Resumen Teorías Sociológicas II UNC Comunicacion Social 2024

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Teorías Sociológicas II

Unidad 1 - Introducción y bases del pensamiento sociológico


Bourdieu “Una ciencia que incomoda”
Bauman “Sociología ¿Para qué?”
Unidad 2 - El modelo interaccionista/interpretativo
Mead “Espíritu, persona y sociedad. Parte III: La persona”
Schutz y Luckmann “Capítulo 1: el mundo de la vida y la actitud natural” y
“Capítulo 2: La estratificaciones del mundo de la vida”
Unidad 3 - El modelo estructural-constructivista
Gutiérrez “Las estructuras sociales externas o lo social hecho cosas” y “Las
estructuras sociales internalizadas o lo social hecho cuerpo”
Bourdieu “Espacio social y génesis de clases”
Unidad 4 - La teoría crítica de la sociedad - Teoría de la acción comunicativa
Casullo “La modernidad como autorreflexión”
Habermas “Observaciones sobre el concepto de acción comunicativa”
Unidad 5 - Crítica de la modernidad y teoría decolonial - La interseccionalidad
Fernández “Hombres públicos y mujeres privadas”
Quijano “Colonialidad del poder y clasificación social”
Lugones “Colonialidad y género”

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Unidad 1

“Una ciencia que incomoda”


Bourdieu

La sociología es constantemente confrontada y se le pone en duda su carácter


científico. Al sociólogo se le interroga sin cesar.
La sociología no hace más que plantear a las demás ciencias las preguntas que a
ella se le presentan de manera especialmente aguda. La sociología es una ciencia
crítica ya que ella misma está en una posición crítica.

La sociología “crea problemas” porque revela cosas ocultas y a veces reprimidas.


La sociología confronta sin cesar al que la practica, desencanta. Se sitúa en el
extremo opuesto de las llamadas ciencias “puras” como el arte que son refugios
donde uno se retira para olvidarse del mundo, universos depurados de todo lo que
crea problemas.

La particularidad del sociólogo es tener como objeto los campos de lucha. El


sociólogo ocupa una posición en estas luchas, primero como poseedor de un
determinado capital económico y cultural en el campo de las clases; después,
como investigador dotado de un determinado capital específico en el campo
de la producción cultural y en el subcampo de la sociología. Esto lo debe tener
siempre presente, para tratar de dominar todo aquello que en su práctica, todo lo
que ve y no ve, lo que hace o no hace proviene de su posición social.
En efecto, una de las principales causas de error en la sociología reside en una
relación no controlada con el objeto, o reside en el desconocimiento de todo
aquello que en la visualización del objeto proviene del punto de vista, es decir, de la
posición que se ocupa en el espacio social y en el campo científico.
Las posibilidades de contribuir a la producción de la verdad dependen de dos
factores principales que están ligados a la posición que uno ocupa: el interés que
se tiene en saber y hacer saber la verdad y la capacidad de producirla.
Cuando el sociólogo logra producir algo de verdad, no lo hace a pesar de tener
interés por producirla, sino porque le interesa.

En varios casos sólo es posible hacer avanzar la ciencia con la condición de


comunicar teorías opuestas, que en muchas ocasiones se han constituido unas
contra otras.

El tipo de ciencia social que uno puede hacer depende de la relación que se tiene
con el mundo social y, por ende, de la posición que se ocupa en dicho mundo.
Esta relación con el mundo se traduce en la función que el investigador asigna
consciente o inconscientemente a su práctica, y que dirige sus estrategias de
investigación: los objetos que elige, los métodos que emplea, etc. Uno puede elegir
como objetivo la comprensión del mundo social, en el sentido de comprender por
comprender. Por el contrario, uno puede buscar técnicas que permitan manipularlo,
con lo cual pone la sociología al servicio de la gestión del orden establecido.
Una gran parte de los que se llaman a sí mismos sociólogos o economistas son
Ingenieros sociales, cuya función es proporcionar recetas a los dirigentes de
empresas privadas o a los gobiernos. Ofrecen una racionalización del conocimiento
práctico o semicientífico que los miembros de la clase dominante poseen sobre el
mundo social. Hoy en día, los dirigentes, necesitan una ciencia capaz de
racionalizar, en los dos sentidos, la dominación, a la vez capaz de reforzar los
mecanismos que la garantizan y legitimarla.

Las posibilidades que tiene la sociología de desilusionar o de contrariar al poder


son tanto mayores cuanto mejor cumple su función propiamente científica. Esta
función no es la de servir para algo, es decir, para alguien. Pedir que la sociología
sirva para algo es siempre una forma de pedirle que esté al servicio del poder.
Su función científica es comprender al mundo social, empezando por el poder. Es
una operación que no es socialmente neutra y que cumple indudablemente una
función social.

La sociedad existe en dos formas inseparables: por un lado, las instituciones, que
pueden tomar la forma de cosas físicas (como monumentos, libros,
instrumentos, etc.); por otra, las disposiciones adquiridas, las formas duraderas
de ser o de actuar, que encarnan en cuerpos (habitus). El cuerpo socializado (lo
que se llama individuo o persona) no se opone a la sociedad; es una de sus formas
de existencia.

En determinadas condiciones sociales, ciertas palabras tienen fuerza. Sacan su


fuerza de una institución que tiene lógica propia, los títulos, el armiño y la toga, el
púlpito, el verbo ritual, la creencia de los participantes, etc. La sociología recuerda
que no es la palabra la que actúa ni la persona que la pronuncia, sino la institución.
Esta muestra las condiciones objetivas que deben reunirse para que se ejerza la
eficacia de tal o cual práctica social. Pero no puede limitarse a esto. No debe
olvidar que, para que eso funcione, es necesario que el actor crea que en él está el
principio de la eficacia de su acción. Hay sistemas que sólo necesitan creencia para
funcionar, y no hay sistema -incluyendo la economía- cuyo funcionamiento no
dependa en parte de la creencia.

“Sociología ¿Para qué?”


Bauman

No conocemos el mundo en sí sino lo que hacemos con el mundo; estamos


poniendo en práctica, por así decir, nuestra imagen del mundo, un mundo
prolijamente construido con los bloques que nos brindaron el lenguaje y nuestra
formación.
¿En qué difieren las prácticas de las diversas ramas de estudio (de las ciencias
sociales)?
Hay muy poca diferencia entre sus actitudes hacia lo que seleccionan como objeto
de estudio. Todas se esfuerzan por reunir los hechos relevantes; todas tratan de
asegurarse de que sus hechos son correctos, de que han sido verificados una y
otra vez y de que, por tanto, la información acerca de ellos es confiable; todas
tratan de formular sus propuestas acerca de los hechos de modo tal que se las
pueda entender claramente y se las pueda confrontar con la evidencia de la que
afirman derivar y también con cualquier evidencia que pueda surgir en el futuro;
todas tratan de vaciar previamente o de eliminar las contradicciones entre las
propuestas que hacen o sostienen.

Lo que identifica a la sociología y le otorga su rasgo distintivo es el hábito de


considerar las acciones humanas como elementos de elaboraciones más amplias,
es decir, de una disposición no aleatoria de los actores, que se encuentran
aprisionados en una red de dependencia mutua. Los sociólogos se preguntarían
qué consecuencias tendría esta interdependencia para el comportamiento real y
posible de los actores humanos. Estos intereses moldean el objeto de la indagación
sociológica: elaboraciones, redes de dependencia mutua, condicionamiento
recíproco de la acción, expansión o limitación de la libertad de los actores: esas son
las preocupaciones más importantes de la sociología.

¿En qué sentido tiene importancia que, en cualquier cosa, que hagan o
puedan hacer, las personas dependan de otras personas; en qué sentido tiene
importancia que vivan siempre (y no puedan evitarlo) en compañía de, en
comunicación, en intercambio, en competencia, en cooperación con otros
seres humanos? Es este tipo de pregunta (y no un conjunto aislado de personas o
hechos seleccionados a los fines del estudio, ni tampoco una serie de acciones
humanas desconocidas por otras líneas de investigación) lo que constituye el
dominio de la discusión sociológica y define a la sociología como una rama
relativamente autónoma de las ciencias humanas y sociales.
La sociología es en primer lugar y sobre todo, una manera de pensar acerca del
mundo humano; en principio, uno podría también pensar acerca del mismo mundo
de diferentes maneras.

El sentido común
Ese conocimiento rico pero desorganizado, asistemático y con frecuencia
inarticulado e inefable de que nos valemos para el diario oficio de vivir.
Las relaciones de la sociología con el sentido común están llenas de problemas
decisivos para su naturaleza y práctica.

Toda la experiencia que proporciona la materia prima para las conclusiones de la


sociología (es decir, el material de que está hecho el conocimiento sociológico) es
la experiencia de la gente común en la vida común y cotidiana; una experiencia en
principio accesible a todo el mundo.
Casi nunca nos detenemos para pensar acerca del significado de lo que hemos
atravesado; y menos aún tenemos ocasión de comparar nuestra experiencia
privada con el destino de otros, ocasión de ver lo social en lo individual, lo general
en lo particular. Y esto es precisamente lo que los sociólogos pueden hacer.
Todas las acciones e interacciones humanas que los sociólogos exploran han
recibido algún nombre y actores han teorizado acerca de ellas. Cada término que
los sociólogos pueden utilizar estará ya fuertemente cargado por los significados
dados por el conocimiento de sentido común de las personas “comunes”.

Trazar un límite entre el conocimiento sociológico propiamente dicho y el sentido


común -que está siempre lleno de ideas sociológicas- es una cuestión importante
para la identidad de la sociología como cuerpo coherente de conocimiento.

Diferencias fundamentales entre las maneras en que la sociología y el sentido


común abordan el tópico que comparten: la experiencia humana.
● Tipo de discurso (discurso responsable)
De los sociólogos se espera que se preocupen especialmente por distinguir
-de una manera clara y visible para cualquiera- entre las formulaciones
corroboradas por la evidencia disponible y las afirmaciones que sólo pueden
reivindicar una condición de suposición provisional y no verificada. Los
sociólogos deben abstenerse de formular ideas que sólo se sustentan en sus
creencias como si se tratara de conclusiones verificadas y que implican la
ampliamente respetada autoridad de la ciencia. Las reglas del discurso
responsable exigen que las conclusiones finales estén abiertas a un exámen
público ilimitado; tácitamente se debe invitar a todo el mundo a repetir las
pruebas y a demostrar, si es así, que las conclusiones son erróneas. Se
espera que toda vez que se observen honesta y meticulosamente las reglas
del discurso respetable, la credibilidad y la utilidad práctica de las
conclusiones se verán favorecidas y garantizadas.
● Tamaño del campo
Para la gente común, el campo se limita al mundo de nuestra vida personal:
las cosas que hacemos, la gente que frecuentamos, los objetivos que
queremos alcanzar y los que creemos que otras personas quieren alcanzar.
Los sociólogos, por otro lado, adoptan una perspectiva más amplia que la
que ofrece el mundo de los individuos. Esta diferencia conlleva más datos,
más hechos, más estadísticas, pero también una diferencia de calidad y los
usos del conocimiento.
● Modo de explicar la realidad humana
Uno se explica esos actos imputando a los demás intenciones que conoce a
partir de su propia experiencia, Esta es la única manera que tenemos de
explicar el mundo humano que nos rodea. Tenemos una tendencia a percibir
todo lo que acontece en el mundo como una consecuencia de la acción
intencional de alguien.
Por otra parte, la sociología se opone a esa visión del mundo personalizada.
Cuando pensamos sociológicamente intentamos explicar la condición
humana a través del análisis de las múltiples redes de la interdependencia
humana, esto explica las motivaciones como los efectos de su realización.
● Grado de familiaridad
En la confrontación con ese mundo familiar regido por hábitos y por
creencias que se realimentan recíprocamente, la sociología actúa como un
intruso a menudo irritante. Perturba nuestra agradable y tranquila forma de
vida haciendo preguntas que nadie recuerda haber oído y mucho menos
respondido. Esas preguntas transforman las cosas evidentes en
rompecabezas, desfamiliarizan lo familiar.

Esta desfamiliarización puede ofrecer nuevas posibilidades de vivir la propia vida


con más autoconciencia, más comprensión y hasta con más libertad y control. La
sociología nos impulsa y alienta a reevaluar nuestra experiencia, a descubrir
más interpretaciones posibles y a tornarse algo más críticos, a aceptar cada
vez menos las cosas como son actualmente o como creemos que son.
También, nos ayuda a ser más sensibles, nos abre los ojos para que podamos
explorar las condiciones humanas que hasta ahora habían permanecido casi
invisibles para nosotros. El pensamiento sociológico tiene un poder antifijador; hace
otra vez flexible un mundo que hasta entonces era oprimente en su aparente fijeza,
lo muestra como un mundo que puede ser diferente a lo que es.
El individuo se hace un poco menos manipulable, algo más resistente a la opresión
y a la reglamentación exterior.
Por último, el pensamiento sociológico favorece la solidaridad fundada en la
comprensión y el respeto mutuo.
Pensar sociológicamente puede ayudarnos también a entender otras formas de
vida, inaccesibles para nuestra experiencia directa y que con demasiada frecuencia
forman parte del conocimiento de sentido común sólo como estereotipos de las
formas de vida de gente diferente de nosotros.

Unidad 2

“Espíritu, persona y sociedad. Parte III: La persona”


Mead

La persona posee un carácter distinto del organismo fisiológico propiamente dicho.


La persona es algo que tiene desarrollo; no está presente inicialmente, en el
nacimiento, sino que surge en el proceso de la experiencia y la actividad social, se
desarrolla en el individuo como resultado de relaciones con ese proceso como un
todo y con los otros individuos que se encuentran dentro de ese proceso.

Persona y cuerpo
El cuerpo puede existir y operar en forma sumamente inteligente sin que haya una
persona involucrada en la experiencia. La persona tiene la característica de ser un
objeto para sí, y esa característica la distingue de otros objetos y del cuerpo.
Las partes del cuerpo son completamente distinguibles desde la persona.

La persona como objeto para sí (sí mismo)


Indica lo que puede ser al mismo tiempo sujeto y objeto.
Capacidad de reflexión y autorreflexión que distingue a los seres humanos de los
animales.
La persona es enteramente distinguible de un organismo rodeado por cosas y
actuando con referencia a cosas, incluso partes de su propio cuerpo.
Es importante adoptar una actitud objetiva hacia sí con la razón, de lo contrario sólo
tendríamos conciencia y no conciencia de sí. Es necesario que el individuo adopte
de ese modo una conducta objetiva, impersonal, hacia sí mismo, que se convierta
en un objeto para sí.
El individuo se experimenta a sí mismo como tal sólo indirectamente, desde los
puntos de vista particulares de los otros miembros individuales del mismo grupo
social o desde el punto de vista generalizado del grupo social, en cuanto un todo, al
cual pertenece.

La importancia de la comunicación reside en el hecho de que proporciona una


forma de conducta en la que el organismo o el individuo puede convertirse en un
objeto para sí. Comunicación en el sentido de símbolos significantes, comunicación
que está dirigida no sólo a los otros, sino también al individuo mismo.

La persona, en cuanto puede ser un objeto para sí, es esencialmente una estructura
social y surge en la experiencia social. Continuamente seguimos las palabras que
decimos a otra persona con una comprensión de lo que decimos, y empleamos esa
comprensión en la dirección de nuestra conversación continuada. Descubrimos lo
que vamos a decir lo que vamos a hacer, diciendo y haciendo, y en el proceso
controlamos continuamente el proceso mismo. En la conversación de gestos, lo
que decimos provoca cierta reacción en otro y, a su vez, cambia nuestra acción, de
modo que nos apartamos de lo que comenzamos a hacer debido a la réplica que
hace el otro.
Uno habla consigo mismo como hablaría con otra persona también. Uno se dirige a
otras personas y, al mismo tiempo, a la propia persona, y en la que uno controla el
hecho de dirigirse a otras personas gracias a la reacción hecha al propio gesto.

