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2
Créditos
Moderadoras: Mica y Vivi

Traductoras Correctoras
a_mac
Axcia
Bluedelacour
eliana.cipriano Vero Morrison
Kath Maria_clio88
Liv Mimi
Loby Caronin84
Mica Nanis
Molly Bloom Agustina
3
Nelly Vanessa
Nelshia
Niki26
Steffanie
Vivi
Kyda
Maria_Clio88
Nyx
Agus901

Revisión final: Nanis


Diseño: Roxx
Índice
Créditos 19
Índice 20
Sinopsis 21
1 22
2 23
3 24
4 25
5 26
6 27
7 28
4 8 29
9 30
10 31
11 32
12 33
13 34
14 Epilogo
15 Playlist
16 Próximo libro
17 Sobre la Autora
18
Sinopsis
"Había visto lo suficiente de Creed Gentry como para saber que podría ser la peor cosa que
podía hacer. Sin embargo, una mirada lujuriosa de él revolvió cada pieza de la cordura que poseía”.

Truly…
Mi vida no ha pasado sin complicaciones y algunas cosas deberían haberme hundido
a estas alturas. Soy una cansada chica de veintiún años con una larga lista de angustias.
Más que todo, conozco las desastrosas consecuencias de arriesgar el corazón. Entonces,
¿qué me hace saltar a la cama con un jugador melancólico que apenas puede mantener una
conversación?
Se suponía que iba a ser sólo una noche.
5 Una noche de debilidad, de pasión, de todo impulso que había luchado para contener.
Sin embargo, no puedo dejar de volver por más.

Creed…
La violencia siempre había encontrado a los Gentry, pero esta vez había puesto el
precio en mi cabeza. Era mi cruz para cargar. Sin quejas.
Sólo había espacio para mí, mis hermanos, y la voluntad de sobrevivir. Eso es todo lo
que alguna vez había sido.
Ciertamente no había ninguna razón para pasar más de un tiempo rápido y sucio con
cualquier chica, sin importar cuánto me afectara.
No debería aferrarme a ella durante más de unas horas. Ni siquiera debería pensar en
ello. Esta cosa podría acabarnos a ambos.
Pero no importa. Ella es todo lo que quiero.
U no
Truly
Le dije a Saylor que no estaba buscando acción, no esta noche o cualquier otra, pero
ella solo se rió.
―¿Qué hay con el vestido, entonces? ―Sus grandes ojos verdes se veían juguetones
cuando se acercó y tiró de la falda de mi vestido.
―Día de lavado de ropa ―refunfuñé, alineando los saleros sobre una mesa vacía―.
Mis opciones eran escasas; o era la camiseta con grasa de pollo de ayer o envolverme en la
única cosa limpia a la vista.
―¿Lo cual resultó ser un escotado vestido del armario de Lucille Ball?
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Sonreí.
―Así es.
Saylor comenzó a destapar los saleros.
―En serio, Truly. Te ves sexy en ese atuendo retro. Tienes que salir. Aunque solo sea
con el propósito de ofrecerle al mundo un paisaje agradable.
―Si la gente quiere un paisaje pueden irse de paseo al jodido Gran Cañón.
Mientras hablaba vi a Griffin, el barman, quitándose el sombrero de pollo y dándome
un guiño. Giré mi cabeza hacia el otro lado con la esperanza de que captara la idea. No
tenía oportunidad, ni siquiera si optaba por tumbarme en la barra con mi falda levantada
sobre mis caderas. Tal vez, si no hubiera intentado echárseme encima como un cachorro
excitado la única vez que padecí una cita con su trasero ansioso, entonces podría sentirme
de manera diferente.
Sabía que solo estaba mintiéndome a mí misma. Simplemente, ya no tenía más espacio
en mi corazón; no había más lugar para un problema tras otro, y todos ellos relacionados a
los hombres.
Saylor no sabía nada de esto. Si lo supiera probablemente no estaría empujándome
hacia la noche para encontrar algo salvaje. La observé, tarareando suavemente con una
pequeña sonrisa en su rostro. En realidad, Say podría tratar de convencerme para salir sin
importar qué. Ella era optimista. Creía en eso de enfrentar lo peor del pasado con el fin de
encontrarse con el futuro.
Hablando del pasado y futuro de Saylor, estaba de pie al otro lado de la puerta
cerrada de Cluck This, golpeteando el vidrio. Chasqueé mis dedos para llamar su atención
y su rostro se iluminó como el sol antes de correr hacia él para dejarlo entrar.
El restaurante estaba vacío, excepto por el personal de limpieza y un par de
drogadictos que todavía seguían sentados en una mesa a pesar de que habíamos cerrado
hace veinte minutos. Les lancé mi mirada más severa de “¡Lárguense!” pero no parecían
haberlo notado. Tal vez era demasiado difícil concentrarse con el colocón1.
Saylor ya estaba disfrutando de un momento de amor radiante en los brazos de su
chico. Por suerte, el idiota del encargado no merodeaba por los alrededores o le habría
gritado. Ed tenía poca paciencia y todavía menos cabello. Supervisar un restaurante
grasiento en una bulliciosa ciudad universitaria probablemente no era su trabajo soñado.
Podría sentir lástima por el pequeño imbécil si no me diera escalofríos y me gritara sobre
mi apariencia mientras una corta erección empujaba contra su pantalón caqui.
Finalmente, los drogadictos arrojaron un montón de billetes arrugados sobre la mesa
y comenzaron a alejarse. Llegaron hasta la puerta y luego se quedaron confundidos acerca
de cómo funcionaba. Dejé escapar un siseo de irritación y caminé hacia allí, abriendo la
puerta de golpe y después empujándolos a través de ella.
Griffin se dio por vencido intentando llamar mi atención y comenzó a pulir los vasos
de chupitos. En la parte de atrás, el personal de cocina estaba siendo ruidoso en su prisa
7 por salir cuanto antes de Cluck This. Una serie de fuertes maldiciones siguieron después
del estallido de platos que cayeron al suelo.
Saylor y Cord no se dieron cuenta de nada. Los vi envolver sus brazos alrededor del
otro mientras se besaban sin parar. Ella finalmente se apartó un poco y le sonrió,
meciéndose suavemente en su abrazo.
―No tenías que venir por mí.
―Por supuesto que sí ―insistió, acercándola más―. Siempre necesito venir por ti.
Saylor escuchó el travieso significado detrás de sus palabras y se rió tontamente.
Había tenido dudas sobre Cord Gentry cuando Say me dijo todo acerca de él, contando a
regañadientes los detalles de su historia en ese pequeño pueblo de mierda del que vinieron.
Oh, Cord era un magnífico ejemplar con sus músculos, tatuajes y su fornida
apariencia de chico sureño. Pero cuando eran niños él le había hecho mucho daño. Por lo
que sé, los hombres realmente no modificaban sus modales más de lo que los animales lo
hacían con sus instintos.
Sin embargo, ahora podía admitir que había estado equivocada. Los dos últimos
meses, luego de observar su constante devoción por esta chica, me hicieron cambiar de
opinión acerca de él. Cord estaba de pie allí pasando sus manos a través de su largo cabello
castaño mientras ella se derretía contra su cuerpo. Saylor colocó un dedo sobre sus labios y

1 Colocón: Hace referencia al efecto de la droga.


Cord la miró con tanta adoración que solo una persona sin corazón no se sentiría un poco
sensible al respecto.
Había algo más también. A pesar de que estaba sinceramente emocionada por mi
amiga, me sentía un poco celosa. Nunca había sido objeto de tanta veneración, no de esta
manera.
―Saluda a Truly ―instó Saylor, señalando con el pulgar hacia donde yo todavía
estaba rellenando a ciegas los saleros.
―Hola, Truly ―saludó Cord, sin apartar los ojos de ella―. ¿Estás lista para irnos,
nena? Los chicos están esperándonos en The Hole.
Sabía lo que era The Hole. Era un bar de música country permanentemente repleto
que estaba a tres cuadras de distancia sobre una calle oscura y con mala reputación. Estaba
flanqueado por un templo new age y una tienda vintage de segunda mano. Su nombre real
era Gallop Gold pero todo el mundo lo llamaba The Hole porque era un poco más que un
agujero en la pared.
Sabía quiénes eran “los chicos” también. Los hombres Gentry aparentemente venían
de a tres. Cord era uno de los peculiares trillizos que nacieron en algún lugar en el desierto
y luego descendieron sobre la humanidad como una plaga de testosterona. Por su parte,
Cord parecía estar un paso por encima de sus hermanos y me preguntaba cuánto de eso se
debía a Saylor. Los otros dos, Creed y Chase, parecían tener pocos intereses aparte de follar
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y usar el sarcasmo.
Saylor amaba a estos tipos, debido a que ellos eran extensiones de Cord, pero cada vez
que los veía apestaban a arrogancia y alcohol, y siempre estaban a la búsqueda de sexo.
Una vez, cuando estuve en el pasillo detrás de la cocina, Creed salió de la nada y rozó mi
trasero demasiado cerca. No había excusa; el pasillo no era tan estrecho. Al sentir su duro
cuerpo, mis manos se apretaron en puños involuntariamente mientras el deseo rugía a
través de mí.
Juro que Creed era consciente de cada sucio pensamiento en mi mente cuando se
inclinó cerca de mi oído y murmuró:
―Disculpe, hermosa dama.
Ni siquiera pude asentir en respuesta. No pude hacer nada más que quedarme allí y
esperar a que el fuego se apagara. A pesar de que había pasado mucho tiempo desde que
conseguí sudar con alguien, no tenía la intención de enredarme con uno de los chicos
Gentry. Creed se rió entre dientes antes de abalanzarse sobre otra más dispuesta. Estos
chicos ya tenían suficiente atención. No necesitaban nada de mí.
De repente me di cuenta de que Saylor había dicho algo.
―¿Qué?
Extendió su mano y tiró de mi brazo.
―Vas a venir con nosotros, te guste o no. Sé que debajo de ese descarado disfraz de
chica sureña te estás muriendo por un poco de diversión.
Resoplé.
―He tenido suficiente de eso durante años.
Saylor simuló comprobar su reloj.
―Ha llegado el momento de tener un poco más.
Cord envolvió un brazo posesivo alrededor de los hombros de Say.
―Vamos Truly. La haces sentir triste cuando le dices que no una y otra vez.
Saylor hizo pucheros y arrastrando las palabras dijo:
―Y no quieres que yo esté triste, ¿verdad, Tallulah Rae Lee?
El sonido de mi nombre completo me puso seria por un segundo. Me esforcé por
mantener la sonrisa en mi rostro para que nadie pudiera ver cuánto me dolía el corazón.
Saylor notó que algo estaba pasando y me miró con curiosidad. Habíamos sido
amigas el tiempo suficiente como para ser conscientes del estado de ánimo de la otra.
Inclinó su cabeza y me dio una suave sonrisa.
―Será divertido, Truly. Algo muy discreto. Solo un par de tragos y luego te
acompañaremos de vuelta hasta aquí, a tu auto, ¿de acuerdo?
Casi dije que no. Debería haberme despedido de la pareja feliz, retirándome hacia otra
solitaria noche con un envase de helado de vainilla y cereza y la compañía de mi gato.
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―Dame cinco minutos ―respondí en su lugar. Me alejé para agarrar mi bolso del
casillero antes de dirigirme al baño.
Después de todo, no le dije toda la verdad cuando le mencioné que no tenía otras
opciones en mi armario esta mañana. Podría haber un par de camisetas mohosas
escondidas en la parte de atrás de mi tocador. En cambio, saqué el vestido azul cobalto que
había copiado de un diseño vintage hace algunos años. Pasó un tiempo desde que usé este
vestido o cualquier otro que anunciara sexo tan libremente.
Mientras estaba en el mugriento baño de damas me quité la chaqueta color rojizo que
me había puesto para que Ed no me dijera nada. La mayoría de los vestidos me quedaban
ajustados debido a mis grandes pechos. Sin embargo, cuando cosí este desde cero, entallé
perfectamente la línea del busto para estar más cómoda.
Evalué críticamente mi rostro en el espejo. No era la primera vez que se me ocurría
que me veía mayor de veintiuno. Los años fueron alocados y no en el buen sentido. En vez
de eso, había conocido la clase de salvajismo que arrastraba el alma mientras hacía
desaparecer la frescura de la piel. Tenía el poder de dejar nada más que una cáscara
colapsada detrás. Eso es lo que le hizo a mi madre.
La última vez que comprobé ella no había manejado bien el deterioro de su aspecto.
Después de un par de tirones, la banda elástica que sostenía mi cabello en su lugar se
soltó. Mi cabello era naturalmente grueso y tan oscuro que era casi negro. Una herencia,
supongo, del padre que nunca conocí. Mi madre y casi todos en su árbol genealógico tenían
el cabello rubio claro.
Lo separé en el centro y arreglé los rizos, ocultando el área por encima de mi oreja
derecha. Me había rapado esa zona impulsivamente hace algunos meses. Fue un
movimiento precipitado en uno de mis días malos cuando se me ocurrió pensar en la
cantidad de problemas que tuve por llamar la atención de los hombres cada día desde que
cumplí trece. Sin embargo, me acobardé. Una vez que el cabello comenzó a acumularse en
el lavabo me detuve y me quedé mirando horrorizada. Parecía que tenía algo de vanidad
después de todo.
El sonido de la puerta del baño abriéndose me sobresaltó, pero era solo Saylor. Tenía
una mirada de preocupación en su rostro. Dio un paso dentro y dejó que la puerta se
cerrara detrás de ella.
―¿Todo está bien, Truly?
Acomodé mi cabello y hurgué en mi bolso.
―Por supuesto, cariño. ¿Por qué lo preguntas?
Saylor se mordió el labio y se quedó mirándome en el espejo. Ella era muy bonita de
una manera fresca y natural. Por supuesto que me daba a entender, con bastante frecuencia,
qué clase de juegos sucios planeaba con el chico parado al otro lado de esa puerta, pero aun
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así seguía siendo una buena chica. Era inteligente y considerada. Era fácil ver por qué Cord
Gentry se había enamorado locamente de ella.
Say se movía nerviosamente y parecía estar estresada por algo.
―No soy buena con las charlas de chicas ―dijo finalmente, cruzándose de brazos―.
Brayden fue el único con el que siempre podía contar, y él no es muy femenino, así que creo
que nunca aprendí cómo hacerlo.
Brayden era su primo y mejor amigo. Vivía en los apartamentos de Palm Desert, el
mismo lugar en el que ahora Saylor vivía con Cord y sus hermanos. Parecía ser un tipo
decente.
―Tampoco soy muy buena con las charlas de chicas ―respondí.
Eso era una gran mentira y me costó cuando quedé envuelta en una nube de
recuerdos. Crecí en una familia unida de hermanas y sabía todo acerca de sujetar manos
sudorosas en la oscuridad y susurrar los sueños más secretos del corazón. Había otras cosas
mezcladas allí también, cosas que en su mayoría me las arreglé para apartarlas de mi
mente.
“¡Tallulah Rae Lee trae tu fácil trasero aquí afuera!”.
―Truly ―dijo Saylor de la manera más amable―, esto probablemente va a sonar muy
cursi y esa mierda, pero si alguna vez quieres hablar o simplemente tener a alguien a tu
lado mientras gritas al cielo, bueno, sabes que puedes contar conmigo.
Curiosamente, eso fue lo más bonito que alguien me había dicho en mucho tiempo.
Tragué saliva y respiré hondo, sofocando la emoción.
―Gracias Saylor ―respondí con la voz entrecortada―. Tienes un don especial para
las charlas de chicas.
Me sonrió y en silencio esperó por mí mientras encontraba el tubo de mi medio
olvidado lápiz labial rojo debajo de toda la basura en mi bolso. Lo pasé con cuidado sobre
mis labios y luego me volví hacia ella.
―Entonces, ¿cómo me veo?
Levantó una ceja.
―Como si estuvieras lista para la diversión.
Me reí, de repente sintiéndome joven y libre. Era bueno sentirse de esa manera.
―Tal vez lo estoy.
Ed se había escurrido de las entrañas de su cueva de encargado y estaba echándole la
bronca a Cord en el comedor. Era algo cómico teniendo en cuenta que Cord era unos
veinticinco centímetros más alto y podría aplastar el berrinche de Ed con un solo puño.
―Te dije una y otra vez ―balbuceó Ed―, que no vinieras aquí después de hora.
Se volvió hacia nosotras cuando salimos del baño.
11 ―¿Cuán estúpidas son ustedes chicas? ¿No saben que hay factores de responsabilidad
en juego aquí?
Saylor rodó sus ojos.
―Ed, ¿de qué estás hablando?
Ed avanzó hacia ella. En el fondo, vi a Cord entrecerrar los ojos y prácticamente, podía
sentir la tensión aumentando en sus músculos. Cord había sido un luchador, y uno bueno
por lo que escuché. Si Ed se acercaba demasiado a Saylor, entonces, la noche podría echarse
a perder rápidamente.
Pero Saylor se mantuvo firme, mirando fijamente a nuestro jefe. Ed retrocedió con una
mueca de enfado.
―Ustedes no tienen respeto. La gente tiene familias que mantener, ya saben.
Alejé a Saylor antes de que algo malo fuera dicho o hecho.
―Lo sentimos, Ed. Te veremos mañana.
―Mañana es mi día libre ―dijo Saylor con una sonrisa.
―Bueno, entonces voy a ser la única que lo vea mañana. Vámonos.
Cord le lanzó una dura mirada a Ed antes de meter las manos en los bolsillos y
seguirnos afuera.
―Tienes que dejar esa trampa para ratas ―se quejó.
Saylor deslizó sus brazos alrededor de su cintura.
―Todo el mundo tiene que trabajar en alguna parte. Me dijiste eso una vez.
Cord la besó en la frente.
―Pronto voy a estar haciendo dinero decente en la tienda. Entonces podrás mandar a
Ed al demonio y quedarte en casa.
―¡Ja! ¿Qué voy a hacer en casa?
―Mantener mi cama caliente, nena.
Saylor gimió y se estiró, arqueando la espalda. Cord la abrazó con más fuerza y
comenzó a respirar con dificultad. Era algo vergonzoso y fascinante al mismo tiempo.
Ella le sonrió.
―Huele como a lluvia. Tiempo de azotea, ya sabes.
¿Tiempo de azotea? No sabía qué demonios significaba eso. No estaba segura si quería
saberlo.
Definitivamente, significaba algo para Cord. Él la presionó contra su cuerpo con más
fuerza. Era noche de jueves, el inicio de los festejos antes del fin de semana, y la calle estaba
bastante concurrida. Sin embargo, a ninguno de los dos parecía importarle que estuvieran
calentando a todo el vecindario.
De repente Saylor se rió y agarró su mano.
12 ―Vámonos antes de que Truly comience a pensar que no somos más que un par de
conejos.
―Ya pensaba eso ―dije alegremente mientras nos dirigíamos en dirección a The
Hole. No había ninguna razón para conducir. Era un paseo corto y el estacionamiento allí
era limitado.
Saylor se desenredó de Cord el tiempo suficiente para extender su mano y apretar mi
brazo.
―Estoy tan feliz de que hayas venido con nosotros.
―Ah, bueno ―tartamudeé, un poco avergonzada. Estaba contenta de tener a Saylor.
Era bueno encontrar una amiga en el mundo con la que compartir cosas, sobre todo si te
habías mantenido enterrada durante tanto tiempo como yo lo hice. Apenas hablaba con mis
hermanas y mi compañera de cuarto era una especie de bicho raro con la que no había
podido relacionarme hasta ahora.
Amistad era algo que no tuve durante un largo tiempo. Me había acostumbrado a
vivir sin un montón de cosas.
Tal vez era el momento de poner todas las restricciones a un lado, solo por un rato.
―Va a ser una buena noche ―dije con una repentina e inexplicable emoción.
―Como todas las noches deberían ser ―acordó Cord, sosteniendo a Saylor aún más
cerca.
13
Dos
Creed
―¿Ya lo encontraste? ―quiso saber Chase.
Había estado bebiendo de la misma cerveza durante los últimos veinte minutos. Si
fuera demasiado rápido mi cabeza quedaría hecha mierda. Quería hacer algo esta noche
además de emborracharme y perder el conocimiento.
―¿Qué cosa? ―le pregunté.
Mi hermano sonrió ampliamente.
―El agujero. ―Estaba siendo listo. The Hole era el nombre del bar en el que
14 estábamos sentados. También era el lugar al que planeé entrar de una manera diferente.
―Todavía estoy estudiando la situación ―respondí, dándole vueltas a la amplia
selección de chicas universitarias mientras ellas nos echaban un vistazo. Podríamos escoger
a voluntad, como siempre.
Se sentía bien estar fuera y me estaba muriendo de ganas por salir. Los últimos meses
habían sido difíciles. Primero fue la agonía por las heridas de Chase después de que había
sido asaltado detrás de un gimnasio y golpeado hasta casi perder la vida. Luego vino la
sombría advertencia de que yo era un hombre marcado. Día tras día esperé que el martillo
cayera. Aún sabía que lo haría. Hice un trato con Gabe Hernandez. Me había dado algo de
información cuando la necesité. A cambio, accedí a sangrar para él en el ring. Estaba
esperando que me dijera cuándo. Era una cosa difícil con la que vivir y, desde entonces,
pasé muchas noches en un estado de estupor alcohólico. Cuando estaba en esa bruma no
quería la compañía de, ni siquiera, la mujer más ansiosa. Mis hermanos estaban
preocupados por mí.
Mientras veía a Chase tratando de medir mi interés en cualquiera de las chicas que
pasaban, me daba la impresión de que mi hermano quería que consiguiera echar un polvo,
incluso más de lo que ya lo hacía.
―¿Esa? ―señaló, casual, como si estuviéramos comprando una nueva lámpara de
mesa.
―No.
Noté a muchas con las que podría conformarme, pero no eran nada especial. No había
nada que valiera la pena desatar varios meses de furia reprimida acumulada en mis bolas.
Miré el reloj. Era temprano; solo las diez y media. Cord se había marchado hace un
rato para recoger a Saylor. A veces, todavía se sentía un poco extraño que ella estuviera
alrededor todo el tiempo. La vida giró en torno a nosotros tres durante tanto tiempo y
ahora había una chica en medio de todo. A Chase no parecía importarle. Él y Saylor habían
establecido una cómoda amistad. Trataba como el infierno de ser educado, pero no podía
quitarme la idea que ella aún pensaba que era un imbécil. Tal vez así es como las cosas se
iban a quedar entre nosotros. Por supuesto, no podía evitar sentirme un poco blando por la
chica que trajo tanta paz a la vida de mi hermano. Cord era nuestra columna vertebral y
podríamos haber estado apoyándonos en él demasiado tiempo y demasiado duro. Sabía
muy bien que nunca había sido tan feliz antes.
La música pasó al siguiente nivel y algunas chicas se subieron a la barra para bailar. Se
movían bastante mal pero tenían tan buenos recursos que eso no importaba. Verlas me
estaba dando hambre.
Chase me dio un codazo y señaló a una rubia que giraba sobre la barra en pantalón
corto y un top. Sus pechos sin sujetador rebotaban arriba y abajo como globos medio
desinflados. Seguía perdiendo el ritmo porque estaba mirando fijamente hacia nosotros.
Chase levantó las cejas para ver si aceptaba la oferta, pero sacudí mi cabeza ligeramente.
15 No iba a ir por algo común, no esta noche.
Mi hermano estaba exasperado.
―Entonces, ¿qué?
―Lo sabré cuando la vea, junior. Pero sigue adelante y haz un intento con esa oferta si
quieres. ―Cuando señalé a la rubia que estaba bailando, ella dio un respingo, perdiendo el
equilibrio en el momento que su tacón quedó atrapado en el borde de la barra. Se tambaleó
durante unos segundos antes de caer sobre la multitud con un chillido. Chase se echó a reír.
La chica apareció de repente, renqueando, con la blusa tapando su rostro y sus tetas
sacudiéndose. Chase se rió más fuerte.
―Oh, mierda ―dijo con la voz entrecortada―. ¡Esa vista se ve realmente familiar!
Era bastante divertido verla luchar con su blusa en la cabeza, mientras todo el mundo
en todos los rincones de The Hole le echaban un buen vistazo a sus pezones tamaño
platillo.
―No lo sé, hombre. ―Suspiré―. Todo esto está comenzando a mezclarse, ¿sabes?
Chase se puso serio de repente.
―Sí, lo sé. ―Apenas podía oírlo por encima de la música así que me incliné más
cerca. Sus ojos azules eran iguales a los míos y a los de Cord―. ¿Crees que llegará el
momento en el que alguno de nosotros consiga algo como lo que encontró nuestro
hermano?
Había pensado en eso antes. La intensa conexión entre Saylor y Cord estaba justo
frente a mis ojos cada día, por lo que tenía mucho tiempo para pensar en ello, lo quisiera o
no. Visto desde fuera parecía algo bueno. Pero no importaba cuánto lo intentara, no podía
imaginar mirar el mismo rostro todos los días o darme la vuelta y meter mi polla en el
mismo lugar cada noche. Chase probablemente iba a conseguir esa clase de acuerdo
primero. Él podría ser un canalla, incluso más de lo que yo lo era, pero se relacionaba con
las mujeres de una manera en la que yo no podía.
―No lo sé ―respondí sinceramente.
Chase asintió, y luego se retorció en su asiento bruscamente, haciendo una mueca.
Soltó algunas maldiciones y después metió la mano en su bolsillo. Lo observé mientras se
ponía una píldora en la boca, y la ingería con un trago de mi cerveza.
―¿Tienes dolor? ―le pregunté, sintiendo la vieja sobrecarga de rabia.
La noche que fui en busca de los hijos de puta que lo jodieron no sabía qué quería
hacer. Tal vez asesinarlos. Cord había dado un paso entre un mal destino y yo, recibiendo
el golpe él mismo y arrastrándome de vuelta a la cordura.
―No ―se burló Chase, estirándose y llamando la atención de una linda morena. Se
retiró de la mesa unos pocos centímetros y palmeó su regazo para marcar la invitación,
pero justo en ese momento se le unió un gigantón que se veía como si acabara de alejarse de
una línea ofensiva2. Chase se encogió de hombros y chasqueó los dedos hacia una
16
camarera―. Dos más de estas, muñeca ―demandó, sosteniendo una cerveza. Me dio un
codazo―. ¿Qué piensas, Big C? Podríamos cambiar de escenario, probar en otro lugar.
Me encogí de hombros.
―También podemos quedarnos un rato para ver qué pasa. Tenemos que esperar a
Cord de todos modos. ―Mientras observaba incansablemente a la multitud me preguntaba
cuál era mi jodido problema. Nunca había sido tan exigente con las chicas. Si se veía bonita
y parecía limpia entonces era lo suficientemente buena para mí para pasar un rato.
Cord entró por la puerta justo en ese momento, con Saylor pegada a su lado.
Entrecerró los ojos, escudriñando a la multitud. Lo saludé con la mano y una sonrisa se
formó en su rostro. Se inclinó y le susurró algo a Say, pero ella sacudió la cabeza y le dio un
beso antes de alejarse. Cord comenzó a caminar a través de la multitud, pero mi atención ya
se había ido a otra parte.
Saylor le hablaba con entusiasmo a alguien que casi hizo un maldito agujero en mi
pantalón. La chica estaba muy bien formada y toda empaquetada en un ajustado vestido
azul que se las arreglaba para ser elegante y provocativo al mismo tiempo. Se apartó el
largo cabello negro de su rostro y se inclinó para responderle a Saylor. Mientras le daba un
buen vistazo me di cuenta de quién era.
Sentí la mano de Cord en mi hombro mientras se dejaba caer en una silla cercana.

2 Línea ofensiva: hace referencia al fútbol americano.


―¿Una de esas es para mí? ―preguntó, señalando el par de cervezas sin tocar que la
camarera había dejado.
―Claro. ―Empujé una en su dirección―. Yo terminé por esta noche.
Chase me dio una patada.
―Mentira. En realidad no has hecho nada todavía.
Me estaba enfadando.
―Chasyn, ¿por qué no vas a encargarte de tu propio equipo y dejas de fastidiar al
mío?
El listillo de mi hermano solo me sonrió.
―Solo cuido tu salud. Quiero asegurarme que estás haciendo suficiente ejercicio.
―Hmmm ―me quejé, con mis ojos aún pegados en un vestido azul y todas las cosas
esperando debajo de él.
Chase se dio cuenta de lo que estaba mirando y dejó escapar un silbido bajo.
―La conocemos, ¿verdad?
―Sí ―dije lentamente.
Su nombre era Truly y era amiga de Saylor. Trabajaba en Cluck This y me había fijado
en ella un par de veces antes, pero nunca me devolvió el favor. No me importó; parecía una
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bocona que se moría de ganas de hacerle pasar un mal rato a un chico de una manera con la
que no quería tratar. Pero justo en este momento, viéndola toda apretada en ese vestido,
con sus brillantes labios rojos y su cuerpo moviéndose alrededor, parecía que había salido
esta noche para provocar.
Ella no nos había visto todavía, o si lo hizo estaba fingiendo bastante bien. Saylor fue a
la barra y regresó con lo que parecía un par de refrescos. Truly sonrió y tomó un pequeño
sorbo, sus ojos oscuros echaron un vistazo a la multitud mientras Say le hablaba al oído.
―No lo sé, hombre. ―Cord estaba sacudiendo la cabeza al tiempo que leía mi
mente―. A Saylor no le va a gustar.
Casi le grité a este chico para que le pusiera un poco de ungüento a su sometido coño
pero me mordí la lengua.
Cordero Gentry estaba enamorado. ¿Quién demonios era yo para joder todo eso?
Cambié de tema.
―¿Cómo va el trabajo?
Chase se giró para escuchar y Cord se relajó.
―Sorprendentemente increíble. ―Sonrió.
Cord abandonó las peleas callejeras y eso me alegraba. Nuestro primo Deck le
consiguió un trabajo en una tienda local de tatuajes. Cord siempre había sido un artista
talentoso. Podía recordarlo a los tres años haciendo un dibujo de una serpiente de cascabel
diamantada en la arena con una rama de mezquite3. Podría ser el único talento que alguno
de nosotros recibió de nuestra madre.
Cord asintió hacia mí.
―¿Hiciste ejercicio hoy?
Usaba el equipo del patio para levantamiento de pesas, pero tenía que salir si quería
golpear un saco de boxeo. Estaba aumentando mi masa muscular cada día, sin embargo, no
sabía si eso sería suficiente.
―Durante un rato ―le respondí suavemente y Cord se acercó más, con su mirada
preocupada como si de repente hubiera recordado por qué entrenar era un asunto
importante para mí. Era un asunto importante, ya que cualquier día podía recibir una
llamada que podría significar una pelea por mi vida.
―Iré contigo mañana ―ofreció.
Apreciaba la oferta. Cord era un maldito buen luchador y una sesión de
entrenamiento con él siempre era útil. Pero no podía seguir robando tiempo de su trabajo y
su chica. Podría incluso no ser llamado para una pelea en meses.
O el teléfono podría sonar en diez minutos.
―No, está bien ―respondí.
Era el que tenía que encargarse de esta mierda. Sabía que los chicos pensaban que
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podríamos encontrar juntos una salida, pero fui yo el que admitió la culpa. Y voy a ser el
que entre caminando al ring para asumir las consecuencias cuando llegue el momento.
Cuando por casualidad levanté la vista, vi a Truly mirando directamente hacia mí. No
era una mirada casual. Estaba llena de posibilidades. Le devolví la mirada con deliberada
intensidad. Ella la sostuvo durante unos segundos y luego movió la cabeza en la dirección
opuesta, negando ligeramente como si no pudiera tratar con el hecho de que acababa de ser
follada con los ojos.
Me olvidé de la pelea y de la sangrienta venganza. Me olvidé de toda la basura que
infectó mi mente durante los últimos dos meses. Estaba pensando en la tira de condones en
mi billetera y en lo mucho que quería usar cada uno de los malditos antes del amanecer.
A pesar de la abundante multitud, la gente empezó a bailar en parejas cuando una
canción lenta comenzó a sonar.
Saylor se acercó a nuestra mesa y Cord estuvo fuera de su silla y sobre ella en un
santiamén.
Vi que Truly había dejado su vaso sobre la barra y estaba moviéndose nerviosamente
entre las parejas. Parecía un poco insegura y tenía miedo de que estuviera por irse. Me puse
de pie rápidamente y Chase me miró con curiosidad.
Le di una palmada en el hombro.

3 Mezquite: es uno de los árboles más comunes del suroeste de Estados Unidos y partes de México.
―Nos vemos más tarde, hermanito.
Chase sonrió.
―Encontraste lo que estabas buscando, ¿eh?
―Demonios, sí.
Saylor estaba en los brazos de Cord. Su cabeza descansaba sobre su pecho y sus ojos
estaban cerrados mientras se balanceaban juntos. Cord me miró, luego a Truly, y después a
mí. Levantó las cejas, pero no dijo nada.
Truly se detuvo cuando me puse de pie. Se mordió el labio y me vio acercarme. A
pesar de que podía leer claramente el significado detrás de su vestido y la mirada en sus
ojos, también parecía un poco nerviosa, como si esto no fuera algo que haría normalmente.
Sostuve su mirada todo el tiempo.
Jesús, estaba tan metido en esta mierda que apenas podía caminar. Esos exuberantes
pechos estaban gritando por atención y yo estaba duro hasta el punto de reventar la
cremallera. Truly solo se quedó allí y esperó a que llegara hasta ella.
Miró hacia abajo brevemente y luego de nuevo a mí, sonriendo tímidamente.
Oh, sí, esto va a pasar esta noche.
Esto va a jodidamente suceder.
19
Tres
Truly
Había visto lo suficiente de Creed Gentry para saber que podría ser la peor cosa que
podía hacer. Sin embargo, una mirada lujuriosa suya revolvía cada trozo de cordura que
poseía.
El bar estaba lleno de gente. La mayoría de estas personas no eran realmente del tipo
country. Simplemente, querían lanzarse hacia la noche temática. Un grupo grande que
estaba al frente chillaba la letra de “Friends in Low Places”.
Después de tener unas palabras con Saylor, Cord se dirigió hacia una mesa en la parte
de atrás donde Creed y Chase esperaban. Parpadeé con fuerza cuando los vi a los tres
20 juntos. Se parecían intensamente el uno al otro, sin embargo, era fácil distinguirlos. Era
realmente asombrosa la diversidad que había entre hermanos. A veces no había duda en la
conexión de sangre. Otras veces no había semejanza en absoluto. Siempre fue difícil para la
gente creer que mis tres hermanas y yo estábamos relacionadas porque ninguna se parecía
en nada a la otra. Sin embargo, existía una razón para ello. Nuestra madre había sido
salvaje y no discriminaba a los hombres con los que se acostaba.
―¿Una bebida? ―Say me estaba preguntando, o más bien gritando―. ¡Yo invito!
Negué.
―Solo voy a tomar un refresco.
―Espera, lo traeré por ti.
Mientras Saylor caminaba hacia la barra, la multitud de “Low Places” terminó su
canción con un montón de silbidos y aplausos. Estaba comenzando a sentirme más
atractiva con mi vestido. Algunas chicas pretenciosas, recargadas con accesorios de
diseñador, me miraban de manera despreciativa y la mayoría de los chicos le echaban un
vistazo a mi figura con lascivo interés.
Saylor regresó con un par de refrescos y colocó uno en mi mano. El ruido que nos
rodeaba disminuyó un poco y ahora era posible hablar sin gritar.
―¿Ya te estás divirtiendo? ―me preguntó.
―Lo haré en cualquier momento, estoy segura.
Echó un vistazo malicioso alrededor del bar.
―No mires ahora, pero los chicos están observando.
―Los chicos hacen eso.
Say rió.
―Por supuesto que te están mirando a ti esta noche. ¿Recuerdas cuando te dije que te
veías sexy? Esa fue una opinión totalmente justa y sincera de una mujer heterosexual.
Puedo imaginarme lo que le estás haciendo a algunas de las entrepiernas obsesionadas con
el sexo que te están observando.
Realmente no tenía una buena respuesta para eso, así que solo tomé mi bebida. El
juego casual no era lo mío; ya no. Había terminado lo suficientemente herida cuando se
suponía que significaba algo. Sin embargo, mientras veía todas las hormonas dando vueltas
a mi alrededor se me ocurrió que tal vez perdí la oportunidad en alguna parte.
Quizás, una noche de riesgo apasionado debería estar en el menú después de todo.
Saylor estaba distraída, mirando fijamente a Cord. Sabía que preferiría estar con él y
que estaba pasando el rato aquí solo por mí. Cord parecía estar envuelto en una tensa
conversación con sus hermanos.
Le dijo algo a Creed y él sacudió la cabeza, apartando la mirada.
Sentado en esa mesa en la esquina, Creedence Gentry tenía la actitud de un rey
arrogante. Todavía no podía dejar de preguntarme cómo se sentirían los músculos de sus
21 amplios hombros bajo mis manos. Desde allí comencé a pensar en la robusta fuerza de su
cuerpo. Me preguntaba cuánto necesitaría extenderme para poder sentarme a horcajadas
sobre él.
Los ojos azules de Creed se clavaron en mí con una fuerza repentina, que estaba
segura que debió haber escuchado esos sucios pensamientos tan claramente, como si los
hubiera gritado a través del bar. No di marcha atrás, no de inmediato. En su lugar, encontré
su mirada con la mía. Creed no parpadeó. El calor que provenía de sus ojos era demasiado.
Si no me liberaba ahora, después sería imposible. Me giré hacia el otro lado tan
rápidamente que Saylor se me quedó mirando.
―¿Qué sucede?
―Nada. Solo que una chica termina agotada después de cargar platos con pollo
durante diez horas.
Una canción terminó y comenzó otra. La reconocí incluso antes de escuchar el
sentimental tono de la voz de Alan Jackson cantando “Between the Devil and Me”. Un
peculiar espasmo sacudió mi corazón. Recordé cómo él siempre había sido uno de los
favoritos en cualquier hogar temporal que mi madre conseguía para nosotras cuando
éramos niñas.
―Truly ―dijo Saylor distraídamente mientras miraba a Cord―. Ahora vuelvo. No
pienses en irte. Te lo prohíbo. ―Me dio una rápida sonrisa y un breve apretón en el
hombro antes de dirigirse a reclamar a su hombre.
Él la vio acercarse y se levantó inmediatamente. La tomó entre sus brazos con tanta
naturalidad como si hubieran sido hechos para sostenerla.
No había nada más triste que estar de pie sola entre un mar de parejas. Algunos
comenzaron a balancearse a medida que se aferraban el uno al otro. Saylor estaba en
éxtasis, con su rostro apoyado contra el pecho de Cord mientras sus manos rodeaban su
cintura. Ella me perdonará por escabullirme temprano. Estuve considerando demasiadas
ideas estúpidas esta noche. Era hora de irme antes de que cualquiera de ellas se hiciera
realidad.
Creed Gentry se puso de pie repentinamente. Cuando sus ojos se clavaron en mí esta
vez no pude moverme. No pude hacer absolutamente nada, excepto quedarme allí con mis
rodillas débiles y mordiéndome el labio como una adolescente. Pareció tomarle una
insoportable eternidad llegar hasta mí.
―Hola ―dijo, asintiendo con tranquilidad.
Eso fue todo lo que pude hacer para evitar que se me hiciera agua la boca. Creed
estaba bronceado y era musculoso, con el cabello rubio oscuro y ojos azules capaces de
penetrar profundamente en mí. Era uno de los hombres más atractivos que había visto
alguna vez de cerca. También era un enorme hijo de puta. No me di cuenta de lo grande
que era hasta que estuvo parado delante de mí.
―Hola ―dije con voz ronca y luego me aclaré la garganta―. Es posible que me
22
recuerdes. Soy amiga de Saylor. Mi nombre es Truly.
Sus ojos me recorrieron con un calor que sentí a través de cada centímetro de mi piel.
―Lo sé ―dijo finalmente.
―Tu nombre es Creedence, ¿verdad?
Se cruzó de brazos y levantó una ceja.
―Sabes que sí.
Algo sobre la certeza en su voz vibró a través de mi vientre con devoradora hambre
erótica. Él sabía por qué había estado mirándolo. Sabía lo que iba a pasar a continuación.
Tuve que tensar mi cuerpo para no temblar cuando se acercó más a mí. Sus ojos se
movieron de mi rostro hacia mis pechos, deteniéndose allí como si ya estuviera viéndome
desnuda.
Más parejas comenzaron a moverse lentamente. No sabía qué demonios hacer. Creed
parecía estar esperando algo.
Miré a mi alrededor.
―¿Quieres bailar?
Al parecer encontró divertida la pregunta. Sonrió y luego se acercó a mí, rodeó mi
cintura con sus grandes manos y me apretó contra él. Fue a propósito. Quería que sintiera
lo duro que estaba.
―Sí ―respondió, apoyando su frente contra la mía mientras me abrazaba con más
fuerza. Olía a cigarrillos, a cerveza y a un toque fresco de jabón. Luego Creed me levantó,
solo unos pocos centímetros, pero lo suficiente para aplastarme contra su cuerpo. Mierda,
estaba duro. Y era enorme.
Su voz retumbó cerca de mi oído.
―Vamos a bailar, Truly. Toda la noche.
Tragué saliva, notando que la forma en la que estaba sosteniéndome hacía que mi
vestido se subiera indecentemente. No me importó en absoluto.
―Entonces vamos ―le susurré.
Sus grandes manos masajearon mi cintura y sus labios rozaron los míos solo el tiempo
suficiente para que casi rogara por más. El coro de “Between the Devil and Me” alcanzó su
crescendo, pero no había nada más que importara, excepto el dolor entre mis piernas y la
necesidad de que Creed lo llenara.
Me bajó de vuelta y rápidamente tomó mi brazo, tirando de mí a través de la multitud
y saliendo a la calle.
Hizo una pausa y miró a su alrededor.
―¿Tienes auto?
Me sentí un poco sin aliento.
23
―Sí. Todavía está estacionado cerca de Cluck This.
Creed se detuvo y me sostuvo a un brazo de distancia, mirándome intensamente. Me
deseaba tanto. Pude ver que estaba enloqueciendo por eso. Después de un momento bajó la
mirada y comenzó a caminar. Caminaba rápido y era un poco difícil seguirle el ritmo con
mis tacones. No parecía hacer mucho uso de una pequeña charla, pero entonces ya sabía
eso, sobre todo después de escuchar a Saylor quejarse sobre sus modales bruscos. Me di
cuenta que no habría nada de qué hablar de todos modos. No íbamos a cenar o al cine.
Seguramente, íbamos a follar hasta quedar inconscientes.
―Mi apartamento está vacío ―le dije―. Tengo una compañera de piso pero está fuera
de la ciudad.
―Bien ―contestó Creed sin detenerse.
Doblamos en una calle mejor iluminada a varios cientos de metros de Cluck This. Me
estaba poniendo nerviosa y sentí la fuerte necesidad de llenar el silencioso vacío con algo,
cualquier cosa.
―Nos llevamos bien, Stephanie y yo. Más que nada, evitamos cruzarnos en el camino
de la otra. Respondí a un anuncio online de compañera de piso y así fue como la conocí. Lo
cual fue algo bueno ya que no puedo pagar mi propia casa con mi salario de camarera.
Conseguí mi GED4 el año pasado y me encantaría ir a la universidad para estudiar diseño
textil y moda. ¿Tú vas a la escuela, Creedence?
No sabía por qué le pregunté eso. Ya estaba al tanto de que Creed Gentry no era del
tipo académico.
Él dejó de caminar y se quedó quieto. Cuando se dio la vuelta y me levantó, di un
grito ahogado. Me apoyó contra la pared del edificio más cercano mientras envolvía mis
piernas alrededor de sus caderas.
Sentí los labios de Creed en mi cuello y de repente sus manos estaban en mis pechos.
Su voz era baja y absurdamente sexy, y su aliento caliente sobre mi piel.
―No hay necesidad de hablar de ello, Truly. Solo tómalo. ―Levantó mi vestido y
rodó sus caderas lentamente, moliéndose contra mí―. Simplemente relájate y tómalo todo.
Se empujó contra mí más duro y levantó mi barbilla, obligándome a mirarlo a los ojos.
―¿Está bien?
―Sí. ―Suspiré―. Está bien.
Creed sonrió y acomodó mi vestido antes de tirar de mí el resto del camino hacia
Cluck This.
―¿Es tuyo? ―preguntó, señalando mi viejo Ford Escape.
24 Comencé a buscar las llaves en mi bolso.
―Es mío.
Las llaves apenas estuvieron en mi mano antes de que Creed se acercara y las
agarrara.
―Yo conduciré.
―No sabes dónde vivo.
―Dame la dirección.
Tragué saliva.
―¿Cuánto bebiste?
Él rió.
―No lo suficiente como para hacer mella.
―Bien, de acuerdo entonces. ―Normalmente, habría discutido sobre entregarle las
llaves a un casi extraño, pero por lo general, no estaría pensando en tener sexo tan pronto
con ese mismo extraño. Una parte sensible de mi cerebro seguía gritándole a mi insensatez,
pero hice callar esa voz. No quería escucharla. No quería hacer otra cosa que tomarlo todo,
como me dijo. Quería tomar todo de él.

4 GED: Certificado de equivalencia de educación secundaria.


Creed condujo hacia donde le dije. No tomó mucho tiempo; mi apartamento estaba a
solo un par de kilómetros de distancia. También estaba a unas cuadras del lugar en el que
vivía con sus hermanos y Saylor. Pensé que Creed trataría de tocarme cada vez que nos
detuvimos en un semáforo en rojo, pero él solo miró al frente. De repente, cuando
estuvimos a punto de virar hacia la entrada de mi edificio de apartamentos, me lanzó una
mirada y sonrió. Fue suficiente para ablandar cualquier resistencia que me quedaba. Apreté
mis rodillas juntas y esperé a que estacionara el auto.
Señalé.
―Mi lugar está justo allí.
Creed apenas había puesto el freno antes de salir por la puerta sin decir una palabra.
Me quedé allí en la oscuridad durante un segundo, con mi mente dando vueltas.
No debería hacer esto.
Pero quería hacerlo.
Necesitaba hacerlo.
Creed Gentry abrió la puerta del pasajero y me extendió su mano. La tomé.
Todavía tenía mis llaves por lo que fue a abrir la puerta. Era mejor así. Yo no estaba
muy tranquila en este momento.
Creed accionó el interruptor de la luz y una bola de pelo negro corrió a toda velocidad
25
hacia la cocina.
―Mi gata ―expliqué innecesariamente―. Es un encanto pero no le gustan los
extraños. No lo tomes como algo personal.
―No lo haré. ―Creed se encogió de hombros. Arrojó mis llaves sobre una maltratada
mesa de café que mi compañera de piso, Stephanie, había arrastrado todo el camino desde
Nueva York.
Me miró con expectación y me di cuenta que estaba confundido y sin saber qué hacer.
Cuando los extraños volvían a casa juntos, ¿comenzaban a tener sexo tan pronto se cerraba
la puerta? Por la mirada en el rostro de Creed y el visible bulto en su pantalón pude
adivinar cómo quería que las cosas salieran aquí.
―¿Quieres algo de beber? ―le pregunté.
Inclinó la cabeza hacia un lado.
―¿Qué tienes?
Pensé en ello.
―Agua.
―Tomaré un poco.
El agua del grifo en Arizona es horrible y sabe como a piscina pública para niños.
Agarré dos vasos y empecé a llenarlos desde el filtro del refrigerador. Estaba tan absorta
viendo salir el agua que no lo oí entrar en la cocina hasta que sus brazos me rodearon y sus
grandes manos se deslizaron alrededor de mi cuerpo. Tuve que parar y bajar el vaso o se
me hubiera caído al piso.
Sus dedos estaban presionando, masajeando, y finalmente se atrevieron a ir más abajo
para ahuecar la caliente hendidura entre mis piernas. Cuando me recosté contra él me di
cuenta que ya se había quitado la camisa. Era todo calor y músculo, tan grande y amplio
que podía envolverme fácilmente.
Cuando apartó sus manos de entre mis piernas dejé escapar un bajo gemido de
protesta. Creed me dio la vuelta y me apoyó contra el refrigerador antes de ir en busca de
mi boca. El calor de su piel era irresistible. No podía esperar a sentir más de él. Jugó con
mis labios con su lengua antes de volverse más rudo. Maldita sea, este chico sabía cómo
besar. Creedence besaba de una manera que no aceptaba discusión. El deliberado
movimiento de su lengua era suficiente para convertirme en algo un poco menos sólido que
la gelatina. De alguna forma, se las había arreglado para abrir la cremallera de mi vestido
sin siquiera sentirlo. Deslizó las mangas hacia abajo y luego retrocedió un poco.
―No me jodas ―gimió, mirando mi cuerpo fijamente.
Me había olvidado que llevaba el corsé negro debajo del vestido. Resaltaba las curvas
y favorecía mi figura. Lo mejor de todo era que volvía loco a Creed. Con impaciencia, tiró
del vestido hacia abajo y dejó que se amontonara a mis pies. Luego, encendió la luz de la
cocina y se arrodilló delante de mí, mirando mi cuerpo con deseo descontrolado. Con la luz
26 pude ver muy bien la obra de arte absoluta que él era. Había una línea de escritura negra
tatuada sobre la parte superior de su pecho. No podía leer lo que decía. Realmente no me
importaba. Solo quería pasar mi lengua sobre cada centímetro cuadrado de su piel.
Las manos de Creed vagaban por cada rincón de mi cuerpo mientras permanecía
arrodillado. Su voz estaba tan llena de deseo que sabía que no podría contenerse por
mucho tiempo más.
―Mierda ―maldijo―. Supe que eras tú tan pronto como te vi esta noche.
Mi espalda se apoyaba contra la fría puerta del refrigerador y estaba temblando bajo
sus manos. Me moría de ganas de verlo; de sentirlo. Sus dedos se empujaron debajo de mis
bragas y entraron en mí suavemente. Había pasado tanto tiempo desde que había sido
tocada y Creed sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Me tensé alrededor de sus dedos mientras se movían dentro y fuera de mi cuerpo.
Apenas podía mantenerme de pie. Mi cabeza rodó hacia un lado y fue entonces cuando me
di cuenta que estábamos básicamente fornicando en una cocina bien iluminada junto a una
ventana oscura donde cualquier persona podría estar mirándonos.
―Vamos ―jadeé, tratando de moverlo hacia mi dormitorio.
Pero Creed solo sonrió ligeramente y se quedó donde estaba.
―Cuando estés lista.
―Estoy lista ahora ―gemí―. Sabes jodidamente bien que estoy lista.
Creed apartó sus manos y se puso de pie. Se quedó a unos pocos metros de distancia y
me miró atentamente. Con los dedos temblorosos alcancé detrás de mí y comencé a
desabrochar el corsé. Él no me ayudó con la tarea. Solo me observó hasta que estuvo lo
suficientemente flojo como para empujarlo hacia abajo. Entonces su boca descendió sobre
mis pechos. Creed no fue amable y eso me encantó. Agarré su cuello y extendí mis manos
por detrás de su cabeza, empujándolo para que me chupara más duro, primero de un lado
y luego del otro. Eso descontroló a Creedence Gentry. Gimió con una maldición ahogada y
me levantó en sus brazos, llevándome a través de la primera puerta oscura que encontró.
Por suerte, era mi habitación, aunque en ese momento estaba tan concentrada en meterlo en
mí, que no habría tenido ningún reparo en utilizar la cama de Stephanie.
Creed se detuvo en el umbral, buscando algo en la pared.
―¿Qué sucede? ―jadeé.
―Luces.
Encontré el interruptor y la lámpara del techo iluminó la habitación.
―¿Le temes a la oscuridad?
―No ―resopló Creed y me bajó, apoyándome contra la pared más cercana. Mis
pechos estaban completamente desnudos e instintivamente comencé a cubrirlos.
Rápidamente, Creed sujetó mis brazos a cada lado de mi cuerpo. No lo suficiente como
27
para lastimarme, sino para hacerme saber que él estaba a cargo del espectáculo―. Solo
necesito verte.
―Creed ―susurré, sintiendo cada centímetro de su gruesa erección, incluso a través
de sus vaqueros―. Necesito verte también.
Se bajó el pantalón sin dudarlo.
―¿Me ves ahora?
―Sí. ―Suspiré, fascinada por su gran tamaño mientras empujaba sus pulgares debajo
de mis bragas, acariciándome brevemente antes de enganchar la cinturilla y deslizarlas
sobre mis muslos.
Creed ya tenía un condón en la mano. Arrancó el envoltorio y se lo colocó con total
naturalidad.
―Ven aquí.
Se acomodó, sentándose en el borde de la cama. Cuando lo vi esta noche sentado en el
bar, luciendo inquietante y hermoso, me había sacudido el pensamiento prohibido de cómo
se sentiría estar a horcajadas encima de él. Ahora lo sabía. Era cómodo. Creed se deslizó
completamente dentro de mí sin detenerse. Jadeé y me abracé a sus hombros mientras él
me sujetaba de la cintura para poder empujar más duro y profundo.
―Mierda ―grité, mientras cada nervio de mi cuerpo se despertaba y aullaba: “¿Dónde
demonios estaba esto?”. Apenas habíamos comenzado y ya estaba a punto de hacerme
añicos―. Creed ―jadeé―. Maldito sea el infierno.
―Shhh. ―Puso una mano brevemente sobre mi boca y cambió de posición, rodando
encima de mí―. Solo tómalo, cariño. ―Entró en mí rápido y profundo, empujando con
tanta furia, que no sabía cómo podía mantener el ritmo durante tanto tiempo.
Pero Creedence no era un hombre ordinario. Lo demostró una y otra vez cuando
perdí la noción del tiempo. En realidad, perdí la noción de todo, excepto de la frenética
necesidad de satisfacerlo y del devastador placer que me dio.
Creed fue implacable, absoluta y enloquecedoramente implacable. Nos hicimos cosas
el uno al otro que creí que solo eran leyendas. Mientras finalmente empezaba a quedarme
dormida sentí que su peso dejaba la cama. Una punzada de dolor me invadió cuando me di
cuenta de que probablemente había terminado por la noche, y que había terminado
conmigo. Al parecer me equivoqué. Creed apagó la luz y se metió en la cama, tirando de mí
contra su cuerpo. Luego habló por primera vez en horas.
―¿Truly es tu verdadero nombre?
―Sí ―respondí adormilada―. Quiero decir, no. Mi mamá me llamó Tallulah por la
ciudad en la que nací. Tallulah Rae Lee. Quedó como “Truly” en algún momento.
Creed se quedó en silencio. Pasó sus dedos suavemente sobre mi hombro.
―¿Creedence es tu verdadero nombre? ―le pregunté.
―Sí ―contestó sin emoción―. Siempre he sido simplemente Creedence Gentry.
28 Abracé su pecho. La oscura cortina del sueño estaba rogando caer.
―Bueno, eso es mucho, por lo que puedo decir.
Su voz sonó extraña.
―Si tú lo dices.
Me dormí profundamente hasta que salió el sol.
Cuatro
Creed

Me desperté antes que ella. Realmente no tenía la intención de quedarme hasta el


amanecer, pero esta chica me había agotado hasta el punto en que no pude hacer nada más
que caer dormido a su lado.
Mientras me ponía los vaqueros, la miraba fijamente. Ella se movió cuando la suave
luz de la mañana bañó su rostro y las sábanas liberaron una de esas tetas jugosas con las
que había jugado tanto anoche. Una lenta sonrisa se extendió en mi rostro. Joder, había
estado toda la noche en esa mierda. Casi valdría la pena pasar otros dos meses de sequía si
eso significaba que terminaría con un final feliz como este.
Sin duda, Truly sabía cómo moverse. Lo que sea que no conocía, estuvo más que
29
dispuesta a experimentarlo. La gran pila de condones en el cesto de basura era la prueba de
que había llegado a la meta. Aun así, lamenté no haber puesto más en mi billetera. Mientras
miraba su piel desnuda estaba seguro que podría llegar a estar de humor para un poco de
acción matutina.
Me quedé a su lado durante un momento, solo observándola dormir. Era muy sexy,
incluso era más del gran rollo que pensé que sería. Además, sospechaba fuertemente que a
pesar de que supiera cómo complacer a un hombre, había pasado mucho tiempo desde que
había hecho algo al respecto.
―Hola ―dijo, abriendo sus ojos oscuros y levantando la mirada.
―Buenos días ―respondí, sentándome en la cama junto a ella. Tiró de la sábana para
cubrirse a pesar de que ya había visto ese paisaje muchas veces. Sus ojos parecían severos
mientras se apartaba el negro cabello de su rostro y me observaba seriamente.
Empecé a sentirme un poco incómodo. Quiero decir, por lo general cuando follaba con
una chica no tenía la necesidad de preocuparme por si nos volvíamos a encontrar. Pero
Truly era amiga de Saylor. Podría haber algunas consecuencias en mi futuro.
―¿Dormiste bien? ―me preguntó. Creí notar un dejo de sarcasmo en su voz, aunque
era difícil darse cuenta debajo de ese acento sureño.
Fui a lo seguro.
―Claro ―contesté con tranquilidad. Si iba a sucumbir bajo una loca cantidad de culpa
por nuestro festival de sexo frenético, entonces no había mucho que pudiera hacer al
respecto. Sin embargo, no quería solo salir corriendo por la puerta y dejar que ese fuera el
final de esto.
―¿Desayuno? ―le pregunté y sus cejas, que eran tan oscuras como su cabello, se
dispararon hacia arriba.
―No cocino ―declaró con el ceño fruncido.
Puse los ojos en blanco, sabiendo que me había malentendido.
―No, lo que quise decir es si te gustaría salir a conseguir algo para desayunar.
Se quedó pensando.
―¿Eso es lo que quieres hacer, Creed? ¿Salir a desayunar?
¡Por el amor de Dios! ¿Necesitaba una invitación por escrito?
―Jesús, te lo acabo de preguntar, ¿o no?
Truly suspiró y se frotó los ojos.
―Sí, lo siento. No tengo mucha hambre.
Sus palabras eran bastante claras. Su lenguaje corporal era aún más claro. Se llevó las
rodillas hasta su pecho y estaba manteniendo su cuerpo escondido bajo las sábanas. Quería
que la dejara sola con su remordimiento de la mañana después.
―Muy bien, entonces ―dije, levantándome y sofocando un bostezo.
30
―Adiós, Creed ―dijo con voz apagada mientras mantenía la mirada baja.
―Truly. ―Extendí la mano y toqué su hombro desnudo. Finalmente, levantó la vista.
Había una pequeña cantidad de bonitas pecas en el puente de su nariz. Sus grandes ojos
marrones eran profundos, oscuros y cautelosos. Solo quería que supiera algo y luego iba a
dejarla en paz. Me aclaré la garganta―. Lo pasé jodidamente genial anoche.
Sonrió un poco ante eso.
―Sí. ―Se sonrojó―. Yo también.
―Entonces, ¿te veré por ahí, Tallulah?
―Tal vez, pero deberías saber que no respondo a ese nombre.
―Lo harás si soy yo quien lo diga.
Me lanzó una mirada fulminante y me reí.
―Ten cuidado de no dejar salir a la gata cuando te vayas ―gruñó, rodando de lado
para mirar la pared. Me di cuenta que esa era la última pista para que me fuera de una vez,
lo cual estaba bien para mí. Quería ir a casa y descansar un poco.
Tuve que buscar mi camisa por toda la sala. Finalmente, la encontré debajo de un gran
gato negro.
―Pssst. ―Extendí la mano e hice ruidos de animales, tratando de hacer que la cosa se
moviera. Solo clavó sus garras más firmemente en la tela y siseó―. Muévete ―le susurré,
lanzándome hacia adelante amenazadoramente―. Vamos, vete. ―El animal solo me miró
con ojos de neón. Eché un vistazo a la puerta de la habitación de Truly. No quería que
viniera enfadada a preguntarme qué demonios le estaba haciendo a su gato.
La cosa estúpida bostezó y pestañeó. Siempre odié a los gatos. Me parecían unas
pequeñas mierdas astutas.
―No vas a ganar ―le advertí, moviendo un dedo―. Vamos a postergar esta mierda.
Salí del apartamento de Truly desnudo de la cintura para arriba y cerré la puerta
despacio detrás de mí. Medio esperaba que el estúpido gato realmente tratara de escaparse.
Después de tomar un atajo por detrás de varios edificios de apartamentos y saltar por
encima de unos muros de cemento, llegué a mi propia puerta en diez minutos. La
camioneta de mierda que compartía con mis hermanos no estaba por ningún lado a la vista.
Seguramente Cord ya se había ido a trabajar.
Después de tomar mis llaves y abrir la puerta, oí a Chase y a Saylor riendo en la
cocina. Traté de ir directamente a mi habitación, pero Chase me oyó entrar y me llamó.
Suspiré y me dirigí hacia ellos. Saylor tenía su computadora portátil sobre la mesa y
no levantó la vista cuando entré en la cocina. Era escritora y a veces utilizaba el poder
superior de la mente de Chase para ayudarla a editar su trabajo. Cord me advirtió que a
ella no le gustaría que anduviera tras Truly, pero no debería ser para nada asunto de Saylor
McCann a quién demonios me follaba.
31 ―¿Le dejaste un recuerdo? ―Chase se rió, refiriéndose a la camisa que no tenía
puesta. Estaba barajando un mazo de cartas y reclinado tan atrás en su silla que parecía a
punto de caerse.
―Algo así. ―Me encogí de hombros.
Entonces Saylor levantó la mirada, con su rostro un poco contraído.
―Te ves destrozado.
Sonreí cuando pensé en el ejercicio de anoche.
―Fui destrozado.
Chase dejó que la silla cayera hacia adelante con un golpe.
―Mierda, Creed se está riendo y todo. Debió haber sido mejor que lo de siempre.
―Lo fue ―dije honestamente. Saylor se estaba sonrojando así que traté de cambiar de
tema―. ¿Tu chico se fue a trabajar? ―le pregunté.
―Sí ―respondió en un tono bastante apático que, probablemente, estaba destinado a
mostrar su desprecio por mí. Me estaba empezando a enfadar. Esto era una mierda. Más
que una mierda. Si hubiera sido su amigo Chase en vez de mí, no se habría molestado en
absoluto. Le hubiera arrojado un montón de jodidos condones y guiñado un ojo.
Chase le tocó el brazo a Saylor.
―¿Todavía me puedo llevar tu auto?
―Claro. ―Se encogió de hombros―. Las llaves están en mi bolso.
―¿Dónde está tu bolso?
―En algún lugar de este apartamento.
Chase la miró y asintió.
―Las encontraré.
―Está bien.
Mi hermano se levantó de la mesa. Antes de ir a buscar el bolso de Saylor me dio una
palmada en el hombro, con los ojos risueños.
―Tan bueno, ¿eh? ―murmuró.
―Sí, lo haría de nuevo ―le contesté, lo suficientemente alto para que Saylor me oyera.
Frunció los labios cuando fui al refrigerador y comencé a beber la leche directamente del
cartón. Sabía que le molestaba como la mierda que hiciera eso.
―¿Ella está bien? ―me preguntó Saylor.
Me quedé perplejo.
―¿Qué demonios crees que le hice a esa chica?
Saylor se volvió y fijó sus grandes ojos verdes en mí.
―Nada. Es solo que parece que tienes una filosofía de “utilízalas y deshazte de ellas”
con las mujeres.
32
Le respondí enfadado:
―Algo así como lo que Cord te hizo una vez, ¿eh?
Mierda. Mierda. MIERDA. ¿Qué CARAJO me hizo traer eso a colación?
Saylor se quedó boquiabierta. Sabía exactamente de lo que estaba hablando. Hubo un
doloroso momento de silencio entre nosotros. Hace un millón de años, cuando éramos unos
tontos adolescentes allí en Emblem, los tres hermanos habíamos hecho una apuesta
despreciable. El premio era la virginidad de Saylor McCann. Cord ganó. Él se sintió como
una mierda al respecto, sobre todo después de que se supo, pero podía imaginar cuánto Say
debió de haberlo odiado. Debió de habernos odiado a todos.
Vi los ojos de Saylor nublarse con malos recuerdos y me sentí como un bastardo hijo
de puta. Aquí estaba esta chica que adoraba a mi hermano, que le dio la oportunidad de
demostrar que había dejado de ser un imbécil para convertirse en un buen hombre, y yo
estaba arremetiendo contra ella porque no me gustaba oír la verdad.
Tragué saliva.
―No quise decir eso.
Cerró de golpe su computadora.
―Sí quisiste. ―Se fue ofendida a su habitación con la computadora bajo el brazo.
―¡Saylor!
Me ignoró y azotó la puerta.
Chase apareció unos segundos más tarde, haciendo girar las llaves en sus dedos.
―¿Por qué se molestó tanto?
Suspiré.
―Ah, fui un idiota, eso es todo.
Chase se rió, burlándose de mí.
―¿Tú? No lo creo.
Lo empujé.
―De todos modos, ¿a dónde vas? ¿No tienes clases hoy?
Chase se había matriculado en algunas clases en la Universidad Estatal de Arizona. Lo
hizo después de que Saylor le insistiera; otra razón por la que debería estar agradecido con
ella.
―No ―respondió Chase lentamente, con el rostro cauteloso. Me quedé mirando a mi
hermano. Él no era del tipo reservado, en absoluto. Algo estaba pasando―. Solo voy al
centro comercial ―dijo sin mirarme a los ojos.
―¿Para qué?
Se encogió de hombros.
―Hay un acuario que quiero ir a ver.
33
―¿De qué estás hablando? No hay ningún acuario en el centro comercial.
―Sí lo hay ―insistió con una sonrisa mientras comenzaba a retroceder hacia la
puerta―. Hay un acuario en el centro comercial y voy por fines de investigación.
―Como digas ―murmuré―. No dejes que te muerda un tiburón.
―No lo haré. Hoy no. ¿Qué vas a hacer tú? ¿Vas a trabajar?
Me rasqué la cabeza. Chase y yo a menudo trabajábamos como seguridad para
eventos deportivos en la universidad.
―No lo sé. ¿Qué día es hoy?
―Viernes.
―Entonces no. Se supone que mañana voy a trabajar en el primer juego de fútbol.
Chase asintió. Señaló con el pulgar la puerta cerrada de la habitación.
―Sé bueno con ella, ¿de acuerdo?
―Lo intentaré.
Una vez que Chase se fue del apartamento, quedó un silencio insoportable. Después
de buscar algo para comer en la cocina, encontré un poco de pan que todavía no se había
puesto verde. Empujé unas cuantas rebanadas en la tostadora. Nos quedamos sin
mantequilla, así que las comí sin nada.
Saylor no había salido de su habitación. Me quedé de pie en el pasillo durante unos
minutos, deseando saber qué demonios decirle. Me gustaba Saylor. De verdad que sí. Era
una chica dulce que hacía increíblemente feliz a mi hermano. Crecimos en el mismo pueblo,
por el amor de Dios, y deberíamos tener mucho de qué hablar.
Tal vez ese era mi problema.
Hablar realmente no era lo mío, sobre todo cuando se trataba de mujeres. Hubo un
número de ellas que intentaron aferrarse a mí de manera más estable, pero nunca estuve
interesado.
No era culpa de ellas. Simplemente, no era la forma en la que yo estaba programado.
Suspiré y me dirigí hacia la sala. Ya no me sentía cansado. En realidad, deseaba estar
todavía en la cama con Truly, haciendo algo más que dormir. Mi polla estuvo
inmediatamente en posición de firmes, mientras mi mente la recordaba en esa ropa interior
de encaje negro oculta bajo su vestido. Joder, casi me había asesinado con esa cosa. No
estuve tan cerca de correrme en mi pantalón durante años. Sin duda, ella era algo especial y
no iba a disculparme por lo de anoche, no importa cuán enojada Saylor decidiera estar al
respecto. De hecho, estaría feliz de hacerlo otra vez si Truly pudiera superar su obvia culpa
de sexo casual.
Si lo hizo una vez, lo hará de nuevo.

