Oca So Desire Nas
Oca So Desire Nas
Oca So Desire Nas
DE SIRENAS
MANATIES
EN EL
SIGLO XVI
por
JOSE DURAND
dibujos de
BIBLIOTECA
ELVIRA GASCON
INSTITUTO DE CiENCIAS
DHL MAR Y LIMNOLOGIA
TEZONTLE
I
Primera edición, 1950
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CíH^° fuí>N
RAIMUNDO LIDA
MAR- 91 s
The manatí is said to be the origin of
many legend of mermaids, while the Ama-
zonian species is the object of superstitious
reverence by the Indians.
Encielopaedia Britannica.
9
nos presenta locamente trastrocado. Por ha¬
ber sido el más ilustre representante de la
ciencia natural de su tiempo, Plinio continúa
en desprestigio; la culpa no es suya, es de
la historia. Lo que era saber se convierte en
disonante capricho y el postumo espejismo
adquiere extraña ironía.
Así ocurre por momentos en este libro.
Cuatro siglos de distancia hacen las cuatro
caras de un prisma; sólo a su través percibi¬
mos la imagen tornasolada, graciosamente
disforme, de la ciencia natural que embebía
a los cronistas indianos. Los soldados espa¬
ñoles iban recorriendo América mudos de
sorpresa; para ellos, los prodigios se multi¬
plicaban en una conejera de desvarios. De
estas jubilosas versiones de un mundo alu¬
cinante se tenían que valer los cronistas para
componer su obra. Por mucho que quisieran
atemperarlas, la fuerza irreprimible de esas
imaginaciones entusiastas ha saltado por en¬
cima de todos los diques literarios, llegando
hasta nosotros hecha mosaico de falsas y
verdaderas maravillas.
10
Entre ellas se cuentan algunas acerca del
manatí, bastantes como para hacer el libro
que ofrecemos. Este libro podría subtitular¬
se, excediendo su ambición, América en la
fantasía europea. Los pasajes que, espiga¬
dos en forma de antología, sirven de refe¬
rencia documental a nuestros propios co¬
mentarios, son casi siempre de excelente lec¬
tura, a la cual exhortamos. Esos deliciosos
capítulos de Anglería y Gomara sobre el
manatí domesticado, esas páginas de Oviedo
y del mismo Anglería sobre el pez-rémora,
no podrán ser omitidas por el lector.
La mayor parte de los autores que citamos
pertenece al siglo xvi: Pedro Mártir, Oviedo,
Las Casas, Gomara, Acosta, etc. También
incluimos textos de época más reciente, que
amplían los anteriores y en ocasiones les sir¬
ven de comento. Por lo demás, queda fuera
de nuestra intención agotar el tema. Sea
nuestro libro, más bien, cordial antesala al
mundo de los manatíes. En ella oiremos
afirmar al doctor Huerta que se estima
este pescado “por el mejor del mundo ', al
11
cronista Oviedo, llamándolo ‘'singular y pre¬
cioso si los hay en el mundo”; y, en fin, sa¬
bremos que el conquistador Salinas Loyola,
seducido por la magnificencia del animal,
equivoca el nombre y escribe magnatí.
Advertencia a los puristas: aunque la
Academia no registra femenino de manatí, e
identifica manatí y manato, nosotros, un tan¬
to arbitrariamente, llamaremos manatinas a
las hembras y manato se reservará para los
manatíes jóvenes. A semejanza, pues, de
jabalí, jabato, jabalina.
Gracias, en fin, a todos los que han con¬
tribuido a este maniatizar —por decirlo con
palabra especialmente inventada por el sabio
profesor Agustín Millares Cario.
MANATÍES Y SIRENAS
rir!
Medio siglo después del descubrimiento
de América, habla Pero Mexía de una sirena
cogida en una red junto con otros pescados.
