Una Alianza Sinérgica

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Una alianza sinérgica: Terapia Gestalt y PNL

Por José Vicente Losada

Actualmente, una preocupación esencial de quienes trabajan en psicoterapia es la búsqueda o la


construcción de modelos integradores que les proporcionen mayor potencia en su labor cotidiana
como facilitadores de cambio.

Como dijimos en otra ocasión (Ver “Un modelo integrativo en psicoterapia”), pareciera que estos
profesionales se guiaran sabiamente por el principio cibernético del “requisito de la variedad”, según
el cual en todo sistema interconectado –y la relación terapéutica, el vínculo terapeuta-paciente es un
sistema social–, aquel elemento de ese conjunto que manifieste mayor versatilidad y flexibilidad en
su conducta terminará controlando el sistema.

Esto ha llevado a los terapeutas a no depender rígidamente de un método o procedimiento, ya que


mientras menos dependan de un método o de un enfoque y más tiendan a concertar y reunir prácticas
y movimientos convergentes, enriqueciendo su arsenal terapéutico con la mayor diversidad de
recursos accesibles, más flexible y fluida será entonces su conducta y mayor su influencia en la
relación de trabajo y su efectividad en la inducción de cambios.

En la forja de estas “alianzas sinérgicas”, la asociación estratégica de enfoques como la terapia


Gestalt y la Programación Neuro-Lingüística (PNL) puede resultar un interesante campo de
exploración y aplicaciones. En efecto, desde hace unos cuantos años, y pesar de la oposición de
Laura Perls a que la terapia Gestalt fuera vinculada a otras corrientes, ya Barry y John Stevens
asomaron algunas posibilidades para el uso integrado de ambos enfoques.

Terapia Gestalt
La terapia Gestalt es un método de psicoterapia y de crecimiento personal, desarrollado por Fritz
Perls y Laura Perls entre los años 50 y 70, a partir de la asimilación y aplicación de los principios de
la antigua Psicología de la Forma a la complejidad del organismo humano. Este enfoque ha sido
enriquecido posteriormente con los aportes de una variedad de autores y hoy representa aún un
excelente recurso para el trabajo profesional.

Se trata de una herramienta para el cambio, que se basa en la experiencia actual de la persona, y su
énfasis está puesto en el darse cuenta de la propia experiencia para utilizarla con fines de cambio o
integración. En esa dirección, el trabajo terapéutico en Gestalt tiene como metas estimular el darse
cuenta (de sí mismo, de los otros, del ambiente), desarrollar responsabilidad por la propia conducta
(habilidad para responder), incrementar el contacto (consigo mismo, con otros, con el entorno) e
identificar claramente los límites implícitos en ello, así como la integración de partes de la
personalidad para el logro de maduración, que no es más que generar auto-apoyo. La tarea del
terapeuta en este modelo es centrar a la persona, al grupo o a la organización, en su propio presente -
en el ahora- y trabajar con el quéy el cómo de la experiencia, con la figura, la energía (o el bloqueo
de esa energía), el “experimento” (acción versus verbalización) y con el lenguaje verbal y
el cuerpo como fuentes de apoyo.

