Comparación de Los Hallazgos de La Radiografía Simple y La Tomografía Computarizada en El Diagnóstico de Hernia Discal Tipo 1 en Perros
Comparación de Los Hallazgos de La Radiografía Simple y La Tomografía Computarizada en El Diagnóstico de Hernia Discal Tipo 1 en Perros
Comparación de Los Hallazgos de La Radiografía Simple y La Tomografía Computarizada en El Diagnóstico de Hernia Discal Tipo 1 en Perros
TESIS
para optar el Título Profesional de Médico Veterinario
AUTOR:
Rosmery Liz Donaires Vega
Lima – Perú
2010
Dedico este trabajo y toda mi carrera universitaria a
Dios por ser mi sentido de vida y por haber puesto en
mi camino a aquellas personas que han sido mi gran
soporte, compañía y “luz” en el momento preciso.
A Tí.
Por ser quien ha estado a mi lado en todo momento,
dándome la salud y fuerzas necesarias para continuar
luchando día a día y lograr mis objetivos.
Por los triunfos y dificultades que me han enseñado a
valorarte cada día más.
A mis Padres.
Por todo lo que me han dado en esta vida,
especialmente por sus sabios consejos y por
estar a mi lado en toda circunstancia, velando
por mi salud y educación.
A mi Familia.
Por acompañarme y brindarme su inmenso amor,
comprensión, preocupación y apoyo permanente.
A mi Director.
Dr. Diego Díaz, por su confianza y amistad, por
el apoyo y dirección que me brindó en el
desarrollo de este trabajo.
A mis “Compañeras”.
Por su cariño, apoyo y compañía en cada etapa
del camino recorrido juntas en los buenos y
malos momentos. ¡Gracias por su amistad!
RESUMEN ………..…………………………………………………………....... v
ABSTRACT ……….…………………………………………………….………. vi
LISTA DE CUADROS ……..…………………………………………………... vii
LISTA DE FIGURAS ……..……………………………………………………. viii
LISTA DE FOTOS ………..……………………………………………………. x
LISTA DE APÉNDICES …………………………..…………………………… xi
I. INTRODUCCIÓN ……………………………………………………..……….. 1
El presente estudio tuvo como objetivos describir los hallazgos radiológicos de la radiografía
simple en animales con sospecha de hernia discal y establecer su coincidencia con los del
examen tomográfico. Se estudiaron 16 pacientes caninos, que llegaron a la Clínica de Animales
Menores de la Facultad de Medicina Veterinaria – U.N.M.S.M. entre julio del 2007 y diciembre
del 2009, cuya evaluación neurológica reveló una disfunción neurológica compatible a una
compresión medular a nivel toracolumbar y una magnitud de lesión a partir del grado III. Dos
pacientes fueron retirados del estudio por no presentar sospecha de diagnóstico de hernia discal
en el examen radiográfico simple ni en la evaluación tomográfica. La radiografía simple
identificó 14 animales con signos radiográficos compatibles a una hernia discal. Al realizar la
comparación de resultados entre los exámenes radiográfico y tomográfico se observó que 71.4%
(10/14) de los casos coincidieron en diagnosticar la presencia de la enfermedad y la localización
del espacio intervertebral afectado. Los signos radiográficos más frecuentes en los animales
sospechosos a hernia discal tipo 1 por radiografía simple fueron la disminución del espacio
intervertebral 92.9% (13/14), disminución del foramen intervertebral 57.1% (8/14) y opacidad
del foramen intervertebral 28.6% (4/14). Los hallazgos tomográficos de mayor presentación en
los animales con hernia discal tipo 1 fueron la presencia de material discal en el canal medular y
la estenosis del mismo presentes ambos en el 100% (12/12) y la estenosis del espacio foraminal
en el 66.7% (8/12). El espacio intervertebral más afectado del segmento toracolumbar (T3-L3)
fue el L1-L2 con 33.3% (4/12). Los resultados obtenidos permiten concluir que la radiografía
simple no puede ser considerada como indicativo absoluto en el diagnóstico de hernia discal
tipo 1; ya que aparentemente las alteraciones radiográficas encontradas no son suficientemente
determinantes y; por lo tanto, es necesario realizar un protocolo diagnóstico que se inicie con la
obtención de una placa simple complementada siempre por un examen tomográfico.
The objectives of this study were to describe the radiologic findings of plain radiography in
animals with suspected herniated disc and to establish its coincidence with the computed
tomography (CT) examination. Sixteen dogs were studied who came to the Small Animal Clinic
of Faculty of Veterinary Medicine - UNMSM between July 2007 and December 2009, whose
neurological evaluation revealed a neurological dysfunction compatible with thoracolumbar
spinal cord compression and a magnitude of injury from grade III. Two patients were withdrawn
of study for failure to submit suspected diagnosis of disc herniation in both plain radiographic
and CT examination. Plain radiographs identified 14 animals with radiographic abnormalities
consistent with a herniated disc. The comparison of the results between radiographic and CT
examinations showed that 71.4% (10/14) of cases agreed on the diagnosis of the presence of the
disease and location of the affected intervertebral space. The radiographic findings most
common in animals suspected to herniated disc type 1 were narrowed intervertebral space
92.9% (13/14), decreased size intervertebral foramen 57.1% (8/14) and opacity of the
intervertebral foramen 28.6% (4/14). The most common CT findings in animals with herniated
disc type 1 were the presence of disc material in the spinal canal and spinal canal stenosis both
at 100% (12/12), and the foraminal space stenosis in the 66.7% (8/12). The intervertebral space
most affected of segment thoracolumbar (T3-L3) was the L1-L2 with 33.3% (4/12). The results
show that the plain radiography can’t be regarded as an absolute indicator in the diagnosis of
herniated disc type 1, as apparently found radiographic changes are not decisive enough and;
therefore, is necessary to perform a diagnostic protocol starting with obtaining a plain
radiography always complemented by a CT examination.
Key words: Herniated disc type 1, plain radiography, computed tomography, thoracolumbar.
LISTA DE CUADROS
Figura 10: Representación esquemática del plexo venoso vertebral en el perro …….. 15
Figura 18: Tomografía de una hernia discal tipo 1en perro (vista axial) …………….. 45
LISTA DE FOTOS
La hernia discal tipo I se produce debido a una metaplasia condroide del disco intervertebral
cuyo origen empieza entre el anillo fibroso y el núcleo pulposo, incrementándose el contenido
de colágeno tipo II y disminuyendo la cantidad de agua en el material nuclear, debido al cambio
en número y composición de proteoglicanos; esto termina afectando sus propiedades
hidroelásticas, capacidad de amortiguación y resistencia a la compresión (Fernández, 1999c;
Lecouteur y Grandy, 2002; Prithvi, 2008). Durante este proceso al tener menos elasticidad, el
anillo fibroso puede desarrollar fisuras o cambios en la disposición de sus fibras que pueden
facilitar la extrusión del núcleo pulposo degenerado hacia el canal espinal (Lecouteur y Grandy,
2002; Bosco, 2007; Almodóvar y Moreno, 2004). La presentación clínica varía de acuerdo al
sitio de lesión, cantidad de material extruído, velocidad y dirección de la extrusión y el grado de
hipoxia medular (Shores, 1985; Braund, 1993; Fossum et al., 1999). Según el grado de
compresión medular los perros pueden presentar dolor dorsal, distintos grados de ataxia, paresia
y parálisis en las extremidades posteriores, alteración en la sensación de dolor e incontinencia
urinaria (Jerram y Dewey, 1999).
La columna vertebral del perro está formada por 7 vértebras cervicales, 13 toráxicas, 7
lumbares, 3 sacras y de 20 a 23 coccígeas (Luttgen, 1993; Sisson, 2000; Bosco, 2002).
Una vértebra consta de un cuerpo, un arco vertebral (pedículos y láminas a ambos lados),
una apófisis o proceso espinoso localizado dorsalmente, un par de procesos transversos que se
proyectan lateralmente desde la región donde el arco se une al cuerpo vertebral, y los procesos o
facetas articulares (un par craneal y otro par caudal) ubicados más dorsalmente, en la unión del
pedículo y la lámina (Fig. 1). Junto con el cuerpo el arco vertebral forma un tubo corto, el
foramen vertebral, y todos estos agujeros unidos forman el canal vertebral (Evans y deLahunta,
1997; König y Liebich, 2008).
Vértebras cervicales
La primera vértebra (atlas) junto con la segunda vértebra cervical (axis), permiten el
movimiento de la cabeza (König y Liebich, 2008). El atlas posee procesos articulares
modificados, ausencia de apófisis espinosa y tamaño del cuerpo disminuido. Sus apófisis
transversas o alas son anchas, planas y horizontales. Presenta forámenes transversos y
forámenes vertebrales laterales. El axis presenta una apófisis espinosa alargada y rugosa. La
apófisis odontoides es redondeada y relativamente grande, ligeramente inclinada dorsalmente.
La tercera, cuarta y quinta vértebra poseen apófisis espinosas más bajas, pero que van
aumentando gradualmente, sus apófisis transversas se proyectan ventral y caudalmente,
presentan dos prolongaciones y en su base presentan forámenes transversos. La sexta vértebra
posee una apófisis espinosa alta y la séptima vértebra carece de forámenes vertebrales y posee
una apófisis espinosa más prominente (Evans y deLahunta, 1997; Sisson, 2000).
Vértebras torácicas
Los cuerpos vertebrales son cortos y a diferencia de las 9 primeras que presentan una carilla
costal craneal y otra caudal, las 4 últimas presentan sólo la primera. Las carillas de dos vértebras
vecinas forman la superficie articular para la cabeza de una costilla y los tubérculos de las
mismas lo hacen con los procesos o apófisis transversas (Evans y deLahunta, 1997). Las
apófisis transversas son cortas, romas e irregulares. Las apófisis espinosas de las 8 primeras
vértebras son largas y tiene una dirección caudal, la novena y décima vértebra se acortan y
tienen una inclinación caudal más marcada, la undécima vértebra es casi perpendicular al eje
longitudinal (anticlinal) y las de las dos últimas vértebras se inclinan ligeramente en sentido
craneal (Evans y deLahunta, 1997; Sisson, 2000).
Vértebras lumbares
Los cuerpos vertebrales son más largos. Las apófisis transversas están dirigidas craneal y
ventralmente, su longitud aumenta hasta la sexta vértebra. Las apófisis espinosas son romas,
anchas en ventral y estrechas en dorsal, y su orientación es ligeramente a craneal a excepción de
la última vértebra. La altura disminuye a partir de la cuarta vértebra (Evans y deLahunta, 1997).
Sacro
Los cuerpos vertebrales poseen ligamentos que dan estabilidad y soporte a la columna.
Existen dos grupos, ligamentos largos, que unen la columna vertebral en una unidad funcional;
y los ligamentos cortos, que sólo unen vértebras vecinas (König y Liebich, 2008) (Fig. 3).
