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Uno de los grandes pilares que motivó la reforma fue

justamente la fe. Esto resultó crucial para que Lutero abriera los
ojos de su entendimiento para darse cuenta que el hombre no
debe aportar obras para poder alcanzar la salvación, sino que
somos justificados sólo por nuestra fe en Jesús. Si nos ponemos
en el contexto de aquella época, es importante que
entendamos que la iglesia era diferente a lo que vemos hoy en
día. En aquel tiempo, las autoridades de la iglesia romana se
constituían dispensadores de la salvación. Es decir, no bastaba
sólo con creer; también era necesario obedecer lo que la iglesia
ordenaba, y para mantener la salvación se requerían ciertos
sacramentos, ritos y obras. De hecho, en muchos casos, las
personas tenían que pagar para que le fuera concedido el
perdón de sus pecados. De igual manera, los líderes de la iglesia
romana decían que lo que se necesitaba para que un pariente
fallecido pasara del purgatorio al cielo era simplemente el
ruidito de unas monedas entregadas a la iglesia.

El tema de las indulgencias fue clave para que Lutero empezara


a dudar del Papa y de las creencias romanas en general, lo que
lo llevaría a iniciar la reforma prostestante. La salvación es
únicamente por fe, y no es ninguna obra requerida para que
seamos justificados.
Base Bíblica para el “Sola Fide”
Efesios 2:8-9 – Porque por gracia ustedes han sido salvados por
medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don
de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (NBLH)

Hay una infinidad de pasajes bíblicos que avalan que la


justificación viene sólo por medio de la fe en Cristo, pero creo
que ninguno es tan claro como este. ¡Somos salvos por gracia,
por medio de la fe! La gracia de Dios se derrama sobre nosotros
por medio de su Palabra y mediante la obra del Espíritu Santo,
el cual nos hace nacer de nuevo y nos capacita para creer en
Jesús y en su obra, dándonos convicción de pecado para así
llevarnos al arrepentimiento. Desde ese momento ya somos
justificados, sin que nosotros tuviéramos que hacer nada más
que creer. De hecho, por si todavía quedaba alguna duda, Pablo
aclara directamente que no somos salvos por obras. ¿Por qué?
Porque si nosotros pudiéramos contribuir de algún modo a
nuestra salvación, entonces tendríamos mérito por ello, y
podríamos jactarnos. Sin embargo, no nos podemos gloriar por
ninguna de nuestras obras, porque separadas de la gracia de
Dios ellas son malas; sólo podemos gloriarnos por haber
conocido al Señor (Jeremías 9:24) y eso es algo que recibimos
por gracia y no por nuestros propios méritos.
Romanos 3:27-28 – ¿Dónde está, pues, la jactancia? Queda
excluida. ¿Por cuál ley? ¿La de las obras? No, sino por la ley de
la fe. Porque concluimos que el hombre es justificado por la fe
aparte de las obras de la Ley. (NBLH)

En los primeros tres capítulos de romanos, luego de la


salutación, Pablo comienza a hablar acerca de cómo todos y
cada uno de los seres humanos estamos condenados por
nuestra maldad, y somos incapaces de cumplir lo que la ley nos
exige. No obstante, el punto de alivio llega cuando el apóstol
hace esta afirmación: Somos justificados por la fe aparte de las
obras de la ley. Si esto no fuera cierto, entonces todos
estaríamos condenados, porque no podemos cumplir con lo
que Dios nos exige. Además, si pudiéramos obtener nuestra
salvación a partir de nuestras obras, entonces eso podría ser un
motivo por el cual jactarnos. ¿Pero dónde está la jactancia? La
jactancia queda excluida.

Entonces, entendemos que nosotros somos salvos sólo por fe,


poniendo nuestra confianza en la obra de Cristo. ¿Pero qué
pasaba en otros tiempos antes de que nuestro Señor muriera
por nuestros pecados? ¿Había otra forma de ser salvos?
Hebreos 11:1-2 – Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se
espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella
recibieron aprobación los antiguos. (NBLH)

Este pasaje nos deja en claro que no (si te interesa una


explicación más detallada sobre la fe y Hebreos 11, podés
acceder acá: ¿Qué significa caminar con Dios?). Así como
nosotros, los antiguos, es decir, los que vivieron en la época del
viajo pacto, recibieron la aprobación no por sus obras, sino por
su fe. ¿Fe en qué? En que algún día Dios enviaría a un sustituto
para que tomara el lugar que nosotros merecíamos. Es por ello
que en el Antiguo Testamento vemos constantemente sombras
que señalan a la obra de Jesús. Así que, de la misma manera
que sucede con nosotros, los antiguos eran justificados por su
fe (Génesis 15:6).