La pobrecilla se mostró tan acongojada, y
eran tantas las lágrimas que recorrían su
carita pálida, que los rústicos pescadores se
compadecieron de ella. Afanados, hicieron
cuanto les cupo en mente para reanimarla,
hasta que al fin pudieron devolverla al seno
vivificante de los mares; allí se perdió para
siempre jamás. Ya por entonces las sirenas
regateaban sus encuentros con los hombres;
ahora no nos queda de ellas sino el recuerdo
15
roto de unos datos ineficaces; pétalos dor¬
midos, tristemente deshojados, que no pue¬
den hacer ya otra nueva rosa. Porque a la
verdad, ¿cuál es la arquitectura de la rosa?
De la sirena viva, hecha por su propia her¬
mosura y también por los ojos de los hom¬
bres inmaculadamente sensibles, de las sire¬
nas confiadas hasta la audacia de trepar por
las naos, nada sabemos ya.
41
k.
PEDRO MÁRTIR
DE ANGLERÍA
1 Cf. pp. 52 5.
45
FRANCISCO LÓPEZ
DE GOMARA
1 Con cada cuatro uñas ‘cada uno con cuatro uñas’; este
uso de cada es frecuente en la obra de Gomara.
2 Sufría ‘soportaba, aceptaba’.
47
una vez sin pesadumbre ninguna. Y así tenían
con él grandísimo pasatiempo los indios. Quiso
un español saber si tenía tan duro cuero como
decían. Llamó “¡Mato, Mato!”, y en viniéndole
arrojóle una lanza, que, aunque no lo hirió, ío
lastimó. Y de allí adelante no salía del agua si
había hombres vestidos y barbudos como cristia¬
nos, por más que lo llamasen. Creció mucho Ha-
tibónico, entró por Guainabo y llevóse al buen
Mato manatí a la mar donde naciera, y quedaron
muy tristes Caramalexi y sus vasallos.
ANTONIO DE
torquemada
Fue secretario del conde de Benavente, y autor
de Coloquios satíricos, de la novela de ca¬
ballería Olivante de Laura y del Jardín de
flores curiosas. En esta última obra, apare¬
cida después de su muerte, “había gastado
mucho tiempo ’, según afirma la licencia de
impresión. “El. autor —escribe Alfonso Re-
Ycs~> discreto y mesurado en su juventud,
según puede verse en los Coloquios, se fué
torciendo y amanerando con los años; si no
en el decir, al menos en el pencar.” La edición
princeps del Jardín es de Salamanca, 1570.
Me deja atribulado
su enigma de no ser
ni carne ni pescado. )
1 De suso ‘arriba’.
2 Terná ‘tendrá’.
63
dañar3 ni corromper. Yo lo he llevado desde
aquesta ciudad de Santo Domingo de la isla
Española hasta la ciudad de Ávila, en España,
el año de mil e quinientos e treinta e un años,
estando allí la Emperatriz, nuestra señora. Y
en Castilla parece esta cecina que es de la muy
buena de Inglaterra cuanto a la vista; pero co¬
cida parece que come hombre muy buen atún,4
o mejor sabor que de atún es el que tiene. Fi¬
nalmente, es muy singular e precioso pescado,
si los hay en el mundo.
. . . Estos animales tienen ciertas piedras o
huesos en la cabeza, entre los sesos o meollo; la
cual piedra es muy útil para el mal de la ijada,
según acá se platica e afirman personas tocadas
de tal enfermedad; e para esto dicen que mue¬
len esta piedra, después de la haber bien que¬
mado; e aquel polvo, molido e cernido, tómalo
el paciente después que amanece por la mañana,
en ayunas, tanta parte de ello como se podrá
tomar con una blanca o con un jaqués de Ara¬
gón, en un trago de muy buen vino blanco; y
bebiéndolo así algunas mañanas continuadamen-
65
cronista Pedro Mártir0 dice que tomó el nombre
del lago Guaniabo, lo cual es falso; e así como
en esta Isla Española le quitaron su nombre e
le dieron éste, así en la Tierra Firme, que hay
muchos de estos pescados, los nombran diversa¬
mente, según la diferencia de los lenguajes de
las provincias, donde los hay en aquellas partes.
