariño besándola, lloró al lado de la cama por largos
minutos, sintiéndose sola y miserable por todo lo que sucedía. Los
empleados que nunca la vieron derramar una sola lágrima, sintieron un gran
dolor por ella. Lo veló en la casa solo con unos empleados y la señora
Bunting.
Al día siguiente, el padre Johnson fue hasta la casa y lo sepultó junto a
su madre.
Ahora estaba completamente sola, así se sentía, su madre había partido
cuando solo era una niña, ahora su padre, se jun-taba en el más allá con su
madre, uniéndose otra vez y ella solo deseaba ser parte de esa unión, y no
estar más en este solitario mundo.
Sintió un gran vacío, ahora estaba completamente devasta-da, enterró a
su padre un domingo con lluvia. De pie al frente de ambas tumbas, se sentía
sola, ahora más que antes se sintió en la más absoluta soledad, un gran
vacío se apoderó por completo de su cuerpo, ahora era una huérfana.
Entró en la casa de su padre y sacó los documentos de la casa, los
guardó en un sobre de cuero y los llevó con ella.
Cuando entró, Sloan estaba en la sala con Franklin conversando, se
asombró de verla vestida de negro y toda mojada. Le llamó mucho la
atención.
Ella subió como un fantasma hasta su habitación, miraba por la ventana
y comenzó a llorar.
Llamaron a la puerta, cuando abrió, vio a Sloan que estaba de pie en el
umbral, tomó el estuche con los documentos y se los entregó, luego le cerró
la puerta, dejándolo fuera. No lograba entender que sucedía, abrió el sobre y
vio los papeles de propiedad de la casa de Catriona. Sin comprender que era
lo que acontecía, abrió la puerta y caminó hasta donde ella 78
Macarena Moya Solis estaba.
—¿Qué significa esto? ¿Por qué está vestida de negro?
—Mi padre falleció ayer, hoy lo sepulté.
—Dios mío, ¿por qué no me lo comunicó? — interrogó dando unos
pasos hacia ella.
—Haces más de tres semanas que no sé nada de usted,
¿cómo pretendía que le avisara de algo? — Sloan se acercó y le
devolvió el sobre.
—No podía hacer esto sola ¿por qué me entrega los documentos de
propiedad? — preguntó muy extrañado.
—Usted los pagó ¿No es así? Saldó la deuda para no perder la casa que
sería su pago por nuestro acuerdo. Bueno, ahora es suya, yo cumplí mi
parte. La casa es suya.
—Yo no lo hice por eso — sus ojos demostraban que no mentía, pero
Catriona se negaba a mirarlo.
—No quiero oírlo, ni verlo. — aseveró.
—Catriona ¿Por qué haces esto?
—No hago nada, esto fue un acuerdo no lo olvide, yo cumplí, ahora
quiero vivir mi vida tranquila ¿Que hará con la casa?
—Nada, es suya, su patrimonio, es el legado de su familia, por eso
pagué, para que no lo perdiera.
—Claro — sonrió sin creer una palabra de las que decía —
Quiero estar sola, ¿por qué no busca a Sussane? u otra golfa para que le
escuche, yo no quiero perder mi tiempo con usted.
—Sé que está mal por lo de tu padre, pero…
—Estoy cansada, llevo tres semanas sin dormir bien, tres semanas en
que viví con mi padre agonizando, necesito descansar, por favor.
—Lamento todo lo que sucedió. — sus palabras eran since-79
El Acuerdo
ras, pero ella no lo vio de esa manera.
—Claro, gracias.
Sloan salió de la habitación, se sentía miserable por no estar junto a su
esposa en un momento tan complicado y doloroso como la muerte de su
padre, ahora ella estaba sola, así lo demostraba su mirada solitaria y vacía,
ya no había rastro de rebeldía y vivacidad como cuando la vio la primera
vez, y en parte, se sentía culpable por como ella había cambiado, se sentía
culpable de su dolor, de su angustia, de su frustración, ya no podía hacer
nada.
No era capaz de imaginar que hacer para lograr su amor y su confianza.
La dejó sola esa noche, escuchaba desde el pasillo su dolor, un llanto
calmado y silencioso, sin embargo, lleno de dolor.
Catriona se mudó a la casa de su padre, Sloan le prometió que no haría
nada con la propiedad, así que, ella decidió vivir en ese lugar y dejar a
Sloan, vivir una vida más tranquila. Él cumplió con su parte del trato, ella
debía hacer su parte también, dejarlo vivir la vida como a él le daba placer.
Se sentía sola, veía que su vida no era lo que imaginó, sin embargo,
recibió una alegría, una visita que la sacó de su mo-notonía.
—Catriona, te busca un joven —avisó la señora Bunting—
dice que es James Richmond.
—¡No! — gritó con alegría.
Bajó la escalera y llegó hasta él, abrazándolo con fuerza, estaba feliz de
verlo, sentía que necesitaba la compañía de un amigo, él también la
estrechó abrazándola con gran cariño.
Lo llevó hasta la salita para poder conversar, hace mucho que no se
veían. James viajó por orden de tu tío, para llevar unos documentos muy
importantes en Yorkshire. Así que, decidió 80
Macarena Moya Solis pasar a verla. Tomó sus manos y las besó, ella
lucía distinta, demacrada, parecía enferma. Lo que lo preocupó demasiado.
—Te extrañé tanto, has hecho mucha falta en esa casa, tu tía te extraña
igual que el marqués, se siente el vacío de tu ausencia.
—James, me da tanto gusto verte — evitó responder lo que él hablaba.
—¿Por qué estás aquí y no con tu esposo? — preguntó muy extrañado.
—Mi vida es un poco complicada, es mejor dejar todo así.
Mi padre falleció hace más de un mes, he estado aquí desde entonces.
—Lo lamento mucho, lo siento — comentó tomando sus manos entre
las suyas.
—James, que agrado verte. — expresó acariciando el rostro del joven.
—¿Qué es lo que sucede aquí Catriona? — interrogó preocupado
percatándose de la situación que ella vivía.
—Me casé por un acuerdo… yo no quería ninguno de los pretendientes
que mi tía tenía para mí, dijo que yo podía escoger, lo escogí a él para poder
regresar a este lugar, le ofrecí esta casa como pago por su ayuda.
—¿Por qué no hablaste conmigo? ¿Por qué no me dijiste?
—Mi tío dijo que no era una opción el casarme contigo, le pregunté,
nunca lo aceptarían.
—Pude llevarte lejos, lo hubiese hecho — aseveró con gran decisión.
—¿Y perder tu carrera? No lo hubiera aceptado, eres un gran amigo,
pero no podía hacerte eso. Soy una carga muy pesada para cualquiera.
81
El Acuerdo
—No, no lo eres, no sabes lo maravillosa que eres, yo hubiese hecho
todo por ti ¿por qué no me lo pediste?
—No podía hacerlo, necesitaba…
—Yo te amo, todo este tiempo ha sido muy angustioso sin ti, hubiese
hecho cualquier cosa por ayudarte.
—No digas eso, por favor, eres…
James la miró directo a los ojos, sus ojos cafés intensos brillaban por el
amor que sentían por esa mujer que tenía en frente, acarició el rostro de
Catriona, la mujer que amaba, le sonrió con dulzura. Ella bajó la mirada, se
sentía muy vulnerable, solo necesitaba cariño, necesitaba sentir amor, sin
embargo, James, era un amigo y no quería perderlo para siempre por su
error.
Él la acercó a su boca desde su mentón, con suavidad, la besó con
cariño en un momento solo posó sus labios sobre los de ella, luego la miró y
vio las lágrimas en los ojos de Catriona, con su mano limpió sus mejillas, la
tomó con ambas manos y la besó con pasión, ella nunca había besado a
nadie, él besaba sus labios, saboreándolos, no obstante, con mucho cuidado,
ella tenía cerrada su boca, él no la obligó a abrir su boca para recibirlo, solo
besó sus labios con ternura.
La miró en un momento y acarició su rostro, esto lo había deseado
desde que la vio llegar a casa del marqués desde el primer día.
—Ven conmigo, yo te haré feliz, ya no tienes el brillo en tu mirada, él te
lo quitó, vamos, ven conmigo.
—¡Quita las manos de mi mujer ahora o no respondo por mí!— Fueron
enérgicamente interrumpidos.
—¡Sloan! ¿Qué hace aquí? — cuestionó levantándose rápidamente del
sillón.
—Usted es mi esposa, ¿no es así? Esta es mi casa, puedo ir 82
Macarena Moya Solis y venir cuando quiera.
—Ella no está bien aquí, la llevaré conmigo. — intervino James, con
total determinación.
—Quita tus manos de ella, estoy siendo muy paciente, si la tocas otra
vez más, no me controlaré. — amenazó.
—James, por favor, es mejor que te vayas, yo voy a estar bien, tú sabes
que es así.
—Ven conmigo, te amo, yo cuidaré de ti, lo prometo, nunca nada de
faltará.
—Eres un simple ayudante de abogado, ¿qué le puedes dar?
Conmigo ella lo tendrá todo.
—Le voy a dar amor, atención, cuidado, cosas que su dinero no compra.
Usted no ha hecho nada por ella, le puede dar solo angustias, sí, una casa
grande y lujosa, no obstante, lo que ella necesita no es eso. Es un hombre
que solo toma todo lo que puede de las personas, no crea que no le conozco,
averigüé de usted, no sabe amar, y ella necesita eso.
—Tú no sabes nada de mí, no sabes lo que siento — respondió con gran
desprecio en sus palabras.
—James, por favor, lo mejor es que te vayas, estoy bien, esto es lo que
yo escogí, es la vida que pedí.
—No digas eso, no te conformes con esto, mereces algo mejor.
—James — acarició su rostro con suavidad ante la mirada de furia de su
esposo — por favor, vete ahora…estoy bien.
El joven se disponía a salir de la sala, cuando Sloan lo detuvo con su
mano en el pecho, lo miró con ira, estaba furioso por la imagen de ese
hombre besando a su esposa.
—No vuelvas por acá, porque no reaccionaré de la misma manera.
83
El Acuerdo
James no dijo nada, miró por última vez a Catriona y se fue.
Sloan caminaba de un lado a otro con las manos en la espalda, miraba el
suelo, el techo, pero no a ella, se sentía perdido, nunca antes había sentido
de esa manera por nadie.
—¿Qué fue todo esto conde de Saxonhurt? ¿Por qué el escándalo?
—Usted es mi esposa, no lo olvide.
—Usted es mi esposo y nunca lo he molestado cuando lleva a sus
mujerzuelas a la casa, es por eso que lo dejo solo.
—Me impacta su frialdad, no puedes no sentir nada.
—Esto fue un acuerdo, no lo olvide.
—Es una piedra, por Dios, pensé que yo era el hombre que no sentía
nada.
—No siente nada, tiene su vida, yo la mía, solo toma lo que puede
pagar, porque no es capaz de conseguir un amor, una compañía si no es por
dinero.
—Pudo irse con él — comentó mirándola fijamente.
—Entonces rompería el acuerdo.
—Estoy harto de este acuerdo.
—Muchos matrimonios son así.
—Pero ellos comparten sus camas.
—Eso es lo que le preocupa, que no comparto la mía con usted.
—No comparte nada de lo que quiero de usted, conmigo.
— dio unos pasos hacia ella, pero luego se alejó, marchándose.
Dicha estas palabras, dejó la casa, ella se sentó un momento necesitaba
respirar, estaba muy confundida, que es lo que quería ahora de ella. Caminó
por la casa de un lado a otro, la señora Bunting le sirvió la cena, ya era
tarde. Se quedó en la 84
Macarena Moya Solis biblioteca revisando papeles de su padre,
encontró debajo del escritorio una caja escondida entre unos papeles, al
intentar abrirla vio que estaba con llave, buscó entre las llaves dentro de un
cajón, hasta que halló una que la abrió, eran cartas, muchas esquelas, todas
de una mujer que se las enviaba a su padre, misivas de amor, una mujer que
lo añoraba, que lo extrañaba, una mujer que demandaba su presencia,
porque la había abandonado, todas de amor en respuesta a las palabras de
amor de su padre, ¿quién fue ese hombre?, ¿por qué lloró tanto la muerte de
su mujer, si no la amaba? Quizás solo necesitaba aplacar su conciencia, era
lo que ella siempre pensó, siempre lo culpó por lo que sucedió.
El último escrito venía acompañando por una que había enviado su
padre, que le pedía que no escribiera más, que todo había terminado.
Ese hombre que profesaba amor eterno no fue más que un embaucador
de amor, un traidor de confianza, tal cual lo eran todos los hombres. Durmió
con las cartas en las manos, sintió rabia y una gran desilusión en su
corazón.
Por la mañana, la señora Bunting la encontró en la biblioteca, la vio con
las cartas, supo de inmediato que ella se había enterado de todo, su mundo
se destruyó.
—Es mejor mi niña que dejes esta casa, no te hace bien, vete con tu
esposo, yo veo en sus ojos amor, amor por ti, mi pequeña.
—El conde de Saxonhurt no sabe qué es eso, no lo conoce, él y ni
ningún hombre, señora Bunting.
—Ve con él — insistió.
Catriona estaba en el arroyo, decidió ir ahí para poder despejar su
mente, se sentía miserable, necesitaba estar tranquila, sobre todo, respirar
paz, pero unos ruidos la sacaron de su tranquilidad. Se calmó cuando vio
que su compañía solo era 85
El Acuerdo
Franklin, que llegaba a su lado, traía un puro en su boca.
—No sabía que fumaba.
—Mi lord detesta el humo, así que solo fumo cuando estoy fuera.
—Ah… claro.
—¿Por qué no regresa a casa? Mi lord, la extraña.
Dio una carcajada producto de la incredulidad de lo que oía.
No entendía porque Franklin iba por ella, si sabía que el conde
disfrutaba de su libertinaje.
—Él está bien acompañado, Franklin — habló con gran ironía.
—Ya hace más de dos meses que no lleva mujeres mi lady, tampoco va
por ellas a una taberna, está solo, encerrado todas las noches en la
biblioteca.
—Usted lo quiere como un hijo, es por eso que lo ve de esa forma.
—Usted es la mujer que él necesita, solo que ninguno de los dos lo
sabe, usted necesita de un hombre como él y él de una mujer como usted.
—Franklin, el amor no existe, viví pensando que mi padre amó a mi
madre, pero he descubierto que nunca lo hizo, aún guardaba las cartas que
le enviaba una mujer, las mujeres vivimos engañadas toda la vida.
—Usted es una mujer inteligente, no se deje llevar por las experiencias
de los demás. Venga conmigo, hace frío, no queremos que enferme, vamos,
no sea terca.
—Nunca nadie me llamó así antes.
—Ese debería ser su nombre…— comentó en carcajadas.
La llevó hasta la casa del conde. Dejando todo atrás. Él es-86
Macarena Moya Solis taba sentado en el comedor iba a cenar solo.
Cuando Franklin entró en el comedor acompañado de Catriona.
—Tiene compañía, mi lord — comentó sonriendo.
Sloan la miró con una sonrisa. Se levantó para acomodar una silla para
ella.
Tímidamente Catriona se acercó, dándole una sonrisa y saludándolo con
una reverencia, Sloan respiró aliviado, al fin estaba de vuelta en su hogar, él
sabía lo que sentía por ella, aunque se prometió nunca más entregarse a un
sentimiento como este, pero se propondría que ella lo sintiera por él,
necesitaba a esa mujer esquiva y deliciosa. Solo deseaba conseguir su amor,
algo muy valioso para él, sería un camino muy difícil, no obstante, estaba
decidido a recorrerlo, aunque los obstáculos fueran muchos, lo lograría y la
haría feliz, dándole todo lo que ella merecía.
87
Macarena Moya Solis 5
Al día siguiente, él preguntó qué quería hacer con la casa de su padre, al
ver que ella había llegado con todas sus cosas a la casa.
—Es suya, usted debes decir.
Sloan se puso delante de su esposa, sonrió y acarició su rostro con gran
ternura.
—Ese lugar es suyo, no voy a disponer de él si no está de acuerdo.
—Por favor, deshagase de ella, no quiero tener que estar un día más ahí.
Catriona le dio una sonrisa, aunque él no entendía que sucedió para que
tomase esa decisión, sin embargo, accedió a la petición de su esposa, solo le
pidió traer a la señora Bunting y a John, algo a lo que también accedió.
La llevó para que ella pudiese hablar con la señora Bunting y John,
quienes sacarían las pertenencias de ellos de la casa y se presentarían al día
siguiente. Ella caminaba por la entrada mirando el descanso en alto de la
escalera, miró y cerró sus ojos recordando lo que sucedió cuando solo tenía
seis años.
—¿Se encuentra bien? ¿Catriona? — preguntó Sloan con un dejo de
temor marcado en su rostro, ella mostraba que algo sucedía.
89
El Acuerdo
—Sí, yo solo recordaba porque no quiero seguir aquí.
—Lo lamento, era solo una pequeña — aseveró pensando que era por lo
de la muerte de su madre.
—Sufrí una gran desilusión, pensaba que mi padre había sido un gran
hombre, adoraba ver como miraba a mi madre
¿sabe? Tengo pocos recuerdos de pequeña, pero ese es uno muy lindo,
aunque falso.
—¿A qué se refiere? — la miró ceñudo.
—En mis días aquí, encontré unas cartas que una mujer enviaba a mi
padre en respuesta a las de él, describiendo su amor, y la falta de él a su
lado.
—Quizás eran solo de esa mujer para él y no al revés.
—No, engañaba a mi madre, todo cuadra tan perfectamente
— dijo con sus ojos inundados en lágrimas.
—¿Qué es lo que cuadra? — preguntó con gran interés.
—El día que esos hombres entraron en la casa, mi madre sintió el ruido
de los vidrios rotos, me pidió que subiera, estaba asustada, corrí pero me
quedé en ese alto, en la escala
— indicando el lugar con su dedo — observando, los hombres entraron
con un arma, y cuchillos, mi padre estaba al lado de mi madre, yo miraba
todo — comentó largándose a llorar de una manera angustiosa que él nunca
vio en ella, trató de abrazarla pero ella se alejó y continuó — le pidieron
dinero, y él dijo… « no hay dinero en esta casa», no dejaban de apuntar a
mi madre, luego me vieron y me miró con una sonrisa horrible y me apuntó,
mi madre gritó, el hombre volvió a preguntar, mi madre miró a mi padre
con ojos de súplica, y él dijo no hay dinero, el hombre apuntó a mi madre
con el arma, moviéndola de un lado a otro, y volvió a preguntar, y mi padre
volvió a negar, yo solo quería que dijera que sí, yo lo vi, ese día le
entregaron unos pagos, y los colocó en su caja fuerte, tenía mucho más
dinero ¡Por qué no lo entregó! Ese hombre le disparó en 90
Macarena Moya Solis el pecho a mi madre, ella cayó al suelo con su
pecho bañado en sangre, el hombre me miró… ¡Demonios! Nunca podre
borrar ese rostro de mi cabeza — aseveró poniendo sus manos en su cabeza
moviéndola — me sonrió y arrebató el collar de perlas de mi padre y
tomaron otras cosas de valor y arrancaron ¡Él no hizo nada! Declaraba que
la amaba, prefirió su dinero que la vida de mi madre, y era porque tenía a
esa mujer, la de las cartas, creo que el cargo de conciencia y que esa mujer
nunca apareció lo dejaron sumido en el alcohol. — limpiaba sus lágrimas
con sus manos.
—Lo lamento — expresó acariciando su rostro mientras le secaba sus
lágrimas — Nunca podría imaginar el dolor que tuvo que vivir.
—El amor es traición, el amor no es algo que pueda darnos paz, o como
dicen algunos una bendición, mi madre amó y murió por la culpa del
hombre que juró amarla y cuidarla por siempre.
—Yo no voy a dañarla, lo prometo. Permítame entrar en su vida, por
favor.
—No prometa lo que no puede dar, es un hombre y uno que ama su
libertad y la promiscuidad.
Sloan solo le dio una mirada con tristeza, anhelaba poder llegar a su
corazón, como ella estaba ya dentro del suyo.
Durante las semanas siguientes todo cambió en ellos y fue maravilloso.
Podían conversar sin discutir, disfrutaban de paseos a caballo, todo sin el
más mínimo contacto. Algo que tenía al borde de la locura a Sloan, pero se
propuso esperar que ella lo deseara, era lo mejor.
La señora Bunting tomó las riendas de la cocina, a todos los dejó
fascinados con su sazón, era una cocinera experta. Fueron invitados a una
cena, otra vez en la casa del barón McGregor.
Sloan habló con su esposa, preguntándole si quería participar.
91
El Acuerdo
Pero ella no estaba segura, sentía miedo de encontrarse con toda esa
gente, las mujeres que lo perseguían, el hombre que la atacó, sin embargo él
prometió no separarse de su lado. Quería ir, aunque no sin ella. Al final,
aceptó y decidió acompañarlo.
—¿Qué hace aquí fuera mi lady? — interrumpió Franklin, era casi
media noche y ella estaba sentada en el jardín.
—Solo pienso… en todo.
—¿Necesita algo?
—¿Cuándo es el cumpleaños de Sloan?
—¿Cómo?
—La fecha.
—En un mes más… el 17, mi lady
—Lo celebraremos entonces.
—No le gusta celebrar, a una fiesta, me refiero… nunca le gustó, su
madre lo obligaba a participar de eso y no le gustaba, además, mi lady, su
madre escribió y vendrá para esa fecha.
—Él no dijo nada — respondió asombrada.
—No, porque está tratando de evitar que venga. No es una buena
compañía. Su madre y él no se llevan bien.
—Claro… ¿cuándo llega?
—El mismo día, en la tarde.
La noche de la cena Catriona puso su mejor vestido, esta vez escogió
uno menos escotado, para no molestar a Sloan y no atraer miradas
inescrupulosas. Al llegar, fueron los primeros, conversaron con sus
anfitriones, Lady McGregor como la vez anterior fue muy afable, le explicó
que su sobrino no fue invitado. La tomó del brazo, los hombres hablaban de
negocios.
Comenzaron a llegar los carruajes y Lady McGregor le pidió que la
ayudara a recibir los invitados, ella no quería, la vez 92
Macarena Moya Solis anterior nada resultó bien, aunque, esta vez,
Sloan se acercó tomándola por el brazo y reclamar el derecho de estar con
su esposa, lo que agradó mucho a Catriona.
El baile comenzó y no se despegó de su lado, dando de qué hablar a
todas las mujeres que alguna vez desearon estar en los brazos de aquel
hombre tan apuesto. En un momento salieron hasta la terraza, ella estaba un
poco sofocada dentro de la casa.
—Algún día me dirá quién era esa mujer.
—¿Qué mujer?
—Lo sabe, aquel día, aquí mismo.
—Ella, fue alguien que solo quiero borrar de mi vida.
—Aún la ama, ya veo.
—No, no por favor, no piense en eso, no es eso…yo solo…
—Conde… — interrumpió un sirviente —mi lord, el barón McGregor
necesita hablar con usted un momento.
—Claro… avísele que voy de inmediato.
—Lo espera en la biblioteca — dijo antes de retirarse.
—No quiero dejarla sola, prometo no demorar.
—Vaya, tranquilo… no hay problema.
Rápidamente cruzó por el salón principal para hablar con el barón, que
estaba muy preocupado por la visita de su madre y también otra que no
esperaban dentro de unos días, su abuelo.
Catriona caminaba por el jardín cuando una mujer se acercó a ella,
cuando la vio quedó impresionada, era la misma mujer que estaba la vez
anterior con su esposo.
La miró de pies a cabeza, solo sentía ganas de golpearla, sentía celos,
esa mujer había conocido a su esposo de una manera en la que ella quizás
nunca lo conocería por el miedo que tenía de entregarse al amor, la miró y
siguió paseando por el 93
El Acuerdo
lugar.
—Eres una mujer muy joven… ¿qué edad tienes?
—Disculpe usted señora, pero no la conozco y no voy a hablar con
usted.
—Mi nombre es Sussane Fairfax, conozco a tu esposo.
—Claro, usted y muchas más, permiso.
—¿Qué intentas decir, muchacha?
—Que cada mujer que se acera a mí, para hablar de mi esposo, porque
ya lo conoció, es porque es una mujerzuela, las mujeres dignas no van por
ahí contando intimidades, eso me dice que usted señora, no es más que otra
golfa que se acostó con Sloan.
—¡Cómo te atreves niña a hablar así conmigo!
—No se acerque a mí, no soy una mujer tolerante.
—Eres la hija de ese borracho, Lowell, eres muy altanera para ser la hija
de un hombre que gustaba también de mujerzuelas, como hablas…— vio el
rostro de impresión de Catriona que no sabía nada de eso — ¿ah? veo por tu
rostro que no lo sabías.
—¡Cállese! No responderé de mí, si continúa hablando.
—Tu padre fue un hombre muy estúpido, yo lo conocí, el mantenía
correspondencia con una mujer que mantenía refugiada por tener miedo de
dejar a su esposa y todo el dinero que ella significaba, todos los sabían.
Catriona no pudo soportar más y le dio un golpe de puño a la mujer que
cayó de espaldas al suelo, colocando su mano en la cara por el sangrado de
la nariz, rápidamente se acercó Franklin que observaba de cerca todo lo que
ocurrió, tomó a Catriona y la sacó de ahí, subiéndola al carruaje, avisó a
Sloan rápidamente quien salió y se retiró con su esposa de ese lugar.
94
Macarena Moya Solis No dijo una sola palabra, hasta que llegó a la
casa, subió rápidamente a su habitación. Franklin se quedó abajo con Sloan
que necesitaba saber que había sucedido, la vigilaba de cerca por órdenes de
él, no quería que fuese molestada por nadie.
Después de hablar con Franklin subió hasta la habitación.
Caminaba de un lugar a otro, su doncella estaba con ella para ayudarla a
quitar el vestido. Solo llevaba su enagua cuando entró Sloan en la
habitación, con voz firme le pidió a la joven que los dejara solos.
Se acercó mirándola fijamente, la pureza y el sufrimiento de la mirada
de ella lo destrozó, ella estaba de pie mirándolo, necesitaba tanto que la
abrazara, aunque, no se atrevía a pedirlo.
De pie frente a la ventana, la luz de la noche dejaba traslucir su delgado
camisón, dejando notar las finas curvas de su cuerpo, el contorno firme de
sus pechos, la maravillosa forma de sus caderas, solo deseaba tener el valor
de acercarse hasta ella y decirle que la amaba, que solo quería vivir para
ella.
Sin embargo, esas palabras no abandonaron su boca.
—Lamento lo que pasó, sé que le dio su merecido a Sussane.
—Es una mujer horrible, dijo cosas asquerosas, yo solo lamento mucho
si lo metí en problemas, pero…
—¡No! Solo quiero saber si usted está bien.
—Es difícil, pero mañana estaré bien, yo solo necesito…
yo…Sloan.
—Dime, dime que es y lo traeré para ti — señaló con la voz llena de
esperanza de que lo que quisiera fuese él.
—Sloan yo… solo…buenas noches. — balbuceó bajando la mirada, no
podía decir lo que necesitaba.
—Claro, que descanses, mañana todos hablaran en la ciudad sobre esto.
95
El Acuerdo
—Lo bueno es que ella no podrá salir, creo que quebré su nariz
necesitará al menos un mes para tratar de importunarme otra vez. Buenas
noches.
—Sí, ja, ja, ja eso es estupendo. Buenas noches.
Los días corrían rápido, trató de organizar una cena antes del día antes
que la madre de Sloan llegara, necesitaba estar tranquila con él, había días
enteros en que no lo veía, estaba dedicado por completo a los negocios y
recorrer las tierras que tenía con los animales y las plantaciones.
Solo por las noches podían verse un momento, pero llegaba tan cansado
que hasta se quedaba dormido sentado en la biblioteca, necesitaba gastar
sus energías en algo, porque estar cerca de su esposa lo volvía loco.
Un día antes de su cumpleaños, estaba tenso, no pudo tener su mente
concentrada en lo que hacía, regresó a casa por la tarde, buscó a su esposa
por todos lados, hasta que se encontró con Franklin quien le dijo que
sucedía.
—Señor, es una sorpresa, que ella no se entere que le dije dónde está.
—¿Qué sucede? Me preocupas hombre, vamos — comentó algo
alterado.
—Está en la cocina.
—¿Por qué? ¿Habla con la señora Bunting?
—No…
Sloan se asomó con cuidado y la vio a pies descalzos con un vestido de
los que usaba la primera vez que la vio, con el pelo amarrado de forma
desordenada, y su cuerpo con harina.
La señora Bunting reía a carcajadas con lo que ella hablaba, y Catriona
lucía radiantemente feliz.
—¿Qué hace? — le preguntó a su fiel compañero.
96
Macarena Moya Solis
—Prepara la cena, mi lord.
—Dios, viviremos para contarlo.
—Espero que sí, me invitó a cenar con ustedes.
Escuchaba la risa y los gritos de alegría de Catriona prove-nientes de la
cocina. Después de unas horas la vio pasar rápidamente hasta su habitación
para tomar un baño, se arregló, usó el perfume de su madre, y puso un
vestido muy lindo de color violeta, ceñido a su cuerpo, dejó su cabello
suelto, solo delicadamente tomado de los lados.
Cuando entró en el comedor, su esposo se puso de pie y acomodó la
silla para ella, Franklin también se sentó con ellos.
Ella sonreirá orgullosa y feliz, la señora Bunting entró en el comedor
con los platos y las bandejas con las guarniciones y acompañamientos.
Había preparado codorniz en salsa, patatas con finas especias, espárragos.
Primero fue una crema de verduras que ella misma preparó. Sloan la miró,
con un poco de recelo, pero tomó la cuchara y probó la crema, tenía una
textura suave y un sabor delicioso, siguió comiendo y le dijo que estaba
delicioso.
Ella respiró aliviada y comenzó a tomar la crema. Luego cuando entró
con las codornices, él se saboreó. Sirvió el vino para todos, Franklin miraba
asombrado a esa joven mujer que había tomado el mando de una cocina y
preparado un banquete digno de los más delicados paladares.
Sloan no podía hablar, solo dedicarse a probar todo lo que estaba en la
mesa. En un momento ella se puso de pie y de un mueble que estaba en el
salón comedor, sacó una pequeña cajita envuelta en una tela negra con un
rosetón blanco. Sloan miraba asombrado no entendía que sucedía, pero su
fiel y sus-picaz colaborador sabía que significaba, su esposa había ade-
lantado la celebración de su cumpleaños para que fuese algo que él
recordara con cariño y no con el pesar de la compañía 97
El Acuerdo
de su madre.
—Sé que su cumpleaños es mañana, pero quise que tuvié-semos una
pequeña celebración, solo nosotros, con una cena preparada por mí, quiero
ser una buena esposa, usted me ha ayudado mucho y yo solo… tome, es
para usted. — habló rápidamente producto de los nervios no pudo decir más
palabras.
Sloan no podía salir de su asombro, ella se había tomado todas esas
molestias y solo por él, tomó la pequeña caja y la miró, emocionado le dio
un vistazo a Franklin que le hizo un gesto de que lo abriera pronto, desató la
cinta y sacó de la caja un reloj de bolsillo de oro, con su nombre grabado en
la cubierta, tenía una cadena para engancharlo en el chaleco.
Miró ese maravilloso objeto muy emocionado, fijó su vista en su
esposa, él estaba orgulloso y feliz, tomó su mano y la besó. Catriona sintió
un escalofrío que recorrió su cuerpo, el contacto con su esposo la
estremeció.
Al terminar la velada, acompañó a Catriona hasta su dormitorio, volvió
a agradecer todo lo que hizo por él, este había sido el mejor cumpleaños de
su vida, besó su mano, dándole una mirada profunda y fascinante, esos ojos
color azul la en-volvieron con una seducción tal que su piel se erizó por
completo. Ella bajó la mirada avergonzada de sentir ese deseo por el
hombre que ella había escogido como esposo.
A pesar de que el acuerdo no involucraba amor, ella lo sentía y casi
desbordaba su pecho, no lograba seguir ocultándolo.
Quiso decirle muchas cosas, pero las palabras no abandonaban su boca,
se soltó de él, Sloan comprendió que era mejor retirarse. Se encaminó hasta
su habitación y entró en ella.
Catriona caminaba de un lugar a otro en su habitación, se sentía
nerviosa, de pronto un deseo incontrolable de estar con 98
Macarena Moya Solis él la invadió, de sentir su aroma, de que sus
grandes y fuertes brazos la cobijaran, solo trataba de imaginar que
sucedería, nunca antes había estado con un hombre, no sabía qué era lo que
ocurriría de manera detallada, algo escuchó una vez, pero no todo.
Caminó de un lado a otro, sacó su vestido y el corsé, esperaba que él
llegara a su cuarto, después de esa noche maravillosa que compartieron
pensó que todo estaba claro, nada se podía decir, no eran necesarias las
palabras, sobraban, pero no para él, no entró, solo deseaba verlo caminar
hacia ella, con esa estampa fuerte y elegante.
Se disponía a entrar en su cama cuando pensó en todo lo que estaba
perdiendo, su postura de mujer fuerte se perdería al entregarse así a él, pero
ya nada de eso importaba, abrió la puerta de su cuarto, miró por el pasillo,
que nadie estuviese por ahí, caminó en puntillas hasta que se paró de frente
en la puerta de la habitación de Sloan, expectante.
Su respiración agitada era casi incontrolable, trataba de controlar toda la
emoción que invadió su cuerpo, aunque no pudo, no golpeó solo entró en la
habitación de su esposo, él estaba de pie, mirando por la ventana, quizás
esperando tener el valor de ir por ella, o deseando que fuese ella llena de
deseo que lo buscara para satisfacer todo ese fuego que consumía su cuerpo.
