Cristianismo y Derecho
Cristianismo y Derecho
Cristianismo y Derecho
Una evaluación integral de la relación entre cristianismo y Derecho rebasa ampliamente los
marcos de éstas páginas. El tema sugiere múltiples perspectivas, y cada una de ellas
merece un análisis específico. En el presente trabajo sólo se abordan dos de éstas
cuestiones. Por una parte, en qué medida la fe cristiana ha utilizado categorías jurídicas para
expresar su contenido. Sólo posteriormente se describe sucintamente cómo esa misma fe ha
dejado su impronta en leyes e instituciones jurídicas, de forma que no pueden éstas
pensarse en la contemporaneidad sin la configuración que les aportó el cristianismo.
Como en todos los pueblos del Oriente, no existió distinción en Israel entre el Derecho
humano y el Derecho divino, a lo que sí llegaron los romanos al separar el Ius del Fas.3 Para
Israel existió un solo Derecho, que ordenaba no sólo las relaciones con Dios, sino
igualmente las relaciones entre los hombres. Todo es expresión, en última instancia, de la
voluntad de Dios. La Ley o Torá, cuya cabeza son los Diez Mandamientos, comienza así:
“Entonces pronunció Dios todas estas palabras diciendo…”.4
1
Publicado en MATILLA CORREA, Andry (coordinador), El Derecho como saber cultural – Homenaje al Dr. Delio
ra
Carreras Cuevas, 1 edición, Editorial UH –Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2011, pp. 507-521.
2
Profesor Auxiliar, Facultad de Derecho, Universidad de La Habana. Presidente de la Cátedra de Estudios
Jurídicos del Instituto Superior de Tecnologías y Ciencias Aplicadas. Vicedirector Científico del Instituto de
Geografía Tropical, Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.
3 ra
FERNÁNDEZ BULTÉ, Julio, CARRERAS CUEVAS, Delio y Rosa María YÁÑEZ, Manual de Derecho Romano, 1
edición, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1982, pp. 3 y ss.
4 da
Éxodo 20,1. Biblia de Jerusalén, 2 edición totalmente revisada y aumentada, Desclée de Brouwer, Bilbao,
1976.
5
Voz “Derecho” en, OBERMAYER, Heinz, ZIELER, Gerhard, SPEIDEL, Kurt y Klaus VOGT, Diccionario Bíblico
ra
Manual, 1 edición castellana, Editorial Claret, Barcelona, 1975, p. 93.
6
Deuteronomio 17, 18. De hecho, el libro del Deuteronomio adquiere su nombre precisamente por eso, en
griego vendría a significar “segunda ley”.
1
Las fórmulas que emplea el Derecho hebreo pueden ser lo mismo apodícticas que casuistas.
En el primer caso, se trata de mandatos caracterizados por su obviedad, pues de no
observarse harían imposible la vida de la comunidad. Así, se adoptan fórmulas prohibitivas
como “… No matarás. No cometerás adulterio. No robarás…”.7 En otras ocasiones, se utiliza
la casuística, reglamentando minuciosamente cada situación: “Si prestas dinero a uno de mi
pueblo, al pobre que habita contigo, no serás con él un usurero; no le exigiréis interés. Si
tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás al ponerse el sol, porque con él se
abriga; es el vestido de su cuerpo…”.8 Si bien la primera de las formas es propia del Derecho
cultual, y la segunda del Derecho profano, se pueden encontrar ejemplos de ambas
modalidades en uno u otro caso.
