María José Schultz
María José Schultz
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Abstract: The present article is the first part of a major exegetical work
whose object has been to verify if there is an explicit missionary strategy in
the writing. This study aims to bring the reader closer to the socio-historical
context of the 1 Pe recipients, their vital situation and the dominant values
of Greco-Roman society of the i century. In order to unravel the points of
encounter and difference between Christian discourse and civil society, the
behavioral proposal of the letter is compared with the values of the time,
El dato que nos ofrece Plinio corrobora que, tres décadas después de
la redacción de 1 Pe, la fe cristiana había llegado a todos los rincones y ni
veles de la población.
biente gentil que en uno judío, ya que los judíos rara vez eran criticados por
su conducta inmoral o idolátrica21.
Por otra parte, a lo largo de la carta identificamos tradiciones y tér
minos propiamente judíos: “diáspora”, “elegidos”, “pueblo de Dios”, más
diversas alusiones a personajes de la Escritura (Noé, Sara), utilizados por
el autor para retratar a quienes les escribe; esto lleva a pensar que también
hubo judíos convertidos entre los destinatarios de 1 Pe22. Flavio Josefo da
cuenta de un grupo numeroso de personas que se estableció en Asia Menor,
principalmente gentiles que conocen las tradiciones judías y las Escrituras
llamados “temerosos de Dios”23. Anteriormente habrían sido asiduos a la
sinagoga sin ser étnicamente judíos, pero luego se habrían convertido a
la fe en Jesús. Este grupo sí entendería las alusiones bíblicas presentes
en la carta. Con todo, aun así no es posible determinar que los destinatarios
de 1 Pe eran étnicamente de un grupo o de otro; más bien habría que con
siderar que estamos ante un grupo de origen étnico diverso.
2. Situación vital
2 18 Siervos, someteos a vuestros amos con sumo temor, no solo a los bue
nos y bondadosos, sino también a los perversos.
La relación con los amos era diversa; podía ser una actitud de frío
desprecio o brutal severidad, o bien mantener una convivencia afectuosa
llegando a ser considerados amigos y cooperadores. Sin embargo, la bon
dad en el trato, en la mayoría de los casos, era considerada una debilidad,
principalmente por la condición degradante del esclavo, que lo convertía en
un ser despreciable que no se merecía un trato mejor. La resistencia del sier
vo era interpretada como un acto de desobediencia, deslealtad u hostilidad,
y ante las agresiones no tenía ninguna alternativa de defensa jurídica46. 47
Con respecto a las creencias, la constitución romana rechazaba y
consideraba negativo que los esclavos no mantuvieran las creencias de sus
dueños, ya que insistía en que todos se mantuvieran fieles al culto oficial,
el cual, en la mayoría de los casos, era el que practicaba el paterfamilias41.
Lo primero que se constata en el discurso de 1 Pe es que no hace un
juicio de valor acerca de la esclavitud, pues no declara que se trate de una
institución buena ni mala, sino simplemente la retrata como una de las re
laciones donde los creyentes podían demostrar su fe en Cristo sirviendo al
prójimo, que en este caso era el amo48. A su vez, plantea la sumisión del
siervo como un modo prototípico de servir, de hacerse disponible, de hacer
el bien. La conducta promovida coincide con la esperada de los siervos en
la sociedad greco-romana del siglo i: sumisión, respeto y tolerancia, inclu
so ante los malos tratos de un amo severo. Sin embargo, es en la motivación
a este ideal de virtud donde se halla la diferencia; la sumisión solía estar
motivada muchas veces por el miedo al castigo, mientras que 1 Pe alienta
a ser sumisos “por el Señor”, es decir, cambia la razón por la cual se le debe
respeto al amo49. El paradigma es la actitud de Jesucristo como siervo de
Dios obediente a su voluntad, a pesar del sufrimiento injusto.
Por otra parte, 1 Pe comienza su exhortación dirigida a los integran
tes de la unidad familiar llamando a los más débiles y vulnerables de la
casa, y a su vez expone la fundamentación teológica más amplia y desarro
llada de todo el discurso. Esto demuestra que el autor reconoce a los escla
vos como agentes morales, racionales y responsables por derecho propio,
y les otorga, de este modo, una reputación que socialmente no tenían50. Y,
por otro lado, los convierte en prototipo para todos los creyentes, llamados
a ser “esclavos de Dios” (2,16)51, puesto que para 1 Pe el papel del esclavo
en la sociedad romana ilustra el papel de Jesucristo52.
