Maitgarc, 307
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y paradigmas
Rafael Sáez Alonso
Universidad Complutense de Madrid
E-mail: [email protected]
RESUMEN
Desde antiguo ha existido un esfuerzo por conocer la realidad del modo más científico posible. A partir de
mil novecientos sesenta se marcan con trazos más gruesos en el ámbito de las ciencias sociales y humanas
una serie de escuelas de pensamiento que influyen y determinan las bases metodológicas de la investigación
educativa. En este artículo se presentan y sintetizan algunas de las características de la investigación en el
campo de la Educación según los paradigmas que nos llevan a constatar la pluralidad de perspectivas teóricas
y que nos hacen disponer de un marco de referencia comprensivo, diverso y complementario de métodos de
investigación para la construcción del conocimiento en ciencias sociales y humanas.
ABSTRACT
Since ancient times, there has been a desire to learn about reality in the most scientific way possible. From
1960 on, a series of more forceful schools of thought related to social and human sciences arose, with a
decisive impact on the methodological basis of educational research. This paper presents and summarises
some of the characteristics of research in education according to paradigms that lead us to confirm a variety
of theoretical perspectives, providing a comprehensive, diverse and complementary framework of research
method references for the construction of knowledge in the social and human sciences.
INTRODUCCIÓN
En torno a los años sesenta se marcan con trazos más gruesos en el ámbito de
las ciencias sociales y humanas una serie de corrientes teórico-metodológicas o
escuelas de pensamiento que se incluyen dentro de la orientación hermenéutica o
interpretativa. Los autores de estas corrientes están relacionados con sistemas filo-
sóficos, siendo algunos de sus referentes la filosofía del último Wittgenstein centra-
da en los juegos lingüísticos, la fenomenología de Husserl y Schutz y la filosofía no
analítica del pensamiento europeo.
Los paradigmas interpretativo y crítico han sido los focos polarizadores de las
inquietudes humanistas ante el creciente influjo del modelo positivista en el ámbito
de las ciencias humanas y sociales. Postulan una aproximación fenomenológica,
hermenéutica, lingüística para captar la dimensión significativa, intencional de la
acción humana. Filstead (1986) ha señalado:
ta.
Yo baso mi defensa de un enfoque de investigación comprometido abiertamente
con un orden social más justo en dos presupuestos o constataciones. Primero, esta-
mos en un período post-positivista en las ciencias humanas, un período marcado en
gran manera por un fermento metodológico y epistemológico... Segundo, el desarro-
llo de una investigación que está explícita y abiertamente comprometida con la crí-
tica a situaciones desiguales y en la construcción de una sociedad más justa (p. 257).
Sáez Carreras (1989) traduce el pensamiento de Lather afirmando que la era
post-positivista presenta como rasgos, en el terreno de las ciencias pedagógicas, la
necesidad de seguir desarrollando nuevas visiones que permitan generar conoci-
miento educativo y pedagógico; y que, como saber sistemático y organizado en
torno al objeto de estudio, la Pedagogía permita una nueva reflexión sobre la misma
naturaleza y status de este tipo de conocimiento; una nueva redefinición de las rela-
ciones entre la Teoría pedagógica y la práctica educativa; una reconsideración de la
utilización de este conocimiento obtenido en la investigación, y la utilización de
métodos contextualizados, interactivos y fomentadores de cambio. Este es el primer
supuesto de Lather que denomina "fermento metodológico y epistemológico" (p.
44-45).
Una situación post-positivista no sólo pone entre paréntesis el conocimiento
pretendidamente objetivo o neutral, el papel de las teorías para definir la práctica de
la que pretende dar cuenta, sino, incluso, la propia naturaleza de lo que se entiende
por conocimiento científico. En la actualidad estamos en un período de cambio pro-
fundo sobre nuestra comprensión del llamado conocimiento científico.
El segundo supuesto de Lather es la reconsideración de la "relevancia" o no de
las ciencias sociales y, en particular, de las pedagógicas, para la consecución de
personas, grupos y sociedades progresivamente emancipados. La teoría tiene que dar
cuenta de unas prácticas enclavadas históricamente y contextualizadas en valores. El
Post-positivismo reconoce, pues, que "el conocimiento está constituido socialmente,
enclavado históricamente y basado en valores. La teoría sirve para una función
determinada y la investigación aclara el análisis del criterio de verdad" (Hendrick,
1983, p. 507).