A menudo se compara la legislación penal hebrea con la de otros pueblos del Antiguo
Oriente, de los que evidentemente tomaron algunos principios. De todos es conocida la Ley
del Talión, de origen babilónico, que si bien puede repugnar la conciencia contemporánea es
una medida que trata de limitar la venganza privada, que comúnmente era todavía peor que
la ofensa.9 No obstante, se avanzó aun más en ese sentido, pues se concibió un tratamiento
diferente para el homicidio involuntario, al establecerse ciudades o lugares de asilo, donde la
venganza de sangre de la familia ofendida no podía llegar.10Las sanciones podían ir desde la
pena de muerte por lapidación hasta la exclusión del pueblo de Israel, o penas corporales
como azotes públicos. Aún así, la legislación penal israelí puede considerarse moderada, en
comparación con la de otros pueblos del Antiguo Oriente, pues el número de latigazos, por
ejemplo, estaba limitado a cuarenta para evitar lesiones más serias. 11 Las penas más
severas se reservaban para conductas que atentaran contra la religión o la moral sexual y
familiar.12
Pero este repaso por las concepciones jurídicas del pueblo de Israel no estaría completo si
no se abordasen algunos conceptos centrales para su fe y su vida cotidiana. Uno de ellos es
el concepto de justicia. No parten las concepciones judías de una noción abstracta de la
justicia, sino de la idea de Dios Justo, que no puede permanecer indiferente ante el
sufrimiento humano, y que busca como consecuencia su salvación. Justicia, por tanto, es, en
primer lugar, el compendio de todas las perfecciones divinas, y como virtud humana, es
7
Éxodo 20, 13-15.
8
Éxodo 22, 24-26.
9
“Pero si resultare daño, darás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie,
quemadura por quemadura, herida por herida...” (Éxodo 21, 23-25).
10
Éxodo 21, 12-13. La historia posterior desarrolló esta disposición a través del privilegio de asilo con que
contaban algunos templos católicos, como el Iglesia del Espíritu Santo en la Habana Vieja, en cuyos muros
pueden leerse todavía referencias de la disposición real que le reconoce tal privilegio. Estos son los orígenes
de la institución contemporánea del derecho de asilo, como protección que brinda un Estado a extranjeros cuya
vida o libertad estén en peligro “… por actos, amenazas o persecuciones de las Autoridades de otro Estado o
incluso por personas o multitudes que hayan escapado al control de dichas Autoridades”. DÍEZ DE VELAZCO, M.,
ma
Instituciones de Derecho Internacional Público, 10 edición, Editorial Tecnos, Madrid, 1994, p. 546.
11
Deuteronomio 25, 3. La muerte por lapidación, es universalmente rechazada hoy. No obstante, es todavía
empleada en algunas legislaciones. Hoy cobra relevancia mundial la campaña para que no se ejecute esa pena
contra la iraní Sakineh Mohammadi Ashtianí, de 43 años y madre de dos hijos, condenada por un delito de
adulterio.
12
Levítico 20. 1-21.
2
aquella que inclina a hacer lo que Dios quiere, con lo que resulta mucho más abarcadora
que la concepción occidental, centrada en la justicia distributiva.
No desconoció, sin embargo, el pueblo de Israel la justicia en tanto virtud moral que inclina a
dar a cada uno lo que le corresponde, en sintonía con el precepto latino, atribuido a ULPIANO,
conforme al cual la justicia es “la voluntad constante y perpetua de dar a cada uno el
derecho que le pertenece”.13 Pero esta concepción de la justicia no es meramente pasiva,
sino que ha de ser necesariamente activa, traduciéndose en la defensa del inocente, del
humilde, del oprimido por cualquier causa. Cuando los reinos de Israel y Judá fueron
arrasados y la élite del pueblo judío fue llevada al exilio, los profetas recordaron que la
justicia no viene por el cumplimiento exacto de la ley o de rituales vacíos, sino por la justicia
que se le hace al pobre, por la solidaridad que se muestra ante su condición. En particular, el
profeta Jeremías se lamenta de aquel que ha realizado su vida de espalda a los necesitados,
pues “¡Ay del que edifica su casa sin justicia y sus pisos sin derecho!”.14
El Derecho y la Justicia son para Israel también la fuerza y la acción de Dios que viene a
salvar, a liberar, a curar. Frente a las desigualdades y al orden injusto que permite a unos
pocos aprovecharse de los recursos destinados para todos, el Derecho es el orden por-venir,
es la recta relación de los hombres con Dios y de los hombres entre sí. De hecho, varias
instituciones en Israel buscaban precisamente ese orden justo. La Ley estableció una
limitación temporal del derecho de prenda para el caso del deudor humilde, obligando al
acreedor a devolverla a la puesta del sol. Asimismo se le prohibía al acreedor tomar la
prenda por sí mismo del domicilio del deudor, sino que tenía que esperar a que éste la
sacara fuera para tomar posesión de ella.15Los textos bíblicos son también testimonio de la
preocupación por las condiciones laborales de los jornaleros, sean israelitas o extranjeros,
estableciéndose la obligación de pagarle cada día su salario, pues lo necesitan para vivir. 16
Otra de las instituciones de gran relevancia por el sentido de justicia social que la inspira es
la del año sabático. Se concreta ésta en disposiciones con respecto a los productos de la
tierra, al posibilitar su explotación por seis años, con obligación de dejarla descansar en
barbecho en el año séptimo, para beneficio de los pobres del pueblo, y de los animales. El
año sabático también se proyectaba sobre las deudas, disponiéndose la condonación o
remisión de las mismas en el año séptimo, con el fin de evitar la extrema pobreza, o la
esclavitud por deudas.17De igual forma, en otro precepto que trascendió hasta bien entrado
el Medioevo, se prohíbe la usura, exigiéndose que el préstamo sea sin intereses para el
acreedor, como ya se hizo referencia supra.18
13
FERNÁNDEZ BULTÉ, Julio, Siete milenios de Estado y Derecho, tomo I, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 2008, p. 362.