Aun cuando actualmente ha descendido en popularidad, la terapia Gestalt tiene gran vigencia hoy y
sigue teniendo una enorme influencia en la práctica psicológica. Su influencia se evidencia también
en enfoques como, por ejemplo, la terapia centrada en la persona (Rogers), la psicología del yo
(psicodinámica), el análisis transaccional y otros abordajes humanísticos que buscan integrar a su
práctica principios y técnicas gestálticas.
Programación Neuro-Lingüística
Aun cuando sus antecedentes son bastante remotos, la PNL como tal, es un enfoque de la psicología
aplicada que surge en los Estados Unidos de Norteamérica a mediados de los años setenta, gracias a
la fecunda asociación de un psicoterapeuta gestaltista, Richard Bandler, de un lingüista, John
Grinder, y de otros autores ligados a las disciplinas del comportamiento. Es un enfoque que describe
la forma cómo la mente o el cerebro funcionan para producir ciertos resultados, y estudia además
cómo los sutiles aspectos verbales y no verbales de la comunicación humana están presentes en la
relación entre las personas y contribuyen de alguna forma a producir cambios. Más concretamente, la
PNL podría caracterizarse como una “metodología” y una “tecnología” que propone un modelo de
comunicación y cambio de comportamiento para estudiar la forma cómo los seres humanos usamos
el lenguaje verbal y no verbal para influirnos unos a otros y para influir sobre nosotros mismos. Este
modelo atiende entonces a la manera cómo funciona la mente cuando las personas se comunican y se
influyen entre sí y cómo se comunican consigo mismas, para usar sus recursos en forma óptima, para
crear ciertas alternativas de conducta y obtener resultados deseables. El punto de partida de este
planteamiento es el conocido axioma de la comunicación humana que reza: “no es posible no
comunicarse”, y del cual deriva otro postulado de interesantes implicaciones: “no es posible no
influir”…

Armado con sus tres destrezas fundamentales: flexibilidad, observación y capacidad para escuchar,
un profesional que utiliza la PNL en su labor busca, esencialmente, aproximarse al conocimiento de
los “mapas” o “modelos mentales” de su interlocutor -cliente, paciente, alumno, entrevistado,
supervisor, supervisado, contraparte en una negociación, etc.-. Para ello emplea variados
instrumentos, tales como, la determinación de las modalidades de pensamiento -Visual, Auditiva y
Kinestésica- y sus submodalidades, el trabajo con la complejidad del lenguaje verbal, la
identificación de las estrategias que usa ese interlocutor para lograr resultados, los dinámicos
procesos de modelado o modelamiento de conductas, el manejo de los planos temporales de la
experiencia, a través de la línea del tiempo, y los procedimientos de anclaje y de reencuadre.

Con todo ese instrumental y con la preciosa herramienta del acompasamiento para


establecer “rapport”, el terapeuta en PNL es capaz de “aprender el lenguaje” de la persona con quien
trabaja y “modelarla”, como medio para conducirla o guiarla hacia una nueva opción y luego
proponer y liderar el cambio.

Afinidades
Probablemente hay muchos aspectos afines entre la terapia Gestalt y la PNL que pueden constituir
una plataforma estable para la eventual integración y colaboración de sus metodologías. Veamos
apenas cinco de ellos que revisten especial interés.

1) Aun cuando podrían inscribirse dentro del amplio espectro de la psicología humanista, ninguna de
estas dos aproximaciones son “teorías psicológicas” propiamente dichas. Son más bien “modelos” de
trabajo psicológico, aplicable en diversas áreas de la conducta humana: en psicoterapia, educación,
salud y organizaciones. En tal sentido, ambas son fuentes de herramientas y técnicas útiles que
pueden ser muy efectivas en manos de un terapeuta capaz.

2) Como enfoques terapéuticos humanistas y sistémicos, la Gestalt y la PNL son métodos de


integración personal que parten de un marco de referencia holístico. La terapia Gestalt utiliza
un abordaje holístico cuando considera la conducta humana más allá del viejo paralelismo
psico/físico, atendiendo a la totalidad de acciones, pensamientos, emociones, sentimientos,
corporalidad, lenguaje, creencias, valores, poder, sueños, fantasías, experiencia presente, contexto de
relaciones con el entorno, etc., en un constante proceso de intercambio e interacción y en permanente
búsqueda de autoregulación y homeostasis. Por su parte, la PNL sostiene en uno de sus “principios”
que la mente y el cuerpo constituyen una sola unidad en permanente recursividad.

3) Ambos modelos de trabajo ponen más énfasis sobre la estructura del proceso y menos sobre
el contenido. De allí su interés compartido en profundizar en el qué y especialmente en el cómo de la
experiencia subjetiva más que sobre la explicación del contenido de esa experiencia -el por qué-. Es
decir, focalizan su acción sobre la forma como las personas interpretan, codifican, le dan estructura a
su experiencia subjetiva, la comunican a otros mediante el lenguaje verbal y no verbal, y la reflejan
finalmente en su comportamiento.

