Texto Waserman Modificado Erica
Texto Waserman Modificado Erica
Texto Waserman Modificado Erica
Habla de la relación asimétrica entre la teoría y la clínica en pss de niños. Se debería haber
llamado el “desnivel” por la distancia entre lo que se postula teóricamente y que conduce a lo
que se debe hacer, y lo que sucede en la práctica que es lo que se puede hacer. Sin embargo, el
“escalón” sugiere una dificultad con la que se tropieza, una incomodidad de estar parado de un
modo no uniforme.
De modo que, por un lado, teníamos a la psicología evolutiva que nos parecía mediocre y por
otro lado teníamos a Anna Freud que limitaba su clínica al decir que el niño no establecía
transferencias ni asociaba libremente. Por lo tanto, la mayoría de los niños interesantes no se
podían analizar.
En realidad, el acceso al pss de niños para nosotros estuvo ligado a Arminda Aberastury con su
libro “teoría y técnica del pss de niños” quien trajo las ideas de Mk; y el libro de Mannoni “La
primera entrevista con el psicoanalista”. Melanie Klein hacia entrar en la clínica a los niños y a
los psicóticos, y ofrecía una teoría sencilla para comprenderlos y una técnica para tratarlos,
lograba una coherencia entre la teoría de la constitución del sujeto y la teoría de la enfermedad.
El yo en un principio no tiene nada bueno, es un Yo que lucha contra la muerte que lo
amenazaba desde dentro, él se defiende y se quiere desprender de una ansiedad aniquilatoria, de
una agresión que lo toma como objeto. El primer movimiento natural es el de la eyección de lo
malo (la proyección), mientras que lo bueno adquiere caracteres omnipotentes (ideales). Para
poder tolerar este infierno el sujeto debe introyectar algo bueno en el centro de sí mismo, eso
será su Yo, debe para ello llegar a creer en un objeto que lo quiere a él. En la fantasía inc regia
la ley del Talion. La persecución seguía a la agresión y la tristeza a la devastación del objeto
bueno. Había un lugar de donde se partía y otro hacia el cual se llegaba, de la posición esquizo-
paranoide a la posición depresiva.
Creíamos que la base de la salud mental pasaba por el reconocimiento del ataque insidioso al
objeto de nuestra dependencia: el objeto que nos amaba debía llegar a ser el objeto odiado. El
reconocimiento del ataque, que debía atravesar la defensa de la disociación y la negación de la
defensa maniaca, llevaba al sujeto a la depresión y a la culpa, de ahí, al deseo de reparar al
objeto dañado era el motor de todos los talentos y sublimaciones y la llave de la resolución de
los síntomas.
El único recurso teórico y técnico frente a estas apariciones era dado por la teoría
comunicacional y la teoría de los vínculos familiares y de grupo familiar. Pero las teorías que se
manejaban para abordar el caso individual y el grupo familiar provenían de fuentes apartadas
una de otra. En este momento se van introduciendo los desarrollos lacanianos. Los comentarios
de este último con el caso Dick creó la sensación de que en el análisis kleiniano se corría el
riesgo de imponer los significados que surgían del simbolismo, haciendo un adoctrinamiento
enchapando al paciente con las palabras del analista. En el caso Juanito, Lacan señala el aspecto
positivo del síntoma, es decir, para qué sirve el síntoma en la estructura, en el sentido de que el
objeto fobígeno soporta una ausencia, una falla en la función paterna. Una misma teoría daba
cuenta de 2 elementos, uno ubicado en la constelación familiar y otro en la posición subjetiva.
Esto abrió la posibilidad de hacer una lectura diferente, la que volcó el pss de niños a otra
dimensión. Lo primero que nos llegó de esto fue el libro de Mannoni “La primera entrevista con
el psicoanalista”. En esta nueva concepción teórica, el efecto kleiniano se ubica como un efecto
imaginario que depende del registro simbólico. Este acaecer imaginario no va resolver la
estructura si no se comprendía que esa estructura había aparecido en función de una falla y más
allá de la propia agresividad del sujeto, lugar hasta donde había llegado MK.
Esta divergencia lleva a Waserman a pensar en las series complementarias, las cuales ofrecían
un modelo causal que permitía repensar los factores provenientes de la estructura y de la historia
pulsional con el objeto y que no son suficientes los datos aislados de una sola serie para dar
cuenta de un caso particular. En la causación de las neurosis, estas se ordenan en una serie
dentro de la cual dos factores (constitución sexual y vivencia o fijación libidinal y frustración)
aparecen de tal modo que uno aumenta cuando el otro disminuye. En un extremo, están los
hombres que a consecuencia de su peculiar desarrollo libidinal, habrían enfermado de cualquier
manera, cualesquiera que hubiesen sido sus vivencias. En el otro extremo se encuentran los
casos que sin duda hubieran escapado a la enfermedad si la vida no los hubiese puesto en esta u
otra situación. En los casos ubicados entre ambos extremos, un mas o un menos de constitución
sexual predisponente se conjuga con un mas o un menos de exigencias vitales dañinas. Su
constitución sexual no les hubiese provocado las neurosis si no hubiesen tenido tales vivencias y
estas no hubieran tenido tal efecto traumático sobre ellos con otra disposición de la libido.