1. La base genética de la persona


El carácter peculiar poseído por nuestro medio social humano se encuentra en el
carácter peculiar de la actividad social humana; y ese carácter se encuentra en el
proceso de la comunicación, más aún en la existencia de la significación.
La significación de un gesto para un organismo se encontrará en la reacción de otro
organismo a lo que sería la completación del acto del primer organismo que dicho
gesto inicia e indica.
En un proceso de pensamiento es necesario que exista alguna clase de símbolo
que pueda referirse a esa significación, es decir, que tienda a provocar esta
reacción y servir asimismo para otras personas en ese sentido. Si no fuese así, no
sería un proceso de pensamiento.
Lo esencial para la comunicación es que el símbolo despierte en la persona de uno
lo que despierta en el otro individuo.

Otra serie de factores básicos en la génesis de la persona está representada por las
actividades lúdicas y el deporte.
En el juego, el niño adopta el papel de otro. Cuando el niño adopta un papel, tiene
en sí los estímulos que provocan esa reacción o grupo de reacciones especiales.
En el periodo de los juegos, el niño utiliza sus propias reacciones a esos estímulos
que emplea para construir una persona.
En el deporte organizado, el niño que interviene tiene que estar preparado para
adoptar la actitud de todos los otros involucrados en dicho deporte, y que esos
diferentes papeles deben tener una relación definida unos con otros. (toma el rol de
numerosos otros).
Las reglas presentes en los juegos son la serie de reacciones que provoca una
actitud especial. Uno puede exigir una determinada reacción a otros, si adopta
cierta actitud. Estas reacciones están también en uno mismo.

2. El juego, el deporte y el “otro” generalizado


La actitud del otro generalizado es la actitud de toda la comunidad, sus normas,
valores y creencias generales.
Es en la forma del otro generalizado como los procesos sociales influyen en la
conducta de los individuos involucrados en ellos y que los llevan a cabo, es decir,
que es en esa forma como la comunidad ejerce su control sobre el comportamiento
de sus miembros individuales; porque de esa manera el proceso o comunidad
social entra, como factor determinante, en el pensamiento del individuo. En el
pensamiento abstracto el individuo adopta la actitud del otro generalizado hacia sí
mismo. Sólo cuando los individuos adoptan la actitud o actitudes del otro
generalizado hacia sí mismos, sólo entonces se hace posible la existencia de un
universo de raciocinio, como el sistema de significaciones sociales o comunes que
el pensamiento presupone.

El individuo humano consciente de sí adopta o asume las actitudes sociales


organizadas del grupo social o comunidad dada a la que pertenece, hacia los
problemas sociales de distintas clases que enfrentan a dicho grupo o comunidad
en cualquier momento dado y que surgen en conexión con las correspondientes
empresas sociales o tareas cooperativas organizadas en las que dicho grupo o
comunidad está ocupado. Y, como participante individual en esas tareas sociales o
empresas cooperativas, gobierna, de acuerdo con ellas, su propia conducta.

En resumen, existen dos etapas generales en el pleno desarrollo de la


persona. En la primera etapa, la persona individual está constituida simplemente
por una organización de las actitudes particulares de otros individuos hacia el
individuo y de las actitudes de los unos hacia los otros, en los actos sociales
específicos en que aquél participa con ellos. Pero en la segunda etapa del completo
desarrollo de la persona del individuo, esta persona será constituída, no sólo por
una organización de las actitudes de esos individuos particulares, sino también por
una organización de las actitudes sociales del otro generalizado, o grupo social
como un todo, al cual pertenece.

El deporte constituye un ejemplo de la situación de la que surge una personalidad


organizada. En la medida en que el niño adopta la actitud del otro y permite que
esa actitud del otro determine lo que hará con referencia a un objetivo común, en
esa medida se convierte en un miembro orgánico de la sociedad. Se incorpora la
moral de esa sociedad y se convierte en un miembro esencial de ella. Pertenece a
ella en el grado en que permite que la actitud del otro, que él adopta, domine su
propia expresión inmediata.

El individuo posee una persona sólo en relación con las personas de los otros
miembros de su grupo social; y la estructura de su persona expresa o refleja la
pauta general de conducta del grupo social al cual pertenece, así como lo hace la
estructura de la persona de todos los demás individuos pertenecientes a ese grupo
social.

3. La persona y lo subjetivo
Cuando llegamos a ser persona, alcanzamos cierta clase de conducta, cierto tipo
de proceso social que involucra la interacción de distintos individuos, y que, al
mismo tiempo, involucra a individuos ocupados en una suerte de actividad
cooperativa. En tal proceso puede surgir, como tal, la persona.

Se pueden distinguir ciertos tipos de experiencias, que llamamos subjetivas


porque sólo nosotros tenemos acceso a ellas, y la experiencia que llamamos
reflexiva.

La conciencia responde a ciertas experiencias tales como la del dolor o la del


placer y la conciencia de sí se refiere a un reconocimiento o aparición de la
persona como objeto.
La conciencia de sí está definidamente organizada en torno al individuo y ello
porque su propia experiencia como persona es una experiencia que uno recibe de
su acción sobre otros. Se convierte uno en una persona en la medida en que puede
adoptar la actitud de otro y actuar hacia sí mismo como actúan otros.
Nuestro cuerpo forma parte de nuestro medio y es posible que el individuo
experimente su cuerpo y tenga conciencia de él y de las sensaciones corporales,
sin tener conciencia de sí mismo; en otras palabras, sin adoptar la actitud de los
otros hacia él. La adopción o experimentación de la actitud del otro es lo que
constituye la conciencia de sí, y no las meras sensaciones orgánicas de las cuales
tiene conciencia el individuo que las ha experimentado.

4. El “yo” y el “mí”
El “yo” es la reacción del organismo a las actitudes de los otros; el “mí” es la serie
de actitudes organizadas de los otros que adopta uno mismo.
El que logra conciencia de sí se debe a la capacidad del individuo para adoptar las
actitudes de esos otros en la medida en que éstos puedan ser organizados. La
adopción de todas estas series de actitudes organizadas le proporciona su “Mí”.
El “Yo” es la acción del individuo frente a la situación social que existe dentro de su
propia conducta, y se incorpora a su experiencia sólo después de que ha llevado a
cabo el acto. Entonces tiene conciencia de éste. Tuvo que hacer tal y cual cosa, y la
hizo. Cumple con su deber y puede contemplar con orgullo lo ya hecho. El “Mi”
surge para cumplir tal deber: tal es la forma en que hace su experiencia. Tenía en sí
todas las actitudes de los otros, provocando ciertas reacciones; ese era el “mí” de
la situación, y su reacción es el “yo”.

La reacción del “yo” es algo más o menos incierto. Las actitudes de los otros, que
uno adopta en cuanto afectan a su propia conducta, constituyen el “mí”, y eso es
algo que existe, pero las reacciones a ello no se han dado aún. El “yo”, en cuanto
reacción a esa situación, en contraste con el “mí” involucrado en las actitudes que
adopta, es incierto. Y cuando la reacción se opera, entonces aparece en el campo
de la experiencia, mayormente como una imagen de la memoria.
El “yo” proporciona la sensación de libertad. De iniciativa. La situación existe para
nosotros, para que actuemos en forma consciente de nosotros. Tenemos
conciencia de nosotros, y de lo que es la situación, pero jamás entra en la
experiencia la manera exacta en que actuaremos, hasta después de que tiene lugar
la acción.

El “mí” representa una organización definida de la comunidad, presente en nuestras


propias actitudes y provocando una reacción, pero la reacción es algo que
simplemente sucede. El “mí” exige cierta clase de “yo”, en la medida en que
cumplimos con las obligaciones que se dan en la conducta misma, pero el “yo” es
siempre algo distinto de lo que exige la situación misma. El “yo” provoca al “mí” y al
mismo tiempo reacciona a él.

La persona es esencialmente un proceso social que se lleva a cabo, con esas dos
fases distinguibles. Si no tuviese dichas fases, no podría existir la responsabilidad
consciente, y no habría nada nuevo en la experiencia.

5. Las actitudes sociales y el mundo físico


Las actitudes fundamentales son aquellas que sólo son cambiadas gradualmente, y
ningún individuo puede reorganizar toda la sociedad; pero uno afecta
continuamente a la sociedad por medio de su propia actitud, porque provoca la
actitud del grupo hacia él, reacciona a ella y, gracias a dicha reacción, cambia la
actitud del grupo. Podemos hacer tal cosa, sólo en la medida en que logramos
provocar en nosotros la reacción de la comunidad; sólo tenemos ideas en la
medida en que tenemos capacidad para adoptar la actitud de la comunidad y luego
reaccionar a ella.

Un símbolo no es otra cosa que el estímulo cuya reacción es dada por anticipado.
Si la reacción puede ser dada en términos de una actitud utilizada para el posterior
control de la acción, entonces la relación entre ese estímulo y la actitud es lo que
entendemos por símbolo significante.

No existiría un “yo” si no hubiese un “mí”; no habría un “mí” sin una reacción en la


forma del “yo”. Los dos, tales como aparecen en nuestra experiencia, constituyen la
personalidad.

El objeto físico es ese objeto hacia el cual no existe ninguna reacción social que
provoque a su vez una reacción social en el individuo. El objeto físico constituye
una abstracción a partir de la reacción social a la naturaleza.

6. El espíritu como la internalización del proceso social en el individuo


El espíritu no es sino la internalización de ese proceso externo en la conducta del
individuo, a fin de hacer frente a los problemas que surgen.
Esta organización peculiar nace de un proceso social que es lógicamente su
antecedente. Una comunidad dentro de la cual el organismo actúa en forma
cooperativa, de tales características que la acción de uno es un estímulo para que
otro reaccione, y así siguiendo, es el antecedente del tipo peculiar de organización
que denominamos espíritu o persona.

El espíritu es el juego recíproco de gestos en la forma de símbolos significantes.


Debemos recordar que el gesto existe solamente en su relación con la reacción,
con la actitud. No habrían palabras a menos de que existiesen dichas reacciones.
Las palabras han surgido de una interrelación social.
Los símbolos significantes, en el sentido de una subserie de estímulos sociales que
inician una reacción cooperativa, son los que, en cierto sentido, constituyen nuestro
espíritu, siempre que no sólo el símbolo, sino también las reacciones, se encuentren
en nuestra propia naturaleza. Lo que el ser humano ha logrado hacer es organizar la
reacción a cierto símbolo que forma parte del acto social, de modo que adopta la
actitud de la otra persona que coopera con él. Esto es lo que confiere el espíritu.

7. El “yo” y el “mí” como fases de la persona


No podemos realizarnos a nosotros mismos sino en el grado en que reconocemos
al otro en su relación con nosotros. Sólo cuando adopta la actitud del otro, puede el
individuo realizarse a sí mismo como persona.

Uno logra la conciencia de sí sólo en la medida en que adopta la actitud del otro o
se siente estimulado a adoptarla. Entonces se encuentra en posición de reaccionar
en sí a esa actitud del otro.
Cuando la reacción del otro se convierte en parte esencial de la experiencia o
conducta del individuo; cuando adoptar la actitud del otro se torna parte esencial
de su conducta, entonces el individuo aparece en su propia experiencia como una
persona; y mientras tal cosa no suceda no surgirá como persona.

La persona es el otro, el otro organizado o generalizado. Uno adopta su actitud, en


contraste con la persona de uno. Y es la existencia dentro de sí de tal actitud lo
que hace posible que uno sea una persona. Para tener conciencia de sí, uno tiene
que tener la actitud del otro en su propio organismo, como controladora de lo que
se va a hacer. Lo que aparece en la experiencia inmediata de la persona de uno, al
adoptar tal actitud, es lo que nosotros denominamos el “mí”. La persona que es
capaz de mantenerse en la comunidad es reconocida en ésta, en la medida en que
reconoce a los otros.
Frente al “mí” está el “yo”. El individuo no sólo tiene derechos; también tiene
deberes. No sólo es un ciudadano, un miembro de la comunidad, sino que también
reacciona a dicha comunidad, y su reacción a ella, la cambia. El “yo” es la reacción
del individuo a la actitud de la comunidad, tal como dicha actitud aparece en su
propia conciencia. A su vez, su reacción a esa actitud organizada cambia a ésta. El
“yo” aparece en nuestra experiencia en la memoria. Sólo después de haber actuado
sabemos qué hemos hecho; sólo después de haber hablado sabemos qué hemos
dicho. La adaptación a ese mundo organizado que está presente en nuestra
naturaleza representa al “mí”, y está constantemente allí. Pero si la reacción a él es
de la naturaleza de la conversación de gestos, si crea una situación en cierto modo
nueva, si uno defiende su aspecto del caso, si se afirma contra otros e insiste en
que éstos adopten una distinta actitud hacia él, entonces ocurre algo importante
que no estaba anteriormente presente en nuestra experiencia.

Ambos aspectos del “yo” y del “mí” son esenciales para la persona en su plena
expresión. Uno debe adoptar la actitud de los otros en un grupo. a fin de pertenecer
a la comunidad. Gracias a su relación con los otros de esa comunidad, gracias a los
procesos sociales racionales que se llevan a cabo en dicha comunidad, tiene
existencia como ciudadano. Por otra parte, el individuo reacciona constantemente a
las actitudes sociales y cambia, en este proceso cooperativo, la comunidad misma
a la cual pertenece.

Las estructuras del mundo de la vida


Schutz y Luckmann

1. El mundo de la vida cotidiana y la actitud animal

[A] El mundo de la vida como fundamento incuestionado de la concepción


natural del mundo

El mundo de la vida cotidiana es el ámbito de la realidad, en el cual el hombre


participa continuamente, en formas que son al mismo tiempo inevitables y
pautadas. El mundo de la vida cotidiana es la región de la realidad en que el
hombre puede intervenir y que puede modificar mientras opera en ella
mediante su organismo animado. Únicamente en el mundo de la vida cotidiana
puede constituirse un mundo circundante, común y comunicativo. El mundo de la
vida cotidiana es, por consiguiente, la realidad fundamental y eminente del hombre.
Por mundo de la vida cotidiana debe entenderse ese ámbito de la realidad que el
adulto alerta y normal simplemente presupone en la actitud de sentido común.
Designamos por esta presuposición todo lo que experimentamos como
incuestionable; para nosotros, todo estado de cosas es aproblemático hasta nuevo
aviso.

En la actitud natural, siempre me encuentro en un mundo que presupongo y


considero evidentemente “real”. Nací en él y presumo que existió antes de mí. Este
mundo se me aparece en ordenamientos coherentes de objetos bien circunscritos
que tienen determinadas propiedades.
Otros hombres también existen en este mundo mío, dotados de una conciencia que
es esencialmente igual a la mía. Así, desde el comienzo, mi mundo cotidiano no es
mi mundo privado, sino más bien un mundo intersubjetivo; la estructura
fundamental de su realidad consiste en que es compartido por nosotros. Tal como
me resulta evidente, dentro de la actitud natural, que hasta cierto punto puedo
obtener conocimiento de las experiencias vividas por mis semejantes, así también
presumo que lo mismo es válido recíprocamente para ellos con respecto a mí.

➔ Los objetos del mundo exterior son los mismos para mis semejantes que
para mí
➔ La naturaleza, el ámbito de las cosas del mundo exterior, es intersubjetiva
➔ La significación de este “mundo natural” (que ya fue experimentado,
dominado y nombrado por nuestros predecesores) es fundamentalmente la
misma para mis semejantes que para mí, ya que se comparte un mismo
marco común de interpretación
➔ El ámbito de las cosas que pertenecen al mundo exterior es también social
para mí
➔ Puedo actuar sobre mis semejantes y que también ellos pueden actuar sobre

En la actitud natural de la vida cotidiana se presupone:


a) La existencia corpórea de otros hombres
b) que esos cuerpos están dotado de conciencias esencialmente similares a la
mía
c) que las cosas del mundo externo incluidas en mi ambiente y en los de mis
semejantes son las mismas para nosotros y tienen fundamentalmente el
mismo sentido
d) que puedo entrar en relaciones y acciones recíprocas con mis semejantes
e) que puedo hacerme entender por ello
f) que un mundo social y cultural estratificado está dado históricamente de
antemano como marco de referencia para mí y mis semejantes
g) que la situación en que me encuentro en todo momento es sólo en pequeña
medida creada exclusivamente por mí
La realidad cotidiana del mundo de la vida incluye no solo la naturaleza
experimentada por mí, sino también el mundo social (y por ende el mundo cultural)
en el que me encuentro.
El mundo de la vida, entendido en su totalidad, como mundo natural y social, es el
escenario y lo que pone límites a mi acción y a nuestra acción recíproca.