Tenía aún puesto su pantalón negro, pero no tenía puesta su camisa,
estaba a torso desnudo, que dejaba ver lo fuerte de su pecho, con sus brazos
perfectos, no podía decir nada, ambos casi no respiraban. Ella lo miró con
seriedad, pronunció las palabras que él necesitaba.
—Tenías razón, llegó el día en que pediré que estés conmigo, por favor,
ya no puedo más con esto, te necesito.
Terminó de decir esto y Sloan estaba a un centímetro de su 99
El Acuerdo
cuerpo, con ambas manos la sostuvo desde el rostro, la levantó desde el
mentón y la acercó a su boca, un beso intenso casi con dolor, su boca
consumió por completo la suya, con su dedo pulgar la obligó a abrir la boca
para recibirlo por completo, cuando sintió la lengua de su esposo en su boca
fue una sensación que nunca pensó en descubrir, su lengua entraba y salía
de su boca deseosa y apasionada.
La estrechó con fuerza a su cuerpo, de un solo movimiento la tomó en
brazos y la dejó sobre la cama, sentada frente a él.
Ella, con sus manos acarició su torso recorriendo todas las figuras que
sus músculos formaban, lo miró sintiendo vergüenza y miedo, sin embargo,
él acarició su rostro entregándole en una sola caricia toda la confianza y el
amor que necesitaba para seguir adelante con todo.
La hizo levantar los brazos y por arriba le quitó su camisola, dejando
ver su desnudez perfecta, un cuerpo que había deseado con pasión todas las
noches, desde que comprendió que la amaba y que era todo para él.
Sloan quitó su pantalón dejando expuesto toda su virilidad frente a su
mujer. Causando un poco de miedo y una gran impresión en su esposa, la
recostó y se tendió a su lado, recorriéndola con la mano, deleitándose con
su cuerpo, pasando sus manos desde sus delicados y formados muslos hasta
el valle entre sus pechos, mirándola en cada caricia, ella cerraba sus ojos
sintiendo las caricias proporcionadas por su esposo, arqueaba su cuerpo
sintiendo el deseó recorrer cada milímetro de su cuerpo.
Sloan se acercó más, se colocó sobre ella dejando caer su peso sobre sus
codos para no aplastarla, lo miró algo avergonzada.
—Yo nunca… no sé si…
100
Macarena Moya Solis La hizo callar con un dulce beso. Con su mano
recorrió sus pechos y fue de a poco bajando hasta llegar al punto máximo
de su excitación, algo que le hizo retorcer su cuerpo de excitación y
también sentir vergüenza por las caricias tan intimas ofrecidas por su
esposo, no obstante, pronto ella se dejó llevar por todo lo que le entregaba,
él quería que ella sintiera placer, quería que gozara todo lo que estaba
permitido entre un hombre y una mujer, que disfrutara de cada caricia
compartida, la besaba sin cesar. Ella cada vez se entregaba más y más, se
acomodó entre sus piernas, su cuerpo sintió la suavidad de ella, ¡cómo era
suave!, y su aroma dulce, estaba volviéndose loco por poseerla.
Catriona repetía su nombre lo que lo excitaba aún más, escuchar de los
labios de su mujer su nombre, era algo que había anhelado, sobre todo con
ese sonido de complacencia y deseo que lo nombraba.
Cuando notó que ella se arqueaba incesantemente hacia su cuerpo
descubrió que ella ya estaba preparada para recibirlo, le abrió sus piernas
con su rodilla para acomodarse poco a poco, ella sintió un dolor punzante
que la hizo tratar de escapar de su esposo, enterraba sus uñas en sus
hombros, aunque, él no se detuvo, poco a poco entraba en el cuerpo
estrecho de su mujer, sintiendo un placer único que nunca antes había
experimenta-do. Nunca antes tuvo en su cama a una mujer intacta, nunca
antes le hizo el amor a una mujer virgen, solo a las golfas que pagaba. Esto
era la experiencia más inmaculada y maravillosa que había tenido el placer
de realizar.
La miró a los ojos con profundo amor, vio el dolor que ella
experimentaba.
—Cariño, solo será un momento, lo prometo, no quiero causarte daño,
pero es necesario, luego verás que te gustará mucho — comentó con voz
suave y la besó con pasión.
101
El Acuerdo
Poco a poco Catriona relajó su cuerpo y dejó entrar en ella toda la
virilidad de su esposo, sintiendo un ardor que punzaba en su interior, él trató
de ser gentil y delicado en un comienzo, pero toda pasión que sentía lo hizo
cambiar, y mover su cuerpo, cada vez con un ritmo más acelerado.
Catriona escuchaba los gemidos guturales que su esposo emitía
producto del placer otorgado por su cuerpo, ella también sintió el deseo de
gemir, era una experiencia realmente satisfactoria, poco a poco dejó de
sentir dolor y a experimentar algo totalmente diferente, le gustaba, sentía
que su cuerpo se quemaba, Sloan embestía el cuerpo de su mujer con pasión
y deseo, aunque, también, con un profundo amor.
Se dio cuenta que el cuerpo de su mujer se tensaba, estaba alcanzo el
clímax al igual que él, ambos dieron un gemido profundo de placer, estaban
completamente extasiados. Sloan cayó rendido sobre su cuerpo, respirando
agitado, ella sentía el palpitar de su corazón, sobre su pecho, era un latido
rápido, que indicaba que había disfrutado de la entrega tanto como ella lo
hizo. Se incorporó mirando a los ojos a su mujer que lucía satisfecha y
plena.
—¿Te hice mucho daño? — preguntó con preocupación.
—No… estoy bien.
—Era necesario, para que después ocurriera todo esto.
—Sí — dijo con las mejillas ruborizadas.
—Esto fue perfecto.
Sintió ganas de decir te amo mi vida, pero lo reservó, solo quería que
ella lo reconociera en él y fuese capaz de decírselo primero. Se acostó a su
lado atrayéndola a él con su brazo, ella apoyó su cabeza en el pecho de
Sloan, sintiéndose plena. Ambos cayeron en un sueño profundo y lleno de
placer.
102
Macarena Moya Solis 6
Las puertas de la habitación de Catriona se abrieron, la doncella entró
como siempre susurrando una dulce melodía, corrió las cortinas y se acercó
a la cama para despertar a su lady, pero se asombró al notar que ella no
estaba ahí, pensó que estaba en el cuarto de baño, pero tampoco estaba ahí,
bajó hasta la cocina, de seguro había despertado temprano para preparar el
desayuno, como ahora ella quería cocinar para su esposo, pero entró y solo
encontró a la señora Bunting terminando de preparar el desayuno.
Cuando preguntó, ella no la había visto aún, Franklin que escuchaba
atento, sospechó que sucedía. Subió hasta la habitación de Sloan, entró
sigilosamente, cuando miró la cama vio que el conde estaba acostado y
tenía entre sus brazos a su joven esposa. Sonrió complacido por él, sabía
cuánto amaba a aquella jovencita que sujetaba entre sus brazos como no
dejándola escapar, salió de la habitación y les comunicó a las mujeres que
todo estaba bien y que dejaran al conde y su mujer dormir un momento
más.
Sloan despertó primero, sonrió feliz al ver a su mujer entre sus brazos y
darse cuenta de que no soñó todo lo vivido, se mo-103
El Acuerdo
vió un poco y eso la despertó también, se volteó para mirarlo, algo
sonrojada. Lo que agradaba mucho a Sloan, la besó en la frente con ternura
y la estrechó con fuerza a su pecho.
—¿Te sientes bien? — susurró con voz muy tierna.
—Sí, muy bien… si hubiese sabido que esto sería así, me hubiese
decidido antes — aseveró llenando sus mejillas de un tono rosado.
—Eres maravillosa, eres lo mejor que te tenido y definitivamente has
sido el mejor regalo de cumpleaños de toda mi vida
— solo quería poder decir, te amo mi vida, pero las palabras no dejaban
su boca — espero no haberte lastimado — continuó.
—No, solo al inicio, pero pasó pronto — ella volteó dando la espala
acomodándose a su lado y la abrazó con fuerza poniendo una de sus manos
en un pecho.
—Eso era necesario, después ya no molestará.
Besó el cuello delicado de su esposa, comenzando a recorrer con sus
labios sus hombros y brazos, el suspiro de placer que emitió su mujer lo
incentivó, ella sintió la virilidad de su hombre cerca de su piel, aún más
cuando la estrechó a su cuerpo.
La volteó para así poder besar su boca, consumir sus labios rojos,
saborear otra vez ese cuerpo que había ansiado desde tanto tiempo. Esa
mañana volvieron a unir sus cuerpos en un sinfín de caricias y besos.
Cuando lograron bajar, todos estaban en sus labores habituales, ellos se
sentaron en el comedor y ella sirvió el desayuno a su esposo, solo eran
risitas y caricias locas. Sin embargo, no duró mucho, en la tarde paró un
carruaje negro, él apretó los ojos con rabia, ella sabía que había llegado su
madre, tomó su mano y se quedó a su lado.
Salieron hasta la entrada para recibirla, reclamó todo el camino desde el
carruaje hasta que se sentó en la sala, que el 104
Macarena Moya Solis viento, que el sol, el camino, la gente, todo le
molestaba.
—Si es tan tortuoso para usted, no debió molestarse en venir, madre.
—Eres mi hijo, mi único hijo, además cumples 30 años debía estar aquí.
Buen día, Catriona.
—Es un placer volver a verla.
—Claro — la miró con indiferencia — Te ves distinto, tu semblante es
diferente.
—Soy un hombre felizmente casado — aseveró tomando a Catriona con
su brazo desde su hombro atrayéndola a él.
—¿Sí?… Creí que te casabas para recibir la herencia de tú abuelo —
dijo pareciendo indiferente.
—No madre, acompáñeme, le indicaré su cuarto.
—Está bien.
—Disculpa querida, acompañaré a mi madre, regreso en un momento.
—Sí, iré con la señora Bunting a revisar lo de la cena.
—¿La cocinera?
—Sí… lady Caroline.
—No debes mezclarte con la servidumbre hazla venir y dale aquí tus
instrucciones, es lo que haría una mujer con educación y sobre todo una
condesa. — intervino con un dejo de desdén en cada una de sus palabras.
—Disculpe usted, pero la señora Bunting prácticamente me crio, no es
una sirvienta, es más una amiga y colaboradora, y esta es mi casa ahora y
yo dispongo de cómo son las cosas aquí… permiso.
Mencionó esto dando media vuelta, dejando a la madre de Sloan con
una rabia inmensa, sin embargo, como era una 105
El Acuerdo
dama no dijo nada, su hijo apretaba sus dientes para no soltar la
carcajada que tenía, nunca nadie enfrentó a la condesa viuda antes, ahora lo
hacía una muchacha, sin grandes refinamientos como dijo cuando él le
contó que se casaría con Catriona.
El pobre de Sloan tuvo que soportar todos los reclamos de su madre
hasta que la dejó sola en la habitación para que descansara de su largo viaje.
Cuando bajó a buscar a su esposa, ella estaba fuera de la casa sentada en
una banca mirando hacia los árboles. Se veía todo tan hermoso ese día.
Cuando lo vio venir se limpió sus lágrimas y se puso de pie
—Estás llorando — comentó con voz preocupada — no escuches a mi
madre, es una mujer insoportable.
—Lo lamento, no quise hablarle así, traté de controlarme, pero no pude,
solo tengo rabia, no te preocupes.
—No quiero que te controles, me gusta cómo eres, esta es tu casa, eres
la señora de todo aquí.
—Gracias, nunca antes nadie se refirió a la señora Bunting de esa
manera no lo permitiré.
—Ven acá — pidió abrazándola y llevándola a su pecho, apoyó su
mentón en la cabeza de su mujer, con gran ternura.
Desde la ventana de la habitación, la madre de Sloan observaba a su
hijo, parecía otro, nunca lo vio con una mujer en actitudes cariñosas, ni
siquiera hacia ella. Al parecer, esa pequeña salvaje, como la llamaba lo
había domado, no le gustaba para nada esa muchacha, solo era una niña de
dieciocho años y él un hombre de treinta, como podrían ser compatibles.
La señora Bunting preparó pescado para la cena, como lo pidió
Catriona, a su marido le encantaba, por lo que Franklin le mencionó. Lo
bueno fue que no se encontró con su suegra en la preparación de la cena.
106
Macarena Moya Solis Cerca de la hora de la cena se detuvo un carruaje,
ella se acercó hasta la entrada, envió a la señora Bunting por su esposo. El
cochero bajó y abrió la puerta. Un señor de cabellos blancos le brindó una
sonrisa cálida.
—Puedo suponer por la descripción que recibí, que eres la esposa de mi
nieto.
—Es un placer conocerlo. Por favor, adelante.
Sloan caminaba de un lado a otro en su habitación, no tenía ganas de
enfrentar a su abuelo, ya era suficiente para él estar con su madre.
Él estaba en la sala mientras John entraba las valijas del Conde de
Burgoyne. Un señor de mirada fuerte, tan penetrante como la de su nieto,
alto, de un gran porte, usaba un bastón para caminar, aunque sin este
hubiese podido hacerlo igualmente bien.
Entró mirando la casa notando los cambios hechos por la nueva
condesa. Sonrió con agrado. Le pidió que se sentara a su lado.
—Abuelo, es un gusto volver a verlo. — lo saludó Sloan de manera
muy seria.
—No mientas, sé que no te agrado, pero deberías estar agra-decido
ahora, tienes una linda y joven esposa.
—Sí…lo sé. — respondió dando una dulce mirada a Catriona.
—Tu madre, ¿por qué no viene?
—El viaje la dejó cansada.
—Iré a refrescarme y prepararme para cenar, el viaje abrió mi apetito.
— comentó su abuelo poniéndose de pie.
La cena fue muy tensa, la madre de Sloan no perdía oportunidad de
lanzar palabras llenas de maldad, desprecio e iro-107
El Acuerdo
nía. Ambos trajeron regalos para el festejado, su abuelo quedó
impresionado con el reloj que ella había escogido para él, le recordaba
mucho uno que una vez le regaló una persona muy querida.
Después de terminar pasaron al salón para beber un té las mujeres y un
licor ellos. Su abuelo conversaba sin parar con Catriona. Le parecía una
muchacha muy amorosa y cándida, alabó la astucia de su nieto para
conseguir una mujer así.
—Escogiste muy bien, hijo — con voz conforme y tranquilo se dirigió a
su nieto.
—Gracias, abuelo.
—Claro que si comparamos con esa mujercita completamente vulgar y
desagradable de Sussane Fairfax — con cada palabra que decía su madre,
Sloane sentía explotar su rabia, veía en el rostro de Catriona la humillación,
le pedía silencio, pero ella continuaba — además de todas las golfas que
desfi-laron por tu vida.
—¡Caroline, silencio ahora! — La voz del abuelo de Sloan hizo
retumbar todo el salón — debes disculpar a mi hija —
continuó — nunca sabe cuándo mantener el pico cerrado.
—¡Padre! Me ofende de sobremanera.
—No se preocupe señor, yo sé de todas esas cosas, si su ob-jetivo lady
Caroline es indisponerme con mi esposo, está muy equivoca no resultará.
—Claro, entonces te contó todo, de verdad que tenían un arreglo, lo que
debes hacer es hablar con tu esposo y decirle que no le envíe tanto dinero a
esa golfa de Sussane, todos lo saben, que la mantiene, todos saben que es su
amante y tú lo permites también, no eres una mujer muy digna querida, de
eso debes preocuparte y no de si ofendo a tu sirvienta.
—Permiso — dijo Catriona con la voz quebrada.
108
Macarena Moya Solis
—Gracias madre, esto es lo que necesitaba, has arruinado todo.
Sloane siguió tras su mujer no quería perder todo lo que tanto le había
costado avanzar en un solo momento, por la in-discreción de su madre.
El conde de Burgoyne estaba muy molesto, se puso de pie sin decir nada
dejando a su hija sola en aquel salón.
Catriona estaba en su habitación, sentada en la cama, Sloan golpeó sin
recibir respuesta, decidió entrar, la vio sentada en la cama, no lloraba, solo
estaba decepcionada y no de él sino de ella misma, por haber flaqueado, por
haberse permitido sentir, lo mejor era vivir una vida tranquila sin
comprometer el corazón, pero no pudo, lo único que debió haber hecho fue
sostener el acuerdo al que habían accedido hasta el final, aunque, estú-
pidamente comprometió el corazón.
—Lamento todo esto… yo…
—¿Es verdad…? ¿Es tu amante esa horrible mujer?
—No, no lo es — respondió con voz firme y convincente.
—No me importa si lo es, teníamos un acuerdo al que falta-mos anoche,
usted debe continuar con su vida, yo con la mía, es lo mejor.
—¡No! Me opongo rotundamente, yo quiero estar junto a ti.
—Fue un error, todo esto, nunca debimos, usted tiene un estilo de vida,
una vida previa a la mía, ¿la ama?
—¿A quién?
—A Sussane Fairfax, dice su madre que le envía dinero y que es su
amante.
—No, no la amo, solo le di dinero una vez, para que no se acercara a ti,
fue solo eso.
109
El Acuerdo
—¿De qué tenía miedo?
—De que hablara de mi pasado.
—¿Qué es tan terrible? Es su pasado, si no puede vivir con sus acciones,
no es un hombre.
—Tenía miedo de que te alejara de mi lado.
—No tiene por qué temer — comentó mirándolo a los ojos, lo que lo
ilusionó, pero continuó diciendo — no tenemos nada, no me debe nada, en
cambio, usted me ayudó a salir de la casa de mis tíos, me liberó de cierta
manera, por lo que yo pagué, no es nada más.
—A veces no puedo creer que tú corazón sea tan duro, pensé que yo era
el frío, pero tu congelas todo a tú paso.
—Lo lamento, no soy de otra manera.
—No puedo vivir a tu lado si es así, no sientes nada… por mí.
—No, solo agradezco lo que hizo. — aseveró mostrándose agradecida.
—Dices entonces, que anoche hiciste el amor conmigo porque estabas
agradecida. Durante este tiempo aprendí a amarte y lo hago sinceramente,
sin embargo, no mendigaré nada.
—Qué bien, no me gustaría que sucediera eso.
—Mírame a los ojos y di que no me amas.
—No te amo — respondió ella con gran frialdad en su mirada.
—El acuerdo sigue en pie — dijo con voz fría sin titubear
— tú con tu vida y yo con la mía.
—De acuerdo.
Dejó la habitación y bajó hasta la sala, su madre seguía ahí, sentada
esperando quizá que él fuera a su lado a disculparse 110
Macarena Moya Solis por todo lo que dijo, pero no era eso lo que quería
hacer.
—Ahora está feliz, verdad, arruinó mi vida con Sussane una vez,
después hizo todo lo posible para que me sintiera culpable por la muerte de
mi padre, ahora me separa de la mujer que amo profundamente.
—Hijo, es la hija de un barón que despilfarró su fortuna, no tiene la
educación necesaria, ella misma lo reconoció, la crio su sirvienta, y no la
amas, te casaste para recibir el dinero de tu abuelo, solo es eso.
—A veces pienso que no soy su hijo, me trata como si no lo fuera.
—Hijo, debiste buscar una muchacha de familia con tradición, educada
no esa muchacha salvaje.
—Madre, cuando me levante por la mañana, no quiero verla por aquí y
no venga por esta casa nunca más.
Catriona no podía dormir sentía su pecho apretado, el dolor en su
corazón era evidente. El reloj de la sala dio sus campa-nadas, indicaba que
ya eran las tres de la madrugada, estaba sentada mirando un punto fijo en la
pared, sintió que alguien se acercaba. Era el golpeteo en el suelo del bastón
del conde, que al parecer tampoco podía dormir. La miró con gran ternura,
se sentó a su lado en el sofá, suspirando profundamente.
—Lamento todo esto, conde, nunca quise ocasionar problemas.
Mencionó Catriona con tono conciliador, parte de ella se sentía culpable
por todo, ella fue la que ofreció el trato a Sloan, pero no sabía que él había
aceptado porque sentía algo por ella, desde el primer día que la vio algo se
depositó en su corazón, sin permitirle escapar de ese sentimiento.
—No es tu culpa querida, verás, mi hija no es una buena persona,
porque las circunstancias de la vida la hicieron de esa 111
El Acuerdo
forma, claro que por eso no podemos permitirle todo.
—Quisiera retroceder el tiempo y no…
—No, no querida no digas eso, no te arrepientas de tus actos, todos nos
llevan a algún lugar del que podemos sacar una lección o una vida
maravillosa.
—No quiero ser la causante de la frustración de Sloan.
—Nunca, él se casó contigo porque así lo decidió, él lo quiso, cada uno
por sus motivos.
—Yo…no…
—No digas más, yo lo sé, no juzgaré tus actos, ni los suyos, pero
cuando él vino a mí y me contó que contraería matrimonio, había brillo en
sus ojos, ilusión y eso lo provocaste tú, nadie más.
—Me siento incapaz de ser feliz, de hacer feliz a alguien.
—Ya lo hiciste querida, yo vi la luz en sus ojos, al fin después de
muchos años. Te contaré algo.
El conde de Burgoyne comenzó a relatar la historia de Sussane y Sloan
dos jóvenes que se enamoraron, pero todo les jugó en contra, su madre no
lo aceptaba, era solo la hija de un marquéz en quiebra y una pésina
reputación, y él tenía diecisiete años, lo envió a un internado, y en las
vacaciones debía quedarse en la casa de su abuela en Escocia, para
mantenerlo alejado lo más posible de ella.
Sin embargo, Sussane no amaba a Sloan, amaba lo que podía ofrecerle.
La comodidad de una vida sin restricciones, una vida de lujos. Él prometió
ir por ella, prometió terminar con su formación e ir por ella para vivir una
vida lejos de todos, no obstante, no era lo que ella quería, Sussane Fairfax
quería más, no quería ser la esposa de un hombre pobre, quería ser la esposa
de un conde, entonces se casó con otro hombre de mucho dinero, y este
hombre era el mejor amigo de Sloan, 112
Macarena Moya Solis dejando a un joven con el corazón destrozado,
que se prometió nunca más amar porque el amor solo traía sufrimiento, el
amor no era sincero.
Sussane pagó su precio, casada con un hombre que no la amaba y no la
respetaba, que estaba acostumbrado a divertirse con mujerzuelas y no tocar
a su esposa. Solo fue por el gusto de molestar y ganarle a Sloan. Un tiempo
lo persiguió para que estuviese con ella, ser su amante, le prometió amor
eterno, aunque, ya era muy tarde. Él llenó su corazón de ira y dejó a
Sussane con la vida que había escogido.
Esa mujer nunca lo dejaría en paz, necesitaba concluir su historia con él,
lo había perdido por amar más el dinero, las comodidades, sin embargo, no
entendía que todo había quedado atrás, él no cedería, el sentimiento del
rechazo lo acompañó mucho tiempo y no lo borraría tan fácilmente.
Después de relatar toda la historia la dejó en el salón, Catriona no podía
dormir. La noche estaba muy iluminada, sintió la necesidad de salir, estaba
ahogada, no podía seguir un minuto más ahí, en silencio. Salió de la casa,
llegó hasta su antiguo hogar, todos los muebles tapados por paños blancos,
subió la escalera hasta su habitación, estaba aún su ropa en el armario, cosas
personales que dejó para olvidar, pero no podía, la imagen perfecta de un
hombre que nunca lo fue, la perseguía.
Por la mañana todos la buscaban en los alrededores, la señora Bunting
sospechó que podía estar en la casa, se lo comunicó a Franklin y junto a
Sloan fueron lo más rápido en el carruaje, al llegar, notaron la puerta junta,
entró Sloan seguido de Franklin, revisaron la casa hasta que decidieron
subir, cuando vio la puerta de la habitación abierta se decidió a entrar, ella
dormía profundamente sobre la cama, Franklin los dejó solos, él se sentó en
la cama a su lado, acariciando su rostro.
113
El Acuerdo
Ella despertó, no sabía dónde estaba, cuando con la mirada recorrió el
lugar, se dio cuenta que había pasado la noche ahí.
—Estaba muy preocupado, no podíamos encontrarte.
—Lamento darle preocupaciones.
—No, no digas nada, es un alivio encontrarte bien.
—Quiero hablar con uted… es algo muy importante.
—No me trates de usted por favor, y espero que no me digas que te irás,
no digas eso.
—Todo esto comenzó mal, no fue la manera de iniciar un matrimonio
Sloan, si seguimos así, nunca pensaré en otra cosa que no sea que me
aceptó por el dinero, y que yo lo elegí por escapar, quiero sentir que es otra
cosa.
—Dices que necesitas un tiempo ¿lejos?
—Es lo mejor, necesito saber muchas cosas.
—¡No! No puedes marcharte, eres mi esposa.
—No quiero vivir sintiendo esto, debemos conocernos, sentir qué
ambos nos necesitamos, que es amor, no una elección por lograr algo.
—¿Dónde irás? Esta casa ya no es de nosotros, tú me auto-rizaste a
venderla y fue lo que hice.
—Entonces, iré donde mi tía.
—Ella no lo permitirá, será una vergüenza para su familia, una mujer
que abandona a su esposo, ella no te dejará.
—Sí, lo hará, al menos por un tiempo.
—¿Después, qué? — preguntó tratando de encontrar un consuelo.
—Si podemos vivir lejos uno del otro, cada uno seguirá con su vida, no
estorbaré en la suya.
114
Macarena Moya Solis
—¡Por qué prosigues con eso! Eres muy testaruda.
—Solo quiero…
—No te detendré aquí, no te obligaré a vivir a mi lado, vete si es lo que
quieres, hazlo. — respondió con frialdad, tratando de ocultar sus
sentimientos, no quería que ella lo pisoteara, ya no estaba en edad de
soportar el rechazo de una mujer, no otra vez, y menos de una a la que
amaba profundamente.
Una mañana muy fría, donde la niebla no dejaba ver nada sobre la nariz,
empacó todas sus cosas, Sloan no se despidió de ella, tampoco dejó que la
señora Bunting la acompañara, porque si la tenía con él, ella al menos la
extrañaría e iría a casa a verla, Franklin la dejó hasta estación de postas de
carruaje más cercana y emprendió su viaje hasta Londres.
Franklin le dijo que lo mejor era dejarla partir, porque ella regresaría
pronto, sabía que lo amaba, sin embargo, necesitaba calmar sus dudas.
Sloan estaba herido, sentía miedo de perderla para siempre, no quería que
sucediera lo que le había ocurrido ya una vez.
Cuando Catriona llegó a Londres, solo estaba su tío en casa, sintió la
necesidad de hablar con él, contarle todo, él no dijo nada, aunque, sí que
podía quedarse y que contara con su apoyo.
Su tía estaba feliz por la visita de su sobrina, solo le dijeron que Sloan
había viajado para visitar las haciendas y que estaría ahí un tiempo.
Su día a día estaba tan vacío como su alma, sin nada importante que
hacer, solo pasar el tiempo entre tés, bordados, lecturas y conversaciones
con las amigas de su tía. James la visitaba mucho, tenían largas charlas,
cuando tenía tiempo salía con ella a dar paseos o la llevaba al teatro.
115
El Acuerdo
Ya llevaba un poco más de un mes lejos de Sloan y lo extrañaba mucho,
no obstante, continuaba negándose a este sentimiento, era demasiado terca
para reconocer que lo amaba y lo extrañaba.
Una noche, James y ella salían juntos de una ópera. Cuando vio que
Sloan también abandonaba el teatro, iba junto a una mujer, una mujer muy
linda, no tan joven, pero era muy bella, cuando la vio solo la saludó con un
movimiento de su cabeza y siguió hasta su carruaje, James notó la
desilusión en su mirada.
No podía decir nada, ya que ella estaba acompañada de James, que
había declarado su amor, nunca pensó que provocaría todos esos
sentimientos al verlo, hace más de un mes que no sabía nada de su esposo,
lucía muy apuesto, más de lo que él era, con su traje de gala. James la tomó
del brazo y la ayudó a subir al carruaje para llevarla de regreso a la casa de
su tía.
Por la mañana cerraba sus ojos y lo recordaba, lucía tan apuesto, sin
embargo, no fue capaz de acercarse a su lado, solo pasó, pensó que el amor
que profesó no era tan fuerte, no era sincero, ya tenía una compañía.
Caminaba de un lado a otro esperando que fuera por ella, si Sloan
estaba en Londres, ¿por qué no la visitaba? James llegó por la tarde, cuando
le avisaron a Catriona que tenía visita, su corazón se ilusionó y pensó que
Sloan estaba abajo, no obstante, solo era su amigo, la desilusión se dibujó
en su rostro, dañando el enamorado corazón del ilusionado joven.
—Todos comentan en la ciudad que el conde de Saxonhurt te abandonó.
—Él no me abandonó, yo le pedí un tiempo.
—Sí, pero no es lo que hablan, las personas no saben que sucedió, lo
han visto con diferentes compañías.
116
Macarena Moya Solis
—Eso no me preocupa.
—Tu tía está furiosa, dice que irá a hablar con él y que te enviará otra
vez a su casa.
—¿Eso es verdad?… ¿estás seguro de eso James?
—Sí, fue hasta el despacho del Marqués para decirle lo que haría, él dijo
que no podían seguir ocultado todo esto.
—Dios mío, necesito salir lo antes posible, yo no puedo quedarme aquí,
iré por mis cosas.
—¿Qué es lo que harás Catriona? ¿Qué piensas hacer?
—No lo sé, pero no quiero que me obliguen a volver con él, no puede
ser de esa manera.
—¿Creíste que el vendría por ti?
—Se supone… pensé que me extrañaría, como yo lo he extrañado, lo
mejor será marcharme.
Empacó rápidamente todo lo que tenía, James la ayudó, subió todo a un
carruaje. Ambos partieron por el momento sin destino. Él consiguió un
lugar en una residencia de estudian-tes, que manejaba una de sus tías, ella le
permitiría ocupar la habitación de su hija que se había casado. Catriona
prometió ayudar en todo, ella sabía bien como hacer los mandados de una
casa, no sería problema para ella.
Esa tarde Sloan fue hasta la casa del Marqués, para visitar a Catriona,
decidido a recuperar a su esposa. Al encontrarse con la marquesa, esta no
sabía cómo decirle que ella no estaba. Ella había decido ir en la búsqueda
del conde, para arreglar esta situación, sin embargo, no alcanzó a hablar con
él, ya que se adelantó a sus movimientos, completamente decidido a ir por
ella, ya le había dado tiempo suficiente para decidir.
La noche en que la había visto junto a James lo hizo sentir furia. Debía
traerla hasta su casa lo antes posible. Claro que, 117
El Acuerdo
James no diría nada de donde estaba. Ese era el acuerdo entre ellos.
Al no encontrar a su esposa, Sloan ardió en furia, solo quería encontrar
a James y hacerlo pagar por todo, seguro él estaba a hora durmiendo con su
mujer, algo que no podía tolerar. Regresó hasta la casa de su madre para
organizar sus pensamientos y aclarar su mente.
No entendía porque ella escapaba, era tanto el arrepenti-miento de su
acuerdo de matrimonio, o escapaba de lo que realmente sentía por él y no
quería reconocerlo. Ya estaba cansado de todo lo que sucedía.
118
Macarena Moya Solis 7
Ya había pasado todo un mes desde que abandonó la casa de sus tíos, la
buscaban por todas partes con detectives privados que estaban a cargo de la
investigación, James dijo que no sabía nada, aunque esto le podía costar el
trabajo con el marqués.
Catriona se llevaba muy bien con la señora Ivory, tía de James, ella no
sabía que su huésped era la esposa del conde de Saxonhurt, tan conocido
por todo Londres.
Todo marchaba perfectamente hasta que una tarde que volvía de hacer
unas compras, escuchó algo que la hizo sentir el horror más grande que
cualquier tortura, una voz que la llevó hasta un momento de su vida que ya
no quería recordar y solo deseaba borrar, esa voz se dirigió hasta ella. Salía
por un callejón después de ir por unos encargos de la señora Ivory.
—¡Cómo has crecido pequeña! Eres más hermosa que tu madre.
Lo que tenía en sus manos fue directo al suelo, no quería mirar atrás,
continuó caminando, no obstante, un hombre se colocó por delante, supuso
que era uno de sus secuaces que le impedía pasar. El olor a tabaco y alcohol
que emanaban de su aliento le revolvió el estómago.
Pasó una mano por su cuello y la otra la cruzó por su cintura
estrechándola a su cuerpo. Los hombres reían como bestias, se 119
El Acuerdo
controló, sabía que no podía entrar en pánico, no podía, lo que hizo fue
dar un fuerte pisotón a su captor, luego un codazo, cuando la soltó intentó
escapar. El hombre río a carcajadas, su golpe no le había realizado daño
alguno, mientras intentaba escapar, le dio un golpe de puño al que estaba en
frente, sin embargo, no pudo zafarse, la tomó por los cabellos tirándola con
tanta fuerza que se azotó en el suelo, estaba muy mareada por el golpe y no
podía moverse, el hombre rio burlándose.
—Eres salvaje, tienes la valentía que no tuvo el cobarde de tu padre, por
mucho tiempo lo vigilamos, pero el barón no tenía nada que pudiésemos
robar, perdió todo con el alcohol y mucho de eso lo perdió con nosotros. —
relató esto escu-piéndola en la cara. — nunca más te atrevas a golpearme o
lo lamentarás. —sentenció en amenaza.
Uno de ellos de apariencia enferma, muy delgado y casi sin dientes la
tomó colocándola de pie, preguntó qué harían con ella, el hombre asqueroso
que había dado muerte a su madre se puso delante de ella.