No tienen orejas, sino unos agujeros pequeños
por oídos. El cuero parece como de un puerco
que está pelado o chamuscado con fuego. Es la
color parda y tiene algunos pelicos raros; y el
cuero es tan gordo como un dedo, e curándolo
al sol se hacen de él buenas correas e suelas
para zapatos e para otros provechos. Y la cola
de él, de la cintura que he dicho adelante, toda
ella hácenla pedazos e tiénenla cuatro o cinco
días o más al sol (la cual parece como nervio
toda ella), e desque está enjuta, quéinanla en
una sartén, o, mejor diciendo, fríenla e sacan
de ella mucha manteca, en la cual cuasi toda
se convierte, quedando poca cibera o cosa que
desechar de ella. Y esta manteca es la mejor
que se sabe para guisar huevos fritos, porque
aunque sea de días, nunca tiene rancio ni mal
c Déc. III, lib. VIH, cap. i; como se ve, Oviedo equivoca
a Pedro Mártir, quizás porque hablaba de memoria, o bien
porque^ entendió mal la concordancia latina. Lo que dice
Anglena es que el lago tomó el nombre de “lago del manatí”;
no la inversa, como cree Oviedo.
66
sabor, y es muy buena para arder en el candil,
e aun se dice que es medecinal. Tiene el manatí
dos tetas en los pechos el que es hembra, e así
pare dos hijos, e los cría a la teta. Lo cual nun¬
ca oí decir sino de este pescado y del viejo ma¬
rino o lobo marino.1
FRAY BARTOLOMÉ DE
LAS CASAS
7 En el mismo Oviedo, lib. XIII, cap. vi: “... del lobo ma-
• riño, que Plinio llama viejo marino” (lib. IX, cap. xvn).
67
luenga; 1 éstos se mantienen de yerba, la que
nace en el agua dulce junto a las riberas. Son
tan grandes como grandes terneras, sin pies, sino
con sus aletas, con que nadan, y bien tienen tanto
y medio como una ternera; no es pescado dé
escama, sino de cuero como el de las toninas o
atunes, o como de ballenas; el que lo comiese
delante quien no supiese qué era, en Viernes
Santo, creería que comía propia carne, porque
así lo parece. Es muy más sabroso y precioso
que ternera, mayormente los que se toman pe¬
queños, echados en adobo como se suele comer
la ternera.
Apologética historia de las Indias, cap. X.
FRAY TORIBIO
M O T O L I N í A
i Gomara.
71
partes, bajas, que no es pescado que sabe an¬
dar en hondo, y llevan sus harpones atados en
sus- sogas con boyas al cabo; hallados, los har-
ponean y suéltanles las sogas y las boyas, y
ellos con el dolor de las heridas, huyen a una
y otra parte por lo bajo y de poca agua, que
jamás van a lo hondo de la mar, ni saben; y
como son tan grandes, van turbando el cieno; y
tan sanguíneos, que se van desangrando. Y así,
con la señal del cieno los siguen en sus bar¬
quillos los indios, y después los hallan con sus
boyas y sacan. Es pescado de mucha recreación
y provecho, porque son todos carne y manteca.
JOSÉ DE ACOSTA
BALTASAR DORANTES
DE CARRANZA
75
ALEXANDER VON
HUMBOLDT
i
tras Viva, si no se le saca fuera del agua reco¬
giendo poco a poco el cordel; pues en cuanto ve
el fulgor del aire abandona la presa. Así le¬
vantada ésta muy cerca de la superficie, se arro¬
jan al mar tantos pescadores cuantos se necesi¬
ten para sujetarla, hasta que sus compañeros la
cogen desde la barca. Subida a bordo, alargan
toda la cuerda que sea menester para que el
cazador vuelva a su puesto dentro del agua, y
allí, con otro cordel, le dan de comer de la mis¬
ma presa. Los indígenas llaman a ese pez guai¬
cán; los nuestros reverso, porque caza vuelto
boca arriba. Regalaron a los nuestros cuatro
tortugas cogidas de ese modo, que casi llenaban
la barquichuela.