34 Podría ser verdad. ¿Cuántas veces se había corrido en mi mano, alrededor de mi polla
y en mi boca? Ella amó cada sucio minuto.
Ya que en este momento no podía ir a ninguna parte con esos pensamientos, tomé una
respiración profunda hasta que mi erección se calmó. Cuando estuve nuevamente bajo
control divisé mi guitarra en la esquina detrás del sofá. La agarré y me dejé caer en el sofá
con un suspiro. Esa cosa me había ayudado a superar más momentos difíciles de lo que
podía contar. La conseguí en una casa de empeños en Emblem el verano anterior a mi
último año de la secundaria. Nunca tomé clases pero aprendí a afinarla y a tocar acordes
básicos por mi cuenta. Los chicos siempre me habían rogado que hiciera algo con mi voz,
pero no podía imaginarme parado en un escenario con las luces brillando sobre mi cabeza y
un montón de idiotas en el público esperando que lo arruinara.
Mientras mis dedos se movían a lo largo de las cuerdas, una ola de paz se apoderó de
mí. La mayoría de las veces me sentía tenso y nervioso, como si el más pequeño empujón
fuera a enviarme a la oscuridad. Cuando bebía demasiado, mi mente quedaba atrapada y
todo lo que podía ver era un rostro que haría cualquier cosa para poder olvidar. No pienso
en él como mi padre. En lo que a mí respecta, mis hermanos y yo nunca tuvimos un padre.
Pero en los momentos en los que ese cabrón aparecía de todos modos, sonriendo como un
verdadero villano, pensaba en asesinarlo.
Cuando comencé a tocar, empecé a cantar la primera canción en mi cabeza. Entonces,
me perdí en la música. Me había olvidado que había alguien más en casa hasta que dejé ir
la última nota. Levanté la mirada para ver a Saylor de pie, en silencio, cerca de mí.
―Tu homónimo ―dijo, esbozando una sonrisa.
Había estado cantando la canción “Long as I Can See the Light” de Creedence
Clearwater Revival. Sabía todo su catálogo de memoria.
Bajé la guitarra cuando Saylor se acercó para sentarse en el sofá. Jugaba con un
mechón de su cabello y parecía estar pensando.
―Lamento lo de antes ―le dije.
―Lo sé ―respondió―. Y no debería meterme en tus asuntos. Es solo que no tengo
muchos amigos. Me gusta Truly. No quiero verla salir lastimada.
―¿Crees que voy a lastimarla?
Me miró francamente.
―No creo que puedas evitarlo, Creed.
―Fue solo una noche, Saylor. Eso es todo lo que va a ser. Si tienes que saberlo, ella no
parecía demasiado ansiosa de que me quedara más de lo necesario.
Saylor tosió una vez.
―Me siento un poco mal. Soy yo quien la empujó fuera de la puerta y le dijo que
pasara un buen momento.
Me incliné hacia atrás en el sofá.
―Y así fue. La pasó genial.
35
Se rió por la nariz. Me miró durante un largo rato y luego sus ojos se posaron en la
cita tatuada en mi pecho.
―¿Crees que alguna vez cambiará?
Bajé la mirada. El tatuaje decía “Concedo nulli”. Traducción: “No cedas ante nadie”.
―Lo dudo ―le respondí honestamente.
Oí un zumbido y Saylor sacó el teléfono de su bolsillo. Le echó un vistazo a la pantalla
y luego me miró rápidamente. Podía adivinar quién llamaba.
Me levanté del sofá y apoyé la guitarra contra la pared.
―Te dejaré atender ―le dije, dirigiéndome hacia el patio trasero. Sabía que estaba
esperando a que estuviera fuera del alcance del oído antes de contestar el teléfono.
Recogí algunas de las pesas sueltas que dejábamos en el patio y comencé a levantar
series de veinte kilos. Generalmente no era un problema. Era una manera fácil de
despejarme y mantenerme concentrado. Canalizaba todo hacia la fuerza que aumentaba en
mi cuerpo. Me agradaba sentirme más poderoso con cada levantamiento de pesas.
Significaba que tenía una oportunidad de luchar a través de cualquier desafío que me
esperara en el horizonte. Solía rogar por ese poder hace años cuando mis hermanos y yo
nos escondíamos en la oscuridad del desierto del mismo monstruo. Todavía nos perseguía,
solo que en una manera diferente. Siempre pensé que cuanto más fuerte me volviera, más
débil él iba a estar. Sin embargo, la mente no siempre escuchaba esos argumentos.
Después de diez minutos, bajé las pesas y me puse de pie. Arizona en agosto era un
lugar de castigo. El sudor salía de mis poros y al instante se evaporaba en el calor
abrasador. No podía oír la voz de Saylor. Me preguntaba si todavía estaba hablando con
Truly, y qué le había dicho ella de mí.
Extrañamente, habría dado lo que fuera para saber la respuesta.

36
Cinco
Truly
Salté de la cama en el momento que escuché a Creed cerrar la puerta. Durante unos
minutos no hice otra cosa que caminar de aquí para allá desnuda. Dolly entró en la
habitación y me miró con recelo desde la puerta. Creí percibir una nota de desaprobación
en sus ojos brillantes.
―Lo sé ―le dije a la gata―. No hay nada que puedas decir al respecto que ya no haya
pensado, así que puedes mantener tu grosera reprimenda para ti misma. ―Ella parpadeó.
Con un grito incoherente me dejé caer en la cama. Me incliné sobre mis rodillas
desnudas y miré fijamente los dedos de mis pies.
37
Había follado a Creed Gentry.
¡¡¡Mierda, me follé a Creed Gentry!!!
En repetidas ocasiones. En más maneras de las que eran decentes. Y él era tan bueno
que ni siquiera podía lograr entenderlo.
Con un gemido me dejé caer sobre la colcha de patchwork que había cosido a mano
cuando tenía quince años. Había arrastrado esa pobre cosa a través de mi maníaca vida
hasta que terminamos aquí. Ahora, la había obligado a sufrir la humillación de ser la
anfitriona de una tremenda fiesta de folladas, con un chico malo y hosco que apenas
conocía.
Dolly saltó sobre la cama y se acurrucó cerca de mi rostro. Acaricié su pelaje oscuro
mientras ronroneaba. Ella llegó a mi vida hace un año, cuando acababa de terminar una
mala relación con un hombre, que pensó que yo era lo suficientemente joven y estúpida
como para aceptar ser una mantenida. Ya lo sabía, aunque me llevó un tiempo darme
cuenta. No estaba dispuesta a convertirme en algo con apenas más clase que una prostituta.
En ese momento, había estado en Arizona por cerca de cuatro meses, pero ese fue un
período de tiempo que en su mayoría lo pasé entreteniendo a Paul Angelo. Él tenía dos
veces mi edad y era absurdamente posesivo. También tenía una esposa e hijos, que no
sabían nada de mi manchada existencia en un lujoso apartamento de Phoenix. Cuando lo
descubrí, me di cuenta de lo mucho que había estado engañándome a mí misma acerca de
mi propia situación. Lo mandé al infierno y luego me largué, rehusándome al montón de
dinero que trató de arrojarme.
En ese momento, solo tenía dinero suficiente como para alquilar una pequeña
caravana en el abarrotado parque Mesa. Por entonces, vivía en aislamiento. Los amigos
eran un mito. La familia era un sueño recordado a medias. Algunas de las personas que
deambulaban por el parque de caravanas parecían sospechosas y peligrosas. Sin embargo,
la mayoría solo era gente común; un poco perdidos pero aún esperanzados, algo así como
yo.
Dolly era un fantasma esquelético que corría como el diablo cada vez que un humano
se acercaba a veinte metros. Algo en sus ojos vigilantes y su cuerpo desnutrido me hizo
pedazos. Comencé a dejar un plato de leche cada noche y a sentarme cerca, mientras
esperaba a que ella lo encontrara. Después de la cuarta noche tendiendo pacientemente mi
mano, finalmente se atrevió a acercarse lo suficiente como para poder tocarla. Su pequeña y
áspera lengua lamió suavemente mis nudillos y alegremente la subí a mi regazo. Cuando la
llevé dentro no estaba segura que fuera a quedarse. Pero lo hizo. Tal vez reconoció un
espíritu afín, un aliado solitario con quien enfrentar el mundo. Después de unos meses, fui
capaz de reunir el dinero suficiente de los empleos de camarera, como para salir del parque
de caravanas y entrar en un apartamento compartido cerca de la universidad.
Escuché el rápido latido del corazón de Dolly durante unos minutos, antes de suspirar
y levantarme de la cama. Estaba jodidamente contenta de que Stephanie todavía estuviera
fuera de la ciudad. No éramos cercanas y Stephanie Bransky me parecía alguien que sufría
de exceso de intensidad. Cuando no estaba corriendo a clases, estaba refugiada delante de
38
su computadora o gritando en su teléfono. Todo parecía misterioso y agotador. Una vez le
pregunté qué demonios estaba haciendo, pero su expresión apagada me dijo que no tenía
intención de hablar del asunto. Stephanie no traía hombres a casa. Ella probablemente no
habría aprobado a Creedence Gentry.
La ducha se sintió bien después de tantas horas de sudoroso esfuerzo. Mientras me
cubría con mi raída bata de felpa y escurría mi cabello, comencé a sentirme menos como un
caso perdido. Había tenido una aventura de una noche. ¿Y qué? La gente hacía eso todo el
tiempo. No es como si Creed fuera a pensar mal de mí. Dudaba que fuera a pensar de
nuevo en mí, en absoluto.
A pesar de que no había dormido mucho la noche anterior no estaba cansada.
Faltaban horas para que tuviera que volver al restaurante. Dolly se quedó detrás de mí,
mientras me dirigía a la cocina y preparaba unos huevos revueltos. No fui exactamente
honesta cuando le dije a Creed que nunca cocinaba.
Con un plato en la mano entré en la sala de estar. Mi plan era vegetar frente al
televisor, hasta que el impresionante recuerdo del cuerpo desnudo de Creed comenzara a
desvanecerse. Dolly chocó con mis tobillos cuando me paré en seco. Allí, en medio del piso
alfombrado color beige, estaba la forma arrugada de la camisa de un hombre. Recordaba
haber pensado anoche en la manera en que la tela azul resaltaba el color de sus ojos. Me
incliné lentamente y la recogí. ¿Por qué demonios no se llevó su camisa? No podría haberla
pasado por alto; estaba aquí a la vista. Tal vez la dejó intencionalmente, como una razón
para regresar más tarde.
A pesar de que me sentía sumamente ridícula, bajé mi plato y levanté la camisa,
acercándola a mi rostro. Inhalé la esencia de cigarrillo, jabón y un almizcle masculino básico
que hacía que todas mis partes femeninas gritaran con anhelo.
Maldición, él era bueno.
Sacudí mi cabeza y tiré la camisa sobre el sofá. Dolly inmediatamente saltó encima y
comenzó a amasar la tela hasta convertirla en una cama.
―Tú también, ¿eh? ―me quejé, mientras se sentaba cómodamente en medio de la
cama que armó.
Recogí mi plato lleno de huevos, pero realmente ya no tenía hambre. Después de
liberarme de la situación con Paul, tuve una epifanía que debí haber recibido hace mucho
tiempo; seguiría arrastrándome por todo el país como una maldita planta rodadora, a
menos que dejara de aferrarme a los hombres en busca de algo que nunca tendré. Antes de
Paul, hubo un jugador de la liga menor de béisbol con el que nunca pude correr lo
suficientemente rápido como para seguirle el ritmo.
Esa fase fue una larga sucesión de moteles baratos y sexo borracho que nunca
lograron satisfacerme.
Durante un tiempo, también había ocupado un lugar en el autobús de gira de una
banda oscura. Fue una época que siguió a un particular mal momento de mi vida. Pero,
39
extrañamente, ese alborotado ambiente lleno de almas coloridas, me había ayudado a sanar
un poco cuando necesitaba desesperadamente algo de curación. Todavía estaba tratando de
escapar de las consecuencias del primer y más traumático capítulo de mi triste historia con
los hombres. Fue el desastre que había destrozado a las chicas Lee; algo que la pobreza, la
desesperación y el constante egoísmo de un padre irresponsable, no había logrado hacer.
Fue mi madre llamándome miles de cosas horribles. Fueron mis respuestas gritadas,
exponiendo demasiadas verdades terribles. No pudieron ser retractadas. En la noche me
fui, y el hombre que había causado toda la agonía no se encontraba por ningún lado.
Si Laura Lee alguna vez pensó en su hija mayor, nunca lo dio a conocer. Mis hermanas
eran hermosas en su dolor la última vez que las abracé despidiéndome de ellas. Mia. Aggie.
Carrie. Las extrañaba.
Habíamos sido las chicas Lee, todas tomando el apellido de nuestro único padre
conocido. Durante un período de cuatro años, mi madre había sido una fábrica de bebés
aceptando donaciones de diversos espermas. Escogió nuestros nombres basándose en
cualquier área del sur, que por casualidad estuviera cerca, cuando salimos gritando de su
útero. Yo, Tallulah Rae Lee, nací cuando ella tenía diecinueve años. Catorce meses más
tarde llegó Meridian, quien más se parecía a nuestra madre. Tenía la misma fragilidad
pálida y parecía destinada a ser herida aún más por el mundo. Al año siguiente, trajo a
Augusta, cuya tez oscura garantizaba que la gente insensible estuviera siempre
preguntando si era realmente una de nosotros. Por último, mi hermana menor, Carolina,
llegó armada con caprichosas demandas que nunca disminuyeron.
Mi madre nos arrastró a través de los más oscuros rincones del Profundo Sur 5 y fue un
milagro que incluso aprendiéramos a leer. Vivíamos de la caridad hasta que se agotaba en
un lugar determinado y entonces seguíamos el viaje. Nunca había dinero para nada y
nuestras ropas siempre fueron las que habían descartado otros niños. Aprendí a coser a una
edad temprana así lo poco que teníamos podía ser ajustado para transformarse en algo más
presentable.
Extrañamente, no recordaba mi infancia como algo terrible. A veces tenía hambre y a
veces tenía frío, pero siempre existió la calidez de la familia. Mi hermana Augusta, apodada
Aggie, dos años más joven, era como mi otra mitad. Éramos un equipo determinado a
supervisar la supervivencia de las mujeres Lee.
Vi la incredulidad en los ojos de Aggie esa terrible noche cuando empaqué una bolsa
de basura llena de todo lo que poseía. Mia y Carrie estaban tratando de contener a mi
madre para evitar que me golpeara de nuevo. Era la primera vez que lo había hecho. Eso
solo lo hacía más horrible.
“Tru”. Aggie se acercó a mí, con la voz ahogada. Pero solo pude abrazarla brevemente
antes de dejar ese caos atrás.
A excepción de Carrie, quien estaba en su último año de la preparatoria y había
conseguido una beca en un internado para intelectuales, mis hermanas ya eran adultas y
vivían en diferentes lugares. Raramente nos poníamos en contacto. Siempre era el rostro
40 trágico de Aggie lo que más me perseguía cuando pensaba en esos últimos momentos que
estuvimos juntas. Sabía que no pudo entenderlo en ese momento. Y ahora era demasiado
tarde para explicarlo.
Automáticamente, mi mano fue al lugar en el que una tenue cicatriz se escondía bajo
la tela de mi bata. Era la cosa más importante que había que saber acerca de mí. Era la cosa
de la que no le había hablado a nadie.
Lo siento, Aggie. Te dejé sola con todo esto. Pero tenía que hacerlo.
Con un profundo suspiro encendí el televisor. Después de cambiar de canales durante
un rato, encontré un programa de entrevistas con un grupo de mujeres con aspecto de ricas
sentadas alrededor de una mesa. Bebían vino y charlaban acerca de comprar bolsos que
costaban más que mi cheque de pago semanal. Me quedé mirándolas, preguntándome de
dónde demonios salieron esas personas. ¿Todo había sido siempre bonito para ellas? ¿O
eran sus sonrisas brillantes y accesorios costosos los que enmascaraban su fealdad oculta?
Apagué el televisor, tratando de deshacerme de mi sensación de melancolía. No era
mi estado de ánimo natural. Se escuchaban voces afuera. La mayoría de los residentes
locales eran estudiantes. Las mañanas de los días laborables implicaban un desfile de
bicicletas que se dirigían a la universidad. Finalmente había hecho el examen de
equivalencia de la escuela secundaria hace más de un año, cuando estuve en Texas. Por lo
menos una vez a la semana sacaba ese pedazo de papel y me quedaba mirándolo a pesar de

5Profundo Sur (en inglés Deep South): Es una región cultural y geográfica de los Estados Unidos. Está
compuesta por: Alabama, Carolina del Sur, Georgia, Florida, Luisiana, Misisipi y Texas.
que sabía que no era nada especial. Demonios, casi todo el mundo se las arreglaba para
graduarse en la escuela de alguna forma. Tal vez por eso significaba tanto para mí. Era un
símbolo de una vida normal. Algún día me encantaría estar entre la multitud que corría
para llegar a clases.
Todos los intentos para distraerme no sirvieron de nada. En mitad de mis
pensamientos cambié de posición en el sofá y sentí un leve dolor entre mis piernas. Eso fue
todo lo que necesité para quedarme sin aliento cuando recordé todas las vívidas razones
por las que estaba dolorida. Aunque Creed había sido implacable en su búsqueda de placer,
él me devolvió todo lo que obtuvo. Nunca había estado con un hombre que estuviera tan
resuelto a llevarme a la cima y ponerme aún más excitada cada vez que me corría. Tal vez,
debería haber aceptado su oferta de llevarme a desayunar.
¡Para! Fue solo una noche. Eso es todo lo que un hombre como Creed querrá alguna vez.
Me preguntaba si él estaría en su casa en este momento, chocando los cinco con sus
hermanos y describiendo los frutos de su exitosa cacería. Luego me pregunté si Saylor
estaría molesta conmigo por tirarme al hermano de su novio. Ese pensamiento fue el más
deprimente de todos. Saylor era realmente la única amiga que tenía. Era doloroso darme
cuenta que podría estar pensando mal de mí.
Una mirada al reloj me dijo que eran las diez pasadas. Debería estar despierta a esta
hora. Creed vivía en el mismo apartamento de tres habitaciones con Saylor, Cord y Chase,
41 así que, aunque no nos hubiera visto irnos juntos anoche, ella ya se habría enterado a estas
alturas. A regañadientes saqué el teléfono de mi bolso y la llamé. No me respondió hasta el
cuarto timbre.
―¡Truly!
―Hola, Say. Mira, lamento haberte abandonado en The Hole.
Su voz se elevó.
―¿Qué? ¡A quién le importa eso! ¿Estás bien?
Levanté mis cejas. Ella sonaba aterrada. ¿Qué demonios pensaba que sucedió anoche?
―Eh, sí. Estoy bien.
Se oyó el sonido de una puerta que se cerraba en el otro lado. Me imaginé que Saylor
podría haberse retirado a otro lugar donde Creed no pudiera escuchar lo que estaba
hablando.
―Estaba preocupada ―dijo suavemente―. Cuando Chase nos dijo que te habías ido a
casa con Creed no podía creerlo. Quiero decir, nunca me hubiera imaginado que te irías con
él.
―Yo tampoco ―murmuré.
―Maldición, me siento mal. Soy la que te presionó para que salieras anoche y sé que
no eres del tipo que va de cama en cama.
―No es tu culpa, Say. Soy una mujer hecha y derecha. Es posible que no haya sido
una de las cosas más inteligentes que alguna vez hice, pero fue totalmente mi elección.
Saylor pareció relajarse un poco.
―Le eché la bronca a Creed cuando entró al apartamento esta mañana. No me gusta
que te trate como cualquier otra chica.
Me mordí el labio, pensando si debería hacer la siguiente pregunta.
―¿Estuvo fanfarroneando?
―No, Creed no es de los que fanfarronean. Él solo hace lo que hace y espera que
todos estén bien con eso.
―¿Tú lo estás?
―¿Si estoy, qué?
―Bien con eso. Quiero decir, podría haber elegido a alguien más en vez de un
hermano de Cord.
Saylor se rió.
―Mira, crecí con estos chicos. Conozco la clase de impacto que siempre han causado
en las mujeres en todas partes. Brayden solía sacudir la cabeza y decir: “Es el mundo
Gentry. El resto solo vivimos en él”.
42 ―¿Qué significa eso?
―Significa que no te culpo ni un poco por involucrarte con Creed.
Me ajusté el cinturón de la bata y abrí las persianas del patio. El sol lastimó mis ojos.
―No estoy exactamente involucrándome con Creed. Fue solo una noche.
―¿Y fue una buena noche? ―No estaba preguntando de una forma lasciva.
Simplemente sonaba curiosa.
Apoyé mi cabeza contra el cristal de la puerta del patio.
―Lo fue ―admití―. Fue una noche increíble.
―Truly ―dijo Saylor suavemente―. ¿Te das cuenta de cómo es Creed, verdad? Es
mucho más, bueno, impenetrable que Cord. No sé si él tiene lo que se necesita para tener
algo normal con alguien.
Normal.
¿Qué significaba eso de todos modos? Cuando mis hermanas y yo éramos niñas,
solíamos usar la palabra “normal” para describir a la mayoría de las personas que nos
rodeaban. Si un compañero de clases saludaba con la mano a alguien en una casa de verdad
cada mañana, y tenía un árbol de Navidad en diciembre, ellos eran parte de una vida que
nosotras solo habíamos visto desde fuera. Utilizábamos esa palabra como un insulto.
Decíamos cosas como: “Él es todo normal y esa mierda”, y todas nos partíamos de risa, pero
cada una sabía que hubiera sido bueno ver algo de esa vida para nosotras mismas.
Saylor no necesitaba decirme que Creed no era del tipo “normal”. Incluso si nunca
hubiera mencionado el pasado abusivo que sufrieron los chicos Gentry, yo habría sido
capaz de darme cuenta. Los tres también habían pasado sus vidas enteras viendo todo
desde fuera.
―Mira, lo entiendo ―le dije―. No estoy esperando que aparezca aquí con una
docena de rosas ni nada.
―No es que esté buscando detalles, pero, ¿le arrancaste la camisa anoche?
Miré hacia el sofá donde Dolly todavía estaba echada encima de la camisa en cuestión.
―No ―respondí―. Tal vez, solo le gusta mostrarse al mundo tanto como le sea
posible.
Saylor soltó una risa sarcástica.
―De ninguna manera. Puedo decirte con toda honestidad que a Creedence no le
gusta que el mundo lo vea, en absoluto.
Suspiré.
―Me gustaría que fueses a trabajar hoy.
Era cierto. Las horas pasaban siempre más rápido cuando Saylor estaba bromeando
alrededor.
43 ―Puedo ir más tarde ―prometió―. Podemos escaparnos para ir a Whataburger
cuando Ed te dé un descanso.
―Me encantaría eso. Estoy harta del pollo.
Cuando terminé de hablar con Saylor unos minutos más tarde, me sentí un poco
mejor. No había mencionado a Creed de nuevo y yo estaba agradecida. Probablemente no
había nada más que decir sobre el asunto. Estaba terminado.
Dolly dejó escapar un pequeño maullido de objeción cuando saqué la camisa de Creed
de debajo de ella. Le sacudí el pelo de gato y la doblé cuidadosamente. Supuse que podría
dársela a Saylor para que se la devolviera, pero entonces ella va a mirarme incómoda y a
recordar por qué la tenía en primer lugar.
Abrazando la camisa contra mi pecho, consideré que era inevitable encontrarse con
Creed Gentry. Él vivía cerca. A menudo comía en Cluck This. Era el hermano del novio de
mi amiga. Hubiera sido más fácil de manejar si solo se tratara de un tipo cualquiera, con el
que tendría pocas posibilidades de encontrarme de nuevo. Pero iba a verlo otra vez. Lo
sabía. Me preguntaba si se molestaría en saludarme y cuánto tiempo me tomaría para que
el recuerdo de la noche anterior desapareciera, así podría dejar de desearlo tanto.
Cuando regresé a mi habitación puse la camisa de Creed encima de mi tocador. Si la
necesitara de vuelta, él sabría dónde encontrarla.
44
Seis
Creed
Han pasado dos meses desde la terrible noche que Chase estuvo en el hospital y me
había arriesgado, para que Cord no tomara esa carga. Gabe Hernández no era más que un
sinvergüenza y él sabía que nos tenía contra la pared. Nos daría los nombres de los
cobardes que habían atacado a nuestro hermano. El precio era un cuerpo fuerte en la lona.
Sabía exactamente a lo que se refería. Gabe no estaba hablando del tipo de peleas a las que
estábamos acostumbrados, peleas de callejón por el dinero que teníamos en los bolsillos.
Esos luchadores eran aficionados y todo lo que tenías que hacer para ganar era tirar al tipo
al suelo.

45 Pero había escuchado sobre otro tipo de peleas en la ciudad. Del tipo que los pagos
eran enormes y el hombre que había sido noqueado, algunas veces no se volvía a levantar.
Esa era en la que Gabe estaba ansioso de introducirme.
Cord había estado a punto de ofrecerse. Lo vi en su rostro. Cord podría haber sido el
mejor de nosotros tres. Habría resistido una hora entera y un poco más. Cord era un
luchador natural. Era difícil imaginar que algo pudiera derrotarlo. Pero lo he visto tomar la
oportunidad de algo mejor cuando se enamoró de Saylor. Sabía que el perderla lo
destruiría.
Así que hablé primero, porque no tengo nada que perder.
No sería la primera vez que un Gentry escoge la violencia. En casa era lo que definía a
nuestra gente; la violencia, la pobreza y la crueldad. Era una mierda podrida en la que
crecer.
Gabe me aseguró que me contactaría cuando ya tuviera algo arreglado. Gabe era un
hombre que esperaba que se cumplieran las promesas que se le hacían. Los chicos querían
saber por qué simplemente no me podía ir como si nada. Pero como había sido el que se
había encargado en su mayoría de los tratos sabía unas cuantas cosas que Cord y Chase no.
Es decir, sabía que, de ser necesario, Gabe Hernandez tenía el poder de hacer cumplir las
promesas.
Durante dos meses, me había enfocado solo en una cosa. Había trabajado
religiosamente y golpeado sacos hasta que mis nudillos estaban insensibles. Después iba a
casa y me ponía amistoso con una botella. Durante esos dos meses, me encontré
suspendido en un estado sombrío de fe, ya que tarde o temprano el teléfono iba a sonar.
Entonces un día eso fue exactamente lo que ocurrió.
Me estaba sintiendo bastante bien en los días después de mi noche salvaje con Truly.
Fue un feroz alivio y pareció calmar algo en lo profundo de mí. Cuando pensaba en chicas,
no podía recordar una que pudiera ser capaz de mantenerme el ritmo como ella. Cada vez
que creí que había tenido suficiente, se inclinaba y me tomaba en su boca, o se daba la
vuelta y me introducía en ella una vez más. Desde esa noche, cada nueva erección se
levantaba con los recuerdos de ella y me hacía ansiar el verla nuevamente. Aun cuando
nuevamente no era una idea que atribuía con las mujeres.
Estábamos a media semana y Chase andaba revisando las alacenas de la cocina.
También se estaba quejando en voz alta.
Jesús, ¿qué tienen ustedes en contra de ir al supermercado? ¿Tienen algún problema
con sus piernas y billeteras lo cual evita que vayan? Siempre soy yo el que va gruñó
Chase.
Esa es mierda, junior. Gasté doscientos dólares el sábado en Fry. Es solo que comes
como un jodido triturador de basura.
Chase escupió.
46 Soy un chico en crecimiento.
Me incliné contra la pared, cerré el refrigerador. Temí nunca volver a ver un
refrigerador sin llevar una muy seria erección. Puede que sea un poco enfermo, pero ahora
ese electrodoméstico estaba unido en mi mente a la visión de Tallulah Rae Lee envuelto
alrededor del más e irresistible estimulador de penes alguna vez creado. Era negro. Tenía
encaje. Era ajustado. Y estaría en mi cabeza mientras tuviera la habilidad de pensar.
¿Qué mierda? exigió Chase.
¿Eh?
Tienes esa cosa asquerosa en tu rostro que puede que haya comenzado como una
sonrisa.
Le di un golpe en la cabeza. Y lo dejé balbucear por unos minutos sobre el semejante
bruto vil que era y entonces asentí con seriedad.
Oye, ¿qué sabes sobre esa chica Truly?
Chase sonrió de oreja a oreja.
Sé que tiene una lengua filosa y unas tetas lo suficientemente grandes como para
ahogarse con ellas.
¿Eso es todo?
¿Acaso hay algo más que saber?
Giré hacia el cuarto de Say y Cord, aun cuando ninguno de ellos estaba en casa. Pude
haberle preguntado a Saylor sobre su amiga pero hubiera ocasionado más preguntas de las
que respondería. Ella no había sacado a colación nada al respecto nuevamente y tampoco
yo.
¿Sabes? reflexionó Chase. Creo que podría antojárseme algo de pollo. ¿Qué
dices, hombre?
No sabía si Truly estaba trabajando esta noche. Posiblemente sí. Había estado ahí cada
vez que yo había aparecido. El pensar en volverla a ver me excitaba muchísimo. Quería
volver a verla. Todo de ella.
Podría comer pollo estuve de acuerdo y Chase comenzó a empujarme hacia la
puerta.
Cuando mi teléfono vibro, adiviné que era Cord preguntándome qué estábamos
hacienda o si no la universidad llamando para saber si podría trabajar en un evento. Paré
en seco cuando vi que me había equivocado en ambas posibilidades, Chase se dio la vuelta
y me miro curiosamente.
Hernandez digo fluidamente al teléfono.
Hola Creed. Escucha, sé que te he descuidado.
Lo superaré. Me dio un vuelco el estómago. Cada músculo en mi cuerpo se tensó.
47 Si fuera una piedra nada podría cortarme. ¿Has arreglado algo?
Gabe suspiró.
Has tenido menos tiempo en la lona que tu hermano Cord. Los hombres que tienen
las fichas grandes no saben qué esperar de ti. Cord por otro lado…
¡No! grité. Cord no hizo el trato. Fui yo.
Entiendo respondió fríamente Gabe, pero creo que se necesitara una pelea o
dos para que pruebes que eres mejor que los modelos básicos. Como sé que lo eres.
Me incliné contra la pared y rechiné los dientes.
¿Por qué no lo dices de una vez Gabe? ¿Qué necesito hacer?
Necesitas aparecer mañana por la noche y acabar con alguien. Será fácil.
Escuché el latido de mi corazón. Estaba sorprendentemente calmado.
Bien. Dame los detalles y estaré ahí.
Una vez que Gabe había trasmitido los aburridos detalles, se aclaró la garganta.
Creed. Sé que esta será una victoria fácil para ti, porque lo arreglé de esa manera.
¿Entiendes lo que quiero decir?
No, soy un poco lento. Sé más explícito.
No espero que pierdas. Si lo haces. Estaré… decepcionado.
No dejaré que eso suceda. Terminé la llamada sin decir nada más.
Chase estaba mirándome fijamente preocupado a varios metros de distancia.
No es gran cosa le comenté. Han llamado a una presa fácil para que lo acabe.
Chase cruzo los brazos.
¿Por qué?
Le conté la verdad.
Para lograr que unos idiotas se interesen en financiar algo más grande.
Más grande Chase asintió, y más sangriento.
Extendí las manos.
¿Qué demonios quieres que diga, Chase?
Nada. Chase tosió. ¿Aún quieres ir a comer?
No respondí sombríamente. Como que se me ha ido el apetito.
Sí, el mío también.
Chase pasó a mi lado y volvió a su cuarto. Sabía que le dolía hasta el alma que
estuviera en esta posición porque estuve en una equivocada misión de vengarlo. No me lo
había pedido. De hecho, me suplicó que no lo hiciese. Y al final, no me vengué de nada y
aun así estaba obligado con esta locura.

48 No supe cuánto tiempo estuve ahí parado, mirando la superficie de la pared en


blanco. En algún punto, Cord entró por la puerta y me encontró.
Se acercó con un poco con cautela.
¿Qué sucede, Big C?
Miré a mi hermano. Esto lo iba a herir y odiaba herirlo.
Es hora.
Los hombros de Cord decayeron. Se apoyó en la pared a mi lado con un suspiro y
después se deslizó hasta el piso.
¿Cuál es el arreglo?
Tengo que moler a un pobre malnacido mañana por la noche para probar que soy
una fuerza a la que hay que tomar en serio.
Cord me miró con esperanza.
Entonces metete tu orgullo por el trasero y prueba que solo eres bueno en caer a la
lona.
Me senté a su lado.
Gabe ya ha pensado en eso. Este encuentro no se diseñó teniendo en mente que
pierda.
Una puerta se abrió y Chase apareció. Se sentó a mi otro lado. Nos quedamos de esta
forma por un rato, los tres amontonados juntos. Es como siempre habíamos sido. Nuestro
padre, Benton Gentry, era un hijo de puta. Siempre estaba en una loca borrachera y en
busca de qué lastimar. Éramos jóvenes cuando aprendimos lo rápido que le podían venir
esas ganas y también aprendimos cómo escondernos hasta que pasara. Cada vez que estaba
esperando en la aterradora oscuridad siempre podía alargar la mano y ser consolado por la
cercanía de mis hermanos. Nunca estuve solo.
Cord finalmente habló. Sabía que su alegría no era real.
Estúpidos, ¿tienen hambre? Yo pago.
Chase me dio con el codo.
Al parecer estábamos de camino a comer algo de pollo, antes de que nos
interrumpieran.
Sacudí la cabeza. Estaba demasiado cerca del límite. Cuando eso ocurría, tendía a
buscar un significado en el fondo de la botella. Me perdía de esa manera. Ya era lo
suficientemente malo que los chicos y ahora Saylor hubieren visto ese horrible lado mío. No
podía soportar la idea de que Truly también lo viese
Tengo ganas de burritos comenté
Cord estaba mirándome. Pensé que iba a decir algo sobre Truly pero se detuvo y
sonrió.
Concedido.
49
Chase comenzó a sacarnos por la puerta.
Tu billetera va a estar significativamente más ligera cuando termine de llenarme.
Cord puso los ojos en blanco.
Que así sea. Se dio la vuelta y me toco el brazo. Lo lograremos aseguró con
confianza. Siempre lo hacemos.
Lo sé. Sostuve abierta la puerta. Después de ti, hermano.
Siete
Truly
―Estás muy callada ―dijo Saylor.
Me hallaba sentada en una mesa del fondo, hurgando en un sándwich de pollo. Saylor
se detuvo a mi lado con una jarra de agua en su mano. Me miró con cuidado.
―Es el calor ―repliqué.
Dejó la jarra y se sentó frente a mí.
―Sí, claro. Siempre hace calor. A excepción de un par de semanas en enero, cuando
todos sacamos nuestras chaquetas de debajo de la cama y fingimos que vivimos en algún
50 lugar manejable. Después de eso, retorna el calor.
Corté el sándwich de pollo a la mitad. Eso no hizo que se viera más apetitoso. Parecía
que la calidad del comedor Cluck This estaba en una espiral descendente. O igual era yo.
―Tal vez mientras más vieja me vuelvo, más rápido me marchito.
Mi amiga me miró fijamente, sus ojos verdes serios. Jugó distraídamente con el anillo
de plata en su mano izquierda. Cord se lo había dado; un símbolo de su amor y su futuro.
No habíamos vuelto a hablar sobre mi encuentro de sexo loco con Creed Gentry. No le
pregunté por él y, gracias a Dios, no lo había visto en absoluto. Hubiera estado
absolutamente mortificada si alguien, además de Dolly, supiera que todas las noches me
veía obligada a recoger la camisa abandonada de Creed e inhalar su olor persistente
mientras todos los nervios en mi cuerpo convulsionaban.
Saylor, al parecer, había decidido no presionarme. Negó en la dirección de la camarera
nueva. Su nombre era Julie y era alta, rubia y, a partir de lo que pude ver, una total
farsante.
―Ella me hace quedar mal ―comentó Saylor y ambas nos giramos para ver a Julie
mientras brillantemente enumeraba los especiales de Cluck This a un grupo de hombres de
negocios de mediana edad que miraban descaradamente sus piernas bronceadas.
―Bueno, dulzura ―suspiré―, no es tan difícil hacerte quedar mal en este negocio.
―Saylor era una camarera horrible.
―Que te jodan ―dijo de buen humor―. Vamos a ver si te invito a mi primera firma
de libros.
―Oh, ¿lo terminaste?
―No del todo. ―Frunció el ceño―. Sin embargo, estoy cerca.
―Me gustaría leerlo. De verdad.
Ella sonrió débilmente.
―Y así lo harás, apenas termine.
―No puedo esperar.
Saylor parecía repentinamente distraída. Tiró de su cabello y frunció los labios
ligeramente. Mi corazón saltó un poco. Sabía que iba a hablar de Creed.
―Él pareció casi alegre durante unos días. Bastante notable para Creedence. Por lo
general, es sombrío y distante.
―Oh ―dije, sólo porque sentía como si tuviera que responder de alguna manera.
―Lo siento. ―Negó―. No debería haber traído su nombre a colación.
―No, está bien. Quiero decir que es tu futuro cuñado y vive en el mismo apartamento
que tú. No planeo gastar el resto de mis días huyendo de cualquier mención de Creed
Gentry.
Me dio una sonrisa compasiva. A veces, sentía que Saylor podía ver a través de mí.
Aggie solía ser capaz de hacer eso, no aguantando mi mierda cuando la veía. Realmente no
51 podía descifrar con exactitud lo que me estaba molestando. Ni siquiera me encontraba
segura de que me gustara Creed. ¿Cómo podría? El muchacho apenas hablaba. Pero,
mierda, sí que teníamos química. No podía admitirlo ante Saylor. Apenas podía admitirlo
ante mí misma. Creedence Gentry había hecho que me olvidara de todo lo que siempre
pensé que sabía sobre el sexo, la pasión y la forma en que mi propio cuerpo funcionaba. Él
me había sacudido hasta la médula.
Saylor se levantó de la silla con un suspiro. Me dio un golpecito en el hombro con
amabilidad.
―Recuerda lo que dije, Truly. Acerca de gritar al cielo.
Lo recordaba. Say me había dicho que si alguna vez necesitaba alguien con quien
hablar, para estar a mi lado mientras gritaba al cielo, entonces ella era mi chica. Me lo había
dicho cuando estaba arreglándome frente a un espejo, sin pensar que, una hora después,
tomaría un riesgo inexcusable y estaría gritando a todo pulmón, pero de puro éxtasis. Aun
así, era agradable pensar que había alguien que realmente se preocupaba por lo que estaba
pasando dentro de mi cabeza.
―Serías la primera persona a quien llamaría ―le aseguré.
Ed había salido de su oficina y nos estaba mirando. Saylor lo pasó contoneándose y
sonrió. Todavía tenía diez minutos para el final de mi descanso, así que me atraganté con
unas cuantas mordidas más de pollo y luego tiré el resto a la basura.
El resto de la noche fue una monotonía sin incidentes. Tomé órdenes. Serví pollo.
Entonces, lo hice otra vez.
Cord entró por la puerta una media hora antes del cierre. Ed le dio una mirada dura,
pero Cord levantó las manos y sonrió.
―Dijiste que no viniera después del cierre. No es después del cierre.
Ed frunció el ceño.
―Bueno, todavía tienes que pedir algo o salir.
―Bien. ―Cord se sentó en una mesa junto a la puerta―. Dame una Coca-Cola.
―¡No soy un camarero!
―Truly. ―Cord me sonrió dulcemente―. ¿Podrías, por favor, tomar mi orden?
―Claro, ya viene en camino ―le dije, sonriendo a pesar de mí misma.
Saylor estaba en la cocina tratando de equilibrar cuatro platos cargados con alimentos.
Se veía como una situación destinada para el desastre, así que tomé varios de ellos.
―Cord se encuentra aquí ―le informé―. Está esperando que alguien le lleve una
Coca Cola.
―Hmm. ―Frunció el ceño―. Ha llegado pronto.
Le dije que se adelantara y que le serviría a su mesa. Me dio una sonrisa agradecida y
52
luego se retiró con la bebida de Cord en la mano. Llevé la comida a un cuarteto de chicos
universitarios. Trataron de piropearme de una manera coqueta e inofensiva, pero
simplemente no estaba de humor. Les pregunté si necesitaban más kétchup y luego seguí
adelante.
La vista de Cord y Saylor sentados juntos me detuvo. Cord lucía alterado. Say estaba
frente a él, con la cabeza gacha. De repente, se levantó y se acercó a él, poniendo su cabeza
contra su pecho. Él la rodeó con sus brazos y cerró los ojos. Ella lo meció suavemente,
besando la parte superior de su cabeza.
Después de unos minutos, Saylor volvió a trabajar y Cord se mantuvo en la mesa
delantera, esperándola tranquilamente. Cuando todos los otros clientes se habían ido y el
letrero en la puerta de entrada cambió a “Cerrado”, alcancé a Say en el bar.
―¿Todo bien?
Intentó sonreír, pero me di cuenta que temblaba un poco. Echó un vistazo a Cord y se
encogió de hombros.
―No lo sé.
―¿Algo que pueda hacer?
―No. ―Me abrazó rápidamente―. Pero gracias. Realmente es el mundo de los
Gentry, eso es todo.
―No es necesario que me lo recuerdes ―murmuré y Saylor me miró con las cejas
levantadas.
Le di un codazo.
―¿Por qué no sales de aquí? Voy a cubrirte en la limpieza.
―Gracias ―dijo con aire ausente, mirando a Cord―. Te veré mañana.
Recogió a Cord y los dos se fueron con sus brazos firmemente alrededor del otro. No
podía dejar de preguntarme si lo que estaba pasando tenía que ver con Creed.
La nueva camarera era, al parecer, demasiado buena como para ayudar con la
limpieza. Fulminé con la mirada su espalda mientras ella conversaba con Griffin y
golpeteaba sus garras pulidas de color rosa sobre la superficie de la barra.
―Algunas personas todavía están trabajando ―dije en voz alta.
Julie se volvió hacia mí con una sonrisa congelada, mirándome de arriba abajo. No
tenía muy buen aspecto en ese momento. Mi cabello estaba atado en una coleta descuidada
y mis vaqueros habían lucido mejor hace muchos años y un par de cientos de ciclos de
centrifugado atrás.
―Algunas personas son más adecuadas para el trabajo duro que los demás ―replicó
de manera deliberadamente malintencionada, que me tentó a meter una botella de salsa de
tabasco por su pequeña nariz chata.
53
Después de limpiar las mesas y enderezar todas las sillas, me quité mi delantal y me
dirigí a la parte posterior. Por la forma petulante en que Griffin me miró, me di cuenta que
él pensaba que tenía una oportunidad con esta chica Julie. Le saqué la lengua sólo porque
podía. Sus ojos se abrieron y volvió a escuchar a Julie parloteando sobre unos rituales de
novatadas de hermandad.
Agarré mi bolso y metí mi cabeza en el despacho de Ed.
―Ya me voy, jefe.
Ed me miró. Parecía que antes de que entrara, había estado ocupado mirando a sus
zapatos.
―Bien. ―Suspiró, luego se pasó una mano por el cuero cabelludo rosado. Una botella
de antiácido se hallaba en el borde de su escritorio desordenado. Me retiré rápidamente,
necesitando alejarme de esa visión triste por temor a que mi alma pudiera marchitarse.
El aire exterior era húmedo. Por lo general, cuando salía del trabajo por la noche y me
metía en el auto, predominaba un sentimiento de libertad. Estaba por mi cuenta. Tenía todo
lo que necesitaba y me mantendría trabajando hasta ser capaz de avanzar. Pero esta noche,
mientras recordaba como Cord y Saylor se veían juntos, tan dulces y cariñosos, me sentí un
poco sola.
Stephanie no se hallaba en casa. No era una sorpresa. Raramente lo estaba. Mi
compañera de cuarto era tan furtiva y reservada que a veces me preguntaba si era de la
mafia.
Dolly corrió a saludarme y la sostuve en mis brazos, besándola entre las orejas.
―Lo sé. Siempre estás feliz de verme.
La dejé en el suelo y fui a tirar mi bolso en mi dormitorio. Tenía la esperanza que
hubiese helado en el congelador. Planeaba comerlo descuidadamente y limpiarme la boca
con el dorso de la mano mientras holgazaneaba en el futón para ver el programa de
realidad más depravado que pudiera encontrar en la televisión.
No lo hagas. No lo hagas.
Pero lo hice. Lo hice de todos modos. Sujeté la camisa de Creed y aspiré la tela. El acto
me hizo sentir tan lasciva y patética que tuve que sentarme. ¿Era esta la dirección en la que
siempre iría, sin importar cuán desesperadamente intentaba convertirme en algo mejor?
“Lo quieres, chica. Mierda, eres del tipo que nació para ello”.
No era la voz de Creed la que oí en mi cabeza. Tenía un remarcado acento de
Alabama y el recuerdo me hizo sentir un poco enferma.
Era consciente de que mis dedos estaban torciendo la tela de la camisa mientras
apretaba la mandíbula. No había sido el primer hombre en poner sus manos sobre mí, pero
fue el primero que logró romper la barrera y conseguir todo lo que buscaba.
Cuando Laura Lee se enteró de que su último hombre había estado follando a su hija,
perdió lo poco de cordura que le quedaba. A la edad de treinta y seis años, parecía diez
54 mayor. Cuanto más crecíamos las cuatro hacia la feminidad, más nos miraba con miseria e
incredulidad. No sabía si mis hermanas sospechaban lo que yo ya había descubierto;
nuestra madre no añoraba los bebés que habíamos sido. Estaba de duelo por la juventud
que le quitamos.
Nunca sabré cómo habrían ido las cosas si me hubiese quedado. Quizás Laura Lee
habría superado su ira y podría haber terminado la escuela secundaria. No había ningún
hombre por el que luchar, ya no. Se había ido sin un segundo vistazo, al igual que muchos
hombres antes que él. Pero todavía estaban las cosas que mi madre y yo nos dijimos.
“Sucia y jodida puta”.
“Maldita perra loca”.
Todavía quedaba el aguijón de su mano en mi mejilla y los verdugones en la espalda
por el cepillo para el cabello con el que me golpeó. Había algo más también; algo que ella
nunca supo y nunca sabría.
Ni siquiera consideré a Laura Lee como una de mis peores pérdidas. Podía vivir sin
ella. Pero todavía dolía estar sin mis hermanas.
Dolly pareció sentir mi estado de ánimo miserable. Se frotó contra mis piernas y dejó
escapar un pequeño quejido de conmiseración.
No me permití pensar en ello. Simplemente tomé mi teléfono y llamé.
―Hola ―dijo mi hermana Augusta. Sonaba sin aliento, como si hubiera estado en una
carrera para llegar a algún lugar tranquilo y poder contestar su teléfono. Lo tomé como una
buena señal.
―Hola, Aggie. ―Mi voz sonaba muerta. Durante todos esos años de juventud, había
tomado por sentado la forma fácil en la que hablábamos en una especie de lenguaje secreto
que derivaba de crecer juntas. Hubo ira a veces y era esperada, pero nunca duraba. Era un
bache por el que cruzar.
Si hubiera sabido que en una noche oscura, hace cuatro años, al irme cortaría los hilos
invisibles que nos ataban a todas, no podría haber sido capaz de hacerlo.
Mi hermana suspiró desde muy lejos. Lo había hecho bien hasta ahora. Actualmente,
era estudiante de segundo año en el estado de Oklahoma, estaba estudiando medicina
veterinaria. Oí el repiqueteo constante de lluvia viniendo de su lado de la línea y traté de
imaginar el estado de Oklahoma. Había conducido a través de él una vez y recordé un
montón de tierra plana debajo de un cielo infinito.
―Entonces, ¿cómo estás? ―preguntó finalmente.
―Estoy bien. Sigo trabajando en el mismo lugar. Ahorrando para ir a la escuela.
―Eso es bueno, Truly. Realmente bueno. ¿Has diseñado algo?
―No últimamente. Tuve que deshacerme de mi Singer hace algún tiempo. ―En
55 realidad, había tenido que vender mi costosa máquina de coser con el fin de reunir el
dinero del alquiler, pero no le veía el punto a soltar cada triste detalle―. ¿Has oído de Mia
últimamente? Le dejé un mensaje hace unos dos meses, pero no recibí una llamada de
vuelta.
―No tiene teléfono. Se unió a algún tipo de movimiento de la tierra que cree en
cultivar remolacha con mierda de vaca. Está en el campo de Oregón, mojándose con la
lluvia y hundiendo sus manos en el barro. Me envía una carta cada cuatro semanas o así.
Parece feliz.
Fue difícil para mí imaginar a la frágil Meridian Lee con suciedad en su cabello rubio
y callos en sus manos suaves.
―Bueno, bien por ella, supongo. Y sé que Carrie acaba de comenzar su último año.
―Lo hizo. Tiene varios entrenadores de fútbol lanzando becas a sus pies.
Me senté en la cama.
―Entonces, ¿cómo estás tú, Ags?
Casi podía oír su encogimiento de hombros.
―Estoy muy bien. Conservo mi 4.0 y trato de mantenerme alejada de los problemas.
―¿Cualquier chico del que valga la pena hablar?
―Estoy segura de que si lo hubiera, caería en la categoría de “problemas”.
Creí detectar un filo en su voz y recordé que Aggie había estado horrorizada por lo
que había hecho. Augusta Lee no era una chica que se encontraría derritiéndose por las
líneas ensayadas de cualquier hombre. Tampoco creía que hubiera alguna buena razón
para acostarse con el hombre de otra mujer, sobre todo cuando la otra mujer era la que te
había dado la vida. No importaba qué mierda de madre era o qué joven y estúpida había
sido la chica. Aggie probablemente tenía razón en eso.
¿Tendré que pagar por esa debilidad para siempre?
Mi mano fue a la línea casi invisible de la cicatriz debajo de mi ropa y mi corazón dio
un vuelco mientras mi mente respondió Sí. En realidad, nunca escaparía de las elecciones
que había hecho. Ese era el riesgo que se soportaba cuando un pedazo del corazón se partía
y se enviaba al mundo.
―Te extraño, Augusta.
Mi hermana suspiró. Me pareció oír una maldición suave escapar de sus labios.
―No es que me haya escondido de ti, Truly. ―Su voz era fría. En el año después de
irme y dejarla sola para ver la suerte de las mujeres Lee, no había tenido mucho contacto
con ninguna de ellas. Estaba en el infierno de mi propia creación y era todo lo que podía
hacer para seguir respirando. Pero cada vez que resurgía y tomaba el teléfono, Aggie me
suplicaba que volviera. Incluso lloró un par de veces, y Augusta Lee no había llorado desde
que un clavo atravesó su pie cuando tenía diez años. No había lágrimas en su voz ahora,
56
sin embargo. Sólo había cansancio. Y culpa.
Le respondí con voz entrecortada.
―Lo sé, cariño. ―Solía ser muy fácil para nosotras hablar. Mia y Carrie se quejaban
sin cesar sobre cómo nuestro parloteo las mantenía despiertas por las noches.
Aggie tosió.
―Mira, me tengo que ir. Mi grupo de estudio está esperándome para entrar. Sin
embargo, me alegro de que llamaras.
―Hablaremos pronto, ¿verdad, Ags?
―Claro que lo haremos.
Mi hermana terminó la llamada. Dejé mi teléfono en el suelo, sintiéndome más
miserable que antes. ¿Cómo fue que las personas que compartieron esos lazos tan fuertes,
se convirtieron en extraños? Tal vez, si le hubiera dicho todo a Aggie en ese entonces,
hubiera hecho una diferencia. Podría haber entendido.
Tal vez, todas lo harían. O tal vez no.
En algún momento, mientras me sentaba allí preocupándome, me di cuenta que
estaba retorciendo la camisa de Creed en mis manos otra vez. La miré. La camisa estaba
cubierta de pelo de gato y estirada vagamente por la forma en que la había manejado. Si
Creed me la pedía, tendría que dar algunas explicaciones.
57
Ocho
Creed
Esta mierda había terminado antes de empezar.
Tres golpes rápidos y el chico estaba arrastrándose en la grava con una cadena de
saliva sangrienta, saliendo de su boca. Mientras esperaba a que se incorporara a la lucha,
era consciente de muchas cosas.
Había un vago ardor en mis nudillos y el aullido de sed de sangre de la multitud.
Estaba la vista de Gabe Hernandez mirando con avidez desde el banquillo con un puñado
de hombres estoicos que olían a dinero. Estaba la profunda oscuridad de un cielo sin luna
sobre mi cabeza y el viento caliente que se había levantado con furia repentina.
58
Por último y lo más importante, estaban mis hermanos cerca. Podía sentir la fuerza
silenciosa, viniendo de ellos. Eso fue en lo que decidí enfocarme.
El hombre a mis pies todavía estaba luchando por levantarse. Tosió un par de veces y
miró de reojo con miedo, tal vez creyendo que haría algo cobarde y me movería mientras él
no podía recuperar el aliento. Esperé, reflexionando sobre cómo terminar esto. Sabía que lo
mejor era hacer un espectáculo. Sabía que esto era lo que Gabe quería que hiciera. También
sabía que lo más amable, era ponerle fin lo más rápido posible.
Miré a Chase y Cord. Ellos entendieron mi pregunta silenciosa y asintieron.
Cuando el hombre finalmente se puso en pie, tiré hacia atrás y aterricé un gancho
rápido debajo de su barbilla. Sus ojos rodaron en su cabeza y luego se desplomó como un
pañuelo de papel. La multitud estalló y me doblé por la cintura, tratando de disipar la
sensación de malestar. Era la sensación que siempre me vencía cuando infligía dolor a otro
ser humano; el temor a que, si tomaba incluso un poco de satisfacción del acto, estaría
viajando en la dirección que mi sangre violenta siempre quiso llevarme. Fue lo que me llevó
a la botella y a la rendición negra furiosa de viejos recuerdos. Fue jodidamente terrible.
Sentí una mano en mi espalda y luego otra. Me relajé un poco y acepté una camisa que
pasé por encima de mi cabeza.
Chase, me apretó el hombro.
―¿Estás bien, Big C?
Ambos me miraron con seriedad. No había nada de la celebración jubilosa que por lo
general había después de una pelea limpia. Había una buena razón para ello. Esto no era
sólo una pelea. Se diseñó como cebo para los grandes apostadores, para que invirtiesen en
algo más violento.
Gabe apareció y me sonrió con frialdad.
―Buen trabajo.
En el fondo, el hombre golpeado, estaba tratando de recuperar sus sentidos y
tambaleándose lejos. Nadie le prestó atención. La próxima pelea ya estaba empezando.
―Sabías que lo sería.
Gabe asintió vagamente.
―Sí. Mis socios estaban impresionados con tu demostración de evidente poder. Sin
embargo, tienes que aprender a cautivar al público, Creed. Hacer que la gente quiera
animarte, porque saben que les espera una horrible recompensa.
―Vete a la mierda ―escupió Cord. Se había movido directamente detrás de Gabe y
estaba mirándolo con odio.
Gabe se volvió para mirarlo con sorpresa.
―Cordero, no te había visto. Sabes, podría tener un lugar para más de un Gentry…
59 No lo dejé terminar. Empuje su pecho hasta que tuvo que dar un paso vacilante hacia
atrás, cayendo justo en un Chase igualmente furioso.
Gabe nos miró a los tres a la vez y el recuerdo del miedo que vi en sus ojos casi me
hizo reír. ¿De qué demonios, ese pequeño roedor, tenía que tener miedo? Él negociaba con
la sangre de los hombres de la manera en que otros negociaban en el maldito mercado de
valores. Pero nunca tuvo que arriesgar realmente nada propio.
Después de parpadear estúpidamente hacia nosotros por un minuto completo, Gabe
se recompuso. Se aclaró la garganta y me miró fijamente.
―Estaremos en contacto, Creed.
―Lo sé ―respondí y luego lo dejé pasar.
Cord miró tras él con rabia y Chase trató de tirarnos a ambos a la salida.
―Larguémonos de esta locura. ―Chase quería conducir y estaba bien conmigo. Caí
en el asiento delantero con el brazo colgando sobre mis ojos. Los chicos estaban en silencio
y dejé que el rugido de la autopista llenase mis oídos mientras deseaba mantener la calma.
―Entonces ―dijo Chase y abrí los ojos para verlo tratando de sonreírme―. Nombra
el destino, Creedence. Beber, follar, ¿cuál es tu veneno?
Me lo pensé. Más que nada, podría usar otra dosis de Truly. Era más de las diez y
probablemente estaría saliendo del trabajo justo ahora. Pero no sabía cómo tomaría el
verme y querer otro maratón sexual. Además, no estaba seguro si sería suficiente para
mantenerme alejado de la botella. Jodía todo cuando bebía. No había una razón
suficientemente buena en la tierra para hacerle eso.
Incluso pensar en Truly, durante unos breves segundos, había despertado alguna
acción en mis partes bajas. Lo empujé lejos y en cambio cedí ante los pensamientos de
golpear y ser golpeado. Mis puños apretados. Sólo había un hombre en esta tierra al que me
gustaría golpear hasta destruirlo. A veces pensaba que si pudiera lograr hacerlo, entonces
toda la mierda jodiendo mi mente, se habría ido. Tal vez entonces Cordero podría soñar en
paz. Quizás Chasyn podría dejar de estar herido por el hecho que nadie, viviendo en ese
horrible remolque en Emblem, daría una mierda si vivía o moría.
―Detente en Derry´s ―exigí y Chase me miró con un poco de tristeza. Oí a Cord
suspirar en el asiento trasero. Sin embargo, no tratarían de detenerme, siempre y cuando
me quedase dentro del apartamento mientras me metía en un estupor negro antes de
desmayarme en el suelo. Saylor mantendría su distancia y me cubriría con una manta en
algún momento. Entonces mañana todos pretenderíamos que nunca había sucedido.
Chase estacionó la camioneta en el autoservicio de la licorería y unos minutos después
me entregó la botella de un litro de vodka que había pedido. Ni siquiera esperé hasta que
estuvimos en casa antes de empezar a beber.
Saylor estaba allí esperándonos. Sus ojos se posaron en mí primero y sonrió. Su
sonrisa se desvaneció un poco, cuando vio la botella en mi mano. Cord se acercó,
60 rápidamente, a poner un brazo alrededor de su chica. Él nunca le permitiría asistir a una
pelea.
―¿Estás bien? ―me preguntó finalmente.
―Lo estaré ―murmuré y tome un largo trago de la botella mientras pasé junto a ella
hacia el apartamento.
El resto de la noche fue un manchón feo. Cord llevó a Say a su dormitorio para que no
tuviera que verme hacer un culo de mí mismo. Los chicos se acomodaron para jugar
videojuegos en silencio y mantener un ojo en mí mientras me sentaba en el patio oscuro y
me quedaba mirando la nada.
“Muchacho, desafíame de nuevo y ninguno de tus hermanos va a sentarse por un mes”.
Cada vez que escuchaba el espeso roce de su voz en mi cabeza tomaba un trago. Muy
pronto la mitad de la botella se había ido.
―Cierra la puta boca ―me quejé sólo vagamente consciente que la voz arrastrando
las palabras que estaba escuchando me pertenecía. Tomé otro trago para olvidar. Debería
haberlo sabido mejor ya. Era imposible olvidar. Seguí bebiendo hasta que no pude oír nada
más.
Cuando unos brazos fuertes trataron de levantarme suavemente del suelo del patio de
cemento, ataqué, golpeando.
―Silencio, Big C. Todo está bien.
Me relajé, apoyándome en Cord y en Chase mientras me llevaban dentro. Vi el
interior del apartamento girar. Mi estómago estaba empezando a revolverse.
―Lavabo ―gemí, después lo grité―. ¡Lavabo!
Mis hermanos me llevaron al fregadero de la cocina y me sujetaron la cabeza sobre él,
mientras lanzaba el contenido líquido de mi estómago por toda la cuenca de acero
inoxidable. Cuando terminé, uno de ellos, Chase creo, me limpió la cara con una toalla de
papel y luego me arrastraron a mi dormitorio.
Estaba en la cama, mirando al techo y tratando de darle sentido. Estaba sudando así
que rasgué mi camisa, oyendo el desgarre accidental de la tela. Cuando me acomodé de
nuevo en la fría superficie de las sábanas, pude oír la voz de Saylor en la habitación
contigua. Cord le contestó, pero no pude entender de lo que estaban hablando. Formas
oscuras aparecieron en la puerta y me di cuenta que eran personas. Quería que se fueran y
entonces cuando se fueron me sentí solo.
Me desperté con la suave luz de la madrugada. Alguien había puesto un gran vaso de
agua al lado de mi cama y lo bebí con avidez, tratando de lavar el mal sabor de boca.
Busqué en mi mente, los recuerdos de la noche anterior y no encontré muchas lagunas, por
lo que pensé que no había hecho nada demasiado horrible.
Sin embargo, me dolía la cabeza. Quería café.

61 Incluso antes de caminar por el pasillo supe que nadie más estaba despierto todavía.
La puerta de Chase estaba cerrada. La puerta de Cord y Say estaba abierta y me pregunté si
era por mi culpa, si querían mantener una oreja en caso que me hubiera despertado por la
noche y hubiera comenzado a pelear batallas medio olvidadas. Ya había ocurrido antes.
Los vi juntos en la cama, el largo cabello color marrón, de ella, derramándose sobre la
almohada, el rostro de él apoyado en su hombro desnudo. Mi hermano frunció el ceño
ligeramente mientras dormía y luego apretó su agarre en Saylor antes que su rostro se
relajase de nuevo.
Después de cerrar suavemente la puerta, fui a la cocina y en silencio me preparé una
taza de café. Mis nudillos estaban ligeramente magullados por la noche anterior, pero no
era nada que no se desvanecería en un día o dos.
Sobre esta hora, hace una semana, me estaba despertando al lado de Truly. Había
pensado mucho en ella desde entonces, y la mayoría de esos pensamientos eran sucios. Sin
embargo, no era como me estaba sintiendo ahora. Estaba pensando en cómo de preocupada
se había visto esa mañana. Más tarde me hubiera gustado encontrar una manera de decirle:
Mira bebé, está bien hacer algo que te haga sentir bien.
Si Truly estuviera aquí ahora, me hubiera gustado tomar una taza de café con ella y
simplemente escuchar su charla por un momento. Recordé lo que dijo justo después de que
le dije que era simplemente Creedence Gentry, olvidando que ella no venía de Emblem, y
no entendería lo que significa ser parte de mi inútil familia. Sin embargo, me dio una
respuesta de todos modos, justo antes de quedarse dormida.
“Bueno, eso es mucho, por lo que puedo decir”.
Eso llego a mí. Si realmente pensó que había más de mí, que músculos y una polla
dura, entonces honestamente, no podía dejar de preguntarme por qué. Me hubiera gustado
haberle preguntado.

