Angel Lopez-Amo Y Marin, Historiador Del Derecho Y Pensador Politico

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ISMAEL SANCHEZ BELLA • ALFONSO GARCIA GALLO

GONZALO FERNANDEZ DE LA MORA

ANGEL LOPEZ- AMO Y MARIN,


HISTORIADOR DEL DERECHO
Y PENSADOR POLITICO

Discursos pronunciados en el acto académico celebrado el


día 15 de Febrero de 1957 en el Estudio General de Navarra

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PUBLICACIONES DEL ESTUDIO GENERAL DE NAVARRA

Biblioteca Virtual Josemaría Escrivá de Balaguer y Opus Dei


PUBLICACIONES DEL ESTUDIO GENERAL DE NAVARRA

XI

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ISMAEL SANCHEZ BELLA • ALFONSO GARCIA GALLO
GONZALO FERNANDEZ DE LA MORA

ANGEL LOPEZ- AMO Y MARIN,


HISTORIADOR DEL DERECHO
Y PENSADOR POLITICO

Discursos pronunciados en el acto académico celebrado el


día 15 de Febrero de 1957 en el Estudio General de Navarra

PAMPLONA
1957

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GRÁFICAS 'ROÑA - Mayor, 44 - PAMPLONA - 1957

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PERFIL HUMANO DE ANGEL
LOPEZ - AMO

Todavía no hace dos meses, el 20 de diciembre de 1956, moría en


los Estados Unidos, víctima de un desgraciado accidente de automó-
vil, el Decano de nuestra Escuela de Derecho, el Ilmo. Sr. D. Angel
López-Amo y Marín.
Era muy justo que el Estudio General de Navarra, que desde el
primer momento de su existencia contó con su valiosa colaboración
en la docencia, y que desde hace dos años lo incorporó a su Junta de
Gobierno como Decano de una de las Escuelas, haya querido hon-
rar solemnemente su memoria. Este acto académico se ve realzado
con la presencia no sólo de los alumnos, el Claustro de Profesores
y un selecto y numeroso público, sino también del Excmo. y Reveren-
dísimo Sr. Arzobispo, las dignísimas autoridades de Navarra y de
Pamplona, el Ilmo. Sr. Director General de Información, el Ilmo. se-
ñor Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
de Zaragoza y otras ilustres figuras de la Universidad española que
han querido asociarse al homenaje a uno de sus entrañables y distin-
guidos compañeros y amigos. Es un deber de cortesía, que cum-
plo gustoso, el dar a todos las más rendidas gracias por su asis-
tencia.

Me ha correspondido en este acto el honor de esbozar el perfil


humano de Angel López-Amo, como amigo y compañero suyo desde
los tiempos de estudiante en la Universidad de Valencia, en aque-
llos primeros años de la posguerra española, cuando los dos inicia-
mos la amistad con un joven y prestigioso catedrático que entonces

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se incorporaba a aquella Universidad y que sería nuestro común
maestro: D. Alfonso García Gallo.
Terminada felizmente la Cruzada bélica —pues Cruzada fue aun-
que ahora parezca pesarle a alguno tal calificativo—, afluyó a las au-
las universitarias una juventud ávida de ilusiones y de nobles afa-
nes creadores. Siempre recordaré con nostalgia aquellos años de
estudiante en la Facultad de Derecho de Valencia, donde se tra-
bajaba con empeño, se debatían con entusiasmo entre los alumnos
los temas científicos y se acudía en crecido número a iniciarse en
la investigación cuando alguno de nuestros Profesores echaba sobre
sí esa pesada tarea. En medio de la brillante promoción universita-
ria de la posguerra en Valencia, destacó desde el primer momento
Angel López-Amo como alumno aventajadísimo. Premio extraordi-
nario del Bachillerato, lo fue también de la Licenciatura —como lo
sería más tarde del Doctorado—, además de ser galardonado con el
Premio Olóriz, que se concedía en aquella Universidad.
El mismo año de 1941, en que terminaba su carrera universitaria,
iniciaba en Madrid su especialización en las tareas histórico-jurídicas.
Ayudante primero y Profesor Adjunto después de la Cátedra de His-
toria del Derecho de Madrid, que ocupaba D. Galo Sánchez, for-
mó parte desde el primer momento del equipo que, en el seno del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y bajo la acertada y
entusiasta dirección de Alfonso García Gallo, daría renovado impulso
a la Escuela de Hinojosa. Unos meses de trabajo en la Universidad
de Coimbra, y López-Amo alcanzaba por oposición en 1945, a los
veintisiete años de edad, la Cátedra de su especialidad en la misma
Universidad en la que cuatro años antes terminara sus estudios de Li-
cenciatura.

El universitario

Es difícil que se pueda dar un mayor acierto que esa designación


para la docencia universitaria de un hombre tan enamorado de ella
como lo fue siempre Angel López-Amo. Una vida como la suya, pese
a su brevedad, tan agitada a partir de esa fecha —en pocos años le
tocó vivir en Valencia, Zurich, Friburgo, Santiago, Estoril, Madrid,
Zaragoza y Pamplona—, no parecía llamada a una tarea que re-
quiere calma y sosiego. Pero era tan vivo el anhelo que por ella sen-

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tía, era tan fuerte su amor a la Universidad, que supo vencer todas
las dificultades y reanudar su labor universitaria una y otra vez.
Durante años estuvo haciendo escapadas semanales en autobús desde
San Sebastián a Pamplona para dar sus lecciones y luego, cuando
se instaló en Pamplona. desde aquí a Zaragoza para atender a sus
obligaciones cerca del Príncipe. Y estas molestias las vivía sin darles
importancia; más aún, feliz de poder realizar, con un poco de sacri-
ficio por su parte, una tarea que le era tan querida.
En los veranos, y siempre que se lo permitía su obligación prin-
cipal, hacía escapadas a la Universidad de La Rábida, a la de San-
tander o a los Cursos Internacionales de La Estila, en Santiago, a
dictar cursillos y conferencias. En el tiempo que vivió en Suiza estuvo
incorporado a la Universidad de Zurich como Gastprofessor y pudo
así continuar realizando una labor docente.
Sentía, como pocos, la dignidad y responsabilidad de su cargo,
que siempre procuró desempeñar con rectitud y altura científica.
Gozó de gran prestigio entre sus compañeros de Claustro y entre
sus alumnos, y algunos de éstos —hace unos meses, desde Universi-
dades brasileñas y norteamericanas— han seguido pidiéndole orien-
tación después de acabar sus estudios. Su trato con ellos fue siempre
sencillo y cordial, como era él, y si era respetado por su valía sabía
hacerse querer por su bondad y comprensión. No he visto a nadie
escuchar con el respeto y atención que él lo hacía a cualquier alumno
por joven que fuera y por peregrina que pudiera resultar su de-
manda. Los alumnos del Estudio General de Navarra que le trata-
ron con mayor intimidad tienen buena experiencia de ello.

Europeo

En todos sus viajes, hasta el último momento, llevaba consigo un


ejemplar de la «Germania» de Tácito, que con frecuencia aparece
citada en sus escritos. Y es que ese espíritu curioso de Angel López-
Amo hacia los valores del espíritu, que acertadamente destacaba
Santiago Galindo en «Informaciones», propio del que se acercaba al
tipo ideal del hombre «culto» cada vez menos frecuente, se sentía es-
pecialmente atraído hacia la cultura europea y de manera especial
hacia la germánica, en la que encontraba el punto de arranque de
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instituciones que le eran particularmente queridas como la Monar-
quía y la nobleza. López-Amo poseía una mentalidad plenamente
europea, y debió sentirse feliz cuando la Junta de Relaciones Cultu-
rales le enviaba en misión cultural a Italia y Suiza a los dos años
de docencia en Valencia. Pudo entrar en contacto directo con los
centros docentes y con figuras representativas del pensamiento eu-
ropeo. Las ricas bibliotecas de Zurich, Berna y Friburgo le facilita-
ron el conocimiento de obras y autores significativos. Desde entonces
siguió siempre de cerca el movimiento intelectual de la Europa oc-
cidental a través de los libros y las revistas y continuó y amplió las
amistades recibidas. Su perfecto dominio del alemán y el francés le
facilitaba esta orientación.
En sus días de estancia en Norteamérica, se le veía algo despla-
zado de aquella brillante civilización técnica, de la que se sentía un
tanto ajeno, y reía complacido ante el injusto, pero chispeante co-
mentario de que aquel gran país era el único que había pasado
de la barbarie a la decadencia sin atravesar ningún momento de es-
plendor.

