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EL SER HUMANO COMO PERSONA

Profesora Patricia Astorquiza F.

En la visión de Santo Tomás los entes del Universo se escalonan según una jerarquía de
perfección, cuyo grado más alto corresponde al de las personas 1. Dentro del grado de ‘persona’, se
encuentran (de menor a mayor perfección entitativa) los seres humanos, los ángeles y Dios.
‘Persona’ es el término con que se denomina al “subsistente distinto en naturaleza
racional”2. La persona es “lo perfectísimo en toda la naturaleza” 3, porque posee un modo de ser
más perfecto que el resto de los entes: el modo de ser de los existentes espirituales. De manera
que una sola persona vale más que el conjunto de todo el Universo no personal, porque siendo lo
más perfecto en todo el Universo, éste adquiere su verdadero valor por su ordenación a la
persona.
Es importante no olvidar en ningún momento este punto: la naturaleza espiritual es
superior a la naturaleza material. ¿Por qué? Porque los seres de naturaleza espiritual sobrepasan a
los de naturaleza meramente material en todos los atributos que tienen los entes: en la unidad e
identidad consigo mismos, en la capacidad de acción, en la capacidad de causar algo nuevo, en la
capacidad de comunicar sus propios bienes, en la amplitud de su propia existencia y del alcance de
sus propias acciones… En todos estos ámbitos el ente espiritual demuestra poseer un modo de
existencia no meramente más ‘evolucionado’, sino sencillamente de otro tipo y grado que el ente
material. Veamos esto con detalles
1. Encontramos, primero, que los individuos de naturaleza intelectual (que esto es la
naturaleza espiritual) poseen el máximo grado de intimidad consigo misma. En primer lugar,
porque son capaces de tener conciencia de sí mismos. Ni los seres inertes ni las plantas poseen
conciencia alguna; y los animales sólo tienen una cierta percepción de su propio estado corporal,
pero jamás tienen conciencia de sí mismo como seres con proyectos, ideales y decisiones propios.
Esto es así porque, por esencia, lo material no puede ‘entrar dentro de sí’, todas sus partes son
‘extra partes’. Y si encontramos un ente que tiene ‘conciencia’ del mundo inmaterial que hay en él,
un sujeto tal es, necesariamente, un sujeto espiritual 4.
2. Esto implica que la identidad de la persona sea mayor y, en el fondo, de otro tipo
distinto, que la de los seres materiales. A esta mayor identidad corresponde un modo especial y
más íntimo de actuar: las operaciones de los seres intelectuales permanecen en la intimidad y
enriquecen la intimidad del sujeto, lo cual no puede acontecer en los seres materiales, justamente

1
Esta jerarquía no es una invención ni un descubrimiento de Santo Tomás, sino una captación directa de
todo hombre. Quizá no todas las personas puedan explicar plenamente porqué son diversas en perfección,
pero todos pueden percibirlo (a menos que alguna ideología extraña les enrede la cabeza). El hombre sabe que
la vida es superior a la no vida; la vida animal, a la vegetal, y la vida humana, a la animal. Tan cierto es esto,
que en las culturas en que se ha querido dar preeminencia a modos inferiores de vida (por ejemplo,
divinizando a los animales) se les han adjudicado características antropomórficas (pensamiento, decisión
libre, capacidad de discernir... y, a veces, hasta parte de la figura humana) o si no, espíritus o deidades
antropomórficas que habitan en ellos.
2
De Pot., q.9, a.4. Definición que el Angélico extrae de BOECIO : “Persona est naturae rationalis individua
substantia”. Liber de persona et duabus naturis contra Eutychen et Nestorium (en J. MIGNE, Patrologiae.
Cursus Completus. Paris, Vrayet de Surcy, 1847, t.LXIV, col.1338-1354) c.III, col.1343.
3
Cfr. Summa Theol., 1, q.29, a.3; De Pot. q.9, a.3.
4
Cf. De Veritate, q.10, a.8.