El mundo de la vida es una realidad que modificamos mediante nuestros actos y


que, por otro lado, modifica nuestras acciones. En otras palabras y en definitiva,
nuestra actitud natural de la vida cotidiana está determinada totalmente por un
motivo pragmático.

Cada paso de mi explicación y mi comprensión del mundo se basa, en todo


momento, en un acervo de experiencia previa, tanto de mis propias
experiencias inmediatas como de las experiencias que me transmiten mis
semejantes (padres, maestros, etc). Todas esas experiencias, comunicadas e
inmediatas, están incluidas en una cierta unidad que tiene la forma de mi acervo de
conocimiento, en cual me sirve como esquema de referencia para dar el paso
concreto de mi explicitación del mundo.
En tanto la estructura del mundo pueda ser considerada constante, en tanto mi
experiencia anterior sea válida, queda en principio preservada mi capacidad de
operar sobre el mundo de esta y aquella manera.

[B] Lo problemático y lo presupuesto

Lo presupuesto no constituye un ámbito cerrado, inequívocamente articulado y


claramente ordenado; lo presupuesto dentro de la situación del mundo de la vida
está rodeado de incertidumbre. El acervo de conocimiento correspondiente al
pensar dentro del mundo de la vida no debe entenderse como un contexto
transparente en su totalidad, sino más bien como una totalidad de “evidencias” que
cambian de una situación a otra, puestas de relieve en un momento dado por un
fondo de indeterminación.

Si los aspectos presentados de un objeto (las fases anticipadas de mi conciencia),


cuando se autopresentan, son incongruentes con la experiencia anterior, puedo
decir que el carácter presupuesto de mi experiencia “estalla”. En consecuencia, lo
que hasta ahora se ha presupuesto pasa a ser cuestionado.

Mi acervo de experiencia me sirve para la solución de problemas prácticos. Las


explicitaciones sedimentadas en mi acervo de conocimiento tienen el carácter de
directivas para la acción: si las cosas son de tal o cual manera, actuaré de tal y cual
manera. Su continuo éxito práctico garantiza para mí su confiabilidad, y se
convierten en normas habituales, bajo la forma de recetas.

[C] La estructuración del mundo de la vida para el sujeto vivo


El mundo de la vida es intersubjetivo desde el comienzo. Se me presenta como un
contexto subjetivo de sentido; aparece dotado de sentido de los actos explicitativo
de mi conciencia.
El mundo de la vida cotidiana es fundamentalmente intersubjetivo: es un mundo
social. Todos los actos se refieren a un sentido que es explicitable y debe ser
explicitado por mí, si deseo orientarme en el mundo de la vida. La interpretación del
sentido, la “comprensión”, es un principio fundamental de la actitud natural en lo
que respecta a mis semejantes.
No sólo la acción actualmente comprendida de mis semejantes (o mía) se
experimenta subjetivamente como conducta motivada y tendiente a un fin con
sentido, sino también las institucionalizaciones de la acción en encuadres sociales.
Estas se refieren a la acción de mis semejantes, mis predecesores.

También los objetos naturales como tales están incluidos en el ámbito de sentido
perteneciente a la cultura. La cuestionabilidad del mundo social y cultural es de
carácter histórico. Sus objetivaciones son atribuibles a hechos humanos, que
pueden ser explicitados en lo que respecta a su sentido, mediante el cual
“comprendo” el propósito de la herramienta, capto lo que representa un signo y
entiendo cómo se orienta un hombre en su relación con el mundo social.

Cada hombre puede vivir el mundo social como un sistema ordenado con
determinadas constantes relacionales, aunque sus aprehensiones en perspectiva,
sus explicitaciones subjetivas del orden dependan de su posición o punto de vista,
que en parte le es impuesto y en parte está determinado por la cadena biográfica
de sus decisiones; pero a la vez, en principio, el mundo social es “comprensible”
para mí de otra manera.

[D] Planes y factibilidades

Con respecto a sucesos futuros que suponemos modificables por nuestras


acciones, debemos decidir si queremos actuar o no, y cómo actuar si se presenta
la ocasión. En toda situación biográfica específica comprobamos que muchos
elementos del mundo de la vida son inalterables, mientras que muchos son
modificables por mi acción. Me encuentro en una situación espaciotemporal y
social, en un mundo circundante natural y socialmente articulado. Como
consecuencia de esto, surgen para mí estructuras de significatividad que (por
medio de la memoria y de mi pasado, de la decisión pasada, de los actos
emprendidos y de los proyectos inconclusos) se combinan en un sistema
planificado, el cual no es homogéneo, pero se me aparece como uniforme. A veces
puede haber un plan que esté determinado por un interés predominante. El interés
predominante está vinculado a otros intereses; un objetivo a concretar es un paso
parcial hacia la concreción de objetivos superiores; las decisiones han resultado de
decisiones anteriores. En la vida cotidiana, los actos integran un sistema de planes
de orden superior.
En la actitud natural no actúo solamente dentro de una jerarquía geográficamente
determinada de planes. Por el contrario, veo también las consecuencias típicas de
mis actos que son también aprehendidos como típicos, y me inserto en una
estructura de incompatibilidades que es vivida como obvia.

2. Las estratificaciones del mundo de la vida

[A] Ámbitos de realidad con una estructura finita de sentido

a) El acento de realidad
Los órdenes de realidad no se constituyen mediante la estructura antológica
de su objeto, sino más bien mediante el sentido de nuestra experiencia. Por
esta razón hablamos de ámbitos finitos de sentido, a cada uno de los
cuales conferimos el acento de realidad. Todas las experiencias que
pertenecen a un ámbito finito de sentido apuntan a un estilo particular de
vivencia, un estilo cognoscitivo.
El carácter finito de un ámbito de sentido (del mundo de la vida cotidiana, del
mundo de los sueños, del mundo de la ciencia o del mundo de la experiencia
religiosa) descansa en el carácter de la unidad de su propia vivencia peculiar,
o sea su estilo cognoscitivo. La armonía y la compatibilidad, en cuanto a
dicho estilo, están restringidas a un ámbito determinado de sentido.
La transición de un ámbito finito de sentido a otro sólo puede realizarse
mediante un “salto”. Este salto no es sino el cambio de un estilo de vivencia
por otro. Al estilo de vivencia le corresponde esencialmente una tensión
específica de conciencia, tal “salto” va acompañado por una experiencia
conmocionante, provocada por la alteración radical de la tensión de
conciencia.

b) El estilo de vivencia: el estilo cognoscitivo y la tensión de conciencia


¿Qué es un estilo de vivencia o un estilo cognoscitivo? Este se basa en la
tensión específica de conciencia (funciones de nuestra “atención a la vida”).
La actividad está unida a la mayor tensión de conciencia y manifiesta el más
vigoroso interés por el encuentro con la realidad, mientras el sueño está
ligado a la total ausencia de tal interés y presenta el grado más bajo de
tensión de conciencia. Este interés es el principio regulador fundamental de
nuestra vida consciente. Define el ámbito del mundo que es significativo para
nosotros.
El estilo de vivencia o estilo cognoscitivo contiene también una forma
específica de socialidad. Desde la soledad hasta las diversas formas de la
experiencia de otros, de sus comunicaciones y productos en el mundo
intersubjetivo de la vida cotidiana que compartimos, en el cual la
comunicación y la acción intersubjetivamente relacionada constituyen la
norma.
Así como una forma específica de socialidad corresponde al estilo de
vivencia o al estilo cognoscitivo, lo mismo sucede con una apropiada forma
específica de autoexperiencia.
También, al estilo de la experiencia subjetiva o estilo cognoscitivo
corresponde una especial perspectiva temporal.

c) Los mundos de la fantasía


- Cuando mi atención queda absorta en uno de los diversos mundos de la
fantasía, ya no necesito dominar el mundo externo. No hay ninguna
resistencia de objetos circundantes que deban ser sometidos. Estoy eximido
de la urgencia del motivo pragmático en la cual me encuentro en la actitud
natural cotidiana. El tiempo estándar intersubjetivo del mundo de la vida
cotidiana ya no me gobierna. El mundo aún está limitado por lo que se halla
presente en mi percepción, memoria y conocimiento. Los sucesos y las
situaciones sobre las cuales carezco de control no me imponen alternativas
entre las cuales deba elegir. Mi capacidad productiva no está circunscrita por
circunstancias externas; pero en tanto vivo en un mundo de la fantasía,
tampoco me es posible “producir”, en el sentido de un acto que se inserte en
el mundo externo y lo altere.
- Los límites y condiciones válidos de nuestra espontaneidad en el mundo de
la vida no son válidos en el mismo sentido en nuestro fantaseo.
- La perspectiva temporal de los mundos de la fantasía difiere
fundamentalmente de la perspectiva temporal del mundo de la vida
cotidiana.
- Si tomo mi propio yo como objeto del fantaseo, puedo insertarme en todo rol
concebible; pero el yo que imagino es experimentado solamente como una
parte de mi personalidad completa, como un aspecto del yo que sólo existe
gracias a mí.
- La estructura social de los mundos de la fantasía es compleja. Se puede
fantasear solo o con otros; con uno o muchos semejantes con quienes uno
está relacionado socialmente; y en masa.

d) El mundo onírico
- El sueño es la completa relajación de la conciencia y se combina con un total
apartarse de la vida. El ego que duerme no tiene ningún interés
pragmáticamente condicionado en aclarar y distinguir sus percepciones
confusas; es decir, en convertirlas en apercepciones, pero sigue percibiendo,
recordando y pensando.
- La forma típica de espontaneidad en el mundo onírico tiene cierta semejanza
con la que presentan los mundos de la fantasía, pero el ego que sueña no
actúa jamás. Las pesadillas muestran con claridad el carácter ineludible de
los sucesos oníricos y la impotencia del que sueña.
- La estructura temporal del mundo onírico es extraordinariamente compleja.
Antes y después, presente, pasado y futuro, parecen confundirse.
- Con respecto a la socialidad, debe decirse que el estado del soñar es
esencialmente solitario. La otra persona es siempre solamente el objeto de
mis sueños, incapaz de compartirlos.
Unidad 3

“Las prácticas sociales: una introducción a Pierre Bourdieu”


Gutiérrez

“Las estructuras sociales externas o lo social hecho cosas”

1. Los campos sociales: definición y propiedades generales

Bourdieu define a los campos sociales como: espacios de juegos históricamente


constituidos con sus instituciones específicas y sus leyes de funcionamiento
propias.
a) En su aprehensión sincrónica, los campos se presentan como sistemas de
posiciones y de relaciones entre posiciones. Pensar en términos de
campos es pensar relacionalmente: se trata de espacios estructurados de
posiciones, a las cuales están ligadas cierto número de propiedades que
pueden ser analizadas independientemente de las características de quienes
las ocupan.
b) Un campo se define definiendo lo que está en juego y los intereses
específicos del mismo, que son irreductibles a los compromisos y a los
intereses propios de otros campos. Cada campo engendra el interés que le
es propio, que es la condición de su funcionamiento. Para que funcione un
campo es necesario que haya algo en juego y gente dispuesta a jugar, que
esté dotada de los habitus que implican el conocimiento y reconocimiento de
las leyes inmanentes al juego, de lo que está en juego, etc.
c) La estructura de un campo es un estado -en el sentido de momento
histórico- de la distribución en un momento dado del tiempo, del capital
específico que allí está en juego. Se trata de un capital que ha sido
acumulado en el curso de luchas anteriores y que orienta las estrategia de
los agentes que están comprometidos en el campo.
d) En este sentido, puede decirse también que su estructura es un estado de
las relaciones de fuerza entre los agentes o las instituciones
comprometidas en el juego.
e) Además de un campo de fuerzas, un campo social determinado
constituye un campo de luchas destinadas a conservar o transformar
ese campo de fuerzas. Es decir, es la propia estructura del campo, en
cuanto sistema de diferencias, lo que está permanentemente en juego.
Ahora bien, las luchas para transformar o conservar la estructura del juego,
llevan implícitas también luchas por la imposición de una definición del juego
y de los triunfos necesarios para dominar este juego.
f) El campo social como campo de luchas no debe hacernos olvidar que los
agentes comprometidos en las mismas tienen en común un cierto número de
intereses fundamentales
g) Al hablar de luchas permanentes, de acumulación de capital, de estado de
las relaciones de fuerza, etc., estamos considerando a los campos sociales
en su aspecto dinámico, y rescatando la dimensión histórica de los mismos.
En este sentido, agrego que en los campos se producen constantes
definiciones y redefiniciones de las relaciones de fuerza entre los
agentes y las instituciones comprometidos en el juego.
h) Asimismo, también se definen y redefinen históricamente los límites de
cada campo y sus relaciones con los demás campos, lo que lleva
implícita una redefinición permanente de los límites de la autonomía
relativa de cada uno de ellos.

2. La especificidad del campo: capital e intereses en juego

¿Cuál es el principio de diferenciación de los campos sociales? ¿Qué es lo que


distingue a uno de otros? ¿Cuál es el principio fundamental de construcción de un
campo específico?

2.1 Capital
El principio a partir del cual se distinguen los campos sociales es el tipo de capital
que está en juego.
El objeto central de las luchas y del consenso en cada campo está constituido por
una de las diferentes variedades de capital.
Capital puede definirse como “conjunto de bienes acumulados que se
producen, se distribuyen, se consumen, se invierten, se pierden”. El concepto
se extiende a cualquier tipo de bien susceptible de ser acumulado, en torno al cual
puede constituirse un proceso de producción, distribución y consumo, y por tanto,
de mercado. Los campos sociales pueden ser considerados como mercados de
capitales específicos.

No todo bien constituye necesariamente un campo, tiene que ser un bien


apreciado, buscado, que al ser escaso produzca interés por su acumulación, que
logre establecer cierta división de trabajo entre quienes lo producen y quienes lo
consumen, entre quienes lo distribuyen y quienes lo legitiman. En otras palabras,
tiene que constituirse un mercado en torno a ese bien para que surja un campo
específico.

Bourdieu distingue fundamentalmente: el capital económico, el capital cultural,


el capital social y el capital simbólico.

El capital cultural está ligado a conocimientos, ciencia, arte, y se impone como


una hipótesis indispensable para rendir cuenta de las desigualdades de las
performances escolares.
El capital cultural puede existir bajo tres formas:
1) En estado incorporado (bajo la forma de disposiciones durables o habitus
relacionadas con determinado tipo de conocimientos, ideas, valores,
habilidades, etc.)
2) En estado objetivado (bajo la forma de bienes culturales, cuadros, libros,
instrumentos, etc.)
3) En estado institucionalizado (que constituye una forma de objetivación,
como lo son los diferentes títulos escolares)

Donde puede observarse el lazo que existe entre capital cultural y capital
económico es en el tiempo necesario para su adquisición, lo que incluye el
momento en que un agente social puede comenzar la empresa de adquisición y
acumulación, hasta cuando puede continuarla y de qué modo, el porcentaje del
tiempo biológicamente disponible utilizado en el proceso, etc.

El capital social está ligado a un círculo de relaciones estables, y se define como el


conjunto de recursos actuales o potenciales que están ligados a la posesión de una
red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de interconocimiento y
de inter-reconocimiento; o, en otros términos, a la pertenencia a un grupo, como
conjunto de agentes que no sólo están dotados de propiedades comunes, sino que
también están unidos por lazos permanentes y útiles.
Es capital de relaciones mundanas, capital de honorabilidad y de respetabilidad,
que puede procurar beneficios materiales o simbólicos como aquellos que suelen
ser asociados a la participación en un grupo raro y prestigioso.

La noción de capital simbólico de Bourdieu refiere al capital, de cualquier especie,


cuando es percibido por un agente dotado de categorías de percepción que
provienen de la incorporación de la estructura de su distribución, es decir, cuando
es conocido y reconocido como natural. Se trataría de una especie de capital que
juega como sobreañadido de prestigio, legitimidad, autoridad, reconocimiento, a los
otros capitales, principios de distinción y diferenciación que se ponen en juego
frente a los demás agentes del campo, que se agregaría a la posición que se
mantiene por el manejo del capital específico que se disputa en ese campo.