Su patriotismo

Pero en Angel López-Amo, como en algunas de las más valiosas


figuras de nuestros jóvenes intelectuales, el amor a la cultura europea
y a sus realizaciones culturales seculares se hermanaba perfectamen-
te con el sólido patriotismo que era otro de los rasgos más acusados
de su personalidad.
Ya al entrar en Francia, su sensibilidad de católico y español
sufrió un fuerte golpe. Entre sus papeles personales hay unas notas
que titula «Sobre la mentalidad enrarecida que hay entre muchos ca-
tólicos con respecto a España». Cuenta que un católico de aquel país
le preguntó con cierto escepticismo si no sería todo fachada el cato-
licismo español. «Esto me hizo mucha impresión —escribe—. Parece
como si les gustara comprobar tan triste suposición por darse el gus-
tazo de confirmar sus antipatías. No atribuyo esa intención a este
señor —añade rápidamente—. Pero me parece que responde a toda
una mentalidad de muchos católicos franceses».
Un puñado de fichas bajo la rúbrica «Actividad científica en Ita-
lia», dirigida a preparar la labor de los organismos científicos y

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culturales españoles que se iban a establecer en Roma, demuestra
que su breve paso por allí fue bien aprovechado. Pasa revista a las
grandes posibilidades que se abren a los estudiosos españoles en el
campo de la Historia, de la Arqueología y de la Historia del Arte,
de la Filología clásica y de la Literatura italiana, de los estudios ára-
bes, hebraicos y orientales, de las fuentes y las instituciones jurídicas.
«La investigación en los archivos —escribe contribuiría a llenar
lagunas importantes que hoy se observan en nuestros conocimientos».
«Son escasos en España —añade en otra parte— los historiadores
que, de una manera directa, cultiven las fuentes y las monografías
que plantean los problemas de la Historia Universal. En este aspecto,
nuestra inferioridad es notoria». «Todo el mundo manda a Italia
a sus pensionados», comenta amargamente al hablar de la Historia
del Arte.
En Suiza, a donde llegaba a mediados de 1947, se le abrían am-
plias posibilidades a sus afanes patrióticos. Al mes de su llegada in-
formaba al Marqués de Auñón, entonces Director de la Junta de Re-
laciones Culturales, del éxito de la Exposición del Libro Español y
daba un amplio informe sobre las posibilidades de un mayor inter-
cambio cultural con Suiza, especialmente con el Centro Suizo de In-
vestigaciones Internacionales de Zurich que contaba con una Sección
española y sobre cuyas características y funcionamiento enviaba nu-
merosos datos. Anunciaba que dicho Centro le iba a nombrar Pro-
fesor y que en el próximo semestre desarrollaría en él dos cursos.
En noviembre de ese año escribía de nuevo sobre sus actividades:
«La marcha de mis estudios resulta para mí muy satisfactoria. La
historia contemporánea de las instituciones y del pensamiento filo-
sófico-político es el principal tema de mi investigación, cuyo resulta-
do se concreta en una serie de publicaciones que estoy ultimando.
Estimo de un gran interés el contacto con el Instituto de Ciencias Po-
líticas y Sociales de Friburgo, con el que pienso entrar en relación
este mismo mes».
En el verano de 1948, poco antes de regresar a España, da cuenta
de la labor realizada. Invitado por el Instituto Internacional de Cien-
cias Sociales y Políticas de Friburgo, asistió al Congreso celebrado
en Ratisbona en la primavera, que tenía por tema central el estudio
de la reconstrucción de Europa sobre la base federalista. «Sostuve
en este Congreso, en unión con el Profesor Calvo Serer --escribe—
la esterilidad de cualquier intento, teórico o práctico, de recons-
trucción europea que prescinda de los principios fundamentales apor-

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tados por el Cristianismo a nuestra civilización, haciendo notar al
mismo tiempo la importancia del papel que ha de jugar España
en la situación actual del mundo y la injusticia de su exclusión sis-
temática».
En mayo pronunció conferencias en la Universidad de Friburgo
sobre problemas políticos españoles del siglo XIX. Una vez por
semana había seguido tratando de estos temas en un seminario or-
ganizado para ello, al que asistieron no sólo alumnos sino también
Profesores de aquella Universidad.
«Al mismo tiempo, y también un día por semana —sigue con-
tando López-Amo al Director General de Relaciones Culturales—
explico en la Universidad de Zurich un curso de ocho lecciones sobre
el tema «El pensamiento español contemporáneo», en lengua alema-
mana. Se le ha pedido el original para su publicación en la revista
«Politeia» y ha sido requerido para explicar otro curso en la Uni-
versidad de Zurich en el siguiente semestre. Para la próxima reunión
de estudios del Instituto Internacional de Ciencias Sociales y Polí-
ticas que ha de celebrarse en octubre de aquel año en Friburgo
ha sido invitado a desarrollar la ponencia «Los partidos políticos
y el parlamentarismo», haciendo su crítica doctrinal. «Considero to-
das estas peticiones que vengo recibiendo no sólo como una prueba
del resultado, para mí halagador, de mi trabajo, sino como testimo-
nio de la pujanza del pensamiento español, que al ser conocido pro-
voca el deseo de conocerlo más a fondo. Valga como ejemplo de la
seriedad que reconocen a la doctrina de nuestros pensadores, el he-
cho de que se encomiende precisamente a un español la ponencia
sobre el parlamentarismo y los partidos. Estoy, pues, muy satisfecho
de la labor de este curso y doy por bien empleadas las dificultades
de otro orden que he tenido que sufrir».
De esta manera delicada, hacía alusión a los grandes apuros
económicos que tuvo que soportar, que conocemos a través de otras
cartas, y que en parte se explican por las especiales circunstancias que
atravesaba España entonces. No eran, sin embargo, obstáculo para
que López-Amo trabajara incansable, en la Cátedra y fuera de
ella, por su Patria. Enterado de que la Sociedad «Pour l'Art» deseaba
realizar un viaje cultural a España, escribe rápidamente en demanda
de información, pues le parece «formidabilísima la ocasión de este
intercambio». El, tan reposado y sereno siempre, escribe en aquella
ocasión en plena excitación: «Yo me pongo a hacer gestiones como
una fiera». Y es que entraban en juego los intereses de España.
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Algún día se hará justicia a ese pequeño, pero entusiasta grupo
de intelectuales católicos españoles que, en horas amargas para la
Patria, cercada por el odio o la incomprensión, se esforzaron con
denuedo en hacer la luz en las mejores mentes europeas del mo-
mento con su palabra encendida y su talento y altura de miras.

De historiador a pensador político

La estancia en Suiza, tan decisiva para él en tantos aspectos,


lo fue de manera especial en su orientación intelectual.
En España había ya mostrado un mayor interés, dentro de la
Historia del Derecho, por los problemas del Estado y por las teorías
políticas. Recuérdese su tesis doctrinal sobre el pensamiento polí-
tico de Eximenk y su largo y jugoso comentario al libro de Mitteis
sobre el Estado en la Alta Edad Media. En los años 1947 y 1948,
en Suiza, se encontró metido de lleno en los problemas teóricos que
planteaba la gran crisis del Estado liberal y la reconstrucción polí-
tica europea. Por otra parte, el problema español estaba muy pre-
sente siempre en el primer plano de sus preocupaciones, avivado por
su labor docente en Zurich y Friburgo sobre el pensamiento políti-
co español contemporáneo. En las bibliotecas leyó y papeleteó cuida-
dosamente libros de Von Stein, Ferrero, Schmitt, Jung, Jouvenel,
Bonald, Bastid, Kern, Tocqueville, Taine, Han, Schnabel, Burke
y otros, sin olvidar a los españoles Donoso Cortés, Balmes, Gil y
Robles y Maeztu. Sus relaciones con pensadores políticos fueron in-
tensas en este período de su vida.
Se ha conservado entre sus papeles el borrador de una carta diri-
gida al Director de la Revista «Arbor», D. Rafael Calvo Serer, de
fecha 29 de octubre de 1947, que nos da la clave de su cada vez
más marcada orientación hacia la teoría política. Copio de ella:
«Terminé el trabajo sobre «Legitimidad, revolución y democra-
cia» y lo envié el día 24 por correo aéreo. A Vegas le gustó mu-
cho. Se lo leí a Mata y le gustó muchísimo. Al leerlo esta última vez,
ya terminado y redondeado, a mí también me dejó satisfecho. Ve-
remos qué dice el editor».
«Todo esto aumentó mi confianza en seguir trabajando estos te-
mas. Leí después las páginas de Emil Brunner sobre el Cristianismo
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y la Democracia, que fueron como una revelación. Esto, unido a
otras lecturas que me han ido dando visión y criterio, me ha hecho
ver enteramente claro el plan que tú me has propuesto tantas veces.
Ahora estoy completamente decidido a trabajar muy en serio todas
estas cuestiones, pues siento la urgentísima necesidad de ir formando
un cuerpo de doctrina que oriente en estos momentos de confusión
intelectual y política. El gran mal de España en lo que va de siglo
es la carencia absoluta de ideas claras y sanas sobre los principales
problemas. Con la bibliografía que me dio Vegas y lo que yo voy
encontrando por mi cuenta, veo que puedo hacer un trabajo fruc-
tífero que, indudablemente, se puede hacer aquí mejor que en nin-
guna otra parte. ¡Lástima de francos suizos, obstáculo infranquea-
ble!».
En adelante, esta posición se fue afirmando en él. Incorporado a
la Universidad de Santiago, hubo un momento en que pareció via-
ble la posibilidad de pasar a la Cátedra de Derecho Político, en aque-
lla Universidad. Angel López-Amo, siempre respetuoso con sus maes-
tros y con la Escuela científica a que pertenecía, no quiso dar un
paso sin consultar a D. Alfonso García Gallo. Entre las pocas cartas
que conservaba a causa de sus constantes desplazamientos, está la
respuesta recibida en aquella ocasión, que hace honor a la confianza
depositada en su maestro. Decía así:
«Acabo de recibir tu carta. Tenía noticias de tu proyecto, de ma-
nera que no me ha cogido de sorpresa y puedo contestarte sin tomar-
me tiempo para reflexionar. Poco es además preciso para ello.
Creo que si te interesa el Derecho político, no debes vacilar. Por
encima de todo, dentro de la vocación universitaria, está el ocuparse
de aquello que más le guste a uno, con lo cual sale ganando la propia
labor. No me parece mal infundir un poco de savia histórica a una
disciplina que se va haciendo excesivamente formalista. Un Santama-
ría de Paredes puesto al día es cosa que está haciendo tanta falta:
como un historiador que se preocupe seriamente de problemas de
Derecho. Adelante... pero no te olvides de que el ser historiador del
Derecho imprime carácter para toda la vida. La historia del Derecho
político de la Edad Moderna y del constitucional español, te está
aguardando».
No fue posible realizar el cambio, pero en adelante sus escritos y
sus conferencias versaron sobre temas de doctrina social y política,
eso sí, enfocados siempre con sentido histórico. Los títulos son ex-
presivos: «La sociedad individualista», «Factores políticos y sociales

