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IE Revista de Investigación Educativa de la REDIECH

ISSN: 2007-4336
ISSN: 2448-8550
[email protected]
Red de Investigadores Educativos Chihuahua A. C.
México

Guzmán Ventura, Rosario; Moctezuma Franco, Abraham


Abandono escolar en la educación media superior de México
IE Revista de Investigación Educativa de la REDIECH, vol. 14, e1578, 2023, Enero-Diciembre
Red de Investigadores Educativos Chihuahua A. C.
Chihuahua, México

DOI: https://doi.org/10.33010/ie_rie_rediech.v14i0.1578

Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=521674411009

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ie revista de investigación educativa de la Rediech
vol. 14 • 2023 • e1578 • ISSN: 2448-8550 1
revista de
investigación
educativa
de la Rediech
• Volumen 14 • 2023 • e1578 • ISSN: 2448-8550 •

Abandono escolar en la educación media superior de México


High School dropouts in Mexico

Rosario Guzmán Ventura


Abraham Moctezuma Franco

Resumen Abstract
El reconocimiento de la educación como parte de los derechos The acknowledgement of education as part of the fundamental
fundamentales es, hasta ahora, un discurso con frecuencia va- rights is, until now, an often empty discourse. There is a great
cío. México tiene un gran reto para garantizar este importante challenge in Mexico to guarantee this important right. It is es-
derecho. Es indispensable pensar en políticas y estrategias sential to think about policies and strategies capable to retain
capaces de retener a los estudiantes en las aulas de educación high school students in the classroom, avoiding the school
media superior (EMS), evitando el abandono escolar que afecta dropout that affects about eight hundred thousand students
a cerca de ochocientos mil estudiantes cada año escolar. Se rea- every school year. Here is a brief review of the state-of-the-art
liza un breve repaso al estado del arte en el que se encontraron where different types of conceptualizations were found, it is a
diferentes tipos de conceptualizaciones, es una concepción que changing concept throughout the time, but the most important
se mantiene en movimiento a través del tiempo, pero lo más thing is the critical coincidence against the concept of deser-
importante es la coincidencia crítica contra el concepto de tion, to name this educational phenomenon, because of the
deserción, para nombrar este fenómeno educativo, debido a la stigmatization of the students. The purpose of this essay is to
estigmatización de los estudiantes. El propósito de este ensayo reflect on the complex situation of this phenomenon to reach
es reflexionar sobre la compleja situación de este fenómeno a good solution. A qualitative methodology from the recent
para llegar a una buena solución. Se utiliza una metodología theoretical and conceptual contributions around the abandon-
cualitativa a partir de las recientes contribuciones teóricas y ment and school climate is used here. The essay is divided
conceptuales en torno al abandono y el clima escolar. El ensayo as follows: first, the state-of-the-art about school dropout is
se divide de la siguiente manera: en primer lugar se presenta el documented; secondly, this paper focuses in the high school
estado del arte sobre el abandono escolar; en segundo lugar, climate and, finally, it offers a multifactorial interpretation
el trabajo de investigación se concentra en el clima escolar, y between dropout and school climate.
finalmente se ofrece una interpretación multifactorial entre el
Keywords: Abandonment, school environment, education, stu-
abandono y el clima escolar.
dents, young people.
Palabras clave: Abandono, ambiente escolar, educación, estu-
diantes, jóvenes.

Recibido: 9 de mayo de 2022 | Aprobado: 4 de marzo de 2023 | Publicado: 15 de marzo de 2023