Cajide (1992) ha sintetizado en forma comparativa algunas de las características
de la investigación según los paradigmas cualitativo y cuantitativo. Reproducimos
la tabla que ofrece dicho autor:
digma con método e incluso técnica, en éstos se intenta delimitar dentro del mismo
paradigma naturalista la unidad de diferentes aplicaciones al ámbito de la investiga-
ción educativa (De Miguel, 1988, p. 69).
Como ya afirmamos anteriormente, este enfoque tiene sus antecedentes históri-
cos en trabajos de autores como Dilthey (1966), quien argumenta que los métodos
de las ciencias humanas deben ser hermenéuticos o interpretativos. Su posición será
adoptada por la Fenomenología de Husserl y la Sociología cualitativa de Max
Weber, en dirección contraria a la teoría social francesa de Comte y de Durkheim,
mucho más próxima a las ciencias naturales y para quienes lo que interesa son los
"hechos sociales"; es la dirección en la que se moverá la Metodología cuantitativa.
La atmósfera del paradigma cualitativo es que la vida social es creada y sosteni-
da tanto por las interpretaciones simbólicas y significativas de las gentes que se
relacionan entre sí, como por sus respectivas pautas de conducta. De esta afirmación
se desprende, en primer lugar, que la sociedad no es algo externo al hombre, inmu-
table, estático, objetivo e independiente de él. La sociedad es una construcción, algo
que se va haciendo a través de los significados y símbolos que los hombres en la
interacción comparten (Sáez Carreras, 1988, p. 46)." Los enfoques que distinguen la
vida social del trabajo en la actividad física argumentan que una de las cualidades
específicas del ser humano es el hecho de que la gente inventa símbolos para comu-
nicar significados e interpretar los acontecimientos de la vida diaria" (Popkewitz,
1988, p. 36). E insiste en esta idea: "Para la gente inmersa en el contexto zandés o
en la vida americana, las ideas, los conceptos y los lenguajes resultado de las inte-
racciones crean modos de expresión y definen las posibilidades y límites de la exis-
tencia humana" (loc. cit.).
Según el presupuesto anterior, relativo a lo social, "los significados de las accio-
nes sociales de los seres humanos que viven en sociedad" adquieren una relevancia
inusitada (Lamo de Espinosa y Carabaña, 1978, p. 177).
Las personas comparten significados acerca de las cosas, de modo tal que el
significado es algo objetivo que está ahí, en la relación, porque son los hombres los
que lo crean. "El significado de una cosa para una persona surge a partir de los
modos en que otras personas actúan hacia una persona en relación con dicha cosa;
sus acciones definen la cosa para esa persona" (Blumer, 1982, p. 4). Un acto social
es, pues, una unidad de interpretación entre dos personas que comparten sus signifi-
cados (Mead, 1972), afirma Sáez Carreras (1988, p. 46).
Algunos supuestos epistemológicos más importantes en la investigación cualita-
tiva referente al conocimiento son: la naturaleza del conocimiento y del conocimien-
to educativo no es objetiva, como en el paradigma positivista, sino subjetiva. No es
conocimiento neutro. Es relacional, según los significados de los seres humanos en
interacción. Es un conocimiento fenomenológico: tiene su sentido en la cultura y en
la comunicación donde los individuos definen sus intereses prácticos y culturales.
El modelo de cientificidad en esta concepción hermenéutica o del paradigma
objetivo es entender la forma en que cada grupo humano ve el mundo. Como méto-
do de investigación social, el objetivo principal sería además de describir culturas,
identificar pautas de comunicación social. Para Woods (1987) la Etnografía es la
"interpretación del modo de vida de una raza o grupo de individuos" (p. 18). Se
utiliza generalmente ligada al impulso que la investigación antropológica ha tenido
a lo largo del presente siglo, si bien es punto de encuentro de varias disciplinas con
la intención de describir las múltiples formas en que los seres humanos han logrado
sobrevivir, vivir y dar sentido a su vida (Aznar y Requejo, 1993, p. 144).
El enfoque etnográfico intenta describir la totalidad de un fenómeno (grupo
social, aula, etc.) en profundidad y en su ámbito natural, y comprenderlo desde el
punto de vista de los que están implicados en él. "Ir y vivir" con las personas para
estudiar sus sociedades desde dentro. En general, la Etnografía se interesa por la
especie humana, formas de vida, comportamientos, motivaciones, relaciones, for-
mas de organización, creencias, valores, intereses, roles que guían la conducta, sig-
nificado de formas simbólicas como el lenguaje...