—Su esposo es un conde, algo nos dará por ella, espero qué no sea
como su padre que escondió todo el dinero, sino correrás la misma suerte de
tu madre. — dijo esto y la llevaron hasta un callejón donde la ocultaron en
una bodega, atada y amordazada.
James la buscaba por todos lados, su tía le informó que no regresó a
casa después del mandado que hizo temprano, estaba muy preocupado, al
anochecer se dio cuenta de que debía ir con el conde de Saxonhurt y
contarle todo lo sucedido.
Cuando le avisaron a Sloan que James estaba esperándole en casa,
supuso de inmediato que se trataba de Catriona, bajó rápidamente hasta la
sala, al llegar vio en el rostro de James la desesperación y un miedo horrible
lo embargó, sus piernas temblaron, solo pensó que le diría que la habían
encontrado 120
Macarena Moya Solis sin vida, y su corazón se paralizó.
—¿Qué sucedió? ¡Dime muchacho, habla ahora! ¿Qué sucedió con mi
esposa? — su tono de voz fue demandante, aunque también desesperado.
—Ella estaba oculta en la casa de mi tía, sin embargo, hoy cuando salió
en la mañana, no regresó, eso fue muy temprano, cuando fui hasta donde se
suponía que ella debía ir solo encontré el suelo las cosas de las compras y
un mandado.
—¡¿Sabías dónde ha estado todo este tiempo y callaste?!
— exclamó dándole un fuerte golpe de puño que lo tumbó al suelo.
—Ella no quería que su tía lo obligara a ir por ella, no quería que fuese
así — respondió aun en el suelo.
—No fui obligado, ni hablé con ella, solo fui hasta allá porque es mi
esposa y la quiero conmigo.
—Lo vio con esa mujer en la ópera, eso la dejó mal.
—No puede reclamar nada, ella estaba contigo ¿no? — expresó con
rabia en sus ojos.
—Ella nunca ha permitido que la toque.
La ira explotó en la cara de Sloan, tomó a James desde sus ropas
sacudiéndolo.
—¿Has intentado propasarte con mi mujer, desgraciado?
—Nunca, me merece todo el respeto, yo estoy enamorado de ella, es por
eso que la apoyo y ayudo, no he dejado que nada le falte, todo lo que ha
necesitado se lo he proporcionado – comentó con voz firme y fuerte.
—Ese no es tu deber, yo soy su esposo. Ahora, dime ¡dónde está!
¿Sabes algo?
—Nada aún, solo debemos esperar para saber que sucede.
121
El Acuerdo
—¡Franklin! — gritó eufórico, cuándo el ingresó al salón, Sloan dio
instrucciones secretas, solo habló con él en voz baja ordenando averiguar
algo de su esposa por el callejón donde se perdió su rastro.
Franklin, fiel servidor, fue raudo en busca de información, tardó al
menos una hora en regresar, cuando volvió, James seguía junto a Sloan. No
traía buenas noticias, les comentó que se decía que en una bodega, cerca del
puerto, tres pillos que venían de Yorkshire tenían a una joven, esposa de un
conde esperando por su recompensa.
Sloan se paseaba de un lado a otro con una expresión de ira, solo
deseaba tener a esos hombres entre sus manos y destruirlos. James lo
observaba, vio lo que Catriona no pudo, amor, ese hombre la amaba, estaba
que desbordaba miedo por lo que pudiese sucederle, además de la rabia que
lo envolvió.
Franklin tomó dos armas y las cargó, si les daban un tiro a dos de ellos
el tercero ya era más fácil de derribar a mano limpia por el conde.
James los acompañó se sentía culpable de todo lo que ocurría, aunque
Sloan no estuvo de acuerdo en que los acompaña-se, por la culpa que caía
sobre sus hombros, Franklin le hizo entender que eran tres hombres los
otros y ellos solo dos, como amenaza era mejor que fuesen tres también.
Llegaron a una parte más bien abandonada del puerto, los informantes
le dijeron a Franklin que esos pillos estaban ahí, uno de ellos había
asesinado de una puñalada a uno de sus amigos. Por eso entregó toda la
información gratis. Aunque Franklin prefirió pagar por todo.
Cuando entraron los vieron, la tenían sentada en el suelo, su vestido
estaba todo sucio, su cabello desmarañado, su expresión de temor era
evidente, nunca antes la vio con esa expre-122
Macarena Moya Solis sión. Franklin le pidió que estuviese calmado, no
obstante, eso fue imposible de cumplir.
Irrumpió en el lugar con una expresión amenazadora de ira, los hombres
le pidieron que se detuviera o la lastimarían, se detuvo cuando quien dirigía
a los otros dos, la hizo levantarse del suelo jalando sus cabellos. Sloan le
advirtió que no volvie-ra a tocarla, el hombre pidió dinero, quería mucho
dinero por ella o no la entregaría.
Catriona visualizó todo otra vez, el mismo hombre pidiendo dinero por
una vida, ahora era la suya, pero Sloan no era su padre, ella lo sabía, no
dejaría que la lastimaran por eso. Él no era así, nunca permitiría que alguien
le causara daño, sus ojos lo confirmaban. Por su mente pasó todo el daño
que le causó, todo el mal que le hizo por su temor a confiar y en amar, y él
estaba ahí, sin importar nada de lo que sucedió, lo había abandonado, había
pedido que todo se terminará, sin embargo, él no hizo caso, fue por ella,
nunca la dejaría y eso la reconforta-ba enormemente.
Sintió miedo, ahora que sabía que lo amaba y él a ella no podía dejarlo,
no podía perder la oportunidad de vivir una vida plena a su lado, mil cosas
pasaron por su atormentada mente, solo quería que se acercara y la
abrazara, sentir ese agradable olor de su cuerpo, la calidez cuando le hizo el
amor, había sido un tonta, dejando de lado toda la maravilla que le brindó a
su cuerpo en tan solo una noche. Esa noche había sido más feliz que toda su
vida junta, solo quería que todo terminara pronto y regresar a casa junto a
él. En sus brazos.
El hombre volvió a pedir dinero, Catriona cerró sus ojos cuando vio que
sacó el arma y se puso frente a ella, pero de lado a Sloan. Él sacó de su
bolsillo mucho dinero, también sacó su anillo, los gemelos de oro de su
camisa, le ofreció todo, lo que traía. El hombre miró a Catriona sonriendo.
123
El Acuerdo
—Este es más generoso que tu padre, muchacha — ella no dijo palabra
alguna, solo agachó la mirada y respiró aliviada.
Él la envió para recibir el pago, pero Sloan no quería, solo entregaría
todo cuando ella estuviese a salvo, aunque no tran-só, Catriona caminó
lentamente hacia él mientras la observaba con dulzura y profundo amor
para tranquilizarla, en ese momento se percató que estaba también James
junto a Franklin.
Sloan entregó todo en las manos de su mujer, la acarició.
Ella se devolvió y entregó todo a su captor.
—Esto es muy poco por una condesa, vete a tu casa y vuelve con más
cosas de valor.
—No me iré de aquí sin ella.
—Entonces, no hay trato, más dinero o ella muere Sloan avanzó hasta él
muy rápidamente, tanto que no alcanzó a reaccionar, no obstante, si su
compañero y le disparó, Catriona cerró sus ojos no quería mirar el
desenlace de ese disparo que podría quitarle para siempre al hombre que
amaba, solo escuchó.
—¡Cuidado, Sloan!
Espetó enérgicamente Franklin, pero la bala solo rozó su hombro y no
lo hizo ni detenerse ni caer, solo tener más ira, avanzó hasta este, tomándolo
por el cuello y lo levantó con una mano azotándolo contra el poste de fierro
que estaba detrás. Lo golpeó tres veces contra este hasta que perdió el
conocimiento, luego le dio una fuerte patada en sus genitales y otra en la
cara, el hombre se retorcía de dolor en el suelo, sin embargo, mientras se
entretenía golpeando a ese, un tercero apareció y la tomó por detrás
enterrando una navaja por la espalda a Catriona, ella gritó producto del
horrible dolor, Franklin le disparó a hombre que cayó muerto en el acto por
la bala que atravesó su cabeza. Sloan gritó aterrado, un miedo profundo lo
envolvió.
124
Macarena Moya Solis Se lanzó rápidamente al lado de su mujer que
perdía mucha sangre, la estrechó a su pecho acongojado por lo que sucedía,
el miedo lo paralizó, nunca antes sintió algo así, la estrechó a su cuerpo
dejando la cabeza de Catriona refugiada en su cuello, gritó el nombre de
Franklin implorando ayuda.
Él se acercó, dándola vuelta puso su mano en la herida, para ejercer
presión, se sacó su chaqueta doblándola se la puso para cubrir la herida,
James observaba todo aterrado. Franklin pidió que fuera por el coche y lo
acercara lo máximo posible, Sloan tomó en brazos a su mujer que estaba
desmayada y la sacó de ese maloliente lugar.
James acercó el caballo guiándolo a pie lo más posible y despejó el
camino de los obstáculos que podrían impedir el paso, hasta que pudo llegar
lo más cerca de la puerta. Sloan venía con Catriona en sus brazos, sin
percatarse que el también sangraba.
Subieron todos y la llevó hasta la casa donde esperarían que llegara el
médico que James fue a buscar. Catriona reaccionó, con un grito de dolor,
tenía miedo, pero cuando vio que estaba su esposo a su lado se sintió más
tranquila, le pidió que se calmara, ya estaban en la casa, nada más podría
suceder.
El médico llego rápidamente, les pidió que lo dejasen solo con ella para
atenderla, no obstante, Sloan se negó rotundamente, no la dejaría nunca más
sola, se quedó al lado de la cama observando todo lo que sucedía con su
mujer, tomó la mano de su esposa, para ayudarla a soportar el dolor, cuando
el médico dio las puntadas necesarias, sin dejar de mirarla a los ojos.
El médico lo atendió a él también, su herida era superficial solo necesitó
ser limpiada, un par de puntadas y luego ven-dada, nada más bastó. Cuando
salió de la habitación junto al 125
El Acuerdo
médico, vio que estaban los dos esperando por noticias, acompañó al
médico hasta la salida, cuando regresó, les dijo que ella estaba bien, había
perdido mucha sangre, pero tenía que estar en reposo al menos dos
semanas, vendría al día siguiente para cambiar los vendajes.
Le pidió a James que fuera donde el Marqués para avisar que Catriona
estaba en casa junto a su esposo y que todo estaba bien.
—Está todo bien mi Lord, ahora voy de inmediato donde el marqués, y
lo lamento otra vez, no quise que esto sucediera.
—No te preocupes más muchacho, vete ahora y avisa al marqués.
—Sí… mi Lord…
De un momento a otro todo Londres se enteró de lo que había sucedido
con la esposa del conde Saxonhurt, aunque no quería que nadie se enterara
de lo que había sucedido, sin embargo, los comentarios corrieron muy
rápido. La Tía Isabella fue la primera en llegar, lloraba desconsolada, se
culpaba por no estar más atenta a su sobrina, no escuchar lo que ella pedía.
Sloan se quedó al lado de su esposa día y noche, el médico cambió sus
vendajes, pero la herida estaba infectada y ella tenía mucha fiebre, estaban
muy asustados, sentían miedo de lo que pudiese suceder, su tía fue por una
mujer experta en hierbas medicinales para que ayudara a su sobrina a sanar,
ella colocó emplastos de ajo, hongos y hierbas para detener la infección y
eliminarla, ella estuvo al borde de la muerte por dos semanas, donde
deliraba producto de fiebre, gritando por ayuda, o solo repetía el nombre de
su marido, lo que mantenía a Sloane en perpetua agonía, tomando la mano
de su mujer y rogando a Dios que no se la llevara, era tan joven y tenían
una vida tan larga por delante.
126
Macarena Moya Solis Él no dormía velando el sueño de su
convaleciente mujer.
Fueron días y noches de dolor y sufrimiento, solo deseaba calmar la
agonía en la que su mujer estaba inmersa, no lograba darle consuelo, no
lograba calmar su dolor, se sentía impotente frente a todo lo que sucedía, el
médico le pedía que lo dejara solo para revisarla, pero él se rehusaba, estaba
ahí atento a todo lo que sucedía con ella, el temor de perderla lo inundó,
sentía que la vida se acabaría si ella no estaba presente.
Para calmar su propio dolor trataba de recordar los días maravillosos
que pasaron juntos, el día que la conoció, demos-trando con la gallardía y
braveza que podía defenderse del ataque infame de esos hombres. De la
manera en que se preocupó de él, como lo complació para su cumpleaños,
solo le bastó hacer el amor una sola vez con ella para caer rendido a sus
pies.
Solo rogaba a Dios que le diera la oportunidad de vivir su vida con ella,
prometía que sería la única mujer que tendría hasta el fin de sus días y que
el amor que le entregaría sería infinito.
Una tarde Sloan estaba como de costumbre al lado de su esposa, cuando
Franklin entró para decirle que tenía visita y a pesar de explicar que no era
el momento para visitas, insistía en ser recibida, dejando en claro que no se
retiraría hasta que fuese recibida por lord Saxonhurt. Se trataba de Sussane
Fairfax quien estaba esperando por él, se acercó hasta ella con una
expresión marcada de desagrado, quiso acercarse más hasta el hombre que
amaba tratando de acariciarlo. Pero en un gesto demoledor, Sloan no lo
permitió.
—¿Qué haces aquí? — sus palabras estaban cargadas de desprecio.
—Solo quise venir a darte mi apoyo, sé que tu esposa morirá, vine…
—Ella no morirá ¡Cállate! Vete ahora.
127
El Acuerdo
La rabia se apoderó de su ser cuando ella mencionó su posible muerte,
que instintivamente Sussane retrocedió por el miedo. Su mirada era
descabellada.
—Lo nuestro, es posible reanudarlo ahora…nuestro amor.
—No hay nuestro… nunca hubo un nuestro Sussane, tú me cambiaste
por un hombre con dinero, nunca fue importante para ti el amor que pude
darte, ahora tengo esposa y la amo.
—Eso no es amor, tú lo dijiste fue un acuerdo, para lograr tu herencia.
—Sin embargo, es amor ahora, solo deseo que se recupere y continuar
mi vida con ella, la amo, tú solo eres un mal recuerdo, vete de mi casa,
ahora.
—Sé que estas así por todo lo que sucede, no obstante, luego verás que
es mejor estar conmigo que con ella, yo te daré todo lo que necesitas, soy
todo lo que has querido para tu vida.
—No eres nada, solo un consuelo absurdo cuando me vi solo, tú estabas
ahí, solo te usé.
—No digas eso, por favor.
—Vete, ahora. — dio media vuelta dejándola sola en el recibidor.
Sussane salió humillada, solo sentía rabia en su corazón, pensaba que
por fin tendría al único hombre que amó en su vida, no obstante, era muy
tarde para ella, Sloane había tomado su decisión, había elegido su vida y
ella no pertenecía ahí, nunca más.
A la mañana siguiente, Catriona despertó, vio a su esposo de pie
mirando por la ventana, sonrió feliz de estar junto a él, pronunció su
nombre, él se acercó rápidamente . Ella le brindó una dulce sonrisa, con
lentitud levantó su mano acariciando su rostro áspero por la creciente barba
que tenía producto de no preocuparse por él durante todo este tiempo.
128
Macarena Moya Solis
—Te dejaste la barba, luces diferente.
— No, solo he olvidado afeitarme — sonrió feliz de verla despierta —
¿te sientes mejor?
—Sí, aunque me duele, pero me siento bien.
—Me hiciste pasar un gran susto.
—Lamento todos los problemas que te ocasioné, lo siento
— sus ojos se llenaron de lágrimas — si no hubiese hecho todo esto…
no…
—No, no mi amor, no digas tal cosa, yo te amo y todo lo que sucedió
fue por mi culpa, lamento todo esto.
—No, por favor, he sido una…no quería…
—Basta, debes recuperar fuerzas, iré por el médico para que te vea y
pediré algo de comer para ti, por favor olvidemos todo, ya estás aquí, junto
a mí, todo pasó ¿Tienes hambre?
—Sí…un poco.
—Un poco está bien, te recuperarás.
Antes de salir por el médico, posó sus labios sobre los de su mujer,
sintiendo la calidez de su boca, solo deseaba tenerla entre sus brazos otra
vez.
129
Macarena Moya Solis 8
Después de dos largas semanas de reposo y cuidados, Catriona pudo
incorporarse al mundo, estaba bien, su herida había cicatrizado y ya casi no
le dolía, solo había dado pasos en la habitación, bajo la estricta cautela y ojo
vigilante de su esposo que nunca la dejó sola.
Durante este tiempo el médico la visitaba todos los días por expresa
orden de Sloan, además la curandera también lo hacía, su tía llegaba todas
las mañanas para estar con ella, la llenó de regalos para consentirla, en
cambio la madre de Sloan fue solo una vez, ella reconoció en su mirada la
inconformidad, seguro deseó que ella no sobreviviera para así dejar viudo a
su hijo y sin una esposa como ella.
El que estuvo más presente fue el conde de Burgoyne, que se vio muy
preocupado y atento en cada una de sus visitas.
Además, la deleitaba con las andanzas de la niñez de su esposo. Sloan
envió a uno de sus colaboradores por la señora Bunting, no regresaría a
Yorkshire, uno de los bastardos que había osado atemorizar a su mujer
estaba vivo y pensaba que podría ir por ella otra vez, cobrar venganza y si
ya sabía quién era sería muy fácil encontrarla por ese lugar.
131
El Acuerdo
Pidió que todo lo personal de él y su esposa lo trajera la señora Bunting
en el carruaje. James cada vez que podía y que el conde de Saxonhurt lo
permitía, la visitaba. Él sentía unos celos horribles de ese muchacho, no
podía entenderlo, era un hombre, sintiendo celos de un jovencito, sin
embargo, no podía controlarlo, igualmente sabía que su esposa le tenía
estima y le permitía que la visitara.
Todo el momento que James estaba a solas con ella, su estómago
parecía explotar al igual que su cabeza. No obstante, luego al estar con ella
a su lado en la cama otra vez lo tranquilizaba, todo este tiempo durmió su
lado porque ella lo deseó, aunque, nunca la tocó, debía recuperarse bien,
trataba por todos los medios de controlar su deseo, aunque en muchas
ocasiones parecía que no lo lograría, se conformaba por estrecharla entre
sus brazos y besarla.
—El médico pronto dirá que estás bien, después de eso, no podrás
escapar de mí.
Ella sonrió avergonzada y deseosa de recibir las exquisitas caricias que
su esposo tenía reservadas para ella el día que ya estuviese bien. También
esperaba que ese día llegara pronto.
El día que el médico fue a verla, notó que todo estaba perfecto, la herida
completamente cerrada, no había enroje-cimiento, ni supuración, ella podía
moverse con mayor facilidad, estaba en perfectas condiciones, Franklin
estaba en casa con ella para acompañarla, le informó que su esposo no
estaba, resolvía unos asuntos de negocios.
Se sentó en la sala para conversar con el fiel servidor de su esposo, no
había tenido oportunidad durante este tiempo, le agradeció todo lo que hizo,
nunca lo podría olvidar.
—Usted es la señora de esta casa, la esposa de mi lord, todo lo que esté
a mi alcance lo haré para brindarle seguridad.
132
Macarena Moya Solis Catriona solo sonrió agradecida de su apoyo.
Decidió ir a vestirse solo andaba con la bata. Pronto llegaría Sloan y no le
gustaba verla tan ligera de ropa por la casa.
Su tía la había llenado de vestidos nuevos, escogió uno de un color
amarillo suave con delicados bordados de flores en rosa, era muy sencillo,
aunque fino y delicado, había adelga-zado mucho en ese tiempo, pero le
quedaban bien, cuando su esposo llegó por la tarde ella lo esperaba en la
sala, cuando entró hablando al aire, para que lo escuchara Franklin, dejaba
sus guantes y chaqueta colgada en el perchero, cuando ella se puso de pie,
Sloan levantó la mirada y sus ojos destellaron felicidad.
Se acercó rápidamente a ella, la tomó entre sus brazos levantándola del
suelo, giraba con ella. Sosteniéndola en sus brazos la miró a los ojos, con su
mano tomó su mentón para acercarla a él, brindándole el más exquisito y
apasionado beso.
Su boca tomaba la de ella como en una invasión, solo que esta era por
amor, su dulce sabor lo enloquecía, la bajó con cuidado y volvió a
estrecharla entre sus brazos como si hace mucho que no la hubiese visto.
—¿El doctor Wells dijo que todo está bien? — preguntó muy serio.
—Sí, estoy perfecta, solo no debo realizar esfuerzos exage-rados, pero
dice que la herida cicatrizó perfectamente.
—Es maravilloso. Como extrañé verte así, con color y de pie.
—Yo solo quiero…
—No, no digas nada, hoy celebraremos los dos, mi madre ya se fue a su
casa de campo, mi abuelo también regresó a su casa, tú y yo solos, juntos
hoy.
Tuvieron una maravillosa cena solos, ambos estaban felices de estar
juntos. Rieron de buena gana, él tenía un regalo 133
El Acuerdo
para ella, aunque sabía que no disfrutaba de las joyas, le trajo un anillo
digno de una reina. Sacó el que le dio para el matrimonio porque lo
encontraba una baratija para su esposa y una condesa y puso en su lugar
uno de plata envejecido con una gran rubí en el centro y varios diamantes
pequeños que rodea-ban todo este. Era algo sublime, que la dejó sin
palabras, tomó su mano y la besó con dulzura.
—Eres lo mejor que ha sucedido en mi vida, espero ser lo mejor para ti
también.
Catriona cerró los ojos sintiendo la calidez de su beso, él se puso de pie
y la llevó hasta la habitación. Cuando entraron toda la habitación estaba con
velas que iluminaban todo de forma mágica, sonrió emocionada, lo besó
con suavidad en los labios, colocándose delante de él, tomó sus cabellos
para que él soltara su vestido. Sus manos tiritaban, no sabía que sucedía con
él, estaba tan asustado como si fuera esta la primera vez con ella, ahora
sabía que ella lo amaba, aunque no lo dijera, sus ojos la delataban, al quitar
su vestido solo quedó con su delgada enagua.
Ella volteó quedando muy cerca de Sloan, le quitó con suavidad su
chaqueta, la respiración de Sloan era ahogada y fuerte, ella desató los
botones de su camisa tirándola para sacarla por su cabeza, su pecho era tan
fuerte y cálido, lo abrazo cobijándose en él, cuando con sus manos tomó su
pantalón para soltarlo, sintió que su cuerpo explotaría, con sus manos
grandes la tomó desde su rostro para acercarla a él y besarla, solo deseaba
tomar su cuerpo para sentir que le pertenecía.
Tomándola en sus brazos la dejó sobre la cama, ella se sentó en esta y se
quitó su delgada enagua quedando completamente desnuda.
Él no podía dejar de mirarla, con sus manos acarició los pechos de su
mujer sintiendo la delicadeza y suavidad de su piel. Se fue poco a poco
deslizando sobre el cuerpo de su es-134
Macarena Moya Solis posa, acariciando cada rincón, disfrutando de su
cuerpo y de su dulce boca como la primera vez, tomó una de las piernas de
sus piernas doblándola para poder acomodarse entre ellas, Catriona metió
sus manos a través del pantalón de su esposo, sintiendo toda la fuerza de su
virilidad preparada para ella, él suspiró profundamente cuando ella lo tocó,
se levantó de la cama para quitar lo que quedaba de su ropa.
Catriona no entendía porque se sentía avergonzada cuando la desnudez
perfecta de su hombre la cautivaba, y la sobreco-gía, miró hacia un lado
para no enfrentarlo con los ojos. Sentía que su corazón se saldría de su
pecho y al acomodarse sobre su delicada esposa ella también lo sintió, lo
besó en el cuello, sintiendo el cuerpo de su deseoso esposo estremecerse.
Sloan suspiró profundamente, con su mano recorrió desde sus pechos
hasta su entrepierna, haciendo que el cuerpo de Catriona se arqueara al
suyo, deseosa de que pronto la tomara, sin embargo, en una reacción que él
no se esperaba ella se sentó rápidamente en la cama, Sloan pensó que
quizas aun no estaba preparada o que algo le provocó dolor, sintiéndose
indispuesta, solo hace muy poco que había sucedido todo ese episodio del
secuestro donde ella sufrió mucho, aunque la mirada de Catriona ocultaba
algo, ella lo miró fijamente. Pronunciando palabras que lo descolocaron.
—Sloan, te mentí — confesó con angustia.
—¿Cómo? — Se sentó en la cama mirándola.
—Te mentí… yo…
—¿Me mentiste? — preguntó con voz baja y agónica preocupado por el
dolor que pudieran causar en su corazón las palabras que emitiría su esposa.
—Sí, cuando preguntaste si te amaba, te mentí, lo recuerdas.
—Sí, lo recuerdo — dijo sonriendo con notorio alivio y 135
El Acuerdo
feliz de que no fuera nada horrible y que lamentar. Acarició su rostro.
—Te amo, te mentí, porque tenía miedo, pensé que no era la mujer
adecuada para ti. Además, el acuerdo yo…
—¿Creías que merecía alguien mejor que tú?
—Sí… yo…
—Amor, te amo, no hay nadie mejor que tú, nadie.
La tomó entre sus brazos otra vez ella se apoyó en su pecho, le levantó
la cabeza desde su mentón con sus dedos para que lo mirara a los ojos, le
sonrió con dulzura, la adoraba, sabía que sin ella no lograría continuar. La
besó con gran pasión tomando su boca haciéndola suya, con tanto deseo que
los labios de su esposa que hinchaban y volvían rojos de pasión, su lengua
dentro jugaba con la de ella, la sensación de terciopelo lo volvía loco.
Catriona seguía el juego moviendo la suya también, lo que lo tenía al
borde de la explosión, debía concentrarse mucho en lo que hacía, quería y
anhelada tenerla y sentirse extasiado y satisfecho con su cuerpo, sin
embargo, también deseaba que ella disfrutase y se extasiara con lo que él
podía darle. Ella no podía evitar mirarlo, era tan perfecto, tan hermoso,
tenía la apariencia de un guerrero, de un dios romano, su cuerpo la incitaba
y la hacía estar más deseosa de él, deseaba tener más experiencia y poder
actuar de una manera que lo enloqueciera a tal punto de que le fuese
imposible separarse de ella.
Sloan avanzó en la cama hasta acomodarse sobre el cuerpo ardiente de
su mujer, ambos sentían como si el fuego reco-rriera todas sus venas, la
besaba una y otra vez, consumiendo todo lo de ella, bajó su cabeza hasta
llegar al dulce cuello de su esposa, recorriendo el valle entre sus pechos y
porque no, también saborearlos con dulces besos. Ella sentía que no podía
aguantar más toda la tortura impuesta por él, repetía su nom-136
Macarena Moya Solis bre sin parar lo que lo excitaba aún más, a punto
de perder el control que tenía sobre él.
Cuando con sus manos recorrió por entre sus piernas, descubrió que ella
ya estaba lista para él, avasallando su cuerpo ardiente sin más, tomándola
para él. Volviéndose uno solo, entregados a la pasión, ambos se amaban y
deseaban, no podrían ya vivir el uno sin el otro. Solo existían ellos esa
noche, que está en particular, sería muy corta para ellos, La respiración de
Sloan era entrecortada, sus movimientos más fuertes y libidi-nosos, ella
exigía más y lo apretaba contra su cuerpo con sus piernas.
El éxtasis llegó, él dejó caer todo su cuerpo sobre ella, y ella inmóvil se
quedó debajo del sintiendo algo que nunca imaginó que volvería a
experimentar, el deseo y el amor de su esposo.
Los días que siguieron fueron de maravilla para la pareja, de besos por
los rincones y caricias apasionadas, Franklin estaba muy impresionado, era
una faceta que nunca vio de su lord, pero lucía feliz y la felicidad de él era
la suya. Todas las noches la pareja se entregaba al deleite de sus cuerpos, a
la exquisita sensación de disfrutarse. Por las mañanas, él realizaba sus
labores, y por las tardes estaba junto a su mujer, amándola y
complaciéndola.
Así pasaron los meses en que todo había regresó a la normalidad, su
vida ya era lo que siempre debió ser, fueron a muchas reuniones, en donde
todos hablaban de ellos, por lo joven que era la esposa del conde, otros de
su procedencia, otros de la vida que él llevó, sin embargo, nada de eso
importaba entre ellos. Solo en una situación la pareja se vio enfrentada, no
resultó muy bien, estuvieron distanciados todo un día.
Todo comenzó el día que los invitaron al baile anual de la cámara de los
Lores en Londres. Era en un lugar maravilloso, 137
El Acuerdo
un salón que tenía aspecto de castillo, todos los que ostentaban algún
rango, estaban presentes, era algo de una magnificencia jamás vista por ella.
Sloan mandó buscar la mejor costurera de todo Londres para
encomendarle el mejor y más bello vestido que jamás vistió, deseaba lucir a
su joven y bella esposa delante de todos.
Esa presión tenía a Catriona muy nerviosa, no quería ser mostrada como
un objeto, era una mujer con sentimientos.
Dejó pasar todo por darle en el gusto a su amado esposo, además, le
gustaba verse bella para él, y que disfrutara de eso, también porque él lo
era, siempre pensó que él era un dios caído del cielo, un adonis maravilloso.
Los carruajes desfilaban en la gran entrada, todos majestuo-sos y de
gran opulencia. Al entrar ella se quitó su capa, dejando ver un escote que
hacía que los hombres se perdieran en él, y las mujeres lo odiaran
profundamente, su cuerpo perfecto gracias a su edad, era supremo.
Llevaba esa noche un vestido en color verde menta que daba un tono
aún más bello a sus ojos, con todos los bordes en mangas, escote y largo un
bordado negro. Su cabello ele-gantemente peinado, dejando notar sus
rasgos finos. Todos los saludaron, otros solo hacían una reverencia al pasar,
fue un momento muy tenso para ella.
Sloan se encontró con amigos de juventud, presentó a Catriona como
Lady Saxonhurt, su esposa. Se sentía muy incómoda entre todos ellos, de
pronto tomaron su brazo y vio que era la baronesa McGregor, se disculpó
con su esposo y la acompañó un momento, ella le presentó a unas conocidas
para que ella ampliara su círculo.
Conversaban muy animadamente cuando se que se les acercó un joven,
Catriona no se había percatado de su presencia 138
Macarena Moya Solis y él carraspeó para llamar su atención, las
mujeres guardaron silencio y ella volteó, primero no lo reconoció, luego se
dio cuenta de que era Royce Brenett el primer y único joven que se atrevió
a invitarla a una cita cuando era una jovencita.
Ella lucía feliz de verlo, Royce hizo una reverencia, la que ella
respondió. Se alejó un poco del grupo para hablar con su amigo.
—Te ves bien sin tu nariz rota.
—Sí — sonrió recordando el golpe que ella le dio —– fue un gran
golpe, pero pasó.
—Lo lamento mucho, en ese tiempo no era civilizada.
— Y era lo que a todos le llamaba la atención de ti.
—¿Vives en Londres ahora, Royce Brenett? — preguntó con gran
interés.
—Sí, ahora soy un hombre casado, con la hija del conde de Suseex,
Catalina.
—Muchas felicidades.
—Gracias, ha sido muy grato verte, y comprobar que eres feliz, lamenté
mucho lo de tu padre, no pude ir, estaba muy lejos y me enteré demasiado
tarde.
Desde lejos Sloan los vio, estaba que ardía en rabia, quien era ese
hombre que conversaba con ella, como se atrevía a conversar sola con un
hombre en una fiesta, así todos hablarían de ella, sería la comidilla en los
chismes de té, sentía mucha rabia.
Se disculpó y fue hasta ella con la rapidez de una gacela que escapaba
de su depredador. Se posicionó a su lado tomándola del brazo firmemente,
marcando territorio, diciendo esta mujer es mía. Catriona lo percibió y
estaba un poco incómoda, hizo las presentaciones correspondientes y luego
Sloan le pidió que 139
El Acuerdo
lo acompañara. Se despidió de su antiguo pretendiente y salió con él
hasta la terraza.
—Está helando aquí fuera.
—No quiero que hagas esto otra vez.
—¿Qué hice? No te entiendo.
—¿Quién es ese hombre?
—Te lo presenté Sloan, te dije que…
—No puedes hablar con hombres estando sola, que dirán todos. —
comentó con voz enérgica que le dio miedo.
—Pensé que no te importaba el qué dirán los demás, solo lo que
pensemos nosotros — habló con evidente desilusión en sus palabras.
—No me gusta verte con otros hombres.
—Entonces, no me dejes salir de casa nunca más, mantenme encerrada,
así nunca más estaré con alguien.
—No dramatices, por favor.
—¿Qué te sucede, mi amor? — pronunció esas palabras con gran dolor
y voz apagada.
—Lo lamento, perdóname es que después de lo que sucedió, tengo
miedo que algo pueda suceder otra vez.
—Nada me sucederá, tranquilo ¿quieres que nos vamos de aquí?
—No, no arruinaremos la velada, ven vamos a bailar, por favor.
La abrazó con fuerza, besándola con pasión, no le importó que los
demás los vieran, la tomó de la mano y la llevó a la pista para danzar un
vals junto a su mujer. Después de bailar todos pasaron al gran salón para la
cena.
140
Macarena Moya Solis Estaba rodeada de personas que no conocía, se
sentía muy incómoda, no sabía que decir, Sloan estaba sentado frente a ella
en medio de dos mujeres que no le quitan los ojos de encima y hacían de
todo por ignorarla.
