Cruel Historia de Un Pobre Lobo Hambriento
Cruel Historia de Un Pobre Lobo Hambriento
Cruel Historia de Un Pobre Lobo Hambriento
hambriento
—¿Y cuentos, don sapo? ¿A los pichones de la gente le gustan los
cuentos? —preguntó el piojo.
—Muchísimo.
—¡Uf! un montón.
—Les voy a contar uno que pasa en un bosque. Resulta que había una
niñita que se llamaba Caperucita Roja y que iba por medio del bosque a
visitar a su abuelita. Iba con una canasta llena de riquísimas empanadas
que le había dado su mamá...
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cabeza del ñandú—. A los que tenemos patas largas nos gustan los
cuentos de miedo.
—No sé muy bien —dijo el sapo—, pero la gente dice así. Cuando se
ponen a contar un cuento a cada rato dicen tú y vosotros. Se ve que eso
les gusta.
—Mire m'hijo, parece que así está escrito en esos libros de dónde sacan
los cuentos.
—No, ahí no. Se ve que les da por ese lado cuando escriben.
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El lobo salió corriendo a todo lo que daba y Caperucita, lo más tranquila,
se puso a juntar flores.
—¡Pero don sapo —dijo el coatí—, esa Caperucita era medio pavota!
—Sí, pobre —dijo el zorro—, qué hambre tendría para comerse una
vieja.
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comerse a la vieja para conseguir una pobre casita. Ni siquiera sé si hizo
buen negocio.
—No, no, pobre lobo. El hambre que tendría para comer tan apurado.
—¿Y esos cuentos les cuentan a los pichones de la gente? ¿No son un
poco crueles?
—Sí, don sapo —dijo el piojo—, yo creo que son un poco crueles. No se
puede andar jugando con el hambre de un pobre animal.