El capital simbólico es poder simbólico, es la particular fuerza de la que disponen


ciertos agentes que ejercen lo que el autor llama violencia simbólica, esa forma de
violencia que se pone en marcha sobre un agente o grupo de agentes con su
complicidad. Se trata de una violencia socialmente aceptable y reconocida en la
medida en que se fundamenta en el desconocimiento de los mecanismos de su
ejercicio.

Capital simbólico, capital cultural, capital social, capital económico, son las
diferentes especies de capital y cada una de ellas tiene sub-especies.

➢ Volumen global del capital: Hace referencia al conjunto de los recursos


efectivamente utilizables -es decir, las suma del capital económico, cultural,
simbólico y social- del que puede disponer un agente o grupo de agentes
determinado.
➢ Estructura del capital: Formas diferentes de distribución del capital global
entre las distintas especies de capital. Es decir, es la especial estructura
patrimonial que se constituye según el peso relativo de cada uno de los
capitales que la forman.

Volumen y estructura del capital constituyen también los factores que tienen el peso
funcional más fuerte en la construcción de las clases sociales, al conferir su forma y
su valor específico a las determinaciones que otros factores -tales como edad,
sexo, residencia, etc.- imponen a las prácticas.

2.2 Intereses
La noción de interés es sacada del ámbito estrictamente económico para
extenderlo a toda práctica social. Además, rompe con la visión encantada del
“desinterés” o “gratuidad”.
La noción de illusio implica acordar a cierto juego social que él es importante, que
vale la pena luchar por lo que allí se lucha, que es posible tener interés por el
desinterés (en sentido estrictamente económico) y obtener beneficios de ello
(especialmente simbólicos).

Puede decirse que todo campo, en tanto que producto histórico, engendra y
activa una forma específica de interés, una illusio específica, que es la
condición de su propio funcionamiento. Por lo tanto, hay tantos intereses como
campos, lo que hace necesario determinar en cada caso empíricamente las
condiciones sociales de producción de ese interés, su contenido específico, etc.
Por otro lado, ese interés que está implicado en la participación en el juego, se
diferencia según la posición ocupada en el juego y también la trayectoria que
conduce a cada participante a esa posición.

Pueden distinguirse dos tipos de intereses:


★ Genéricos: asociados al hecho de participar en el juego, intereses
fundamentales, ligados a la existencia misma del campo, y que tienen en
común los agentes comprometidos en dicho campo (fundamentalmente, un
acuerdo acerca de lo que merece ser objeto de lucha, el juego, las apuestas,
etc.)
★ Específicos: se trata de intereses objetivos, no necesariamente conscientes,
y son definidos no en relación a la conciencia o a la subjetividad de los
agentes sociales, sino en relación a la posición social ocupada, es decir, en
relación a un elemento social objetivo como lo es el de una posición social.

3. La distribución desigual del capital: posiciones diferentes

Es la distribución desigual del capital que está en juego, lo que define las diferentes
posiciones constitutivas de un campo.
Posición podría definirse entonces como lugar ocupado en cada campo o, mejor,
lugar ocupado en cada campo, en relación con el capital específico que allí
está en juego.
Son relativas, no pueden definirse por sí mismas sino en relación con otras
posiciones, y que las propiedades ligadas a cada una de ellas sólo pueden
diferenciarse por referencia a las propiedades asociadas a las otras posiciones.
Cada una de las posiciones se define en relación a las demás posiciones que
constituyen un campo específico y, por lo tanto, el hacer referencia a una
determinada posición implica siempre la referencia al sistema de relaciones en el
cual está inserta.

Pueden distinguirse tres criterios o principios de distribución del capital


específico, que definen posiciones específicas en cada campo:

1) Posesión o no: supone la posibilidad de poseer o no el capital que está en


juego en cada campo, sea éste de cualquier especie; o de poseer el poder
de administrar un capital.

2) Posesión mayor o menor: es importante el volumen mayor o menor de ese


capital -o del poder de administrarlo- que se ha ido acumulando en el curso
de las luchas desarrolladas en determinado campo.

3) Carácter legítimo o no legítimo de la posesión del capital: se relaciona


con el reconocimiento social (y por ello legitimación social) que se tiene del
capital acumulado o del poder de administrarlo.

Estos tres criterios de definición de posiciones sociales dentro de un campo


determinan también las relaciones que se establecen entre esas posiciones.
Dichas relaciones son básicamente relaciones de poder, relaciones de
dominación-dependencia, que se establecen entre los agentes que entran en
competencia y en lucha por el capital que se disputa en cada campo.

Es necesario subrayar que esas relaciones de fuerza se establecen entre posiciones


sociales, y no entre individuos, por lo cual las propiedades ligadas a cada una de
esas posiciones pueden ser analizadas independientemente de las características
de quienes las ocupan.

“Las estructuras sociales internalizadas o lo social hecho cuerpo”

1. El habitus: principio de generación y de percepción de las prácticas

Habitus: Sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras


estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes. En
otros términos, se trata de aquellas disposiciones a actuar, percibir, valorar, sentir y
pensar de una cierta manera más que de otra, disposiciones que han sido
interiorizadas por el individuo en el curso de su historia. El habitus es la historia
hecha cuerpo.

Producto de la historia, es lo social incorporado que se ha encarnado de manera


duradera en el cuerpo, como una segunda naturaleza, naturaleza socialmente
constituida.
El habitus es, por un lado, objetivación o resultado de condiciones objetivas y, por
otro, es capital, principio a partir del cual el agente define su acción en las nuevas
situaciones que se le presentan, según las representaciones que tiene de las
mismas.
En tanto estructura estructurante el habitus se constituye en un esquema generador
y organizador, tanto de las prácticas sociales como de las percepciones y
apreciaciones de las propias prácticas y de las prácticas de los demás agentes.

Hablar de habitus es también recordar la historicidad del agente, es plantear que lo


individual, lo subjetivo, lo personal, es social, es producto de la misma historia
colectiva que se deposita en los cuerpos y en las cosas.

2. Habitus y práctica: el sentido práctico y la práctica como estrategia

El sentido práctico es una aptitud para moverse, para actuar y para orientarse
según la posición ocupada en el espacio social, según la lógica del campo y la
situación en la cual se está comprometido.

El sentido práctico implica el encuentro entre un habitus y un campo social, es


decir, entre la historia objetivada y la historia incorporada. Y por ello, tiene a la vez,
un sentido objetivo y un sentido subjetivo: es un producto de las estructuras
objetivas del juego (de las relaciones objetivas que implican los campos y de las
posibilidades y limitaciones allí inscritas) y de las experiencias de los agentes en
ese juego (de lo que ellos sienten, de lo que ellos piensan y de la significación que
le otorgan al juego)

El sentido práctico tiene una lógica propia, que es necesario aprehender para poder
explicar y comprender las prácticas.

El habitus como sentido del juego, es juego social incorporado, vuelto naturaleza.
Esa libertad de invención y de improvisación que posibilita producir la infinidad de
jugadas hechas posibles por el juego, tiene los mismos límites que el juego.

Toda práctica es estrategia en cuanto está orientada a la defensa de los intereses


ligados a la posición que se ocupa en el campo sin que esto sea consciente.

3. Sistematicidad de los habitus y de las prácticas. Los habitus de clase

Todas las prácticas (y todas las obras) de un mismo agente están armonizadas
entre sí y objetivamente orquestadas con las de todos los miembros de una misma
clase.

El habitus genera continuamente transposiciones sistemáticas impuestas por las


condiciones particulares de su puesta en marcha, lo que hace que todas las
prácticas (de un agente y de los agentes de la misma clase) sean producto de las
transferencias de un campo a otro de los mismos esquemas de acción, y como
tales, que sean regulares y sistemáticas.

Hablar de habitus de clase implica hablar de un sistema de disposiciones común a


todos los individuos biológicos que son producto de las mismas condiciones
objetivas. Se trata de suponer que todos los miembros de la misma clase tienen
mayores probabilidades de verse enfrentados a las mismas situaciones y a los
mismos condicionamientos entre sí, que en relación a los miembros de otra clase.

Hablar de habitus de clase supone el reconocimiento de semejanzas entre los


sistemas de disposiciones de los individuos que comparten similares condiciones
objetivas de vida -condiciones de clase-. Pero, al hablar de habitus individual, se
pone de relieve que esos sistemas de disposiciones no son necesariamente iguales,
sino que cada uno de ellos se diferencia de los otros por la singularidad de la
trayectoria social, a la cual están asociadas series de determinaciones
cronológicamente ordenadas, que no se identifican con las de las otras trayectorias.

Como esquema de percepción y de apreciación de prácticas, a través de la


selección que opera entre las informaciones nuevas, el habitus tiende a rechazar
aquellas informaciones susceptibles de cuestionar la información acumulada y,
sobre todo, tiende a desfavorecer la exposición a tales informaciones.

“Espacio Social y génesis de las “clases””


Bourdieu

El espacio social
Mundo social en forma de espacio (de varias dimensiones) construido sobre la base
de principios de diferenciación o distribución constituidos por el conjunto de las
propiedades que actúan en el universo social en cuestión, es decir, las
propiedades capaces de conferir a quien las posea con fuerza, poder, en ese
universo. Los agentes y grupos de agentes se definen entonces por sus
posiciones relativas en ese espacio.
En la medida en que las propiedades retenidas para construir ese espacio son
propiedades actuantes, también podemos describirlo como un campo de fuerzas,
es decir, como un conjunto de relaciones de fuerzas objetivas que se imponen a
todos los que entran en ese campo y que son irreductibles a las intenciones de los
agentes individuales o incluso a las interacciones directas entre los agentes.

El campo social se puede describir como un espacio pluridimensional de


posiciones tal que toda posición actual puede ser definida en función de un sistema
pluridimensional de coordenadas, cuyos valores corresponden a los de las
diferentes variables pertinentes: los agentes se distribuyen en él, en una primera
dimensión, según el volumen global de capital que poseen y, en una segunda,
según la composición de su capital; es decir, según el peso relativo de las
diferentes especies en el conjunto de sus posesiones.

Clases “en el papel”


Clases: conjuntos de agentes que ocupan posiciones semejantes y que, situados
en condiciones semejantes y sometidos a condiciones semejantes, tienen todas las
probabilidades de tener disposiciones e intereses semejantes y de producir, por
tanto, prácticas y tomas de posición semejantes.

Las clases que pueden recortarse en el espacio social no existen como grupos
reales, aunque expliquen la probabilidad de constituirse en grupos prácticos,
familias, clubes, asociaciones e incluso “movimientos” sindicales o políticos.

Esto marca una ruptura con la tradición marxista: ésta identifica la clase
construida con la real, es decir, las cosas de la lógica con la lógica de las cosas; o
bien, cuando hace la distinción contraponiendo la “clase en sí”, definida sobre la
base de un conjunto de condiciones objetivas, con la “clase para sí”, fundada en
valores subjetivos, describe el paso de una a otra, siempre celebrando como una
verdadera promoción ontológica, con una lógica o bien totalmente determinista, o
bien por el contrario, plenamente voluntarista. En el primer caso, la transición
aparece como una necesidad lógica, mecánica orgánica; en el segundo caso se le
presenta como efecto de la “toma de conciencia”, concebida como “toma de
conocimiento” de la teoría, operada bajo la dirección del Partido.

Mediante una especie de falsificación se hacen desaparecer los problemas


esenciales:
➔ Por una parte, el problema de lo político, de la acción de agentes que, en
nombre de una definición teórica de la “clase”, asignan a sus miembros los
fines oficialmente más conformes a sus intereses “objetivos”, es decir,
teóricos, y del trabajo por el cual logran producir si no la clase movilizada la
creencia al menos en la existencia de la clase, que funda la autoridad de sus
portavoces;
➔ Por otra parte, la cuestión de las relaciones entre las clasificaciones
pretendidamente objetivas que produce al teórico y las clasificaciones que
los agentes mismos no dejan de producir en su vida diaria y por las cuales
intentan modificar su posición en las clasificaciones objetivas o los propios
principios según los cuales se producen estas clasificaciones.

La percepción del mundo social y la lucha política

La percepción del mundo social es el producto de una doble estructuración social:


por la parte objetiva esta percepción está socialmente estructurada porque las
propiedades relacionadas con los agentes o las instituciones no se ofrecen a la
percepción de manera independiente, sino en combinaciones de muy desigual
probabilidad; por la parte subjetiva, está estructurada porque los esquemas de
percepción y de apreciación susceptibles de funcionar en un momento dado, y en
particular aquellos depositados en el lenguaje, son el producto de luchas
simbólicas anteriores y expresan, de manera más o menos transformada, el estado
de las relaciones de fuerzas simbólicas.

Más cercano a un inconsciente de clase que a una “conciencia de clase” en el


sentido marxista, el sentido de la posición ocupada en el espacio social es el
dominio práctico de la estructura social en su conjunto, que se ofrece mediante el
sentido de la posición ocupada en esa estructura. Las categorías de la percepción
del mundo social son el producto de la incorporación de las estructuras objetivas
del espacio social. En consecuencia, inclinan a los agentes a tomar el mundo social
tal cual es, a aceptarlo como natural, más que a rebelarse contra él, a oponerle
mundos posibles, diferentes, y aún, antagonistas.

Si las relaciones de fuerza objetivas tienden a reproducirse en las visiones del


mundo social que contribuyen a la permanencia de esas relaciones, podemos
concluir que los principios estructurales de la visión del mundo radican en las
estructuras objetivas del mundo social y que las relaciones de fuerza están también
presentes en las conciencias con la forma de las categorías de percepción de esas
relaciones.

El conocimiento del mundo social y, más precisamente, de las categorías que


lo posibilitan es lo que está verdaderamente en juego en la lucha política, una
lucha inseparablemente teórica y práctica por el poder de conservar o de
transformar el mundo social conservando o transformando las categorías de
percepción de ese mundo.

Que el modo de percepción legítima sea un objeto de luchas tan importante se


debe, por una parte, a que el paso de lo implícito a lo explícito no tiene nada de
automático, y la misma experiencia de lo social puede reconocerse en expresiones
muy diversas, y por otra, a que las diferencias objetivas más pronunciadas pueden
estar ocultas por diferencias más directamente visibles.

El orden simbólico y el poder de nominación

En la lucha simbólica por la producción del sentido común o, más precisamente,


por el monopolio de la nominación legítima como la imposición oficial de la visión
legítima del mundo social, los agentes comprometen el capital simbólico que han
adquirido en las luchas anteriores y principalmente todo el poder que poseen sobre
las taxonomías instituidas, inscritas en las conciencias o en la objetividad, como
los títulos. Todas las estrategias simbólicas mediante las cuales los agentes
intentan imponer su visión de las divisiones del mundo social y de su posición en
ese mundo pueden situarse así en dos extremos: el insulto, por el cual un simple
particular trata de imponer su punto de vista asumiendo el riesgo de la
reciprocidad, y la nominación oficial, acto de imposición simbólica que cuenta con
toda la fuerza de lo colectivo, dedo consenso, del sentido común, porque es
operada por un mandatario del Estado, detentador del monopolio de la violencia
simbólica legítima.

Donde mejor se ve la lógica de la nominación oficial es en el caso del título que es


un capital simbólico garantizado social y jurídicamente. El título profesional o
escolar es una especie de regla jurídica de percepción social, un ser percibido
garantizado como un derecho. La escasez simbólica del título en el espacio de los
nombres de profesión tiende a regir la retribución de la profesión; la retribución del
título tiende a independizarse así de la retribución del trabajo. De esta manera, el
mismo trabajo puede tener remuneraciones diferentes según los títulos de quienes
lo realiza; dado que el título es en sí mismo una institución más duradera que las
características intrínsecas del trabajo, la retribución del título puede mantenerse a
pesar de las transformaciones del trabajo y de su valor relativo: no es el valor
relativo del trabajo lo que determina el valor del nombre, sino el valor
institucionalizado del título lo que sirve de instrumento capaz de defender y
mantener el valor del trabajo.

La delimitación objetiva de las clases construidas, es decir, de regiones del espacio


construido de las posiciones, permite comprender el principio y la eficacia de las
estrategias clasificatorias con que los agentes aspiran a conservar o a modificar en
ese espacio, y los puntos de vista sobre ese espacio mismo, la constitución de
grupos organizados para la defensa de los intereses de sus miembros.

