2003 La Belleza Misma. Luis Barragán

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LA BELLEZA MISMA

Sobre la arquitectura esencial de Luis Barragán

PUBLICADO EN

Luis Barragán. Ed. arquitectosdecadiz. Cádiz, 2003

Pensar con las manos. Ed. Nobuko. Buenos Aires, 2009

Alberto Campo Baeza


LA BELLEZA MISMA

Sobre la arquitectura esencial de Luis Barragán

Cuando Ralph Vaughan-Williams, compone el siglo pasado su impresionante Fantasía


sobre un tema de Tallis, no sólo se inspira en el compositor inglés Thomas Tallis, que
en los tiempos de Shakespeare creara maravillosas polifonías vocales sino que, además
de expresar su admiración por él, pone en pie una música sublime que es capaz todavía
de conmovernos en lo más hondo, transmitiéndonos una paz y una serenidad que sólo
la música magistral produce.

Así quisiera yo que mis palabras sobre Barragán fueran capaces de desvelar algo de lo
más profundo de su obra, de descubrir lo más esencial, de despertar más que la sola
admiración por el maestro mejicano.

Este carácter esencial de la arquitectura de Luis Barragán ha sido siempre muy bien
entendido por autores como Kenneth Frampton que en todos sus escritos ha puesto en
valor la universalidad del maestro. En su más reciente libro Labour, work and
Architecture1 clava con precisión la obra de Barragán en el centro de la arquitectura
cuando nos propone “que puede parecer a primera vista simple, pero que por el
contrario, es una síntesis compleja capaz de unificar simultáneamente los opuestos de
arquitectura versus arte, tradición versus innovación y naturaleza versus cultura” lo que,
sigue diciendo Frampton, “está ausente del trabajo de algunos arquitectos de moda que
parecen insistir en ser reconocidos más como artistas que como arquitectos”

EL FACISTOL

Al poco de morir Barragán en 1988, un muy buen arquitecto de Granada, Antonio


Jiménez Torrecillas2, me contaba su visita a la casa del maestro en Tacubaya con toda
la carga de emociones que esa arquitectura provoca. La casa de Barragán se conserva
como si el propio arquitecto siguiera viviendo en ella. Las chaquetas recién planchadas
cuelgan impecables en los armarios. Y sus libros y enseres encima de la mesa como
acabados de dejar. Y me decía que sobre el enorme facistol que preside su cuarto de
estar, el que aparece en las fotos delante de la cristalera, estaba abierta ¿seguirá así?
una publicación que sobre mis obras hizo el Colegio de Arquitectos de Málaga en 19863,

1 Labour, Work and Architecture, Kenneth Frampton. Phaidom Ed. London - New York 2002.

Este es el último libro publicado por Kenneth Frampton. Dedica un capítulo a Barragán. Me hizo el honor
de dedicármelo en este invierno al inicio de mi estancia en Columbia University en N.Y.

2AQ 7. C. O. de Arquitectos de Andalucía Oriental. “Luis Barragán visita la Alhambra”, Antonio Jiménez
Torrecillas. Granada 1991.

Antonio Jiménez Torrecillas no sólo es un buen admirador de Barragán, sino que además es un espléndido
arquitecto. Ha construido el centro José Guerrero junto a la Catedral de Granada, una maravilla que acaba
de ser premiado por el C.O.A. de Granada.

3 Campo Baeza, C. O. de Arquitectos de Andalucía Oriental. Málaga 1985

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con un diseño exquisito de Roberto Turégano y sobre el que yo había estampado una
dedicatoria tal, tan ardiente, que todavía no ha acabado de apagarse.

