La Biblioteca de Cervantes. Una Reconstrucción - Daniel Eisenberg
La Biblioteca de Cervantes. Una Reconstrucción - Daniel Eisenberg
La Biblioteca de Cervantes. Una Reconstrucción - Daniel Eisenberg
Daniel Eisenberg
Excelsior College
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Abreviaturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . È 3 È
Catálogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . È 53 È
È 2 È
Abreviaturas
È 3 È
Miguel de Cervantes Saavedra. Reseña documentada de
su vida, Londres: H. Milford, 1917.
È 4 È
Rodríguez Marín = Francisco Rodríguez Marín, Nuevos
documentos cervantinos. Madrid, 1914. Las páginas
refieren a la reimpresión en su Estudios cervantinos,
Madrid: Atlas, 1947.
È 5 È
obras completas que incluye la relación detallada de las
enmiendas de los editores, y numeración de las líneas. Para
Don Quijote y Persiles, damos parte o libro y capítulo; para
las otras obras, en cursiva, tomo, página y línea.
È 6 È
La existencia de una biblioteca cervantina:
el mito de la pobreza de Cervantes
1
Don Quijote, III, 321, 16–17: II, 25. El mismo sentimiento
en Persiles, I, 194, 23–24: II, 6.
È 7 È
y, a la vez, de una actividad constructiva con la que ocupar
las horas de ocio. Cervantes reprueba otras formas de
diversión.2
Quizá insisto demasiado en lo que es obvio, pues que
Cervantes amaba los libros y que era un bibliófilo no está
sujeto a controversia. En este ensayo espero demostrar que
Cervantes no sólo amaba los libros sino que además los
poseía, que tenía una biblioteca. Hay, al parecer, tres
razones por las que esta tesis modesta no ha sido aceptada.
La primera es la suposición que Cervantes leía libros
prestados. Aunque es probable que en ocasiones recurriera
a libros de otros, no hay fundamento documental o textual
para una dependencia de primer orden. Don Quijote sugiere
más el prestar libros que el pedirlos prestados,3 y hubiera
sido difícil para Cervantes haber obtenido su gran cultura
a base de libros ajenos. Tampoco conocemos a ningún otro
coleccionista cuyos gustos literarios coincidieran con los de
2
Véase Interpretación cervantina del “Quijote”, p. 146,
para una discusión de la recreación en las obras de Cervan-
tes, y la relación de la lectura con ella.
3
Cuando en Don Quijote se habla de libros, su responsable
está en el centro de la atención narrativa, y los presta
libremente, incluso agresivamente. “Llevadle a casa y
leedle”, dice el cura de uno de los libros de don Quijote (I,
102, 2–3: I, 6); actitud confirmada por el mismo don
Quijote: “Allí [mi aldea] le podré dar más de trescientos
libros” (I, 343, 27–28: I, 24). Cardenio nos cuenta que
Lucinda le pidió prestado un libro de caballerías (I, 342,
29–30: I, 24). Juan Palomeque también desea compartir el
placer que obtiene con sus libros. El libro que según Don
Quiote (II, 59) parecería haber sido leído en un ejemplar
ajeno es la continuación de Avellaneda.
È 8 È
Cervantes. Que él se refiriera tan raramente a libros anti-
guos es una razón contra el uso regular de la biblioteca de
un noble como el Conde de Lemos. Algunas veces encon-
tramos también la sugerencia de que Cervantes leía con
regularidad libros de las existencias de sus editores, los
libreros Francisco de Robles y Juan de Villarroel, 4 lo que es
incompatible con la práctica de un buen vendedor de libros.
Una segunda razón por la cual se ha creído que Cervan-
tes tenía pocos libros, se basa en la convicción de que
apenas podía costeárselos: “los libros cuestan caros y Cer-
vantes era pobre”, escribió Armando Cotarelo en Cervan-
tes, lector.5 Supongamos por un momento que fue así, que
la condición económica de Cervantes estaba por debajo de
la de aquellas personas para las que se publicaban los
4
“No creo…que Cervantes poseyera muchos libros, ni
quepa reconstruir su biblioteca propia…; su vida andariega
y la carencia de un domicilio fijo durante muchos años no
le consentiría tenerlos; y así al fin de su vida asienta en
Madrid, en su gran pobreza, es muy poco probable que
pudiese comprarlos, y harto haría él con ver los nuevos que
se vendían en la tienda de su editor y librero Juan de
Villarroel, sita en la plazuela del Ángel, vecina a la calle de
las Huertas, morada de Cervantes” (Agustín G. de Amezúa
y Mayo, Cervantes, creador de la novela corta española
[Madrid: CSIC, 1955–58], I, 55, que cita en una nota una
afirmación de Icaza, “Cervantes debía tener pocos libros”).
5
Madrid: Instituto de España, 1943, p. 6. Cuando tenemos
constancia documental de la compra de libros (la Historia
de Santo Domingo antes mencionada), la suposición de un
contexto de pobreza da mayor peso a la compra (Alban
Forcione, Cervantes and the Humanist Vision [Princeton:
Princeton University Press, 1982], p. 327, n. 19).
È 9 È
libros, y que no se sacrificaría, como Alonso Quijano, para
adquirirlos.6 Sin embargo, entre los muchos amigos de
Cervantes había importantes figuras literarias: Cristóbal de
Mesa, Pedro de Padilla, Salas Barbadillo, Juan de Jáuregui,
Vicente Espinel y otros. 7 Alguien tan merecedor, pero tan
pobre que no podía permitirse comprar libros, los habría
recibido como obsequios. Los autores, iguales que hoy,
recibían ejemplares gratuitos de sus libros. 8 Como mínimo,
6
“Vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para
comprar libros de caballerías en que leer” (I, 50, 18–20: I,
1).
7
Es el mismo Cervantes quien menciona sus numerosos
amigos (Novelas ejemplares, I, 20, 6–7: Prólogo). Sobre
sus amistades, véase los artículos de Narciso Alonso Cor-
tés, “Tres amigos de Cervantes”, Boletín de la Real Acade-
mia Española, 27 (1947–48), 143–175; Ignacio Bajona
Oliveras, “La amistad de Cervantes con Pedro de Padilla”,
Anales Cervantinos, 5 (1955–56), 231–241; y Juan Bautista
Avalle-Arce, “Un banquero amigo de Cervantes”, Archivo
Hispalense, 40 (1964), 209–214; y Aurelio Valladares
Reguero, El poeta linarense Pedro de Padilla: estudio
bio-bibliográfico y crítico (Jaén: Centro Asociado a la
U.N.E.D. de Jaén, 1996), quien dedica un capítulo a su
relación con Cervantes.
8
El mismo Cervantes, por ejemplo, recibió 24 ejemplares
gratuitos de las Novelas ejemplares (Pérez Pastor, I, 178–
182; Fitzmaurice-Kelly, p. 180; el pasaje pertinente está
extraído por Fitzmaurice-Kelly en su introducción a la
traducción de Exemplary Novels [Glasgow: Gowans &
Gray, 1902], I, x, n. 1). Agustín de Rojas, además de 1.100
reales, recibió 30 ejemplares gratuitos de El viaje entreteni-
do a cambio de su privilegio (Astrana, V, 532); Salas
È 10 È
Cervantes debió de recibir ejemplares de los muchos libros
en que se habían publicado versos proemiales suyos.
Pero ninguna parte de la afirmación de Cotarelo es
correcta: los libros no eran caros, como veremos más
adelante, y aunque Cervantes no era rico, tampoco era
pobre.9 Su supuesta miseria económica tiene mucho de mito
È 11 È
romántico.10 Al contraer matrimonio en 1586, dio a su
mujer 1.100 reales (100 ducados), 11 “que confieso que
caben en la décima parte de mis bienes y acciones” (Astra-
na, VII, 689). 12 Los bienes de su mujer ascendían a 4.262
È 12 È
reales (144.897 maravedíes)13 además de las propiedades
que heredaría, “[una] hacienda familiar…no…despre-
ciable” (Astrana, III, 473). La alusión de Márquez Torres a
la pobreza de Cervantes (supra, nota 9), y el comentario de
Cide Hamete sobre la pobreza (IV, 71, 10–72, 9: II, 44), a
veces citado como documentación de la de Cervantes,
fueron escritos durante el período en que éste estaba econó-
micamente más desahogado, asistido, al menos en parte,
por un mecenas. El comentario de Cide Hamete va acompa-
ñado de un ataque contra la ostentación, también criticada
en la presentación de Teresa Panza y en las experiencias de
Sancho como gobernador. En marcado contraste con
Lazarillo y Guzmán de Alfarache, en las obras de Cervantes
encontramos poca hambre y poca falta de las necesidades
materiales, y sí, en cambio, escenas de abundancia, combi-
nadas con una relativa indiferencia por los bienes mate-
riales.
La prueba decisiva de la pobreza de Cervantes para sus
biógrafos, como Fitzmaurice-Kelly, son las peticiones de
dinero prestado (Fitzmaurice-Kelly, pp. 78, 102, 109).
Éstas no representan, sin embargo, un signo de pobreza
sino del buen crédito que Cervantes mantuvo durante toda
su vida. Por ejemplo, era capaz de encontrar un garante por
la suma de 44.000 reales (4.000 ducados) y su palabra y la
È 13 È
de su mujer eran aceptadas como aval suficiente para
29.400 reales (1.000.000 de maravedíes).14 En 1585 pudo
pedir prestada una cantidad elevada (6.000 reales) para un
propósito que nos es desconocido, que seguramente
devolvió, según lo acordado, seis meses después.15 Otro
dato sugiriendo una cara oculta de los asuntos financieros
de Cervantes es que en 1589 nos lo encontramos “extraña-
mente muy a lo dineroso” (Astrana, IV, 336) y capaz de
prestar la elevada suma de 1.600 reales. Astrana sólo puede
recurrir a unas improbables ganancias en el juego para
explicar estas sumas. 16 De la misma fecha es una mención
a un préstamo anterior por una cantidad incluso mayor,
2.160 reales.17 En otra ocasión prestó 990 reales (90
ducados), 18 y en aun otra 340 (Asensio, p. 15; Fitzmaurice-
Kelly, p. 80, n. 5). Cervantes había dado un poder a un
ayudante en junio de 1589, y otro a su mujer y a su herma-
na en julio de 1590, para cobrar deudas, de otra forma
desconocidas para nosotros. 19 En vista de estos datos me
14
Navarrete, pp. 418, 421 y 422–425; Fitzmaurice-Kelly,
pp. 89–91.
15
Pérez Pastor, II, 93–97 (Fitzmaurice-Kelly, p. 69;
Astrana, III, 503–505); véase también Pérez Pastor, I, 93–
95.
16
Rodríguez Marín, doc. CXI; Astrana, IV, 372–375.
17
El documento en el cual se menciona fue publicado
primero por Asensio, pp. 8–9 (Fitzmaurice-Kelly, pp. 73–
74); ha sido reeditado por Astrana, IV, 366–367, n. 4.
18
Pérez Pastor, II, 254 (Fitzmaurice-Kelly, pp. 102–103;
Astrana, V, 339–340). Se trata de un recibo, fechado en
febrero de 1599, para el reembolso del dinero de un Juan de
Cervantes, que era o bien su hermano o su primo.
19
El ayudante: Asensio, pp. 3–7 (Fitzmaurice-Kelly, pp.
È 14 È
parece incorrecto sacar conclusiones de pobreza por el
hecho de pedir prestado de 100 a 200 reales. 20
Volvamos a los ingresos de Cervantes. Recibía un
sueldo aceptable como proveedor de la armada: 12 reales y,
más tarde, 10 reales al día.21 Cobró un salario más alto, 16
È 15 È
reales, como recaudador de impuestos atrasados.22 No
siempre llegaba su sueldo puntualmente, y en algunos casos
el cobro se retrasaba hasta la revisión de sus cuentas, 23
como era típico. Pero según recibos existentes, sí lo cobra-
ba.24 Se han conservado documentos que demuestran el
È 16 È
percibo de 1.100 reales (100 ducados) por un breve empleo
de funcionario en 1581.25
Cervantes también ganó importantes sumas con los
derechos de escritor. En 1585 vendió a Gaspar de Porras,
“autor de comedias”, dos obras de teatro, La confusa y El
trato de Costantinopla y muerte de Celín, por 440 reales
(40 ducados). 26 Éstas son sólo dos de sus veinte o treinta
obras que fueron representadas (prólogo a las Ocho come-
dias), y que a buen seguro también cobró.27 Por La Galatea
È 17 È
Cervantes recibió 1.336 reales.28
È 18 È
Aunque no consta que recibiera un sueldo después de
1600, es obvio que Cervantes no vivía en la miseria.
Aunque poseía casas en Esquivias y en Toledo, donde
podía haber vivido gratis (Astrana, V, 426 y VI, 153),
prefirió vivir en la corte, Valladolid. Incluso su traslado
allí, que supuso algunos gastos, sería inexplicable si no
hubiera tenido recursos. Si bien Cervantes vivía en un
barrio pobre, Valladolid era entonces la ciudad más cara de
España. Con la corte y los cortesanos trasladados desde
Madrid, rebosaba de habitantes. Compartía el primer piso
o “principal” de una casa nueva con Luisa de Montoya, la
viuda de Esteban Garibay, el cronista real. 29 En el piso de
arriba vivía otra amiga, Juana Gaitán, de Esquivias, que
poseía bienes raíces.30 (Era la viuda de Pedro Laínez,
“maestro poético” de Cervantes.) Aunque Cervantes vivía
È 19 È
con cuatro parientes femeninas, todavía disponía de una
criada.31
Simón Méndez, uno de sus amigos más destacados, 32
“tesorero general de las rentas de los diezmos de la mar de
Castilla y de Galicia”,33 lo visitaba con frecuencia por
negocios.34 Por la misma razón también lo visitaban
Fernando de Toledo, octavo señor de Higares, descrito
31
Las discusiones de las circunstancias de Cervantes en
Valladolid (por ejemplo, Narciso Alonso Cortés, Cervantes
en Valladolid [Valladolid: Casa de Cervantes, 1918], pp.
53–57; Astrana, V, 537–548) derivan, directa o indirec-
tamente, de los documentos referentes al asesinato de
Ezpeleta, publicados primero, con una oposición considera-
ble, por León Máinez en 1887 (véase su Cervantes y su
época, I, 364–365), y mejor en Pérez Pastor, II, 453–537.
Richard Predmore, Cervantes (Nueva York: Dodd, Mead,
1973), p. 164, ha sido engañado por el estado presente de
la casa restaurada en la que vivió Cervantes; la casa
completa, no el piso de Cervantes, contaba con cinco
estancias.
32
Que era un amigo fue declarado por Isabel de Saavedra
en su testimonio referente a la muerte de Ezpeleta (Pérez
Pastor, II, 520–522).
33
Pérez Pastor, II, 488, n. 3; Fitzmaurice-Kelly, p. 123, n.
1. Para otra información sobre Méndez, véase Astrana, VI,
2 1 y VI, 79, n. 5 y Alonso Cortés, Casos cervantinos, p.
150.
34
El testimonio de Isabel de Saavedra, citado en la nota 20,
el de Andrea de Cervantes (Pérez Pastor, II, 517–519), y
también el de Costanza de Ovando (Pérez Pastor, II, 514–
516).
È 20 È
como su amigo, y “el asentista genovés Agustín Ragio”.35
Cuando la corte regresó a Madrid en 1606, provocando
la caída de los alquileres en Valladolid (Astrana, VI, 151;
Alonso Cortés, “Tres amigos”, p. 158), Cervantes también
se mudó. Con intervalos en Esquivias, vivió en Madrid
hasta su muerte, en casas modestas, pero bien situadas.36 La
última era, como en Valladolid, una casa nueva (Astrana,
VII, 251). Un único documento hace constar, sin especifi-
car cuándo fue contraída la deuda, que Cervantes en 1607
debía a Francisco de Robles 450 reales; Juan de la Cuesta,
en el mismo documento, debía a Robles una suma mucho
35
Como describió Astrana, VI, 20–21. La amistad de
Fernando de Toledo se menciona en las mismas fuentes
citadas en la nota anterior; sobre él véase León Máinez, pp.
324 y 421–422, Pérez Pastor, II, 497, n. 1 y Alonso Cortés,
Casos cervantinos, p. 148, n. 1. Ragio es mencionado por
Esteban de Garibay (Pérez Pastor, II, 488); sobre él véase
también Alonso Cortés, Casos cervantinos, p. 149, n. 1.
Alonso Cortés presenta documentos que tratan de estos tres
amigos en “Tres amigos de Cervantes” (supra, p. 10,). El
contexto de las actividades financieras de Cervantes en
Valladolid lo dibuja mejor Carroll B. Johnson, “‘La espa-
ñola inglesa’ y la práctica de la producción literaria”,
Viator, 19 (1988), 377–416, especialmente p. 413 (era “un
miembro activo de la comunidad de negocios y financie-
ra”).
