Freire Paulo - Extension O Comunicacion - La Concientizacion en El Medio Rural
Freire Paulo - Extension O Comunicacion - La Concientizacion en El Medio Rural
Freire Paulo - Extension O Comunicacion - La Concientizacion en El Medio Rural
LILIAN RONZONI
¿EXTENSION O
COMUNICACION?
Lá concientización
en el medio rural
por
Paulo Freire
m
siglo
veintiuno
ecfitores
MÉXICO
ESPAÑA
ARGENTINA
COLOMBIA
siglo veintiuno editores, sa
CERffO DEL A G U A 348. M E X IC O 20, D.F.
PREFACIO
INTRODUCCIÓN 13
CAPÍTULO PRIMERO 17
CAPÍTULO II 41
CAPÍTULO III 73
A ] ¿Extensión o comunicación? 73
B] La educación como una situación gnoseológica 85
PREFACIO
JACQUES CHONCHOL
INTRODUCCIÓN
A] ¿E X T E N S IÓ N O C O M U N IC A C IÓ N ?
« Ibid.
7 El carácter fuertemente emocional de la comunica
ción, en este caso, impide que el sujeto que lo expresa
se aleje de sí mismo y de su propio estado, para verse,
iara “verlo”, para “ad-mirar-lo”. Dificulta, igualmente,
Ía misma operación en su interlocutor, que, da ésta o
aquella manera, se encuentra inserto en la situación emo
cional. És difícil que ambos tengan conocimiento, en el
estado expresado, del objeto en torno del cual, se inter
comunican,
cipación en el acto de comprender la significación
dei significado. Es una comunicación, que se hace
críticamente.
La comunicación, a nivel emocional, puede reali
zarse tanto entre el sujeto “A ” y el sujeto “B”,
como frente a una multitud, entre ésta y un líder
carismático. Su carácter fundamental, es ser acri-
tica. En el caso anterior, la comunicación implica
la comprensión, por los sujetos intercomunicantes,
del contenido sobre el cual, o a propósito del cual,
se establece la relación comunicativa.
Y, como señalamos eñ las primeras páginas de
este capítulo, en este nivel, la comunicación es
esencialmente lingüística.
Tal hecho, irrecusable, nos plantea problemas de
real importancia, que no deben olvidarse, ni tam
poco menospreciarse.
Podrían reducirse al siguiente: la comunicación
eficiente exige que los sujetos interlocutores inci
dan su “admiración” sobre el mismo objeto, que lo
expresen a través de signos lingüísticos, pertene
cientes al universo común a ambos, para que así
comprendan, de manera semejante, el objeto de la
comunicación.
En esta comunicación, que se hace por medio
de palabras, no puede romperse la relación pensa
miento-lenguaje-contexto o realidad.
No hay pensamiento que no esté referido a la
realidad, directa o indirectamente marcado por ella,
por lo cual el lenguaje que lo expresa no puede
estar exento de estas marcas.
Queda claro el equívoco al cual nos puede con
ducir el concepto de extensión: extender un cono
cimiento técnico, hasta los campesinos, en lugar de
(por la comunicación eficiente) hacer del hecho
concreto, al cual se refiera el conocimiento (ex
preso por signos lingüísticos), objeto de la conv-
prensión mutua de los campesinos y los agrónomos.
Sólo así se da la comunicación eficaz, y sola
mente a través de ella puede el agrónomo ejercer
con éxito su trabajo, que será coparticipado por
los campesinos.
V eam os ahora, otro aspfecto de ig u a l impor
tancia problemática en el campo de la comunica
ción, que el agrónomo-educador debe tomar en
consideración.
No hay posibilidad de que exista una relación
comunicativa, sí entre los sujetos interlocutores no
se establece la comprensión del significado' del
signo."
El signo debe tener el m ism o significado para
los sujetos que se comunican, si no la comunica
ción no es viable entre ambos, por falta de com
prensión indispensable.
Considerando éste aspecto, Adam S e h a ff1' admi
te dos tipos distintos de comunicación: una que se
centra en significados; otra cuyo contenido son las
convicciones.
En la comunicación cuyo contenido son convic
ciones, además de la comprensión significante de
los signos, existe el problema de la adhesión, o no
adhesión, a la convicción expresada por uñó dé los
sujetos comunicantes.