62
Nueve
Truly
―Di que estás enferma ―dijo Saylor.
―No puedo hacer eso ―le dije por teléfono doblando la ropa mientras Dolly me
miraba―. De todos modos el juego ni siquiera comienza hasta las siete.
―Bueno, entonces dile a Ed que tienes que ir a casa temprano porque tienes dolores
menstruales. ¿Recuerdas cuánto le asusta la anatomía femenina?
Reí. Nunca había faltado al trabajo debido a una enfermedad, así fuera real o
inventada. La oferta de Saylor era tentadora sin embargo. Había estado de mal humor
desde la llamada telefónica con Aggie de la otra noche. Say tenía un montón de entradas
63
gratuitas para el partido de fútbol de esta noche en la universidad. Ella y Cord iban con su
primo Brayden y su novia. Parecía decidida a arrastrarme a mí también.
―¿Cómo conseguiste todas estas entradas gratuitas?
―Chase trabaja en seguridad allí. ―Hizo una pausa―. Creed también lo hace.
―Ya veo ―digo mientras mi ritmo cardíaco salta.
―Ni siquiera lo verás ―contesta rápidamente―. Él va a estar fuera evitando las
peleas en las gradas o lo que sea.
―Ya te dije que no tengo ninguna intención de evitar a Creed siempre. Está bien,
Saylor.
―Bien. ―Podía oír la sonrisa en su voz―. Entonces no tienes excusa. ¿No te gusta el
fútbol?
Me encanta el fútbol.
―Sólo cuando llegan a una gran cantidad de jonrones.
―Muy divertida. Nos encontraremos en el apartamento de Bray a las seis.
―Correcto. Voy a pensar en una mentira para contarle a Ed sobre la retención de agua
y los espasmos de ovarios.
Ed tomó mi falsa enfermedad mejor de lo que pensé que lo haría, sobre todo teniendo
en cuenta que era un sábado por la noche. Una mirada cruzó su cara, fue casi paternal
naturalmente.
―Todo está bien contigo, ¿verdad?
―Bien, Ed. Es sólo que… oh Dios, tengo que tomar un poco de Advil. ―Agarré mi
vientre como si un calambre repentino me hubiera atacado.
Él asintió con aire ausente.
―Entonces ve. Mejórate pronto.
Eso era lo más cercano a una conversación amistosa que había tenido con mi jefe. Me
hizo sentir un poco mal por mentirle en su cara.
Me detuve en casa para cambiarme antes de dirigirme a la casa del primo de Saylor. A
pesar de que los vaqueros que llevaba podrían ser más adecuados para un evento
deportivo, me di cuenta que en realidad quería vestirme bien un poco. Me digo que no
tiene nada que ver con la posibilidad de encontrarme a Creed. Nada de nada.
Después de entrar en un vestido marrón hasta la rodilla, me detuve en el baño para
hacer algo con mi maquillaje. Stephanie estaba en casa por primera vez. Pude oírla en su
dormitorio, caminando y gritando sobre puntos de extensiones. No sonaba como una
conversación amistosa.
64 Me volví hacia los lados en el espejo y pasé las manos por la tela del vestido. Los
hombres siempre me habían mirado. Y sé por qué; había florecido temprano y aún
continuaba haciéndolo. Durante un tiempo lo usé cuando lo necesitaba. No estaba
orgullosa de ello. Tal vez por eso en estos días por lo general hacía un esfuerzo para ir en la
otra dirección y fundirme con el paisaje. No estoy segura si sabría cómo encontrar el
término medio. Pero sí sé lo increíble que se había sentido cuando Creedence Gentry se
volvió loco de pasión y me llevó con él.
Antes de dejar el apartamento llamé a la puerta de Stephanie.
―¿Qué? ―se queja desde el otro lado.
―Sólo quería asegurarme que estabas bien, eso es todo.
Stephanie abrió un poco la puerta y se apoyó contra el marco. Su cabello es de un
color miel claro, rizado y salvaje, mientras que su rostro parece el de una muñeca de
porcelana cosa que no encaja con su conducta hosca.
―¿Sabes qué Truly? Todos son unos hijos de puta.
―Estoy de acuerdo con que el mundo ha fabricado más de la parte justa. ―Hice una
pausa―. Steph, ¿estás en algún tipo de problema?
Ella sonrió levemente.
―No. Nunca me meto en problemas. Estás guapa. Ten una buena noche. ―Stephanie
cerró la puerta para indicar que había terminado de hablar conmigo.
Mientras conducía las varias cuadras hacia el apartamentos en Desert Palm empecé a
sentirme más animada por la idea de salir al mundo. Necesitaba más diversión sin
complicaciones en mi vida.
Brayden abrió la puerta de su apartamento y me sonrió. Es un hombre de aspecto
agradable con anteojos y los mismos ojos verdes que su prima.
―Hola Truly. Vamos. Estoy contento de que Say te invitara a unírtenos para ver el
juego. ―Se da cuenta de mi vestido―. Los colores de la escuela y todo. Oye, ¿quieres un
pedazo de pizza? Tenemos algunas rebanadas restantes allí sobre la mesa.
―No, gracias. ―Niego y sigo a Brayden al interior.
Saylor aparece abrazándome felizmente.
―Te ves increíble. ¿Es otra de tus obras maestras hechas a mano?
―Técnicamente ―murmuro, un poco avergonzada. Siempre he tenido un gusto por la
moda vintage. El vestido no es tan ajustado o extravagante como el que había llevado la
semana pasada, pero me hace sentir bien salir con él.
Cuando veo a Cord de pie sobre una silla en la sala de estar, cambiando el foco en el
ventilador de techo, hago una toma doble. Por un segundo, es exactamente igual a Creed.
65 Luego, a medida que baja me doy cuenta de sus diferencias. Cord no es tan físicamente
imponente y lleva una expresión amistosa más abierta.
―Hola ―me saluda. Say va a él apretando su cintura. Él le sonríe.
Cuando la novia de Brayden, Millie, sale, es toda una visión. Lleva un vestido básico
de color crema y el cabello negro y lacio envuelto cuidadosamente sobre su hombro
izquierdo. Veo a Brayden mirarla mientras Saylor acaricia el cuello de Cord en el fondo, me
hace consciente de que yo soy el impar en un par de parejas.
Brayden advirtió que íbamos a llegar tarde a la patada de salida si no nos
empezábamos a mover así que nos metimos en su Camry y viajamos kilómetro y medio al
campus. En todas partes las calles están atestadas de peatones que llevan los colores del
Estado de Arizona.
Incluso después de que Brayden estacionara el coche todavía teníamos bastante
distancia a pie para llegar al estadio. Me alegré de usar zapatos cómodos. Caminé entre
Saylor y Millie mientras Bray y Cord se quedaban un poco atrás.
―Oye ―los llamó Saylor de nuevo―, ¿se acuerdan cuando estábamos en sexto grado
y dimos un paseo hasta aquí para ir a un partido?
―Claro que sí ―respondió Cord―. Siempre era una delicia salir de Emblem por un
rato.
―¿No te perdiste o algo así? ―Brayden le pregunta―. Recuerdo que la señora
Zamboni estaba de pie en medio del autobús con la cara morada mientras gritaba sobre
asesinar sangrientamente a los Gentry.
―Eso no fue mi culpa. ―Cord rió―. Chase comió unos dieciséis perros calientes y se
enfermó. Vomitó trozos por toda la camisa de Creed. Seguía lanzando toallas de papel en
ellos en el cuarto de baño y advirtiéndoles que se apresuraran, pero estaban demasiado
ocupados empujándose uno al otro. En el momento en que salimos de allí, el resto de
ustedes ya había regresado al bus. Creed había metido toda su camisa en el lavabo para
quitar todo el vómito de Chase. Las fosas nasales de Zamboni quemaban y gritaba
“¿Creedence Gentry, estás goteando agua por todas partes?”. Él sólo la miró, totalmente
inexpresivo, acumulando agua alrededor de sus pies, y dijo: “No señora, no lo estoy”.
Tan pronto como Cord pronunció el nombre de su hermano, me di vuelta. Él se dio
cuenta y nuestros ojos se encontraron por un segundo antes de que me girara de nuevo. Me
pregunté si Creed había dicho algo acerca de mí. Pero tal vez para Creed todo lo que
habíamos hecho era simplemente un día de trabajo y ni siquiera valía la pena mencionar.
Millie dio un codazo a mi hombro.
―Me alegro de que llegaras ―dice, sacudiendo la cabeza hacia atrás en la dirección
de los chicos. Saylor se había unido a ellos y todos estaban riendo sobre sus recuerdos.
Millie sonrió―. A veces me siento un poco a la izquierda en la multitud de ex Emblemers.
66
Le devuelvo la sonrisa.
―Puedo entender eso.
Millie hizo una pausa y me estudió.
―Entonces, ¿de dónde eres, Truly? Tienes un acento sureño distintivo pero no puedo
darme cuenta de qué parte.
―Tienes un buen oído. Crecí en ocho estados diferentes por lo que mi acento es más o
menos una cornucopia mezclada del sur.
―¿Te gusta vivir en Arizona?
―Me gusta ―le contesté con sinceridad. Algo sobre Millie me exigía honestidad―.
Pero a veces echo de menos tener una familia. He estado por mi cuenta desde hace mucho
tiempo.
―Sí ―Millie asintió―, entiendo. ―Miró de nuevo a donde Saylor, Brayden y Cord se
carcajeaban―. Lo bueno es que siempre se puede forjar una nueva familia con la gente que
se tiene suerte de encontrar en el camino.
En el momento en que llegamos a las puertas del estadio, la energía del público ya
está frenética. Sé que el equipo es bastante bueno este año y que están jugando contra uno
de sus rivales de conferencia esta noche. De repente me siento muy feliz de no estar hasta
los codos de pollo frito en Cluck This.
Hay tanta humanidad entrando por las puertas que no es difícil separarse del grupo.
Saylor enlaza su brazo con el mío y me jala. Finalmente llegamos a nuestros asientos justo
cuando la banda toma el campo.
Estamos en la sección de estudiantes. Es agradable porque la multitud que nos rodea
ya está animando.
Sin embargo, estar de pie durante todo el transcurso del juego era evidentemente un
requisito.
―¿Alguna vez se sentarán? ―le grité a Saylor.
Brayden me oyó y se giró.
―¡No! ―Rió.
En ese momento, el mundo entra en erupción. Tras un pase limpio del mariscal de
ASU, el receptor abierto hace una carrera de velocidad de cincuenta yardas por el campo y
anota el primer touchdown del juego. Todo el mundo a mi alrededor se vuelve loco. De
hecho, me encuentro sonriendo como una tonta, encantada de estar en el medio de todo
esto a pesar de que el hombre a mi lado levanta los brazos por encima de su cabeza para
hacer publicidad de lo poco que le importa el desodorante.
El juego se mueve rápidamente y antes de que me dé cuenta el intervalo llega. Me
pego a Millie y a Say en un viaje al baño. La cola es larga y realmente no necesito ir así que
67 las dejo esperando en línea mientras espero en la explanada. Hay estudiantes de todo el
mundo, empujándose unos a otros y de manera uniforme sin preocupaciones. Los envidio.
Estoy apoyada contra un muro de hormigón fresco, simplemente distraída mirando a
la gente pasear cuando veo a Creed. Lleva una polo negra que dice "Seguridad" y está de
espaldas, hablando a una pequeña pelirroja con un uniforme de porrista. La forma en que
ella le sonríe hace que mi corazón duela un poco. Luego se mueve un poco y me doy cuenta
que estaba equivocada. El hombre no es Creed. Es su hermano, Chase.
Chase, golpea a la chica ligeramente en el culo y ella chilla. Noto, por la forma en que
ella mira hacia atrás, que le gusta enormemente. Chase ya se había alejado sin embargo. Se
acerca a la pared a una docena de metros de distancia de donde me encuentro y mira hacia
abajo por las rampas. Un tipo pastoso con el cabello color naranja se acerca a él y Chase le
dice algo en voz baja. Luego retira algo de su bolsillo y se lo entrega. Parece dinero. El
hombre de cabello naranja desliza un objeto en la palma de Chase a cambio. Golpea a
Chase en el hombro y se escabulle lejos.
Todo lo que acabo de ver no lucía bien. Pero también pienso que no es de mi
incumbencia, así que giro mi cabeza. La cola para el baño parece más larga que nunca.
Apenas puedo distinguir el cabello largo y castaño de Saylor junto a la puerta.
Cuando miro hacia atrás en la dirección de Chase lo veo mirándome. Sus ojos están
puestos en mí, casi fríos. Nunca había visto a Chase ser nada más que alegremente
sarcástico por lo que me molesta un poco. Supongo que debe haberme visto observándolo.
Sin embargo, pensé que iba a decir hola o por lo menos mover las manos. Estoy un poco
sorprendida cuando sólo se da la vuelta y camina deliberadamente en la otra dirección.
Eso no me sorprende casi tanto como lo que sucede después.
―Tallulah Rae Lee ―dice una voz baja justo al lado de mi oreja.
Me doy la vuelta y me encuentro mirando hacia arriba a la cara absurdamente
llamativa de Creed Gentry. La polo negra que lleva apenas es capaz de contener la anchura
de sus hombros. Creed es tan grande como cualquiera de los jugadores en el campo. Se me
ocurre que la seguridad del estadio ha hecho una buena elección de contratación. No me
puedo imaginar que alguien lo desafiaría por cualquier cosa.
―Creed ―respiro, de repente no puedo funcionar correctamente. Me maldeciría si le
dejara saberlo―. Pensé que te había dicho que no respondo a ese nombre.
Los ojos azules de Creed se fijan en mí y da un paso más.
―Lo hiciste.
Trago saliva. Está tan cerca. Así de muy, muy cerca. Cruzo los brazos y sigo con mi
voz firme.
―Así que, ¿cómo has estado?
El fantasma de una sonrisa se dibuja en su rostro.
68 ―Estoy bien en este momento.
―Está bien ―le respondo sin convicción―, bueno, eso es bueno entonces. Es bueno
estar bien.
Creed no parece darse cuenta que sufro de daño cerebral temporal. Sus ojos habían
dejado mi cara y viajaron lentamente hacia arriba y abajo por mi cuerpo. El niño seguro
como el infierno no es tímido sobre hacer saber su mensaje.
―Me gusta tu vestido ―dice, y no es sólo un cumplido leve. Es la forme de Creed de
decir que le encantaría tanto despojar cada puntada de mi cuerpo.
―Gracias.
―¿Qué vas a hacer después? ―pregunta.
―¿Después de qué?
―Después del juego.
―¿Por qué? ¿Me estás invitando a hacer algo?
Creed enarca las cejas.
―¿Eso es una opción?
―Ya sabes ―farfullo―, vamos a mi casa y follamos como gatos monteses, sales y
dejas tu camisa en el medio del salón de mi casa como una especie de mensaje de burla y
entonces no escucho absolutamente nada de ti por una semana. Ahora pensarás…
Creed me besa. No, eso está mal. No sólo me besa. Su boca cubre la mía y su lengua
exige obediencia instantánea. Sus fuertes manos ya están viajando hacia arriba y abajo de
mi espalda mientras me abraza con fuerza contra él. Mis pechos se aplastan contra la sólida
roca de su pecho mientras mis brazos se deslizan con entusiasmo alrededor de sus
hombros.
Creed no tiene intención de alejarse rápidamente. No ha hecho su punto todavía. Sus
manos se mueven por mi espalda y mi cabello, apretando ligeramente y luego más o menos
mientras el poder de su lujuria pasa a través del tejido de nuestra ropa.
Rompe el beso de repente y toma mi cara entre sus manos.
―Di que sí ―exige con voz grave.
Puedo escuchar la banda tocando en el fondo. Hay gente por todas partes y sé que
algunos de ellos están mirándonos. Creed lee mi vacilación y mueve sus manos hasta mi
cintura y sobre el comienzo de mis caderas.
―Creed… ―empiezo a decir y sus brazos se envuelven en un círculo completo,
presionándome contra su cuerpo con tanta fuerza que puedo sentir cada centímetro duro
de él.
―Di que sí ―repite cuando sus labios rozan los míos y luego van a mi cuello,
succionando suavemente antes de pasar a lamer mi clavícula. Me pregunto si va a desnudar
69
mis pechos. Entonces me pregunto si voy a tratar de detenerlo. No estoy bien de la cabeza.
Estoy en una agonía de deseo.
―Sí ―le susurro y él mueve su mano, inclinando mi cabeza hacia atrás por lo que
tengo que mirarlo a los ojos.
―Una vez más ―dice con firmeza.
―Sí.
Él me deja ir a continuación. No quería que lo hiciera. Quería que me llevarse justo en
este segundo.
―Nos vemos en la puerta principal después del partido ―dice, comenzando a
retroceder.
―¿La puerta principal?
Él asiente.
―Tardamos aproximadamente media hora después de que el reloj se agota para
empujar a todos de aquí. Estaré fuera tan pronto como me sea posible.
Yo no digo nada. Creed guiña un ojo y sonríe antes de darse la vuelta y desaparecer
en la multitud.
Cuando parpadeo veo a Millie y Saylor de pie cerca y sorprendidas frente a mí. Me
pregunto cuánto han visto. Millie se muerde el labio y parece como si estuviera tratando de
no reírse. Saylor está con los ojos enormes.
―Mierda ―dice, y me miran a mí y luego se giran a mirar a Creed.
―Sí. ―Suspiro débilmente apoyada en la pared. Estoy tan mojada que tengo miedo
de ahogarme―. Mis pensamientos exactamente.

70
Diez
Creed
Chase había intentado interesarme en algunas porristas, pero simplemente no podía
entrar en ello. Parecían aburridas, predecibles.
Quería algo más. Algo que ya había tenido y no podía dejar de pensar.
Cuando la vi de pie allí, sola, en otro de sus vestidos revienta pollas, no perdí tiempo.
Puesto que Cord me había dicho que Saylor estaba tratando de conseguir que Truly viniese
esta noche, no me sorprendió verla. Había contado con ello.
Ella trató de verse casual, pero vi la descargar de placer, cruzar su rostro. También vi
la forma en que presionó sus piernas juntas, como si estuviera tratando de contener el dolor
71
repentino en el interior. Quería ayudarla con eso. Quería ayudarla con cuarenta jodidas
maneras de domingo.
Truly está toda combativa, comenzando por decirme que partí justo después de
nuestra noche juntos, como si ella prácticamente no me hubiese echado a patadas por la
puerta. La callo poniendo mi boca sobre la suya. La toqué por todas las partes que pude, sin
correr el riesgo de arresto. Estaba duro como el hierro y la dejé saberlo. Se apretó contra mí,
besándome con avidez mientras que el centro caliente entre sus piernas me encontró y
presentó una oferta. Mierda, me estaba matando. Tenía que hacer algo al respecto ahora.
Sabía que podía llegar en menos de un minuto y miré a mi alrededor salvajemente, en
busca de algún lugar, de cualquier lugar, donde podríamos zambullirnos rápido. No había
nada. Tendría que esperar. Pero sería aún más dulce después. Me aseguraré de ello.
―Di que sí ―le exigí.
―Sí ―respondió mansamente, así que hice que lo dijese de nuevo.
No quería dejarla. Quería llevarla a casa conmigo, en ese momento y demostrarle lo
mucho que había estado en mi mente.
Pero irse del trabajo significaría el fin del trabajo. Sólo tenía que confiar en que Truly
no iba a pasar las próximas dos horas hablando de ello.
Mientras caminaba de regreso a las gradas, respiré profundamente, tratando de
domar la tienda de campaña, en mi pantalón. Unos idiotas escuálidos estaban armando
jaleo en la sección estudiantil, pero después de una mirada puntiaguda se asentaron.
Busqué a Truly en la multitud, pero no pude encontrarla.
Chase tropezó conmigo al inicio del último cuarto.
―¿En acción esta noche?
―Tengo alguna alineada.
Él estaba interesado.
―Ah, sí, ¿quién?
―Truly.
Una mirada divertida cruzó el rostro de mi hermano. No sabía por qué demonios. Él
no estaría con Truly, sobre todo, no ahora que yo ya la había pasado por la puerta. Eso
siempre había sido una cosa de los tres. Nunca jodíamos la misma chica.
Pero luego Chase sonrió.
―Hombre. ―Negó con la cabeza―. Entre Cord siendo prácticamente casado y ahora
te sumerges en el mismo lugar en varias ocasiones, parece que estoy solo en la caza.
―Puedes cazar muy bien sin nosotros.
―Cierto. ―Se encogió de hombros―. Pero los paquetes siempre arrebatan el mejor
juego. Es un hecho documentado.
72
―¡Fuera de aquí, junior! ¿Volverás conmigo?
Chase, miró a un lado, donde las porristas estaban estirando sus piernas bien
torneadas.
―Nah. Tengo una buena oportunidad de irme en algo mucho más agradable.
Vi los minutos pasar en el reloj, sintiendo más la herida con cada latido de corazón.
Ayer había sido una lucha. Me pasé la primera mitad del día en una resaca de niebla y
luego las horas oscuras se extendieron delante de mí, sin alivio a la vista. Jugué videojuegos
para pasar el tiempo. Cuando Saylor llegó a casa, vi alguna película para chicas estúpidas,
con ella y Cord. Pero cada segundo me sentí como si me hubiera dividido en mil
fragmentos feos mientras luchaba contra la urgencia de tomar una botella. Saylor una vez
me acusó de tener un problema con la bebida.
―No tengo un problema con la bebida ―le dije irritado―. Sólo tengo un problema
cuando bebo.
Hizo una mueca.
―¿Cuál diablos es la diferencia, Creed?
Pero esta noche no quería tocar la mierda. Quería ser plenamente consciente de Truly
Lee cada vez que gritase con éxtasis y entonces la llevaría de nuevo.
El reloj finalmente corrió y la gente comenzó a salir como un solo cuerpo masivo
ondulante. Recé para que la muchacha en su cabeza no estuviese jugando juegos con ella
acerca de por qué repetir su actuación, no era una buena idea.
Sólo estate ahí, nena. Te juro que voy a hacerlo tan jodidamente bueno para ti.
Me pareció tomar seis eternidades para que la gente saliera del estadio. Tuve que
resistir la tentación de empujar.
Cuando me fui a la oficina para fichar pasé a Chase con sus brazos alrededor de dos
animadoras pequeñas. Levantó las cejas hacia mí, pero yo negué con la cabeza. Ya sabía lo
que conseguía esta noche; nada ordinario se podría comparar.
Exhalé con alivio cuando la vi allí de pie. Mi alivio se desvaneció cuando vi que estaba
allí de pie con Cord, Saylor, Millie y Brayden. Quiero decir, ¿qué mierda? ¿Iban a
acompañarnos y mirar?
Cord me miró un poco tímidamente mientras Saylor se quedó con los brazos cruzados
y una mirada enfurruñada en su rostro. Bray y Millie tuvieron la gracia de estar a un lado,
pareciendo un poco avergonzados.
―Solo quería asegurarme que Truly no iba a estar varada aquí ―dijo Saylor de un
modo altanero. De repente se parecía a la altiva mocosa que recordaba con desagrado,
cuando estábamos creciendo en Emblem.
73 ―Saylor ―suplicó Truly en voz baja.
Puse mi brazo alrededor de Truly y ella me miró con sorpresa. También sentí el
escalofrío rodando a través de su cuerpo al sentir mi tacto.
―Ella no está varada ―le dije a Saylor con los dientes apretados―. Está conmigo.
Cord trató de tirar de Saylor.
―Vamos cariño. Vamos a buscar algo de comer.
―Yo voto por el IHOP ―dijo Brayden.
Saylor me miró directamente. La miré de vuelta. Tal vez ella me había recogido del
suelo demasiadas veces para creer que jamás podría mantener mi cabeza bien puesta por
unas horas. Cord le frotó los hombros y ella cedió, dando a Truly una pequeña sonrisa de
disculpa, antes de que los cuatro anduvieron sin prisa, en la oscuridad juntos.
Truly los vio irse y me quedé allí mirándola por un momento. Tenía el cabello negro y
los ojos destacaban en marcado contraste con su piel pálida. Su rostro tenía un aspecto
clásico, como si hubiera salido de una vieja película. Quería correr mi lengua por sus labios
carnosos y rosados. Jesús, era hermosa.
―¿Estás lista? ―le susurré.
Ella me miró, pasando sus manos por mi pecho.
―¿A dónde vamos, Creed?
―Bueno ―le dije, tirando de ella contra mí―. Pensé que podría llevarte a casa y
mostrarte mi cama desde todos los ángulos. ―Dejé que mis labios apenas rozasen contra
los de ella mientras se estremeció―. ¿Eso suena bien?
Antes de que pudiera contestar deslicé mi lengua por sus labios. Truly me devolvió el
beso con urgencia. Sabía que no había estado equivocado sobre ella. No podía esperar a que
se pusiera en marcha esta noche.
Cuando empezamos la caminata de regreso a donde estaba estacionada la camioneta,
Truly cogió mi mano, entrelazando sus dedos con firmeza a través de los míos. Yo no era
de ese tipo. Pensé que lo había averiguado ya. No me alejé sin embargo. De hecho, parecía
estar bien caminar a través de la oscuridad sosteniéndonos de las manos. Se hizo el silencio
entre nosotros, un poco menos torpe.
Cuando Truly finalmente hablo, tuve la impresión de que había estado buscando algo
de qué hablar.
―¿Así que tú y Saylor no se llevan bien?
No quería hablar de la novia de mi hermano en este momento.
―¿Es eso lo que ella dijo?
―No. Quiero decir, sé que ella se preocupa por ti. Simplemente parece que hay un
poco de tensión allí. Espero no ser, la causa de la misma.
74 ―No directamente.
Truly miró a su alrededor.
―No vi a Chase irse.
―Se fue con una chica en una falda corta. No se mostrará de nuevo hasta mañana.
―Oh.
Caminamos en silencio durante unos minutos más antes de que Truly, lo intentara de
nuevo.
―He oído hablar mucho de ese pueblo donde todos crecieron.
Cristo, quería hablar de Emblem tanto como quería hablar de Saylor.
―¿Qué has oído?
―Que es un lugar donde la gente se va tan pronto como les sea posible. Y que a los
tres chicos Gentry les gustaba provocar un infierno de un montón de problemas.
―Es lo que los Gentry hacen. Realmente no volveré allí. Ninguno de nosotros lo
haremos.
Truly miró al suelo.
―No volvería de donde vine tampoco.
Estaba curioso. Ahora que la charla se había apartado de mí hacia ella, quería
escuchar más.
―¿Por qué es eso?
Truly torcido un mechón de su cabello negro.
―Bueno, supongo que si voy a responder a esa pregunta, tendría que admitir
primero, que en realidad no hay un solo lugar al que puedo regresar. No tengo un pueblo
de origen. Nos movíamos alrededor constantemente. ―Tragó―. Mi madre y yo
exactamente, no nos llevamos bien. No la he visto desde que tenía diecisiete años.
Era la primera vez que podía recordar, que realmente escuchaba a una chica, con la
que estaba planeando follar. Pero mientras hablaba pude verla ponerse triste. No quiero
que esté triste.
Señalé.
―Mi camioneta.
―Así es. ―Sonrió―. He visto a Cord recoger a Saylor en ella.
―Sí. Pronto podríamos ser capaces de permitirnos un segundo vehículo. Compartir se
está poniendo viejo. Ve por el lado del conductor.
Ella me dejó llevarla hacia donde era más oscuro. La mayoría de los otros coches ya se
habían alejado.
―¿Quieres que te lleve o algo así?
75 ―No. ―La abracé contra el costado de la camioneta. Su espalda estaba contra la
ventana. Ella se quedó sin aliento cuando llegué debajo del vestido―. Estoy conduciendo,
Truly.
―Creed. ―Su voz era un poco estrangulada―. No deberíamos hacer esto aquí.
Quiero decir, alguien podría venir y…
―Sólo voy a ponerte en marcha un poco, cariño. Entonces vamos a pasar a algo mejor.
Incluso antes de que llegara mi mano ahí supe que estaría mojada. Estaba seguro de
que había estado mojada desde aquel beso en la explanada. Esto era exactamente lo que
quería hacer con ella entonces. Cuando ella se agarró a mis hombros y lanzó un gemido,
sabía que había encontrado el lugar. Truly se inclinó hacia delante y llegué más
profundamente. Besó mi cuello y dijo mucho mi nombre, ya que estaba cerca de venirse.
No pasó mucho tiempo en absoluto. Cuando llegó allí, ella echó la cabeza hacia atrás y
empujó su vestido hacia abajo sobre sus hombros, tomando su sujetador con él.
―Santa mierda ―juré y me incliné para chupar sus tetas con avidez mientras ella
temblaba bajo mi mano. Estaba empujándose contra mi mano, urgiéndome para que lo
hiciese más fuerte. Joder, quería hundirme en su interior tanto que apenas podía respirar.
Quité mi boca de sus tetas así podría mirarla. Ella estaba desnuda de cintura para arriba y
estaba empujando su cuerpo hacia delante y hacia atrás sobre mi mano que estaba entre sus
piernas. Era la mierda más increíblemente caliente que jamás había visto y había visto un
montón de mierda caliente.
Esperé hasta que estaba seguro de que ella había acabado antes de quitar mi mano.
―Maldita sea. ―Suspiró temblorosa mientras se ponía el vestido por encima de los
hombros―. ¿Cómo demonios hiciste eso?
―Práctica ―respondí, y ella me lanzó una mirada.
Caminé alrededor para abrir su puerta del pasajero. Ella me siguió y entonces agarró
mi brazo antes de que pudiese volverme.
―Me alegro, Creed. Me alegro de que esté pasando otra vez. Ha pasado un tiempo
desde que me sentí así de bien. ―Me sonrió de repente, y mordiéndose el labio, se
sonrojó―. Estoy mintiendo totalmente. Nunca me había sentido así de bien.
Las palabras de Truly me hicieron extrañamente feliz. Quería ser lo mejor que ella
había tenido. Quería que la única polla en la que pensase fuese la mía.
Jesús, voy a terminar siendo igual de cursi que Cordero. Comprando anillos y mierda.
Truly estaba todavía recomponiéndose cuándo me puse detrás del volante. Me miró y
se aclaró la garganta cuándo arranqué el coche.
―Uh, ¿Creed?
―¿Sí?
Con indecisión se estiró y tocó mi rodilla.
―Podría hacer algo por ti. Ahora mismo.
76 Miré hacia abajo. No había escondido el gran bulto de mi entrepierna. Si ella apretase
sus suaves manos alrededor de mí o incluso mejor, me tomase entre sus sensuales labios,
explotaría como un volcán. Pero no quería eso todavía. Quería que la primera vez que
pasara fuera cuándo estuviese enterrado dentro de ella.
―Harás un montón de cosa para mí ―dije con una voz segura y brevemente empujé
su mano arriba de mi pierna así ella sabría muy bien lo que le estaba esperando.
Eché marcha atrás con la camioneta y pensé que ella apartaría su mano pero no lo
hizo.
Sorprendentemente, Truly mantuvo la palma caliente de su mano alrededor de mí,
mientras que yo trataba de concentrarme para conducir por las calles de Tempe.
―¿Por qué estamos aquí? ―preguntó ella cuándo nos detuvimos.
―Tengo que conseguir algo.
Ella frunció el ceño.
―¿Qué tienes que conseguir en Walgreens?
Apreté su mano contra mí más fuerte.
―¿Qué crees?
―Oh. ―Sonrió―. Bueno entonces supongo que te esperaré aquí.
―¿Quieres algo?
―Una botella de agua estaría bien.
Mientras caminaba hacia la puerta pensé en el coyote muerto que había visto en la
carretera hace unos días. Eso hizo que la erección disminuyera lo suficiente como para que
pudiese caminar sin parecer un idiota. Miré hacia atrás y vi a Truly mirándome. Me saludó
con la mano. Cuando entré en la tienda traté de pensar una forma de decirle cómo de feliz
estaba porque ella me estaba dando otra oportunidad.
”¿Oye, nena? Gracias por dejarme follarte de nuevo”.
Pensándolo bien, ella no apreciaría escuchar algo así.
Estaba de pie en la fila cuándo me acordé del agua de Truly, así que tuve que ir por
ella. Mientras miraba por la sección refrigerada, una bruja me miraba con disgusto por la
caja que llevaba. No me importó mucho.
Cuándo estaba pagando en la caja, tuve de repente un miedo irracional de que Truly
no estuviese fuera en la camioneta para cuando llegase. Pero estaba allí y me estaba
mirando. Cuando su rostro se iluminó con una sonrisa sentí una extraña oleada de orgullo.
Esa chica no era una de mis opciones habituales. Sí, era más preciosa y ardiente que el puro
infierno, pero había algo más en ella que me hizo pensar que era malditamente afortunado
que me estuviese dejando entrar.
Le di a Truly el agua, tiré la caja de condones dentro y empecé a conducir.
Truly desenroscó la botella y se quedó mirando la caja.
77 ―Eres ambicioso.
―No. Soy realista.
Ella resopló.
―Sandeces. ¿Crees que puedes gastar sesenta condones esta noche?
Toqué su rodilla, luego metí la mano bajo el dobladillo de su vestido, mientras que
ella se retorcía.
―Tal vez no ―admití―. Podría estar mirando por una tarea de varios días. ―Ella
sacudió la cabeza y maldijo, mirando hacia otro lado.
Fruncí el ceño, pensando que tal vez había parecido demasiado engreído.
―¿Qué pasa?
Truly miró hacia su regazo, su largo cabello ocultando su cara.
―¿Por qué demonios no puedo decirte no?
Me sentí mejor.
―Porque no quieres decir eso, Truly.
Ella levantó la cabeza y me miró directamente.
―Llévame a tu cama, Creed. Ahora.
Conduje lo más rápido que me permitía el límite legal. Truly saltó de la camioneta en
el segundo en el que frené en el estacionamiento. La seguí. Estábamos el uno sobre el otro
mientras empezamos a caminar. El complejo de apartamentos era una extensa colección de
edificios de dos alturas. Cuando la apoyé contra la pared de estuco, sentí sus manos tirando
de mi pantalón y pensé que, no había manera de que pudiese vivir un maldito segundo
más sin que me empujase dentro de ella. Pero entonces la luz del porche nos iluminó y
Truly retrocedió.
Segundo más tardes estábamos en mi casa Mi brazo estaba alrededor de ella, mientras
que a tientas intentaba poner la llave en la puerta.
Ella estaba besando mi cuello y apretando su cuerpo contra el mío.
―Creedence ―dijo, un poco sin aliento.
―Lo sé, bebé, ya casi estamos.
―Sólo quería decir tu nombre. Te quiero. Te quiero tanto.
Tiré de ella adentro y cerré la puerta detrás de mí. El lugar estaba oscuro y silencioso.
Esperaba que se mantuviese así durante un rato. Estaríamos haciendo un poco de serio
ruido en un minuto, y no quería tratar con nadie molestando.
Truly me miró mientras me quitaba la polo y la tiraba a una esquina. Sus ojos se
abrieron cuando me miró, estaba orgulloso de todas las horas que había pasado
adquiriendo más volumen. Luego poco a poco, empezó a sacar su vestido por abajo,
deslizándolo por sus hombros.
78 Busqué alrededor de ella en la puerta oscura y encendí la luz. Nunca dejé de mirarla
mientras se quitaba el vestido, su sujetador se desprendió, y cada centímetro suave de su
piel rogaba por ser tocada, lamida, disfrutada. Me alegré de que tendría toda la noche.
Cuando por fin consiguiese estar dentro de ella, la erupción estaba destinada a romperme
por la mitad de la mejor forma.
Truly entró en mi dormitorio primero, dejando caer el vestido en el suelo. La agarré
mientras abría la caja de condones. Pequeños paquetes de colores cayeron fuera de la caja
por la habitación mientras que mis manos con avidez cubrían su cuerpo. Ella estaba
excitada, besando un camino desde mi pecho mientras luchaba por quitarme el pantalón.
Lo bajé hasta mis rodillas, mientras cogía un condón del suelo.
Ella gimió mi nombre de nuevo.
―Creedence.
Oh, puedo hacerte gemir más fuerte. Puedo hacerte gemir un infierno más que eso.
―De rodillas, bebé.
Ella se imaginó que quería su boca y me cogió entre sus suaves labios, lamiendo y
luego chupándome tan fuerte que mis salvajes maldiciones probablemente eran escuchadas
hasta dos bloques. Miré hacia abajo, salvaje por ver a Truly chupándome mientras no
llevaba nada más que su ropa interior negra. Agarré un puñado de su cabello oscuro,
siendo áspero, utilizando su boca como yo quería. Después de un minuto de esa maldita
felicidad no podía soportarlo más. Tiré de ella y la incliné sobre la cama.
―Creed. ―Se quedó sin aliento, tratando de girarse.
―Silencio, cariño. ―La puse debajo, mi polla ya estaba cubierta con un condón
mientras que mis manos estaban apartando la barrera de satén de sus bragas. Ella arqueó la
espalda y agarré sus caderas para obtener un ángulo mejor. Dejó escapar un grito cuándo
entré con fuerza y la golpeé con aún más fuerza. Ella se estaba poniendo más húmeda,
caliente, mientras que agarraba el extremo más alejado del colchón para darme un mejor
apalancamiento. Varias veces salí para sólo así poder volver a sentir la dulce agonía de
volverme a introducir en ella. Infiernos, eso era estar follando en la máxima expresión.
Truly convulsionó debajo de mí y me mantuvo más duro. Ella se apartó el cabello de
la cara y giró la cabeza para besarme. Me vine con su lengua en mi boca y mis manos
apretando sus pechos. Se prolongó durante una eternidad y casi me olvidé de quién era.
Ella se apartó de mí cuándo finalmente me retiré.
―Hasta aquí ―jadeé, levantándola de la cama. Me deshice del condón usado y la
doblé en mis brazos. Estaba sudando y respirando con dificultad.
―Maldita sea ―susurró ella, llevándose una mano a la frente. Me apoyé en un codo y
la miré fijamente mientras se reía de sí misma con los ojos cerrados―. Eso estuvo bien.
Ella era otra cosa. Por lo general, yo estaría inquieto durante el acto, sabiendo que
tendría el tiempo suficiente para alejarme tan pronto como hubiese acabado. Había tenido
mujeres de todas las variedades, y, a veces me preguntó qué me pasaba para que no
79
quisiese nada de ellas más que un uso rápido. Pero siempre parecía que para mis hermanos
era la misma opción, así que se lo atribuimos a los genes. Torcidos genes Gentry.
Entonces Saylor McCann apareció de nuevo en nuestras vidas y Cord estaba acabado.
Lo sabía incluso antes de que él le hubiese puesto una mano encima. Bien por él, había
pensado todo el tiempo. Él había acabado con la mierda Gentry y encontró una buena
chica, la cual pensaba que él cabalgaba a la maldita luna.
No me di cuenta que Truly había abierto los ojos para mirarme. Ella empezó a decir
algo pero se detuvo, eligiendo en su lugar extender la mano y tocar el lado de mi cara.
Luego se inclinó y me besó.
No fue uno rápido y apasionado como lo habían sido antes. Era lento, perezoso. Rodé
poniéndome encima de ella. Nuestros labios se tocaban, nuestras lenguas jugaban. Sus
dedos acariciaron mi cuello y en un momento retrocedió unos centímetros para que
pudiese mirarla. Sus ojos eran suaves y tiernos.
Entonces se puso sus rodillas a ambos lados de mí, porque me sintió duro otra vez.
Fue lento esta vez. Luego, más tarde, fue duro de nuevo.
Por segunda vez en poco más de una semana hice algo que nunca había tenido la
necesidad de hacer. Me quedé dormido con una chica en mis brazos y me desperté feliz de
que ella todavía estuviese allí.
80
Once
Truly
La primera vez que pasé la noche con Creed Gentry nunca había conocido nada tan
sucio o tan bueno.
Y luego a la mañana siguiente lo miré fijamente. Me acordé de todo lo que había
supuesto; que Creedence era un playboy vulgar y sin mucho pasando detrás de esos ojos
azules profundos. El hecho de que él me había dado la experiencia sexual más intensa que
había conocido parecía fuera de lugar.
La segunda noche era todavía más sucia. La forma en que disfrutamos el uno del otro
era increíble de una manera que sólo había oído hablar. Él no podía hacer más por mí.
81
―¿Qué pasa con esto? ―preguntó en algún lugar alrededor de la quinta vez que nos
estrellamos juntos de alguna manera. Estábamos tumbados en la cama, ambos cubiertos de
sudor. Creed estaba tocando el lado de mi cabeza.
―Nada ―dije, empujando mi espeso cabello negro sobre el área que había afeitado en
un ajuste emocional algunos meses antes. Estaba creciendo de nuevo, pero aún se mostraba
si me descuidaba por cubrirlo.
Creed apoyó la barbilla en mi pecho. Se veía muy joven y muy serio.
Suspiré.
―Estaba teniendo un mal día, eso es todo.
Él asintió como si supiera exactamente lo que quería decir.
―Tengo de esos.
Yo creía eso. Cuando nos habíamos tomado de las manos en el estacionamiento fuera
del estadio me puse a pensar que la conexión entre nosotros podría, sólo podría, ser más
que física.
Mis dedos viajaron ligeramente sobre sus hombros, luego hacia abajo por sus brazos.
No había ni un centímetro en él que el hombre no era sólido como una roca. Tenía que ser
un maldito tipo fuerte, probablemente capaz de dividir casi cualquier cosa con sus propias
manos.
Sin embargo, la forma en que me miraba era casi amable, paciente. De repente Creed
no parecía como el personaje rudo que pensé que parecía. Me dio el coraje para seguir
hablando.
―Mi mamá solía decir, “Una chica llega a extremos malos cuando no se siente bonita
en el interior”. Cuando yo era pequeña vivimos durante un tiempo en una cabaña junto a
una antigua granja de Carolina del Sur. Ahora que realmente estoy pensando en ello, creo
que en realidad era una reliquia de los días de las plantaciones. ―Me aclaré la garganta y
me senté un poco―. En ese tiempo estaba ese magnífico árbol de magnolia que fue
plantado por algún antepasado muerto cuyo feo rostro fue pintado en una pared en la casa
grande. Mis hermanas y yo nos colábamos por ahí en cada oportunidad que teníamos y
arrancábamos las flores. ¿Alguna vez oliste una flor de magnolia? Es tan cerca del cielo que
va a hacerle daño a tu corazón. La señora de la casa conseguía todo tipo de entusiasmos con
nuestras pequeñas sucias manos que tocaban su árbol sagrado.
»Ella pensó que éramos la prole del diablo de todos modos, a causa de ser una dama
de la iglesia y nosotros teniendo diferentes padres. Mamá salió un día para encontrarnos
siendo perseguidas y se enojó. Nos llevó fuera esa noche de verano con una gran canasta
que había preparado y nosotras las niñas cortamos cada flor que podíamos alcanzar. Para el
tiempo que habíamos terminado ese denso olor a magnolia estaba en nuestro cabello y
todos nuestros pequeños cuerpos. Parecía que esa es la forma en que el mundo debería oler
siempre. Cuando entramos, mamá puso a remojar una pila de pétalos de magnolia y nos
82
dijo que bebiéramos el agua. Esas flores son comestibles, ya sabes. Dijo que nos haría sentir
bonitas por dentro y que era un sentimiento que debíamos recordar cuando un día
resultara amargo, como algunos días a veces son… ―Mi voz se apagó ya que Creed había
girado y estaba acostado sobre su espalda con los ojos cerrados. Tiré de la manta sobre mis
pechos desnudos sintiéndome de repente y de forma aguda, desnuda.
―¿Por qué dejaste de hablar? ―preguntó con el ceño ligeramente fruncido.
―Pensé que habías terminado de escuchar.
Creed abrió los ojos.
―No. Siempre estoy escuchando.
―Oh, bueno, ese es el final de la historia de todos modos. Es solo que el día que tomé
la navaja se me olvidó lo que era sentirse bonita por dentro. ―Me toqué el cabello―.
Debería cortarlo para que vuelva a crecer de forma adecuada.
Creed gruñó y luego, de repente me agarró, tirando de mí encima de él. Agarró un
puñado de mi cabello y me estudió con atención.
―No te atrevas a hacer eso, Truly. ―Me dio un beso, ya sea para sofocar cualquier
objeción que podría salir o simplemente porque solo quería. Lo sentí tomando otro
preservativo.
―Ponte encima de mí ―le supliqué.
Él me dio la vuelta, se deslizó dentro fácilmente. Me encantó la sensación de su peso.
Era una extraña mezcla de impotencia y de seguridad, estar debajo de un hombre fuerte
mientras tomaba lo que quería de tu cuerpo.
Justo cuando estaba llegando a mi clímax oí voces en el pasillo y me di cuenta que
Saylor y Cord habían vuelto a casa. Enterré mi cara en el cuello de Creed para evitar gritar.
Jadeamos juntos furiosamente y sentí que mis fuerzas salían de mi pecho debido al enorme
peso de él.
Después de unos minutos de tratar de recuperar el aliento, Creed besó mi mejilla,
saltó de la cama y se dirigió a la puerta. Abrió una grieta y asomó la cabeza. Cuando habló,
las palabras eran demasiado bajas para que yo escuchara pero la voz contestando era
masculina por lo que debía haber estado hablando con Cord.
Cerró la puerta y apagó la luz antes de regresar a la cama.
―¿Cuántas tienes? ―preguntó bruscamente.
―¿Cuántas qué?
―Hermanas.
―Tres. Yo soy la mayor. Luego está Meridian, Augusta y Carolina.
―¿Ellas no viven por aquí?
―No ―dije en voz baja―. Ninguna de ellas vive en cualquier lugar cerca de aquí.
83
Ellas nunca han estado aquí.
Creed estaba callado. Una vez más pensé que me ignoraba. Luego su voz me llegó,
extrañamente triste.
―Eso debe ser duro. No podría estar tan lejos de mis hermanos.
Estaba nerviosa cuando alcancé su mano. A pesar de que ya habíamos follado más
veces de las que algunas personas casadas lo hacen en un año, tomarlo de la mano parecía
más íntimo de alguna manera. Cuando sus dedos se enroscaron a través de los míos, una
emoción rodó a través de mi vientre.
―No conozco a mi padre ―le dije, besando sus nudillos―. Nunca lo hice.
Él me apretó la mano.
―Puede que no sea lo peor. A veces los padres resultan ser malos hijos de puta. ―Por
el tono de su voz podía adivinar que lo sabía de primera mano.
Un pensamiento doloroso cruzó por mi mente. Lo dije en voz alta.
―A veces las madres pueden hacerte daño también.
―Sí, pueden. ―Suspiró.
Me adormecí con la sensación de las manos de Creedence sobre mí. Pasó sus manos
por mi espalda, luego sobre mis caderas, ahuecando mis pechos antes de seguir a través de
mi vientre. Era extrañamente calmante y no parecía abiertamente sexual. Sólo una
reclamación de dulce familiaridad.
Cuando Creed estaba listo, una vez más, para algo más que tocar no tenía dudas
acerca de tomarlo. Y yo estaba casi tan lista como él.
A la mañana siguiente ya estaba vestida cuando se despertó. Afortunadamente, no
había nadie más despierto cuando me aventuré en el pasillo para ir al baño. Estaba
tomando mis zapatos cuando Creed se agitó.
―¿A dónde vas? ―se quejó, frotándose el sueño de sus ojos.
―A ninguna parte todavía. No me habría ido sin decir adiós.
Creed se sentó.
―Vamos por algo de comer. ―Él empujó las mantas y abrió la puerta del dormitorio.
No llevaba ni una pizca de ropa.
―Está bien ―le dije, mirando su culo musculoso, ya que desapareció en el cuarto de
baño. Me pregunté si tomaba el sol desnudo―. Voy a estar aquí.
Me senté en el borde de la cama y me quedé mirando mis manos mientras esperaba
por él. No podía pensar en nada más que hacer. Salté un poco cuando la puerta al otro lado
de la sala se abrió y surgió Cord.
―Mierda ―dijo cuando me vio, cerrando la puerta rápidamente. Cuando se reabrió
estaba acomodándose unos bóxers. Aparté los ojos. ¿Los chicos Gentry tienen un hábito
cotidiano de desfilar alrededor de su apartamento desnudos como arrendajos?
84
Cord me sonrió.
―Lo siento.
―Está bien ―le contesté, estirando el cuello para ver si Saylor estaba justo detrás de
él. No sabía lo extraño que sería que me viera descansando en la cama de Creed.
―Ella todavía está dormida ―dijo Cord, cerrando la puerta detrás de él. Asintió con
la cabeza en la puerta del baño―. ¿Big C está allí?
―¿Lo llamas Big C?
―Sí, ¿no es así? ―Entonces se echó a reír―. Rayos, escúchame. Me estoy volviendo
tan vulgar como Chasyn.
―¿Chase también está vagando por aquí desnudo?
Cord miró por el pasillo.
―No, no está en casa todavía.
La puerta del baño se abrió y allí estaba Creed en toda su gloria dorada. Cord fingió
estar ofendido.
―Cubre esa mierda, Creedence. Sabes que Say se pone furiosa cuando tienen su
basura colgando.
Creed le frunció el ceño.
―Vete a la mierda, lo haces también.
Cord sonrió.
―Sí, pero está íntimamente familiarizada con la mía así que está bien. ¿Has estado
acaparando el baño?
Los hermanos se empujaron uno al otro de buen humor y luego Creed regresó a la
habitación. Buscó alrededor antes de encontrar sus boxers y jeans.
―¿Qué significa eso? ―le pregunté, apuntando a su pecho en las palabras en negro.
Creed miró hacia abajo.
―Es latín.
―Gracias, ya me imaginé esa parte. ¿Puedes traducir?
Él sonrió débilmente.
―Significa “No cedas ante nadie”.
Eso me calló durante un minuto mientras Creed terminó de vestirse. Las palabras
rebotaron alrededor de mi cabeza.
Concedo Nulli.
No cedas ante nadie.
Cuando conocí a Creed Gentry me imaginé que era arrogante, distante y sólo estaba
interesado en las mujeres como una forma de entretenimiento desechable. Saylor
85
brevemente describió otro lado de él; un hermano cariñoso que era un artista de corazón
tratando de superar una dolorosa historia. Era un hombre difícil con una armadura densa
en torno a él. Las palabras en el pecho eran una especie de mantra, uno puede sentir la
necesidad de repetírselas a sí mismo todos los días.
De repente lo entendí un poco más. Yo conocía ese mantra. Sabía lo que se sentía al
haber sido tan marcada que cada contacto trae el miedo a reabrir heridas.
El abrazar a otra persona, el ceder, era un riesgo.
―¿Estás lista? ―me preguntó, agarrando su teléfono y la cartera del suelo.
―Estoy lista ―le contesté, de pie.
Encontramos a Chase tambaleándose hasta la puerta principal justo cuando nos
íbamos. Estaba sonrojado, ojos lagañosos, y su polo rota estaba al revés de modo que se leía
“Seguridad” delante. Él sonrió tan ampliamente cuando nos vio que me preguntaba si
simplemente imaginé la frialdad en sus ojos la noche anterior.
―¿Ustedes niños se fugan?
Creed lo miró.
―¿Qué masticaste y escupiste?
Chase, frunció el ceño con fingida seriedad
―Te equivocas. Muy equivocado. Ella no escupió todo. Ella gentilmente aceptó la
esencia lechosa sobre ella.
Creed se quedó mirando a su hermano.
―¿Eh?
―Algunas mujeres todavía saben cómo tragar. ―Chase, me guiñó un ojo.
―Chase, joder ―bramó Creed y Chase rodó los ojos.
―Jesús, no a ti también. Ya tengo a hiper Cordero respirando en mi cuello,
lloriqueando “No, no, Chasyn, no puedes hacer eso, decir eso, vestir eso, o pensar eso”, y
ahora tú estás tocando el mismo puto disco. Me he enterado de que mi mejor amiga Saylor
me encuentra muy entretenido, siempre y cuando no dé vueltas con mi polla colgante.
―Hizo un gesto hacia mí―. Apuesto a que ella siente lo mismo, ¿verdad cariño?
Los hermanos se volvieron y me miraron expectantes.
Me aclaré la garganta.
―No estoy muy segura de cuál es la pregunta.
―¿Te ofendo, preciosa Truly?
―Aún no. Aunque te animo a que sigas intentándolo.
―Mierda, ¿no te encanta su acento? Ven, dame un abrazo, cariño. Mis hermanos
tienen una peculiar manera de hacerme sentir no amado.
Cuando Chase, vino hacia mí con los brazos abiertos Creed se puso delante de él.
86
―Te abrazaré ―gruñó.
Chase, se cruzó de brazos.
―Al diablo con eso. Ni siquiera sabes cómo. ¿A dónde van ustedes de todos modos?
―Desayuno.
―Genial. ¿Puedo ir?
―No.
―Pero tengo hambre.
En lugar de responder, Creed solo abrió la puerta del apartamento y empujó a su
hermano sobre el umbral.
―¡Idiota! ―gritó Chase, desde el otro lado.
―Vamos ―dijo Creed, ignorándolo.
Me imaginé que Creed solo conduciría por ahí para tomar algo rápido y grasiento
pero él tenía una idea diferente. Me llevó a un restaurante pintoresco por el campus. Hablé
mucho más que él, pero parecía ser la norma entre nosotros en este momento. Una vez le
pregunté acerca de este rumor de que era un cantante bastante fantástico. Él se encogió de
hombros y se sirvió más almíbar sobre sus panqueques. Pero varias veces en el transcurso
de la comida atrapé a sus ojos azules mirándome inquisitivamente.
Yo estaba hambrienta y pedimos comida suficiente para resolver el problema. Nunca
he creído que una chica debe contener su apetito. Sin embargo, si hubiera sabido que Creed
ignoraría mis súplicas para dividir el costo de la cuenta sólo hubiera pedido unas tostadas y
café.
―¿Tienes que trabajar hoy? ―me preguntó en un momento dado.
―Sí ―le dije a regañadientes, dándome cuenta que tenía que estar de vuelta en Cluck
This en pocas horas. Al menos era domingo así que el lugar cerraba temprano.
Creed vertió un poco más de crema en su café y comenzó a agitar.
―¿Qué haces después?
Sonreí, pensando en nuestra conversación en el partido de anoche.
―¿Después de qué?
―Después del trabajo.
―¿Por qué? ¿Me estás pidiendo que haga algo contigo?
Detuvo la agitación, atrapándome. Me tocó la mano y repitió su línea de la noche
anterior.
―¿Es esa una opción?
―Puedo ser persuadida. Si me besas como lo hiciste en el juego.
Creed se apartó de la mesa. Acarició su regazo.

87 ―Ven aquí, entonces.


Sentí muy pocos ojos en mí cuando me senté en su regazo. Creed envolvió una mano
alrededor de mi espalda y trasladó la otra detrás de mi cuello. No se movió lentamente, su
boca chocó con la mía. Su agarre en mí se intensificó cuando el beso fue profundizado y
cuando se apartó soltó un pequeño gemido.
―¿Lo suficientemente bueno? ―susurró.
―Sí ―le contesté en voz baja.
Nos fuimos del restaurante poco después de eso, dado que algunos de los clientes de
la mañana del domingo parecían menos divertidos por nuestra humeante sesión. Creed
sonrió cuando tomé su brazo cuando salíamos del restaurante. Pensé que para alguien
viéndonos seríamos solo una pareja regular. Miré a Creed mientras su hermoso rostro
entrecerró sus ojos al sol de la mañana.
Regular.
Tal vez no había tal cosa.
O tal vez estaba más cerca de lo que pensaba.
Doce
Creed
Truly había dejado su auto delante del apartamento de Brayden antes de que todos
fueran al partido de anoche. Cuando estacioné detrás de su Escape, se detuvo con la mano
en la puerta. Pasé la mano por su pierna.
Así que, te recojo del trabajo más tarde. ¿A qué hora cierran de nuevo? ¿Ocho?
Ocho confirmó, trajinando con su cabello.
Notó mi mirada y sonrió. La toqué suavemente debajo de la barbilla, inclinándole la
cabeza ligeramente.

88 No podía pretender que, al principio, la había perseguido para algo más que una
noche salvaje. Pero cada vez que estaba dentro de esta chica, me sentía un poco más cerca
de algo más, algo que siempre había sido un misterio para mí. No había estado mintiendo
cuando le dije que siempre escuchaba cuando hablaba. De verdad, la vida no había sido un
cuento de hadas. A partir de lo que había dicho hasta el momento, sabía que entendía un
poco sobre el tipo de negligencias que mis hermanos y yo hemos conocido. También
sospeché que se guardaba algunos secretos y me parecía bien. Aún quería oír todo lo que
sentía que tenía que decirme.
Me has sorprendido susurró.
Alejé la mano de su barbilla.
¿Qué quieres decir?
Se colocó el cabello detrás de las orejas y frunció el ceño ante el tablero de
instrumentos.
No sabía si me gustarías, Creed. Quiero decir, hay ciertas cosas que me gustaban de
ti, las cosas obvias. Pero aparte de eso, parecías difícil de alcanzar. En realidad, parece como
si realmente no quisieses ser alcanzado.
Abrí la ventana. De repente, el interior de la camioneta parecía demasiado pequeño.
No cedas ante nadie murmuró Truly.
Cuando mi primo Declan había tatuado esas palabras en mi pecho, había estado
pensando en Benton Gentry. Odiaba a mi padre. Lo odiaba. Odiaba la impotencia de mi
infancia cuando Cord, Chase y yo habíamos estado a merced de ese bastardo, mientras que
la débil mujer que nos había dado a luz simplemente se mantenía apartada. En mis
momentos más oscuros, también la odiaba. Era una gran cantidad de poder para darle a
cualquiera.
Truly suspiró y abrió la puerta de la camioneta.
Oye. La empujé hacia atrás.
No iba a ir en plan hormonal como en la escuela secundaria y empezar a hablar de mis
sentimientos. Pero iba a besar a esta chica tan fuerte como pudiese.
Creed. Suspiró mientras se fundía en mí, devolviendo el beso, antes de
interrumpirlo y abrazarme con fuerza.
Dijo algo, pero su voz fue ahogada por mi hombro.
¿Qué?
Truly levantó la cabeza.
Dije que Chase estaba equivocado. Sabes cómo dar un abrazo adecuado después de
todo.
La abracé por un minuto, apenas acariciando su cabello.
¿Sabes una cosa, Truly?
89 ¿Qué?
Miré el reloj.
Las ocho de la tarde parecen muy lejos.
Sonrió y se mordió el labio.
No puedo esperar para verte de nuevo tampoco.
La observé mientras caminaba hacia su auto. Tuve que mover la camioneta para que
pudiese salir, así que saludé y luego conduje a través del complejo de apartamentos.
En casa, Chase estaba desmayado en su cama, roncando. La habitación de Cord y Sal
estaba vacía, pero me pareció oír sus voces en el patio de atrás. Necesitaba más cafeína así
que puse otra cafetera de café en la cocina. Las persianas del patio estaban abiertas y la
puerta corredera de cristal estaba entreabierta. Oí a Saylor riendo y miré afuera.
Estaba en el regazo de Cord, con un vestido largo amarillo de tirantes delgados,
mientras su cabello largo y castaño se levantaba con la ligera brisa. Cord estaba sin camisa y
los brazos alrededor de su cintura. Le susurró algo al oído y lo besó. No podía ver el rostro
de ella, pero pude ver el de él. Cordero abrió los ojos y la miró.
Nunca había sabido que mi hermano tenía en él el ser tan feliz. No era que hubiese ido
por la vida en una bruma de la miseria, pero el amor de Saylor lo había llevado a un lugar
de paz.
Ninguno me vio. Estaban tan absortos en el momento, que dudé que se dieran cuenta
de que la tierra seguía girando. Cord miró profundamente a los ojos de Say y luego
suavemente tiró del tirante de su vestido por encima del hombro. Comenzó a besar la parte
superior de su pecho, mientras ella inclinaba la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. Sus
labios viajaron hasta su cuello, hasta que encontraron su boca de nuevo.
Me di la vuelta en ese punto. Era un momento demasiado privado para continuar
mirando. Cierto, que los había atrapado en ello, un montón de veces y siempre estaban
follando en su habitación, gritando lo suficientemente fuerte como para sacudir las paredes;
pero mirarlos ahí, era entrometerse en algo mucho más personal. Estaba mirando
directamente el amor puro. En cierto modo me dolía tanto como si estuviera mirando
directamente hacia el sol.
No queriendo molestar a Cord y Say, tomé mi café y me fui a mi habitación.
Preservativos envueltos todavía se esparcían por todo el suelo como confeti. Me reí cuando
empecé a recogerlos. Metí un montón en mi billetera, ya que no sabía dónde Truly y yo
íbamos a terminar más tarde. Me puse duro de solo de pensarlo.
Estaba disfrutando de una serie de buenos pensamientos hasta que mi teléfono sonó.
Mi corazón dio un vuelco mientras lo saqué. No era nadie. Era una grabación alegre con
ganas de saber si me interesaba comprar una multipropiedad en Sedona. Pero solo el
sonido del teléfono me sacudió lo suficiente para tener que sentarme.
90 Aún no. Aún no.
Había mejorado últimamente acerca de evitar cualquier pensamiento conectado con el
pacto de sangre que había hecho. Necesitaba dar a Gabe una buena pelea. Pensé que podría
llover suficiente dinero para que esa cabeza codiciosa me dejase acabar con nuestro
acuerdo. Nunca le había prometido que iba a luchar por tiempo indefinido. Pero la idea de
lo que se necesitaría para conseguir una de esas batallas de gladiadores, desató una
sensación de malestar en mi estómago. Tendría que herir a alguien. Tendría que malherirlo.
Era casi preferible hacerme daño a mí mismo.
La sangre en mi cabeza estaba rugiendo fuerte como un trueno. Entonces,
espontáneamente, oí la voz de la negrura. Cerré los ojos y vi el rostro que odiaba. Me
sonrió, ya que me mostró cómo tenía a mis hermanos dolorosamente encarcelados en sus
garras.
―Escoge a uno, Creedence. Lo jodiste y tal vez pensarás mejor, la próxima vez, sabiendo que
uno de tus hermanos lo va a pagar.
¡No! No elección. ¡Ninguna jodida elección!
O eliges o azotaré a ambos.
Nunca hablamos de ello, los chicos y yo. Había tanto que decir que simplemente no se
puede decir nada en absoluto.
Oí un estrépito y vi a Chase salir de su dormitorio. Se dirigió hacia el baño. Lo vi
poner algo en su boca y luego agacharse para tomar un trago largo del grifo.
¿Qué es eso, hermanito?
Saltó, golpeándose el rostro contra el fregadero.
Mierda, me asustaste. Chase, se limpió el rostro en una toalla de mano.
Aspirina. Me duele la cabeza.
No era aspirina. Lo sabía.
Me levanté.
Déjame ver.
Chase, me miró.
No.
Supe la verdad en su rostro.
―Dámelo, Chasyn. No estoy bromeando.
¿De qué me estás acusando, Creed?
―No te estoy acusando de una mierda. Solo quiero que me entregues la basura que
acabas de tragar.
Estaba enfadado. Chase, rara vez se enojaba.
Me lanzó un golpe fuerte, pero se estrelló contra la puerta cuando lo esquivé. Me
91 golpeó con su hombro, me miro con fiereza, luego caminó hacia la cocina. Lo seguí.
Chase.
Vete a la mierda. Mejor aún, vuelve a tu mierda.
Lo agarré, con la intención de dar un tirón en sus bolsillos para hacer limpieza,
aunque tuviese que romper su pantalón para hacerlo. Había ignorado esto, durante
demasiado tiempo. Había tenido verdadero dolor después de la paliza que lo mandó al
hospital, pero hacía tiempo que las recetas se habían acabado y, de alguna manera, seguía
apareciendo con píldoras.
Jodido estúpido maldijo Chase. Y no sonó como Chase en absoluto. Su voz se
había reducido a algo bajo y mortal.
Levantó su rodilla hacia mi pecho y me hizo retroceder. Bloqueé el golpe que me
lanzó y traté de retenerlo, pero se revolvió salvajemente. Chocamos contra la puerta de la
despensa y sentí romperse la madera.
¡Chicos! ¿Qué demonios? gritó Cord desde el patio y entró corriendo por la
puerta, Saylor justo detrás de él.
Chase, me apartó de un empujón. Tenía el rostro rojo y sus ojos eran de odio.
¿Qué pasó? preguntó Cord con cierta cautela. Sintió que no era como las peleas
diarias.
Pregúntale a tu hermano contesté.
Chase, se burló:
Sí, todo el mundo tiene un problema pero tú, ¿eh Creed? Jodidamente no puedes
enfrentar el mundo sin beber hasta que caerte. ¿Por qué no reconoces tus propias malditas
debilidades para variar?
Crucé los brazos y mantuve mi expresión.
Chase estaba apoyado en la mesa de la cocina, respirando aparatosamente. Podría
haber estado tratando de no llorar.
Cord miró del uno al otro. Nunca tomaba partido.
Saylor era una historia diferente. Fue a Chase y le puso una mano en su brazo. La
abrazó, la cabeza apoyada en su hombro como un niño perdido.
No. Negué. Joder. Tiene que lidiar con esta mierda.
Saylor ya estaba guiando a Chase de regreso a su habitación. Me frunció el ceño.
Eres un idiota, Creed.
Cord vino a mi lado mientras Saylor hacía de madre de Chase. Golpeó mi hombro.
Vamos a hablar.
―No. Negué. Creo que iré a golpear una bolsa en el gimnasio por un tiempo.
Mi hermano me miró fijamente.
Podría ir contigo.
92
Me voy solo.
Los deje atrás y me fui al gimnasio. Me alojé allí por tres horas completas. Cuando
llegué a casa Cord y Chase estaban jugando videojuegos en la sala de estar.
Oye llamó Cord. Chase, no levantó la vista.
¿Saylor fue a trabajar? le pregunté.
Cord asintió.
Pensé en Truly, recordando que trabajaban juntas.
Cord, siempre el pacificador, hizo un gesto hacia el sofá.
¿Por qué no vienes a pasar el rato por un rato?
Tengo que tomar una ducha.
Cord miró a Chase. Chase, miró al frente. Suspiré y comencé a caminar.
No te lastime demasiado, ¿verdad? cuestionó Chase desde su asiento en el sofá.
Cuando levantó la vista se encontró con la mía. Vi que seguía siendo el mismo odioso
mierdecilla que siempre había sido. Estaba aliviado.
Podría tener un moretón o dos comenté, estirando.
Bien comentó, volviendo al juego. Cogí algunas hamburguesas. Hay más en la
nevera. No escupí en ellas, te lo juro.
Desenvolví unas hamburguesas y las apilé una encima de la otra, tomando un gran
bocado. Chase, se trasladó para hacer sitio en el sofá.
Le di un codazo a Cord.
¿Vas a recoger a Say luego o ha llevado su propio auto?
La voy a recoger. Chase mantiene el engatusamiento del uso de sus ruedas.
Me ama se burló Chase.
Me tragué la comida.
Iré contigo.
¿Eh? ¿Por qué?
Chase rió.
¿Por qué crees, Cordero? Big C tiene un sabor de algo que le gusta.
Las cejas de Cord se dispararon. Se me quedó mirando.
¿No me digas?
Estaba empezando enfadarme. Los chicos le darían gran importancia.
Chase, elevó la voz de nuevo.
Te dije que esta mañana se dirigían a desayunar como un par de personas de la
93 tercera edad.
Tienes una gran boca me quejé.
Chase bostezó.
A veces es una ventaja.
Nos sentamos alrededor, bromeando un rato más, pero una sensación de inquietud se
había apoderado de mí. No tenía nada que ver con la pelea que se avecinaba. Cord no
parecía sentirlo. Parecía relajado, con la seguridad de que la discusión que surgió entre
nosotros no importaba, no en realidad. Pero Chase y yo intercambiamos algunas miradas
cautelosas.
Sabía que tenía un problema. No sabía qué demonios hacer al respecto.
Trece
Truly
Oficialmente odiaba el pollo frito. Verlo, servirlo y llevar el olor perpetuo de una
freidora me había quitado oficialmente la mierda. Saylor debía haberse sentido de la misma
manera porque se estaba viendo un poco verde.
¿Estás bien? pregunté cuando me encontré con ella en la cocina.
Sonrió débilmente.
Sí. Solo tuve una mala mañana. Los chicos estaban peleando. Me dio dolor de
cabeza.

94 ¿Los chicos Gentry?