1
porque no tienen una verdadera interioridad ni conciencia de ese mundo interior. “Según la
diversidad de la naturaleza se halla en las cosas un diverso modo de emanación: y cuanto más alta
es una naturaleza, tanto más íntimo es lo que de ella emana. (…) Así pues, el supremo y perfecto
grado de vida es el que existe según el entendimiento; pues el entendimiento reflexiona sobre sí
mismo, y puede entenderse a sí mismo” 5. Gracias a esta reflexión sobre sí mismo, el sujeto
racional puede ‘decir’ en una palabra interior lo que comprende dentro de sí mismo, puede formar
el concepto, en el cual manifiesta en su mundo interior, a la vez, su propia realidad y la realidad
que le circunda. En cambio, la acción de los seres materiales siempre queda fuera de ellos
mismos: ya sea con una exterioridad absoluta (como en el caso de los seres inertes, cuyo actuar es
siempre transitivo) ya sea con un grado mínimo de interioridad (plantas y animales).
3. Si atendemos a la relación de la persona con la realidad circundante, también hallamos
en ella una superioridad evidente respecto a los seres no racionales, pues la persona se encuentra
abierta a la totalidad de lo real mediante su inteligencia y su voluntad. Esto radica justamente en
el hecho de que las acciones de naturaleza intelectual son plenamente inmanentes, permanecen
en la interioridad del sujeto. Esta presencia de la propia intimidad permite a la persona estar
abierta a la realidad de todo lo existente, tanto en la perspectiva del conocimiento como de la
tendencia.
“Existen dos géneros de acción, como se dice en el libro IX de la Metafísica: una acción es
la que pasa hacia algo exterior, produciéndole alguna alteración, así como quemar y secar; en
cambio, otra acción es la que no pasa a una cosa exterior, sino que permanece en el agente mismo,
como sentir, entender y querer, pues por este tipo de acciones no queda inmutado algo extrínseco,
sino que todo se obra en el agente mismo. (...) El segundo modo de acción importa, en su mismo
concepto, infinitud, ya de modo absoluto ya de modo relativo. Importa infinitud de manera
absoluta en el caso del entender, cuyo objeto es lo verdadero, y en el del querer, cuyo objeto es el
bien; ambos objetos se convierten con el ente. De modo que el entender y el querer, de suyo, se
refieren a todas las cosas”6.
4. Por otra parte, en la medida en que las operaciones de la persona proceden de una
mayor intimidad, advertimos que sólo el subsistente racional es capaz de determinarse a sí mismo
en su obrar.
“Se dice que las cosas viven en la medida en que pueden operar desde sí mismas, y no
como movidos por otros; por tanto, cuanto más perfectamente convenga esto a alguno, tanto más
perfectamente se encuentra la vida en él. Así, pues, en los seres que mueven y son movidos
encontramos, según cierto orden, tres elementos. Ante todo, el fin, que mueve al agente, y el
agente principal, que es aquel que obra por su propia forma, aunque en ocasiones lo hace por
medio de algún instrumento, el cual no obra en virtud de su forma, sino a impulso del agente
principal, de suerte que al instrumento sólo le corresponde la ejecución del acto. Ahora bien, hay
seres que se mueven a sí mismos, pero no en orden a una forma ni a un fin, los cuales ya están
inscritos en su naturaleza, sino sólo respecto a la ejecución del movimiento; porque la forma por la
cual obran y el fin al cual se dirigen están determinados en ellos por la misma naturaleza. Y tales
son las plantas, que en virtud de una forma infundida por la naturaleza se mueven a sí mismas
desarrollándose y marchitándose. Otros hay que se mueven no sólo en cuanto la ejecución del
movimiento, sino, además, en referencia a la forma que origina el movimiento, la cual adquieren
por sí mismos. Y de esta clase son los animales, cuyo movimiento tiene por principio no una forma
inscrita por la naturaleza, sino adquirida por los sentidos; de manera que cuanto más perfectos son
5
Cont. Gentes, IV, 11.
6
Summa Theol., 1, q.54, a.2. Cf. De Verit., q.2, a.2 ; In III Sent., d.27, q. 1, a.4.