36
De acuerdo con Miguel Herrero [García], “Casos cervan-
tinos que tocan a Madrid”, Revista de la Biblioteca,
Archivo y Museo de Madrid, 20 (1951), 3–55, en la p. 43,
los cambios de residencia de Cervantes en Madrid eran
debidos precisamente a sus prolongadas estancias en
Esquivias.
È 21 È
mayor.37 Otros dos documentos financieros de este período
informan de la magnífica dote de 22.000 reales (2.000
ducados) 38 para su hija Isabel, y la compra de 1.800 reales
de tela para el ajuar de ésta.39
Cervantes también obtenía ingresos en calidad de
escritor durante su segundo y último período de labor
literaria. Las Novelas ejemplares, además de los veinticua-
tro ejemplares gratuitos ya mencionados (nota 10), le
proporcionaron 1.600 reales; el documento de la venta a
Robles del privilegio también contiene la curiosa afirma-
ción de que Cervantes admitía que éste era “su justo y
verdadero precio y que no ha hallado quien más ni otro
37
Pérez Pastor, I, 145; Fitzmaurice-Kelly, p. 138; Astrana,
VI, 198.
38
El documento fue publicado en Revista de Archivos,
Bibliotecas y Museos, 4 (1874), 162–165, y es reproducido
por Fitzmaurice-Kelly, pp. 140–142. La dote no fue dada
por el mismo Cervantes, sino por un hombre de negocios,
Juan de Urbina, que era más que el garante de Cervantes
(compárese el lenguaje de los documentos en Pérez Pastor,
I, 250 y 252). Urbina está de acuerdo en pagar la dote “por
algunas causas que a ello le mueven” (Fitzmaurice-Kelly,
p. 142). De acuerdo con Astrana, que hace caso omiso (creo
que justificadamente) del razonamiento contrario de
Herrero (supra, nota 21), la dote fue acordada por Urbina
bajo presión de Cervantes, ya que aquél era el amante de
Isabel de Saavedra y el padre de su hija natural.
39
Pérez Pastor, II, 434–435, entrada 9; Fitzmaurice-Kelly,
pp. 149–150. También fue pagada por Urbina, aunque no
todo el ajuar de Isabel (como afirma, equivocadamente,
Fitzmaurice-Kelly).
È 22 È
tanto por ello le dé”.40 Declaró, en el prólogo a sus obras
dramáticas, que había sido pagado “razonablemente” por
éstas. Por Don Quijote, primera parte, Cervantes admitió
que “su labor le tiene pagado, de que se dio por contento”.41
40
Pérez Pastor, I, pp. 178–182; Fitzmaurice-Kelly, p. 180;
el documento está extractado en la introducción a la
traducción de las Novelas ejemplares, p. x, n. 1. Aunque
esta cifra podría parecer inadecuada, el Cancionero y Enga-
ños y desengaños de amor de Pedro Laínez fueron valora-
dos, en un inventario hecho a su muerte, en 3.529 reales
(120.000 maravedíes) y 5.000 reales, respectivamente; y,
probablemente a causa del alto valor que sus poseedores le
dieron, quedaron sin vender, sin publicar y, en parte,
perdidos (Astrana, III, 373; VII, 682). “En las muchas
escrituras de esta índole, exhumadas por el mismo benemé-
rito erudito [Pérez Pastor], no he hallado ninguna de
autores contemporáneos o próximos a Cervantes donde el
precio llegue a los 1.600 reales que éste obtuvo por sus
Novelas ejemplares” (Amezúa, Cervantes, creador, I, 532–
533). Además de las cifras dadas en la nota 10, supra, Salas
Barbadillo obtuvo 500 reales, no pagados puntualmente,
por El caballero perfecto y El sutil cordobés Pedro de
Urdemalas (La peregrinación sabia y El sagaz Estacio
marido examinado, ed. Francisco A. de Icaza, Clásicos
Castellanos, 57 [Madrid: La Lectura, 1924], p. xxvi, n. 1),
y Vicente Espinel percibió 1.170 reales por el Marcos de
Obregón (William Byron, Cervantes: A Biography [Garden
City: Doubleday, 1978], p. 482).
41
Alonso Cortés, Casos cervantinos, pp. 154–159, en la p.
156; sobre la autoridad de esta edición, véase p. 154.
Rodríguez Marín publicó el documento dos años antes
como su doc. CXXI, en el cual encontramos que lo que
È 23 È
No tenemos las cifras de la segunda parte, pero en el
prólogo de Avellaneda encontramos un intento de perjudi-
car a Cervantes económicamente con su continuación
(“quéjese de mi trabajo por la ganancia que le quito de su
segunda parte”), lo que hace suponer que esperaba alguna
suma importante de dinero.
Cervantes también recibía, como ocurría con otros
escritores de éxito, dinero de la nobleza.42 En la dedicatoria
a las Novelas ejemplares Cervantes decía que Lemos era su
“verdadero señor y bienhechor”; la generosidad de Lemos
es, pues, anterior a la dedicatoria. En la de Ocho comedias
y ocho entremeses, Lemos era su “firme y verdadero
amparo”. En la segunda parte de Don Quijote decía no
poder viajar a China porque estaba “muy sin dineros”,
empero Lemos “me sustenta, me ampara y hace más
merced que la que yo acierto a desear”. Podemos suponer
que Cervantes fue recompensado también por el Duque de
Béjar por la dedicatoria de la primera parte de Don Quijote,
a pesar de la vieja suposición en contra;43 como hacen notar
È 24 È
Schevill y Bonilla (su edición de Don Quijote, I, 412),
Cervantes no volvió a mencionar a Ascanio Colonna des-
pués de dedicarle La Galatea, y nadie ha sugerido que esto
implique que la dedicatoria a La Galatea fuera mal recibi-
da. En los versos preliminares de Urganda la Desconocida,
Béjar es llamado “nuevo Alejandro Magno” por su ge-
nerosidad; el amigo de Cervantes Cristóbal de Mesa, al
dedicar a Béjar unos años más tarde la sección de Rimas de
su Patrón de España (1612), le llamó “el mecenas de
nuestra edad”;44 y Cervantes era al parecer sincero cuando
describió a Béjar como “inclinado a favorecer las buenas
artes”(I, 27, 19–20: I, Dedicatoria).45 Creo que todo el
mundo está de acuerdo en afirmar que el generoso mecenas
citado en III, 304, 18–32: II, 24 (uno de los pocos que se
encuentran en España, y cuya generosidad “quizá desperta-
ra la invidia en más de cuatro generosos pechos”) es el de
Cervantes; la fecha temprana de composición y la falta de
revisión del comienzo de la segunda parte implicaría que
este protector generoso no fue Lemos, sino Béjar.46
44
Sobre la amistad de Cervantes con Mesa, véase mi
“Cervantes y Tasso vueltos a examinar”, Estudios cervanti-
nos ( Barcelona: Quaderns Crema, 1991), pp. 37–56, en las
pp. 53–54.
45
Véase Astrana, V, 573–574 y 585–586. Alejandro Magno
es también tomado como símbolo de generosidad en Don
Quijote, II, 344, 2: I, 47 y IV, 272, 26: II, 60.
46
Sobre la fecha y falta de revisión, véase “El rucio de
Sancho y la fecha de composición de la Segunda Parte de
Don Quijote”, en Estudios cervantinos, pp. 143–152.
Incluso si estas líneas tenían la intención en un principio de
referirse a Béjar, no es una contradicción dejarlas en un
libro dedicado a Lemos, para el cual la alabanza desde
È 25 È
Cuando examinamos estos datos en su contexto, vemos
que la cifra de diez reales al día (la más baja documentada
como su sueldo) era una cantidad considerable, aunque no
respondía ni a sus aspiraciones ni a sus capacidades.47
Cervantes, al parecer, sintió una considerable decepción, ya
que otros ingenios menos inteligentes, consagrados u hon-
rados, que no habían sufrido cautiverio o heridas en la gue-
rra, disfrutaban de puestos más prestigiosos y de mayores
compensaciones económicas. 48 Diez reales diarios no per-
mitían el lujo ni la ostentación típicos de la vida de la
época.49 No eran una renta, la fuente de ingresos más
È 26 È
prestigiosa de la época.50 No obstante, era la paga típica de
un funcionario. Como estos sueldos se pagaban a razón de
siete días a la semana,51 diez reales al día equivalían a 300
reales al mes y a 3.600 reales al año.52
50
Sobre vivir de rentas, véase Bartolomé Bennassar,
Valladolid au siècle d’or. Une ville de Castille et sa
campagne au XVe. siècle (París, La Haya: Mouton, 1967),
capítulo 8.
51
Véase especialmente Pérez Pastor, II, 173–174 (Astrana,
IV, 458); Rodríguez Marín, doc. CIX; Asensio, pp. 17–18
(Astrana, IV, 532–533).
52
He aquí algunos sueldos para su comparación, puestos
todos en una única escala de reales por año. El pastor
Andrés ganaba 84 reales al año (siete reales al mes; Quijote,
I, 79, 18: I, 4). Una aprendiz de costurera, además de la
habitación, comida, vestidos, cuidado médico e instrucción,
recibía 88 reales (3.000 maravedíes) al año (Pérez Pastor,
I, 15–17); una criada nueva, al parecer de catorce años,
recibía, además de la instrucción, habitación y comida, 110
reales (10 ducados) al año (Pérez Pastor, I, 135–137;
Fitzmaurice-Kelly, pp. 104–105). Sancho Panza recibió de
Tomé Carrasco 264 reales al año (2 ducados al mes), “amén
de la comida” (III, 353, 26–29: II, 28). El capellán del
duque de Béjar recibía 1.176 reales (40.000 maravedíes) al
año, y Cristóbal de Mesa ocupó este puesto y durante un
tiempo recibió además otro tanto, simultáneamente, como
“preceptor de su primogénito” (Rodríguez Marín, ed. Don
Quijote, IX, 11–12; Astrana, V, 574, n. 3); y presumible-
mente habitación y comida formaban también parte de la
remuneración. Un jornalero ganaba de 1.095 a 1.460 reales
al año: 3 reales al día para un cochero, 3,5 reales para un
carpintero, yesero o techador, y 4 reales para un maestro en
È 27 È
estos oficios y también para un mulero (Bennassar, p. 297;
Díez Borque, p. 105; Moisés García de la Torre, que
comenta sobre la precisión con que estos asuntos son
tratados en la ficción de Cervantes, “Cervantes y el mundo
de los caminos: las mulas. Realidad histórica y ficción lite-
raria”, en Cervantes, su obra y su mundo. Actas del I
Congreso Internacional sobre Cervantes (Madrid: Edi–6,
1981), pp. 213–225, en las pp. 218–219).
Murcia de la Llana, corrector de la segunda parte de
Don Quijote (hijo del Murcia de la Llana que corrigió la
primera) recibió, por sus tareas eventuales y medianamente
ejecutadas, el sueldo de 1.471 reales (50.000 maravedíes)
al año y casi la misma cantidad en “emolumentos” (Pérez
Pastor, III, 434). Cristóbal Pérez de Herrera recibió 588
reales (20.000 maravedíes) como procurador general de los
pobres y 1.765 reales (60.000 maravedíes) como médico
del rey (Michel Cavillac, “Noblesse et ambiguités au temps
de Cervantes: Le cas du docteur Cristóbal Pérez de Herrera
(1556?–1620)”, Mélanges de la Casa de Velázquez, 11
[1975], 177–212, en la p. 181; Cavillac ed., Cristóbal Pérez
de Herrera, Discursos del amparo de los legítimos pobres,
ed. Michel Cavillac, Clásicos Castellanos, 199 [Madrid:
Espasa–Calpe, 1975], pp. lv–lviii). Esteban de Garibay
recibió 2.353 reales (80.000 maravedíes) como cronista real
(Astrana, V, 543); Agustín de Rojas, autor de El viaje
entretenido, ganó 2.800 reales por un año de trabajo como
actor (Hugo Albert Rennert, The Spanish Stage in the Time
of Lope de Vega (1909; rpt. New York: Dover, 1963), p.
183), aunque otros actores recibían mucho menos, 3 reales
por actuación, más habitación, comida y gastos de viaje
(Rennert, p. 141). Un ayudante de Cervantes como comisa-
rio, Simón de Salazar, recibía una paga anual de 2.190
È 28 È
reales (6 reales diarios) (Rodríguez Marín, doc. CIX;
Astrana, IV, 365). Otro comisario, Miguel de Santa María,
recibía la misma paga que Cervantes, 4.380 reales al año
(112 reales diarios) (Pérez Pastor, II, 171; Fitzmaurice-
Kelly, p. 75, n. 1). Un inspector de barcos para la Inquisi-
ción recibía 3.285 reales al año (9 reales diarios) (H. W.
Taylor, “The English Experience of the Spanish Crisis of
the Early–seventeenth Century” en Essays in Honour of
Robert Brian Tate from his Colleagues and Pupils (Not-
tingham: University of Nottingham, 1984), pp. 131–136, en
la p. 134). “Una persona a la cobranza” recibía 5.367 reales
al año (500 maravedíes, o casi 15 reales al día) (Georges
Cirot, Mariana historien [Burdeos 1904], p. 185, n. 1). Los
catedráticos de la Universidad de Valladolid, entre los
mejores pagados en el país, recibían un promedio de sueldo
de 5.500 reales (500 ducados) al año (Bennassar, p. 359).
Los consejeros en tiempos de Felipe III cobraban unos
11.764 reales (400.000 maravedíes), más gastos, al año (Ri-
chard L. Kagan, Lawsuits and Litigants in Castile 1500–
1700 [Chapel Hill: University of North Carolina Press,
1981], p. 54); a Bernabé de Pedroso, como consejero de
hacienda, Felipe III le pagaba 13.235 reales (450.000
maravedíes) (Astrana, V, 295). Un oidor a finales del siglo
XVI recibía un salario de 9.706 reales (330.000 marave-
díes), más la mitad para gastos y sumas adicionales para
deberes especiales; “en conjunto, los oidores podían
fácilmente ganar más de 500.000 o 600.000 maravedíes
[14.705 ó 17.647 reales] al año” (Kagan, Lawsuits, pp.
182–183; Bennassar, p. 366). En contraste con todos estos
sueldos, el abad de Valladolid tenía unos ingresos de
29.412 reales al año (1.000.000 de maravedíes; Bennassar,
p. 30, el príncipe Filiberto de Saboya recibía un sueldo de
È 29 È
Si comparamos los precios vigentes en vida de Cervan-
tes con sus ingresos, se ve que éstos eran más que suficien-
tes para sobrevivir. Alquilar una casa costaba, aproximada-
mente, unos 50 reales al mes. 53 De acuerdo con el arbitrista
È 30 È
del “Coloquio de los perros”, una persona podía comer cada
día por un real y medio (III, 245, 30–246, 2)54; la “despen-
sa” diaria de Sancho era la misma cantidad (26 maravedíes
era la mitad, I, 496: I, 23). Del esportillero de “Rinconete
y Cortadillo” aprendemos que por cinco o seis reales se
“comía y bebía y triunfaba como cuerpo de rey” (I, 225,
14–16).55
En tiempos de Cervantes se podía comprar una libra de
cualquier carne por menos de un real; por un real y dos
maravedíes, una docena de huevos; y por dos reales, una
È 31 È
gallina.56 Una libra de pan costaba un cuarto de real57; una
azumbre de vino, un tercio de real (Amezúa, Cómo se
hacía…, p. 346). Alquilar una mula costaba dos reales por
día (Moisés García, p. 218). Una entrada para el teatro para
mosqueteros y mujeres costaba sobre la mitad de un real, y
un asiento en una silla o un banco un real (Rennert, pp.
113–114; Díez Borque, pp. 142–145). Una resma de papel
costaba tres cuartos de real (24 maravedíes; Díez Borque,
p. 106). En el inventario hecho al casarse Cervantes encon-
tramos el valor de muchos artículos domésticos: una sábana
de hilo valorada en 11 reales, una mesa nueva en 16 reales,
etc.58 Los servicios estaban en esta misma línea: en Don
Quijote (I, 79, 27–28: I, 4) un barbero cobraba la mitad de
un real por una sangría; una misa costaba un real (Espejo,
p. 354). En los documentos citados en este artículo los
honorarios de un escribano empezaban en un real.59
56
Estos datos vienen del apéndice de Astrana sobre “Precio
de los principales artículos de primera necesidad en tiempo
de Cervantes” (VII, 772–774).