Como rasgos más señalados (Arnal, Rincón, Latorre, 1992, p. 200) cabe desta-
car: Su carácter holista: describe los fenómenos de manera global en sus contextos
naturales, acotando el escenario complejo que encuentra y la totalidad, como ele-
mentos básicos. Su condición naturalista estudia a las personas en su hábitat natural.
El etnógrafo se apoya en las evidencias para sus concepciones y teorías lo que da al
estudio carácter fenomenológico, y se intenta descubrir los significados desde el
punto de vista de los agentes sociales. Los datos aparecen contextualizados, lo que
obliga al etnógrafo a evitar juicios de valor sobre las observaciones.
La Etnografía tiene, pues, como fin el estudio sociocultural o estilo de vida de la
sociedad, describiendo las creencias y prácticas del grupo, mostrando cómo las
diversas partes de la comunidad contribuyen a crear cultura, entendida según carac-
terísticas aunadas y durables. Esta descripción global de los procesos interactivos
implica el descubrimiento de variables importantes y periódicas en la sociedad, y de
cómo se relacionan unas con otras bajo condiciones específicas, y cómo afectan o
producen ciertos resultados y consecuencias en la sociedad (Lutz, 1986).
Knapp (1986) señala como elementos que caracterizan la investigación etnográ-
fica: 1) un acceso inicialmente exploratorio y abierto a todas las contingencias del
problema de la investigación; 2) una intensa implicación del investigador en el
entorno social que estudia como observador y participante; 3) el empleo de variedad
de métodos y técnicas cualitativos, siendo los más frecuentes la observación partici-
pante, la entrevista informal y el análisis documental, llevar un registro cuidadoso
de lo que ocurre y anotar toda clase de evidencia documental; 4) la tentativa de
comprender los acontecimientos en términos de significado; 5) el marco interpreta-
tivo que subraye el importante papel del contexto; y 6) la elaboración de los resul-
tados de la investigación en forma descriptiva con detalles suficientemente vivos
como para que el lector "sepa lo que es estar allí" (pp. 172-173).
Las fases de la investigación etnográfica están menos definidas que las de otros
métodos de investigación, pero se pueden identificar algunas. En la primera fase se
plantean cuestiones relativas a la investigación y marcos teóricos preliminares y se
selecciona un grupo para el estudio. En la segunda se aborda el acceso al escenario,
la elección de los informantes clave, el comienzo de las entrevistas y las técnicas de
recogida de datos y de registro. En la tercera se aborda la recogida de datos; y por
último, en la cuarta se lleva a cabo el análisis e interpretación de los datos (Aznar y
Requejo, 1993, pp. 155-156).
Del paradigma cuantitativo se dice que posee una concepción global positivista,
hipotético-deductiva, particularista, objetiva, orientada a los resultados y propia de
las ciencias naturales (Cook y Reichardt, 1986, p.28). También denominado empíri-
co-analítico, racionalista-tecnológico (Sáez Carreras, 1988). Esta racionalidad técni-
ca (Giroux, 1980, p. 335), este paradigma ha sido, hasta hace no mucho tiempo, el
paradigma dominante en las ciencias sociales y en las ciencias de la Educación. Un
trabajo global sobre la evolución histórica del paradigma cuantitativo puede verse en
Orden Hoz (1985, pp. IX-XXXVI). Los antecedentes de este paradigma se hallan
en el empirismo inglés de los siglos XVIII y XIX y en autores como Francis Bacon,
Comte, J. S. Mill, Durkheim.
En las Ciencias de la Educación también ha predominado este paradigma por el
deseo de sus profesionales de hacer de la Pedagogía una ciencia y no en menor
medida por intentar superar los principios y dependencias de ésta última en relación
con la Filosofía (Medina Rubio, 1992, pp. 137-156).
La epistemología positivista que está en los fundamentos del paradigma cuanti-
tativo presenta determinados supuestos sobre la concepción del mundo y el modo de
conocerlo. Algunos de ellos son: a) el mundo natural tiene existencia propia, inde-
pendientemente de quien lo estudia; b) el mundo está gobernado por leyes que per-
miten explicar, predecir y controlar los fenómenos del mundo natural y pueden ser
descubiertas y descritas de manera objetiva y libre de valor por los investigadores
con métodos adecuados; c) el conocimiento que se obtiene se considera objetivo y
factual, se basa en la experiencia y es válido para todos los tiempos y lugares, con
independencia de quien lo descubre; d) utiliza la vía hipotético-deductiva como
lógica metodológica válida para todas las ciencias; y e) defiende la existencia de
cierto grado de uniformidad y orden en la naturaleza.