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en los movimientos revolucionarios», «Alexis de Tocqueville y la de-
mocracia americana», «Tradición y herencia», «Burguesía y estilo
burgués», «Del estudio profundo de las revoluciones», «Fisonomía de
la sociedad contemporánea», «Estudio sobre el valor social de la
aristocracia», etc., y también el de su obra fundamental, que le valió
el Premio Nacional de Literatura del año 1952: «El poder político
y la libertad (La Monarquía de la reforma social)». En la Escuela
de Derecho de Pamplona, a la que se incorporó definitivamente en
1955, se encargó de la cátedra de Derecho Político (Teoría de la so-
ciedad) y del curso de Sociología.
Al frente de su importante libro escribió un bello prólogo en el
que renovaba su fe en España y en la nueva tarea que emprendía:
«Tenemos que ocuparnos de la ciencia política y no dejarlo para
mañana. Tenemos fe en que lo que hagamos en España puede tener
la solidez de lo verdadero. Y ello fuera de mesianismos o providen-
cialismos a los que fuimos siempre muy dados y que nunca nos fue-
ron bien. Tenemos fe porque nuestra sociedad, a pesar de sus po-
sibles corrupciones, es aún la más sana para fundar sobre ella un
orden justo; porque tenemos un caudal incontaminado de verdades y
de virtudes que nos ponen a cubierto de muchos yerros de la inteli-
gencia y de la voluntad; porque tenemos una experiencia muy rica
y reciente que nos hace prudentes ante la aventura de las soluciones
fáciles. Y porque estamos suficientemente aislados y hasta aborre-
cidos para emprender nuestro camino propio con toda la sinceridad
de quien no busca agradar a nadie. Si el curso histórico adverso ha
de sernos inexorable, ya nos lo demostrará él mismo arrollando nues-
tra entereza; • no es cuestión de que nos dediquemos a adivinarlo y le
demos la razón por anticipado. Más bien creo todo lo contrario.
Mentes preclaras del otro lado del Pirineo pensaban de nosotros,
cuando íbamos quedando aislados (y rezagados si se quiere) de la
marcha de Europa en el primer tercio del siglo XIX, que les íbamos
a guardar para el porvenir las reservas de espíritu que ellos estaban
dilapidando. Bien; es posible que lo que hagamos con esas reservas
pueda servirles de ejemplo para el día siguiente de la liquidación».
Al presentar al historiador Fritz Kern a los lectores españoles en
la traducción que hizo de su libro «Derechos del Rey y derechos del
pueblo», emitió un juicio que muy bien podríamos aplicar al propio
López-Amo: «Siendo hombre de ciencia, se interesó por la política
de su país y de su tiempo, como cumple en realidad a una persona-
lidad entera, y ennobleció la visión política con su sabia perspectiva
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histórica, al tiempo que enriquecía su perspectiva histórica con su
noble vivencia política» (1).

Preceptor del Príncipe

Durante su estancia en Suiza, había entablado amistad con la fa-


milia real española, que apreció enseguida el talento y cualidades que
sobresalían en él. Por eso, al decidirse que el Príncipe Juan Carlos
de Borbón fuera educado en España, fué llamado para encargarse de
su formación, primero en San Sebastián, y después en Estoril, Ma-
drid y Zaragoza.
Esta delicada e importante misión pasó a ocupar el puesto primor-
dial en los trabajos de Angel López-Amo, que se dedicó a ella
con todo el afán que ponía en el cumplimiento de sus deberes. Por
otra parte, reunía condiciones inmejorables de toda índole para esta
tarea. Su talento, su elegancia espiritual y humana, su amplia cultura
literaria, histórica y doctrinal, su exquisito tacto, su acrisolada leal-
tad y respeto, su amplitud de criterio, su vocación docente y su fervor
monárquico, le hacían el preceptor ideal de un Príncipe. Supo
sacrificar su brillante carrera universitaria para ocuparse de la do-
cencia menor en los años del Bachillerato, pero lo hacía con gusto
y eficacia y con el mismo sentido de responsabilidad que en sus ante-
riores tareas. Su gran patriotismo se sobrepuso siempre a cualquier
mira egoísta. Hasta qué punto era apreciada su ejemplar conducta
puede en parte adivinarse a través de las cartas que conservaba de
S. A. R. el Conde de Barcelona. En una de ellas, se lee: «Con estos
renglones quiero significarte mi agradecimiento por tu actitud ab-
negada y leal. En todo momento noté en ti una altura de miras
y un espíritu de sacrificio que mucho me han admirado».
López-Amo estaba perfectamente compenetrado con el papel que
le tocó realizar cerca del Príncipe. Tenía ideas muy claras de las

(1) No olvidaba, sin embargo, su anterior afición a la historia del Esta-


do en la Alta Edad Media. La traducción del libro de Kern mantenía su
atención hacia aquel período; sobre él dio un cursillo en Pamplona y al final
de su vida dejó interrumpido un estudio sobre la Monarquía y el Reino de
Navarra en la Alta Edad Media para el que venía recogiendo material
desde hacía tiempo.

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directrices que requería su formación. Ultimamente quiso completar
sus lecciones orales con algunas explicaciones Sencillas y amenas, en
forma epistolar, sobre puntos doctrinales de política. Le hacía ilu-
sión que pudieran ser el origen de algún tratado de educación de
Príncipes. Dejó escritas siete de ellas que verán la luz próximamente.

Su espíritu religioso

Algunos aspectos de la personalidad humana de Angel López-


Amo han de quedar forzosamente sin examinar en este rápido es-
bozo. No puedo detenerme a hablar de su trato cordial que le hacía
ser muy querido de todos, grandes y chicos. Ni de la galanura de
su pluma, de la que tan buenas muestras ha dejado en sus estudios
y en su corta, pero brillante tarea periodística. Ni de sus grandes condi-
ciones oratorias, altamente apreciadas en las numerosas ocasiones
en que tuvo que hacer uso de la palabra. Ni de su sólida formación
jurídica, que le dio, además de su carrera, su actuación en el Tribunal
de lo contencioso-administrativo y en el despacho de abogado en sus
años de Valencia y de Santiago. Pero el perfil quedaría incompleto
y sin sentido si no examinara al menos lo que servía de motor a toda
su actuación: su honda religiosidad, su acendrado espíritu católico.
Educado en el seno de una familia profundamente cristiana, res-
pondió plenamente a los desvelos que con él se tuvieron en su for-
mación. Dios le llamó al terminar sus años de estudiante a consa-
grarse a su servicio como miembro del primer Instituto Secular de la
Iglesia, el Opus Dei, y Angel López-Amo respondió a la llamada con
una generosidad sin desmayo. En esa admirable y plenísima libertad
en materia social, profesional y política de que gozan los miembros
de ese Instituto, dentro, claro está, de los límites de la moral cató-
lica, pudo desarrollar por completo su personalidad humana y for-
mar su opinión propia conforme a sus preferencias. En adelante, todo
cobraba sentido nuevo. Hablando de Kern, escribe estas palabras:
«Ya sólo faltaba a la plenitud de su historia la universalidad más
básica y la más cimera, la luz y el apoyo de la Teología Católica».
Y esa luz de la Fe que Kern iba a encontrar poco antes de morir, ilu-
minó desde el principio en López-Amo su poderosa inteligencia y
guió toda su conducta. En el fondo de todo su pensamiento y en