El dilema de la fe y las obras


Santiago 2:17-18 – Así también la fe por sí misma, si no tiene
obras, está muerta. Pero alguien dirá: “Tú tienes fe y yo tengo
obras. Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré mi fe por
mis obras.” (NBLH)
Hay una especie de tensión entre dos cosas que parecen
contradictorias: la fe y las obras. Mostramos cómo, claramente,
la Biblia señala que somos justificados por nuestra fe. Sin
embargo, eso parece entrar en conflicto con lo que dice
Santiago. Esto llegó a traer problemas hasta el punto que un
gran siervo de Dios como Lutero, llamó al escrito de quien fuera
líder de la iglesia de Jerusalén “la epístola de paja”, porque no
podía concebir cómo había llegado a formar parte del canon
bíblico.

Lo que Lutero no llegó a comprender, es que en ningún


momento lo que escribe Santiago se contradice con lo
enunciado por Pablo en todas sus epístolas. Lo que hacen estos
hombres es, simplemente, hacer referencia a momentos
diferentes de la vida de un creyente. Por un lado, Pablo pone el
énfasis en la etapa previa a nuestra conversión, en la que
estábamos muertos en nuestros propios pecados; es en ese
momento en el que, por la gracia de Dios y por medio de su
Palabra, somos regenerados y por ende capacitados para tener
fe, para que a partir de ella podamos ser justificados. Por otro
lado, Santiago se refiere a la etapa posterior de la vida del
cristiano que fue regenerado y justificado por su fe; una vez que
esto ha sucedido, el Espíritu que mora en nosotros va a llevarlo
a tener obras que evidencian que es una nueva criatura. Es
decir, las obras no son el medio por el cual somos considerados
justos, sino que es el resultado de haber sido justificados y
regenerados. Esto es lo que suele conocerce como “dar fruto”.
Todo creyente verdadero da fruto (podés leer más al respecto
acá: Discípulos Verdaderos y Discípulos Falsos). Si no das fruto,
entonces eso va a significar que nunca creíste verdaderamente
ni fuiste hecho una nueva criatura. Entonces, las obras son las
consecuencias de nuestra justificación, siendo nosotros
declarados justos sólo por nuestra fe.

La justificación según la iglesia romana


Estuve leyendo varios artículos de páginas romanas con el fin de
conocer de qué manera defendían su postura en contra de la
“sola fide” declarada en la reforma protestante. La realidad es
que los argumentos que ponen son bastante blandos y poco
convincentes. Por ejemplo, en un artículo leí esto: “En otras
palabras, perfectamente podemos faltar a la caridad – por
ejemplo abandonando al prójimo en su sufrimiento – y aún así
salvarnos.” Como ellos dicen que nuestra fe no es suficiente
para salvarnos, tenemos que añadirle obras. En este punto, el
escritor estaba criticando a la sola fide, afirmando que no tiene
sentido que podamos faltar a la caridad, como por ejemplo
abandonando a un prójimo en sufrimiento, y aun así ser salvos.
Es decir, ellos están diciendo que si abandonamos a un prójimo
que está sufriendo no podemos ser salvos. Por ende, si
mantenemos esa perspectiva, concluimos que no hay ninguna
persona salva en todo el mundo. ¿Por qué? Porque hay miles y
miles de personas que sufren día a día sin que nadie haga nada,
de manera que si esa es la condición para que seamos salvos,
todos nosotros, que fallamos constantemente en esta y en
muchas otras cosas, estaríamos destinados a la condenación.
Por supuesto que si verdaderamente nacimos de nuevo vamos
a tener, en la medida que crezcamos espiritualmente, un sentir
por ayudar a todo aquel que lo necesita. Pero nuestra vieja
naturaleza va a seguir dando vueltas, y por momentos vamos a
ser egoístas, y no lo vamos a hacer.

En conclusión, la iglesia romana confunde la justificación, con la


evidencia y los resultados de dicha justificación. Esto hace que
se encuentren en una posición en la cual, según sus criterios, no
hay forma en que alcancen la salvación por mucho que se
esfuercen. Sus obras nunca van a ser suficientes para lograr tal
fin. Además, si fuera necesario que nosotros hiciéramos ciertas
cosas para ser salvos, entonces significa que la obra de Cristo no
fue suficiente para limpiar nuestros pecados, y por ende, su
muerte fue incompleta.
Finalmente, me gustaría enunciar uno de los cánones del
concilio de Trento, que tuvo lugar durante la Reforma:

CANON XII “Si alguno dijere, que la fe justificante no es otra


cosa que la confianza en la divina misericordia, que perdona los
pecados por Jesucristo; o que sola aquella confianza es la que
nos justifica; sea anatema.”

Los romanos indican en este concilio, con total claridad, que es


causa de excomunión el creer en la justificación sólo por la fe.
Esto es una clara muestra de por qué nunca podríamos intentar
tener un acercamiento con ellos y por qué me opongo
rotundamente al ecumenismo que está tomando lugar
últimamente entre evangélicos. La iglesia romana nos rechaza
por completo, por más que hoy en día pretendan dar un
mensaje de que todos somos hijos de un mismo Dios. Por eso
es importante que busquemos la unidad de la iglesia, pero sin
descuidar ninguna de las doctrinas fundamentales sobre las
cuales fuimos edificados.

Somos justificados sólo por la fe, y eso excluye por completo las
obras.

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