90
GONZALO FERNÁNDEZ
DE OVIEDO
ANTONIO DE TORQUEMADA
97
sica, y también de los mochachos, y que mu¬
chas veces los han traído encima de sus espaldas.
BALTASAR DORANTES
DE CARRANZA
JOSÉ GUMILLA
1 Recuerda Oviedo que Plinio, lib. IX, cap. xvn, “dice que
los animales de agua que son vestidos de pelo no paren huevos,
sino animales, así como son pistre, ballena, viejo marino, a
los cuales llama vacas marinas”. Con el tiempo, vaca marina
ha pasado a ser exclusivamente ‘manatí’.
99
desagüe de la laguna que han escogido para
almacén de pescado, porque no se le puede dar
otro nombre a la abundancia que allí encierran
para muchos meses. Concurre toda la gente del
pueblo, forman estacas de largo competente, y
muy gruesas, para que resistan a los golpes y
avenidas de los disformes peces, que, a tro¬
pas dan repetidos y casi continuos asaltos con¬
tra la estacada, buscando el centro del río. Po¬
nen las estacas bien clavadas y juntas, tanto,
que dan paso al agua, pero no al pescado de
primera magnitud, ni a las tortugas. Refuerzan
su estacada con vigas fuertes, que, atravesando
la canal de barranca a barranca, hacen espalda
a las estacas; y para mayor seguridad, apun¬
talan con troncos firmes estas vigas, que sirven
de atravesaños. Parecerá ocioso tanto trabajo,
pero las avenidas de manatíes que porfían con¬
tra esta tapa son tales y tantas, que el año que
sólo la refuerzan- dos o tres veces es feliz. No
es ponderable, ni cabe en la pluma expresar la
multitud de peces grandes que queda asegurada
a la disposición de los indios. Podráse colegir
por el que sacaron en la laguna Guariruana, en
la grande persecución de los caribes del año de
1735. Juntaron los misioneros en aquel pueblo
de San Ignacio de Guamos hasta noventa hom-
100
bies de armas, para que junio con los indios
hiciesen frente a los rebatos y avenidas de los
caribes, que habían protestado no volverse a
sus tierras sin destruir del todo nuestras misio¬
nes; para lo cual, con arte diabólica, cortaron
los platanales, arrancaron los yucales y pegaron
fuego a las trojes de maíz, para hacer más cruda
guerra con la hambre que con sus armas. El
bagre, cachama, morcoto, laulau y manatí asa¬
do servían de pan a los noventa huéspedes y
a los indios del pueblo; y el mismo pescado
servía de guisado en ollas de vianda. Excesivo
consumo, pero llevadero a vista de la laguna,
que bien tapada daba largo y sobrado abasto a
todos cada día y todos los meses que se hubo
de mantener la dicha guarnición. Todas las
mañanas traían dos lanchas cargadas de manatí
y otros pescados y tortugas. Y cuando era me¬
nester, traían por las tardes las lanchas con se¬
gunda carga, sin que este gasto tan grande hicie¬
se disminución conocida en dicha laguna; en tal
manera, que, llegado el tiempo de destapar las
lagunas para que el pescado que sobra se vuelva
al río y no muera por falta de agua, se olvida¬
ron los indios de quitar la tapa de esta laguna
a su tiempo. Y cuando se acordaron y fueron,
según me aseguró como testigo de vista el padre
101
Bernardo Rotella, misionero de los guamos,
hallaron muertos más de tres mil manatíes, y
otra grande multitud de pescado. Porque, no
habiendo quedado sino media vara de agua,
todo aquel a quien daba el sol en el lomo iba
muriendo; y sola la inmensidad de tortugas,
que se contentan con poca agua, estaba domi¬
nante, y con ellas se fué manteniendo la gente
mucho tiempo. De modo que la abundancia de
pescado y tortugas del Orinoco, apenas es creí¬
ble a los que la ven y tocan con sus manos.
