Reseña Sobre Strix Hispánica de Marcelo Campagne

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Monografía sobre la novela: “El Nombre de la Rosa”, de Umberto Eco.

Título: La crisis de la Iglesia Católica en el siglo XIV.


¿Cisma de fe o conflicto político y de poder?
Indice:
1. Introducción.
2. Contexto histórico.
3. La disputa entre Juan XXII y Ludovico el Bavaro.
4. La doctrina de los franciscanos espirituales.
5. El debate sobre la pobreza de Cristo y sus implicaciones políticas en la novela: “El Nombre de
la Rosa”.
6. Comentarios finales.
7. Bibliografía.

1.
La crisis del siglo XIV supuso muchos cambios para la Europa medieval.
Los enfrentamientos del siglo XIII entre el papado y los emperadores alemanes fueron uno de los
factores que quebraron el sistema de la cristiandad medieval.
Pero no se inició entonces una simple crisis política, sino un verdadero cambio de orientación que
preludiaba una nueva edad.
En el ámbito político se inició un proceso particularista y centralista que imitaron todos los estados,
incluido el estado papal.
En el terreno cultural los comienzos del renacimiento se dieron en un ambiente de aprecio por la
ciencia entendida en sentido moderno y con la popularización del saber.
Pero lo más significativo de todo el periodo fueron los grandes enfrentamientos en las relaciones entre
el poder espiritual y el temporal, lo que provoco un afán de reformas dentro de la Iglesia
La novela histórica: “El nombre de la rosa”, nos proporciona riquísimos elementos para analizar los
conflictos suscitados en este periodo.
El objetivo de este informe es analizar y comprobar como detrás de la disputa ideológica sobre la
pobreza de Cristo y de la Iglesia, representada por los franciscanos espirituales y la delegación del

1
papado de Avignon, se esconde la lucha política por el poder entre el Papa Juan XXII y el emperador
Ludovico el Bávaro.

2.
La novela nos presenta a Adso de Melk, un viejo monje benedictino, que desde el recuerdo nos sitúa en
Noviembre de 1327 cuando acompañó al fraile franciscano Guillermo de Baskerville rumbo a una
abadía situada en la región de los Apeninos para resolver, por encargo del Abad, una serie de crímenes
suscitados en ella.
En dicho complejo tendría lugar también una reunión entre los franciscanos espirituales y los enviados
del papado de Avignon para discutir la pobreza de Cristo.
Esta situación se daba en el contexto de la disputa entre el papa Juan XXII y el emperador Ludovico:
“El señor me concede la gracia de dar fiel testimonio de los acontecimientos que se
produjeron en la abadía cuyo nombre incluso conviene ahora cubrir con un piadoso
manto de silencio, hacia finales del año 1327, cuando el emperador Ludovico entró en
Italia para restaurar la dignidad del sacro imperio romano, según los designios del
Altísimo y para confusión del infame usurpador simoníaco y heresiarca que en Aviñón
deshonró el santo nombre del apóstol (me refiero al alma pecadora de Jacques de
Cahors, al que los impíos veneran como Juan XXII).”1

3.
En el año 1309, el papa Clemente V traslado la corte papal de Roma hacia Avignon en un intento de
mantener una estrecha relación con el emperador alemán y con el rey Felipe IV de Francia dando
origen a la llamada “cautividad de Babilonia”, en la que el papado estuvo bajo los designios de la
impronta francesa.
A la muerte de Clemente V (21 de Abril de 1314) se abrió un periodo de disputas que duro dos años, el
cual llego a su fin cuando el rey Felipe V de Francia convoco a los cardenales y los forzó a elegir un
nuevo pontífice; el elegido fue Jacques de Cahors, nombrado como Juan XXII.
Al llegar al poder, el nuevo pontífice, creyó tener el derecho hegemónico del poder tal como lo habían
ostentado sus antepasados bajo las normas de la ideología Hierocratica.