14
Jeremías 22, 13.
15
Deuteronomio 24, 10-13.
16
Deuteronomio 24, 14-15.
17
Éxodo 23, 10-11; Deuteronomio 15, 1-4.
18
Vid., nota 5. Nótese la coincidencia del precepto con el artículo 380 del Código Civil vigente, a tenor del cual
“En el préstamo de dinero entre personas naturales o entre ellas y personas jurídicas, no puede pactarse
intereses, salvo lo dispuesto en la ley con respecto a los créditos estatales y bancarios”.
3
La esperanza del Mesías tuvo precisamente ese contenido, como se manifiesta en la
predicación de los profetas, en que la justicia tiene un lugar principal. De hecho, muchas de
las prescripciones legales antes referidas, no pasaron de ser una meta nunca realizada a
plenitud, pues “… no fueron siempre respetadas”.19 Mayormente, su reflexión se produce
cuando los reinos de Israel y Judá están en plena crisis, o cuando han sido invadidos por las
potencias del Oriente, sean asirios, babilonios o persas.20 Los profetas insisten una y otra
vez en la necesidad de superar el cumplimiento exacto de la ley por la justicia, pues el culto
sin la justicia no tiene ninguna validez delante de Dios.
Insisten en que la práctica religiosa que no va acompañada con el esfuerzo por implantar
relaciones justas entre los hombres y mujeres es absolutamente inútil. En cierto sentido, en
ello puede resumirse todo el mensaje profético. No en vano se ha llegado a afirmar que “El
tema predilecto de los profetas es que las oraciones, las asambleas, los holocaustos, las
fiestas, las peregrinaciones, los templos grandiosos, los días de ayuno no valen nada si no
se respeta el derecho del pobre. Yahvéh se vuelve insensible a estas celebraciones y
sacrificios: sólo ve en ellos hipocresía cuando no se acompañan de justicia”. 23
19 ra
MIFSUD, Tony, Moral social – Lectura solidaria del continente, 1 edición, Consejo Episcopal Latinoamericano,
Santa Fe de Bogotá, 1994, p. 156.
20
Un texto que resume apretadamente esta historia, desde una óptica que engarza muy bien los aspectos
literarios históricos y sociales, es el de PIXLEY, Jorge, Historia sagrada, historia popular – La historia de Israel
ra
vista desde los pobres, 1 edición cubana, Editorial Caminos, La Habana, 2002.
21
Jeremías 22,13.
22 da
Amós 8, 4-7. Se sigue aquí el texto de Dios habla hoy - La Biblia con deuterocanónicos. Versión Popular, 2
edición, Sociedades Bíblicas Unidas, México D.F., 1995.
23
BIGO, P. y F. BASTOS DE ÁVILA, Fe cristiana y compromiso social, Editorial Salesiana, Santiago de Chile, 1984,
p. 190.