En un momento sintió que una mirada que quemaba su piel de tanto ser
observada, vio un hombre sentado casi al final de la mesa, de mirada
intensa y provocativa, le molestó mucho que la mirara de esa forma, sin
embargo, lo ignoró, durante toda la cena.
Cuando terminaron para pasar al salón, ella entró en la maravillosa
biblioteca, en el lugar estaba también otra mujer que leía, le sonrió cuando
la vio, se paseaba mirando los estantes altos y atiborrados de libros de
diferentes géneros, pasaba su mano para sentir las texturas de los lomos de
estos, cerró lo ojos y aspiró el olor a libro, era algo que la hacía sentir una
paz y agrado inmenso, de pronto una voz interrumpió ese momento.
—Cada vez que la observo, confirmo que es más hermosa.
Catriona pensó que le hablaban a la mujer que estaba sentada ahí, al
mirar de reojo, notó que ya no estaba en la sala, cuando se volteó, el
hombre que la miró durante la cena estaba ahí, apoyado con su espalda en el
umbral. Catriona solo sonrió y siguió revisando los libros a lo que él
continuó.
—Es la esposa de Saxonhurt, no mentían cuando dijeron lo bella que
es… y joven.
—No lo conozco señor y espero a mi esposo el vendrá pronto.
—Hace mal en esperarlo, lo vi conversando con Sussane, fuera en el
jardín.
—No tomaré en cuenta sus comentarios mal intencionados.
— respondió muy molesta.
141
El Acuerdo
—No son mal intencionados, si mira usted por esa ventana, los verá en
el jardín, conversan — respondió con completa ironía.
Miró y los vio juntos, sintió una rabia inmensa y un dolor agónico en su
pecho. Esto no podía estar sucediendo otra vez, no después de todo lo que
habían vivido.
—No me interesa lo qué conversen.— respondió demos-trando
desinterés.
—A mí tampoco, solo quería conocerla a usted, todos hablan de lo que
le sucedió ¿se repuso bien?
—Sí, gracias.
—Disculpe usted… mi nombre es Milford St. James, conde de Wessex.
Es un gusto conocerla, Lady Catriona.
—¿Conoce mi nombre? — estaba muy intrigada por ese hombre que
estaba frente a ella poseía unos atrevidos ojos verdes que brillaban con
picardía.
—Claro, ¿quién no? — aseveró caminado hacia ella, al lado de la
ventana. — usted huele maravillosamente, Sloan es un hombre muy
afortunado.
—Permiso, quiero salir de aquí.
—No tema, no le haré daño, no la tocaré a menos que usted lo desee.
—¡Cómo se atreve a hablarme así! Permiso — ordenó muy molesta,
solo deseaba salir de ese lugar.
Se puso delante de ella impidiendo su paso, acercándose más de lo
debido, acercando su nariz muy cerca de su cuello, como absorbiendo su
aroma.
—Espero que nos volvamos a ver — trató de acariciar su rostro, pero
ella dio un paso atrás y rodeó una mesa para poder salir, la tomó con fuerza
del brazo. — de verdad, espero que 142
Macarena Moya Solis nos volvamos a ver.
—Yo espero que no, señor, suélteme, ahora.
Sus palabras fueron directas y fuertes, así que la soltó y Catriona salió
de la biblioteca en dirección al jardín donde aún Sloan hablaba con Sussane.
Estaba muy irritada de verlo con ella. Lo tomó del brazo lo que lo espantó
mucho, no esperaba que ella lo encontrase. Lo enfrentó con una mirada
fiera.
—Ahora, nos vamos o me voy sola.
Ella le dio la espalda y caminó hasta los carruajes seguida de su esposo
que casi corría, le pidió a Franklin que buscara las capas de noche, pero ella
ya había subido al carruaje.
—Lamento todo esto querida yo…
—No me hables, no lo hagas, estoy demasiado molesta contigo —
comentó con sus ojos inundados en lágrimas, Sloan no sabía que decir ni
hacer para calmar su pena y confusión.
Cuando llegaron hasta la casa, ella entró rápidamente y fue hasta su
habitación, su doncella le ayudaba a quitar su vestido, cuando lo soltó,
Sloan entró y le ordenó que los dejara. Catriona no lo miraba.
—Sé que piensas lo peor — su voz era suave y solo deseaba poder
lograr que ella lo entendiese.
—¿Qué más puedo pensar? Yo saludé a Royce Brenett delante de todos,
estaba a la vista de todo el salón y tú estabas furioso, tú eres descarado, te
fuiste al jardín para poder estar solo con tu amante.
—¡No! Esa mujer no es mi amante — respondió muy molesto y trataba
de que ella le creyera.
—No te creo nada, me dejaste otra vez sola a la merced de un hombre
descarado que se acercó hasta mi para decirme cosas y cuando me mostró
que estabas en el jardín con esa mujer-143
El Acuerdo
zuela sentí deseos de escapar de ti, nunca más estar a tu lado.
—Mi amor, por favor, no…— trató de tocarla, pero solo recibió
rechazo.
—¡No! No Sloan esta noche no, no quiero que me toques, no sabes lo
humillante que es para mí verte con esa mujer ¡No te das cuenta!
—¿Qué hombre? — reparó en lo que ella decía.
—¡Qué cosa!
—¿Con qué hombre estabas?
—No cambiarás esto a tu favor, conde de Saxonhurt, ya estoy cansada,
no permitiré que me hagas sentir humillada otra vez — su voz sonó
enérgica, pero con gran dolor.
—¿No me permitirás? Yo soy el único que permite en este matrimonio
— aclaró de manera enérgica y con un dejo de burla, luego notó que la
dañaba con cada palabra.
—Eres un hombre inescrupuloso y sin sentimientos, no quiero que te
acerques, no lo permitiré — dijo dándole la espalda.
—La que buscó un matrimonio por acuerdo fuiste tú. —
expresó cerrando sus ojos arrepentido de inmediato de sus palabras.
—Buenas noches — respondió Catriona muy desilusionada de oírlo y
con gran dolor.
—No, mi amor… por favor… no…
—No quiero ver tu cara, ni sentir tu cuerpo esta noche, dor-miré en la
otra habitación.
Salió dando un gran golpe en la puerta, que hizo retumbar la habitación.
Catriona cerró la puerta con seguro para que él no se atreviera a entrar por
la noche. Él bajó hasta la biblioteca, parecía un león enjaulado la rabia lo
consumía, se sirvió un 144
Macarena Moya Solis vaso de licor que bebió de un solo trago, luego
otro y otro hasta que Franklin le quitó la botella.
—Esta no es la manera, mi lord.
—¿Con qué hombre estaba ella? ¿Sabías tú algo de eso?
—No, no la vi, lo mejor es que usted le expliqué qué sucede y no
extender este mal entendido.
—Sussane me dijo que St.James estaba aquí, que había visto a Catriona
y que iría por ella, ese hombre no se cansará nunca de querer todo lo que es
mío.
—¿Quizás fue él? Con quien ella conversaba, el hombre que le dijo que
usted estaba con otra mujer afuera.
—Ese maldito, esta vez no lo voy a dejar así.
—Por favor, no haga una tontería, ahora tiene una esposa.
—No permitiré que él se acerque a ella…— sonrió recordando las
palabras de su esposa — Catriona estaba furiosa, porque pensaba que yo
estaba en algo lujurioso con Sussane.
—Tiene razón mi lord, esa mujer es de su pasado, usted la amó y sufrió
por ella. En ocasiones parece que aún sintiera algo por ella, en la forma
como la mira y se refiere a ella.
—No, eso ya pasó — bajó la mirada.
—Delante de mí no puede evitarlo, yo lo conozco.
—Catriona se fue a otra habitación, dijo que no me permitirá tocarla.
—Está muy molesta y con razón.
—Debo hacer algo.
El amanecer en la casa del conde de Saxonhurt fue tan violento como la
noche, Catriona no bajó para desayunar, se colocó un vestido de seda
violeta con un escote cuadrado pronunciado con los bordes en azul,
hermoso y se disponía a salir, 145
El Acuerdo
cuando Sloan la vio pasar.
Se acercó dando grandes zancadas hasta ella, le habló para que se
detuviera, pero no lo miró y continuó su camino, se colocaba su sombrero y
tomó una sombrilla, llevaba guantes. La doncella le abrió la puerta, sin
embargo, de un empujón Sloan la cerró, ordenando a la mujer que se fuera
lejos y los dejara solos.
Catriona recuperó a la joven que fue antes de conocerlo, estaba altiva,
con la cara de desprecio. Intentó tomarla del brazo para llevarla a la
biblioteca, aunque, ella se soltó de un solo movimiento, el rostro de Sloan
se volvió carmesí, parecía que expulsaría humo por las orejas y la nariz.
La señora Bunting apareció en el lugar, sabía que las cosas no estaban
bien y sentía miedo de todo, sabía cómo era su niña, como la llamaba ella, y
también conocía el carácter explosivo del conde. Nada bueno saldría de
ellos. Franklin que estaba en la sala escuchada atento, le hizo señas para que
se quedara tranquila que todo saldría bien, él estaba pendiente de todo y
volvió a la cocina.
Ambos se miraban furiosos, él intentó tomarla otra vez, sin embargo,
ella quitó su brazo con fuerza, la distancia entre ellos parecía un abismo.
—Si deseas hablar conmigo, pídelo amablemente, voy de salida.
—Soy tu esposo, no tengo que pedirte que hables conmigo, si yo lo
quiero haces lo que deseo o vas donde yo lo digo.
—Estás equivocado, no es así, déjame pasar, voy de salida.
—¡Dónde vas! — insistió muy irritado — eres una mujer casada, no
puedes andar sola por las calles.
—Iré donde me dé la gana, no eres mi dueño.
146
Macarena Moya Solis
—No continúes con esto.
—Si me tratas como si fuera un objeto de tu propiedad, no voy acceder.
Lo empujo y salió, el carruaje la esperaba fuera, subió y salió
rápidamente de ese lugar. El coche la llevó hasta la casa de Sussane Fairfax,
no sabía porque estaba haciendo todo esto, pero sentía que si ella marcaba
su territorio, esa horrible mujer nunca más se acercaría a su esposo.
Cuando el carruaje se detuvo, frente a una casa tan opulen-ta como la
suya, sintió miedo, no obstante, respiró profundamente. La atendió un
mayordomo viejo con cara de huraño, ella preguntó por Sussane Fairfax,
pero él dijo que no vivía en este lugar, quizás estaba equivoca porque la
condesa era lady Wessex.
Lo que la extrañó mucho porque el hombre que se acercó a su lado esa
noche se presentó como el conde de Wessex, ella pasó y esperó, cuando vio
que bajó por la escalera Sussane, estaba muy molesta.
—No sabía que vendría, veo que no ha aprendido las reglas básicas de
etiqueta, la vida en el campo no es como en la ciudad, debe avisar con
antelación su visita.
—No vengo en visita de cortesía mujerzuela, una vez más que vea que
te entrometes en mi vida, voy a sacarte a patadas, esta es una visita de
advertencia, espero que quede claro, no tengo paciencia para repetir las
cosas.
—¿Qué te has imaginado tú? — trató de hablar con un tono ofendido y
sorprendida por la audacia que tuvo en ir hasta su casa para decir todo.
—Si tu esposo busca otras mujeres para no estar contigo no es mi
problema, ayer él me siguió hasta la biblioteca y me ase-dió, y ya veo
porque, eres una mujerzuela desagradable. — le 147
El Acuerdo
dijo sin titubear y con mirada firme.
—No permitiré que me hables así.
—Me das pena, solo venía a eso, adiós.
Tan rápido como llegó, dejó la casa subiendo al carruaje rápidamente,
fue hasta la oficina donde trabajaba James, él estaba muy ocupado, sin
embargo, la recibió igualmente, trabajaba detrás de un escritorio lleno de
papeles.
Conversaron largamente de todo, él estaba feliz de poder verla otra vez,
recuperada. La extrañaba, por supesto, la amaba aún, aunque no lo diría otra
vez, sabía que ella estaba enamorada de su esposo y era feliz, sin embargo,
ella no le contó lo que había sucedido, prefirió guardar silencio.
Después de encontrar que había torturado ya por mucho rato a su esposo
decidió regresar. Ya había estado fuera la mitad del día, cuando entró en la
casa. Franklin la recibió, le entregó sus cosas a la doncella, y le comunicó
que su esposo no estaba en casa, había salido a solucionar unos problemas.
—Sí, seguro Franklin que esa mujerzuela chismosa le vino con el
cuento, vino ella o recibió un mensaje.
—Recibió un mensaje, mi lady.
—Pero eres tan leal a él que no me dirás que sucedió.
—Solo sé que ella estaba molesta por algo relacionado con usted. —
comentó sonriendo maliciosamente.
—Fui hasta su casa y le dije todo lo que tenía atorado aquí
— relató con un gesto de su mano llevado a su garganta. —
claro y él fue rápidamente a ver qué era lo que su amante quería, es
humillante todo esto…Franklin, y pensé que después de todo lo que
vivimos él me amaba.
—Y la ama mi lady, solo trata de desprenderse de su pasado, solo es
eso, fue para hablar con el conde de Wessex, ¿él fue el 148
Macarena Moya Solis hombre que la importunó verdad?
—Sí… él — respondió sorprendida.
—¿Le dijo algo?
—Que los mirara a Sloan y esa mujer en el jardín, que me había visto y
que yo era hermosa, que le gustaba mi olor, que no me tocaría a menos que
se lo pidiera.
—Fue mucho el atrevimiento de ese hombre Es un sinver-güenza, mi
lord está muy trastornado por todo esto.
—Sloan solo salió para tener la oportunidad de estar con esa mujerzuela
otra vez, ya no quiero estar más con él.
—Eso está muy mal — comentó Sloan que había entrado en la casa y
escuchó sus palabras que se clavaron en su pecho.
—Permiso, voy a mi habitación, Franklin, por favor, no quiero ser
interrumpida — expresó mirando con odio a su esposo.
—Claro, mi Lady.
Sloan estaba ya muy cansado, la actitud infantil de su joven esposa lo
volvía loco, no quería seguir en este juego de peleas, solo deseaba disfrutar
de su compañía, sus caricias y su amor.
Venía cansado, él estuvo en la casa de Wessex, para advertirle a Sussane
que se mantuviera lejos, estaba cansado de ese juego y solo quería paz para
vivir su vida junto a su esposa.
La señora Bunting estaba junto a Catriona en la habitación, necesitaba
imperiosamente desahogar su dolor, le brindaba su cómodo pecho para que
llorara toda su pena. Le acariciaba su cabello con cariño, arrullándola como
cuando era solo una niña, sabía que sufría, había descubierto el amor y con
el amor hay dolor y no quería sentir los dos. Él había logrado que ella
amara y con eso le dio el poder de hacerla sufrir, no quería que Sloan
sintiera ese poder sobre ella, nunca antes permitió que eso sucediera, estaba
cansada.
149
El Acuerdo
Llamaron a la puerta, limpió sus lágrimas y la señora Bunting abrió,
cuando vio que el conde estaba en la puerta la señora Bunting dejó la
habitación. La miró con mucha ternura, Catriona sentada en la cama
limpiaba sus lágrimas, se sentía perdida cuando no estaba cerca de él, todo
el día había sido más una tortura para ella que él, por no poder besarlo,
sentirlo y amarlo como deseaba, pero estaba herida.
No sería fácil calmar ese dolor, pero él estaba deseoso de logarlo y que
ella confiara otra vez en él, como su hombre, esposo y compañero.
Se arrodilló frente a ella tocando sus piernas, pero ella le quitó las
manos de encima en un movimiento brusco y fuerte.
Él cerró sus ojos y se puso de pie, tomando aire para calmar su
temperamento. Últimamente debía controlarse mucho con los arrebatos de
Catriona, no obstante, la amaba y deseaba estar junto a ella toda la vida. Se
apoyó de espaldas en la repisa de la chimenea, con una pierna por delante
de la otra y los brazos cruzados sobre su pecho.
—Seguro me vienes a reprochar que fui donde ella y la las-timé ¿no es
cierto? — interrogó con un tono molesto.
—No mi amor, solo vine para saber si estás bien, no quiero estar
discutiendo, y que estemos alejados, no es bueno, yo te amo.
—¿Por qué fuiste a su casa?
—Ella me envió un mensaje diciendo que estabas allá, pero no fue así,
solo habías estado en su casa, ella sabía que yo iría si pensaba que estabas
en peligro, sin embargo, me alegro que no fuera así. También hablé con
Wessex, esta advertido, no puede acercarse a ti ¿dónde estuviste después?
—Con James, en su oficina, necesitaba hacer tiempo y no regresar tan
rápido, quería que estuvieses solo.
150
Macarena Moya Solis
—¿Por qué él? ¿Y no fuiste a la casa de tu tía?
—Pensé que irías allá si querías encontrarme.
—¿Terminamos con esto? — sonrió con dulzura — por favor.
—Fuiste muy grosero — habló con voz baja y dolida.
—Lo lamento, de verdad, lo lamento mucho.
Relató acercándose lentamente hasta ella, tomándola por la cintura la
levantó de la cama, estrechándola a su cuerpo sosteniéndola con fuerza,
solo deseó durante el día el momento de tenerla así, cerca de su cuerpo,
sentir su dulce aroma, su corazón palpitante. Le levantó con su mano desde
su mentón para mirarla, y susurrar «te amo» cruzó sus brazos por el cuello
de su esposo y lo besó con vehemencia, dejando de lado todos los
problemas, abrió su boca para que el entrara con su lengua apasionada y
deseosa que la hacía sentir fuego por las venas.
Esa tarde la pasaron juntos en su habitación, dejando todo atrás, solo
entregados a su amor, su pasión.
Después de unos meses hermosos de paz, donde todo volvió
normalidad, sin anunciar su visita, llegó la madre de Sloan, los días de
calma se volvieron un torbellino de discusiones entre Catriona y su suegra,
que la ponía a prueba en detalles de protocolo y etiqueta cada instante.
Sloan prefería ausentarse parte del día que estar entre esas dos mujeres
que solo se odiaban. Franklin al menos le daba todo su apoyo, el que no
recibía de su marido. Si ella orde-naba algo para cenar, la madre de Sloan lo
cambiaba. Estaba muy cansada de todo eso. Franklin fue su soporte estos
días, le recomendó imponerse, el ser tan joven le jugaba en contra, porque
su suegra la veía como un juguete de su hijo y no la señora de la casa. Tomó
el comentario de Franklin muy en serio, le pidió a la señora Bunting que
preparara la ternera que a ella 151
El Acuerdo
tanto le gustaba con la salsa de menta, con el acompañamiento que
prefiriera. Además de una crema de entrada. Con un mous-se de chocolate
para el postre, si la madre de Sloan pedía otra cosa que solo dijera que sí,
sin embargo, prepararía lo que se ordenó.
Por la noche cuando llegó su esposo, olía a licor, estuvo todo el día en
un lugar de juegos, se acercó hasta su esposa, para abrazarla, pero ella se
alejó, suspiró cansado de la situación, apretando los ojos con molestia.
—Me dejaste todo el día, como lo has hecho toda esta semana.
—No quiero discutir.
—Claro, permiso, voy a bajo.
—Yo, querida…
—Odio cuando me dices querida.
El momento de la cena fue algo terrible, Sloan no bajaba, solo lo
esperaban a él para servir, Catriona lucía hermosa en su vestido, la hacía
lucir más joven y bella, cuando Catriona entró en la sala su suegra estaba
junto a otra mujer, una muy atractiva, seguro tenía la edad adecuada para
Sloan, conversaban animadamente. Cuando entró al salón ellas guardaron
silencio.
—¿Usted quién es?
Preguntó intrigada y molesta por una visita que no fue anunciada, ella
era la señora de la casa y en cada momento se pasaba por sobre ella.
—Catriona, ella es Annabelle, hija de mi mejor amiga, está de visita en
la ciudad con su tía y pasó aquí a visitarme — comentó con una gran
sonrisa.
—Esta no es su casa, usted ya no vive aquí — la ira ya se apoderaba de
su lengua, aunque, trató de controlarla.
—No seas impertinente, muchacha.
152
Macarena Moya Solis
—No sabía que Lady Saxonhurt se mudó al campo, solo pase…
—Es muy conveniente, dada las circunstancias ¿no? — respondió con
ironía mirando a su suegra.
—Lo lamento, no quise importunar.— se disculpó la visitante.
—No hay problema, Annabelle — salió del salón y fue hasta la cocina.
Cuando al fin Sloan decidió bajar, se encontró con Annabelle junto a su
madre, la saludó con toda elegancia, aunque, sin tocarla, conocía las
intenciones de su madre, preguntó por su esposa, pero nadie respondió,
Lady Saxonhurt tomó como de costumbre el mando de la cena y los invitó a
pasar, diciéndole a Sloan que no se preocupara que su mujer pronto
aparecería, seguro tenía unas de sus pataletas de niña otra vez.
Sloan estaba muy furioso, exhalaba ira al respirar, pero no fue capaz de
decir una sola palabra en defensa de su mujer, lo que le daba aún más poder
a su madre. Toda esta situación la tenía muy mal, trataba de ser una buena
esposa, pero ella coar-taba todos sus movimientos, todas sus decisiones,
insinuando que no tenía la edad para ser una esposa, con solo diecinueve
años no podían estar al mando de una casa, debía ser dirigida por su madre
y como no tenía, el papel le tocaba a ella.
Ya estaba tan cansada de todo esto, solo deseaba que ella desapareciera
de una vez y los dejase vivir su vida tranquilos, necesitaba imperiosamente
recuperar a su esposo, ya no hacían el amor, ya no se tocaban, durante todo
el tiempo que ella estaba en casa la relación se distanciaba cada día, el
prácticamente pasaba todo el día fuera, dejándola a merced del horror de
convivir con Lady Saxonhurt, como se hacía llamar, el título era de ella, la
esposa de su hijo solo sería Lady Catriona, no merecía nada más.
153
El Acuerdo
Sloan fue por su esposa, la encontró sentada en la cocina junto a la
señora Bunting.
—¿Qué haces aquí?
—Creo que al único lugar que pertenezco en esta casa, es aquí.
—No digas tonterías.
—¿Qué soy? Dime ¿Quién soy aquí?
—¿Cómo dices? — no lograba entender que era lo que su mujer decía,
estaba desconcertado.
—Sloan ¿quién soy en tu vida?
—Eres mi esposa — le respondió mirando a los ojos, dándole una
caricia con su mano en su mejilla.
—¿Qué soy en esta casa?
—Por favor, Catriona, nos esperan a cenar.
—¿Qué soy? ¿No puedes decirlo? — habló con sus bellos ojos verdes
inundados en lágrimas.
—Mi amor, eres la mujer que amo, mi esposa y la señora de esta casa —
le respondió mirándola con gran dulzura y besando su nariz.
—Entonces, vamos.
Fueron hasta el gran comedor, la madre de Sloan siempre se sentaba al
lado derecho de su hijo, no permitía nunca que ella ocupara ese lugar
cuando estaba en casa, dando a entender que ella es mucho más importante
y que mandaba, esta vez Catriona no lo permitió, se sentó ella y cuando
quiso reclamar no le dio cabida a que hablara, solo tomó el lugar.
Cuando los sirvientes entraron con la cena. Su madre les llamó la
atención, pidió que buscaran a la cocinera como ella dijo para llamar su
atención por no preparar lo que ordenó, 154
Macarena Moya Solis Sloan le pidió que no dijera nada, pero su madre
continuaba hablando, hasta que Catriona le dijo que se callara de una sola
vez, con voz enérgica. Estaba tan cansada de todo, que soltó todo lo que
tenía guardado dejando a la madre de Sloan callada, sin palabras.
Cuando comenzó a recitar todo lo que estaba aburrida de soportar ella
abría los ojos mirando furiosa, Sloan solo sonreía tras la mano que puso en
su cara.
—La cena fue pedida por mí, yo soy la señora de esta casa, usted es solo
una invitada, se cenará lo que yo ordene, se hará lo que yo mande, seré una
niña para usted, pero soy la esposa del conde de Saxonhurt, usted es solo
lady Caroline en esta casa.
La mujer casi explotó y dejó la mesa, seguida por Annabelle que no
permanecería sola en ese lugar. Sloan rio y probó la crema, luego el cordero
con salsa de menta, que fue una delicia. Tomó la mano de su mujer y la
besó, por primera vez vio que Catriona era una mujer, no su trofeo, no la
jovencita con quien pavonearse con sus amigos que todos tenían esposas de
sus mismas edades, ella solo tenía diecinueve años y era maravillosa.
Después del gran espectáculo ofrecido por su mujer, Sloan la llevó hasta
la habitación, donde la poseyó de una manera tan apasionada, tan
avasalladora que nunca imaginó, ni pensó, él hizo el amor con su esposa y
ella se entregó a sus deseos, a todo lo pensó que era permitido, incluso
cosas que nunca pensó que serían posibles de practicar, pero él era su
esposo y entre ellos todo estaba permitido, fue una noche llena de deseo y
satisfacción, desde este punto se volvían a encontrar, en un matrimonio
hecho de dolor, pasión y distancia, una combina-ción poco ortodoxa para
una pareja, pero que hasta ahora les había funcionado muy bien a ellos.
155
El Acuerdo
De una u otra forma ellos eran potentes juntos, el cuerpo joven y
dispuesto a experimentar de su esposa lo enloquecía más allá de todo
raciocinio, a Catriona el cuerpo fuerte y poderoso de su marido, lleno de
experiencia y que le otorgaba placeres que nunca pensó en sentir, la llevaba
más allá de todo. Cuando compartían sus cuerpos solo existían ellos y todo
quedaba lejos.
Solo lograban conectarse en esos momentos, porque algo estaba
quebrando todo, lo único que los hacía sentir que se pertenecían era por las
noches donde sus cuerpos se entrelazaban en uno y juntos se brindaban todo
el amor que necesitaban.
Cuando el sol entró por la ventana esa mañana, todo fue distinto, al
respirar se sintió protegida y apoyada, que era todo lo que una mujer
necesita de su esposo, claro, aparte de ser amada, observó que Sloan aun
dormía a su lado, ella se levantó y fue hasta el baño para limpiarse, puso su
camisón y regresó al lado de su esposo, se sentó a su lado para besarlo
suavemente en los labios, él despertó, dio un estirón para quitarse la pereza
de la mañana y cruzó sus brazos por detrás de su cabeza, dándole una bella
sonrisa.
Catriona se levantó, pero él tomó su camisón y la trajo hasta su lado,
con su brazo la tomó y la acostó junto a él, respiró fuertemente cuando la
tuvo junto a él, como sintiendo su aroma, cerró sus ojos y solo disfrutó de
cada caricia brindada por él. Cuando ya lograron salir del cuarto, Sloan
puso su chaqueta para salir, vio a su madre que bajaba y el mayordomo traía
sus valijas. Sonrió sabía que estaba otra vez haciendo su escena por causa
de su esposa, sin embargo, la dejó, ya estaba cansado, Catriona apareció en
la sala con un hermoso vestido color rosa, que le daba un aire aún más
jovial.
—Espero que tengas lo que quieres, Sloan.
—Madre, es mi esposa, yo la amo y debes aceptarlo y res-156
Macarena Moya Solis petarla.
—Es una niñita que no ha sido capaz de engendrar un hijo para ti.
—Madre, solo llevamos un año juntos.
—Otras mujeres en dos meses ya dan la noticia, una chiquilla incapaz
de concebir, eso es lo que te buscaste.
—Madre, por favor, ya es suficiente — comentó tomando de la mano a
Catriona para apoyarla.
—Tendremos hijos en cuando Dios nos los envíe — refutó molesta
Catriona.
—No los enviará nunca, Dios no puede estar de acuerdo en esta unión,
no la aprueba.
—Madre, ahora, fuera de mi casa. — el rostro de Sloan solo reflejaba la
furia que su madre provocó en él.
—¡Cómo te atreves! — exclamó furiosa, tomó su sombrero y se
disponía a salir. — cómo me alegro que no seas mi hijo, solo eso me
conforta, por todo lo ingrato que eres, después de todo lo que hice, todos los
sacrificios.
—¡¿Qué quiere decir?! — interrogó muy molesto.
—Vamos, Annabelle. Adiós.
—¡Qué quiere decir! — volvio a preguntar.
No entendía que fue lo que su madre acabada de hacer, porque dijo
todas esas cosas, Catriona trató de calmarlo, sin embargo, no lo consiguió,
salió aireado de la casa, su rostro se volvió carmesí cuando su madre dijo
todo eso. Necesitaba respuesta y las conseguiría. Dejó a su esposa
totalmente nerviosa, no sabía que sucedía, Franklin entró en la sala. Le
pidió que lo acompañara un momento.
—¿Qué fue todo eso Franklin, sabes porque ella dijo todo esto?
157
El Acuerdo
—Algún día se enteraría, era cuestión de tiempo, su padre lo mantuvo
oculto por mucho.
—¿De qué hablas? ¿Él no es hijo de lady Caroline?
—No mi lady, no lo es, es hijo de su padre, pero con una mujer escocesa
de Jedburgh, una localidad cerca de Edimburgo.
—¿Por qué el padre de Sloan hizo eso?
—Porque Lady Caroline no engendraba, ya tenían cinco años juntos y él
tenía muchos bastardos por ahí, sin embargo, Sloan fue especial, ya que de
esa mujer estaba enamorado y se trajo su hijo, dejándola con un gran dolor,
y sufría por provocar el sufrimiento de la mujer que amaba, pero necesitaba
un heredero y su esposa no se lo daba.
—Eso es muy triste Franklin y ¿cómo lady Caroline aceptó todo esto?
—Porque era importante que le diera un hijo al conde, se retiró un
tiempo lo que duró el embarazo de esa mujer, luego ella volvió con el bebé
en los brazos.
—Es horrible para las dos, eso explica mucho, en realidad todo, el
porqué es así.
—El conde miraba crecer a su hijo y recordaba a la mujer que dejó,
comenzó a enfermar con los años por la pena. Cuando Sloan tenía doce él
murió.
—¿Y dónde fue él, ahora?
—De seguro mi lady, donde el barón McGregor quien fue el mejor
amigo de su padre, le dirá todo, en algún momento esto sucedería, lamento
que este día llegara.
—Es terrible… pobre… ¿qué hará ahora?
La conversación con el barón se extendió por gran parte de la noche,
escuchaba cada palabra sintiendo una puñalada con 158
Macarena Moya Solis los relatos de la historia de ellos, su padre
conoció a esa mujer en una visita con el barón a un amigo que vivía en
Edimburgo, ella vivía en Jedburgh era una jovencita de unos diecisiete años
cuando la conoció, muy linda de cabellos claros, y pecas en su rostro,
profundos ojos color azul, iguales a Sloan, él ya estaba casado. Su esposa
no quedaba embarazada, por lo que sabía tenía varios bastardos por ahí, fue
cuando ella quedó embarazada, su padre la amaba, quiso escapar con ella,
pero su padre lo amenazó con destruirlos.
Así que cuando nació Sloan, se lo llevó y lady Caroline fue quien lo crio
como propio, nadie lo sabía, ella se refugió en una casa de campo por su
embarazo como era la costumbre, y volvió con un bebé en brazos, fue muy
terrible para ella, pero se acostumbró a la idea, todo estaba explicado ahora,
era por eso que lo miraba con esa rabia, pero igualmente sintió pena por su
madre quien tuvo vivir mirando a la cara a un hijo que no le pertenecía y a
un hombre que nunca la amó.
Se sentía miserable por todo, ahora sabía que su madre era otra. Pero no
tenía la intención de conocerla. Pasó esa noche en la casa del Barón.
Catriona no durmió nada, su marido no regresó a casa, un miedo le
recorrió su espalda, sintió un frío que le recorrió desde la nuca hasta zona
baja de la espalda. Caminó por su habitación pensando en todas las posibles
opciones. Después, se durmió sentada en el sillón de su habitación. Sintió
una mano en su rostro. Cuando abrió los ojos vio a Sloan mirándola con
ternura.
—¿Cómo estás?… ¿qué sucedió?
—Estaba con el barón McGregor, me contó todo, no soy hijo de la que
llamo madre, soy hijo de mi padre con una mujer escocesa, es por eso que
mi padre me enviaba a la casa de mi abuela en Edimburgo, para que la
mujer con la que tuvo ro-159
El Acuerdo
mance me viese, no sé quién es, lo hacía para que ella pudiese estar
cerca. Él me sacó siendo un bebé de su lado.
—¿La quieres conocer? — preguntó con ternura.
—No — respondió categóricamente. Un no profundo y funesto.
—Pero ella es tan inocente como tú y lady Caroline, tu padre te arrebató
de su lado.
—No quiero, ahora no.
—Lo lamento, pero esto no cambia nada lo que eres, sigues siendo tú,
solo que tu pasado es distinto.
—Iré a Surrey, a ver mi madre.
—Ella fue muy injusta contigo, no tuvo por qué decir todo esto y
definitivamente no de esa manera.
—¡No la juzgues!… ¡No sabes que sucedió!
—Ella aceptó todo esto, ella aceptó cuidarte, fue parte de todo, no tenía
por qué decirte todo de esa manera…
—Pero iré…
—Te acompaño.
—¡No! Ella no estará bien con tu presencia.
—Pero soy tu esposa, no puedes dejarme fuera.
—¡No irás! No quiero importunarla más…
—¿Qué sucede? ¿Por qué haces esto?
—Basta sí, no seas una niña.
—Claro, todo giró a su favor.
—No seas absurda.
—Ya veo.
Por la mañana, él salió sin despedirse de su esposa que es-160
Macarena Moya Solis taba muy acongojada por todo, pero no dejaría
todo así, quería saber que sucedió. Y no se quedaría tranquila.