Se rió.
No hay otros chics, Truly.
Me reí.
Vaya si lo sé.
Su rostro se puso serio de repente. Tomó nota del maquillaje en mi rostro y de la falda
ligera que había emparejado con una blusa sin manga.
¿Lo estás viendo de nuevo esta noche?
Supuestamente. ¿Fue la lucha por su culpa o algo así?
Saylor parecía reacia a decirme algo sobre Creed. No la podía culpar. Apenas yo sabía
en qué punto estaba con él. No podía esperar que Saylor le encontrara sentido.
Lo solucionarán. Sonrió. Siempre lo hacen.
Comenzó a cargar las bebidas en una bandeja. Recordé que me había prometido
encontrar una manera de hablar con ella acerca de algo.
Oye, ¿Saylor?
¿Sí?
¿Chase está bien?
Su mano se congeló en el aire.
¿Qué quieres decir?
Suspiré. Cuando vi a Chase en el partido haciendo algún tipo de acuerdo furtivo, me
dije que no era de mi incumbencia. Eso era probablemente cierto. Pero mi conciencia había
tirado de mí toda la mañana. Todavía sentía como si no supiera como mencionárselo a
Creed. Así que en su lugar le conté a Taylor lo que había visto.
Se veía molesta. Se mordió el labrio y sus hombros se hundieron.
No lo quería creer. Suspiró. ¿Recuerdas cuando Chase saltó hace unos meses
atrás? Sabía que seguía tomando pastillas para el dolor después de que debería de haberlas
dejado. Se lo mencioné a Cord una vez, pero dijo que no era nada, así que lo deje pasar. No
pensé en como Chase podría estar consiguiendo más pastillas y si realmente aún las estaba
tomando. No quería pensar en eso. Saylor ladeó la cabeza y me miró con tristeza. Es
increíble, Truly, las cosas que puedes bloquear si configuras tu mente para hacerlo.
En mi cabeza escuché mi propio grito de agonía. Escuché un pequeño lloro.
Lo sé, Saylor. Realmente lo sé.
Julie apareció y nos dio una mirada asesina.
¿Por cuánto tiempo van a estar paradas ahí y chismear mientras me encargo de todo
el maldito comedor yo misma?
Oh, cállate ramita de platino gruñó Saylor y luego la empujó a un lado.
95
Ese es un buen consejo, cielo le dije a Julie alegremente mientras ella echaba
chispas en silencio.
Cord y Creed Gentry aparecieron diez minutos antes de la hora de cierre. Se sentaron
y ordenaron algunos refrescos, probablemente para que Ed no los molestara sobre ocupar
espacio. Julie no se molestó con Cord, pero trató de conseguir el interés de Creed. Observé
desde la distancia, sonriendo para mis adentros cuando continuó su conversación con
Cord, como si ella ni siquiera estuviese ahí.
Saylor caminó directamente hacia Cord y le plantó un beso. Traté de mantener la
concentración en los pocos clientes restantes. Miré a Creed varias veces pero siempre le
estaba hablando a su hermano.
Cuando la última cuenta había sido saldada me detuve en el pasillo fuera de los
baños. Había unas cuantas fotos rústicas decorando la pared junto con un pequeño espejo.
Sacudí el cabello después de retirar el broche negro de plástico que lo había mantenido fijo
todo el día. Miré mi reflejo de forma crítica.
Sus brazos de repente estaban ahí, cruzados en frente de mi pecho, sosteniéndome de
forma segura.
¿Me estás evitando?
No susurré, apoyándome de nuevo en el calor de su musculatura.
Se sentía tan bien. Olía tan bien. Podía sentir su erección rígida presionando mi
espalda.
Entonces larguémonos de aquí.
Pronto prometí, mirando sus ojos azules en el espejo.
Creed besó mi cuello y luego regresó a su mesa.
Comencé a darme prisa para tener todo hecho. Saylor llegó y golpeó mi cadera.
Márchate informó. ¿Cuántas veces te has quedado aquí haciendo el doble de
trabajo de limpieza por mí? Lárgate. Me golpeó rápidamente con una toalla.
Cord pateó a Creed en la espinilla cuando me acerqué. Creed se levantó y me dio un
buen vistazo, su mirada asentándose en mi pecho. Sonrió.
Ya basta me quejé.
Parecía confundido.
¿Qué?
Deja de molestarme con tus ojos.
Está bien. Se encogió de hombros y agarró descaradamente mis pechos.
Cord se echó a reír. Cuando lo miré, solo se echó a reír más fuerte.
Bueno, no está usando los ojos.
Deja de burlarte de ella gritó Saylor desde el otro lado de la habitación.
96 Creed alcanzó mi bolso.
Tomaremos tu auto.
Vi como retiró mis llaves.
¿Supongo que conduces de nuevo?
Siempre, cariño.
Creed esperó hasta que estuvimos fuera del edificio y a la vuelta de la esquina, antes
de atacarme con un profundo beso. Ningún hombre jamás podría excitarme así de rápido.
Me imaginé que Creedence Gentry probablemente podía hacer lo que quisiera conmigo y
no pondría objeciones en lo más mínimo.
He esperado horas por esto susurré cuando rodeé sus hombros con los brazos.
Presionó su frente contra la mía. Me sostuvo así, con los ojos cerrados.
¿Algo está mal? pregunté, pensando en lo que Saylor había dicho sobre tensión
entre los hermanos.
No cuando estoy aquí contestó, luego me besó rápidamente antes de girar para
abrir la puerta del auto.
Mientras me subía al asiento del pasajero, no pude evitar preguntarme qué quiso decir
con eso. Creedence no era un hombre que se explicase, así que dudaba que lo hiciera
aunque le preguntara. Pero me cuestionaba lo mismo. Parecía demasiado esperar que se
refiriese a que nada estaba mal cuando estaba conmigo. Sonaba como una exageración
romántica y eso, sin duda, no era su estilo.
No fue hasta que Creed encendió el auto que recordé qué canción había conectado.
Había querido escucharla de camino al trabajo. Quería pensar en el momento importante en
el que la había escuchado por última vez. Me sonrojé, esperando que tal vez no lo
recordase.
Sin embargo, Creed se detuvo y escuchó la voz del Sr. Alan Jackson.
Conozco esta canción afirmó.
Sí.
Me lanzó una mirada curiosa.
Ésta estaba sonando esa noche en The Hole.
Cuando te pedí bailar…
Y te dije que íbamos a bailar toda la noche.
Sí señor. Y eso es exactamente lo que hicimos.
Los ojos azules de Creed estaban pensativos mientras escuchaba la música.
De nuevo, ¿cómo se llama?
”Between the Devil and Me6”.
97
Creed dio marcha atrás el auto.
Es una buena canción.
Me aclaré la garganta.
¿Cuándo te puedo escuchar cantar?
No respondió de inmediato. Pensé que no lo iba a hacer.
Pronto respondió finalmente.
Sentí una sonrisa aparecer en mi rostro.
Creed me miró. Se rió un poco.
¿Qué?
Rozó su mano contra mi mejilla.
Eres fácil de complacer, Truly.
Las palabras de Creed me hicieron sonrojar, a pesar de que no fueron dichas de una
manera sexual. Me sentía más y más, como que podría haber más entre nosotros que
sexo. No podía descifrar si eso era bueno o no.
¿A dónde vamos? pregunté.
No lo sé. ¿Dónde quieres ir?

6 Between the Devil and Me: Entre el diablo y yo.


Podríamos ir a dar un paseo por el lago.
Creed se trasladó hacia el carril izquierdo.
Me gusta esa idea.
No era un verdadero lago. Era una enorme reserva que había sido represada
alrededor de una parte seca de Salt River y llenada artificialmente. Sin embargo, había algo
calmante en un gran cuerpo de agua, sobre todo uno en el medio del desierto.
Había unos cuantos autos estacionados en las inmediaciones y un puñado de personas
que paseaban por allí, pero sobre todo estaba tranquilo.
¿Quieres caminar hasta el puente? pregunté.
Creed ya estaba avanzando por el camino que llevaba más cerca del agua.
Tal vez en unos minutos. ¿Vienes?
Su brazo se posó alrededor de mis hombros cuando me reuní con él. Nos miramos en
la quietud serena del lago.
Echo de menos el agua mencioné. Esto es bueno, pero no es el océano.
¿Estás familiarizada con el océano?
Bastante bien. ¿Y tú?
Se rió entre dientes.
98
No hay mucho océano en Emblem.
Las luces del puente se reflejaban en la expansión sin movimiento del agua. Me incliné
sobre la pared y miré hacia abajo.
Creo que mi casa favorita cuando era niña era esta pequeña ciudad del Golfo en la
península de Florida. El lugar en el que estábamos viviendo apenas tenía paredes intactas,
pero estaba a solo unos pocos metros de la playa. Estuvimos allí durante todo un dulce
verano. Mamá siempre estaba fuera, en busca de hombres y otras cosas malas. Nosotras
cuatro llevábamos los mismos trajes de baño harapientos todos los días durante dos meses
y mejor, éramos dueñas de esa playa. Era nuestro reino privado. Lo mejor era buscar
pequeños charcos de marea cada noche donde había estas pequeñas criaturas marinas que
se encontraban atrapadas allí. Las llevábamos de regreso al océano más amplio, acunadas
en nuestras palmas y mi hermana Mia podría llorar por la inutilidad de no ser capaz de
conseguir llevarlos todos. Imaginábamos que los estábamos salvando. De todos modos, el
huracán que arrasó aquello a finales de verano fue uno de los grandes. Destruyó la casa en
la que estábamos viviendo y una buena cantidad de la playa también.
Miré a Creed. Seguía mirando hacia el lago.
Lo siento. Me sonrojé. Tiendo a divagar a veces.
¿Me estoy quejando?
No. Pero los cuentos interminables de mi loca infancia podrían no ser muy
interesantes para ti.
Creed se giró hacia mí. No era pequeña pero apenas le llegaba a la parte superior del
hombro. Bajó la mirada y luego dijo algo que casi me derribó.
Creo que todo lo que dices es interesante, Truly. Es por eso que estoy aquí.
Ese muchacho me estaba convirtiendo en un charco de jarabe de ensueño. Si
resguardaba mi corazón con más cuidado, entonces solo podría perderme en los ojos azules
de Creed Gentry.
No quería hablar más por ahora. Solo quería darle un beso. Empezamos suavemente,
dulcemente, luego se volvió rápidamente más intenso. Llegué bajo su camisa y sentí sus
duros músculos pectorales. Las grandes manos de Creed se movieron sobre mi espalda y
hacia mi cabello. Se apartó de mi boca y empujó su rostro entre mis pechos. Me aparté un
poco, lo suficiente para deshacer los primeros botones de mi blusa. A Creed le gustaba eso,
mucho. Podía notarlo por la forma en que su respiración se volvió irregular y, ciertamente,
por la forma en que movía su mano para casualmente tocarse a sí mismo.
Creed. Suspiré cuando su lengua se volvió loca por mi piel. Entonces mordí mi
propia objeción cuando su boca encontró primero un pezón y luego el otro.
Cierto bastardo que conocí hace mucho tiempo tenía malas intenciones, pero podría
haber tenido razón en algo. Yo podría haber nacido para esta mierda porque, que el cielo
me ayude, nada nunca se sentía tan bueno como tener a este hombre grande chupando mis
tetas y saber que pronto iba a entrar en mi cuerpo.
99
Tengo que tenerte gimió Creed mientras sus manos se zambullían entre mis
piernas.
Traté de pensar con claridad. No podíamos solo follar aquí, a orillas del lago Tempe
Town.
Creed vio mi repentina vacilación. Hizo un gesto con la cabeza hacia el
estacionamiento casi vacío.
¿Auto?
Asentí.
Sí.
Mantuvo un brazo firme alrededor de mí mientras caminábamos de vuelta a mi
auto. Creed se quitó la camisa y se metió en el asiento trasero. Me subí tras él y llevó mis
piernas alrededor de su cintura, mientras se bajaba el pantalón al mismo tiempo. Sacó un
condón, rasgó el paquete y se lo puso en cuestión de segundos. La velocidad con que se las
arreglaba para lograr estas cosas era casi poética.
Ese es un gran talento que tienes informé, todavía impresionada y al mismo
tiempo tratando de no pensar en por qué era tan experto en ponerse el condón.
Creed se agachó y apartó la tela de mis bragas. Se encontraba tan duro y estaba justo
allí.
Tengo un talento mejor gruñó y luego se empujó.
Giré mi cabeza, mirando por las ventanas para asegurarme que no había nadie
alrededor.
Oye. Creed giró suavemente mi cabeza hacia él. Solo mírame. No hay nada más
que ver. Empujó mi falda por encima de mi cintura y agarró mis caderas desnudas.
Oh mierda gemí cuando fue más profundo. ¡Maldita sea al infierno y en todas
partes de arriba, tengo que montarte Creed!
Malditamente correcto, nena. Hazlo.
Creed me ayudó a conseguir el ritmo. Me dolían las caderas por el esfuerzo, pero no
les di tregua. Empujó mi blusa con impaciencia y desabrochó mi sostén. Podía sentir el
armazón del auto temblando mientras nuestros cuerpos se movían juntos. Cuando me vine,
fue por la sensación de mis pechos desnudos deslizándose arriba y abajo en su duro pecho.
Creedence gemí mientras era superada por la explosión.
Un minuto, cariño. Sigue así de fuerte. Oh, joder, sí. Justo así.
Lo sostuve contra mí, besando su frente, sus mejillas, sus labios, mientras se
estremecía hasta detenerse. Después se retiró, se echó hacia atrás con un suspiro y
sonrió. Mi cabello estaba húmedo por el sudor y lo colocó detrás de mis orejas mientras
perezosamente se me quedaba mirando.
¿Qué? pregunté, sintiéndome un poco cohibida ya que una vez más Creed fue
100 capaz de reventar a través de cualquier pared que trataba de levantar.
Nada. No necesito pedir permiso para mirarte.
Puse los ojos en blanco. Mis manos se enredaron en los botones de mi blusa mientras
me vestía de nuevo, acomodando todo donde se suponía que debía estar. Miré fuera, pero
solo vi oscuridad vacía más allá de las ventanas llenas de vapor. Mis piernas estaban un
poco acalambradas. Creed me observó mientras salía de encima de él y me alisaba la
falda. Su pantalón todavía estaba abierto. No parecía importarle.
¿Quieres saber algo? solté.
¿Acerca de ti? Sí.
Me mordí el labio.
Hubo un tiempo en mi vida en que no me habría molestado para nada, subirme en
el asiento trasero de un auto de la forma en que acabamos de hacer.
Frunció el ceño ligeramente.
¿Te molesta ahora?
Negué.
No. Quiero decir, no contigo. Pero he hecho algunas cosas que no fueron muy
brillantes. He confiado en los hombres equivocados. Y a veces, he pagado con creces esos
riesgos.
Creed se quedó en silencio.
Tomé una respiración profunda.
¿Qué estoy arriesgando, Creed? ¿Contigo?
Deliberadamente se quitó el condón.
Nada.
Era como hablarle a la pared. Solo me miró con una expresión plana y se guardó sus
pensamientos para sí. Saylor una vez había descrito a Creed como impenetrable. Era una
buena palabra para él. Con un siseo de disgusto empecé a subirme al asiento
delantero. Creed me agarró y me llevó de vuelta a su regazo.
No te vayas susurró. Me abrazó con fuerza. Quiero saber más sobre el océano.
¿Por qué?
Suspiró en mi cabello.
Porque solo lo he visto una vez. Y porque me gusta el sonido de tu voz.
Cerré los ojos y le permití acunarme contra su pecho.
Hacía calor en el auto, pero nos alojamos allí por un largo tiempo. Le hablé de la
melodía perpetua de las gaviotas y el agudo dolor al pisar una concha rota. Entonces le
hablé sobre dormirse en una duna de arena y despertar con el chillido de terror de mis
hermanas cuando la marea irrumpió a través de la oscuridad y nos encontró.
101 Creed pasó suavemente sus dedos arriba y abajo de mi brazo. Sabía que escuchaba
cada palabra que decía. En un momento volvió la cabeza y me besó con tanta dulzura que
trajo lágrimas a mis ojos. Apoyé la cabeza en su hombro y traté de acallar el grito silencioso
dentro de mi cabeza, para que no supiera lo que estaba pensando en ese momento.
Maldito seas, Creedence. ¿Qué me estás haciendo?
Catorce
Creed
Cuando Truly tímidamente me pidió que regresara a su casa, me alegré. Ella no estaba
segura si su compañera de cuarto estaría pero incluso si lo estaba, todavía era mucho
menos gente con la que lidiar que en mi apartamento.
Cuando había empezado a hablar de un tema pesado anteriormente, no estuve
preparado. Nunca había hablado una palabra sobre la mierda que tengo en mi cabeza con
la lucha y todo. Ya que no había sacado el tema a colación, imaginé que Saylor no le dijo
tampoco.
Incluso aparte de todo eso, no sabía qué tipo de conversación quería tener. Lo que
102 estuviera pasando aquí era nuevo para mí. Ahí es donde me di cuenta de una gran
diferencia entre nosotros. Truly había sido herida. Eso sí que lo entendí. Había entregado
su corazón y luego había sufrido por ello. Nunca había dado mi corazón a nadie más que a
mis hermanos. No estaba seguro de si podía.
Pero sí sabía una cosa; cuando estaba con ella la botella dejaba de llamarme con tanta
fuerza. Chase había estado en lo cierto cuando me enfrentó al respecto. Beber se había
convertido en algo vital para mí. Si no le ponía fin a ello, algún día me despertaría en la
triste realidad que grandes trozos de mi vida se habían perdido en la niebla.
―¿Tienes hambre? ―preguntó Truly con una sonrisa mientras abría la puerta de su
apartamento.
―Siempre ―respondí con mi mano en su espalda.
Me había olvidado de esa gata suya. Estaba sentada en el brazo del sofá. Podría jurar
que la cosa estaba enojada por volver a verme.
Truly la llamó en voz baja.
―Hola Dolly. ―La gata negra maulló y se deslizó debajo de su mano abierta.
―Un invitado. Eso es inusual.
La voz era femenina. Por un instante horrible, pensé que venía del gato.
La chica entró en la sala de estar y se apoyó contra la pared del fondo con los brazos
cruzados. Por la forma silenciosa en que empezó a examinarme, supuse que no aguantaba
mierda de nadie.
―Steph ―dijo Truly con cierta sorpresa―. Este es Creed Gentry. Creed, esta es mi
compañera de cuarto, Stephanie.
―Encantado de conocerte ―dije, intentando ser amable. Extendí mi mano.
Miró fijamente mi mano extendida durante unos segundos. Luego se echó a reír,
sacudiendo su cabello rubio rizado sobre su hombro antes que me diera la mano con
brusquedad.
―Te importa una mierda conocerme ―dijo, pero había diversión en su voz.
Tenía un marcado acento del este. Nueva York, tal vez, o Nueva Jersey.
―Sé buena ―advirtió Truly, pero se reía en voz baja.
―Fui amable con alguien ayer. ―Stephanie bostezó. Era bien parecida. Su ropa estaba
descuidada y su rostro se encontraba libre de maquillaje, pero me di cuenta que en realidad
se vería muy muy bien si hacía el esfuerzo. Aun así, nunca podría haber competido con
Truly.
Pero entonces, en lo que a mí respecta estos días, ninguna chica podría competir con
Truly.
―Te he visto antes. ―Esta persona, Stephanie me dijo―. En el campus.
―Trabajo de seguridad en los eventos a veces.
103 ―No voy a los jodidos eventos. No, no es eso. ―Chasqueó los dedos―. Estás en mi
clase de Psicología Básica. Eres el que siempre está descansando en la parte de atrás con sus
gafas de sol puestas y chicas huesudas a tu jodido alrededor.
La miré fijamente.
―Ese no soy yo. Es mi hermano.
―Oh. ―Se encogió de hombros. No parecía particularmente interesada de todas
maneras.
―¿Vas a salir? ―preguntó Truly cuando Stephanie se llevó al hombro una mochila
negra.
―Sí ―murmuró Stephanie con una mirada preocupada―. Así que me temo que
tendremos que continuar esta discusión estimulante en otro momento. ―Me hizo a un lado,
cuando caminó hacia la puerta―. Nos vemos chicos. ―Cerró la puerta detrás de ella antes
que cualquiera de nosotros pudiera decir una palabra.
―Lo sé ―dijo Truly en respuesta a mis cejas levantadas―. No puedo entenderla
tampoco. Creo que ella lo prefiere así. Estoy realmente sorprendida de que siquiera te
saludara en absoluto.
―Si puedes llamar a eso un saludo.
―Lo es para Stephanie.
Truly se quitó sus zapatos de tacón y se dirigió a la cocina.
―¿Te gusta el gumbo?
―No lo sé. ¿Qué es?
Dejó escapar un grito ahogado de falso horror y asomó la cabeza por la esquina.
―¡Estás bromeando! Oh, cariño, tenemos que quitarte la virginidad esta noche.
―Desapareció por la esquina de nuevo y la oí abrir la nevera.
La encontré revolviendo algo de mierda de aspecto espantoso en el interior de un gran
recipiente de plástico. Dejó el temporizador en el microondas y empujó todo la cosa dentro.
Nunca había conocido a otra mujer capaz de hacer eso; convertir cada movimiento en algo
tan absolutamente hermoso que no podía dejar de mirar.
Truly lo notó.
―¿Qué?
Apoyé una mano en la puerta del refrigerador y tracé el escote de su blusa con la otra.
―Me gusta tu refrigerador. Ahora recuerdo lo mucho que me gusta.
Se retorció, respirando con dificultad mientras mis dedos disfrutaban de la sensación
sedosa de su piel. Quería que la tocara más. Quería tocarla más. Pero entonces el
microondas sonó y se escabulló.
―Siéntate. Te voy a traer un plato.
104 No se habría opuesto si la hubiese ignorado, si le hubiese quitado la ropa y empezado
a hacer peticiones. Sin embargo no lo hice. Me gustaba estar aquí con ella de esta manera.
Me gustó verla llenar un plato astillado con sopa y traerme un montón de comida, a pesar
que no parecía especialmente sabroso.
―Sin embargo, huele bien ―admití―. ¿Cómo lo llamaste?
―Gumbo. ―Sonrió―. Tienes que comerlo. Insisto. Tiene salchichas, camarones,
verduras y todo excepto productos tóxicos mezclados. Mis hermanas y yo solíamos vivir
con nada más que esto durante meses por un tiempo. Podría prepararlo mientras duermo.
Agarré la cuchara que me había dado.
―Pensé que me dijiste que no cocinabas.
Truly se encogió de hombros.
―Y pensé que estabas siendo un hombre de las cavernas en ese momento, así que
mentí.
Me miraba atentamente mientras tomaba un bocado. En cierto modo me afectó un
poco, lo mucho que quería que me gustara este estúpido plato de comida. Mordí
lentamente y tragué.
―Está bueno ―dije con sinceridad.
Sonrió y volvió a la nevera.
―Felicidades. Has perdido tu virginidad de Gumbo criollo y ahora nada, jamás podrá
saber tan bueno otra vez. ¿Quieres una cerveza?
Dudé. Podía beber casualmente. Lo había hecho un montón. Pero a veces iba
demasiado lejos, incluso si no lo quería. A veces caía en el agujero negro y empezaba a
revivir rencores antiguos. No quería que Truly viera eso. Diablos no.
―Creo que me quedo con el agua. ―Me trajo el agua, con un tazón de Gumbo para
ella y se sentó frente a mí.
―¿Así que quieres ser una diseñadora de modas? ―dije. Sus oscuras cejas se alzaron
con sorpresa―. ¿Qué? ¿No es eso lo que dijiste antes?
―Bueno, sí, pero no pensé que estuvieras escuchando en ese momento.
―Ya te lo dije, Truly. Siempre estoy escuchando cuando hablas. ―Dejó caer la
cuchara en el cuenco con un fuerte ruido.
―Creed ―dijo mi nombre como si fuera una maldición. Dejé de masticar,
preguntándome qué demonios la había hecho enojar. Se inclinó hacia delante, los extremos
de su cabello rozando la mesa mientras esperaba a que ella me mirara de nuevo. Cuando lo
hizo, vi que no estaba enojada en absoluto. Parecía nerviosa―. Estás empezando a
gustarme demasiado.
―¿Quién dice? ―Puse mi mano bajo su barbilla y me moví para besar suavemente
105 sus labios―. ¿Eh?
Volvimos a comer en silencio. De vez en cuando Truly me daba un vistazo, sus ojos
oscuros llenos de secretos. Estaba bien. Tenía algunos propios.
Después de comer, Truly me preguntó si quería ver la televisión. No quería, pero me
senté en el sofá junto a ella de todos modos. Apoyó su cabeza en mi hombro y suspiró feliz
cuando empecé a cambiar los canales. Me di cuenta de su sonrisa cuando puse mi brazo
alrededor de sus hombros para sostenerla más cerca. Me acordé de Saylor y Cord.
―¿Te gusta este espectáculo? ―preguntó. Había un montón de mujeres flacas
corriendo alrededor y gritando. Dos de ellas comenzaron a halarse el cabello una a otra.
―No. ―Apagué la televisión. Toqué el tejido de gasa de su falda―. ¿Haces mucha de
tu propia ropa?
―Solía hacerlo. Buscaba en eBay patrones vintage y gastaba casi cada centavo que
tenía en la tela.
―¿Solías? ¿Ya no?
―Bueno ―dijo lentamente―. Tuve que vender mi máquina de coser hace
aproximadamente un año. Tan pronto como pueda reunir el dinero suficiente de las
propinas voy a conseguir otra. Echo de menos la costura. Es un placer tan básico, crear algo
bonito. Cuando tenía unos ocho años mi mamá nos dejó con nuestra bisabuela por algunas
semanas. No sé a dónde diablos se fue durante ese tiempo, pero no es importante. La
abuela June era una muñeca. Ella fue quien me enseñó a hacer edredones y cómo seguir un
patrón de prenda. Tenía esta antigua máquina a pedal marca Singer.
Mis dedos jugaban en el cabello de Truly mientras hablaba.
―¿Ella tenía una qué?
Truly me miró con una sonrisa impresionante.
―Las máquinas a pedal vinieron antes de las eléctricas. Abuela June dijo que la suya
era de principios del siglo veinte. Estaba atornillada en una mesa y era más o menos de esta
altura. ―Se sentó y comenzó a usar sus manos para explicar lo que estaba hablando―.
Había un gran pedal plano por debajo y la máquina cosía tan rápido como bombearas tu
pie.
―¿Es como la que tuviste?
―No. ―Suspiró―. Tuve un nuevo modelo eléctrico. Hacía bordados y todo. Era una
buena máquina, pero nunca dejé de suspirar por la de pedal de la abuelita June. Voy a
conseguir una algún día.
Cuando se instaló frente a mí otra vez empecé a correr mis manos sobre sus piernas.
Separé sus rodillas y me puse en el suelo entre ellas.
―No dices mucho ―susurró mientras mis manos iban más arriba y sus piernas se
extendían más amplio.
106
―¿Quieres hablar un poco más en este momento? ―pregunté mientras mi pulgar
entró en ella y comenzó a moverse.
Se arqueó hacia mí.
―Mmm. Tal vez no ahora. ―Se echó hacia atrás y empujé otro dedo dentro de ella―.
Sin embargo, no me dejaste terminar mi oración.
Con la otra mano comencé a desabrochar su blusa.
―Termínala entonces.
Jadeó un poco cuando moví mi mano a su espalda baja y la empujé hacia adelante
mientras mi otra mano se quedó firmemente entre sus piernas. Estaba presionándola entre
mis manos y le encantaba.
―Maldita sea ―exhaló, sosteniéndose de mis hombros―. Quiero decir que tú no
dices mucho, Creed.
Se mordió el labio mientras su cuerpo comenzó a apretarse involuntariamente.
―Pero cuando lo haces, realmente cuenta.
Contemplé su rostro mientras se corría en mi mano. Siempre mantuvo sus ojos
cerrados y un sonrojo de color profundo se levantó desde su cuello hasta su frente. Cuando
acabó, la levanté en mis brazos y la llevé al dormitorio. La recosté en la cama y aparté sus
manos.
―Déjame hacer esto ―dije con voz ronca y se relajó, manteniendo los brazos a los
costados. Me obligué a ir poco a poco mientras la desnudé por completo. Me gustaba dejar
que se construyera de esta manera. Cada nuevo centímetro de piel expuesta de Truly hizo
que mi pantalón estuviera un poco más apretados. Ella observó cómo hice brevemente el
trabajo de quitarme mi propia ropa y me subí encima de ella. Sus piernas fueron a mi
alrededor con entusiasmo y arremetí contra su cuerpo sexy hasta que no podía respirar.
La maldita gata me dio un susto de muerte cuando saltó sobre la cama.
―¡Jesús! ―grité saltando.
Truly se rió y empujó la cosa en sus brazos.
―La estás asustando.
―Que se joda. Ella me asustó primero.
La gata se lamió los labios. Truly la besó en la parte superior de la cabeza y
suavemente la puso en el suelo.
―Vete ahora, Dolly.
Dolly se pavoneó frente a mí y salió por la puerta. La cerré de golpe detrás de ella.
Truly sonreía.
―¿Cómo es que odias a mi gata?
107 ―No odio a tu gata. Tu gata me odia. ¿Qué hizo con la camiseta que dejé aquí la
semana pasada?
Se sonrojó intensamente de una manera que no tenía nada que ver con el sexo. Un
segundo más tarde vi por qué. Agarré mi camisa de su cómoda. Había sido doblada con
cuidado.
―La lavé ―tartamudeó.
―Muy bien. ―Me encogí de hombros, sin entender por qué estaba tan fuera de
forma―. Gracias. ―Vi una foto enmarcada de cuatro adolescentes en la cómoda y la
recogí―. ¿Amigas?
―No ―dijo en voz baja―. Son mis hermanas.
Con la foto todavía en mi mano, me senté a su lado en la cama. Tiró una manta
alrededor de sí misma.
No entendía por qué siempre lo hacía. Ya habíamos follado varias veces en varias
noches. Obviamente, había visto de cerca todo lo que había que ver. Pero no quería
avergonzarla así que no dije nada.
―Lo sé. ―Asintió, viéndome mirar la imagen―. Ninguna de nosotras se parece en
nada y nunca creerías que seamos hermanas si no te lo dijera.
―No estaba pensando en eso.
Truly ladeó la cabeza.
―¿Qué estabas pensando entonces?
En la imagen una joven Truly estaba brillando radiantemente. Era cierto que ninguna
de las otras tres se veía para nada como ella ni entre sí, aunque todas eran chicas bonitas.
Una era delgada, con el cabello y cejas color rubio pálido. Otra tenía el cabello del color de
las fresas, pero era notablemente más sólida y musculosa. La chica que estaba más cerca de
Truly tenía piel oscura y el cabello muy corto. Truly tenía un brazo casualmente colgando
sobre el hombro de la chica. De la forma en que estaban juntas me habría imaginado que
eran muy cercanas, incluso si no sabía nada más sobre ellas.
―Estaba pensando en que te ves feliz aquí ―dije finalmente.
―Lo era. ―Suspiró―. Esa foto fue tomada en mi decimoséptimo cumpleaños, antes
que se desatara el infierno.
Con cuidado, puse la foto de nuevo en el armario.
―¿Cómo se desató?
No respondió. Haló sus rodillas hasta el pecho y calló. Había mencionado antes que
no veía a su familia así que lo que había ocurrido había sido malo. Había dolor escrito en su
rostro. Me dolía verlo allí.
Truly me vio contemplarla.
―Ahora, ¿qué estás pensando?
108
No estaba seguro qué debería decirle.
―Estaba tratando de imaginar cómo me sentiría si estuviera solo, sin Cord y Chase.
―Me aclaré la garganta―. No puedo.
Eso la hizo sonreír un poco.
―Los amas, a tus hermanos.
―Por supuesto.
Truly asintió.
―Amo a mis hermanas también. Creo que Mia y Carrie me perdonaron pero no sé si
Aggie lo hizo. Es un poco más complicado con ella.
Toqué su rodilla.
―¿Perdonarte por qué, cariño?
―Nada. ―Negó―. No es importante en este momento. Sólo estoy aquí sentada
sintiendo lástima por mí misma cuando no debería estarlo. Hay algunas cosas de las que te
arrepientes pero no puedes hacer nada al respecto, ¿sabes? Pero eso no las detiene de
atormentarte de vez en cuando.
Apoyó su cabeza sobre sus rodillas, su cabello negro derramándose a su alrededor.
Toqué su mejilla y tragué.
―Elegí a Chase.
Esas palabras salieron de la nada. No había planeado decirlas. Justo había estado
pensando en lo que dijo. Lamentos que te atormentan.
Truly me miró de forma extraña.
―¿Qué?
Exhalé entrecortadamente y me acerqué a apagar la luz. Esto sólo podía ser contado
en la oscuridad.
―Mi padre era una mierda enferma. Sabía lo mucho que nos amábamos y lo usó
contra nosotros. Había roto una ventana de la escuela con una roca y exigían que mi padre
pagara por ello. Por supuesto que eso lo envió en una diatriba. Pero, en lugar de golpearme
hasta sacarme la mierda agarró a Cord y Chase y me dijo que eligiera cuál iba a recibir la
paliza. No lo quería hacer, no al principio, pero luego me dijo que le haría daño a ambos y
que sería aún peor que si hubiera elegido. Cord había estado enfermo con neumonía unas
semanas antes y todavía no estaba bien. Así que escogí a Chase.
Era más de lo que le había dicho, desde hace tiempo, a nadie. Era terrible y todo era
verdad.
Apenas podía ver a Truly en la oscuridad. Parecía como si hubiera dejado de respirar.
Luego sus brazos me rodearon y caímos de nuevo en la cama juntos. No tuvimos relaciones
sexuales, no entonces de todos modos. Solo nos besamos, tocamos y permanecimos en
109
silencio juntos. Después que se durmió en mis brazos mi pecho empezó a doler.
¿Por qué ahora? ¿Por qué ahora, maldita sea?
Tenía que ser un maldito universo enfermo que decidió unirnos justo cuando todo
podría estar perdido.
Quince
Truly
Creed Gentry era más que el rompecabezas que había imaginado. Podría ser brusco,
distante, sin complejos para satisfacer sus propias necesidades. Y entonces cambiaba de
dirección tan completamente que me preguntaba cómo pude alguna vez juzgarlo mal.
Más que nada, era honesto de una manera que yo no me atrevía a serlo.
El sol estaba apenas sobre el horizonte cuando me desperté. Nunca había sido muy
buena en lo de dormir. Venía de ser la mayor, la que tenía que tener el desayuno hecho y
las personas vestidas para el día en que el único padre en el hogar no podía levantarse de la
cama.
110
Creed estaba profundamente dormido. Lo cubrí con mi edredón hecho a mano y pasé
una mano ligeramente a lo largo de su mejilla, sintiendo la barba de un día sin afeitar. En
cuanto a él, se tomó tanto de la cama que me maravilló el hecho de que yo hubiera sido
capaz de alguna manera de encajar allí también.
Me puse un pantalón capri y un top verde antes de cerrar la puerta suavemente detrás
de mí. Dolly estaba esperando en el otro lado con una mirada acusatoria en su rostro. Me
senté en el suelo para mostrarle un poco de cariño por unos minutos.
―Sigues siendo mi mejor chica ―le dije, acariciándola en mis brazos.
Después de una ducha rápida me sequé el cabello con la toalla y revisé a Creed.
Todavía estaba dormido, roncando ligeramente.
La puerta de Stephanie estaba cerrada, así que debió haber regresado en algún
momento. Yo no necesitaba preocuparme porque ella estuviera tranquila sin embargo. Esa
chica no podía ser despertada por una alarma de incendio. Rara vez aparecía antes de las
diez de la mañana y luego por lo general iba directamente a clase.
Sentí ganas de cocinar. La bulla alrededor de la cocina siempre me hacía sentir útil y
feliz. Pero cuando comencé la caza de los ingredientes para una tortilla de queso mi mente
seguía volviendo a lo que Creed había dicho en la oscuridad.
Había conocido cosas terribles. Yo también conocía cosas terribles pero eran
diferentes. A veces eran cosas que había atraído sobre mí.
Aunque nunca había conocido los horrores de Creed, los únicos vagamente buenos
recuerdos que tenía de mi madre eran de cuando era pequeña. Más tarde, el tiempo
desgastó demasiado de ella para recordar cualquier cosa parecida al amor y bondad.
Empecé a abrir huevos y pensamientos airadamente salían de Laura Lee. ¿Había
hecho lo que había hecho, porque ella era una excusa egoísta de mierda para ser una
madre? ¿O era simplemente una debilidad base que llevaba dentro de mí? En todo caso, no
había tomado mucho para que ella me diera la espalda. Querido señor, si yo tenía la suficiente
suerte de tener una hija…
El huevo que sostenía cayó de mi mano y se rompió en el suelo. Mecánicamente, me
agaché a recogerlo. Llevé todo el lío al fregadero y me lavé las manos.
Cuando cerré el agua la quietud llegó a mí. A veces ponía un poco de música en la
mañana. Cuando le pedí a Creed que cantará había parecido avergonzado. No le dije que
yo cantaba también. Un vecino amablemente había tomado interés en cuatro niñas
abandonadas y enérgicas en la iglesia todos los domingos. Era un hermoso lugar lleno de
personas que sonreían mucho. Yo había aprendido algunas de sus canciones. Allí, de pie en
mi propia cocina, empecé a cantar una de ellas. La música me hizo moverme de nuevo y
volví a hacer tortillas de queso. Quería que estuvieran listas cuando Creed despertara.
Estaba llegando al final de “Bajó el río a orar” cuando me di cuenta que Creed estaba de
pie en la puerta mirándome.
111
―No te detengas ―susurró cuando me detuve.
Se apoyó en el marco de la puerta, completamente desnudo, con una mirada de pura
serenidad en su rostro cuando retomé el canto. Cuando terminé rompió en una sonrisa
brillante. Que Dios me ayude, si no hubiera sido una fracasada antes, entonces seguramente
me convertí en una ahí mismo.
―Bueno ―le dije―, ahora me has escuchado, pero no te he escuchado.
―Lo harás. ¿Qué estás haciendo?
―Tortillas de queso. ¿Suena bien?
―Sí. ¿Tienes algo de café?
―Sí. ¿Tienes algo de ropa?
Él se miró a sí mismo con un poco de sorpresa.
―En algún lugar ―dijo, como si no entendiera por qué importaba.
―Revisa el suelo ―le dije, volteando una tortilla.
Empecé un poco de café mientras se retiraba. Esperaba que se estuviera vistiendo. No
me importaba exactamente mirar la espléndida creación que era su cuerpo, pero Stephanie
podría ponerse un poco exaltada.
Creed surgió con su pantalón puesto, pero todavía desnudo. Se sirvió una taza de café
y bebió. Luego se puso de pie directamente detrás de mí mientras yo trataba de
concentrarme en terminar las tortillas.
―Esto es un esfuerzo ―dijo.
Yo no di la vuelta.
―¿Qué?
Sus manos estaban repentinamente en mí, corriendo sobre mis caderas, hasta mis
pechos y entre mis piernas mientras besaba la parte de atrás de mi cuello. Casi me disuelvo
como el azúcar en agua.
―Es un esfuerzo no derribarte y quitarte toda esta mierda sexy de tu cuerpo.
Me di la vuelta y alegremente empujé un plato en su pecho.
―El desayuno está listo.
Creed se quejó, pero se fue arrastrando los pies a la mesa. Esperó hasta que me sentara
también antes de que tomara un tenedor y comenzara a comer.
―Maldita sea, esto es bueno.
Me complació.
―Me alegro que te guste.
Se me quedó mirando. Sentí algo en el interior de mi muslo izquierdo y me di cuenta
que había deslizado su mano ahí abajo.
―¿A qué hora tienes que estar en el trabajo?
112
―Hoy no. Es mi día libre.
―¿No me digas? El mío también.
Me mordí el labio.
―¿Quieres hacer algo?
Ambas manos empezaron a acariciar mis muslos.
―Muy bien.
Golpeé su hombro.
―A veces la gente hace cosas distintas a fornicar.
Creed apartó las manos y agarró su café.
―Entonces, ¿qué es lo que quieres hacer, Truly Lee?
―¿Por qué te detienes? No dije que quería hacer algo distinto a fornicar.
Escupió su café, riendo a carcajadas.
La puerta de Stephanie se abrió de golpe y pasó a través de ella en una carrera salvaje.
―Oh ―se quejó, ceñuda a Creed―. Solo eres tú.
Llevaba una camiseta gris sin forma y vaqueros de corte antiguo con los que le
gustaba dormir.
―Lo siento si te despertamos ―le dije, sorprendida porque por lo general no la
despertábamos. Tenía ojeras debajo de sus ojos así que tal vez no estaba durmiendo bien―.
¿Quieres venir con nosotros?
―Simplemente dile a tu ogro que le baje. ―Ella se trasladó a la cocina y lo olió.
Señalé a la estufa.
―He hecho una tortilla extra. Es tuya si la quieres.
Eso pareció iluminar su estado de ánimo. Tomó un plato y se fue a transferir la tortilla
de la sartén sobre el plato. Desafortunadamente, su objetivo fue descuidado y terminó en el
suelo. Stephanie se encogió de hombros y la tomó de todos modos.
―Gracias. ―Bostezó, llevando el plato a su dormitorio. Cerró la puerta detrás de ella.
―¿Qué demonios? ―murmuró Creed.
Negué con la cabeza.
―Exactamente.

Creedence podría ser todo un caballero. Recogió los platos y los lavó con cuidado
mientras yo terminaba mi café. Incluso lavo el de Stephanie después de que ella lo arrojó
113 allí antes de desaparecer en la ducha.
―Debería cambiarme. ―Fruncí el ceño, mirando hacia abajo a mi camisa. Tenía una
correa de estilo halter y un ajuste apretado alrededor de mis pechos.
―¿Por qué? ―preguntó mientras sacaba su propia camisa.
―Una dama debe hacer algunos acercamientos a la decencia. ―Su expresión parecía
un poco en blanco y yo rodé mis ojos―. Mis tetas prácticamente se salen, Creedence.
Creed se paró frente a mí y agarró en una mano mi seno derecho.
―Cariño, no podrías ocultar todo esto si trataras. ―Sonrió―. Así que no trates.
Dejé que me convenciera de regresar a su apartamento a esperar mientras se duchaba
y se cambiaba. No vi la camioneta de los chicos o el coche de Saylor estacionado fuera y el
lugar estaba tranquilo. Creed me dijo que podía pasar el rato en la sala de estar si quería.
Me sentí un poco incómoda cuando me senté en el sofá y escuchaba la ducha por el pasillo.
Chase Gentry entró en la sala de estar frotándose los ojos. Pensé que debería estar
agradecida que por lo menos llevaba ropa interior.
―Hola ―dijo cuando me vio.
―Hola Chase. ¿Cómo estás?
Se sentó a mi lado. Justo a mi lado. Nuestros hombros se tocaron. Él puso sus codos en
las rodillas y frunció el ceño a la pared. Chase, era tan duro, fuerte y categóricamente sexy
como sus hermanos. Pero había algo más acerca de él también. Saylor a menudo había
hablado de lo inteligente que era, pero también tenía una cualidad infantil vulnerable que
hacía que desearas cuidar de él.
―Tengo hambre como la mierda ―dijo, dirigiéndose a mí―. Maldito Cord. Se comió
el resto de mi cereal.
Me levanté del sofá y fui a la cocina. No estaba segura de lo que iba a encontrar allí.
Sabía que Saylor no cocinaba y dudé que los chicos Gentry siquiera supieran cómo hervir el
agua.
―¿Quieres que te haga algo? ―le pregunté.
Chase, me miró fijamente.
―¿Harías eso?
―Por supuesto. Si hay algo aquí que pueda usar. ―Empecé a revisar el refrigerador.
Tenía una caja casi vacía de leche, un aguacate, una barra de mantequilla, tres rebanadas de
queso americano y un paquete de tonterías. Tomé la mantequilla, el queso y mortadela
justo antes de cerrar la puerta. Tuve el placer de encontrar una nueva barra de pan en el
mostrador y una plancha debajo del fregadero.
Chase, caminó hacia la mesa y me miró mientras yo empecé a calentar un poco de
mantequilla en la plancha.
―¿Está Saylor? ―le pregunté.
114
―Nop. Tenía una cosa de grupo con algunos escritores esta mañana. Y Cord está en el
trabajo ya.
Quité tres rodajas de mortadela del paquete y las dejé caer en la plancha caliente.
Chisporrotearon e inmediatamente enviaron un aroma celestial. Después de unos minutos
les di la vuelta con un tenedor. Cuando estaban dorando puse el pan, cubierto con
rebanadas de queso. Lo puse todo junto y lo derretí en la plancha por un minuto antes de
colocarlo en un plato de papel.
Chase, se quedó mirando la comida que puse delante de él.
―Esto es amable de tu parte ―dijo. Lo dijo como si estuviera sorprendido.
―Puedo ser agradable cuando quiero serlo.
Chase resopló.
―Sí, tendrías que ser casi una santa por aguantar a ese gorila amargo que está
lavando su culo por el pasillo.
―No es tan malo. ―Le sonreí.
Chase dio un mordisco a su bocadillo. Me miró atentamente mientras masticaba. No
había nada lascivo sobre ello. Era una evaluación seria de la joven con quien su hermano
había empezado a pasar mucho tiempo.
―Tienes uno también ―le dije, señalando las palabras entintadas en su pecho. Chase,
sin embargo, decidió abandonar sus modales. Miró fijamente hacia abajo a su entrepierna y
sonrió ampliamente.
―Tengo el mejor, señorita Truly. Este es un sándwich impresionante por cierto.
―Me alegro. Por cierto, mi compañera de cuarto Stephanie sabe quién eres. Ustedes
comparten una clase.
Chase parecía interesado.
―¿Es así? Dile que diga hola en algún momento. Soy bastante amigable.
―Sí, pero ella no lo es. ―Traté de imaginar a Stephanie Bransky y Chasyn Gentry
tener una conversación. No creo que la ocasión iría sin problemas.
Chase continuó comiendo su sándwich. Se miró a sí mismo otra vez y me pregunté si
iba a decir algo más crudo. Tocó ligeramente una línea rosada de tejido cicatrical corriendo
por el medio de su abdomen. Yo sabía que había sufrido algunas lesiones internas cuando
había sido asaltado en un ataque cobarde varios meses antes. Había necesitado cirugía. La
cicatriz estropeaba el aspecto de su pecho por lo demás perfectamente bronceado y
musculoso.
―Va a desvanecerse ―dije en voz baja―. Siempre lo hacen.
Él me miró. Parecía triste. Recordé la extraña mirada que me había dado en el estadio
115 después de que le vi completar algún acuerdo furtivo. Los chicos Gentry eran más
complicados de lo que parecen.
Chase, apretó el puño y miró sombríamente a la mesa.
―Tienes cicatrices, ¿verdad?
Vacilé.
―Solo una.
Él sonrió débilmente.
―Muéstrame.
―Diablos no. Termina tu desayuno.
Creed entró en la cocina. Estaba vestido, olía a jabón y se veía tan malditamente
ardiente que mis rodillas se doblaron. Frunció el ceño cuando vio a Chase, sentado en su
ropa interior, pero al parecer decidió que no valía la pena gritarle.
Chase se estiró y sonrió mientras Creed se acercó a mi lado.
―Truly puede cocinar ―dijo Chase alegremente―. Debes quedarte con ella.
Me sonrojé y miré rápidamente a Creed. Tenía una mirada divertida en su rostro.
―Voy a tratar ―dijo en voz baja y luego asintió a Chase―. ¿No tienes clase o algo?
―No. No tengo ninguna clase. Y tú tampoco. ¿Están yendo a algún lugar ahora?
―No sé. ―Le di un codazo Creed―. ¿Lo estamos?
―Podríamos dar una vuelta a las montañas ―dijo Chase.
Creed silbó y lo miró.
―¿Quién diablos te ha invitado?
―Truly lo hizo.
Levanté las cejas.
―¿Lo hice?
―Por supuesto. ¿Nadie te explicó cuán extraordinariamente inteligente soy? Recogí
tus señales sensoriales.
Creed se cruzó de brazos.
―No vienes, mierdita.
Chase, era un bromista crónico. Cualquiera podía ver eso. Pero pensé que su rostro se
cayó un poco cuando su hermano le gruñó.
―Ve a vestirte ―le dije a Chase―. Nosotros te haremos saber cuál es el plan.
―¡Ja! ―Chase, juntó sus manos y empujó su dedo en la cara de Creed antes de
lanzarse por el pasillo.
Creed me miraba con incredulidad.

116 ―No puede evitarlo. ―Me encogí de hombros―. Rechazarlo sería como pisar un
cachorro.
―Ese es el problema. ―Creed suspiró―. Nadie puede negarle al hombre nada.
―¿Realmente te molesta si viene?
―No. No tenías que invitarlo. Fue agradable.
Lo abracé por la cintura. Creed parecía sorprendido, pero sonrió y puso su brazo
alrededor de mí. Empujé mi cara en su pecho e inhalé el almizcle, aroma limpio de él. Se
sentía tan malditamente bien. Quería quedarme allí para siempre.
Creed frotó la parte de atrás de mi cuello y dejó escapar un suspiro de satisfacción.
―¿Oye? ¿Todavía quieres oírme cantar?
Sonreí en su hombro.
―Si quieres cantar para mí, voy a escuchar.
―Esta noche ―dijo en voz baja―. Lo prometo.
Chase estaba duchándose y listo en diez minutos.
―Entonces, ¿qué decidimos?
―Nada aún.
Chase, chasqueó los dedos.
―Deberíamos ir a ver la fuente.
―Aw infiernos ―gimió Creed―. No otro de tus viajes de estudios tontos.
Estaba curiosa.
―¿Qué fuente, Chase?
―La fuente de Fountain Hills. La que solía ser la más alta en el mundo. Mierda de
libro Guinness. Dispara hasta más de nueve metros en el aire, opera cada hora sobre la hora
y se puede ver por kilómetros alrededor.
―Jesús ―se quejó Creed―. ¿Memorizaste toda la entrada de Wikipedia?
―Sí y deja de rodar tus jodidos ojos, Creedence. Vamos, que es menos de una hora de
distancia y va a ser divertido.
―Me gustaría verlo ―le dije.
―Sabes ―se quejó Creed―. Ya tienes a Saylor envuelta alrededor de tu dedo
meñique y ahora estás tratando de quedar bien con mi chica también.
Mi chica.
¿Es eso lo que era? Miré a Creed pero él estaba ocupado siendo irritable con su
hermano. Podría haber sido otra cosa. Una expresión, un desliz de su lengua.
Creed me dio un codazo en el camino hacia la puerta.
―¿Está bien si conduzco?
117
Yo le di un codazo de regreso.
―Pensé que siempre conducías.
―¿Están siendo en secreto vulgar? ―preguntó Chase, mientras subía al asiento
trasero―. No se repriman por mi culpa.
Chase, era algo así como un charlatán. En la unidad de Fountain Hills, dijo un montón
de chistes, la mayoría de los cuales eran de mal gusto. Varias veces Creed se retorcía y
gritaba para que se callara. Disfruté viéndolos juntos. También me preguntaba cuánto más
se pondrían bulliciosas las cosas cuando Cord, el eslabón perdido, se añadiera a la mezcla.
―¿Qué pasa? ―me preguntó Creed, yo había estado en silencio durante un rato.
―Nada. ―Traté de sonreír.
Tomé su mano y Chase hizo sonidos de besos desagradables desde el asiento trasero.
Al ver a los chicos juntos me había hecho pensar en mis hermanas, por la camaradería que
una vez había dado por sentado.
―¿Tienes novia, Chase? ―le pregunté como una manera de cambiar el tema.
―No. ―Se rió―. ¿Quieres hacer una recomendación?
―Ahí está el parque ―señaló Creed―. ¿Así que dónde demonios está la fuente épica?
―No escuchas, Creedence. Esa es una de tus muchas deficiencias. Te dije que opera
cada hora sobre la hora. Es media más allá de la hora en este momento.
Creed parecía irritado.
―¿Así que tenemos que sentarnos aquí durante media hora y esperar a que la fuente
aparezca?
―Ciertamente. Ahora estaciona el coche y deja de renegar y lloriquear.
Hacía calor fuera, pero encontramos un banco con una buena cantidad de sombra. Un
disco de hormigón gigante se sentaba en medio de un pequeño lago artificial.
―¿Cuántos minutos más? ―le pregunté.
Chase comprobó su teléfono.
―Veintisiete. ―Parecía inquieto. A medida que los minutos pasaban se quedó en
silencio. Siguió cambiando de posición y mirando por encima del hombro. Luego se pasó
una mano por el cabello rubio oscuro y vi que estaba sudando profusamente―. Necesito un
poco de agua.
Creed lo miró con extrañeza.
―Tiene que haber una tienda cercana. Vamos, podemos ir y volver antes de que
comience tu fuente mágica.
Chase, ya estaba de pie.
―Sólo voy a correr a la estación de gasolina en la esquina.
―Chase.
118 ―¡Ya regreso!
Creed y yo miramos detrás de él mientras corría lejos.
―Mierda ―maldijo Creed en voz baja.
Era evidente que estaba molesto. A lo largo de los años de mi vida había aprendido
unas cuantas cosas que prefiero no saber. Una de esas cosas era la mirada voraz de alguien
que necesitaba una dosis. Justo antes de que se fuera corriendo, Chase tenía esa mirada.
Sin decir una palabra tomé el brazo de Creed. Besé la parte superior de su hombro y
apoyé la cabeza contra él. Durante un tiempo nos quedamos así, escuchando uno al otro
respirar.
―Truly ―susurró, tocando mi cara. Parecía que estaba a punto de decir algo más,
pero un destello de movimiento nos hizo volver la cabeza hacia el lago.
La fuente comenzó de a poco y luego subiendo gradualmente hasta su total altura de
nueve metros. Mientras el géiser alcanzaba el cielo sentí una sombra cruzar detrás de
nosotros. Incliné mi cabeza hacia atrás y Chase sonrió.
―¿Me extrañaste?
Saltó por encima del respaldo del banco y cayó a mi lado. Los tres nos sentamos en
silencio y observamos la fuente alcanzar su punto máximo antes de comenzar a retroceder.
Creed se sacudió cuando su teléfono sonó. Lo sacó del bolsillo y vi una expresión en
su rostro que aún no había visto. Era miedo puro. Él miró a Chase, asintió ligeramente, y
luego saltó desde el banquillo. Se alejó rápidamente llevando el teléfono a la oreja.
―¿Qué fue eso? ―murmuré.
Chase estaba viendo la fuente morir. Su boca en una línea sombría. No pensé que me
fuera a contestar.
―Él tenía que tomar esa llamada ―finalmente murmuró, casi como si estuviera
hablando consigo mismo―. ¿Todo bien? ―le preguntó a Creed cuando regresó unos
minutos después.
Me di cuenta por la expresión de su rostro que todo definitivamente no estaba bien.
Me pregunté si tenía algo que ver con otra chica. Eso explicaría por qué se había sentido
como si no pudiera hablar enfrente de mí.
Creed miró hacia el lago.
―Se acabó ―dijo, señalando a la fuente farfullando―. Deberíamos irnos.
Paramos para almorzar en un restaurante de hamburguesas local, pero el estado de
ánimo parecía tenso. Chase y Creed se mantuvieron disparándose miradas tensas el uno al
otro. Tenía la sensación de que tendrían mucho que decir si yo no estuviera allí.
Chase saltó de mi coche incluso antes de que Creed se hubiera detenido por completo.
119 Se dio la vuelta y dio un golpecito en mi ventana. Me di la vuelta hacia abajo y me asomé.
―Gracias por invitarme, Truly. ―Él trató valientemente de sonreír, pero la sonrisa no
llegó a sus ojos. Lanzó otra mirada a Creed y luego caminó lentamente a la puerta de su
apartamento.
Creed apagó el motor.
―Tengo algunas cosas que atender en este momento.
―Sí, me di cuenta de eso.
Él me lanzó una mirada dura.
―No es otra chica o cualquier mierda. Así que no vayas a pensar eso.
―Está bien, Creed. No lo haré.
Se inclinó y me besó rápidamente en los labios. Me levantó suavemente la barbilla.
―Buenas noches, Truly Lee.
―Es la mitad de la tarde.
Él esbozó una sonrisa rápida.
―Siempre tienes que tener la última palabra, ¿no?
Tuve que demostrar que estaba equivocado. No dije nada más cuando salió de mi
coche y caminó lentamente a su puerta, con las manos metidas en sus bolsillos.
Toqué mis dedos con mis labios y le soplé un beso, pero estaba de espaldas. No me
vio.