4
pueblo hebreo está signada por diferentes alianzas, que llevan a una profundización
sucesiva de las relaciones con Dios. El libro del Génesis se refiere a un primer pacto con
toda la humanidad, representada por Noé y sus hijos, hecho después del diluvio. En él, Dios
promete no volver a destruir la tierra, colocando en el cielo como signo del pacto al
arcoíris.24En el propio libro se relata otro pacto de Dios con Abraham, en el cual Dios
promete descendencia numerosa y una tierra por herencia donde habitar, que será llamada
la tierra prometida. Incluso se llega a celebrar un rito común en la época para asegurar el
cumplimiento de las obligaciones: Abraham sacrifica animales y los parte por mitad, pasando
luego Dios mismo en medio de ellos, en forma de antorcha encendida.25
La plenitud de la Alianza de Dios con su pueblo se da con Moisés en el Monte Sinaí, donde
en medio de una experiencia mística, Yahvéh comunica su compromiso de permanecer junto
a su pueblo, mientras que éste observe sus preceptos, que les dona en las tablas de la Ley,
y se resumen en los conocidos como Diez Mandamientos o Decálogo.26Estos se cree que
originalmente no formaban una unidad, sino que son la reunión de elementos particulares
dispersos, más antiguos.27En todo caso, son la síntesis de los compromisos de Israel ante su
Dios, que implican la protección de lo que explícitamente se convertirán posteriormente en
bienes jurídicos, como la vida, la propiedad, el honor, la familia, entre otros.
24
Génesis 9, 1-17.
25
Génesis 15.
26
Éxodo 20, 1-17.
27
Vid., Voz “Diez Mandamientos” en, OBERMAYER, Heinz, ZIELER, Gerhard, SPEIDEL, Kurt y Klaus VOGT, op. cit.,
p. 93.
28
Marcos 1, 4; 3, 1-5; 5, 41.
29
Marcos 2 15; 2, 18; 7, 1-23.
5
Pero el enfrentamiento de Jesús con el sistema legal de su tiempo no se hizo patente sólo
en sus actos, también en su predicación explícita. En ocasiones anuló la ley, dejándola sin
efecto, produciendo esta conducta, en vez de impureza, vida y salvación. De esa forma, en
muchas ocasiones corrigió la ley, como cuando declaró puros todos los alimentos, o anuló el
privilegio masculino de romper unilateralmente el vínculo conyugal, a través de la llamada
acta de repudio.30Su posición con relación a la ley puede resumirse en una de sus frases
más escandalosas para sus contemporáneos, pero que pone los fundamentos de lo que será
todo humanismo posterior: no es el hombre al servicio de la ley o para la ley, sino la ley al
servicio del hombre.31 Una lectura atenta de los Evangelios descubre en esta actitud el
origen de la condena de Jesús: su comportamiento lo coloca frente a la ley, con absoluta
libertad ante ella, pues ella se opone al camino de la plena realización humana. Es la
dignidad humana, pues, el único absoluto, y no cualquier norma, aun las de origen “divino”.32
El Derecho ha de cuidarse entonces de no pretender erigirse en la última instancia normativa
de la sociedad; por encima está el juicio de la propia conciencia.
Por otra parte, el centro de la predicación de Jesús está en lo que llamó el Reino de Dios o el
Reino de los Cielos. Aparentemente, nada tiene que ver con la vida social, por cuanto se ha
impuesto a lo largo de la historia una interpretación demasiado literal del concepto, bastante
alejada de su significado original. La referencia a los “cielos” no se debe a una
desvinculación de los problemas “terrenales”, sino a la costumbre judía de no pronunciar el
nombre de Dios, sustituyéndolo por alusiones más o menos veladas. El Reino de Dios es
para Jesús el proyecto que viene a inaugurar, que busca el restablecimiento de las
relaciones justas entre los hombres, y que implica una solidaridad activa con los más
necesitados. El Reino de Dios es, en la predicación de Jesús, la satisfacción de todas las
necesidades humanas y la superación de todas las alienaciones, como la opresión política y
social, la guerra, la pobreza, la enfermedad y la muerte. No significa, pues, reino fuera de
este mundo, sino reino en este mundo en que se cumplen con los designios de Dios. Los
destinatarios de ese mensaje son los excluidos por la sociedad: los pobres, los mansos, los
que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los que tienen misericordia, los
perseguidos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz. 33El Reino es en el
pensamiento cristiano la instancia crítica de toda realidad social, de forma que las
realizaciones humanas de cualquier signo tienden a él, pero nunca lo agotarán plenamente.