Ni por eso dejan de pescar en los ríos pe¬
queños y arroyos, para variar de plato u de
divertimiento. Dos especies de raíces crían
para este propósito: la una llaman cuna, crece
al modo de la alfalfa y cría la raíz semejante
a los nabos, menos en el olor y sabor; uno y
otro son tan molestos para el pescado, que, ma¬
chacadas algunas raíces y lavadas en el agua,
lo mismo es oler su actividad que embriagarse
y atontarse los peces, de modo que con la mano
los van pasando a los canastos los indios. El
resto del pescado huye apresuradamente, agua
arriba y abajo. Los que tiran hacia arriba, se
encuentran con una fila de indios, que, apo¬
rreando el agua con garrotes, los hacen revolver
con los demás, agua abajo, para su ruina, por'
102
dos o tres credos. Y lo mismo es asomarse que
clavarle un recio arpón de dos lengüetas, el cual
está prendido en una soga muy fuerte y larga,
hecha de cuero de manatí, que es mucho más
grueso que el cuero de buey; la otra punta de
la soga está atada en la proa de la canoa. Lue¬
go que el manatí se siente herido, corre con
la velocidad de un rayo, a veces una legua, a
veces más, llevando tras sí la canoa, en la cual,
con ambas manos y con mucho riesgo, se afian¬
zan el marido y la mujer. Luego que paró el
manatí, lo va llamando por la soga, poco a
poco, el indio; hasta que, ya cercano, reconoce
el pez la canoa y emprende segunda carrera
con la misma velocidad, pero no tan larga. Llá¬
malo por la soga segunda vez, y al acercarse
toma tercera carrera, en la cual infaliblemente
se cansa y se sobreagua boca arriba, ya sin
fuerza. Entonces llegan con la canoa, le abren
el vientre, y luego que le entra el agua por la
herida se muere.
Y ahora ¿qué hacemos en medio de un río
de una legua de ancho con un manatí de veinte
y aun de treinta arrobas, casi tan largo como la
canoa? ¿Cómo entre solos marido y mujer me¬
terán dentro de la canoa el manatí, en sitio don¬
de no hay fondo para afirmar los pies? La
103
que los más se aturden con la fuerza de la cuna.
Los mayores, que corren más y tienen mayor
resistencia, se encuentran en el río atajado con
un cañizo algo más alto que el agua. Topan,
vuelven atrás, vuelven a encontrar con el olor
de la cuna, y, redoblando la fuerza, dan un
salto sobre el cañizo de la tapa, y caen sobre
otro cañizo grande, que a espaldas de la tapa
tienen prevenido los pescadores. Y así no hay
por donde evadir la trampa. Esta es pesquería
muy divertida, y de ordinario muy alegre para
los indios, porque a este, un pescado al saltar
le da en la cara, al otro en las costillas; los
restantes hacen trisca y lo celebran con chacota,
y luego les sucede lo mismo, de que se ríen.
La otra raíz'con que pescan a este mismo
modo se llama barbasco; es del mismo color y
hechura que el de un tronco de parra, y tiene
también la fuerza de la cuna. . .
:l Cf. pp. 24 s.
105
m
ALEXANDER VON
HUMBOLDT
Como se verá, los datos de Humboldt con¬
firman los de Gumilla respecto a la pesca
del manatí, y dan testimonio de que las
terribles matanzas continuaban en los dos
últimos años del xviii.
4.
LOS MANATÍES EN LA ACADEMIA
J
Por mucho tiempo confundieron los ma¬
natíes la soberbia de los sabios; viejos zoólo¬
gos cayeron en incontables malentendidos,
relacionándolos de manera absurda con otros
animales. A su vez, la Real Academia pres¬
tó su Diccionario para el recrudecimiento de
esos errores, conservándolos, celosamente
hasta muchos años después de cpie los natu¬
ralistas pudieron rectificarse. Y aun hoy los
reales académicos dejan en silencio a los du-
gongos, hermanos de los manatíes en aguas
asiáticas.