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la letra de todos sus escritos late siempre su visión trascendente. (En
cierto sentido se asemeja en esto a Donoso, aunque haya quizá en
López-Amo mayor profundidad, estabilidad y armonía). Los rasgos
más destacados de su persona, su sencillez natural y espontánea, y la
corrección y dignidad que la caracterizaban siempre, obedecían al mis-
mo impulso de su profunda humildad cristiana. «La educación —de-
cía en cierta ocasión— es reflejo social de la mortificación y caridad
cristiana». Y en otra: «La gracia, la alegría y la felicidad de una
persona están en desenvolverse como se es: estar en su sitio, hacer
lo que se sabe, caminar por donde se sirve, desarrollar los talen-
tos que se tienen, satisfacerse con lo que uno tiene, aspirar a lo que
uno sirve. Uno es así eficaz, y está contento y feliz. Si quiere hacer
lo que no sabe, si aparenta lo que no es, si aspira a una gloria que
no merece, la falsedad de la situación se traduce en ineficacia, des-
precio, descontento, envidia. Elegancia es la adecuada correspon-
dencia entre lo que se es y su manifestación exterior. Es naturali-
dad. La elegancia forzada es cursi. Pues bien, la postura inicial del
hombre ante Dios, la única natural y auténtica es la humildad. No
somos absolutamente nada, y El lo es todo. Esto no es una actitud
forzada, porque convenga así y sea mejor. Es la pura verdad. Por
eso es buena. Si no fuera verdad no sería aconsejable. Y por eso no
es aconsejable la falsa humildad».
Esa profunda humildad de Angel López-Amo es la que le hacía
admirarse en seguida del talento y de las condiciones de otros que
tenían menos cualidades que él; la que le movía a ser siempre de-
licado y comprensivo en sus juicios sobre los demás. Era su humil-
dad la que explica que nunca se le oyera jactarse o darse importan-
cia y que considerara una suerte para él poder hacer algo útil cuando
realizaba una tarea modesta. Y en ella radica, sin duda, la raíz pro-
funda del fuerte atractivo que ejercía sobre los que le trataron.
Vivía su trabajo profesional con hondo sentido sobrenatural.
«También en las tareas científicas —ha dejado escrito en una nota
personal— como en cualquier otro apostolado, todo el trabajo debe
fundarse en una sólida vida de piedad. Hay que vivir la mortificación
en el estudio, la humildad en la inteligencia, la presencia de Dios en
las clases». Sentía gran respeto por la ciencia y procuraba ampliar sus
conocimientos lo más seriamente posible. Su intensa vida de piedad
le hacía sentirse hijo de Dios con confianza. Poco antes de empren-
der su viaje a América, charlando con uno de los sacerdotes del Es-
tudio General sobre la cuenta que nos pedirá Dios a los hombres

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en el juicio, decía que ocurrirá seguramente algo parecido a lo que
sucede en «Hamlet», cuando después de la actuación de los cómicos
Polonio dice: «Los trataré conforme a sus méritos» y Hamlet le re-
plica: «Trátalos como corresponde a tu nobleza y a tu propio honor;
cuanto menos sea su mérito, mayor sea tu bondad».
Su último servicio a la Iglesia, a la que defendió siempre con
empeño, con la palabra y la pluma, fue su conferencia en el Con-
greso Eucarístico de Caracas once días antes de su muerte. Habló
de la «Aportación cultural del Catolicismo en el pasado inmediato».
En ella apuntaba su propósito de poner de relieve la importancia
que han tenido en la historia de las ideas políticas figuras católicas
del siglo XIX no suficientemente apreciadas. Marchó después a los
Estados Unidos para conocer los centros universitarios católicos de
aquel país e iniciar con ellos una fecunda relación.
Dios dispuso llevárselo consigo. Por una serie de circunstancias,
su cuerpo ha ido a reposar a la ciudad más europea de Norteamé-
rica. Su alma, podemos esperar con confianza, goza ya de Dios.

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EL HISTORIADOR DEL DERECHO

Hablar de Angel López-Amo como historiador del Derecho es


tarea grata, aunque no fácil para mí. Grata, porque su vocación
nació en mis años de docencia en la Universidad de Valencia y se
desarrolló después en estrecha relación conmigo. No fácil, porque
López-Amo fue discípulo y amigo, y el afecto que sentía por él acaso
pueda hacer que se consideren poco objetivos mis juicios. Difícil tam-
bién, porque en la orientación emprendida en sus primeros años de
especialización siguió el camino que yo le señalé, y es natural que
al tratar de apreciar ahora su acierto y sus frutos me falte la pon-
deración necesaria. En ocasiones como ésta todo el mundo se siente
propenso al juicio benévolo y al elogio sin reticencia, que acaso se
hubiera regateado de haber tenido que valorar la obra en vida del
autor. Por eso temo que mi amistad personal con López-Amo, mi
posición de maestro, que él generosamente me reconocía, y la oca-
sión presente en que he de hablar de él como historiador del Derecho,
pueda hacer pensar a los que me escuchan que hay exageración en
mis palabras. Sin embargo, he de correr el riesgo y me tranquiliza
pensar que cuantos le conocieron y le trataron podrán apreciar en qué
medida he conseguido reflejar su personalidad como historiador de)
Derecho.
* * *

Mas antes de entrar en el examen de ella considero indispensable


bosquejar rápidamente cuál era la situación de los estudios histórico-
jurídicos en España en el momento en que López-Amo entró en
—21

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contacto con ellos. Quiero anticipar desde ahora que era un mo-
mento de transición.
Los diecisiete años anteriores a nuestra Guerra de Liberación
habían presenciado una renovación casi total del cuadro de profe-
sores de Historia del Derecho. Aún el único profesor incorporado a
la Universidad con anterioridad a ellos —pero que por razón de su
cargo político ya no ejercía la docencia—, coincidía ya en lo esencial
con la nueva tendencia renovadora de nuestros estudios. La llamada
Escuela de Hinojosa —pues todos seguían la orientación de este maes-
tro, aun sin haberle conocido— monopolizaba las Cátedras de His-
toria del Derecho y en ella se encuadraban cuantos aspiraban a ocu-
parlas. Rasgos comunes que caracterizaban por igual a casi todos los
miembros de la nueva generación eran: la labor investigadora, en
contacto directo y vivificante con las fuentes; el estudio predominante
de éstas para unos, y el de los problemas sociales y políticos para
otros; sólo Román Riaza, muerto también al alcanzar la madurez, se
interesaba de manera especial por el Derecho privado. Salvo excep-
ción, todos eran medievalistas. Y en su mayor parte todos se sen-
tían más historiadores que juristas.
La Guerra alteró este panorama. Muertos unos, alejados otros
de sus cátedras o atentos a otros quehaceres, quedó abierto el cam-
po a una nueva generación, que se aprestó a llenar los huecos. De
generación puede hablarse no sólo por su edad, sino más bien por-
que sus preocupaciones y su orientación fueron en buena parte dife-
rentes de las que hasta entonces habían predominado. Seguía exigién-
dose a los futuros Catedráticos una formación de investigadores,
Pero también, por encima de todo, un interés preponderante por el
Derecho. La historia del Derecho privado, del penal y del procesal,
antes tan olvidada, pasó a ocupar el primer plano, a la vez que la
historia social y la de las instituciones políticas eran sensiblemente
desplazadas. Basta hojear los índices de los tomos del «Anuario de
Historia del Derecho español» para darse cuenta de este cambio de
preocupaciones. Dios quiso o permitió que el P. López Ortiz, hoy
Obispo de Tuy, y yo nos ocupásemos de la formación de la mayor
parte de los futuros historiadores del Derecho.
Fue en el curso 1940-1941 cuando conocí a Angel López-Amo.
Explicaba yo Historia del Derecho en el primer año de la licencia-
tura y cursaba él el quinto. Pero asistió al Seminario en que tra-
taba de iniciar en la técnica de la investigación a un grupo selecto
de alumnos y trabé relación con él. Su presencia en el Seminario,