Pero toda esta historia había comenzado mucho antes. En los primeros años ochenta,
desde la cátedra de Carvajal, con Ignacio Vicens y la ayuda de un grupo de alumnos
entusiastas, habíamos invitado a la Escuela de Arquitectura de Madrid a casi todos los
más brillantes arquitectos que pululaban por entonces en el firmamento de las estrellas
de la arquitectura. Vinieron Richard Meier y Peter Eisenman y Mario Gandelsonas que,
tras el invento de los Five, difundían su doctrina desde el IAUS de New York a través de
los Skyline y Oppositions, maravillosamente diseñados por Massimo Vignelli. Y Alvaro
Siza dio su primera conferencia en Madrid, al igual que Tadao Ando. Y Silvetti y hasta
Mario Botta. Y algunos más. Decidimos coronar aquella avalancha de conferencias,
siempre multitudinarias, con la venida de Barragán a quien, además, le acababan de
conceder el Pritzker. Pues a nuestra cordial invitación contestó con una carta preciosa
en la que decía emocionado que le gustaría volver a España, ¡ay España! ¡ay la
Alhambra! pero que se encontraba mal, y que se estaba preparando “a bien morir”. Toda
una lección de vida. Mi respuesta no se hizo esperar: le mandé aquella publicación
encendida que debe seguir hoy todavía sobre el facistol.

La historia no termina aquí. El año pasado, en una simpática comida que solemos tener
cuando los tribunales de Fin de Carrera en la Escuela de Madrid, Gabriel Ruiz Cabrero
me contaba que en su último viaje a Méjico también había visto la publicación allí, en
una visita que hiciera a la casa de Barragán con Antón Capitel. Se puede comprender
que mi admiración y mi cariño por el maestro mejicano queden reforzados con tamaños
testimonios.

COMO GOETHE CON ROMA

Mi primera noticia consciente de Barragán data de 1980, cuando se publica una


interesante entrevista que le hace Jorge Salvat en julio de aquel año en Archetype4, el
contrapunto del Skyline. A raíz de aquellas páginas en blanco y negro y de aquellas
palabras a todo color, quedé enganchado.

Cuenta André Gide en sus Conseils au jeune écrivain5 que cuando Goethe llega a Roma,
exclama: “¡Por fin he nacido!”, expresando así cómo su estancia en Italia le hacía tomar
de manera especial una profunda conciencia de sí mismo, de su existir.

La publicaciones hizo con ocasión de una exposición en el C.O.A. de Málaga, exquisitamente diseñada por
Roberto Turégano, tuvo dos ediciones, una en castellano y otra en inglés. La que recibió Barragán fue la
editada en castellano, por supuesto.
4 Archetype Fall´80. Entrevista con Jorge Salvat. New York 1980

5 Conseils au jeune écrivain, André Gide. Proverbe Ed. París 1993

Otra joya para no dejar de leer nunca. Estoy terminando de hacer una traducción al castellano. Tan
imprescindible me parece.

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Pues igual que a Goethe con Roma, a mí me pasó con Barragán, Cuando “llegué a
Barragán” volví a tomar conciencia de mi existir como arquitecto. Como ya me había
pasado con Mies Van der Rohe y con Le Corbusier. O con Sota, Y con sólo muy pocos
más.

Quizás a algunos de los que lean estas líneas pueda ocurrirles lo mismo, que ahora a
estas alturas “lleguen a Barragán” y que tomen conciencia de su existir como
arquitectos. Les estaría bien empleado. Y para llegar al maestro, sería bueno señalar
algunos aspectos que me parecen cruciales en su arquitectura, como son: el cierto
desaliño de sus plantas, la conquista del plano superior, el afinado de las ideas, su
tratamiento de la luz y del color, y algún otro más.

EL DESALIÑO DE LAS PLANTAS

Se diría que más que componer plantas, las recorre, las concibe para ser recorridas. En
una primera lectura de sólo la huella de sus plantas sobre el papel blanco podrían
parecernos hasta torpes. Ya desde sus primeras obras, las más regionalistas, como en
su segunda y larga etapa funcionalista, y por supuesto en su última etapa, la más
difundida, no es fácil entender sus plantas de un primer golpe de vista. Casi siempre
evita el plano único horizontal. Siempre hay pequeños cambios de nivel en el plano del
suelo, que se conectan con pequeños escalones Se acentúa más el movimiento en el
espacio que la composición. Más la fluidez que la transparencia. Más el recorrido
sincopado que la continuidad visual. Y se abandonan mecanismos clásicos como las
enfilades y la simetría.