2
sus sentidos, tanto más perfectamente se mueven a sí mismos. (...) Pero, si bien esta clase de
animales adquiere por sus sentidos la forma que es principio de su movimiento, sin embargo, no
son ellos los que se prescriben a sí mismos el fin de sus operaciones o movimientos, sino que lo
llevan inscrito por la naturaleza, por cuyo instinto son movidos a obrar conforme a la forma
aprehendida por el sentido. De manera que, por encima de tales animales, se encuentran aquellos
que se mueven a sí mismos también con respecto al fin, que se prescriben a sí mismos. Lo cual no
es posible sino gracias a la razón y al entendimiento, a los cuales corresponde conocer el fin y
aquello que se ordena al fin, y subordinar esto a lo otro. De aquí que un más perfecto modo de vida
corresponda a aquellos que poseen entendimiento, pues éstos se mueven a sí mismos de manera
más perfecta”7.
Esta capacidad de auto imponerse el fin de su obrar supera la mera capacidad de conocer
el fin hacia el cual se dirige la acción del sujeto; significa, de fondo, la capacidad de actuar con libre
albedrío. Sólo los seres espirituales pueden tener un actuar libre, no necesariamente determinado
por las condiciones externas ni por la complexión orgánica ni por los instintos.
Importa mucho atender a este aspecto de la persona, porque en el actuar libre, en la
capacidad de autodeterminación hacia los fines y hacia los medios, se manifiesta la absoluta
peculiaridad de la existencia del ente personal. En el pensamiento tomista, el término ‘persona’
designa la absoluta incomunicabilidad del subsistente de naturaleza racional. Tal
‘incomunicabilidad’ no quiere decir que la persona no sea capaz de comunicar su intimidad a otra
persona; por el contrario, en realidad, también en el orden de la comunicación de los propios
bienes, la persona tiene la máxima capacidad de comunicación de sí. Lo que quiere decir es que
cada persona es un mundo absolutamente nuevo dentro del Universo de los entes: lo que hace
que la persona sea ‘persona’ es algo absolutamente intransferible, incluso a otra persona. Y esto
se prueba en que lo que surge de cada persona (sus actos libres) son realidades radicalmente
nuevas, inexistentes, nacidas desde la originalidad absoluta de cada persona. El querer libre es
intransferible, lo mismo que la intimidad de cada persona. “No hay nadie que pueda querer en
lugar mío. No hay nadie que pueda reemplazar mi acto voluntario por el suyo. Sucede a veces
que alguno desea fervientemente que yo desee lo que él quiere; entonces aparece como nunca
esa frontera infranqueable entre él y yo, frontera determinada precisamente por el libre arbitrio.
Yo puedo no querer lo que otro desea que yo quiera, y en esto es en lo que soy incommunicabilis.
Yo soy y yo he de ser independiente en mis actos” 8.
5. Finalmente, la superioridad metafísica de la persona con respecto cualquier otra
criatura, hace de ésta un ser ‘amable por sí mismo’, por ser lo que es. Para Santo Tomás, la
persona se presenta, de hecho, como aquel ser que es ‘fin en sí mismo’, merecedor de un amor de
benevolencia por el mero hecho de tener el ser que tiene. 9 Actualmente, este valor superior de la
persona recibe el nombre de dignidad10. La dignidad implica que la manera apropiada de referirse
7
Summa Theol., 1, q.18, a.3.
8
WOJTYLA, K. Amor y Responsabilidad.
9
Lo que es fin en sí mismo corresponde a lo que Santo Tomás llama bonum subsistens. “Puesto que el amor
tiene por objeto el bien, y el bien, como dice el Filósofo, reside en la sustancia y en el accidente, de dos
maneras se puede amar una cosa: como bien subsistente o como bien accidental o inherente. Una cosa se
ama como bien subsistente cuando de tal modo se le ama que se quiere el bien para ella, y, por el contrario,
se ama como bien accidental o inherente lo que se desea para otro, que es la manera como se ama la ciencia,
no para que ella sea buena, sino para poseerla”. Summa Theol., 1, q. 60, a.4.
10
“El hombre y, en general, todo ser racional existe como fin en sí mismo, no meramente como medio para el
uso a discreción de esta o aquella voluntad, sino que tiene que ser considerado en todas sus acciones, tanto
en las dirigidas a sí mismo como también en las dirigidas a otros seres racionales, siempre a la vez como
fin”.