Ligamentos largos
En este grupo se encuentra el ligamento longitudinal dorsal, que recorre el piso del canal
vertebral, creando un fuerte vínculo con el dorso del centro de las vértebras y con el anillo
dorsal de cada disco intervertebral, en la región cervical este ligamento es ancho y grueso a
diferencia de la región toracolumbar donde es más delgado (Luttgen, 1993; Braund, 1996;
Toombs y Waters, 2003; Widmer y Thrall, 2003). El ligamento longitudinal ventral, que se
extiende por la parte ventral de los cuerpos vertebrales. El ligamento de la nuca nace caudal al
axis y se inserta en la apófisis espinosa de la primera vértebra toráxica, a partir de acá cambia de
nombre a ligamento supraespinoso, que se extiende sobre los extremos libres de las apófisis
espinosas de las vértebras torácicas y lumbares (König y Liebich, 2008).
Ligamentos cortos:
Está conformado por: los ligamentos interarcuales (flavum o amarillo), que se localizan entre
los arcos vertebrales dorsalmente a la médula espinal (Luttgen, 1993; König y Liebich, 2008).
Los ligamentos intercapìtis o intercapitales transversos recorren la parte dorsal del disco en
ventral al ligamento longitudinal dorsal, uniendo las cabezas de las costillas contralaterales y
sólo se visualizan entre el segundo y décimo cuerpo vertebral toráxico (Braund, 1996; Jerram y
Dewey, 1999a; Bosco, 2002) (Fig. 4). Entre el ligamento intercapital y el disco intervertebral
hay una vaina tendinosa sinovial. EL ligamento longitudinal dorsal está separado del ligamento
intercapital por una bolsa sinovial (König y Liebich, 2008).
También se encuentran los ligamentos interespinosos, que se extienden entre las apófisis
espinosas; y los ligamentos intertransversos ubicados entre las apófisis transversas de las
vértebras lumbares (König y Liebich, 2008).
Fig. 4: Representación esquemática de una vértebra toráxica con sus principales ligamentos.
(Fuente: Garibaldi, 2003).
Cada vértebra tiene una cavidad central y cuando se alinean todas secuencialmente forman el
canal vertebral o espinal que aloja a la médula espinal; así, éste se encuentra limitado en su
parte ventral por los cuerpos vertebrales, en su parte dorsal por el arco vertebral y como límites
laterales tiene a los pedículos vertebrales (Luttgen, 1993; Bosco, 2007).
La relación del tamaño del canal vertebral y la médula espinal varían en los diferentes
niveles de la columna vertebral. En las regiones cervical y lumbar caudal el canal es más ancho
y; por lo tanto, hay un mayor espacio alrededor de la médula espinal (espacio extradural), a
diferencia de la región toracolumbar donde el canal se hace más estrecho y es ocupado casi
totalmente por la médula espinal (Luttgen, 1993; Widmer y Thrall, 2003, König y Liebich,
2008).
Cuando una vértebra se une una con otra forman a cada lado de la columna una ventana
(forámenes o agujeros intervertebrales) por donde pasan vasos sanguíneos y nervios espinales.
Las raíces de los nervios espinales discurren un corto trayecto dentro del canal medular antes de
salir por su correspondiente foramen intervertebral (Oribe, 2003). Así, por cada vértebra sale un
par de nervios; es decir, 13 toráxicos, 7 lumbares, 3 sacras y el numero correspondiente a las
coccígeas, excepto en el segmento cervical donde si bien hay 7 vértebras cervicales existen 8
pares de nervios, debido a que el primer par sale por delante de la primera vértebra cervical
(Luttgen, 1993).
Entre los tractos sensoriales están los tractos dorsales de la columna, tractos
espinocerebelares y los tractos espinotalámicos. Los primeros son los que transportan la
información de propiocepción consciente, son grandes y se sitúan a nivel superficial en la
medula espinal, así como los segundos y; por lo tanto, ante una compresión a nivel epidural
produciría en el animal una marcha incoordinada (ataxia). Los últimos llevan la información del
dolor profundo y se encuentran profundamente en la médula espinal cerca a la sustancia gris
(Bosco, 2002; Dellmann y McClure, 2004; Bosco, 2007).
Los tractos motores pueden ser extensores (vestíbuloespinal y reticuloespinal) o flexores
(rubroespinal y corticoespinal), salen del encéfalo y hacen sinapsis con las neuronas espinales
(neurona motora superior e inferior) que emiten axones que salen de la médula espinal,
constituyéndose en los nervios periféricos motores (Bosco, 2002; Dellmann y McClure, 2004;
Bosco, 2007). Estos tractos se ubican en la mitad de la médula espinal y son más pequeños que
los tractos sensoriales; de tal manera, que si hay una lesión espinal profunda produciría una
incapacidad motora en el animal como la paresia (debilidad muscular en la marcha) o plejia
(parálisis) (Bosco, 2007).
Las neuronas motores inferiores (NMI) sirven como un puente a las neuronas motores
superiores (NMS) para que les permita llegar a sus efectores (músculos o glándulas). Las NMS
poseen un control inhibidor sobre las NMI, de tal forma que una disfunción de las primeras
induciría la pérdida de modulación inhibitoria produciendo una reflejos normales o aumentados
(hiperreflexia), hipertonía muscular (espasticidad) y atrofia lenta por desuso; por otro lado, si
hay una lesión de la NMI se produce una pérdida absoluta o parcial de la actividad muscular o
glandular provocando reflejos ausentes o disminuidos (hiporreflexia), hipotonía muscular
(flacidez) y una atrofia rápida (Bagley et al., 1996; Fernández, 1999a; Garibaldi, 2003). Esto
último tiene importancia en el diagnóstico de una lesión o compresión medular, ya que permite
determinar el probable lugar anatómico afectado.
En la columna vertebral del perro existen 26 discos intervertebrales intercalados entre los
cuerpos vertebrales y unidos a estos mediante una articulación anfiartrodial, excepto en la
articulación atlantoaxial, la región sacra y coccígea (Braund, 1996; Jerram y Dewey, 1999a;
Toombs y Waters, 2003). Esto representa alrededor de la tercera parte de la columna y tanto en
las regiones cervical como lumbar los discos son más anchos que en la región toráxica (Braund,
1996; Roberts y Urban, 2000).
El disco intervertebral es una estructura elástica de unión que consta de tres regiones
diferenciadas: el núcleo pulposo, el anillo fibroso y la placa terminal de cartílago, responsables
de proporcionar flexibilidad, absorber y transmitir fuerzas de compresión que se aplican sobre la
columna vertebral, por esta razón su comportamiento mecánico posee una gran influencia sobre
la mecánica de toda la columna (Jerram y Dewey, 1999a; Roberts y Urban, 2000; Raurell,
2005).
2.1.3.1 Partes del disco
Núcleo pulposo
Anillo fibroso
El anillo fibroso es un tejido fibrocartilaginoso ubicado en la parte externa del disco, que se
compone de varias capas o láminas concéntricas sucesivas de fibras de colágeno tipo I, paralelas
entre sí, que rodean al núcleo pulposo. Las láminas se cruzan entre sí y se irradian al exterior en
diferentes ángulos de 100º a 120º, de esta forma le permiten al anillo resistir fuerzas elevadas de
flexión y torsión que se puedan aplicar al disco (Luttgen, 1993; Braund, 1996; Roberts y Urban,
2000; Adams y Roughley, 2006) (Fig. 6).
Fig. 6: Esquema de las láminas del anillo fibroso y la distribución de las haces de fibras de
colágeno en una laminilla (Fuente: Adams y Roughley, 2006).
El elemento principal de la composición del anillo fibroso es el colágeno, representando el
70% del peso seco. La alta densidad y la disposición espacial del colágeno le confieren una gran
resistencia tensional a la estructura (Cano et al., 2008). Esta estructura fibrosa se caracteriza
porque sus porciones ventral y lateral son 1.5 a 3 veces más anchas que la dorsal, esto sumado a
la posición excéntrica del núcleo pulposo, explicaría por qué las hernias discales se producen
hacia dorsal en los animales de compañía (Jerram y Dewey, 1999a; Bosco, 2002; Toombs y
Waters, 2003).
Otras de las estructuras que se encuentran a este nivel son las terminaciones nerviosas y las
fibras elásticas, estas últimas hasta ahora sólo vistas en el disco humano ubicadas en la interfase
entre el disco y la epífisis vertebral, que se disponen como láminas en forma longitudinal,
circular y oblicua, y que le confieren al anillo cierta elasticidad (Braund, 1996; Raurell, 2005;
Prithvi, 2008).
El anillo fibroso contacta internamente con el núcleo pulposo mediante una “zona de
transición”, donde pierde su estructura laminar distintiva volviéndose mas cartilaginoso y donde
la nutrición es más deficiente, esta zona es mas amplia en discos inmaduros de perros de raza
condrodistrófica (Braund, 1996; Raurell, 2005) (Fig. 7). Externamente se relaciona con las caras
articulares vertebrales (placas terminales) y con los ligamentos longitudinal dorsal y ventral
(Raurell, 2005).
Las placas terminales cartilaginosas son capas delgadas de cartílago hialino y definen los
límites craneal y caudal de cada disco, que se unen al hueso liso de las placas terminales
vertebrales (Braund, 1996; Jerram y Dewey, 1999a; Raurell, 2005, Prithvi, 2008). Sirven de
transición entre el disco y los cuerpos vertebrales, y a través de ellas pasa toda la
vascularización proveniente de tejidos adyacentes, que lleva nutrientes y oxigeno al disco
intervertebral (Jerram y Dewey, 1999a; Raurell, 2005).
En su parte central presentan una concavidad en la que se aloja parte del anillo fibroso y
núcleo pulposo; así, estos últimos junto con las placas terminales cartilaginosas y vertebrales se
adhieren formando una unión sólida entre el disco y la vértebra (Jerram y Dewey, 1999ª;
Raurell, 2005; Prithvi, 2008) (Fig. 8).
Fig. 8: Sección sagital del disco intervertebral y estructuras asociadas (Fuente: König y Liebich,
2008).
Este cartílago está compuesto por condrocitos y una matriz extracelular (colágeno, PG y
agua). Su principal función es la de transportar solutos desde la vértebra (elemento
vascularizado) al disco (elemento avascular). El principal mecanismo de transporte es la
difusión; así, la alteración por fenómenos degenerativos en esta estructura tendrá un papel
fundamental en la degeneración del disco (Cano et al., 2008) (Fig. 9).
Los discos intervertebrales son las mayores estructuras avasculares del organismo que
dependen de rutas de difusión pasivas, a través de las placas terminales cartilaginosas y el anillo
fibroso, con el fin de tener un equilibrio celular (Braund, 1996; Raurell, 2005; Prithvi, 2008).
Así, por este mecanismo el núcleo pulposo recibe el agua y los nutrientes necesarios, en tanto
que los compuestos de mayor tamaño como la albúmina, enzimas y hormonas ingresan en el
núcleo pulposo mediante transporte forzado (Raurell, 2005).