La comprensión significante de los signos, a su
vez, exige que los sujetos de la corriunicacióri sean
8 Esto ocurre con mucha frecuencia entre brasileño
recién llegados a Chile, y los chilenos. La semejanza de
signos lingüísticos, desde el punto de vista ortográfico,
y a vaces prosódico, no corresponde, con todo, a su signi
ficado. En el lenguaje cotidiano, para una señora brasile
ña “botar la m esa” (en portugués: botar a mesa) es
servir la mesa; para uná señora chilena es dejar caer la
mesa al suelo. Si se dice á un niño chileño, recién llegado*
al Brasil: “Meu filho, podes tirar o livro” ( “Mi hijo,
puedes alcanzar el libro), en castellano: Mi hijo,,puedes
tirar el libro, probablemente lo lanzará al suelo.
a A dam Sehaff: op. cit., p. 164.
capaces de reconstituir, en sí mismos, el proceso
dinámico en que se constituye la convicción expre
sada por ambos, a través de los signos lingüísticos.
Puedo entender el significado de los signos lin
güísticos de un campesino del nordeste brasileño,
que me diga, con absoluta convicción, que cura
las heridas infectadas de su ganado, rezando sobre
los rastros que éste va dejando en el llano.
Desde luego, como afirmamos arriba, el enten
dimiento del significado de los signos lingüísticos
de este campesino, implica la comprensión del .con
texto en que se genera la convicción, que se e x
presó por medio de estos signos.
No obstante, la comprensión de los,-signos, y
del contexto, no son suficientes para que yo com
parta su convicción.
Pues bien, al no compartir la convicción, o la
creencia mágica, de este campesino, invalido lo que,
hay en ella, de “teoría”, o pseudo-ciencia, qüe abar
ca todo un conjunto de “conocimientos técnicos”.
Pero lo que no se puede olvidar es que, lo que
constituye, para nosotros en contraposición a la
creencia mágica del campesino, el dominio de los
significados (en e l sentido aquí estudiado, y que
le da Schaff), es considerado por el campesino co
mo una contradicción a su “ciencia”.
En este caso, la convicción del campesino, de
carácter mágico, convicción en torno a sus técni
cas incipientes y empíricas, choca, necesariamente,
con los-“significados” técnicos de los agrónomos.
De ahí que la relación del agrónomo con los
campesinos, de orden sistemática y programada,
debe realizarse en una situación gnoseológica, por
tanto, dialógica y comunicativa.
Aun cuando estuviésemos, de acuerdo —que no
es el caso— con la acción “extensiva” del conoci
miento, en que un sujeto lo lleva a otro (que deja,
por esto mismo, de ser sujeto), sería necesario,
no solam ente que los signos tuviesen el mismo sig
nificado, sino también, que el contenido del co
nocimiento extendido se originase en un terreno
común a los polos de la relación. .
Como ésta no es la situación concreta entre
nosotros, la tendencia del extensionism o es caer,
fácilmente, en el uso de técnicas de propaganda,
de persuasión, en el vasto sector que se llama “me
dios de comunicación de masas”.
En último análisis, son comunicados a las ma
sas, a través de cuyas técnicas son conducidas y
manipuladas, y sin estar comprometidas en un pro
ceso éducativo-libertador.
Esta advertencia sólo se dirige a quien se sir
ve de estos procedimientos, equivocadamente, y
no por otras razones.
Uno de los m otivos del equívoco es que, frente
a las primeras dificultades para la comunicación
con los campesinos, no perciben que éstas se de
ben, entre otras cosas, a que el proceso de comuni
cación humano no puede estar exento de los condi
cionamiento socio-culturales.
Entonces, en lugar de to m a rlo en cu e n ta , y
reflexionar sobre los condicionamientos socio-cul
turales de los campesinos, que no son los suyos,
simplifican la cuestión y concluyen (como afirma
mos anteriormente) afirmando su incápacidad dia
lógica.
De ahí, a los actos de invasión cultural y de
manipulación, hay sólo un paso, que ya está prác
ticamente dado.
Algo de indiscutible importancia para e l tra
bajo del educador, en sus relaciones con los cam
pesinos, debe ser considerado en el proceso de
comunicación.
Queremos referirnos a ciertas manifestaciones,
ahora dé carácter natural, cuya existencia no de
penden del hombre, sino del carácter socio-cultural,
que se constituyen en el proceso de comunicación.
Ambas funcionan dentro de las relaciones so
ciales dé comunicación, como signos que apuntan
hacia. Por esto mismo, son indicadores o anuncios
de algo.