57
2 libras y media de pan costaban 22 maravedíes, según
Cristóbal Espejo, “La carestía de la vida en el siglo XVI y
medios de abaratarla”, Revista de Archivos, Bibliotecas y
Museos, 3ª época, 41 (1920), 36–54, 169–204, 329–354, y
42 (1921), 1–18 y 199–225, en la p. 352.
58
Astrana, VII, 686–691; León Máinez, pp. 241–244. Un
inventario de las posesiones más ricas de su hija natural
Isabel de Saavedra en su matrimonio está publicado por
Pérez Pastor, I, 148–152, y Astrana, VI, 312–315. Un in-
ventario similar de las posesiones de Juana Gaitán fue
publicado por Astrana, VII, 680–683.
59
Como comparación sólo añado que el honorario cobrado
por una prostituta común era medio real (Bartolomé
È 32 È
Lo mismo que los gastos de mantenimiento estaban al
alcance de los medios de Cervantes, también lo estaban los
libros; sus precios estaban fijados por la legislación y
calculados a razón de tres a cinco maravedíes el pliego. La
tasa madrileña de la traducción de Jáuregui de la Aminta de
Tasso (Roma, 1607) fijó su precio en sólo un real y medio.
La Austríada de Juan Rufo (Madrid, 1584) costó cinco
reales y medio, y otro libro que Cervantes menciona, el
Monserrate de Virués (Madrid, 1587), costó dos reales y un
tercio. El Isidro de Lope (Madrid, 1599) costó tres reales
(95 maravedíes y medio), la edición princeps de la primera
parte de Guzmán de Alfarache (Madrid, 1599) cinco reales
y dos tercios (192 maravedíes), sin los preliminares. La
antología poética más famosa de la época, Flores de poetas
ilustres de Pedro Espinosa (Valladolid, 1605), costaba sólo
cuatro reales y medio (153 maravedíes), el mismo precio
que el Viaje entretenido de Agustín de Rojas (Madrid,
1604). 60
Los datos anteriores parecen demostrar que Cervantes
disponía de fondos con los que comprar libros, y llevan a la
conclusión ineludible de que así lo hizo. Sin embargo,
podemos ver a Cervantes no sólo como comprador sino
È 33 È
también como coleccionista. En Don Quijote, además de la
ponderación de un libro viejo y raro (Tirante el Blanco, I,
104, 13–16: I, 6) y la compra ficticia de “todos los papeles
y cartapacios” que componían el manuscrito de Cide
Hamete por el módico precio de la mitad de un real (I, 130,
29–131, 4: I, 6), encontramos la propuesta para copiar un
manuscrito descrito detalladamente, el de la “Novela del
curioso impertinente” (II, 87, 28–88, 21: I, 32) y, final-
mente, el examen de “todos” los papeles que Juan Palome-
que encontró en una maleta, que incluían la “Novela de
Rinconete y Cortadillo” (II, 334, 10–24: I, 47).
Más importante es el caso de Grisóstomo, cuyo cuerpo
estaba rodeado por “algunos libros y muchos papeles
abiertos y cerrados” (I, 176, 14–15: I, 13). SVivaldo ofrece
una defensa apasionada de la conservación de los papeles
de Grisóstomo; las instrucciones de éste para que fueran
quemados estaban “fuera de todo razonable discurso” (I,
177, 30–31: I, 13), porque así se privaría a los futuros
lectores (“en los tiempos que están por venir”, I, 178, 9–10:
I, 13) del “ejemplo” que la historia de Grisóstomo y
Marcela puede proporcionar. Por propia iniciativa, Vivaldo
pudo rescatar unos pocos, incluyendo la “Canción desespe-
rada”: “Yo te suplico…que, dejando de abrasar estos
papeles, me dejes llevar algunos dellos”. Y, sin aguardar
que el pastor respondiese, alargó la mano y tomó algunos
de los que más cerca escavan” (I, 178, 30–179, 3: I, 13).
Como revela el comentario posterior de Ambrosio, esta
acción era acertada.61
Un documento citado por Astrana, la importancia del
61
“Por cortesía consentiré que os quedéis, señor, con los
que ya avéis tomado; pero pensar que dejaré de abrasar los
que quedan, es pensamiento vano” (I, 179, 4–7: I, 13).
È 34 È
cual no ha sido advertida, informa de la compra de libros
por Cervantes en una subasta en 1590: una Historia de
Santo Domingo, que Astrana identifica como la de Hernan-
do del Castillo (Madrid, 1584), por 30 reales, y cuatro
inidentificables “libritos dorados, de letra francesa”, por 18
reales (Astrana, IV, 463–464). También es digna de
observar la amistad de Cervantes con la familia Robles
(primero Blas y luego su hijo Francisco), libreros del rey y
editores de cuatro de sus libros. 62 Sin duda, el inicio más
probable de una amistad con libreros y editores es la
compra de sus libros.
Cervantes también mostró el interés y la familiaridad
por los aspectos físicos y técnicos del libro que podía
esperarse de un coleccionista. Hace comentarios acerca de
la escritura, la impresión, la encuadernación y el tamaño de
los libros en mayor grado que cualquier otro autor español
de la época. En el capítulo 62 de la segunda parte de Don
Quijote vemos que Cervantes sabía cómo se trabajaba en
una imprenta grande.63 Se toma la molestia de explicarnos
62
Francisco Vindel ha argumentado ingeniosamente que
Robles es el amigo mencionado en el prólogo de la primera
parte de Don Quijote, y las Novelas ejemplares: Cervantes,
Robles y Juan de la Cuesta (Madrid, 1934). Véase, en
apoyo de la sugerencia, Interpretación cervantina del
“Quijote”, p. 96, n. 81.
63
El inventario de una gran imprenta (que algunos años
más tarde sería dirigida por Juan de la Cuesta), la de María
Rodríguez de Rivalde, viuda del impresor Pedro Madrigal
y novia de otro impresor, Juan Íñiguez de Lequerica, junto
con un informe de su valor neto (29.125 reales), puede
encontrarse en Pérez Pastor, Documentos, I, 385–395. No
era la viuda de Juan Gracián, como he declarado errónea-
È 35 È
que los versos sobre don Quijote descubiertos al final de la
primera parte estaban escritos en “letras góticas”.64 Tam-
bién nos dice que los escribanos usaban “letra procesada”,
razón por la cual Sancho debería verificar que la “libranza
pollinezca” y la carta a Dulcinea estén escritas en “buena
letra” (I, 361, 24–362, 10: I, 25). El manuscrito ficticio de
la “Novela del curioso impertinente” lo componían “ocho
pliegos, escritos a mano” (II, 87, 31: I, 32), “de muy buena
letra” (II, 83, 3: I, 32); el soneto de Cardenio estaba “escrito
como en borrador, aunque de muy buena letra” (I, 320, 3–4:
I, 23); y, por más señas, el manuscrito de Cide Hamete, con
sus ilustraciones y notas marginales, estaba escrito “con
caracteres que conocí ser arábigos” (I, 129, 31–32: I, 9).65
El “librillo de memoria” de Cardenio está “ricamente
guarnecido” (I, 319, 14–15: I, 23); de la biblioteca de
Alonso Quijano, ordenada por temas y situada en una
habitación independiente, se nos comenta tanto el tamaño
de los libros como sus encuadernaciones (I, 95, 9–11 y 102,
6: I, 6). Todo esto es muy propio de un amante no sólo de
È 36 È
la literatura sino también de los libros.
Espero haber demostrado que Cervantes tenía una
biblioteca; vamos a intentar hacer su descripción. Las
bibliotecas ficticias de Alonso Quijano y Diego de Miranda
sugieren una ordenación por temas y algunas de sus
divisiones: historia, poesía, devoción. Que la lectura de
tales obras era ante todo una actividad rural ayuda a pensar
que, después de 1586, la biblioteca de Cervantes podría
estar localizada en Esquivias, en la gran casa que consiguió
con su matrimonio, “ancha como de aldea” (Don Quijote,
III, 225, 6: II, 18).
Pero es más interesante hacer algunas precisiones sobre
su contenido, además de saber los libros que adquirió en la
subasta antes mencionada. La única evidencia está en los
escritos del propio Cervantes: los libros que menciona, y
aquellos cuya influencia revela. Dado que las citas de libros
tienden decididamente hacia lo literario, y que Cervantes
evitaba cuidadosamente mezclar “lo humano con lo divino,
que es un género de mezcla de quien no se ha de vestir
ningún christiano entendimiento”,66 la literatura en su
biblioteca es lo que podemos conocer mejor.
Sin embargo, a pesar de las observaciones anteriores,
pueden admitirse algunas conjeturas sobre el contenido de
la biblioteca de Cervantes.” Seguramente nadie pondrá en
duda que Cervantes tenía un ejemplar del Amadís de Gaula,
y su profundo conocimiento de los libros de caballerías
66
Don Quijote, I, 37, 12–14: I, Prólogo; también II, 192,
20–24: I, 37; II, 94, 24–25: II, 6. Según William T. Avery,
el autor que, en opinión de Cervantes, mezclaba errónea-
mente “lo humano con lo divino” era Dante (“Elementos
dantescos del Quijote”, Anales Cervantinos, 9 [1961–62],
1–28, en la p. 27).
È 37 È
sugiere que poseía otros. Era dueño sin duda de ejemplares
de Ariosto, tanto en español como en italiano (véase Don
Quijote, I, 98, 30–99, 11: I, 6). Se puede suponer que el
autor de La Galatea tenía los precedentes de esta novela: la
Diana de Montemayor, la Diana enamorada de Gil Polo y
seguramente la Diana segunda de Alonso Pérez, que se
solía publicar con la obra de Montemayor. Si La Araucana,
La Austríada y El Monserrate eran, en opinión de Cervan-
tes, “los mejores que en verso heroico, en lengua castellana,
están escritos” (Don Quijote, I, 105, 9–16: I, 6), sin duda
tenía ejemplares de estas obras y de otras no tan buenas. Si
conocía a Garcilaso prácticamente de memoria,67 debía
haber tenido una (o más) de sus ediciones anotadas .68
Esto empieza a parecerse, por supuesto, a la biblioteca
de Alonso Quijano. La tercera y última razón por la cual la
cuestión de la biblioteca de Cervantes ha sido evitada es la
presentación de una colección de libros en su novela, cuya
relación con la realidad es tan problemática. Muchos de los
personajes de Cervantes poseen libros: además de los ya
mencionados (Grisóstomo, Juan Palomeque, Cardenio), hay
tres que afirman tener una cantidad considerable. Tomás
67
Lo más reciente sobre esta cuestión está en Elias L.
Rivers, “Cervantes y Garcilaso”, en Cervantes. Su obra y su
mundo, pp. 963–968 (también en Homenaje a José Manuel
Blecua (Madrid: Gredos, 1983), pp. 565–570), que hace
referencias a discusiones anteriores acerca de la influencia
de Garcilaso sobre Cervantes. (El artículo de Blecua citado
en la primera nota de Rivers está también disponible en La
poesía de Garcilaso [Barcelona: Ariel, 1974], pp. 367–
370).
68
Tomás Rodaja eligió “un Garcilaso sin comento” (la
referencia está en el siguiente párrafo).
È 38 È
Rodaja, por ejemplo, el futuro licenciado Vidriera, que
“atendía más a sus libros que a otros pasatiempos” (II, 84,
18–19), seleccionó de sus “muchos libros” (II, 78, 8)
aquellos que serían apropiados para leer durante su viaje a
Italia (visto a menudo como un reflejo del viaje de Cervan-
tes). Diego de Miranda tenía “hasta seis docenas de libros,
cuáles de romance y cuáles de latín, de historia algunos y
de devoción otros” (III, 201, 17–20: II, 16). Finalmente,
don Quijote, en su aldea, tenía “más de trescientos libros,
que son el regalo de mi alma y el entretenimiento de mi
vida” (I, 343, 27–29: I, 24).69
La biblioteca de Diego de Miranda, que excluía tanto la
poesía como los libros de caballerías y que constaba de
tantos libros en latín como en romance, no puede reflejar la
de su creador. Sin embargo, es posible, e incluso probable,
que en la biblioteca ficticia de don Quijote tengamos una
descripción de la de Cervantes. Alonso Quijano es el mayor
coleccionista de libros entre los personajes de Cervantes (I,
50, 18–22: I, 1); los libros en su biblioteca y sus fechas de
publicación se corresponden con los intereses y la vida
adulta de Cervantes.
Tras haber contrastado el precio de los libros con los
ingresos de Cervantes, vemos que entra dentro de sus
posibilidades económicas haber adquirido, antes de compo-
ner la primera parte de Don Quijote, una biblioteca de la
amplitud de la de su protagonista. El promedio del coste de
los libros de Cervantes, que podrían incluir libros de
69
Además, el guía de don Quijote en su visita a la Cueva de
Montesinos, el desconcertante erudito primo, “muy aficio-
nado a leer libros de caballerías” (III, 277, 25–26: II, 22),
también se refiere a sus libros, que parece que constituyen
una pequeña biblioteca (III, 280, 6–7: II, 22).
È 39 È
segunda mano y libros de obsequio, no podía haber excedi-
do el precio de la primera parte de Don Quijote (8,5 ó 9
reales). Trescientos libros, a un promedio de precio de
nueve reales cada uno, asciende a 2.700 reales: menos de la
cantidad que Cervantes recibió por la venta de La Galatea
y las Novelas ejemplares. La adquisición de estos libros
debería de haberse producido durante un período considera-
ble de tiempo, los veinte años que van de su vuelta del
cautiverio a la composición de la primera parte de Don
Quijote. Un desembolso de 2.700 reales, dividido por
veinte años, da un promedio de 135 reales al año. Cuando
Cervantes cobraba a razón de 3.600 reales al año, es plausi-
ble que gastara un promedio de 135 reales al año en libros.
È 40 È
La reconstrucción de la biblioteca de Cer-
vantes
H
emos demostrado que Cervantes disponía de los
recursos para comprar libros, cuyos precios eran
controlados. Como su personaje Don Quijote, no
sólo era un lector sino un coleccionista, dueño de una
nutrida biblioteca. Ahora nos proponemos reconstruir, hasta
donde se pueda, el contenido de la misma en 1616. Aparte
de una compra en subasta,1 y los libros que poseía su padre
según un inventario de 1552,2 todo este esfuerzo se basa en
las propias obras de Cervantes.
Por las dificultades bibliográficas que ofrecen, nos
hemos visto obligados a excluir ciertos tipos de escritos.
Aparte del Romancero general (mencionado en “La
gitanilla”, I, 43, 13), no hemos tratado de cancioneros,
1
Astrana IV, 463–464. En esta subasta de 1590 compró
“cuatro libritos dorados de letra francesa”, imposibles de
identificar, y una Historia de Santo Domingo, identificada
por Astrana como la de Hernando del Castillo (Madrid,
1584).
2
Véase Rodríguez Marín, p. 213. Estimamos probable que
Cervantes hubiera recibido estos libros al fallecer su padre
en 1585.
È 41 È
romanceros, ni pliegos sueltos.3 Tampoco hemos tratado de
libros de emblemas ni de refraneros.
Restricción más seria es la exclusión de los manuscritos,
aunque es para nosotros indudable que Cervantes tenía
algunos. En Don Quijote vemos cómo se colecciona
manuscritos, comprándolos, 4 copiándolos, 5 o simplemente
pidiéndoselos a sus poseedores, alguna vez con cierta
agresividad.6 Francisco Márquez Villanueva ha establecido
que Cervantes conocía bien una obra inédita, la de Luis de
Zapata publicada (en el siglo diecinueve) con título de
Miscelánea.7 También, la poesía culta circulaba extensa-
mente en manuscritos, y cualquier aficionado a ella los
tenía; Cervantes mencionó a numerosos autores y obras que
no se publicaron hasta muchos años después (las obras de
Quevedo, por ejemplo, las traducciones de Barahona de
Soto de Ovidio, mencionadas en el “escrutinio de la
librería”, o la traducción de Juan de Jáuregui de Lucano, no
acabada al momento de mencionarla en Parnaso, 26, 18–
26), permanecen inéditos hasta hoy o han sido perdidos. Sin
embargo, es más arriesgado que en el caso de un libro
3
Sigue hasta hoy sin identificación lo que parece ser un
pliego suelto, el “romance del cura que en el prefacio avisó
al rey del ladrón que le avía robado las cien doblas y la su
mula la andariega” (Don Quijote, II, 1); también parece
probable que Cervantes tendría alguna impresión suelta de
los popularísimos romances del Marqués de Mantua.
4
Los “papeles y cartapacios” de Cide Hamete (I, 9).
5
La “Novela del curioso impertinente”; véase I, 32.
6
Los papeles de Grisóstomo, rescatados en parte por Vival-
do; los de Juan Palomeque, que se lleva Pero Pérez.