El plexo o seno venoso vertebral es una red venosa carente de válvulas, de paredes muy
delgadas, desprovistas de fibras musculares, fácilmente distendibles y recorren por completo el
lado izquierdo y derecho de la columna vertebral. Son más grandes en la región cervical y
recorren el canal vertebral junto a los pedículos de los arcos vertebrales; sin embargo en la
región toracolumbar presentan un curso más medial. Durante su recorrido divergen en cada
espacio del disco intervertebral y vuelven a converger en la parte media de cada cuerpo
vertebral (Gómez y Freeman, 2003; Toombs y Waters, 2003)
Las anastomosis entre los canales derecho e izquierdo son frecuentes. Algunos de estas son
más superficiales, mientras que otros se producen por debajo del ligamento longitudinal dorsal o
en el cuerpo vertebral. Las ramas anastomósicas interarcuales pueden circular por la parte
superior de la médula espinal y son más prominentes en las regiones cervical y torácica
(Toombs y Waters, 2003). Tiene como función drenar la sangre que proviene de los cuerpos y
arcos vertebrales, músculos paravertebrales, médula espinal, meninges y las raíces espinales
nerviosas. Está dividido en tres componentes, de acuerdo a su posición en el canal vertebral: el
plexo venoso vertebral externo o paravertebral, el plexo venoso vertebral interno o epidural y
las venas basivertebrales (Gómez y Freeman, 2003) (Fig. 10).
Las capas externas del anillo fibroso, el ligamento longitudinal dorsal y ventral contienen
fibras nociceptivas en contraposición con el núcleo pulposo y la zona de transición que no se
encuentran inervados (Luttgen, 1993). Dicha inervación proviene de ramificaciones del nervio
senovertebral y el nervio espinal, cuyo origen se encuentra en el ganglio de la raíz dorsal
(Prithvi, 2008). El llamado dolor discogénico surge cuando se presenta un estiramiento o
desgarro de las capas externas del anillo fibroso (Luttgen, 1993).
Fig. 10: Representación esquemática del plexo venoso vertebral en el perro (Fuente: Gómez y
Freeman, 2003).
La matriz es una estructura dinámica, que esta formada fundamentalmente por agua y
macromoléculas, cuyas proporciones varían según la localización en el interior del disco, la
edad y el estado de degeneración (Roberts y Urban, 2000; Prithvi, 2008). En condiciones
normales el balance entre la síntesis, degradación y acumulación de macromoléculas determina
la calidad e integridad de la matriz y; por lo tanto, su comportamiento mecánico. Las moléculas
son continuamente degradadas por proteinasas (metaloproteinasas y agrecanasas), las cuales son
sintetizadas por las propias células del disco (Urban y Winlove, 2007; Prithvi, 2008).
2.2.1. Proteoglucanos
El agrecano es el principal proteoglucano (PG) del disco, es una molécula muy grande
formada por un núcleo proteico central al que están ligados numerosos glucosaminoglucanos
(GAG), cadenas repetidas de disacáridos, a través de uniones covalentes similar a las cerdas de
un cepillo (Braund, 1996; Roberts y Urban, 2000; Urban y Winlove, 2007). Estas cadenas
laterales contienen grupos aniónicos, que poseen una gran densidad de cargas negativas
asociadas, lo que los hace atraer moléculas de agua (hidrofílicas), propiedad conocida como
presión de hinchamiento y que es muy importante para el funcionamiento del disco (Roberts y
Urban, 2000). De aquí, que los PG sean altamente hidrófilos y regulen la cantidad de agua en el
núcleo. El grado de hidratación condiciona directamente la resistencia del núcleo pulposo a la
compresión (Cano et al., 2008).
Las moléculas individuales de agrecano se unen a una cadena de ácido hialurónico, a través
de regiones globulosas (G1, G2, y G3) insertadas en la proteína nuclear central, formando
enormes agregados de PG, los cuales se encuentran en una red de colágeno circundante (Roberts
y Urban, 2000; Urban y Winlove, 2007) (Fig. 11).
Los GAG son polianiones sulfatados de cadena larga que se caracterizan por unidades
repetidas de disacáridos de una hexosamina y un azúcar neutro o ácido hexurónico (Braund,
1996). Los GAG más importantes en el disco intervertebral son el sulfato de condroitina, sulfato
de queratano, sulfato de dermatano y ácido hialurónico (Raurell, 2005). Algunos estudios han
demostrado que el sulfato de condroitina y el sulfato de queratano son los principales GAG en
los discos humanos y que son los responsables tanto del mantenimiento de la hidratación tisular
como de determinar la composición iónica del fluido intersticial (Braund, 1996; Urban y
Winlove, 2007; Prithvi, 2008).
Fig. 11: Diagrama de agregados de
proteoglicanos. G1, G2 y G3 representan
las regiones globulosas insertadas en una
proteína nuclear central. (Fuente: Roberts
y Urban, 2000).
Por otro lado, se han encontrado a nivel del disco y de la placa terminal cartilaginosa otros
tipos de PG más pequeños como la decorina, la fibromodulina, el biglucano y el lumicano, la
función de éstos es aún desconocida; sin embargo, se cree que las dos primeras participan en la
regulación de la formación de la red de colágeno, y el biglucano puede contribuir en la síntesis
de la matriz (Roberts y Urban, 2000; Melrose et al., 2001). El versicano es otro proteoglucano
identificado entre las láminas del anillo fibroso en discos humanos, porcinos y ovinos, esto
sugiere que puede estar involucrado en la viscoelasticidad del tejido (Melrose et al., 2001).
2.2.2. Colágeno
Las fibras de colágeno constituyen el andamiaje estructural del disco, anclan el disco al
cuerpo vertebral adyacente y le proporciona al disco fuerza de tensión. Las capas de fibras de
colágeno en el anillo fibroso alternan sus direcciones para dar mayor resistencia a la estructura
(Roberts y Urban, 2000; Raurell, 2005; Urban y Winlove, 2007; Prithvi, 2008) (Fig. 12).
El disco está formado por varios tipos de colágeno, en el anillo fibroso existen el tipo I, II y
III con predominio del tipo I en un 80% aproximadamente (Roberts y Urban, 2000; Raurell,
2005; Cano et al., 2008) y tanto el núcleo pulposo como la placa terminal cartilaginosa
contienen sólo el tipo II (80%) (Braund, 1996; Roberts y Urban, 2000). El colágeno provee al
núcleo pulposo de un armazón donde se asientan PG y células, además tiene un papel
fundamental en la transmisión de fuerzas dentro del núcleo (Cano et al., 2008).
Existe un cambio uniforme en el tipo molecular de I a II desde el anillo fibroso externo hasta
la zona de transición, lo que se refleja en los diferentes tipos celulares en estas regiones; por
ejemplo, se ha visto que en el anillo fibroso externo hay células compatibles con fibroblastos y
en el anillo fibroso interno células más condrocíticas, esto va de acuerdo a los requerimientos
estructurales del disco (Braund, 1996; Urban y Winlove, 2007).
2.2.3. Células
La densidad celular del disco intervertebral es muy baja en comparación con otros tejidos;
sin embargo, su actividad contínua es vital para la salud del disco, ya que producen
constantemente macromoléculas para sustituir las que se degradan con el paso del tiempo
(Roberts y Urban, 2000).Tienen un papel fundamental en el mantenimiento de la matriz
extracelular, que es la que da sus propiedades mecánicas al núcleo pulposo (Cano et al., 2008).
El colágeno es producido y mantenido por los fibrocitos y fibroblastos, que se sitúan entre los
haces de colágeno. Los condrocitos, fibrocitos y células de la notocorda son los tipos celulares
que se encuentran en la matriz del núcleo pulposo (Raurell, 2005).
2.2.4. Agua
La función de soporte del disco y su capacidad para tolerar las presiones vertebrales parecen
depender de la constitución e integridad de sus PG (cargados negativamente), ubicados
predominantemente en el núcleo pulposo y zona de transición, áreas del disco que poseen
hiperactividad hidrofílica. Esta propiedad hidrofílica le proporciona al núcleo pulposo un
mecanismo absorbente de choque del disco que le permite deformarse y disipar las fuerzas por
igual sobre el anillo fibroso y la placa terminal cartilaginosa (Braund, 1996).
El anillo fibroso también posee una elasticidad intrínseca proveniente de sus laminillas
interdigitales que brindan en forma adicional una absorción de choque (Braund, 1996). Si
aumenta la carga sobre el disco la presión de agua aumenta y se altera el equilibrio, para
compensarlo sale líquido del disco y con esto aumenta tanto la concentración de PG como la
presión osmótica del disco. Esto continúa hasta que se restablece el equilibrio o se retira la carga
sobre el disco. La pérdida de líquido sumado con la deformación continua se produce
paulatinamente el aplastamiento del disco. Hasta hoy se ignora cuales son las demandas
mecánicas que favorecen un equilibrio estable, y cuales pueden favorecer la degradación de la
matriz en lugar de la síntesis (Roberts y Urban, 2000).
La atracción de las moléculas de agua por los grupos polares (carboxilo y sulfonilo) de los
GAG le confiere al núcleo pulposo la característica de gel, esto es la de una sustancia
incompresible (Braund, 1996). El agua también proporciona el medio por el cual se
intercambian nutrientes y productos de desecho entre el disco y la corriente sanguínea
circundante. La red de colágeno contiene agua captada por los PG y a su vez a estos últimos
impidiendo que escapen del tejido. Los PG, el agua y el colágeno forman una estructura capaz
de soportar altas cargas compresivas. El conocimiento de la fisiología discal permite inferir
sobre el metabolismo y la nutrición global del disco (Roberts y Urban, 2000).
Dentro del disco intervertebral existen tensiones de oxígeno bajas, lo cual origina un
metabolismo celular basado en la glucólisis anaerobia para la obtención de adenosin trifosfato
(ATP), produciéndose así un pH local bajo debido a la alta producción de lactato. Es
fundamental el equilibrio entre pH, tensiones de oxígeno y concentración de glucosa para la
viabilidad celular (Braund, 1996; Urban y Winlove, 2007; Cano et al., 2008).
En el cuerpo vertebral existen capilares que penetran el espacio subcondral de las placas
terminales vertebrales. Los nutrientes, principalmente glucosa y oxigeno, requeridos para el
mantenimiento y viabilidad celular llegan por difusión desde estos capilares, a través del
cartílago, hasta las zonas más periféricas del disco (anillo fibroso externo); por lo tanto éstas
últimas serán nutridas por vascularización directa (Urban y Winlove, 2007; Cano et al., 2008).
El núcleo pulposo es uno de los pocos tejidos que es sometido a cambios dramáticos en su
población celular durante el envejecimiento. Las células de un núcleo joven (<2años) difieren
de las de uno adulto (>5 años) en su morfología, expresión de genes y síntesis proteica. Estos
cambios a su vez juegan un papel importante en las variaciones de organización y composición
que ocurren en el disco intervertebral durante el envejecimiento o degeneración (Hunter et al.,
2003).