No es Barragán un arquitecto miesiano de continuidades, transparencias y


composiciones canónicas. Es más, un arquitecto que como aquellos de la Alhambra
concatena espacios donde cada uno de ellos tiene su razón de ser. Quizás pudiéramos
relacionarlo con el raumplaun que da prioridad absoluta a la cualidad del espacio interior,
y que nos sugiere una cierta relación con el mundo de Adolf Loos tan cercano a veces
al maestro. Quizás también por aquel cierto dandysmo que ambos practicaban.

O bien, en una lectura más sencilla, Barragán hacía todo con la libertad que provee la
sabiduría. Tira por la borda los mecanismos clásicos de la composición, y hace con
conocimiento y conciencia lo que le da la gana, con tan buenos resultados. Pues tras el
aparente desaliño de sus plantas, con la tercera dimensión, la vertical, Barragán levanta
unos espacios llenos de belleza, de aquella belleza repleta de naturalidad que siempre
tuvieron sobre todo las obras del último periodo del maestro.

BARRAGÁN EN CÁDIZ

Para escribir un texto elogioso sobre Asís Cabrero, inventé una visita de Mies Van der
Rohe a Madrid6. Todo allí era posible y creíble, aliñado con datos ciertos. A mí llegaron

6La Idea Construida. “Reflejos en el ojo dorado de Mies Van der Rohe”, Alberto Campo Baeza. Universidad
de Palermo Ed. Madrid 2000.

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a contármelo sin saber que yo lo había escrito. Enlacé aquella historia con la visita de
Mies al Gimnasio Maravillas de Alejandro de la Sota a quien tuve que dar cuenta del
invento literario7. No gustó a algunos la fórmula tantas veces usada por muy buenos
escritores, y se apresuraron a desmentir aquello y a publicarlo. Como si alguien algún
día nos avisara de que, salvadas las distancias, todo El Quijote no es más que una
invención de Cervantes.

Pues en esta ocasión no vamos a novelar la visita de Barragán a Cádiz, porque sí estuvo
cuando su viaje a la Alhambra. Pero sí quiero apuntar cuánto de gaditano tienen sus
arquitecturas. Las azoteas como estancias “abiertas al cielo” que Le Corbusier
descubriera en Argel y que en Cádiz han estado desde el comienzo de su historia. Los
patios como espacios recogidos entre tapias. Y las fuentes y las albercas, y los arriates.
Uno podría imaginarse perfectamente la casa Gilardi en Chiclana, o la casa de
Tacubaya en Zahora.

Es curioso descubrir cómo Barragán, ya desde sus primeras obras utiliza


sistemáticamente la azotea como elemento fundamental. Y ya nunca dejará de usarla.
Lo que hacía posible la técnica moderna de cubrirse con un plano horizontal capaz de
expulsar el agua, daba la posibilidad de conquistar aquella situación espacial
privilegiada. La lección que Le Corbusier tan bien transmitiera y tan bien Barragán
aprendiera de él.

Hace un tiempo, Eduardo Gómez T., un arquitecto joven de Guadalajara, me regaló un


libro espléndido de Alfonso Alfaro sobre los itinerarios espirituales de Barragán. En
Voces de tinta dormida8 que así se llama el bellísimo texto, se nos acerca al maestro a
través de los libros de su biblioteca. Y al hablar de su relación con Le Corbusier con
detalles emocionantes, se cita el penthouse de Beistegui en los Campos Elíseos. Esa
azotea de Le Corbusier bien podría haberla levantado Barragán. La conquista para el
hombre del plano superior. Aquello que, con plena conciencia, nunca quiso hacer Mies
para no romper las razones de su plano horizontal a la altura de los ojos, de su podio
dominante, de su piano nobile. El basamento clásico que domina la tierra frente al plano
superior que se abre al cielo. Cuestiones ambas nada baladíes. Mies, Le Corbusier y
Barragán.