En el ámbito educativo se han traducido estas generalizaciones que mejor defi-
nen la racionalidad del paradigma cuantitativo, considerando la realidad educativa,
objeto de estudio y de investigación, como una realidad natural y externa al sujeto
que investiga. Existe con independencia de este sujeto y es previa a cualquier acti-
logro y la aplicación de una ciencia que debe estar exenta de contaminaciones sub-
jetivas y que debe ser independiente de los fines y valores que las personas deman-
dan en contextos particulares (Sáez Carreras, 1988, p. 37).
La polémica sobre la posibilidad de una ciencia "libre de valores" y aséptica es
contestada dentro de los representantes de este paradigma (Suppes, 1978, p. 8). El
enfoque positivo de la educación, en conclusión, pretende describir los procesos de
educación para predecir y prescribir el comportamiento de tales procesos bajo cier-
tas condiciones.
De ahí que deba incorporarse cada vez más el control de la educación; de ahí, el que se ve la nece-
sidad de incrementar su dimensión técnica, que a su vez reclama mayores fundamentaciones cien-
tíficas, porque si bien no siempre se consiguen elaboraciones eficaces de acciones educativas ni se
logra un control sobre las intervenciones no pertinentes produciéndose interferencias, ofertas esti-
mulares contradictorias, deficientes... en definitiva "ruidos educativos" que la pedagogía intenta
progresivamente reducir, no es menos cierto que se cuenta con un repertorio (back ground) de
legalidades, dispositivos técnicos, conocimientos en suma que van posibilitando progresivamente
elaboraciones de acción educativa" (Castillejo, 1987, p. 12).
son los instrumentos (test, cuestionarios...) utilizados para estudiarle y las situacio-
nes. Si el proceso de investigación no es capaz de conseguir estas condiciones, no
podrá obtener leyes y generalizaciones tal cual es su objetivo.
Algunas líneas más significativas del proceso de investigación según el paradig-
ma racional positivo piden elaboración de un material teórico y empírico exacto
sobre la naturaleza del objeto de estudio; y en particular, selección de hipótesis a
través de instrumentos de investigación adecuados. Con tales instrumentos se eligen
ciertas dimensiones del objeto/sujeto investigado. Los resultados/datos de la inves-
tigación son evaluados y nos darán información acerca del objeto estudiado, aumen-
tando de este modo el conocimiento sobre la parcela de la realidad educativa acota-
da para el estudio.
.En resumen, la investigación desarrollada bajo los supuestos del paradigma
racional, cuantitativo, tecnológico, empírico-analítico puede definirse por las
siguientes notas en su índole científica, apriorística, cuantitativa, formal: usa técni-
cas externas y conceptos analíticos muy definidos, y obedece a propósitos teóricos
de descubrir leyes y verdades universales que permitan elaborar teorías científicas
sobre los fenómenos de la educación (Sáez Carreras, 1988, p. 42).
Cajide (1992, p. 357) resume el debate cuantitativo-cualitativo, positivismo-fe-
nomenología. El paradigma cuantitativo usa los métodos experimental y cuasi-expe-
rimental, el cualitativo emplea técnicas descriptivas (fenomenología, hermenéutica,
teoría crítica...). Sus diferencias fundamentales se basan en la concepción filosófica
y epistemológica, y no tanto en la metodológica.
El Positivismo investiga los hechos sociales a parte de las percepciones subjeti-
vas de los individuos. En la orientación cualitativa los investigadores buscan enten-
der el comportamiento humano desde perspectivas internas. Sus realidades más
significativas se encuentran en las realidades subjetivas de la percepción humana.
Esencialmente, el investigador orientado fenomenológicamente argumenta que la
persona dice lo que cree que es la verdad, y ello es más importante que cualquier
realidad objetiva. Las personas actúan sobre lo que ellos ven y creen. Esta diferencia
filosófica básica, en unión con los atributos psicológicos y sociales del investigador
individual, marcan el tono para la investigación cualitativa.