En todo el Nuevo Testamento son constantes las referencias a términos jurídicos, que se
encuentran en los propios Evangelios, y o en las cartas que les siguen, sobre todo en las
atribuidas al apóstol Pablo. Un lugar importante lo sigue teniendo el Pacto o Alianza, que se
califica como nuevo o último, pues completa y supera al antiguo. Este Nuevo Pacto no se
refiere exclusivamente al pueblo judío, sino que está abierto a toda la humanidad. El Pacto
se celebra no ya en la cima de un monte sino en el cenáculo, donde Jesús parte el pan y
ofrece el vino, su cuerpo y su sangre “derramada por muchos para perdón de los pecados”.34
30
Marcos 7, 19; 10, 9.
31
Literalmente afirma Jesús que “... el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el
hombre es señor también del sábado” (Marcos 2, 28).
32
CASTILLO, José María, “Jesús y la libertad” en, CASTILLO, José M. y Juan A. ESTRADA, El proyecto de Jesús,
ra
1 edición, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1985, pp. 11-31.
33
Mateo 5, 1-12.
34
Mateo 26, 26-29.
6
El universalismo es, entonces, la nota distintiva del cristianismo, que lo separará
definitivamente de la fe hebrea, y es la nota que permitirá su posterior expansión incluso
fuera del continente europeo, pues ya no había distinción entre esclavo o libre, judío o
pagano, hombre o mujer, fundando la común dignidad humana. Al menos en el pensamiento
occidental, ahí están los orígenes de la concepción que fructificó en el siglo XX en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.35
La lectura del Nuevo testamento hace que afloren continuas referencias jurídicas, no sólo en
cuanto a un cuerpo de ideas en torno al problema social, sino para explicar los contenidos
propiamente teológicos. Así, para infundir esperanza en los creyentes en la confianza de la
intercesión del Señor, la primera carta de Juan habla de Cristo, “abogado ante el
Padre”.36Pablo, por su parte, toma ininterrumpidamente ejemplos de la vida jurídica para
hacerse comprender mejor de sus oyentes: para ilustrar los deberes del cristiano para con su
fe y la recompensa que puede aguardarles, utiliza la figura del jornalero, que es el primero
con derecho a recibir parte de la cosecha.37La presencia del Espíritu Santo en el creyente se
convierte en “prenda” de la vida eterna, que asegura el cumplimiento de las promesas de
Dios, que todavía hay que esperar. Esta garantía real se convierte así en un símil adecuado
a los propósitos del apóstol.
Pero más allá de esas referencias anecdóticas, el Derecho puede decirse que está en lo
más íntimo del mensaje cristiano, en los Evangelios. Es el propio Jesús el que se manifiesta
en contra de los juramentos, confiriéndole valor a la simple palabra ofrecida, cuestión que
adquirirá relevancia posterior en el Derecho Canónico y en el moderno Derecho de
Contratos.38Consciente de la regulación tradicional sobre el tesoro como modo de adquirir la
propiedad, que le confería derechos al propietario del terreno en que se hallaba, alaba la
sagacidad del que lo encuentra, vende todo lo que tiene y compra la finca, afirmando que lo
mismo debe producirse cuando la persona se encuentre con el Reino. 39A pesar de ser
consciente de su especial relación con el Padre, que lo podría eximir del pago del impuesto
para el Templo, Jesús enseña responsabilidad social, y decide contribuir también al
sostenimiento del mismo, cumpliendo la obligación tributaria que pesaba sobre él. 40Para
graficar la misericordia de Dios, se vale de las facultades del dueño de la viña, que contrata
trabajadores por una misma cantidad de dinero al comenzar la mañana, al mediodía y al
caer la tarde, pues eso fue lo pactado y no cabe exigir más. 41Incluso, en el ámbito del
Derecho Público, y en contra de la que fue posición de los Papas en buena parte de la Edad
Media, se manifiesta partidario de la separación de Iglesia y Estado, en sintonía con los
constituciones laicas contemporáneas, cuando aconseja dar “… al César lo que es del
César, y a Dios lo que es de Dios”42, no como invitación al sometimiento pasivo a toda clase
35
Esta concepción de la dignidad humana cala tan profundamente en los primeros cristianos, que aun en
contra del ambiente de la época, consideran al esclavo no sólo como persona, sino como hermano (Filemón 1,
8-21).