EL AFINADO

El libro ha tenido ya tres ediciones, las dos primeras en la colección editada por el COAM. La tercera con
una tirada grande ha sido editada por la Universidad de Palermo.
7La Idea Construida, “El día que Mies visitó a Sota”, Alberto Campo Baeza. Universidad de Palermo Ed.
Madrid 2000

8 Voces de tinta dormida, Alfonso Alfaro. Arte de México Ed.

El libro, en una preciosa edición de Libros de la Espiral me lo regaló Eduardo Gómez T., un estupendo
arquitecto de Guadalajara.

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Algunos arquitectos necesitan refugiarse en los detalles para compensar así su falta de
ideas, su falta de aliento creador. Los detalles de los maestros suelen ser siempre
acentos que potencian las ideas que desarrollan en sus obras. Los detalles así suelen
ser tan claros que a veces parece que desaparecen. Desaparecen en aras de la idea
principal. Así son los detalles de Barragán: elementales, sencillos, nada a fuerza de
mucho.

El vidrio sin carpintería en su encuentro con los muros, lejos de ser un detalle manierista,
y mucho menos minimalista, es un mecanismo de eficacia aplastante para expresar la
continuidad entre el interior y el exterior. El desglose de la puerta de salida al jardín junto
al gran hueco no hace más que abundar en la idea corbusieriana de separar funciones.
Y así incluso a veces el color, lejos de ser como en tantos otros un capricho, o en
algunos otros un corrector de defectos se convierte en Barragán en mecanismo de
precisión imposible de imitar.

Un buen conocedor de Barragán, Juan Molina y Vedía, le llama a esto el “afinar de


Barragán”. De cómo el maestro no sólo parte de una idea clara, sino que la afina hasta
el final “con finos detalles” y con un “fino equilibrio”.

He escrito este curso para mis alumnos un texto largo, en el que me explayo en este
tema con el expresivo título “La medida de las ideas: las ideas en arquitectura tienen
medidas”. Quizás tuviera que añadir de la mano de Barragán que también tienen color.

Y EL COLOR

No es fácil hablar del color en Barragán. Máxime cuando sus imitadores lo emborrachan
todo de colores confundiendo a los incautos.

Barragán utilizó el color con mucho tacto y de manera muy precisa. Curiosamente, en
su casa de Tacubaya el espacio principal es blanco patinado por el tiempo. Y sólo mete
el color magistralmente en muy pocos elementos, entre otros la azotea. Con la libertad
que concede la privacidad en las alturas, procede a pintar los paramentos verticales de
manera sublime creando, como si dios fuera, trozos de un cielo soñado, mejicano y
universal. Y luego, abierta la veda, vinieron las otras obras. Y al final el ebrio derroche
de la casa Gilardi, a veces tan controvertida.

Hace años hice la traducción al castellano del texto con el que Aldo Rossi prologaba un
estupendo libro de Benedetto Gravagnuolo sobre Adolf Loos9. Y Rossi allí decía que si
aquellas paredes de la Secesión vienesa pintadas de color rosa, hubieran sido blancas
y se hubieran despojado de algún ornamento, aquellas obras bien hubieran podido
pasar por racionalistas.

9 Adolf Loos, Benedetto Gravagnuolo. IDEA BOOKS Ed. Milano 1982.

Con Benedetto Gravagnuolo coincidí en el jurado de los premios Cosenza. Es un intelectual. En estos días
ha sido nombrado director de la Escuela de Arquitectura de Nápoles.