El campo político y el efecto de las homologías

Quienes ocupan las posiciones dominadas en el espacio social también están


situados en posiciones dominadas en el campo de la producción simbólica y no se
ve bien de dónde podrían llegarles los instrumentos de producción simbólica
necesarios para expresar su propio punto de vista acerca de lo social si la lógica
propia del campo de la producción cultural y los intereses específicos que en él se
engendran no tuvieran el efecto de inclinar una fracción de los profesionales
comprometidos en ese campo a ofrecer a los dominados, sobre la base de una
homología de posición, los instrumentos de ruptura con las representaciones que
se engendran en la complicidad inmediata de las estructuras sociales y mentales y
que tienden a asegurar la reproducción continuada del capital simbólico.

El espacio social es un espacio pluridimensional, un conjunto abierto de campos


relativamente autónomos, es decir, más o menos fuerte y directamente
subordinados, en su funcionamiento y sus transformaciones, al campo de la
producción económica: en el interior de cada uno de lo subespacios, los ocupantes
de las posiciones dominantes y de las posiciones dominadas se comprometen
constantemente en luchas de diferentes formas (sin constituirse necesariamente
por eso como grupos antagónicos).

La clase como representación y voluntad


Para establecer cómo se constituye e instituye el poder de constitución y de
institución que posee el portavoz autorizado no basta con dar cuenta de los
intereses específicos de los teóricos o de las portavoces y de las afinidades
estructurales que los unen a sus mandantes; es necesario también analizar la lógica
del proceso de institución, habitualmente percibido y descrito como proceso de
delegación, en el cual el mandatario recibe del grupo el poder de hacer el grupo.

La alienación política encuentra su principio en el hecho de que los agentes


aislados no pueden constituirse en grupo, es decir, en fuerza capaz de hacerse oír
en el campo político, si no se despojan de su identidad en beneficio del aparato.

La clase existe en la medida, y sólo en la medida en que mandatarios dotados de la


plena potentia agendi (pleno poder de acción) puedan estar y sentirse autorizados a
hablar en su nombre y hacerla existir así como una fuerza real dentro del campo
político.

Unidad 4

“La modernidad como autorreflexión”


Casullo

La modernidad sería una condición de la historia, que comienza a darse de manera


consciente entre los pensadores, entre los actores de esta historia, en Europa entre
los siglos XVII y XVIII. Entonces, podemos decir que su significado más amplio es el
de la modernidad como una particular condición de la historia.

La modernización no sólo aparece en el campo de los avatares sociales,


industriales, técnicos, económicos, financieros, sino que aparece también como
necesidad de nueva comprensión del mundo. Lo que va a ir elaborando el nuevo
pensamiento moderno que hace consciente la modernización del mundo, es que el
mundo es, sobre todo, la representación que nos hacemos de él. Por eso, la
modernidad también tiene como elemento esencial un proceso de nueva
comprensión de lo real, del sujeto y las cosas, del yo y la naturaleza, de las formas
de conocer esa naturaleza y ese yo mismo que estoy conociendo.

Lo que produce esta modernización cultural acelerada de la historia es la caída, el


quiebre, la certificación del agotamiento de una vieja representación del mundo
regida básicamente por lo teológico, por lo religioso.

Las representaciones del mundo dejan de ser desde lo sagrado, desde lo místico,
desde lo religioso, y van hacia una representación racionalizadora, en base a razón
científico-técnica.
En lo moderno aparece un nuevo poder, el poder del autor.

En un segundo momento de este pensamiento ilustrado aparecería la idea del


pensamiento romántico. Aquel pensamiento que si bien celebra la libertad, esa
nueva autonomía del hombre, de pensar por sí mismo, ejercerá por un lado una
crítica profunda a los sueños totalitarios de la razón científica, y trabajará en ideas
de sentimiento, de patria, de amor, de nacionalidad, que combinado con la
Ilustración conformarán las dos grandes almas de lo moderno hasta el presente.

Tres grandes esferas organizan estos saberes racionalizadores que caracterizan a la


Modernidad y su comprensión del mundo:
★ La esfera cognitiva (donde reina la ciencia)
★ La esfera normativa (sitio de las problemáticas éticas, morales y de sus
políticas de aplicación)
★ La esfera expresiva (arte y estética)

La modernidad es aquel discurso de la crítica: de la crítica que funda la Modernidad


en su crítica a las viejas representaciones, pero que la Ilustración planteará como
perpetua crítica a la crítica, como permanente crítica al conocimiento dado. La
Modernidad será entonces un pensamiento que avanza e infinidad de variables
reflexivas que están de acuerdo o no con este avance y lo que implica este avance.

¿Qué hace esta racionalización, este entramado de racionalización que es la


Modernidad? Primero, objetiviza la historia.
Por otro lado, este proceso de racionalización es un proceso esperanzador, se
sitúa en el optimismo de la Ilustración, en el progreso indefinido, en la capacidad
civilizatoria hacia una felicidad definitiva para el hombre. Por lo tanto, le otorga a la
historia un sentido, un fin, una meta. Finalmente, podríamos decir que este
proceso genera permanentemente un horizonte, una cosmovisión global, un
mundo de grandes relatos que lleva adelante la historia de las sociedades.

Hay otra mirada para pensar la Modernidad, que toma en cuenta la subjetividad
moderna en esa historia: nosotros. La subjetividad es el jugar donde el sujeto,
donde el individuo realiza infinitos intercambios simbólicos con el mundo. Nuestra
relación con el mundo cambia permanentemente en lo temporal y lo espacial.
Nuestra subjetividad se va metamorfoseando permanentemente en relación al
tiempo y al espacio. La historia moderna deja de pasar esencialmente por lo rural y
va a pasar por la metrópolis.
También, la relación de la subjetividad con las masas. La otra gran variable de la
subjetividad es la relación con los medios masivos.
Es una subjetividad que plantea en la metrópoli grandes problemas: el anonimato,
la soledad, la marginación, la pérdida de identidad, la dinerización de todo vínculo.
“Observaciones sobre el concepto de acción comunicativa”
Habermas

(1) Mecanismos de coordinación de la acción


Una acción puede entenderse como realización de un plan de acción, que se apoya
en una interpretación de la situación. El actor, al llevar a término su plan de acción,
domina una situación. La situación de acción constituye un fragmento de un
entorno interpretado por el actor. Este fragmento se constituye a la luz de las
posibilidades de acción que el actor percibe como relevantes para la ejecución de
su plan de acción. Las teorías de la acción se distinguen además porque atribuyen
al actor un saber de estructura proposicional. Las teoría sociológicas de la acción
exigen para los participantes en la interacción al menos un saber concordante. Por
consiguiente, todos estos planteamientos permiten o admiten también la
comunicación lingüística o el intercambio de informaciones.
Por lo demás, los planteamientos de teoría de la acción se distinguen según que
para la coordinación de la acción postulen un acuerdo es decir, un saber común o
simplemente influencias externas de unos actores sobre otros.

Un saber común es un saber que funda acuerdo, teniendo tal acuerdo como
término un reconocimiento intersubjetivo de pretensiones de validez susceptibles
de crítica. Acuerdo significa que los participantes aceptan un saber como válido,
como intersubjetivamente vinculante. Sólo así puede un saber común cumplir
funciones de coordinación de la acción.
En cambio, el influjo externo sobre las convicciones de otro participante en la
interacción sólo tiene un carácter unilateral.

Las convicciones compartidas intersubjetivamente vinculan a los participantes en


la interacción en términos de reciprocidad. Este efecto de vínculo no puede
tenerlo una convicción que uno se limita a inducir en el otro. En el modelo del influjo
o influencia unilaterales las razones, por buenas que sean, no pueden constituir
instancia de apelación. En este modelo las buenas razones no ocupan ninguna
posición privilegiada. No cuenta el tipo de medios sino el éxito de la influencia
sobre las decisiones de un oponente. Acuerdo e influencia son mecanismos de
coordinación de la acción que se excluyen uno a otro. Los procesos de
entendimiento no pueden emprenderse simultáneamente con la intención de llegar
a un acuerdo con un participante en la interacción y de ejercer influencia sobre él.
Un acuerdo no puede venir impuesto por una parte o la otra. Un acuerdo pierde el
carácter de convicciones comunes en cuanto el afectado se da cuenta de que es
resultado de la influencia externa que otro ha ejercido sobre él.

Un actor sólo puede intentar tal intervención si en la ejecución de su plan de acción


adopta una actitud objetivante frente a su entorno y se orienta directamente por las
consecuencias que vaya a tener su acción, es decir, se orienta directamente al
éxito de su acción. En cambio, los participantes en la interacción que tratan de
coordinar de común acuerdo sus respectivos planes de acción y sólo los ejecutan
bajo las condiciones del acuerdo a que se ha llegado, adoptan la actitud realizativa
de hablantes y oyentes, y se entienden entre sí sobre la situación dada y la forma
de dominarla.
La actitud de orientación al éxito aisla al agente de los demás actores que
encuentra en su entorno; pues para él las acciones de sus oponentes son
simplemente medios y restricciones para la realización de su propio plan de acción.
La actitud de orientación al entendimiento, por el contrario, torna a los
participantes en la interacción dependientes los unos de los otros. Éstos dependen
de las actitudes de afirmación o negación de sus destinatarios, porque sólo pueden
llegar a un consenso sobre la base del reconocimiento intersubjetivo de
pretensiones de validez.

(2) El concepto de acción teleológica que ocupa desde Aristóteles el centro


de la teoría filosófica de la acción
El actor realiza sus fines o hace que se produzca el estado deseado eligiendo en
una situación dada los medios que ofrezcan perspectivas de éxito y aplicándolos
de forma adecuada. Central es el plan de acción apoyado en la interpretación de
una situación y enderezado a la realización de un fin, plan de acción que permite
una decisión entre alternativas de acción.

Esta estructura es constitutiva de todos los conceptos de acción; pero los


conceptos de acción social se distinguen por el modo como plantean la
coordinación de las acciones particulares.

El modelo estratégico de acción se contenta con la explicación de las reglas de


acción orientada al éxito, mientras que los demás modelos de acción especifican
condiciones de consenso y acuerdo, bajo las que los participantes en la interacción
pueden ejecutar sus respectivos planes de acción. La acción regulada por
normas presupone entre los participantes un consenso valorativo, la acción
dramatúrgica se apoya en la relación consensual entre un “actor” que de forma
más o menos impresionante se pone a sí mismo en escena y su público, y la
interacción lingüísticamente mediada exige el establecimiento de consenso, sea
mediante una asunción de rol de tipo interpretativo y de una proyección o ejecución
de rol de tipo creativo, o mediante procesos cooperativos de interpretación.

El modelo teleológico de la acción se amplía y se convierte en modelo estratégico


de acción cuando en el cálculo que el agente hace de su propio éxito pueden
entrar expectativas acerca de las decisiones de a lo menos otro actor que también
actúa orientándose a la consecución de sus fines. En la medida en que las
relaciones interpersonales entre los sujetos que actúan orientándose a su propio
éxito sólo vienen reguladas por el intercambio y el poder, la sociedad se presenta
como un orden instrumental (los llamo instrumentales porque surgen de
relaciones interpersonales en que los participantes de la interacción se
instrumentalizan unos a otros como medios para la consecución de sus propios
fines).

Los modelos de acción no estratégica presuponen como componente esencial de


la coordinación de la acción un uso del lenguaje orientado al entendimiento,
siquiera bajo aspectos unilaterales según el tipo de acción de que se trate. En la
acción regulada por normas el entendimiento sirve a la actualización de un acuerdo
grupal normativo ya vigente, en la acción dramatúrgica a una autoescenificación
referida a un público, con la que los “actores” se impresionan unos a otros.

El concepto de acción regulada por normas no se refiere al comportamiento de


un actor en principio solitario, que encuentre en su entorno a otros actores, sino a
miembros de un grupo social que orientan su acción por valores comunes. El actor
particular sigue una norma (o la transgrede), en cuanto en una situación dada se
dan las condiciones a que la norma se aplica. Las normas expresan un acuerdo
vigente en un grupo social. Todos los miembros de un grupo, para los que rige la
norma, tienen derecho a esperar unos de otros que en determinadas situaciones se
ejecuten o se omitan las acciones a que se refiere la norma.
El concepto central de observancia de una norma significa el cumplimiento de
una expectativa generalizada de comportamiento. Este modelo normativo de acción
es el que subyace a la teoría del rol social.

A la acción regulada por normas responde un orden social que es entendido como
sistema de normas reconocidas o de instituciones vigentes. Y las instituciones se
consideran tanto más sólidas cuanto mejor integradas quedan las orientaciones
valorativas normativamente exigidas con las constelaciones dadas de intereses.
Este concepto de sociedad está planteado en términos tan estrecha que no deja
espacio para las operaciones constructivas del propio actor; se expone a la
objeción de presuponer un sujeto de acción “sobresocializado”.

El concepto de acción dramatúrgica no se refiere primariamente ni a un actor


solitario ni al miembro de un grupo social, sino a participantes en la interacción que
constituyen un público los unos para los otros, ante el que hacen presentación de sí
mismos. El actor suscita en su público una determinada imagen, una determinada
impresión de sí, revelando su subjetividad en forma más o menos calculada con
miras a esa imagen que de sí quiere dar. En la acción dramatúrgica los participantes
aprovechan esta circunstancia y controlan su interacción por medio de la regulación
y control del acceso recíproco a la subjetividad de cada uno.
El concepto central de autorrepresentación significa, por tanto, no un
comportamiento expresivo espontáneo, sino la estilización de la expresión de las
propias vivencias, efectuada con vistas a la imagen que uno quiere dar de sí a un
espectador.

El actor presupuesto en la acción dramatúrgica estaría “subsocializado”. En este


último modelo de acción no hay lugar categorial o conceptual para los órdenes
institucionales; en vez de eso, el modelo cuenta con un pluralismo de identidades
que se afirman a sí mismas, que se comunican entre sí por vía de autopresentación.
Este modelo otorga un espacio a las operaciones creativas del actor, pero delata
debilidades que resultan simétricas a las debilidades del modelo normativista.
Mientras que los sujetos sobresocializados se limitan a reproducir las mismas
estructuras que están institucionalizadas en el orden social, las identidades que con
tanta riqueza de facetas hacen exhibición de sí mismas son concebidas como seres
que quedan por encima de la sociedad o que entran en ella desde fuera.

Estas debilidades complementarias quedan superadas en el interaccionismo


simbólico. La asunción de rol se entiende como mecanismo de un proceso de
aprendizaje en que el muchacho construye el mundo social a la vez que desarrolla
su propia identidad. Este concepto de asunción de rol permite entender la
individuación como proceso de socialización y simultáneamente la socialización
como individuación.

(3) Tanto el interaccionismo simbólico como la etnometodología de


inspiración fenomenológica asumen la tarea de clarificar el mecanismo
lingüístico de coordinación de la acción orientada al entendimiento
Pero, con los conceptos de asunción de rol e interpretación, vienen a dar en el
remolino de análisis que se enderezan a otros fines; presentan la acción
comunicativa como un medio a través del cual discurren los procesos de
socialización o se fingen órdenes normativos.
La acción orientada al entendimiento es reflexiva; de ahí que los órdenes
institucionales y las identidades de los sujetos agentes aparezcan en dos puntos.
Como ingredientes tamizables de la situación de acción, los participantes pueden
tornarlas explícitamente conscientes. Como recursos para la generalización del
proceso de comunicación mismo permanecen en el transfondo y, al igual que los
patrones de interpretación culturalmente acumulados, sólo son presentes como
saber implícito.

La reproducción cultural del mundo de la vida sólo podremos conceptuarla


adecuadamente si (a) identificamos las referencias al mundo o relaciones con el
mundo en que están los sujetos que actúan comunicativamente, (b) reformulamos
el concepto de situación desde la perspectiva de la acción orientada al
entendimiento, para distinguir en las aportaciones del mundo de la vida entre
aportaciones formadoras de contexto y aportaciones constitutivas, y (c)
abandonamos al final la perspectiva del actor, para ver cuál es la aportación que la
acción comunicativa hace por su parte al mantenimiento y generación del mundo
de la vida.