161
Macarena Moya Solis 9
Roxburghshire
Roxburghshire, era un pueblo maravilloso, a unas horas de Edimburgo,
parecía sacado de un cuento, Catriona llegó una mañana muy helada, sentía
que sus manos se congelaban, aunque llevaba los guantes puestos, incluso
una capa muy gruesa.
La casa estaba vacía, no tenía criados, estaba todo cubierto por paños
llenos de polvo, solo llegó con la señora Bunting, quien prendió
rápidamente el fuego de la chimenea para calentar la casa.
Roxburghshire era un muy lindo lugar, además estaba muy cerca de
Jedburgh.
Después de que Sloan habló con el Barón, fue por su madre, Catriona
esperó más de dos meses por él, en casa pero sintió que ya no debía esperar
más, Franklin también fue hasta Surrey, prometió enviar noticias, sin
embargo, tampoco recibió noticias y no volvió.
Catriona se instaló en Stone Abey, un lugar maravilloso que su abuela
materna había dejado para ella, como estaba en fi-163
El Acuerdo
deicomiso, le pertenecía solo a ella, aunque, necesitaba dinero para
mantenerla.
Se enteró de todo esto a través de James, quien encontró unos
documentos que tenían su nombre, él fue quien la asesoró y guio para tomar
posesión de esa propiedad. Así que, tomó parte de las joyas que Sloan le
regaló y las vendió para comenzar así su nueva vida.
La casa era de piedra maravillosa, tenía un gran salón, una sala, un
comedor grande con una mesa para doce personas, un salón de bordados o
de té, además de una cocina inmensa, que fascinó a la señora Bunting. En el
segundo piso tenía cuatro habitaciones, además de un salón pequeño que
parecía una pequeña biblioteca.
Estaba mirando por la ventana, recordando su último día en casa,
esperando que Sloan regresara, sin embargo, no lo hizo, dejó una carta para
él, sobre la cama que compartieron.
Se llevó con ella un traje que él dejó, para poder sentirlo cerca. No
obstante, el dolor del abandono la acompañaba y era latente.
Después de estar dos días en la casa, decidió buscar a la mujer que era
la madre de Sloan, Franklin le dijo como se llamaba, aunque nadie en el
pueblo le contestó. Era una inglesa entre escoceses, nadie la miraba con
buenos ojos.
Fue hasta el pueblo para buscar una doncella que ayudara con todos los
quehaceres a la señora Bunting, no todas estaban disponibles para trabajar
con una inglesa intrusa como la llamaron.
Volvió a pie por el sendero cuando tres hombres se le acercaron, todos
lucían sucios y sus cabellos largos, todos llevaban cuchillos y sus miradas
eran aterradoras, algo que le inundó de 164
Macarena Moya Solis temor. Trató de no mostrar miedo, aunque lo
tuvo, le hablaron en un idioma que ella no entendió.
—Caite cho grad ban sassannach — ¿dónde vas tan rápido inglesa.
—Disculpe, no le entiendo.
—Cai maiseach Carson cha gaim le sinn — eres bonita porque no
juegas con nosotros.
—Por favor, solo deseo llegar a mi casa.
Uno de ellos la estrelló con violencia contra un árbol gol-peándole la
cabeza, estaba algo mareada, pero vio a un hombre que golpeó a los tres,
espantándolos.
Alzándola entre sus brazos con cuidado la llevó hasta la casa, cuando la
señora Bunting la vio en brazos de un hombre se asustó, este le explicó que
la habían atacado, aunque estaba bien. La recostó sobre el sofá, la señora
Bunting ofreció algo de beber al hombre, sin embargo, este declinó.
—¿Se siente bien? — preguntó el hablando fuerte.
—Mi cabeza, ¿qué sucedió?
—Unos borrachos la molestaban, pero no sucedió más, está bien ahora.
—Gracias, mi nombre es Catriona…Lowell.
En ese momento decidió cambiar su apellido, para así poder buscar
tranquila a la mujer, no quería que la asociaran aun con su esposo, por si
alguien recordaba ese nombre,
—Soy Duncan Munro, ¿qué hacía en el pueblo sola?
—Buscaba ayuda, una doncella para trabajar en casa.
—Nadie trabajará para una Céin.
—¿Una qué? ¿Qué es?
165
El Acuerdo
—Una inglesa, forastera, sobre todo una inglesa.
—Voy a pagar, lo que sea justo.
—Claro, debo retirarme y no ande por ahí sola otra vez, no siempre
andaré cerca.
—Gracias.
El hombre que salió era como un sueño, de cabellos rojizos, de una tez
blanca, pero no pálida, sus ojos eran tan azules como el cielo, tenía cabello
rojido rizado, era un hombre muy apuesto, no sabe porque quedó tan
impresionada al verlo. La señora Bunting le hablaba, pero ella seguía
impresionada por aquel hombre.
—Mi niña, me escucha.
—Me cargó en brazos casi media milla, ¿cómo es posible?
—Es un escocés, son todos fuertes, mi niña, ¿dónde te golpearon?
—En la cabeza, me empujaron y me golpeé con el árbol.
—No vayas por ahí sola, nos arreglaremos las dos, o ya te
acostumbraste a ser una lady.
—¡No! Hay mucho que hacer, sin embargo, podemos las dos, antes lo
hicimos también.
—¿Qué sucederá con tu esposo?
—Sloan me abandonó, su madre era más importante, no sé qué es lo que
esperaba, nuestro matirmonio fue un acuerdo, quizas olvidó todo lo que
vivimos, lo que sentimos, además yo no pude…no pude darle hijos, ya
tengo casi veinte años, estuvimos juntos casi dos y no me embaracé, quizás
hubiese sucedido lo mismo que con su madre y no lo hubiese permitido.
Creo que en realidad nunca me amó. No sé qué hacer, mi querida señora
Bunting.
—Lo mejor para ti, eso es lo que debes hacer.
166
Macarena Moya Solis Después de dos días de trabajar desde el alba
hasta el anochecer, pudieron dejar todo arreglado en la casa, nadie traba-
jaría para ella, además, nadie le hablaba. Se sentía muy sola, no sabía nada
de Sloan, si hubiese regresado a casa ya sabría dónde encontrarla, pero no
sabía nada de él, ni carta, ni su presenciad, la había olvidado. Lo extrañaba,
no obstante, el dolor del abandono era peor, se culpaba por amarlo y a él por
lograr que ella aprendiera a hacerlo.
Con lo que lograran producir en la casa, subsistirían, tenían gallinas,
codornices, árboles frutales, y muchos vegetales que crecían solos por todo
el patio, que la señora Bunting organizó maravillosamente.
Fue hasta el pueblo, ya había pasado casi un mes de su última visita,
buscaba con la vista a su salvador, aunque no lo vio por ningún lugar, se
disponía a volver cuando sintió gritos, comenzó a acercarse hasta una
explanada donde había mucha gente. Estaban participando en juegos, vio
que había tres hombres, uno de ellos era el joven que la ayudó, se quedó
observando, tenían en las manos grandes rocas y debían lanzarlas, quien
llegaba más lejos ganaba en serie de tres y cada vez las rocas eran más
grandes. Todos vitoreaban su nombre, era el favorito de las mujeres.
Cuando ganó le entregaron una jarra llena de cerveza que tomó de un solo
trago.
Junto a ella se puso una mujer mayor muy bella, que le dirigió la
palabra. Conversaron un momento, no le importó que fuese una inglesa
como lo decían todos. Juntas se retiraron del lugar.
—Soy Catriona.
—¿Catriona? Una inglesa con nombre de escocesa.
—Mi abuela se llamaba así, ella nació aquí, vivió hasta adolescente en
este lugar, en Roxburghshire, luego se casó con mi abuelo y fue desterrada
por su familia.
167
El Acuerdo
—¡Ah! Esa Catriona, lo recuerdo, la casa de Stone Abbey.
—¿Sabe la historia? — la miró impresionada.
—Sí, todos aquí — mencionó con algo de tristeza en su mirada.
—Ella lo amaba, que problema hay con amar — comentó con tono
romántico, algo que la extrañó por completo.
—Yo no tengo problema con el amor, aunque a veces nos estropea la
vida — aseveró algo resignada.
—No me dijo su nombre — preguntó interesada, la mujer era muy
amable y de gran simpatía.
—Mi nombre es Wynda.
—Le gustaría Wynda ir a mi casa a tomar el té — le extendió la
invitación porque esa era la madre de Sloan, a menos que hubiesen mas
mujeres con ese nombre, necesitaba poder tener confianza y decir quién era.
—¿El té? Eres divertida niña, nosotros no somos así aquí, adiós.
Se quedó viéndola partir, Wynda era una mujer muy, muy atractiva y
pensó que debió serlo mucho más cuando joven, tenía los mismos ojos que
Sloan. Volvió a mirar los juegos, ahora eran niños los que competían.
—Le gustan los problemas por lo que veo, muchacha.
Habló Duncan por detrás muy cerca de su oído que le brindó un
escalofrío por todo el cuerpo. Ella volteó y quedaron uno junto al otro muy
cerca, por unos segundos, luego ella retrocedió. Sonriendo, el hizo un gesto
para que lo siguiera.
Caminó junto a él un momento en silencio, lo observaba y lo veía tan
atractivo, la miró hacia abajo, era tan alto como Sloan.
—¿Por qué está sola aquí?
168
Macarena Moya Solis
—Me llamo Catriona… por favor, no muchacha, nunca me ha gustado
que me llamen así.
—¿Tiene nombre escocés?
—Sí, por mi abuela, ella vivió aquí.
—¿Por qué está sola? — volvió a preguntar.
—Porque soy… porque así lo quiero.
—Claro, ¿tiene familia?
—No, mis padres ya no viven, solo tengo a la señora Bunting, que es
como mi familia.
—Al menos no está tan sola.
—¿Y tiene familia? — le preguntó.
—Mi madre, somos los dos, mi padre murió cuando yo era un niño.
—¿Y no tiene esposa?
—No — respondió categóricamente, como si le molestara la pregunta.
—Vi muchas mujeres interesadas en usted, durante el juego.
—Son solo muchachas, un escocés de mi edad necesita una mujer como
esposa.
—¿Qué edad tiene? —preguntó algo intrigada porque el lucía como
Sloan en edad.
—Veintisiete.
—No es un hombre mayor, una de ellas estaría bien para usted.
—¿Eres casamentera en tu tierra, mujer?
—Ja, ja, ja, ja, no, no lo soy.
La señora Bunting estaba cocinando, cuando entró Ca-169
El Acuerdo
triona sonriendo. Ella le dio una sola mirada muy seria.
—No hagas esto, eres casada.
Catriona sonrió con picardía, ese joven le parecía muy atractivo y el
tiempo en soledad le pasaba la cuenta.
—No hago nada, él solo me acompañó.
Recordó que conoció a la madre de Sloan y habló con ella al respecto
tratando de olvidar todo lo que concernía Duncan, debía sacarlo de su
mente.
Durante todo un mes no supo de él, iba hasta el pueblo, sin embargo, no
lo encontraba. Las mujeres la mayoría estaban solas, se enteró por
conversaciones de las personas que iban a cazar, o proteger familias de los
alrededores. Todo estaba siendo muy difícil para ella, no tenía más dinero y
no sabía qué hacer, con lo que tenían en la casa no era suficiente a veces, lo
único que le quedaba era ir hasta Edimburgo y vender su sortija de
matrimonio junto con la diadema de su madre, también tomó sus mejores
vestidos para venderlos. No sabía cómo iría hasta allá, no tenía dinero para
pagar un carruaje.
Como era inglesa, no le costaría viajar, el problema lo tenían los
escoces, que eran muy controlados por el ejército.
Era una tarde de mucho frío, cuando se encontró nuevamente con
Wynda, ella caminaba con otra mujer una joven, muy hermosa, de cabellos
rojos y ojos negros como la noche. La mujer se percató que Catriona estaba
con la mirada perdida caminando por el pueblo. Acercándose a ella, la tomó
del brazo y preguntó que sucedía.
Catriona sentía vergüenza de decir lo que sucedía. La miró con algo de
oprobio. A pesar de verla de esa manera, se atrevió a preguntar qué sucedía
con su vida, mirándola con algo de dulzura.
170
Macarena Moya Solis
—¿Y tu marido niña, dónde está? — Catriona bajó la mirada. Sentía
que debía ser sincera con ella.
—Él me dejó, estoy sola ahora — puso su mano en su hombro con gesto
de comprensión.
—Los hombres se desligan muy fácil de las mujeres — respondió muy
molesta. — En dos días, una familia amiga viaja hasta Edimburgo, yo voy
con ellos, puedes ir con nosotros.
La ayuda ofrecida de manera desinteresada, la conmovió agradeció todo
lo que hacía. Solo esperaba el día, necesitaba dinero y la diadema al menos
debía costar mucho.
Cuando subió al carruaje, estaba muy nerviosa, había escondido sus
joyas entre sus ropas, en su mano llevaba solo su bolso y dos pulseras para
vender. Wynda no iba, estaba cuidando a una mujer del pueblo que estaba
por dar a luz, les pidió a sus amigos que fueran buenos con la inglesa, dijo
guiñando un ojo y brindándole una acogedora sonrisa.
El viaje a Edimburgo sería largo, al menos unas buenas horas, si no los
detenía algo. La hija menor de los McTavish, la familia con la que viajaba,
se sentó a su lado, tomando sus manos, tocaba su piel, le llamaba mucho la
atención lo suave que era, tocaba sus cabellos le llamaban la atención el
dorado de estos, se sentó sobre sus piernas y no quiso dejarla.
Catriona iba muy feliz con ella, gustaba mucho de los niños, sentía que
eran muy sinceros, una mirada cristalina, sin la contaminación del odio. La
señora McTavish le ofreció una manzana, ella la agradeció, ya llevaban más
de una hora de viaje, cuando cinco hombres se pusieron delante de la
carreta, uno de ellos con un revólver y los otros con cuchillos.
Muy asustada Catriona abrazó a la pequeña Ainsley, quien estaba muy
asustada, uno de los hombres golpeó al señor McTavish en la cabeza y este
cayó al suelo, su esposa gritaba des-171
El Acuerdo
esperada, también la golpearon y registraron sus cosas. Uno de ellos
miró a Catriona que abrazaba a la pequeña.
—¡Tenemos un premio mayor aquí! — gritó a los demás.
Intentó tocarla, pero ella le dio un golpe con su puño, el hombre le
arrebató a la pequeña de los brazos, que trataba de aferrarse desesperada de
su vestido.
La bajó a tirones de carruaje y comenzó a tocarla, subió su vestido y se
encontró con el bolsillo interior con sus joyas, sonrió feliz al verlas.
—Te las tenías muy guardada mujer, esto si vale la pena
— dijo limpiando su nariz con la manga.
Catriona le lanzó una patada que lo hizo caer, le quitó las joyas y tomó a
Ainsley en sus brazos, pero el hombre la empujó y cayeron las dos, los
otros se burlaban a carcajadas de ella por verla intentar escapar, peleó hasta
más no poder por defender a la pequeña y su único sustento, sus joyas, era
lo único que tenía para poder vivir, toda su esperanza estaba puesta en la
venta de esas alhajas.
La pequeña corrió al lado de su madre que reaccionaba.
Los tres hombres se acercaron hasta ella, le rasgaron la parte superior de
su vestido y ponían sus asquerosas manos en sus pechos, ella gritaba y
trataba de defenderse de manera desesperada, dio golpes, sin embargo, fue
peor, los golpes fueron devueltos, y ya no podía responder.
Trató de sacarlos de encima, no obstante, no fue necesario, vio como
dos de ellos salieron en otra dirección casi volando por el aire al ser
lanzados por un hombre, el tercero recibió toda la furia de sus golpes, pero
los otros dos arrancaron con sus joyas.
Duncan era su salvador nuevamente, se sacó su chaqueta y la cubrió
para tapar sus pechos que estaban expuestos. Revisó 172
Macarena Moya Solis que los McTavish estuviesen bien, la pequeña
Ainsley corrió al lado de Catriona y la abrazó.
Duncan junto a su amigo, Hamish, con quien usualmente salía de
cacería, atendieron al señor McTavish que tenía un gran corte en su cabeza,
lo acostó en el carruaje y subió en brazos a Catriona que también estaba
herida y muy mal. Toda la experiencia la tenía en shock, no sabía que haría
ahora, solo le quedaban un par de cosas que no valían mucho, estaba
destrozada, por todo lo que había sucedido y todo lo que perdió.
Estaba sola, sin ayuda, se sentía muy vulnerable. Duncan y su amigo
dejaron a los McTavish en casa y luego él llevó a Catriona hasta Stone
Abbey, donde la señora Bunting estaba horrorizada cuando la vio. La subió
en brazos hasta su habitación mientras la señora Bunting traía compresas
para poner en su ojo hinchado y limpiar la sangre de su boca.
—Ahora está a salvo Catriona, no debe llorar.
—Todo… todo lo que tenía se lo llevaron — dijo lanzando un llanto
ahogado y desesperado.
—Pero usted está aquí y bien — comentó consolándola.
—De que me sirve si no tenemos nada, todo lo que tenía para poder
vivir aquí, eran esas joyas las iba a vender para poder… yo no sé…porqué
las llevé todas, fui una tonta.
Solo lloraba desconsolada, sentía una frustración gigante.
Solamente deseaba poder regresar a su casa en Londres y no tener que
pasar más por todo lo que vivía a diario.
—No se preocupe, yo la voy a ayudar, tranquila, la pequeña Ainsley
estaba muy preocupada por usted.
—¿Ella está bien? — preguntó dejando de llorar.
—Sí.
—Dios mío, ¡qué voy a hacer! — rompiendo nuevamente 173
El acuerdo
en un llanto desconsolado y desgarrador.
Cuando la señora Bunting entró le dijo que había perdido todo, que no
sabía que más hacer, sin embargo, la tranquilizó diciendo que de alguna
manera saldrían adelante.
Limpió su labio de la sangre y puso unas compresas en su ojo para bajar
la hinchazón. Duncan no se movió de su lado, le sostuvo la mano mientras
ella la curaba y limpiaba. Solo salió del cuarto cuando la señora Bunting le
cambió el vestido, cuando ella se quitó la chaqueta que la cubría, la miró,
no pudo quitar su vista de encima, entonces ella se dio cuenta de que él
estaba ahí aún, le pidió un momento y él abandonó la habitación.
Duncan reparó que durante el ataque no la miró, solo le importó
protegerla de lo que sucedía, solo le preocupaba el vejamen al que fue
sometida por esos cobardes. Después de que cambió su vestido y se limpió,
él entró nuevamente a la habitación. Se sentó a su lado y tomó su mano
acariciándola.
—Gracias, eres un ángel guardián.
—Y tú, una inglesa buena para entrar en problemas.
—Desde que llegue aquí todo va mal para mí — sonrió con pesar — es
algo que no logro entender, debí quedarme en Londres.
—No somos tan malos así, solo has tenido mala suerte.
—Sí, al menos estás para protegerme.
—Voy a pensar que lo haces apropósito, para poder verme.
—Yo no… no es así…— titubeó sonrojándose de manera muy notoria
que lo hizo sonreír.
—Estoy bromeando.
—Claro.
174
Macarena Moya Solis
—¿Cómo lo hace para aparecer así? Ha sido muy servicial.
—comentó algo molesta la señora Bunting.
—Andaba en cacería con un amigo y vimos a los Mackenna en
actitudes sospechosas, son de malas costumbres, así que los seguimos un
momento.
—Y fue muy oportuno, gracias — mencionó Catriona.
Pasó junto a ella el resto de la tarde, cenaron juntos, ambos sentían ya
una atracción por el otro, aunque ninguno mencionó algo al respecto. Al
regresar hasta la villa, ya entrada la noche, en su casa lo esperaba su madre.
—¿Cuéntame Duncan, cómo está la mujer?
—Ella está bien ahora madre, muy asustada y triste porque iba a
Edimburgo a cambiar las joyas que necesitaba para vivir.
—Sí, me lo contó, cuando le ofrecí la ayuda.
—Usted, señora Wynda es un alma generosa.
—Es una lástima lo que sucedió, veré la manera de ayudarla, me
recuerda a mi, ¿sabes? No sé por qué… cuando la veo, es una mujer muy
joven para estar sola y abandonada por el esposo.
—¿Es casada? — preguntó muy decepcionado e impresionado, él ya
sentía una gran atracción por Catriona, y esto lo ponía en alerta.
—Cuidado con lo que piensas Duncan, soy tu madre y te conozco,
aunque la haya dejado su esposo, es una mujer casada, no es para ti,
además, es una inglesa.
—Sí, señora, claro.
—Duncan, sé lo que piensas.
—No pienso nada.
La mañana siguiente después de terminar sus labores en el 175
El Acuerdo
campo fue hasta Stone Abbey, Catriona aún estaba en cama, dolorida
por los golpes, sin embargo, estaba feliz de verlo en casa. Pasaron toda la
tarde juntos, él se sentía atraído por ese ángel de cabellos dorados y ojos
verdes maravillosos, como decía él, pero solo en su interior, nadie podía
saber lo que sentía por ella, era una mujer inglesa, de una clase distinta,
además, casada.
Sin embargo, no podía evitar tener esos deseos y sentimientos por ella.
La señora Bunting vio renacer el brillo en los ojos de Catriona.
176
Macarena Moya Solis 10
—Annabelle es la mujer para ti, debiste escogerla, no esa jovencita que
no ha aparecido por aquí.
Era lo que escuchaba Sloan todos los días de su madre, llevaba ya más
de cuatro meses en Surrey, junto a su madre olvidando por completo que
tenía una esposa, solo cegado por la rabia de saber su procedencia, de vivir
engañado, y ahora estaba bajo el engaño de su madre, quien fingía una
enfermedad tras otra para que no la dejara.
Su abuelo fue hasta allá, habló con él, le explicó todo, sin embargo, él
no entendía nada, solo estaba cegado por todo lo que su madre contaba,
inventado cosas de Wynda, mintiendo sobre todo y todos, para lograr
tenerlo a su lado, nunca pudo tener a su esposo consigo, ahora ella, lo tenía
a él y podría manejarlo a su antojo.
Franklin no entendía cómo su lord fue capaz de dejar sola a su esposa,
después de todo lo que vivieron juntos, desde el inicio fue una relación
potente, ella le devolvió la confianza en el amor, le brindó todo, le entregó
su cuerpo, su mente, su 177
El Acuerdo
corazón y Sloan los despreciaba producto de su ira y la vergüenza que le
provocaba su procedencia.
Logró convencerlo de que debía ir por ella, algo no estaba bien, no
había dado señales de vida. Lady Caroline había jugado bien sus cartas
haciéndolo creer que ella solo quería separarlo de su compañía, como lo
trató de hacer la mujerzuela que tenía su padre, quería quitarle el lugar que
ella tenía por derecho con su hijo, además de no darle hijos, algo que estaba
muy mal en una mujer.
Sloan mantenía una relación oculta con Annabelle, su madre lo sabía
porque ella le contaba todo lo que sucedía, solo le pedía que le diera un hijo
pronto para así solicitar un divorcio.
Sloan descargaba todas sus frustraciones por las noches junto a ella,
además de las mujerzuelas de Surrey por las que pagaba algunas noches o
días.
—Señor, ha dejado pasar mucho tiempo, la señora no ha sabido nada de
usted.
—Ella no ha venido tampoco. — respondió muy molesto.
—Usted le dijo que no lo hiciera, por Lady Caroline.
—No sé qué sucede, la extraño, la necesito, sin embargo, no puedo
mirarla a la cara después de todo lo que he hecho, no soy digno de ella, todo
lo que hecho me impide ir por ella, mirarla, no puedo, me siento
avergonzado.
—Al menos lo reconoce, ahora sea hombre, decida y vaya por su mujer.
—Franklin no puedo, le fallé, dije que nunca la dejaría sola, que
siempre la protegería, le fallé.
—Aún puede estar a tiempo de recuperar todo.
***
Mientras, lejos de Surrey, Catriona se vio a escondidas con 178
Macarena Moya Solis glivie, todos se reunieron en una gran cena para
celebrar que habían regresado, la muchacha que tenían para el matrimonio
había enfermado y no estaba bien, era muy posible que no sobreviviera,
todo se canceló y él estaba libre, aunque había ido decidido a conversar con
ella y tratar de transar, no los unían nada, no se conocían, no había amor,
solo deseaba poder regresar y estrechar entre sus brazos a Catriona.
Después de la cena, salió para ir por la mujer que amaba, sin embargo,
cuando llegó, vio que la casa estaba sola, todo oscuro, paños en los
muebles, no entendía que había sucedido, ella prometió no irse y escapar
con él, ¿por qué no estaba?
Entró en la casa y fue hasta la habitación de ella, la cama aun guardaba
su aroma, ese olor dulce de su perfume, sentía mucha rabia, estaba
desilusionado, no pensó que ella se iría con su esposo, pensaba que lo
amaba y aguardaría por él. Él nunca tomaría por esposa a otra mujer, nunca.
Solo existía ella para él.
Se suponía que su madre debía explicarle que él iba a terminar el
acuerdo, porque no aceptaría nada por amor a ella. Pero
¿por qué ella se fue de igual manera?
Cuando volvía a casa, sintió que su madre hablaba con unos hombres
dentro de la casa, escuchaba todo negándose a creer que su madre había
inventado un montón de cosas para ale-jarla de él, Catriona se marchó
porque pensaba que él volvería casado y ella no tendría más espacio en su
vida, se fue porque su madre quería iniciar una relación con su hijo,
recuperarlo, en ese momento no pudo evitar sentir odio por la mujer que
más había respetado y querido, su madre, quien lo alejaba de la mujer que
amaba, ¿Es que ella no sufrió lo mismo?, ¿no pensó en eso antes de tomar
esa cruel decisión?
Entró escondido en su casa y sacó ropa para cambiarse, lue-221
El Acuerdo
go fue hasta el establo, tomó su caballo para luego marcharse, debía
encontrar a Catriona, sabía que vivía en Londres, le dijo que su casa estaba
en Candem, con paciencia, estaba seguro que daría con ella.
222
Macarena Moya Solis 14
Cada día que transcurría Sloan luchaba por recuperar el amor de su
mujer, pero en ocasiones se preguntaba si alguna vez lo tuvo, ella parecía
perdida, cada día más delgada, donde no se alimentaba bien. Organizó una
fiesta en casa para tratar de alegrarla, invitó a sus tíos, a los McGregor que
estaban en la ciudad, la dejó a cargo de organizar todo, pero ella se negó a
participar de la fiesta.
Se sentó a su lado para conversar, estaba agotado de la cons-tante lucha,
solo quería regresar a todo lo que tuvieron antes.
— ¿Hasta cuándo seguiremos con esto?
—Sloan, siento que mi amor por ti, no fue tan fuerte como debió serlo,
si te hubiese amado de verdad nunca me…
—Dices que nunca me amaste.
—No, no digo eso, si sentí que te amé, sentí mucho amor por ti, aunque,
nunca antes sentí por un hombre algún sentimiento, no sé cómo se podría
explicar, fuiste mi primer hombre, contigo sentí muchas cosas lindas, pero
me dejaste, me abandonaste y en ese preciso instante, destruiste lo que yo
sentía por ti.
—Nunca quise que esto sucediera de esta forma, sin embar-223
El Acuerdo
go, no voy a dejarte ir, no lo haré, ya perdí una mujer por un amigo,
ahora no la voy a perder por un campesino.
—Es tu hermano.
—Soy hijo único de William Blackwood, conde de Saxonhurt y lady
Caroline, solo eso me importa, y ese hijo que llevas dentro, será mi hijo
también, será un Blackwood, y eso no me lo podrás quitar.
—Sloan, por favor, lo siento, pero no tienes por qué tenerme aquí… si
ya no…
—Si ya no me amas ¿eso vas a decir?
—No tiene por qué ser así.
—Claro que no tuvo por qué ser así, te llenabas la boca diciendo que
Sussane era una mujerzuela y tú, qué eres ¡dime qué eres! — gritó
golpeando con su puño la mesa del té, derra-mando todo lo que estaba
encima.
—Solo soy una mujer que confundió sus sentimientos, que se entregó al
amor de un hombre que la ayudó y protegió, cuando él que juró hacerlo, la
olvidó, la dejó.
—No saldrás de aquí, no te dejaré y si lo intentas yo mataré a ese
maldito y tú sabes que soy capaz, lo sabes, no transformes mi amor en odio,
se separan por una línea muy delgada, no lo hagas.
Sloan, caminaba de un lado a otro, bebía sin parar, Franklin solo lo
observaba desde la puerta, estaba acongojado por su lord, sufría, lo notaba
en sus ojos y en su actuar, estaba atrapado en un camino sin salida, si
presionaba mucho la perdería, si cedía la perdería, ya no quedaba ninguna
alternativa.
Por primera vez de todo el tiempo que llevaba trabajando con él, lo vio
llorar como un niño, lanzó su copa contra una pared, y cayó de rodillas
tomando su cabeza con ambas manos, en movimiento de negación, Franklin
se acercó hasta él para 224
Macarena Moya Solis ayudarlo, aunque, solo lo rechazó, le pidió que lo
dejara solo.
Cuando este salió de la sala y cerró las puertas dobles, el dejó salir todo
su dolor, toda su angustia, perdía a su mujer, la mujer que le devolvió la
vida y la confianza, confiaba tan cie-gamente en ella, que la dejó sola,
teniendo la certeza que ella esperaría por él tiempo necesario, no obstante,
se equivocó, ella necesitaba su compañía, todo su ser para vivir tranquila y
lo olvidó, ahora se veía sumergido en un abismo de dolor y desesperanza,
no encontraba una salida y la incertidumbre lo tenía desesperado.
Trató de despejar su mente, idear alguna solución que no la alejara de su
lado, a pesar de su esfuerzo, no encontraba nada que la trajera de regreso a
su vida, a sus brazos y a su cama.
Durante la cena Sloan no habló, apenas comió, ni la miró, no dijo nada,
Catriona estaba preocupada, cuando ella tomó su mano para preguntar si él
estaba bien, la soltó con fuerza y dejó la mesa. Catriona estaba muy mal,
todos los días se sentía como una mujerzuela, una maldita que engañó a su
marido y él tenía que cargar con el hijo de otro, no quería seguir viviendo
así, sin embargo, no tenía donde llegar.
Ella solo penaba en que Duncan debía seguir con su destino, con la vida
que la tradición de su familia le exigía. Pensaba que debía dejar de pensar
en él y continuar con su vida. Quizás era lo mejor.
Por toda una semana, Sloan no trató con Catriona, si necesitaba
informar algo, era Franklin quien lo decía, estaba preocupada por su
indiferencia, no sabía si otra vez la dejaría sola o estaba tramando algo.
Una tarde vio que una de las habitaciones de la casa tenía una gran cinta
celeste en la puerta, sintió una gran intriga, de igual manera, un miedo
profundo la dominó, no se atrevía a 225
El Acuerdo
abrir la puerta, ya que temía encontrase con algo que cam-biase todo
otra vez. Tiró de la cinta y abrió la puerta, cuando pudo ver todo lo que
había dentro, no pudo evitar llorar, como un hombre que pensaba que la
odiaba, un hombre que pensó que nunca la aceptaría por su traición, podría
tener todo esto preparado, como pudo organizar todo de una manera
perfecta, todo para un hijo que no era suyo, todo este tiempo que no lo vio,
todo este tiempo que estuvo lejos fue para preparar el cuarto del bebé, había
una cunita, una silla para amamantar, un caballito de madera, mucha ropa
de bebé, tela para los pañales, todo bien organizado.
Tomó un traje hermoso en color celeste, porque pensaba que sería un
niño, lo llevó a su pecho apretándolo contra sí, estaba muy emocionada.
Sintió que alguien entró, cuando giró para mirar lo vio de pie en el umbral
traía más cosas para dejar en la habitación. Estaba asombrado de verla ahí.
—Esto es muy lindo, es algo maravilloso — aseveró con sus ojos
inundados en emoción.
—Aún faltan detalles, ¿cómo tú? — quiso preguntar como ella se enteró
de eso, de pronto reparó en que la puerta la mantenía cerrada.
—Había una gran cinta en la puerta y solo quise ver que sucedía aquí.
—Seguro que fue Franklin, insistía en que te contara.
—¿Y por qué no lo hiciste? — la dulzura de sus palabras lo conmovía
enormemente.
—Solo esperaba tener todo — ella lo interrumpió alagando todo lo que
él realizó.
—Esto es maravilloso, yo nunca imaginé todo esto.
—Lamento todo lo que pasó entre nosotros, desde un principio estuvo
mal, nunca debimos casarnos por un acuerdo, sin 226
Macarena Moya Solis embargo, después todo fue distinto, yo me
enamoré de ti, no hay nada mejor que tú en mi vida, nunca habrá nadie
como tú, y nunca antes sentí el miedo que siento hoy de perderte, yo…
—No me has perdido.
—Solo quería darte esto… ¿Cómo dices? — preguntó tratando de
entender sus palabras.
—Lamento todo lo que hice, de verdad, no quise faltarte el respeto ni
engañarte, solo fue que me sentí abandonada y Duncan llegó para darme
todo lo que tú dejaste de hacer por mí, él me entregó amor y yo… solo.
—Lo sé, nunca debí, no obstante…— dijo acercándose un poco más a
ella.
—No me perdiste, yo tomé un camino diferente por un tiempo, solo fue
eso, eres un buen hombre, solo que hice sacar lo peor de ti este tiempo, yo
lo entiendo.
—Perdóname, por favor, nunca quise… yo me sentía morir el día que
cometí la cobardía de golpearte, estaba desesperado, sentía que debía…
—No recuerdes eso, solo dejemos todo atrás.