120
Dieciséis
Creed
Chase estaba de pie en el vestíbulo esperando.
¿Qué es? demandó.
―Voy a ir a ver una pelea esta noche.
Se relajó un poco.
¿Ver? ¿Así que no es tu pelea?
No. Esta no es mi pelea.
Comencé a pasarlo.
121
Espera. Se tensó Chase. ¿Entonces de quién es la pelea? ¿Y de qué demonios
está hablando Hernandez acerca de querer que lo veas?
Suspiré. No había razón en evitar esto.
Uno de los chicos, el que espera ganar, es una especie de estrella en ascenso. Es el
imbécil con el que probablemente luche en el ring pronto.
Joder juró Chase. Se echó hacia atrás y golpeó la pared.
Miré el agujero que había hecho.
¿Dolió?
Chase flexionó su mano e hizo una mueca.
No.
Deberías de ponerle hielo.
No podía tratar con él ahora mismo. A esta rara rabieta no le iba a ayudar nada de lo
que dijera. Tampoco podía manejar lo que sea que él había ido a hacer o a investigar en el
parque.
Iremos contigo comentó desafiante, pero negué.
Chase trató de flexionar su mano de nuevo e hizo una mueca de dolor.
Siempre vamos a las peleas juntos.
Esto es diferente. Ni siquiera soy el que jodidamente peleará esta noche.
Mira, llamemos a Cord y…
No te quiero ahí, Chase. A ninguno de los dos.
Se apoyó contra la pared dañada. Mientras miraba a mi hermano de pie ahí con el
rostro rojo y lastimado, parecía que tenía diez años de nuevo. Parecía que ambos los
teníamos.
Lo siento Chasyn.
Me empujó duro en su camino a la puerta. Se detuvo enfrente de mí por un segundo,
como esperando que reaccionase. Cuando no lo hice, simplemente sacudió la cabeza y se
fue.
Cord y Saylor se habían ido. El departamento estaba vacío. Fui a mi habitación y me
desplomé en la cama, mirando fijamente al techo. Deseé que Truly estuviera ahí conmigo.
Deseé tener mi boca sobre sus tetas y mi polla en su cuerpo. Podría ir a ella. Sabía que
estaría contenta. Me dejaría usarla como fuese que lo necesitara y entonces podía dormir en
su hombro por un tiempo.
Pero la mierda que ya se estaba comenzando a derramar fuera de mí que no había
querido decir en voz alta. ¿Cómo podía arrastrarla a esto? Pensé en la mirada de sus ojos
oscuros mientras se preguntaba si podía confiar en mí, silenciosamente rogándome no ser
un imbécil. No podía soporta el pensamiento de ser el maldito riesgo del que estaba tan
122
asustada, algo causándole dolor al final.
No podía pensar en Truly sin recordar la sensación de su cuerpo. Me ponía duro
como el acero cada maldita vez. Saqué mi polla e hice algo al respecto, masturbándome tan
furiosamente como pude. Fingí que mi mano era su boca cuando me vine rápido. Y luego,
con un gemido, me vine por todo el maldito lugar.
Pasó el tiempo. Chase, no volvió a casa. Cord lo hizo.
Necesito la camioneta le grité cuando caminaba por delante de mi habitación.
Asomó la cabeza en el interior.
¿Qué demonios estás haciendo aquí sentado en la oscuridad?
Meditando. Solo quería que supieras que la estaba tomando.
Cord miró alrededor.
¿Dónde está Chase?
No tengo ni puta idea.
Frunció el ceño.
¿Qué diablos se te metió por el culo?
Nada, hombre. Lo aparté mientras salía. Te veo después.
¿A dónde vas?
A dar un paseo.
Cerré la puerta del departamento detrás de mí antes de que pudiera decir algo más.
Quedaban horas hasta la pelea. Iba a ser en el centro, por el estadio de béisbol.
Conduje por el valle, circulando sin rumbo para matar el tiempo.
El tráfico de hora punta comenzó a aligerarse cuando empezó a oscurecer. Vagué por
las calles de un solo sentido del centro de Phoenix y me sentí muy cansado. Pensé en los
hombres que estaban en camino para ver la pelea. ¿Qué tipo de enfermos bastardos
apuestan sobre la sangre de los demás? Ya había visto demasiada sangre en mi vida y un
poco había sido mía. El único recuerdo sobre sangre que me hizo feliz fue cuando rompí el
rostro de Benton Gentry después de que fue tras mi madre por millonésima vez. Había
pasado cerca de unos seis meses antes de la graduación de la preparatoria. La nariz de
Benton estaba rota y se quedó tranquilo a nuestro alrededor después de eso. Mi madre
nunca dio un indicio de que estuviese agradecida. Ni siquiera parecía importarle cuando
nos fuimos.
Estaba pasando justo al lado del estadio. Había un juego en marcha y el rugido de la
multitud me llegó. Pensé en todas esas miles de personas comiendo nachos y mirando
fijamente el campo. Tenían suerte. Simplemente estaban viendo un juego.
No me dirigí hacia el lugar hasta que lo necesité. Era un edificio de oficinas, pero
cualquier persona con negocios legítimos ya se había ido. Estacioné lentamente en el garaje
vecino donde Gabe me había dicho que estacionara. El guardia en la puerta se inclinó al
123 lado de mi ventana y me miró con suspicacia.
Murmuré la contraseña que Gabe me había dicho que usara:
Aquiles.
El guardia asintió y me saludó con la mano.
Cuando entré al edificio me sentí aislado, desnudo. Necesitaba a Cord y a Chase. A
pesar de que quería evitarles cualquier mierda que pudiera, parecía equivocado estar aquí
sin ellos.
Otro guardia se puso de pie en el vestíbulo de mármol reluciente. Mantuvo una mano
en su arma mientras me aproximaba.
Aquiles dije.
Planta superior respondió con voz ronca de fumador. Lugo toma la primera
escalera de la izquierda hacia la azotea.
Monté el elevador solo. Estaba sonando música, una versión instrumental de una
canción de Bruce Springsteen. Mire fijamente al frente y me pregunté si estaba siendo
vigilado de alguna manera.
La planta superior se veía vacía. La iluminación era mínima, mientras caminaba a lo
largo de un pasillo donde otro guardia esperaba junto a una puerta cerrada.
Aquiles ―mencioné.
Por supuesto. Sonrió. Tenía los dientes marrones. O no habrías llegado tan
jodidamente lejos.
Abrió la puerta y, con una floritura, me indicó que pasara. Mis pasos resonaban en el
oscuro hueco de las escaleras cuando subía a la siguiente puerta. Tan pronto como la abrí
todo cambió.
La azotea era el escenario de una fiesta. Cada rincón había ensartadas palmas con
luces festivas. Había unas cuantas docenas de invitados riendo y mezclándose, mientras
agarraban copas de vino de las bandejas sostenidas por meseros silenciosos. Los hombres
eran de un diverso espectro de edades. Todos apestaban a privilegio. Las mujeres, todas
jóvenes y perfectamente empaquetadas, pululaban como parte del paisaje. Me pregunté
cuánto dinero estaba en juego esta noche. Tenía que ser una suma más valiosa de lo que un
hombre podía hacer en una vida, en una vida honesta.
Mi atención fue capturada por un grupo de hombres de pie en un rincón lejano, más
allá del espacio abierto el cual estaba siendo preparado para albergar una pelea. Todos
estos hombres tenían las cabezas rapadas y lucían increíblemente desagradables. Vi
esvásticas tatuadas en al menos dos brazos. Uno de ellos me notó. Empujó a sus amigos y
todos se volvieron para mirar.
Había otro hombre que no había visto al principio porque había estado sentado.
Entonces se levantó. Estaba sin camisa y podía ver claramente los símbolos de odio
124 tatuados en su piel. El hijo de puta era grande, pero yo también lo era. Eso no fue lo que me
impresionó. Me quedé mirando la mierda que decoraba su pecho. Un hombre que usaba
tanto mal a plena vista no tenía miedo a las consecuencias. Odio y sin miedo, que maldita
combinación letal.
Me sonrió.
Sintiéndome cada vez más cauteloso, volví de nuevo a las sombras y observé a la
brillante gente desde la distancia. Vi a Gabe con su brazo alrededor de una morena de
piernas largas. Tenía una copa de vino en la mano y estaba riendo a carcajadas de algo que
estaba diciendo un hombre de cabello blanco con traje.
Estupideces, ¿eh?
La voz me dio un susto de muerte pero me quedé quieto. Sentí el calor de otra persona
muy cerca y entonces salió de la oscuridad lo suficiente para que viera su rosto.
Probablemente tenía unos treinta y cinco años, con un cuerpo sólido y piel curtida, cubierta
de cicatrices. Sin embargo, había un destello de humor en sus ojos.
Malditas farsas allí sentenció, mirándome pensativamente. Te conozco.
No retrocedí. Me encontré con su mirada y asentí.
Lo haces, en cierto modo.
Se rió en voz baja.
Peleamos una vez. Eras bueno.
No. Negué. Era mi hermano Cord con el que peleaste, Emilio.
Me miró fijamente en silencio.
Alcé las cejas.
Ese es tu nombre, ¿verdad?
Por ahora respondió. Su mirada recorrió a los hombres que había estado mirando.
Me di cuenta que uno de ellos, probablemente la gran mierda que se puso de pie, iba a estar
luchando esta noche.
Gentry pronunció Emilio, asintiendo como si acabara de recordar. Ese es quien
eres.
Tragué saliva.
Esta es tu pelea, ¿verdad?
Joder sí. Gran ganancia. Mis hijos necesitan zapatos.
Miré alrededor.
Te recuerdo teniendo gran comitiva la última vez.
Los ojos de Emilio se estrecharon, mientras miraba hacia donde los hombres rapados
estaban arremolinándose como perros hambrientos.
Este no es un lugar para un equipo como el mío.
125
¿Gabe te tendió una trampa con eso?
Emilio sonrió.
¿Qué Gabe?
Cierto. Hice un gesto hacia el ring. Entonces, ¿qué sabes de este tipo?
La sonrisa de Emilio desapareció.
Su nombre es Jester y vive a las afueras de Kingman. ―Hizo una señal de
disgusto―. Un verdadero ángel. Te atrapa por tu bonita cabeza, amigo, y te saca la mierda
"limpiamente".
Reflexioné sobre esto cuando Emilio encendió un cigarrillo, su voz baja.
Hijo de puta. Te golpea en una rodilla y no te levantarás de nuevo. No en una hora,
no en una semana, no. Suspiró y tomó una gran calada de su cigarrillo antes de exhalar
en la noche. Luego volvió a sonreír, mostrando las fundas de oro en sus dientes. Pero no
te orines en el pantalón, Gentry. Me encargaré de esto. Entonces la próxima semana
nosotros estaremos allí. Empujó un dedo en mi pecho. Tú y yo.
No hubo tiempo para responder porque el locutor, un hombre viejo con rostro de niño
con una voz resonante, hizo sonar una campana. En el medio de la fiesta en la azotea había
un gran espacio vacío acordonado. Se puso de pie en medio de este. Todo el mundo se
volvió hacia él con entusiasmo. Miré alrededores a los dorados y estúpidos hijos de papi de
pie alrededor. Quería patear hasta el último tipo con ojos vidriosos.
Emilio ya se había ido. Se había escabullido ante el sonido de la campana.
El locutor vociferó hacia la multitud expectante. Este lugar, sin duda, tenía un
ambiente diferente a las peleas de la calle a las que estaba acostumbrado. Un sudor frío se
desató en la parte posterior de mi cuello.
Señoras y señores, gracias por venir en esta hermosa tarde. Tengan en cuenta que a
partir de este momento todas las apuestas están cerradas. Hizo un gesto a las afueras del
ring. ¡Una pelea para la historia! En una esquina tenemos a Emilio, endurecido por las
entrañas del barrio. En la otra esquina tenemos a Jester, que está tratando de mantener su
condición de invicto. Al final, solo uno quedará en pie. La lucha comienza con el siguiente
toque de campana. Sonrió y miró a los combatientes. Y señores, las reglas no viven en
esta casa.
El locutor se retiró. Emilio y Jester entraron al ring y segundos después la campana
sonó. Emilio arrastraba los pies, dando círculos. Jester se quedó inmóvil, mirándolo de
forma calculadora y sangre fría. Emilio lanzó un golpe y Jester lo evadió sin dar un
paso. Habían encendido algunas antorchas Tiki para darle a la escena un aire extrañamente
tribal. Algunos de los espectadores bebían su maldito vino mientras miraban. Vi la mano de
Gabe apretando el culo de la chica que había estado pegada a él. Me vio mirándolo y sonrió
antes de volver su atención hacia el ring.
Emilio estaba sudando. Podía verlo claramente. Lo miré y pensé lo mismo que había
126 pensado la noche que Cord se enfrentó con él. Era un hombre fuerte. Pero sus días más
fuertes habían pasado. Era suave en algunos lugares y no era tan rápido como debería
ser. Si no encontraba una manera de llegar a su oponente rápidamente, entonces todo había
terminado.
Jester estaba contento con mirar, lo que obligó a Emilio dar el siguiente movimiento.
Cuando lo hizo, Jester le dio en la mandíbula. Escuché el impacto, pero entendí que fue un
golpe suave. Se suponía que debía agitar al otro tipo un poco y empezar el
espectáculo. Recordé lo que dijo Gabe sobre despertar el interés de la multitud. Pude ver a
algunos lamiéndose los labios y moverse con emoción cuando Jester acertó dos golpes más.
Emilio estaba cansado de jugar. Se giró y lanzó un duro golpe en el pecho de
Jester. Debería haberlo derribado. Habría derrumbado a casi cualquier otro hombre. Pero
ese imbécil de Jester permaneció en pie, tambaleándose ligeramente. Sus ojos se
estrecharon. Solo estaba dispuesto a seguir el juego hasta que algo lo molestó. Ahora estaba
enojado. Mandó una patada al rostro de Emilio. Emilio trató de bloquearlo, pero no fue
suficiente. El golpe le aplastó la nariz. Hubo unos cuantos suspiros femeninos cuando la
sangre brotó. Esperaba que hubiese algunos gritos desde la esquina de Jester, pero al
parecer ese no era su estilo. La luz del fuego brillaba sobre sus cabezas calvas y observaban
con la mirada depredadora de una manada a la espera de la victoria de su alfa.
La victoria no se hizo esperar. Emilio luchó para quitar la sangre de sus ojos. Jester lo
golpeó en los riñones y las costillas. Me di cuenta que Emilio cojeaba ligeramente de la
pierna izquierda, que su rodilla estaba un poco inestable. Jester debió haberlo visto
también, porque fue directo a su articulación con un barrido rápido que hizo que Emilio
gritara de dolor y cayera.
“Te golpea en una rodilla y no vas a pararte de nuevo”.
Emilio estaba respirando con dificultad, la sangre goteando sobre el hormigón debajo
de él. Atacó, pero Jester se apartó y llevó un brazo grueso sobre su espalda, colocando el
vientre de Emilio contra el suelo. Su pierna estaba apoyada en un ángulo torcido y Jester le
pisoteó la rodilla doblada. Seguido de un crack audible y un grito. Algunos en la multitud
comenzaron a moverse, mirando a su alrededor con molestia. Pero fueron superados en
número por los que estaban sedientos por el siguiente grito de agonía, la siguiente gota de
sangre.
Cualquier otra pelea ya se le habría puesto fin. El locutor parecía dispuesto a hacer
precisamente eso. Dio un paso adelante y se lamió los labios rosados. Pero el hombre que
había estado charlando con Gabe anteriormente, levantó una mano. Se me revolvió el
estómago. Había visto la mirada en el rostro de Jester. La reconocí. Era el placer en la
crueldad. Emilio estaba tosiendo y escupiendo sangre en el suelo mientras se agarraba la
rodilla machacada. En este punto, estaba prácticamente indefenso. Sin embargo, el locutor
dudó en terminar la lucha porque su jefe había hecho una señal.
Jester vio la oportunidad y la tomó. Se arrodilló, susurró algo en el oído de Emilio,
haciendo que el hombre se agitara con pánico frenético. Luego preparó el puño para un
127 golpe y lo estrelló en la parte posterior del cráneo de Emilio. Cerré los ojos ante el sonido de
rotura. La cabeza de Emilio había estado a solo centímetros del cemento de la azotea. Un
duro golpe como ese rompería todos los huesos de su rostro por el impacto, posiblemente
aplastaría su cráneo.
Cuando abrí los ojos de nuevo, Jester estaba volviendo tranquilamente a su
esquina. Hubo algunos jadeos horrorizados, seguidos de charla emocionada cuando parte
del público se olvidó de la realidad del hombre sangrando a sus pies.
El locutor se puso en pie sobre el cuerpo de Emilio. Miré, pero no estaba seguro de si
seguía respirando. Unos guardias de seguridad salieron y comenzaron a desplegar una
camilla. No quería ver el lío en el que estaba a punto de ser cargado. Mientras caminaba
rápidamente hacia la puerta de salida me sentí aliviado al oír un suave gemido de
Emilio. Sonaba lamentable pero significaba que aún estaba vivo.
No sabía lo que me hizo girarme antes de abrir la puerta de la escalera. Pero lo hice y
vi a Jester mirándome. Tenía una toalla envuelta casualmente sobre su cuello. Señaló con
un dedo en mi dirección, el significado claro.
Tú sigues.
Mi pecho quemaba mientras bajaba por las escaleras y por el corredor. No iba a
esperar el ascensor y bajé los escalones de tres en tres hasta llegar a la planta baja. Cuando
llegué al vestíbulo el guarda de turno se levantó bruscamente, pero pasé justo por delante
de él y salí por la puerta. Sentía que no podría respirar bien otra vez hasta que estuviera en
mi camioneta y saliera a la autopista.
Todo el asunto era horrible; la multitud, el dinero, la sangre. Era un espectáculo
repugnante y jodido. No pertenecía entre las personas civilizadas.
Quería una bebida. Quería diez. Quería golpear algo sólido hasta que fuese polvo. En
cambio me fui a casa.
El apartamento estaba a oscuras. Me sorprendió darme cuenta que era solo un poco
más tarde de las diez, porque me sentía como si la noche hubiese sido hace una
eternidad. Cord debía haber caminado hasta el restaurante para saludar a Saylor mientras
terminaba su turno. Revisé la habitación de Chase, pero parecía como si no hubiera estado
en casa.
Mi guitarra estaba en su lugar habitual en el salón. La recogí, afinando las cuerdas con
aire ausente, recordando que le había prometido a Truly que iba a cantar para ella
pronto. Despertar con su dulce voz esta mañana fue como despertar con la música de los
ángeles. Entonces verla allí en su cocina, impresionante, descalza, cantando una canción,
fue como la respuesta a todas las fantasías que ni siquiera sabía que jodidamente tenía.
Dejé la guitarra. Las paredes se sentían demasiado asfixiantes. Di un paso hacia el
patio oscuro y me senté en el banco de pesas, escuchando las risas amortiguadas y
conversaciones de los transeúntes.
Ahora estaba contento de que Cord y Chase no hubieran visto lo que vi esta noche.
Habrían estado tan enfermos como yo, tal vez más.
128
La puerta corredera de cristal estaba abierta unos centímetros así que pude oír a
Saylor y Cord entrar por la puerta principal. Estaban discutiendo, lo que era raro para ellos.
… ocultarte de todo estaba diciendo Saylor.
No estoy jodidamente escondiéndome de nada.
Ni siquiera escuchaste lo que tenía que decir acerca de Chase. Solo te enojaste
conmigo y me diste la espalda.
Chase, está muy bien.
¡Chase no está bien!
Estaban más cerca, en la cocina. El tono de Cord fue bajo e irritable.
¿Crees que después de unos meses conoces a mis hermanos mejor que yo? Déjame
que te cuente algo, cariño, nunca conocerás ni la décima parte de lo que hay entre ellos y
yo.
¿Quieres saber lo que pienso? Creo que, ahora, tienes la cabeza en el culo. Creed
está a punto de arriesgar su cuello en alguna pelea medieval a muerte y Chase no puede
pasar ni seis horas sin consumir cualquier basura a la que sea adicto. Cord, los dos tienen
problemas, problemas graves.
Maldita sea Saylor, ¡basta! La voz de Cord sonó en carne viva de emoción.
Se quedaron en silencio durante un minuto entero. Entonces oí el ruido horrible de mi
hermano llorando con grandes jadeos desgarradores.
Cordero susurró Saylor en voz baja. Me imaginé que lo abrazó. Me alegré de que
estuviera allí para hacerlo.
Te amo, Say dijo ahogadamente.
Su abrazo pronto se volvió apasionado. Se consolaron mutuamente con sexo y votos
de amor. No era algo que quería oír. Salté por encima del muro del patio y los dejé atrás.
Ni siquiera sabrían que había estado allí.

129
Diecisiete
Truly
Después de que dejé a Creed delante de su apartamento me sentí un poco vacía. Le
creí cuando dijo que no está saliendo con otra chica, pero algo le preocupaba. Y sea lo que
sea, no tiene ganas de compartirlo.
―Deja pasar esto, Truly ―me quejé. Me irrito por mi propia decepción. Creed no me
debe nada, en realidad no. El tiempo que habíamos pasado juntos había sido increíble, pero
no nos prometimos exactamente nuestro amor eterno el uno al otro. Conduje la corta
distancia a mi apartamento con miedo.
Por lo general, una noche para mí misma es un regalo. Me encanta acurrucarme con
130 Dolly para leer, ver una película o lo que sea para pasar las horas en silencio y felizmente.
Ansío ese tipo de paz esta noche, pero sé que no la encontraré. Anhelo otra cosa más.
―Me estas empezando a gustar demasiado.
―¿Quién dice?
Stephanie está sentada en la cocina con la luz apagada cuando entré. Ella tiene a Dolly
en su regazo, lo que es extraño porque por lo general le da tanta atención a mi gato como le
da atención a los demás. En otras palabras, prácticamente ninguna.
―Hola Steph ―digo mientras Dolly salta de su regazo.
Mi compañera de cuarto me mira. Hemos compartido el mismo apartamento durante
la mayor parte de un año y apenas la conozco. Ella es de Nueva York, no habla de su
familia en absoluto, y no mencionó que su vigésimo primer cumpleaños había pasado hasta
que pasó un mes. Ella siempre estaba hablando con la gente, sin embargo, parecía no tener
amigos. Se me ocurre que tal vez la razón por la que me he adaptado tan fácilmente a la
naturaleza estoica de Creed es porque me había acostumbrado a verla a ella todos los días.
―Hola ―responde en un tono mediocre.
Hago una pausa. No se ha demorado mucho tiempo para que esto se transforme en
una rutina. Nos saludamos mutuamente cuando nuestros caminos se cruzan. A veces
tenemos conversaciones cortas. Pero no nos describiría como amigas. No bromeamos y
buscamos la compañía de la otra como Saylor y yo hacemos. De pronto, eso me hace
ponerme triste.
Stephanie se aparta un mechón de su cabello rubio rizado de sus labios mientras me
observa sentarme en la silla de enfrente. Lleva sus gafas, cosa que rara vez hace. No tengo
ni idea de qué demonios está pasando por la cabeza de esta chica mientras nos miramos la
una a la otra en la mesa.
―¿Ningún chico esta noche? ―pregunta.
―Parece que no ―le contesto―. ¿Qué pasa contigo?
Sus cejas se fruncen.
―¿Qué hay de mí?
―¿Alguna vez tienes noches con chicos?
Ella sonríe.
―¿Me estás preguntando si me gustan los chicos?
Levanto mis manos.
―No juzgo. Lo que prefieras. Tenía curiosidad porque no sé la respuesta.
Stephanie mira por la ventana de la cocina.
―Me gustan los chicos ―dice débilmente.
―¿Uno en particular?

131 ―No ―responde en un tono plano. Luego suspira. No puedo evitar la sensación de
que algo pesado está pasando en su mente. Últimamente ha estado más brusca de lo
habitual. Si Creed estuviera aquí podrían mirarse en silencio con los labios apretados. Sería
un concurso muy reñido de desapego terco.
Stephanie se aclara la garganta repentinamente.
―¿De dónde eres, Truly? Nunca te lo pregunté.
No sé lo que la impulsó a este repentino ataque de interés pero decido no
cuestionarlo.
―Nací en Luisiana. Luego a los diecisiete años pasé tiempo en varias partes de
Georgia, ambas Carolinas, Florida, Alabama, Arkansas y Mississippi.
Me mira curiosa.
―¿Por qué?
Me encojo de hombros.
―Porque estábamos normalmente corriendo de un propietario o de un hombre de
mierda. Debido a que mi mamá no le gustaba dejar que las raíces crecieran bajo sus pies. Y
porque nunca tuvo en cuenta nuestra necesidad de estabilidad en su camino de hacer lo
que demonios quería.
Stephanie asiente lentamente cuando termino de hablar.
―Crecí en Long Island. Es el único sitio en el que he vivido aparte de aquí. ―Tose
una vez―. Tuve una buena madre. Ella me dio una buena infancia ―dice estas cosas con
una tristeza que nunca había oído en ella antes. Estoy tratando de encontrar la manera de
responder cuando su teléfono suena. Hace una mueca cuando mira la pantalla. Después de
escribir un texto rápido se levanta de la mesa.
―¿Problemas? ―le pregunto, notando la mirada de enojo en su rostro.
―Un cliente ―responde secamente―. Tengo que irme.
Desaparece en su dormitorio. Me alojo en la mesa y escucho sus movimientos en torno
al otro lado de la pared durante unos minutos. Cuando sale lleva una sudadera oscura de
gran tamaño, aunque hay más de noventa grados fuera.
―Nos vemos ―gruñe con una ondulación de mano. Me imagino que este es
probablemente el final de cualquier comunicación sincera, por lo menos durante un mes o
dos. Me pregunto qué tipo de "clientes" tiene. Entonces delibero la posibilidad de que mi
compañera de cuarto pueda ser una prostituta.
Estoy inquieta. Durante un tiempo acabo dando vueltas por el apartamento, sin
rumbo poniendo las cosas en orden. Me asomo a la habitación de Stephanie. Está
desordenada como de costumbre.
Después de cambiarme a un short y una camiseta blanca lisa tomo el resto del Gumbo
de la nevera. Como todo y pienso en los chicos Gentry. Tanto Creed como Chase habían
parecido tan extrañamente complacidos por el simple hecho de que alguien le preparara la
132
comida para ellos, como si nunca nadie lo hubiese hecho antes. Escuché a Saylor describir
cómo habían crecido los chicos. Eran todos, incluyendo a Cord, un paquete de pícaros
salvajes de una familia podrida. A medida que crecían se les temía tanto como se les
deseaba. Saylor ahora estaba profundamente enamorada de Cord y ella trata a sus
hermanos con afecto fraternal. Los tres podrían ser un poco duros todavía, pero estoy
empezando a darme cuenta de lo que ya sabía; todos son hombres decentes que están
deseosos de ser amados.
Lavo el recipiente de Gumbo y luego decido que toda la cocina podía necesitar una
buena limpieza. A partir de ahí paso a la sala de estar y el baño. Dos horas más tarde, el
lugar está impecable. Pero toda esa actividad no quita a Creed Gentry de mis
pensamientos.
Con un suspiro busco mi teléfono. Saylor todavía estará en el trabajo y no hay
realmente nadie más a quien pueda llamar para hablar de mi enamoramiento, que en
verdad estaba empezando a dominarme. En un capricho llamo a mi hermana Carrie. Su
correo de voz contesta con la misma voz burbujeante que solía escuchar todos los días. No
dejo un mensaje. No hay manera de llegar a Mia hasta alguna granja fuera de la red en el
noroeste del Pacífico.
Y después de mi última conversación incómoda con Aggie, no estoy dispuesta a
arriesgar la sensación de desamparo que me había molestado durante días después.
Me quedo mirando el teléfono, preguntándome cómo irían las cosas si marcara de
todos modos, si soltara todo lo que debería haber dicho hace cuatro años. Pongo el teléfono
abajo. Sería egoísta en este punto. Sólo estaría compartiendo la carga de mi propio dolor,
porque no podía cargarlo yo sola nunca más.
No la llamo. Tiro el teléfono sobre la mesa de café. Si había vivido sola con esto todo
este tiempo, entonces podría seguir adelante como si nada. Es mi cruz.
Dolly salta en el sofá junto a mí cuando acurruco mis piernas debajo de mi cuerpo y
tomo una almohada en mal estado. Juego con el mando a distancia y luego lo dejo, no me
siento muy interesada en la televisión. Me encanta leer. Cuando era adolescente leía cerca
de ocho novelas románticas a la semana. No podía esperar al día en que las cosas que
sucedían en esas páginas me pasaran. Todavía estoy esperando. Por fin he aprendido a no
confundir el sexo con el amor, pero no he visto cómo luce el amor por mí misma. Tengo
miedo que siempre estaré mirando solamente.
El golpe en la puerta es ruidoso. A veces borrachos salen de fiesta y se pierden,
golpean las puertas hasta que alguien responde. Con cautela miro por la mirilla. Creed está
al otro lado de la misma, con la cabeza hacia abajo.
Mi ritmo cardíaco inmediatamente se duplica. Miro rápidamente a mi ropa sucia. Ni
siquiera llevo un sujetador, aunque Creed nunca parece estar preocupado por ver mis
pechos, sé que la coleta suelta, el short de nylon y la sucia camiseta son bastante desprolijos.
―No esperaba volver a verte esta noche ―le digo abriendo la puerta lentamente.

133 Él la abre el resto del camino y me agarra.


―Espera. ―Doy un grito ahogado, tratando de cerrar la puerta mientras sus manos
bajan el short―. Creed, espera.
―¿Por qué? ―gruñe cerrando la puerta y luego quitándose la camisa.
Doy la vuelta lejos de él, a pesar de que ya me estaba estremeciendo por el breve
contacto de sus manos. Lo quiero como siempre lo he querido. Aun así, me molesta que
solo llegue e irrumpa aquí para exigir sexo silencioso.
―No llamaste ―le digo con rabia, mis muslos apretándose juntos para suprimir el
dolor―. Ni siquiera dices, “Hola”. Solo apareces aquí a las once de la noche como si fuera
una pieza de acción montable.
Él me mira, respirando con dificultad. Quiero sentir el calor sólido de su pecho
bronceado. Quiero que me tome de todos modos. En su lugar, saca el teléfono del bolsillo
trasero. Había dejado mi teléfono en la mesa de café y zumba ruidosamente.
Pongo mis manos en mis caderas y lo miro.
―¿Qué demonios estás haciendo? ―Él sólo me mira en silencio con su teléfono en la
oreja mientras el mío sigue sonando.
Lo contesto.
―Hola, Truly ―dice en el teléfono con los ojos clavados en mí a dos metros de
distancia.
―Hola, Creedence ―le contesto, encontrando su mirada.
―¿Puedo ir a joderte hasta que grites y luego quedarme dormido en tus tetas?
Creed, sabes que estoy tan llena de malditas cosas y que realmente no tienes que preguntar.
―Sí… ―empiezo a decir y eso es suficiente para él. Creed arroja su teléfono y está
sobre mí, tirando de mi camisa y fijando su boca a mis pechos.
Estoy en éxtasis inmediato empujando su cabeza contra mí más fuerte a medida que
arranca la camisa por encima de mi cabeza. Siento que me caigo pero él me agarra y
torpemente terminamos de rodillas. Sus manos están dentro de mí, y luego su lengua va allí
también. Creed Gentry me tiene desnuda y en mi espalda mientras se cierne sobre mí como
un dios mitológico de oro.
―Creed ―susurro, estirándome para agarrarlo, queriendo sentir lo que él mantiene
fuera de mi alcance. Sostiene mis caderas en sus manos, sus ojos azules salvajes recorriendo
cada centímetro de mí antes de llegar entre mis piernas―. No ―gimo mientras me estimula
con el ritmo constante de sus dedos―. ¡Te quiero a ti!
―Silencio, cariño. Sólo quiero verte venir primero.
No le hago esperar mucho tiempo. Él ya ha aprendido todo lo que hay que saber sobre
mi cuerpo y el placer demoledor me encuentra rápidamente. Después se pone encima,
cubriéndome por completo con su dura carne. Estoy todavía mojada, completamente lista
para tenerlo dentro de mí. Estoy a punto de comenzar a quitarle el pantalón si él quisiera o
134
no, cuando deja escapar un suspiro triste y traslada su mejilla a mi hombro.
La parte de atrás de su cuello está caliente cuando paso los dedos sobre ella, luego por
el cabello. Sus brazos se deslizan por debajo de mi cuerpo para tirar de mí con más fuerza
contra él. Sé que algo está mal y estoy a punto de decirle que me cuente. Pero ese no es el
camino por el que Creedence trabaja. Él dirá sus historias en su propio tiempo, a su manera.
―Está demasiado brillante aquí ―murmura de repente y luego me toma en sus
brazos. Me lleva a mi habitación y me pone en la cama.
―Pensé que te gustaba la luz ―le digo, mirándolo quitarse el pantalón en la
oscuridad.
―A veces ―responde empujando su rígida polla contra mi vientre suave―. A veces
no.
Pongo mi mano sobre él, envolviéndolo con mi palma mientras gime.
―¿Qué quieres, Creed?
Él empuja contra mi mano, respirando con dificultad.
―¿Ahora mismo?
―Sí. Ahora mismo.
―Que me tomes con la boca.
Nunca me gustó mucho el acto de tener un hombre empujándose a sí mismo entre mis
labios y permaneciendo allí durante una eternidad. Pero me encanta con Creed. Me encanta
lamer su longitud sólida y luego lo sorprendo ligeramente al chupar sus testículos. Él
respira hondo, agarrando mi cabello con fuerza y me encanta eso también.
Más tarde, después de que habíamos nos disfrutado mutuamente en unas cuantas
formas creativas, su cabeza se apoya en mi pecho mientras mis dedos recorren
perezosamente sobre su espalda sudorosa.
―¿Creedence?
―Sí, Tallulah.
Sonrío.
―Me has hecho una promesa.
Levanta la cabeza y espera a que le explique.
―Me prometiste que iba a escucharte cantar.
―Mmmm. ―Rueda sobre su espalda y bosteza―. No puedo. No tengo mi guitarra.
Me burlo.
―Y nadie en la historia cantó una nota sin una guitarra.
Reflexiona. Luego se sienta y se apoya contra la pared.
―Ven acá.

135 Creed me atrae contra su pecho. Mantiene un brazo envuelto en la parte delantera de
mis hombros. Siento que toma una respiración profunda.
Saylor me había dicho que Creed puede cantar muy bien. Le creí; incluso el ruido
sordo de su voz al hablar tiene una cualidad de canto. Pero nada me preparó para el
hermoso sonido crudo de música que él hizo. Después de un momento me doy cuenta de la
canción que está cantando. Es una interpretación conmovedora de “Have You Ever Seen the
Rain”. Me pregunto si la ha elegido por el nombre del grupo al que pertenece. Había oído
unas canciones en vivo a través de los años. Gran parte de ellas eran rutinarias, hechas a la
ligera. Lo que Creedence es capaz de hacer con una canción es una cosa rara. Toda la dura
coraza que por lo general lo cubría se había ido. Sintió cada nota que cantó. Me hizo sentir
todo también.
No me moví hasta que cantó la última nota. Esperaba que comenzara con otra
canción, pero sólo suspiro y me besó en el hombro. Me volví y encontré su boca. Nos
besamos por un largo tiempo y luego me rodó suavemente y abrió mis piernas. Terminó
haciendo exactamente lo que había querido hacer cuando él llamó a mi puerta esta noche;
me hizo venir hasta que grité y luego se quedó dormido en mis pechos después de que
terminó de tomar lo que necesitaba.
El sueño se me fue por un largo tiempo. Escuché la forma en que respiraba y admiré
los músculos fuertes ascendentes y descendentes bajo mis manos. Empecé a reconocer algo
aterrador.
Podría enamorarme de Creedence Gentry. Podría enamorarme de él con tanta fuerza
que nunca sería capaz de dejarlo.
Ya me encontraba a mitad de camino.

136
Dieciocho
Creed
La dejé antes de que saliera el sol. Truly estaba confusa, tratando de mantenerme en la
oscuridad y no sabía qué decirle. Le pasé la mano por el cabello mientras me miraba
adormilada, con la cabeza en la almohada.
―Ten cuidado de no dejar que el gato salga ―dice, sonriendo un poco porque fue lo
que me había dicho la primera vez que pasamos la noche juntos.
La besé y me levanté. Esa primera noche se suponía que iba a ser la única. Ahora no
sé qué demonios se supone que va a suceder. No había buscado esto. Hace unos meses me
quedé en silencio y vi a mi propio hermano enloquecer por una chica. Nunca pensé que la
137 locura me encontraría a mí.
Pero aquí estoy. Incluso cuando Truly se enojó conmigo ―como lo hizo ayer por la
noche cuando se apartó y puso mala cara― todavía pensaba que ella era jodidamente
perfecta. Cada palabra que dice tiene toda mi atención. Cada movimiento que hace es
hermoso. La idea de cualquier otro hombre poniendo sus manos en su cuerpo otra vez es
suficiente como para hacer que mi cabeza ruja y mis puños se aprieten. Con una sacudida
me doy cuenta que no había mirado a otra mujer desde que vi a Truly Lee de pie en The
Hole.
No sé si ella sabe que me tiene agarrado por las pelotas. ¿Qué debería decir un
hombre al conducir a este punto a casa? ¿Debería decir algo en absoluto?
Especialmente cuando podría no estar en una maldita pieza por mucho tiempo.
Ese es un pensamiento oscuro. No puedo quitármelo de encima, sin embargo,
recuerdo el lío que habían hecho de Emilio.
El maldito gato está mirándome otra vez. Parece menos hostil ahora, o tal vez soy yo
el que está menos hostil. Me arrodillo en la sala de estar y el animal me parpadea antes de
arrastrarse hacia adelante.
Dolly es su nombre, recuerdo. Ella ronronea bajo mi mano y trata de acercarse.
―Te dije que nos volveríamos a ver ―le susurro, extrañamente complacido de que la
cosa al parecer ha decidido que no apesto. Paso mi mano por su piel sedosa durante unos
segundos más antes de salir.
El aire tenue de la mañana envía un toque de frialdad pero sé que va a hacer calor
después. Siempre hace calor.
Hay poca gente a la vista en el camino de vuelta a casa. Cuando llego a la puerta me
acuerdo que no tengo las llaves conmigo. La noche anterior, salté por encima del muro del
patio cuando me enteré que Cord y Saylor estaban empezando a quitarse la ropa en un loco
frenesí. Mis llaves estaban muy probablemente en el sofá donde las había arrojado antes de
ir afuera.
Camino hacia el patio con la esperanza que la puerta estuviera todavía abierta como la
había dejado. En su lugar me encuentro con Chase.
―¿Qué demonios estás haciendo aquí?
Él levanta una botella en las sombras.
―Tomando una cerveza.
―¿A las seis a.m.?
―Sí. ¿Quieres una?
―No.
Chase sonríe y toma un largo trago. Espero hasta que termina.
―¿Estabas esperándome?
138 Chase mira a la luna desapareciendo. La salida del sol se aproximaba.
―Estaba hablando con Cord.
Me apoyo en la pared y me froto los ojos. Queman. Necesito dormir.
―¿Dónde está Cord?
―Se fue a la cama. ―Mi hermano toma aire en la oscuridad. Puedo sentir sus ojos en
mí.
―¿Te has divertido viendo la pelea?
No le respondo de inmediato porque no quiero hablar de eso. Quiero sacarlo de mi
mente.
―El tipo resultó bastante jodido ―admito.
Chase deja escapar una risa extraña.
―Jodido. Sí, lo está.
―¿Qué, estaban allí o algo así?
―No. Le dije a Cord dónde estabas y él hizo algunas llamadas. ―Chase, inclinó la
botella de cerveza hacia atrás y la vació en su garganta―. Supongo que no lo escuchaste.
―¿Escuchar qué? Jesús, Chase, ¿puedes ser más claro sobre lo que estás diciendo?
―Él no está jodido, Creedence. Está muerto.
―Maldita sea ―digo las palabras. Las escucho en el aire con una nota de esperanza.
Pero sé que Chase está diciendo la verdad.
―Miedo no, Big C. Él fue depositado en el centro médico del condado con el cráneo
aplastado. Hemorragia en el cerebro o algo así. No lo sé. Está muerto de todos modos.
El suelo ya no se siente sólido bajo mis pies. Trato de evocar la imagen de la sonrisa
confiada de Emilio, pero no puedo.
Chase, se pone de pie. Lleva su brazo hacia atrás y luego deja que la botella de cerveza
vuele por el aire. Aterriza en algún lugar en el estacionamiento con un estruendo fuerte.
―Maldita sea ―dice en voz baja―. Lo erré. Apuntaba hacia el parabrisas de ese puto
Escalade.
―Sí, nunca pudiste lanzar una mierda.
Nos alojamos en la oscuridad juntos, lado a lado, hasta que los primeros rayos de luz
comenzaron a reflejarse en suelo. Chase, siempre había sido un hablador, un dolor
constante en el culo con una respuesta inteligente a todo lo bueno y lo feo en la vida. Pero
mientras permanecía de pie junto a mí sentí su lucha por obtener algunas palabras,
cualquier palabra de las cosas horribles.
―Creo que voy a ir a dormir un poco ―digo finalmente.
―Sí. ―Asiente―. Me voy a duchar para oler bonito e ir a clase.
139
―No tienes ninguna clase, ¿recuerdas?
Su risa sale como una tos y comienza a entrar en la casa. De repente se gira y me
abraza brevemente, torpemente. No dice una palabra más antes de retirarse al interior.
Cuando escucho una puerta cerrarse y una ducha abrirse me voy a la cocina. Había dejado
un paquete de cigarrillos en la parte superior de la nevera. Un hábito asqueroso no
recogerlos a menudo. Me recuerdan a alguien a quien no me gusta pensar.
Vuelvo al porche y enciendo un cigarrillo, pero no aspiro. Sé que no tiene sentido
acostarme. El sueño no vendrá. Me hubiese gustado no haber salido de la cama de Truly.
Durante las horas que la había sostenido, mi mente había detenido la guerra consigo misma
por un tiempo. Pero tenía miedo de que si me quedaba entonces dejaría escapar toda la
mierda pesando en mi mente; el miedo que tengo por mí, por mis hermanos. No tengo
ningún derecho a meter toda esa basura en ella.
Truly todavía es un misterio. Es cariñosa y hermosa y me excita como el infierno. Me
había dado indicios de que su pasado fue complicado, pero no la presioné para que hablara
de ello. Solo escuché lo que quería decirme. Hubo un poco de historia dolorosa allí; eso
estaba claro. Si pensaba que algo de eso me importaría tanto como para dejarla de lado
entonces estaba equivocada.
El sol rápidamente comenzó a ejercer su poder sobre el desierto y empecé a sudar
sentado allí en el patio. Oigo a Chase penosamente dirigirse a lo que sea que iba a hacer
durante el día. Saylor y Cord se despertaron y se dirigieron a la cocina, su rutina de la
mañana. Por lo que escucho de su conversación, suena como si él no le hubiese dicho lo que
pasó la noche anterior. La escucho a ella tratando de hacer charla antes de detenerse,
preguntándole a Cord qué le pasaba. Le da su respuesta con individuales sílabas y luego le
da un beso antes de irse con un suspiro.
Unos segundos después oigo la puerta delantera cerrarse, Cord asoma la cabeza en el
patio.
―Puedes entrar ahora ―dice.
Suspiro. Ya había quemado todo el paquete de cigarrillos, aunque sólo había inhalado
un par de veces.
Cord se sentó en el sofá. Llevaba una de sus camisas viejas deshilachada y lucía nueva
tinta en el brazo izquierdo, un tatuaje tribal complejo.
―¿Hiciste eso? ―le pregunto señalándolo.
No mira. Se inclina hacia delante con los codos apoyados en las rodillas y me mira con
los mismos ojos azules que veo en el espejo todos los días.
―Siéntate, hombre.
Me dejo caer a su lado. Chase siempre sube el aire acondicionado. Cuando me apoyo
en el sofá el aire me enfría la piel sudorosa. Me imagino que Cord me dará una conferencia
acerca de ir a ver la pelea de anoche sin siquiera decirle nada al respecto. Entonces
probablemente me arrastrara al gimnasio para un entrenamiento y tratar de resolver todo
140 lo que podría saber sobre golpear a un peleador como Jester.
Tú.
Cuando cierro los ojos veo a ese hijo de puta apuntando su dedo hacia mí con una
sonrisa. Cuando los cierro nuevamente veo la cabeza de Emilio tendida en un charco de
sangre.
Cord no dice nada de eso sin embargo. Dice algo más.
―Yo me haré cargo de esta mierda. ¿Correcto? Yo voy a pelear.
Lo miro. Lo dijo en serio. Gabe tenía ganas de que Cord tomara mi lugar ya que era el
luchador más conocido. Si Cord había llamado a Gabe ya…
―No hay ninguna maldita manera ―le digo de pie―. No tomarás esta lucha. Voy a
romper tu maldita pierna si tengo que hacerlo para evitarlo.
Sonríe un poco sombrío.
―Lo harías, ¿no es así?
―Tienes toda la razón, lo haría. Y cuando termine voy a mantenerte quieto y dejar
que Saylor rompa la otra si eso es lo que se necesita para mantenerte en casa.
Su cabeza cae ante la mención del nombre de Saylor.
―Cord ―digo en voz baja, sentándome de nuevo―, todavía no te ofreciste como
voluntario, ¿verdad? Dime que no lo hiciste.
Él no levanta la vista.
―Malditamente no lo hice.
Me relajo un poco.
―Puedo hacer esto. Deberías haber visto este tipo. ¿Quién diablos quiere a un racista
ojos locos?
Los ojos de Cord me encuentran entonces. Están embrujados.
―Tengo un poco de dinero ahorrado.
Me encojo de hombros.
―¿Y? ¿Estás pensando hacer una apuesta?
―No. Te lo daré a ti. Podrías borrarte de aquí por un tiempo hasta que todo esto se
calme. ―Él no entiende las apuestas, no como yo lo hago. Odio aplastar la nota de
esperanza en su voz.
―No funcionará. Gabe vendría por ustedes.
Cord resopla con desprecio.
―Bueno, déjalo venir. Estoy bastante seguro que podría acabar con ese imbécil con un
toque.
―No va a venir en persona, Cord. Va a enviar a alguien más.
141
Mi hermano suspira. Mira a su alrededor en el apartamento.
―Entonces vamos a irnos todos. Siempre quisiste salir de Arizona de todos modos.
Podría ser agradable. Un nuevo comienzo y todo. No hay manera de que me puedas
convencer de que Gabe Hernandez tiene un alcance multi-estado.
―No ―murmuro―. Él no lo tiene.
Cord comienza a lucir alentado. Empezó a hablar acerca de cómo podríamos
mudarnos a algún lugar cerca del agua. Cuando éramos niños siempre soñamos que algún
día podríamos llegar a vivir cerca del agua.
Lo escuché por un minuto y luego tuve que cortarle el paso.
―No. Chase finalmente se metió en la escuela. También tiene un par de cuestiones en
las que necesita ayuda. Y luego está la cuestión de qué hacer por dinero en efectivo. Estás
finalmente en el camino hacia algo bueno. Nos llevó un tiempo llegar tan lejos y si miras a
tu alrededor te darás cuenta de que esto no es realmente tan lejos.
Cord agita una mano.
―Chase, estaría bien. Nos encargamos de él. Lo ayudaremos a superar todo y a que
vuelva a la escuela. En cuanto a los puestos de trabajo, encontraremos algo.
Dudo. Hay algo más que necesito aclarar.
―Escuché a Saylor en el baño varias veces esta semana.
Cord se tensa. Él mira hacia otro lado. Sabe de lo que estoy hablando.
―Sería difícil ―digo lentamente―, estar huyendo con una chica embarazada. Y
entonces, ¿qué diablos va a hacer una vez nacido el bebé? ―Todavía no me miraba―. A
menos que ―continué―, estés pensando en dejarla.
―¡NO! ―grita.
Asiento.
―Bien. No pensé que lo harías. Y, francamente, tengo algo aquí que me impide irme.
Él se sorprende.
―¿Truly?
Río.
―No estés tan sorprendido. Tengo un corazón, sabes.
Cord parpadea. Se muerde el labio de la forma en que solía hacer cuando era un niño
y estaba recibiendo una paliza, tratando de no gritar al respecto.
―Sé que tienes un corazón, Creedence. Siempre lo has tenido. ―Escucho el dolor en
su voz y me mata―. No podía estar sin él. No puedo perderte, hombre.
―No lo harás ―le digo con frialdad. Intento darle algo de confianza que no estoy
seguro de tener―. Oye, tengo un incentivo, ¿verdad? Hay un pequeño renacuajo a la
espera de que yo sea su tío. ―Pienso en eso, sorprendido por lo mucho que la idea calienta
142 algo profundo en mi pecho―. Voy a ser un maldito buen tío.
―Ya lo creo ―responde Cord. Su rostro pierde su aspecto de tragedia y sonríe un
poco.
Miro la hora.
―¿No tienes que ir a trabajar? Esa tinta no va a pintarse sola.
―Hoy va a tener que hacerlo porque voy a pasar el día con mi hermano.
―Bueno, entonces. ―Me estiro―. ¿Qué vamos a hacer?
Cord me arrastró al gimnasio y fue serio al respecto. No fuimos al lugar por el campus
donde Chase había sido atacado varios meses antes. Nos fuimos a uno a cinco kilómetros
de distancia. Es más grande, más sucio y lleno de personajes más difíciles que una reunión
familiar Gentry. Era mejor.
―No camines, Creed. Ese es tu maldito problema. Tomas un gran paso antes de girar
y anuncias exactamente a dónde vas. No des consejos gratis.
Estaba sudando mucho. Los dos lo estábamos. Dimos vueltas y vueltas en una batalla
sin fin que no estaba destinada a tener un ganador. Cuando Cord vino hacia mí tuve la
sensación surrealista que estaba luchando contra mí mismo.
Después de que estuvimos así como durante más de una hora, nos tomamos un
descanso en las colchonetas. Cord enredó su camisa alrededor de su cuello y se tomó una
botella de agua. A veces, cuando me siento en silencio junto a uno o ambos de los chicos, mi
mente juega trucos extraños en mí. Me inundo de recuerdos que se inician antes de
comprender cuáles son realmente recuerdos, antes de comprender algo en absoluto.
Casi todo el mundo comienza su vida solo. Nosotros no, sin embargo. Habíamos visto
el lado más feo del infierno y nos apoyamos unos a otros para salir de eso. ¿Qué hubiera
pasado si sus manos no hubieran estado allí para aferrarse a mí y viceversa? Sabía que en
algún momento de esos años desagradables yo no habría sido capaz de seguir adelante.
Nuestro padre, Benton Gentry, fue una mierda y siempre sería una mierda. Mi odio
por él es crudo y consumidor. Mis sentimientos por Maggie Gentry son más difíciles de
resolver. Trato de imaginar a mi madre sosteniéndonos como bebés. Ella había sido la que
decidió nuestros nombres inusuales. Parecía que debería de haber existido un tiempo,
aunque sea breve, durante el que nos amó. Simplemente no fue posible mantenerse alejada
de la mierda que él rodo sus ojos en su cabeza y la dejó desmayada en un colchón sucio
cuando nuestras vidas estaban a su alrededor. Tampoco fue posible para ella reunir
algunos jirones de coraje y protegernos de la brutalidad de Benton. Tuvimos que hacerlo
por nosotros mismos.
Extrañamente, mientras mi mente se dirigió a través de las historias sucias de mis
padres, pensé en Truly. Su vida había sido una mierda también, aunque tal vez no pasó por
el mismo tipo de cosas malas. Pero ella lo entendería.
Ella escucharía si yo apoyara la cabeza en su pecho y me desahogara de todas las
143 cosas que nunca había dicho en voz alta.
De pronto quería hacer precisamente eso. Quería hacerlo con urgencia.
―¿Listo para más? ―pregunta Cord y luego me acuerdo de que hay otras cosas a las
que debía hacer frente primero.
―Sí ―murmuro levantándome con un gruñido―. Estoy listo.
Diecinueve
Truly
De todos los hombres con los que había estado, nunca hubo uno que me dejara más
buenos recuerdos que malos. Algunas veces, el sabor amargo no era más que la decepción
por no recibir tanto como daba. Podría haberme agotado persiguiendo a alguien que
siempre correría más que yo. Ocasionalmente, era puesta al tanto desde el principio del tipo
de violencia que mi madre a menudo había soportado, y corría en tropel en la dirección
contraria antes de que las cosas fueran más lejos. Eso era algo de lo que estaba orgullosa;
nunca permití que un hombre me lastimara dos veces. Pero, de vez en cuando, se me
ocurría que si tal vez hubiera tenido hombres más decentes a mi alrededor cuando era una
niña, entonces podría ser capaz de identificarlos más fácilmente.
144
O tal vez el primer hombre que se empujó en mi interior tenía razón; había abierto mis
piernas repetidas veces porque era lo que mejor se me daba.
Tonterías, niñita. Tonterías.
Era tan sólo mi propia mente contestándome, pero me senté y lo escuché de todos
modos. Aparté las sábanas y me levanté de la cama. No tenía motivos para soñar despierta
y sentir desesperación. No había nadie a quien culpar por mis errores en la vida más que a
mí. Ya había aceptado que era la suma de todas mis piezas rotas.
Mientras me duchaba y vestía para el trabajo, pensé en Creedence, lo cual me hizo reír
y sonrojar al mismo tiempo. Había tenido una mala opinión de él. No sería la primera vez
que me equivocaba. Todavía entendía que él no era todo dulzura y luz del sol. Pero no
hacía falsas promesas para obtener lo que quería. Por la forma en que entró en mi cuerpo y
en la que me cantó en la oscuridad, había cierta cruda decencia en Creed. Tal vez no había
nada más importante que eso.
¿Y qué pensaba Creed Gentry de mí? Probablemente creía que era una chica sureña de
carácter fuerte que pudo haber sido un poco maltratada por la vida, pero que carecía de
cualquier cicatriz verdadera. De todos modos, eso era lo que quería que él pensara.
Estaba a punto de salir cuando Stephanie irrumpió por la puerta como un tornado.
Intentó pasarme corriendo con la cabeza gacha, su cabello rizado cayendo alrededor de su
rostro como un velo, pero la detuve. Había escuchado el sollozo saliendo de su garganta. El
sonido me asombró tanto como si Dolly hubiera abierto la boca y dicho hola.
―¡Steph! ―La alcancé.
Me apartó.
―Mierda, Truly, déjame sola. ―Corrió dentro de su cuarto y dio un portazo.
Suspiré. Dolly me miró desde su estante encima del mostrador de la cocina. Llegaría
tarde al trabajo si no me iba. Sonaba como que Stephanie estaba lanzando objetos contra la
pared. Claramente, no se encontraba de humor para una conversación.
Caminé hacia la puerta de su habitación y me quedé ahí de pie por un minuto. Se
había calmado y me pareció escuchar que se hundía en su cama. Llamé a la puerta.
―¿Steph?
Mordí mi labio mientras esperaba por alguna señal de ella. En realidad, no sabía qué
decirle a esa chica. No éramos amigas, simplemente convivíamos. Aun así, no podía
simplemente salir por la puerta y dejarla sola con su dolor.
―¿Qué? ―contestó finalmente con la voz amortiguada.
―Mira, tengo medio galón de helado de menta y chispas de chocolate de Dreyer’s en
el congelador. Me he encontrado menos que complacida por el tamaño de mi trasero
últimamente, así que estoy tratando de reducir su consumo. Puedes quedártelo. ―Me
detuve, no podía saber si me escuchaba―. Hay mucho que decir de las propiedades
curativas del helado.
145
Aún sin respuesta.
―Bueno. ―Suspiré―. Llegaré tarde si me entretengo por más tiempo. Mira Steph, sé
que nos somos cercanas, pero tengo un hombro que ha sido llorado antes. Es tuyo para
usarlo, si quieres.
Me aparté de la puerta. Justo antes de que me alejara, escuché una vocecita de niña
decir:
―Gracias.
Mi corazón estaba pesado mientras me iba y subía a mi auto para el corto trayecto
hasta Cluck This. Siempre me imaginé que Stephanie mantenía su fachada de perra porque
no podía ser molestada por la gente. Pero tal vez era más como yo de lo que había
imaginado; otra chica herida que no podía soportar decir la verdad sobre sus problemas.
Cuando llegué a Cluck This, Saylor estaba de pie en la sala de descanso con una
mirada miserable en su rostro. Tenía círculos bajo sus ojos. No me vio al principio y yo sólo
me paré ahí por un momento, desconcertada. Saylor no se escondía de la verdad. Había
dicho que había aprendido de la manera difícil que la realidad, sin importar lo fea que era,
no podía ser ignorada. Incluso me había contado todo sobre ella y Cord de una manera
llana y sin emoción. No sabía cuánta de su franqueza siempre había estado allí o si era algo
que Cord había sacado en ella.
―Oye, chica ―dije, apretando su hombro.
Saylor se giró y me dio una sonrisa vaga.
―Demonios, mírate. Estás prácticamente brillando.
Me sonrojé.
―Mmmm, sí. Tomé algo de sol ayer. ―Parecía un poco incómodo entretenerla con las
horas subidas de tono que había pasado con el hermano de su novio.
Se rió.
―Apuesto que lo hiciste. ―Su sonrisa se desvaneció y ladeó la cabeza―. ¿Cómo se
encuentra Creed?
―¿Creed? ―Estaba confundida―. ¿Creed? ―Asintió―. ¿De qué hablas? ¿No lo ves
todos los días?
―Hoy no ―dijo, y la mirada de preocupación regresó a su rostro―. Quiero decir, se
hallaba en casa, pero no hablé con él. Estaba rumiando en el patio y Cord me dijo que lo
dejara solo.
Ahora era mi turno de preocuparme.
―No sé de qué se trata. Parecía que algo estaba molestándole anoche y luego se fue
muy temprano.
La expresión de su rostro era extraña, intensa.
―Entonces, ¿no te ha dicho nada?
146 ―¿Sobre qué?
No respondió. Me estaba cansando de intentar sacarle información a la gente. Lo
intenté de nuevo.
―¿Saylor?
―Creed va a estar en una pelea ―espetó. De inmediato, pareció como si deseara no
haber dicho nada.
―¿Una pelea?
Miró hacia el reloj.
―Si no vamos al comedor, Ed vendrá aquí y comenzará a gritar lo suficiente fuerte
para darme un dolor de cabeza. ―Tosió en su brazo y comenzó a salir―. Ya tengo un dolor
de cabeza.
La agarré del brazo.
―¿Qué pelea, Say? Pensé que no estaban haciendo más eso. ―Ella me había contado
algo sobre cómo los chicos Gentry solían ganar dinero en estas peleas subterráneas en las
que se apostaba fuerte. También me había llevado a creer que esos días habían quedado en
el pasado. Creed, ciertamente, nunca había mencionado una palabra sobre eso. Pensé que
trabajaba como guardia de seguridad y eso era todo.
Saylor lucía infeliz.
―Es alguna clase de obligación previa. Honestamente, no estoy muy segura de los
detalles. Cord está manteniendo la boca cerrada sobre eso y demonios si Creed la va abrir.
―Se apoyó contra la pared y comenzó a peinarse con los dedos su largo cabello castaño.
Había pasado suficiente tiempo con ella para saber que era algo que hacía cuando se estaba
sintiendo intranquila. Las letras negras con tinta en el interior de su brazo me llamaron la
atención. Se había hecho el tatuaje hace varios meses, cuando se hallaba en los primeros
rubores del amor con Cordero Gentry. Había alzado las cejas la primera vez que me lo
mostró.
Amor vincit omnia.
Traducción: El amor vence todo.
Si eso era verdad, no había visto mucha evidencia de ello. Pero entonces, tenía más de
una razón para ser tan pesimista.
―Él no dijo ni una palabra ―comenté llanamente. No sabía por qué me molestaba
tanto. Seguro que había un infierno de cosas que no le había contado a él. Quizás no
debería haber asumido que era la única con secretos.
Saylor lucía más miserable con cada segundo. Esa era la cosa con Saylor; no había ni
un gramo de malicia en esa chica. Podías decir todo lo que estaba sintiendo por la expresión
de su rostro. Dejé salir un tenso suspiro y comencé a caminar hacia el comedor.

147 ―Truly.
Me di la vuelta. Las comisuras de sus labios se levantaron.
―A él le gustas. Muchísimo. Creedence puede ser una pared de piedra algunas veces,
pero hay algunas cosas que tan sólo no puede ocultar.
Asentí distraídamente.
―A él le gusto. Eso es bueno. Es bueno que le guste.
―A ti también te gusta mucho.
Exhalé temblorosamente.
―Demasiado, Saylor. Demasiado.
Extendió la mano y tomó la mía, apretándola brevemente. La dejé con ese
pensamiento y até mi delantal alrededor de mi cintura mientras salía de la sala de descanso.
Envidiaba a Saylor. No porque hubiera encontrado el amor. Sino por otra razón. Sabía lo
que había pasado en California. Sabía cómo había corrido de regreso a Arizona golpeada y
dañada por alguien que se suponía cuidaría de ella. Aun así, todavía era capaz de mirar a
un hombre, incluso a uno que había odiado, y ver las posibilidades. Había sido capaz de
enamorarse rápidamente y sin ninguna reserva.
Saylor mantuvo un ojo en mí toda la tarde. Era más lenta de lo usual y Ed frunció el
ceño en mi dirección un par de veces. Traté de concentrarme en tomar órdenes y entregar
los platos. Sin embargo, mi mente continuaba vagando de regreso a Creed.
Pensé que podría presionar a Saylor para que me dijera todo lo que sabía, pero eso no
era muy justo con ella.
Hace una vida entera, hubiera buscado la compañía de mis hermanas cuando me
sintiera triste e inquieta. Aggie era sobre todo mi apoyo, pero Mia y Carrie también eran
piezas importantes de mi corazón. Cuando tenía catorce años, había tenido que comenzar la
escuela en un área rural de Georgia donde parecía que éramos las únicas que no tenían
antecedentes familiares en la zona que se remontaban a doscientos años. No tenía ningún
amigo a la vista e incluso mis hermanas se encontraban deprimidas en la secundaria.
Estuve halagada cuando un alumno de último año, llamado Toby Carter, se interesó por
mí. Fui lo bastante tonta para creer que cuando un chico te llevaba a su auto y colocaba su
boca en los pechos grandes de los que te avergonzabas, significaba que le gustabas. Pero
Toby simplemente me tuvo haciendo un par de cosas por él antes de llamarme puta barata
y dejarme tirada a un kilómetro del motel que era nuestro hogar temporal. Cuando les dije
a mis hermanas lo que pasó, estaban incluso más heridas por mí que yo misma.
Saylor me dio un codazo juguetón cuando pasó a mi lado.
―Deja de soñar ―bromeó. Podía decir que estaba intentando probar mi humor.
Tal vez Creed no había mencionado la pelea porque no era importante. En realidad,
había conocido un montón de hombres que habían luchado de forma regular sin recibir
ninguna paga. Habían conseguido valentía con el alcohol y comenzaban a lanzar mierda a
148 quien sea que los mirara gracioso. Creed seguramente sólo iba a lanzar un par de golpes
controlados y, probablemente, lo peor que podía suceder era tener una nariz rota. Comencé
a sentirme mejor.
Pero, si ese era el caso, ¿por qué Saylor lucía tan ansiosa?
Mientras terminaba de colocar un pila de canastas de pollo en una mesa llena de
adolescentes, me di cuenta que no tenía que cuestionarme más por la pelea de Creed. Sólo
podría preguntarle. Él estaba de pie justo delante de mí.
Veinte
Creed
Cord tenía mucho aguante y no me la puso fácil. De hecho, tuve la impresión de que
estaba intentando ser tan duro como podía sin romper nada. Para el momento en que
dimos el día por terminado y fuimos a las duchas estaba exhausto.
Él parecía animado mientras nos dirigíamos al estacionamiento.
―Lo hiciste bien. Y maldito seas por ser un hijo de puta fuerte. Aún no puedo respirar
bien después de ese último golpe a mis costillas.
Esperé hasta que estuvimos en el interior de la camioneta y el aire acondicionado
estuvo encendido. Necesitábamos hablar sobre algo importante.
149
―¿Qué vamos a hacer con Chase?
Cord suspiró.
―Lo sé. Tenemos que pensar en eso. Saylor me arrinconó y me hizo admitir que él
tenía un problema. Supongo que incluso Truly lo vio consiguiendo algo del traficante en el
estadio.
Estaba sorprendido.
―¿Ella lo vio? No me dijo nada de eso.
Mi hermano se pasó una mano por su rostro. Lucía serio.
―¿Tienes alguna idea de cuándo tendrás que pelear?
―No. Pero será pronto, Cordero. Muy pronto.
Él asintió.
―Sí, lo supuse. Mierda, sé que Chase necesita algo de atención, pero vamos a tomar
un desastre a la vez, ¿está bien?
No me gustó esa respuesta. No quería dejar pasar otro día. Pero vi a Cordero
desplomado en el asiento a mi lado y entendí todo lo que tenía en sus manos; la novia
embarazada, un hermano que estaba usando drogas, y un hermano que podría no lograr
salir de su próxima batalla con vida.
Desde que me enteré sobre el destino de Emilio, seguí pensando en algo que dijo.
Había mencionado niños, sus niños. Había tomado la pelea con la esperanza de mantener a
una familia que ahora tendría que encontrar la forma de hacerlo sin él.
Si lo peor sucedía, tenía que saber que mi familia podría hacerlo sin mí.
―¿Cord?
Él me miró.
Me aclaré la garganta y traté de mantener mi voz tranquila.
―¿Te aseguraras que Chase consiga ayuda, verdad? Quiero decir, sin importar lo que
suceda, ¿no lo dejaras caer con los drogadictos?
Él sacudió la cabeza y contestó con un suave susurro.
―No, Creedence. No dejaré que eso suceda. Maldita sea, puedes creer que no dejaré
que eso suceda.
Aumenté el aire, pero todavía había un calor sofocante dentro de la camioneta. Era
tiempo de cambiar de tema.
―¿Quieres ir a comer? ―pregunté―. Podríamos pasarnos por el lugar del pollo.
Él se rió.
―Vida, muerte y pollo frito, todo en una misma conversación. Seguro, me gustaría
150 algo de pollo. Y mientras estoy allí podía darle un rápido toqueteo a mi chica. ―Me miró
disimuladamente de reojo―. Y tal vez tú puedas conseguir un baile privado de la tuya.
―¿Mi qué?
―No te hagas el estúpido, idiota. Tu chica. La dulce sureña Truly.
―Mmmm ―gruñí, recostándome hacia atrás en la camioneta. La idea de Truly
contoneándose en mi regazo estaba dando lugar a algo digno sobre lo que contonearse.
Escuchar a Cord referirse a ella como “tu chica” me sorprendió un poco. En realidad no
sabía cómo llamarla y ella no había pedido nada abiertamente. Sabía que una posesividad
feroz se agitaba dentro de mí cuando pensaba en ella. Quería sostenerla. Quería escucharla.
Maldita sea, simplemente la quería.
Tan pronto como entramos por las puertas de Cluck This, Saylor soltó la jarra que
estaba sosteniendo y se apresuró directo hacia Cord. Él la levantó ligeramente y la besó.
Otra mesera, una chica sosa a la vista y de piernas delgadas, me saludó con una
palmadita en el brazo. No tenía ni idea cuál era su nombre y tampoco me importaba. Ella
intentaba que la mirara cada vez que me pasaba. El hecho de que jamás le hubiera
contestado con un hola sólo pareció hacerla más determinada.
Truly tenía sus brazos llenos de canastas de pollo. No me había visto todavía. Me paré
detrás de ella y esperé mientras rápidamente tuvo su mesa servida. Miré su trasero todo el
tiempo.
Cuando se dio vuelta dejó salir un pequeño jadeo. Vi el sonrojo cruzar su rostro y
supe que estaba feliz de verme aunque trató de actuar toda relajada sobre ello. Colocó una
mano en su cadera y me miró de arriba abajo.
―Supongo que estás buscando comida.
Sonreí.
―Podría comer.
Su boca se movió nerviosamente.
―Pollo, Creedence. Eso es lo que servimos aquí.
Me senté en una mesa cercana.
―Comeré lo que sea que quieras servirme, Truly Lee. ―Ella sólo estaba ahí de pie
mirándome. Agarré su mano y traté de acercarla―. ¿Puedo tener un beso?
Ella trató de zafarse.
―Creed, mi jefe está mirando.
―Bésame, nena, o voy a tener que meterte la mano en el pantalón.
Ella negó con la cabeza, pero podía decir que le gustaba cuando hablaba así. Le
gustaba mucho. Me levanté y agarré su cintura, actuando como si fuera a arrancar el botón
de su pantalón.
151
―Está bien. ―Se rió, rindiéndose y parándose en las puntas de sus pies para alcanzar
mi boca.
Envolví mis brazos alrededor de ella. Quería estar más cerca. Quería hacerlo ahora.
Ella se retiró.
―¿Un sándwich, verdad? ¿Con una cerveza?
―El sándwich sí, la cerveza no.
Regresé a la mesa y Cord se me unió. Revisé mi teléfono, un poco sorprendido lo
tarde en el día que era.
―¿Dónde crees que está nuestro hermano ahora?
―Tenía laboratorio de tres horas hoy. No estará afuera por un rato.
―Ah, bien. ―Miré hacia Saylor quien estaba pasando una tarjeta de crédito a través
de la registradora en el bar. Bajé mi voz―. ¿Entonces, se supone que sé sobre la delicada
situación de tu dama?
Cord no pudo ocultar su sonrisa.
―Nos enteramos con seguridad la semana pasada. ―Miró pensativamente hacia
Say―. No creo que le moleste si sabes.
―¿Aún se van a casar?
Él pareció sorprendido.
―Por supuesto.
Estaba orgulloso de mi hermano. De verdad iba hacer que esto sucediera. Tendría una
familia, un hogar, una buena vida. Mientras mi mirada se posó en Saylor otra vez, no pude
evitar sentir una oleada de afecto por la chica que le estaba dando todo eso. Ella me vio
mirando y me lanzó una mirada divertida.
Un par de minutos después Truly trajo mi comida. Entonces se sentó en una silla y me
lanzó una mirada plana.
―¿Te me vas a unir? ―pregunté.
―Estoy tomándome un descanso.
―¿Te va dar un regaño de mierda tu jefe?
―No. Salió para hacer algunos recados.
Cord tosió una vez y se levantó.
―Creo que iré a ver si puedo ayudar en la cocina.
Tomé un gran mordisco del sándwich de pollo. Truly me observó mientras masticaba
y tragaba.
―¿Hay algo que me quieras decir, nena? Mira, lamento haberme ido tan temprano
esta mañana. No tuvo nada que ver contigo.
152 ―¿Con qué tuvo que ver?
Suspiré.
―Truly, no soy bueno con esta mierda. ¿Puedes sólo decirme qué tienes en la cabeza?
Ella jugó con su cola de caballo y miró hacia la ventana.
―¿Cuándo es tu pelea, Creed?
Aparté el sándwich a un lado y me eché hacia atrás en mi silla.
―Oh, eso. Supongo que Saylor sintió la necesidad de contártelo.
―¿Por qué no me lo contaste?
―Porque cuando estoy contigo no me gusta pensar en un montón de sucios bastardos
gritando por mi sangre.
Ella se puso un poco pálida. Hice una mueca, deseando haberme tomado con calma la
descripción.
―Mírame, Truly. ―Ella lo hizo.
Jalé su silla más cerca de mí y coloqué una mano en cada uno de sus muslos. No sabía
si podía poner mis pensamientos en palabras pero iba a intentarlo.
―Mira, no sé cómo llamar a esto. Pero sé que pienso en ti todo el tiempo.
Truly tocó mi cara. Sus ojos estaban suaves.
―También pienso en ti.
Tenía que decirle algo que jamás le había dicho a nadie. Mi corazón estaba de hecho
latiendo por eso.
―No hay nadie más, ¿está bien? Ni siquiera ha cruzado por mi mente. ―Tomé su
mano de mi rostro y la besé.
―Creed. ―Se levantó y envolvió sus brazos a mi alrededor. Nuestros rostros estaban
a centímetros de distancia―. Sólo no me lastimes. Por favor.
―Nunca ―dije, pero el rostro de Emilio cruzó por mi mente. No le dije sobre eso. Tal
vez debería.
―¿Entonces, podré verte esta noche? ―Podía escuchar la sonrisa en su voz mientras
pasaba sus manos por mis brazos.
Me puse de pie, y me presioné contra ella.
―Puedes verme ahora mismo.
Se quedó un poco sin aliento y cerró sus ojos.
―Tengo que trabajar.
―Yo te trabajaré.
Ella sonrió, pero retrocedió.
―¿Después?
153
Me volví a sentar y coloqué mis pies sobre la mesa.
―Esperaré.
Truly miró hacia el reloj.
―No salgo hasta las diez. ¿Planeas sentarte aquí por las siguientes siete horas?
―Ese es mi plan. Aunque mejor tráeme otro sándwich. Estoy muriéndome de
hambre.
Antes de que se alejara, Truly volvió a mirar hacia mí con una sonrisa feliz. Me alegré
de haberla hecho feliz. Esperaba que nada sucediera que arruinara eso.
Una vez más vi la cara de Emilio y sentí un poco de culpabilidad. ¿Estaría Truly tan
sonriente si supiera lo que había visto anoche? ¿Si supiera lo que le había sucedido al
último hombre que perdió una pelea con mi futuro oponente?
Cord regresó a la mesa y ordenó más comida. Hablamos estupideces y vimos un
partido de béisbol en la televisión montada sobre la barra. Después de un rato Chase llegó y
se nos unió. Parecía cansado, pero aún mantenía su expresión burlona habitual. Hablaba en
serio cuando le dije a Truly que me quedaría por aquí hasta que estuviera libre por la
noche. Cada vez que ella miraba y me veía aún sentado aquí parecía sorprendida, pero
complacida.
Cada vez que miraba a esa chica no podía creer mi suerte. Parecía imposible que
ningún otro hombre hubiera reconocido que las mujeres no se ponían mejor que Truly Lee.
De hecho ella debería haber sido reclamada hace mucho tiempo antes de que yo la tuviera.
Chase, siendo el tonto que era, me pateó debajo de la mesa.
―Eso de verdad es todo para ti, ¿eh?
―La bestia ha sido domesticada ―bromeó Cord y luego se echó a reír cuando lo miré.
Aguanté sus bromas por un rato más, haciéndoles creer que me molestaba cuando la
verdad no lo hacía. Mientras los tres no sentábamos allí maldiciéndonos y bromeando, era
bastante fácil fingir que estábamos viviendo de la misma manera despreocupada en la que
lo hicimos desde que salimos de Emblem. Casi podía engañarme y pensar que las cosas
eran normales y que no había un nube negra de muerte colgando sobre nuestras cabezas.
Casi.