https://doi.org/10.33010/ie_rie_rediech.v14i0.1578

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Introducción
El presente ensayo se enfoca de manera específica en el abandono escolar que acon-
tece en la educación media superior.1 Esta cuestión es un problema emergente que
visualiza y pone de manifiesto que el discurso del derecho a la educación está lejos
de ser una real garantía de cumplimiento y exhibe la necesidad urgente de repensar
las políticas del sistema educativo nacional (SEN) para que los y las estudiantes de
entre 15-17 años (INEE, 2019) ingresen, permanezcan y egresen, en los tiempos
formalmente establecidos para alcanzarlo.
Lo que viven las comunidades escolares, como organización, va de la mano con
las relaciones interpersonales que pueden experimentar y adquirir los estudiantes
como parte de su formación personal, académica y social. Todas las vivencias que
suceden dentro de la institución educativa con los directivos, maestras, maestros,
cuerpo administrativo, compañeras, compañeros y demás personal de la escuela,
configuran lo que se denomina clima escolar, con este concepto se hace referencia a
las percepciones, las sensaciones y los sentimientos, la comunicación, como los hilos
que tejen esa compleja madeja de seres humanos en acción educativa.
Los jóvenes-estudiantes (Weiss, 2018) conviven con distintas condiciones per-
sonales, familiares, económicas y sociales durante su trayectoria escolar. Algunas de
ellas son tan agudas y graves que les impiden lograr la eficiencia terminal.
Es decir, el clima escolar, es un fenómeno que se construye en las escuelas y
muchas veces ni siquiera es perceptible, pues la organización vertical y los compor-
tamientos autoritarios se normalizan casi siempre en perjuicio del eslabón más débil
de la comunidad escolar: los estudiantes, de modo que las distintas condiciones que
vive el educando, dentro y fuera de la escuela, pueden liberar una serie de condiciones
de posibilidad para superar el retiro voluntario o involuntario de los bachilleratos,
o hacen altamente probable el abandono definitivo del sistema escolar. Por ello se
________________________________________________
1
Este ensayo forma parte de una investigación doctoral intitulada “Abandono escolar”, en proceso
de obtención del grado académico en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Rosario Guzmán Ventura. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México. Es estudiante del Doctorado en Investigación
e Innovación Educativa de la Facultad de Filosofía y Letras (BUAP) y becaria por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
(Conacyt). Maestra en Ciencias Políticas (BUAP) y Licenciada en Administración Educativa por la Universidad Pedagógica Na-
cional (UPN) en Puebla. Se especializa en el fenómeno de abandono escolar en la educación media superior. Correo electrónico:
[email protected]. ID: https://orcid.org/0000-0002-0262-0620.
Abraham Moctezuma Franco. Profesor-Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México. Es Doctor
en Historia por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la BUAP y labora en el Colegio de
Historia y en el Doctorado en Investigación e Innovación Educativa (DIIE) de la misma institución. Miembro del Sistema Nacional
de Investigadores (SNI), Nivel I. Premio Nacional en Teoría de la Historia Edmundo O’Gorman. Cuenta con obra publicada:
La historiografía en disputa, además de artículos en revistas científicas y capítulos de libros. Correo electrónico: amf6808@gmail.
com. ID: https://orcid.org/0000-0002-4398-4340.
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considera relevante un acercamiento a la compresión del fenómeno del abandono


escolar en la educación media superior.

Abandono escolar
El concepto de abandono escolar permite pensar la separación entre la escuela y el edu-
cando. En palabras de Van Dijk (2012), las políticas educativas dirigidas a lo público
reconocen a este evento como un acto de deserción, y en correspondencia sancionan
de forma simbólica al estudiante que, por motivos vinculados a condiciones econó-
micas, se retira de la escuela. Se considera que ese grave giro lingüístico genera un
conjunto de prejuicios sociales contra los jóvenes.
La importancia de este fenómeno comenzó a ser documentada a partir de la
década de los cuarenta (Lunazzi, 1940, citado en Rocca, 1999). Vale la pena detenerse
en este autor porque es uno de los pioneros en el estudio del abandono. Para Lunazzi
(1940, citado en Rojas, 1952), “es un fenómeno que considera un año de estudios
aislado y radica en un proceso que viene operándose desde el primer año de ingreso
en un plantel de educación. Es un problema colateral al de la asistencia escolar” (p.
84). Sin embargo, el sentido cambia profundamente cuando se convierte en exclu-
yente y estigmatizante sobre los estudiantes, cuando se lanza el concepto a la manera
de un proyectil, pues se caracteriza como un “lastre peligroso (que) constituye en la
vagancia y la delincuencia infantil y juvenil” (Rojas, 1952, p. 84).
Para este tiempo, apunta Silva (2006, citado en Sesento y Lucio, 2018), “el tér-
mino desertor lleva consigo la connotación de fracaso, por lo que en muchos casos
socialmente se ve a las personas que abandonan sus estudios como fracasados” (p. 3).
Sin embargo, esa concepción ha sido suficientemente criticada, porque los estudiantes
excluidos de la formación académica son seres humanos que necesitan ser valorados
más allá de adjetivos peyorativos como “fracaso”, “deserción”, “abandono”, y, desde
luego, más allá de las frías e impersonales estadísticas educativas.
Las estadísticas internacionales de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE) ubican a México en el primer lugar en deserción
escolar entre jóvenes de 15 a 18 años y concluye que el país atraviesa una falla es-
tructural (Poy, 2013). Durante algunas décadas de la segunda mitad del siglo XX –y
hasta principios del siglo XXI– este fenómeno global ha sido calificado en el sistema
educativo, no obstante, con el paso del tiempo la academia observó críticas al con-
cepto de deserción escolar.
Así asoman al escenario del debate educativo conceptualizaciones tales como
desafiliación institucional, retiro voluntario e involuntario, absentismo, deserción,
ausencia, desanclaje secular, expulsión escolar, abandono prematuro, interrupción de
la escolaridad, desgaste y abandono escolar, entre otros (Tinto, 1989; Navarro, 2001;
Muñoz et al., 2005; González, 2006; Van Dijk, 2012; Estrada, 2014; Steinberg, 2014;
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Suárez-Montes y Díaz-Subieta, 2015; Cuéllar, 2017, Silva y Weiss, 2018; Plasencia,