Por tanto, la diferencia radical entre el ideal de virtud de los siervos do
mésticos de la sociedad del siglo i con respecto a la carta está, principalmente,
en el matiz cristiano que acompaña la instrucción (2,19-25): reconocimiento
del honor de los siervos como sujetos de moral, cuya actitud es digna de ser
imitada; el nuevo sentido que tiene el servicio y la sumisión, que debe hacer
se “por el Señor” y cuyo modelo de “esclavitud” es Jesucristo, siervo sufrien
te que no respondió al mal con mal, antes bien bendijo a sus opresores.
misma manera hay información que nos revela que tanta fastuosidad en los
ornamentos y vestidos no siempre era bien vista, puesto que una virtud de
la cultura mediterránea era vestirse de manera simple, ya que la sencillez
era reflejo de mentalidad conservadora62. Plutarco, en el tratado Coniuga-
lia praecepta, sección 26, lo confirma:
Pues, como dice Crates, "adorno" es “lo que adorna", lo que hace a la mujer
más arreglada. Lo que la hace de tal modo no es ni et oro ni La esmeralda ni
La púrpura, sino Lo que te confiere una apariencia de dignidad, moderación
y sobriedad63.
La austeridad y el autocontrol era una virtud que surgía del ideal tra
dicional de cooperar en la administración de la casa y del cuidado de lo que
proveía la fuente de trabajo64. Esto quiere decir que la distinción que reve
laba la nobleza y el honor familiar no se equiparaba al valor de las cosas
que se ostentaban, sino principalmente a la fama que ya se tenía. Su fideli
dad y obediencia al marido, su condición de madre y, sobre todo, su dedi
cación a la casa era lo que más otorgaba valor y honorabilidad65.
Por último, desde la perspectiva religiosa, lo que se consideraba co
rrecto en la mujer era que adorara solo a los dioses en los que creía el mari
do y que rechazara todos los ritos y supersticiones extranjeras66. Era muy
mal visto que las mujeres se adhirieran a los cultos que habían comenzado
a expandirse por el territorio, principalmente el dedicado a Dionisio y a Isis.
Ambos cultos eran considerados nefastos para la moral y las costumbres
romanas. Se decía de ellos que fomentaban la inmoralidad y la sedición, es
pecialmente entre las mujeres, que por esta influencia comenzaban a cues
tionar la sumisión a sus esposos. Se pensaba que si la mujer se sublevaba
contra la autoridad del marido, el esclavo contra su dueño y los hijos contra
sus padres, lo mismo podía ocurrir con las autoridades y las leyes del Impe
rio, cuya consecuencia fatal sería la degeneración de todo el sistema67.
Cuando en 1 Pe la exhortación se dirige a las esposas, el acento de la
instrucción está puesto, principalmente, en la actitud sumisa y respetuosa
hacia los maridos. Actitud que debe ir acompañada del adorno del corazón,
un espíritu agradable y tranquilo. Rechaza la preocupación por el vestido y
62 Massey, “Dress Codes at Roman Corinth and Two Hettenistic Sites", 74-76.
63 Plutarco, Moralia III. Cf. un estudio en detalle de este tratado en Sapere, "Acer
ca de tos Coniugalia praecepta", 244.
64 Miquel, Amigos de esclavos, 158.
65 Guijarro, Fidelidades, 119.
66 Meeks, Los primeros cristianos, 49.
67 Balch, Let Wives,74-76.
los ornamentos como recursos que pudieran captar la atención del esposo;
coincide, de esta manera, con el ideal de virtud esperado en toda mujer: la
sobriedad, la discreción y la obediencia68; pero la intención de la carta no
es solo promover una conducta honorable en las esposas creyentes; para 1
Pe, el valor está en que la conducta sumisa, humilde y sencilla de la esposa
atraiga al esposo no creyente a la fe (3,1). No se trata, en este caso, única
mente de una acomodación a la virtud propuesta por la sociedad greco-ro
mana, sino de una adaptación de la norma a la realidad doméstica concreta
de las mujeres creyentes, pero con una intención subversiva. El discurso
modela una actitud de sumisión, pero que no es absoluta: promueve que la
esposa no se imponga, sino que dé a conocer su interioridad a partir de su
actitud humilde y silenciosa, interioridad que reflejará en quién tiene pues
ta su confianza (3,2).