7
Fuentes literarias cervantinas (Madrid: Gredos, 1973), pp.
158–167.
È 42 È
impreso concluir que el conocimiento de un texto manuscri-
to implica posesión de una copia, y la diversidad de los
manuscritos, con los consiguientes problemas bibliográfi-
cos, hace igualmente peligroso determinar cuáles eran las
características de un manuscrito que no está disponible.
Acaso un perito en la tradición manuscrita de la poesía de
Fray Luis de León podría especificar cuáles poemas suyos
es probable que Cervantes conociera. Tal trabajo cae fuera
de nuestras capacidades.
Limitándonos a los libros impresos, hemos comenzado
con sus propias obras, y después los libros en que se
publicaron sus poemas preliminares o sueltos, estimando
probable que o recibiría ejemplares de los libros como
obsequio,8 o haría para conseguirlos. Hemos empleado la
colección de estos poemas de Schevill y Bonilla.9
En segundo lugar, hemos intentado la identificación de
las obras mencionadas o aludidas en dos textos cervantinos
que hasta cierto punto son bibliográficos: el “Canto de
Calíope”, en que se mencionan a 100 autores, y el Viaje del
Parnaso, donde se trata de casi 150.10 Súmanse a éstos los
8
Consta que, igual que hoy, los autores de libros publicados
recibían gratis varios ejemplares; Salas Barbadillo podía
disponer de 30 ejemplares de su Caballero puntual y López
Maldonado, a cambio de su privilegio, recibió 200 de su
Cancionero. El mismo Cervantes recibió 24 ejemplares de
las Novelas ejemplaras (supra, p. 10, n.8).
9
Poesías sueltas (Comedias y entremeses, VI), Madrid,
1922. No hemos incluido los libros en que se publicó, anó-
nimamente, su “Romance de los celos” (véase Schevill y
Bonilla, pp. 64–67).
10
En este trabajo han sido apoyo fundamental las anota-
ciones al “Canto de Calíope” en las ediciones de La
È 43 È
libros de la biblioteca de Don Quijote, el escrutinio de la
cual en cierto sentido constituye la primera crítica e historia
de la literatura española y el primer examen y evaluación de
la ficción en prosa en el mundo occidental,11 y los muchos
autores y obras mencionados en otras partes de Don Quijote
y en sus otras obras. Aunque hay autores—Timoneda o
Rodrigues Lobo, por ejemplo—con los cuales es imposible
identificar a cuál obra o obras suyas se refería Cervantes, 12
È 44 È
y algunos casos en que creemos que mencionó a autores
que no había leído,13 en muchos casos estas citas textuales
corresponden a libros determinados. La presentación de
Benito de Caldera en “Canto de Calíope”, II, 219, 25–32,
por ejemplo, tiene que corresponder a su traducción de las
Lusíadas.
Estos libros constituyen, realmente, el núcleo del
catálogo que publicamos a continuación. De ellos, los im-
presos madrileños son los más numerosos. Muy en segundo
lugar se hallan las ediciones alcalaínas, y después las de
otras ciudades castellanas y andaluzas. Hay todavía menos
de otros reinos peninsulares, muy pocos de Italia y ninguna
de los Países Bajos. Es raro que mencione un escrito que no
existía en castellano; las otras lenguas se limitan al italiano
y al portugués. 14 También, hay muchos libros publicados a
13
Las Súmulas de Villalpando, por ejemplo, mencionadas
por el canónigo de Toledo (Don Quijote, I, 47). “No es
presumible que Cervantes leyera la Tostado ni a Villapan-
do… Resulta exagerada la lista de autores religiosos cuya
lectura le atribuye Cotarelo (Salvador Muñoz Iglesias, Lo
religioso en “El Quijote” [sic] [Toledo: Estudio Teológico
de San Ildefonso, Seminario Conciliar, 1989], p. 328).
14
Los autores mencionados que escribían en portugués se
limitan a Rodrigues Lobo (Parnaso, 95, 23) y la “égloga...
del excelentísimo Camões, en su misma lengua portuguesa”
(Don Quijote, II, 58). Sobre Cervantes como patriota lite-
rario y su opinión de la literatura italiana, véase mi “Cer-
vantes y Tasso vueltos a examinar” (supra, p. 25, n. 44);
dejamos de señalar en aquel trabajo lo que debía ser una
fuente de tal posición, la introducción de Herrera a sus
Anotaciones.
È 45 È
partir de 1580, y pocos anteriores. 15 Nos hemos apoyado en
estos datos para sugerir, en algunos casos, cuáles ediciones
sería probable que tuviera en el caso de existir varias.
(Dado que las ediciones a veces difieren entre sí, tanto en
los textos como en los preliminares, tiene interés saber la
edición que Cervantes conocería de un libro determinado.)
La parte más difícil de nuestro trabajo ha sido tratar de
los libros que Cervantes no menciona, pero no cabe duda
que leía y poseía a muchos que no aparecen en sus obras.
(Un ejemplo: “acontecimiento decisivo” en la formación
literaria de Cervantes, según la bien fundada opinión de E.
C. Riley,16 fue su lectura de la Filosofía antigua poética de
Alonso López Pinciano, autor y libro que Cervantes no
nombra.) Los cervantistas han sugerido una cantidad de
libros como fuentes o lecturas de Cervantes. En unos casos
se ha hecho un estudio detallado del contacto de Cervantes
con la obra de un autor determinado (ejemplo: Bembo).
Aparte de estos pocos estudios hemos tenido que evaluar
nosotros estas sugerencias, algunas razonables y otras eso-
téricas, a las cuales hemos añadido, como posibles lecturas
suyas, otros muchos libros de la época de Cervantes y
15
Es notable cómo no se ha señalado, ni podemos encontrar
nosotros, paralelos entre las obras de Cervantes y las de una
generación anterior, como la Suma de varones ilustres de
Juan Sedeño, la Cronographía de Jerónimo Chaves, la
Suma de filosofía natural de Alonso de Fuentes, o las obras
de Juan Lorenzo Palmireno, Pedro de Medina, o Alejo
Venegas.
16
Teoría de la novela en Cervantes, trad. Carlos Sahagún
(Madrid, Taurus, 1966), p. 32. Hemos apoyado esta opinión
en “Cervantes y Tasso vueltos a examinar” (supra, p. 25, n.
44).
È 46 È
antes, literarios, históricos y científicos. Hemos examinado
todos estos libros a nuestro alcance.
El método seguido es el mismo por el cual se ha identi-
ficado a López Pinciano: intentar percibir paralelos entre
las palabras de Cervantes y estos libros, y excluir otras
fuentes para dichos conceptos. Si Miguel Sánchez de Lima,
en su Arte poética en romance castellano, concuerda con
Cervantes en atacar a los libros de caballerías, mal escritos,
mentirosos y perjudicales, en la importancia de las reglas
literarias, la necesidad de reformar y mejorar la literatura
según ellas, restaurando entonces al mundo actual la cultura
y gloria de los tiempos pasados, la plaga de canciones y
dichos deshonestos, que hay poetas “de a quince en libra”
que “no merecen este nombre”, la corrupción de los
grandes, rodeados de lisonjeros, etc., paralelos que no se
hallan ni en el Arte poética española de Juan Díaz Rengifo
ni en el Cisne de Apolo de Luis Alfonso de Carvallo, hemos
incluido el primero, pero no el segundo ni tercero, en la
reconstrucción de su biblioteca.17 Tal tipo de paralelo no
17
Dos libros que bien podía poseer Cervantes han desapare-
cido. El primero, los Comentarios de C. Julio César,
traducidos por Pedro García de Oliván (Toledo, 1570), sólo
se conoce por la mención de Nicolás Antonio. (Se mencio-
na el libro en el prólogo a la primera parte de Don Quijote.)
El otro es el Arte para componer en metro castellano de
Jerónimo de Mondragón (Zaragoza, 1593), “libro rarísimo
que conoció Nicolás Antonio, que existió en la biblioteca
de Salvá y que pudo manejar todavía el Conde de Viñaza,
pero [ya] definitivamente perdido para las letras” (Antonio
Vilanova, prólogo a su edición de la Censura de la locura
humana y excelencias della [Barcelona: Selecciones Biblió-
filas, 1953], p. 13). ¿Cuáles libros nuestros echarán de
È 47 È
tiene que indicar que un libro determinado sirvió de fuente
cervantina, pero creemos que indica un libro que compraría.
Naturalmente, no hemos podido estudiar todos los libros
que conocía Cervantes, ni mucho menos los que sería
posible que conociera.18 Por consiguiente, nos hemos
apoyado en datos externos: en primer lugar, el patrón
ofrecido por los libros que menciona, y también el panora-
ma literario en Castilla entre 1580 y 1616 (los libros que
todos leían y los que apenas leía nadie). Otra pista impor-
tante que hemos seguido son sus amistades literarias, sobre
las cuales no hay ningún trabajo general. Para conocerlas y
hacer las correspondientes sugerencias sobre su biblioteca
nos hemos basado en los preliminares de sus libros y los de
sus amigos conocidos: poemas, aprobaciones y prólogos.
Nos hemos aprovechado de los estudios sobre sus amista-
des (supra, p. 10, n. 7), y los muchísimos datos facilitados
en la biografía de Astrana.19
En total, hemos hecho una lista de 210. Aunque puede
parecer larga, en nuestra opinión no corresponde sino a una
È 48 È
parte de su biblioteca. Aunque comentarlos todos sería
nunca acabar, hemos dejado de incluir a muchos libros sim-
plemente porque el contacto cervantino con ellos no pasa
de ser una posibilidad. ¿Que tuviera un repertorio de
caminos, como el de Meneses? ¿La saguntina, de Lorenzo
de Zamora, o la Genealogía de la toledana discreta, de
Eugenio Martínez? Que otro lo diga. No por hallarse en
Valladolid hemos incluido las Relaciones de don Juan de
Persia (Valladolid, 1604), pues no hay ningún reflejo de
ellas en sus obras. Acaso por haber salido de la imprenta
madrileña de Juan de la Cuesta en 1607 hubiera adquirido
Tragedias de amor, de gustoso y apacible entretenimiento
de historias, fábulas, enredadas marañas, cantares, bailes,
ingeniosas moralidades del enamorado Acrisio, y su zagala
Lucidora de Juan Arce Solórzano. No nos atrevemos a
afirmarlo.
Hay también unas lagunas serias en los resultados de
estos esfuerzos nuestros. Confesamos no haber podido
identificar la fuente o fuentes—en este caso vale la
palabra—de los conocimientos geográficos que se hallan en
el Persiles. No vemos cómo tratar con la precisión necesa-
ria ni las crónicas de Indias ni las relaciones que se publica-
ban de la guerra de Chipre, la batalla de Lepanto y otros
sucesos contemporáneos. Tampoco podemos especificar los
arbitrios que conocía,20 y sólo unos pocos libros de política
y administración. Aunque hemos incluido en la lista de
obras que tendría en su biblioteca el poema épico Liga
deshecha, por la expulsión de los moriscos de los reinos de
España de Juan Méndez de Vasconcelos, todavía no nos
contentamos con ser este libro el único que poseyera sobre
20
Véase Don Quijote, II, 1 y “Coloquio de los perros,” III,
244, 27–246, 17.
È 49 È
el tema,21 que es “una verdadera aporía crítica.” 22
Quisiéramos acabar con dos conclusiones que han salido
de nuestro estudio. En primer lugar, nos asombra el sentido
crítico de Cervantes. Repetidas veces hemos visto como ha
sabido escoger, de lo que le era disponible, lo más innova-
dor, lo mejor pensado y lo de mayor valor artístico. Que
Garcilaso fuera el primero de los poetas líricos españoles,
Ercilla el primer autor de poesía heroica, López Pinciano su
guía en teoría literaria, refleja criterios excelentes. Que las
obras de Montemayor y Gil Polo son en efecto mejores que
la Diana segunda de Alonso Pérez, confirman todos los que
21
Otras posibilidades que conocemos son el libro publicado
por Pedro Aznar Cardona (pero en la dedicatoria, nos dice
Palau, se encuentra que le fue dictado por su hermano Jeró-
nimo), la Expulsión justificada de los moriscos españoles,
y suma de las excellencias christianas de nuestro Rey Don
Felipe Tercero (Huesca, Pedro Cabarte, 1612), y las obras
de Fray Marco de Guadalajara y Xavier, autor de la Memo-
rable Expulsión y justíssimo Destierro de los Moriscos de
España (Pamplona, Nicolás de Assiáin, 1613), generalmen-
te hallado (según Palau) junto con su Diálogo de Consuelo
por la Expulsión de los Moriscos de España (Pamplona,
Nicolás de Assiáin, 1613), y la Prodición y Destierro de los
Moriscos de Castilla, hasta el Valle de Ricote. Con las
dissensiones de los hermanos Xarifes, y presa en Berbería
de la fuerça y Puerto de Alarache (Pamplona, Nicolás de
Assiáin, 1614).
22
Para una introducción al tema de los moriscos en Cervan-
tes, véase Francisco Márquez Villanueva, “El morisco
Ricote o la hispana razón de Estado”, en su Personajes y
temas del “Quijote” (Madrid, Taurus, 1975), pp. 229–335;
la cita en la p. 241, n. 16.
È 50 È
tratan de dichos libros. Nadie ha puesto en tela de juicio sus
elogios de Amadís de Gaula y Palmerín de Inglaterra. Que
se escriba con buen lenguaje, que son inferiores las traduc-
ciones a los originales, que el autor no engañe al lector:
¿cómo atacar tales principios? Su entusiasmo especial en un
tiempo, el naci miento de la novela: ¿cómo mejorar tal
sentido histórico?
Por último, ya hemos señalado cómo la cultura de Cer-
vantes, según se entiende por este estudio bibliográfico,
tenía como fundamento la castellana de los años 80, lo cual
sustenta la tesis de que los libros que conocía eran los que
compraba, formando su propia biblioteca, y no libros que
consultaba en alguna biblioteca ya existente. Hay un
campo, y sólo uno, en que sus lecturas no se contienen
dentro de la cultura de su tiempo: los libros de caballerías.
Su contacto inicial con ellos se puede explicar por los
muchos que se reimprimían durante aquella década, último
gran auge editorial de dichos libros. Pero Cervantes
menciona varios libros de caballerías de la primera mitad
del siglo, de hacía 40 a 70 años. 23 Los libros más viejos de
su biblioteca, según nuestras pesquisas, son precisamente
aquellos cuya antigüedad se comenta en Don Quijote. En
segundo lugar, El caballero Platir, “antiguo libro”. Y el
libro más antiguo, verdadera joya de su biblioteca, según se
nota en el gozo con que se lo celebra en Don Quijote:
Tirante el Blanco.
No hay ninguna biblioteca que posea todos estos libros,
muchos de los cuales raras veces o nunca aparecen en el
23
Como no estaban en el mercado, y como ya se ha
documentado una compra de libros en subasta, cabe la
hipótesis que adquiriría estos libros de la misma forma, a la
disolución de las bibliotecas de uno o varios fallecidos.
È 51 È
comercio. Son pocas las que tienen una buena parte.
Algunas de las ediciones modernas son difíciles de encon-
trar. Facilitaría las investigaciones sobre Cervantes si se
reunieran, por medio de la tecnología de reproducciones y
en la forma que sea, estos textos.
È 52 È
Catálogo
È 53 È
modernizaciones, y en cuanto que los materiales accesibles
nos lo permiten, se procura la fidelidad a la ortografía de
los originales. Más de la mitad de estas descripciones son
directas, o del ejemplar que hemos tenido en las manos o de
reproducciones facsimilares o fotográficas; en otros casos
hemos tenido que basarnos en las obras de consulta de
Palau y Dulcet, Pérez Pastor, Escudero y Peroso, Vindel,
etc., y la modernización y regularización son más extensas.
Siglas:
È 54 È
con una defensa de la Religión Christiana contra los
errores y calunias de los Gentiles. Trad. Antonio de Rois
Roças. Madrid: Juan de la Cuesta [para] Francisco de
Robles, 1614. (1) Sobre el influjo de este libro en la
segunda parte de Persiles, véase Angelo J. DiSalvo, “St.
Augustine and the Persiles of Cervantes”, en Studies on
“Don Quijote” and Other Cervantine Works, ed. Donald
W. Bleznick (York, South Carolina, EE.UU.: Spanish
Literature Publications Company, 1984), pp. 55–64.
(Valencia, 1871.)
È 55 È
dudoso que Cervantes tuviera la edición milanesa de 1589,
ni la reimpresión, sin lugar ni año, de los países bajos.)
Títulos de ésta y de la segunda parte tomados de Gallardo.