—Te amo — declaró Sloan soltando un largo suspiro.
—Lo sé — respondió sonriendo.
Sloan se acercó hasta ella tomándola por la cintura la estrechó a su
cuerpo, la miraba como si fuese la primera vez que lo hacía, la amaba y la
tenía de vuelta a su lado, una felicidad que nunca pensó en volver a sentir,
su corazón saltaba de su pecho, el anhelo por besar esos labios rojos otra
vez, acababa siendo una realidad, posó con delicadeza sus labios sobre ella,
luego Catriona abrió su boca para recibir todo el dulzor del beso de su
esposo.
Cruzó sus brazos por su cuello para estar aún más cerca, 227
El Acuerdo
su beso apasionado la consumía, el deseo de Sloan por volver a besar
esa boca, fue tan grande que sentía que explotaría de gozo por solo poder
sentir sus labios otra vez, solo quería sentir su cuerpo desnudo junto al
suyo, la tomó en sus brazos y la llevó hasta su habitación, donde la dejó con
cuidado sobre la cama, se quitó su chaqueta y se acomodó a su lado sobre la
cama, acariciándola con cuidado.
Soltó las amarras de la bata que llevaba puesta, durante todo el día había
estado en pijamas, al sacarla vio a través de su delgado camisón sus pechos,
con sus dedos tiró de los hilos que afirmaba arriba dejando así al
descubierto ese centro de placer que estaba disponible para él, ahora, otra
vez. Con su mano recorrió su cuerpo con delicadeza una caricia llena de
amor y deseo, cuando llegó hasta su vientre se detuvo, besó con suavidad la
pequeña pancita de su mujer, dejando ver que todo quedaba atrás, ese hijo
era tanto de ella como de él ahora, serían una familia, sin importar todo lo
que sucedió, ahora todo quedaba en el pasado, un pasado que no sería
menciona-do, solo importaba lo que les depararía la vida futura.
Sloan tomó con gran deseo el cuerpo de su mujer, un cuerpo que lo
volvió a la vida, tomó cada rincón, bebió de su ser con dulzura y pasión, no
importaba nada ahora, solo importaba que ella estaba con él otra vez y, era
suya, le pertenecía nuevamente.
Con sus fuertes manos recorrió la suave piel de sus piernas, subiendo
por sus muslos para perderse entre ellos, tocando con sus dedos la humedad
de su sexo, lo deseaba, así lo demostraba, y eso lo llenó de un placer
inimaginable, rápidamente se desprendió de la ropa que le impedía poder
sentir la calidez y suavidad de la piel de su mujer, besó sus labios con
suavidad, sintiendo el dulce sabor de su boca, lo suave de sus labios,
mordiendo su labio inferior, tirando de este, envuelto ya en una pasión sin
control, recorriendo con su ardiente boca su cue-228
Macarena Moya Solis llo, sus hombros hasta llegar sus pechos,
saboreándolos uno a uno, para luego regresar a esa boca que había anhelado
durante tanto tiempo, se abrió paso entre sus piernas para entrar en ella de
manera tranquila, sin estar apresurado, se tomaría su tiempo, para hacer el
amor otra vez con Catriona, como lo había anhelado hace mucho, y no sería
un trámite rápido, no, él haría el amor con su esposa, le daría todo el placer
que tenía para ella, para así poder eliminar cualquier rastro del otro hombre
que la arrebató de su lado, sus embestidas fueron potentes, pero cuidadosas,
llenas de pasión y mucho deseo.
Durante toda la tarde se entregaron uno al otro, una atmosfe-ra de placer
y deseo los envolvió por completo, llenado todo su ser y toda su existencia.
Sloan la exploró, degustándola como si fuese la primera vez que la tenía, la
recorría con sus manos y sus labios, Catriona se entregó al placer concedido
por su esposo, en un reencuentro apasionado lleno de sensaciones
maravillosas. Todo volvía a su origen, junto a ella. Amándola y disfrutando
de todos los placeres que el cuerpo joven y exquisito de su mujer, podría
brindarle.
Por la noche Sloan dormía profundamente, aún extasiado por volver a
disfrutar del amor de su esposa, ella no podía dormir, solo pensaba en
Duncan y lo que había hecho, el sentimiento de culpa la invadía, además la
sensación de que lo traicionaba era tan potente, que dolía en su cuerpo, no
podía dejar de pensar en él, pero debía continuar con su vida.
Duncan tenía un destino y ella no interferiría en él, además ya estaba
casada con Sloan no podía dejarlo, lo mejor era continuar con su vida, y
dejarlo seguir su rumbo, Duncan estaba destinado para algo grande.
La vida tomó su rumbo normal, Sloan era el hombre del que se
enamoró, la cuidaba, se preocupaba por su embarazo, aunque su vientre aún
no se abultaba, la consentía hasta en lo 229
El Acuerdo
que ella pensaba, trataba de no traer a su mente a Duncan y lo lograba,
todo marchaba perfectamente, su vida era buena, nada necesitaba, nada era
requerido, tenía el amor de Sloan, así que, tenía todo.
Era un día soleado, hace mucho que no estaba así, decidió ir junto a la
señora Bunting hasta el mercado, quería comparar unas frutas para comer,
caminaba sintiendo los aromas dulces de fresas, manzanas, uvas, las uvas
eran sus favoritas, una fruta dulce y jugosa, sentía grandes deseos de
comerlas, compró varios racimos de una rosada, comía saboreando cada
bocado, sintiendo como su bebé ser regocijaba con cada probada.
La señora Bunting compraba unos pescados para la cena, Catriona la
esperaba a unos pasos, en ese instante fue tomada del brazo y llevada hasta
un callejón, quiso gritar, aunque no pudo, cuando miró tranquilamente vio
que su captor no era otro sino Duncan, la miró con gran brillo en sus ojos,
se notaba felicidad en su mirada, ella sintió que su corazón se desbocaba de
satisfacción, saltaba desde su pecho muy fuerte, lo acarició con dulzura, él
se acercó hasta su boca besándola con gran pasión, estaba tan feliz de
tenerlo otra vez frente a ella.
—Vámonos, vine por ti — aseveró tomando sus manos y besándolas.
—No, no puedo, no seré yo quien destruya tu vida, toda tu gente te
despreciará si estás con una mujer inglesa.
—¿Quién te dijo todo eso? ¿Mi madre?
— Ella y unos hombres de la villa, no voy a destruir tu vida.
—¿Destruir mi vida? Tú solo traes alegría a mi vida, te he extrañado
tanto. — confesó besándola otra vez.
—No, basta con esto, debes irte.
—No me iré de aquí sin ti, estaremos juntos los tres, viviremos bien,
ven conmigo.
230
Macarena Moya Solis
—¡No! Ya no hay bebé, si eso te generaba una obligación conmigo, no
hay bebé, lo perdí…lo siento mucho, toda la ten-sión qué viví… yo lo
siento.
—Mi amor, lo lamento tanto —la besó con ternura en los labios — es
un gran dolor — comentó evidentemente triste —no obstante, no solo eso
me une a ti, ha gaol agom ort.
—Nunca podrás decirlo en inglés para mí, no lo sientes tanto, sé lo que
significa, lo pregunté, pero no puedes decirlo.
Debes continuar con tu vida, yo seguí con la mía junto a mi esposo.
La soltó y la miró con rabia, su rostro cambió del profundo amor al más
terrible desprecio.
—¿Qué es lo que dices? ¿Ahora estás con tu esposo? Dije que nunca te
dejaría, prometiste lo mismo.
—Yo no puedo estar en tu vida, todo lo que vivimos fue un error, yo
estaba sola y no podía.
—¿Un error? ¿Cómo puedes ser de esta manera? — le habó mirándola
lleno de furia, aunque en su idioma — Gam falbh ach gubrath motha
tionndaidh le sibh, seo aonaranach as a-chaoidh motha tianndaidh gu
amhaire «me iré, pero nunca más regresaré por ti, estás sola y nunca más
volveré a mirarte»
hablo en gaélico muy molesto — ¿cómo puedes hacer esto?
—Yo, rayos, no entiendo cuando hablas ese idioma.
—Me iré, pero nunca más regresaré, estás sola ahora, y si algún día te
vuelvo a encontrar, solo serás una extraña para mí, ya dicen que un hombre
escocés necesita una mujer, no una muchacha.
—No seas injusto conmigo, lo hago por ti.
—¡Por mí! En que parte de dejarme estoy beneficiado, vol-viste con tu
esposo porque él es rico, tienes una casa elegante, miles de sirvientes a tu
disposición todo el día, yo solo te ofre-231
El Acuerdo
cía una vida simple, aunque con amor, no serás feliz, nunca.
—¿Me maldices? — lo miró con temor.
—Al menos ya no llevas a mi hijo contigo, no soportaría la idea de que
viviera esta vida y junto a ese desgraciado.
—Duncan, por favor — trató de tomar sus manos, pero él se soltó
rápidamente y se perdió entre la gente.
Sintió su corazón partido en dos, lo amaba profundamente, sin embargo,
no quería destruir su vida, no podía despojarlo de todo lo que tenía
destinado para ser, no era posible pensar de esa manera tan egoísta. Su
pecho se llenó de dolor, se sentía perdida, solo deseaba poder verlo una vez
más, tomar sus manos y besarlo por última vez, decirle, «amor, nunca me
dejes»
pero no pudo, había tomado una decisión y la mantendría hasta el final,
prefería no haber sabido más de él, que tener ese último encuentro lleno de
dolor, estaba tan guapo, con sus ojos tan azules y su cabello rizado de ese
color caoba maravilloso, Duncan estaría por siempre en su corazón como el
más grande amor de su vida, con solo veinte años se sentía orgullosa de
repetirse que amó profundamente aunque perdió, pero llevaba dentro suyo
el fruto de ese amor, y cada vez que viera a su hijo a los ojos, miraría al
hombre que amó con tanta pasión.
Sintió que sus piernas no la sostenían más, se afirmó de una muralla,
hasta que la señora Bunting la encontró y la ayudó, subieron al carruaje y la
llevó hasta la casa, estaba muy mal, Franklin que estaba en casa la bajó en
brazos y la llevó hasta su habitación, envió al cochero por Sloan que estaba
en las oficinas navieras de su abuelo. El médico fue el primero en llegar.
Sentía gran dolor en su vientre, la emoción de ver y perder a Duncan,
habían provocado grandes dolores en ella, el médico estuvo atendiéndola
por largo tiempo, no dejó entrar a Sloan a la habitación, quien reclamaba
saber que sucedía, la señora Bunting le contaba de su recorrido por el
mercado, sin embar-232
Macarena Moya Solis go, que nada había sucedido.
Luego de una larga espera, el médico lo hizo entrar, había sangrado
mucho, no obstante, aún sentía el latido del corazón del bebe, debía
permanecer en reposo, para cuidar del embarazo, hasta que ya no corriera
más riegos.
Sloan se sentó a su lado abrazándola con fuerza, sintió un miedo
horrible de perderla. La besó en la frente y se sintió más tranquilo con lo
que el médico dijo.
Esa noche, Duncan observaba la casa de Catriona, solo quería verla por
última vez antes de partir, sentía su corazón destrozado al dejarla, pero ella
lo había rechazado, él debía seguir con la vida que estaba destinada para él
y vivir lo mejor posible.
Durante todo el embarazo Catriona debió permanecer en reposo, el
médico autorizó que podía levantarse, aunque solo caminar por la
habitación, estuvo acompañada por su tía que la visitaba varias veces por
semana, también Lady McGregor era una visita muy agradable. Sloan se
esforzaba al máximo para poder tenerla lo mejor posible, cómoda y que
nada le faltara, se dedicó por completo a cuidarla y entregarle cariño.
Mientras su vientre se abultaba, él se convertía en el hombre más feliz.
Duncan regresó hasta Jedburgh, ese invierno su tío, quien lideraba los
negocios de la familia, falleció producto de una enfermedad. Tomó su lugar,
se mudó a la gran casa que antes su tío ocupó, hizo prosperar mucho más
los negocios de la familia, todo fue magnífico para ellos, siendo dueño de
todos sus terrenos, solo faltaba una cosa para ser perfecto y nunca podría
tenerlo a su lado, su corazón aún estaba cautivo por Catriona.
Siempre estuvo acompañado por diversas mujeres, pero ninguna se
mantuvo a su lado por mucho tiempo. Después de que su madre murió, se
sumió más en su mundo de soledad y 233
El Acuerdo
de mujeres sin amor.
234
Macarena Moya Solis 15
El parto fue muy difícil, Sloan caminaba desesperado de un lado al otro
por el pasillo, el médico y la señora Bunting la atendían, los gritos de dolor
que emitía Catriona con cada contracción eran desgarradores, él solo quería
entrar y acabar con todo el sufrimiento que la atormentaba.
Escuchaba al médico pedirle calma, que pujara una última vez, estuvo a
punto de tumbar la puerta, cuando sintió el llanto del bebé, sus ojos se
llenaron de lágrimas. Entró rápidamente en la habitación, Catriona
permanecía acostada, lo que lo preocupó, sin embargo, el médico aclaró que
estaba bien, solo estaba muy cansada, debía cuidarse mucho, alimentarla
muy bien ya que había perdido mucha sangre en el parto.
La señora Bunting cargaba al bebé en sus brazos, Sloan se acercó hasta
ella, pidiéndole que se lo entregara.
—Es un niño, mi lord — dijo sonriendo, Sloan lo tomó en brazos
sonriendo.
—Es un niño — se decía en voz baja.—un Blackwood.
Caminó con él en brazos, era una imagen maravillosa la que
proyectaban los dos juntos, el pequeño se perdía entre los grandes brazos de
Sloan, quien lucía muy tierno con él. Lo miraba con dulzura, fue muy
cuidadoso, cuando Catriona abrió los ojos, se acercó con el pequeño hasta
su lado, la besó en los labios y se lo mostró.
235
El Acuerdo
—Es un niño, muy lindo — le dijo sonriendo, con los ojos iluminados
en felicidad ella lo cogió en sus brazos, besándolo con cuidado.
—Me gustaría llamarlo Beathan, significa vida, ¿está bien para ti? —
Sloan sonrió y asintió con su cabeza.
Al oír el nombre la señora Bunting negó con un movimiento de su
cabeza, colocaba a su hijo el nombre escogido por Duncan. Sloan acogió el
bebé como propio, dándole todo lo que pudiese necesitar y más, estaba
junto a Catriona y era lo más importante en su vida.
El abuelo de Sloan, los tíos de Catriona, los McGregor todos fueron a
conocer el nuevo heredero, felices de compartir este nacimiento, algunos
sin sospechar siquiera que no era hijo del conde de Saxonhurt, aunque que
llevaba su apellido y era querido y amado como tal.
Después de un mes el médico liberó del descanso y cuidados extremos a
Catriona que estaba desesperada por salir de su encierro.
—¿Por qué le pusiste ese nombre al niño? — cuestionó la señora
Bunting.
—Es el nombre que quería su padre.
—Su padre es el conde, no lo olvides, tú lo elegiste como tal, no puedes
hacer nada en contra ahora, escogiste tu camino mi niña, ahora afróntalo
como mujer.
—Lo sé, pero no podía darle otro nombre sino el que quería para él.
Siempre supo que sería un varón.
—Este niño será feliz y muy amado no le faltará nada nunca.
—Lo sé, escogí a Sloan porque es mi esposo, y no podía hacerle esto,
Duncan será siempre el hombre que amaré, por el resto de mi vida, pero no
podía hacerle esto a Sloan.
236
Macarena Moya Solis
—Claro es mejor hacer tres desdichados que solo uno,
¿cierto? — le respondió con ironía.
Volvieron por un tiempo a la casa de Yorkshire, el ambiente para el bebé
era mucho más relajado y más limpio que Londres. Al cumplir un año
Beathan definía más sus rasgos, su cabello era claro como el de su madre y
claramente los ojos azules era heredados de su padre, pero nada de eso
parecía importar a Sloan, había borrado de su mente todo lo que re-
lacionara su vida con lo sucedido anteriormente, el pequeño balbuceaba
palabras y lo llamaba claramente «papá», lo que lo hacía enormemente
feliz, era suficiente para él, llevaba su nombre, lo llamaba como tal, nada
podía ser mejor.
La relación entre ellos era distante en ocasiones, otras veces muy
cercana, Sloan sabía que con cualquier movimiento la perdería, escuchaba a
veces las conversaciones que tenía con la señora Bunting, su fiel
compañera, donde hablaban de Duncan, sin embargo, trataba de pensar en
su vida, no dejarse dominar por la ira. Aún la amaba yo quería perderla otra
vez, a su modo y con sus problemas era muy feliz con Catriona.
Cuando su abuelo murió, asumió también el título de conde de
Burgoyne, adquiriendo grandes propiedades y la empresa naviera que él
poseía. Todo marchaba bien para él, mientras su madre se mantuviese lejos
de la relación con su esposa, que hasta el momento era buena, ella lo recibía
en su habitación, la que no compartían todos los días, porque ella se
quedaba con Beathan o solo quería estar sola.
Cada vez que eso sucedía, Sloan salía de su casa y buscaba una
mujerzuela para descargar toda su frustración y la desola-ción de su
corazón.
Cuando Beathan cumplió cinco años volvieron a la ciudad, Sloan lo
instruyó en clases del arte del Esgrima, también tomó clases de piano,
luego, cuando cumplió seis recibió un tutor en 237
El Acuerdo
casa, que le enseñó todo lo relacionado con idiomas, matemá-ticas, arte,
historia, Sloan quería que su heredero fuese desde pequeño un erudito
inglés, un gran conde.
Por las tardes Catriona compartía con su tía, tenía que llevar al pequeño
ya que ella sentía gran amor por ese niño, también pasaban el tiempo en
parques, o en viajes que Sloan organiza-ba para acercarse más a la mujer
que amaba y cada día sentía que se perdía más de sus manos.
Al cumplir los diez años Beathan era un hábil espada-chín, participaba
en competencias en las que siempre obtenía el primer lugar. Era un niño
muy inteligente, compartía mucho tiempo con Sloan, la relación de padre e
hijo se hizo muy fuerte entre ellos, le gustaba mucho que su madre le
contara historias, su favorita una de un guerrero escocés que se enfrentaba a
los ingleses de manera enérgica y poderosa, eran momentos que compartía
con su madre que solo les pertenecían a ellos, donde contaba andanzas de
un hombre, uno que amaba. Haciendo partícipe a su hijo de la vida de su
padre sanguíneo, de una manera ficticia, pero que lo tuviera en su
inconsciente como un gran héroe.
Catriona se convirtió en una mujer, su apariencia de niña había
cambiado, era ahora una mujer muy atractiva, donde iba las miradas se
posaban en ella, Sloan se comportaba como un esposo orgulloso, aunque las
miradas lascivas le molestaban por completo, se sentía maravillosamente al
tener a la mujer más hermosa de todo Londres.
Cada vez que asistían a alguna fiesta o cena, los hombres hablaban de lo
bella que era, aún parecía una muchachita, pero con un aire más sofisticado.
Al igual Sloan, seguía siendo muy apuesto, ahora con unos pocos cabellos
blancos en sus sienes lucía maduro y realmente muy apuesto. Siendo ahora
un hombre tan rico y apuesto, muchas mujeres estaban desesperadas 238
Macarena Moya Solis por ser la amante de un hombre como él.
Una noche estaban en una fiesta ofrecida por unos amigos de los
McGregor que llegaron a vivir a Londres, ellos eran de Edimburgo, una
familia muy prominente en Escocia, realiza-ron una gran fiesta para hacer
conexiones, Sloan estaba junto a ella en ese lugar, sin embargo, se disculpó
para dejarla sola un instante ya que tenía grandes negocios que revisar con
algunos de los invitados.
Mientras conversaba animadamente con unas mujeres, alguien la tomó
desde su codo diciendo;
—Condesa, me haría el honor de concederme el siguiente baile.
La voz la hizo estremecer, no quería mirar para no sentirse
decepcionada, aunque, al girar lo vio, estaba ahí frente a ella, tan apuesto en
un traje negro, con su cabello rizado peinado hacia atrás, lucía hermoso, no
podía hablar. Las mujeres que ahí estaban lo miraban de pie a cabeza, ella
solo atinó a mover su cabeza aceptando el baile, la tomó de la mano
llevándola a la pista.
Tomándola por la cintura estrechándola a su cuerpo, sostuvo su mano,
parecían flotar, se sentía maravillada, su corazón desbocado por tanta
emoción. No podía pronunciar ninguna palabra. Hasta que el rompió el
hielo.
—Luces tan bella como te recordaba — aseveró mirándola a los ojos
con picardía.
— ¿Qué haces aquí?
—Solo soy un invitado, ¿es qué no puedo estar aquí?
—¿Por qué haces esto?, ¿por qué venir hasta acá? Solo quieres
atormentarme.
—No sabía que aun podía causar algún efecto en ti, tú me dejaste,
supongo que porque no causaba ningún efecto en ti.
239
El Acuerdo
—No debiste venir.
—¿Por qué no? Soy un invitado de Hamish Kirkpatrick, es un gran
amigo. Vine porque insistió mucho en que lo acompañara a Londres, no
pensaba hacerlo nunca, lo hice por ti.
—¿Te casaste? — preguntó con algo de miedo en su verde mirada.
—Sí, mi esposa está en Edimburgo.
—¿Edimburgo? ¿Ya no vives en Jedburgh?
— A veces, vivo en ambos lugares.
—Sloan está conmigo aquí.
—Lo sé, lo vi entrar, no me interesa él.
—Duncan, yo…
—Tiemblas ¿Por qué?
—No tiemblo…
—Lo haces, me encanta que tiembles en mis brazos.
—Duncan, por favor.
—Estás hermosa — dijo acercándose mucho a su boca.
—¿Qué haces? Estás casado, yo soy una mujer casada —
aseveró con gran malestar.
—No lo estoy, solo bromeaba — se acercó nuevamente para poder
besarla.
—No hagas esto, nos están observando, soy una mujer casada, mi
esposo está aquí, por favor.
—Vamos afuera, entonces.
—No, por favor, no hagas esto conmigo.
La música terminó y ella salió del salón, su cuerpo no paraba de
temblar, su tía la encontró en el pasillo y para no caer en la tentación se
quedó a su lado, hasta que Sloan salió de la biblioteca con los otros
hombres. Él vio a Duncan lo que lo enfureció, como no veía a Catriona se
preocupó, sin embargo, al entrar al salón vio que conversaba animadamente
junto a su 240
Macarena Moya Solis tía y Lady McGregor. Sonrió aliviado, fue hasta
ella, se acercó y la besó en la frente de manera tierna y acarició su rostro.
La tomó de la mano y la llevó hasta el salón de baile, ella miraba
disimuladamente entre vueltas, pero no lo volvió a ver esa noche.
Al regresar, ninguno mencionó la visita de Duncan en la fiesta, así no
tendrían problemas, ella besó a su hijo que ya dormía profundamente. Él
bebió el ultimo brandy de la noche y luego durmió junto a su esposa,
haciéndole el amor de manera apasionada, para así demostrase que él era
quien la tenía, él había ganado. La tenía por las noches y los días. Catriona
mientras intimaba con su esposo no podía sacar de su mente a Duncan,
entregándose completamente a todo lo que Sloan demandaba, sintiendo que
Duncan la amaba de esa manera impetuosa, avasalladora y exigente.
Por la mañana cuando despertó estaba sola en su cama, pensaba que
había soñado estar entre los brazos de Duncan, durante todo el día cerraba
los ojos y lo sentía junto a ella.
Beathan y Sloan habían salido temprano, para practicar esgrima, luego
fueron hasta la compañía naviera, Sloan deseaba que su hijo se familiarizara
con todo lo que poseían y lo que él tendría en un futuro. Lo instruía en todo
lo necesario desde pequeño para que cuando fuese un hombre tomara
posesión de todo lo que tenía. Su hijo, como lo llama cada vez, lo llenaba
de orgullo y felicidad.
Cuando volvieron para media tarde, Catriona no estaba en casa, su
doncella le comunicó a Sloan que había salido por unas compras y
regresaría muy pronto, aunque llevaba fuera mucho tiempo mintió para
proteger a su lady.
Catriona caminaba por las calles de Londres con la esperanza de
encontrarlo, fue hasta donde vivía Kirkpatrick, aunque, tampoco tuvo
suerte, cuando estaba decida a volver, lo vio, 241
El Acuerdo
salía de salón de caballeros junto a Kirkpatrick. Ella a propósito pasó
por delante de ellos, tratando de disimular que no los había visto,
Kirkpatrick que era totalmente ajeno a la relación, la vio y la saludó.
Fue muy cortes, ansiaba tener relaciones comerciales con su esposo,
introdujo a Duncan que no paraba de sonreír cuando la vio, besó su mano
con delicadeza, cuando Kirkpatrick se dio cuenta que dejó su sombrero en
el bar se devolvió y los dejó solos un instante.
—Si es posible condesa de Saxonhurt, usted luce más hermosa que
anoche.
—Gracias, Duncan. Según recuerdo dijiste que nunca más regresarías y
que nunca más volverías a mirarme.
—No regresé por ti, no lo pienses, ya todo quedó atrás, eso lo dije por el
despecho que sentía, sin embargo, el amor terminó, estoy libre de ti, así que
no tengo problemas en verte a los ojos otra vez.
—Eso… es bueno… — estaba muy decepcionada al oírlo y su rostro lo
demostraba.
—¿Tú estás bien con tu esposo? — preguntó con desdén en su tono.
—Sí, bien. Es tu hermano.
—Yo no tengo hermanos soy hijo único, pensé que lo sabías.
—Claro.
—Hoy hay una cena en la casa de los McGregor y fuimos invitados
¿irás?
—No, no lo sabía, seguro que Sloan fue comunicado, pero no creo que
quiera asistir, te vio anoche, lo sé por su mirada, aunque no dijo nada.
Cuando entró al salón antes de mirarme, buscó en el lugar con el ceño
fruncido, estaba molesto, sé que 242
Macarena Moya Solis es porque te vio.
—No le temo, además no hice nada y tú tampoco.
—Sí, yo debo irme, me esperan en casa.
—¿Tienes visitas?
—No… sí, debo regresar. — respondió nerviosa.
—Te veo en la cena.
—No, no iré.
—Te veré, adiós.
Pasó rápidamente por la pastelería que Sloan adoraba y llevó las crepes
que tanto le gustaban y dulces para Beathan.
Debía cubrir su ausencia, y había dicho que saldría a comprar.
Cuando entró en la casa, saludó a sus hombres que debatían de historia
en la biblioteca los miró desde el umbral de la puerta, eran tan amigos, tan
unidos, sentía miedo de que su hijo perdiera todo eso, si es que Duncan se
enteraba de su existencia.
Cuando Sloan la vio, se acercó hasta ella tomándola por la cintura y
besándola. Estaba feliz de verla en casa, seguía junto a él, a pesar de que
Duncan estaba en la ciudad. Sin embargo, lo que temía se hizo realidad,
Sloan habló de la cena de los McGregor, aunque Catriona dijo no querer ir,
e incluso inventar un dolor de cabeza, no pudo negarse y tuvo que
acompañarlo.
Esa noche llevaba un hermoso vestido de muselina rojo burdeo, que
marcaba a la perfección las curvas de su cuerpo, destacando un escote
prominente y maravilloso que hacía que los hombres perdieran la
compostura por unos momentos.
Al llegar a la casa de los McGregor temblaba, sentía miedo de su
reacción al estar en la misma mesa con Sloan y Duncan, sus nervios la
estaban traicionando, Sloan notó que temblaba, como si supiese lo que
ocurriría, la tomó de la mano con fuerza.
243
El Acuerdo
—Cariño, estoy a tu lado, tranquila — le comentó tranqui-lizándola. ella
solo dio una fingida sonrisa para hacerlo creer que nada sucedía.
Todos los saludaron, los hombres corrían por ser los primeros en besar
la mano de Catriona, Sloan permanecía como un hombre orgulloso y feliz,
tenía a su lado a la más hermosa mujer de todo Londres. Mientras Catriona
miraba desesperada buscando a Duncan, aunque no lo veía.
—¿Busca a alguien mi querida? — preguntó cuando se acercó hasta
ellos Lady McGregor.
—A mi tía, ¿fue invitada, verdad? — Sonrió nerviosa y solo eso atinó a
responder.
Lady McGregor le explicó que fue invitada, sin embargo, desistieron,
Sloan la tomó del brazo y entró con ella al salón donde estaban los demás
invitados, no eran muchos ya que solo era una cena.
De pronto de la biblioteca salió Kirkpatrick junto a Duncan y
McGregor. Sloan cambió su expresión inmediatamente, la ira lo recorrió de
pies a cabeza, sabía que él estaría en ese lugar, era importante para él ver la
cara de su esposa, su reacción, no obstante, Catriona se contuvo y su rostro
no reflejo nada. Kirkpatrick fue hasta ellos con su sicio y amigo.
Sloan transformó su cara, sentía ira, tensó su mandíbula y tomó la mano
de su esposa apretándola con fuerza, tanto que la lastimaba, McGregor
sonreía, nadie estaba al tanto de lo que sucedía, hizo las presentaciones
formales, Duncan mantuvo una gran sonrisa todo el momento versus la cara
de ira de Sloan. Les explicó que Kirkpatrick y Munroe eran socios en
grandes negocios de tierras en Edimburgo y Jedburgh en Escocia. Sloan
fingió interés hizo unos comentarios sobre los costos de las tierras y
después se excusó necesitaba salir un momento al jardín, aunque afuera el
frío congelaba 244
Macarena Moya Solis
—Está helando aquí, ¿por qué salimos?— preguntó ella.
—Solo necesito un momento. — se disculpó.
—Tengo frío — dijo frotando sus brazos con sus manos.
—Lo lamento, perdóname — sacó su chaqueta y la puso en sus
hombros, estrechándola a su cuerpo con fuerza
—Está bien… — comentó mirándolo a los ojos — estoy contigo, te
amo, vamos adentro, hace frío ¿o quieres ir a casa?
—No dejaré que esto nos arruine la velada, vamos adentro, ven
conmigo.
Duncan no miró en toda la noche a Catriona fue como si ella no
existiese, habló con todas las mujeres que asistieron a la cena esa noche,
Catriona se moría de celos por dentro, sin embargo, por fuera estaba muy
tranquila conversando con sus amigos. Sloan calmado al ver que ella no
tomó importancia a la presencia de Duncan, dejó de sentirse intimidado, la
actitud de su mujer lo tranquilizó, estaba conversando con los McGregor y
Loretta, así que fue tranquilo a atender unos asuntos con Kirkpatrick.
Catriona entró un momento en la sala de lectura de los McGregor,
necesitaba ordenar sus ideas y sacar de su cabeza a Duncan, sintió de pronto
que la puerta se cerró, volteó rápidamente y vio que Duncan estaba apoyado
sobre ella, con su cuerpo cubría casi toda la entrada, la mirada seductora de
él la puso muy nerviosa.
Rápidamente se puso de pie y le pidió que abriera la puerta, aunque no
hizo alusión a sus palabras, su mirada de deseo la envolvió, sin embargo, se
mantuvo a distancia de ella. Ambos se deseaban, ambos sintieron renacer el
amor al verse, ambos estaban totalmente perdidos en la mirada del otro, el
cuerpo de Catriona se estremecía con cada mirada que Duncan le brindaba.
La tomó por la cintura acercándola a él, agachó su cabeza 245
El Acuerdo
para poder estar con sus rostros muy cerca uno del otro, sus
respiraciones eran agitadas, ella pidió nuevamente que la dejara salir,
Duncan la acarició con su mano en la mejilla.
—Te deseo tanto — confesó muy cerca de su boca.
Esto la puso muy nerviosa provocando un leve temblor en su cuerpo.
—Dime que también lo sientes, dilo — pidió acercándose aún más a
ella.
La puerta se movió alguien intentaba entrar ahí, Duncan la puso detrás
de los cortinajes grandes y abrió la puerta. Era Sloan, quien lo miró con ira
abismal.
—¿Estás solo aquí? — preguntó.
Duncan quiso decirle que tenía a su mujer escondida, sin embargo, no
quería provocar problemas en la vida de Catriona.
—Cerré la puerta para estar solo un momento, no pensé que se trabaría
— Sloan entró en la sala y lo miró con desprecio.
—No fue eso lo que pregunté.
Duncan sabía que provocaba miedo y desesperación en Sloan, que
creyera que su esposa estaba ahí con él era una gran ventaja, provocarlo de
esa manera lo llenaba de felicidad.
—Si tú no sabes dónde está tu mujer, no es mi problema Blackwood.
Sloan se acercó a él con su mano empuñada, pero no hizo nada, solo
dejó el lugar rápidamente. Catriona se asomó por la cortina preguntado.
—¿Ya se fue?
Duncan solo sonrió y salió de la sala, Catriona respiró pro-246
Macarena Moya Solis fundo para calmarse y dejar también ese lugar
apostándose en el comedor que estaba vacío, no hizo más que sentarse
cuando por la otra puerta entró Sloan, ella volteó y sonrió al verlo.
—¿Qué haces aquí sola? — preguntó Sloan extrañado.
—Nada querido, yo solo necesitaba un poco de paz — fue hasta ella
besándola en los labios con suavidad, desde fuera por la ventana los
observaba Duncan.
—¿Nos vamos? — preguntó Sloan, ella afirmó con la cabeza, pidió el
carruaje, se despidieron de sus anfitriones y se retiraron.
Al regresar a casa, Sloan entró en la habitación del pequeño y lo besó en
la frente, él dormía profundamente, luego bajó hasta la biblioteca y no
regresó durante la noche.