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Pues lo mismo con Barragán. Los falsos barraganes han proliferado. Creen algunos que
basta con pintar sus paredes de fucsia y de rosa y de rojo para ser como el maestro.

El color en Barragán es tan justo, tan medido, tan estudiado, que a fuerza de ser
buscado parece casual. Él nos relata la multitud de preguntas que hacía hasta llegar al
tono exacto, al matiz ansiado. No basta con etiquetarle de mejicano porque sus intensos
colores puedan evocar, que los evocan, los colores que emplearan los aztecas.
Abundan los ornamentos coloristas folclóricos en Méjico, también en arquitectura, pero
Barragán sólo hay uno, inimitable.

Y LA LUZ

Hay una imagen que me impresiona siempre de los jardines del Pedregal. Un muro
blanco, altísimo a juzgar por el tamaño de los niños sentados a sus pies, que recibe la
sombra de las ramas de los eucaliptos cercanos. Aunque es sólo una fotografía, y en
blanco y negro, se ven en ella mecerse dulcemente las sombras, como acariciando el
blanco muro ennoblecido por el paso del tiempo. Y esas sombras, como el cierto
carácter reticente de toda su arquitectura, son capaces de despertar nuestra sensibilidad
a la belleza.

En esa misma línea, la luz radiante del desnudo retablo tocado en pan de oro de la
capilla de las Madres Capuchinas. Pan de oro que significa la mínima cantidad
imprescindible de oro para conseguir el riquísimo resultado. Alvaro Siza, con esa
profunda perspicacia que le caracteriza, en su breve y sabroso texto sobre Barragán
apunta que “el color que recuerdo es el oro”10 con su capacidad de retener la luz y de
devolvérnosla glorificada. Muy Barragán.

O la descripción emocionada de Louis Kahn sobre la plata conseguida por Barragán, en


este caso con sólo agua y luz. Con casi nada. “Cada gota era como un filamento de
plata que formaba anillos de plata que rebosaban de la superficie y caían al suelo”.

Hablar de la otra luz de Barragán, de la que se cuela por las trampas que él le va
poniendo es más obvio. El, con sabiduría infinita, la tiñe algunas veces de colores hasta
llegar a la casa Gilardi donde al agua marina entre azules y verdes, le mete un tizonazo
de rojo que suspende el tiempo en el aire. O nos tiñe el pasillo de un amarillo azafrán
que nos embriaga. No hay arquitecto capaz de copiarle.

Y LAS PALABRAS

Protestaba Barragán en su discurso al recibir el Pritzker de que “las palabras belleza,


inspiración, embrujo, magia, sortilegio, encantamiento” y también las de “serenidad,
silencio, intimidad y asombro” hubieran desaparecido en las publicaciones dedicadas a
la arquitectura11. Y tenía razón el maestro. A alguien podría parecerle que estos términos

10 Barragán. Obra completa. A.A.V.V. Tanais Ed. Madrid 1995


11 Luis Barragán. Obra construida 1902-1988. A.A.V.V. Junta de Andalucía Ed. Sevilla 1989

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pertenecieran todos a un mundo difuso, etéreo o inalcanzable, reservado sólo a unos a
modo de druidas de la arquitectura.

Bien sabía Barragán que esas cualidades reclamables a la arquitectura por encima o
además de la pura construcción, no son el producto de un golpe de intuición. Son, en la
arquitectura y en cualquier labor creadora, el resultado de un perfecto control de los
elementos con los que se compone la obra creada. He puesto muchas veces el ejemplo
de las recetas de cocina que llevan a un resultado sublime cuando se hacen con
precisión. No son nunca un golpe de intuición. Como en la poesía. Que muy bien decía
Italo Calvino en el capítulo dedicado a la exactitud de su Seis propuestas para el próximo
milenio12, que “la poesía es la gran enemiga del azar”. Así de claro.