Cervantes elogia a Aldana como “divino” en Galatea, II,
209, 25–26 y en la Adjunta al Parnaso, 133, 17–30, y es
probablemente uno de los “tres y medio famosos poetas de
España” de Don Quijote, II, 4, y los tres coronados de
Apolo, Parnaso, 108, 4–5. (Ed. Elias L. Rivers, Clásicos
Castellanos, 143.)
È 56 È
años del siglo XVII, que la auténtica, aunque es posible que
tuviera las dos. En algunas ediciones se incluyó el Lázaro
castigado.
È 57 È
reina también se halla en el libro noveno, Amadís de
Grecia, según me comunica Sydney Cravens). Cervantes se
refiere unas siete u ocho veces a las numerosas continuacio-
nes de Amadís (p. ej., “Amadís de Gaula, con todos sus
hijos y nietos, hasta la quinta generación”, Don Quijote, I,
13).
È 58 È
NBAE, 21, pero ninguna de este texto expurgado.)
È 59 È
además de unas quintillas de Juan Ochoa (infra), lleva
sonetos preliminares “de Don Juan Manuel” y “del Príncipe
de Irlanda”.
È 60 È
21. Bandello, Mateo. Historias trágicas exemplares
sacadas de las obras del Bandello Veronés. Nuevamente
traduzidas de las que en lengua francesa adornaron
Pierres Bonistau, y Francisco de Belleforest. Contiénense
en este libro catorze historias notables, repartidas por
Capítulos. Madrid, Pedro Madrigal, a costa de Claudio
Curlet Saboyano, 1596; posiblemente la edición príncipe,
Salamanca, Pedro Laso, a costa de Juan de Millis Godínez
(el traductor), 1589; o Valladolid, Lorenzo de Ayala, a
costa de Miguel Martínez (portada)— herederos de Bernar-
dino de Santo Domingo (colofón), 1603. (3) Véase Dámaso
Alonso, “Maraña de hilos (Un tema de cautiverio entre
Fulgosio, Pero Mexía, Bandello, Juan de la Cueva y
Cervantes)”, en Del siglo de oro a este siglo de siglas
(Madrid: Gredos, 1962), pp. 29–42 para una introducción
al tema, y un ejemplo de las complicaciones en el estudio
de las fuentes cervantinas. (Ed. parcial, Madrid, Atlas,
1943.)
È 61 È
plar; tomamos datos de Astrana, IV, 53 y Edward M.
Wilson, “A Cervantes Item from Emmanuel College
Library: Barros’s Filosofía cortesana, 1587”, Transactions
of the Cambridge Bibliographical Society, 4 (1964–68),
363–371. Hay unas notas sobre Barros en la ed. citada infra
de Pérez de Herrera, pp. xlvi–xlvii.
È 62 È
nombre de “Caballero de la Rica Figura,” probablemente
inspiración para “la Triste Figura” de Don Quijote; se
mencionan las cuatro partes de Belianís en Don Quijote, I,
6. Las partes tercera y cuarta (en las cuales se halla el
nombre completo del autor, el licenciado Jerónimo Fernán-
dez) al parecer no le gustaron a Cervantes nada. El Castillo
de la Fama, que tanto le ofendió a Pero Pérez, se halla en
ellas, y la continuación de Belianís que Don Quijote tenía
muchas veces el propósito de escribir, y en espera de la cual
había que dar al libro “término ultramarino”, sería conti-
nuación de las dos primeras partes, pues éstas acaban con
la “inacabable aventura” mencionada por Don Quijote. Para
más detalles, véase el primer capítulo de Interpretación
cervantina del “Quijote”. (Las ediciones de 1547 y 1587,
HCS 130; edición de Lilia Orduna, cuyos comentarios
sobre el conocimiento cervantino de este libro agradezco,
Kassel: Reichenberger, 1997.)
È 63 È
páginas figurará como excurso en el libro El texto del
‘Quijote’”, p. 53).
È 64 È
32. Camões, Luis de. Los lusíadas, trad. Benito de Caldera.
Alcalá, Juan Gracián, 1580. (1) Se menciona esta traduc-
ción en el “Canto de Calíope”, II, 219, 25–32. Lleva
sonetos preliminares del “maestro Garay” (“Canto de
Calíope”, II, 215, 25–32) y de Juan de Vergara (“Canto de
Calíope”, II, 226, 20–28, Parnaso, 66, 13–21) y también de
dos buenos amigos de Cervantes, Luis [Gálvez] de M ontal-
vo (infra) y Pedro Laínez (“Canto de Calíope”, II, 235, 33–
236, 28), De éste “maestro de Cervantes en poesía” según
Astrana (vol. III, p. 211), hay una Epístola a los lectores, en
la cual, además de ensalzar la utilidad de las traducciones
llama a Camões “el primer autor” y a Caldera “el segundo
autor” (“HCS”, 270; la epístola de Laínez en Obras, ed.
Joaquín de Entrambasaguas, Madrid, CSIC, 1951, vol. II,
pp. 348–351).
È 65 È
la puente de Mantible, mencionada por Don Quijote en I,
49.
È 66 È
quatro Cavalleros del Regimiento de la ciudad de Córdo-
ba”. El perfecto regidor. Salamanca, Cornelio Bonardo,
1586. (1) Entre los preliminares un soneto de Góngora y
una octava real de Gonzalo de Cervantes Saavedra, poeta
también elogiado en “Canto de Calíope”, II, 225, 25–32,
cordobés y probablemente pariente de Miguel (véase Ro-
dríguez Marín, Cervantes y la ciudad de Córdoba, reim-
preso en Estudios cervantinos [Madrid, Atlas, 1947],
especialmente pp. 162–164; Astrana, I, 23). “Canto de
Calíope”, II, 225, 1–8. Según Astrana (I, 336–338), Castilla
sería amigo de juventud de Cervantes. Tanto Schevill y
Bonilla (anotando el “Canto”) como Astrana señalan el
influjo de este libro en Cervantes, en especial en los
consejos de Don Quijote a Sancho. Castilla señala el valor
de las letras como preparación para el gobierno. (HCS,
287.)
È 67 È
Tisbe (mencionado por Cervantes en Don Quijote, I, 24; II,
18; y II, 19), Canto de Polifemo y Fábula de Acteón. (Ed.
J. Domínguez Bordona, Clásicos Castellanos, 72, 79, 88 y
91; la ed. de 1572 en HCS, 275.)
È 68 È
parte del ingenioso Cavallero don QuiMiguel de Cervantes
Saavedra, autor de su primera parte. Dedicado a Pedro
Fernández Ruiz de Castro, séptimo Conde de Lemos;
aprobación de Joseph de Valdivielso (infra). Madrid, Juan
de la Cuesta [para] Francisco de Robles, 1615.
È 69 È
Cervantes, ed. Cayetano Rosell, II, Madrid, 1863.)
È 70 È
49. Claudiano, Cayo Lucio. Robo de proserpina, de cayo
lucio claudiano, poeta latino. Traduzido por el Doctor Don
Francisco Faria, natural de Granada. Madrid: Alonso
Martín, a costa de Juan Berrillo, 1608. (1) Aprobación de
Tomás Gracián Dantisco; versos preliminares de Antonio
de Monroy (Parnaso, 28, 8–13), Fernando Bermúdez
Carvajal (Parnaso, 30, 19–21); y otros. Citado específi-
camente en Parnaso, 29, 30–30, 6. (Madrid, 1806.)
È 71 È
Diu, en La guarda cuidadosa, 74, 28. En el prólogo se
comenta la importancia de las hazañas modernas,
comparándolas con las antiguas. (El original portugués,
Lisboa, 1784.)
È 72 È
55. Cueva, Juan de la. Conquista de la Bética, poema heroi-
co En que se canta la restauración y libertad de Sevilla,
por el Santo Rey Don Fernando. Sevilla, Francisco Pérez,
1603. (1) Aprobación de Pedro de Padilla. (Madrid, 1795.)
È 73 È
Valladolid, ¿Bernardino de Sancto Domingo?, 1580 o
1582. (2, antes de acabarse La Galatea; refundida como
Práctica y theórica de cirugía en romance y laíin, Vallado-
lid, Bernardino de Sancto Domingo, 1584; segunda parte,
“que trata de todas las heridas”, Valladolid, herederos de
Bernardino de Sancto Domingo, 1595; también ¿las dos
partes?, 1609). “Canto de Calíope”, II, 215, 17–24, elogian-
do el “ingenio”, “conceptos” y “ciencias” de Daza.
È 74 È
Lope; según Mollá, el soneto de Cervantes, que sigue al
texto, sólo se halla en algunos ejemplares. Sobre Francisco
Díaz, elogiado en “Canto de Calíope” II, 216, 5–12, véase
Astrana, I, 257 y IV, 59–61. (HCS, 242 y 265; ed. Rafael
Mollá y Rodrigo, Madrid, 1922–23.)
È 75 È
Españoles, 1871.)
È 76 È
Emperador Trebacio. Con las altas cavallería[s, y] muy
estraños amores de la muy hermosa, y estremada Prin-
ces[a] Claridiana, y de otros altos Pr[ínci]pes y Cava-
lleros. Dirigido al muy illustre señor Do[n Martín] Cortés
Marqués del Valle, por Diego Ortúñez de Calahorra,
del[a] ciudad de Nágera. Probablemente Alcalá, Juan
Íñiguez de Lequerica, a costa de Blas de Robles y Diego de
Xaramillo, 1580, que es la portada descrita. (Dos ediciones
castellanas y tres aragonesas, la otra castellana de Medina
del Campo, 1583–86.) El Cavallero del Febo fue “autor” de
uno de los sonetos preliminares a Don Quijote, se menciona
el Cavallero del Febo en I, 1 y “los Febos” en I, 20 (tam-
bién El vizcaíno fingido, Comedias y entremeses, IV, 103,
15); el sabio Lirgandeo (Don Quijote, I, 43 y II, 34) es
personaje del libro, “sabio encantador” como Cide Hamete.
Hemos sugerido que el Espejo de príncipes es la fuente más
probable para la aventura de la cueva de Montesinos (véase
la introducción a nuestra edición, I, pp. lx–lxiii); sin
embargo, la aventura del Cavallero del Febo que cuenta
Don Quixote en I, 15 parece ser confusión con otro libro.
(Ed. Daniel Eisenberg, Clásicos Castellanos, 193–198; la
ed. de 1580 en HCS, 134 y la de 1583–86 en HCS, 133.)
Segunda parte de Espejo de príncipes y cavalleros, en dos
libros, donde se tratan los altos hechos del Emperador
Trebacio, y de sus charos hijos, el gran Alphebo, e Ínclito
Rosicler, y del muy excelente Claridiano, hijo del Cavallero
del Febo, y de la Emperatriz Claridiana: y assí mismo de
Poliphebo de Tinacria, y de la excelentíssima Archisilora
Reina de Lira, y de otros muy altos Príncipes. Compuesto
por Pedro [de] la Sierra, Infançón, natural de Cariñena,
del Reino de Aragón. Probablemente Cervantes tendría la
edición de Alcalá, Juan Íñiguez de Lequerica, a costa de
Blas de Robles y Diego de Jaramillo, 1580; también cuatro
otras ediciones 1580–1589, de las cuales sólo se conocen
È 77 È
ejemplares de dos. La portada descrita es la de la ed. de
Zaragoza, 1581. (La ed. de 1585–86 en HCS, 133.) Tercera
parte de Espejo de Príncipes y Cavalleros, donde se
cuentan los altos y soberanos hechos, delos hijos, y valero-
sos nietos, del ínclito Emperador Trebacio, y de los demás
sublimados Príncipes y Cavalleros, y de las altas cavalle-
rías de las belicosas y bizarras Damas. (Falta la portada del
ejemplar que hemos examinado de la ed. de 1587, en HCS,
133; he construido esta portada utilizando los titulillos de
las partes de la obra.) El autor de la tercera parte [dividida
en la ed. de 1623 en las partes tercera y cuarta] es Marcos
Martínez. Alcalá, Juan Íñiguez de Lequerica [¿a costa de
Blas de Robles?] 1587 o 1588. (2)
È 78 È
Ariosto. (Título de Juan Catalina García, Ensayo de una
tipografía complutense, Madrid, 1889.) Alcalá, Juan
Íñiguez de Lequerica, 1579. (También Zaragoza, 1553, y
tres ediciones en Amberes.) Creemos que esta obra, y no El
verdadero sucesso de la famosa batalla de Roncesvalles,
fin y muerte de los doze pares de Francia de Garrido de
Villena (Toledo, Juan Rodríguez, 1583; anteriormente
Valencia, 1555), es el Roncesvalles condenado in I, 6; es la
única obra sobre Bernardo del Carpio en que mata a Roldán
por asfixia, hecho que Don Quijote recuerda tres veces (I,
1; I, 26; II, 32). (La ed. de Amberes, 1557, en HCS, 33.)
È 79 È
Camões), Christóbal de Villarroel (“Canto de Calíope”, II,
222, 13–20), Juan de Arguijo (Parnaso, 49, 9–11), Queve-
do (Parnaso, 33, 25–34, 1; Adjunta, 129, 30–130, 3), el
Conde de Salinas (Parnaso, 32, 3–5), Pedro de Valdés
(Parnaso, 31, 11–16), Gerónimo de Mora (Parnaso, 94,
26–31), Juan López del Valle (Parnaso, 67, 11), Baltasar
de Cepeda (Parnaso, 95, 12–14). (La única edición moder-
na completa es la de Francisco Rodríguez Marín y Juan
Quirós de los Ríos, Sevilla, 1896; la de Adolfo de Castro en
BAE, 42, es muy incompleta.)
È 80 È
74. [Frías y Balboa, Damasio de]. Diálogo de Amor.
Intitulado Dórida. En que se trata, de las causas por donde
puede justamente un amante (sin ser notado de inconstan-
te) retirarse de su amor. Nuevamente sacado a luz, corregi-
do y enmendado por Juan de Enzinas. Burgos: Philippe de
Junta y Juan Baptista Varesio, 1593. (1) Incluido por el
interés cervantino en el tema; también, aunque el libro se
publicó sin su nombre, a Frías se le elogia en “Canto de
Calíope”, II, 231, 9–16. Véase Eugenio Asensio, “Damasio
de Frías y su Dórida, diálogo de amor. El italianismo en
Valladolid”, Nueva Revista de Filología Hispánica, 24
[1975], 219–234. (Madrid, 1929, edición de Justo García
Soriano, en la colección de obras de Frías, Diálogos de
diferentes materias inéditos hasta ahora. Reseñó esta
edición con cierta severidad José F. Montesinos, Revista de
Filología Española, 19 [1932], 189–193.)
È 81 È
soneto preliminar de Francisco de Campuça no (“Canto de
Calíope”, II, 214, 29–36) y otro de Francisco [Lasso] de
Mendoça (“Canto de Calíope”, II, 213, 17–24). Gálvez
escribió un soneto preliminar para La Galatea, y otro para
la traducción de Caldera de las Lusíadas; se elogia el libro
en el escrutinio, y se menciona en el “Coloquio de los
perros”, III, 164, 25–27 y III, 166, 8. (Edición y estudio de
Menéndez Pelayo, Orígenes de la novela, NBAE, 7;
censura en Pedro Laínez, Obras [supra, Camões], II, 354–
355.)
È 82 È
ya citada (supra, Boscán), sus obras en la edición “sin
comento” que tuvo Tomás Rodaja (“Licenciado Vidriera”,
II, 78, 9–10); Garcilaso solo, y sin comento, sería la ed. de
Salamanca, Matías Gast, a costa de Simón Borgoñón,
1568–69, o Madrid, Alonso Gómez, 1570. (Edición
facsimilar, Madrid, CSIC, 1973; los comentarios de
Herrera, sin la vida de Garcilaso ni los otros preliminares,
en Garcilaso y sus comentaristas, ed. Antonio Gallego
Morell, 2ª ed., Madrid, Gredos, 1972.)
È 83 È
Cien Novelas de. M. Juan Baptista Giraldo Cinthio: donde
se hallarán varios discursos de entretenimiento, doctrina
moral y política, y sentencias, y avisos notables. Traduzi-
das de su lengua Toscana por Luis Gaitán de Vozmediano.
Toledo, Pedro Rodríguez, a costa de Julián Martínez, 1590.
(1) Aprobación de Tomás Gracián Dantisco; estancias de
Valdivielso. Nos parecen muy sugestivos los apellidos del
traductor: la esposa de Cervantes, Catalina de Salazar, fue
hija de Fernando de Salazar Vozmediano, y Juana Gaitán,
también de Esquivias, lugar toledano, fue amiga de Cervan-
tes y esposa de su amigo y maestro poético Pedro Laínez.