Algunos estudios han planteado la hipótesis de que la disminución del aporte de nutrientes es
una causa importante de la degeneración del disco (Roberts y Urban, 2000). La permeabilidad
de la placa terminal vertebral disminuye con la edad, esto dificultaría el transporte de nutrientes
hacia el interior del disco provocando que las concentraciones centrales de oxígeno desciendan
mucho, lo que produciría el aumento o acumulación de sustancias de desecho como lactato y;
por lo tanto, el aumento de las condiciones de acidez (pH: 6.4) (Roberts y Urban, 2000).
Además, se ha reportado que en discos humanos muy degenerados las concentraciones de acido
láctico pueden llegar a ser > 20mM y el pH puede bajar hasta 6.0 (Urban y Winlove, 2007).
Estos valores bajos de pH y oxígeno reducen la tasa de síntesis de la matriz y, por ende un
descenso en el contenido de PG. Bajo estas condiciones las células discales se ven severamente
comprometidas afectando su sobrevivencia (Roberts y Urban, 2000).
Estudios realizados en el disco humano han identificado como parte fundamental del proceso
de degeneración discal una actividad local alta de metaloproteasas, enzimas degradadoras de
colágeno tipo I; por esta razón a dicha elevación de proteasas se le ha relacionado con los
desgarros y fisuras habituales presentes en discos degenerados, así como en la destrucción del
cartílago articular, lo que podría estar relacionado a la presencia de artrosis (Peña et al., 2002;
Cano et al., 2008).
2.6 ENFERMEDAD DISCAL INTERVERTEBRAL
En el caso que dichos cambios ocurriesen primero a nivel del núcleo pulposo, éste perdería
sus propiedades de gel mucoproteico y se produciría la polimerización de los complejos
proteína-polisacáridos, lo que reduciría la presión osmótica y los índices de imbibición, como
resultado el anillo fibroso es sometido a cargas elevadas de compresión axial y cargas reducidas
de presión tangencial, que son distribuidas en forma desproporcionada en el disco alterado
(Braund, 1996).
La falla mecánica que se produce en el núcleo podría llevar a la disrupción de las fibras
anulares internas seguida posteriormente por las externas y el desplazamiento de fragmentos
nucleares. Hasta el momento no se ha logrado establecer si los cambios en la matriz discal son
la causa o la consecuencia del deterioro de la difusión nutricional (Braund, 1996; Gascó y
Laguía, 2004). Braund (1996) menciona que las alteraciones estructurales en el anillo fibroso
del disco humano podrían deberse al incremento de enzimas capaces de degradar el colágeno
tipo I y la elastina, esto llevaría a que la estructura externa del anillo fibroso se debilite creando
inestabilidad y posteriormente el desplazamiento discal.
Hay otros factores involucrados en esta patología y han sido analizados por varios autores,
entre ellos tenemos al trauma externo (golpes, caídas, etc.), que no se cree que intervenga en el
inicio de la degeneración condroide discal, sino más bien en el desencadenamiento del
desplazamiento discal (extrusión aguda) una vez que se deteriora la eficiencia mecánica normal
del disco (Lecouteur y Child, 1992; Braund, 1996; Thomas, 2004).
Los factores genéticos tal vez tengan una participación en la degeneración acelerada de los
discos en las razas condrodistróficas; pero se desconoce su influencia exacta. Como se
mencionó el Dachshund es la raza de mayor susceptibilidad a la discopatía y su patrón de
enfermedad discal se relaciona con un efecto acumulativo de varios genes (herencia poligénica),
de carácter no dominante, no ligada al sexo y sujeto a modificaciones ambientales (Jubb et al.,
1998; Lecouteur y Grandy, 2002).
Hasta hoy no existe evidencia que los mecanismos autoinmunes sean un factor involucrado
en la patogenia de la degeneración discal; por otro lado, algunos autores mencionan que tanto en
el hombre como en el canino, estos contribuyen en la respuesta inflamatoria producida por la
hernia discal (Braund, 1996; Lecouteur y Grandy, 2002).
La hernia discal se clasifica en tipo 1 o Hansen 1 y tipo 2 o Hansen 2, cada uno con su
fisiopatología característica y con consecuencias distintas en el animal (Bosco, 2002;
Almodóvar y Moreno, 2004).
Este tipo de degeneración ocurre debido a una metaplasia condroide del disco intervertebral.
El núcleo pulposo gelatinoso se degenera primero y aproximadamente al año de edad comienza
a ser sustituído por un tejido de cartílago hialino que con el tiempo puede llegar a mineralizarse
(Shores, 1985; Bagley et al., 1996; Jubb et al., 1998; Necas, 1999; Lecouteur y Grandy, 2002;
Toombs y Waters, 2003). Esta transformación se inicia en la periferia del núcleo pulposo en
forma progresiva y se caracteriza por un aumento en el contenido de colágeno tipo II y cambio
en el número y composición de PG en el núcleo pulposo, esto último da como resultado una
incapacidad para mantener el grado normal de hidratación, lo que termina afectando sus
propiedades hidroelásticas; y la capacidad de amortiguación y resistencia a la compresión (Jubb
et al., 1998; Lecouteur y Grandy, 2002; Almodóvar y Moreno, 2004; Prithvi, 2008). Por esta
razón, a la degeneración discal se le asocia con la degeneración de los cuerpos vertebrales,
ligamentos y músculos (Almodóvar y Moreno, 2004). Histológicamente se aprecia en el núcleo
pulposo un cambio de material mucoide a condroide y la muerte de elementos celulares propios
del núcleo pulposo, debido a su división en diferentes lóbulos separados por fibras de colágeno
(Almodóvar y Moreno, 2004).
Fig. 13: Extrusión discal o hernia tipo 1, donde material nuclear invade canal medular a
través de la ruptura del anillo fibroso (Fuente: Garibaldi, 2003).
En este tipo de razas pequeñas cantidades insignificantes de material extruído pueden llegar
a causar signos acentuados de compresión medular, debido a que poseen un espacio epidural
más estrecho que otras razas. En el caso de las razas grandes, al poseer un espacio epidural más
amplio hace que cantidades pequeñas de material extruído dentro del canal vertebral no causen
una mielocompresión y sintomatología marcada (Lecouteur y Grandy, 2002). Lamb et al.
(2002) concluyeron en su estudio, que los animales de raza pequeña (<15kg) tienden a producir
un mayor número de extrusiones en la región toráxico caudal (T12-T13) a diferencia de la razas
grandes (>15kg) que tienden a hacerlo en la región lumbar (L5-L6).
Esta patología se observa en animales jóvenes de 3-6 años de edad (Garibaldi, 2003; Moses y
Smith, 2003; Raurell, 2005), aunque la degeneración discal puede empezar desde temprana
edad, esto es entre los 2 meses y 2 años de edad (Shores, 1985; Oliver et al., 2003b). Estudios
han comprobado que para el año de edad las razas condrodistrofoides sufren el 75-100% de
degeneración de todos sus discos (Shores, 1985; Lecouteur y Grandy, 2002; Toombs y Waters,
2003).
Algunos estudios han demostrado que el material discal extruído puede extenderse 2-3
vértebras a craneal o caudal del sitio de extrusión, especialmente en el área toracolumbar
(Necas, 1999; Kazakos et al., 2005); y por otro lado, como lo demostraron Tartarelli et al.
(2005) en un estudio con 23 perros, la extrusión discal puede estar acompañada de hemorragia
producto de la ruptura del plexo venoso. Besalti et al. (2005) mencionan que no hay una
diferencia significativa en cuanto al estado neurológico preoperatorio y la recuperación
postquirúrgica entre animales que presentan un material discal extruído disperso, de los que lo
tienen localizado o no disperso.
Se produce una metaplasia fibroide o fibrinoide que vuelve más blando y flexible al disco,
aquí el núcleo pulposo es reemplazado por un tejido fibrinoso y ocurre un aumento en el
contenido glucoproteico no colagenoso (Bagley et al., 1996; Lecouteur y Grandy, 2002;
Almodóvar y Moreno, 2004). Primero se produce la deshidratación del núcleo seguida de un
aumento de la cantidad de colágeno y polisacáridos (sulfato de condroitina y sulfato de
queretano). Todo esto produce una rápida disminución de las capacidades mecánicas de
amortiguación e incremento de las fuerzas que debe soportar el anillo fibroso (Luttgen, 1993;
Almodóvar y Moreno, 2004).
La degeneración del anillo progresa desde el interior hacia fuera, independiente del núcleo,
por eso rara vez se acompaña de mineralización discal. Se produce un cambio de la sustancia
entre las fibras del anillo, permitiendo la desintegración de las láminas, lo que originaría
protusiones intradiscales desde el núcleo pulposo hacia el anillo fibroso externo degenerado e
hipertrofiado, pero intacto (Shores, 1985; Dayer, 2002; Lecouteur y Grandy, 2002; Macías et
al., 2002; Almodóvar y Moreno, 2004) (Fig. 14). El conjunto de pequeñas protusiones origina
un abultamiento o prolapso (protusión) del anillo fibroso hacia la zona dorsal lo que va
originando una compresión focal y crónica de la médula espinal (Moses y Smith, 2003;
Almodóvar y Moreno, 2004).
Fig. 14: Protusión discal o hernia tipo 2, donde se produce una deformación del anillo fibroso
en dorsal, proyectándose en el interior del canal vertebral (Fuente: Garibaldi, 2003).
Las razas grandes no condrodistróficas son más propensas a presentar este tipo de hernia,
aunque también pueden desarrollar hernias tipo 1, algunas de estas razas son el ovejero o pastor
alemán y el labrador retriever. Se observa con mayor frecuencia en perros de edad avanzada
entre los 5-12 años (Cudia y Duval, 1997; Dayer, 2002; Lecouteur y Grandy, 2002; Raurell,
2005; Bosco, 2007). Este tipo de hernia discal produce signos que van acentuándose en forma
lenta y progresiva, aunque en muy pocas oportunidades se pueden observar signos de
compresión grave (Almodóvar y Moreno, 2004; Bosco, 2007). Las regiones más predispuestas
son la cervical caudal y lumbosacra (Lamb et al., 2002).
Los cambios degenerativos del núcleo pulposo generan sobre el anillo fibroso debilitado
presiones elevadas para las que no se encuentra fisiológicamente preparado, esto sumado con un
traumatismo externo agudo, provocaría su ruptura y permitiría que el material nuclear extruya
abruptamente hacia el canal espinal en forma dorsal o dorsolateral comprometiendo estructuras
mielorradiculares (Oliver et al., 2003; Martín et al., 2004).