(a) Relaciones con el mundo


Se puede definir al mundo como totalidad de los estados de cosas conectados
conforme a leyes, que se dan o pueden presentarse en un determinado momento, o
pueden producirse mediante intervención. Para poder entender un proceso como
una acción teleológica, tenemos que atribuir al actor la capacidad de formarse
opiniones y de someterlas a examen, así como de concebir intenciones y
ejecutarlas. Con ello suponemos que el actor puede adoptar en principio dos
relaciones con el mundo objetivo: puede conocer estados de cosas existentes y
traer a existencia estados de cosas deseados.
Los mismos presupuestos ontológicos valen también para el concepto de acción
estratégica. Los sujetos que actúan estratégicamente, que no se limitan a
intervenciones instrumentales, sino que persiguen sus fines por vía de influjo sobre
las decisiones de otros actores, tienen que ampliar su aparato categorial en lo
tocante a lo que puede presentarse en el mundo; pero con la complejidad de las
entidades intramundanas no aumenta la complejidad del concepto de mundo
objetivo mismo. La actividad teleológica diferenciada en actividad estratégica sigue
siendo un concepto que cuenta sólo con un mundo. En cambio, los conceptos de
acción regulada por normas y de acción dramatúrgica presuponen relaciones entre
un actor y, en cada caso, un mundo más.

En el caso de la acción regulada por normas, junto al mundo objetivo de estados de


cosas existentes aparece un mundo social, al que quedan asignados así el actor
en tanto que portador de roles, como aquellos actores que pueden entablar con él
relaciones interpersonales legítimamente reguladas. Un mundo social consiste en
órdenes institucionales que fijan qué interacciones pertenecen a la totalidad de
aquellas relaciones sociales que pueden considerarse justificadas; y todos los
destinatarios de tal complejo de normas quedan asignados al mismo mundo social.
Al describir un proceso como interacción dirigida por normas presuponemos que
los participantes distinguen los componentes fácticos de su situación de acción, es
decir, los medios y las condiciones, de los derechos y deberes. El modelo
normativo de acción parte de que los participantes pueden adoptar, así como una
actitud objetivante frente a algo que es o no es el caso, como también una actitud
de conformidad con las normas frente a algo, que con razón o sin ella, está
mandado. Pero, al igual que en el modelo de acción teleológica, la acción es
concebida primariamente como una relación entre un actor y un mundo. Pero no se
presupone al actor mismo como un mundo, acerca del cual el propio actor podría
haberse reflexivamente. Sólo el concepto de acción dramatúrgica exige un
presupuesto más, el de un mundo subjetivo, al que se refiere el actor, que en su
acción se pone en escena a sí mismo.

En el caso de la acción dramatúrgica el actor ha de haberse acerca de su propio


mundo subjetivo para hacer presentación ante un público de un aspecto de sí
mismo. Ese mundo subjetivo puede definirse como la totalidad de las vivencias a
las que el agente tiene en cada caso un acceso privilegiado. Pero a ese ámbito de
la subjetividad sólo puede darse el nombre de “mundo” si el significado de un
mundo subjetivo puede explicarse de forma análoga a como el significado de
mundo social puede explicarse por referencia a la vigencia de normas (análoga a su
vez a la existencia de estados de cosas). Quizá puede decirse que lo subjetivo
viene representado por oraciones de vivencia emitidas con veracidad, al igual que
los estados de cosas enunciados verdaderos y las normas válidas por oraciones de
deber justificadas. El tener vivencias podemos entenderlo como algo análogo a la
existencia de estado de cosas, pero no debemos asimilar lo uno a lo otro. Un actor
tiene deseos y sentimientos en el sentido de que, si así lo quiere, puede manifestar
esas vivencias ante un público, de modo que ese público pueda atribuir esos
deseos y sentimientos al agente como algo subjetivo.

El concepto de acción comunicativa fuerza u obliga a considerar también a los


actores como hablantes y oyentes que se refieren a algo en el mundo objetivo, en el
mundo social y en el mundo subjetivo, y se entablan recíprocamente a este
respecto pretensiones de validez que puedan ser aceptadas o ponerse en tela de
juicio. El entendimiento funciona como mecanismo coordinador de la acción del
siguiente modo: los participantes en la interacción se ponen de acuerdo sobre la
validez que pretenden para sus emisiones, es decir, reconocen intersubjetivamente
las pretensiones de validez que recíprocamente se entablan unos a otros. Un
hablante hace valer una pretensión de validez susceptible a crítica al referirse con
su emisión a lo menos a un mundo y hace uso de la circunstancia de que tal
relación entre actor y mundo es accesible en principio a un enjuiciamiento objetivo
para desafiar a su prójimo a una toma de postura racionalmente motivada. El
hablante pretende, pues, verdad para los enunciados y presuposiciones de
existencia, rectitud para las acciones legítimamente reguladas y para su contexto
normativo, y veracidad en lo tocante a la manifestación de sus vivencias subjetivas.

(b) Mundo y mundo de la vida


Si entendemos la acción como dominio de situaciones, entonces el concepto de
acción comunicativa destaca sobre todo dos aspectos en tal dominio de la
situación: el aspecto teleológico de ejecución de un plan de acción y el
aspecto comunicativo de interpretación de la situación y obtención de un
acuerdo. Esencial para la acción orientada al entendimiento es la condición de que
los participantes realicen de acuerdo sus planes en una situación de acción definida
en común. Los participantes tratan de evitar dos riesgos: el riesgo de un
entendimiento fallido, es decir, un malentendido, y el riesgo de acción fallida, es
decir, el riesgo de fracaso.

Una situación representa el fragmento de un mundo de la vida delimitado por


relación a un tema. Un tema surge en conexión con intereses y metas de acción de
(a lo menos) un participante; circunscribe el ámbito de relevancia de los
componentes de la situación susceptibles de ser tematizados y viene subrayado
por los planes que los participantes conciben sobre la base de la interpretación que
hacen de la situación con el fin de realizar sus propios fines. La situación de acción
interpretada circunscribe un ámbito temáticamente abierto de alternativas de
acción, es decir, de condiciones y medios para la ejecución de planes. A la
situación pertenece todo lo que se hace sentir como restricción para las
correspondientes iniciativas de acción.

Si se introduce de este modo el concepto de citación, cabe distinguir entre


“mundo” y “mundo de la vida” desde el punto de vista de la tematización de objetos
y de la restricción de los espacios de iniciativa.
Desde la perspectiva de los participantes, vertida hacia la situación, el mundo de la
vida aparece como contexto formador de horizonte de los procesos de
entendimiento, que delimita a la situación de acción y, por lo tanto, permanece
inaccesible a la tematización. Con los temas se desplazan también los fragmentos
del mundo de la vida relevantes para la situación, para los que surge una necesidad
de entendimiento con vista a la actualización de las posibilidades de acción. Sólo lo
que de este mundo puede convertirse en ingrediente de la situación, pertenece a
los presupuestos tematizables de las emisiones comunicativas con las que los
participantes en la interacción se entienden sobre algo en el mundo.
Conviene distinguir entre contexto que es la situación y el contexto que es el mundo
de la vida.
El mundo de la vida nos es presente en el modo de autoevidencias con las que
quienes actúan comunicativamente están intuitivamente familiarizados, de suerte
que ni siquiera pueden contar con la posibilidad de que queden problematizadas. El
mundo de la vida no es “sabido” en un sentido estricto, pues el saber explícito se
caracteriza porque puede ponerse en cuestión u puede fundamentarse. Sólo el
fragmento de mundo de la vida, relevante en cada caso para la situación, constituye
un contexto susceptible de tematizar a voluntad para las emisiones con las que
los agentes comunicativos convierten en tema algo como algo en el mundo.
Pero el mundo de la vida no sólo tiene la función de formar contexto. Ofrece a la vez
una provisión de convicciones, a las que los participantes en la comunicación
recurren para cubrir con interpretaciones susceptibles de consenso la necesidad de
entendimiento surgida en una determinada situación. Como recurso, el mundo de la
vida cumple un papel constitutivo en los procesos de entendimiento. Así, “mundo”
y “mundo de la vida” se diferencian no sólo desde el punto de vista de la
tematización de objetos, sino también desde el de la restricción de espacios de
acción. El mundo de la vida, en la medida en que entra en consideración como
recurso de los procesos de interpretación, podemos representárnoslo como acervo
lingüísticamente organizado de supuestos de fondo, que se reproduce en
forma de tradición cultural. El saber de fondo transmitido culturalmente ocupa
frente a las emisiones comunicativas que se generan con su ayuda, una posición en
cierto modo trascendental. Provee a que los participantes en la interacción
encuentren ya de antemano interpretada, en lo que a contenido se refiere, la
conexión entre mundo objetivo, mundo social y mundo subjetivo.

El trasfondo que constituye el mundo de la vida consta de habilidades individuales,


del saber intuitivo acerca del cómo arreglárselas en una situación, y de prácticas
socialmente sabidas y ejercidas, es decir, del saber intuitivo acerca de en qué
puede uno estribar o en qué puede uno confiar en una situación dada, no menos
que de convicciones de fondo trivialmente sabidas.

La acción comunicativa relaciona los tres mundos: hechos, normas y vivencias.

(c)
Mientras que al agente que actúa comunicativamente el fragmento del mundo de la
vida relevante para la situación se le impone, por así decir, afronte como un
problema que tiene que solucionar él, a tergo el agente se ve sostenido por el
trasfondo que es su mundo de la vida. El dominio de las situaciones se presenta
como un proceso circular en que el actor es a la vez ambas cosas: el iniciador de
acciones imputables y el producto de tradiciones culturales en la que está, de
grupos solidarios a que pertenece y de procesos de socialización y aprendizaje a
los que está sujeto. Si en lugar de la perspectiva del agente adoptamos la del
mundo de la vida, podemos transformar nuestra cuestión articulada en términos de
teoría de la acción en una cuestión estrictamente sociológica: en la de qué
funciones adopta la acción orientada al entendimiento para la reproducción del
mundo de la vida. Los participantes en la interacción, al entenderse entre sí sobre
una situación, se mueven en una tradición cultural, de la que hacen uso a la vez que
la renuevan; los participantes en la interacción, al coordinar sus acciones a través
del reconocimiento intersubjetivo de pretensiones de validez susceptibles de crítica,
se apoyan en pertenencias a grupos sociales y refuerzan simultáneamente la
integración de éstos; y el niño, al participar en interacciones con personas de
referencia que actúan competentemente, internaliza las orientaciones valorativas de
su grupo social y adquiere capacidades generalizadas de acción.

Bajo el aspecto funcional de entendimiento la acción comunicativa sirve a la


tradición y a la renovación de saber cultural; bajo el aspecto de coordinación de la
acción sirve a la acción social y al establecimiento de solidaridad; bajo el aspecto
de socialización la acción comunicativa sirve al desarrollo de identidades
personales. Las estructuras simbólicas del mundo de la vida se reproducen por vía
de la prosecución del saber válido, de la estabilización de solidaridades grupales y
de la formación de actores capaces de responder a sus actos. El proceso
reproducción conecta las nuevas situaciones con los estados existentes del mundo
de la vida, y ello tanto en la dimensión semántica de los significados o contenidos
(de la tradición cultural), como en las dimensiones del espacio social (de los grupos
socialmente integrados) y del tiempo histórico (de las generaciones que se suceden
unas a otras); a estos procesos corresponden como componentes estructurales del
mundo de la vida la cultura, la sociedad y la persona.
Llamo cultura a la provisión de saber de la que los participantes en la interacción,
al entenderse entre sí sobre algo del mundo, se proveen de interpretaciones. Llamo
sociedad a los órdenes legítimos, a través de los que los participantes en la
interacción regulan su pertenencia a grupos sociales y con ello se aseguran la
solidaridad. Por personalidad entiendo las competencias que convierten a un
sujeto en capaz de lenguaje y acción, es decir, lo ponen en situaciones de participar
en procesos de entendimiento y afirmar en ellos su propia identidad. El campo
semántico de los contenidos simbólicos, el espacio social y el tiempo histórico
constituyen las dimensiones en que se extienden las acciones comunicativas.

(4) En lo que sigue voy a referirme a algunos intentos de reconstrucción

a. Orientación al éxito versus orientación al entendimiento


La actitud orientada al entendimiento es la actitud de los participantes en la
comunicación, de los que, en los casos elementales, uno ejecuta un acto de habla y
el otro toma una postura con un “sí” o con un “no”. El acto de habla elemental sólo
puede servir de modelo de una orientación al entendimiento que por su parte no
sea susceptible de ser hecha derivar de una acción orientada al éxito, si el uso del
lenguaje orientado al entendimiento representa el modo original del empleo del
lenguaje en general, respecto del cual el uso del lenguaje orientado a las
consecuencias o el entendimiento indirecto se comportan parasitariamente. La
tarea consiste, por tanto, en mostrar que no podemos entender qué significa
provocar lingüísticamente efectos en el oyente si antes no sabemos qué significa
que hablante y oyente puedan llegar a un acuerdo sobre algo con la ayuda de actos
comunicativos. Los actos de habla sólo pueden servir al fin perlocucionario de
ejercer una influencia sobre el oyente, si resultan aptos para la consecución de fines
ilocucionarios.

b. Acuerdo racionalmente motivados


El concepto de acción comunicativa depende por entero de la demostración de que
un acuerdo comunicativo, en el caso más simple la toma de postura de un oyente
frente a la oferta que representa el acto de habla de un hablante, puede cumplir
funciones de coordinación de la acción. Con su “si” funda el oyente un acuerdo
que, por un lado, se refiere al contenido de la emisión y, por otro, a garantías
inmanentes al acto de habla y a vínculos que resultan relevantes para la interacción
subsiguiente, es decir, relevantes para la secuencia de la interacción. El potencial de
acción típico del acto de habla se expresa en la pretensión que el hablante, en el
caso de actos de habla explícitos, entabla, con ayuda de un verbo realizativo, en
favor de lo que dice. El oyente, al reconocer esa pretensión, acepta la oferta que se
le hace con el acto de habla. Este éxito ilocucionario sólo es relevante para la
acción en la medida en que con él se establece una relación interpersonal entre
hablante y oyente, que ordena espacios de acción y secuencias de interacción y
que a través de alternativas generales de acción abre al oyente posibilidades de
conectar con el hablante.

El paso de disentimiento inscritos en la acción comunicativa no sólo depende de la


presión que ejercen los problemas dimanantes de los conflictos de intereses que
contingentemente pueden hacer eclosión, sino que aumenta estructuralmente con
la progresiva racionalización del mundo de la vida, en especial con la reflexivización
de las tradiciones culturales y con la desvinculación de la acción comunicativa
respecto de contextos normativos.

c. Pretensiones de validez y modos de comunicación


Hay que mostrar que todo acto de habla puede rechazarse en conjunto, es decir,
pueden negarse, bajo tres aspectos: bajo el aspecto de la rectitud que por
referencia a un contexto normativo el hablante pretende para la acción que
proyecta; bajo el aspecto de la verdad que con su emisión el hablante pretende
para un enunciado; y bajo el aspecto el aspecto de la veracidad que el hablante
pretende para la emisión o manifestación de vivencias subjetivas a las que él tiene
un acceso privilegiado. En la intención comunicativa del hablante está (a)
ejecutar una acción correcta por relación al contexto normativo dado, para que
pueda establecerse entre él y el oyente una relación interpersonal reconocida como
legítima; (b) hacer un enunciado verdadero para que el oyente pueda aceptar y
compartir el saber del hablante; y (c) manifestar verazmente sus opiniones,
intenciones, sentimientos, deseos, etc., para que el oyente pueda dar credibilidad a
lo dicho.
El lenguaje sirve (a) al establecimiento y renovación de las relaciones
interpersonales, en las que el hablante se refiere a algo en el mundo de los órdenes
legítimos; (b) a la exposición o presuposición de estados y sucesos, con las que el
hablante hace referencia a algo en el mundo de los estados de cosas existentes; y
(c) a la manifestación de vivencias, esto es, a la autorepresentación del propio
sujeto, en la que el hablante hace referencia a algo en el mundo subjetivo, al que él
tiene un acceso privilegiado.
A estas funciones responden, en tercer lugar, los modos básicos de empleo del
lenguaje; de estos ha de poder hacerse derivar el ancho espectro de fuerzas
ilocucionarias acuñadas en cada lengua. En este sentido las promesas y mandatos
pueden representar al uso regulativo del lenguaje, las constataciones y afirmaciones
al uso constatativo, y las confesiones al expresivo. Los tipos puros de uso del
lenguaje orientado al entendimiento ofrecen, en cuarto lugar, buenos modelos para
el análisis de las referencias al mundo o relaciones con el mundo y de aquellas
actitudes básicas que el hablante ha de adoptar cuando hace referencia a algo del
mundo. A los conceptos de mundo objetivo, mundo subjetivo y mundo social
corresponden a una actitud objetivante, en la que un observador neutral se acerca
de algo que tiene lugar en el mundo; una actitud expresiva, en la que un sujeto
que hace presentación de sí mismo manifiesta ante un público algo de su interior, a
lo que él tiene un acceso privilegiado; y la actitud de conformidad con las
normas en la que el miembro de un grupo social cumple o transgrede expectativas
legítimas de comportamiento.

d. Práctica comunicativa cotidiana y el mundo de la vida


Hay que mostrar que el significado literal depende de complementos suministrados
por el contexto que representa la situación y por el trasfondo que representa el
mundo de la vida. En segundo lugar, mostrar que entre los componentes
estructurales de los actos de habla elementales, por un lado, y las funciones que
los actos de habla pueden cumplir para la reproducción del mundo de la vida, por
otro, se dan conexiones internas.