1
Eco Umberto: “El nombre de la rosa”, pág. 11.

2
Esta ideología defendía que el papa, como sucesor de San Pedro, podía y debía dirigir a la comunidad
de los creyentes.
La función del papa equivalía a la de un verdadero monarca que podía gobernar a la comunidad a él
encomendada. Las leyes promulgadas por el pontífice, de acuerdo a sus funciones jurisdiccionales
supremas, eran los medios de que se valía para el desempeño de su función. Estas leyes tenían validez
universal y afectaban a cualquier asunto relacionado con los intereses de la comunidad cristiana.
Ni lo temporal ni los gobernantes temporales podían gozar dentro de este esquema de una posición
autónoma e independiente. El pontífice ejercía su autoridad sobre los príncipes de modo directo en las
cosas espirituales; el poder ejercido indirectamente en los asuntos sociales y políticos era una
derivación del poder espiritual.
Las intenciones de Juan XXII de gobernar sobre el mundo europeo chocaron con las intenciones de
Ludovico de dominar Roma y Europa bajo la egida del Sacro Imperio Romano.
Adso de Melk nos introduce en los eventos:
“Pues bien, en 1314 cinco príncipes alemanes habían elegido en Frankfurt a Ludovico de
Baviera como supremo gobernante del imperio. Pero el mismo día, en la orilla opuesta
del Main, el conde palatino del Rin y el arzobispo de Colonia habían elegido para la
misma dignidad a Federico de Austria. Dos emperadores para una sola sede y un solo
papa para dos: situación que, sin duda, engendraría grandes desórdenes...
En 1322 Ludovico el Bávaro derrotaba a su rival Federico. Si se había sentido
amenazado por dos emperadores, Juan juzgó aún más peligroso a uno solo, de modo
que decidió excomulgarlo; Ludovico, por su parte, declaró herético al papa”.2
Fue así que Ludovico declaro hereje al papa, mediante un manifiesto publico llamado Sachsenahuse,
alegando que el mismo negaba la pobreza absoluta de Cristo apoyándose en las declaraciones que los
franciscanos espirituales habían proclamado sobre la verdad de la fe y la pobreza de Cristo y las
doctrinas del Defendor Pacis de Marsilio de Padua, las cuales atacaban profundamente el abuso del
poder pontificio y a su autoridad temporal.
Para Marsilio, el papa no gozaba de especial potestad y tenía solo carácter sacerdotal. La jerarquía era
de institución humana, la iglesia carecía de poder de jurisdicción y los clérigos lo recibían de los
príncipes. En suma la iglesia debía someterse al estado.

2
Eco Umberto: “El nombre de la rosa”, pág. 12.

3
En la novela, Guillermo de Baskervielle, hace referencia a Marsilio de Padua y a sus ideas en una
conversación que sostiene con Ubertino da Casale cuando se encuentra con este durante el horario de
sexta del primer día:
“He estudiado, he encontrado amigos muy sabios. Más tarde conocí a Marsilio, me
atrajeron sus ideas sobre el imperio, sobre el pueblo, sobre una nueva ley para los reinos
de la tierra, y así acabé formando parte del grupo de hermanos nuestros que están
aconsejando al emperador”.3

4.
El conflicto detallado anteriormente provoco, por otro lado, una disputa interna dentro de la iglesia y
las órdenes religiosas puesto que los franciscanos espirituales, en el año 1322 en el capítulo de Perusa
(celebrado del 30 de Mayo al 7 de Junio) y a instancias de su capitán general Michele de Cesana,
declararon como verdad de la fe la pobreza absoluta de Cristo y sus apóstoles en contra de Juan XXII al
que reprochaban el abandono de la sencillez y pobreza de la Iglesia de los apóstoles.
Además, la polémica adquirió una dimensión filosófica cuando filósofos y teólogos como Guillermo de
Ockham y, el anteriormente mencionado Marsilio de Padua, sostuvieron las teorías absolutistas y la
independencia del estado del control de la iglesia.
Guillermo de Ockham en su obra “Compendium errorum papae Johannis XXII” defiende una rigurosa
noción de la pobreza en contra de la actitud mediadora del papa. Para Ockham era necesario que la
iglesia se reforme volviendo a la pobreza evangélica, sin ambiciones terrenales ni aspiraciones
autoritarias. Para este teólogo el papa tiene un poder limitado ya que su poder fue instituido a favor de
sus súbditos y no para quitarles a estos aquella libertad, que es la clave de las enseñanzas de Cristo.
Según Guillermo de Ockham, el papa no puede legislar para todo el pueblo en lo que refiere a
cuestiones temporales que entran bajo la competencia del emperador.
La autoridad imperial no procede de Dios, por lo tanto hay que eliminar toda jurisdicción del papado
con respecto al imperio.
Las tesis de Guillermo de Ockham están presentes en el discurso que Guillermo de Baskervielle
profiere a las dos delegaciones el quinto día durante el horario de tercia y que relata Adso de Melk:

3
Eco Umberto: “El nombre de la rosa”, pág. 49.

4
“Como se sabe, lo que el papa dice sobre las cosas divinas vale tanto para los súbditos del rey de
Francia como para los del rey de Inglaterra, pero también debe valer para los súbditos del Gran Kan
o del sultán de los infieles, porque precisamente se los llama infieles debido a que no son fieles a esta
bella verdad. Y, por consiguiente, si el papa considerase que tiene jurisdicción temporal en su carácter
de papa sólo sobre las cosas del imperio, podría sospecharse que, al coincidir la jurisdicción temporal
con la espiritual, no sólo no tendría jurisdicción espiritual sobre los sarracenos o los tártaros, sino
tampoco sobre los franceses y los ingleses, lo que constituiría una blasfemia criminal. Precisamente
por eso, concluía mi maestro, quizá fuese justo afirmar que la iglesia de Aviñón injuriaba a toda la
humanidad cuando sostenía que era de su incumbencia aprobar o suspender al que había
sido electo emperador de los romanos.
El papa no tiene sobre el imperio más derechos que sobre los otros reinos, y como no están sujetos a la
aprobación del papa ni el rey de Francia ni el sultán, no se ve por qué sí deba estarlo el emperador de
los alemanes y de los italianos. Ese sometimiento no es de derecho divino, porque las escrituras no lo
mencionan. Y en virtud de las razones ya dichas, tampoco está consagrado por el derecho de gentes”.4
El papa Juan XXII condenó en 1323 las proposiciones de los franciscanos mediante la decretal Cum
inter nonnullos y los declaro herejes
Por este motivo el emperador Ludovico vio con buenos ojos la postura de los franciscanos, decidió
apoyarlos y darles refugio en su corte para que se unan a su causa.
Adso de Melk nos deja constancia del tratamiento de dichos eventos en la novela:
“Supongo que fue entonces cuando Ludovico pensó que los franciscanos, ya enemigos del papa,
podían ser poderosos aliados suyos. Al afirmar la pobreza de Cristo, reforzaban, de alguna manera,
las ideas de los teólogos imperiales, Marsilio de Padua y Juan de Gianduno. Por último, no muchos
meses antes de los acontecimientos que estoy relatando, Ludovico, que había llegado a un acuerdo con
el derrotado Federico, entraba en Italia, era coronado en Milán, se enfrentaba con los Visconti -que,
sin embargo, lo habían acogido favorablemente, ponía sitio a Pisa, nombraba vicario imperial a
Castruccio, duque de Luca y Pistoia (y creo que cometió un error porque, salvo Uguccione della
Faggiola, nunca conocí un hombre más cruel), y ya se disponía a marchar hacia Roma, llamado por
Sciarra Colonna, señor del lugar”.5

4
Eco Umberto: “El nombre de la rosa”, pág. 266.
5
Eco Umberto: “El nombre de la rosa”, pág. 12.

5
La posición de la Iglesia frente a los postulados de los franciscanos espirituales se pueden observar en
la escena que tiene lugar en la nona del quinto día en la que el cillerero Remigio es juzgado por los
crímenes de los homicidios transcurridos en la Abadía y también por ser sospechoso de herejía.
El juicio es llevado a cabo por el Inquisidor Bernardo Gui y durante el transcurso del mismo califica las
ideas de los franciscanos como “infamia de la depravación herética” o “mala hierba” y llamando a los
mismos como “perversos mentirosos que se creen los únicos sucesores de los apóstoles”
5.
El debate ideológico entre las dos posturas se dará en la escena que transcurre el quinto día durante el
horario de prima.
Adso se dirige a la sala capitular, a pedido de Guillermo, para presenciar el concilio sobre la pobreza de
Jesús entre los franciscanos y la delegación enviada por el papa y tomar notas del mismo.
Ambas legaciones se encontraban sentadas unos frente a otros en sillones dispuestos en semicírculos y
en el medio se ubicaba una mesa donde se encontraban sentados el Abad Abbone y el cardenal
Bertrando.
Por el lado de los franciscanos se encontraban presentes Michele da Cesena, fray Arnaldo de Aquitania,
fray Hugo da Newcastle y fray Guillermo Alnwick, el obispo de Caffa y Berengario Talloni junto a
otros franciscanos provenientes de la corte de Avignon..
Del lado de los enviados del papa estaban Lorenzo Decoalcone, el obispo de Padua, Jean D’ Anneaux
(doctor en teología de Paris), Bernardo Gui y el dominico Jean de Baune.
La sesión fue abierta por el abad Abbone, quien presento la tesis propuesta en el capítulo de Perusa por
los franciscanos sobre la pobreza de Cristo y los apóstoles la cual postulaba que estos renunciaron a
todo bien material para dar ejemplo de vida perfecta. Esta verdad, la cual los franciscanos deducían de
las santas escrituras, debía aplicarse a toda la vida católica.
Se comenta también que en el año 1317, el papa Juan XXII, dio su consentimiento al capítulo de Perusa
pero que luego cambiaría su posición condenando dicha tesis por medio de la bula papal Cum Inter
Nonnullos.
En dicho momento intervino el cardenal Bertrando mencionando que el cambio de postura del papa se
dio cuando Ludovico el Bávaro adopto la tesis en el 1324.
La escena continúa con la exposición de Ubertino de Casale sobre las razones de la tesis del capítulo de
Perusa. Por el lado contrario se levantó Jean D’ Anneaux para refutar los dichos de Ubertino.