La respuesta inflamatoria iniciada a las pocas horas del trauma o compresión medular se
mantiene por varios días (Caballero y Nieto-Sampedro, 2005). Normalmente, el núcleo pulposo
está totalmente aislado del resto del cuerpo debido a la falta de suministro de sangre y el sistema
inmunológico del animal nunca lo reconoce como propio; por lo tanto, al escapar el material
discal dentro del canal espinal se produce una reacción inflamatoria contra éste haciendo que se
incremente aún más el daño al sistema nervioso (Luttgen, 1993). Esta respuesta incluye daño
endotelial, liberación de mediadores proinflamatorios como las interleucinas 1 y 6 (IL-1, IL-6),
el factor de necrosis tumoral (TNFα) y las proteínas inflamatorias de macrófagos (MIP-1α y β).
La cascada de acontecimientos incluyen los cambios en la permeabilidad vascular, desarrollo de
edema, infiltración de células inflamatorias y activación de la microglia (Caballero y Nieto-
Sampedro, 2005). La sustancia nuclear degenerada es irritante, mientras que el núcleo pulposo
normal no lo es, y provoca una reacción inflamatoria en el periostio, el ligamento longitudinal
dorsal y la duramadre, como consecuencia se producen adherencias fibrinosas entre el material
discal extruído y la duramadre (Shores, 1985; Jubb et al., 1998; Necas, 1999).
Los radicales libres acaban con las proteínas, lípidos y ácidos nucleicos, lo cual permite la
formación de lipoperóxidos y destruyen las membranas celulares con la consecuente muerte
celular (Jerram y Dewey, 1999a; Rodríguez, 2004; Caballero y Nieto-Sampedro, 2005). Estos
radicales tienen diferentes orígenes como el sistema xantina oxidada, oxidación de
catecolaminas, oxidación mitocondrial, cascada del ácido araquidónico y la activación de
neutrófilos (Santoscoy, 2006). El sistema nervioso central es particularmente susceptible al daño
inducido por radicales libres. Los lípidos de membrana son ricos en colesterol y ácidos grasos
poliinsaturados, los cuales son blanco de compuestos activos de oxígeno (radicales libres de
oxígeno y peróxido de hidrógeno). Los oxirradicales anión superóxido, peróxido de hidrógeno y
radical oxidrilo son causantes de la peroxidación lipídica (deterioro oxidativo de lípidos
poliinsaturados de las membranas celulares) de la médula espinal durante la isquemia (Janssens,
1991; Garibaldi, 2003; Santoscoy, 2006). La presencia de gran cantidad de hierro en el tejido
nervioso y su liberación a través de la hemorragia que se desarrolla durante el evento traumático
tiene varias implicaciones, tales como la transformación de radicales superóxido y peróxido de
hidrógeno a radicales de hidroxilo que son mucho más dañinos, al unirse con la dopamina
determina la apoptosis del tejido nervioso, cuando se une con el óxido nítrico fomenta la
peroxidación lipídica mediada por radicales, además de incrementar la neurotoxicidad del ácido
quinolínico, y el ácido ascórbico en presencia del hierro se convierte en un potente oxidante y
produce grandes cantidades de radicales libres (Santoscoy, 2006). El óxido nítrico es un radical
libre que actúa como neurotransmisor y puede tener efectos reguladores (vasodilatación) o
neurotóxicos dependiendo de su estado (reducido u oxidado) y de su concentración. Es
generado por la sobreexcitación de receptores NMDA y está involucrado en la formación de
oxiradicales, estrés oxidativo, procesos de apoptosis y es capaz de potencializar el daño
oxidativo mediado por el ácido quinolínico (Rodríguez, 2004; Santoscoy, 2006).
El primer signo clínico que se presenta es dolor dorsal o paravertebral manifestado a través
de la cifosis (arqueo o convexidad dorsal) como postura antiálgica, el mismo que muchas veces
se presenta como único síntoma (Braund, 1996; Jerram y Dewey, 1999a). Esto puede producir
en el animal una rigidez muscular paraespinal y abdominal, lo que puede confundirse con un
dolor abdominal (Thomas, 2004).
El dolor que se genera puede tener diferentes orígenes. Así, la inflamación directa o la
isquemia de la raíz nerviosa, provocada por la compresión del material discal extruído, dará
lugar al dolor radicular. La respuesta a la compresión e inflamación de los nervios sensoriales
que cubren las meninges se caracteriza por el dolor meníngeo; y por último, el anillo fibroso al
sufrir deformación o desgarro de sus fibras daña las terminaciones nerviosas ubicadas en la
periferia generando el dolor discogénico (Luttgen, 1993; Fernández, 1999c; Garibaldi, 2003b;
Toombs y Waters, 2003).
Según el grado de compresión medular los perros llegan a manifestar signos relacionados a
la deambulación, pudiendo presentar distintos grados de ataxia (marcha incoordinada) generada
por una distorsión de los tractos espinocerebelares; paresia (debilidad muscular), esto es cuando
los tractos reticuloespinal y vestibuloespinal se lesionan y el animal tendrá dificultad para
soportar su peso con los miembros posteriores; y la parálisis o plejia en las extremidades
pélvicas, si la lesión abarca a los tractos rubroespinal, corticoespinal y reticuloespinal medular,
en este punto los movimientos voluntarios disminuirían o desaparecerían (Fernández, 1999c;
Jerram R. et al., 1999a).
Las fibras encargadas de la función motora voluntaria son de tamaño intermedio y están
ubicadas en la mitad de la médula espinal, por esta razón requieren un poco más de presión para
que se puede producir otro tipo de disfunciones como la paresia o debilidad muscular en la
marcha o en casos más graves la parálisis o plejia que es la ausencia de la fuerza muscular
traducida en una incapacidad motora total. En ambos casos el pronóstico es reservado y se
requiere de una terapia médica rápida y agresiva o de una terapia quirúrgica según sea la
gravedad. Como las fibras motoras son más vulnerables a la compresión, la función motora se
pierde antes que la nocicepción (Luttgen, 1993; Vandevelde y Wolf, 1996; Jerram R. et al.,
1999a). En esta fase el animal exhibe alteración en la sensación de dolor superficial, aunque
todavía puede existir dolor profundo, y en ocasiones no puede orinar voluntariamente
(incontinencia urinaria) y lo hace a manera de chorros de corta duración (Braund, 1996;
Almodóvar y Moreno, 2004).
Las fibras nerviosas del dolor superficial son pequeñas y cuando se lesionan se produce la
disminución o pérdida de esta sensación, si esto llegase a suceder el pronóstico es de reservado
a malo. Las fibras nerviosas del dolor profundo están caracterizadas por ser pequeñas y
desmielinizadas. Se ubican muy cerca de la sustancia gris de la médula espinal, por eso son más
resistentes a las presiones; sin embargo, hay lesiones que resultan ser más profundas y terminan
afectando dicha sensación (Luttgen, 1993; Jerram R. et al., 1999a). Cuando el dolor profundo
desaparece es que se ha producido una lesión grave de la médula espinal, que suele determinar
un mal pronóstico (Fernández, 1999c).
Los signos clínicos se deben a la necrosis de las neuronas motoras y de las fibras sensitivas
(Oliver et al., 2003b). Las lesiones en el segmento toracolumbar (T3-L3) se caracterizan por
presentar signos de lesión de la neurona motora superior (NMS) como la parálisis espástica,
hipertonicidad y reflejos normales o aumentados (hiperreflexia) a nivel de miembros
posteriores, mientras que la función de los miembros anteriores es normal (Braund, 1996;
Almodóvar y Moreno, 2004). El reflejo cutáneo del tronco o del panículo puede estar deprimido
o ausente caudal al sitio de extrusión. La región lesional suele estar uno o dos espacios
intervertebrales craneales al lugar de la pérdida de reflejo (Lecouteur y Grandy, 2002; Thomas,
2004).
En función de los diferentes signos clínicos, Kornegay (1994) clasifica en cinco grupos a los
perros con enfermedad discal toracolumbar, usando un sistema de grados, según la magnitud del
daño:
• Grado 1: Hiperestesia sin déficit neurológico. Aquí sólo hay compromiso meníngeo de
la médula espinal. El animal es capaz de deambular pero con mucho dolor,
caracterizado por una postura de cifosis.
2.11 DIAGNÓSTICO
Observación de la marcha
El examen neurológico se inicia observando la marcha del animal, para buscar signos de
ataxia, paresia o plejia (Oliver et al., 2003a). La ataxia es una incoordinación y se deriva de un
déficit sensitivo. La paresia es una debilidad e implica pérdida parcial de movimientos
voluntarios, y se deriva de un déficit motor. La plejía implica una ausencia total de movimientos
voluntarios, es decir una parálisis total (Raurell y Morales, 2007).
Los reflejos espinales de los miembros posteriores se realizan para focalizar el área de lesión,
para esto se coloca al animal decúbito lateral, con el miembro a ser evaluado en la parte
superior. En las extremidades posteriores se evalúan el reflejo rotuliano o patelar, el reflejo
tibial craneal, el reflejo gastronecmio, el reflejo ciático y el reflejo flexor. En este último se debe
observar si existe la extensión del miembro posterior opuesto, de ser así esto se denomina
reflejo extensor cruzado, lo que indicaría un daño en la neurona motora superior ipsilateral al
lado que se extiende (Jerram y Dewey, 1999a; Oliver et al., 2003a; Raurell y Morales, 2007).
Los animales con lesión en el segmento toracolumbar (T3-L3) deberían manifestar signos de
lesión en la NMS en miembros posteriores, caracterizada por presentar reflejos normales o
aumentados al evaluar los reflejos patelar, gastronemio y flexor, junto con una hipertonía
muscular (Jerram y Dewey, 1999a).
El reflejo cutáneo del tronco o panicular es inducido pellizcando suavemente la piel del lomo
a cada lado de la columna vertebral. La respuesta normal es la contracción de los músculos
subcutáneos en el punto de estimulación. Este reflejo es útil para localizar la zona de la médula
espinal lesionada, ya que este reflejo se exacerba hacia craneal de la lesión y disminuye o
desaparece hacia caudal (Jerram y Dewey, 1999a; Oliver et al., 2003a).
Evaluación de hiperestesia
La evaluación sensoria se limita al control de la nocicepción (percepción del dolor). La
palpación de la musculatura paraespinal y la presión delicada sobre cada proceso espinoso
dorsal de las vértebras toracolumbares en sentido caudocraneal, puede demostrar la presencia de
hiperestesia o dolor a un determinado nivel, lo que permitiría aproximar la localización de la
lesión (Fernández, 1999a; Jerram y Dewey, 1999a).
Debido a la localización de los tractos dentro de la médula espinal, existe un orden constante
en el cual se pierden las funciones cuando la médula espinal es dañada. Primero disminuye la
propiocepción consciente seguido por el dolor superficial. A medida que el daño se agrava se
pierde la actividad motora voluntaria. El dolor profundo es la última respuesta en desaparecer e
indica un daño medular intenso. A mayor número de funciones perdidas, peores son el daño y el
pronóstico para la recuperación (Garibaldi, 2003a).