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junto a alumnos en su mayoría de primer curso, enfrascados en te-
mas clásicos de Historia del Derecho, resultaba un tanto extraña,
El estudiaba entonces el pensamiento político de Bodin. No sé qué
resultó de sus trabajos. Terminada la licenciatura y dada su prefe-
rencia por los temas políticos, escogimos de mutuo acuerdo como
tema de su tesis doctoral el estudio del pensamiento político de Fran-
cisco Eximenk, autor si no desconocido sí insuficientemente investi-
gado y una de cuyas obras fundamentales se conservaba inédita en
Valencia. Mediada la investigación se trasladó a Madrid y práctica-
mente perdí el contacto con él. Era en cierto modo inevitable, porque
se orientaba entonces hacia el Derecho internacional y más tarde ha-
cia el político.
Reapareció un año más tarde, mediado el 42. Era ya Doctor en
Derecho y, no sin sorpresa por mi parte, se mostraba decidido a ser
Catedrático de Historia del Derecho. A partir de este momento
nuestra relación fue ya más estrecha y nunca interrumpida. Enton-
ces fue cuando orienté a López-Amo por un camino nuevo y dificul-
toso, en la seguridad de que sabría salir triunfante de él.
Yo había creído percibir que nuestros esquemas generales de
Historia del Derecho —fiel adaptación de los elaborados por los tra-
tadistas alemanes— venían siendo aceptados por todos con excesiva
fidelidad y un evidente peligro de anquilosamiento. Aún formados
todos nosotros en una misma Escuela, encontraba demasiado iguales
unos programas de otros. Y fue a López-Amo, precisamente, al que
instigué a romper con esta monotonía, a buscar posibles planteamien•
tos nuevos y también a olvidar un poco los modelos alemanes y
tratar de encontrar en los tratadistas franceses e italianos nuevos
esquemas que tener presentes en la reconstrucción de nuestro propio
Derecho.
Esperaba de su amplia curiosidad y de su agudeza nada menos
que el hallazgo de nuevos caminos. Por primera vez y contra toda una
tradición de Escuela, le impulsé más que a investigar buscando datos
aquí y allá sobre una institución cualquiera, a reflexionar y construir
un edificio diferente con los materiales ya conocidos.
En parte lo consiguió.
De su rápida comprensión de las cosas, de su agilidad para en-
frentarse con los temas más dispares, y de su agudeza, mejor que
cuanto yo pudiera decir dará idea la simple mención de un hecho:
en poco más de dos años estuvo en condiciones de tomar parte en
unas oposiciones a cátedras de Historia del Derecho. Eran sus con-

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trincantes algo mayores en edad que él, llevaban mayor tiempo pre-
parándose en esta disciplina... Y, sin embargo, fue, en mi opinión y
en la de otro juez del tribunal, el más brillante en los ejercicios y el
que mejor supo adaptarse a la nueva orientación que los estudios
histórico-jurídicos comenzaban a tomar. Tres de los opositores esta-
ban en condiciones de ser catedráticos. Contaba con dos votos a su
favor para la primera cátedra, y con los tres necesarios para la se-
gunda; podía haber sido catedrático en aquella ocasión. Sin embargo,
con una generosidad sin paralelo, renunció a serlo, para que lo fue-
ra otro compañero de oposición. Siete meses más tarde, en nueva
oposición, fue nombrado catedrático de Historia del Derecho de Va-
lencia
Su inquietud científica le llevó pronto, sin siquiera completar dos
cursos, a Suiza. De nuevo en España y otra vez para facilitar el aco-
plamiento en su ciudad natal a otro compañero de cátedra, por per-
muta pasó a la Universidad de Santiago. A partir de su estancia en
Suiza, sin abandonar la Historia del Derecho, López-Amo se sintió
cada vez más atraído hacia su primera vocación por los temas polí-
ticos. Incluso pensó en algún momento en pasar a desempeñar la
cátedra de Derecho Político de Santiago. Si allí no llegó a realizar-
lo, lo hizo aquí en Pamplona. Pero la Historia del Derecho público
le seguía atrayendo, como acreditan varias de sus publicaciones. Unos
días antes de su muerte, la víspera de emprender el viaje en que de-
bía truncarse su vida, me confesó su deseo de volver con mayor
ahinco al estudio de la Historia del Derecho.

* * *

Si tratamos ahora de caracterizar la obra de López-Amo como


historiador del Derecho, ha de destacarse en primer lugar el por
qué de su interés por lo histórico. Demasiado frecuentemente, la de-
dicación a los estudios histórico-jurídicos es un refugio para muchos
juristas que carecen de vocación por el Derecho. Como lo es tam-
bién la Filosofía jurídica para otros. En estos casos, el historiador o
filósofo del Derecho es ante todo un historiador o un filósofo que
se ocupa de lo jurídico; rara vez es un auténtico jurista, y esto se
observa sobre todo en que apenas le interesan los problemas más ca-
racterísticos del Derecho.
La trayectoria de López-Amo fue la contraria. El se sintió atraí-
do primero por el Derecho —el internacional y el político— y sólo

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para comprenderlo mejor, para captar exactamente el por qué de
sus problemas actuales, se orientó hacia la Historia. Por eso tam-
bién de ésta volvió a lo Político, y de lo Político retornaba a la His-
toria.
La Historia del Derecho no era para él Arqueología, mera con-
templación y regodeo de lo pasado. No era tampoco el pragmatismo
de quien busca justificar lo actual con lo pretérito. Sino el conoci-
miento de una realidad viva, de las soluciones que en cada momento
se aportaron a los problemas del vivir cotidiano; de aquello que
forjado en otros siglos vive todavía en nosotros y constituye parte
de nuestra existencia. Esto aparece especialmente claro en los tra-
bajos de madurez: en su discurso de apertura de curso en Santiago
sobre la significación de la nobleza entre los germanos (1950); en su
breve estudio sobre el Estado medieval y el Antiguo Régimen (1952);
en su libro sobre el poder político y la libertad, la Monarquía de la
reforma social (1952), y también en su preocupación al verter precio-
samente al castellano el libro de Kern sobre los derechos del rey y
los derechos del pueblo (1956).
Que la Historia no era para él mero pretexto para alegar pre-
cedentes, lo demuestra su preocupación por huir de fáciles generali-
zaciones y de caracterizar largos períodos de muchos siglos con el
dogmatismo de un sistema. Fue López-Amo acaso el único que en
su Programa de clase distinguía no sólo la Alta de la Baja Edad
Media, sino también el Alto del Bajo Imperio romano.
Por otra parte, la misma Historia general estaba para López-
Amo indisolublemente unida a la historia institucional. No deja de
ser significativo que cuando en San Sebastián enseñaba Historia de
España a un reducido grupo de alumnos de bachillerato, pusiese ya
en sus manos mi «Curso de Historia del Derecho».
Pero a la vez que historiador, López-Amo era jurista pleno de
sentido, agudo y atento a los matices. Su estudio rigurosamente ba-
sado en las fuentes sobre los contratos de obra artística en la ca-
tedral de Toledo (redactado en 1944, aunque no publicado hasta
cinco años más tarde) es buena prueba de ello. Como lo es también
otro trabajo de la misma fecha que aún permanece inédito sobre «El
Derecho penal de la Baja Edad Media». No cayó, sin embargo, en
el formalismo y conceptualismo dogmático. En el Derecho veía la
ordenación de una realidad social viva —esa realidad cambiante que
como historiador trataba de captar— y no creía posible comprender
los principios y las normas jurídicas sin tomar a la vez en cuenta la
—25

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dinámica de la sociedad. Por eso su preocupación conjunta —no me-
ramente yuxtapuesta— por lo histórico y lo jurídico, lo sociológico
y lo político.
* * *

Angel López-Amo era rápido en la comprensión, en el plantea-


miento y desarrollo de los temas. Bien claro lo demostró al preparar
sus oposiciones a la cátedra de Historia del Derecho. Era en cam-
bio tardo y remiso en publicar el resultado de sus trabajos. La mayor
parte de ellos sólo vieron la luz al cabo de varios años de haber sido
redactados: los dejaba dormir, hasta que después de largo tiempo
de meditar sobre ellos y afirmarse en sus conclusiones o rectificarlas
se decidía a darlos a la imprenta. Varios trabajos no llegaron a ver
la luz. Por ello, sin ser escasa, la obra publicada por López-Amo
sobre la historia del Derecho, no es tan abundante como cabía es-
perar.
Apreciada en su conjunto, se observa que, aunque con desigual
medida, trató los diferentes campos que abarca la Historia del Dere-
cho. En el terreno de la teoría general y de las fuentes se ocupó de
«La polémica en torno a la territorialidad del Derecho visigodo»
(1944), entonces en su apogeo, siendo el primero entre los historiado-
res del Derecho que se adhirió a mi tesis de la vigencia territorial, en-
tonces vivamente impugnada y que sólo recientemente se ha abierto
paso y encontrado nuevos defensores. Redactó también por las mis-
mas fechas un breve estudio sobre «El concepto y caracteres del De-
recho en la Alta Edad Media», que no llegó a publicar.
En el terreno del Derecho privado escribió también por estos mis-
mos años, aunque no publicó hasta 1949, un «Estudio de los contra-
tos de obra artística de la catedral de Toledo en el siglo XVI»,
intencionadamente limitado a la documentación impresa de la época,
que supo aprovechar con singular acierto.
La lección escogida por él en sus oposiciones a cátedra versó sobre
«El Derecho penal de la Baja Edad Media», que dejó escrita aunque
no llegó a publicar. Rompió con ello la costumbre generalizada de
tratar en ocasiones como ésta temas de la Alta Edad Media y se
adentró en un campo virgen e inexplorado, del que supo salir triun-
fante.
Pero el tema preferido de sus estudios fue el de las instituciones
políticas. Ya en sus primeros años y como fruto de una larga y me-
ditada lectura del libro de Heinrich Mitteis sobre «El Estado de la
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Alta Edad Media», publicó una cuidada recensión en el «Anuario
de Historia del Derecho español» XIV, 1942-1943. Resultado de su
investigación personal sobre los textos originales fue su tesis doctoral
sobre «El pensamiento político de Eximenic, en su tratado de Re-
giment de princeps», en la que supo captar, entre la farragosa cita y
acumulación de las opiniones más dispares, en que se complacía el au-
tor estudiado, las ideas y opiniones propias de éste. Mas la mayor
parte de los trabajos de López-Amo en su segunda época, a partir
de su estancia en Suiza, no fueron ya de estricta investigación sobre
las fuentes, sino de reflexión e interpretación de hechos ya conocidos.
Así, su discurso de apertura de curso en la Universidad de Santiago:
«Insignis Nobilitas. Estudio sobre el valor social de la aristocracia»
(1950), glosa de aquella expresión de Tácito sobre los antiguos ger-
manos; «El poder político y la libertad. La Monarquía de la refor-
ma social» (1952), en la que aun compartiendo la tesis del autor, no
se sabe qué admirar más, si la claridad y penetración del pensamien-
to o la galanura del estilo. Fruto de su prolongada reflexión sobre el
libro de Fritz Kern, «Derechos del rey y derechos del pueblo»
(1955), que tradujo y tuvo entre sus manos largos años antes de que
se imprimiese, son las observaciones que le preceden en la edición
española. Prescindo de otros estudios sobre el siglo XIX, aunque in-
teresantes para la Historia del Derecho, porque en ellos campea más
libremente el pensamiento político de López-Amo, que ha de ser
examinado separadamente.
Tal es, rápidamente bosquejada, porque la ocasión no permite otra
cosa, la obra que nos queda de Angel López-Amo. Por su propia
índole, más orientada a la construcción que al aporte de datos, que
quedan a disposición de los estudiosos, acaso pueda parecer escasa.
Pero si se piensa que la tarea que tenía encomendada y en la que se
ocupaba, no era una labor de acopio, sino de hallazgo de nuevos
caminos, en sus escritos, al margen de su orientación política, podrán
encontrarse no pocas sugestiones de gran interés para el historiador
del Derecho. Trataba de infundir nueva savia a nuestros estudios,
aunque aún no había llegado a construir un sistema. Se comprenderá
así que el tópico tantas veces repetido en ocasiones como ésta, de
que su muerte prematura deja un hueco difícil de rellenar, tiene en
este caso pleno sentido.