La relación de causa y efecto, que los campe
sinos pueden descubrir entre algunos de estos sig
nos —naturales o no— y ciertos hechos, no es siem
pre la misma para el agrónomo, que también los
capta.
En cualquiera de los casos, sea frente a indi
cadores naturales, o a indicadores socio-culturales,
la comunicación entre el agrónomo y los campesi
nos puede romperse, si aquel, inadvertidamente,
asume posiciones consideradas negativas, dentro de
los límites de cada uno de estos indicadores.
Por último* nos parecen indispensables algunas
consideraciones finales, en este capítulo, a propó
sito del aspecto humanista en que debe inspirarse
el trabajo de comunicación, en un proceso de re
forma agraria, entre técnicos y campesinos.
Aspecto humanista de carácter concreto, rigu
rosamente científico, y no abstracto.
Humanismo que no se nutre de la visión de un
hombre ideal, fuera del mundo, de un perfil del
hombre fabricado por la imaginación, por mejor
intencionado que esté quien lo imagine.
Humanismo que no incluye la búsqueda de cón-
cretización de un modelo intemporal, una especie
de idea o de mito, al cual el hombre concreto se
aliena.
Humanismo que, no teniendo una visión crítica
del hombre concreto, pretende un será para él que,
trágicamente, está siendo una forma de casi no ser.
Por el contrario, el humanismo que se impone ál
trabajo de comunicación, entre técnicos y campe
sinos, en el proceso de la reforma agraria, se basa
en la ciencia, no en la “doxa”, no en “me gustaría
que fuese”, o en gestos puramente humanitarios.
Es un humanismo que, pretendiendo verdadera
mente la humanización de los hombres, rechaza to
da forma de manipulación, en la medida en que
ésta, contradice su liberación.
Humanismo que, viniendo de los hombres en el
mundo, en el tiempo, “sumergidos” en la realidad,
sólo es verdadero, en cuanto se da en la acción
transformadora de las estructuras donde se encuen
tran ;“cosificados”, o casi “cosificados”.
Humanismo que, rechazando tanto la desespera
ción como el optimismo ingenuo, es esperanzada
mente crítico. Y su esperanza crítica se basa en
una creencia, también crítica: los hombres pueden
hacer y rehacer las cosas, pueden transformar al
mundo. Creencia donde, haciendo y rehaciendo las
:osas y transformando al mundo, los hombres püe-
len superar la situación en que están siendo un
:asi no ser, y pasan a ser un estar siendo en bús
queda de un ser más.
Es en este humanismo científico donde debe
apoyarse la acción comunicativa del agrónomo-,
íducador.
Por todo esto, una vez más, estamos obligados a
legar, al término extensión, y a su derivado, ex-
ensionismo, las connotaciones del quehacer yerdar
leramente educativo, que se encuentran en el con-
:epto de comunicación.
Por lo tanto, a la pregunta que da título, no sólo
la primera parte del presente capítulo, sino a
:ste ensayo, ¿Extensión o Comunicación?, respon-
temos, negativamente a la extensión, y afirmativa-
nente a la comunicación.
El hombre es un cuerpo consciente. Su concien
cia, “intencionada” hacia el mundo, es siempre
conciencia de, en permanente m ovim iento hacia
la realidad.
Es propio del hombre, por tanto, estar en cons
tante relación con el m undo. R e la c ió n donde la
subjetividad, que toma cuerpo en la objetividad,
constituye, con ésta, una unidad dialéctica, en la
cual se genera un conocer solidario con el actuar,
y viceversa. Por esto las explicaciones subjetivistas
y objetivistas, que rompen esta dialécica, dicoto-
mizando lo que no es dicotomizable, no son capa
ces de comprenderlo. Ambas carecen de sentido
teleológico.
Si bien el solipsismo se equivoca al concebir la
existencia única del Yo, y al pretender que su
conciencia todo lo alcanza, considerando absurdo
pensar en una realidad externa a ella, también se
equivoca el objetivism o acrítico y mecanicista, gro
seram ente materialista, según el cual, en último
análisis, la realidad se transformaría a sí misma,
sin la actuación de los hombres, meros objetos de
la transformación.1"
Estas dos maneras, erróneas, de considerar al
hombre, y de explicar su presencia en el mundo, y
su papel en la historia, origina a su vez, concep
ciones falsas de la educación.