2020).
En ese contexto es posible identificar el fenómeno como multifactorial. Para
fines de este ensayo se toma el concepto de abandono escolar como una representación
del desamparo de los estudiantes frente a las demandas del sistema educativo formal.
Por ello, el interés es invertir el sentido peyorativo tradicional del abandono escolar;
en realidad se sostiene que, por el contrario, es el sistema educativo el que abandona
a esos estudiantes.
Dentro de la literatura sobre el tema se encuentra, como se menciona, que el
abandono escolar se refiere a la interrupción de escolaridad durante el año lectivo
(Steinberg, 2014). Ese argumento enfatiza la idea de que el sistema educativo trae
como consecuencia el desenganche escolar, en especial si la reprobación y las carencias
económicas se acrecentan de forma sistemática, el fardo crece con los grados y se
acumula al final la carga de los periodos anteriores para alcanzar el triste desenlace.
Salvà-Mut et al. (2014) conceptualizan el desastre como la culminación de un
proceso que se alimentó de una forma dinámica y finalizó en el retiro del estudiante.
El curso del abandono castiga primordialmente al educando. Por lo tanto, la escuela
necesita comprometerse, por lo menos, con dos elementos centrales: el académico y
el social. El primer compromiso se concentra en los aprendizajes del alumnado y en
la formalidad escolar, y el segundo se refiere a lo informal, a la manera en la que las
prácticas escolares consensuadas desarrollan el currículo, pues con sustento en reglas
no escritas despliegan un currículo oculto más pertinente para construir herramientas
de aprendizaje vinculado a la comunidad.
La gravedad del fenómeno que se revisa obliga a considerar que es urgente
construir una perspectiva analítica multifactorial que conjugue las distintas miradas
teóricas en torno al abandono escolar. Se piensa en una mirada capaz de incluir en
la comprensión las condiciones de vida, las circunstancias, el trayecto escolar y los
factores socioeconómicos que orientan las acciones del sujeto.
Los conceptos de abandono y deserción estudiantiles se han empleado para expli-
car la desunión del estudio formal y los matriculados (Ramírez et al., 2016). Otra
definición de deserción estudiantil es cuando el alumno no logra culminar su prepara-
ción académica (Suárez-Montes y Díaz-Subieta, 2015). Asimismo, Holgueras (2016)
define el abandono educativo temprano como un acto de todos aquellos que se retiraron
del sistema educativo sin adquirir la preparación apropiada para desenvolverse en el
ámbito técnico moderno.
Los autores anteriormente mencionados, con sus diferentes conceptualizaciones,
coinciden en que el abandono de los espacios escolares puede observarse como un
distanciamiento de ambas partes, tanto del sistema educativo como del educando. Y
las desventajas siempre comprometen al futuro horizonte del estudiante.
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Como se ha visto, existen distintas conceptualizaciones del abandono escolar,