118
y tiene solos dos pies, con que nada, que salen
como brazos de los hombros. Vase estrechando
desde en medio hasta la cola. Son sus ojos peque¬
ños, el color pardillo, y suele tener veinte pies
de largo. La hembra tiene dos grandes tetas,
con cuya leche cría sus hijos, los cuales pare
vivos, como animal de tierra. Suélenlos matar
paciendo yerba a las orillas de los ríos, adonde
suben del mar. Y también siendo pequeños
los asen en las mismas aguas con redes. Y así
cuenta Gomara en la Historia general de las In¬
dias que asió uno el cacique Caramatexi, y le
crió veinte y seis años en una laguna que llaman
Guainabo, cerca de adonde aquel cacique vivía;
y hízose tan manso y tratable, que ningún delfín
podía serlo más. Venía llamándole Mato, y
comía de la mano cuanto le daban. Retozaba a
la ribera con los muchachos y con los hombres,
y mostraba gran contento y deleite cuando can¬
taban. Sufría que subiesen encima de él, y pa¬
saba los hombres de una parte a otra de la
laguna, sin zambullirlos; y llevaba diez; de
una vez, sin pesadumbre alguna. Pero aunque
se amansan de esta suerte, y son tan dóciles para
lo que quieran enseñarles, no se olvidan de las
injurias que reciben, como se vió en este mismo.
Que tirándole un español una lanza, por ver si
119
tenía el cuero tan recio como decían, de allí
adelante nunca salía del agua si había hombres
barbados y vestidos como españoles. La carne
de éstos, siendo fresca, sabe a ternera, y salada
tiene gusto de atún, aunque es mejor y se con¬
serva más tiempo. Su manteca es muy buena, y
nunca se enrancia. Adoban con ella su mismo
cuero para hacer del calzado y otras cosas. Di¬
cen que en las cabezas de éstos se crían unas
piedras muy provechosas contra las piedras de
los ríñones, y para los dolores de ijada.
Ibid., fol. 432 r
DICCIONARIO de
autoridades
Confundiendo el manato y el marrajo, los
académicos creen que el manatí se parece al
tiburón. Siguen minuciosamente los equívo-
eos de Huerta y afirman además que “se
cria en el mar índico”.
El libro del padre Alonso de Sandoval se
denomina Naturaleza, policía sagrada y pro¬
ana, costumbres, ritos, disciplina y catecismo
de todos etíopes, Sevilla, 1627. Como diji¬
mos, el padre Sandoval parece referirse a!
dugongo.
121
que no manos, sino unas aletas que le comienzan
desde el codo. El rostro es chato, redondo y dis¬
forme, y la boca semejante a la de la raya, llena
de dientes como la de un perro, con cuatro col¬
millos de a tercia, como los de un jabalí; las
ventanas de las narices más grandes, parecidas
a las de un becerro. La piel del vientre es blanca
y blanda, y por la espalda áspera y dura. Del
vientre abajo tiene una cola muy larga, con ale¬
tas, como las del cazón. Cuando le matan gime
como una persona, y tarda mucho en morir fuera
del agua. Hállanse muchos a lo largo de la cos¬
ta del sur. Lat. Piscis mulier. Sandov. Hist.
Ethiop., lib. 3, cap. 18: “Llámase pexemuller por
la grande semejanza que tiene desde el vientre
hasta el cuello con los hombres y mujeres.”
ADIÓS
E l
ÍNDICE
Preámbulo. 9
Manatíes y sirenas . 13
Cristóbal Colón . 22
José Gumilla. 23
Un manatí renacentista . 27
Pedro Mártir de Anglería . 42
Francisco López de Gomara. 45
Antonio de Torquemada. 40
129
Juan de Salinas Loyola (
Adiós . 123
Q>