4) Los dos enfoques comparten también una aproximación comunicacional al proceso de terapia.
Ambos son esencialmente modelos de comunicación y cambio que otorgan especial atención al
lenguaje verbal y a las señales corporales o extraverbales.

5) Como la comunicación y la experiencia ocurren sólo en el presente, ambas posiciones concentran


su acción en el ahora, en el momento actual de la conducta que se observa ahí, en el proceso que
fluye en ese instante, utilizando esto más como un instrumento “práctico” de trabajo que como una
consideración “teórica” o “epistemológica”.
Alianzas
En ciertas áreas podría funcionar una integración convergente de la terapia Gestalt y la PNL.
Veamos, como ejemplos, algunas posibilidades de acción conjunta:

1) El darse cuenta. Un concepto básico en la terapia Gestalt es el darse cuenta. El darse cuenta es un
proceso sensorial. Va más allá del mero “insight” intelectual para constituirse en una toma de
conciencia sensorial de la propia experiencia presente. En su propósito de incrementar el darse cuenta
mediante el llamado “continuo de consciencia”, un terapeuta puede apoyar su intervención
justamente en los sistemas de representación o modalidades de pensamiento que aporta la PNL y
hacer así más intensa la conciencia de los aspectos visuales, auditivos y de sensaciones asociados a
un determinado proceso o situación.

Por otra parte, la terapia Gestalt ha sido considerada como una “filosofía de lo obvio”. Trabaja con lo
obvio -que muchas veces es lo más difícil de percibir-, es decir, con los aspectos sensoriales de la
experiencia, con lo que entra por los sentidos. Aquí también la PNL pondría las modalidades y
submodalidades del pensamiento al servicio del “descubrimiento de lo obvio”, mediante el uso de la
“calibración”, o sea, de la observación fina de señales verbales y no verbales, muchas veces
inconscientes, como medio para identificar estados internos en una persona.

2) El fluir con el proceso. El trabajo gestáltico se nutre grandemente de la posibilidad de que el


terapeuta fluya con el proceso de su cliente, sin “empujar el río”, sin imponer condiciones: estando
allí, recogiendo pautas que utilizará posteriormente para diseñar sus intervenciones. Esta actitud
puede ser potenciada por la PNL a través del “acompasar y guiar”, es decir, el seguir a la persona,
leyendo señales, “haciendo espejo” de su comportamiento verbal y corporal, para aprender y hablar
su lenguaje, para modelar su conducta, como instrumento que le permitirá luego introducir una pauta
distinta, la cual el cliente a su vez acompasará en la búsqueda de un cambio.

3) El lenguaje verbal. Se ha dicho que el lenguaje es la vida y que refleja la identidad, la historia y
los modelos mentales de los seres humanos (“los seres humanos somos seres lingüísticos”). De
hecho, la parte lingüística de la PNL es un poderoso instrumento de trabajo para llegar a aspectos
muy importantes relacionados con los “mapas” personales, partiendo de la estructura superficial del
lenguaje -nivel fonológico- y pasando luego por las estructuras profundas -nivel semántico-, la
estructura de referencia y las fantasías o mitos (distorsiones) que la persona elabora en su búsqueda
de balance vital. De hecho, John Stevens describió alguna vez la PNL como “un modelo detallado y
explícito de la forma cómo el lenguaje puede utilizarse para evocar una representación verbal
completa de la experiencia de una persona”.

En un sentido similar, la terapia Gestalt hace hincapié en el trabajo con el lenguaje verbal mediante el
uso de sus técnicas supresivas y expresivas para suprimir o minimizar evitaciones de la experiencia
presente, enfrentar las formas en que el paciente boicotea su experiencia actual, confrontar los
rodeos, manipulaciones y eufemismos y el lenguaje vago e incierto, y estimular el que la persona
asuma responsabilidad por lo que dice.