154
Veintiuno
Truly
Cada noche nos desvestíamos el uno al otro y me quedaba dormida en sus brazos.
Luego me despertaba en el mismo lugar. A Creed le gustaba oírme hablar. Antes de que me
quedara dormida le contaba fragmentos animados de mi infancia, dejando de lado las
partes podridas y sobre todo el por qué me alejé de mi madre y hermanas una horrible
noche. A veces, cuando se lo pedía, también me contaba historias, con voz entrecortada. Las
suyas eran cortas y oscuras, llenas de dolor y abandono. Las únicas luces en sus primeros
años fueron sus hermanos.
Las torpes palabras que Creed me dirigió en medio de Cluck This fueron las únicas
155 referentes a cómo se sentía acerca de mí. Por ahora, sin embargo, era suficiente. Cuando
Creed Gentry te mira a los ojos y te dice que le importas, sabes que es del todo cierto.
¿Cómo es que nunca viajaste más? le pregunté, una semana después de la noche
en que me dijo que no quería a nadie más que a mí.
Estaba acostado en mi pecho, su peso impidiendo un poco mi respiración, pero no me
importó. Me encanta estar debajo de él.
Quiero decir, siempre quieres oír hablar de todos los estados en los que he estado y
parece que deseas verlos por ti mismo.
Creed se apoyó en un codo.
Me gustaría hacer eso confesó pensativo. Algún día. Me gustaría ver un
montón de cosas, lugares donde no solo hay polvo marrón y calor. Se inclinó y rozó sus
labios por mi mejilla mientras su voz se convirtió en un susurro: Y te llevaré conmigo,
bebé.
Me estremecí por el efecto de sus palabras. Creed tenía esa clase de poder sobre mí.
No hacía promesas vacías. En las raras ocasiones cuando revelaba lo que estaba pasando
dentro de su cabeza podía quitarme la respiración.
Creedence, ¿cantarás para mí?
Más tarde respondió con firmeza, abriendo mis piernas.
No importa cuántas veces lo tenía dentro de mí todavía me quedaba sin aliento de la
conmoción inicial de la misma. Era tan grande, tan poderoso y sin embargo, siempre se
contenía hasta que me hacía gritar de puro éxtasis.
Creed gemí, ya acercándome, mientras él bombeaba, primero lentamente y luego
cada vez con mayor velocidad. Me aferré a su ancha espalda con las manos y subí las
rodillas hasta sus costillas. Me besó y tomé con avidez su lengua mientras mi cuerpo se
destrozaba de felicidad primigenia. Cuando se corrió, empujó tan fuerte y profundo que
estaba segura que no había espacio suficiente para mantenerlo dentro―. No me quejé
cuando trató de salirse.
¿Qué? gimió. ¿No terminaste?
No.
Le rodeé la cintura con las piernas.
Oh bebé, va a pasar un par de minutos hasta que logre darte un poco más.
Besé su hombro.
No me importa. Solo quiero estar tan cerca de ti como sea posible.
No contestó. Solo se acomodó encima de mí lo mejor que pudo sin aplastarme por
completo. No pasó mucho tiempo para que estuviese listo de nuevo. Nunca lo hacía.
Me ofrecí a hacer el desayuno, pero no quiso. Iba al gimnasio. Dijo que funcionaba
156
mejor con el estómago vacío
Mientras estaba allí en la puerta, envuelta en sus brazos, quería preguntarle acerca de
la pelea. Sabía que pesaba sobre él. Sabía que era la razón por la que pasaba horas en el
gimnasio todos los días. Pero cada vez que traje eso a colación la semana pasada, había sido
recibida con silencio. Saylor me contó que no sabía nada, pero se veía tan triste cuando lo
dijo, que no sabía si creerla.
¿Te veré esta noche? le pregunté en su lugar, sujetándolo, inhalando.
Me masajeó la nuca.
Lo harás respondió.
Nos besamos y luego se fue. Me quedé en la sala de estar, sintiendo el dolor único de
una mujer despidiendo a su amante, aunque solo sea por un rato. Dolly dormía
profundamente en bolita en el sofá. Stephanie estaba, como siempre, detrás de una puerta
cerrada.
Me detuve frente a su habitación por un momento y pensé en la mañana que había
entrado en el apartamento con lágrimas. En realidad no había sido ella misma desde
entonces. Iba a clase, llegaba a casa y se iba a su cuarto. Últimamente, no había oído gritar a
nadie por teléfono. De alguna manera eso me preocupaba más. Si alguna vez vi a una chica
que tenía que soltarse un poco, esa era Stephanie Bransky.
Incluso después ducharme y cambiarme, todavía era muy temprano en la mañana.
Decidí ir a dar un paseo. Cuando era niña para mí había sido un simple placer. No
importaba si vivíamos en la playa o en la selva virgen. A veces mis hermanas caminaban
junto a mí, pero la mayoría de las veces lo hacía sola.
Había un canal a medio quilómetro y me dirigí allí. El canal estaba relativamente lleno
debido a los recientes monzones de verano. Vislumbré varios pájaros de río exóticos por los
bancos. Solo Dios sabía lo lejos que habían volado para llegar aquí y de dónde habían
venido. Debían haber estado dirigiéndose a otro lugar cuando vieron el agua desde el aire y
decidieron acercarse. No sabrían que en realidad no pertenecen a este lugar reseco.
Me encontré con corredores esporádicos que asentían hacia mí antes de continuar.
Mientras me estiraba en el cálido sol había partes de mi cuerpo que dolían un poco, pero
era una buena sensación. No había ninguna vergüenza. Hacía una gran diferencia, estar en
los brazos de un hombre que se preocupaba por ti.
Creed había preguntado acerca de mi madre una vez, curioso acerca de por qué
estábamos distanciadas. Agité mi mano y murmuré algo acerca de una vida de diferentes
opiniones antes de cambiar de tema a propósito. Cuando Creed me miró todavía me sentía
un poco sana, en espíritu no en cuerpo. No podía soportar que él pensara lo contrario.
El frío de la mañana se despejaba y estaba empezando a tener hambre. Caminé
rápidamente de regreso al apartamento, pensando que tal vez podría sacar a Stephanie de
su habitación con una tortilla. Cuando metí la llave en la puerta, me las arreglé para
atascarla, rompiendo parte de la punta. Maldije y moví la cosa, pero no sirvió de nada. La
157 oficina del arrendador no estaría abierta durante horas. Cuando estaba a punto de golpear
la puerta y tratar de despertar a Stephanie de su dormitorio, recordé que una vez aprendí
cómo entrar por una puerta corredera de cristal como la que conduce al patio. Si pudiera
desencajarla del rail podría entrar fácilmente.
Subí por encima del muro del patio y comencé a tirar de la puerta corredera, mientras
fruncía el ceño sobre cómo había parecido tan fácil cuando se ve hacerlo a otro. De repente,
sentí que el panel de vidrio cedía un poco y se soltó en mis manos. Era más pesada de lo
que me imaginé. Con cuidado, me levanté el resto del camino y lo moví a un lado, rogando
a Dios que no se rompiese, porque no quería adivinar cuánto costaría reemplazarlo.
Encantada de habérmelas arreglado para hacerlo, moví las persianas verticales a un lado y
entré en el apartamento.
Fue entonces cuando Stephanie casi me golpea con un bate de béisbol.
Grité. Gritó. Dejó caer el bate.
¿Qué demonios estás haciendo? grité.
Dejó escapar un suspiro tembloroso y se dejó caer en el suelo.
Pensé que eras otra persona murmuró.
No me digas.
Stephanie llevó las rodillas desnudas hasta el pecho y apoyó la barbilla en ellas.
Lo siento.
Me dejé caer en el suelo a su lado.
Jesús, Stephanie. ¿Qué está pasando contigo? ¿Alguien está tratando de hacerte
daño?
Me dio una leve sonrisa.
Pueden tratar toda la mierda que quieran.
¿Qué significa eso, azúcar?
Los ojos de Stephanie se estrecharon.
Esto significa que todo está bien, Truly.
Seguro que sí.
Miró al techo.
Estás empezando a sonar como yo.
Entonces estaría diciéndoles a todos que se metan en sus asuntos antes de cerrar la
puerta en sus narices.
Su labio tembló un poco.
No me refiero a eso.
Vamos. La levanté del suelo. Hablemos.
158 Se levantó de mala gana, pero justo cuando estaba empezando a guiarla a la cocina
golpearon suavemente la puerta. La cabeza de Stephanie se sacudió.
No será el ogro, ¿verdad?
No respondí, frunciendo el ceño.
Stephanie cogió el bate y se apoderó de la mirilla. Miró en el pequeño punto de luz y
luego exhaló.
Es solo esa chica con la que trabajas.
¿Saylor?
Supongo.
Fui a la puerta. La cerradura estaba bloqueada por la llave rota pero después de
patear la puerta y tirar con fuerza, la cerradura se soltó. No eran más de las ocho de la
mañana. Me pregunté por qué demonios Saylor no solo llamaba.
Había estado llorando. Lo vi inmediatamente.
Say. Tiré de ella dentro.
Saylor me miró con ojos verdes angustiados.
¿Truly? ¿Quieres venir conmigo a alguna parte?
Por supuesto cariño. ¿Quieres decirme qué te pasa?
Saylor miró al suelo y suspiró miserablemente.
¿Es Cord?
Negó.
Sentí que aumentaba el miedo en mis entrañas. Apenas me atreví a hacer la siguiente
pregunta.
¿Creed entonces?
Sí. Asintió con cansancio. Esta vez es Creed.
¿Qué hay de malo con Creed? le susurré.
Saylor me miró suplicante.
Solo ven conmigo, Truly. Por favor. No debería arrastrarte en esto, pero no puedo
soportar ir sola.
Stephanie seguía de pie a unos pocos centímetros de distancia, sosteniendo el bate.
Deberías ir. Estoy encerrada aquí por unos días hasta que la mierda pase.
Saylor la miró, luego a mí.
¿Qué mierda?
Le di Stephanie una mirada severa.
No lo sé. Esa es otra pregunta sin respuesta hoy. No te librarás, señorita.
159 Steph puso los ojos en blanco.
Lo que sea.
Le di un codazo a Saylor.
Entonces, ¿adónde vamos de todas formas?
Suspiró.
Es mejor llevar tu bolso. Nos iremos por un par de horas.
No sé cómo Saylor se arregló para conducir un auto en este horno sin aire
acondicionado. Tan pronto como las puertas de su maltratado Civic se cerraron no podía
respirar.
Al diablo con esto me quejé, abriendo la puerta. Estamos tomando mi auto.
Saylor me dio el primer indicio de una sonrisa.
En realidad, esperaba que dijeras eso. Voy a pagar por el gas.
¿Y a dónde podría llevarnos todo ese gas?
Esperó hasta que estábamos dentro de mi auto antes de contestar. Suspiró y
cuidadosamente abrochó su cinturón de seguridad.
Emblem.
160
Veintidós
Creed
Pensé que estaba solo cuando recibí la llamada. Mi teléfono sonó en mi bolsillo y tan
pronto como lo miré sabía lo que era. La bomba de tiempo se había ido.
―Gabe ―dije.
―Hola, Creed. Huiste la semana pasada antes que tuviéramos la oportunidad de
charlar. Tenía la esperanza de presentarte a unas pocas personas. ―La voz de la comadreja
tenía un tono emocionado. Quería llegar a través del teléfono y estrangularlo hasta que sus
ojos se salieran de su cabeza.
―Estaba ocupado.
161
Gabe se rió entre dientes.
―¿Estás listo para tu turno?
¿Turno de qué? ¿Morir?
Mantuve mi voz controlada.
―Estoy listo.
―Mi amigo, debes saber que este combate está recibiendo mucho interés. ―Rió―. Es
ampliamente considerado como un lujo, ya ves. No muy a menudo podemos encontrar a
dos grandes chicos blancos a la altura de la tarea de destrozarse entre ellos.
―¿Es un hecho? ―Me sentí enfermo.
―Lo es ―respondió alegremente―. Sabes, podrías llevarte treinta de los grandes de
este.
―¿Jester siempre mata a sus oponentes?
Gabe dejó escapar un silbido.
―Por supuesto que no. Demonios, eso fue desafortunado. Un accidente. Esas cosas
suceden.
―¿Esas cosas suceden? ―gruñí―. ¿Un hombre pierde la vida y todo lo que puedes
decir es “esas cosas suceden”?
El fácil tono de Gabe estaba al borde.
―Cuidado, Creedence. Esta no es una discusión que quieras tener.
Vete a la mierda pequeño chulo viscoso.
―Cortemos la mierda. ¿Dónde y cuándo, Gabe?
Se rió y me dio otra dirección en el centro. La hora era 9 p.m., dentro de tres días.
Repetí los detalles para asegurarme que lo tenía correcto.
Sus últimas palabras fueron frías.
―Estarás allí, Creed. Sé que estás jodidamente lejos de ser un cobarde pero sólo te
estoy haciendo saber que si tenemos que venir a buscarte por cualquier razón, dolerá. Y ten
en cuenta, que tú no serás quien salga lastimado.
Apagué el teléfono. Entonces lo tiré contra la pared. Rebotó y golpeó a Saylor en el
brazo.
―¿Cuánto tiempo has estado allí? ―gruñí.
―Lo suficiente ―susurró, su rostro ceniciento.
Estaba frotando su brazo donde el teléfono había rebotado. Señalé.
―¿Te lastimé?
―No. ¿Quién perdió la vida, Creed?
La miré directamente a los ojos. No podía arriesgarme a que le dijera tonterías a Dios
162
sabe quién.
―Escúchame, Saylor. No vayas repitiendo eso.
Se encogió un poco ante mi tono. Luego sus ojos se estrecharon desafiantes.
―¿A quién? Asumo que Cord sabe el secreto, ya que ustedes saben todo sobre el otro.
¿No quieres que le diga a Truly? ¿Es así? ―Soltó una risa de disgusto―. Todavía crees que
no hay nada en la tierra como los chicos Gentry, una isla sola. Nadie más invitado. ―Su
voz se elevó y abrió los brazos―. ¿Por qué demonios estás haciendo esto? ¡Sólo vete! Cord
no siempre puede alejarte del abismo. No es justo para él. ¿Y qué hay de Truly? ¿Has sido
directo con ella? Maldita sea, ¿acaso sabes cómo?
Necesitaba que se callara. No sabía lo que la ley estaba haciendo sobre la muerte de
Emilio, pero apostaría mi alma a que no sabían la verdad. Si Saylor McCann comenzara a
hablar con Truly o Brayden o cualquier otra persona que se cruzara en su camino entonces
mala mierda podía seguir. Tenía que hacerla entender eso.
Saylor dio un paso vacilante hacia atrás cuando llegué a ella. Una mirada de temor
brilló en sus ojos y me dieron ganas de gritar. ¿Qué diablos, creía que tenía que tener miedo
de mí? Era la chica de mi hermano y sólo por eso me pondría de pie en frente de un camión
en movimiento por ella. Aun así, tenía que provocarle miedo de algo. Estaba contra la
pared y puse una mano a cada lado de su cabeza.
―Escucha, cariño. No vas a respirar una maldita palabra sobre lo que sea que piensas
que pudiste haber oído. Hay malas personas involucradas. Personas que pueden hacer
cosas terribles cuando sienten que pueden quedar expuestas.
Había lágrimas en sus ojos, pero levantó su barbilla de golpe, mirándome.
―¿Qué cosas, Creed?
―Podrían patear ese bebé directo de tu vientre, para empezar.
Abrió la boca y sus manos volaron a su estómago. Luego su cabeza se inclinó hacia
adelante y dejó escapar un sollozo asustado. Retrocedí, odiándome. La dejé allí así,
encorvada contra la pared y llorando. Mientras salía corriendo ciegamente del apartamento
sentí como si podría llorar también.
No fui al gimnasio. Estuve dando vueltas. De alguna manera me encontré en el
campus de Arizona State. Me senté en un banco cerca de una fuente y vi a la gente caminar
por allí. Todos tenían un propósito; todos estaban en camino a alguna parte. Cuando me
dio hambre entré en un gran edificio y compré una hamburguesa en el área de comidas. A
excepción de algunas chicas, que descaradamente me sonreían, nadie pareció darse cuenta
de mi presencia. No se dieron cuenta que no pertenecía allí.
Cuando metí la mano en el bolsillo para agarrar mi teléfono recordé que todavía
estaba en el apartamento. Recordé tirarlo en la pared y la forma en que golpeó a Saylor en
163
el brazo. En mi cabeza no dejaba de oír mis propias palabras para ella. Me horrorizaron.
Debí haber encontrado una manera de explicarme sin asustar la mierda fuera de ella.
Entonces me di cuenta que probablemente ya le había dicho a Cord lo que dije y me sentí
peor.
No fue sino hasta que el gran reloj de la pared marcó las cinco y media, que recordé
que era el día libre de Truly y se suponía que la llamaría cuando volviera del gimnasio.
Como no tenía mi teléfono ya, solo iba a ir a su apartamento.
¿Has sido directo con ella?
No, no lo he sido. En realidad no. Si fuera alguna clase de hombre le diría los riesgos a
los que estaba enfrentando y la dejaría tomar su propia decisión sobre si se quería seguir
acostándose conmigo todas las noches. Me había pedido una vez, con voz desgarradora,
que no la lastimara. No tenía derecho a dejar que se enamorara con tanta fuerza.
Truly abrió la puerta con una sonrisa brillante. Se veía increíble. Siempre se veía
increíble. Me envolvió en sus brazos suaves antes que pudiera decir una palabra. Cerré los
ojos y sostuve su cuerpo contra el mío. Toda la mierda en mi cabeza se había ido. Solo era
un hombre que estaba en los brazos de su mujer.
Gritó cuando la levanté. La llevé directamente a la habitación, ambos nos quitamos
nuestra ropa y me enterré en ella. Nunca me cansaré de esta chica. En medio de las ráfagas
de sexo, hablamos. Le hice preguntas sobre los lugares en los que había estado y me dio
respuestas largas. No dije nada de la pelea y ella no lo preguntó. De hecho, durante un
tiempo, ni siquiera estaba en mi mente.
Por la mañana le dije que tenía que ir al gimnasio. Aspiré el dulce aroma de su piel y
le prometí que iba a verla más tarde. Me dio un beso de despedida antes de irme.
Me tomé mi tiempo caminando de regreso. Fui por el largo camino, cada paso un
poco más pequeño que el anterior. En el momento en que llegué a la puerta de mi
apartamento estaba un poco nervioso. En mi mente seguía imaginando a Cord esperando
en el otro lado, dispuesto a tirarme contra la pared por asustar la mierda de Saylor. Me lo
merecía. Si quería enfrentarme ni siquiera trataría de detenerlo.
Sin embargo, Cord no estaba esperando. Saylor sí. Estaba sentada en la mesa de la
cocina con un vaso de jugo de naranja.
―Hola ―dijo en voz baja.
Tragué saliva.
―Hola.
Lanzó mi teléfono a través de la superficie de la mesa.
―No está roto.
―Oh. Bien.
Hizo una pausa.
―No le dije lo de ayer. Está dormido.
164 No dije nada. Tomé mi teléfono y lo puse en mi bolsillo.
―No deberías decirle tampoco.
Me encogí de hombros.
―¿Y eso por qué?
―Porque se molestará.
Me apoyé en el respaldo de una silla y la miré.
―No lo decía en serio.
Ella volvió la cabeza y me dio una pequeña risa amarga.
―Sabes Creedence, me dices eso mucho.
―Saylor.
Se puso de pie y cargó al hombre su bolso.
―Tengo que irme. Cuando Cord despierte, por favor, sólo dile que fui a hacer algunos
recados. Vuelvo más tarde. ―Caminó unos pasos y se detuvo para mirarme―. ¿Puedes
hacer eso?
―Sí Say, puedo hacerlo. ―Asintió y se fue.
Me senté en el sofá y no hice nada. El sonido de los ronquidos de Chase me llegó, o tal
vez era Cord. No notaba la diferencia. Después de un rato tomé mi guitarra, pensando en la
terrible noche cuando Cord y yo fuimos en busca de venganza. Normalmente la idea de
lastimar a otra persona me hacía sentir mal.
Pero no en ese momento. Quería la sangre de los hombres que casi habían matado a
Chasyn. Casi la había conseguido. Cordero me detuvo con un gesto valiente que no aprecié
hasta más tarde. Él hizo algo más también. Me rogó que alejara la cólera y en su lugar
tocara un poco de música. Había abrazado a mi hermano y permitido que me llevara de
nuevo al hospital, donde nos quedamos en una pequeña habitación y cantamos para Chase
y para cualquier otra persona que quisiera escuchar. Fue uno de los mejores momentos de
mi vida.
Mientras rasgueaba la guitarra en nuestra sala de estar en mal estado, dejé a mi mente
revisar algunos de los otros mejores momentos. Estaban atados a Truly Lee.

165
Veintitrés
Truly
Saylor me guió. Nos dirigimos al sureste, kilómetros fuera del valle. Durante la
mayoría del camino, pasamos infinitas subdivisiones de viviendas marrones de estuco que
parecían ser poco más que clones unas de otras. Finalmente, las civilizaciones de estuco
comenzaron a desaparecer. Nunca había estado en esta parte del estado antes. Era llano y
polvoriento. Debía haber sido como lucía el área de Phoenix antes de que la gente se
volviera loca construyendo cosas por todas partes. Dejamos las sombrías montañas de San
Tan atrás y seguimos adelante.
―Sólo ocho kilómetros más ―prometió Saylor.
166 ―¿Para qué estamos aquí?
Retorció las manos en su regazo.
―Tengo que encontrar a alguien que podría ayudar. Intenté que Cord lo llamara, pero
no quiso.
Tuve que preguntarle.
―¿Say? ¿Qué tan seriamente está Creed envuelto en esa mierda?
Podía escuchar el dolor en su voz. Coincidía con el mío.
―Es malo, Truly. ¿El último hombre que cayó al suelo en una de estas peleas? No se
levantó de nuevo. Murió más tarde esa misma noche. Capté eso de oír susurrando a los
chicos y también de escuchar a Creed en el teléfono. Cord no sabe que yo lo sé. ―Dejó
escapar un gemido y apoyó la cabeza contra la ventanilla del pasajero―. Dios, lo amo. Lo
amo mucho. Esto lo está matando.
Ahora que sabía más, me estaba matando también. Simplemente no podía ser tan
honesta como Saylor.
Tocó mi mano de todos modos, un gesto de consuelo. Entonces, volvió la cabeza para
mirar el paisaje. Arrugó la nariz.
―Odio volver aquí.
―¿Tus padres aún están aquí?
Se rió con voz ronca.
―Sí. Creo que nos saltaremos el reencuentro esta vez. Mi mamá nunca se
acostumbrará a la idea de que su hija se mezcle con los Gentry. Creo que en ese caso,
preferiría no tener una hija. Odia especialmente a Cord.
Traté de escoger mis palabras cuidadosamente.
―¿Debido a lo que ocurrió cuando eran niños?
Se encogió de hombros.
―Está bien. Puedes decirlo en voz alta. Cord folló conmigo por una apuesta
asquerosa que hizo con sus hermanos. Lo hizo sabiendo que era mi primera vez. Créeme
cuando te digo que, cuando esa historia se esparció por la ciudad, no hubo lugar donde
poder ocultarme. ―Su bonito rostro tenía una mirada muy lejana mientras revivía viejas
agonías―. Sé que hay un montón de gente que no pudo entender por qué lo perdoné en
absoluto después de eso, y mucho menos que me haya enamorado de él años más tarde.
Me mordí el labio.
―Lo sé. Creo que yo fui una de ellas.
Sonrió.
―Creo que lo fuiste, también. ―Hizo una mueca―. En poco tiempo, tendrás un buen
vistazo de donde vinieron esos muchachos. Realmente es una mierda. Más que eso, es
aterrador. Fueron abusados, descuidados, y todos en el pueblo pensaban que eran basura.
167 Y, sin embargo, son hombres decentes, los tres. ―Se rió para sí misma―. Incluso Creed, sin
importar cuánto intente ocultarlo. Pero han tenido que superar mucho para llegar ahí.
Saylor me tocó el brazo. Su expresión era seria. Quería que entendiera a los chicos
Gentry de la forma en que los comprendía ella.
―No tengo derecho a perdonarlos por todo. Y eso no quiere decir que no tengan
defectos. Pero, Dios, maldita sea, ¿quién lo tiene?
―Yo no, Say. Definitivamente, no yo.
Asintió.
―Sabía que lo entenderías.
Realmente lo entendía. Eso no significaba que creyera que toda ofensa debería ser
perdonada. Algunas cosas eran inexcusables. Pero si te burlabas de la idea misma del
perdón, entonces, ¿quién demonios estaría dispuesto a dejarte libre si llegaba el momento?
¿Incluso podrías perdonarte a ti misma?
Saylor señaló.
―Gira aquí.
Ya habíamos pasado el feo perfil de la prisión. La ciudad en sí parecía bastante
agradable, pero condujimos lejos del centro, profundamente en el desierto. Aquí y allá,
vislumbré casas establecidas lejos de la carretera. Algunas estaban bien cuidadas. Otras
eran remolques dilapidados. El camino era estrecho a lo lejos y no había luces en la calle.
―Debe ser oscuro como el vientre del infierno por la noche ―comenté.
Asintió.
―Lo es.
Saylor se estaba poniendo nerviosa. Se enderezó en su asiento y escudriñó el paisaje.
―¿Ves esa monstruosidad destartalada en la distancia? No pases demasiado cerca de
ella.
El tráiler que estaba señalando parecía que había sido abandonado durante una
década.
―¿Esa cosa? ¿Alguien vive ahí?
Saylor habló con dientes apretados.
―Sí. Alguien vive allí.
Me quedé mirando la triste vivienda. En realidad, había vivido en lugares casi como
estos y conocí a personas que vivían aún peor. Pero había una cualidad podrida en el lío en
expansión frente a mí que no podía identificar. Era más que pobreza. Hacía que los pelos de
mi nuca se levantaran.
Me detuve.
―¿Saylor? ¿Es ahí donde los chicos crecieron?
168
―Sí. ―Miró a su alrededor con nerviosismo―. Mira, no estoy asustándote. Este no es
un lugar en el que queramos pasar el rato.
Tenía miedo de algo. O de alguien.
“A veces los padres resultan ser malvados hijos de puta”.
Creed me había dicho eso. La razón por la que lo había comentado tenía algo que ver
con lo vivido aquí.
―Ese es el lugar que estamos buscando ―dijo Saylor, señalando un pequeño
remolque a unos cien metros en la distancia. Había un toldo de lona estirado sobre el borde
derecho, probablemente diseñado para ofrecer un poco de sombra al aire libre para el
desafortunado residente. Una motocicleta negra reluciente estaba en el frente. Moví con
cuidado el auto en esa dirección sobre el suelo del desierto sin pavimentar. Cuando me
detuve a pocos metros de distancia de la puerta, Saylor miró a su alrededor una vez más
rápidamente. Me ofreció una sonrisa ansiosa antes de abrir la puerta.
―Vamos ―dijo, haciendo un gesto para que la siguiera.
Aunque golpeó ligeramente la delgada puerta de la caravana, el sonido reverberó,
haciéndose eco en el vacío silencioso. Salvajes creosotas y cactus retorcidos salpicaban el
paisaje a lo largo y ancho. El calor parecía más espinoso aquí. Se sentía como si no pudiera
haber un lugar fresco en cuarenta kilómetros.
Saylor suspiró y llamó a la puerta con más insistencia.
―Vete ―retumbó una voz baja.
No habíamos visto al hombre, a pesar de que debió haber estado sentado en las
sombras bajo el toldo de lona. Vino hacia el frente y se quedó allí, cruzando los brazos. Era
firmemente musculoso y su piel morena estaba muy tatuada. Su cabello negro caía
alrededor de sus orejas y, si tuviera que adivinar su edad, lo habría colocado al final de sus
veinte. Cuando sonrió, podría jurar que lo había visto antes.
―¿Declan? ―aventuró Saylor con un poco de incertidumbre.
Ahora lo sabía. Este era Declan Gentry. Había oído su nombre antes. Era un primo de
Creed, Chase y Cord. No entendía por qué nos había conducido todo el camino hasta aquí
para hablar con él.
―Saylor ―respondió él con voz suave.
Ella sonrió con inquietud.
―Me recuerdas.
Él resopló y se apoyó en la superficie del remolque, aunque debía estar caliente como
para provocar ampollas.
―Mierda, chica, no soy débil mental. ―Apartó su cabello de sus ojos―. ¿Cómo está
Cordero?
―Está bien.
169
―¿Sí? Bueno, voy a suponer que no estabas de visita por el barrio, así que, ¿qué tal si
me dices quién no está bien?
Saylor hizo una mueca.
―Todos los demás. Pero es Creedence quien más me preocupa.
Declan estaba prestando mucha atención.
―¿Por qué?
―Se metió en medio de algo malo.
―Algo malo ―repitió Declan―. Bueno, eso podría ser cualquier cosa, desde una
animadora embarazada hasta homicidio. Así que deja de hacerme adivinar.
―Está comprometido en una pelea. Es una de la que no podrá alejarse si pierde.
Los ojos de Declan se estrecharon.
―¿Con quién?
―No lo sé exactamente. Pero él ya mató a un hombre. Oí a Cord decir el nombre
Jester.
―Jester ―murmuró Declan. Me di cuenta por la repentina tensión en su postura que
el nombre significaba algo para él―. ¿Cuándo?
―En unos pocos días, creo. Deck, Cord siempre ha dicho que conoces a todo el
mundo y que universalmente se acojonan por la mera mención de tu nombre. ¿Hay algo
que puedas hacer?
―¿Estás pidiendo mi ayuda?
―Sí.
Declan sonrió y sus ojos de repente se movieron en mi dirección. Su mirada me
recorrió muy bien.
―Y veo que trajiste un regalo para sobornarme.
Saylor puso sus manos en sus caderas.
―No seas pervertido. Esta es mi amiga, Truly.
―Hola, Truly.
―Hola, Declan.
Tenía una manera fluida de moverse. Era casi hipnótica. Declan Gentry se situó a
meros centímetros de mí y pasó un dedo suavemente por mi brazo.
―¿Tienes un hombre, Truly? ¿O estás buscando uno?
Me encontré con su mirada sin pestañear.
―Estoy con Creedence.
170
―Ah. ―Declan dejó caer su mano y luego me lanzó una sonrisa pesarosa―. Eso es
muy malo. Mis primos parecen tener un don para encontrar las mejores mujeres antes que
yo.
―Entonces ¿vas a ayudar? ―preguntó Saylor. Oí la desesperación en su voz.
Declan dejó caer su acto de chico duro. Parecía triste.
―No sé si hay mucho que pueda hacer, cariño. Sé el tipo de peleas de las que estamos
hablando y no hay manera de reportarse enfermo.
“¿El último hombre que cayó al suelo en una de esas peleas? No se levantó de nuevo. Murió
más tarde esa misma noche”.
Era demasiado horrible de contemplar.
―Por favor ―susurré.
Saylor me miró y su rostro se desmoronó cuando vio que estaba llorando. Las
lágrimas simplemente habían llegado sin avisar. Tenía miedo de nunca poder detenerlas.
Declan miró fijamente.
―Por qué no le muestras a él esa mierda ―dijo un poco bruscamente―. Joderá su
cabeza. ―Miró en dirección del espantoso remolque que habíamos pasado antes de
encontrar nuestro camino aquí.
―Llevaré mi trasero hasta allí hoy ―dijo en voz baja. Me dio una mirada y vi la
misma determinación estoica que había visto tantas veces en Creed―. Esos chicos son mi
sangre y haré lo que pueda por ellos.
―Gracias ―respiró Saylor.
Declan asintió hacia nosotras sobriamente.
―Ahora continúen. Salgan de aquí. Quédense un tiempo y es posible que despierten a
la bestia.
Eso fue todo lo que Saylor necesitaba oír. Me llevó de nuevo al auto y dejamos a
Declan Gentry allí de pie bajo el sol caliente.
Cuando llegamos a la relativa seguridad del centro de Emblem, le hice a Saylor una
pregunta.
―¿Cuán aterradora es la bestia?
―¿Benton Gentry? Es la maldita cosa más terrorífica que he visto. ―Se estremeció.
A medida que nos dirigíamos de nuevo al valle, miré por el espejo retrovisor al lugar
donde Creed había venido. Me moría de ganas de estar en sus brazos.
“Me gustaría ver un montón de cosas, lugares donde no haya sólo polvo marrón y calor. Y te
llevaré conmigo, nena”.
171 Una sensación horriblemente enferma se apoderó de mí. Era de pérdida desgarradora,
o más bien de amenaza.
Esto es lo que sucedía cuando corrías el riesgo de que alguien te sostuviera en sus
brazos toda la noche.
Es lo que ocurría cuando comenzabas a sentir como si tu día significara nada, a menos
que el hombre que había tallado su nombre en tu corazón estuviera contigo.
Tales cosas podían salir terriblemente mal. Podrías encontrarte arrancada, despojada.
Te preguntarías si volverías a respirar fácilmente de nuevo.
Estacioné el auto en el arcén de la carretera, mis manos se aferraron al volante con
desesperación.
Saylor me observaba en silencio.
―Duele ―me atraganté. Estaba llorando de nuevo. No sólo por Creed, pero ella no
sabía eso―. Duele mucho.
Me abrazó.
―Lo sé. Sé que lo hace.
Sollozamos juntas por un poco de tiempo antes de ir a casa.
172
Veinticuatro
Creed

―¿Ella no te dijo a dónde iría? ―preguntó Cord con el ceño fruncido.


―No ―respondí, tomando un sorbo de café―. ¿Por qué no intentas con su teléfono
de nuevo?
Cord tecleó un mensaje de texto, luego observó la pantalla por un minuto.
―¿Se encontraba molesta por algo?
Sí.
173 Pero hice la cosa del cobarde. Me encogí de hombros, lo que en este caso era lo mismo
que mentirle a mi hermano.
No tuve tiempo para pensar sobre eso debido a que Chase entró lentamente a la
cocina. Se veía terrible.
―¿Estás enfermo? ―pregunté sarcásticamente mientras él rebuscaba en el armario de
la cocina.
―Sí ―tosió―, estoy enfermo.
Bajé mi café. Cord me disparó una mirada de advertencia. La mirada decía: No hagas
esto ahora mismo. Esto solo irá mal y no resolverá nada.
Respondí a su mirada con una mía.
Tengo que hacerlo.
―Ven aquí, hermanito. ―Saqué una silla.
Chase me miró cautelosamente pero tomó asiento. Tan pronto como él estuvo allí
perdí cualquier palabra que estuviera en mi cabeza. Solo los observé, a los dos. Había
estado observando a Chase y Cord toda mi vida y no parecía ser suficiente tiempo. En
veintidós años no había pasado un día sin ellos. Eso significaba algo más. Significaba que
ellos nunca habían pasado un día sin mí.
Todos volteamos al sonido de la puerta siendo abierta. Saylor caminó dentro, seguida
por Truly. Ambas parecían tristes y pálidas. Mi estómago hizo una pequeña voltereta hacia
atrás.
Cord se dirigió directamente a Say, abrazándola.
―¿A dónde fuiste, bebé?
Ella intentó sonreír.
―Solo tuvimos una salida de chicas. Estoy bien. ―Miró hacia Truly―. Estamos bien,
¿verdad?
Truly no respondió. Ella me estaba mirando. Algo en la forma en que lo hacía desató
una trompeta de alarma.
Tomé su mano y la guié hacia mi habitación, dejando a los demás atrás. Escuché a
Cord interrogando a Saylor y sus cansadas respuestas. Chase se encontraba tranquilo.
Era la primera vez que Truly y yo íbamos a una habitación sin nuestras manos
encima del otro. Cruzó sus brazos y se apoyó contra la puerta cerrada. Me senté en el borde
de la cama y esperé a que ella dijera algo.
―Pensé ―dijo, parpadeando las lágrimas―, que era como un juego. Que tan solo
arrojarías un par de golpes, quizás sufrir algunas contusiones y eso sería todo. ―Su voz se
quebró―. Pero eso podría no ser todo. ¿No es así, Creed?
174
Esto era aún peor que hacer a Saylor llorar.
―No puedo salirme de esto, cariño. Lo siento.
Truly asintió miserablemente.
―Lo sé. ―Inhaló profundamente, exhalando lentamente―. Así que, ¿cuándo será?
No había ninguna razón para mentir. No podía mentirle de todos modos.
―Pasado mañana.
―¿Puedo ir?
―¡No! ―No había sido mi intención gritar. Pero la idea de Truly parada a un lado en
medio de toda esa violencia era horrible.
Sin embargo, ella no se veía sorprendida.
―Pasado mañana ―repitió en voz baja―. ¿Y qué sucede después de eso, Creedence?
Tuve que colocar todo sobre la mesa. Le debía mucho.
―Estaré alrededor o no.
Un suave sollozo escapó de sus labios. Inmediatamente puso su mano sobre su boca,
como si pudiera devolver el sonido a su interior.
No podía jodidamente soportarlo. Me puse de pie.
―Nena.
Chocó contra mí, enterrando su rostro en mi hombro. Acaricié su cabello y deseé
poder hacerle promesas. Aunque sería egoísta dárselas ahora. Solo la lastimarían más si no
estuviera para mantenerlas.
Levantó su cabeza y colocó sus manos a cada lado de mi rostro.
―Maldito seas, Creedence Gentry. ―Besó mis labios y luego dejó la habitación.
Escuché a Saylor llamándola por su nombre, mientras caminaba por la puerta principal,
pero no respondió.
Había voces murmuradas en la habitación contigua pero no me uní a ellas. Me senté
en medio del suelo. La vida, al parecer, había llegado a un punto muerto. Esta mierda con
la que me había mezclado nos estaba consumiendo a todos. Aquellos por los que daba
mierda se encontraban en dolor.
Cuando una sombra oscureció mi puerta levanté la vista. Allí se encontraba Chase con
mi taza de café. La tendió hacia mí.
―La calenté en el microondas.
―Gracias ―dije, aceptando la taza.
Asintió y se dirigió a su propia habitación. Todos ellos se dedicaron a sus negocios lo
mejor que pudieron. Cord se fue a trabajar. Chase fue al colegio. Saylor aún se encontraba
alrededor pero se mantuvo alejada de mí. No la culpo.
175 El golpe en la puerta principal me llevó sobre mis pies en un instante. Esperaba que
fuera Truly, a pesar de que sabía que era mejor si no era ella.
En su lugar, cuando abrí la puerta vi a alguien inesperado.
―Deck ―dije, más que un poco sorprendido. Él se encontraba viviendo al sur en
Emblem y la última vez que había venido hasta Tempe había sido un año atrás. Ya que no
estábamos en el hábito de realizar visitas ocasionales a nuestra ciudad natal no lo habíamos
visto desde entonces, aunque él llamaba de vez en cuando.
Mi primo me sonrió. Cinco años más que nosotros, Declan Gentry era un canalla
salvaje y nosotros habíamos crecido haciendo nuestro mejor esfuerzo para ser como él.
Siempre se encontraba entrando y saliendo de problemas, siempre dentro y fuera de las
camas de la mitad de las mujeres de Emblem desde el momento en que supo qué hacer con
su polla. Su papá, nuestro tío Chrome, era el modelo original. A pesar de que Chrome era el
hermano de Benton y tenía los mismos bordes duros, él no tenía nada de su crueldad, por
lo menos no con nosotros. Chrome fue el único que alguna vez se tomó el tiempo para
enseñarnos lo que significaba ser un hombre.
―¿Puedo entrar o qué? ―preguntó Declan. Él tenía la apariencia oscura y sensual de
su madre pero su sonrisa arrogante era totalmente Gentry.
Sostuve la puerta y lo dejé pasar. Antes de cerrar la puerta otra vez vi la motocicleta
de Deck en el estacionamiento. Me pregunté qué clase de capricho había traído a Deck
hasta aquí, pero así era; no sabrías nada acera de él durante meses y luego solo aparecería.
―Me alegro de verte, hombre ―dije en serio, golpeándolo en la espalda.
Se detuvo en medio de la sala de estar y miró alrededor.
―También me alegro de verte. ―Empujó su cabello fuera de sus ojos y cruzó sus
brazos―. ¿Qué hay de nuevo, Creedence?
Saylor asomó su cabeza en la habitación. Declan asintió hacia ella. Se veía
extrañamente no sorprendida de verlo.
―Pensé que te escuché ―dijo ella.
―Pensaste bien. ―Él me miró y se aclaró la garganta―. ¿Alguien se siente con ganas
de ofrecerle a un hombre un vaso de agua?
Saylor fue a la cocina y tomó una botella de agua del refrigerador. Se la entregó a él
mientras evitaba mirarme.
―Los dejaré a ustedes dos solos ―murmuró y luego regresó a su habitación.
Declan bebió la botella entera de agua rápidamente. Cuando terminó la aplastó entre
sus manos.
―¿Vas a hablar, primo?
Él sabía que algo estaba sucediendo. Su repentina aparición era demasiada
coincidencia.
176 ―¿Qué has escuchado, Deck?
Mi primo suspiró.
―Que estás metido hasta la cabeza.
Reí pero no había humor en ello.
―Nah, no hasta la cabeza. Solo puede que pierda, de hecho. Eso es todo.
Declan se sentó en el sillón.
―¿Por qué no me llamaste?
Me senté a su lado.
―¿Quién te llamó?
No respondió a la pregunta.
―¿Sabes mucho acerca de este tipo?
―Lo he visto luchar. Su nombre es Jester.
―Lo sé.
―¿Sí? ¿Qué más sabes?
―Que pasó algún tiempo en las instalaciones Kingman, que anda con una jauría de
perros rabiosos que parecen creer que son los restos del Third Reich. ―Hizo una pausa.
Tomó un cigarrillo de su bolsillo pero no lo encendió―. Y que ha matado más que a un
puñado de hombre por diversión y beneficios.
No dudé de sus palabras en absoluto. Incluso si no hubiera visto a Jester aplastar el
cráneo de Emilio, sabía que mi primo tenía las respuestas a casi todas las preguntas.
Deck movió su encendedor pero aún no encendió su cigarrillo. Exhaló
entrecortadamente.
―Desearía poder sacarte de esta.
No dudé de eso tampoco. Declan podía parecer duro como las uñas pero tenía una
debilidad por nosotros tres.
Siempre la tuvo. Al igual que su padre.
―¿Te quedarás por un tiempo? ―pregunté.
Él asistió.
―Al menos por unos pocos días. Te veré atravesar esto, Creed. ―Miró alrededor
nuevamente―. Aunque creo que buscaré un mejor lugar donde dormir. Hay algunas
opciones de donde puedo elegir. ―Sonrió―. Solo necesito escoger una.
Me puse de pie cuando él lo hizo. Me golpeó en el hombro.
―Voy a escuchar algunos rumores. Volveré más tarde. Mientras tanto, intenta
mantener tu cabeza. Sin bebidas ni mujeres.
Me dio una mirada maliciosa y me pregunté si había alguna manera en el infierno de
177 que él supiera acerca de Truly.
―Tienen una forma interesante de interferir con la concentración de un hombre.
Declan caminó fuera del apartamento. Un momento después escuché el motor de su
motocicleta volviendo a la vida.
Me senté otra vez.
―¿Se fue? ―preguntó Saylor. No la había oído salir de su habitación.
―Sí, por ahora. Regresará.
Ella asintió y fue a la cocina. Miró en los gabinetes y luego frunció el ceño cuando no
encontró mucho en ellos. La seguí.
―Tú lo buscaste.
Saylor se apoyó contra el fregadero y nerviosamente jugó con su cabello.
―Sí. Hablé con Declan. ―Se encogió de hombros―. Pensé que si alguien podía
ayudar sería él.
―¿Entonces es allí donde ustedes fueron esta mañana? ¿A Emblem?
Dejó caer su cabello y me miró a los ojos.
―Sí. Fui a Emblem y llevé a Truly conmigo. Ésta mierda no solo te afecta a ti.
―Sé eso, Saylor.
―Ella está herida.
―También sé eso.
Cerró sus ojos y una solitaria lágrima goteó por su rostro.
―Lo siento, Creed. Lo siento si interfiero. Solo que no puedo quedarme sentada y
verte marchar hacia tu propia muerte. ―Hizo una mueca―. Lo siento, otra vez. Eso fue
melodramático.
Estaba sorprendido. Saylor se veía honestamente apenada con la idea de mí siendo
herido.
―Tú eres amiga de Chase ―dije en voz baja.
Ella alzó sus ojos. Se veían curiosos.
―¿Sí? ¿Y qué?
―Hemos tenido un tiempo difícil, tú y yo. Parecía mejor si tan solo me mantenía
fuera de tu camino. Supuse que yo solo era algo con lo que lidiabas, por la salud de Cord.
―Ella estaba sacudiendo su cabeza aún antes de que hubiera terminado de hablar.
―No ―dijo inmediatamente. ―. No, Creedence. Tú no eres algo con lo que solo lidio.
Tú también eres mi familia.
―Bueno, maldita sea ―dije, porque no sabía cómo responder los meses de
malentendido entre nosotros.
178 ―¿Podrías ganar, verdad? ―dijo esperanzadamente―. Es decir, mírate. Eres como
una pared de ladrillo. Y aún si no ganas eso no significa… ―No pudo terminar su oración.
Mordió su labio y miró hacia el suelo.
―No ―la tranquilicé―, eso no significa que no volveré a casa. ―Me dio una acuosa
sonrisa y me quedé pensativo―. Sabes, mientras crecía, una de mis personas favoritas en la
Tierra era mi tío Chrome. Me encantaría ser eso, el tío favorito.
Ella rió un poco.
―Tendrías que luchar contra Chase por el honor.
―Tal vez sea un honor que podamos compartir.
―Sí. ―Sonrió ampliamente―. Creo que lo es.
―Oye, ¿Saylor? ¿Me ayudarías con algo?
―Por supuesto.
―Necesito hacer algunas compras. Creo que quizás podría encontrar lo que estoy
buscando en Craigslist.
Ella parecía perpleja pero aún dispuesta.
―Muy bien. Déjame tomar mi computadora.
Esperé por ella en la cocina. No era bueno con los grandes gestos pero había tan solo
uno que debía realizar. Necesitaba hacerlo antes de que las luces pudieran irse.
Veinticinco
Truly
Después de dejar a Creed fui directo al trabajo. Me até un delantal a la cintura y sonreí
de manera agradable al dueño. Pero por dentro estaba entumecida. Al final tuve que
admitirme a mí misma lo mucho que Creed Gentry significaba para mí. Podría haber sido
maravilloso, pero en cambio era terrible. Recordaba sentirme así antes. Fue hace años, en
una solitaria cama de hospital. Recordaba mirar un calendario en la pared y odiarlo por
todos los días que contenía. No quería enfrentar ni un día más. Pero la vida no te da esa
opción. Solo continúa y si tienes una pizca de espíritu de conservación entonces haces tu
mejor esfuerzo para superarlo.

179 Saylor tenía la noche libre y no sabía si alegrarme o no. La extrañaba en el trabajo,
pero también era un recordatorio de todo lo que podía perder.
La mega zorra de Julia tropezó conmigo un par de veces, cuando tenía las manos
llenas, pero no hice nada. Simplemente no lo tenía en mí.
El tiempo pasaba con insoportable lentitud. Sobre las siete de la tarde pensé que
debería comer algo así que tomé un descanso. Tomé un sándwich de la cocina y me senté
en una mesa. No debería haber hecho eso. Cuando miré hacia la silla vacía todo lo que
podía ver era a Creedence. Nunca había llorado con tanta frecuencia, una vez más me eché
a llorar por segunda vez ese día. Miré mi regazo y, en silencio, observé cómo las lágrimas
caían en él.
―Truly―dijo una voz firme pero amable―. Por favor, ven a mi oficina.
Julie sonreía con satisfacción hacia mí mientras seguía a Ed al armario que hacía de
oficina más allá de los servicios. Me senté tristemente en una silla plegable de metal al otro
lado de su escritorio, mientras se sentaba en su silla y me fruncía el ceño. Débilmente, me
pregunté si me iba a despedir.
Ed se aclaró la garganta.
―Mira, sé que solo soy el idiota que se sienta detrás del escritorio y te lanza mierda
sobre cómo hacer tu trabajo. ―Suspiró―. Pero no soy tan horrible.
Una fotografía en su mesa me llamó la atención. Era Ed de pie en la orilla de una
remota playa. A su lado estaba una joven mujer, que debía ser su esposa. Él tenía las manos
sobre los hombros de dos niños pequeños.
―Sé que no ―le contesté.
Asintió.
―Eres una joven muy responsable. Una buena trabajadora. ―Entrelazó los dedos
sobre el escritorio y me dio una mirada apreciativa―. Truly, ¿necesitas unos días de
descanso?
Estaba sorprendida, esperaba palabras más del tipo: Junta tu mierda y ve a servir algo
de pollo.
―No puedo perder mi trabajo ―sentencié.
Ed sonrió.
―Creo que podremos lograrlo sin ti durante unos días. Por favor, vuelve cuando
puedas. Tu trabajo seguirá aquí.
Casi empecé a sollozar de nuevo. De verdad, me estaba convirtiendo en un caso
perdido. Pero después de pasar horas tambaleándome en el borde emocional, estaba más
que agradecida por encontrarme con esta inesperada amabilidad.
―Gracias ―susurré. Me levanté y di dos pasos hacia la puerta.
180
―¿Truly? ―comenzó Ed. Me di la vuelta. Estaba mirando la fotografía de su
familia―. Solo porque las cosas no sean ideales, no significa que no valga la pena
mantenerlas.
No sabía qué le había hecho decir eso. Supongo que estaba hablando de sí mismo,
sobre la mezcla de alegrías y decepciones que había tenido a lo largo de su vida. Le di las
gracias otra vez y me marché.
Nadie me habló mientras tomaba mi bolso y salía por la puerta. Aún no estaba muy
oscuro y cualquier otra noche, hubiese estado contando las horas hasta que estuviese en los
brazos de Creed. Me dirigí a mi auto y desgraciadamente me di cuenta que no podía ir a él,
recordando lo que Declan Gentry había dicho. “No le muestres esta mierda. Joderá su cabeza”.
En cambio, conduje a casa.
Sinceramente, había olvidado por completo todo sobre mi problemática compañera de
piso y sus formas de ondear el bate hasta que alcancé mi puerta. Tuve que llamar porque
aún no había reemplazado la llave que había roto antes.
Stephanie debía haber estado agachada en la sala, porque respondió en segundos.
Vestía una larga camiseta negra, que le llegaba casi por la rodilla y su cabello parecía
húmedo. Olía a champú y aún llevaba su bate.
―Hola, Steph ―saludé con cautela, sintiéndome un poco culpable por cómo la había
olvidado en cuanto salí por la puerta con Saylor.
Recogió un libro del sofá y miraba entre los listones de vinilo de las persianas del
patio.
―Lo arreglé ―mencionó―. La puerta, quiero decir.
―Gracias. Conseguiré una llave nueva mañana. ―Señalé el libro que apretaba contra
su pecho―. ¿Qué estás leyendo?
Stephanie lo alzó para que lo viese.
―¿El Hobbit? ―Estaba sorprendida. De algún modo, el clásico de fantasía no parecía
muy del estilo de Stephanie.
Me dio una sonrisa cansada.
―Por motivo sentimentales.
Me aclaré la garganta.
―Dulce, creo que es hora de que tú y yo tengamos una charla.
―De acuerdo. ―Suspiró―. Pero no vuelvas a llamarme dulce.
Esperé hasta que se sentó en el sofá para unirme a ella. Se dio cuenta que aún tenía el
bate en una mano y el libro en otra. Dejó ambas cosas en el suelo.
―Así que, ¿qué pasa, Steph? ¿De quién son las rodillas que estás buscando romper y
por qué?
181
Bajó la cabeza. Sus húmedos rizos ocultaron su rostro.
―He molestado a alguna gente, eso es todo. Sé que ellos me molestaron a mí.
Stephanie me miró. Mientras esperaba a que continuase, tenía la sensación de que
estaba organizando sus pensamientos, tratando de tomar una decisión sobre lo que quería
compartir. Al final, puso las manos sobre las rodillas y suspiró profundamente. Parecía
muy pequeña en ese momento.
―¿Sabes cómo me pago la escuela? ―soltó.
―¿Cómo podría saberlo? No eres la chica más comunicativa del estado.
―Tomo apuestas, Truly.
No sabía qué hacer con esa afirmación.
―¿Apuestas de qué?
―Deportes. De todo tipo. Desde fútbol hasta carreras de perros.
―Entonces eres… ―Busqué las palabras―. ¿Corredora de apuestas?
―Sí. ―Tiró de la camiseta sobre sus rodillas, en una postura muy infantil, mientras
bajaba la cabeza―. Puedes llamarlo negocio familiar si quieres ser cínica. Mi padre lleva
media década cumpliendo condena en el norte. En Nueva York. Cruzó la línea y lo
atraparon por sabotear alguna mierda de caballo.
―¿Qué tipo de mierda de caballo?
―Literalmente mierda de caballo. Carreras de caballos.
―Oh ―dije un poco avergonzada. Intentaba asimilar su confesión.
Stephanie abrió los ojos como platos cuando comencé a reír de forma estridente.
―Y yo pensando que eras una chica de la noche.
Parecía confundida así que se lo aclaré:
―Una prostituta de lujo, Steph. Imaginé que eras una puta.
―¿De verdad? ―Se miró y sonrió sarcásticamente―. Dudo que pueda pedir un
precio elevado en este momento.
―Te has arreglado bien. Reconozco el toque de calidad cuando lo veo.
Stephanie suspiró y se recostó. Miraba el muro.
―Quizás sea mi próxima profesión.
―¿Steph? ¿Quién está tratando de hacerte daño?
Su expresión se turbó inmediatamente. Se abrazó e hizo una mueca, cerrando los ojos
como si algo terrible hubiese aparecido ante ella.
Suavemente puse una mano en su hombro.
―Cariño, ¿alguien te ha hecho daño?
182 Negó.
―No. ―Una lágrima cayó por su mejilla―. No, no me hicieron daño. No como estás
pensando. Ellos… ―la voz de Stephanie salió entrecortada y se limpió los ojos―… me
humillaron ―terminó en un susurro.
No sabía a qué se refería. Esperé a que me lo dijese, pero no quiso. O no pudo.
―De todos modos, mejor que no intenten más mierda. ―Tomó su bate y lo golpeó en
su mano―. Papá me enseñó cómo hacer daño. ―Se detuvo, mirando al bate―. A no ser
que aparezcan con algo más afilado que esto.
―O ruidoso ―aclaré.
―Sí ―acordó―. O ruidoso. ―Stephanie me miro con tristeza―. Lo siento, Truly.
Debería haber aclarado esto contigo antes.
―Hmmmm ―me quejé―. Ese parece el lema de esta semana.
Me puse una mano en la frente y volví a reír, porque era todo lo que podía hacer. La
vida se convertía en varías sombras de surrealismo cuando tu novio se estaba preparando
para una pelea de gladiadores clandestina y tu compañera de cuarto llevaba una red de
apuestas ilegales.
Stephanie esperó hasta que acabé.
―¿Algo más está mal?
―Nada. Problemas de chicos.
Sonrió despacio.
―Me gusta el ogro. Parece que no es un imbécil.
Me levanté, me puse las manos en las caderas y levanté a mi compañera de piso.
―En eso tiene razón señorita Bransky. Creedence Gentry, definitivamente, no es
imbécil.

183
Veintiséis
Creed
Tener todo preparado ya era una extraña especie de alivio. Pude dejar de
preguntarme. Pude dejar de tratar de adormecer el horror de la incertidumbre con la
bebida. Por otra parte, había también un sentimiento desesperado de que si no hacía todo
jodidamente bien ahora mismo, entonces no llegaría a hacerlo en absoluto. De verdad
estaba en mi mente constantemente. ¿Finalmente había sido capaz de perder la cabeza por
una chica a causa de la presión añadida a pesar de eso? No había diferencia; me importaba
todo en lo que a ella concernía.
―Creo que encontré una ―dijo Saylor. Volvió la computadora en mi dirección. Leí la
184 lista que resumió, marcando con los dedos―. Buenas condiciones, tal vez necesita algo de
lubricación y una banda. ¿Crees que eso es todo?
―Sí ―le dije―. Creo que eso es todo.
Hice una llamada y hablé con una mujer cuya voz me hizo preguntarme si era la
propietaria original del aparato antiguo. Le ofrecí el precio de venta y lo arreglé para
recogerlo al día siguiente.
Chase llegó a casa por la tarde. Parecía un poco aturdido de vernos a Saylor y a mí
todos amistosos, sentados en el sofá y jugando video juegos. Pero después de un minuto se
encogió de hombros, arrojó su mochila y se sentó entre nosotros. Trató de tomar el control
de juego de mi mano y rió cuando le di un manotazo.
―Deck está aquí ―dije.
Los ojos azules de Chase miraron cuidadosamente alrededor de la sala de estar.
―¿De verdad? ¿Se está escondiendo de mí?
―Tenía que correr por un rato. Volverá.
―Oh. ―Bostezó―. ¿Que hay para cenar?
―No lo sé. ―Saylor se encogió de hombros―. ¿Qué vas a hacer?
A Chase no le gustó esa respuesta.
―¿Dónde está Truly? ―se quejó―. Ella cocinaría para mí.
Vi a Saylor pellizcar a Chase ante la mención del nombre de Truly.
―Eso duele ―se quejó.
Saylor rodó los ojos.
―Dame un descanso. ¿Sabes lo que necesitas, Chasyn? Necesitas dejar de follar al
azar y encontrar una pequeña y dulce diosa doméstica que hornee galletas y te frote la
espalda.
Chase, reflexionó.
―¿Frotaría otras cosas también?
―Ese sería un requisito.
―Bueno. ¿Dónde podría encontrar tal modelo de mujer?
―Prueba en el año 1956.
Chase, la miró fijamente.
―Has ganado peso, muñeca. ¿Con qué te está alimentando Cordero?
Saylor se levantó de un salto y miró a su cuerpo.
―No he ganado peso, pequeño malcriado desagradable.
Lo empujé.
―Deja de joderla, Chase.
185 Chase estaba ofendido.
―¿Oh, ustedes son un equipo ahora? ¿Adivinen qué? Me di cuenta que nuestra
pronto señora Gentry tiene un secreto. Uno grande. Bueno, ahora es pequeño, solo hay que
darle un par de meses.
―Él lo sabe ―le dijo Saylor alegremente.
Eso tomó a Chase un poco con la guardia baja. Hizo un puchero.
―¿Le dijiste antes que a mí?
―Lo adivinó. Me conoce demasiado bien. ¿Cómo te diste cuenta, de todos modos?
Chase, señaló a su estómago y sonrió.
―No deberías usar esos vestidos veraniegos a menos que desees anunciar el pan en el
horno. Estás que revientas, cariño. ―Saylor enrojeció pero Chase, saltó y la envolvió en un
abrazo firme―. Sólo estoy bromeando. Felicidades, querida. Cord será un gran papá.
Ella se iluminó de felicidad.
―Lo sé. Está emocionado.
Chase levantó una ceja.
―¿Voy a ayudar a planear la boda?
―Sí. Solo que por ahora no lo vamos a planear. Vamos a esperar hasta que… ―Se
interrumpió bruscamente y miró hacia mí. Sin embargo, sabía lo que iba a decir. Estaban
esperando hasta que toda la lucha de mierda se solucionara. No pude soportar la forma en
que su cara cayó. No podía con eso, no en el medio de lo que debería haber sido un
momento feliz de celebración.
Colgué mi brazo alrededor de los hombros de Chase.
―¿Así que hacemos que camines por el pasillo?
Saylor sonrió un poco.
―Creo que Cord lo querrá de pie a su lado.
Chase miró con curiosidad su estómago.
―¿Cuántos crees que tienes ahí? ―Se arrodilló y empezó a hablar con su abdomen―.
¡Hola! Es el tío Chase. ―Se dio la vuelta y me explicó―. Cuanto antes el feto se acostumbre
al sonido de tu voz más responderá en tu presencia cuando salga.
Saylor se alejó de él, riendo a carcajadas.
―¿Ah, sí, profesor?
―Sí ―asintió con seriedad. Tiró de mí―. Vamos, Creedence. Habla con el bebé.
―No voy a hablar con el bebé. El bebé ni siquiera tiene oídos todavía.
―No tienes imaginación. ―Chase negó.
Suspiré y tomé mi guitarra.

186 ―Te voy a cantar una, junior. ―Empecé a afinar las cuerdas y luego comencé a tocar
“Danny 's Song”. Era lo que había cantado la primera vez que toqué una guitarra enfrente
de Saylor. No sabía si lo recordaría o no.
Chase la llevó de nuevo al sofá y se sentaron juntos. Toqué toda la canción,
perdiéndome en la música como siempre lo hacía. Cuando terminé la última nota y levanté
la vista vi a los dos con expresiones idénticamente trágicas.
―Maldita sea ―susurré, bajando la guitarra. Todo siempre regresaba a la lucha. El
único consuelo que recibí del dolor de todos, era el conocimiento de que pronto, de un
modo u otro, se habría terminado.
Mierda
Mentir a uno mismo es algo jodido hacer. Es como tirar las mantas por encima de tu
cabeza, con la esperanza de que el monstruo en tu dormitorio, no pueda ver el contorno de
tu cuerpo. Es inútil. Es cobarde. Si no era capaz de llegar a casa en dos noches, entonces,
solo mi dolor habría terminado. Para el resto de ellos, que había dejado atrás, continuaría
para siempre.
Todos hicimos un valiente esfuerzo para estar alegres, cuando Cord llegó a casa.
Chase le dio una palmada en el hombro y lo llamo “papa”. Cord agarró con fuerza a Saylor
y trató de sonreír, pero cuando me miro, vi la forma en que su boca se curvó hacia abajo.
También vi el pliegue entre sus cejas; siempre aparecía cuando estaba molesto.
Probablemente estaría allí hasta que él fuera un hombre viejo.
Declan entro casualmente un poco más tarde. Cord parecía perplejo al verlo. Deck dio
a Cord un apretón de manos con fuerza y luego se volvió hacia Chase.
―Hola hombre. Ardiste fuera de la ciudad de manera tan rápida, hace unas semanas,
que no pudimos hablar.
Chase, cerró los ojos brevemente y luego levantó la barbilla, dirigiendo una mirada
intensa a Declan.
―Eso es correcto ―dijo―. No hablamos.
Deck miró hacia atrás por un momento y luego hizo una breve inclinación de cabeza,
lo que significaba que entendía la silenciosa advertencia que Chase estaba emitiendo.
Pero Cord tenía curiosidad ahora.
―¿Bajaste a Emblem? ―presionó a Chase―. ¿Cuando?
―Pocas semanas atrás. ―Chase, se encogió de hombros―. Fui a dar una vuelta. No es
importante.
Podía decir por los ojos entrecerrados de Cord que se sentía diferente. Me sentía
diferente también. La última vez que los tres nos aventuramos a Emblem fue con orgullo de
ofrecer a nuestro lío de madre un gran pedazo de nuestro efectivo cuidadosamente
guardado. Habíamos escuchado que Benton estaba en el calabozo por un rato y pensamos
que tal vez ese hecho, más el dinero, sería suficiente para poner en marcha a Maggie
187 Gentry. Deberíamos haberlo sabido mejor. Ella agarró el dinero de mi parte, nos dio a todos
una sonrisa fuera de foco y luego arrastró sus pies de nuevo al remolque. Había sido un día
de finales de otoño nublado y el sudor rodando por mi cuerpo, no tenía nada que ver con el
clima. Recogí a mis hermanos y me aleje de ese mal recuerdo tan rápido como pude.
No había regresado. Si nunca veía el lugar de nuevo, se sentiría muy bien conmigo.
Que yo sepa, Chase y Cord no habían vuelto desde entonces tampoco.
―¿Tomaste mi coche? ―preguntó Saylor a Chase y por una vez sonaba irritada con
él―. Recuerdo eso. Utilizó casi todo un tanque de gas.
Deck aplaudió de repente. El sonido fue ruidoso.
―Vamos a conseguir un poco de pizza, niños. ―Me dio un codazo―. Yo pago si tú
conduces.
No sabía lo que estaba pasando con Deck, ya que él no era un hombre para irse por las
ramas, pero obviamente tenía algo que decirme y no quería hacerlo delante de una
multitud. Deck se acomodó a mi lado en la camioneta y mientras llevé hacia atrás la
camioneta, atrapé una vista de su perfil. Podría jurar que estaba mirando a tío Chrome con
piel más oscura. No lo mencioné sin embargo. Deck tuvo una relación conflictiva con su
padre. Chrome se había ido a menudo, dejando a Declan y a su madre para labrarse una
existencia escasa, justo en el medio del caos Gentry. Desde la desastrosa muerte de Chrome
varios años antes, nunca había oído a Deck decir su nombre.
―Entonces, ¿qué es? ―le pregunté cuando salimos a la carretera―. ¿Lograste rastrear
esos rumores?
―Pagué algunas visitas ―respondió lentamente―. No me gusta de lo que me enteré.
No te va a gustar tampoco.
La actitud sombría de Deck me hacía sudar un poco. Si Declan pensaba que las cosas
estaban mal, entonces las cosas estaban mal.
Mi primo se movió. Olía a cuero.
―¿Este idiota contra el que vas? Incluso antes de llegar a ese pobre diablo la otra
noche, ya tenía el hábito de matar. Y no se trataba de vástagos en la ducha, mi amigo. Esto
fue alguna mierda sucia. Bien, en algún lugar del camino anotó a un benefactor. Fue
encerrado por asesinato y debería estar allí durante décadas, sin embargo, aquí está. Se dice
que fue soltado por un tecnicismo legal, pero también hay susurros de que fue algo más
siniestro. Algo orquestado por personas que pueden obtener algo de él.
Gruñí. Esto no era una buena noticia, pero no era exactamente sorprendente.
Declan no había terminado de hablar aún, sin embargo.
―¿Conoces al hijo de puta que te está patrocinando?
Levanté las cejas.
―¿Gabe?
188
―Gabe ―escupió Declan―. Él no está con tus mejores intereses en mente. ¿Crees que
te respalda? Es sólo un puto concurso de mierda y se supone que debes ser el perdedor.
Creed, te están tirando por ahí, como a un ratón puesto delante de una serpiente.
―Mierda ―juré, golpeando el volante, más indignado en mi propia estupidez que
cualquier otra cosa. Nunca se me había pasado por la cabeza que Gabe apostara contra mí.
Declan parecía tan miserable como nunca lo había visto.
―Lo siento hombre. Todos los putos favores que tengo en la orilla, no significan
absolutamente nada aquí.
―No es tu culpa ―murmuré―. No puedo esperar que te lances en picado y me salves
de mi propia imprudencia.
―Nunca he tenido ningún hermano ―murmuró Declan―. Por lo menos ninguno que
yo sepa. ―Me dio una mirada maliciosa―. Siempre pensé que ustedes tres eran como mis
hermanitos. Traté de tomar tu lugar, Creed. Traté Esos hombres no quisieron, sin embargo.
Están facturando esta mierda como una batalla de fuerza física Aria y no encajo en el perfil.
No te estoy diciendo esto porque estoy buscando las gracias o putas lágrimas. Sólo quiero
que sepas que estoy de tu lado.
Llegamos hasta la pizzería. Apagué motor y respiré profundamente.
―Entonces, ¿qué diablos hago, Declan?
Él no se anduvo con rodeos.
―Tienes que ganar, Creedence. Por cualquier medio necesario. Tienes que eliminar
todo atisbo de piedad y hacer que no quede nada de ese hijo de puta. ―Mi primo me está
diciendo que tengo que matar a un hombre, si quiero vivir.
―¿Tendría incluso que terminarlo, Deck? ¿Verdad? ―Él no podía responder de
cualquier manera.