algunos incluso lo clasifican por periodos: precoz, temprano y tardío (García y Soto,
2014). El abandono precoz se refiere al alumno que es aceptado por la escuela, pero
el estudiante no se inscribe. Por otro lado, el abandono temprano se describe como
aquel alumno que se retira durante los primeros periodos. Y por último, el abandono
tardío acontece cuando el alumno deja los estudios en los últimos semestres.
En esa misma línea, Muñoz et al. (2005) consideran que el abandono prematuro
se origina por el atraso escolar, los niños y niñas que reprueban son fuertes candidatos
a la desafiliación del sistema escolar. La conclusión es incuestionable: los estudiantes
abandonan por causas externas a los procesos educativos. Son factores exógenos los
que determinan el desarrollo pedagógico de los alumnos, esto se refiere a las condi-
ciones de posibilidad de desarrollo humano, fuerzas determinantes del proceso de
ingreso, permanencia y egreso de los educandos; es decir, a los modos de habitar el
mundo de las familias mexicanas y situaciones de pobreza que frecuentemente son
acompañadas de violencia familiar.
No es posible pensar en el abandono escolar sin enfocarse al contexto que habitan,
a las condiciones de desarrollo humano de los estudiantes. En el abandono escolar
se expresa el malestar de la relación entre organización social e institución educativa.
Suele ocurrir que la escuela, al conocer las causas del abandono del alumno, aplica
un reglamento severo que termina excluyendo a los educandos de la protección del
derecho a la educación, ya no se diga a la educación como un derecho social fun-
damental, entendido como libertades que se caracterizan por ser la base sin la cual
muchos otros derechos son imposibles; es decir, los derechos vinculantes en torno
a la educación, la salud, la vivienda y el trabajo (Rodríguez, 2009).
En los hechos, para el registro oficial, la organización escolar reporta que el
alumno, por libre voluntad, decidió retirarse, sin responsabilidad para nadie, para
ninguna autoridad educativa, y es que, como dejaron claro Muñoz et al. (2005), la
responsabilidad mayor reside en condiciones exógenas. Aquí se genera una cuestión
si la distancia del tiempo anula las conclusiones y se encuentra que las condiciones
de posibilidad siguen vigentes para los estudiantes más pobres de México, con una
diferencia: hoy la bestia del abandono, como se dará a conocer posteriormente, clava
sus colmillos sobre la juventud matriculada en el sistema de educación media superior.
Ahora bien, concentrados en el sistema escolar, como si no hubiera un contexto
determinante, es necesaria la revisión de la manera en que la comunidad escolar con-
tribuye a la permanencia o abandono de los y las jóvenes inscritos en la educación
media superior. El registro de abandono fue decisión libre y voluntaria del estudiante,
como si un sistema solo estuviese compuesto por uno de los actores de la organización
escolar. Un sistema conjuga muchos actores complejamente interconectados. Si se
olvida ese principio puede conducir a promover, lamentablemente, la estigmatización
del fenómeno del abandono escolar.
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Entre los estudios recientes sobre abandono escolar en la educación media su-
perior se encuentra una gran coincidencia, pues lo caracterizan como un fenómeno
multifacético Necochea et al. (2017) apuntan que es necesario situar el origen del
abandono en los problemas económicos y los conflictos familiares que determinan
los aprendizajes de los jóvenes, en el deficiente rendimiento escolar, y ciertamente
por decisión personal.
La desmotivación de los estudiantes a causa de que la comunidad escolar no
cumple con sus expectativas también es un factor relevante como elemento de ob-
servación (García y Soto, 2014) que puede propiciar el abandono de los estudios.
Eduardo Weiss enfatiza en su estudio “Los significados del bachillerato para
los jóvenes y la permanencia escolar en México” (Weiss, 2012) que algunos de los
elementos que deben ser valorados a la hora de pensar en el abandono de los estu-
diantes de la educación media superior son los institucionales y, desde luego, los ya
mencionados que excluyen a los jóvenes más desfavorecidos. Los jóvenes-estudiantes,
término que el experto en educación acuñó, pasan la mayor parte de su juventud
en la escuela, por ello experimentan una dualidad en su trayectoria escolar, porque
la formación de la escuela incluye exclusivamente al estudiante, pero olvida muchas
veces el nudo de contradicciones que los agitan, se encuentra sin condiciones para
atender el estado socio-emocional de la juventud.
Otro estudio clasifica los factores de riesgo del abandono temprano e identifica
tres categorías: microsocial, mesosocial y macrosocial.
En la primera categoría, la microsocial, aparecen tres dimensiones que son: las
características individuales, las relaciones interpersonales y las familiares. A su vez, los
factores de las características individuales quedan divididos en generales y los relacio-
nados propiamente con la escuela. Entre los factores generales de las características
individuales se encuentran las bajas aspiraciones estudiantiles, la baja autoestima, la
salud física y mental referida al comportamiento de los jóvenes. También se consideran
las emociones, adicciones y embarazo adolescente, que influyen en la permanencia o
abandono escolar. En la segunda característica, vinculada con la escuela, encontramos:
ausencia de relaciones significativas entre compañeros, falta de orientación educativa
de personas adultas, y la tercera y muy triste: omisión de lazos amorosos familiares
y bajas expectativas de superación familiar.
La categoría mesosocial, apuntan los autores, se divide en tres dimensiones: la
escuela, los grupos de iguales y la comunidad. Los factores que acompañan a estas
dimensiones son, a su vez: el clima escolar, el clima del aula, la orientación perso-
nal, escolar y profesional inadecuada, las actitudes, las relaciones significativas entre
estudiantes y profesores, salones pequeños, pedagogía inapropiada y ausencia de
políticas escolares para retener a los y las estudiantes. En la dimensión grupo de
iguales aparecen las amistades indisciplinadas y sin preparación académica. En tercer
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lugar: los trabajos que ofrecen una amplia gama de oportunidades sin necesidad de
estudios y título académico que los alientan al mercado de trabajo; sin pasar por alto
la degradación económica y social de los títulos universitarios.
Por último, en la categoría macrosocial se identifican tres dimensiones: sistema
de educación y formación; relaciones entre formación y empleo, y valores sociales
dominantes. El primero se refiere, entre otros, a la normatividad, la gestión, los pro-
gramas de prevención del abandono escolar, el presupuesto destinado a la educación.
El segundo, a las relaciones entre formación y empleo, incluye: oferta de empleo,
oportunidades y expectativas que ofrece el sector laboral. Y la tercera dimensión, va-
lores sociales dominantes, se refiere a factores como: sociedad que valora el consumo,
la atracción por el éxito inmediato, el placer del presente sin interés por el futuro, la
escasa valoración social de la educación y la ausencia de culturas de la juventud en
la cultura escolar.
El conjunto de estudios aquí citados revela que los jóvenes tienen una lucha
permanente dentro de las aulas, es decir, terminan por agotar las fuerzas debido al
nivel de complejidad del monstruo que enfrentan, un sistema cada vez más insensible.
Por otra parte, los estudios arrojan evidencias en el sentido de que las condi-
ciones de desigualdad educativa, la situación económica, es un factor principal para
permanecer en la escuela (Miranda, 2018). Sin embargo, no se puede aludir solo a ese
diagnóstico, porque existen otros elementos que alimentan la sombra del abandono
escolar poniendo en riesgo la estabilidad formativa de los adolescentes.
Los estudiantes, en la situación actual, pueden o no comprender la gravedad del
problema, no obstante, lo cierto es que muchas veces cargan con la responsabilidad
de ser alumnos no aptos para la escuela. Así, el fenómeno trasciende más allá de las
fronteras de la escuela.
La conceptualización oficial del término abandono escolar no ha cambiado mucho
con el tiempo, pero el contenido del mismo se enriquece con el sentido que cada
investigador otorga al fenómeno: algunos lo comprenden desde un enfoque organi-
zacional, psicológico, cultural, histórico, sociológico, etcétera.
Ahora existen más investigaciones y otras miradas para la comprensión del
fenómeno que yace en las instalaciones educativas y al parecer es invisible, pero se
objetiva en el retiro de los alumnos, como lo muestran las estadísticas nacionales de
abandono escolar en la educación media superior. Cuando se estudia el problema
desde distintas perspectivas metodológicas es posible que se piense en la construcción
de herramientas eficientes para reducir esa fuente de desescolarización.
Las diferentes miradas del fenómeno permiten considerar que el abandono escolar
es un problema de mayor importancia si se analiza desde la perspectiva de la educación
como derecho social fundamental (Rodríguez, 2009), porque no solo sigue latente,
sino que con la pandemia tiende a incrementarse, como lo registran las estadísticas
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sobre abandono escolar que nos hablan de cientos de miles de jóvenes fuera de la
escuela. Son ellos quienes padecerán carencias futuras de protección social, empleo,
un hogar digno y el alimento que, por derecho, les corresponde.