En los últimos años hemos asistido (Vázquez, 1994) a una polémica entre parti-
darios y detractores de la investigación cualitativa en contraposición de la investiga-
ción cuantitativa. Entre esas modalidades cualitativas cabe destacar la investigación
etnográfica, la investigación-acción, el método de caso, etc. Con el paso del tiempo
se está apreciando ya la debilidad de esta contraposición y aparecen trabajos que
aproximan ambos puntos de vista buscando la convergencia de una y otra modalida-
des de investigación hacia la constitución científica de la educación, sin renunciar al
adecuado rigor y sistematización del conocimiento pedagógico (Álvarez, 1986;
Sarramona, 1987; Vázquez, 1985) (pp. 54-55).
Habitualmente se nos presentan los enfoques positivista y no positivista en tér-
En el ámbito de los fenómenos educativos se pone de relieve, con especial nitidez, la inutilidad de
pretender definir una realidad objetiva que resultase idéntica desde cualquier perspectiva, y la
fertilidad de la idea de que la objetividad mayor se logra a través de la multiplicación de las pers-
pectivas y métodos desde los que se accede a los fenómenos... (M.E.C., 1989, p. 60).
Con el nombre de Teoría Crítica (Henningsen, 1984, pp. 65-74), ciencia crítica
(Popkewitz, 1988), paradigma socio-crítico (Carr y Kemmis, 1988, pp. 142-165;
Carr, 1990, pp. 103-145), racionalidad emancipadora (Giroux, 1980, p. 16), tradi-
ción reconstructivista... se configura una tercera orientación o plataforma conceptual
desde la que se legitiman un abanico amplio de teoría y propuestas, métodos de
análisis, modos de entender la práctica educativa... (Sáez Carreras, 1988, p. 54;
Romera Iruela, 2002)).
La Teoría Crítica de la ciencia es el origen y el marco de la Orientación Crítica,
o como actualmente se le denomina "paradigma crítico". Se trata de hacer ciencia
humana y social a la luz de preguntas por determinados valores, utilizando tanto
procedimientos empírico-analíticos (explicación) como hermenéuticos (compren-
sión), orientada por el interés emancipativo y dirigida a hacer una sociedad buena,
humana y racional. Habermas, por ejemplo, nos recuerda que hay que recuperar el
papel de la educación en el camino hacia "la perfección de la humanidad", como
escribía Kant. La Teoría Crítica tiene sus raíces en la tradición alemana de la escue-
la de Frankfurt. Comenzaron a desarrollarla un grupo de pensadores asociados al
Instituto de investigación Social en 1923 en dicha ciudad alemana.
Engloba filosofías derivadas del marxismo, y pretende ser una alternativa a los
modelos teóricos dominantes: Fenomenología y Neopositivismo. La Teoría Crítica
introduce de forma explícita la reflexión sobre la ideología. La ciencia tiene en su
propia constitución la ideología: es un modo de conocer producido culturalmente y
socialmente respaldado que, a su vez, configura y dirige la acción social. Los prin-
cipios de la Teoría Crítica se apoyan en Horkheimer, principal teórico, Adorno, el
neomarxismo de Apple (1986) y Giroux (1983), en la articulación de la historia de
las ideas y la teoría social, que se concreta en una teoría crítica del conocimiento de
Habermas (1984), en la extensa obra de P. Freire (1978) y en los trabajos de Carr y
Kemmis (1988): "Desde la posición crítica el enseñante tiene que desarrollar un
entendimiento sistemático de las condiciones que configuran, delimitan y determi-
nan la acción de manera que le sea posible tener en cuenta esos factores limitativos"
(p. 164).
Los pilares sobre los que se asienta esta teoría vienen dados por el proyecto de
recuperar elementos del pensamiento social, como valores, juicios e intereses, para
integrarlos en una nueva concepción de ciencia social que mantenga un concepto
riguroso del conocimiento objetivo en el estudio de la vida humana y social (Colás,
1992, p. 51). La teoría de la ciencia ha de superar las estrechas fronteras del
Empirismo lógico y del Racionalismo crítico por medio de una teoría crítica que
argumente dialéctica y reflexivamente en la totalidad social (Ursúa, 1981, p. 239).
He ahí algunos principios de esta perspectiva. a) Conocer y comprender la rea-
lidad como praxis. El tipo de explicación de la realidad que ofrece la ciencia no es
objetivo ni neutral, pues obedece a un determinado interés humano al que sirve; ni
la ciencia ni los procedimientos metodológicos empleados son asépticos, puros y
objetivos. b) Unir teoría y práctica: conocimiento, acción y valores. "La función de
crítica es comprender las relaciones entre los valores, intereses y acciones con el
objeto de ir cambiando el mundo, no simplemente describirlo"; "por ello se debe
orientar el conocimiento a emancipar al hombre e implicar al docente a partir de la
autorreflexión", afirma Popkewitz (1988, pp. 39 y 75).