36
1 Juan 2, 1.
37
Timoteo 2, 6.
38
Mateo 5, 33-37.
39
Mateo 13, 44.
40
Mateo 17, 24-27.
41
Mateo 20, 1-16.
42
Mateo 22, 15-22.
7
de autoridad, sino como obra de discernimiento, que puede llevar en unos casos a la
obediencia, y en otros a la misma violencia para destruir un orden injusto.43
43
La teología latinoamericana de la liberación ha profundizado más que ninguna otra en la justa rebeldía de los
pueblos oprimidos, frente a quienes ejercitan contra ellos la violencia cotidiana. El cristiano puede a veces
poner la otra mejilla (Mateo 5, 39), pero cuando se trata de la defensa de los derechos ultrajados del prójimo,
debe tomar el látigo, y echar del templo a los mercaderes de siempre (Juan 2, 13-22).
44 ra da
AA.VV., Manual de Historia General del Estado y el Derecho I, segunda parte, 1 reimpresión de la 2
edición, Editorial Félix Varela, La Habana, 2004, pp. 5-35.
45
Colosenses 3, 22 - 4, 1.
46
Como antecedente de estas disposiciones hay que citar la llamada Ley Petronia, que prohibía a los amos
mandar a pelear a los esclavos con las bestias, pero que además de regular un aspecto muy puntual, fue poco
na
respetada. PETIT, Eugéne, Tratado Elemental de Derecho Romano, traducción de la 9 edición francesa,
Editorial Saturnino Calleja, Madrid, 1926, pp. 83-84.
8
Otro espacio donde se hace sentir con fuerza el cristianismo en el Derecho Romano es en el
matrimonio. El matrimonio romano, a pesar de su ausencia de formalidades y su fácil
disolución, era cada vez más raro, y se habían multiplicado normas que tendían a favorecer
a los hombres casados, concediéndoles mayores derechos hereditarios o privilegios en el
acceso a las magistraturas. Ante la posición radical de sectas que prohibían las segundas
nupcias, los llamados “emperadores convertidos” defendieron el derecho a contraerlas,
guardando la mujer el plazo de diez meses conveniente por motivos morales y para mayor
seguridad en la determinación de la filiación.47Si bien no se logró imponer la concepción
cristiana en torno a la indisolubilidad del matrimonio, se reguló el acceso al divorcio a través
de causales específicas: el canon 10 del Concilio de Arlés (año 314) permitía el divorcio ante
el adulterio de la mujer, o el proxenetismo, así como cuando el marido era homicida o ejercía
la magia, sistema que, aunque con causales diversas, se ha seguido hasta hoy en buena
parte de los ordenamientos familiares. Se dispusieron incluso sanciones para el cónyuge
culpable del divorcio y contra el autor de la repudiación sin causa legítima.48
Curiosamente, la extensión del cristianismo también fue vista como una amenaza para la
sociedad romana, específicamente para una de sus instituciones típicas: la patria potestad.
El conflicto generacional suscitado por la conversión de jóvenes al cristianismo, hizo que las
potestades del padre se recrudecieran. Los emperadores intervinieron entonces para limitar
esas facultades. Constantino tomó medidas en una constitución del año 318 en la que
castigaba como parricida al padre que matara a su hijo de cualquier forma. Se le mantuvo al
padre el derecho de infligir penas moderadas y en casos graves poder ir donde el
magistrado para que se castigara al hijo por desobedecer las leyes domésticas. 49Con el
cristianismo se extingue además el derecho de exposición de los hijos que ostentaban los
padres, que llegó en el Derecho antiguo a incluir la decisión sobre la vida y la muerte del hijo.