Añadidos el lugar y fecha de la impresión, y el interés de
Cervantes en la novela, nos parece muy probable que
tuviera este libro. Esta traducción sólo incluye las dos
primeras décadas de los Hecatommithi de Giraldo. Se ha
sugerido que la historia de Ortel Banedre, en el capítulo 6
del libro III de Persiles, se tomó de la década seis de los
Hecatommithi (desarrolla este tema Edward Stanton,
“Cervantes and Cinthio: An Episode in Persiles y Sigismun-
da”, Hispano-Italic Studies, 1 [1976], 32–38), aunque no
faltan historias parecidas en otras fuentes (véase Juan
Bautista Avalle-Arce, Nuevos deslindes cervantinos [Barce-
lona, Ariel, 1975], 204, n. 86). (Reproduce el prólogo
Menéndez Pelayo, Orígenes, III, 38, n. 1.)
È 84 È
1583. (1) Aprobación de Pedro Laínez. “Canto de Calíope”,
II, 225, 34–226, 4. Se hallan poemas de Gómez de Luque
en el Jardín de Padilla y en el Cancionero de López Maldo-
nado. Amigo de Cervantes, según Astrana, I, 338–339,
quien estima probable que se conocieran como jóvenes en
Córdoba. (La aprobación en Pedro Laínez, Obras [supra,
Camões], II, 352–353.)
È 85 È
Tarquinio Longo, 1602, o Valencia, Pedro Patricio Mey,
1609; según Palau, el texto de estas dos ediciones no es el
mismo. (2) Se menciona esta traducción en Don Quijote, II,
62.
È 86 È
Escrivano 1575; o Sevilla, Andrea Pescioni, a costa de Luis
Torrero, 1581. La otra edición antes de La Galatea es la
príncipe de Amberes, 1557.
È 87 È
(Facsimilar, Cieza, Antonio Pérez Gómez, 1967; esta colec-
ción, ed. Adolphe Coster, París, Champion, 1908; toda la
poesía de Herrera, ed. José Manuel Blecua, Madrid, Real
Academia Española, 1975.)
È 88 È
filologia. Omaggio a Benvenuto Terracini (Milán: Mon-
dadori, 1968), pp. 281–311, reimpreso en Lingua come
problema nella letteratura spagnola del Cinquecento (con
una frangia cervantina) (Turín: Stampatori, 1979), pp.
285–322. (Facsimilar, ed. Agustín G. de Amezúa, Madrid,
1954; HCS, 1.)
È 89 È
dos a Menéndez Pidal, III (Madrid: CSIC, 1951), 413–420.
(Reproducción facsimilar de la edición príncipe de 1548,
Madrid, Instituto Bibliográfico Hispánico, 1973; de la ed.
de 1550—la portada descrita—, Londres, Oxford Univer-
sity Press, 1960.)
È 90 È
Heitmann, “Die spanischen Übersetzer von Olivier de la
Marches Chevalier délibéré: Hernando de Acuña und
Jerónimo de Urrea”, en Studia iberica. Festschrift für Hans
Flasche (Berna, Francke, 1973), pp. 229–46. (La ed. de
1573, HCS, 9.)
È 91 È
102. León, Fray Luis de. De los nombres de Cristo. La
perfecta casada. Casi sin duda la primera edición, Salaman-
ca, Juan Fernández, 1583; posiblemente la de Salamanca,
1585–86 o 1587. (4 ediciones en Salamanca hasta 1595, sin
contar las no castellanas ni las posteriores a esta fecha.)
(Muchas ediciones de las obras de Fray Luis; merecen
citarse la de Félix García, Biblioteca de Autores Cristianos,
la edición de De los nombres de Cristo de Federico de
Onís, Clásicos Castellanos, y la de La perfecta casada de
Elizabeth Wallace, Chicago, University of Chicago Press,
1903.
È 92 È
(supra, Bembo) que la obra no tuvo influencia en La
Galatea, no aceptamos que la mención en el prólogo al
Quijote sea irónica. (Véase en este sentido Katherine M.
Shea, supra, Fonseca.)
È 93 È
Hernando de Acuña (supra). “Canto de Calíope”, II, 231,
33–232, 4. (Ed. Lorenzo Rubio González, Valladolid,
Diputación Provincial, 1980.)
È 94 È
hallan en el “Canto de Calíope”: Juan de Vergara (II, 216,
21–28; Parnaso, 66, 13–21), Liñán de Riaza (II, 218, 13–
20,), Diego de Agui[l]ar (“Canto de Calíope”, II, 228, 5–
12), Diego [González] Durán (“Canto de Calíope”, II, 217,
25–32) y Lázaro Luis de Liranzo (“Canto de Calíope”, II,
223, 33–224, 4). Dentro la obra, una epístola del Doctor
[Francisco de] Campuzano (“Canto de Calíope”, II, 214,
29–36). Se menciona el Cancionero en Don Quijote, I, 6.
(Facsimilar, M adrid, 1932.)
È 95 È
Cervantes tendría la primera edición, y no la segunda de
Barcelona, 1605 ni la tercera de Bruselas, 1608.) Parnaso,
100, 5–13. Véase Marcel Bataillon, “Urganda entre Don
Quijote y La pícara Justina”, en Studia Philologica. Home-
naje ofrecido a Dámaso Alonso (Madrd: Gredos, 1960–63),
I, 191–215, Varia lección de clásicos españoles (Madrid:
Gredos, 1964), pp. 268–299 o Pícaros y picaresca (Madrid:
Taurus, 1969), pp. 53–90. (Varias ediciones modernas.)
È 96 È
na. En Diálogo. Madrid: Miguel Serrano de Vargas, 1603.
(1) Riquer, en su edición, pp. 16–18, sugiere que Cervantes
se burla de Luque Fajardo en el primo de Don Quijote, II,
22. (Ed. Martín de Riquer, 2 vols, Madrid, Real Academia
Española, 1955.)
È 97 È
Nabuchodonosor. Madrid: Imprenta Real, 1613. (2; la otra
Milán, 1611). Se elogia calurosamente a Mantuano en
Parnaso, 67, 20–25 y 102, 16–30.
È 98 È
(supra, p. 11, n. 9). En el prólogo a la misma obra, Cervan-
tes agradece la “suma caridad” del cardenal Sandoval y
Rojas. Sobre M árquez Torres, vid. Rodríguez Marín, ed.
Don Quijote, Apéndice XXI.
È 99 È
preliminar de Miguel de Silveira (Parnaso, 29, 24–26).
È 100 È
de las Metamorfoses de Ovidio”, el “Beatus Ille” de
Horacio, y un “Compendio del arte poética”, que tiene que
ser la misma obra publicada como suelta (Compendio y
breve Declaración del Arte Poético Castellano, Madrid,
Juan de la Cuesta, 1607).
È 101 È
131. Mondragón, Hierónimo de. Censura, de la locura
humana, y excelencias della: en cuya Primera Parte se
trata, como los tenidos en el Mundo por Cuerdos son
Locos: y por serlo tanto, no merecen ser alabados. En la
Segunda, se muestra por vía de entretenimiento, como los
tenidos comúnmente por Locos, son dignos de toda ala-
bança: con grande variedad de apazibles y curiosas his-
torias, y otras muchas cosas no menos de provecho que
deleitosas. Lérida, Antonio de Robles, 1598. (1) Véase
sobre el libro el trabajo de Ronald Surtz, “En torno a la
Censura de la locura humana y excelencias della de
Jerónimo de M ondragón”, Nueva Revista de Filología His-
pánica, 25 (1976), 352–363. (Ed. Antonio Vilanova,
Barcelona: Selecciones Bibliófilas, 1953.)
È 102 È
1570.) Además de las menciones en Don Quijote, I, 5 y 6,
se encuentra una referencia al libro en “Coloquio de los
perros”, III, 164, 27–165, 3 y 166, 9, y en El vizcaíno
fingido (Comedias, IV), 103, 14. En algunas ediciones,
soneto preliminar de “Hierónimo Sanpere”, es decir
Sempere (infra). (Ed. Francisco López Estrada, Clásicos
Castellanos, 127.)
È 103 È
dos ediciones valencianas de 1533, de impresores diferen-
tes, y según Palau es 1533, Libro primero, y 1535, Libro
segundo), el único ejemplar de que tenemos noticia se
encuentra en la Biblioteca Británica. No sabemos si el
nombre del traductor, Jerónimo Auner, ni del autor original,
Luigi Pulci, aparecen en el libro. Parece ser un libro que
Cervantes conoció entre la composición de las dos partes de
Don Quijote. (Varias ediciones modernas del poema de
Pulci; en éste, Renaldos, librando a un león de un dragón,
es conocido como “il guerrier del lione”.)
È 104 È
edición.) Aprobación de López de Hoyos: “va repurgado de
todo: y para ello fue importante la diligencia, y que no se
passasse folio sin ir muy mirado lo borrado, o mejorado”.
Don Quijote menciona los Nueve de la Fama en I, 5 y 20.
Estos nueve eran, según el libro, Mosés, David, Machabeo,
Alexandre, Héctor Troyano, Julio César, Artús, Carlo
Magno y Gudofre de Bullón.
È 105 È
quien tomamos la descripción.
È 106 È
do / el bien y el mal, la dulce fuerça y arte,/ en la primera y
la segunda parte”. A Padilla le llama Pero Pérez “amigo
mío” (Don Quijote, I, 6); se le elogia fuertemente en el
“Canto de Calíope” (II, 218, 29–36). (La aprobación de
Laínez en sus Obras [supra, Camões], II, 352.)
È 107 È
1587.) Aprobación de Ercilla; sonetos preliminares de Juan
de Vergara (“Canto de Calíope”, II, 216, 21–28); Pedro
Láinez; y López Maldonado. Se menciona este libro en Don
Quijote, I, 6; aparece en él glosado el romance “Caballero,
si a Francia ides” (citado en el Retablo de Maese Pedro), y
otros poemas sobre Melisendros y Gaiferos; también (según
Armando Cotarelo Valledor, Cervantes lector, Madrid,
Instituto de España, p. 92) una versión de las popularísimas
coplas “Puesto ya el pie en el estribo”, mencionadas en la
dedicatoria de Persiles y acaso aludidas en la carta de
Carriazo y Avendaño en La ilustre fregona. (Sobre el
trabajo de Cotarelo, véase el amargo juicio de Amezúa, en
Cervantes, creador de la novela corta española, I [Madrid:
CSIC, 1956], 54, y el comentario de Astrana, IV, 466, n. 2.)
È 108 È
Martín, NBAE, 11; edición modernizada, Madrid, Mira-
guano, 1979–82.)
È 109 È
los legítimos pobres, y reducción de los fingidos: y de la
fundación y principio de los Albergues destos Reynos, y
amparo de la milicia dellos. Madrid, Luis Sánchez, 1598.
(1) Tres sonetos de Lope, uno de Bartolomé López de
Enciso (autor del Desengaño de celos, supra), otro de Juan
de Luna y Mendoza, Marqués de Montesclaros, según
Schevill y Bonilla el marqués elogiado en Parnaso, 94, 11–
25; octavas de Juan Antonio de Herrera Tremiño, hijo del
autor, elogiado en Parnaso, 66, 22–24. Pérez de Herrera
fue reformista importante, “[el primer] escritor en quien se
apuntan ya las calidades y circunstancias del moderno
urbanista” (Agustín G. de Amezúa y Mayo, “El Bando de
Policía de 1591 y el Pregón general de 1613 para la villa de
Madrid” publicado originalmente en Revista de la Bibliote-
ca, Archivo y Museo de Madrid, 10 (1933), 141–179, pero
citado de sus Opúsculos histórico–literarios, 3 vols.,
Madrid, CSIC, 1951, III, 124–172, la cita en la p. 126).
Además de los versos y la fecha y lugar de publicación,
hemos incluido este libro por el interés cervantino en los
problemas urbanos, según se desprende de las reformas
implantadas por Sancho. (Ed. Michel Cavillac, Clásicos
Castellanos, 199.)
È 110 È
24–26).
È 111 È
traducidas de Petrarca han sido reproducidas hace años por
Justo García Morales, Col. Crisol, ed. Aguilar, Madrid”.)
È 112 È
Estudios Cervantinos, 1997.)
È 113 È
Suárez de Figueroa (infra), y poemas preliminares de Lope
(infra), Gaspar Dávila (elogiado por Cervantes en el
prólogo a las Ocho comedias y en Parnaso, 95, 3–5), Luis
Vélez de Guevara (prólogo a las Ocho comedias), Soto de
Rojas (Parnaso, 99, 26–30), Miguel de Silveira (Parnaso,
29, 24–26), Francisco de Silva (Parnaso, 31, 5–7) y otros.
È 114 È
que antes tenía. (Más de treinta ediciones en España en la
segunda mitad del siglo XVI; la portada descrita es de la de
Sevilla, 1575.) El nombre de Rojas sólo se halla en un
acróstico; en la “Carta a un su amigo”, se halla que algunos
decían que el primer acto fue obra de Juan de Mena, y otros
que de Rodrigo Cota. Se menciona Celestina en los versos
preliminares a la primera parte de Don Quijote.
È 115 È
en prosa y verso con nuevos Hieroglíficos y algunos puntos
morales. Nápoles: Juan Domingo Roncallolo (colofón: “por
Tarquinio Longo”), 1613. (1) (Selecciones en Obras
selectas, edición y prólogo de Alan Soons, Estudios de
Hispanófila, 14, Chapel Hill, North Carolina, EE.UU.,
Hispanófila, 1970.)
È 116 È
ões], II, 353–354.)
È 117 È
que en toda España se hicieron en la Beatificación de N. B.
M. Teresa de Jesús, fundadora de la Reformación de
Descalzos y Descalzas de N. S. del Carmen en prosa y
verso. Madrid, Viuda de Alonso Martín, 1615. (1) Además
de los de Cervantes, versos de Espinel (supra), Lope
(infra), Valdivielso (infra), López de Zárate (elogiado en
Persiles, IV, 6), y muchos otros (la lista en Pérez Pastor).
È 118 È
la Araucana. Salamanca, Juan Renaut, 1597. (2; la otra
Barcelona, 1598.) Aprobación de Pedro de Padilla (supra);
soneto de Agustín de Texada y Páez (infra); dedicado al
Conde de Lemos, Fernando Ruiz de Castro y Andrade
(padre del conde mecenas de Cervantes). “Canto de
Calíope”, II, 213, 9–16.
È 119 È
mos príncipes don Florisel de Niquea y don Falanges de
Astra. (Cinco ediciones, Medina, 1535; Sevilla, 1536, 1546
(la descrita) y 1551; Évora, s.f.) El nombre de Silva se halla
en la portada verso y al principio del texto. La primera
parte [y “segundo libro”] de la quarta parte de la chrónica
de el excelentíssimo príncipe don Florisel de Niquea, que
fue escripta en Griego por Galersis, fue sacada en Latín
por Philastes Campaneo, traduzida en Romance Castellano
por Feliciano de Silva. Salamanca, 1551 o Zaragoza, 1568
(la descrita). Se atacan “las obras” de Feliciano de Silva en
el “escrutinio de la librería”, y éstas son las únicas en las
cuales aparece como autor. Según Clemencín, el Caballero
del Ave Fénix y el Caballero de la Muerte (mencionados en
Don Quijote, I, 19) son personajes de Florisel, éste de su
tercera parte. Don Quijote (I, 24) menciona entusiástica-
mente Rogel de Grecia; la frase “la razón de la sinrazón” se
halla en la Cuarta parte, aunque, forzoso es reconocerlo, el
mismo ataque al estilo de Silva, citando “la razón de la
razón, que tan sin razón por razón tengo” en la Carta de
don Diego [Hurtado] de Mendoza al Capitán Salazar
(BAE, 36, p. 549). Véase sobre el tema Sydney Paul
Cravens, “Feliciano de Silva and his Romances of Chivalry
in Don Quijote, en Inti, 7 (1978), 28–34; le agradecemos
sus comentarios en carta.
È 120 È
fue tornasse a es” (Don Quijote, II, 18). (Selecciones, Gra-
nada, 1939 y Barcelona, 1940; anteriormente en BAE, 35;
véase la reseña de Joaquín de Entrambasaguas de la ed. de
Granada, Revista de Filología Española, 24 [1937 (1940)],
418–420; la aprobación en Laínez, Obras [supra, Camões],
II, 355.)
È 121 È
ed. de Estella, 1564 en HCS, 148; la de Toledo, 1526 en
HCS, 150.)