6
Esto provoco qué fray Girolamo (el obispo de Caffa) interviniera para apoyar la postura de Ubertino de
Casale.
La reunión continuo con la intervención del obispo de Alborea quien comenzó a criticar a los
franciscanos sugiriendo que estos tienen más iglesias y riquezas que los dominicos.
En este momento la discusión comienza a subir de tono y da comienzo una riña entre ambas
delegaciones.
Mientras se dan estos hechos, Adso le pregunta a su maestro Guillermo si existen otros argumentos
para defender la pobreza o no de Cristo, con lo que este último le contesta que lo importante es si la
iglesia debe o no ser pobre, que la pobreza no se refiere a la posesión o no de un palacio como a la
conservación o la pérdida del derecho de legislar sobre las cosas terrenales.
Aquí es donde Adso comprende él porque del apoyo del emperador Ludovico a la posición de los
franciscanos.
Guillermo le comenta a Adso que se encuentra atrapado entre dos posturas, quiere que el imperio apoye
a los franciscanos pero sabe que el emperador no es muy distinto del papa.
La disputa entre las legaciones continúo con agresiones de ambos lados a pesar de la intervención de
los arqueros, de Bernardo Gui y del Abad.
En esta escena se puede observar como detrás de ambas posturas en el debate sobre la pobreza de Jesús
y la Iglesia se encuentra instalada la lucha por el poder político que enfrentaba al estado papal con los
reinos europeos, particularmente en este caso la lucha entre el papa Juan XXII y el emperador
Ludovico el Bávaro.
La orden los franciscanos y la tesis del capítulo de Perusa atentaban contra los intereses políticos y de
poder de la iglesia católica y como así también criticaban la creciente acumulación de riquezas del
papado de Avignon.
El emperador Ludovico refugio en su corte a los franciscanos espirituales para contar con el apoyo de
estos para deponer al papa Juan XXII y poder así nombrar un papa a fin a sus intereses.
Es destacable en esta escena la visión que da Guillermo de Baskervielle sobre esta disputa de poder
cuando le refiere a Adso que lo que importa no es la pobreza de Cristo, sino la pobreza o no de la
Iglesia, de quien debe regir los destinos de los gobiernos humanos y de como para Guillermo, tanto
Ludovico como el papa no son tan distintos uno de otro y lo que realmente buscan es legitimar su poder
y de cómo ambos utilizan la causa de los francisanos para lograr su objetivo.

7
6.
De lo desarrollado anteriormente podemos afirmar que el debate acerca de la pobreza de Cristo entre
las dos posturas enfrentadas fue una lucha secundaria que ocultaba el verdadero conflicto que se había
desatado en aquella época el cual era la puja de poder entre el emperador Ludovico y el papa Juan
XXII.
Por un lado el emperador había abrazado la pobreza de Cristo como excusa para condenar al Papa y
sumar adeptos a su causa. La posición del pontífice fue la contraria al condenar a los franciscanos por
herejía.
Se puede confirmar que ambos utilizaron la postura de los franciscanos para sus propios fines políticos
independientemente de si creían o no en la veracidad de la misma.
La novela nos deja una clara afirmación de estos hechos en las palabras que Guillermo de Baskervielle
le refiere a su aprendiz en el apartado anterior y también son reconfirmadas por Adso de Melk en los
acontecimientos relatados en el último folio una vez que abandonan la abadía luego de los terribles
hechos ocurridos en la misma.
En este folio Adso comenta los acontecimientos acaecidos en la ciudad de Roma.
El emperador, ya situado en la ciudad donde fue coronado por el pueblo, eligió a Nicolás V como
antipapa y comenzó una cacería de torturas y ejecuciones a todos aquellos que fueran adeptos de Juan
XXII generando un conflicto en la ciudad santa.
Adso relata que el emperador gobernaba mal, luchaba contra los señores locales y se apoderaba del
dinero publico ofreciéndonos de esta manera un claro ejemplo de que los ideales de pobreza que alguna
vez había abrazado el emperador nada tenían que ver con lo que realmente realizaba en sus actos de
gobierno.

8
Bibliografía.
 Eco, Umberto, “El nombre de la rosa”, Bomipiani, Milan, 1980, Debolsillo, Bs.As,
2015.
 Montero, Enrique, “El mundo medieval en el nombre de la rosa de Umberto Eco”,
Revista de Filología Románica N° 4, Universidad Complutense de Madrid, 1986.
 Peña Eguren, Esteban, “La Filosofía política de Guillermo de Ockham”, Ediciones
Encuentro, Madrid, 2005.

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