Clima escolar como elemento de riesgo del abandono escolar


En este apartado se considera uno de los factores de la categoría mesosocial, el clima
escolar, como elemento relevante del abandono escolar. Se retoma el clima como un
escenario que posibilita la comprensión del tema estudiado. Lo anterior se apoya en
el estudio de Salvá-Mut et al. (2014), quienes clasifican en tres grandes categorías los
factores de riesgo del abandono: microsocial, mesosocial y macrosocial.
El clima escolar, obvio es decirlo, se encuentra en todas las instituciones educa-
tivas, y aunque a veces pasa desapercibido, los estudios recientes muestran el papel
sustantivo que desempeña en la formación y permanencia de los estudiantes en las
escuelas. La palabra “clima” aplicada al ámbito educativo contiene distintas concep-
tualizaciones; así, se encuentra referida al clima organizacional, clima laboral, clima
institucional, clima universitario, clima educativo, clima social, clima social escolar,
ambiente laboral, ambiente escolar y entorno escolar (Mújica y Pérez, 2007; Blanco,
2009; Aron et al., 2012; Herrera et al., 2014).
El reconocimiento de la variedad teórica y las conceptualizaciones de los climas
ofrece una gama de significados y definiciones, pero sin duda, aunque tiene distin-
tos sinónimos, el clima puede ser entendido como la percepción de las relaciones
que establecen los integrantes de la organización; relaciones que, de acuerdo con el
contexto, transforman su comportamiento de manera favorable o desfavorable. El
estudio del clima laboral, es necesario enfatizarlo, se originó durante la década de
los treinta por la preocupación de entender el comportamiento de los trabajadores
en las industrias. Kurt Lewin, una de las figuras más emblemáticas de la psicología
social y la psicología de las organizaciones, consideró que para comprender dicho
comportamiento se requiere conocer el entorno y la conducta (Crespo, 1995).
Por otra parte, trasladando este comportamiento del sector productivo a la escuela
como organización social donde se comparten saberes, culturas y prácticas pedagó-
gicas, se observa que el clima escolar, conceptualizado como las percepciones de los
integrantes educativos que se interrelacionan (Herrera et al., 2014), es un elemento que
no puede pasar desapercibido dentro las escuelas. Aunque todos los actores educativos
son parte del clima escolar y sostienen a la escuela, los estudiantes son indispensables
porque se encuentran en formación y asimilan con facilidad las prácticas escolares y
las complejas relaciones que se tejen en el espacio educativo. Dicho de otra manera,
los alumnos son los actores principales y le dan vida a la escuela.
Entre los autores que han profundizado y conceptualizado mejor el clima escolar
en el sistema educativo nacional se encuentra Blanco (2011), quien considera el clima
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como la integración de la comunidad donde se coordinan y comparten significados,