Diocleciano adoptó una ley por la cual los hijos no podían ser transferidos por sus padres a
un tercero, ni en venta, ni en donación, ni en prenda, o en cualquier otro concepto.
Constantino estatuyó que aunque la familia estuviese en extrema pobreza, el Estado debía
suplir esta necesidad, para evitar la venta de los hijos.
9
La conformación y fuentes del Derecho Canónico pueden seguirse en nuestros manuales de
Historia General del Estado y el Derecho sin mayores dificultades. Basta resaltar aquí, por
tanto, la evolución posterior de este Derecho, cuyos caracteres se prolongan hasta la
modernidad, y su importancia en la configuración de las instituciones jurídicas con las que
trabajan nuestros operadores. No se trata de un Derecho que se considere revelado,
expresión directa de la voluntad de Dios, como el caso del Derecho islámico, sino que se
concibe como Derecho puramente humano, que busca regular las relaciones en la
comunidad de creyentes que constituye la Iglesia.
10
preventivo, pues de no observarse hacían al matrimonio ilícito, pero válido, sometiendo a los
cónyuges a una serie de sanciones. Siguiendo la legislación canónica vigente, el Código de
Familia sólo reconoce impedimentos de tipo dirimente o anulatorio, pues la falta de los
requisitos exigidos afecta la validez del acto.53
Se destaca también entre los aportes del Derecho Canónico la llamada filosofía penal
canónica, que ciertamente produjo aberraciones, pero de la cual se pudieron extraer
elementos de mucha valía. Hay que destacar en ella la reflexión en torno a la naturaleza y
las funciones de la pena que debía ser vindicativa, en tanto satisfaga el anhelo de retribución
de la víctima, y pública, para que cumpla la función educativa en relación al resto de la
sociedad, lo que desgraciadamente muchas veces se tradujo en ejecuciones
ejemplarizantes, verdaderos instrumentos de terror. La pena debía ser aflictiva, implicar un
sufrimiento en el reo, tanto corporal, como espiritual, de ahí que las formas en que se
aplicaba la pena de muerte llevasen aparejada la tortura previa.54A la Revolución francesa
cabe atribuir el mérito de aplicar la pena de muerte sin un sufrimiento adicional para el
condenado, aunque en algunos períodos pudo emular con los tribunales inquisitoriales en
cuanto al número de ejecutados.
53
Artículo 45 del Código de Familia. Un análisis más detallado de los impedimentos matrimoniales en la
da
legislación cubana puede verse en: MESA CASTILLO, Olga, Derecho de Familia – Módulo 2, 2 reimpresión de
ra
la 1 edición, Editorial Félix Varela, La Habana, 2004; y CÁNOVAS GONZÁLEZ, Daimar, “El régimen de ineficacia
del matrimonio en Cuba” en, Revista Cubana de Derecho, número 33, La Habana, enero-junio de 2009, pp. 46-
60.
54
AA.VV., op. cit., pp. 122-129.
55
FERNÁNDEZ BULTÉ cita ROUSSEAU, que concibe la sociedad como fuente de corrupción. FERNÁNDEZ BULTÉ,
Julio, Siete milenios de Estado y Derecho, tomo II, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2008, p. 112.
56
Quizás exagerando las posibilidades de la oralidad, MIRABEAU había afirmado en una sesión de la Asamblea
Constituyente francesa: “… dadme al juez que deseéis, parcial, corrompido, mi enemigo incluso; poco me
importa, siempre que no pueda hacer nada si no es frente al público”. Cit. pos., MORÓN PALOMINO, Manuel,
ra
Derecho Procesal Civil (cuestiones fundamentales), 1 edición, Marcial Pons Ediciones Jurídicas, Madrid,
1993, pp. 101-102.
11
quiera que asoman bajo otros nombres, hay que resaltar aportes de este modelo procesal a
la debida impartición de justicia.