Por la mañana él estaba tomando desayuno junto a Beathan, Catriona
los saludó y se acercó hasta ellos. Sloan mirándola con gran indiferencia le
comunicó que viajaría hasta Yorkshire para supervisar la venta de una
propiedad, se llevaba a Beathan.
Aunque no estuvo de acuerdo por los horarios de estudio y prácticas no
tuvo oportunidad contra Sloan, que tenía todo definido, lo que llamó más su
atención, fue que ella no fue invitada, cuando dijo que prepararía su
equipaje, Sloan dijo que solo irían ellos.
—¿Irán solo los dos? — preguntó, algo asombrada. Sloan se puso de pie
y se acercó hasta ella.
—¿Por qué, no puedo ir de viaje con mi hijo? — cuestionó mirándola a
los ojos muy seriamente.
Catriona estaba nerviosa, trató de acariciarlo en la mejilla, pero Sloan
dio un paso atrás, escondió su mano rápidamente humillada, se acercó hasta
su hijo y lo besó. Se sentó a su lado para tomar desayuno con él, miró a
Sloan que se quedó de pie 247
El Acuerdo
en entrada.
—¿Volverán? — preguntó con miedo de una respuesta.
Sloan estaba furioso, le pidió a Beathan que saliera del comedor un
momento, cerró las puertas y se acercó hasta ella tomándola por el brazo,
jalándola con fuerza que casi la tira de la silla.
—¿Crees que puedo raptar a mi propio hijo?
Catriona le pidió que la soltara, pero no lo hizo, la ira se posesionó
sobre Sloan, sintió miedo de que quisiera utilizarlo en su contra, por qué
Duncan estaba ahí, la soltó con fuerza, ella masajeaba su brazo, por el dolor
provocado por el trato que su esposo le dio.
—¿Por qué piensas algo así de mí? — interrogó molesto, mientras ella
se acercó hasta la ventana mirando por esta.
—Me extraña solo que no me lleves contigo — Sloan caminó hasta ella,
tomándola por la cintura y luego la besó e la cabeza.
—Solo quiero pasar tiempo con mi hijo, es todo.
Salió del salón, Catriona no entendía su reacción, estaba nerviosa. Su
pequeño se despidió de ella y salió en el carruaje junto a Sloan y Franklin.
Sentía un miedo profundo, no quería perder a su hijo, si Sloan deseaba
llevarlo y no volver como manera de castigo nunca más lo recobraría,
seguro que se lo llevaba para darle una advertencia. Duncan estaba en la
ciudad, eso era suficiente para mantenerla a prueba y demostrar que
sucedería.
248
Macarena Moya Solis 16
Caminaba de un lado a otro, ¿sería que Sloan lo hacía para probarla? o
solo deseaba pasar tiempo a solas con su hijo, sentía miedo, no quería
perderlo, era lo único que tenía para estar cerca de Duncan, el miedo le
recorría el cuerpo.
Sloan podía llegar a ser muy despiadado si se lo proponía, trataba de no
pensar lo peor, si no, se volvería loca.
Decidió salir, fue hasta donde su tía, estaba ella muy nerviosa porque su
esposo estaba en casa en una reunión de negocios y el resultado positivo de
este, podría llegar a incrementar el arca familiar en mucho dinero, pasaron a
la sala de tejido un momento, Catriona le contó que Sloan se había llevado
al niño hasta Yorkshire, Isabella era un mujer sensata, le pidió calma, sabía
que Sloan era un hombre temperamental, de carácter muy fuerte, pero
nunca sería capaz de hacer algo que perjudi-cara al niño, para él, Beathan
era su hijo, lo adoraba como tal.
—Tú decidiste quedarte con él, todo quedó atrás, ¿no es así? ¿Lo de
otro hombre? ¿No es cierto? — preguntó su tía, no entendía porque ella
estaba asustada ahora, si Sloan muchas veces fue de viaje solo con el
pequeño.
—Tía, lo que sucede…
Solo eso alcanzó a decir cuando entró en el salón su tío junto a sus
invitados, Kirkpatrick y Duncan, ella se puso muy nerviosa, cuando
entraron se pusieron de pie rápidamente.
249
El Acuerdo
—Querida que gusto verte por aquí.
Habló el Marqués de Rothgar al ver a su sobrina en casa.
Ella asintió con la cabeza sonriendo y él continuó.
—Señores, ella es la condesa de Saxonhurt, mi sobrina.
—Por supuesto, ya la conocemos y a su distinguido esposo también, —
comentó sonriendo Kirkpatrick.
—¿Cómo está, lady Saxonhurt? — preguntó Duncan mirándola a los
ojos cuando besó su mano.
—Catriona está sola en casa querido, el conde fue de viaje.
—comentó su tía.
—¿Por qué no trajiste a Beathan? Es mi sobrino nieto —
relató mirando a sus invitados — sabes cómo me alegra el día tenerlo
aquí, el hijo de Catriona es solo un pequeño, pero es un erudito en muchos
temas, es un niño realmente inteligente.
Mientras hablaban Catriona temblaba de miedo, sus tíos la habían
puesto en evidencia, Duncan la miró con una furia tal, que destrozaría todo
a su paso, en un momento pensó que la tomaría por los hombros exigiendo
una respuesta a todo lo que oía, sin embargo, luego recobró la compostura y
salió del salón con los hombres para ir a tomar un licor.
Estaba pálida su tía lo notó. No sabía si decirle la verdad a ella o
quedarse callada, no quería hacerla cómplice de todo, prefirió callar, se
quedó un momento más con ella y luego se despidió excusándose de que
tenía que ir a la modista.
Salió de casa, caminó un momento por las calles de Londres, no sabía
qué era lo que diría, no podía decir que su hijo tenía menos edad, u otra
cosa, ya le dijo que no nunca tuvo otros hijos, porque no pensó antes que se
enteraría, la verdad siempre encuentra la manera de ser expuesta, nunca
pensó siquiera por un segundo que él estaría ahí, o que su tío hablaría del
sobrino que tanto adoraba. Estaba perdida, sentía miedo, 250
Macarena Moya Solis Duncan descubrió que, si tuvo el hijo, que llevaba
el nombre que él escogió, era muy obvio todo, estaba realmente perdida.
No sabe cuánto caminó, aunque fue mucho, estaba casi del otro lado de
Candem, tomó un carruaje y fue directo hasta la casa, cuando el
mayordomo abrió la puerta, dijo que tenía visita, entró en la sala y vio de
pie a Duncan esperando por ella y su postura no era nada amigable, sus
piernas se volvieron inestables, logró apoyarse en una mesita, él volteó al
sentirla entrar.
—Quiero la verdad, toda. ¡Ahora!—le increpó furioso.
Su tono era muy determinante, estaba exigiendo que fuese franca,
hablar con sincesridad acerca de todo lo que sucedió, ya no podía seguir
escondiendo a su hijo, no obstante, sentía miedo de decir la verdad, el
rechazo que provocaría en Duncan saber que su hijo en realidad nació y que
vivía bien, lo alejaría por siempre. La mentira lo destrozaría, sobre todo
porque venía de la mujer que amó, que negó la existencia de su propio hijo.
Catriona se sentó llevando la mano a su boca, y moviendo su cabeza en
negación a lo que le pedía. Él se acercó hasta ella rápidamente levantándola
de los brazos y gritando en su cara que quería toda la verdad en ese
momento.
—Por favor, no hagas esto y vete.
—Tu miedo, el miedo que tus ojos reflejan, dice que me mentiste todos
estos años, dejaste que ese desgraciado criara a mi hijo, le diera su apellido,
lo hiciera un maldito inglés.
—¡Basta! Por favor ¡Basta! No tenía alternativas, lo hice para que
pudieses seguir con tu vida, tu madre y las personas de tu familia, ellos te
desterrarían, tener una relación con una inglesa, ya era bastante reprochable
para más aún tener un hijo con ella, tu madre quería que me fuera para que
ella pudiese tener una oportunidad de acercamiento con Sloan, me pidió
251
El Acuerdo
que me fuera, no tuve alternativa… lo lamento.
—¡Lo lamentas!… ¡Lo lamentas! — gritó muy molesto.
—¡Sí! Perdóname no quise… sin embargo, era lo único que podía
hacer… ibas a casarte con esa escocesa que era la indi-cada, yo ya estaba
casada, no tenía otra cosa más que hacer.
—¡Fuiste cobarde! Pudiste huir conmigo, lo único que quería era estar
junto a ti, nada más importaba para mi ¡Nada!…
No obstante, tú querías el dinero, las comodidades a las que estabas
acostumbrada, conmigo no de esa manera ¿cierto?
Catriona rompió en llanto, la señora Bunting entró al escuchar la
discusión, estaba impávida cuando vio que Duncan estaba en casa, los dejó
conversar, salió cerrando las puertas. Les pidió a los empleados que no
merodearan por el salón, que su señora resolvía problemas que dejó su
padre sin resolver hace muchos años y necesitaba estar a solas y tranquila.
—¿Cómo es? Mi hijo ¿Cómo es? — preguntó calmado en voz más
tranquila.
—Como tú, tiene tus ojos y tu color de cabello, al principio era como el
mío, pero luego fue cambiando, cada vez que lo miro, te veo en él.
—Sloan… él…— su voz preocupada daba a entender el miedo que
sentía por el trato que Sloan le diera al niño por parecerse a él, continuó —
¿lo trata bien?
—Lo adora, le ha entregado la mejor educación, sabe esgrima, idiomas,
es un niño muy inteligente.
—¿Por qué ese nombre? ¿Por qué hiciste eso?
—Era la única manera que tenía de tenerte presente, dándole el nombre
que tú escogiste para él, necesitaba honrarte como padre.
—¡Te odio!, ¡cómo pudiste hacernos esto!
252
Macarena Moya Solis
—Por favor, no digas eso, solo me equivoqué porque tenía miedo, Sloan
estaba como un enajenado ese tiempo, irme contigo era lo peor, nos hubiese
buscado por todos lados hasta asesinarte y me arrastraría para ir con él. No
tenía otra opción.
—Siempre hay más salidas, siempre hay más opciones.
—Lo lamento, nunca quise…
—No mientas, si quisiste — declaró dando media vuelta.
—No, por favor, no te vayas.
—No quiero seguir hablando contigo ahora… adiós.
Catriona quedó destrozada sentada sola en el salón, lloraba en silencio,
pagando su culpa, la señora Bunting entró para acompañarla y darle
consuelo, lloró como muchas otras veces cobijada en su pecho, así como
una madre consuela a su hija, sintió miedo ahora de perder para siempre a
su hijo y a Sloane, esta noticia no podría traerle buenas cosas, ahora alejaría
para siempre a Duncan y nunca más lo tendría, y eso ya no le preocupaba
tanto como lo había pensado.
Esa tarde recibió una invitación de sus tíos para una cena en casa de
ellos esa misma noche, sabía que Duncan estaría presente, sentía miedo de
enfrentarlo, ¿qué sucedería si la veía otra vez? Después de mucho dar
vueltas en su cabeza se decidió a ir. Uso un vestido de color azul
maravilloso, con un entallado perfecto, parecía más joven de lo que era,
llegó un poco tarde, producto de su indecisión, cuando entró su tío la
recibió muy cariñosamente, llevándola hasta el salón para que saludara a
sus invitados, entre ellos Duncan. Su mano tembló cuando él la tomó para
besarla, traspasando ese efecto que causó en ella y él solo miró hacia otro
lugar, claramente si cruzaba una mirada con ella sabía que todo estaría
perdido, la amaba, la amaba con locura y no podía estar lejos de ella, pero
estaba muy molesto.
253
El Acuerdo
Sin saber todo lo que ocurría su tía los sentó uno al lado del otro,
Duncan corrió la silla para ella, se sentó a su lado sin emitir palabra,
conversó con Kirkpatrick y el Marqués de Rothgar, que estaban cerca,
Catriona casi no probó la cena, de todos los platos que se sirvieron apenas
tomó bocado, ni siquiera el postre que su tía mandó a preparar
especialmente para ella, el tenerlo a su lado, sentir su aroma, rozar sus
brazos, deseaba con locura tomar su manos, besar esos labios, descubrir si
su boca seguía teniendo el mismo sabor, en un momento ya no podía más
con la presión y dejó la mesa abruptamente.
Su tía muy preocupada la siguió, la vio en la terraza, respiraba agitada,
no podía controlar su desesperación.
—¿Hija mía, qué sucede? ¿Te sientes mal?
—Nada tía, por favor ¿me dejas sola? Por favor, estoy bien, pero
necesito estar sola un momento.
—Claro mi vida, toma tú tiempo.
Cuando regresó al comedor todos la miraban preocupados, ella sonrió y
se sentó, el marqués la miró, necesitaba una respuesta.
—Querido, necesita estar un momento a solas, enseguida regresa, está
bien. Solo extraña a su esposo.—sonrió.
El marqués quedó más tranquilo y siguió su charla, pero Duncan dejó de
escucharlo, y solo deseaba poder llegar hasta ella. Tuvo que esperar que la
cena terminara y que todos pasa-ran al salón, donde beberían un licor y
tendrían una agradable plática.
Duncan la buscó con la mirada en todo momento, hasta que la vio en la
terraza. Disimuladamente salió, para llegar hasta ella, cuando miró en sus
ojos la angustia, no pudo seguir en su papel de hombre frío, la tomó de la
mano y la condujo hasta un lugar más apartado y oscuro, la apoyó contra un
árbol, no dijo nada, ninguno de los dos lo hizo, solo se miraban con
absoluto 254
Macarena Moya Solis amor y deseo. La acarició con delicadeza para
luego invadir su boca con la suya, en un beso profundo que pretendía ser
perpetuo. No dejaba de hacerlo, la rodeó con sus fuertes brazos
estrechándola a su cuerpo, ¡como la amaba!, sentía que no podía seguir un
minuto más lejos de ella, la había anhelado tanto.
Nada importaba en ese momento, ni la casa llena de personas, ni su
marido, solo importaba sentirse entre sus brazos y sentirse feliz,
perfectamente amada y deseada, por el hombre que le provoca los deseos y
sentimientos más profundos mismos que antes había padecido por su
esposo, provocaba en ella una sensación de llamas en su cuerpo no quería
dejar de estar a su lado, no quería dejar de sentir el fuego recorrer todo su
ser, no deseaba vivir un minuto más si no era junto a él.
No podían esperar más, la tomó de la mano y la condujo hasta su
carruaje, le pidió que lo esperara solo un momento, entró en la casa y habló
con lady Isabella para decirle que encontró a Catriona en el jardín y no
estaba muy bien, que sentía un terrible dolor de cabeza y que él la llevaría
hasta la casa y luego se retiraría, ya que debía realizar muchas labores al día
siguiente, avisó a Kirkpatrick, que al desocupar el carruaje lo enviaría para
que lo usara después.
La llevó hasta el hotel donde se hospedaba, entró juntó a ella con una
capa que cubría su rostro, avisó en recepción que su esposa había llegado de
Edimburgo y que el equipaje estaba en el puerto, aclarando que lo buscaría
por la mañana.
Solo esas mentiras les permitían estar juntos, al entrar en la habitación,
ninguno se atrevía a dar el primer paso, pero fue ella que caminó hasta él
besándolo con pasión en los labios.
Le quitó la chaqueta observándolo a los ojos, luego caminó rodeándolo,
por detrás lo abrazó y desató su pantalón.
Él sostuvo su mano cuando ella intentó colocarlas dentro 255
El Acuerdo
de este, tomó su mano para atraerla y así colocarla frente a él, volvió a
besarla apasionadamente, la giró, para dejarla de espalda, soltó los ganchos
de su vestido, sacándolo rápidamente, dejándola solo con su corsé y
camisola, que la quitó rápidamente, giró otra vez dejándola frente a él,
Catriona desató los botones de su camisa, por su mente solo pasaba tenerlo,
solo pensaba en hacer el amor con él, todo quedó atrás, no le importaba que
alguien la hubiese visto, no le importó que toda la gente que estaba en la
cena comentara lo que sucedió con Sloan, solo quería volver a sentir el
cuerpo de Duncan, un hombre que de igual manera sentía amar de manera
intensa.
Duncan caminó con Catriona hasta la cama, dejándola caer sobre esta.
Gateó en la cama hasta quedar bien acomodados, se colocó sobre ella,
apoyado en sus codos para poder mirarla.
—Te he extrañado tanto, te amo, te amo — confesó Duncan.
Luego tomó de forma avasalladora su cuerpo, escuchando los gemidos
de placer desde la garganta de la mujer que amaba, cada gemido lo hacía
sentir más placer, recorrer todo su cuerpo con sus labios, su lengua, sus
manos, saciar el hambre que sentía de su cuerpo, poder estar dentro de ella
otra vez, era lo que había anhelado por mucho, solo quería sentirla
completa, solo deseaba con tanto ímpetu volver a saborear cada rincón del
cuerpo de la mujer que amaba.
Cada movimiento de su cuerpo, cada embestida que realizaba para
brindarle placer los hacía vibrar, porque Catriona era su mujer, a pesar que
fuese esposa de un conde en lo legal, era su mujer porque ella lo amaba y lo
deseaba por completo, como quedaba demostrado en cada gesto, en cada
beso, en cada caricia realizada por ella.
Él rodó en la cama colocándola sobre él, para así poder mirarla mientras
se amaban, dejándole a plena vista y tacto, sus gloriosos pechos que lo
hacían tan feliz, su cintura perfecta, la 256
Macarena Moya Solis curva de sus cadera, ahí fue donde puso sus
manos para llevar el ritmo de los movimientos de Catriona, para poder verla
a los ojos y ver en su rostro el placer único que sus cuerpos se bridaban, ella
sonreía, feliz, solo vivía el momento junto a él, como cuando compartían
felices sus vidas en Roxburghshire, donde fueron una pareja, donde
concibieron su hijo, donde la vida les brindó la alegría y el placer de
amarse.
Con cada sonido gutural de Catriona el aceleraba su movimiento, sabía
que ella estaba por alcanzar el máximo clímax entre un hombre y una
mujer, su respiración, sus movimientos de caderas, sus uñas clavándose en
sus hombros, todo era maravilloso, de pronto juntos sintieron la maravilla
del orgasmo, la maravilla de sentirse del otro. Ella cayó sobre su cuerpo
húmedo de sudor, con sus cabellos dorados sobre él, que apartó de su rostro
para así besarla.
—Te amo — confesó Catriona, sin moverse, solo deseaba sentir el
cuerpo de su amor. La abrazó a su pecho, luego la acomodó a su lado
besándola en su frente.
Cuando abrió los ojos, él miraba por la venta del hotel, estaba
completamente desnudo, su cuerpo lucía perfecto, con sus muslos firmes y
marcados por una espalda ancha y musculosa, ella sonrió al verlo, se sentó
en la cama y él sintió que ella estaba mirándolo.
—¿Qué te tiene tan preocupado?
—Tú ¿Qué sucederá con nosotros? Me refiero, ahora.
—No lo sé, si me voy contigo ahora, él me quitará a Beathan, lo hará.
—Pero es mi hijo.
—Sin embargo, su apellido es el que lleva, aunque yo sea su madre, si
él lo decide, no podré quedarme con él, ni verlo.
—Veremos qué haremos con eso, quiero conocerlo.
—Lo arreglaré, ven aquí — respondió estirando su mano 257
El Acuerdo
Sentado a su lado la besó, con tanta necesidad y miedo, sabía que
después de salir por la puerta de la habitación ya no le pertenecería, sabía
que, al salir, la perdía un poco también.
Cuando entró en su casa, bajo la atenta mirada del mayordomo, ella
sacó su capa informado que había dormido en casa de su tía porque no se
sentía muy bien, sin embargo, que aún estaba un poco mal, pidió una
infusión de hiervas y subió a su cuarto, no comentó lo ocurrido, nada,
aunque la señora Bunting insistía en saber qué había sucedido, no lo dijo,
fue hasta la habitación de su hijo y durmió sobre la cama hasta que entró la
tarde, y le despertaron avisando que su tía la buscaba.
Cuando le contaba a la señora Bunting que se había sentido mal en la
noche, el mayordomo escuchaba atento a lo que hablaban, espiando en una
esquina, cuando su tía estuvo próxima a decir que había salido de casa con
otro hombre, ella la interrumpió, se acercó hasta su tía para besarla y
tomarla de las manos y llevarla a la sala.
—Tía, por favor no quiero que sepan que ese hombre me trajo a casa,
usted sabe, las cosas con Sloan a veces no mar-chan bien y no quiero…
—Lo sé mi querida, lo lamento, ese mayordomo inquisidor que tiene
Sloan es de temer, pero cuéntame ¿estás mejor? ¿Te sientes bien ahora?
Catriona sonrió, recordando todo lo que había vivido, sentía un gran
alivio de poder compartir esa noche con Duncan, estaba feliz, sin embargo,
no podía decirlo, solo comentó «estoy mejor, gracias tía»
Esa noche se quedó en la biblioteca, leyendo y recordando cada caricia,
cada beso, se sentía completa y feliz. Solo deseaba poder estar a su lado
otra vez.
Por la mañana recibió una invitación a una función privada 258
Macarena Moya Solis de una obra de teatro en la casa que Kirkpatrick
compró para vivir en Londres, tenían una cena, luego una presentación en el
gran salón de la mansión. El carruaje de Duncan pasó por ella a las ocho de
la noche, cuando subió quedó muy sorprendida de verlo sentado en la
esquina del coche, cuando cerraron la puerta, él se acercó hasta ella para
besarla con gran pasión.
La sentó sobre sus piernas para así poder tenerla aún más cerca, la miró
a los ojos un momento solo para decirle «te amo cariño, te amo» Ella sonrió
feliz al escuchar esas palabras.
Cuando entraron a la casa, él bajó antes para que nadie lo viese llegar
junto a ella. Cuando entró, Kirkpatrick le saludó muy amablemente, se
extrañó que su esposo no estuviese junto a ella, Catriona dio las
explicaciones y entró en la casa.
Duncan la vio pasar y la llevó hasta una habitación alejada de todos, la
amaba y solo deseaba poder estar a su lado otra vez, no quería dejarla
escapar, la sostenía en sus brazos cuando la puerta de la habitación se abrió
de par en par, para suerte de los amantes clandestinos solo era Kirkpatrick,
su asombro fue tal que su no lograba articular palabras producto de la
impresión.
Catriona no podía mirarlo a los ojos, su vergüenza era tan grande que
solo miraba el piso, Kirkpatrick se acercó hasta ellos, solo mirando a
Duncan, negaba con un movimiento de su cabeza.
—Duncan, Lady Saxonhurt es casada, su esposo es uno de los hombres
con los que haré negocios, los que nos ayudarán a prosperar y sacar
adelante a toda nuestra gente, no hagas esto.
Catriona se disculpó y salió de la biblioteca, le pidió al mayordomo el
carruaje y se fue de ese lugar, no podía mirar a nadie producto de la
vergüenza, cuando entró en su casa, corrió hasta su habitación y al cerrar la
puerta se apoyó en está, 259
El Acuerdo
cerrando los ojos comenzó a llorar, sintió miedo, sin embargo, el miedo
la sorprendió, su miedo tenía que ver con Sloan, no quería que pasara por
esa vergüenza, tal como la que una vez sintió ella.
El miedo la dominó lo único que esperaba era que Sloan no se enterara
de todo lo que sucedió, no quería que se enterara de todo lo que estaba
haciendo, todo esto era una humillación gigantesca y no quería verlo
sumido en tal aberración, no otra vez.
Duncan no dijo nada, Kirkpatrick lo dejó solo en la habitación, no le
habló durante toda la velada, luego que todos los invitados se retiraron, se
sentó en la sala junto a él.
—Así que esa es la mujer que amabas y te tiene en este estado.
—Ella es, mi amigo.
—Pero es casada y tiene un hijo.
—Ese niño es mío, soy el padre de ese pequeño.
—¿Cómo es eso posible? Explícame todo esto.
Kirkpatrick escuchó atento e incrédulo toda la historia que los rodeó
durante años, una historia que impresionaba por lo shakesperiano de todo lo
que ocurrió entre ellos, una novela trágica de amor y pasión desde el inicio
con sus padres hasta ellos, durante el relato su amigo que escuchaba
atentamente, no dejaba de llevar las manos a su rostro, impactado por todo
lo sucedido.
Sin embargo, no aprobó la relación clandestina de su amigo y socio, era
un engaño y no avalaría tal situación.
Duncan caminó de lado a lado toda la noche, pasaba sus manos por su
rostro, la preocupación estaba en su cabeza, no tenía la certeza de lo que
ocurriría ahora, ella se había visto descubierta, y quizás el miedo la alejaría
de su lado.
260
Macarena Moya Solis Catriona no pudo dormir esa noche, estaba
aterrada, solo deseaba que Sloan regresara a casa para así estar tranquila a
su lado y no estar disponible para Duncan ya que no encontraba la forma de
negarse a todo lo que le brindaba.
Dos días se escondió de Duncan, que buscaba y buscaba
incesantemente, fue en la cena que organizo Lady McGregor que la
encontró, fueron sentados juntos, él tocaba su pierna por debajo de la mesa,
acariciándola, no obstante, ella nerviosa la quitaba. Sentía que su expresión
era muy obvia.
—¿Por qué te has escondido de mí todos estos días? ¿Qué sucede?
Preguntaba impaciente, sin embargo, Catriona no respondió, trató de
permanecer indiferente, los McGregor eran grandes amigos de su esposo y
ponerse en evidencia delante de ellos era lo último que podía suceder.
Insistió e insistió en saber que sucedía, demandaba una pronta respuesta.
Cuando por fin pasaron al salón de baile pudo escaparse un momento.
Pronto el encontró el modo de atraerla hasta sus brazos. Bailó con
Catriona sosteniéndola fuertemente, sintiendo el dulce aroma de su cuello,
solo deseaba poder besarla. Muy cerca de su oído pronunció.
—¿Cuándo podremos estar juntos mi amor? ¿Cuándo podré sentir tu
cuerpo desnudo junto a al mío? Lo necesito, te extraño.
Al oír estar palabras sintió su cuerpo ser recorrido por un profundo y
largo escalofrío, sus palabras susurradas de manera erótica tan cerca la
dejaron muy nerviosa. Cuando logró zafarse de sus fuertes brazos, pidió su
carruaje para regresar a casa, estaba cansada, solo necesitaba dormir esa
noche para estar tranquila.
La señora Bunting estaba despierta esperando por ella. La ayudó a
peinar su cabello y sacar su vestido, hasta que al fin 261
El Acuerdo
pudo entrar en su cama. Cerraba sus ojos dejando atrás el miedo de ser
descubierta, su expresión fue muy obvia, lo sabía, cerró sus ojos para
dormir, extrañaba demasiado a su hijo, le hacía falta y a pesar de que no lo
admitiera, extrañaba enormemente la compañía de Sloan.
Su corazón casi de desbocó cuando sintió una mano en su boca que dijo
«soy yo, no grites» Abrió los ojos, no entendía que era lo que hacía en su
habitación, como logró entrar sin ser visto por los empleados, como tuvo el
coraje de ingresar en su cuarto y esperar todo el tiempo para acercarse hasta
su cama para esto.
—Dios mío, casi me matas del susto.
—Solo soy yo.
—¿Por qué estás aquí?, ¿cómo lograste entrar?
—Tus empleados dormían todos cuando llegué.
—No debiste, si Sloan se entera de todo esto, estoy perdida.
—Pero no importa eso, te irás conmigo — comentó poniendo en duda
sus palabras al ver la mirada de Catriona — ¿no es así? Mi amor.
—Duncan, no debiste venir… yo…
—¿Me amas? respóndeme — su mirada cambió, ya no fue más con
amor y cariño, se transformó en una mirada aireada, sentía rabia — ¡Vamos,
respóndeme!
—Por favor, guarda silencio, Duncan, claro, yo te amo, pero no puedes
venir hasta acá, no es correcto, no lo hagas otra vez, debes marcharte.
—No, no lo haré, no lo haré.
Acomodándose sobre ella, con sus manos la tomó desde su rostro para
poder besarla. Un beso húmedo, apasionado, desesperado, sentía que la
perdía otra vez y no podía con la presión de pasar por todo eso otra vez.
262
Macarena Moya Solis Aunque se resistió un buen momento a todas las
caricias brindadas por su amante apasionado y generoso, sucumbió al
placer, parte de ella lo amaba intensamente, la parte salvaje y joven, lo
necesitaba, pero la parte madre, esposa y mujer necesitaba estar junto a
Sloan, aunque se negaba a ello, se negaba profundamente a sentirse
enamorada y necesitada de la compañía de su esposo, todos estos días lejos
de su compañía la hicieron extrañarlo.
Pasó una noche llena de pasión y lujuria junto a Duncan, entregándose
por completo de manera brutal y apasionada, tomando cada parte de su
cuerpo y entregando cada parte del suyo.
Por la mañana abrió sus ojos y recordó lo que había sucedido, estaba
desnuda, no fue un sueño, todo fue real, estuvo en la cama que compartió
por diez años junto a su esposo con otro hombre.
Se levantó, tomó un baño y mandó a cambiar todo lo de la cama, no
deseaba sentir por la noche el olor del cuerpo de Duncan en la cama por la
noche haciéndola desear su compañía otra vez.
Ya se completarían tres semanas desde que Sloan y Beathan habían
partido, los extrañaba mucho, fue invitada a dos eventos más, pero declinó,
se quedó en casa. Esa mañana se dirigió hasta la confitería que tanto le
gustaba a su esposo e hijo y compró unos pasteles, sus favoritos, así podía
sentir al pequeño más cerca y tenía la idea de que ya regresarían y sería una
excelente idea esperarlos con esa deliciosa bienvenida.
Vio a Duncan en un restaurante junto a Kirkpatrick, pero no se acercó,
solo pasó por la vereda de enfrente, no podía acercarse, Kirkpatrick ya
seguro había sido informado de todo lo que sucedía entre ellos y no podía
estar más en evidencia.
263
El Acuerdo
Cuando entró en casa, vio maletas en la entrada, los empleados corrían
de un lado a otro. De pronto vio salir a Beathan de la biblioteca junto a
Sloan, el pequeño corrió hasta los brazos de su madre, estrechándola con
fuerza con sus pequeños brazos, Catriona lloró al verlo, lo extrañaba, lo
besó en la frente, con una mano sostenía los dulces que les había comprado
pre-sagiando su llegada, la señora Bunting los tomó y los llevó hasta la
cocina.
Cuando el pequeño al fin la soltó ella miró a Sloan que estaba de pie en
el umbral de la entrada a la biblioteca, con una sonrisa amplia, ella se
acercó hasta el abrazándolo con fuerza, gesto que lo sorprendió, sobre todo,
más aún cuando ella lo tomó de su rostro y empinándose con sus pies, llegó
hasta su boca besándolo suavemente, luego con gran pasión. Gesto que a su
pequeño hijo hizo sonreír feliz.
Sloan la estrechó en sus brazos con fuerza estrechándola a su cuerpo, la
acarició y luego la besó suavemente en los labios.
—Mamá, te tenemos una sorpresa — comentó con una gran sonrisa.
—¿Sí? ¿Qué cosa? — preguntó muy emocionada.
—Espera, ya te mostraré, tú jovencito, no arruines la sorpresa…—
intervino Sloan dándole una sonrisa cómplice a su hijo, tomando de la mano
a Catriona la llevó hacia la escalera.
—Ve con la señora Bunting querido te traje los dulces que te gustan.
La condujo hasta su habitación, entró y cerró la puerta, había una caja
sobre la cama, él con un gesto de su boca le indicó que lo abriese, al abrirlo
vio en ella la diadema de su madre y las otras joyas que perdió cuando fue
asaltada en Jedburgh ya hace diez años, ella con lágrimas en sus ojos los
miró, no podía creer lo que veía.
264
Macarena Moya Solis
—¿Es la de mi madre? — preguntó algo incrédula.
—Lo es, cuando me contaste que te las robaron las encar-gué,
aparecieron muchas falsas y muchas imitadas, hasta que un revendedor en
Edimburgo la compró y me las envió, sé que las joyas no son lo tuyo, sin
embargo, esta era de tu madre y era importante para ti, y la sortija de
nuestra boda.
—Es maravilloso — con sus ojos llenos de lágrimas de felicidad —
eres… yo… muchas gracias, querido — se acercó hasta el besándolo y
sintiéndose más culpable por todo lo que hizo durante toda su ausencia.
Levantó su mirada hacia su esposo, con los ojos inundados en lágrimas
de felicidad, se abrazó con fuerza, no deseaba soltarlo, solo quería sentirlo,
puso el seguro en la puerta, le sacó su chaqueta, tocándolo de manera muy
sensual, ella se alejó de él, se giró para que soltara su vestido, lo hizo
lentamente, disfrutando el momento, besó su cuello, luego sus hombros,
dejó caer el vestido al suelo, la giró hacia el otra vez, tomándola por la
cintura la levantó para poder besarla.
Caminó con ella en brazos para luego dejarla caer sobre la cama, sentía
que su cuerpo explotaría de tanta pasión, ella lo deseaba, ella había tomado
la iniciativa, ella lo besaba y lo deseaba, estaba feliz y deseoso de tomar el
cuerpo perfecto de su mujer, ¡Dios, como la amaba y deseaba! Lo hacía tan
feliz, desató los hilos de su enagua, dejándola rápidamente libre de todo lo
que cubría su cuerpo, probando el sabor de sus pechos, besando el valle de
su vientre, acariciando con suavidad los firmes y suaves muslos, la tenía
para él, deseosa, expectante, solo debía tomarla.