La relación entre teoría y práctica se plantea en la obra de Habermas Teoría y
praxis (1987). Distingue Habermas tres funciones mediadoras entre ellas: 1)
Formación y generalización de teoremas críticos que se muestran consistentes a
través del discurso científico. 2) Organización de procesos de ilustración, en donde
son aplicados dichos teoremas y puestos a prueba mediante procesos de reflexión
desarrollados en el interior de ciertos grupos a quienes se dirigen dichos procesos.
3) Selección de estrategias adecuadas.
Para Habermas (1984) no hay conocimiento sin interés. La razón humana está
imbrincada con el interés. Todo conocimiento está regido por unos intereses que en
cierto modo le dan sentido, ya que se constituyen en sus impulsores. Como citamos
anteriormente, las ciencias de la naturaleza están impulsadas por el interés técni-
co-instrumental; y las ciencias humanas (ciencias histórico-hermenéuticas) por el
interés emancipativo (pp. 169-171).
La crítica del conocimiento en busca de la verdad sólo puede hacerse por el
diálogo intersubjetivo en el seno de una sociedad crítica. Con otras palabras Young
(1993) afirma que Habermas criticaba la idea predominante del conocimiento cien-
tífico por ser, no sólo una idea mezquina de la ciencia sin rechazar la ciencia en su
concepto, sino también por su tendencia a suponer que el científico es la única forma
de conocimiento, despreciando la lingüística, el conocimiento cultural, y semejantes.
Veía que los obstáculos a la racionalidad provenían de muchas fuentes, entre ellas,
las profundidades psicológicas de la ciencia, personalidad de los científicos, de su
situación social, histórica y psicológica así como de su origen social y cultural (p.
18). Por ello Habermas atenderá más detalladamente a la interacción social entre los
individuos y, en especial, a su comunicación. Como el conocimiento humano es
siempre una interpretación humana, el hombre se ve abocado a confrontar sus inter-
pretaciones con los demás hombres. La verdad se alcanza por consenso resultante de
las condiciones bajo las cuales los sujetos pueden aumentar su capacidad de autodeterminación a
la hora de adquirir conocimiento acerca de la condición humana" (Heron, 1981, p. 155).
Llegados a este punto, conviene recoger algunas conclusiones que surgen del
análisis histórico desarrollado.
Desde Platón a la Edad Moderna y hasta nuestros días, los investigadores, llá-
mense filósofos o científicos, han afirmado siempre y de múltiples maneras la
importancia fundamental que tiene reflexionar sobre la ciencia y el conocimiento
científico y las formas de analizarlo, construirlo y desarrollarlo. Nos parece que este
deseo es necesario sembrarlo en los alumnos a través de la disciplina Bases
Metodológicas de la Investigación Educativa.
La metodología de la ciencia, esto es, el conocimiento acerca de las formas
ordenadas de proceder en la adquisición y desarrollo del conocimiento de la realidad
se observa a través del estudio de la historia de las ciencias como un ejercicio de
analizar, describir, corregir, justificar y cambiar los procedimientos utilizados; de
modo sistemático, metódico y crítico, para conseguir un conocimiento cada vez más
eficaz y adecuado en las investigaciones que se realizan.
Los pensadores del Neopositivismo del Círculo de Viena y los del Racionalismo
Crítico potencian considerablemente la Epistemología y la Metodología de la
Ciencia. La aparición de nuevas ideas, nuevas teorías y nuevas ciencias intervienen
en este desarrollo del conocimiento científico.
La actual teoría de la ciencia comprueba que no se ha llegado a un consenso
acerca de la naturaleza de la ciencia, de lo que significa el conocimiento científico
y de los métodos para adquirirlo. Sin embargo, todos los investigadores coinciden
en que la ciencia es la forma más desarrollada, completa y apreciable del saber. El
contenido de la ciencia se va adquiriendo históricamente; no es algo dado de una vez
por todas; conlleva un carácter dinámico, como algo que hay que construir y recons-
truir a cada paso de la historia. La ciencia no es, pues, un producto hecho, sino que
ha de ser construida. Se va considerando aceptada la aportación de la historia y la
sociología de la ciencia para la reconstrucción racional de las teorías científicas.
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