Dentro de esta serie, quizás podría concederse un peso algo mayor a los factores predisponentes.
Estas últimas ofrecían un andamiaje que permitía no tirar ninguna de las dos teorías antagónicas
a la basura y dar a cada una un lugar en la causación de la neurosis, acción combinada.
En la causación de la neurosis hay un factor externo que estructura y hay un factor interno que
empuja a la posición en la cual el sujeto se coloca en la estructura. Frente a sucesos que se van a
desencadenar por la presión ideológica y del mito familiar, hay en el sujeto una cierta
posibilidad de elegir un camino u otro, y es el análisis el que muchas veces enfrenta al sujeto a
esa elección. En las series complementarias tendríamos el horóscopo del sujeto. Este
horóscopo contendría, con relación al factor externo: 1) la conjunción mítica familiar, y 2) la
conjunción de acontecimientos de potencial traumático que ocurren en determinado momento
de la vida y marcan la estructuración (por ej: migraciones, muertes, accidentes, etc). El mito
familiar antecede al sujeto y le marca un lugar en el futuro. Nuestra misión es detectar los
significantes que lo componen e inciden en el peligro de aniquilamiento del sujeto.
Del lado del factor interno, interesan las transformaciones que el grupo y el sujeto hayan hecho
de estos hitos del mito familiar, es decir, la tendencia a cierta gratificación o cierta inercia en las
formas de la enfermedad.
Luis de 7 años traído a consulta a los 6 por la madre, impulsada por la escuela la cual se queja
del desempeño de aquel, de ser un niño muy inquieto, ansioso. Agresivo de vez en cuando, gran
excitación traducida por toqueteos.
El autor se pregunta si era el deseo de los padres tener a ese niño o no, ya que esto se relaciona
con la identidad en el sujeto y constituye el nucleo de su autoestima. Este problema central debe
ser relacionado con la forma en que él se instala en la escuela o medio social. Es una forma que
conduce a desempeñar el rol del niño rechazado, la idea de que hay algo que él siente: que los
demás, aun antes de que él se dirija a ellos, no le reconocen un lugar. Se podría pensar en el
montaje de una hipotética pulsión de rechazo, que seguiría el recorrido de ser rechazado
primero, rechazar después y hacerse rechazar, es decir, haciéndose hace él activamente aquello
que le fue hecho, pasivamente, en la prehistoria.
Comenta luego la separación de los padres (ver pag 159). Lo que era forma de discurso en la
madre “nos los tolera, no sabe qué hacer con sus niños” era conducta motriz en el niño de no
estar tranquilo o con un movimiento coherente. El síntoma del niño viene a denunciar algo no
dicho (Lacan). Se da un problema cuando los padres que traen un chico no disponen de una
capacidad de pensarse a sí mismos y pensarlo a él, sino que la modalidad es puramente
proyectiva.
Además, Luis tiene una hermana Gabriela, 5 años más grande que él y que lo usaba de
confidente de sus secretos amoroso, los cuales Luis no debía contar, ya que de lo contrario
sufriría reproches por parte de su hna con llantos interminables. Se ve como ella se identifica
con la madre, mientras que Luis ocupa el lugar de traidor. Así, él se pone en ese lugar de
confidente sin protesta porque así tenía la atención permanente de alguien, en este caso de su
hermana. Wasserman plantea que, muy tempranamente, los hermanos mayores tienen la misma
chance que tienen los padres, de ubicar el objeto, de ponerlo en un lugar. De modo que las
relaciones entre hermanos tienen un valor estructurante de elevada magnitud porque se apoyan
entre sí para lograr constituirse.
De manera que el hno mayor encuentra al otro para disponer de él como objeto de goce en su
fantasma (en quien la madre había delegado la función materna), mientras que el hno menor
necesita al mayor para “zafar” de identificaciones encerrantes, busca así de manera “voraz”
identificarse con el mayor. Pero esta posición lo sume en la perplejidad. No era él quien podía
hablar, sino que estaba siendo hablado por la hermana, era un grabador que nunca podía
reproducir lo que había sido hablado. El empezar a conversar sobre dicha actividad secreta lo
liberó a Luis del lugar que él ocupaba y luego de zafar de esta hna, comienza a demandar la
mirada del padre acompañado por la curiosidad por lo simbólico (curiosidad sublimatoria) y
mejoró su capacidad de leer y escribir que estaba dañada.
Lo que sucedía era el efecto del discurso de una madre que se manifestaba como no deseante de
sus hijos, ellos eran un mal para ella que no los quería más salvo para cumplir una obligación
judicial. No quería la tenencia de sus hijos, veía todo bajo la luz de quien carga con los
problemas, y la ley de los hombres hacía que las mujeres cargaran con eso. Esto era lo que
impactaba al autor y quería deshacer. Wasserman se oponía a la posición de la madre, en el
sentido de que los chicos asistían a una defensa, y él ponía la necesidad de profundizar esos
sentimientos tan violentos. Esta posición tiene trascendencia en el análisis porque lo hacía jugar
a él como alguien para quien no era indiferente, sino que se hacía cargo del deseo de hacerse
cargo.
En pss no se trabaja ni sobre ni para una generación, sino sobre todo, con la sombra de las
anteriores y para la memoria de las venideras.