189
Veintisiete
Truly
El zumbido de mi teléfono me arrancó de un sueño inquieto. Busqué por este en la
oscuridad, mi corazón acelerándose cuando mi mente cayó en cuenta del hecho que era
mitad de la noche y nadie debería estar llamándome.
Miré el teléfono y vi las palabras “Teléfono de Carrie”. Me senté de un salto, con el
corazón latiendo con fuerza.
―¡Carrie!
―Tuuuulyyyyy. ―Mi hermana menor cantó en el teléfono. Era la forma en que solía
pronunciar mi nombre cuando era pequeña.
190
―Cariño, son las cuatro treinta de la mañana. ¿Qué sucede?
Casi podía verla encogiéndose de hombros con un movimiento de su cabello rojo.
―Nada. Vi que llamaste la semana pasada tarde en la noche y no dejaste un mensaje.
¿Por qué no dejaste un mensaje, bombón? De cualquier modo, tuve la intención de llamarte
de regreso, pero la vida sólo ha sido un torbellino ardiente.
―Te había llamado sólo para saludar. ¿Estás de camino a clase? ―pregunté,
frotándome mis ojos y recordando que el tiempo en Virginia iba tres horas por delante.
―Pronto. Pero quería ponerme al día con mi hermana mayor favorita primero.
Sonreí a pesar de estar un poco molesta por la hora de llamar. “La hermana mayor
favorita” de Carrie siempre había variado entre Mia, Aggie y yo. Dependía de qué humor
tenía o qué quería. Sin embargo nunca me importó. Carrie podía ser tan dulce como
exigente. También había un elemento de astucia en ella. En lugar de sufrir por ser la última
chica Lee que permanecía en las garras de Laura, se las había arreglado para pescar una
beca completa en un internado de campo, lleno de las hijas más privilegiadas del sur.
Carolina Lee sería una fuerza a tener en cuenta algún día.
―Esta hermana mayor está muy bien ―le dije, recostándome contra las almohadas de
la cama. Estaba tan oscuro como una cueva en mi cuarto―. ¿Por qué no me cuentas cómo
vas tú?
Carrie siempre estaba feliz de cambiar el tema de conversación a ella misma. Habló
sobre su equipo de fútbol, se burló de sus compañeros de clase ricos, y se rió de todos los
chicos que la perseguían. Después de hablar por quince minutos se detuvo.
―¿Truly?
―¿Sí, hermanita?
―¿De verdad sólo me estabas llamando a saludar?
―¿Es tan difícil de creer eso? ¿Por qué preguntas?
―Porque hablé hace poco con Aggie.
―¿Qué dijo?
Carrie suspiró.
―Que ustedes no habían discutido, no exactamente, pero que no terminaron
mandándose besos la una a la otra. ―Su voz se puso un poco melancólica―. Ustedes dos
siempre fueron muy unidas. Mia y yo estuvimos casi celosas. Era a ustedes dos a quien
mirábamos, sabes. No a Laura.
Tragué.
―¿Cómo está mamá?
―Auto compadeciéndose y desordenada como siempre fue. Está viviendo en un
191 pequeño remolque afuera de Mobile. Trato de no investigar.
Fue tonto de mi parte hacerle esa pregunta.
―¿Alguna vez pregunta por mí?
La pausa de mi hermana me dijo todo lo que necesitaba saber.
―Cariño, sabes que Laura no puede más que preocuparse por quién le va a comparar
su siguiente trago y qué tan pronto se puede acostar con él. ―Carrie tomó aire―. Mierda,
lo siento, Truly.
―Está bien. Tal vez debería ser dicho. Nunca hablamos sobre eso, pero es verdad. Yo
tomé a un hombre que pertenecía a mi madre.
Carrie se enojó.
―Él era un terrible pedazo de suciedad. Ella debió haberlo visto y entender lo que
realmente estaba persiguiendo. Eras solo una niña.
―Tenía diecisiete. Tú tienes diecisiete. ¿Hubieras sido tan débil, Carrie? ―No
contestó, así que la presioné―. ¿Y bien, lo hubieras sido?
―No ―dijo con calma―. Pero no voy a menospreciarte por esa equivocación. Estoy
segura de que cometeré algún error algún día. No le debes nada a esa mujer. Estuvo
enferma de celos desde el momento en que pudiste llenar un sostén. No se puede llamar a
sí misma una madre, no desde mi opinión. No malgastes más dolor en ella. Tengo la
sensación de que has sufrido más que suficiente, Tallulah.
Una lágrima rodó por mi mejilla. No podía describir con facilidad lo que significaba
tener a otra persona que entendiera la culpa y la soledad de mis últimos cuatro años. Pero
al parecer mi voluntariosa y hermosa hermana menor lo había entendido de alguna
manera. El hecho era casi demasiado.
―Te extraño, niñita ―susurré.
―También yo ―susurró de regreso. Carrie se aclaró la garganta―. Cariño, debo
llegar a la clase ahora, pero no dejes pasar tanto tiempo entre las llamadas. ¿Y Tru? No te
rindas tratando de contactar a Augusta. Esa chica no es tan fuerte como parece.
Me dio pena escucharla despedirse. Podría haberle dicho más a pesar de que Carrie
había dejado claro que pensaba que el pasado debería quedarse donde estaba. Sin embargo
a ella le hubiera gustado saber sobre Creedence.
Mi mano se estiró y toco el vacío de la cama a mi lado. Parecía erróneo que él no
estuviera aquí. Casi podía sentir la fuerte presión de sus manos sobre mí. Creed era a ratos
gruñón o enternecedor, con una cabeza llena de demonios con los que no podía
reconciliarse. También era sincero, genuino e insoportablemente hermoso.
Y mañana en la noche había una posibilidad real de que pudiera perderlo para
siempre.
Todos estos nuevos pensamientos me estaban haciendo sentir lo suficientemente mal
192
cuando miré hacia mi teléfono que se me cortó la respiración. La fecha se deslizó sobre mí.
Había sabido que estaba allí; siempre lo estaba; colgando sobre mí como una nube de
tormenta. Pero por lo general me las arreglaba para prepararme antes de que la lluvia
comenzara.
Incluso aunque sabía que dormir ya no era posible, tiré las mantas sobre mi cuerpo de
todos modos. Mis manos fueron a mi estómago, como siempre lo hacían. Cerré mis ojos y
recordé las cosas que me hice olvidar cada día del año. El dolor físico era fácil de invocar.
La emoción de la agonía casi me aplastó.
Cuando finalmente aparté las mantas y me preparé para enfrentar el día, el sol había
salido. Sentí como si hubiera estado sola tras la puerta de mi dormitorio por un año.
―Hola ―dijo Stephanie desde el sofá de la sala. Tenía su libro en su mano y mi gato
en su regazo.
―Te levantaste temprano ―murmuré, yendo a la cocina.
Stephanie vino detrás.
―¿Estuviste llorando?
―No.
―¿Es el ogro?
―No.
Steph se inclinó contra la estufa. Soltó una pequeña risa y se inclinó hacia adelante,
sus gruesos rizos rubios cayendo sobre su rostro.
―¿Qué par de mierda somos, eh?
―Todo un conjunto ―estuve de acuerdo.
Después de bañarme, fregar la cocina y limpiar la caja del gato no pude quedarme
encerrada en el apartamento. Stephanie aún estaba en el sofá en su pijama, leyendo El
Hobbit. Parecía cómoda, más tranquila de lo que jamás la había visto. Apenas asintió
cuando dije que necesitaba salir un rato.
Una vez estuve en mi auto y sudando a través del tráfico de Tempe pensé en
aparecerme por el trabajo. Aunque era generoso de Ed darme el tiempo libre, de hecho no
podía permitirme el golpe financiero. Al final, sin embargo, no podría enfrentar el olor de
grasa de cocina y la monotonía de un servicio alegre.
Quería hacer algo atrevido, algo para avisarle al mundo un hecho que había
mantenido oculto por mucho tiempo. Era el momento.

Me había olvidado que Cordero Gentry trabajada en la tienda de tatuajes. Cord fue
quien se acercó a ayudarme.
―Hola ―dijo, visiblemente desconcertado al verme sentada en una de las sillas de
terciopelo de felpa en el área de recepción al frente.
193 ―Hola Cord ―respondí, buscando en mi cerebro una forma de salir de esta.
Cord se inclinó en el mostrador y pacientemente esperó a que soltara lo que fuera que
necesitara decir.
Lo más probable es que hubiera pensando que lo estaba buscando para preguntarle
por Creed.
Lo miré directamente a sus ojos azules. Era del mismo tono exacto que los de su
hermano.
―De hecho, estoy interesada en hacerme un tatuaje.
Cord miró alrededor.
―Bueno, viniste al lugar correcto. Es lo que hacemos aquí. ―Me miró por un
momento, tal vez sintiendo mi incomodidad―. ¿Truly, te gustaría que llame a alguien más
para que te ayude?
―No, está bien. No me importa si eres tú. ―Apunté a los elaborados tatuajes en sus
brazos―. Después de todo, parece que sabes lo que estás haciendo.
Él sonrió.
―Está bien, entonces. Vamos a mi oficina.
Cord silbó suavemente mientras esperaba que lo siguiera. Mientras caminaba por el
lugar miré alrededor fascinada por el trabajo de arte cubriendo las paredes. Era como estar
dentro del sueño de alguien más. Un hombre con grandes expansores de oreja y tatuajes
desde sus muñecas hasta sus hombros estaba escuchando a un par de chicas universitarias
discutir sobre qué diseño celta sería el mejor tatuaje para la espalda baja. Él sonrió hacia
Cord y rodó los ojos. Cord se rió y abrió la puerta a una pequeña habitación.
―Después de ti ―dijo, haciendo un caballeroso gesto con la mano.
Coloqué mi bolso en el suelo y con cuidado me senté en el borde de una gran silla
negra.
―Entonces ―dijo Cord, arrastrando un banco―, ¿qué quieres hacerte?
Aclaré mi garganta y traté de explicar lo que estaba buscando.
―Sólo quiero algo sencillo, algo mostrando una fecha específica. ―Pensé por un
minuto―. ¿Tal vez podrías escribirlo de alguna forma en una flor de magnolia?
Cord asintió.
―Si quieres. Puedo hacer lo que me digas. ―Tomó una pluma y un bloc, arrancando
una página de dibujos intrincados y arrugándolo en una bola. Lo arrojó limpiamente a la
papelera sin mirar y comenzó rápidamente a dibujar en una hoja limpia de papel. Después
de un minuto me lo mostró―. ¿Así?
―Sí ―respiré. Había dibujado una flor perfectamente exacta. Casi parecía viva―.
Exactamente así.
Cord estaba complacido.
194
―Ahora puedo agregar la fecha a la flor. Dime cuál es.
―Hoy ―respondí y Cord levantó la mirada―. Catorce de septiembre.
―Está bien ―dijo―. ¿Quieres el año con eso?
―No. El día y el mes son suficientes.
Regresó a su dibujo, añadiendo hábilmente los números nueve y catorce dentro de los
pétalos de la flor. Me lo enseñó.
―¿Entonces dónde lo quieres?
―No lo sé ―dije honestamente―. ¿Dónde suele la gente ponerse estas cosas?
―En todos lados. ―Se rió―. Sólo depende de lo mucho que quieres que sea visto.
Apenas podía escuchar mi voz.
―Quiero que sea visto. Debería ser visto. ―Cord estaba mirándome extrañamente así
que sacudí mi humor raro y apunté a mi hombro derecho―. Colócalo aquí.
―Sube la manga ―dijo, ya sacando sus herramientas.
Mantuvo una mirada seria en su rostro todo el tiempo que trabajó. Esperé que me
preguntara el significado del día; si era mi cumpleaños o la muerte de alguien. Sin embargo
no lo hizo. Mantuve mi cabeza girada la mayor parte del tiempo. No me importaba ver la
aguja, pero no quería verlo a él. Con su cabeza inclinada y la severa concentración de sus
maneras, me recordaba demasiado a Creed.
―¿Cómo está él? ―Solté cuando Cord había estado trabajando por diez minutos.
Él se detuvo, luego suspiró.
―Está intentándolo. ―Miré al hermano de Creed y noté sus anchos hombros
hundidos. Me dio una sonrisa triste―. Eso es lo que todos estamos haciendo, ¿no, Truly?
―No es tan fácil como parece ―murmuré y me incliné en la silla, cerrando mis ojos y
esperando que terminara.
Cord se negó a aceptar el dinero por el tatuaje.
―Al demonio eso; tenemos cierto margen para hacer favores a amigos ―dijo
alegremente y empujó el dinero a mi cara. Estaba irritable así que metí el dinero en mi
bolso. Era una de las cosas más molestas de los chicos Gentry; tan bruscos y aun así tan
galantes.
Cord me llevó a la salida. Mi hombro punzaba un poco, pero no era nada. Era como
sufrir de una cortada de papel al lado de una herida de arma blanca.
―Quiero verlo ―dije y odié el temblor en mi voz―. Quiero tanto verlo. ―Cord se
dejó caer contra el edificio y miró al cielo.
―Lo sé ―respondió―. Pero es mejor si no lo haces.
Iba disolverme. De nuevo. Sería poco más que un charco de lágrimas respirando si
esto continuaba.
195
―¿Cord? ―pregunté con vacilación y él me puso atención―. ¿Me harás saber?
¿Cuándo… terminé? ―De una forma u otra, ya sea vivo o muerto.
Cerró sus ojos y se inclinó hacia adelante, pareciendo como si fuera a vomitar en la
acera.
―Sí, niña. Te haré saber.
No tenía ninguna palabra para reconfortar. Si le decía lo mucho que me preocupaba
por su hermano aquello probablemente lo haría sentir peor.
Lo dejé en el costado del edificio y caminé de regreso a mi auto, molesta con el calor e
incluso con la luz del sol. Todo parecía un error. Parecía como si el mundo debería ser
cubierto con una niebla fría y gris.
Veintiocho
Creed
Solo iba a tirarlo por encima del muro del patio y dejarlo ahí, pensando que nadie
estaría interesado en robárselo. Truly debería aún estar trabajando y siempre decía que
Stephanie casi nunca estaba.
Aunque debió ser por la suertuda semana que he tenido. Ni bien había logrado saltar
el muro y halar eso por encima con un gruñido cuando las puertas corredizas de vidrio se
abrieron.
―¿Que mierdas estás haciendo? ―exclamo Stephanie, sonando bastante como un
personaje de Goodfellas7. Volteé a verla y noté que estaba sosteniendo un bate de béisbol. Y
196 también lucía como si estuviera considerando utilizarlo.
La ignoré y terminé de levantar por sobre el muro la pesada pieza, colocándola en
medio del patio.
―¡Te hice una pregunta, estúpido!
―Jesús, ya te escuché ―le dije, limpiándome el sudor del rostro con la camisa
Stephanie frunció la nariz y miró hacia abajo.
―¿Qué demonios es eso?
―Es para Truly ―dije suavemente. Y entonces me di cuenta que Stephanie aún seguía
parada ahí con su bate, con apariencia de que podría intentar fundirme la cabeza―. ¿Por
qué no bajas esa maldita cosa, Stephanie? ¿Y por qué putas te portas como si nunca antes
me hubieras visto?
Ella volteó a ver el bate y tuvo suficiente gentileza como para lucir ligeramente
avergonzada.
―Lo siento ―murmuró―. Supongo que he estado un poco nerviosa estos días.
―Abrió la puerta del todo―. Puedes entrar si quieres.
―Grandioso ―murmuré, pero recogí el objeto que había depositado en el porche y lo
lleve conmigo al entrar.

7Goodfellas (conocida como Uno de los nuestros en España y Buenos muchachos en Hispanoamérica) es una
película estadounidense de drama criminal semi-ficción de 1990 dirigida por Martin Scorsese.
Stephanie había bajado el bate y ahora me estaba observando con más curiosidad que
sospecha.
―¿Le trajiste una mesa fea?
―No ―dije y desdoblé la parte de arriba, metiendo la mano para sacar la máquina
que traía adjunta.
Stephanie lucía un poco perpleja.
―Es una…
―Máquina de coser ―terminé, pasé la mano sobre la áspera superficie negra. Gran
parte de la inscripción se había desgastado pero la anciana que me la vendió me mostró que
aún funcionaba. Con algo de aceite y unas cuantas reparaciones básicas trabajaría como
nueva.
La compañera de cuarto de Truly dejó salir un suave silbido y tocó la base de madera.
―Sí que te esmeraste ―comentó Stephanie. Ella tiene unos extraños ojos color miel.
Los cuales me evaluaban con cuidado. Cuando sonrió tuve el presentimiento que eso era
algo que no hacía muy a menudo―. Le encantará, Creed. ―Después se rió y la linda chica
escondida bajo su pésimo carácter apareció―. Sabes amigo, vaya que no eres lo que
aparentas al principio.
―Oh ¿sí? ¿Quién lo es?
197
―Yo. ―Hizo una mueca―. Soy hasta el último pedazo la perra que parezco.
―Si lo fueras me hubieras golpeado a la altura de los riñones con ese estúpido bate de
todas formas.
―Tal vez. ―Encogió los hombros. Volteó a ver la puerta―. Ella debería de volver
pronto. No me importaría si quisieras esperarla.
Dolly se había movido furtivamente para restregarse contra mis piernas. Me incliné y
la rasqué detrás de las orejas.
―¿No está en el trabajo?
―No. dijo que volvería en un rato.
―Oh. ―Le di a Dolly una palmadita y me paré―. De hecho tengo una mierda a la
que tengo que regresar.
Stephanie inclinó la cabeza.
―¿Pero vas a llamarla? ¿Dejarle una nota? ¿Algo?
Sacudí la cabeza y recorrí las yemas de los dedos sobre la superficie de la máquina de
coser.
―Solo quería asegurarme que recibiera esto. ―Me encaminé a la puerta.
―Nos vemos, Creed ―dijo Stephanie.
Era solo algo que las personas se dicen, un adiós básico. Cerré la puerta sin contestar.
No sabía si ella volvería a verme.
Regresé a casa y me senté en la silenciosa sala. Todos estaban fuera, incluso Declan.
Cuando llamó Gabe con los detalles de la pelea parecía estar demasiado cerca. Pero ahora
las largas horas que faltaban eran como una burla cruel. Sabía cómo dejar de sentir si
quisiera. Podría hacer un viaje rápido con Derry y pasar la noche en el oscuro olvido. Cosas
horribles vivían ahí pero al menos ellas hacían que el tiempo transcurriera de tal forma que
cuando saliese de ahí sentiría como si solo hubieran pasado cinco minutos en vez de diez
horas.
En realidad odiaba esa mierda. Odiaba cómo sabía, cómo olía, cómo esparcía calidez
en mi pecho mientras se escurría por mi sangre. Me emborraché por primera vez cuando
tenía trece. Benton había guardado un paquete de cervezas debajo del lavamanos y después
tuvo que pasar en la cárcel un mes. Chase fue el que lo tomó pero yo fui el que terminó
abriendo cuatro de las seis latas. Los tres estábamos acampando en el desierto, como lo
hacíamos a menudo con tal de alejarnos de la peste del remolque. Chase y Cord estaban
discutiendo sobre las constelaciones o alguna mierda así pero yo solo me eché sobre mi
espalda en la arena y miré las estrellas moverse de maneras antinaturales mientras el
alcohol me revolvía la cabeza.
―Esa es Orión ―recuerdo que Cord dijo.
198 ―Eso es mierda ―resopló Chase―. Es como si nunca aprendieras nada en la escuela.
Está por allá. ¿Mira, no vez la figura del cazador? Esas tres estrellas en el centro, ese es su
cinturón, tarado.
De ahí comenzaron a discutir sobre las chicas en nuestra clase y cuál de ellas estaba
más dispuesta a tener una aventura. Chase hizo unas salvajes afirmaciones y Cord le pegó
en la cabeza por ser el artista de esos cuentos de mierda. Escuché las juguetonas batallas de
mis hermanos mientras algo más oscuro que el sueño comenzó a apoderarse de mí. Se
sentía bien, al principio. Era como caer en un barril lleno de algodón grueso y que no te
importara cuando alguien cerrase la trapa. Pero entre más me hundía en las profundidades,
más consiente era de lo que estaba ahí conmigo.
“Pequeña mierda sin valor. Debí haber obligado a tu madre a deshacerse de ti en el instante en
que supe que te encontrabas en su estómago”.
Cuando esa voz me encontró en la oscuridad, reaccioné y casi caí justo en la fogata.
Cord y Chase me jalaron. Con el paso de los años lo siguieron hacienda una y otra vez
―No ―dije en voz alta en la vacía sala―. No.
Mierda que no, no iba a pasar esta noche así. No voy a hacer que mis hermanos me
levanten y limpien mi puto vómito y dejar que ese sea el último recuerdo que tengan.
Faltando quince minutos para las cinco, recordé que tenía que ir a recoger a Cord al
trabajo. Conseguí usar la camioneta para ir a recoger la máquina de coser de Truly, aunque
no les dije a los chicos que para eso era que la necesitaba. No sé si Saylor le habrá dicho a
Cord. Él no me preguntó.
Cord me estaba esperando frente a la tienda de tatuajes. Estaba fumando un cigarrillo,
lo cual era inusual en él. Cuando toqué la bocina, me dio una avergonzada sonrisa y se
subió al asiento del pasajero. Pensé en molestarlo un poco, preguntándole qué hacía el
pronto a ser padre metiéndose basura en los pulmones pero sabía que solo estaba
intentando sobrevivir el día
―¿Hiciste lo que necesitabas hacer? ―me preguntó.
―Síp.
Cord se movió y dejó salir un suspiro. Volvió a moverse y abrió la ventana.
―¿Tienes que ir al baño? ―le pregunté.
―No. ―Cerró la ventana y encendió el aire acondicionado―. Truly pasó hoy.
No pude controlar la súbita sacudida en mi corazón.
―¿Para qué? ¿Para verte?
―No realmente. Quería un tatuaje. Creo que se le había olvidado por completo que yo
trabajaba aquí.
199
―¿Para que necesitaba un tatuaje?
Cord se rió.
―No le pido explicaciones detalladas a mis clientes. Solo les tatuó lo que me indican.
―Me estaba observando―. La chica tiene el corazón roto si me lo preguntas.
―No le rompí el corazón.
La voz de mi hermano era inusualmente gentil.
―No era tu intención.
Conduje el resto del camino a casa en silencio. Cuando llegamos al apartamento no
apagué el motor. Cord salió de la camioneta y se inclinó hacia mí.
―¿Piensas quedarte sentado sofocándote durante todo el atardecer?
―No ―contesté―. Solo estoy esperando a que cierres la puerta.
Cord bajó la cabeza.
―Creedence.
―Cordero ―le contesté bruscamente. Después suspiré―. ¿Si estuvieras en mi lugar,
no querrías estar con Say?
Al menos eso era algo que él entendía.
―Tanto como pudiera ―dijo, dándome una media sonrisa.
―Te veré mañana. No cierres la puerta de golpe como un animal.
Observé a Cord caminar hacia la puerta del apartamento antes de irme.

El deteriorado Escape de Truly se encontraba en el estacionamiento fuera de su


apartamento. Me encontraba ridículamente nervioso mientras caminaba hasta la puerta. Me
sentía como un tonto adolescente en su primera cita. Mientras llamaba a la puerta esperaba
que Stephanie no me diera la bienvenida con su bate de nuevo
No tenía de qué preocuparme. Truly Lee abrió de golpe la puerta con un gritó y saltó
a mis brazos.
―Nena ―susurré mientras su boca pasó por todo mi cuello y sus piernas se
envolvieron en mi cintura. Nos besamos como si hubiéramos estado separados por años,
nuestras lenguas se entrelazaron, y las manos andaban por todos lados. La cargué
directamente hasta su habitación tal y como estábamos, sin saber ni importarme si su
bendita compañera estaba de pie ahí mirándonos con la boca abierta.
Una vez que nos encontramos tras la puerta cerrada tuve la ropa en el suelo y mi polla
dentro de ella en segundos. Lo hicimos contra la pared al lado de su guardarropa, follando
frenéticamente y corriéndonos juntos. La siguiente vez fue lenta. En su cama. Doblé sus
piernas por las rodillas y las empujé a cada lado de ella. Ella arqueó su espalda para
200
encontrarse con mi empuje y me deslicé dentro mientras ella dejaba salir un suave gemido
como siempre. Observé su rostro mientras me movía dentro y fuera de su cuerpo. Estaba
tratando de memorizar todo sobre la forma en que se sentía esto. También quería que ella
recordara todo sobre mí. Por primera vez en mi vida no estaba simplemente follándome a
una mujer; sino que la estaba amando
―Creedence ―jadeó cuando el calor entre nosotros llego a la cúspide. La besé
mientras se corría, estremeciéndose y diciendo mi nombre una y otra vez. Después tomé su
suave cuerpo lo más cerca de mí que pude, intentando llegar lo más profundo que fuera
posible. Truly se estremeció con otro salvaje orgasmo justo cuando llegue al punto donde
ya no podía soportarlo y me corrí con semejante fuerza que un gruñido fue arrancado de
mi garganta.
Cuando caí en sus pechos, jadeando y sin aliento, sentí sus frescos brazos a mi
alrededor, explorando los contornos duros de mis músculos. El sonido de su corazón estaba
justo al lado de mi oído y se me ocurrió vagamente que nunca había estado en un sitio más
cálido que este.
―La amé ―susurró―. Gracias.
Estaba hablando sobre la máquina de coser pero también de algo más. La máquina en
sí era una desgastada antigüedad que había comprado por cien dólares. Ciertamente no era
el mayor lujo que un tipo le había dado a su chica, pero sabía que la haría feliz. Eso
demostraba que yo escuchaba y que entendía qué era lo que importaba. Era la única cosa
que pude pensar en darle si llegaba a pasar lo peor mañana y ya no me encontraba para
dársela yo mismo.
Rehusé mirar el reloj. No importaba. Cuando el cielo comenzara a aclararse
nuevamente entonces me iría. Pasaría las últimas horas antes de la pelea llevando mi
cabeza a un lugar donde podría aceptar lo que necesitaba hacer para volver aquí.
Cuando me coloqué sobre mi espalda traje conmigo a Truly, colocándola contra mi
pecho con mis manos en su oscuro cabello. Una feroz ola protectora me engulló. No sabía
cómo llamar lo que habíamos comenzado aquí el mes pasado, pero sabía que esta hermosa
chica me pertenecía
Y tenía toda la puta intención de volver a ella.

201
Veintinueve
Truly
Él se había ido temprano, pero sabía que lo haría. La noche fue demasiado corta. A
veces, dormimos un poco en los brazos del otro. Otras veces, nos giramos al otro en medio
de un sueño y hacíamos el amor dulcemente, sin prisas. Una vez, me desperté con la
sensación de él entrando en mí duro y luego usándome aún más duro.
Sin embargo, no terminó hasta que me sintió llegar.
Había una cualidad desesperada en todo y había querido tan desesperadamente
decirle lo que había en mi corazón. Pero las palabras no eran lo que Creed necesitaba de mí
en ese momento. Necesitaba mi cuerpo. Necesitaba mis brazos alrededor de él. Necesitaba
202 la tranquilidad silenciosa de que estaría esperando su regreso.
Creedence sostuvo mi mano por última vez, llevándola a sus labios antes de que se
girara y saliera. No dijo adiós. Me alegró que no lo hiciera.
Nunca he sido del tipo de rezar. Mamá definitivamente no estaba interesada en todo
lo que tuviera que ver con una iglesia. Mi infancia fue dispersa y la cosa más básica que nos
habían enseñado era como mal vivir de la buena voluntad de los demás. Todo lo que sabía
de la religión lo había aprendido en esos tiempos cuando ese vecino bienintencionado nos
llevó a las cuatro a los servicios de la mañana del domingo. Mientras escuchaba el sonido
de la salida de mi amante, desearía que algo de eso se hubiera quedado conmigo. Hubiera
sido bueno tener algo a lo que recurrir en una hora de tan sombría incertidumbre. Nunca
había tenido eso, no desde mis primeros días de conciencia. Siempre había sabido que
Laura Lee no estaba a la altura en la que se había puesto ella misma.
Me senté en la cama, con el ceño fruncido, pensando en algo que Carrie había dicho.
Mi pequeña hermana me dijo que mi propia madre me veía como una rival desde el
momento en que llegué a la pubertad. Eso había sido cierto para todas nosotras, en algún
nivel. Pero yo era la mayor, la primera en tener el cuerpo de una mujer que simplemente no
podía ser ocultado.
Mason Montgomery.
El nombre estaba siempre ahí. Simplemente me negaba a pensar en ello la mayor
parte del tiempo. Él no fue el único de los muchos hombres de mi madre que me había
dado un vistazo que ya podía reconocer como lujuria. En el momento en que Mason llegó,
ya estaba a medio camino de mi tercer año de la escuela secundaria en una bochornosa y
rural nada y preguntándome qué demonios se suponía que iba a hacer después. Aunque ya
había sido manoseada por todo tipo de chicos, que siempre resultaron ser peores de lo que
parecía, nunca dejé a ninguno meterse entre mis piernas. Mi razón era simple. No podía
tolerar acabar como mi madre; descuidadamente embarazada cuando era una adolescente,
menospreciándose por cada error después de eso y luego arrastrando una línea de niños a
través de una vida que nunca quiso.
No, yo era muchísimo más inteligente de lo que Laura Lee había sido nunca. Por lo
menos, lo fui hasta que Mason Montgomery me puso de espaldas en la cama de su sucia
camioneta.
Había estado alrededor por un mes en ese momento, siempre apareciendo lleno de
halagos y otras mentiras. Mason descubrió dónde tomaba mis largos paseos y apareció
repentinamente allí también, fingiendo que era una casualidad. Sabía que no lo era, pero
estaba muy emocionada de todos modos. Mason no era un chico lleno de acné. Era un
hombre. Era resistente y con barba, con olor a gasolina y tabaco.
Mason tenía una poderosa sexualidad. Y yo tenía la mezcla perfecta de ingenuidad
obstinada para creerle cuando dijo que no estaba follando a mi madre. Me contó que eran
amigos, que recogía a Laura y sus tacones rojos tres noches a la semana para una diversión
casta, como el golf en miniatura, porque sentía pena por ella.
203 Al principio, sólo nos besábamos mucho. Entonces, me quité la camiseta y él empujó
su duro órgano en mi mano hasta que llegó con un gruñido explosivo. Pero Mason no
estuvo satisfecho con los juegos de niños por mucho tiempo. Quería entrar. Que el diablo
me ayudara, pero ese hombre me tenía bajo tal hechizo que no me preocupé por los riesgos
o consecuencias. Sólo quería que se hiciera algo sobre el latido entre mis piernas y él sabía
exactamente cómo resolver ese problema.
Nunca me enteré de cómo Laura lo descubrió. Mason ya se había ido, saliendo de la
ciudad ni veinticuatro horas después de que le dijera el castigo por nuestro loco juego. No
debería haberme sorprendido, pero escoció de todos modos. Laura se derrumbó y eso fue
extraño para ella. Por lo general, se movía a un nuevo hombre con facilidad. Pero después
de que Mason la abandonara sin una palabra, escuchó baladas tristes de country y lloró
hasta que su nariz sangró. Así fue como comprendí que Mason me había mentido tanto
como me había mentido a mí misma.
Una tarde de primavera, Laura entró por la puerta principal de nuestro destrozado
bungaló de alquiler y se dirigió directo hacia donde yo estaba en cuclillas sobre la tarea. Me
dio un fuerte revés mientras mis hermanas se quedaban sin aliento. Las cosas que me dijo
eran palabras que una madre nunca debería decir a su hijo. Le respondí con cosas que una
hija ni siquiera debería pensar de su propia madre. Esa noche, fue el fin de las chicas Lee.
Aunque Mason ya había tomado la inocencia de mi cuerpo, fue justo entonces cuando
empecé a perder la inocencia de mi corazón. Sin embargo, era lo que tenía que suceder. De
otro modo, no habría sido capaz de entregar un pedazo de mí a extraños.
―¿Truly? ―Stephanie tocó suavemente a mi puerta.
―¿Necesitas algo? ―pregunté, con un poco de aspereza.
―Puedo oírte llorar a través de las paredes.
Traté de recuperar el aliento. Ni siquiera me había dado cuenta que había estado
llorando tan fuerte.
Estás cayéndote a pedazos, Truly Lee.
―Lo siento ―dije a través de la puerta cerrada―. Tengo una astilla.
Se rió.
―¿Así es como lo llaman ustedes las chicas sureñas?
Salté de la cama y empecé a ponerme algo de ropa.
―A veces, aunque no en el caso de Creed Gentry.
Prácticamente podía oír a mi compañera arrastrando los pies inquieta. Estaba tratando
de ser una amiga, no importa lo poco natural que era para ella.
―¿Quieres hablar de eso, Truly?
―No en este momento. ―Abroché mi vaquero y abrí la puerta.
Stephanie estaba apoyada contra el marco. Me dio una mirada extraña, cercana a la
204 lástima.
―He oído algunos rumores ―dijo en voz baja.
Dada la línea de trabajo de Stephanie, pude adivinar cuáles eran los rumores.
―¿Es así? ¿Quieres compartir el chisme?
Se desplomó contra la pared e inclinó la cabeza hacia atrás.
―Pensé que el nombre de Gentry sonaba familiar. Nunca tomé apuestas en esas
peleas clandestinas. Es sólo un poco demasiado brutal para mi gusto. ―Sonrió
débilmente―. Tengo algunos estándares.
Me crucé de brazos.
―Pero sabes algo al respecto.
Perdió su sonrisa.
―Sí.
―¿Y sabes sobre Creed?
―Sí. Tenía la esperanza de que no fuera cierto. Hay un tipo que conozco, un amigo de
mi padre. Está en Las Vegas, pero viene a Phoenix de vez en cuando. Actué como que
podrían interesarme estas luchas sobre las que seguía escuchando, pero, en realidad, sólo
buscaba las probabilidades.
―¿Y cuáles son?
No lo rehuyó.
―No son buenas, Truly. Para nada buenas. Hay demasiados verdes apostando a que
nunca se levantara de nuevo en absoluto.
Me senté en el suelo. Stephanie se sentó a mi lado. No podía pensar en cómo iba a
hacer frente a esa pérdida. Sólo tenía que alcanzar el lugar donde las personas encuentran
su fe y creer que no iba a tener que hacerlo.
―¿Quieres una tortilla? ―le pregunté a mi compañera―. Tengo ganas de cocinar.
―Truly.
―No sé si nos queda queso. Si no, voy a darles vida de alguna manera.
Steph asintió lentamente.
―Me gustaría una tortilla.
―Bien. ―Trabajé rápidamente e intenté no recordar la última vez que había estado al
frente de la estufa tan temprano. Creedence había salido de la cama, atraído por el sonido
de mi canto. Se había quedado allí en la puerta, descaradamente desnudo, mirando y
escuchando.
Stephanie recogió a Dolly y se sentó en la mesa mientras le daba la vuelta a la tortilla.
―Eso es un buen regalo ―dijo, señalando con la cabeza en dirección a la máquina de
coser. Todavía estaba en la sala de estar.
205 Lo era, de hecho. Paré de cocinar el tiempo suficiente para mirar alrededor de la
esquina. Nunca había estado más sorprendida que cuando llegué a casa ayer para
encontrarla allí. No podía adivinar dónde la había hallado ni cómo si ni siquiera entendió lo
que debía buscar. Sólo había mencionado la máquina de pedal de la abuelita June una vez,
pero Creed debía haber recordado cada palabra porque había conseguido exactamente la
correcta. De todas las cosas que había recibido de los hombres en los últimos años, ninguna
nunca significó tanto como esta.
Stephanie engulló su tortilla y luego miró el reloj.
―Mierda ―se quejó―. Tengo que ir a clase.
Tomé un sorbo de mi café aunque para mí estaba tan insípido como todo lo demás
hoy.
―¿Cómo estás, Steph? No te he preguntado tanto como debería.
Hizo una leve mueca.
―Estaré bien. Quiero decir, puedo manejarlo.
―Todavía no me has dicho qué es exactamente lo que estás manejando.
―No ―acordó con ironía―. No lo he hecho.
Por una vez, llevó su plato al fregadero y lo lavó. La observé mientras lo secaba con
cuidado y lo puso de nuevo en el armario. Señaló a mi hombro.
―¿Qué pasó allí, de todos modos?
―Corte de papel ―contesté, mirando hacia el hombro en cuestión. Todavía había un
vendaje cubriendo mi tatuaje recién hecho. Creed no había preguntado al respecto.
Esperé hasta que Stephanie se fuera antes de retirar el vendaje. Cord había hecho una
gran obra de arte. Los pétalos de la magnolia tenían una cualidad etérea. Me quedé
mirando la fecha cuidadosamente inscrita. ¿Por qué no le dije a Cord que incluyera el año?
Porque no es sólo un año. Es cada año. Nunca va a terminar.
En todos los largos y dispersos monólogos que le di a Creedence sobre mi vida, mi
infancia, mis hermanas, no había dicho una palabra sobre la historia más importante de mi
pasado. No sabía qué tipo de respuesta me daría a esa noticia. ¿Habría seguido
abrazándome, pacientemente escuchando? ¿Cambiaría la forma en que me veía?
Llevé una silla a la mesa de costura. Apenas eran las once de la mañana. De una forma
u otra, sabría el resultado de la lucha antes de otro cambio en el calendario. Pensé en ello
durante un minuto y me di cuenta que nunca había odiado cualquier día tanto como hoy.
Después de sacar mi viejo costurero de mi armario y encontrar una pequeña botella de
aceite, me ocupé de la máquina. Había sido bien cuidada en sus muchas décadas de vida.
Una vez que había ensartado la bobina y la aguja, empecé a trabajar el pedal. Me dio una
buena cantidad de satisfacción ver el zigzag del hilo a través de la tela.
Me detuve cuando me pareció oír un golpe leve en la puerta. Entonces, lo escuché de
206
nuevo, un poco más insistente. Cuando abrí, Saylor estaba de pie al otro lado.
―Supuse que podrías querer un poco de compañía ―dijo, hundiéndose en el sofá con
un suspiro.
―¿No se supone que estés en el trabajo?
Sonrió.
―¿No lo estás tú? ―Se percató de la máquina de coser en la sala de estar―. ¿La
mantienes ahí?
―¿Sabías que él la consiguió?
Saylor hizo una pausa.
―Sí.
Me senté a su lado en el sofá.
―Entonces, ¿cómo son las cosas en la tierra Gentry?
―Bastante sombrías, Tallulah. No soy muy buena fingiendo alegría. ―Apoyó los
codos en las rodillas y suspiró―. Cord fue a trabajar y Chase a clase, pero ambos estarán de
vuelta antes de las cinco. Creed y Declan se fueron juntos, probablemente para preocuparse
en el gimnasio. ―Fijó sus tristes ojos verdes en mí―. ¿Cómo estás?
Exhalé temblorosa.
―He estado mejor, cariño.
―Vino aquí ayer por la noche, ¿verdad?
―Sí.
―¿Lo amas, Truly?
―No lo sé.
Mentirosa.
Saylor me lanzó una mirada astuta.
―No es una cuestión de cálculo, cariño. No tienes que decirme, pero sin duda lo
sabes.
―¿Cómo lo supiste? ¿Con Cord?
Se encogió de hombros como si pensara que la pregunta era extraña.
―Sólo lo supe.
―Pero fue muy pronto con ustedes.
―Sí. ―Sonrió―. Los cínicos dirían que era demasiado pronto.
―¿Discutirías con ellos?
―No. Mantendría mi boca cerrada y los compadecería. El cinismo no tiene cabida en
el amor. Su existencia no tiene que ser examinada por las personas que están demasiado
pérdidas para reconocerlo.

207 Solté una breve carcajada.


―Eso es algo de prosa florida, señorita McCann.
―Estás en lo correcto. Debo escribirlo y de alguna manera insertarlo en mi libro.
¿Tienes un bolígrafo?
Saylor era una buena amiga. Se quedó a mi lado durante horas y pudimos reír juntas,
incluso cuando el mundo estaba loco. Me acordé de una particular Navidad de mi infancia.
No había nada esperando por las cuatro cuando nos despertamos por la mañana y Laura se
sintió mal. Entonces, de repente, sonrió ampliamente y comenzó a hacernos cosquillas.
Empezamos a reír y hacernos cosquillas unas a otras, rodando por el suelo y aullando de
risa, olvidando por completo nuestra decepción. Laura nos miró con satisfacción y en voz
alta proclamó que no había mejor regalo que la risa. Era una de las pocas cosas útiles que
ella había dicho. Parece que olvidó sus propias palabras en algún lugar a lo largo del
camino.
El humor de Saylor cambió cuando se dispuso a marcharse.
―¿Vienes esta noche? ―Puso su largo cabello detrás de las orejas―. Se irán alrededor
de las ocho. Cord no me va a dejar ir. Bray y Millie van a venir para que podamos mirar
juntos el reloj.
―No. ―Negué con la cabeza―. Creo que voy a mirar el reloj desde aquí.
Saylor me abrazó.
―Va a estar bien, Truly. Sólo lo sé. Tiene que estarlo.
No quería matar el optimismo de mi amiga, pero mis pensamientos estaban en un mal
lugar mientras cerraba la puerta detrás de ella.
No, Saylor. No tiene que estar bien.

208
Treinta
Creed
―¿Listo?
―Estoy listo.
Chase había sido quien sacó su cabeza y me preguntó. Me puse de pie. Estaba oscuro
afuera y el aire era agradable. Había estado sentado solo en el patio durante la última
media hora, sólo medio escuchándolos a todos en el departamento. Bray y Millie habían
llegado e iban a quedarse para pasar el rato con Saylor mientras estábamos fuera. Mi otra
mitad estaba escuchando el recuerdo de la voz de Truly una hermosa mañana cuando
cantaba en voz baja para ella misma. Había evocado ese momento muchas veces desde
209 entonces.
NO estoy listo, hermano.
El departamento parecía demasiado iluminado. Todo el mundo me miró tan pronto
entré. Truly no estaba ahí. Me hubiera gustado abrazarla una vez más pero entonces no
hubiera sido capaz de dejarla ir.
El primo de Say, Brayden, vino directamente a mí y me estrechó la mano. Apretó mi
hombro.
―Te veré más tarde, amigo.
Entonces Millie, la novia de Bray, me dio un breve abrazo. No dijo nada. Simplemente
me miró tristemente y luego se retiró para estar al lado de Brayden.
Saylor McCann estaba determinada a no llorar. Mantuvo su cabeza erguida y me dio
una mirada tenaz. Así era como la recordaba de años atrás, cuando pasaba delante de
nosotros con su nariz orgullosa en el aire, haciéndonos saber perfectamente que no se iba a
enamorar de los chicos Gentry como todas las demás chicas estúpidas de Emblem. El
pensamiento me hizo sonreír.
―Adiós, Saylor ―susurré y su rostro colapsó cuando me agarró en un fuerte abrazo.
Le devolví el abrazo, notando la sensación de su estómago todavía plano donde
llevaba el bebé de mi hermano.
Ese bebé era mi sobrina o sobrino, un niño por quien habría dado cualquier cosa para
protegerlo del mundo, como haría cualquier cosa por proteger a su padre. Saylor me besó
en la mejilla y la aparté porque era demasiado e iba a perder la cabeza.
Declan sostuvo la puerta para nosotros y salimos. Cord estaba delante de mí y Chase
estaba detrás. Deck quería montar su motocicleta, así que nosotros tres nos subimos en
nuestra camioneta de mierda una vez más. Cord se puso detrás del volante y me subí en el
asiento del pasajero mientras que Chase se sentó en la parte de atrás. Abrimos las ventanas
y dejamos que el rugido del aire nocturno matara el silencio. Vi las luces de Phoenix
acercarse y traté de alejar los pensamientos de Truly. No era porque no la quisiera. Pero era
un recordatorio miserable de lo que podría estar dejando atrás.
Era la misma organización que la última vez. Otro edificio de lujo que había sido
vaciado. Pronuncié otra contraseña inteligente una media docena de veces para entrar.
Declan se quedó cerca de nosotros. De repente me sentí agradecido con Saylor por
buscarlo. Si pasaba lo peor esta noche entonces Cord y Chase lo necesitarían mucho.
El viaje en ascensor hasta el techo fue silencioso. Cuando las puertas se abrieron, Cord
y Deck salieron. Comencé a seguirlos, pero noté que Chase se estaba quedando atrás. Se
apoyó contra la parte trasera del elevador y me miró con tristeza.
―Odio esto ―dijo.

210 Puse mi brazo alrededor de su hombro.


―Lo sé, Chasyn.
Gabe estaba de pie ahí esperando. Sonrió. Recordé lo que Declan había dicho sobre
dónde estaban las apuestas de Gabe esta noche y quise quitar cada uno de sus putos
dientes.
―Tenemos a toda la familia aquí ―dijo Gabe y se rió. Le tendió la mano a mi
primo―. Nuca supe que eras un Gentry, Deck.
Declan se quedó mirando la mano extendida y rápidamente escupió en ella.
―Ahora lo sabes. ―Sonrió.
Un camarero que pasaba le entregó a Gabe una servilleta y limpió su mano. No iba a
mostrar enojo, pero sus ojos eran fríos.
―Tomen asiento, caballeros. Disfruten los refrigerios. La acción comenzará en breve.
―Odio a ese imbécil ―dijo Declan.
Cord estaba confundido.
―¿Cómo lo conoces?
―¿Lo olvidas, Cordero? Conozco a todo el mundo.
Chase dejó salir un silbido.
―Mierda ―susurró, mirando la ostentación y los hermosos cuerpos―. Es como una
especie de club de campo de mierda distópico.
―¿Qué es distópico? ―preguntó Declan.
Cord se inclinó y levantó la cabeza.
―Es él, ¿no?
Vi hacia donde Cord estaba mirando. Todos estaban ahí, los mismos hijos de puta
desagradables que habían estado al lado de Jester la última vez. Todos ellos estaban sin
camisetas para mostrar los símbolos en sus pechos, en caso que hubiera alguna confusión
sobre lo que eran. Declan dejó salir un silbido involuntario y Chase maldijo en voz baja.
Ahí, en el centro, estaba Jester. Se quedó quieto y en silencio mientras sus amigos se
empujaban a su alrededor. Estas peleas no siempre terminaban con la muerte de alguien,
pero Jester tenía toda la intención de asegurarse que esta sí lo hiciera. No había nada en sus
ojos, excepto completa destrucción.
Declan nos llevó hasta la esquina opuesta. Escuché la erupción de la risa estridente de
algunos de los trajeados y de la alta sociedad que se arremolinaban. Algunos nos miraron
con indiferente interés. Otros nos midieron fríamente. Podría decir que esos hombres eran
los que tenían dinero real en juego esta noche.
―Oye, Chase ―grité.
Mi hermano estaba a mi lado en un instante.
―¿Sí, Big C?
211 Miré hacia el cielo. En la ciudad las estrellas no eran tan visibles como lo eran en el
desierto. Aunque, algunas de ellas lograron brillar más que las luces artificiales. De repente
quería saber el nombre de todas ellas. Le pedí a mi hermano que me los dijera.
―Sigue hacia donde señalo ―dijo―. Esa de ahí, es la Ursa Minor. Reconocerás la
pieza comúnmente llamada la Osa Menor. Por allá está su hermana mayor, Ursa Major.
―Chase seguía y seguía. Siempre fue un payaso tan sarcástico. A veces se me olvidaba
cuánto más había en él. Chase conocía las estrellas al igual que sabía muchas cosas. Había
tenido una sed sin fondo por conocimiento toda su vida. Debería haber nacido en una
familia que hubiera alimentado ese brillo.
Cord se cruzó de brazos y miré toda la tinta que decoraba su piel. Cordero, nuestra
roca, finalmente estaba en un buen lugar. Estaba labrando su camino usando su talento
natural y se las había arreglado para dejar atrás el dolor de su pasado. Sería un marido.
Sería un padre. El nombre Gentry iba a significar algo muy diferente en la familia que
estaba construyendo.
―Se los muestras ―dije de repente.
Chase, dejó de hablar.
Cord me observó con curiosidad.
―¿Quién?
―A todos ellos. ―Agarré a mis chicos alrededor de sus cuellos y los atraje hacia mí,
abrazándolos tan fuerte que dolía.
En el fondo, la campana estaba sonando. El locutor comenzó aullando alegremente
sobre batallas sangrientas y rabia. Entonces le oí decir lo mismo que había dicho la noche en
que Emilio murió.
“Las reglas no viven en esta casa”.
No podía dejar a mis hermanos, aún.
― Chicos, los amo ―susurré. Era algo siempre sabido, pero nunca dicho.
―También te amo ―respondieron al mismo tiempo. Los dejé ir.
Deck se apoderó de mí.
―Recuerda ―gruñó―. Lo que sea malditamente necesario. Tienes que romper alguna
mierda en tu propio cuerpo para conseguirlo, entonces que así sea. Pero consíguelo,
Creedence.
Jester ya estaba en el ring. Cada rosto estaba vuelto con entusiasmo en nuestra
dirección. Saqué mi camisa y toqué el tatuaje en mi pecho. No cedas ante nadie. Necesitaba
esas palabras esta noche. Antes de entrar en el ring me volví hacia Cord y Chase por última
vez.
―Una cosa más. Dile que ella es todo para mí. Debería habérselo dicho yo mismo.
Chase no podía responder, pero Cord asintió.
212 ―Lo haré.
Jester me estaba esperando. Había algo peor que la rabia en su rostro. Estaba
planeando disfrutar esto.
Todo lo que alguna vez había aprendido lo llevé conmigo a ese ring. Llevé las mejores
maneras para mitigar la ira de Benton y la fuerza en la que había crecido. Llevé las cosas
que Cordero me había enseñado acerca de ser el mejor luchador que podía, el mejor
hombre que podía. Traje la honestidad franca de Deck y la dedicación poco entusiasta de
Chase. Incluso traje a Saylor, la chica que de alguna manera llegué a amar como a una
hermana. Traje al niño que malditamente quería conocer.
Y Truly. Había estado equivocado al creer por un segundo que Truly debía estar fuera
de mis pensamientos. La necesitaba ahí en mi cabeza. Necesitaba recordar lo que podía
estar perdiendo.
Los ojos de Jester se estrecharon. Esperaba que ya hubiera un movimiento.
“No me des consejos gratis”.
Recordé las palabras de Cord y no me moví. Jester se preparó para un golpe, pero era
un engaño y lo sabía. Si pensaba que iba a encogerme fácilmente entonces estaba
jodidamente equivocado. Tenía una ventaja sobre él; lo había visto antes en acción. Pero él
no me había visto.
Al parecer Jester estaba acostumbrado a que sus oponentes tomaran una pronta
oportunidad con él. Los había cansado de esa forma, poniéndolos nerviosos e inseguros.
No me estaba moviendo. Tenía que forzarlo a atacar primero y luego contestar antes que
recuperara su equilibrio. Oí el murmullo de la multitud. Nos habíamos estado mirando uno
al otro durante unos minutos y nada había pasado aún. Había murmullos entre los
espectadores. No habían pagado grandes cantidades de dinero para esperar toda la noche.
Jester dio un paso. Lo vi como si estuviera sucediendo en cámara lenta. Su posición
me indicó que iba a apuntar alto. Siempre había confiado en la fuerza bruta pero Cord me
había enseñado una o dos cosas sobre el valor de ser rápido. Retrocedí y vi el puño de Jester
volar frente a mi nariz. Gruñó, intentando recuperar su postura, pero giré y le di un duro
golpe en el riñón izquierdo.
Gruñó como un animal y retrocedió unos cuantos pasos. Pude ver en su rostro que
estaba más que furioso. Incluso en las mejores circunstancias, ese golpe lo haría orinar
sangre durante una semana. Aunque, no fue suficiente. Ni de cerca suficiente. Me maldije
por no presionar la breve ventaja cuando la tuve.
Nos observamos por un ansioso y largo momento. Entonces, repentinamente Jester
dejó caer los brazos. Comenzó a caminar en mi dirección, como si estuviera pensando en
sacudir mi mano. Mantuve mi cuerpo tenso, sabiendo que lo que iba a hacer no sería
amable. Me preparé para otro golpe. Esta vez, cuando lo intentara iría por su rostro. Tenía
que sacudir su cabeza, teniendo como objetivo un suave golpe en la sien. Era un tiro difícil
de hacer, pero me daría la mejor oportunidad para dejarlo tambaleándose.
213 Jester tenía otras ideas. Estaba a dos pasos de donde me encontraba y luego barrió una
pierna fuerte detrás de mis rodillas. No estaba preparado. Caí con fuerza y sentí una
sacudida de dolor en mi rodilla derecha. Por un horrible instante, creí que no sería capaz de
volver a levantarme. Mi rodilla se sentía como si se hubiera pegado al concreto. Me
tambaleé sobre mis pies y sentí la agonía dispararse por mi pierna.
Mierda, esto es malo.
Ya no podía sostenerme en mis dos piernas. Mi rodilla se hinchó dentro de mi
pantalón y apreté los dientes mientras la articulación se doblaba casi enviándome de nuevo
al piso. Jester hizo lo que no fui capaz de hacer antes. Aprovechó su ventaja. Avanzó y me
dio tres golpes rápidos en el rostro. Sentí el calor cayendo sobre mi mejilla izquierda. El hijo
de puta se había puesto un anillo y la maldita cosa había tomado un trozo de mi rostro.
Todavía estaba intentando mantenerme erguido. Miré hacia arriba y vi la terrible visión de
ese hijo de puta sonriéndome. Pensó que esta mierda estaba prácticamente ganada. La haría
durar un par de minutos antes de entrar a matar. Tal vez también aplastaría mi cabeza
contra el concreto. Tal vez terminaría de una manera diferente.
Los chicos estaban a mi espalda pero no necesitaba girar para saber exactamente cómo
se veían. Sabía que estaban agonizando, como lo habían estado tantas veces anteriores
mientras Benton nos había utilizado para herir a otros. Si yaciera aquí en esta terraza con
un centenar de estúpidos pidiendo mi sangre entonces Jester no sería el único ganador.
Finalmente Benton también ganaría.
Debieron haberle dicho a Jester que diera un buen espectáculo, porque todavía no
estaba listo para terminarlo. Retrocedió para un golpe que me habría sacudido, pero nada
más. Agarré su antebrazo, con rapidez sujetándolo entre mi brazo derecho y mi cuerpo.
Sentí los golpes lloviendo sobre mi espalda mientras me golpeaba con su otro puño. Pero
estaba en una posición incómoda y sabía que cuando se trataba de pura fuerza no podía
superarme. Era la única munición que me quedaba y tenía que usarla ahora. Mientras Jester
golpeaba mis costillas, tratando desesperadamente de traer su rodilla a mi costado y
llevarlo lejos, luché con su brazo extendido por encima de mi rodilla doblada.
"De cualquier maldito medio necesario".
Con un golpe colosal rompí su codo en dirección contraria. Jester gritó. Era un sonido
hermoso. Miré fijamente la espantosa forma en que su brazo colgó sobre mi rodilla.
Entonces, sin detenerme, tomé su otro brazo e hice lo mismo.
No había sangre pero la vista de los brazos destrozados del hombre era espantosa.
Jester se retorcía en el suelo, gritando y maldiciendo incoherentemente. Era tan ruidoso que
toda la ciudad de Phoenix debió haberlo escuchado. Me puse de pie lentamente,
dolorosamente. Luego, con mi pierna ilesa, pisé con fuerza la rodilla extendida de Jester de
la misma manera en que él lo había hecho con Emilio. Dejó de gritar. Vomitó y rodó sobre
su espalda. Lo más probable es que estuviera en estado de shock. Cerré los ojos. La lucha
había terminado.
214 Aunque, no había ninguna campanada. Nadie se movió. Miré a mi alrededor hacia
ellos, estas personas. Comprendí por qué no había movimiento. Habían pagado para ver
una muerte y todavía no había muerte.
La sangre aún brotaba del golpe en mi rostro y mi rodilla apenas era capaz de sostener
el peso. Sostuve mis brazos de par en par y rugí.
―¡JODANSE!
Algunos de ellos saltaron ligeramente. Hicieron caras de asombro el uno al otro y se
retiraron un poco. Recorrí la multitud y vi a Gabe. Estaba pálido. Nuestros ojos se
encontraron, y dejó caer su copa de champaña. Si necesitaba una maldita fatalidad entonces
tendría que hacerla suceder por sí mismo. Me tambaleé hacia donde mis hermanos
esperaban.
Chase me atrapó antes de caer. Me llevó hasta el suelo, mientras Cord presionaba una
toalla contra mi rostro.
Me volví hacia el ring. Nadie había hecho nada al respecto con Jester todavía. Yacía
allí emitiendo gorgoteos y pequeños gemidos. Vi lo que había hecho con él. Viviría, pero las
lesiones en sus brazos eran graves. Probablemente nunca sería capaz de luchar de nuevo.
La idea era un alivio.
Los chicos me miraban. Me estremecí cuando Cord extendió mi rodilla. Lo escuché
murmurar a Chase algo sobre el hospital.
Gabe Hernandez recuperó su sentido común rápidamente. Llegó paseando de nuevo
con una falsa sonrisa de un kilómetro de ancho.
―Sabía que podías lograrlo, Gentry.
Declan se puso delante de él. Su voz era grave y mortal.
―¿En serio?
Gabe parpadeó hacia él.
―Claro. Esta es la mejor sociedad que habría pedido. ―Sacó un montón de dinero en
efectivo y me lo ofreció―. Tu parte. No está todo allí, pero tendrás el resto la próxima vez
que nos sentemos a hablar de estrategias.
Mi primo agarró el dinero en efectivo. Contó con cuidado.
―Parece que hay sólo alrededor de diez mil dólares aquí.
Gabe mantuvo su sonrisa pegada a su cara.
―Creedence recibirá el resto pronto. Entiendo que le tomará unas semanas
recuperarse…
―¡Ha terminado! ―Cord se levantó―. Quédate con el resto de tu puto dinero. Él ha
terminado. ― Inmediatamente Chase también se levantó.
Gabe no se dejó impresionar.
215
―Como el infierno que ha terminado.
Deck rió bajo y profundo. No con humor. Si Gabe tenía dos dedos de frente iba a
retroceder rápidamente. Deck se inclinó y agarró el hombro de Gabe.
―Sé lo que has estado haciendo ―dijo en una voz asesina―. Estos chicos han
terminado contigo. No quiero volver a oler tu hedor alrededor de otro Gentry otra vez o
voy a tener algunas conversaciones con gente que no le gusta ser traicionada. ¿Me
entiendes?
―Tú no sabes una mierda ―gruñó Gabe, su sonrisa se había ido, su comportamiento
plástico desmoronándose.
Deck negó.
―No jodas conmigo en esto, Hernandez. O tu mierda quedará al descubierto.
Eso asustó a Gabe Hernandez lo suficiente para retroceder. Ni siquiera me miró antes
de desaparecer detrás de los trajes mientras saldaban apuestas y reanudaban su fiesta.
Cord y Chase estaban a ambos lados y me ayudaron a ponerme de pie.
―¿Puedes caminar? ―preguntó Deck.
Cojeando me apoyé pesadamente en mis hermanos.
―Apenas.
Declan golpeó mi espalda.
―Eres mi nuevo héroe, Creedence Gentry. Ahora larguémonos de aquí.
Cord y Chase medio me llevaron de vuelta al estacionamiento. Mi rostro estaba
sangrando sin parar y mi rodilla dolía un poco más con cada latido de mi corazón, pero
mientras salíamos del garaje abrí la ventana, inhalando el aire nocturno.
Declan se detuvo al lado de la camioneta en el primer semáforo.
―Será mejor que salgamos de aquí antes que los amigos de Jester vengan en busca de
venganza. ―Miró hacia atrás―. Vayamos por la autopista.
Cord señaló con la cabeza en mi dirección.
―Lo llevaremos a San Lucas.
Declan aceleró el motor de su motocicleta.
―Los veré allí.
Chase, se asomó por encima del asiento y me miró.
―Mantén la toalla contra tu rostro. Tomará un desastre de puntos de sutura para
cerrar esa mierda. ¿Estás bien allí Creed?
―Sí ―dije lentamente, mientras escuchaba a Cord llamando a Saylor para hacerle
saber que estaba vivo―. Nunca me he sentido mejor.
La nube sobre mi cabeza se había evaporado. Increíblemente, estaba libre.
216
¡Era libre!
Treinta y uno
Truly
Stephanie no era buena oradora. Nunca me importó escuchar una disertación por
media hora o más, pero algunas personas, como Steph y Creedence, no tenían esa tendencia
natural para dar rienda suelta a lo que estaba rodando alrededor de sus cabezas. Después
de que Steph se había agotado a sí misma toda la noche tratando de mantener mi mente
fuera del destino de Creed, la dejé fuera.
―Realmente Steph, puedes cortarla ―le dije, interrumpiendo sus descripciones torpes
de un lugar llamado Coney Island―. Aprecio el esfuerzo pero nada me va a distraer de
obsesionarme sobre si mi novio va a estar en una bolsa para cadáveres para el final de la
217 noche.
Steph miró la hora en su teléfono.
―Debes saber algo pronto, ¿verdad?
―Sí ―me quejé miserablemente―. Sabré algo pronto.
―Chase no estaba en la clase de hoy. De hecho, lo busqué aunque no sabía qué
diablos decirle.
―No me di cuenta que ustedes se hubieran conocido formalmente.
Ella parecía avergonzada.
―Creed debe haber dicho algo. Se sentó a mi lado un día y empezó a decir toda esta
mierda sobre lo bonita que me vería en un vestido. Entonces me preguntó si tenía un
vestido. Entonces, antes de que pudiera responder, decidió que yo usaría un vestido de
ficción cuando me llevara a una cena a la que nunca accedí. Dijo que me iba a comprar una
cesta entera de pollo frito.
―¿Qué dijiste?
Ella sonrió.
―Le dije que se fuera a la mierda. ―Entonces su sonrisa se desvaneció―. Después de
clase esta tarde lo vi afuera, sentado en un banco, haciendo caso omiso de todas las chicas
que siempre estaban zumbando alrededor. Parecía tan condenadamente miserable que me
senté a su lado por un tiempo.
―¿Él dijo algo acerca de Creed?
―No. No hablamos. Después de unos veinte minutos, se levantó y dijo: "Gracias,
Stephanie”. Entonces se fue. ―Suspiró―. Lo siento por el pobre bastardo. Caray, yo tengo
un hermano.
―¿Tienes un hermano? Nunca lo mencionaste.
Stephanie tosió y arrojó su largo cabello hacia un lado.
―Sí. Solía tener dos.
La conocía lo suficiente como para entender cuando había terminado con un tema.
Empujé a Dolly de mi regazo y me levanté.
―Mierda Steph, no puedo simplemente sentarme aquí y acariciar mi maldito gato
toda la noche. ―Apreté los puños y me froté los nudillos en mis ojos cerrados, dando la
bienvenida a la explosión de puntos brillantes. Toda la noche había estado teniendo
terribles destellos de Creedence acostado en un charco de sangre―. Esto es horrible. ―Mi
voz era de ruptura. Me estaba rompiendo. Stephanie me abrazó torpemente y palmeó mi
espalda.
―Vamos ―dijo Steph, tirando de mí hacia la puerta―. Vamos a ver a esa chica.
―Abrí los ojos y la miré fijamente. Ella rodó los ojos―. Ya sabes, tu amiga.
―¿Saylor?
218
―Sí, ella. Sabrá algo primero. De todos modos, la miseria ama la compañía y todo eso.

Saylor no tenía noticias de Cord todavía. Se paseó de forma continua, haciendo caso
omiso de su primo cuando trató de hacer que se sentara. Stephanie se sentó a la mesa de la
cocina y se quedó mirando a todos en silencio mientras me hundía en el sofá junto a Millie.
Ella me apretó el brazo.
―¿Estás bien? ―Hizo una mueca―. Pregunta estúpida.
Saylor se detuvo y miró a su teléfono de nuevo, como si pudiera querer que sonara.
―Say ―llamé en voz baja―, ven aquí.
Ella se apretó en el sofá junto a mí y bajó la cabeza. Brayden se inclinó sobre todas
nosotras y echó su cabeza hacia atrás. Ella dio a su primo una débil sonrisa. Entonces, su
teléfono sonó en su regazo y prácticamente saltó lejos de los muebles. Cerré los ojos.
Alguien, no sé quién, me agarró la mano con fuerza. Yo sabía que mi corazón no dejaría de
latir, ni siquiera si él estaba muerto. Pero también sabía que por un tiempo podría desear
hacerlo.
Oí a Saylor decir el nombre de Cord. Luego hubo un silencio de muerte para el
segundo más largo que jamás había vivido. Saylor dejó escapar un grito que no pude
identificar, ya sea de pena o alegría. Abrí mis ojos. Ella me miraba. Estaba sonriendo.
―¡Ganó!
No grité o lloré o bailé alrededor de la habitación. Solo me desinflé mientras la terrible
tensión desapareció. Hasta ese momento me había hecho a mí misma creer que nunca lo
volvería a ver. Las palabras de Saylor me llegaron como si viniera de muy lejos y luché para
prestar atención. Creed herido. La oí repetir el nombre de un hospital.
―Me voy ―le dije mientras ella terminaba la llamada con Cord.
Ella asintió.
―Yo también.
Los otros estaban muy aliviados acerca de Creed, pero no querían abrumarlo en el
hospital. Brayden ofreció llevar a Stephanie a casa ya que habíamos ido otra vez en mi
coche, pero ella insistió en caminar de vuelta.
―¿Acaso Cord dijo lo malherido que estaba? ―le pregunté a Saylor mientras
conducía la corta distancia hasta el hospital.
―Dijo que no es nada que no se pueda arreglar. ―Estaba muy emocionada―. ¡Él lo
hizo, Truly! Va a estar bien.