3
y tratar a una persona supone considerarla como alguien y no como algo: como un ser para quien
debe buscarse el bien por ser quien es. Por este motivo, mirar a una persona como mero
instrumento para los fines de uno mismo es rebajarla, atentar contra su propia esencia.
Resulta de suma importancia comprender que cada hombre tiene una dignidad que
proviene no de sus acciones buenas o malas, sino de su misma existencia racional. Nótese que
esto no quiere decir que la dignidad del ser humano radique en que éste pertenezca al género de
los ‘racionales’, sino que su dignidad radica en que su existencia –siendo racional– constituye una
novedad absoluta en el Universo, una intimidad que no puede ser sustituida jamás por otra 11.
Esa misma intimidad espiritual de la persona, que se fundamenta en su modo intelectivo
de ser, convierte a cada persona en imagen de Dios 12, capaz de conocer y de amar a Dios en sí
mismo13. Aunque la doctrina del hombre como imagen de Dios tenga su origen en un dato
revelado, sin embargo, el sentido de ella tiene una justificación racional, que se evidencia al
explicitar su significación.
Para que una cosa sea imagen de otra debe cumplir dos condiciones básicas: primero, que
se asemeje al modelo, pero no respecto a alguna característica general y vaga, sino respecto a una
característica específica y distintiva del modelo. Por eso, podemos decir que la pintura de un
caballo es imagen de éste, porque manifiesta la misma figura que el caballo (que es algo distintivo
y específico de este animal), mientras que no podemos decir que una silla de color rojo sea la
imagen de una manzana de color rojo, porque el color rojo es una característica genérica y no
distintiva de ambas cosas. La otra condición, es que la imagen tenga, de algún modo, su origen en
el modelo. Así, podemos decir que el caballo pintado es imagen del caballo real, porque el artista
pintó esa figura guiándose por el modelo; en cambio, no podemos decir que un huevo es imagen
de otro huevo, por mucho que se parezcan 14.
Las personas creadas son ‘imagen’ y no mero ‘vestigio’ de Dios, justamente porque lo
representan según su última diferencia específica, que es el entender. Todas las criaturas se
asemejan de manera genérica a Dios en cuanto son, y algunas, de manera más específica en
cuanto viven, por eso, todas ellas son ciertas ‘huellas’ o ‘vestigios’ de Dios. Pero sólo queda
representada la última diferencia específica de Dios en los seres que entienden: únicamente la
criatura intelectiva puede representar a Dios según su imagen, la criatura corporal sólo la
manifiesta con semejanza de vestigio.
Sin embargo, esta semejanza de imagen que tienen las criaturas racionales es imperfecta y
analógica, pues la naturaleza intelectual se da en Dios de un modo infinitamente superior al de la
naturaleza intelectual de cualquier criatura, hombre o ángel.
Dios como Ser Perfectísimo y Espíritu Puro se conoce y se ama perfectamente a sí mismo.
Este Conocimiento y este Amor Subsistente emanados de Dios mismo en su Vida Íntima nos
KANT, I. Grundlegung zur Metaphysik der Sitten in Kant’s gesammelte Schriften, hrsg. von der Königlich
Preubischen Akademie der Wissenschaften, Georg Reimer, Berlin, 1903, Band IV, 428, 7-11 (editada por P.
Menzer). Traducción de J. MARDOMINGO: Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Ariel
Filosofía, Barcelona, 1999, ed. bilingüe.
“En el reino de los fines todo tiene un precio o una dignidad. En el lugar de lo que tiene un precio puede
ponerse otra cosa como equivalente; en cambio, lo que se halla por encima de todo precio, y por tanto, no
admite nada equivalente tiene una dignidad”. Ibíd., 434, 32-34.
11
“Por el nombre de persona se significa formalmente la incomunicabilidad, o la individualidad subsistente
en la naturaleza”. De Pot, q.9, a.6.
12
Cf. Summa Theol., 1, q.93.
13
Cf. Summa Theol., 1-2, q. 1, a.8 c.
14
Cfr. Summa Theol., 1, q.93, aa. 1 y 2.

4
permiten hablar de Dios como Trinidad. De ahí que la más plena y perfecta imagen de Dios en la
criatura racional se da cuando ésta conoce y ama a Dios en sí mismo 15. Sin embargo, se puede
decir que la persona creada ya es imagen de Dios en cuanto, por su naturaleza racional, puede
llegar a conocer y amar a Dios en sí mismo, aunque no haya llegado a eso de manera actual 16.
En este carácter de imagen se fundamenta de modo radical la dignidad de la persona y su
valor17. Como imágenes de Dios, capaces de Dios mismo, los entes de naturaleza intelectiva (o
racional) son los únicos seres que Dios ha querido y ha amado por sí mismos. “La criatura racional
está sometida a la Divina Providencia como gobernada y atendida por sí misma, y no sólo en vistas
de la especie, como las criaturas corruptibles; porque el individuo que es gobernado sólo en vistas
de la especie, no es gobernado a causa de sí mismo. Pero la criatura racional es gobernada a causa
de sí misma (...). Tiene Dios cuidado de los actos de los hombres no sólo en cuanto pertenecen a la
especie, sino en cuanto son actos personales” 18.
El amor originario y original con que Dios ha querido a cada persona por sí misma es la
causa radical de que esta se constituya en bonum subsistens: ser amado y amable por sí mismo,
gratuitamente.

15
Cfr. Summa Theol., 1, q.93, a.8.
16
Summa Theol., 1, q.93, a.8. Cf. Summa Theol., 1, q.93, a.7.
17
“Sin la relación a la perfección subsistente es absurda la perfección limitada y participada. Sin la
ejemplaridad de la perfección subsistente es absurda la concepción de la idea ejemplar de la criatura. Sin el
valor que en la criatura se deriva de la bondad subsistente, ningún valor de finalidad puede hallarse en la
criatura que dé razón de su existencia”. R.ORLANDIS, S.I. El Fin Último del hombre en Santo Tomás, en
‘Manresa’, Barcelona, 1942, nº50, p.17 (parte I).
18
Cont. Gentes III, 112 Amplius. Quandocumque. CF. Cont.Gentes., III, 113.

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