objetivos, valores, normas y motivos. Los anteriores elementos se relacionan con el
sentimiento de comunidad, en el que se involucra un nosotros que permite pensar en
el otro, considerando la comprensión y empatía para la formación de vínculos inter-
personales que se manifiestan en el reconocimiento, la colaboración y la cooperación
de actividades organizativas. Dicho con otras palabras: el clima escolar es observar y
ser consciente de las percepciones y sensaciones que comparte la comunidad.
El clima escolar también se puede plantear como un ideal ambiente interno que
se siente, pero que no puede ser palpable (Caligiore y Díaz, 2003). El clima escolar
se compone de las distintas percepciones de los miembros de la organización. Mo-
dificar su ejercicio no es tarea sencilla, porque la cultura de la escuela, los ritos, las
costumbres y las prácticas son cuestiones que prevalecen internamente. El clima, de
tal forma, se entiende como la captura de la imagen que se materializa en los trámites
administrativos y en el trato escolar.
Los educandos, como parte de la organización, también experimentan una forma
de clima en la diaria convivencia en los salones. Imaginar una escuela sin alumnos
no tendría mucho sentido.
Para Aron et al. (2012), los climas sociales posibilitan propiciar u obstaculizar
conductas, porque se pueden construir percepciones agradables o desagradables.
El clima tiene la capacidad de generar vínculos entre alumnos, formando actitudes
creativas o paralizando iniciativas dependiendo del clima que perciban. El clima social,
más amplio, puede referirse a lo que perciben en los distintos aspectos del ambiente
donde realizan sus funciones escolares, la experiencia que tienen los individuos dentro
de la comunidad o el sistema escolar entendiendo cómo son las normas y creencias
que los caracterizan.
Dentro del clima escolar, según Treviño et al. (2013), se pueden identificar cua-
tro dimensiones: organización del aula, bullying, violencia escolar y convivencia. Los
autores analizaron la relación entre las cuatro dimensiones y la estructura del clima
escolar y concluyeron que las dimensiones comparten una misma estructura factorial
que no permiten su desvinculación, formando un mismo constructo, y recomiendan
mejorar la medición de variables para próximas investigaciones.