SUSPENDER EL TIEMPO

Podremos analizar la obra de Barragán bajo muchos puntos de vista: la naturalidad que
le lleva a lo que hemos llamado desaliño en las plantas, la precisión a la que hemos
llamado afinado, la luz y el color como ingredientes imprescindibles, o las palabras que
él logra hacer palpables en sus muros. Pero, ¿cuál es el centro de la arquitectura de un
creador que reclama la belleza y la inspiración, la magia y el embrujo, el sortilegio y el
encantamiento? ¿Y a la vez la intimidad y el silencio, y la serenidad y el asombro?

Por encima de todo lo que se ha dicho de Barragán, entiendo que lo más específico de
su arquitectura, su logro más esencial es la suspensión del tiempo. Ese algo tan sutil y
a la vez tan real, capaz de tocarse en un espacio bien temperado que es el sentir que
el tiempo allí se ha detenido. Como el “quedéme y olvidéme” o el “cesó todo y dejéme”
de San Juan de la Cruz, que son algo inefable pero capaces de ser entendidos allí en
un instante. Bien sabemos los arquitectos que, con y como Barragán, podemos
conseguir también con nuestras obras ese preciado regalo. Como el sueño de alguno
de leer algún día en alta voz entre las tapias de colores de la azotea de Tacubaya,
algunos de aquellos versos de San Juan de la Cruz. A buen seguro que no sería la
primera vez que esos muros oyeran esos poemas. Sonarán como “el soplo de un aura
suave” en el que Elías, el profeta desgarrado, hallara a su Señor.

Da calma el contemplar la obra de Barragán e invita a estar callados. Y el sonoro silencio


nos habla de esa suspensión del tiempo. Algo de lo que deben sentir las monjitas
recoletas cuando rezan en el espacio bendecido por la dorada luz de su capilla de
Tlalpan.

Barragán, por encima del tiempo, es de ayer, de hoy y de mañana. Y así lo entendió
Louis Kahn cuando fascinado por su arquitectura, le llama a consulta13. No parece fácil
que un maestro como Kahn, algo cascarrabias, llamara a otro arquitecto para colaborar

12 Seis Propuestas para el próximo milenio, Italo Calvino. Siruela Ed. Madrid 1989.

Considero este libro como una lectura imprescindible para cualquier arquitecto. Es un texto a la vez
profundo, sugerente y bellísimo. Para leerlo mil veces.

13 Studies in Tectonic Culture, Kenneth Frampton. The MIT Press Ed. Cambridge. Massachussets 1995

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con él. Y mucho menos todavía el que le hiciera caso en todo. Le pide un jardín y
Barragán le da un desierto, un espacio desnudo sin planta alguna. Y crean allí al alimón
un espacio fundacional, un podio de piedra romana surcada por el agua. Un podio que
habla del deseo de establecerse allí para siempre, de permanecer, de dejar el tiempo
suspendido.

FINAL

Terminaba José María Buendía su escrito con una emocionante coplilla que ponía en
boca de un corrillo de niñas: “Y ese Barragán ¿quién será? Que así se aleja, y a los
muros llorando deja, cuando se va”14 que no quiero dejar de transcribir en mi texto, tan
preciosa me parece para evocar al maestro.

Yo me vuelvo de la mano de Louis Kahn que en ese corto texto sobre Barragán también
decía: “Su casa no es simplemente una casa, sino LA CASA MISMA”. Así querría
entender yo la arquitectura de Barragán. Por encima del uso magistral del color o de la
luz, o de su sublime entendimiento de la sencillez, o de su atrapar el tiempo, creo que
la arquitectura de Barragán va al centro mismo de las cuestiones que la arquitectura
plantea. A su esencia. Parafraseando a Kahn, la arquitectura de Barragán no es
simplemente arquitectura, sino la Arquitectura misma, LA BELLEZA MISMA.

14 Barragán. Obra completa. A.A.V.V. Tanais Ed. Madrid 1995

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