Una vez finalizado el examen neurológico se puede focalizar el sitio de lesión, la magnitud y
el pronóstico del problema (Garibaldi, 2003b). Luego de esto, debemos llegar al diagnóstico
definitivo para confirmar la sospecha clínica, para esto se requiere de exámenes
complementarios tales como la radiografía simple, la mielografía y técnicas de imagenología de
más avanzada tecnología, como la tomografía computarizada (TC) y la resonancia magnética
(RM), que están tomando auge en la medicina veterinaria especialmente para el diagnóstico de
ciertos problemas neurológicos comunes en pequeños animales, como las hernias discales y la
localización de neoplasias, aunque además tienen un gran potencial para el diagnóstico de una
gran variedad de patologías (Aguinaga et al., 2006). La finalidad de estas pruebas diagnósticas
con respecto a la patología en estudio es determinar la localización exacta de la hernia discal en
la columna vertebral para la posterior descompresión quirúrgica de la médula espinal.
Algunas veces para facilitar la colocación del animal en la posición exacta es conveniente
sedar o anestesiar al animal; ya que el excesivo dolor y nerviosismo pueden exacerbar la
contracción muscular y con esto ocasionar la compresión de los espacios intervertebrales
(Fernández, 1999b; Oliver et al., 2003b; Widmer y Thrall, 2003). Habitualmente las
proyecciones radiográficas se realizan con el animal en posición lateral y sólo en algunos casos
cuando se necesita proporcionar información adicional se complementa con una imagen
ventrodorsal. No es frecuente el uso de la incidencia oblicua, generalmente usada para evaluar
los agujeros o forámenes intervertebrales de la región cervical, y sólo se recomienda realizarse
cuando los signos clínicos la justifiquen (Evans y deLahunta, 1997; Fernández, 1999b).
Para todas estas proyecciones es conveniente colocar al paciente de la forma más adecuada,
esto es columna recta y paralela a la superficie de la mesa para poder centrar el haz de rayos en
el área de interés establecida luego del examen neurológico (Fernández, 1999b; Oliver et al.,
2003b). Este haz debe incidir paralelamente a las carillas articulares de los cuerpos vertebrales;
ya que la incidencia oblicua en los espacios alejados produce distorsión; por este motivo para
realizar un examen preciso y detallado el área radiografiada no debe exceder de seis vértebras
(Evans y deLahunta, 1997; Brawner y Hathcock, 2003; Oribe, 2003) (Fig. 15).
Fig. 15: Incidencia del haz de rayos en el área de interés. (Fuente: Oribe, 2003).
La literatura señala que los signos radiológicos simples pueden ser mínimos o ambiguos, por
ejemplo, en condiciones normales no pueden visualizarse los discos intervertebrales a menos
que estén calcificados; sin embargo, en muchos casos de extrusión de material discal
degenerado este no se evidencia dentro del canal vertebral porque tal vez no cuenta con la
suficiente mineralización para ser visible en las radiografías (Lecouteur y Grandy, 2002); por
otro lado, es posible que la disminución de los espacios articulares, intervertebrales y del
foramen intervertebral no sean tan evidentes (Fingeroth, 1997) y para ello es necesaria la
realización de estudios más específicos que puedan definir el alcance y la localización de la
mielocompresión y plano de la extrusión en el canal espinal (Braund, 1996; Dayer, 2002).
Hay que tener presente que aunque podemos relacionar la mineralización discal con un
proceso degenerativo no lo podemos hacer necesariamente con una hernia discal; ya que no
todo disco mineralizado termina extruyendo, así como no todo material discal que extruye está
mineralizado (Widmer y Thrall, 2003).
2.11.3 Mielografía
Existen dos técnicas para este examen, una es la técnica alta o vía cisterna magna y la otra es
la técnica baja o vía lumbar entre la L4-L5 o L5-L6, previa anestesia general y preparación
aséptica del campo (Bosco, 2002; Brawner y Hathcock, 2003). El daño iatrogénico producido
por la aguja a la médula espinal es más severo a nivel de la cisterna que en la región lumbar; ya
que el agente de contraste puede llegar a los ventrículos del cerebro, lo cual incrementa los
riesgos de producir disturbios en el SNC (Jerram y Dewey, 1999a). Es un examen que requiere
de experiencia en la descripción y en la técnica para que no existan riesgos de consideración
(Bosco, 2007).
El mielograma normal se observa como dos trazos lineales, radiopacos, paralelos, dentro del
canal medular, tanto en la incidencia laterolateral como en la ventrodorsal (Oribe, 2003).
Mientras que los hallazgos mielográficos laterales en una hernia discal son la compresión
extradural de la médula espinal con desplazamiento dorsal de ésta y estenosis del espacio
subaracnoideo de acuerdo con la localización de la masa compresiva (Braund, 1996; Lecouteur
y Grandy, 2002). Esto se evidencia con la pérdida de contraste en el o los segmentos espinales
comprometidos debido a la inflamación o compresión (Thomas, 2004). En algunos casos, una
compresión severa puede hacer desaparecer la columna de contraste sobre el área de la lesión y,
si además se laceran los senos venosos, se produciría una hemorragia extradural que podría
dificultar la localización exacta del material discal (Fernández, 1999b).
El paciente bajo anestesia se coloca en decúbito dorsal o “supina”, tratando de conseguir que
el plano que atraviesa la primera área de interés sea lo más próximo a la perpendicular del eje
axial del canal vertebral. La exploración o escaneo de la columna requiere que se incluya al
menos un espacio intervertebral craneal y otro caudal a ese primer lugar de interés. Para el
estudio de los espacios intervertebrales el espesor de los cortes se gradúa entre los 0.5mm a
3mm (Fernández, 1999b; Farfallini, 2003).
Cuando el tubo de rayos X comienza a emitir los electrones, éstos atraviesan el objeto y esta
información obtenida es recogida por un sistema llamado detectores. Estos detectores son los
que recogen la información y la transmiten a un sistema de computador que la convierte en
imagen, y que en función de los elementos que los rayos atraviesen, se obtendrán imágenes con
diferentes valores o densidades. El registro digital sobre la matriz está directamente relacionado
con las diferencias de los coeficientes de atenuación lineal de los materiales, que se agrupan en
una escala llamada Escala de números Hounsfield, números TC o valores de densidad o
atenuación que van desde el +1000 para el hueso hasta -1000 para el aire, siendo 0 el valor
correspondiente al agua. Es importante resaltar que con la radiografía simple sólo pueden
obtenerse cinco tipos de densidades (aire, grasa, agua, hueso y metal), mientras que con la TC
se obtiene una gran gama o variedad de densidades según el tejido (Andrade, 2002).
2.12 TRATAMIENTO
El tratamiento apropiado depende del estado neurológico del paciente, siendo evaluado cada
animal en forma individual. El establecimiento del comienzo, curso, duración e intensidad del
deterioro motor y sensorio ayuda a definir el pronóstico y orientar la terapéutica (Fossum et al.,
1999; Lecouteur y Grandy, 2002; Santoscoy, 2006).
Esta indicado en animales con signos clínicos de grado 1 y 2, esto es con primer
episodio de dolor espinal con o sin déficit neurológico leve (ataxia, paresis); pero con
ambulación. También se aplica en animales con parálisis y ausencia de dolor profundo
durante más de 48 hrs, y en casos donde existe una enfermedad sistémica grave
(Braund, 1996; Jerram y Dewey, 1999b; Lecouteur y Grandy, 2002).
2.12.1.1 Confinamiento
Los animales paralíticos y sin nocicepción durante 48hrs o más tienen pronóstico
grave (menos de 5% de probabilidades de recuperación). En estos casos la médula por
el gran impacto sufrido, presenta cambios patológicos progresivos e irreversibles, que se
asocian con un proceso autodestructivo que puede continuar durante 24 a 48hrs, por esta
razón la descompresión quirúrgica llega a ser ineficiente y puede llegar a administrarse
grandes dosis de metilprednisolona (como dosis inicial 30mg/kg IV, luego 15mg/kg IV
a las 2 y 6 hrs desde la primera aplicación, seguido por infusión continua de
2.5mg/kg/hr hasta 48hrs después de la injuria espinal), aunque rara vez responden al
tratamiento (Kornegay, 1994; Braund, 1996; Garibaldi, 2003; Oliver et al., 2003).
Se recomienda administrar otro tipo de drogas junto con los glucocorticoides para
evitar los efectos secundarios de este último, entre ellas tenemos alternativas a la
cimetidina 5-10mg/kg cada 6-8hrs, ranitidina 2mg/kg cada 8-12hrs, omeprazol 0.5-
1mg/kg/d por vía oral o parenteral o misoprostol 1 ug/kg cada 8hrs vía oral. También se
puede hacer uso del hidróxido de aluminio de 10-30 mg/kg cada 8hrs o del sucralfato
250mg/15kg cada 6hrs VO (Garibaldi, 2003). También están indicados los AINES
(antiinflamatorios no esteroideos) como el carprofeno a 2mg/kg cada 8hr VO por 7-10
días, como analgésico el tramadol a 2mg/kg cada 6-8hrs VO por 5-7 días, vitamina E en
dosis de 800 a 1200 UI diarias por 15-21 días para la reducción de radicales libres
(Bosco, 2007) y antibióticos de amplio espectro en animales con retención urinaria
(Fingeroth, 1997).
Se menciona que la cirugía está recomendada en perros sin sensibilidad para el dolor
profundo (animal pléjico sensoriomotor) durante las primeras 48 hrs, ya que luego de
este tiempo su posibilidad de recuperación puede ser menor del 5% (Braund, 1996;
Fingeroth, 1997; Jerram y Dewey, 1999a; Oliver et al., 2003); aunque, por lo dicho
anteriormente el grado y la calidad de recuperación no puede predecirse (Oliver et al.,
2003).
Fingeroth (1997) asegura que algunos animales con función normal de la médula
espinal e incluso los que tienen disminuida la función sensorial (hipoalgesia), tal vez no
responden apropiadamente a un estímulo nocivo, de aquí que a aquellos animales que
carecen de dolor profundo los sitúe en una “zona gris”, esto es, que son gravemente
hipoalgésicos pero que podrían recuperarse más adelante, y cuanto más temprano se
opere mayor es la posibilidad de éxito, de lo contrario el animal puede pasar de una
posible hipoalgesia a una analgesia verdadera e irreversible. Por esta razón y la
dificultad de diferenciar un perro pléjico sensoriomotor de uno hipoalgésico se debería
evitar una posición extrema sobre el valor de la cirugía en este paciente.
2.12.2.1 Hemilaminectomía
Esto último es respaldado por Calero (2007), quien en un estudio reciente obtuvo un
91.66% de extrusiones lateralizadas y concluyó que la hemilaminectomía es la técnica
de descompresión medular de mejor elección en animales con extrusión discal
toracolumbar, no sólo por la ubicación lateralizada del material discal sino también por
su facilidad de abordaje, escasa manipulación medular y mínimas complicaciones
postquirúrgicas.