È 122 È
vols. (Salamanca: Guillermo Foquel, 1588; Barcelona,
1588; Salamanca, Foquel, 1589; Madrid, 1597; Madrid,
1602, etc.) La edición, encargada a Fray Luis por el Conse-
jo Real, incluye “Un tratado de su Vida Otro tratado del
Camino de la Perfección Otro que se tituló Castillo Espiri-
tual o Las Moradas. Y unas exclamaciones o meditaciones
espirituales” y también unas “Relaciones espirituales” y
unos “Avisos…para sus monjas”. Reformadora religiosa,
procesada (como Fray Luis) por la Inquisición, Teresa llegó
a ser en vida de Cervantes heroína nacional, beatificada en
1614 y propuesta para santa y patrona de España. Hemos
incluido esta edición a causa de la estimación cervantina
para Fray Luis y por haber escrito un poema en elogio de
Teresa (supra, San José). (Edición basada en la de Fray
Luis, Madrid, Plenitud, 1964; edición crítica de las obras de
la Santa por Fr. Efrén de la Madre de Dios y Fr. Otger
Steggink, Biblioteca de Autores Cristianos.)
È 123 È
González Palencia, M adrid, CSIC, 1949.)
È 124 È
modernas; ninguna de este texto “corregido y emendado”.)
È 125 È
Juan de León, a costa de Bernardo de la Vega, 1591. (1)
Mencionado en Don Quijote, I, 6 (anotando este capítulo en
su edición del texto cervantino, hay una extensa nota de
Rodríguez Marín sobre el libro); Parnaso, 70, 2–4; 99, 16–
18.
È 126 È
que se escrive la Vida Del bienaventurado Isidro, Labrador
de Madrid, y su Patrón divino. Probablemente la primera
edición, Madrid, Luis Sánchez [para] Juan de Montoya,
1599. (Posiblemente Madrid 1602–03; improbable las de
Alcalá, 1607; Barcelona, 1608; Madrid, 1613.) Aprobación
elogiosa de Pedro de Padilla; versos preliminares de Juan
de Vergara (“Canto de Calíope”, II, 216, 21–28; Parnaso,
66, 13–21), del capitán Figueroa (“Canto de Calíope”, II,
235, 33–236, 28; Adjunta, 133, 29), y de Miguel Cejudo
(Parnaso, 30, 25–31, 1). (Facsimilar, Madrid, 1935; Obras
sueltas, XI, 1777; SDGA, 63.)
È 127 È
preliminares. Se menciona el libro de Polidoro Virgilio en
Don Quijote, II, 22 y 24.
È 128 È
y vocablos, y lugares difficultosos, esparzidos por toda la
obra. Trad. Gregorio Hernández de Velasco. La principal
traducción castellana, muchas veces reimpresa; a partir de
Toledo, 1574 (la descrita) con adiciones. Parnaso, 42, 29–
43, 2; Don Quijote, I, prólogo; I, 25; I, 48. La lectura de
Homero por Cervantes es mucho más dudosa. (Valencia,
1793.)
È 129 È
Mey, 1566. (1) Sobre el ser el Carlo famoso la obra aludida
confusamente en el “escrutinio”, véase el comentario de
Antonio Rodríguez-Moñino en “Don Luis Zapata o el senti-
do de una fuente cervantina”, en su Fuentes literarias cer-
vantinas (Madrid: Gredos, 1973), 109–182, a la p. 158, n.
55; también a favor del conocimiento cervantino de esta
obra se halla María Soledad Carrasco Urgoiti, “‘Más
singulares desafíos, según él decía, que Gante y Luna’…
Nota a una alusión del Quijote”, en Estudios…dedicados al
Prof. E. Orozco Díaz (Granada: Universidad de Granada,
1979), I, 241–249. (Fragmentos en El primer poema que
trata del descubrimiento y conquista del nuevo mundo, ed.
José Toribio Medina y Winston A. Reynolds, Madrid,
Porrúa, 1984.)
È 130 È
Índice onomástico
(Ortografía modernizada.)
È 131 È
Asensio, Eugenio. 74 Bataillon, Marcel. 113
Assiáin, Nicolás de. 0 Béjar, séptimo Duque de.
Astrana Marín, Luis. 0, 42, 125, 206
32, 37, 58, 62, 76, 77, Belleforest, Francisco de.
78, 82, 147, 154, 168, 21
195 Bembo, Pietro. 28, 77
Auner, Jerónimo. 134 Bermúdez Carvajal, Fer-
Avalle-Arce, Juan Bautis- nando. 49
ta. 0, 80, 201 Berrío, Gonzalo Mateo
Avellaneda, Alonso Fer- de. 31, 71
nández de. 19 Berrillo, Juan. 49
Ayala, Juan de. 106 Blanchard-Demouge, P.
Ayala, Lorenzo de. 21 154
Aznar Cardona, Jerónimo. Blecua, Alberto. 169
0 Blecua, José Manuel. 91,
Aznar Cardona, Pedro. 0 122
Bogía o Bugía, Esteban.
Balbín Lucas, Rafael de. 124, 126, 127, 186,
175 208
Balbuena, Bernardo de. Bogía, Francisco. 186
20 Bonardo, Cornelio. 37,
Bandello, Mateo. 21 162
Bajona Oliveras, Ignacio. Bonilla y San Martín,
0 Adolfo. 0, 60, 148
Barahona de Soto, Luis. 0, Bonistau, Pierres. 21
22, 71, 77, 94, 125, Borges, Marcos. 138
126, 135, 181 Borgoñón, Simón. 77
Barberino, Andrea da. 86 Bornat, Claudio. 191
Barrera, Alonso de la. 77, Boscán, Juan. 28, 36, 77
92, 96, 167 Bowle, John. 12, 34
Barrionuevo, Gaspar de. Boyardo, Mateo María. 1,
198 29, 67
Barros, Alonso de. 7, 23, Boyer, Juan. 8, 53, 67,
24 202
È 132 È
Bugía, Esteban. Véase Carreres de Calatayud, F.
Bogía. 118
Burgos, Andrés de. 86 Carvallo, Luis Alfonso de.
Bustamante, Jorge de. 141 0
Castiglione, Baltasar. 36
Cabarte, Pedro. 0 Castilla y de Aguayo,
Cabrera de Córdoba, Luis. Juan de. 37
30 Castillejo, Cristóbal de.
Cáceres y Espinosa, Pedro 38, 39
de. 181 Castillo, Hernando de. 40
Cairasco de Figueroa, Castro, Adolfo de. 71
Bartolomé. 31 Castro, Américo. 109, 128
Caldera, Benito de. 32, Cavillac, Michel. 152
135 Cejudo, Miguel. 20, 126,
Camús, Felipe. 183 198–200
Campuzano, Francisco de. Cepeda, Baltasar de. 71
76, 84, 110, 145 Cervantes, Rodrigo de
Camões, Luis de. 0, 32, (padre de Miguel).
71 106, 136, 203
Canavaggio, Jean. 58, 174 Cervantes Saavedra, Gon-
Cangas, Fernando de. 125 zalo de. 37
Canto, Francisco del. 67 Cervantes Saavedra, Mi-
Capataz, Juan Bautista. 43 guel de. 24, 41–46, 62,
Caporali, Cesare. 33 89, 95, 109, 110, 121,
Carballo Picazo, Alfredo. 135, 143–145, 153,
112 166, 168, 173, 178,
Cardillo Villalpando, Gas- 190, 199, 209
par. 0 César, Cayo Julio. 0
Cardona, Hugo de. 54 Cinthio, Giraldo o Giraldi.
Carlos V, rey de España. Véase Giraldo Cinthio,
98, 138, 179, 210 Juan Baptista.
Carranza, Jerónimo de. 35 Claudiano, Cayo Lucio.
Carrasco Urgoiti, María 49
Soledad. 210 Clemencín, Diego. 34,
È 133 È
134 Chevalier, M axime. 67
Córdoba, Juan de. 69
Córdoba, M artín de. 150 Dávila Padilla, Augustín.
Coloma, Juan. 50 58
Concejo, Pilar. 87 Daza Chacón, Dionisio.
Contreras, Jerónimo de. 59
51 Delgado, Cosme. 140
Cormellas, Sebastián. 19 Días, Duarte. 61
Corte Real, Jerónimo. 52 Díaz, Francisco. 61, 62
Cortejón, Clemente. 77 Díaz, Joan. 22
Cortés, Hernán. 99, 170 Díaz Hidalgo, Juan. 95
Cortés, Martín. 68 Díaz Larios, Luis F. 1
Cosín, Pierres. 39, 66, Díaz Rengifo, Juan. 0
107, 109, 193 Díaz de Vivar, Ruy, “el
Cossío, José María de. 87 Cid”. 97
Coster, Adolphe. 91 Dioscórides. 63
Cota, Rodrigo. 116, 163 DiSalvo, Angelo J. 2
Cotarelo Valledor, Ar- Domingo, Santo. 40, 121
mando. 147 Domínguez Bordona, J.
Cravens, Sydney Paul. 11, 39, 116
180 Drake, Sir Francis. 199
Cromberger, Jacome. 48 Droy, Guillermo. 110,
Cuello, Diego. 13 155
Cuesta, Juan de la. 0, 27,
42, 43, 95, 125, 127, Efrén de la Madre de
139, 171, 178, 190 Dios, Fray. 188
Cueva, Juan de la. 21, 55, Eisenberg, Daniel. 0, 19,
56, 57 68, 112, 120
Cueva[s] y Silva, Francis- Encinas, Juan de. 74
co de la[s]. 71 Entrambasaguas, Joaquín
Curlet Saboyano, Claudio. de. 32, 181
21 Equicola, Mario. 65
Erasmo. 109
Chaves, Jerónimo. 0 Ercilla, Alonso de. 0, 23,
È 134 È
51, 66, 69, 91, 94, 110, Flamenco, Juan. 164
124, 130, 147 Fonseca, Cristóbal de. 3,
Escobar, Baltasar de. 71 73, 172
Escribano, Alonso. 88 Foquel, Guillermo. 188
Espinel, Vicente. 7, 69, Foulché-Delbosc, Ray-
73, 110, 153, 170, 173 mond. 122
Espinosa, Juan de. 203 Frías y Balboa, Damasio
Espinosa, Nicolás. 70 de. 74, 107
Espinosa, Pedro. 71 Frasso, Antonio de lo. 75
Fucilla, Joseph G. 0
Faria, Francisco. 49 Fuentes, Alonso de. 0
Fernández, Jerónimo. 28 Fulgosio. 21
Fernández, Juan. 196196
Fernández, Toribio. 28 Gaitán, Juana. 80
Fernández de Córdoba, Gaitán de Vozmediano,
Francisco. 72 Luis. 80, 169
Fernández de Córdoba y Galba, Martí Johan de.
Oviedo, Diego. 89, 189
142, 150 Gálvez de Montalvo,
Fernández Morera, Darío. Luis. 32, 41, 76, 84,
19 145, 204
Fernández Ruiz de Castro, Gallardo, Bartolomé José.
Pedro, séptimo conde 35, 86, 134
de Lemos. Véase Le- Gallego Morell, Antonio.
mos, séptimo conde 77
de. Garay, Blasco de. 116,
Fernando III, el Santo, rey 176
de España. 55 Garay, el maestro. 32
Fernando el Católico. 61 Garay, Nuño. 183
Ferrer, Diego. 148 Garcés, Enrique. 155
Ferrer, Miguel. 105 García, Félix. 102
Ferreres, Rafael. 118 García Callejas, Juan. 83,
Figueroa, Francisco de. 0, 94
71 García López, Juan Cata-
È 135 È
lina. 70 de. 35
García Morales, Justo. Góngora, Luis de. 37, 71,
155 168
García de Oliván, Pedro. González, Domingo. 206
0 González de Bobadilla,
García de Paredes, Diego. Bernardo. 83
54 González Durán, Diego.
García Soriano, Justo. 74, 110
129 González Miguel, J.-Gra-
Garcilaso de la Vega. 0, ciliano. 184
28, 36, 77, 107 González Ollé, Fernando.
Garcilaso de la Vega, el 14
Inca. 104 González Palencia, Ángel.
Garibay, Esteban de. 78 132, 190
Garrido de Villena, Fran- González Velasco, Pilar.
cisco. 29, 70 69
Gast, Matías. 77, 130 Gosner, Alonso. 122
Gayangos, Pascual de. 64 Gracián, Juan. 10, 32, 41,
Gerardo, Querino. 50, 52, 83, 90, 94, 132,
145, 147, 207 183
Gil Polo, Gaspar. 0, 79, Gracián Dantisco, Lucas.
81, 179 41, 84, 99
Giraldo Cinthio, Juan Gracián Dantisco, Tomás.
Baptista. 80 20, 30, 49, 71, 80, 90,
Girón y Rebolledo, Alon- 114, 169
so. 79, 81, 179 Green Jr., James Ray. 48
Gómez, Alonso. 23, 77, Green, Otis. 3
168 Guadalajara y Javier,
Gómez, Álvar. 204 Marco de. 0
Gómez de Huerta, Jeróni- Guarini, Baptista. 85
mo. 94, 108, 158 Guevara, Antonio de. 87
Gómez de Luque, Gonza- Gutiérrez, Juan. 132
lo. 82, 110, 145 Gutiérrez de Montalvo,
Góngora, Diego Ignacio Garci. 9, 10
È 136 È
Guzmán, Francisco de. Iranzo, Lázaro Luis. 110
88, 141 Isabel la Católica. 61
Isócrates. 128
Haedo, Diego de. 89
Hämel, Adalbert. 57 Jacinto, San. 121
Hahn, Juergen. 130 Jaramillo, Diego de. 68,
Hebreo, León. Véase 82
León Hebreo. Jáuregui, Juan de. 0, 185
Heitmann, Klaus. 98 Jiménez Aillón, Diego. 97
Heliodoro. 90 Jiménez Patón, Bartolo-
Hernández Alemán, Alon- mé. 24
so. 86 Jovio, Paolo. 54
Hernández de Córdoba y Juan de Austria, Don. 168
Aguilar, Gonzalo. 54 Juan II, rey de España. 53
Hernández de Velasco, Juliá Martínez, Eduardo.
Gregorio. 205 101
Herrera, Fernando de. 0, Junta, Felipe de. 48, 74,
35, 56, 77, 91, 92, 107, 156
125 Junta, Juan de. 48, 64, 183
Herrera Tremiño, Juan Junta, Lucas de. 122
Antonio. 152 Junti, Tomás. 112
Herrero García, Miguel. 0
Hidalgo, Clemente. 201 Labandeira Fernández,
Homero. 205 Amancio. 162
Horacio. 69, 71, 93, 127 Laínez, Pedro. 0, 32, 71,
Huerta, Jerónimo Gómez 76, 80, 82, 143, 145,
de. 94, 108, 158 147, 168, 181
Hurtado de Mendoza, La Marche, Olivier de. 98
Diego. 95, 180 Lara Garrido, José. 22
Laso, Pedro. 21, 90, 98
Iciar, Juan de. 96 Laso Vaca, Cristóbal.
Íñiguez de Lequerica, 113, 202
Juan. 68, 70, 82, 97, Lasso de la Vega, Gabriel.
137, 175 99
È 137 È
Ledesma, Alonso de. 101 López de Enciso, Bartolo-
Lemos, sexto conde de. mé. 108, 152
177 López Estrada, Francisco.
Lemos, séptimo conde de. 90, 92, ?
42, 43, 44, 125, 140 López de Haro, Pedro. 8,
Lena, Pedro Rodríguez 149
de. Véase Rodríguez López de Hoyos, Juan.
de Lena, Pedro. 107, 109, 118, 137,
León Hebreo. 73, 103, 146, 174
104 López Maldonado, Ga-
León, Fray Luis de. 0, 3, briel. 0, 41, 110, 142,
71, 102, 188 145–147
León, Joan o Juan de. 57, López Pinciano, Alonso.
183, 197 0, 90, 99, 111, 112
Leonardo de Argensola, López de Sedano, Juan
Bartolomé. 15 José. 31
Leonardo de Argensola, López de Úbeda, Francis-
Lupercio. 69, 71, 168 co. 113
Liñán de Riaza, Pedro. 23, López de Velasco, Juan.