En primer lugar, hay que citar la presencia de un juez profesional, con los conocimientos
técnicos necesarios para enfrentar la función jurisdiccional. Este aporte ha sido asimilado por
el ordenamiento jurídico cubano que utiliza el tribunal tipo escabinado, integrado tanto por
jueces profesionales como por jueces legos, ciudadanos en los que se concreta la
participación popular en la jurisdicción.57Es necesario resaltar además la posibilidad de
iniciar el proceso de oficio, sin esperar la iniciativa privada, que dio origen a la institución del
Ministerio Público, cuya misión fundamental es el ejercicio de la acción penal. Asimismo, las
huellas del sistema inquisitorio, aunque no puro, pueden seguirse en la fase preparatoria o
primera parte del proceso penal.58Por último, pero de igual relevancia, está la forma escrita,
que si bien se encuentra hoy en franco retroceso frente a la oralidad a partir de la reforma
procesal que significó el Decreto Ley 241, de 26 de noviembre de 2006, modificativo de la
ley civil adjetiva, es presupuesto necesario de una institución procesal imprescindible en
Derecho contemporáneo como son los recursos. Estos, que posibilitan el reexamen posterior
del asunto por otro órgano juzgador, tendría dificultades insuperables para desarrollarse si la
segunda instancia tuviese que consistir en una repetición de la primera, sin la posibilidad de
aprovecharse de los actos procesales ya realizados en ésta última.
Igualmente, el valor de la palabra dada hizo trascender el formalismo, sirviendo de base para
la definitiva consagración del principio del consensualismo, conforme al cual como quiera
57
MENDOZA, Juan, “Principios del proceso penal” en, AA. VV., Temas para el estudio del Derecho Procesal
ra ra
Penal, Primera Parte, 1 reimpresión de la 1 edición, Editorial Félix Varela, La Habana, 2006, p. 57.
58
Idem., p. 83.
59
OJEDA RODRÍGUEZ, Nancy de la C., “Justicia contractual: principios de la buena fe y del justo equilibrio de las
prestaciones en la contratación” en, OJEDA RODRÍGUEZ, Nancy de la C. (compiladora), Derecho de Contratos –
ra ra
Teoría General del Contrato, tomo I, 1 reimpresión de la 1 edición, Editorial Félix Varela, LA Habana, 2006,
pp. 19-56.
60
OJEDA RODRÍGUEZ, Nancy de la C., “Defensa y protección del crédito” en, OJEDA RODRÍGUEZ, Nancy de la C. y
ra
Teresa DELGADO VERGARA, Teoría general de las obligaciones: comentarios al Código Civil cubano, 1
ra
reimpresión de la 1 edición, Editorial Félix Varela, LA Habana, 2005, pp. 128-132.
12
que los sujetos quieran obligarse, pueden obligarse.61También en lo referente a las
obligaciones, la fe cristiana penetra la rigurosidad del vinculo obligatorio, tratando de
dulcificar la posición del deudor, que responde a partir de ese momento sólo con su
patrimonio, sin que pueda perder la capacidad de satisfacer sus necesidades vitales más
básicas. En relación a la responsabilidad jurídica civil, el criterio de imputación empleado en
el sistema de responsabilidad subjetiva le debe mucho a la influencia cristiana, pues aplicó
criterios morales a la exigencia de responsabilidad, a partir de los cuales no podía hacerse
responsable a un sujeto por actos no deseados y que por tanto, no podían serle imputados.
A pesar de la tendencia general a la objetivación de la responsabilidad que denota el artículo
82 del Código Civil vigente, abundan los supuestos en los que prima este criterio subjetivo,
como en la responsabilidad por hechos ajenos atribuibles a los padres o tutores (artículo 92
del mismo cuerpo legal).
5. A modo de conclusión.
61
OJEDA RODRÍGUEZ, Nancy de la C., “El Derecho de Obligaciones. Delimitación conceptual” en, OJEDA
RODRÍGUEZ, Nancy de la C. y Teresa DELGADO VERGARA, Teoría general de las obligaciones: comentarios al
ra ra
Código Civil cubano, 1 reimpresión de la 1 edición, Editorial Félix Varela, LA Habana, 2005, pp. 5-6.
62
GUYON, Gérard D., Le legs du christianisme dans l’Histoire du Droit européen, Pierre Téqui Editeur, Paris,
2004.
63 ra da
AA.VV., Manual de Historia General del Estado y el Derecho I, segunda parte, 1 reimpresión de la 2
edición, Editorial Félix Varela, La Habana, 2004, p. 111.
13