Relación entre abandono y clima escolar


El abandono escolar está entre las problemáticas sociales que necesitan urgentemente
ser atendidas en México. Según las cifras de la Comisión Nacional para la Mejora
Continua de la Educación, durante el ciclo escolar 2019-2020 se desprendieron de
la educación formal más de un millón de estudiantes, que para dicho periodo ya no
se encontraban dentro del sistema educativo (Mejoredu, 2021). Y en la educación
media superior es posible afirmar que cerca de 800 mil jóvenes también se fueron de
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las aulas (INEE, 2019). Asimismo, aunado a esto, las esperanzas de una vida mejor
se frustraron por distintas causas.
De tal forma, el abandono escolar en la educación media superior se revela como
una amenaza de carácter estructural. Esto es, si no se atiende con pertinencia la gra-
vedad del problema en muy poco tiempo, quizá se encuentre frente a un escenario
irreversible. Lamentablemente, como también lo muestran varios estudios, la tragedia
se ensaña con las poblaciones más pobres y vulnerables del mundo (Espinoza-Díaz
et al., 2014).
Las abismales desigualdades sociales entre los mexicanos, otro problema estruc-
tural (Blanco, 2009), son las fuerzas más poderosas para comprender el fenómeno del
abandono escolar, como lo dejó muy claro hace algunos años Blanco (2011) sobre
la relación que existe entre la desigualdad y las oportunidades educativas que afectan
drásticamente a los estudiantes.
De tal modo, resulta necesario transformar el estigmatizante concepto de deserción
escolar, pensar en otras categorías menos punitivas contra la autoestima de los estu-
diantes que, voluntaria o involuntariamente, decidieron retirarse de la escuela (Román,
2013). Se considera necesario comprender que detrás de la catástrofe estrepitosa se
encuentra la ausencia de oportunidades de la juventud mexicana, esto es, condiciones
más dignas de existencia para permanecer en el sistema educativo.
La pobreza se puede considerar como un desgaste emocional, porque impide
formas de subsistencia y, frecuentemente, la educación como derecho social funda-
mental (Rodríguez, 2009) queda como parte de un discurso demagógico en segundo
plano. Esto se refiere a los jóvenes que tienen la necesidad de cubrir aspectos básicos
como salud, alimentación, casa y vestido.
Como se observa, la escuela muchas veces no genera las condiciones y los recursos
para cubrir sus necesidades a corto plazo, por consiguiente, no solo la comunidad
escolar se encuentra involucrada, porque “el origen multicausal de este problema se
relaciona con riesgos de diferente tipo que, en ocasiones, pueden traspasar los lími-
tes de la escuela, como las condiciones socioeconómicas, familiares, comunitarias y
personales” (Mejoredu, 2021, p. 137).
Nos encontramos frente a una cruda realidad social, cuyos signos amenazan
en convertirse en un grave problema estructural e irreversible. Los estudios citados
son una evidencia incuestionable de que la comunidad académica está muy ocupada
y preocupada por el problema, como lo apunta la Mejoredu (2021): “El abandono
escolar sigue siendo uno de los principales retos del sistema educativo para garantizar
el derecho a la educación” (p. 330). Como antes se puntualizó, el fenómeno se ha
conceptualizado como la salida voluntaria o involuntaria del estudiantado, misma que
es ocasionada por distintos factores internos y externos que engloban la complejidad
del problema.
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Sin embargo, se sostiene que las acciones dentro de la institución pueden poner
freno al abandono escolar. Pensar, por ejemplo, que el clima escolar puede contri-
buir mucho al respecto. Una de las características de un buen clima es la convivencia
solidaria, respetuosa y democrática entre los seres humanos. Un clima empático y
hospitalario que arropa y cuida a sus estudiantes (Rodríguez, 2020) está relacionado
estrechamente con el logro intelectual de cada educando. Como sostienen Treviño et
al. (2013), una convivencia empática entre estudiantes-profesores demuestra mejores
resultados académicos, puesto que constituyen uno de los factores precisos no solo
de los procesos organizacionales y de gestión, sino también de transformación. Por
consiguiente, un contexto escolar desfavorable modifica el comportamiento y las
relaciones entre el estudiante y la comunidad educativa.
La perspectiva del clima puede cambiar cuando se pone en el centro de atención
a los jóvenes. Se sabe que existen múltiples causas por las cuales ocurre la separación
escolar. No obstante, la escuela puede aportar elementos para la permanencia y egreso
del estudiantado. Esto es, el comportamiento que ofrezca la institución depende de
cómo se sienta un estudiante en el espacio educativo, y al respecto, la comunicación
que se construya en el clima escolar determinará el tipo de relaciones interpersonales
de la comunidad.
La organización educativa se ocupa de distintas tareas, como las administrativas
y académicas. Entre las administrativas se gestionan los recursos y se distribuyen
las funciones para que la escuela actúe con eficiencia. Las académicas delegan a los
maestros funciones relacionadas con los aprendizajes de sus alumnos para obtener
resultados productivos y efectivos de la culminación de estudios. En otras palabras,
la comunidad escolar tiene casi las mismas funciones industriales, sin embargo, los
productos y objetos de una industria no pueden ser equiparados con los propósitos y
objetivos de la escuela, porque la comunidad educa y persigue el bien común a través
del aprovechamiento escolar de los estudiantes.
La industria tiene como herramienta de trabajo a la maquinaria y la escuela se
relaciona, a su vez, con seres pensantes que están cultivados por diferentes ideologías
y que, a la vez, comparten un espacio, un tiempo y una multiplicidad contradictoria
de culturas. La trama escolar se traduce en una organización compleja que conjuga
diversas formas de ver y habitar el mundo y la convivencia diaria que está plagada de
conflictos, hasta el extremo de pensar que el espacio escolar podría ser algo similar
a un juego de fuerzas contrarias en tensión. Desde luego, la superación de los con-
flictos, las formas de hacerlo, definen en buena medida el carácter del clima escolar.
En otras palabras, los seres humanos que habitan en la escuela viven distintos
sucesos que, a través del tiempo, se convierten en experiencias culturales. La escuela
provee recursos para que los alumnos puedan ingresar, permanecer y egresar de la
institución, no obstante, los recursos son insuficientes frente a la dimensión de los
factores adversos que la rodean.
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Para ello, el ambiente escolar solidario, respetuoso, comprensivo y estimulante


favorece la socialización, la motivación y la cultura del alumnado para que satisfaga
sus necesidades elementales y redunde en el aprovechamiento escolar, formación
académica, competencias, habilidades y responsabilidades (De Giraldo y Mera, 2000).
Por consiguiente, un clima escolar favorable abre más espacios para que los educandos
tengan oportunidad de formarse académicamente. Hasta el momento, se sabe de la
existencia de las numerosas problemáticas, sin embargo, la escuela puede moderar
el padecimiento que experimenta el estudiante a nivel personal, escolar y social. La
institución educativa puede ser un refugio en donde todos los jóvenes deseen estar
mientras se olvidan por un momento de las situaciones que los afligen en el contexto
extraescolar.