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EL PENSADOR POLITICO

Excmos. señores, señoras, señores:

Yo me sentiría profundamente insincero si entre mis primeras


palabras no brotara una muy auténtica: gracias. Gracias al Estudio
General de Navarra por haberme invitado, junto a los profesores
Sánchez Bella y García Gallo, que son por derecho propio mis maes-
tros, para glosar el pensamiento político de Angel López-Amo, amigo,
a cuya ausencia de la vida española no acabaré de acostumbrarme
nunca. Gracias por el goce intelectual y por el premio inesperado
de exponer hoy, con pública amistad, y de juzgar, con tranquilo
rigor, la obra de un hombre que a los treinta años abrió cauces, ganó
discípulos y signó con clara huella la historia de nuestras ideas polí-
ticas.
¿Cuál fue su legado de pensador político y qué lugar ocupa en la
ciencia del Estado? He aquí una interrogación no afectiva ni circuns-
tancial, sino teórica y permanente, a la que yo quisiera responder
hoy con exactitud y con verdad; empeño ciertamente temerario cuan-
do se navega en el rizado mar de lo político, tan propicio por na-
turaleza a la anfibología y a la metáfora, a la prédica y al enmasca-
ramiento. Por eso se imponen las precisiones terminológicas.
Distingamos, en primer término, entre el pensador político y el
estadista. Aquél es un doctrinario cuya virtud propia es la sabidu-
ría; éste es un hombre de acción cuya necesaria virtud es la pruden-
cia. Yo no voy a hablar de López-Amo como estadista, porque no
llegó a serlo, sino como intelectual preocupado por los problemas
del Estado y por el magisterio de príncipes y vasallos. Este esclare-
cimiento sería suficiente para situar a López-Amo en las coordena-

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das del espíritu si no aconteciera que la ciencia política es una dis-
ciplina de objeto impreciso y de metodología incierta. Hay dos ma-
neras fundamentales de entenderla: como saber normativo y como
saber empírico, esto es, como moral y como sociología. La ciencia
política clásica impone preceptos, dicta conductas, proyecta ciudades
ideales y brinda programas. Los modernos, en cambio, suelen conce-
bir la ciencia política como historia de las instituciones y de las for-
mas de gobierno, descripción de los modos sociales de comportarse,
y sistematización de las experiencias políticas del hombre. Unos dic-
taminan acerca de cómo debe configurarse el Estado; otros tratan
de hacer inteligible lo que los mortales han hecho y hacen para con-
vivir. Ambas interpretaciones de la ciencia política, aunque metodoló-
gicamente contrapuestas, no son incompatibles, sino muchas veces
complementarias. Es más, las conclusiones de uno y otro enfoque se
aproximan, porque también del puro estudio de la realidad se dedu-
cen normas; es lo que antes se llamaba magisterio de la Historia, y
hoy ley sociológica. El modo con que López-Amo aborda los proble-
mas políticos es más empírico que normativo, más existencial que
esencial; en su obra no hay un programa de acción, ni siquiera un
proyecto constitucional; en ella se hace historia de las instituciones
y se deducen leyes sociológicas. Su fórmula no es el imperativo «haz
esto», sino el condicional «tales han sido los efectos de estas causas,
no las pongas si quieres que las cosas ocurran de distinta manera».
A esta actitud le llevaron su formación de historiador del Derecho, y
el clima historicista que, a él como a nosotros, le tocó vivir.
Su pensamiento político está contenido en sus estudios «Burgue•
sía y estilo burgués» y «Sobre el estudio profundo de las revolucio-
nes», en sus «Cartas al Príncipe», todavía inéditas, y en su libro «La
Monarquía de la reforma social». Este último es uno de los ensayos
de doctrina política más importantes que se han publicado en España
en lo que va de siglo. Todavía recuerdo la impresión que me produjo
hace ya seis años la lectura del manuscrito, en caracteres uniformes y
sin enmiendas. Una tan rara tersura caligráfica era la proyección de
una transparente coherencia conceptual. En este libro, promesa de una
fecunda vida creadora, inescrutablemente rota por los designios de
la Providencia, está «in nuce» toda una visión de la ciencia política
y de sus temas cardinales. Yo voy a tratar de quintaesenciar en apre-
surado esquema las tesis defendidas y apuntadas por López-Amo;
y concretamente las soluciones, o por decirlo con más exactitud, los
valores que él dio a las incógnitas capitales de la ciencia política:

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la legitimidad, la libertad y la soberanía. Suya es desde este mo-
mento mi palabra.
¿Cuándo un poder es legítimo?, o, lo que es casi lo mismo, ¿cuán-
do se le acepta no por puro temor, sino por convicción? En torno a
esta patética cuestión se viene discutiendo desde los orígenes de la
ciencia política. Para un moralista es legítimo el poder que se ad-
quiere por herencia o por elección y que se ejerce con criterios de
justicia. López-Amo desciende del plano axiológico al fáctico y define
la legitimidad como el respeto de unos ciertos principios que regulan
el ejercicio y transmisión del poder, y en los que ha cristalizado el
consentimiento tácito, pero completo, de los súbditos. Esos prin-
cipios son, pues, convencionalismos frágiles y limitados, parcialmente
justos y razonables, sin demasiado motivo para imponerse por sí mis-
mos y con un valor más mágico que jurídico y racional. Legítimo es,
pues, el poder que los súbditos tienen por tal; y el hombre no ha
creído hasta la fecha nada más que en dos principios de legitimidad:
el monárquico y el democrático. Esta es la lección incontrovertible
de la Historia. ¿Quiere ello decir que puede optarse por uno u otro
en cualquier momento, y que una sociedad pueda pasar de la Monar-
quía a la República o viceversa cuando lo juzgue oportuno? Es cier-
to que esto se ha intentado muchas veces; pero siempre sin éxito. Y
es que el poder no sólo viene «de arriba» sino, según la fórmula acu-
ñada por López-Amo, «de antes». No hay legitimidad, sin continui-
dad histórica, porque una creencia colectiva no se improvisa. «Yo
hubiera deseado ser mi nieto», decía Napoleón. Una estructura de
poder es la creación de un pueblo a través de la Historia; es, por lo
tanto, fuente y fruto del Derecho al mismo tiempo. Suiza y los Esta-
dos Unidos son un ejemplo de legitimidades democráticas producto
de las décadas y consustanciales con un ordenamiento jurídico y con
una psicología nacional. ¿Quiere esto decir que resulte indiferente
optar por la legitimidad monárquica o por la democrática cuando
son «de antes» y aceptadas? A esta interrogante tan clásica y tan ac-
tual respondería López-Amo con lo que constituye el núcleo y la
culminación de su pensamiento político: la doctrina de la sobe-
ranía.
El segundo gran tema que aparece como hilvanando la obra en-
tera de López-Amo es el de la libertad. Todo su desarrollo está mon-
tado sobre una triple distinción. Hay un modo antiguo y un modo
moderno de entender la libertad. Para el hombre contemporáneo es
libre quien obedece a los que él ha designado, aunque le manden

