El Caminito

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EL CAMINITO

Quién de nosotros no se ha encontrado en un momento con la urgencia de llegar a un lugar,


porque por alguna razón nos damos cuenta que el tiempo ha corrido y quisiéramos encontrar
todos los semáforos en verde, y encontrar el camino más corto. Por cierto hoy tenemos una gran
ayuda con el GPS que nos indica cuál es el camino que menos obstáculos nos presenta. Pues bien,
nuestra Santa de Lisieux también quiso encontrar en su época ese camino corto que la llevara a los
brazos de Jesús, a ella le urgía estar siempre, ya desde aquí, muy cerca de él, de su gran amor,
Teresa deseaba batir el record mundial del amor a Dios. En sus cartas encontramos frases como
estas que citaré a continuación: “¡Quisiera amar a Jesús tanto! ¡Amarle como nunca ha sido
amado! (Cta. 74) y en carta dice: quiero amarlo hasta la locura (Cta 93, 96), en otra dice: quiero
amarle con Pasión (Cta 94) amarle hasta el infinito (Cta 127). El ideal del amor de Teresa es muy
grande, porque se sabía infinitamente amada y decía “El amor con amor se paga” y está segura de
conseguirlo algún día, pues como ella decía: “Dios no hace desear algo irrealizable”.

El recorrido entre sentirse pequeña, débil, con muchos defectos, muy lejos de la perfección
humana y más aún de hacer la voluntad de Dios, no la desanima para lanzarse a iniciar el camino,
pero con una certeza, tomada de la mano de Dios todo es posible.

Teresa inicia ese recorrido que parece imposible para un ser humano, pero que es posible porque
Dios lo hace posible. Teresa reflexiona que, si ella con todas sus debilidades humanas sabe que
basada en la gracia de Dios puede estar muy juntito a Dios ya desde este mundo, entonces todas
las personas, podemos hacerlo. Ese amor que ella quiere alcanzar le hace “descubrir” lo que ella
va a llamar su “caminito”, pues para ella estar ya en esa meta es una urgencia, por eso busca el
camino CORTO, ese atajo para encontrar la voluntad de Dios.

Teresa entra entonces en una reflexión profunda, y en una vivencia diaria para demostrar ese
amor y recibir con los brazos abiertos el amor de Dios, a lo que ella llama la perfección. Cito aquí
otra carta que nos ilumina muy bien su pensamiento, dice “No conozco otro modo de llegar a la
perfección que el amor… Amar ¡Qué bien hecho está nuestro Corazón para eso! A veces ando
buscando otra palabra para expresar el amor, pero en la tierra de destierro las palabras son
incapaces de expresar todas las vibraciones del alma, por eso, hay que quedarse con esta única
palabra: ¡Amar!” Cta 109 ”Aprovechemos los más breves instantes, hagamos como los avaros,
seamos celosas de las más pequeñas cosas por el Amado (Cta 101)

Y es por esa vía del amor como Teresa descubre su “Caminito”, el Señor le revelará precisamente
cómo la toma para hacerle avanzar. Entonces Teresa podrá adaptarse perfectamente al juego de
Dios. Verá ante sí un camino perfectamente claro. Anteriormente, marchaba por buen camino,
pero en la oscuridad, como un ciego, con dudas, retrasos, errores, ¡Con cuánta más rapidez y
seguridad va a correr ahora por un camino iluminado!

Al explicarnos su “Caminito todo nuevo” se referirá a la misericordia divina. Ahora Teresa aprende
a reconocer que el amor de Dios no solo es real, primero y fiel, es un amor que desciende hacia lo
pequeño y Dios tiene un amor muy especial para lo pequeño, La pequeñez es para Teresa
principalmente CONFIANZA. Deseosa de ser pequeña y de llegar a serlo cada vez más. Teresa
ambiciona una confianza de hija. “Es la confianza y nada más que la confianza la que debe
conducirnos al camino del amor” Cta 197

En el manuscrito C escrito tres meses antes de morir, donde Teresa descubre su “caminito muy
derecho, muy corto, un caminito todo nuevo” Se pone a buscar en los libros de los santos una
solución al dilema de saberse un pequeño grano de arena comparado con una montaña, la
santidad se veía como un rudo camino cuesta arriba, que se debía ganar con el sacrificio y el
sufrimiento, para lo cual nuestra Santa se descubría en suma débil. Por ello piensa en que de no
ser el mismo Jesús que la eleve no podría hacerlo. Un invento reciente en su época eran los
elevadores, por eso pensó en comparar los brazos de Jesús que serían los que la podrían elevar y
no sus propias fuerzas, como lo planteaba un pensamiento muy de su época y todavía en nuestra
época que a Dios se le gana más que ver la realidad de que Dios nos busca porque nos ama y
espera que correspondamos a su amor.

Teresa buscaba una especie de “ascensor” que la elevara a la cumbre de la montaña de la


santidad.

Su hermana Celina había entrado al Carmelo después de mes y medio de la muerte de su padre
trajo consigo un cuaderno con textos del Antiguo Testamento, donde Teresa encontró el siguiente
pasaje del libro de los Proverbios 9: “Si alguno es pequeño que venga a mí”.

En un primero momento el sentirse pequeña lo vio como un problema para querer la santidad,
pero se da cuenta que esa pequeñez agrada a Dios.

El siguiente pasaje también la llena de alegría, agradecimiento, amor y la conmueve hasta las
lágrimas: Como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo; os llevaré en mi seno y os meceré
sobre mis rodillas ( Is 66, 12-13). Es la primera vez que Teresa lee en la Biblia que Dios es como una
madre para su hijo. (recordemos que ella perdió a su madre poco antes de cumplir los 5 años, lo
cual la marcó profundamente en su vida)

¡Y Teresa, la huérfana, lee que Dios es como una mamá para su hijito! Entonces, concluye: “Debo
ser pequeña, serlo cada vez más” y su conclusión es evidente: este “caminito muy derecho, muy
corto” que conduce a la cumbre del amor y de la santidad, este “ascensor” que Teresa busca “son
tus brazos, ¡Oh Jesús! (C3r)

Termino con esta carta que Teresa dirige a uno de sus hermanos espirituales (226) …Mi camino es
todo de confianza y amor, no comprendo a las almas que tienen miedo a un Amigo tan tierno. A
veces, cuando leo ciertos tratados espirituales en los que se presenta la perfección a través de mil
dificultades, rodeada de una multitud de ilusiones, mi pobrecito espíritu se fatiga u pronto, cierro
el sabio libreo que me rompe la cabeza y me reseca el corazón, y tomo la Escritura Santa. Entonces
todo me parece luminoso, una sola palabra descubre a mi alma horizontes infinitos, la perfección
me parece fácil y veo que basta reconocer la propia nada y abandonarse como un niño en los
brazos de Dios.

Dejando para las grandes almas, para los grandes espíritus, los bellos libros que no puedo
comprender y menos poner en práctica, me alegro de ser pequeña, pues sólo los niños y “los que
se les parecen serán admitidos en el banquete celestial (Mt 19,14). Estoy muy contenta de que
“haya muchas moradas en el reino de Dios” (Jn 14,2), porque, si no hubiera más que ésa cuya
descripción y camino me resultan incomprensibles, no podría entrar allí.

Hna. Guadalupe Rodríguez Hernando MCSTNJ

Teresa del Niño Jesús, Editorial Monte Carmelo, Cap. 6 Al descubrimiento del “caminito# (Conrad
Meester OCD)

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