(5) Excursos

a. Los planos de la acción social y de la integración social


En la acción comunicativa los participantes en la interacción ejecutan sus planes de
acción teniendo a la vista un acuerdo comunicativamente alcanzado, mientras que
las acciones coordinadas mismas mantienen su carácter de actividades
teleológicas. La actividad teleológica constituye, por tanto, un componente, así de
la acción orientada al entendimiento como de la acción orientada al éxito; en ambos
casos las acciones implican intervenciones en el mundo objetivo. Según sea el fin
de la acción pueden éstas incluir también acciones instrumentales, es decir,
cambios manipulativos de los objetos físicos. Las acciones instrumentales pueden,
por tanto, presentarse como componentes en acciones sociales de ambos tipos.
En la reproducción material del mundo de la vida, que se efectúa a través del medio
de la actividad teleológica, participan tanto acciones estratégicas como acciones
comunicativas. En cambio, la reproducción simbólica del mundo de la vida
depende sólo de la acción orientada al entendimiento. La apropiación de
tradiciones, la renovación de solidaridades, la socialización de los individuos
necesitan de la hermenéutica natural de la comunicación cotidiana y, por tanto, del
medio que representa la formación lingüística de consenso. Una interacción en la
que uno trata a otro como objeto de influencias pasa de largo ante esa dimensión
de la intersubjetividad lingüística generada; en el marco de influencias causales
recíprocas, no pueden transmitirse contenidos culturales, integrarse grupos
sociales, ni socializarse ningún sujeto.

Mientras que para la reproducción material del mundo de la vida lo relevante de la


acción social es el aspecto de actividad teleológica, para la reproducción simbólica
del mundo de la vida lo importante es el aspecto de entendimiento. La reproducción
material del mundo de la vida, no se reduce, a dimensiones tan abarcables, que
podamos entenderla como resultado pretendido de una cooperación colectiva.
Normalmente, se efectúa como cumplimiento de funciones latentes, de funciones
que van más allá de de las orientaciones de acción de los participantes. Las
funciones latentes de las acciones exigen que introduzcamos el concepto de un
plexo sistémico de consecuencias de la acción y resultados de la acción, que va
más allá del entrelazamiento de orientaciones de acción.

Hay una clase de mecanismos sistémicos que no son igualmente compatibles con
ambos tipos de acción: medios de control o regulación como el dinero y el poder.
Estos medios de comunicación deslingüistizados gobiernan un tráfico social
ampliamente descolgado de normas y valores y de mecanismos de formación
lingüística de consenso. Como estos medios de regulación o control fuerzan a
pasar de la acción comunicativa a una interacción regida por medios, resulta aquí a
su vez una correspondencia unívoca entre acción estratégica y los sistema de
acción diferenciados a través de medios.

Unidad 5

“Colonialidad del poder y clasificación social”


Quijano

La colonialidad se funda en la imposición de una clasificación racial/étnica de la


población del mundo como piedra angular de dicho patrón de poder y opera en
cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones materiales y subjetivas,de la
existencia social cotidiana y a escala societal.
Con América Latina el capitalismo se hace mundial, eurocentrado y la colonialidad y
la modernidad se instalan asociadas como los ejes constitutivos de su específico
patrón de poder, hasta hoy. Además, se configuraron nuevas identidades societales
de la colonialidad en base a la idea de “raza” bajo la hegemonía eurocentrada.
El eurocentrismo se trata de la perspectiva cognitiva producida en el largo
tiempo del conjunto del mundo eurocentrado del capitalismo
colonial/moderno y que naturaliza la experiencia de las gentes en este patrón
de poder (las hace percibir como “naturales”, no susceptibles de ser
cuestionados).

Con esto se consolidó uno de los núcleos principales de la


colonialidad/modernidad eurocéntrica: una concepción de humanidad según la
cual la población del mundo se diferenciaba en inferiores y superiores,
racionales e irracionales, primitivos y civilizados, tradicionales y modernos.

La cuestión del poder en el eurocentrismo


El poder es un espacio y una malla de relaciones sociales de
explotación/dominación/conflicto articuladas en función y en torno de la
disputa por el control de los siguientes ámbitos de existencia social:
1. El trabajo y sus productos
2. La naturaleza y sus recursos de producción
3. El sexo, sus productos y la reproducción de la especie
4. La subjetividad y sus productos materiales e intersubjetivos (incluido el
conocimiento)
5. La autoridad y sus instrumentos de coerción para asegurar la reproducción
de ese patrón de relaciones sociales y regular sus cambios.

Para el materialismo histórico, las estructuras societales se constituyen sobre la


base de las relaciones que se establecen para el control del trabajo y sus
productos. Tales relaciones se denominan relaciones de producción, sólo afirma la
primacía de uno de los ámbitos sobre los demás (trabajo y las relaciones de
producción).
Toda estructura social, en esa perspectiva, es mecánica, dejando ver la opción
preferencial del eurocentrismo en la producción del conocimiento histórico.
Por otro lado, en todas esas vertientes subyace la idea de que de algún modo las
relaciones son dadas ahistóricas. La perspectiva eurocéntrica implica un
postulado históricamente imposible: que las relaciones entre los elementos de un
patrón histórico tienen ya determinadas sus relaciones antes de toda historia, como
si fueran relaciones definidas previamente en un reino óntico, ahistórico o
transhistórico.

La heterogeneidad histórico-estructural del poder


Es cierto que la experiencia del poder capitalista mundial, eurocentrado y
colonial/moderno muestra que es el control del trabajo el factor primado en este
patrón de poder. En consecuencia, el control del trabajo por el capital es la
condición central del poder capitalista. Pero en Marx se implica, de una parte, la
homogeneidad histórica de éste y de los demás factores, y de otra parte, que el
trabajo determina, todo el tiempo y de modo permanente, el carácter, el lugar y la
función de todos los demás ámbitos en la estructura de poder.
Sin embargo, nada permite verificar la homogeneidad histórica de sus
componentes, sea del trabajo, del capital o del capitalismo. Por el contrario, dentro
de cada una de esas categorías no sólo coexisten, sino que se articulan y se
combinan todas y cada una de las formas, etapas y niveles de la historia de cada
una de ellas.

Respecto de la cadena unidireccional de determinaciones que permite al trabajo


articular a los demás ámbitos y mantenerlos articulados en el largo tiempo, la
experiencia del patrón de poder capitalista, mundial, eurocentrado y
colonial/moderno no muestra tampoco nada que obligue a admitir que el rasgo
capitalista haya hecho necesarios los demás. Sin duda el carácter capitalista de
este patrón de poder tiene implicaciones decisivas sobre el carácter y el sentido de
las relaciones intersubjetivas, de las relaciones de autoridad y sobre las relaciones
en torno del sexo y sus productos.

Nota sobre la cuestión de la totalidad


Es necesario reconocer que todo fenómeno histórico-social consiste en y/o
expresa una relación social o una malla de relaciones sociales. Por eso, su
explicación y su sentido no pueden ser encontrados sino respecto de un campo de
relaciones mayor al que corresponde. Dicho campo de relaciones respecto del cual
un determinado fenómeno puede tener explicación y sentido es lo que aquí se
asume con el concepto de totalidad histórico-social.
Una totalidad histórico-social es en un campo de relaciones sociales
estructurado por la articulación heterogénea y discontinua de diversos
ámbitos de existencia social, cada uno de ellos a su vez estructurado con
elementos históricamente heterogéneos, discontinuos en el tiempo,
conflictivos. Eso quiere decir que las partes en un campo de relaciones de poder
societal no son sólo partes. Lo son respecto del conjunto del campo, de la totalidad
que éste constituye. En consecuencia, se mueven en general dentro de las
orientación general del conjunto. Pero no lo son en su relación separada con cada
una de las otras. Y sobre todo cada una de ellas es una unidad total de su propia
configuración porque igualmente tiene una constitución históricamente
heterogénea. Cada elemento de una totalidad histórica es una particularidad y, al
mismo tiempo, una especificidad, incluso, eventualmente, una singularidad. Todos
ellos se mueven dentro de la tendencia general del conjunto, pero tienen o pueden
tener una autonomía relativa y que puede ser, o llega a ser conflictiva con el
conjunto. En ello reside también la moción del cambio histórico-social.

Los procesos históricos de cambio no consisten, no pueden consistir, en la


transformación de una totalidad históricamente homogénea en otra equivalente, sea
gradual y continuamente, o por saltos y rupturas. Si así fuera, el cambio implicaría la
salida completa del escenario histórico de una totalidad con todos sus
componentes, para que otra derivada de ella ocupe su lugar.

Reduccionismo y ahistoricidad en la teoría eurocéntrica de las clases sociales


La impronta naturalista, positivista y marxo-positivista de la teoría eurocéntrica de
las clases sociales implica también dos cuestiones cruciale:
1. En su origen la teoría de las clases sociales está pensada exclusivamente
sobre la base de la experiencia europea, la cual a su vez está pensada según
la perspectiva eurocéntrica
2. Por esa misma razón, las únicas diferencias que son percibidas entre los
europeos como realmente significativas se refieren a la riqueza/pobreza y al
mando/obediencia. Y esas diferencias remiten al lugar y a los roles de las
gentes respecto del control del trabajo y de los recursos que en la naturaleza
sirven para trabajar, todo lo cual será a su tiempo nombrado como
“relaciones de producción”. De otro lado, a los lugares y roles de las gentes
en el control de la autoridad, del Estado.

En otros términos, la teoría eurocéntrica sobre las clases sociales es


reduccionista: se refiere única y exclusivamente a uno sólo de los ámbitos de
poder, el control del trabajo y de sus recursos y productos.

Todo aquello significa que la idea de clases sociales es elaborada en el


pensamiento eurocéntrico, cuando ya la percepción de la totalidad desde Europa,
por entonces el “centro” del mundo capitalista, ya ha sido definitivamente
organizada como una dualidad histórica: Europa y No-europa. Y esa dualidad
implicaba que mucho de todo lo que era no.europa, aunque existía en el mismo
escenario temporal, en realidad, correspondía al pasado de un tiempo lineal cuyo
punto de llegada era, obviamente, Europa.

¿Teoría de las clases sociales o teoría de la clasificación social?


Es pertinente salir de la eurocéntrica teoría de las clases sociales y avanzar hacia
una teoría histórica de la clasificación social. El concepto de clasificación social, en
esta propuesta, se refiere a los procesos de largo plazo en los cuales las gentes
disputan por el control de los ámbitos básicos de existencia social y de cuyos
resultados se configura un patrón de distribución del poder centrado en relaciones
de explotación/dominación/conflicto entre la población de una sociedad y en una
historia determinadas.
El poder no se reduce a las “relaciones de producción”, ni al “orden y autoridad”,
sino a la malla de relaciones de explotación/dominación/conflicto que se configuran
entre las gentes en disputa por el control del trabajo, de la “naturaleza”, del sexo, de
la subjetividad y de la autoridad.

Heterogeneidad de la clasificación social


Desde América, en el capitalismo mundial las gentes se clasifican y son clasificadas
según tres líneas diferentes, pero articuladas en una estructura global común por la
colonialidad del poder: trabajo, raza, género. El primero implica el control de la
fuerza de trabajo, de los recursos y productos del trabajo, lo que incluye los
recursos “naturales” y se institucionaliza como “propiedad”. El segundo, implica el
control del sexo y de sus productos (placer y descendencia), en función de la
“propiedad”. La “raza” fue incorporada en el capitalismo eurocentrado en función
de ambos ejes. El control de la autoridad se organiza para garantizar las relaciones
de poder así configuradas.

El poder está siempre en estado de conflicto y en procesos de distribución y de


redistribución. Sus períodos históricos pueden ser distinguidos, precisamente, en
relación a tales procesos.

La producción del sujeto colectivo


No todos los procesos de subjetificación social o de constitución de sujetos
colectivos pueden ser reconocidos como procesos de clasificación societal. Sólo
los procesos de subjetificación cuyo sentido es el conflicto en torno de la
explotación/dominación constituye un proceso de clasificación social.

En el capitalismo mundial, sólo la cuestión del trabajo, de la “raza” y del “género”,


las tres instancias centrales respecto de las cuales se ordenan las relaciones de
explotación/dominación/conflicto. Los procesos de clasificación social consistirán
en procesos donde esas tres instancias se asocian respecto del complejo
explotación/dominación/conflicto. De las tres instancias, es el trabajo lo que se
ubica como el ámbito central y permanente.

Acerca de la clasificación social o procesos de subjetificación social frente a la


explotación/dominación, la cuestión central es la determinación de las condiciones
históricas específicas respecto de las cuales es posible percibir los modos, los
niveles y los límites de la asociación de las gentes implicadas en esas tres
instancias (trabajo, género y raza), en un período y en un contexto específico.

Colonialidad del poder y clasificación social


El sexo y la edad son atributos biológicos diferenciales, aunque su lugar en las
relaciones de explotación/dominación/conflicto está asociado a la elaboración de
dichos atributos como categorías sociales. En cambio la fuerza de trabajo y el
fenotipo no son atributos biológicos diferenciales. El color de la piel, la forma y el
color del cabello, de los ojos, la forma y el tamaño de la nariz, etc. no tienen
ninguna consecuencia en la estructura biológica de la persona, y ciertamente
menos aún en sus capacidades históricas.

La atribución de las nuevas identidades sociales resultantes y su distribución en las


relaciones del poder mundial capitalista se estableció y se reprodujo como la forma
básica de la clasificación societal universal del capitalismo mundial, y como el
fundamento de las nuevas identidades geo-culturales y de sus relaciones de poder
en el mundo. Y, así mismo, llegó a ser el trasfondo de la producción de las nuevas
relaciones intersubjetivas de dominación y de una perspectiva de conocimiento
mundialmente impuesta como la única racional.
1.Colonialidad de la clasificación social universal del mundo capitalista
(1) Lo que comenzó con América fue mundialmente impuesto. La población de
todo el mundo fue clasificada en identidades “raciales” y dividida entre los
dominantes/superiores “europeos” y los dominados/inferiores “no-europeos”.
(2) Las diferencias fenotípicas fueron usadas, definidas, como expresión externa
de las diferencias “raciales”.
(3) El “color” de la piel fue definido como la marca “racial” diferencial más
significativa, por más visible, entre los dominantes/superiores o “europeos” y
los dominados/inferiores o “no-europeos”.
(4) De ese modo, se adjudicó a los dominadores el atributo de “raza blanca” y
cada uno de los otros “colores” de la piel, fue asumida como una gradación
entre lo superior y lo inferior en la clasificación social “racial”.