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demasiadas cosas. Para el hombre medieval, por ejemplo, la libertad
no estaba en elegir a los príncipes, sino en limitar sus poderes por
la autonomía, la presión y el juego de las comunidades inferiores:
estamentos, señoríos, gremios, villas, regiones, etc. Hay también lo
que López-Amo llama la libertad interior y la libertad exterior. Los
límites de la libertad interior están fijados por la formación moral y
religiosa; los de la libertad exterior están fijados por la pura coacción
del aparato policíaco. A la libertad sin coacciones exteriores que te-
nían y que tienen ciertos privilegiados debe corresponder una barrera
más eficaz que las leyes: la educación y las costumbres, el sentido del
honor y de la responsabilidad. El mundo moderno ha pretendido
edificar la convivencia sobre la reivindicación simultánea de las dos
libertades, la interna y la externa, olvidando que una es incompatible
con la otra; la que desliga al individuo de las trabas sociales y mora-
les sólo puede darse con una férrea limitación exterior; la libertad
externa sólo es viable con una arraigada limitación de conciencia.
Y esta última la tiene y la impone la sociedad, jamás el Estado. Hace,
en fin, suya y reelabora rigurosamente López-Amo la distinción de
Bertrand de Jouvenel entre el entendimiento aristocrático y el demo-
crático de la libertad. La libertad no es, según López-Amo un bien
elemental y primario, sino refinado y precioso. Se desea la libertad
cuando están satisfechas las necesidades vitales que condicionan la
existencia personal. No podrán amar sinceramente la libertad aquellos
a quienes para nada les sirve. El entendimiento democrático de la
libertad es, por naturaleza, socializarte, estatificador y, por lo tanto,
antiliberal. La libertad es, en rigor, un privilegio, un bien suntuario.
que no podrá comprender plenamente ni hacer efectivo la plebe. Y
López-Amo concluye: ignorante de estas tres distinciones el hombre
contemporáneo, que ambiciona la libertad interior y la exterior simul-
táneamente, que pretende generalizar la libertad y entregar su reali-
zación al mayor número, y que concreta los fines primarios del
liberalismo en la elección de los gobernantes, está aniquilando no
sólo la esencia, sino la existencia misma de la verdadera libertad.
Con esta teoría de la libertad López-Amo anticipa su posición
respecto al gran problema de la soberanía. No es indiferente que el
poder lo ejerza o el elegido por sufragio o un monarca. Aun admitien-
do la posibilidad de democracias legítimas, su propia dialéctica evolu-
tiva las hace históricamente inferiores a las monarquías. La primera
razón es que en la democracia, el único verdaderamente libre es el
que manda; la voluntad general se suicida, y el régimen concluye en

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dictadura. Pensemos en los ejemplos de Italia, Alemania y la U. R. S. S.
Esta triste dialéctica es inexorable. Pero la razón decisiva es mucho
más compleja. El estudio de la historia lleva a López-Amo a la
conclusión de que no hay comunidad política perfecta si el Estado
no es algo «independiente» y al servicio de la sociedad. Porque si
es ésta la que manda en el Estado el poder está en manos de la
clase que momentáneamente sea más poderosa u obtenga la mayoría,
y esta situación de desequilibrio conduce a la injusticia y en último
término a la guerra civil. Si es el Estado el que se confunde con la
sociedad organizando e interviniendo toda su vida, ésta queda inde-
fensa y se acaba en la tiranía. Grecia, Roma y las monarquías ger-
mánicas son ejemplo de esta ley sociológica fatal: allí donde el Estado
no es independiente y superior a la sociedad, perece la libertad. La
democracia tiende a identificar la sociedad con el Estado. Por eso el
triunfo casi universal del principio democrático de legitimidad ha
situado al hombre moderno ante esta patética disyuntiva: o el Estado
es dueño de la sociedad y, entonces, hay dictadura de clase; o la
sociedad es dueña del Estado y, entonces, habrá lucha de clases sin
cuartel. De ahí que el Estado, para servir a la sociedad, para ser
forma que contenga y mantenga la vida en común, ha de separarse
de la sociedad y recobrar su soberana independencia renunciando a
las dos formas de confundirse con ella: la de constituirse a sí mismo
conforme a la voluntad popular, o la de constituir a la sociedad con-
forme a su voluntad totalitaria. Esta renuncia sólo la hace natural-
mente la Monarquía, porque el rey ni se debe a ninguna clase, ni
puede desear más poder que el que le proporciona estar por encima
de todas las fuerzas políticas. Por eso la Monarquía puede moderar
la lucha de clases y hacer verdadera justicia. A las virtudes que desde
Aristóteles hasta Maurras ha ido atribuyendo la ciencia política a la
Monarquía, López-Amo añade una fundamental: la de ser el único
poder legítimo capaz de hacer la reforma social. Esta es la lección
de la Historia; pero también la Historia más reciente pone de mani-
fiesto que cualquier estadista que pretendiera reformar a un pueblo
occidental con la institución monárquica se encontraría hoy con dos
obstáculos gravísimos: la fe generalizada en el mito del sufragio uni-
versal y la desarticulada atomización que ha producido en las socie-
dades siglo y medio de revolución permanente. Estas dificultades son
la razón, según López-Amo, de que hayan surgido esos productos
híbridos que se llaman monarquías constitucionales y que en realidad
DO son sino fórmulas de transición a la República, males menores y,

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desgraciadamente, efímeras allí donde no responden a una tradición
peculiar.
Hasta aquí Angel López-Amo. De su densa obra yo acabo de
arrancar el esqueleto y la médula. Lo dicho es el poso que deja en
la mente la lenta meditación de sus páginas. El juicio ha ido bro-
tando insensiblemente a lo largo de la exposición. López-Amo es un
pensador político que se inserta en la línea tradicional de Occidente.
Sus fuentes inmediatas están en von Stein y von Haller, en Donoso y
Maeztu, y más que en de Maistre o de Bonald, en los maurrasianos
de la última promoción europea. Algo decisivo separa, no obstante,
a López-Amo de sus maestros: el enfoque fundamentalmente histórico
de los problemas políticos y el seguro conocimiento de la evolución
de las instituciones políticas de Occidente y, en especial, del derecho
público germánico. Por eso significa un avance y una innovación.
Con estos elementos, a los que añade un claro dominio de las mo-
dernas técnicas de investigación y una prosa concentrada y correcta,
limpia de énfasis y de retórica, ha hecho López-Amo una obra muy
breve para lo que pudo haber sido; pero con peso conceptual bastante
para quedar clavada como un hito visible desde lejos en la historia
del pensamiento político español, y concretamente en la línea de la
gran tradición nacional, clásica, pero abierta a todos los progresos
del tiempo, aquella por la cual fuimos y podremos volver a ser gran
nación.

He dicho.

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DATOS BIOGRAFICOS

NACIMIENTO

Alicante, 16 de diciembre de 1917.

ESTUDIOS

Bachillerato en Valencia (1928-34). Premio extraordinario.


Licenciatura en Derecho en Valencia (1934-36 y 1939-41). Premio
extraordinario.
Premio Olóriz de la Universidad de Valencia, 1940-41.
Doctorado en Derecho, Madrid, junio 1943. Premio extraordinario.

SERVICIOS ANTERIORES
AL NOMBRAMIENTO
DE CATEDRATICO

Ayudante de clases prácticas en la Universidad de Madrid (1941-43).


Profesor Auxiliar de Historia del Derecho en la Universidad de
Madrid (1945).
Becario del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1941-45).

CATEDRATICO NUMERARIO
DE HISTORIA DEL DERECHO
ESPAÑOL

Fue elegido en virtud de oposición, y por unanimidad, el 27 de


julio de 1945. Sirvió su Cátedra en Valencia (1945-47), Oviedo y
en Santiago de Compostela (1948-52). En situación de exceden-
cia activa a partir del curso 1952-53.
Gastprofessor del «Schweizerisches Institut für Auslandsforschung»
de Zürich durante el curso 1947-48.
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Profesor de Derecho y Humanidades de S. A. R. el Príncipe D. Juan
Carlos de Borbón y Borbón, desde 1952.
Decano de la Escuela de Derecho del Estudio General de Navarra,
desde octubre de 1955.

VIAJES Y PENSIONES
AL EXTRANJERO

Pensionado en la Universidad de Coimbra por el Consejo Superior


de Investigaciones Científicas (julio-octubre 1944).
Pensionado por la Junta de Relaciones Culturales en Italia y Sui-
za (abril de 1947 a julio de 1948).
Comisionado por la Junta de Relaciones Culturales para la Expo-
sición del Libro Español en Zürich (mayo de 1947).
Congreso Internacional de Ciencias Sociales y Políticas en Ratis-
bona (Baviera), abril de 1948.

PREMIOS

Además de los académicos antes citados:


Premio Nacional de Literatura Francisco Franco 1952, por el libro
«La Monarquía de la Reforma Social».