Conclusión
El abandono y el clima escolar se encuentran complejamente vinculados en las comu-
nidades educativas, por lo que profundizar en estrategias organizativas que posibiliten
reducir, por lo menos en parte, el abandono escolar en la educación media superior
debiera ser materia reflexiva más presente en el sistema educativo.
Las intuiciones y percepciones que los estudiantes reciben de su entorno son
fundamentales a la hora de comprender el fenómeno, porque el clima afecta e influye
poderosamente sobre la voluntad decisoria del estudiantado; es decir, sobre la deci-
sión de permanecer o abandonar las aulas. La decisión de los estudiantes depende,
en buena medida, del ambiente que se construya en la escuela.
No solo lo que pasa al interior de la escuela es factor decisivo para que se retire
un alumno, también lo son los factores exógenos que resultan determinantes del
fenómeno: la pobreza, la economía, la violencia, la cultura familiar, las exigencias
sociales, etcétera. La mayoría de los autores coinciden en la relevancia de comprender
que los estudiantes dan sustento a la escuela, entender que estarán mejor adentro
que fuera de ella.
Como parte de la labor investigativa y académica se han develado las múltiples
causas del fenómeno de abandono escolar, que aún continúa siendo un grave pro-
blema a nivel local, nacional e internacional. Los investigadores e investigadoras se
preocupan por encontrar soluciones al problema, pero tiene un origen estructural
que muy poco se ha hecho para frenar el proceso de desescolarización de la parte
más vulnerable de la población.
Es necesario desactivar la columna de prejuicios que acompañan al abandono
escolar, observar con atención el modo de vida del estudiantado para eludir los
prejuicios de la sociedad contra ellos; no es posible continuar afirmando que si un
estudiante se retira de la escuela por reprobación de materias, o por cualquier otra
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causa, el alumno es un desertor, esa mirada lo criminaliza con una cadena de desca-
lificaciones que laceran la imagen de sí mismo. Se necesita analizar otros horizontes
que posibiliten el ingreso, permanencia y egreso de los educandos. Se podría mirar,
por ejemplo, hacia el interior de la escuela, considerar al clima escolar como elemento
que coadyuva para que los estudiantes y la comunidad educativa disuelvan las tradi-
cionales relaciones rígidas.
Se sostiene el impostergable análisis sobre estrategias que permitan apoyar al
estudiante dentro de la escuela como una forma de empatizar con su mundo fuera
de la escuela, que le permita desarrollarse personal y profesionalmente. Pensar en
un clima armónico y equilibrado como refugio del alumno que, probablemente, se
encuentra conflictuado con las borrascosas pasiones propias de su edad y con las
barreras a veces insalvables del origen social.
Es preciso construir espacios escolares libres de las tensiones de un sistema
marcial que favorece el surgimiento de ambientes escolares cargados con la idea de
autoridad vertical. Nos hacemos aquí una pregunta: ¿Reducir tensiones dentro de la
escuela podría generar la permanencia del estudiante?
Se trata de encontrar caminos que permitan cumplir con los objetivos de una
escuela más empática, que no califique o descalifique a los educandos, donde las
relaciones sean más horizontales y no verticales, que conlleven de la mejor manera
posible la permanencia en sus estudios y con mejores resultados para una óptima
eficiencia terminal. Esto con el fin de ofrecer a la juventud mejores oportunidades
y decisiones de vida.
Por ende, el clima escolar aparece en el escenario como una de las pocas políti-
cas educativas que pueden contribuir a reducir el abandono escolar; transformar la
comunidad educativa en un espacio sensible que comprenda la etapa de la juventud;
explorar estrategias que posibiliten superar el contexto social, familiar y cultural del
alumno. Es necesario que se observe con nuevos ojos la formación de cada genera-
ción futura.
Apostar por un clima escolar armonioso que cuide de los estudiantes, quienes
le dan vida a la escuela, podría abrir caminos de diálogos satisfactorios y puentes de
conexión para disminuir los efectos desastrosos del abandono escolar y, sobre todo,
cambiar pertinentemente el horizonte de cada educando.

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Cómo citar este artículo:

Guzmán Ventura, R., y Moctezuma Franco, A. (2023). Abandono escolar en la educación media superior de México.
IE Revista de Investigación Educativa de la REDIECH, 14, e1578. https://doi.org/10.33010/ie_rie_rediech.v14i0.1578
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