Es significativo también que en esta exhortación se la mencione en
primer lugar y la instrucción al marido vaya después; esto indica que el dis
curso cristiano está reconociendo un rol activo de la mujer: su actitud su
bordinada no debe ser entendida como un acto pasivo; más bien aquí tiene
un objetivo misionero. La motivación que arguye 1 Pe es doble; aunque
socialmente estaban en condiciones de inferioridad con respecto a sus es
posos, el autor de la carta tiene la expectativa de que la actitud de las espo
sas creyentes provoque la conversión de los esposos y, con ello, se transfor
me la casa. Y desde la perspectiva teológica declara que es “precioso a los
ojos de Dios”, y pone como ejemplo a las santas mujeres de las Escrituras.
pecto a esa conducta. Una persona que vivía inserta en la sociedad depen
día de la valoración de su honor, ya que era lo que lo situaba en la escala
social76.
En este tipo de cultura, donde el honor y la vergüenza eran parte
esencial de la identidad del sujeto, se estaba determinado por la opinión y
evaluación de las propias actitudes y actos, como también la de los miem
bros del grupo de pertenencia. Esto significaba que las virtudes y acciones
honorables eran, primeramente, evaluadas por la opinión pública de acuer
do con los estereotipos de los grupos predominantes, y a su vez depen
día de la valoración que estos mismos hicieran de la conducta de los del
grupo de pertenencia77.
Las relaciones sociales se consideraban de naturaleza conflictiva; lo
propio de la vida constituía desafíos y tensiones permanentes. Los présta
mos, favores o servicios daban origen a un tipo de relación de dependencia.
Esta dinámica de intercambio era una cuestión de honor, ya que determinaba
parcialmente la posición social de los hombres que participaban. La mayoría
ocupaba, o el lugar más alto, o el más bajo en la jerarquía, de acuerdo con su
capacidad de corresponder a esos servicios. La conducta esperada de quien
recibía el favor era reconocer y divulgar la generosidad y el poder de su
benefactor.
Las personas no solo conquistaban el honor por actos de beneficen
cia, sino también por desafiar a otros y poner su honor en cuestión. Ignorar
el desafío y fallar públicamente en la defensa del honor y la reputación era
considerado una vergüenza78. Desde la perspectiva negativa, la vergüenza
sobrevenía cuando el honor o el buen nombre de la persona o grupo era in
sultado y despreciado por alguna forma de ataque, o bien porque la persona
había fallado a la hora de proteger la reputación del grupo por una conduc
ta personal reprochable79.
El honor era un valor fundamental tanto para el individuo como para
la familia o el grupo, por eso valía la pena luchar por conseguir el recono
cimiento público. Eso significaba que todos debían contribuir al manteni
ción, y es el premio con el que se recompensan los hechos más nobles; tal cosa es
el honor, pues el honor es claramente el más excelso de los bienes externos. Por
eso el hombre magnánimo es el que tiene la disposición correcta ante los honores
y las desgracias... puesto que el honor es, sobre toda otra cosa, lo que los grandes
hombres reclaman y esperan", en Ética a Nicómaco, libro IV, 221.
76 Malina, El mundo del Nuevo Testamento, 50-51.
77 Elliott, Conflict, 56-57. Cf. Guijarro, Fidelidades, 117-119.
78 Garnsey - Saller, El Imperio romano, 178.
79 Elliott, Conflict, 60-62.
miento del honor del grupo, ya que la actuación de los diversos miembros
de la familia influía en los demás; malos comportamientos podían mermar
irremediablemente la honra del grupo80.
Es necesario tener en cuenta que lo que se consideraba honorable
podía variar de una región a otra del Imperio, o entre personas de diverso
nivel social (no era valorado del mismo modo una actitud llevada a cabo
por un senador que la realizada por un campesino), o según el rol de cada
uno dentro de la familia. Sin embargo, la consideración del honor en la
cultura greco-romana tiene como rasgo fundamental la convicción de que
la persona está siempre referida a un grupo familiar. De ahí que los indi
viduos eran percibidos siempre en relación con el grupo del que prove
nían; por tanto, el honor atribuido a una persona confirmaba el honor del
grupo81.
4.3. La propuesta de 1 Pe
Conclusión
embargo, el matiz cristiano que ilumina los valores promovidos busca que
los creyentes se distingan por su integridad moral, es decir, no solo que cum
plan con lo esperado, sino que sean observados por los gentiles. Su estrate
gia, a mi juicio, es la perseverancia subversiva, puesto que 1 Pe lo que busca
es alentar a los creyentes a que perseveren en la fe a pesar del sufrimiento,
teniendo una conducta ejemplar que no solo suscite el reconocimiento,
sino también la pregunta por sus motivos, es decir, por las razones de su es
peranza. En este sentido, la expectativa es que, con su conducta, provoquen
la conversión y de este modo transformen la sociedad.
Bibliografía
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