Las ventajas de este procedimiento son numerosas, y entre estas se menciona que
brinda un mejor acceso a la parte ventral y/o ventrolateral del canal vertebral, lo que
provee una exposición rápida y segura de la médula espinal, produce ausencia absoluta
de inestabilidad, preserva integridad estructural y mecánica de vértebras, hay un mejor
postoperatorio al ser un procedimiento poco traumático, mejores resultados desde el
punto de vista estético (no se produce depresión alguna al no eliminar las apófisis
espinosas) y, por último, no parece posible la formación de una escara fibrosa tras la
cirugía, reduciendo así la probabilidad de una compresión medular secundaria
(Fernández, 1999d; Fossum et al., 1999). Necas (1999), concluyó que realizando la
hemilaminectomía en animales parapléjicos dentro de las 48hrs de presentado el
problema, se obtiene un excelente grado de recuperación postquirúrgica.
Esta técnica realizada en forma unilateral puede realizarse a nivel de tres vértebras
consecutivas si fuese necesario, esto sin afectar la estabilidad vertebral; y en el caso de
una hemilaminectomía unilateral se puede realizar sólo a lo largo de dos vértebras
consecutivas (Fossum et al., 1999; Jerram y Dewey, 1999b). La hemorragia como
complicación de la enfermedad discal aguda puede conllevar a que se tenga que realizar
una extensa hemilaminectomía para descomprimir la médula espinal (Tartarelli et al.,
2005).
En esta técnica se eliminan los arcos vertebrales incluidas las apófisis articulares,
eliminando los pedículos hasta el plano dorsal que pasa por el centro de la médula
espinal. Aquí la compresión medular secundaria se produce por la proliferación y
maduración del tejido conectivo dentro del defecto. Actualmente esta técnica ya no es
utilizada (Trotter, 1993; Almodóvar y Moreno, 2004).
En este caso se mantienen las apófisis articulares craneales, parte de las apófisis
caudales y los pedículos. Se produce una menor exposición de la médula espinal. Dada
la escasa amplitud del defecto creado sólo es recomendado para la eliminación de
material discal extruído en posición dorsal o dorsolateral a la médula (Trotter, 1993;
Almodóvar y Moreno, 2004).
3.2 ANIMALES
Para el desarrollo del estudio se trabajó con 16 perros de diferentes razas, sexos y edades,
que llegaron a la Clínica de Animales Menores de la Facultad de Medicina Veterinaria –
U.N.M.S.M. entre julio del 2007 y diciembre del 2009.
Los criterios que se tomaron en cuenta para su inclusión en el estudio fueron que después de
un examen neurológico se obtuvo como diagnóstico tentativo una disfunción neurológica
secundaria a una compresión medular a nivel toracolumbar. Por otro lado, al identificarse la
magnitud de la lesión, según Kornegay (1994), sólo fueron incluidos animales a partir del grado
III, ya que al ser candidatos a una intervención quirúrgica próxima, se justificaba la realización
del examen tomográfico, que finalmente fue obtenido por disposición del dueño.
3.3 METODOLOGÍA
Esto se corroboró con las imágenes en los planos sagital y coronal determinando
finalmente no sólo la presencia de material discal en el canal vertebral si no también
la localización exacta del mismo y la posición o plano de la extrusión dentro del
canal espinal.
Para el presente estudio la evidencia de material discal dentro del canal medular
determinó el diagnóstico positivo a hernia discal tipo 1.
Cuadro 2: Frecuencia de los signos neurológicos detectados en los 16 pacientes del estudio.
Cuadro 3: Resultados del diagnóstico por Radiografía Simple en los 16 pacientes del
estudio.
Radiografía Simple
Paciente
Sosp. HD-1(*) Lugar afectado(**)
1 + L2-L3
2 + T12-T13
3 + L2-L3
4 - -
5 + L2-L3
6 + T12-T13
7 + T12-T13
8 + L2-L3
9 + L2-L3
10 + L1-L2
11 + T13-L1
12 + T11-T12
13 - -
14 + L1-L2
15 + L1-L2
16 + L1-L2
(*) Sospechoso a hernia discal tipo 1. (**) T: Toráxica, L: Lumbar.
La realización del examen tomográfico a todos los animales, descartó la presencia de hernia
discal tipo 1 en el 25% (4/16) de los animales; ya sea al no evidenciar hallazgos tomográficos
anormales 6.3% (1/16), correspondiente al paciente 4, o al encontrar una patología diferente a la
estudiada 18.8% (3/16). Esto último, incluyó la presencia de neoplasia ósea 6.3% (1/16),
retrolistesis por subluxación vertebral 6.3% (1/16) y nódulo de Schmorl 6.3% (1/16), en los
pacientes 3, 9 y 13, respectivamente.
El cuadro 4 muestra estos resultados junto con los espacios intervertebrales afectados. Hay
que resaltar, que si bien los pacientes 3 y 9 resultaron sospechosos a hernia discal tipo 1 por el
examen radiográfico simple, el examen tomográfico los descartó, confirmando dicha patología
en los 12 animales sospechosos restantes y la negatividad a la enfermedad de los pacientes 4 y
13.
Tomografía Computarizada
Paciente
Diagnóstico Lugar afectado
1 HD-1(*) T13-L1
2 HD-1 T12-T13
3 Neoplasia ósea L2-L3
4 Sin lesion aparente -
5 HD-1 L2-L3
6 HD-1 T13-L1
7 HD-1 T12-T13
8 HD-1 L2-L3
9 Subluxación vertebral L2-L3
10 HD-1 L1-L2
11 HD-1 T13-L1
12 HD-1 T11-T12
13 Nódulo de Schmorl L2-L3
14 HD-1 L1-L2
15 HD-1 L1-L2
16 HD-1 L1-L2
(*) HD-1: Hernia discal tipo 1.
Las alteraciones radiográficas encontradas por TC en cada uno de los 14 pacientes
sospechosos a hernia discal, según placa radiográfica se detallan en el apéndice 2. Es importante
destacar, que de estos pacientes hubo dos casos, que si bien presentaron la enfermedad, no
coincidieron en la detección del espacio intervertebral afectado. Estos son, los pacientes 1 y 6,
donde la radiografía simple determinó como EIV afectado el T12-T13 y el L2-L3,
respectivamente; mientras que la TC lo identificó en T13-L1 para ambos casos.
Foto 2: Radiografía simple LLD del paciente 1. Se observa proceso degenerativo con espondiloartrosis
deformante (flecha negra), disminución del espacio intervertebral y foramen intervertebral a nivel de L2-
L3. Se aprecian también espondilosis deformante en otros sitios (flechas blancas).
Foto 3: Radiografía simple LLD del paciente 2. Se aprecia disminución del espacio intervertebral y
foramen intervertebral en T12-T13. A este nivel también se puede observar esclerosis ósea (flechas) y
material discal calcificado en el espacio intervertebral.
Foto 4: Radiografía simple LLD del paciente 9. Muestra subluxación o desplazamiento de la vértebra L2
en relación con L3 en el plano vertical hacia dorsal.
Por otro lado, dentro de las alteraciones tomográficas, que se evidenciaron con mayor
frecuencia en los 12 animales con hernia discal tipo 1 (HD-1) están la presencia de material
discal radiopaco aparentemente calcificado dentro del canal medular y la estenosis del canal
medular (Foto 5), ambas encontradas en todos los animales 100% (12/12). Estas se detallan en
el cuadro 6 y el apéndice 4 muestra dicha información por cada animal.
En todos los casos el material discal extruído fue único y estuvo unilateralizado (derecha o
izquierda) dentro del canal medular. El 83.3% (10/12) de los animales presentaron dicho
material discal al lado izquierdo y el 16.7% (2/12) de los animales al lado derecho (anexo 4).
A B
C
Foto 5: Tomografía computarizada de una hernia discal tipo 1 en el paciente 1. A: Vista axial, se
observa extrusión de material discal calcificado (flecha) que produce la estenosis del canal medular. B:
Reconstrucción coronal, se observa la masa compresora entre T13-L1. C: Reconstrucción sagital, se
aprecia material discal en canal medular (flecha negra), diferentes grados de espondilosis deformante en
varios lugares y la espondiloartrosis deformante a nivel de T13-L1 (flecha blanca), ambos cuerpos
vertebrales casi están fusionados (puente óseo) y hay disminución del EIV.
Los sitios de extrusión discal se observaron en el segmento T11-L3 en los 12 animales con
hernia discal tipo 1, siendo el espacio intervertebral mayormente afectado el L1-L2 observado
en el 33.3% (4/12), seguido por T13-L1 en 25% (3/12), T12-T13 en 16.7% (2/12), L2-L3 en
16.7% (2/12) y T11-T12 en 8.3% (1/12) de los animales.
De acuerdo a los resultados tomográficos se pudo determinar los lugares sospechosos vistos
por radiografía simple como lugares concordantes o discordantes, teniendo como criterios que
para los primeros debe existir tanto la coincidencia con el lugar verdaderamente afectado dado
por TC, como la presencia de hernia de discal; para los segundos basta con que alguno de estos
criterios no exista para que sean considerados como tal. A partir de esto, se identificaron 10
lugares concordantes y 4 discordantes, correspondientes a los 14 animales con sospecha de
enfermedad (cuadro 7). Por lo tanto, el examen de RS y TC coincidieron en el 71.4% (10/14) de
los casos, tanto en el diagnóstico de presencia de hernia discal tipo 1 como en el lugar afectado.
Cuadro 7: Clasificación de los lugares evaluados según la coincidencia de lugares
afectados en ambos exámenes y presencia de HD-1 en los 14 animales sospechosos por RS.
Entre las afecciones del disco intervertebral en perros, las hernias discales tipo 1 a nivel
toracolumbar constituyen aproximadamente el 85% de los casos (Braund, 1996; Fernández,
1999c; Jerram y Dewey, 1999; Necas, 1999; Toombs y Waters, 2003) y, por lo tanto, se
consideran la causa más común de disfunción neurológica grave en perros convirtiéndose en la
enfermedad neurológica más frecuente en la casuística rutinaria. Aunque en nuestro medio no se
cuenta con datos exactos de la incidencia de la enfermedad el riesgo de su presentación
fundamenta la necesidad de la evaluación de los protocolos diagnósticos disponibles en el
medio.
La degeneración discal puede empezar desde temprana edad, entre los 8 meses y 2 años de
edad (Jubb et al., 1998Lecouteur y Grandy, 2002; Garibaldi, 2003; Toombs y Waters, 2003),
aunque hay autores que mencionan que a partir de los 2 meses de edad ya pueden evidenciarse
cambios en el disco intervertebral (Shores, 1985; Oliver et al., 2003b). Aunque la literatura
menciona, que para el año de edad, las razas condrodistróficas sufren el 75-100% de
degeneración de todos sus discos (Shores, 1985; Lecouteur y Grandy, 2002; Toombs y Waters,
2003), la extrusión discal generalmente se presenta en perros jóvenes de 3-6 años de edad, con
un pico de incidencia entre los 4 y 5 años. (Garibaldi, 2003; Moses y Smith, 2003; Toombs y
Waters, 2003; Raurell, 2005), lo que coincide con el promedio de edad de los 12 perros con
hernia discal tipo 1 encontrado en nuestro trabajo, el cual fue de 5.25 ± 2.22, similar a la hallada
en los estudios de Necas (1999); Ferreira et al., (2002); Besalti et al., (2005), Kazakos et al.,
(2005) y Calero (2007).