Estas intervenciones en terapia Gestalt se fortalecerían significativamente si el terapeuta utiliza


pertinente y oportunamente el “metamodelo” de la PNL para desafiar en forma precisa las omisiones,
generalizaciones y distorsiones presentes en el lenguaje verbal del paciente. Asimismo, los aportes de
la “PNL Remodelada”, derivados del “Modelamiento Conductual Evolutivo” (DBM) de John
McWhirter, tales como el “modelo fractal del lenguaje” y el modelo “investigar-saber-hacer”,
otorgan un gran valor agregado al trabajo gestáltico.

Más allá de esto, un terapeuta con el entrenamiento adecuado en técnicas ericksonianas puede
también utilizar el lenguaje verbal para la inducción del trance hipnótico, área en que la terapia
Gestalt y la PNL se superponen en sus alcances.

4) Metáforas. Las metáforas tienen un extraordinario poder terapéutico en terapia Gestalt y


constituyen una valiosa herramienta de trabajo en la PNL. Los procedimientos gestálticos de trabajo
con metáforas terapéuticas pueden integrarse entonces con los de la PNL, de modo que el terapeuta
construya, presente y utilice metáforas (relatos, cuentos, historias, mitos, leyendas, parábolas, etc.)
tomando como base y punto de partida los sistemas de representación -modalidades y
submodalidades- de la persona con quien trabaja y a quien va dirigida la metáfora. Así, la situación
que se enfoca puede ser comprendida, aceptada e integrada a un nivel “inconsciente” por el sujeto,
quien dispondría ahora de una plataforma para introducir los cambios deseados.

5) Las “fantasías guiadas”. En terapia Gestalt se recurre con frecuencia al uso de “fantasías


guiadas”. No es extraño que a veces una fantasía de ese tipo tenga muy poco efecto en el cliente o
paciente debido a que le es presentada en el sistema de representación predominante del terapeuta.
Por ello, es muy conveniente que al dirigir una fantasía, el terapeuta -usando PNL- conozca no solo
su propia modalidad sensorial preferida sino también el sistema de representación primario de la
persona con quien trabaja. En esta forma podrá guiar la fantasía del cliente “hablándole en su propio
idioma”. Si está trabajando con grupos, podría entonces usar términos asociados a todos los sistemas
de representación. Así, haría más versátil, comprensible y efectiva la experiencia.

6) Las polaridades: Una de las áreas en que la terapia Gestalt muestra mayor efectividad es en el
trabajo con la integración de polaridades, especialmente cuando la persona siente que es víctima de
una dicotomía neurótica, caracterizada por el enfrentamiento de partes separadas y opuestas. En este
trabajo, para intensificar y facilitar el proceso de diferenciación de esos opuestos, la PNL puede
usarse en forma muy provechosa mediante la asociación de diversos anclajes de experiencias
visuales, auditivas y kinestésicas con cada uno de los polos de la polaridad con la cual se trabaja.
Luego, en el momento de la integración de polaridades aparentemente irreconciliables, el asesor
puede apoyarse en anclas kinestésicas y aplicar el “colapsamiento” o “derrumbamiento” de anclajes,
activando simultáneamente las anclas que había instalado anteriomente en cada polo de la polaridad.
De esta manera, las técnicas gestálticas integrativas, de encuentro intrapersonal y de asimilación de
proyecciones, adquieren mayor fuerza en la superación de conflictos internos.
Conclusión
La combinación e integración efectiva de intervenciones de la terapia Gestalt y de la PNL no se
limita solamente a estos pocos ejemplos aludidos en esta nota. Es probable que un terapeuta inquieto,
que cuente con una adecuada formación en ambos enfoques, encuentre nuevas zonas de confluencia
de estos dos instrumentos terapéuticos para lograr en su práctica profesional una asociación sinérgica
que constituya una interesante vía para potenciar su condición de “agente de cambio”…

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