61, 71, 110, 144 39, 193
Liranzo, Lázaro Luis de. López de Zárate, Francis-
110 co. 173
Lobera de Ávila, Luis. López de Zúñiga Sotoma-
106 yor, Alonso Diego,
Lodeña, Fernando de. 43 séptimo duque de Bé-
Lofrasso, Antonio de. 75 jar. Véase Béjar, sépti-
Lomas Cantoral, Jerónimo mo duque de.
de. 107 Lucano. 0
Longo, Tarquinio. 85, 166 Luján de Sayavedra, Ma-
López, Jacome. 57 teo. 7
López de Ayala, Diego. Luna, M iguel de. 114
176 Luna y Mendoza, Juan de.
López de Cortegana, Die- 152
go. 13 Luque Fajardo, Francisco
È 138 È
de. 115 34
Martel, Jerónimo. 121
Madrigal, Pedro. 1, 6, 21, Marti, M ario. 28
58, 66, 98, 104, 124, Martorell, Joanot. 189
144, 170, 186, 195, Mayáns y Siscar, Grego-
199 rio. 120
Mal Lara, Juan de. 35 Mazcarenhas, Juan. 52
Malo, Pedro. 75 Medina, Francisco de. 77,
Manrique, Jorge. 116 91
Mantuano, Pedro de. 117 Medina, José Toribio. 0,
Manuel, Antonio. 50 18, 139, 210
March, Ausias. 118 Medina, Pedro de. 0
Mariana, Juan de. 117, Medinilla, Baltasar Elisio
119 de. 20
Marín, Nicolás. 18 Mejía, Pedro. 128, 129
Marín Pina, Maricarmen. Mena, Fernando de. 90
157 Mena, Hugo de. 22
Márquez Torres, Francis- Mena, Juan de. 122, 164
co. 120 Mendes de Vasconcelos,
M árquez Villanueva, Juan. 0, 123
Francisco. 0, 87, 93, Mendoza, Diego de (I). 54
114, 130 Mendoza, Diego de (II).
Martí, Juan. 7 71
Martín (de Balboa), Alon- M endoza, Diego de
so. 15, 20, 44, 46, 49, (¿III?), Conde de Sali-
123, 125, 153, 172, nas. 71
173, 206, 208 Mendoza, Diego [Hurta-
Martínez, Diego. 97, 175 do] de. Véase Hurtado
Martínez, Eugenio. 0 de Mendoza, Diego.
Martínez, Julián. 80 Mendoza, Francisco Laso
Martínez, Marcos. 68 de. 76
Martínez, Miguel. 21, Mendoza, Lorenzo de.
165, 171 199
Martínez, Sebastián. 28, Menéndez Pelayo, Marce-
È 139 È
lino. 76, 80 Morby, Edwin S. 198
Meneses, Alonso de. 0 Moro, Tomás. 92
Mesa, Cristóbal de. 124– Morreale, Margherita. 84
127, 206 Mosquera de Figueroa,
Mexía, Pedro. 128, 129 Cristóbal. 35, 77, 135
Mey, Juan (de). 29, 81 Mulroney, Margaret L.
Mey, Pedro Patricio. 85, 128
209 Murillo, Diego. 71
Micón, Juan. 204
Millán, Juan. 14 Navarro, Juan. 81
Millís Godínez, Juan de. Navarro, Pedro. 54
21, 202 Navarro González, Alber-
Mira de Amescua, Anto- to.69
nio. 20, 95 Nazak, Dennis. 10
Miralles, Enrique. 0 Nebrija, Antonio de. 136
Miranda Villafañe, Fran- Núñez, Hernán, “el co-
cisco. 130 mendador griego”. 122
Mollá y Rodrigo, Rafael.
62 Ochoa de la Salde, Juan.
Mondragón, Jerónimo de. 18, 138
0, 131 Oña, Pedro de. 139
Monguió, Luis. 155 Oquina, Juan de. 140
Monroy, Antonio de. 49, Orduna, Lilia E. F. de. 28
125 Ortúñez de Calahorra,
Montemayor, Jorge de. 0, Diego. 68
54, 118, 132, ?, 179 Ortega, Melchor. 72
Montesdoca, Pedro de. 69 Ovidio. 0, 1, 39, 127, 141,
Montesinos, José F. 74 142
Montoya, Juan de.69 ,
198, 200 Pacheco, Francisco. 77,
Moody, William Stapp. 92
58, 174 Padilla, Pedro de. 0, 6, 24,
Mora, Jerónimo de. 71 52, 55, 61, 101, 108,
Moraes, Francisco de. 148 110, 143–147, 150,
È 140 È
155, 177, 195, 198– 158
200, 207 Porqueras Mayo, Alberto.
Palau y Dulcet, Antonio. 108, 126
0, 56, 57, 85, 134 Porralis, Tomás. 53
Palmerino, Juan Lorenzo. Port, Amrosio du. 202
0 Portonariis, Simón de.
Pantera, Juan Antonio. 176
150 Pozo, Andrés del. 185
Parreño, José María. 89 Pulci, Luigi. 134
Pasamonte, Jerónimo de. Pulgar, Hernando de. 116
19
Paulino, Esteban. 185 Quevedo, Francisco de. 0,
Pérez, Alonso (I). 20 20, 71, 126, 201
Pérez, Alonso (II). 0, 151 Quirós de los Ríos, Juan.
Pérez, Francisco. 55, 105 71
Pérez, Luis. 105
Pérez del Barrio Angulo, Révah, I. S. 86
Gabriel. 153 Rabut, René. 114
Pérez Gómez, Antonio. Ramírez, Hernán. 13, 29,
91, 176 54
Pérez de Herrera, Cristó- Randel, Mary Gaylord. 92
bal. 152 Remírez de la Trapera,
Pérez de Hita, Ginés. 154 Albanio. 153
Pérez Pastor, Cristóbal. Renaut, Juan. 177
173 Rey de Artieda, Andrés.
Perier, Juan. 132 161
Pescioni, Andrea. 54, 56, Reyes Cano, Rogelio. 36
57, 88, 91, 143 Reynolds, Winston A.
Petrarca, Francesco. 155 210
Piamonte, Nicolás de. 34 Ribera, Sancho de. 155
Pierce, Frank. 19 Ribero, Antonio. 138
Pineda, Juan de. 117, 162 Rico, Francisco. 27, 95,
Plantino, Cristóforo. 78 178
Plinio Segundo, Cayo. Riley, E. C. 0, 19
È 141 È
Riquer, Martín de. 19, 114
115, 189 Rois y Rozas, Antonio de.
Rivadeneira, Pedro de. 3, 2
4 Rojas, Fernando de. 163
Rivers, Elias L. 5 Rojas V i l la n d r a n d o,
“Roberto, Felipe”. 19 Agustín de. 164
Robles, Antonio de. 131 Romero de Cepeda, Joa-
Robles, Blas de. 41, 68, quín. 0
145–147, 207 Roncallolo, Juan Domin-
Robles, Francisco de. 27, go. 166
42, 43, 95, 164, 178 Rosel y Fuenllana, Die-
Robles, Lorenzo de. 121 go.166
Robles, Pedro de. 122 Rosell, Cayetano. 45, 53,
Rodrigues Lobo, Francis- 196, 207
co. 0 Rostán, Andrés. 54
Rodríguez, Alonso y Este- Rubio González, Lorenzo.
ban. 28 107
Rodríguez, Francisco. 56 Rueda, Lope de. 167
Rodríguez, Juan. 29, 70, Rufo, Juan. 92, 168, 169
204
Rodríguez, Pedro (I). 80, Saavedra Guzmán, Anto-
119, 169, 194 nio de. 170
Rodríguez, Pedro (II). 181 Salas Barbadillo, Alonso
Rodríguez de Lena, Pe- Jerónimo. 0, 43, 171,
dro. 162 172
Rodríguez Marín, Francis- Salazar Vozmediano, Fer-
co. 0, 37, 71, 106, ?, nando de. 80
136, 140, 197, 203 Salazar, Diego de. 176
Rodríguez de Montalvo, Salinas, Conde de. 71
Garci. 9, 10 Salinas, Lope de. 204
Rodríguez-Moñino, Anto- Salvá y Mallén, Pedro.
nio. 210 183, 195
Rodríguez Villa, A. 54 Sambenino, Vincencio. 50
Rodrigo, último rey godo. San Román, Agustín
È 142 È
[Osorio] de. 174 no de. 13, 21, 59
Sánchez, Alberto. 0 Santoro, Juan Basilio. 178
Sánchez, Andrés. 13 Sanz de Soria, Pedro. 107
Sánchez, Francisco. 39, Schevill, Rudolph. 0, 141
40, 108, 118, 146, 147 Sedeño, Juan. 0
Sánchez, Francisco, “El Sempere, Jerónimo. 179
Brocense”. 77, 122 Serrano de Vargas, Mi-
Sánchez, Luis. 5, 24, 30, guel. 115, 171
31, 69, 71, 111, 120, Sharrer, Harvey L. 60
135, 152, 158, 165, Shea, Katherine M. 73,
198, 200 104
Sánchez Crespo, Justo. Sierra Infanzón, Pedro de
158 la. 68
Sánchez de Ezpeleta, An- Siles, Miguel de. 125
drés. 38 Silva, Feliciano de. 11,
Sánchez de Lima, Miguel. 12, 180
0, 175 Silveira, Miguel de. 123,
Sánchez de Viana, Pedro. 153
142 Silvestre, Gregorio. 54,
Sandoval y Rojas, Bernar- 181
do. 125, 120 Simón Díaz, José. 48, 64,
Sandoval y Rojas, Cristó- 156, 191
bal. 120 Siqueira, Alexandre. 93
San José, Diego de. 173 Sola, Emilio 89
Sannazaro, Jacobo. 20, Solís Mejía, Juan de. 43
176 Soons, Alan.166
Santa Catalina, Fernando Sosa, Antonio de. 89
de. 148, 203 Soto de Rojas, Pedro. 153
Santiago, patrón de Espa- Stagg, Geoffrey. 28, 65,
ña. 117 104
Santillana, Marqués de. 0 Stanton, Edward. 80
Santisteban Osorio, Die- Stefano, Giuseppe di. 149
go. 177 Steggink, Otger. 188
Santo Domingo, Bernardi- Suárez de Figueroa, Cris-
È 143 È
tóbal. 85, 182 Urrea, Jerónimo de. 17,
Suárez de Figueroa, Gó- 98
mez, el Inca Garcilaso.
103 Valdepeñas, Rodrigo de.
Suelves Infanzón, Miguel 116
de. 14 Valdés, Alonso de. 69
Surtz, Ronald. 131 Valdés, Pedro de. 71
Valdivielso, José de. 42,
Taberniel, Artús.18 44, 46, 80, 173, 194
Tansillo, Luigi. 77, 107, Valmaseda, Andrés de.
184, 204 199
Tasso, Torquato. 124, Valois, Isabel de. 109
185, 186 Varesio, Juan Baptista. 74
Tavanno, Ángelo. 161 Vargas, Bernardo de. 48
Tejada y Páez, Agustín Vargas Manrique, Luis
de. 71, 126, 177, 187 de. 41, 99, 110, 168,
Teócrito. 20 195
Teresa de Jesús, Santa. Vázquez, Mateo. 23, 99
173, 188 Vecilla Castellanos, Pedro
Terracini, Lore. 93 de la. 196
Tierri, Nicolás. 157 Vega, Bernardo de la. 197
Timoneda, Juan. 0, 167 Vega Carpio, Lope de. 18,
Toledano, Miguel. 190 20, 24, 62, 69, 71, 73,
Torquemada, Antonio de. 84, 110, 145, 152, 153,
191, 192 170, 173, 198–201,
Torrero, Luis. 88 209
Torres Martínez, José Vegio, Mafeo. 205
Carlos. 0 Venegas del Busto, Alejo.
Torres Naharro, Bartolo- 0
mé. 100, 193 Vergara, Juan de. 32, 110,
Toscano, Sebastián. 3 147, 199, 200
Viana, Pedro Sánchez de.
Úbeda, Francisco López 142
de. 113 Vicente, Gil. 86
È 144 È
Vigo, Juan de. 203
Vilanova, Antonio. 0,
131, 161
Villalobos, Esteban de.
204
Villalpando, Gaspar Car-
dillo. Véase Cardillo
Villalpando, Gaspar
Villanueva, Juan de. 122
Villarroel, Cristóbal de.
71
Villarroel, Juan de.44 ,
190
Virgilio. 20, 205, 206
Virgilio, Polidoro. 202
Virués, Cristóbal de. 207,
208
Vivas, Antonio de. 143
È 145 È
Índice de materias
È 146 È
6. Medicina. 59, 62, 63, 106, 203
Escritura. 96
8. Literatura no religiosa.
Teoría literaria. 93, 112, 113, 127, 175
Poesía.
Lírica. 1, 5, 6, 28, 39, 56, 69, 71, 77, 91, 95, 107, 110,
132, 143, 155, 161, 181, 185, 208
Otros tipos (épica, narrativa, etc.). 8, 14, 22, 29, 32,
33, 48, 49, 52, 55, 61, 66, 70, 82, 88, 94, 97, 98, 99,
111, 116, 122, 123, 124, 125, 126, 127, 138, 139, 141,
142, 146, 147, 165, 167, 168, 170, 177, 179, 186, 196,
199, 205, 206, 209, 210
Drama. 44, 57, 85, 163, 164 (relacionado), 167, 193,
208
Ficción en prosa. 7, 13, 19, 21, 43, 51, 90, 100, 113, ?,
166, 171, 201
Tema caballeresco. 9, 10, 11, 12, 28, 34, 42, 48, 48,
60, 64, 67, 68, 72, 86, 105, 134, 148, 149, 156, 157,
159, 180, 183, 191
Tema pastoril (incluye combinaciones de prosa y
verso). 20, 41, 75, 76, 79, 83, 108, ?, 151, 167, 176,
182, 197, 198
Cartas. 87, 116
9. Historia en prosa, biografía. 15, 45, 53, 54, 78, 92,
109, 114, 119, 135, 137, 140, 154, 162
Historiografía, crítica histórica. 31, 117
È 147 È
Índice de fechas de publicación
È 148 È
138, 145, 174 185
1586. 22, 37, 54, 63, 67, 1608. 20, 33, 49, 119
68, 102, 108, 110, 1609. 15, 31, 85, 172,
196 182, 208
1587. 10, 23, 28, 40, 68, 1610. 95
83, 90, 102, 144, 1611. 27, 30, 125
186, 204, 207 1612. 123, 125, 140, 160
1588. 10, 57, 62, 68, 94, 1613. 43, 117, 153, 166
99, 132, 162 1614. 2, 19, 38, 46, 171
1589. 21, 34, 66, 142, 195 1615. 42, 44, 173, 206
1590. 61, 80, 98, 104, 150 1616. 120, 190, 209
1591. 1, 6, 53, 69, 155,
197
1592. 73, 92, 93, 114
1593. 5, 74
1594. 99, 124
1595. 121
1596. 21, 96, 112, 135,
169
1597. 52, 177
1598. 24, 73, 131, 152,
198
1599. 158, 170, 183, 200,
202
1600. 114, 165
1601. 13, 119, 187
1602. 31, 85, 158, 165,
199
1603. 18, 21, 31, 55, 114,
115, 164
1604. 165, 201
1605. 42, 71, 111, 113,
139, 161
1607. 0, 126, 127, 178,
È 149 È
Índice de lugares de publicación
Alcalá de Henares. 10, 13, 28, 29, 32, 34, 38, 41, 52, 54,
68, 70, 82, 83, 88, 90, 94, 97, 132, 137, 154, 158, 168
Am beres. 78
Barcelona. 19, 75, 191
Burgos. 10, 28, 48, 64, 74, 156, 183
Cáller. 50
Estella. 28, 183
Évora, 180
Granada. 22, 114, 181
Lérida. 79, 131
Lisboa. 93, 138
Madrid. 0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 13, 15, 20, 21, 23, 24, 27, 31,
39, 40, 42, 43, 44, 46, 49, 61, 62, 66, 69, 76, 84, 95,
98, 99, 101, 104, 107, 108, 109, 110, 111, 112, 115,
117, 118, 119, 120, 123, 124, 125, 126, 127, 135, 139,
140, 144, 145, 146, 147, 152, 153, 155, 158, 160, 164,
165, 168, 170, 171, 172, 173, 178, 186, 188, 190, 193,
195, 198, 199, 200, 206, 207, 208
Medina del Campo. 67, 68, 113, 165, 180, 202
Nápoles. 85, 166
Pamplona. 53, 79
Parma. 33
Perpiñán. 159
Roma. 185
Salamanca. 3, 4, 18, 21, 36, 37, 63, 73, 90, 98, 102, 122,
È 150 È
130, 132, 162, 174, 176, 177, 180, 188, 196
Sanlúcar de Barrameda. 35
Sevilla. 48, 54, 55, 56, 57, 60, 77, 86, 88, 91, 92, 96, 105,
134, 143, 167, 174, 180, 183, 197, 201
“Tarragona”. 19
Toledo. 8, 29, 60, 73, 80, 105, 106, 119, 141, 148, 149,
168, 169, 194, 203, 204
Valencia. 29, 40, 79, 81, 85, 134, 167, 179, 182, 209, 210
Valladolid. 13, 21, 31, 36, 45, 59, 71, 72, 142, 150, 157,
189
Venecia. 28, 33, 65, 103, 184
Zaragoza. 14, 28, 79, 161, 180
È 151 È
Índice por lengua de composición
È 152 È