A pesar que hay autores que señalan, que no existe diferencias por sexo en la presentación de
la enfermedad (Braund, 1996; Jubb et al., 1998; Almodóvar y Moreno, 2004), hay otros como
Priester (1976), Necas, (1999), Ferreira et al., (2002) y Griffin et al., (2009) que en sus estudios
encontraron más machos afectados con esta enfermedad que las hembras. Si bien nuestros
resultados encontraron un 66.7% (8/12) machos y 33.3 % (4/12) hembras, no podemos dar una
postura concluyente al respecto, debido a la poca cantidad de pacientes evaluados. La
controversia sobre si existe o no diferencias por sexo ha intentado ser explicada por Priester
(1976) quien sospecha que podría deberse a que los estrógenos de las hembras poseen efectos
protectores contra la degeneración discal, aunque hasta el momento no hay estudios que
respalden dicha hipótesis. Por otro lado, también se sospecha que la mayor actividad de los
machos podría hacerlos más susceptibles a esta enfermedad (Y. Chipayo, Lima, comunicación
personal).
La médula espinal está diseñada como eje transmisor, regulador y modulador de múltiples
funciones neurológicas. A pesar de su compleja fisiología, el tejido medular carece de capacidad
intrínseca de regeneración, de tal forma que su lesión puede ser pequeña; pero con gran
repercusión neurológica dependiendo de la actividad del área dañada y el nivel anatómico
involucrado (Muñoz y Fernández, 1999). La sustancia blanca está constituida por tractos o
grupos axonales; así, ante un problema compresivo los primeros en afectarse son los tractos
dorsales, que se ubican en la parte más periférica y que transportan la información de
propiocepción consciente, luego se encuentran los tractos encargados de la función motora
voluntaria ubicados en la mitad de la medula espinal y cuya lesión produciría disfunciones
como la paresia o debilidad muscular en la marcha o en casos más graves la parálisis o plejia,
que es la ausencia de la fuerza muscular traducida en una incapacidad motora total. Más
internamente se ubican los tractos del dolor superficial y finalmente los tractos del dolor
profundo ubicados muy cerca de la sustancia gris, al lesionarse cualquiera de los dos se produce
la disminución o pérdida de la sensibilidad (Fernández, 1999c; Jerram y Dewey, 1999a;
Dellmann y McClure, 2004).
Para el estudio se utilizó como indicador de una extrusión discal a la presencia de material
discal en el espacio epidural, caracterizado por ser una masa de apariencia heterogénea e
hiperatenuante o hiperdensa debido a su mineralización. Ésta se evidenció en 85.7% (12/14) de
los animales sospechosos a hernia discal por radiografía simple. Con esto también se pudo
determinar la localización exacta del material discal, así como el plano o dirección de la
extrusión dentro del canal espinal. Los 12 pacientes con hernia discal tipo 1 presentaron una
extrusión unilateralizada, esto es, 83.3% (10/12) hacia el lado izquierdo y 16.7% (2/12) hacia el
lado derecho. Este resultado fue similar a lo encontrado por Calero (2007), en un estudio con
doce perros, halló un 91.7% de extrusiones al lado izquierdo y 8.3% al lado derecho. Aún no se
ha podido determinar por qué las extrusiones tienden a lateralizarse hacia algún lado en
particular; no obstante, Almodóvar y Moreno (2004) fundamentaron la lateralización a un factor
anatómico dado por la presencia del ligamento longitudinal dorsal ubicado en la línea media
sobre el disco intervertebral. Besalti et al. (2005) evidenciaron en un estudio con 40 perros, que
el 85% presentaron extrusiones laterales, atribuyendo dicho resultado a la velocidad de
extrusión y movimiento propio del animal.
En el presente estudio se pudo determinar que el espacio intervertebral más afectado en los
animales con hernia discal tipo 1 fue el L1-L2 observado en un 33.3% (4/12), seguido por el
T13-L1 hallado en el 25% (3/12) de animales, lugares también encontrados por otros autores
como Necas, (1999); Lamb et al. (2002) y Besalti et al. (2005). La región toracolumbar (T3-L3)
es la más afectada por esta enfermedad, debido a que es sometida a grandes tensiones y
demanda mecánica, siendo el segmento T11-L3 donde se producen la mayor incidencia de
hernias discales (66-86%) (Braund, 1993; Braund, 1996; Jerram y Dewey, 1999a; Almodóvar y
Moreno, 2004), esto se fundamenta porque la presencia del ligamento longitudinal dorsal junto
con el ligamento intercapital ubicado entre T2-T10 ofrecen una mayor protección a este último
segmento, y por ende, explicaría por qué las hernias discales se dan en un a mayor porcentaje
caudal a T10. Por otro lado, hay que tener en cuenta que el canal medular en la región
toracolumbar es más estrecho y; por lo tanto, al ser ocupado casi totalmente por la médula
espinal queda muy poco espacio extradural, lo que provoca que una hernia discal a este nivel
ocasione una sintomatología marcada.
Nuestros resultados son compatibles con los resultados de Lamb et al., (2002) quienes en una
investigación realizada en Inglaterra encontraron una precisión diagnóstica de 51-61% de la
radiografía simple con respecto a la identificación de sitios de extrusión discal intervertebral en
perros. Esto fundamenta la necesidad de instaurar protocolos diagnósticos en nuestro medio que
no se basen únicamente en la placa radiográfica sino más bien que su realización sea
complementada con un examen tomográfico para obtener un diagnóstico definitivo más preciso
de hernia discal tipo 1
VI. CONCLUSIONES
3. Hay alteraciones radiográficas compatibles a hernia discal tipo 1 que pueden observarse
en pacientes con otras patologías o en espacios intervertebrales no afectados por la
hernia discal, por esto la radiografía simple no debería ser tomada como un medio de
diagnóstico definitivo para determinar la presencia o ausencia de una hernia discal tipo
1.
4. Los espacios intervertebrales que presentaron hernia discal tipo 1 con mayor frecuencia
en el segmento toracolumbar estuvo entre las vertebras T11-L3, siendo el espacio
intervertebral más afectado el L1-L2 (4/12) y con un predominio de lateralización del
material extruido hacia el lado izquierdo (10/12).
VII. RECOMENDACIONES
1. En base a los resultados obtenidos en este estudio se puede considerar que hay un
porcentaje importante de pacientes en los cuales la imagen radiográfica simple, por sí
sola no es suficiente para diagnosticar la enfermedad en pacientes clínicos; ya que sólo
proporciona información limitada y no concluyente en la determinación de esta
patología y; por lo tanto, se recomienda la utilización de un protocolo de diagnóstico
que se inicie con una placa simple y que involucre una evaluación tomográfica para
poder tener un diagnóstico más preciso de hernia discal tipo 1.
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PACIENTES
SIGNOS CLÍNICOS
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16
Propiocepción consciente ausente x x x x x x x x x x x x x x x x
Dolor paravertebral presente x x x x x x x x x x x x x
Dolor paravertebral ausente x x x
Reflejo cutáneo del tronco presente x x x x x
Reflejo cutáneo del tronco ausente x x x x x x x x x x x
Dolor superficial disminuido x x x x
Dolor superficial ausente x x x x x x x x x x x x
Dolor profundo normal x x
Dolor profundo disminuido x x x x x x x x
Dolor profundo ausente x x x x x x
Reflejos espinales posteriores normales x x x x x x x
Reflejos espinales posteriores aumentados x x x x x x x x x
Paraparesia no ambulatoria x x x x x x x x x
Paraplejía x x x x x x x
APÉNDICE 2: Alteraciones radiográficas encontradas en los lugares afectados vistos por Tomografía Computarizada en los 14
pacientes sospechosos a HD-1 por Radiografía Simple.
1 T13-L1 x x x x x x
2 T12-T13 x x x x
3 L2-L3 x x x
5 L2-L3 x x x
6 T13-L1 x x x x x
7 T12-T13 x x x
8 L2-L3 x x
9 L2-L3 x x
10 L1-L2 x x x
11 T13-L1 x x x x
12 T11-T12 x x x x x
14 L1-L2 x x x x
15 L1-L2 x x x
16 L1-L2 x x x
a: Material discal calcificado en el canal medular, b: Estenosis del canal medular, c: Estenosis del espacio foraminal, d: Espondiloartrosis deformante, e: Esclerosis ósea,
f: Espondilosis deformante, g: Material discal calcificado en el espacio intervertebral, h: Retrolistesis, i: Neoplasia ósea.
APÉNDICE 3: Alteraciones radiográficas encontradas en los lugares afectados sospechosos a hernia discal, vistos por Radiografía
Simple en 14 de los pacientes en estudio.
LUGAR ALTERACIÓN RADIOGRÁFICA
PACIENT
E AFECTAD
O Dism EIV(a) Dism FIV(b) Dism EFA(c) Opac FIV(d) EAD(e) EO(f) MDC-FIV(g) MDC-EIV(h) Sub Vert(i)
1 L2-L3 x x x
2 T12-T13 x x x x
3 L2-L3 x x x
5 L2-L3 x x x
6 T12-T13 x x x
7 T12-T13 x
8 L2-L3 x x x
9 L2-L3 x x
10 L1-L2 x x
11 T13-L1 x
12 T11-T12 x x x x x
14 L1-L2 x x x x
15 L1-L2 x x
16 L1-L2 x x
a: Disminución del espacio intervertebral, b: Disminución del foramen intervertebral, c: Disminución del espacio de facetas articulares, d: Opacidad del foramen
intervertebral, e: Espondiloartrosis deformante, f: Esclerosis ósea, g: material discal calcificado en el foramen intervertebral, h: material discal calcificado en el espacio
intervertebral, i: subluxación vertebral.
APÉNDICE 4: Alteraciones radiográficas y lado de extrusión discal encontrados en los lugares afectados vistos por Tomografía
Computarizada en los 12 animales positivos a hernia discal tipo 1.
2 T12-T13 x x x x Izquierdo
5 L2-L3 x x x Izquierdo
6 T13-L1 x x x x x Izquierdo
7 T12-T13 x x x Derecho
8 L2-L3 x x Izquierdo
10 L1-L2 x x x Izquierdo
11 T13-L1 x x x x Izquierdo
12 T11-T12 x x x x x Izquierdo
14 L1-L2 x x x Izquierdo
15 L1-L2 x x x x Izquierdo
16 L1-L2 x x x Derecho
a: Material discal calcificado en el canal medular, b: Estenosis del canal medular, c: Estenosis del espacio foraminal, d: Espondiloartrosis deformante, e: Esclerosis ósea,
f: Espondilosis deformante, g: Material discal calcificado en el espacio intervertebral.