La sala de emergencia no estaba llena. Encontramos a Creed flanqueado por sus


219
hermanos en una de las camas de los pacientes más allá del área de triaje. Llevaba
solamente boxers y el ceño fruncido mientras una enfermera trataba de ponerle una bata.
Chase estaba riendo.
―La dignidad se por la ventana cuando estás en el hospital, Creedence. Ahora
compórtate y ponte la maldita bata.
Creed agarró la bata y se quejó cuando la enfermera se fue. El lado derecho de su cara
tenía una herida recién cosida corriendo por la mejilla. Su pecho estaba magullado y su
pierna derecha estaba tendida en la cama con una bolsa de hielo cuidadosamente colocada
sobre la rodilla.
Cord nos vio primero. Mantuvo sus brazos abiertos para Saylor y luego me sonrió.
―Le dije que te presentarías.
Yo estaba mirando a Creed mientras su hermano hablaba. Su cabeza se sacudió y sus
ojos fijos en mí con intensidad repentina. La mirada penetrante que me dio me recordó
aquella primera noche en The Hole.
―Tallulah Rae Lee.
Sonreí.
―Creedence Gentry.
Me acerqué a él. Mis manos viajaron por todo su pecho, sus brazos, su cara. Nos
besamos con un sentimiento más profundo que la pasión y él me levantó a la cama. Yo era
consciente de que Saylor y los chicos se habían retirado en silencio después de cerrar la
cortina de la cama que nos rodeaba.
―Eres real ―le dije, tratando de convencerme de que estaba aquí. Él era sólido. Él era
todo.
―Sí, nena ―gimió cuando se hizo evidente que no estaba tan herido como para
interferir con sus impulsos. Puse mi mano sobre él y ahogó su gemido con mi boca―. Eres
todo lo que pensaba ―susurró entre besos―. Sólo quería ganarme el derecho a abrazarte
otra vez.
Envolvió sus brazos alrededor de mí con fuerza y enterró su rostro en mis pechos.
―¿Qué pasó, Creed?
Lentamente levantó la cabeza y suspiró.
―Se acabó ―dijo lacónicamente. Empujó mi cabello de mi cara y me besó en la
frente―. No está muerto, cariño.
Me estremecí.
―Pero hubieras sido tú, ¿no es así?
Creed no respondió. Pasó sus manos arriba y abajo de mis brazos. Me besó en el
cuello.
220 ―Ven más cerca. ―Miré al endeble catre, a continuación, un vistazo a la escasa
privacidad que ofrecía la cortina de la cama.
―¿Cómo?
Creed me recogió en sus brazos y me abrazó contra su pecho. Hizo una mueca de
dolor cuando accidentalmente rocé contra su rodilla.
―¿Es malo? ―le pregunté.
―Nah. Se trata de un esguince o un ligamento o alguna mierda. No lo sé. Me van a
poner en una máquina para averiguarlo. ―Masajeó mi cuello y llevó sus labios a mi frente
otra vez―. Lo siento ―susurró.
―¿Por qué, Creed? Quiero estar aquí.
Sus ojos azules eran los mismos que sus hermanos. Eran del fuerte vívido color de un
cielo del desierto, me miraron con una ternura que nunca había recibido de cualquier otro
hombre. Las palabras no vienen fáciles de Creedence y parecía que él estaba eligiéndolas
cuidadosamente.
―Lamento pensar que al estar en tu cama cada noche te decía todo lo importante.
Truly, hablas de cómo te sientes y me dices toda la mierda que te importa. No aguantas
más, y eso no es algo que yo era capaz de darte. Pero te juro que voy a tratar, cariño.
―Creed sostuvo mi cara entre sus manos―. Quiero ser el tipo de hombre que te mereces.
Una sensación fea me invadió mientras Creed acarició mi cabello y murmuró palabras
que yo había esperado mi vida entera escuchar. Supuso que había sido más que honesta,
que no había nada en mí que era sórdido, de mala reputación.
―Tuve un bebé ―le susurré.
Él me besó.
―¿Qué, cariño?
Saqué las manos de mi cara y miré directamente a sus ojos.
―Tuve un bebé, Creedence. Hace cuatro años. Una niña, una hija. La dejé sin siquiera
sostenerla una vez. ―Mis manos cubrieron mi estómago, como lo habían hecho un millón
de veces antes. Debajo de mi ropa estaba la cicatriz descolorida donde había sido arrancada
de mi cuerpo después de que el parto comenzara a ir mal. Le di una sonrisa sombría―. Así
que ya ves que no te he contado todo.
Creed tragó.
―No es necesario hablar de eso ahora.
―Sí. Te dije un montón de coloridas historias de mi infancia y crees que lo sabes todo
sobre mí.
Sus ojos se oscurecieron con la confusión.
221 ―¿De qué diablos estás hablando? Nunca dije que lo sabía todo acerca de ti.
Una lágrima rodó por mi mejilla. Ni siquiera podía dar sentido a lo que estaba
diciendo.
―Pero piensas que soy buena y pura de alguna manera.
Creed se rió entre dientes.
―Sabía que no eras pura. No habría ido detrás de ti si lo fueras.
―¿Quieres saber quién era el padre de mi bebé?
―No.
Le hice escuchar de todos modos.
―Era el novio de mi madre. Dejé que me follara en todas direcciones alrededor de
cien veces y no me importaba lo que estaba arriesgando o a quién pertenecía él. Y eso fue
solo el comienzo para mí. Dejé que los hombres me utilizaran, Creed. Bastantes.
Él se estaba enojando. Se movió y me miró.
―Señora, ¿quieres oír los detalles de todas las mujeres que he jodido?
Yo no le contesté. Aparté la vista.
Creed tomó un puñado de mi cabello y giró mi cabeza en su dirección.
―¿Quieres oír hablar de eso, Truly? ¿Quieres saber acerca de los coños más estrechos
que he follado o todas las veces que alguna puta envolvió su boca alrededor de mi polla?
―No ―le susurré.
Él me soltó.
―¿Entonces por qué demonios estás tratando de decirme de todo hombre por el que
alguna vez separaste las piernas? ¿No lo entiendes? No me importa un carajo.
Cerré los ojos y exhalé. Creed me agarró la mano. Él suspiró.
―Truly Lee, ¿quién demonios te dijo que ningún hombre podía preocuparse por ti?
―Nadie ―le contesté. Eso era cierto. Era justo lo que yo me había dicho en secreto.
Sin previo aviso, Declan abrió la cortina y asomó la cabeza.
―Conseguí una pista sobre esa mierda que me pediste que me encargara.
―Gracias, Deck ―respondió Creed mientras me bajaba de la cama y alisaba mi ropa.
Declan miró de uno al otro y entonces sonrió.
―Creo que voy a ir a golpear a algún lugar esta noche y luego salir a primera hora de
la mañana. ―Dio dos pasos hacia el lado de Creed y le dio una palmada en el hombro
cariñosamente. Volvió la cabeza y me guiñó un ojo―. Esta es una buena chica que tienes
aquí.
―Lo sé ―dijo Creed tranquilamente―. En serio, gracias Deck. Y no vayas a ser
tragado por esa mierda de desierto. Siempre tienes una casa aquí con nosotros, hermano.
222
Declan Gentry podría ser uno de los compañeros más duros con el que jamás había
estado en la misma habitación, pero juro que tenía los ojos un poco brumosos cuando
Creedence lo llamó "hermano".
―Ten cuidado, hombre ―murmuró y luego se había ido.
El sonido de sus botas apenas se había desvanecido cuando la misma enfermera
molesta que había tratado de poner a Creed en una bata de hospital puso las cortinas
abiertas.
―Es hora del análisis, Sr. Gentry. Sin embargo, no puedo rodarlo a través de los
pasillos del hospital vestido así.
Creed hizo una mueca mientras se sentaba completamente. Se miró a sí mismo.
―¿Qué diablos quiere decir? No estoy vestido para nada.
Tomé la bata y empecé a desplegarla.
―Me aseguraré de que el Sr. Gentry coopere. ―La enfermera se retiró y rompí
accidentalmente la bata en dos. La tiré en el suelo―. Y lo más probable es que te cobren
unos seiscientos dólares por ese pedazo de basura.
―Oye. ―Creed me dio un codazo suavemente, tomando mi mano―. Van a pasar
horas antes de que me dejen salir de aquí. ¿Vas a estar por aquí?
Besé sus nudillos.
―Debería irme. Dejar que te atiendan.
Creed parecía decepcionado con mi respuesta. Me dio una leve sonrisa sin embargo.
―Bueno, más te vale que vengas a besarme antes de irte.
Fue una lucha alejarme. Quería quedarme con él.
―Esto no ha terminado ―me advirtió Creed y puso la bata de papel alrededor de su
cuello. Estaba hablando de nuestra conversación inconclusa.
Besé su frente una vez más.
―Buenas noches, Creed.
Media hora más tarde estaba de vuelta en mi apartamento, metida en mi cama
solitaria. Me metí bajo mi edredón y me pregunté qué diablos estaba haciendo allí. Durante
días había estado en agonía por la posibilidad de perder a Creedence. Había confrontado
mis sentimientos hacia él y me di cuenta que eran mucho más fuertes de lo que siempre he
querido que fueran. Entonces ¿por qué en el infierno no estaba a su lado?
Me senté en la oscuridad y levanté mis piernas por el lado de la cama. Después de
quitar cuidadosamente mi camiseta, toqué mi estómago. Nunca se sintió igual después de
la bebé. Siempre se sentía flojo y vacío. A veces soñaba con los meses confusos de mi
embarazo y juraba que mi pequeña niña nunca había salido de mi cuerpo. Tal vez era lo
mismo para todas las mujeres que alguna vez llevaban a un niño.
Debería haber sabido que Creed Gentry no se sorprendería por lo que yo podía
223 decirle.
“Quiero ser el tipo de hombre que te mereces”.
―Quiero merecerte también ―dije en voz alta en la oscuridad. Restregué mis ojos,
tratando de tranquilizarme. No debía haber nada desconcertante acerca de esto. Creed era
todo lo que había dejado de esperar. Él no era perfecto. Tampoco lo era yo, pero éramos
mucho más que dos cuerpos estrellándose juntos.
Mis ojos estaban repentinamente pesados. Me instalé en la parte superior del edredón
y los cerré, sintiéndome más a gusto de lo que estuve en mucho tiempo.
Sabía exactamente lo que tenía que ser resuelto.
Treinta y dos
Creed
Diecisiete puntos de sutura. Costillas magulladas. Esguince en la rodilla.
Era el hijo de puta más afortunado del planeta.
Cord y Chase tenían la intención de ayudarme. Trataron de medio llevar mi trasero
por la puerta hasta que los mandé a volar lejos con mis muletas. Estaba llegando el alba
cuando dejamos el hospital y volvíamos a casa. Saylor se metió en la parte de atrás conmigo
durante el corto trayecto en coche.
Se inclinó hacia mí.

224 ―¿Estás seguro que no quieres un poco de los medicamentos para el dolor?
―No ―dije rotundamente―. Y Say, haz como te pedí y deshazte de esa mierda.
Dio unas palmaditas en mi hombro.
―Lo tienes.
Cord se quejó de estarse muriendo de hambre así que se detuvo en un McDonald’s,
estacionó la camioneta y los cuatro nos sentamos allí abriendo un huevo McMuffin. Era
casi lo mejor que había comido.
―¿Y ahora qué? ―Cord me miró en el espejo retrovisor.
―No lo sé. ―Me encogí de hombros. Miré mi rodilla. El médico había dicho que nada
estaba roto y que la cirugía era improbable pero no podría correr maratones por un buen
tiempo―. Supongo que debo decirle adiós a mi trabajo de guardia de seguridad.
―Ah. ―Chase agitó una mano―. Te recontratarán cuando puedas caminar erguido
de nuevo. ―Hizo una bola con su envoltura de sándwich y la metió en una bolsa―. No
puedo creer que malditamente regalaras todo ese dinero.
Trago un bocado.
―Esta mierda tiene que terminar, realmente terminar. Eso significa que el dinero a
base de sangre está fuera de los límites. ―Había pasado toda mi vida apenas sobreviviendo
pero no quería nada de ese tipo de recompensa.
―Podrías haberte quedado al menos con lo suficiente para la cuenta del hospital.
―Todo va a estar bien, Chase.
Mi hermano giró para mirarme.
―Sólo estoy siendo un idiota. Fue agradable lo que hiciste.
―Lo fue ―aceptó Saylor en voz baja.
No había sido capaz de sacar a Emilio de mi cabeza. Puede que no haya sido tan mala
persona, sólo un hombre que estaba en el lado equivocado de la vida y no pudo encontrar
su camino de regreso. Le había pedido a Declan que utilizara sus recursos para realizar un
seguimiento de la familia de Emilio y darles el dinero que Gabe me había tirado.
Cuando llegamos a casa tuve que apartar la ayuda de mis hermanos de nuevo.
Cuando llegué a la sala de estar y me tumbé en el sofá, Saylor trató de cubrirme con una
manta.
―¿En serio? ―pregunté.
―Déjala hacerlo ―argumentó Chace―. Está embarazada.
Saylor hizo una mueca y luego me dio una mirada seria mientras Cord ponía su brazo
alrededor de ella. Tenía los ojos llorosos.
―Creed, estoy completamente afectada por las hormonas pero estoy malditamente
feliz que tu trasero intratable esté en casa.
225 ―Después de todo ―intervino Cord―, vamos a necesitar que cantes en la boda.
―Sería un honor ―dije. Lo decía en serio.
Saylor estaba agotada.
―¿Vienes? ―preguntó a Cord mientras se dirigía a su habitación.
―Pronto ―contestó.
Sin embargo, sus ojos estaban puestos en mí cuando Saylor cerró la puerta del
dormitorio.
Miré fijamente hacia donde Chase estaba hurgando en los armarios de la cocina.
Asentí.
Esto no podía esperar más.
―Chasyn ―llamó Cord―. Ven aquí.
Chase cerró el armario.
―Pensé que todavía teníamos algunos pretzels.
―Me los comí todos. Te traeré un poco más tarde. Sólo ven aquí y siéntate con
nosotros un minuto.
Chase se hundió lentamente en el sillón raído en la esquina de la habitación. Cord se
sentó en el sofá junto a mí. Chase siendo Chase, dos veces más inteligente que cualquiera
de nosotros, se dio cuenta que algo pasaba. Se inclinó hacia adelante en la silla y nos miró
con recelo.
Cordero sacó algo de su bolsillo. Era un folleto en papel satinado.
―Pregunté en el hospital. Hay un programa ambulatorio en la misma calle para
personas tratando de dejar malos hábitos.
Los ojos de Chase se estrecharon. No iba a dejar que fuéramos vagos en nuestra
forma de expresarnos.
―¿Qué tipo de hábitos, Cord?
Decidí ponerlo todo sobre la mesa.
―La adicción. ―Observé a Chase abrir y cerrar los ojos y luego encogerse en la silla.
Tuve que esforzarme para continuar―. Tienes un problema. Todos lo vemos. Apostaría el
último dólar en mi bolsillo a que tú también lo ves.
―¿Qué quieres ahora? ―Mi hermano estaba utilizando la misma voz tranquila y
mortal que había oído la última vez que trate de enfrentarlo.
―Chase. ―Intenté otra vez―. ¿Crees que no sé cómo te sientes? ¿Cuántas veces me
fuiste a buscar después que me emborraché tanto que no podía levantar la cabeza?
Chase, cerró los ojos y bajó la cabeza. Gruñí mientras agarraba mis muletas y cojeaba
hacia él. No lo dejaré estar solo.
―Mira ―digo―. Sé cómo es estar desesperado por aliviar el dolor. Pero la sangre de
mierda en nuestras venas no nos da ese lujo. La trampa Gentry siempre está esperando.
226
Mi hermano exhaló entrecortadamente.
―Fui a verla.
―¿A quién? ―preguntó Cord.
Chase levantó la cabeza y nos miró con ojos azules angustiados.
―A mamá.
―Mierda ―juró Cord―. ¿Eso es lo que estabas haciendo en Emblem?
―No lo planeé ―dijo Chase oscuramente―. Tenía el coche de Saylor así que dejé la
clase en un impulso y me fui allí. Chicos, a veces sólo me siento ahí pensando en que no
podría haber sido tan jodidamente malo como lo recordaba. Creo que tal vez imaginé todo
o exageré durante tanto tiempo.
―No lo hiciste ―dije rápidamente―. Fue todo tan malo y tal vez incluso mucho peor.
Chase parecía miserable.
―Lo sé.
Cord respiró hondo.
―¿Él estaba ahí?
―Sí ―admitió Chase con una sonrisa amarga―. Él abrió la puerta. Sonrió. El hijo de
puta me sonrió. Me pidió que entrara a tomar una cerveza.
―¿Lo hiciste?
―No. Le dije que tomara el tren bala directo al infierno y que estaba allí para ver a mi
madre. ―Cord me miró. Podía verlo ponerse peor a cada segundo. Odiaba cualquier
mención de Emblem o de nuestros padres.
Mantuve mi voz suave.
―¿La viste, Chase?
Estaba frunciendo el ceño hacia el piso.
―La vi. Estaba sentada en esa misma mesa sucia y vieja en la cocina. Su brazo estaba
colgando a su lado y estaba cubierto de tantas manchas que parecía que tuviera viruela.
Estaba delgada y ha perdido mucho de su cabello. Traté de lograr que me mirara y
finalmente lo hizo. ¡Mierda! ―Chase sostuvo su cabeza entre las manos y empezó a sollozar
en voz baja―. No había nada allí chicos. Nada en absoluto. Vivía y respiraba. Incluso
murmuró mi nombre una vez, pero luego simplemente se levantó y se dirigió a su
habitación porque ya había olvidado que yo estaba allí. Entonces Benton se rió y me dijo
que me sentara para tomar una cerveza. Salí corriendo antes que pudiera hacer algo para
meter mi culo detrás del alambre de prisión. Créanme he estado pensando en ello. Es viejo
y gordo. Él no habría tenido oportunidad.
Cord avanzó y puso una mano tranquilizadora en la cabeza de Chase. Era tan difícil
verlos. Los vi como los niños de hace años cuando los tres estuvimos atrapados juntos.

227 Mis chicos.


―Ella se ha ido ―les dije con tristeza―. Quienquiera que haya sido; una artista, una
madre, todo ha sido succionado. Y a pesar que Benton es una mierda, él no lo hizo todo.
Mayormente se lo hizo a sí misma. Se metió en el agujero y nunca intentó salir.
Me incliné y toqué la espalda de Chase. Sentí su respiración inestable mientras
intentaba recuperarse.
―No caigas en el agujero, Chasyn ―susurré―. Pero incluso si lo haces iremos
después de ti.
―Cada maldita vez ―dijo Cord, abrazando a nuestro hermano―. Siempre.
Chase accedió a regañadientes a inscribirse en el programa. Luego admitió donde
había estado escondiendo sus píldoras. Cord fue a sacarlas de su habitación.
―¿No estás cansado? ―Chase me pidió que me sentara en el sofá.
―Podría dormir ―admití.
Pero negó tristemente.
―No sólo hoy. Me refiero en general. Jesús, ¿esta mierda nunca va a calmarse?
Puse mis muletas en el suelo.
―Maldita la calma. La calma es aburrida.
Chase, se encogió de hombros.
―Tienes razón. ―Me dio una sonrisa maliciosa―. ¿Así que habrá una doble
ceremonia de matrimonio?
Lancé un cojín hacia él.
―Cállate.
Chase esquivó el cojín.
―No. Recuerdo lo que dijiste justo antes de la pelea. Y me refiero a que voy a
torturarte con ello. ―Hizo una pausa―. Aunque, realmente es una chica de primer nivel.
¿Así que se lo dijiste?
Pensé en la conversación del hospital. Me molestó que Truly pensara que unos
esqueletos en el armario me harían vomitar en mis manos y alejarme. No me iba a alejar. Y
si ella intentaba marcharse entonces correría tras ella. La atraparía y la abrazaría con fuerza
hasta que creyera que era la mejor maldita cosa que me ha pasado.
―Le dije que quería merecerla.
Chase estaba impresionado.
―Bueno, ese es un maldito gran primer paso.
―En serio.
―Tal vez podamos tener una cita doble. Tú, yo, Truly y la chica Stephanie.
228 ―¿Stephanie? ―Fruncí el ceño―. ¿Por qué quieres hacer eso?
―Ella es sexy como el infierno y malditamente me encanta la forma en que trata de
ocultarlo.
―Ella está bien. Un poco modesta para ti.
Sonrió.
―Creo que le gusto.
―Lo dudo. No le gusta nadie.
―No me hables acerca de mujeres. Puedo ver a través de las más duras de ellas. A esa
maldita chica le gusto.
―Bien. Le gustas. Te ama. Me importa un carajo de cualquier manera. ―Chase rió.
Continuaba riendo cuando Cord entró en la habitación.
―Hecho ―dijo Cord sobriamente.
Chase dejó de reír.
―Gracias.
―Vamos a ir a ese lugar mañana. Bueno, hoy en realidad. Los próximos días podrían
ser un poco difíciles para ti. ―Cord bostezó―. ¿Saben qué? Creo que iré por un par de
horas de sueño.
Chase suspiró y se levantó.
―Dormir suena fabuloso. ―Se acercó a mí y comenzó a hacer un espectáculo al
cubrirme con la manta.
Se la arrebaté de las manos y la tiré al suelo. Mis hermanos se cernieron sobre mí
sonriendo. La gente siempre decía que lucíamos más parecidos cuando sonreíamos.
Mientras miraba a Cord y a Chase pude verme a mí mismo. En ese momento, más o menos
perdoné a Maggie Gentry. Todavía tenía mil defectos terribles pero me había dado dos
hermanos para enfrentar al mundo. A pesar que nuestro padre nos odiaba y nuestra ciudad
pensaba que éramos la misma basura sin valor que Benton, siempre nos tendríamos el uno
al otro.
Mis hermanos fueron a sus habitaciones y me tendí en el sofá sólo porque era más
fácil que ir a mi habitación. De repente estaba tan cansado que apenas me podía mover. No
pudo haber pasado más de un minuto después cuando me quedé dormido. Fue una
sensación maravillosa, poder hundirme tan profundamente y sin miedo a que me
despertara una terrible sensación de temor. En cambio, cuando me desperté, en algún
momento de la tarde, Truly estaba sentada en el sofá mirándome.
―Eres lindo cuando babeas ―dijo y luego me dio una sonrisa tan increíble que
hubiera hecho cualquier cosa en esta maldita tierra que ella quisiera.
―¿Qué llevas puesto? ―Bostecé estirándome por ella.
Se miró inocentemente.
229
―¿No te acuerdas de este pequeño número? Me parece recordar que te familiarizaste
con él una vez.
Eso fue todo lo que necesité. Estaba tan duro como la noche en que recibí una buena
mirada desde el otro lado de la barra. Llevaba el mismo vestido azul.
―Ven aquí ―gruñí y traté de tirar de ella encima de mí.
―Oye ―se quejó Saylor desde la cocina―. Tienen compañía en la habitación.
―Bueno, ya puedes irte ―le dije.
Truly me tocó el rostro hinchado. Bajó la mirada hacia mi rodilla vendada
―¿Cómo estás?
―Herido. Me sentiré mejor si te sientas aquí y cuidas de mí por un tiempo.
―No puedo ―argumentó―. Tenemos que irnos.
―¿De qué estás hablando? ¿Irnos a dónde?
―Creed ―susurró Truly, sus ojos oscuros me miraron solemnemente―. ¿Todavía
quieres viajar conmigo?
―Iré a donde quiera que vayas, nena. Especialmente si estás usando eso.
Se puso de pie sosteniendo su bolso.
―Bien. Entonces vamos a Oklahoma.
―¿Oklahoma? ¿No podríamos encontrar un lugar un poco más exótico? ¿Y realmente
quieres irte en este mismo momento?
Frunció el ceño.
―Hay alguien a quien tengo que ver.
―¿Familia?
―Sí. Te diré más en el camino. Me imagino que podemos quedarnos en Albuquerque
por la noche y deberíamos estar allí mañana al mediodía.
Era una idea extraña, dejar todo y conducir unas buenas mil kilómetros cuando estaba
totalmente confundido y aún intentando acostumbrarme al hecho que ya no hay un terrible
destino pesando sobre mi cabeza. Truly estaba esperándome con una mirada tímida en su
rostro. A la mierda todo; no podía pensar en nada mejor que pasar unos días a solas con
ella.
―Déjame ducharme primero ―dije, luchando por levantarme.
Truly me tomó del brazo.
―¿Puedes tú sólo?
Sonreí, luego envolví mis brazos alrededor de su cintura.
―Ven a ayudarme.
230
Treinta y tres
Truly
Creedence necesitó muchísima “ayuda”, primero en la ducha, luego en su dormitorio.
Sin embargo, no me quejaba. Después, cerré tranquilamente la cremallera del vestido,
observándolo mientras lanzaba algo de ropa en una bolsa. Tenía una gran sonrisa en su
rostro, ya sea por el alivio del reciente giro de los acontecimientos o simplemente porque
había tenido tres buenos orgasmos en media hora.
―Gracias ―dije.
Me miró.
―Esta vez creo que hiciste más por mí que yo por ti.
231
―No es cierto. Y no estaba hablando de eso. Quiero decir gracias por acceder a venir
conmigo.
Se sorprendió.
―Quiero estar contigo, Truly. ¿Acaso no lo dejé claro?
Alisé el vestido sobre las piernas.
―Supongo que tenía que oírlo un par de veces más hasta que me quedara claro.
Creed se acercó cojeando. Todavía estaba sin camisa. La herida cosida en su rostro le
daba una apariencia totalmente feroz, pero sus ojos eran suaves. Besó mis labios y luego se
echó hacia atrás ligeramente.
―Quiero estar contigo, nena ―susurró.
Lo abracé.
―También quiero estar contigo.
Me sostuvo con fuerza y me besó más profundamente. Me alejé, riendo.
―No nos iremos nunca si seguimos así.
―Una vez más ―me suplicó, sonriendo mientras se bajaba el pantalón porque ya
sabía que iba a ganar. Nunca podía decirle que no a este chico.
Finalmente, lo saqué por la puerta. Cuando traté de llevar las muletas a su lado, las
agarró y las tiró contra la pared del patio.
―Mierda de macho ―murmuré, poniendo los ojos en blanco.
Se rió y trató de agarrar mis llaves.
Las alejé de su alcance.
―No puedes manejar con la rodilla así.
―Usaré el pie izquierdo.
―En serio, Creedence. Yo conduciré.
―Está bien ―aceptó―. Sólo por esta vez puedes conducir.
―Gracias, Amo, por concederme vuestro permiso tan generosamente y por
permitirme conducir mi propio vehículo. De veras espero poder hacerlo bien sola.
Me acercó con una mirada seria en su rostro.
―No estás sola, cariño. Nunca estarás sola siempre que yo me encuentre cerca.
Me mordí el labio.
―Maldita sea, simplemente no puedo enfadarme contigo, siempre me ganas, Creed, y
lo sabes.
Después de subirse a regañadientes en el asiento del pasajero y de ponernos en
camino, Creed empezó a hablar más que nunca. Todavía no mencionó la pelea, pero me
dijo sobre lo que pasó con Chase anoche. Luego, habló sobre su infancia en Emblem y lo
232
que significaba crecer entre personas que ya se habían hecho a la idea de que eras un inútil.
―Follar y luchar ―comentó con cierta amargura―. Dicen que eso es lo que la basura
Gentry sabe hacer.
Estiré la mano y le toqué el brazo. Sonrió y miró por la ventanilla. De repente, su
estado de ánimo mejoró y empezó a contar historias divertidas sobre Chase y Cord. No se
me pasó desapercibido el modo en que su voz se iluminaba cuando hablaba de sus
hermanos. Eran el mundo para él.
Creed esperó hasta que pasamos la frontera del estado de Nuevo México antes de
preguntarme por qué íbamos a Oklahoma.
―Mi hermana está ahí.
―¿Cuál?
―Augusta.
Creed asintió.
―Es la que estaba a tu lado en la foto. ¿Sabe que estoy yendo contigo?
―En realidad, ni siquiera sabe que yo voy.
Creed lo reflexionó en silencio. Pudo haber notado la forma en que mis manos se
apretaron alrededor del volante. Realmente no sabía qué clase de saludo obtendría de
Aggie. Pero después de dejar a Creed anoche, me di cuenta de que en realidad no podía
seguir adelante hasta que hubiera reparado el pasado. Ya era hora de contarle todo. Era el
momento de tratar de recuperar el vínculo que una vez habíamos compartido.
Ya hacía bastante que el sol se había desvanecido cuando llegamos a Albuquerque.
Encontramos un Holiday Inn y, de la típica manera Gentry, Creedence pagó la habitación y
me ignoró cuando traté de objetar.
Todavía estaba discutiendo cuando abrió la puerta de la habitación.
―Deberías dejar que te pague.
Lanzó nuestras bolsas en el interior y me agarró. Sentí sus labios en mi cuello y la
respuesta habitual de mi cuerpo ante su contacto.
―Págamelo de otra manera ―murmuró en mi oído.
―Sí, señor ―dije, quitándome el vestido mientras cerraba la puerta.
Una hora después, mientras estaba a horcajadas sobre su cuerpo duro, moviéndome
de la forma en que sus manos me exigían, lo miré a los ojos. Fue un momento intenso
mientras me sentía subir cada vez más alto; él seguía siendo enorme como un cañón. No
pude evitar decir las palabras que salieron de mi boca. Estaba perdida y loca por este
hombre. Se lo dije mientras un espasmo sacudía mi cuerpo.
Después de que se estremeciera y gimiera, me bajó hasta su pecho. Sus manos viajaron
suavemente sobre mi piel sudorosa.
233
―Esta es la primera vez para mí ―dijo con una voz un poco asombrada.
―Apenas. ―Sonreí.
Creed me tiró del cabello.
―Listilla. Quise decir que es la primera vez que me he sentido así.
En un breve destello, vi a todos los hombres que alguna vez pensé haber amado.
Nunca fue amor, no en realidad. Estaba tan hambrienta de encontrar el amor y lo deseaba
tan desesperadamente. Sin embargo, nunca me encontró hasta que dejé de buscarlo.
―Para mí también ―dije honestamente y lo abracé más fuerte―. Para mí también, Sr.
Gentry.
Giró hasta ponerse encima de mí. Acaricié su rostro hinchado mientras me miraba
solemnemente.
―Truly, me voy a asegurar de que sea la única también.
Luego me besó una vez más y dejó caer su cabeza en mi pecho mientras me acariciaba
la nuca. Nos quedamos dormidos así hasta la mañana.
Una vez que estábamos en la carretera otra vez, empecé a ponerme un poco nerviosa.
Quizás Augusta no tenía interés en abrir viejas heridas. Tal vez no quería ni verme.
Sí, querrá.
―¡Qué cielo! ―comentó Creed, abriendo la ventanilla y sacando la cabeza.
Sabía a qué se refería. El paisaje de Oklahoma era tan plano, el horizonte tan vasto,
que el cielo parecía inusualmente enorme. Pasamos un cartel que decía que Stillwater
quedaba a sólo quince kilómetros. Más allá, otro cartel llevaba el nombre de la universidad
en naranja y negro.
La escuela en sí era tan idílica y pintoresca como una película. Casi esperaba un
desfile de bienvenida vibrante marchando justo delante de nosotros cuando detuve el auto
en un pequeño estacionamiento en el borde del campus. Creed tomó mi mano cuando
exhalé con fuerza.
―Sólo llámala ―dijo.
―Supongo que tengo que hacerlo ―gruñí―. No sé dónde vive.
Mientras marcaba y escuchaba el teléfono sonar, me di cuenta que todavía no tenía ni
idea de qué decirle a mi hermana.
―¿Aggie? ―dije con la voz entrecortada cuando escuché un clic del otro lado.
Después de decirle que estaba allí mismo en la escuela, siguió un momento
insoportablemente tenso.
―¿Aquí? ―dijo sin creerlo―. ¿Saliste de Arizona así sin más?
―Sí.
―¿Por qué?
234
Tragué saliva.
―Para verte, Ags. Quiero verte. Lamento que me haya llevado tanto tiempo hacerlo.
―Esperé a que dijera algo. Su silencio me estaba matando―. Augusta, ¿quieres verme? No
tienes que hacerlo.
―¡Truly! ―jadeó―. ¿Estás hablando en serio? ¡Claro que quiero verte!
Lentamente, una sonrisa se posó en mi rostro.
―No tienes que gritar, hermana.
Diez minutos más tarde, Creed y yo estábamos de pie debajo de las ramas de un
álamo, esperando a mi hermana. Creed se apoyó en el amplio tronco y se estremeció.
―¿Te duele?
No lo admitiría.
―Nop. ―Miró detrás de mí y sonrió―. Ahí está.
Mi hermana llevaba vaqueros y una camiseta de la escuela. Me sorprendí al ver a un
hombre a su lado. Era casi tan grande como Creed, de piel oscura, y vestía botas de
vaquero. Puso un brazo alrededor de sus hombros y ella le apretó la cintura por un
segundo. Entonces, nuestros ojos se encontraron y Augusta se congeló.
―Aggie ―susurré.
De repente, salió corriendo. El hombre que estaba con ella dejó de caminar.
Simplemente se quedó mirando mientras Aggie y yo chocábamos. Traté de encontrar
algunas palabras, pero lo único que podía hacer era llorar en sus brazos mientras ella
lloraba en los míos.
―Te extrañé ―susurré finalmente mientras me sentía rodeada de cálidos recuerdos.
―Todos los días ―musitó ella, secándose las lágrimas de sus ojos. Me sonrió
tímidamente. La última vez que la vi, estaba en la mitad de su adolescencia. Ahora era una
joven encantadora. El hombre que había quedado atrás de nuestro saludo, se adelantó y se
puso a su lado. Ella lo miró y sonrió.
―Pensé que habías dicho que los hombres eran problemas ―bromeé.
―La mayoría lo son ―respondió, poniéndose las manos en las caderas. Hizo un gesto
detrás de mí―. Ese seguro parece un problema.
Creed lo tomó como su señal para acercarse, cojeando. Esperó a que lo presentara.
―Creedence Gentry, esta es mi hermana, Augusta Lee.
Ella lo miró de arriba abajo.
―Estoy feliz de conocerte, Creedence. ¿Mi hermana te golpeó como la mierda o qué?
―Podría si quisiera ―dijo Creed alegremente, y extendió su mano. Aggie la tomó y se
volvió hacia el hombre a su lado.
235
―Él es Eric. Nosotros… ―Aggie pareció repentinamente nerviosa cuando Eric se
acercó.
―Soy su chico, incluso si todavía no se ha acostumbrado. ―Pasó un brazo alrededor
de mi hermana y me sonrió. Me miró directamente a los ojos sin una pizca de timidez―.
Me alegra conocer a una de las hermanas de Augusta.
―Eric está en el último año. También está en el programa de veterinaria.
Eric la miró y pude ver en su rostro que era un hombre que sabía lo que quería. Y
quería a mi hermana. Nos observó a cada uno de nosotros, haciendo un balance de la
situación rápidamente. Luego asintió mirando a Creed.
―¿Qué te parece si vamos a almorzar y les damos a las damas la oportunidad de
hablar? ―Sonrió―. Te puedo decir todo lo que nunca quisiste saber sobre el ganado. El
rancho de mi familia está a menos de treinta y cinco kilómetros de aquí. Hay un lugar aquí
en Stillwater que cocina nuestra carne. Te juro que es la mejor hamburguesa que comerás
en tu vida.
Creed dudó, mirándose la pierna.
―Siempre que no tenga que caminar hasta allí.
Eric se encogió de hombros.
―Tengo mi camioneta en la esquina. Lo traeré y te tiraré atrás.
―¿Me tirarás? ―gruñó Creed y Eric se rió.
―Sin ánimo de ofender, hombre. Ya vuelvo. ―Le guiñó el ojo a Aggie y se volvió
caminando por la dirección que había venido.
Creed hizo todo lo posible para hablar un poco con mi hermana, pero parecía casi
aliviado cuando Eric regresó con una enorme camioneta Dodge naranja.
Eric sacó la cabeza por la ventanilla.
―Oye, no tienes que sentarte atrás de verdad.
―No me importa ―dijo Creed sentándose en la parte de atrás descubierta.
―Tengo un montón de heno ahí atrás.
―Me gusta el heno ―respondió Creed y golpeó el costado de la camioneta―. ¡Arre!
Eric me miró.
―Prometo que voy a traerlo de vuelta. ―Su expresión se ablandó completamente
cuando miró a Aggie―. Llámame si quieres que nos quedemos más de una hora.
De repente, Aggie parecía nerviosa. Se estaba mordiendo las uñas.
―Gracias ―dijo en voz baja.
Creed saludó desde la parte trasera de la camioneta cuando Eric arrancó. Pensé que
no tenía necesidad de preocuparme por él; Eric parecía poder hablar por los dos.
Mi hermana trató de sonar alegre. Señaló a Creed.
236
―No me contaste nada al respecto. ―Volteé la cabeza en la misma dirección.
―Bueno, tú tampoco.
Se abrazó a sí misma y se puso sombría.
―Supongo que ya no sabemos mucho la una de la otra.
―No ―concordé―. Y lo odio.
Augusta se sentó en el bordillo. Me senté a su lado. Suspiró. Sabía que iba a recordar
el pasado. Bien. Estaba dispuesta a hablar de ello.
―Sabes. Te pregunté una vez si había algo entre tú y él. Mason. Me dijiste que no.
―Mentí ―respondí sencillamente.
―Mentiste. ―Asintió―. Nunca antes me habías mentido. Sabía que lo estabas
haciendo.
―No me sentía orgullosa de mí misma.
―No, y no deberías haberlo estado. ―Hizo una mueca―. Esto está mal. Han pasado
cuatro años. No es así como debería ser nuestro reencuentro, Truly.
―Está bien. Me puedes preguntar todo lo que quieras, Aggie. Me puedes decir todo lo
que necesites.
Me miró.
―Eres tan hermosa, Tru. Ahora aún más de lo que eras entonces. Eso es lo que volvió
loca a mamá. Estaba tan celosa que no podía ver bien y tú ni siquiera te diste cuenta. Carrie
y yo lo sabíamos. Mia siempre estaba pensando en ella. Pero tú nunca lo supiste, ¿no?
Sí. De alguna manera siempre lo supe. En algún momento, cuando cumplí trece años,
me pareció que me había dejado de mirar completamente, como si sólo verme le doliera
demasiado.
―¿Crees que alguna vez la volverás a ver, Tru? ―Negó―. Olvídalo. Simplemente te
colgaría si la llamaras.
―No me colgó ―dije en voz baja.
Aggie me miro sorprendida.
Tragué saliva y le expliqué:
―Carrie me dio su número. La llamé ayer por la mañana. ―Traté de recordar cada
palabra de esa breve conversación con la mujer que me había dado a luz, que me había
criado, y que luego me echó―. No diría que fue una charla sentida entre una madre y una
hija, y sospecho que no vamos a volver a hablar. Pero me dijo que esperaba que siempre
tuviera días más bonitos que feos.
Aggie cerró los ojos.
―A Laura siempre le importó demasiado ser bonita.
237
―No creo que se refiriera a eso. Creo que fue la manera de Laura Lee de decir que le
importo de alguna manera. Lo lamento, Aggie. ―Una lágrima cayó por mi mejilla―.
Lamento haberme ido sin mirar atrás. Estaba perdida, hermanita. No sabía cómo iba a
cuidar de mí misma, y mucho menos del niño dentro de mí.
Aggie dejó escapar un grito ahogado. Se puso la mano sobre su boca. Mientras seguía
hablando, los ojos de mi hermana se llenaron de lágrimas. Le conté todo.
―Sabía que era una niña a pesar de que dijeron que no lo podían ver. Durante un
tiempo, pensé que podría empezar de nuevo y que le daría todas las cosas que nunca tuve.
Eso fue hasta que sentí los dolores del parto y miré alrededor de la horrible habitación en la
que vivía. Era sucia y la gente gritaba todas las noches. Me di cuenta que no podía darle
nada más que la misma vida que siempre había conocido. Fue un parto duro y terminaron
cortándome la barriga. Nunca la sostuve, Aggie. Nunca quise. No porque no la amara, sino
porque sabía que era lo mejor que podía hacer. Así que firmé donde me dijeron y después
de tres días me fui sola de ese hospital. No podía ser Laura Lee. Sabía que si trataba de
quedármela, lo sería.
Aggie se secó los ojos y se quedó callada. Pasaron varios minutos y luego me miró a
los ojos.
―Escúchame, Truly. Nunca podrías ser Laura. ¿Me oyes? ¿Me crees? Nunca. ―Bajó la
cabeza―. Maldita sea, ojalá me lo hubieras contado.
―Lo sé. Pero te lo estoy contando ahora.
―Siempre pensé solo en cuán difícil fue para mí, levantar a Laura del suelo, tratar de
estar allí para Mia y Carrie. Me sentía enojada contigo, Truly. No tenía ningún derecho a
estarlo. Te encontrabas sobreviviendo como podías. ―Su voz se entrecortó―. Lo siento.
―Yo también, Aggie. Yo también.
Suspiró y entrelazó firmemente su brazo con el mío.
―¿Me prometes que no nos perderemos otra vez?
―Lo prometo. Te quiero, Augusta.
―Yo también te quiero, Tallulah.
Después de eso, Aggie quería oír sobre Creed y yo quería oír sobre Eric. No nos
pusimos al tanto de todo lo que pasó en cuatro años. Se necesitaría tiempo para superar la
timidez de nuestra larga separación. También tuvimos que ajustarnos a las personas en las
que nos habíamos convertido en el ínterin. Esperaba desesperadamente que algún día
volviera a estar con mis tres hermanas.
Cuando Eric y Creed regresaron, parecía que se habían llevado bien. Creed había
optado por sentarse en el asiento del acompañante en esta ocasión y cuando salió, lo hizo
refunfuñando.
―Joder, todavía me pica.
Eric se rió.
238
―Te advertí que no te sentaras en el heno.
―Aplaudamos todos al Sr. Te Lo Dije.
―Chicos, qué lindos son ―bromeé.
Eric sonrió ampliamente.
―Yo soy más lindo. Sólo míralo. Tiene el rostro roto y una pierna coja.
―Basta. ―Aggie se rió.
Eric la levantó del suelo juguetonamente.
―Sigue diciéndome qué hacer, cariño. Me gusta.
Aggie y Eric nos mostraron los alrededores de Stillwater durante un rato. Me hubiera
gustado quedarme mucho más tiempo, pero teníamos que volver a Tempe. Creed quería
asegurarse de que Chase estaba bien y yo tenía que volver al trabajo.
Antes de irnos, abracé a mi hermana por un largo rato. Nos prometimos vernos
pronto y hablar al menos una vez a la semana. Entonces, la dejé con Eric y le permití a
Creed llevarme de vuelta a mi auto. Me estiré para besarlo.
―Vamos a casa.
―Por supuesto. ―Sonrió.
Estaba cansada. Estaba contenta. Y, esta vez, no discutí con Creedence cuando insistió
en conducir.
Treinta y cuatro
Creed

Quería conducir directamente pero Truly me rogó que me detuviera en Albuquerque


otra vez. Cuando salí de su auto, mi rodilla estaba tiesa como el infierno y ella escuchó mi
gruñido de dolor.
Puso sus manos en las caderas y me regañó.
―Eso es todo, chico rudo. Pondrás a descansar esa pierna por la noche. Te prepararé
un baño para que puedas sumergirla.
Me sentí un poco ridículo cuando me obligó meterme en la bañera. Sin embargo, una
239
vez que me metí en el agua caliente mi cuerpo estuvo agradecido. Mis músculos se
relajaron y el latido de mi pierna se calmó. Truly se arrodilló junto a la bañera y examinó mi
rodilla hinchada.
―Oye. ―Tiré de su camiseta―.Si yo tengo que estar desnudo tú tienes que estas
desnuda. Es justo.
―Y me importa ser justa. ―Arrastró las palabras mientras se quitaba su ropa. Miró mi
cuerpo y parecía que estaba intentando no sonreír―. Se supone que te relajes.
Señalé mi polla.
―No puedo hacer nada con ella. Tiene mente propia.
Rió y luego se inclinó para masturbarme con su mano. Más tarde, cuando estábamos
juntos en la cama y escuchando una tormenta eléctrica pasar, me preguntó en qué estaba
pensando. Pensaba en las personas. Siempre me había parecido que todos los demás
caminaban solos excepto por nosotros tres, los chicos Gentry. Mis hermanos y yo fuimos lo
suficientemente afortunados para tenernos los unos a los otros en un mundo de almas
tristes y perdidas. No veía como podría haberlo hecho sin Chasyn y Cordero. Pero había
más en la vida que la hermandad. Lo había visto por primera vez cuando Cord encontró a
Saylor. Y ahora lo tenía para mí. Esperaba que Chase lo encontrara algún día también. Si
alguien necesitaba el amor de una mujer era él. Nuestros destinos siempre estarían unidos.
Pero ahora había más que solo nosotros tres. Abracé a Truly contra mi costado y le
respondí.
―Estaba pensando en que siempre me imaginé que estaría afuera para siempre. Que
las cosas que venían tan fácil casi para la mayoría, no estaban destinadas a ser mías así que
era mejor si nunca las quería en primer lugar.
Besó mi cuello.
―¿Como esto? ¿Nosotros?
―Sí ―dije―. Como esto. Sabes que ese chico Eric es bastante genial. Llegamos a
hablar de mujeres y de la vida. Le dije lo que acabo de decirte, sobre estar afuera. Rió y dijo,
“El mundo es exactamente como decidas verlo, Creed. Tómalo de un vaquero negro en el
medio de Oklahoma”. Luego se comió el resto de mis papas fritas.
Truly se sentó de golpe. Se sentó a ahorcajadas sobre mí y tomó mis brazos,
poniéndolos al costado de mi cabeza. La dejé.
―No cedas ante nadie ―me desafió en la oscuridad.
―Cedo ante ti, nena ―le dije. Dejó ir mis brazos pero continuó sentada sobre mí,
mirándome.
Tocó el lugar en su hombro donde obtuvo el tatuaje de Cord.
―Acaba de cumplir cuatro ―dijo Truly en voz baja. Suspiró―. Espero que algún día,
cuando descubra que su madre la dejó, entienda por qué. Espero que me perdone.
Me senté y tomé su rostro en mis manos.
240
―Perdónate a ti primero.
―Lo hago. ―Asentí―. Creo que lo hago. ―Inclinó su cabeza―. Creed, nunca esperé
nada de esto. Creí que sabía qué tipo de hombre eras. No me tomó mucho tiempo darme
cuenta que había estado equivocada. Me alegra haberme equivocada. Estoy loca por ti.
¿Sabes eso?
Sonreí.
―Tengo mis sospechas. ―La empujé contra mí, hambriento de cercanía―. No me
importaría si quisieras mostrármelo otra vez, sin embargo.
―Haz algo por mí primero.
―Lo que sea. Solo dilo.
―¿Cantas?
Me senté y la sostuve contra mi pecho, la forma en la que la tuve la primera vez que le
canté. Preferiría cantar con mi guitarra pero no tenía problema en adaptarme. Cord y Chase
siempre se burlaron por gustarme lo que ellos llamaban “vieja música” pero siempre era lo
que aparecía primero en mi cabeza. Truly suspiró con satisfacción mientras cantaba una
vieja balada de los setenta llamada “The Air That i Breath”.
Cuando terminé hicimos el amor lentamente y luego nos quedamos dormidos.
En la mañana dejamos Albuquerque. Había sido agradable, ver algo más que el
desierto de Arizona. Sin embargo, estaba ansioso por llegar a casa. Había hablado
brevemente con Cord y dijo que Chase estaba luchando un poco mientras su cuerpo se
adaptaba a estar limpio de las píldoras. Los chicos del centro de abuso de sustancias habían
sido asombrosos hasta ahora y Cord era optimista en que nuestro hermano lo superaría.
Aun así, me sentiría mejor si pudiera mantener un ojo en Chase yo mismo.
Mientras volvíamos a Arizona, recordé algo que Chase había dicho. Truly me miró
cuando me aclaré la garganta.
―¿Quieras escuchar algo loco? Chase cree que tu compañera de cuarto tiene algo por
él.
Para mi sorpresa, Truly no pareció divertida. Jugó con su cabello y sonrió
misteriosamente.
―Quizás tenga razón.
―De ningún modo. ¿Te dijo eso?
Ella rió.
―¿Estás bromeando? Stephanie no funciona así. Digo que si ella no le está diciendo
que orine el asta de una bandera entonces él está adelantando en el juego.
―Hmm ―gruñí―. No parece una buena pareja si me preguntas. No tienen nada en
común.
―¿Y qué? ―se burló―. ¿No dicen todos lo mismo sobre nosotros?
241
―Quizás.―razoné, aún encontrado difícil imaginarme a Stephanie haciendo algo más
que golpear a Chase en las bolas.
Mientas nos acercamos al valle empecé a sentirme ridículamente complacido de ver el
paisaje familiar. A lo lejos se alzaba la sombre de la Montaña Camelback y mientras
entrabamos a Temple ahí estaba la cara alegre del Estadio Sun Devil.
―Deberíamos planear otro viaje pronto ―dije―. Hay muchos otros lugares que me
gustaría ver contigo.
―Dilo ―dijo Truly―. Y estaré a tu lado.
Siguió mirándome. Actuaba como si estuviera a punto de decir algo y entonces
rápidamente alejó la mirada.
―Escúpelo, chica.
Truly frunció los labios.
―Saylor y los chicos creen que deberías intentar hacer algo con tu canto.
Sabía dónde iba esto.
―He escuchado eso antes.
―No, de mí no lo has hecho. No frunzas el ceño ni pongas los ojos en blanco, señor
Gentry. Puedo verte muy bien. Tienes un don, Creed.
Giré en la entrada de mi complejo de apartamentos. Truly puso su mano en mi brazo.
―Solo piénsalo ―dijo en voz baja―. Por favor.
―Lo haré ―dije, estacionando frente a mi departamento―. ¿Quieres entrar y tomar
una larga siesta conmigo?
Sonrió.
―Debería ir a casa y asegurarme de que Steph recordó alimentar a mi gato.
―¿Qué quieres hacer más tarde?
Arqueó una ceja.
―¿Me estás invitando a salir contigo?
―¿Esa es una opción?
―Siempre. Más como una demanda en realidad.
La empujé más cerca y la besé.
―Quiero llevarte fuera ―dije―. A cenar y al cine. Como las personas normales.
―Personas normales ―murmuró. Luego aplaudió y comenzó a reír―. Seremos
normales y esa mierda.
No entendí por qué lo encontró tan gracioso pero me reí con ella porque era feliz de
hacerla feliz.

242 ―Usa uno de tus vestidos ―le dije―. Te recogeré a las seis.
Comprobó su reloj.
―Las seis nunca parecieron más lejos.
Negué con una sonrisa, recordando cuando le dije algo parecido a ella. Esta chica tiene
una habilidad especial para recordar cada maldita palabra que sale de mi boca.
―Quizás aparezca más temprano.
―Deberías ―dijo, moviéndose al lado del conductor cuando bajé―. Pero no creas que
te iras sin besarme primero. Acabo de inventar esa regla. Creedence, nunca tienes permitido
irte sin besarme. ―Sus ojos oscuros brillaron―. O te arriesgaras a mi furia.
―Y ciertamente no querría arriesgarme a eso ―dije, entrando.
Me estiré por la ventana y puse mi mano en su nuca, mis dedos enredándose con su
cabello oscuro. La besé duro y profundo. Siempre lo haría.
Epílogo
Truly
―Mierda, los saleros ―refunfuñó Cord con exasperación. Tenía la mano en la puerta
y estaba a punto de empujarnos por ella―. Ahora solo tenemos quince minutos.
―De todas formas, la sal es mala para tu salud ―argumenté y cedí, dejándolos
rápidamente en las mesas vacías mientras Saylor corría a la parte de atrás a recoger
nuestros bolsos.
Liberé mi cabello de la coleta, ignorando la mirada de Julie, mientras ella y Griffin se
escondían detrás del bar. Aún consideraba como una afronta personal que me tomase unos
días de descanso el mes pasado. Todas sus absurdas miradas ceñudas eran supuestamente
para recordarme cómo había tenido que hacer mi trabajo mientras estaba fuera.
243 Saylor volvió y estaba sonriendo. Era su última semana trabajando en Cluck This.
Cord tenía bastantes clientes habituales en el estudio de tatuajes y estaba ganando bastante
dinero. Incluso aunque Saylor solo estaba en su primer trimestre, no quería que su novia
embarazada se agotase sirviendo pollo frito.
―Estoy nerviosa ―confesó, apretándome el brazo―. ¿Estás nerviosa?
―Un poco ―admití.
Ed salió de su oficina y le hizo un gesto con la mano a Cord antes de asentir hacia mí.
―Así que, ¿esta es la gran noche?
―Esta es ―afirmé, mientras la emoción me atravesaba.
Mi jefe asintió y sonrió.
―Entonces salgan de aquí, ambas. Buena suerte.
Saylor estaba un poco entusiasmada cuando salimos y empezamos a caminar por la
calle. Cord parecía entretenido por su constante entusiasmo. No la culpaba por estar
entusiasmada, habíamos trabajado en sus planes de boda cada minuto libre. En dos
semanas todos estaríamos volando a Las Vegas para ver a Saylor McCann convertirse en
Saylor Gentry.
Cord la abrazó y posó la mano suavemente en su ombligo durante un momento. Ella
le sonrió mientras compartían un momento especial siendo felices por lo que habían
creado. Me quedé atrás unos pasos, admirándolos. Mis amigos, ambos, se merecían cada
momento de felicidad.
―Truly ―llamó Saylor girándose―. Vamos, camina rápido. ¡No podemos
perdérnoslo!
―No lo haremos ―aseguré, aunque aceleré el paso―. Créeme, ni los perros del
infierno podrían hacer que me lo perdiese.

The Hole siempre estaba lleno. Sobre todo, los martes por la noche cuando había
música en directo. Estiré el cuello para vislumbrar el escenario al otro lado del bar. Brayden
y Millie nos encontraron entre la multitud y esperamos todos juntos. Comprobé mi reloj.
Eran casi las diez y media.
Cord tenía las manos en los hombros de Saylor. Ambos estaban mirando entre la
multitud.
―¿Lo ven? ―grité.
Saylor negó.
Cuando un brazo me agarró el cuello en un repentino abrazo, estuve a punto de
cometer asalto con lesiones, imaginando que algún idiota borracho estaba tratando de
244 meterme mano.
―¡Chase! ―regañé.
Se rió.
―Pensé que ibas a abofetearme.
―Suenas decepcionado.
―Quizás. ―Chase se encogió de hombros, sus ojos azules divertidos. Habían sido
unas semanas duras para él desde que estaba limpio.
Parecía que se había vuelto más tranquilo últimamente, más serio, mientras intentaba
encaminar su vida. La mayoría de las noches o estaba trabajando como seguridad en la
escuela o leyendo en el sofá. La otra noche, Creed se había burlado cuando me pregunté en
voz alta si Chase podría estar solo.
―Créeme ―murmuró Creed mientras me agarraba en la oscuridad―, ese chico sabe
dónde encontrar compañía cuando la quiere.
De hecho, Chase parecía estar buscando compañía justo ahora. Movía la mirada
alrededor de forma inquieta. Ondeé una mano frente a su rostro.
―¿Estás buscando algo especial?
―No puede ser ―bromeó, agarrando a Saylor con un brazo y a mí con el otro―.
Todas las chicas especiales están tomadas. ―Besó la mejilla de Saylor y después la mía
antes de soltarnos.
Lo miré con compasión.
―Lo siento, no pude convencer a Stephanie para que viniese.
Chase alzó las cejas y me dio una mirada totalmente traviesa.
―Oh, vendrá por aquí. ―Se rió entre dientes―. Siempre lo hacen.
―Chicos. ―Suspiré, poniendo los ojos en blanco. Entonces me quedé rígida cuando la
música paró y un hombre subió hacia el micrófono. Tenía el cabello blanco, con un gran
bigote. Inclinó hacia atrás su sombrero de vaquero y sonreía a la joven multitud, mientras
silbaban y esperaban a que hablase.
―Amigos, esta noche tenemos a un chico local haciendo su primera actuación. Desde
que su voz es más agradable que la mía, no quiero alargar esto. Damas y caballeros, el
señor Creed Gentry.
Mientras Creed se ponía frente al micrófono apreté las manos frente a mí, así no
temblarían. Cuando volvimos de Oklahoma estaba decidida a hablar con Creed para que
hiciese algo con su talento natural para la música. Pensé que eso llevaría a una buena
disputa, pero parecía que algo se había encendido dentro de Creedence Gentry. Después de
unas semanas de acoso colectivo, por mí, Cord, Saylor y Chase, aceptó reticentemente a
darle una oportunidad.
Creed estaba un poco rígido mientras entraba en el escenario. Mantuvo la miraba baja
245 mientras subía el micrófono a su altura.
Sonríe, cariño. Deja que te vean.
Pulsó algunas cuerdas de su guitarra y entonces levantó la cabeza. Mientras miraba
entre el público su expresión no era particularmente amistosa. De hecho, parecía como si
estuviese desafiando a media multitud a que se encontrasen con él fuera en el callejón. Sentí
a Saylor agarrar mi brazo con inquietud. Cord miró a Chase con preocupación. Si esto no
iba bien, entonces Creed podría querer simplemente saltar de escenario y olvidarse de
actuar para siempre.
Pero entonces, Creed nos vio a todos junto allí de pie. Su rostro estalló en una sonrisa.
Cuando sus ojos se centraron en mí su sonrisa creció. Le devolví la sonrisa, esperando que
pudiese entender todo lo que le estaba diciendo silenciosamente.
Estoy aquí por ti.
Creo en ti.
Te amo.
Creed se aclaró la garganta y habló cautelosamente en el micrófono.
―Hola amigos. Estoy malditamente agradecido que estén aquí esta noche y espero
que disfruten de la actuación.
Chase se inclinó y me susurró en el oído:
―Ensayó esto cada segundo que no estabas cerca.
No entendí qué quiso decir hasta que Creed empezó a cantar. Era una canción que
había escuchado por primera vez cuando era niña, pero que no me impresionó en su
momento. “Between the Devil and Me” era uno de los grandes éxitos de Alan Jackson.
Trataba sobre un hombre luchando por superar sus demonios buscando consuelo en los
brazos de la mujer que amaba. Siempre me recordaría la noche que tomé el riesgo con un
chico que apenas conocía. Cuando Creed me había susurrado al oído que podría bailar
conmigo toda la noche no tenía ni idea qué estábamos empezando. Tampoco él.
Como The Hole era un bar country, Creed se lanzó con canciones de Tim McGraw y
Garth Brooks. Mientras le escuchaba y notaba el silencio atento de la multitud, empecé a
relajarme. Su actuación solo duró veinte minutos, pero cuando tocó la última nota el
público irrumpió en un aplauso salvaje. Cord levantó sus pulgares con júbilo y Chase silbó
tan alto que dañó mis oídos.
Tanto hombres como mujeres golpearon a Creed en la espalda mientras se dirigía a
nosotros. Aunque sus ojos solo estaban centrados en mí. Distraídamente le entregó la
guitarra a Chase y me levantó, besándome con urgencia antes de hacer nada más.
―Por ti ―susurró mientras me dejaba en el suelo. No pude preguntarle a qué se
refería, porque Cord y Chase lo estaban agarrando en un abrazo de oso entre hermanos.
―¡Sabía que estarías genial! ―chilló Saylor mientras se tomaba su turno para
abrazarlo.
246
Brayden y Millie le ofrecieron sus felicitaciones y todos nos movimos hacia la parte de
atrás, así podíamos oírnos un poco mejor. Creedence tomó mi mano y le miré mientras
hablaba con sus hermanos y nuestros amigos. Nunca le había visto sonreír tanto.
Pronto Saylor empezó a bostezar y recostarse sobre el hombro de Cord.
―¿Estás cansada, cariño? ―le preguntó, apartándole un mechón de cabello castaño de
la frente.
Ella volvió a bostezar.
―Lo siento, no tengo resistencia estos días. ―Se golpeó el ombligo―. Es un trabajo
duro criar un humano.
Cord le hizo un gesto con la cabeza a Chase.
―¿Sales esta noche?
Chase miro alrededor. Unas cuantas lindas universitarias le miraban.
―No. ―Negó con la cabeza―. Creo que volveré a casa con ustedes chicos.
Millie quería que Brayden la sacara a bailar.
Hizo una mueca, pareciéndose mucho a su prima.
―Odio bailar.
Millie batió las pestañas.
―Pero me amas.
Brayden se quejó pero se ablandó. Chocó la mano de Creed una vez más y acompañó
a su novia.
Saylor bostezó unas cuantas veces más y Cord codeó a Chase para decirle que
necesitaban marcharse. Creed siguió rodeándome con el brazo mientras salíamos con los
chicos y Saylor.
―¿Qué hay de ti? ―murmuró en mi oído mientras despedíamos con la mano a los
otros―. ¿Qué quiere hacer la señorita Truly Lee?
Me recliné sobre su pecho duro y caliente. Estar cerca de él nuca fallaba para
excitarme. Casi inmediatamente sentí cómo respondía a mi toque.
―¿Un concierto privado? ―pregunté, tocando la guitarra en su mano.

Acabamos conduciendo al Lago Tempe Town de nuevo. Un leve frío otoñal estaba en
el aire mientras Creed me guiaba a una manta.
―¿Conoces a Los Beatles? ―cuestionó, rasgueando su guitarra con suavidad.
―No personalmente.
Creed me miró y reí.
247 ―Conozco a Los Beatles.
―De acuerdo. Voy a empezar y quiero que te unas a mí cuando conozcas qué canción
es.
―¿Quieres que cante contigo?
―Sé perfectamente bien que sabes cómo, así que no trates de decirme lo contrario.
Creed empezó a cantar e inmediatamente me di cuenta del nombre de la canción. Alzó
las cejas hacia mí cuando dudé en unirme. Finalmente al final de la primera estrofa empecé
a cantar la conmovedora letra de “Let it be”.
Cuando sonó la última nota me dio una sonrisa rompecorazones Creedence Gentry.
―Esto es, ¿sabes? ―comentó. Debía lucir confundida. Parecía un poco avergonzado
mientras se explicaba ―: Es por ti.
Tomé su mano.
―¿El qué, cariño?
Me mantuvo cerca.
―Nunca antes dejé entrar a nadie. Siempre tuve a los chicos, pero eso era todo. No
creí que tuviese en mí realmente estar con una mujer. Y estoy muy seguro que no estaba
planeando subir a un escenario, no importa lo mucho que suplicasen los demás. Cambiaste
mi mente sobre todo, Truly.
Sonreí.
―Lo haces sonar como si te estuviese haciendo un favor. ―Me estaba mirando con
concentración. Puse la mano sobre su rodilla, simplemente necesitaba tocarlo más―.
Creedence, no puedo admitirme cuánto me había dado por vencida antes de que
aparecieses. He sido herida muchas veces y no estaba planeando arriesgarme a esa tristeza
de nuevo. ―Tomé un profundo suspiro―. Te amo, Creed. No, no digas nada más
―supliqué, poniendo los dedos sobre sus labios cuando empezó a hablar.
Tomó mi mano, ligeramente molesto.
―No puedes detenerme. ―Entonces agarró mi otra mano, sosteniéndome de tal
modo que no podía apartarme de él. Su voz estaba cargada de emoción―. Será mejor que
escuches cuando te diga esto, te amo.
Suspiré de felicidad. Quienquiera que hubiese dicho que las palabras no eran nada
comparado con las acciones, nunca habían dicho te amo.
Creed me soltó de su agarre y me acerqué a él.
―Entonces llévame a casa, Creedence. Llévame a casa y baila conmigo.
Ya estaba levantándome de la manta, ansioso por complacerme.
―Toda la noche, nena. Toda la noche.

Fin
248
Playlist
1. “Bad Moon Rising” – Creedence Clearwater Revival
2. “Behind Blue Eyes” – The Who
3. “Friends in Low Places” – Garth Brooks
4. “Long As I Can See the Light” – Creedence Clearwater Revival
5. “Stay With Me” – Sam Smith
6. “Fortunate Son” – Creedence Clearwater Revival
7. “The Boxer” – Simon and Garfunkel
8. “Have You Ever Seen the Rain?” – Creedence Clearwater Revival
9. “Down to the River” – Alison Krauss
10. “Don’t Fear the Reaper” – Blue Oyster Cult
11. “The Air That I Breathe” – The Hollies
12. “Let It Be” – The Beatles

249
PRÓXIMO LIBRO:

GAME
Stephanie…
Como corredora de apuestas, sé más sobre líneas de
dinero, hojas de pago y extensiones de punto que cualquier
hombre. Siempre pensé que estaba en control hasta que una
terrible traición me enseñó lo contrario. El precio fue mi
dignidad y no puedo soportar la idea de cometer más
errores.
250 Chase Gentry pensó que sería fácil llegar a mí. Pensó
que era como cualquier otra chica, que termina muriendo
por fundirse con él. Sabía que era una apuesta podrida
meterse con un hombre demasiado inteligente y demasiado
sexy para su propio bien. Chase está destinado a problemas
tanto a los que le rodean como lo es para sí mismo. Pero es
muy tarde. Ya ha ganado mi corazón.
Todo el mundo alrededor insiste en que somos el uno
para el otro; demasiado intenso, demasiado explosivo.
Todos podrían estar en lo cierto.

Chase…
Los hombres Gentry no se supone que sean muy brillantes. Somos grandes. Brutales.
Las mujeres no pueden esperar para invitarnos a entrar. Sé que puedo tener a cualquiera de
ellas cuando quiera.
Parece poco probable que una chica de mal carácter con actitud presumida
mantendría mi interés, pero aquí estoy. Stephanie no tiene idea de lo que me hace. Quiero a
esa chica de maneras que incluso no puedo hablar.
Debería haber sido suficiente tenerla y acabar de una vez. Pero no importa cuán
volátil seamos juntos, nunca es suficiente. Al diablo con todo el que se opone. No voy a
dejar que se vaya.
Cora Brent
Amo las historias salvajes y románticas, las franelas de la era grunge, mi antigua
máquina de coser Kenmore, los paños bordados y absolutamente todo lo que tiene que ver
con la cultura pop de 1980 (es decir, los calentadores de la piernas, scrunchies, cabello
alborotado, los principios de Madonna, las estéreos portátiles, paredes con paneles de
madera, vaqueros desteñidos, etc.).
¡¡Si crees en los felices para siempre y la magia única de una película de John Hughes,
es probable que te ame también!!
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