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CONFERENCIAS
Y CURSOS MONOGRAFICOS

«Evolución histórica del Derecho penal». Curso del Doctorado en


la Universidad de Valencia, año académico 1945-46.
«La idea del Derecho y del Estado en la Iglesia primitiva». Confe-
rencia pronunciada en la Residencia de Estudiantes de Valen-
cia, 1946.
«Santo Tomás de Aquino y la Universidad española». Discurso aca-
démico en el Paraninfo de la Universidad de Valencia, el 7 de
marzo de 1947.
«El problema de las formas de gobierno en la segunda postguerra».
Tres conferencias en la Universidad Internacional Menéndez
Pelayo de Santander, agosto 1947.
«La pensée politique de l'Espagne au XIX siécle». Tres conferen-
cias en la Universidad de Friburgo (Suiza), abril 1948.
«Spanisches Denken der Gegenwart». Curso de ocho lecciones en
la Universidad de Zürich, mayo-julio 1948.
«Spanien und das europáische Rideralismus». Comunicación leída
en la 2. a reunión de estudios del Instituto Internacional de
Ciencias Sociales y Políticas en Ratisbona, abril de 1948.
«Elementos políticos y sociales en la teoría de la revolución». Tres
conferencias en la Universidad Internacional Menéndez Pela-
yo de Santander, agosto 1948.
«Precio justo y lesión en la práctica contractual del Derecho canó-
nico». Lección leída en la Universidad de Santiago, con motivo
de la festividad de San Raimundo de Peñafort, patrono de la
Facultad de Derecho, el 23 de enero de 1949.
«El derecho penal germánico y su persistencia en la Edad Me-
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dia española». Curso monográfico del Doctorado en la Univer-
sidad de Santiago, 1948-49.
«La revolución de 1848». Conferencia pronunciada en la Universi-
dad de Santiago, Cátedra «Vázquez Mella», 25 de enero de 1949.
«Consideraciones sobre la aristocracia». Conferencia en el I Curso
Internacional de Verano en La Estila. Santiago, 14 de junio de
1949.
«Nobles y plebeyos ante el gobierno del Estado». Conferencia en
el VII Curso de Verano de Vigo, 7 de septiembre de 1949.
«Tres problemas de Derecho visigodo». Conferencia en la Residen-
cia de Estudiantes de la Estila, Santiago, 17 de febrero de 1950.
«La Nación-Patria y la Nación-Partido». Conferencia en la Resi-
dencia de Estudiantes de La Estila. Santiago, 17 de febrero
1950.
«El miedo de Bonaporte». Conferencia pronunciada en la Univer-
sidad de Santiago el 14 de marzo de 1950.
«Los gobiernos no legítimos». Conferencia en el VIII Curso de Ve-
rano de Vigo, el 7 de septiembre de 1950.
«Insignis nobilitas». Discurso inaugural leído en la solemne aper-
tura del curso académico 1950-51, Universidad de Santiago.
«Estado medieval y Antiguo Régimen». Conferencia pronunciada
en el Ateneo de Madrid el 9 de marzo de 1951, en el ciclo «Ba-
lance de la cultura moderna y actualización de la tradición es-
pañola».
«El estado medieval». Curso monográfico del doctorado. Universi-
dad de Santiago, 1950-51.
«Fisonomía de la sociedad contemporánea». Conferencia en la Uni-
versidad de Santiago, abril de 1951.
«El problema obrero desde el punto de vista social y político». Con-
ferencia en la Residencia de La Estila. Santiago, 15 de mayo
de 1952.
«La sociedad individualista». Curso de cinco conferencias en la Uni-
versidad Hispano-Americana de La Rábida, agosto 1952.
«Factores políticos y sociales en los movimientos revolucionarios».
Conferencia en el Ateneo de Santander, 25 de febrero de 1953.
«Base social de la democracia americana». Conferencia en la Ins-
titución «Príncipe de Viana», Pamplona, 28 de enero de 1953. La
misma, en el Círculo Cultural Guipuzcoano de San Sebastián,
21 de febrero de 1953.
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«El estilo burgués de vida». Conferencia en la Institución «Príncipe
de Viana», Pamplona, 4 de marzo de 1953.
Curso monográfico sobre la Revolución Francesa. En la Escuela
de Derecho del Estudio General de Navarra, febrero-junio 1953.
«Alexis de Tocqueville y la democracia americana». Curso de cinco
lecciones en la Universidad Hispano-Americana de La Rábida,
agosto de 1953.
«Ideas políticas de Donoso Cortés». Conferencia pronunciada en el
Ateneo de Madrid, en el ciclo conmemorativo del Centenario
de su muerte, 5 de mayo de 1953.
Curso monográfico sobre la Monarquía en la Alta Edad Media.
En el Estudio General de Navarra, 1953-54.
«Política internacional de los primeros Borbones de España (Feli-
pe V a Carlos III)». Conferencia en el Estudio General de
Navarra, 23 de abril de 1954.
«Tradición y herencia». Conferencia en el Colegio Mayor Miraflo-
res. Zaragoza, marzo 1955.
«Burguesía y proletariado». En el ciclo «Formación del mundo mo-
derno». Estudio General de Navarra, 16 de enero de 1956.
«Aportación cultural del Catolicismo en el pasado inmediato». II
Congreso Eucarístico Bolivariano. Caracas, 9 diciembre 1956.

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PUBLICAC I ONES

Recensión al libro de HEINRICH MITTEIS, «Der Staat des hohen


Mittelalters», Weimar, 1940, en AHDE, XIV, 1942-43.
La polémica en torno a la territorialidad del Derecho visigodo, en
«Arbor», núm. 2, Madrid, marzo-abril 1944, 227-41. (Reeditada, con
adiciones, en «Historia de España» de la revista «Arbor», Madrid,
1953, 66-80).
El pensamiento político de Eximenic en su tratado de Regiment
de Princeps, en AHDE, XVII, 1946, 1-139.
Los caminos de la libertad, en «Arbor», núm. 24, Madrid, nov.-dic.
1947, 407-13.
Algunos aspectos de la doctrina española en torno al federalismo,
en «Politeia», revista del Institut International des Sciencies Socia-
les et Politiques, Fribourg (Suiza), núm. 2, 1948, 101-108.
Legitimidad, revolución y democracia, en «Arbor», núm. 27,
Madrid, marzo 1948, 345-376.
Monarquía y República en la Revolución de 1848, en «Arbor»,
núm. 41, Madrid, mayo 1949, 11-33.
Estudio de los contratos de obra artística de la Catedral de To-
ledo en el siglo XVI, AHDE, XIX, 1948-49, 103-217.
Insignis Nobilitas. (Estudio sobre el valor social de la aristocra-
cia). Discurso inaugural leído en la solemne apertura del curso
académico 1950-51 en la Universidad de Santiago. Santiago de Com-
postela, 1950.
Estado medieval y Antiguo Régimen. Colección «O crece o muere».
Madrid, Ateneo, 1952.
El Poder político y la libertad (La Monarquía de la reforma

—41

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social). Premio Nacional de Literatura «Francisco Franco» 1952
Madrid, 1952. 2. a ed. Madrid, 1957.
La libertad y el estilo burgués, en «Politeia», vol. 4, fase. 213,
Fribourg (Suiza), 1952, 203-212.
Prólogo al libro de CARL SCHMITT, Interpretación europea de Do-
noso Cortés. Madrid, 1952.
Cuestión social y problema obrero, en «Arbor», núm. 95, Madrid,
noviembre-diciembre 1953.
Alemania y Europa, en «Nuestro Tiempo», núm. 4, Madrid, octu-
bre 1954, 14-29.
Estudio preliminar y traducción del libro de FRITZ KERN, Dere-
chos del Rey y derechos del pueblo. Madrid, 1955.
Sobre el estudio profundo de las revoluciones, Pamplona, 1956.
Burguesía y estilo burgués, Pamplona, 1956.
Crisis de la democracia. Comentario a Walter Lippmann. En
«Nuestro Tiempo», núm. 23, mayo 1956, 98-100.
El Derecho Penal en la Baja Edad Media, en AHDE, 1956.
Artículos periodísticos en «A B C» y «La Actualidad Española»
de los años 1952 a 1956.
La «Biblioteca del Pensamiento Actual» de Ediciones Rialp, de
Madrid, prepara la edición de un volumen que recoja la obra disper-
sa de López-Amo (artículos periodísticos y algunos trabajos de los
citados) y parte de la obra inédita: Siete cartas a S. A. R. el Prín-
cipe de Asturias, y Aportación cultural del Catolicismo en el pasa-
do inmediato.

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INDICE

Págs.

Perfil humano de Angel López-Amo, por D. ISMAEL SÁNCHEZ


7

El historiador del Derecho, por D. ALFONSO GARCÍA GALLO 21

El pensador político, por D. GONZALO FERNÁNDEZ DE LA MORA ... 29



DATOS BIOGRÁFICOS DE ANGEL LÓPEZ-AMO ..• ... ••••••.•• 35

CONFERENCIAS Y CURSOS MONOGRÁFICOS ... ..• .• • • • • • • • • • • • • 37


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