2.Colonialidad de la articulación política y geo-cultural


(1) Los territorios y las organizaciones políticas de base territorial, colonizadas
parcial o totalmente o no colonizadas, fueron clasificados en el patrón
eurocentrado del capitalismo colonial/moderno. Así se articuló el poder entre
“Europa”, “América”, “África”, “Asia” y más tarde “Oceanía”. Eso facilitó la
naturalización del control eurocentrado de los territorios, los recursos de
producción en la naturaleza
(2) Los grupos dominantes de las “razas” no-blancas fueron sometidos a ser
tributarios, es decir, intermediarios en la cadena de transferencia de valor y
de riquezas de la “periferia colonial” al “eurocentro”.
(3) Los estados-nación del centro se constituyeron teniendo como contrapartida
los estados-coloniales y los estados-nacional dependientes. Como parte de
esa relación, los procesos de ciudadanización, de representación desigual
pero real de los diversos sectores sociales, la retribución en servicios
públicos de la producción y de la tributación de los trabajadores no ha
dejado de ser privilegio del centro.
(4) Debido a esas determinaciones, todos los países cuyas poblaciones son en
su mayoría víctimas de relaciones racista/etnicistas de poder, no han logrado
salir de la “periferia colonial” en la disputa por el “desarollo”.
(5) De allí se desprende que la colonialidad del poder implica en las relaciones
internacionales de poder y en las relaciones internas dentro de los países, lo
que en América Latina ha sido dominada como dependencia
histórico-estructural.

3.Colonialidad de la distribución mundial del trabajo


El capitalismo ha organizado la explotación del trabajo en un complejo engranaje
mundial en torno del predominio de la relación capital-salario.
En el “centro”, la forma dominante de la relación capital- trabajo fue salarial. Es
decir, la relación salarial fue principalmente “blanca”. En la “periferia colonial”, en
cambio, la relación salarial fue con el tiempo estructuralmente dominante, pero
siempre minoritaria en la demografía como en todo lo demás, mientras que las más
extendidas y sectorialmente dominantes fueron todas las otras formas de
explotación del trabajo: esclavitud, servidumbre, producción mercantil simple,
reciprocidad.
4.Colonialidad de las relaciones de género
Las relaciones entre los géneros también fueron ordenadas en torno de la
colonialidad del poder
(1) En todo el mundo colonial, las normas y los patrones formal-ideales de
comportamiento sexual de los géneros y las consecuencias de los patrones
de organización familiar de los “europeos” fueron directamente fundados en
la clasificación “racial”: la libertad sexual de los varones y la fidelidad de las
mujeres, acceso sexual de los varones “blancos” a las mujeres “negras” e
“indias”.
(2) En Europa, en cambio, fue la prostitución de las mujeres la contrapartida del
patrón de familia burguesa.
(3) La unidad e integración familiar, impuestas como ejes del patrón de la familia
burguesa del mundo eurocentrado, fue la contrapartida de la continuada
desintegración de las unidades de parentesco padres-hijos en las razas
“no-blancas”, apropiables y distribuibles no sólo como mercancías ya que
sobre ellos esa forma de dominación fue más explícita, inmediata y
prolongada.
(4) La característica hipocresía subyacente a las normas y valores formal-ideales
de la familia burguesa no es desde entonces ajena a la colonialidad del
poder.

5.Colonialidad de las relaciones culturales o intersubjetivas


(1) En todas las sociedades donde la colonización implicó la destrucción de la
estructura societal, la población colonizada fue despojada de sus saberes
intelectuales y de sus medios de expresión exteriorizantes u objetivantes.
Fueron reducidos a la condición de gentes rurales e iletradas.
(2) En las sociedades donde la colonización no logró la tal destrucción societal,
las herencias intelectual y estética visual no pudieron ser destruidas. Pero fue
impuesta la hegemonía de la perspectiva eurocéntrica en las relaciones
intersubjetivas con los dominados.
(3) A largo plazo en todo el mundo eurocentrado se fue imponiendo la
hegemonía del modo eurocéntrico de percepción y de producción de
conocimiento y en una parte muy amplia de la población mundial el propio
imaginario fue colonizado.
(4) La hegemonía eurocéntrica en la cultura del mundo capitalista ha implicado
una manera mistificada de percepción de la realidad, lo mismo en el “centro”
que en la “periferia colonial”. Pero sus efectos en la última, en el
conocimiento y en la acción han sido casi siempre históricamente
conducentes a callejones sin salida. La cuestión nacional, la cuestión de la
revolución, la cuestión de la democracia son sus emblemáticos ejemplos.

6.Dominación/explotación, colonialidad y corporeidad


No toda dominación implica explotación, pero ésta no es posible sin aquella.
La “naturalización” mitológica de las categorías básicas de explotación/dominación
es un instrumento de poder excepcionalmente poderoso. Por ejemplo, el género.

La “corporalidad” es el nivel decisivo de las relaciones de poder. Porque el “cuerpo”


mienta la “persona”, si se libera el concepto de “cuerpo” de las implicaciones
mistificatorias del antiguo “dualismo” eurocéntrico. Y eso es lo que hace posible la
“naturalización” de tales relaciones sociales. En la explotación, es el “cuerpo” el que
es usado y consumido en el trabajo y en la pobreza, el hambre, en la malnutrición,
en la enfermedad. Es el “cuerpo” el implicado en el castigo, en la represión, en las
torturas y en las masacres durante las luchas contra los explotadores.

“Colonialidad y género”
Lugones

La colonialidad del poder


La mirada de Quijano presupone una comprensión patriarcal y heterosexual de las
disputas por el control del sexo y sus recursos y productos. Quijano acepta el
entendimiento capitalista, eurocentrado y global del género. El marco de análisis
vela las maneras en que las mujeres colonizadas, no-blancas, fueron subordinadas
y desprovistas de poder. El carácter heterosexual y patriarcal de las relaciones
sociales puede ser percibido como opresivo al desenmascarar las presuposiciones
de este marco analítico.

No es necesario que las relaciones sociales estén organizadas en términos de


género, ni siquiera las relaciones que se consideran sexuales. Pero la organización
social en términos de género no tiene por qué ser heterosexual o patriarcal.
Entender los rasgos históricamente específicos de la organización de género en el
sistema moderno/colonial de género es central a una comprensión de la
organización diferencial del género en términos raciales.

“Colonialidad” no se refiere solamente a la clasificación racial. Es un fenómeno


abarcador, ya que se trata de uno de los ejes del sistema de poder y, como tal,
permea todo control de acceso sexual, la autoridad colectiva, el trabajo y la
subjetividad/intersubjetividad, y la producción del conocimiento desde el interior
mismo de estas relaciones intersubjetivas.

Es importante advertir que el trabajo asalariado ha sido reservado, casi


exclusivamente, para los europeos blancos. La división del trabajo se halla
completamente parcializada así como geográficamente diferenciada. Aquí vemos a
la colonialidad del trabajo como un cuidadoso entrecruzamiento del trabajo y la raza

La interseccionalidad revela lo que no se ve cuando categorías como género y raza


se conceptualizan como separadas unas de otra. La denominación categorial
construye lo que nomina. Las feministas de color se han movido conceptualmente
hacia un análisis que enfatiza la intersección de las categorías raza y género porque
las categorías invisibilizan a quienes son dominadas y victimizadas bajo la categoría
“mujer” y bajo las categorías raciales “black”, “hispanic”, “native american”,
“chicana” a la vez, es decir a las mujeres de color. A pesar que en la modernidad
eurocentrada capitalista todos/as nos somos racializados y asignados a un género,
no todos/as somos dominados o victimizados por ese proceso. El proceso es
binario, dicotómico y jerárquico (“mujer” selecciona como norma a las hembras
burguesas blancas heterosexuales, “hombre” selecciona a machos burgueses
blancos heterosexuales, “negro” selecciona a machos heterosexuales negros y así
sucesivamente).
Una vez que la interseccionalidad nos muestra lo que se pierde, nos queda por
delante la tarea de reconceptualizar la lógica de la intersección para, de ese modo,
evitar la separabilidad de las categorías dadas y el pensamiento categorial. Solo al
percibir género y raza como entramados o fusionados indisolublemente
podemos realmente ver a las mujeres de color.

La lógica de los ejes estructurales muestra al género constituido por y


constituyendo a la colonialidad del poder. En ese sentido, no hay una separación de
raza/género en el patrón de Quijano, pero el eje de colonialidad no es suficiente
para dar cuenta de todos los aspectos del género. En el patrón de Quijano, el
género parece estar contenido dentro de la organización de aquel “ámbito básico
de la existencia” que Quijano llama “sexo, sus recursos y productos”. Es decir,
dentro de su marco, existe una descripción de género que no se coloca bajo
interrogación y que es demasiado estrecha e hiper-biologizada ya que presupone el
dimorfismo sexual, la heterosexualidad, la distribución patriarcal del poder y otras
presuposiciones de este tipo.

Quijano entiende al sexo como atributos biológicos que llegan a ser elaborados
como categorías sociales. Para quijano el sexo parece ser incuestionablemente
biológico.
Quijano parece dar por sentado que la disputa por el control del sexo es una
disputa entre hombres, sostenida alrededor del control, por parte de los hombres,
sobre los recursos que son pensados como femeninos. Los hombres tampoco
parecen ser entendidos como “recursos” en los encuentros sexuales. Y no parece,
tampoco, que las mujeres disputen ningún control sobre el acceso sexual. Las
diferencias se piensan en los mismos términos con los que la sociedad lee la
biología reproductiva.

Intersexualidad
A pesar de que alrededor del 1 al 4 por ciento de la población mundial es
intersexuada, la ley no reconoce a las personas intersexuales, llevándoles a
convertirse quirúrgica y hormonalmente en machos o hembras. (Julie Greenberg)
El diformismo sexual ha sido una característica importante de lo que Lugones llama
“el lado claro/visible” del sistema de género moderno/colonial. Aquellos ubicados
en “el lado oscuro/oculto” no fueron necesariamente entendidos en términos
dimórficos. Si el capitalismo global eurocentrado sólo reconoció el diformismo
sexual entre hombres y mujeres blancos y burgueses no es cierto entonces que la
división sexual está basada en la biología. Por eso, es importante preguntarse de
qué forma el diformismo sexual sirvió, y sirve, a la explotación/dominación
capitalista global eurocentrada.

Igualitarianismo ginecrático y no-engenerizado


El alcance de la colonialidad de género en el análisis de Quijano es demasiado
limitado. Para definir el alcance del género, Quijano asume la mayor parte de lo
prescripto por los términos del lado visible/claro hegemónico del sistema de género
colonial/moderno. A pesar que creo que la colonialidad del género, como Quijano
cuidadosamente la describe, nos muestra aspectos muy importantes de la
intersección de raza y género, el marco afirma el borrar y excluir a las mujeres
colonizadas de la mayoría de las áreas de la vida social en vez de ponerla al
descubierto.

Sistema moderno/colonial de género


Entender el lugar del género en las sociedades precolombinas nos rota el eje de
comprensión de la importancia y la magnitud del género en la desintegración de las
relaciones comunales e igualitarias, del pensamiento ritual, de la autoridad y el
proceso colectivo de toma de decisiones, y de las economías. El sistema de género
moderno colonial no puede existir sin la colonialidad del poder, ya que la
clasificación de la población en términos de raza es una condición necesaria para
su posibilidad.

La reducción del género a lo privado, al control sobre el sexo y sus recursos y


productos es una cuestión ideológica presentada ideológicamente como biológica,
parte de la producción cognitiva de la modernidad que ha conceptualizado la raza
como “engenerizada” y al género como racializado de maneras particularmente
diferenciadas entre los europeos blancos y las gentes colonizadas. La raza no es ni
más mítica ni ficticia que el género.

El sistema de género tiene un lado visible/claro y uno oculto/oscuro. El lado


visible/claro construye, hegemónicamente, al género y las relaciones de género.
Solamente organiza la vida de hombres y mujeres blancos y burgueses, pero
constituye el significado mismo de “hombre” y “mujer” en el sentido
moderno/colonial. La pureza y la pasividad sexual son características cruciales de
las hembras burguesas blancas quienes son reproductoras de clase y la posición
racial y colonial de los hombres blancos burgueses. El sistema de género es
heterosexualista, ya que la heterosexualidad permea el control patriarcal y
racializado sobre la producción, en la que se incluye la producción del
conocimiento, y sobre la autoridad colectiva.
El lado oculto/oscuro del sistema de género fue y es completamente violento.
Hemos empezado a entender la reducción profunda de los anamachos, las
anahembras y la gente del “tercer género”. De su participación ubicua en rituales,
en procesos de toma de decisiones y en la economía precoloniales fueron
reducidos a la animalidad, al sexo forzado con colonizadores blancos y a la
explotación laboral tan profunda que los llevó a trabajar hasta la muerte.

“Hombres públicos y mujeres privadas”


Fernández

El espacio público ha sido tradicionalmente ocupado por varones y el espacio


privado por mujeres, connotando atribuciones de lo masculino y femenino
respectivamente.

Lo público y lo privado en Aristóteles


Para Aristóteles la vida del bien sólo era posible participando de la Polis. En ella, y
sólo los ciudadanos, adquirían el bien en tanto participaban plenamente de la
Bondad y la Racionalidad que codefinían a los coiguales participantes de la
perfecta asociación de la “Polis”.
Para Aristóteles, hay personas naturalmente gobernantes y personas naturalmente
gobernadas. Las mujeres, los esclavos y los niños son personas naturalmente
gobernadas, no participan plenamente en la realización de la Bondad y la
Racionalidad.
El lugar social de la mujer es Lo Privado. El mantenimiento del hogar (esfera no
pública) era, en consecuencia, no sólo su área de acción sino el parámetro desde
donde ella misma era definida.

Mientras se mantenga la “necesidad” de que las tareas domésticas y la crianza de


los hijos sea una esfera de responsabilidad femenina, mientras sea “necesario” para
un sistema social el control del erotismo de las mujeres, Aristóteles continuará
vigente.

En la Erótica expresa una sociedad donde la política, el diálogo filosófico, la


producción y el amor se despliegan entre hombres.

Público y privado moderno


En el cambio de la sociedad feudal a la sociedad capitalista se desarrolló un
discontinuo pero incesante movimiento de transformaciones que abarcó el conjunto
de las instituciones de la sociedad: no sólo surgen el Estado y las naciones
modernas y sus formas democráticas, sino que se operan redefiniciones en toda la
extensión y profundidad del tejido social, reorganizándose desde la familia y la
escuela hasta las cárceles y manicomios.
Dos consecuencias interesa aquí subrayar: que el conjunto de estos cambios
redefinió el espacio público y el espacio privado, y que comienza allí un
proceso de producción de nuevas formas de subjetividad.
Las poblaciones obreras pobres son amenazantes, por lo que se los incorpora en
los dispositivos diseñados para las masas vagabundas; se propicia la organización
de instituciones de socorros mutuos y se elaboran cuidadosas estrategias de
familiarización y urbanización de sus centros habitacionales como también la
represión del Estado. Vigilados, asistidos y reprimidos, los obreros del Estado
moderno son, pese a todo, sujetos de contrato.
Las mujeres y los niños se incluyen en aquellas formas de sociabilidad
correspondientes a su clase social, pero en tanto no son sujeto de contrato, su
posibilidad de circulación se despliega en el mundo privado y no en el público, y no
son ciudadanos en pleno sentido sino que la figura jurídica en la que se inscriben es
la de la tutela.
A partir de allí, las mujeres burguesas tuteladas desarrollarán sus vidas en el medio
privado y doméstico; los organizadores de sentido que guiarán sus prácticas, sus
sistemas de prioridades, sus sentimientos se expresarán en las figuras de esposa y
madre.

Las mujeres obreras, en tanto obreras fueron sujeto de contrato pero por ser
mujeres sus salarios fueron siempre más bajos y sus tareas, desarrolladas en
peores condiciones ambientales, en mayor desprotección y con el particular
agregado del acoso sexual.

Racionalización de las prácticas


El proceso permanente de racionalización implicó la expansión paralela del saber
racional, saber técnico en forma de principios y leyes que reemplazará al antiguo
saber empírico acerca de los medios, productos de la experiencia no objetivado.
Una de sus consecuencias ha sido la constitución de las profesiones modernas.

La redefinición general que la modernidad instituye para lo público y lo privado se


significa en este punto de manera particular en tanto ahora no sólo habrá funciones
discriminadas según los espacios, sino que ambos espacios se regirán por códigos
propios y serán diferentes las formas de circulación de los saberes en uno y otro
ámbito: un ámbito público racional, de saberes racionalizados, ejercido por
especialistas, y un ámbito privado sentimentalizado, de saberes empíricos,
ejercido por mujeres.

El mundo doméstico de conciencia práctica es un mundo sin salario ni horarios de


trabajo; se hace por amor y las tareas se despliegan en una continuidad que no
diferencia unas jornadas de otras, ni días laborales ni feriados.

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