Se tomaba su tiempo, deseaba aprovechar cada instante, hace mucho
que esto no se daba entre ellos, a pesar de seguir amándola con locura, ya
no era lo mismo, pero no por su parte, sino por ella que cada vez estaba más
lejos. Acariciaba su ros-265
El Acuerdo
tro, ella besaba su mano, arqueaba a su cuerpo, deseosa de él, le desató
su pantalón y lo ayudó a quitarlo, mirándolo siempre, nunca perdieron el
contacto visual, él se desprendió de todas sus ropas, quedando listo para
tomar el cuerpo de su amada esposa.
Esa tarde la amó apasionadamente, entregándose de manera
avasalladora, imponente, seductora. En cada embestida que propinaba al
cuerpo de su mujer entregaba todo su amor y toda su pasión, todo el deseo
que lo invadía cada vez que ella estaba cerca, cada vez que lo rosaba, lo
seducía.
Se quedaron juntos toda la tarde en su habitación, tratando de recuperar
el tiempo que estuvieron separados. Amándose y sintiéndose como hace
mucho que no lo hacían.
266
Macarena Moya Solis 17
Esa noche bajaron a cenar, su hijo los esperaba y su rostro reflejaba la
felicidad de ver a sus padres juntos, acaricián-dose, como nunca antes los
había visto, era un niño feliz. Sloan cenó tomado de la mano de su mujer,
besándola en cada tanto.
Al día siguiente, Sloan tomó su rutina fue hasta la naviera para hacer un
control, y luego realizó otras labores, Beathan estaba en clases de esgrima,
Catriona leía en la sala, cuando Franklin, llamó su atención. Le pidió un
momento para conversar con ella. Estaba muy serio, la miraba a los ojos.
Catriona dejó sus cosas a un lado y le pidió que se sentara, él cerró la
puerta. Su mirada demostraba preocupación y desilusión.
—Mi lady, hemos compartido mucho tiempo, nos hemos ayudado en
circunstancias, sin embargo, ahora lo que me trae hasta usted es un tema
muy serio.
—¿Qué sucede Franklin?, ¿le pasó algo a Sloan? — preguntó muy
preocupada.
—No, aún no, cuando el señor viajó hasta Yorkshire.
—¿No viajaste con él? — inquirió.
—No, me quedé, le dije que necesitaba tiempo para resolver 267
El Acuerdo
unos asuntos.
—¿Qué asuntos? — preguntó muy nerviosa.
—Mi lord, es un gran hombre, la ama como nunca antes amó a una
mujer. Sí, una vez se equivocó, sin embargo, ha demostrado que la ama.
—¿Qué es lo que quieres decir?
—Se lo que sucedió, la vi en cada movimiento, solo quiero que sepa
que, no tengo nada contra usted, mi único interés es que la vida de usted y
mi lord sea la mejor, sin embargo, no podemos seguir haciendo esto, no
puede.
—¿Cómo se atrevió a hacer esto? ¿Cómo fue capaz de seguirme?
—Debe dejar de una vez de hacer todo esto, si quiere irse con el escocés
hágalo, pero deje al conde vivir en paz.
—No tienes derecho a entrometerte en mi vida, como fuiste capaz de
seguirme, de extorsionarme con esto ahora.
—No la extorsiono mi lady, solo le pido que no le haga otra vez lo
mismo a mi lord, esta vez no podrá soportarlo.
—Déjame sola, ahora.
—Por supuesto, mi lady.
El mundo se vino sobre sus hombros, sus piernas no le res-pondían,
trató de ponerse de pie y no le fue posible, comenzó a llorar, el miedo la
consumió, ¿cómo fue capaz de espiarla?
¿Cómo pudo ser tan tonta que no se dio cuenta de que estaba siendo
vigilada? No podía salir del salón, un terror inmenso se apoderó de todo su
cuerpo.
De pronto sintió la puerta y vio que Sloan entraba, cuando la vio
llorando dentro del salón, se acercó hasta ella sosteniéndola en sus brazos,
Catriona lloraba desconsolada apoyada en su pecho, Sloan estaba muy
preocupado, la miró a los ojos, aca-268
Macarena Moya Solis riciando su rostro. Preguntaba y preguntaba que
sucedía, pero no escuchó respuesta, ella le pidió que la dejara un momento
y que pronto hablaría con él, no era capaz de enfrentar la verdad de todo lo
que sucedía, estaba atrapada entre dos amores.
Sloan salió y la dejó un momento, aunque no quería hacerlo.
Se encontró con Franklin, sin embargo, este no dijo nada, solo que ella
había estado en ese lugar durante mucho y que no dijo nada. Estaba muy
extrañado, los ojos de su mujer reflejaban miedo, un miedo profundo.
Volvió a entrar en la sala, ella miraba por la ventana. Sloan la abrazó por
detrás, besando su cuello, Catriona cerró los ojos sintiendo la caricia de su
esposo.
—Te amo, Sloan… te amo, he sido tan tonta…
—Cariño, ¿qué sucede? ¿Por qué estás así?, dime ¿qué es lo que sucede
contigo? Por favor.
—En algún… yo solo…
—Vamos, dime, soy tu esposo, debes confiar en mí — le dijo girándola
para mirarla a los ojos con mucha honestidad.
—No puedo, no puedo, solo voy a la habitación, yo quiero estar un
momento a solas.
—¿Qué es lo que te tiene así? Estás atemorizada ¿sucedió algo?,
¿alguien te amenazó?, ¿alguien te hizo algo querida?
—Solo voy a la habitación, discúlpame.
—Me quedaré aquí, contigo, vamos te acompaño.
— ¿No tienes que salir?
—Sí, pero me quedaré contigo. Vamos amor, le pediré a la señora
Bunting que te prepare un té, vamos.
—Está bien.
Duncan necesitaba mucho conversar con Catriona, sobre 269
El Acuerdo
todo lo que sucedía, pero cuando vio el carruaje de Sloan fuera de la
casa, no se acercó más. Necesitaba saber que sucedería con ellos ahora, su
intención era llevársela con él, lejos de todo, comenzar una vida junto a
Catriona, recuperando todo el tiempo que el destino les robó, pero no estaba
al tanto de todo lo que sucedía, no sabía que la duda y el temor se había
apoderado de su amada, al estar lejos de su esposo, lo había extrañado, se
presentó la necesidad de tenerlo cerca.
Escribió una nota para ella, envió a su casa a un niño que la entregó en
manos de la señora Bunting, en el momento que la recibió supo que algo
sucedía. Cuando se la entregó a Catriona, ella cambió, se puso nerviosa,
Sloan estaba en la biblioteca, abrió el papel con dificultad, sus manos no
paraban de temblar, comenzó a leer.
“Mi querida Catriona, sé que tu esposo regresó a casa, esto limita
nuestros encuentros, te amo y esperaré por ti lo que sea necesario, por favor,
trae a nuestro hijo, preciso conocerlo y poder abrazarlo, él es fruto de
nuestro amor, no te dejaré, lo prometo.
Toma una pronta decisión, mi corazón no puede más con la angustia,
por siempre tuyo… Duncan.”
—¿Qué lees? ¿Querida, qué lees? — la voz de Sloan la horrorizó.
Catriona sintió que el mundo se venía a sus pies, no quiso mirarlo, solo
dobló la nota y la apretó en su manos, no podía girar para mirarlo, la culpa
y la vergüenza se apoderaron de su ser, como fue capaz de hace todo esto,
no podía pensar más en todo lo que hizo desafiando el amor que Sloan, a
pesar de que una vez la dejó, ella lo amaba, como deshacer lo que hizo, no
tenía salida, dejó el salón rápidamente y se encerró en su habitación, no
atendió a los llamados de su esposo que nervioso preguntaba que sucedía,
que nota era esa que la puso tan nerviosa.
Sloan se dirigió a la señora Bunting ella siempre estaba para 270
Macarena Moya Solis acompañarla, sabría que decirle, siempre sabía
que le sucedía, encontraba la forma de consolarla.
—Mi querida ¿qué es lo que sucede? — acarició su rostro con
delicadeza — tu esposo esta como loco, nervioso, ¿me dirás que decía la
nota?
—Señora Bunting, Duncan quiere conocer a Beathan, quiere saber
cuándo iré con él.
—¿Qué es lo que has hecho? ¿por qué no dejaste todo como estaba?
—No lo sé, cuando lo vi… cuando vi a Duncan sentí todo otra vez, pero
no… estoy… Además, está… Franklin lo sabe todo, al parecer nunca fue
con Sloan a Yorkshire, me vigiló…
ahora él — su voz se ahogó en un llanto bajo y doloroso no podía
continuar el miedo se apoderó de su ser, cayó sobre sus rodillas.
—Mi niña, que fue lo que Franklin te hizo.
La señora Bunting se arrodilló a su lado sosteniéndola en sus brazos,
besó su cabeza meciéndola, susurrando que todo saldría bien, Catriona se
vio atrapada en un laberinto que ella construyó, sintiéndose ahogada. Solo
quería poder escapar de ese lugar y poder respirar tranquila. Del otro lado
de la puerta, Sloan escuchaba todo atento y calmado, quien no daba crédito
a todo lo que ella relataba. Apoyó su cabeza suavemente sobre la puerta, no
quería que lo sintieran que escuchaba.
Sus piernas se debilitaban lentamente fue deslizándose hasta que cayó
de rodillas al piso, miró para todos lados, después respirar profundamente y
recuperar su orgullo varonil, pensó en lo que haría, a pesar de escuchar de la
propia voz de su mujer el engaño, no dejaría que se fuera, ella decía que lo
amaba y estaba temerosa de perderlo, estaba atrapada en un callejón sin
salida, él no lo haría más difícil, sin embargo, no dejaría nada de lo que
sucedió tal cual, no permitiría que aquel hombre que 271
El Acuerdo
lo destruyó en una ocasión, lo hiciese otra vez, no dejaría que la
arrebatase de su lado, se puso de pie y salió de casa, mientras Catriona aun
relataba todo lo que vivió junto a Duncan, y las amenazan sutiles dadas por
Franklin.
Se sentía atrapada, sin ninguna salida. Solo podía pensar en Sloan, no
podía perderlo, lo amaba, su cuerpo, su mente, su ser le decía que así era,
que no toleraría la vida sino era junto a él, se había equivocado tanto y no
podía borrar nada de lo que hizo, tenía mucho miedo de perder a su esposo,
recorrieron un largo camino juntos, ahora con madurez, sabía que lo amaba
y que todo lo otro solo fue una gran estupidez.
Después de caminar por varias cuadras Sloan se detuvo, no fue capaz de
ir tras Duncan y exponerla de esa manera, sería exponerla ante todos,
marcada por toda la sociedad, no podía hacerle esto, todo lo que ocurrió
tendrá que ser tratado en la intimidad de su hogar, ya le había fallado una
vez en el pasado, no lo haría otra, la amaba demasiado.
Caminó de regreso sin saber dónde ir, pasó por una taberna del tipo que
frecuentaba antes, las mujeres se acercaron a él, pero las rechazó, solo pidió
whiskey para beber y se sentó, ahogando en el licor todo el miedo que lo
envolvió.
Beathan llegó a casa y vio a su madre que aún lloraba en la habitación,
se asustó nunca antes la vio así, pero la niñera lo llevó hasta su cuarto para
distraerlo un momento, Catriona bajó hasta la sala, buscando a Sloan, pero
no lo vio, preguntó a todos por él, pero nadie dijo nada, tenía en su mano
una carta para Duncan, salió para llevarla, la dejaría en la casa de
Kirkpatrick, miraba la carta no lograba entender porque escribió todo eso,
algo en ella la llevó a hacer todo eso, solo se recriminaba por actuar así,
pensando que si él leía todo eso, quizás desistiría de estar cerca, al menos
por un tiempo, el suficiente para recuperar a su familia e irse lejos de ahí.
272
Macarena Moya Solis
“Querido Duncan.
Sé que no me he comportado como lo esperabas, pero la situación no es
la misma que antes, mi hijo cree que su padre es Sloan y no puedo sacarlo
de su vida tan fácil, es un niño muy sensible, mis sentimientos por ti no han
cambiado, sin embargo, necesito que vuelvas hasta Jedburgh y esperes por
mí, no es bueno que nos vean aquí, por favor, encontraré el mejor momento
para ir a tu lado, sé que es mucho, no obstante, si en el camino encuentras
una mujer que te haga feliz no te lo reprocharé, te amo y quiero tu felicidad,
espera por mí, yo iré en cuanto tenga la certeza de que esto no afectará a
nuestro Beathan… te amo… Catriona”
Después de escribirla, pensó que era lo mejor, hacerlo regresar y estar
tranquila, luego podría encontrar las palabras para decir que todo terminó.
Solo tenía que dejar pasar un tiempo y esperar. Dejó la carta en un sobre
sellado en las manos del mayordomo y regresó a casa, vio que Sloan venía
entrando, muy borracho, Franklin lo ayudaba a bajar del carruaje.
Catriona corrió hasta su lado, pero Franklin no la dejó acercarse y le
pidió que entrara. Actitud que molestó a Sloan, se soltó de su gran
compañero y tomó del brazo a su mujer para entrar junto a ella, una vez
dentro de la casa. Se dirigió a su gran colaborador, con una furia tal, que
Catriona no entendía.
—¡No vuelvas a hablarle así a mi mujer!, no vueltas a tra-tarla de esta
manera.
—Solo quería que nadie lo viese afuera así, mi lord.
—Sé lo que tramas, lo sé — dijo apuntándolo con el dedo, de manera
inquisidora.
—Sloan, mi amor, vamos al cuarto, vamos, no estás bien.
—Te amo, no me dejes, te amo — su voz sonaba a suplica, con sus
manos la tomó por el rosto.
—No lo haré, yo te amo también y no quiero estar lejos de ti, no temas
nada, estoy aquí y lo estaré siempre.
273
El Acuerdo
—Lo ves… lo ves Franklin…— se acercó al oído de su fiel servidor, su
tono de voz era enredado por su embriaguez — mi mujer… me ama no es
nada de lo que tú dices… y no quiero saber… que la amenazas… u olvidaré
quién eres…
—¿Mi lord?
—Está claro — dijo con voz autoritaria.
—Sí, mi lord.
Catriona subió con Sloan hasta la habitación, le preparó la tina con agua
tibia para darle un baño, se introdujo con él en esta, lo rodeó con sus piernas
y lo hizo apoyar su espalda en su pecho. Lo acariciaba con una mano por su
brazo, mientras le pasaba la esponja por su pecho con la otra. Sloan
mantenía sus ojos cerrados, sintiendo las caricias de su mujer.
Ella besó su mejilla con dulzura. Ambos sentían la calidez de sus
cuerpos, se acariciaban sin cesar, disfrutando del cuerpo del otro, tratando
de dejar todo atrás, aunque nada de esto sería fácil de solucionar, nada
quedaría atrás tan pronto, el engaño fue monstruoso, existió, aunque lo
tratara de borrar, un nuevo encuentro con Duncan destruiría la vida de
Sloan, quien no sería capaz de sobrellevar que su mujer volviese a estar con
el hombre que él creía la arrebató de su lado una vez, el hombre que le dio
un hijo, hijo que nunca pudo darle, aunque amaba a ese pequeño como
propio, sabía que no era suyo, aunque si su sangre, pero no suyo, eso lo
destruía cada día, no ser capaz de ser un hombre y engendrar un hijo con su
mujer. Sloan sentía temor de preguntar, de exigir repuestas, algo había
sucedido y quería, necesitaba saberlo todo.
—Vámonos lejos, vamos a la casa de Yorkshire. — pidió Catriona con
voz suave.
—¿Deseas huir?
—No, solo quiero dejar todo esto atrás, volvamos a la casa 274
Macarena Moya Solis de Yorkshire.
—¿Es lo que realmente deseas?
—Sí…
—Sentir tu cuerpo cerca del mío es una dicha que no dejo de apreciar,
es algo maravilloso.
—Lamento todo lo que ha sucedido.
—¿Qué ha sucedido?
—Yo… solo tomé un camino diferente un tiempo, pero luego… estoy
aquí ahora y seguiré estándolo.
—Sé lo que sucedió, pero no quiero hablar más de este tema, necesito
saber solo una cosa — dijo girándose en la tina y mirándola a los ojos —
Durante este tiempo, que no estuve… ¿tú y él?
—Dijiste que no querías hablar más.
—¿Tú y él?… Sientes algo también por él.
—Sloan, me equivoqué, pero ya no más, por favor.
—Debo salir, no puedo estar aquí contigo.
—¡No! Sloan.
Se puso su ropa y salió de la habitación, seguido por Catriona que
alcanzó a colocar su bata, bajó rápidamente la escala tras Sloan que estaba
como desorientado por todo lo que sucedió, la miró con rabia, pero luego de
respirar profundo se dirigió a ella.
—Solo necesito salir un momento, sé que te acostaste con ese hombre,
sé que lo hiciste mientras no estuve, mantuviste encuentros con él en
muchas ocasiones, encuentros públicos, encuentros clandestinos, sin
embargo, ahora estás aquí, y no sé si puedo estar junto a ti.
Catriona quedó en blanco, no supo que contestar, Sloan la 275
El Acuerdo
miró detenidamente, avanzó para salir y luego regresó. Catriona tenía su
cabeza gacha, la vergüenza de sus actos y la culpa no la dejaban caminar
erguida. Él respiró profundo, con su dedo índice levantó su rostro del
mentón.
—No te sientas avergonzada, debes afrontar tus elecciones con
madures, aunque esas elecciones te hayan llevado a esta situación, tú las
elegiste, yo te amo, a pesar de todo lo que hiciste, en otro tiempo yo nunca
hubiese estado junto a ti, no obstante, te conocí y lograste hacer conmigo lo
que nunca nadie pudo, ahora es irreversible, no puedo evitar amarte… a
pesar de todo eso, necesito pensar… y hablaré con él…
Catriona sintió miedo si hablaban sería su fin, nunca en-tendería que la
carta la escribió para alejarlo y poder iniciar su vida, creería que lo dejaría y
no podía permitirlo, no lograba visualizar su vida sin Sloan.
—No, por favor, no lo hagas — suplicó, pero él salió de casa.
Volvió a su cuarto, para colocar su ropa, necesitaba ir tras él, detenerlo,
impedir cualquier contacto con Duncan, no podía permitirlo.
—Mi niña, ¿qué sucede?
—Debo ir tras él, hablará con Duncan, no puede.
—No salgas así, estas muy nerviosa.
—Necesito detenerlo, señora Bunting, lo amo, amo a mi esposo, fui tan
estúpida, no puedo permitir que hable con Duncan, no puedo perderlo.
—Ve tranquila, no corras, toma, no olvides tu chal.
Sloan llegó hasta la casa de Kirkpatrick, miró la puerta, dijo que no
haría un escándalo solo quería dejar en claro que ella le pertenecía, decirle
que sucediera lo que sucediera ella le pertenecía, se decidió golpeó la
puerta, el mayordomo lo atendió lo 276
Macarena Moya Solis hizo pasar hasta la sala. Donde fue atendido por
Kirkpatrick, quien ya suponía a que se debía la visita, Duncan leyó
temprano la carta de Catriona y estaba preocupado pero feliz, creía que ella
encontraría el momento adecuado para estar junto él, organizó todo para
viajar.
Kirkpatrick habló con Sloan, de otros temas, pero no tocaron el
concerniente a Duncan solo preguntó si él estaba en casa, y la respuesta fue
categórica y alentadora.
—Mi socio regresó a Edimburgo, luego se dirigiría a Jedburgh debemos
atender unos temas allá y no regresará.
Eso lo tranquilizó, sabía ahora que no corría peligro en su matrimonio si
el principal opositor a su felicidad ya no estaba presente, después de hablar
un momento con Kirkpatrick regresó a su casa.
Cuando Sloan regresó a casa, le pidió a la señora Bunting que fuese por
Catriona. Ella solo dijo que salió tras él y que aún no regresaba.
—¿Cómo que aún no regresa?
La señora Bunting nerviosa le aclaró que Catriona, estaba muy
preocupada por todo lo que sucedía y que fue tras él, para evitar un
problema mayor.
—Mi lord, mi niña estaba asustada, solo dijo que no podía perderlo, que
lo amaba — Sloan llevó sus manos a la cabeza mirándola a los ojos
preguntó.
—¿A quién se refería mi esposa, señora Bunting?
—A usted mi lord —ella sonrió con dulzura— solo quería llegar a usted
para decirle que lo ama y que no puede vivir más sin usted.
Sloan sonrió, estaba feliz. Fue hasta la habitación de su hijo para
abrazarlo, él dormía la siesta, así que se quedó observándolo un momento.
277
El Acuerdo
Luego de un tiempo golpearon la puerta, su corazón se aceleró,
«Catriona regresó» pensó, cuando abrió vio de pie a Franklin y la señora
Bunting que le pidieron que bajara. No entendía que sucedía, al llegar abajo
vio que estaba en el hall el jefe de la policía, sostenía su gorra en las manos
y estaba acompañado de otro hombre.
—Conde, mi lord, lamento que no sean buenas las noticias que traigo
para usted.
—¿Qué sucede? — miraba sin entender que sucedía.
—Hubo un accidente, lamento informarle que la condesa fue arrollada
por un carruaje, el animal se asustó y salió desbocado, ella no alcanzó a
reaccionar y fue embestida por el animal y el carruaje, no sobrevivió mi
Lord.
Mirándolos sonrió incrédulo, pero luego su rostro cambió, esto no podía
estar sucediendo.
—¿Qué es lo que dice? Usted está equivocado ¡Cómo puede ser tan
estúpido y venir a inventar que mi mujer fue arrollada por un carruaje!
Su rostro se desfiguró en miedo y dolor, solo deseaba creer que ellos se
habían equivocado. Que Catriona entraría por la puerta en cualquier
momento.
—Lo siento mi lord, es una noticia que no quisiera darle, pero…
—No, no ¡No! Está equivocado, mi Catriona no fue…
—Esto ¿le pertenece a su esposa? — Estiró su mano tomando un chal
femenino con manchas de sangre.
—Dios mío, es el chal que le pasé antes de salir, mi lord
— mencionó la señora Bunting estallando en llanto.
—No, Dios mío, no, ¿por qué ella? ¡Por qué la dejó salir!
— exigió saber mirando a la señora Bunting exigiendo una 278
Macarena Moya Solis respuesta compensatoria — mi esposa, por qué
salió tras de mí… no, esto no puede estar sucediendo.
Franklin se acercó a Sloan y lo abrazó con fuerza, pero este se soltó de
sus brazos y entró en la biblioteca, Franklin despidió al jefe de policía y fue
tras Sloan. Quien rompía todo a su paso, destruyó cuanto jarrón, florero,
adorno, vasos todo lo que estuviese en su paso fue lanzado, cayó de rodillas
al suelo tratando de entender que fue lo que sucedió, recriminándose el salir
de casa por una explicación, cuando pudo quedarse junto a ella y amarla
como lo había deseado, se culpaba, porque su orgullo de demostrar que él
era el dueño de su mujer le ganó y por ese estúpido orgullo la perdió, ella
fue tras él para de-mostrarle que lo amaba y que no quería verlo humillado
frente a ese hombre, ¿por qué fue? ¿Por qué? Se repetía a viva voz, solo
deseaba morir en ese momento, porque no podría volver a sentir su risa, su
voz, su dulce arona, sus besos, como le haría ahora para poder sobrellevar
su vida. No podía pensar siquiera en vivir un día sin ella, no lograba por
ningún motivo concebir la vida sin Catriona.
La tristeza se apoderó de su cuerpo, lo consumió, fue avasalladora,
penetró en todo su ser y sucumbió ante el dolor, sobre sus rodillas llorando
como un niño al que se le ha quitado su bien más preciado. Nada lograría
sacar el dolor de su corazón, nada podía ya quitar el dolor punzante y
desgarrador de su pecho.
279
Macarena Moya Solis Epílogo
El día no fue mejor que la noche, el dolor de cabeza lo mataba, su
pequeño hijo lloraba en su habitación abrazado de su niñera, quien no
encontraba como consolarlo, no encontraba las palabras, no sabía que decir.
El cuerpo de su mujer yacía frente a él, en un ataúd frío, su ojo derecho
tenía un hematoma producto del golpe que recibió, sus manos estaban
arañadas, las acarició con cuidado, la sostuvo un momento entre sus brazos,
estaba fría, no tenía su olor, no sentía su aliento dulce a miel, no lograba
sentir la tibieza de su cuerpo, acarició sus dorados cabellos y volvió a
derramar lágrimas de dolor, nunca más la tendría para él, nunca más la
contemplaría dormir apacible a su lado.
La dejó otra vez en el ataúd frío que la albergaba, su hogar para toda la
eternidad, un lugar donde no podía acompañarla, aunque lo deseaba con
todo su corazón, le dio un suave beso en su frente y dejó la habitación.
La tía Isabella llegó, estaba demacrada, lucía desesperada, cuando vio a
Sloan se le llenaron los ojos de lágrimas, lo abrazó con fuerza. El Marqués
estrechó la mano de Sloan, con sus ojos rojos por el dolor que provocó la
muerte de su querida sobrina. Beathan bajó la escala al ver a su tía y se
abrazó con fuerza de ella, soltando otra vez todo su dolor.
281
El Acuerdo
La casa por dos días estuvo repleta de visitas, todos los más cercanos
para dar sus condolencias. Sloan estaba cansado de ver a las personas que
demostraban el dolor y sentían lástima por él, era un viudo. Cuando se hizo
presente su madre, salió de casa, no quería ver su rostro, no quería verla
cerca de su mujer, nunca la aceptó, nunca la quiso.
Cuando regresó de noche, entró en la sala, ella yacía inmóvil en su
ataúd, no quería verla más en ese estado, mandó por Franklin para que
organizara todo para partir, a la mañana siguiente, la llevaría donde ella
quería pasar el resto de su vida con él, la regresaría a casa. Donde Catriona
pertenecía.
Kirkpatrick, mandó por un mensajero para comunicar lo que había
sucedido a Duncan, antes de llegar a Edimburgo, hacía una parada, en una
estancia, en ese lugar su mensajero le dio alcance, cuando este entregó la
nota a Duncan, tomó la hoja y la leyó poco a poco fue cayendo hasta que se
sentó sobre el sofá detrás suyo, su cara de perplejidad fue grande, primero
pensó que lo engañaban para alejarlo de su lado, pero el mensajero fue
claro, contó todo como sucedió, pálido y acongojado por el dolor que todos
tenían en Londres.
Duncan, pidió su carruaje y emprendió su regreso a Londres necesitaba
verla, ella no estaba muerta, seguro era una treta de Sloan para alejarlo de
su lado, solo pensaba en llegar y tenerla en sus brazos para besarla y
amarla.
Muy temprano Sloan emprendió el regreso hasta Yorkshire, con su
mujer, la señora Bunting, Franklin, su hijo, sus tíos y los McGregor fueron
junto a él
Sepultó a su mujer cerca de la pradera, cerca del lugar que le gustaba
caminar, mirando el horizonte. Después de que todos fueron hasta la casa, él
se quedó de pie, mirando la lápida con el nombre de su amada, y la
inscripción que mando colocar.
282
Macarena Moya Solis
«Dime, por favor, dónde pueda caminar sin ver tus huellas, dónde puedo
correr sin recordarte, dónde descansar con mi tristeza» Cerraba sus ojos
recordando cuando la vio por primera vez luchando por zafarse de esos
hombres, su mirada fuerte, valiente, las lágrimas corrían por sus ojos, pasó
su mano por su cara, limpiando su dolor, miró hacia el cielo sintiéndose
miserable y vacío.
No sabía que sucedería ahora, como seguiría su vida, como continuar el
día a día, sin Catriona.
Cuando entró en casa, todos estaban con rostro de preocupación, las
personas se hicieron a un lado para dejar ante sus ojos de pie junto a la
ventana a Duncan con una cara de dolor, empuñó sus manos y dio unos
pasos, sintió deseos de ir por él para golpearlo, no obstante, se contuvo.
Dándole una mirada totalmente indiferente lo hizo pasar a la biblioteca.
—¿Qué buscas aquí? Este es un momento de dolor para mi familia.
—Para mí también lo es, recuerda que yo también la amaba.
—Este no es el momento para esto.
—Solo quiero ver su tumba, estar con ella.
—No puedes, era mi mujer, era mi esposa y no permitiré nada de esto.
—Por favor, deja despedirme de ella, no molestaré.
Sloan suspiró abatido, no quería problemas delante de su hijo y sus
invitados, él tambien la había amado, y le permitiría despedirse.
—Te llevaré hasta allá, sin embargo, luego te irás, no quiero verte más
cerca de mi casa.
283
El Acuerdo
—Gracias, así será.
Caminó junto a él, sin hablar. Cuando se acercaron lo dejó avanzar para
que estuviese solo en la tumba. Duncan se arrodilló mirando la lápida que
tenía grabado el nombre de la mujer que amó, el único amor de su vida,
sostuvo la carta en sus manos, sonriendo con dulzura, prometió amarla por
siempre, nunca olvidar lo maravilloso del tiempo juntos, cada vez que
hicieron el amor sería cobijado en el corazón.
—Iré hasta Jedburgh como me lo pediste y cada día esperaré por ti,
como lo prometí, te amo, mi amor.
Una voz de niño lo sacó de su tristeza, se puso de pie y al girar vio a su
hijo tomado de la mano de Sloan, un pequeño muy parecido a él, pero con
la mirada de su madre, fue como si ella lo mirara a través de sus ojos,
sonrió con ternura al verlo, ella prometió que lo conocería y ahora a partir
de su muerte ellos se reunían.
—¿Cómo estás, Beathan? — saludó con los ojos con lágrimas por la
emoción de conocerlo al fin.
Su pequeño hijo, que creyó no nacido, estaba de pie, mirándolo
extrañado, tomado de la mano de él hombre que le arrebató la mujer que
amó y le negó la posibilidad de ser padre. Solo deseaba decirle quien era.
—¿Me conoce? Yo no lo conozco — preguntó extrañado el pequeño
mirando a Duncan.
—Conocí a tu madre — respondió entrando en calma, para así no
estropear el momento.
—¿Es su amigo papá? — preguntó mirando a Sloan con mucho interés.
—No hijo, no es un amigo.
—Claro, ya debo retirarme, gracias por permitir que…
284
Macarena Moya Solis
—No tienes que decirlo, adiós.
—Yo nunca quise que…
—No delante de mi hijo, ella era mi esposa, no lo olvides.
—Sí.
No quiso mencionar la carta, no quiso decirle que ella le pidió que
esperara, no era el momento, lo mejor era dejar todo como estaba, al igual
que Sloan, no dijo nada, eso lo guarda-ban para sí. Ambos mantenían en
secreto la vida compartida con ella, ambos sabían que ella los prefirió, que
ella los amaba, pero solo uno tenía la vedad, y para ambos era una certeza
que ella los amaba.
Sin embargo, solo Sloan tenía la verdad, Catriona fue tras él, no quería
perderlo, aunque no lo mencionaría, no era el momento, eso lo reservaba
para él, parte de su intimidad con su mujer, algo que solo le pertenecía a él.
Sloan subió a su habitación tarde por la noche, no quería dormir, pero
necesitaba descansar, desde la noticia de la muerte de Catriona que no
dormía, se sentó en la cama, solo tenía en sus pensamientos a su mujer, no
podía, no lograba pensar como sería su vida ahora. No podía.
Recordaba todo lo vivido juntos, su unión a base de un acuerdo que se
volvió amor, profundo, a veces despiadado, pero nunca ni por un segundo
dejó de amarla. Catriona fue el amor de su vida, un amor insuperable, un
lugar que nunca nadie podría ocupar, solo deseaba la oportunidad de volver
a tenerla entre sus brazos.
Cerró sus ojos, cayendo en un profundo sueño, donde se encontró con
ella, lo esperaba en el campo, cerca del arroyo, le tendió la mano, sonrió
con dulzura, él solo aprovechó lo que su mente le proporcionaba para tener
una oportunidad junto a ella, la estrechó en sus brazos y la besó en los
labios.
285
El Acuerdo
—Te amo, te amo mi amor, no me dejes, no lo hagas —
fueron sus suplicas.
—Te amo, Sloan, nunca dejé de hacerlo, solo equivoqué mi camino,
pero necesito que sigas con tu vida, por Beathan, te necesita para seguir
adelante, eres su padre, vive por favor, sigue con tu vida, me amaste, pero
necesitas continuar, te amo.
— Catriona le sonrió con amor.
Por la mañana todos ya se habían marchado, debían continuar sus vidas.
Sloan y su hijo estaban sentados a la orilla del arroyo, él acarició la cabeza
del pequeño, desordenándole el cabello, el niño sonrió.
—La extraño mucho — confesó el pequeño con voz solloza.
—Yo también la extraño amigo, sin embargo, saldremos a adelante, ya
lo verás.
—Hábleme de ella, por favor, papá.
—Aquí en este mismo lugar la conocí, tres hombres la ata-caban, pero
tu madre casi no necesitó de mi ayuda para desha-cerse de ellos, los golpeó
duro.
—¿Verdad?
—Sí, solo la tomé en brazos para llevarla a su casa, y sabes… — el
recuerdo lo conmovió y necesito un momento para continuar — Los nuevos
dueños de Lowell Hall tienen una hija, así de tu edad.
—¡Papá! No me gustan las niñas, son lloronas, además no juegan a nada
entretenido.
—Quizás es como tu madre y tienes que cuidarte de ella.
—Aún no, dijo mamá que soy muy pequeño para pensar en niñas.
—¿Cuándo lo dijo?
—Hace un tiempo, cuando la hija de una de las amigas de 286
Macarena Moya Solís la tía Isabella se sentaba a mi lado.
—Mira tú, eres todo un conquistador.
—¿La extraña aún? A mamá
—Siempre la voy a extrañar, la amo.
—Yo también.
Fin
287